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EL ARQUETiPO DEL HÉROE EN LA COMPLEJiDAD GNOSEOLÓGiCA
Algunas consideraciones en torno al rol del investigador-Explorador Social en Tiempos Posmodernos
ARJÉ Revista de Postgrado FACE-UC. Vol. 6 Nº 10. Enero-Junio 2012 / 291-310
EL ARQUETIPO DEL HÉROE EN LA 
COMPLEJIDAD GNOSEOLÓGICA
Algunas consideraciones en torno al rol del 
Investigador-Explorador Social en Tiempos 
Posmodernos
Recibido: 01/06/2012 Aceptado: 29/06/2012
Gabriel Parra
resUMen
Este artículo trata acerca del Héroe como enlace psicoarquetipal 
en el estudio del proceso que defi ne los alcances de la investigación 
social en tiempos posmodernos. El punto de partida del engrame 
discursivo-argumental lo constituye la Complejidad gnoseológica, 
entendida como una visión integradora de la Episteme (Logos; 
conocimiento racional) y la Aysthesis (Eros; intuición; sentimiento) 
desde una perspectiva armónica y holográfi ca. El estudio destaca 
los alcances que tienen los cambios suscitados en el marco de la 
insurgencia del nuevo capitalismo —infocapitalismo— a partir 
del posicionamiento de una racionalidad de acumulación que ha 
sustituido la “fuerza músculo” por la aplicación del conocimiento al 
conocimiento mismo como valor agregado clave, en el marco de la 
sociedad del conocimiento. Se hace especial referencia a Asmodeo, 
bufón y protector de los tesoros, imagen de la tradiciones paganas 
persa y babilónica, como agavillador silente de los obstáculos que debe 
enfrentar el investigador-explorador como poseedor privilegiado 
del saber; se trata del conocimiento concebido como tesoro que 
puede mostrar tanto su halo lumínico como sombrío. En esa trama, 
el investigador-explorador asume también el perfi l del Héroe/Sabio. 
El estudio destaca la necesidad de mantener a raya la sombra que 
se cierne como un impedimento desde el arquetipo del Héroe y de 
tomar en cuenta sus elementos de fuerza, fundamentalmente la 
voluntad y los desplazamientos psicosociales que permitan superar 
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los obstáculos y los perfiles recurrentes de éxitos/fracasos que se 
sitúan alrededor de los desafíos que retan permanentemente la 
vida cotidiana del investigador-explorador social en la era de la 
globalización.
Palabras clave: arquetipo del héroe; complejidad gnoseológica; 
investigador-explorador social; modernidad; posmodernidad.
the archetype of the hero in episteMological 
coMpleXity. 
some considerations about the role of the researcher-social 
explorer in postmodern times.
abstract
This paper tries about the hero as a psicoarchetypal connection 
in the study of the process that defines the reaches of the social 
research in postmodern times. The departure point of engrame 
discourse-plot constitutes the Gnoseológical Complexity, 
understood like an integrating vision of the Episteme (Logos; 
rational knowledge) and the Aysthesis (Eros; intuition; feeling) 
from a harmonic and holographic perspective. The study 
emphasizes the reaches that within the framework have the 
changes provoked within the framework of the insurgency of 
the new Capitalism - infocapitalism- from the positioning of a 
rationality of accumulation that has replaced the “force muscle” 
by the application of the knowledge to the same knowledge 
like added value key, of the society of the knowledge. One 
makes special reference to Asmodeus, farcical and protective 
of the treasures, image of the Persian and Babylonian pagan 
traditions, like silent binder of the obstacles that must face the 
researcher-explorer like privileged possessor of the knowledge; it 
is the knowledge conceived like treasure that can show its ahead 
luminance like shady. In that plot, the investigator-explorer also 
assumes the profile of the Wiseman/Hero. The study emphasizes 
the necessity to maintain to ray the shade that blossoming as 
an impediment from the archetype of the Hero and to take 
into account its elements from force, essentially, the psycho-
social motivation and displacements which allow to surpass the 
obstacles and the profiles appellants of successes/failures. These 
are placed around the challenges which permanently challenge 
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Algunas consideraciones en torno al rol del investigador-Explorador Social en Tiempos Posmodernos
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the daily life of the social investigator-explorer in the era of the 
globalization.
Key words: Archetype of the Hero; Gnoseological Complexity; 
Social Researcher-Explorer; Society of the Knowledge.
La Complejidad Gnoseológica en la Sociedad del 
Conocimiento: una aproximación a los retos de la 
investigación social en tiempos posmodernos
“... es preciso estar destinado al laberinto…tener 
nuevos oídos para una 
nueva música; nuevos ojos 
para las cosas más lejanas: nueva conciencia 
para verdades hasta ahora mudas...”
Friedrich Nietzsche, El Anticristo (Prólogo)
El proceso de la investigación social en nuestro tiempo pasa 
por el reconocimiento de lo que parece constituir un principio 
insoslayable: el reto de la producción de saberes se inscribe en 
lo que podríamos identificar como vaciamiento paradigmático. 
Se trata de lo que Lanz (1988) ha descrito como el síndrome del 
precipicio, el vértigo que produce el escenario de incertidumbres 
donde el conocimiento que “ya se sabe” no coincide con el saber 
social en su conjunto y la caja de herramientas del discurso 
moderno luce insuficiente para trazar las coordenadas de un 
escenario para la comprensión de los acontecimientos de la 
vida cotidiana. Se trata de que hemos vuelto a Babel y que la 
gran promesa del bienestar parece haberse hecho trizas ante 
nuestros ojos. La ciencia y la tecnología —dioses alados de la 
cybersociedad— aparecen cada vez más como eslabones débiles 
para configurar las bases de una sociedad donde se privilegie la 
inclusión de las grandes mayorías y se reviertan las tendencias 
crecientes de la desigualdad, así como se promuevan los valores 
fundamentales de la democracia, el trabajo decente, la calidad de 
vida, la participación y la justicia social. En fin, todos aquellos 
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contenidos filosófico-existenciales coligados a la modernidad y 
el mundo de la felicidad humana.
En esa encrucijada de retos al pensamiento moderno, tiene 
lugar el posicionamiento de una aproximación —holográfica 
y ecológico-profunda— basada en la integración armónica del 
Logos y el Eros, que hemos denominado Complejidad gnoseológica 
(Parra, 2006) Esta visión toma en cuenta no sólo los alcances de 
la Episteme (lógica racional; lógica analítica; lógica burocrática) 
como base de la producción de los saberes sociales sino el 
desplazamiento de la aythesis (intuición; sentimiento) y sus 
impactos en la configuración del conocimiento cotidiano y la 
dimensión vivencial-humana.
Desde una perspectiva específica, hay una apuesta recurrente por 
la integración armónica en esas complejidades del pensamiento 
que se definen a partir de una especie de constelación arquetípica 
de la masculinidad (Logos) y la feminidad (Eros) Esto significa 
tomar en cuenta que, además de las líneas “duras” del pensamiento 
moderno que son constitutivas —estatutos ético-fundantes— y 
que yacen al interior de los imperativos de la ciencia moderna, hay 
desplazamientos de alta intensidad basados en lógicas sensibles 
(Maffesolí, 1990) e incursiones desmedidas del spiritus artisticus, 
que juegan roles preeminentes cuando se trata del trazado de los 
ejes clave que permiten dar cuenta de nuestro entorno social en 
tiempos posmodernos. Este escenario —como bien se entiende— 
se nutre de las incertidumbres, del rezago de “la verdad”, de las 
aproximaciones y del vaciamiento, en tanto signos apocalípticos 
de la bestia en nuestras frentes.
La producción del saber alternativocomo desafío a los 
sistemas de autoridad: la imagen arquetípica del Héroe en el 
Paraíso Perdido
Por alguna razón desconocida, Yahveh, el Dios Creador en la 
cultura judeo-cristiana, se empeñó en advertir a la primera pareja 
de la humanidad acerca de las consecuencias que tendría para 
ellos el consumir los frutos del árbol de la Ciencia del Bien y el 
Mal, así como del árbol de La Vida. Como se sabe, ambos árboles 
estaban plantados en un lugar privilegiado del Paraíso Terrenal. 
Del primero, les dijo: “No comeréis de él, ni le tocaréis, para que no 
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muráis” (Génesis, Capítulo 3, versículo 3) No se sabe por qué, no se 
refirió taxativamente también a la prohibición de comer del árbol 
de la Vida en los términos que supone la aplicación de la lógica: 
“... porque entonces viviréis eternamente”. De modo que es posible 
deducir que la serpiente [“la Serpiente Antigua”, como la definió 
Jesús de Nazaret; el Príncipe Hareb, en la tradición babilónica] 
prefirió enlodar la reputación de Adán y Eva mediante el ardid de 
instarles a comer del árbol de la Ciencia del Bien y el Mal con un 
firme y obstinado propósito: debatir su querella contra el Creador 
mediante la sutil estrategia del acompañamiento; atizar la lucha, 
al lado de “nuevos dioses”: “... sabe Dios que el día que comáis 
de él, serán abiertos vuestros ojos, y seréis como Dios, sabiendo 
el bien y el mal” (Génesis, Capítulo 3, versículo 5) y no de seres 
eternos e inocentes, ahítos de transitar el huerto de la felicidad 
en términos autistas e incapaces por sí mismos de aplicar el más 
mínimo discernimiento a los retos y las vicisitudes de la vida 
cotidiana. Ergo: nuestro conocimiento está penalizado culturalmente 
y la transgresión a este principio, castigado. Aún más: investigamos 
y auscultamos los linderos del mundo por nuestra propia cuenta y 
riesgo, en franca y abierta desobediencia de penitentes vagabundos, 
frágiles y temporales.
El Arquetipo del Héroe y los Desafíos del Investigador-
Explorador
El proceso de conocer resulta entonces un desafío a los sistemas 
de autoridad —en este caso, se trata de los imperativos del modelo 
patriarcal— a todas luces marcado por el arrojo individual y 
social. Podría decirse que parte de una apuesta temeraria donde 
se juega a los dados con una única certeza: se gana o se pierde; 
“se sabe acerca de”, o no. En ese contexto, el arte de conocer se 
identifica con el arquetipo del Héroe, en la medida en que ese 
proceso supone la recompensa que deriva de la superación de 
una amplia diversidad de obstáculos, en preclara linealidad con 
el mito del combate: de un lado el bien; de otro, el mal, en una 
guerra sin cuartel.
Esta imagen arquetípica impone el modelo egocéntrico del yo, 
en una contextualidad social que le interpela recurrentemente. 
Capriles (2009:29) señala que: “El héroe [mítico] personifica el 
impulso individualista del ser humano, la necesidad particular 
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de distinguirse, de sobresalir, de ganar renombre y honra”. En 
cierta medida, es un guerrero que lucha contra las sombras, 
contra lo imprevisto y se aventura en lo desconocido. En las 
leyendas de Caballería, el Héroe se sitúa en las fronteras 
borrosas que median entre él y el explorador, donde “... debe 
afrontar su desafío supremo: matar al dragón o robar algún 
bien, rescatar a la princesa o encontrar al tesoro. Sus recompensas 
por el éxito son enormes: la consumación en un matrimonio 
sagrado, la reconciliación con el padre, o el convertirse él mismo 
en dios” (Noel, citado por Downing: 179) Aunque el Héroe es 
inevitablemente masculino, está supeditado psíquicamente a 
equilibrarse con las profundidades maternas, a fin de tensar 
la relación yo-mundo en términos reconciliatorios. Los héroes 
—en este caso las imágenes que expresan la masculinidad- sí 
lloran, al más puro estilo recreado en el arte pictórico de las 
magdalenas.
Neumann (citado por Downing, 1994:180) refiere que “... la 
cultura occidental está a la vez repleta de mitos del Héroe y 
constituye ella misma un mito del héroe en la evolución de la 
conciencia desde el animismo primitivo, a través del racionalismo 
escéptico hacia una perspectiva de interacción armoniosamente 
equilibrada entre ciencia y espiritualidad”. El asunto aquí, 
radica en la fuerza que tiene en Occidente la búsqueda del 
prestigio personal y social del explorador-investigador, a partir 
del despliegue de la individualidad. En otra parte, Neumann 
argumenta: “Desde los cuentos de hadas, leyendas míticas y 
textos religiosos de las culturas tradicionales, hasta las artes, 
ciencias y medios de comunicación populares de nuestros días, 
los guerreros, sabios y santos nos inspiran, evocando nuestra 
admiración y el deseo de emularles” (p. 179) El Héroe irradia así 
los confines de nuestra cultura porque es lumínico e imitable. En 
esa misma medida, su configuración mítica aparece ante nosotros 
como posibilidad, como alcance, como registro utópico que puede 
ser soñado/pensado sociosimbólicamente. Capriles (2009:21-22) 
destaca que “... el Héroe nos remite a hechos gloriosos y hazañas 
ilustres, a virtudes e ideales elevados, a grandes logros y actos 
memorables, a retos y acciones valerosas e insuperables. Pero el 
fin último que persigue el Héroe/explorador no es el prestigio o 
la honra simplemente: es el poder que permite obtener a éstos, 
algunas veces en términos desmedidos u obscenos.
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Carrera Damas (2003:31) señala que “... el heroísmo puede 
serle impuesto al individuo por una fuerza superior, moral o 
política, capaz de ser consubstancial con la voluntad individual”. 
La construcción del Héroe en la tradición venezolana tiene un 
perfil absolutamente coligado a la participación en las batallas 
independentistas; a la incursión protagónica en la guerra a campo 
abierto. Carrera Damas (2003:32-33) destaca que el ideario del 
Héroe no se asoma por los pasillos de la sociedad civil, de modo 
que es impensable trazar una ruta que abra la posibilidad de 
conformar héroes desde los escenarios empresariales, políticos 
militantes o artísticos. Hay excepciones, sin embargo, a esta 
regla de oro, cuando las cualidades o manifestaciones heroicas de 
distinto signo se insertan en la racionalidad bélica.
Al lado lumínico del arquetipo del Héroe se contrapone su sombra: 
el monstruo o la víctima. Capriles (2009:31) insiste en destacar 
que: “Difícilmente puede alguien ser celebrado y honrado si 
no logra distinguirse de sus pares, si éstos exhiben logros 
superiores o iguales y exigen, al mismo tiempo, similar nivel de 
reconocimiento y honor. Tener que compartir el éxito con otro 
implica, de entrada, una reducción de la ventaja”. Y agrega: “La 
celebridad no sólo cela que otros puedan superarla sino que por lo 
general, se esfuerza en sembrar obstáculos y en hacer más difícil 
que los demás alcancen su nivel. Su interés es igualar y mantener 
a los otros por debajo. Es una pasión egoísta...” (p. 31) De este 
modo, el arquetipo se torna en el reflujo de una competitividad 
salvaje que toma distancia de todo prurito moral y ético. Al Héroe 
le sienta bien la imagen del superhombre de Nietzsche (2006) quien 
alcanza pleno reconocimiento por su capacidad de superar todos 
los obstáculos y triunfar —a cualquier precio, se entiende— en 
la vida.
El Héroe no puede identificarse con sus derrotas. Si éstas 
aparecen en el horizonte, es para hacer contraste con su imagen 
lumínica, en términos aparentes, en una modalidadde derrota/
victoria; muerte/resurrección. Por eso no se hacen monumentos 
épicos en los sitios donde éste pierde sus batallas, sino donde 
las gana. Bolívar, por Ej., no es recordado por la pérdida de la 
estratégica plaza de Puerto Cabello (1812) que estaba bajo su 
responsabilidad y que constituye un acontecimiento poco honroso 
en la fase primigenia de su carrera militar; o por su huida hacia el 
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oriente del país con los pobladores de Caracas, cuando un Boves 
triunfante la sitió en 1814. En cierta medida, hay también una 
cierta distracción histórica —nada inocente, por lo demás— con 
la traición urdida contra el Generalísimo Francisco de Miranda 
y su entrega a los españoles en 1812, en una conspiración donde 
Bolívar es arte y parte comprometida.
Otro caso emblemático es el de Jesús de Nazaret, quien es 
crucificado en el Gólgota, en un acontecimiento que se desdobla 
y resulta en una derrota aparente; una derrota que no es tal, en 
la medida en que: “... sorbida es la muerte en victoria”, según la 
referencia del apóstol Pablo (1ª. Carta del Apóstol San Pablo a 
Los Corintios, Capítulo 15, versículo 54) Es el mismo tránsito de 
Esculapio, el único dios griego que muere y regresa del Hades, para 
que pueda cumplirse el principio de que sólo quien ha sido herido y 
ha sanado, es capaz de sanar a otros; sólo quien ha vencido al Hades y 
resucitado, es capaz de resucitar a otros; sólo así, es capaz de devolver 
la vida. Esa particularidad del arquetipo del Héroe de convertir las 
derrotas en victorias, tiene una profunda implicación en nuestro 
perfil psicosocial y en nuestra conciencia colectiva: a menudo 
vemos sólo lo que queremos ver y oímos sólo lo que queremos oír, 
en el giro de la ruleta que define la conveniencia personal o política. 
De todo esto se nutre el imaginario sociosimbólico que se hace 
presente en las narraciones del Quijote de la Mancha (2005) o en 
las de Cristóbal Colón, al describir la desembocadura del Orinoco 
en su tercer viaje.
Toda intencionalidad orientada a mostrar los rasgos entrópicos de 
la personalidad del Héroe se anatemiza; se torna en dispositivo 
sacrílego y deleznable1. Sólo la gloria le sienta bien, al punto que 
no es posible pensarlo a distancia de los dioses del Olimpo. En ese 
recorrido, a muchos de nuestros héroes de la emancipación política 
latinoamericana se les han transfigurado los rasgos anatómicos 
heredados del indio y del negro, sustituyéndolos por efigies 
barrocas y greco-romanas (sus hábitos son pulcros, sus vestuarios 
son los del César y sus facciones son extremadamente perfiladas) 
En ese culto a la personalidad, nuestros héroes sólo pueden ser 
pensados en términos de espíritus reencarnables2. Es lo que ocurre 
con la imagen clásica de Bolívar, colocada siempre de fondo en los 
despachos oficiales y que ha sido delineada en el más acabado estilo 
de Napoleón Bonaparte o el káiser Guillermo II de Alemania.
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En el caso del Investigador-explorador de nuestro tiempo, mordido 
por la misma serpiente del arquetipo, es evidente que su lucha no 
se dirime en el plano de las armas convencionales, el uso de los 
escudos y las ballestas a la usanza de los acorazados medievales 
del rey Arturo y los Caballeros de la Mesa Redonda, por Ej.: su 
fuerza es el intelecto. El proceso de conocimiento forma parte del 
recorrido que debe hacer para encontrar el tesoro del régimen de 
verdad que deviene en poder (Foucault, 1994) De allí al prestigio 
personal y el reconocimiento social sólo hay un paso.
Nuestro Héroe explorador-investigador comparte a su vez una 
frontera común con los papeles arquetípicos del Chamán y el 
anciano-sabio. En la tradición chamánica es el hombre quien 
controla las fuerzas de la naturaleza para “hacer que ellas le 
obedezcan”, a partir de una ritualidad que opera torciéndole el 
cuello a las fuerzas energéticas que controlan la vida cotidiana 
y que en términos holísticos influyen y determinan la salud, la 
prosperidad, el éxito personal/social y la felicidad humana. El 
Investigador-explorador ensalmado en el rito del paradigma 
científico, se desplaza también por los rieles de un síndrome 
mágico —el de la promesa de la modernidad— donde el principio 
que lo mueve no deja lugar a dudas: la verdad se construye 
desde la fe antropocéntrica; la verdad puede en consecuencia, 
ser reglamentada en términos de hegemonía, predictibilidad y 
control. Nuestro Héroe del mundo de la cientificidad hizo de la 
lógica racional e instrumental un dios con pies de barro que se 
desmorona estrepitosamente como mentalización cultural de 
Occidente al no jugarse la carta de la dimensión vivencial desde 
donde es posible integrarse armoniosamente con la intuición y 
el sentimiento como lógicas sensibles (Maffesolí, 1990) El Logos 
—la Razón moderna otrora triunfante— está herido y sólo puede 
sanarse mediante la integración con Eros —el amor— y el retorno 
de la diosa. Allí, el único paradigma emergente posible es el no-
lugar (Lanz, 1988) el cual se traduce paradójicamente también 
en el sepulcro del Héroe mítico.
El Héroe explorador-investigador de nuestro tiempo también 
comparte escenarios paralelos con la imagen arquetípica del 
Sabio-Anciano. Aparece siempre lumínico como depositario de 
toda la crónica y la mitología que da cuenta del mundo conocido 
-o por conocer. El fundamentalismo de la cientificidad hace 
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que éste aparezca siempre con la verdad irrefutable a flor de 
piel, como un tótem reverenciable y ex-cátedra. De modo que su 
discurso retórico se impone como un bien irremplazable que debe 
formar parte de los estatutos fundantes de un determinado modo 
de vida, de una mentalización político-cultural que traza nuevos 
recorridos en los ejes formativos que definen la ciudadanía 
activa. El saber se entiende así —ya sea éste de cualquier 
modalidad— como un preciado tesoro que asigna prestigio y 
renombre a la logia de elegidos que lo poseen. Esa distinción no 
sólo tiene tinte individual: se define también en los escenarios 
de las asociaciones académicas más distinguidas en nombre 
de la ciencia y la tecnología. En la medida en que se entienda 
que existe allí un tesoro que debe preservarse, la necesidad de 
resguardarlo no escapa a los dispositivos míticos que el Héroe 
tiene a su disposición.
Asmodeo y el Cofre de Los tesoros: el Talento Humano a 
Resguardo
Los enlaces míticos de la tradición persa y babilónica dan cuenta 
de la influencia de asmodeo [Hasmodai o Chammadai] el demonio 
que se ocupa de resguardar celosamente los tesoros del reino de los 
mortales. La leyenda remite su origen a las crónicas mazdeístas 
—zoroastristas— de la civilización persa que formaron parte más 
tarde del sincretismo pagano del antiguo reino de Mesopotamia, 
Babilonia (hoy Irak) como parte del componente religioso y 
mítico-cultural que se produjo luego de la invasión y el dominio 
de los medos y persas en la región del Tigris y el Éufrates.
asmodeo aparece en el libro de Tobías del antiguo testamento 
judeo-cristiano, resguardando el tesoro de la inocencia. Se cuenta 
allí que el joven Tobías, en pleno recorrido por el mundo, decide 
bañarse en las aguas de un río de aguas cristalinas. Mientras lo 
hace, observa un pez en sus orillas y escucha la voz de Rafael, 
su Arcángel protector, quien le insta a pescarlo y guardar 
celosamente sus vísceras en una pequeña alforja de cuero. Tobías 
obedece al pie de la letra esas instrucciones. Más tarde, al llegar al 
pueblo de Ragés, cerca de Nínive (Irak) se enamora mediante un 
flechazo emocional fugaz de una joven llamada Sara y la pide enmatrimonio a su clan familiar. El caso es que esta joven había sido 
dada en matrimonio muchas veces, pero el acto amatorio nunca 
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pudo consumarse debido a que asmodeo la mantenía atada a su 
poder. Al día siguiente de cada celebración de boda, los amantes 
frustrados yacían sin vida al lado del lecho nupcial. No fue así 
en este caso, porque al entrar a la alcoba en su primera noche 
de bodas, el ángel protector de Tobías le instó a que quemara las 
vísceras extraídas del pez en una fogata de carbón3. La leyenda 
refiere que el demonio huyó despavorido del lugar y fue atrapado 
luego por el Arcángel Gabriel, quien lo encadenó en el Alto Egipto, 
donde aún permanece bajo resguardo.
En las crónicas míticas de la cultura hebrea, se dice que asmodeo 
se ancló alrededor del tesoro de la inteligencia y la sabiduría 
del rey Salomón. Estaba allí en su apogeo, dado que no sólo 
se trataba de un personaje real prestigiado por sus riquezas 
materiales sino por su prodigiosa inteligencia que lo hizo 
famoso, a tal punto que reyes y sabios de lejanas tierras venían 
a Jerusalén a pedirle consejos en los asuntos más enrevesados 
del ejercicio de la justicia, el poder político y la vida personal. En 
las Crónicas de los Reyes, se lee: “Así el rey Salomón sobrepujó 
a todos los reyes de la tierra en riqueza y sabiduría. Todos los 
reyes de la tierra querían ver el rostro de Salomón, para oír la 
sabiduría que Dios había puesto en su corazón” (2do. Libro de 
Crónicas de los Reyes, Capítulo 9, versículos 22 y 23) asmodeo 
se anidó allí al lado del rey, en la seguridad de que el poder no 
estaba en los lingotes de oro que servían para adornar su trono, 
sino en la capa real: el símbolo de su sabiduría; de su mayor 
talento. En fin: donde ronda asmodeo, es porque hay un tesoro 
en el ambiente.
Nuestro héroe Investigador-explorador social corre el riesgo de 
ser atrapado psicosocialmente bajo el halo mítico de este celoso 
bufón. Su influencia podría traducirse en los siguientes rasgos 
entrópicos:
Ø Arrogancia personal
Ø Descreimiento social
Ø Repliegue emocional; e
Ø Inconformidad personal e intelectual permanentes.
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La arrogancia personal es uno de los rasgos más sobresalientes 
del intelectual que se siente atrapado por el arquetipo del Sabio4. 
Al sentirse poseedor de un saber exclusivo, de un valioso tesoro, 
su primera disposición tiende a no compartirlo con los demás. 
Esto se hace evidente en aquellos distinguidos investigadores 
de la academia que elaboran un mentalenguaje enrevesado 
—a propósito— con la finalidad de que nadie les entienda. El 
objetivo es evidente: si no me entiendes, de nada te apropias. En ese 
contexto, la retórica y la vanidad hacen de lo suyo como el hábito 
al monje. La humildad no encuentra piso firme en este tipo de 
intelectual, que asume con desdén el pensamiento ajeno desde 
los excursos egóticos y narcisistas. asmodeo logra que a pesar de 
todo, al sabio lo rodee un halo mágico de prestigio y de efecto 
demostración: todos quisiéramos emularle; ser como él, exitoso y 
admirado por todos.
El descreimiento personal es parte de la penalización que nuestro 
Héroe explorador-investigador debe cumplir por el disfrute de sus 
privilegios sociales. El arquetipo del Sabio tiene su contrapartida: 
el descreimiento de la sociedad. En otras palabras: admiramos 
su saber, pero no sabemos qué hacer con ese conocimiento que 
expone; o simplemente concluimos en que no nos conviene por 
razones económicas, políticas o religiosas. Al final, simplemente 
no lo tomamos en cuenta. En el caso de Venezuela, hemos tenido 
una amplísima variedad de ejemplos en las ciencias, en las artes, 
en la política y en las diversas ramas del pensamiento. Están 
allí, señalándonos desde algún lugar los ejemplos de Simón 
Rodríguez (Caracas, 1771-Amotape, Perú, 1854) quien tuvo que 
huir muy joven del país agobiado por el descreimiento y morir 
en tierras lejanas, luego de pasar por todo tipo de vejámenes y 
vicisitudes; el sabio Humberto Fernández Morán (La Cañada 
de Urdaneta, Estado Zulia, 1924-Estocolmo, Suecia, 1999) 
fundador del Instituto Venezolano de Investigaciones Científicas 
(IVIC), Profesor Invitado de las más prestigiosas universidades 
del mundo e inventor del bisturí de diamantes, con el cual se 
abrieron las primeras rocas lunares en los laboratorios de la Nasa 
(Proyecto Apolo) y quien no pudo regresar nuevamente al país 
por razones políticas; el maestro Luis Beltrán Prieto Figueroa 
(La Asunción, 1902-Caracas, 1993) paladín de la tesis del Estado 
Docente y la masificación pública de calidad; Juan Pablo Pérez 
Alfonzo (Caracas, 1903-Washington, 1979) fundador de la OPEP, 
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quien advirtió durante años acerca del desastre de las políticas 
económicas implementadas en el país durante la década de los 
’70 y sus consecuencias a futuro: predicó en el desierto; el escritor 
Arturo Uslar Pietri (Caracas, 1906-2001) quien hizo suyo y 
relanzó el ideario de Alberto Adriani, en cuanto a la necesidad 
de sembrar el petróleo: aró también en el mar. Podríamos elaborar 
un listado interminable de intelectuales cuyo ideario se sacraliza 
en los templos del saber, pero que no fueron ni son tomados 
realmente en serio por nuestra sociedad. asmodeo sanciona de 
algún modo a los poseedores del tesoro de la premonición sabia; 
algunas veces arriesga a vengarse de ellos al inventarles alguna 
trastada: el rumor de la locura, como guinda ornamental de la 
genialidad.
Nuestro Héroe bordea incesantemente el riesgo del repliegue 
emocional. En ese punto, aunque suele ser discreto en su labor 
cotidiana en medio de una individualidad que aturde, atrae para 
sí la admiración que lo convierte en un tótem sagrado del culto 
a la personalidad. De modo que tiende a pensar que le sienta 
bien encerrarse en torres de marfil, ajeno a las peripecias que se 
suscitan en el mundo ancho y ajeno. En ese sentido, en medio de 
una sociedad que lo admira por exhibir el talento que le otorga 
el arquetipo del Sabio, el explorador-investigador prefiere hacer 
de él su única escuela, no compartiendo sus experiencias con 
otros pares o investigadores nóveles. Tiende a ser entonces un 
ermitaño con amistades discrecionales. Como el resto de los 
artistas, resguarda celosamente los avatares y los límites de su 
vida privada.
Nuestro héroe Investigador-explorador tiende también a mostrar 
una inconformidad intelectual permanente. En cierto modo, 
Asmodeo intenta engañarlo haciéndole creer que esa tensión 
constituye un prerrequisito para la creatividad y la innovación en 
el mundo de las artes y de las ciencias. Esto hace que no haya para 
él ruta fija y que no le interesen los límites espacio/temporales. 
No existe para él —más allá de la fábula— algo parecido al reposo 
del guerrero. Por eso siempre le veremos transitar o columpiar 
sobre la cuerda floja, mientras fluye a cántaros la adrenalina 
que le produce el escuchar las manifestaciones de admiración, 
angustia o miedo del público de las graderías (éste siempre estará 
situado, por supuesto, por debajo de él) en teatral parsimonia. 
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Esa intranquilidad tiene un doble filo: de una parte, lo fuerza 
a no detenerse en el camino escogido: la subversión que deriva 
de interrogar permanentemente la realidad; de otra, a afectar 
sus relaciones personales en los ámbitos de la esfera privada y 
el contextosocial. De allí que no sea nada extraño que al final 
nuestro héroe se quede solo, encriptado y aferrado a su talento, 
como los músicos clásicos que tocaban las partituras de Mozart 
en la cubierta del Titanic, mientras el barco se hundía ante sus 
narices.
La Ironía Socrática como recurso alternativo en el proceso de 
producción de nuevos conocimientos: el reto de la superación 
del saber “que ya se sabe”
Nuestro Héroe-Investigador sin embargo, no está solo y 
desprotegido por el destino. Cuenta con el poderoso conjuro que 
le brinda la Ironía socrática, aquella según la cual el investigador 
declara ante el fórum que su conocimiento es limitado y relativo; 
que no “se las sabe todas”. Así, despojado de toda esquirla de 
vanidad y de la espectacularidad ostentosa del pavo real, hace 
creer a la sociedad que no dispone de privilegios exclusivos; 
que no posee ningún tesoro. Como en la mayéutica de sócrates 
(470 a. C-399 a. C) logra que la respuesta a esa pregunta esté en 
otra parte, entre sus interlocutores, en los demás, a partir de un 
principio de singular reconocimiento: “Yo sólo sé, que no sé nada”. 
Ante esa retórica socrática, asmodeo se derrumba, se torna débil e 
impotente y cae como un pájaro herido en las manos de Minerva. 
Las consecuencias son terribles para asmodeo, por cuanto no 
habría así tesoro que pueda o deba resguardar y en consecuencia, 
no existiría capa real alguna de la cual pudiera apropiarse; ergo: 
no tiene sentido revolotear alrededor de la genialidad intelectual 
que se hace humilde y toma distancia de toda vanidad.
El héroe Investigador-explorador de nuestro tiempo no dispone de 
las vísceras de un pez ni de la protección del viajero errante que se 
cobija con el poder del Arcángel Rafael para mantener a raya esta 
imagen arquetípica: se hace fuerte en la humildad del espíritu y en 
la medida en que el saber no lo envanece ante sus semejantes. En 
realidad, hace suyas las palabras de Jesús de Nazaret: “...porque el 
que se enaltece será humillado y el que se humilla será ensalzado” 
(Evangelio según San Mateo, Capítulo 23, versículo 12) El Nazareno 
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reafirma en otra parte los estragos de la vanidad y advierte acerca 
de los excesos personales en torno a la figuración egotista y el 
protagonismo: “No ha de ser así entre vosotros —dice— sino el 
que quiera llegar a ser grande entre vosotros será vuestro servidor, 
y el que quiera ser el primero entre vosotros será vuestro esclavo” 
(Evangelio según San Mateo, Capítulo 20, versículos 26 y 27) Para 
el budismo Zen, “... sólo la humildad es la verdad”. Y en el Corán, 
se lee: “Bienaventurados los creyentes que hacen su azalá [oración] 
con humildad, que evitan el vaniloquio...” (El Sagrado Corán, Sura 
23: 1-3)
¿Por qué necesitamos a los héroes y hacemos del mito del Olimpo un 
fundamento de nuestra nacionalidad y ciudadanía activa? ¿Cuáles 
elementos del arquetipo se constituyen en factores de fuerza en el 
desafío que asume el investigador-explorador de nuestro tiempo? 
Al parecer, necesitamos reforzar el arquetipo del Héroe en nuestro 
contexto político-cultural y psicosocial porque padecemos de un 
fuerte resquebrajamiento de nuestra autoestima5. Se trata de 
un quiebre de nuestra conciencia colectiva cuyos antecedentes 
se remiten a la conquista y la colonización del imperio Español, 
basado en el principio según el cual nuestros aborígenes “no eran” 
personas; no eran individuos y por lo tanto, eran seres inferiores 
sujetos a la esclavitud y todo tipo de desmanes. La única posibilidad 
de “ser alguien” era profesando la fe cristiana y expresando la 
palabra prestada del conquistador en medio de un apabullante 
sincretismo religioso. De allí la necesidad de apegarnos a la imagen 
del Héroe, por cuanto queremos enlazar nuestra vida a un pasado 
glorioso, de prestigio, de éxitos y de superación de las adversidades, 
como compensación a nuestra autopercepción de espíritus 
demacrados, errantes y macilentos. Lo que queremos demostrar 
con nuestra devoción al Héroe militar que hemos encriptado en 
nuestro patriotismo, al hidalgo de caballería que cabalga en lo más 
profundo de nuestra intimidad, es que “somos”; que formamos 
parte de una grandeza que habita en cada uno de nosotros y que 
casi podemos palpar con nuestras manos.
Es inevitable que coexistan en este arquetipo la luz y la sombra 
como portada y contraportada del folletín donde se registran 
nuestras historias personales y los avatares de la vida cotidiana. 
En cierta medida, estos dos planos constituyen las miradas del 
dios Janus, aquellas que miran al pasado y al presente al mismo 
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tiempo pero que al final se encuentran en algún lugar de nuestra 
constelación psíquica. si bien es cierto que habrá que mantener 
a raya las amenazas que encierran la prepotencia, la vanidad, la 
autosuficiencia y el desdén por el destino de “ los otros” en el perfil 
del héroe, es indudable que necesitamos los elementos de fuerza 
que se derivan de su empecinamiento por enfrentar toda una gama 
de obstáculos hasta sus últimas consecuencias. Necesitamos su 
obstinación por rescatar la princesa atrapada por el dragón y no 
darle tregua al fracaso temporal y a la adversidad que se cierne 
sobre sus pasos como una sombra recurrente.
El lado lumínico del arquetipo puede sernos de gran utilidad para 
enfrentar los mecanismos colonizadores de la verdad Totémica, el 
criterio de la verdad que se instala al interior del discurso de la 
cientificidad y que paraliza toda posibilidad a la imaginación y al 
cuestionamiento del saber establecido (Parra, 2006) Al lado de ella, 
se posiciona el Ángel Cruel (Debray, 1996) quien esgrime un arma 
peligrosa y contundente: la retórica, en tanto desplazamiento 
envolvente e impulsor de la espectacularidad y el disimulo en 
el mundo posmoderno. El quid del asunto pudiera radicar en 
la fuerza que imprime el arquetipo al cuestionamiento de los 
sistemas de autoridad y al desmontaje de los hilos que tensan el 
régimen de verdad y la legitimación política. Necesitamos al héroe 
porque nuestros investigadores/exploradores deben entender 
que hay desafíos pendientes en lo que respecta a convencernos 
una vez más que los fracasos no son permanentes y que pueden 
superarse mediante una voluntad compartida.
En los procesos de investigación científico-técnicos y gnoseológicos 
de nuestro tiempo, se debate también el mito del combate que 
entrecruza el ritual mitológico del éxito/fracaso. Ahí están los 
ejemplos —entre otros— de investigadores/exploradores como: 
Alejandro de Humboldt (Berlín 1769-1859) quien mostró al 
mundo una tenacidad y un arrojo excepcional en sus viajes como 
investigador-explorador por América, Europa y Asia; Howard 
Hughes EUA (1905-1976) director de cine y diseñador de aviones, 
quien luego de muchos fracasos inventó el Hughes H-4 Hércules. 
La película El Aviador (2004, Miramax, Warner Bross) dirigida 
por Martin Scorsese y protagonizada por Leonardo de Caprio, 
muestra su férrea voluntad para sobreponerse a los fracasos y 
alcanzar el éxito; Thomas Alva Edison (Ohio, 1847-New Jersey 
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1931) Inventor de la bombilla eléctrica en 1879 y del fonógrafo 
en 1877, además de otros inventos importantes; El médico 
Manuel Patarroyo (Ataco, Colombia, 1946- ) Experto en Virología 
(Universidad de Yale) e Inmunología de la Universidad Rockefeller, 
de Nueva York, quien inventó la vacuna sintética contra el 
paludismo, homologada por la comunidad científicaen 1993. 
En 1994, recibió el premio Príncipe de Asturias de Investigación 
Científica y Técnica; el médico Jacinto Convit (Caracas, 1913- ) 
quien inventó la vacuna contra la lepra y desarrolla la autovacuna 
contra el cáncer en el Instituto de Biomedicina de la Facultad 
de Medicina de la Universidad Central de Venezuela; Henri 
Pittier (Bex, Suiza, 1857-Caracas, 1950) Ingeniero y botánico. 
Durante el gobierno de J. V. Gómez, en 1913, sus asesorías 
y recomendaciones para crear una escuela de agricultura en 
Maracay, Estado Aragua no fueron tomadas en cuenta y por eso 
hubo de regresar a Washington. Es autor de más de 290 trabajos 
científicos y Fundador del Parque Nacional Rancho Grande, hoy 
conocido como Parque Nacional Henri Pittier; Francisco José 
de Caldas y Tenorio (Popayán, 1768-Santa Fe de Bogotá, 1816) 
quien fue conocido entre sus contemporáneos por su erudición 
en las diversas disciplinas del pensamiento. Como científico 
realizó una importante contribución a los estudios botánicos; 
José Celestino Mutis y Bosio (Cádiz, 1732- Santa Fe de Bogotá, 
1808) médico y botánico precursor de los estudios científicos en 
el Nuevo Mundo; entre otros.
En el área de las Ciencias Sociales, el listado es extenso cuando 
se trata de hacer un registro de los más notables intelectuales 
de América latina que han desafiado todo tipo de obstáculos en 
el proceso de producción del pensamiento alternativo. Como 
todo investigador-explorador que se respete, han sido asediados 
y marcados con la impronta de asmodeo, quien se rehúsa a 
abandonar los escenarios sociosimbólicos donde se resguardan los 
más preciados tesoros del intelecto. Pero no parece haber vuelta 
atrás: los hechizos también —como todo lo material— se disipan 
en el aire diseminado por la voluntad emancipatoria y creativa.
Aproximaciones conclusivas
Necesitamos el halo lumínico del héroe para abrir una perspectiva 
paradigmática de orden gnoseológico que tome en cuenta la 
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dimensión vivencial humana y que permita la conformación de 
una neo-configuración del escenario investigativo en el orden 
social, así como redefinir el rol del investigador-explorador 
en tiempos posmodernos. En esa trama, la lucha es contra los 
obstáculos que rondan los territorios de la vanidad, la paranoia 
(que se traduce en desconfianza en los demás, lo que lleva a 
trabajar en forma individual), la omnipotencia (que implica una 
sobrevaloración de las propias capacidades y experiencias) y la 
postergación: el dejar siempre las cosas para más tarde.
Necesitamos, en fin, la imagen del héroe —previa colocación 
de la sombra contra la pared de nuestra vertiente psicosocial y 
cultural— para que nos acompañe a megapulsar —en nuestra 
condición de investigadores/exploradores— el espacio social-
creativo del “no-lugar” y superar la densa maraña de obstáculos 
que se instalan en la ruta del pensamiento emancipador, 
en el vasto contexto de las complejidades e incertidumbres 
que definen el desplazamiento gnoseológico en la sociedad 
del conocimiento. Para que eso sea posible, asmodeo debe ser 
superado.
REFERENCIAS
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Santillana, Alfaguara Editores y Ministerio de La Cultura de la 
República Bolivariana de Venezuela.
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el 14 de julio de 2010 en http://www.islamelsalvador.com.
Foucault, M. (1994) microfísica del Poder. Barcelona, España: Editorial 
Planeta De Agostini.
Herrera Luque., F. (1970) los viajeros de Indias. Caracas: Monte ávila 
Editores.
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_____________ (1970) Bolívar de Carne y Hueso. Caracas: Editorial 
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Maffesolí, M. (1990) Elogio de la razón sensible. Barcelona, España: 
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Nietzsche, F. (2006) El anticristo. Madrid: Edimat Libros S. A.
Núñez Tenorio, J. R. (2007) reencarnar el Espíritu de Bolívar (4ta. 
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en el siglo XXI. algunos Efectos de la reforma Educativa. Málaga 
(España): Revista Interdisciplinar Entelequia (pp. 109-123) No. 
10, Otoño, Edición Especial Reforma Educativa (www.eumed.
net/entelequia)
Notas:
1 Hay un intento por mostrar el lado humano de El Libertador por parte 
del médico e historiador Francisco Herrera Luque en su libro Bolívar de 
Carne y Hueso (1970) Caracas: Editorial Monte ávila. La andanada de 
críticas e improperios respecto a sus argumentos no se hizo esperar, no 
sólo por parte de las Sociedades Bolivarianas del continente, sino por 
comentaristas e intelectuales de distinto signo.
2 “Por eso, cada vez, como lo desean nuestros adversarios, nos alejamos 
de Bolívar… Más, justo ahí está el error: no se trata de recordarlo, sino de 
reencarnarlo en una práctica revolucionaria...” J.R. Núñez Tenorio (2007) 
reencarnar el Espíritu de Bolívar, Prólogo, pp. XI-XII.
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3 Es interesante notar que este ritual pagano forma parte del dogma actual 
de la Iglesia Católica. En él se justifica el uso de los sahumerios o baños 
de humo a partir del uso de hierbas secas sobre brasas de carbón, para 
ahuyentar los maleficios o fuerzas del mal. Contrasta con las enseñanzas 
de Jesús de Nazaret, quien sólo utilizaba las palabras para expulsar a los 
demonios.
4 Es un contrasentido, porque al sabio lo caracterizan la humildad y la 
mesura; la articulación psíquica con los demás, a partir del despliegue de 
una plenitud espiritual armónica y trascendente.
5 Se trata de una visión culturalista basada en el “no-ser”, ya que el indígena 
no es identificado por los conquistadores como “persona”, como sujeto 
de derechos. Parra, G. (2009) El Modelo Educativo Venezolano y sus 
Desafíos en el Siglo XXI. Algunos Efectos de la Reforma Educativa. 
Málaga (España): Revista Interdisciplinar Entelequia, Universidad de 
Málaga, No. 10, Otoño, p. 110.
GABRIEL PARRA: Sociólogo (UCV, 1975). Doctor en 
Ciencias Sociales (UCV, 1995). Certificado de Estudios 
Postdoctorales (CIPOST-UCV, 2002). Certificado de 
Estudios Postdoctorales en Ciencias de la Educación 
(FACE-UC, 2011). Profesor Titular Emérito; Núcleo 
Regional Caracas de Educación Avanzada, Decanato de 
Educación Avanzada, Universidad Simón Rodríguez. 
gaparr2005@yahoo.es