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RESUMEN DE LOS VIDEOS SOBRE EL LADO OSCURO DE LA PSICOLOGÍA

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(
UNIVERSIDAD
 
DE
 
GUAYAQUIL
FACULTAD
 
DE
 
CIENCIAS
 
MÉDICAS
CARRERA
 
DE MEDICINA
) (
www.ug.edu.ec
 
www.admision.ug.edu.ec
 
Guayaquil -
 
Ecuador
)
ASIGNATURA: PSICOLOGÍA
TEMA: INVESTIGACIÓN (VIDEOS) FECHA: 17 ABRIL/ 2023
DOCENTE: DRA. ROSA ELENA CEPEDA	 UNIDAD: 1
GRUPO: MED-S-CO-4-6
NOMBRE DEL ESTUDIANTE: LAVID SANDOVAL SCARLET VIVIANA
TAREA INVESTIGATIVA
1. EL PEQUEÑO ALBERT
En 1920 Universidad Johns Hopkins, Baltimore, Estados Unidos. John B. Watson, psicólogo estadounidense con enormes contribuciones en la teoría científica del conductismo, planteó un experimento que, hoy en día, no podría realizarse de ningún modo. ¿La razón? Experimentó fobias en un bebé. Para el experimento, conocido como “El Pequeño Albert”, seleccionaron a un bebé sano de 9 meses que no tenía miedo a los animales, pero sí que mostraba rechazo y temor a los sonidos fuertes. Para probar el condicionamiento clásico, se puso en contacto al pequeño Albert con una rata blanca, con la que se encariñó. Posteriormente, Watson empezó a inducir sonidos fuertes de un martillo chocando con el metal cada vez que Albert estaba con la rata.
¿Qué pasó, con el tiempo? Que Albert desarrolló fobia a la rata incluso cuando ya no había sonidos. El experimento demostró que un estímulo externo puede crear una respuesta de miedo hacia un objeto que antes era neutral. Y no solo eso, sino que, a medida que se hizo mayor, Albert tuvo miedo a todos los animales peludos. Aun así, no pudo verse si arrastró las fobias a la edad adulta, pues murió a los 6 años de una meningitis no relacionada con el experimento.
2. EL EXPERIMENTO DE LA CÁRCEL DE STANFORD (1971)
Uno de los experimentos psicológicos más célebres de todos los tiempos. Año 1971. Philip Zimbardo, psicólogo estadounidense de la Universidad de Stanford, California, Estados Unidos, planteó su, por desgracia, célebre experimento, que tenía el objetivo de estudiar el comportamiento de un grupo de personas en función de sus roles.
Seleccionó a un grupo de 24 estudiantes universitarios sanos tanto en lo psicológico como en lo físico que firmaron para participar en un experimento sobre la vida en las prisiones y cobrar, a cambio, 15 dólares por día. Posteriormente y al azar, el grupo se dividió en dos subgrupos: 12 prisioneros y 12 guardias. La prisión fue recreada en los sótanos del departamento de Psicología y absolutamente todo, desde la estética hasta el vestuario, era muy realista. Los prisioneros, desde el primer día, fueron tratados como tal, cosa que incluyó ser desparasitados y que se les entregaran uniformes embarazosos. Los guardias, por su parte, recibieron instrucciones de hacer lo que fuera necesario para mantener el control sin, evidentemente, agredir a los prisioneros.
El primer día pasó sin incidentes, pero en el segundo día, todo cambió. Habían entrado tanto en sus roles que los prisioneros se rebelaron contra los guardias y estos, en sus papeles como tal, se aprovecharon de su posición y abusaron psicológicamente de ellos. Los guardias infligieron castigos (como flexiones), enviaron a los más problemáticos al confinamiento solitario y realizaron humillaciones públicas.
En apenas unos días, todo se convirtió en un infierno. Los prisioneros mostraron signos de depresión y de ansiedad y los guardias cada vez eran más sádicos en sus métodos. El experimento tuvo que ser detenido a los 5 días. Una muestra de cómo, sin límites, la crueldad humana impera por encima de todo.
3. EL EXPERIMENTO DE ASCH (1951)
En 1951 Solomon Asch, psicólogo polaco estadounidense pionero en Psicología social, quiso estudiar la conformidad en el ser humano. Por ello, en la Universidad de Swarthmore, ideó un experimento para ver hasta qué punto podemos cambiar nuestro pensamiento para no ir en contra del grupo.
Se realizaron 50 rondas del experimento. En cada una de ellas, un participante se ponía en un aula con otras personas (que en realidad eran actores) para, en teoría, realizar una prueba de lógica. Cada persona en el aula tenía el cometido de decir cuál de las tres líneas de un dibujo era la más cercana a la longitud de referencia. La respuesta correcta era más que evidente.
El individuo de estudio, evidentemente, sabía la respuesta. Pero ¿qué pasó? Que todos los demás integrantes del aula (actores) dijeron la respuesta incorrecta. Asch quería ver si, en su grupo, el individuo de estudio se conformaría con dar la evidentemente incorrecta respuesta o sería el único del aula en dar la evidentemente correcta respuesta correcta.
¿El resultado? 37 de los 50 participantes se conformaron con las respuestas incorrectas a pesar de saber que la correcta era otra. No es demasiado cruel, pero sí célebre y, de igual modo, no podría realizarse hoy porque no hizo firmar ningún consentimiento informado.
4. EL EFECTO BYSTANDER (1968)
En 1968 John Darley y Bibb Latané, psicólogos sociales, querían comprender, a raíz del asesinato de Kitty Genovese, una mujer de Nueva York apuñalada delante de su casa ante muchos testigos que no hicieron nada, por qué los testigos de los crímenes no tomaban acción cuando los presenciaban.
Por ello, diseñaron un experimento conducido en la Universidad de Columbia que recibió el nombre de “El efecto Bystander” o “Efecto espectador”. Un participante fue enviado a una sala donde se le dejó solo para rellenar una encuesta. Pero esto solo era la excusa. Cuando estaba solo, un humo (inofensivo) empezó a entrar en la habitación. ¿Qué hizo? Avisar rápido.
Pero cuando se repetía este mismo escenario, pero no con una persona sola, sino con un grupo, la cosa era bien distinta. Las personas tardaban mucho más en reaccionar y pedir ayuda. Asombrados, llevaron el experimento más allá.
Ahora, lo que hicieron fue repetir la misma mecánica, pero poniendo a una persona en una sola teniendo lo que él creía que era una conversación telefónica. En realidad, estaba escuchando una grabación en la que se escuchaba a alguien teniendo convulsiones.
Cuando la persona estaba sola en la sala, llamaba rápidamente diciendo que la persona estaba sufriendo una emergencia médica. Cuando estaba en grupo, tardaba mucho más. Evidentemente, se trató de un experimento poco ético que puso a los participantes en riesgo de daño psicológico pero que nos demostró este potente efecto espectador.
5. EL EXPERIMENTO MILGRAM (1961)
En 1961 Stanley Milgram, psicólogo de la Universidad de Yale, quería comprender cómo fue posible que tanta gente participara en los crímenes del Holocausto nazi. Quería entender cómo la obediencia a las autoridades podía hacer que personas normales cometieran tales actos de crueldad.
Para ello, diseñó un experimento en el que los participantes creyeron acudir a un estudio sobre la memoria. Cada examen se realizaba con dos personas que adquirían el rol de profesor o de alumno, aunque uno de ellos siempre era un actor, por lo que solo una persona de cada ensayo era “real”. Y se manipulaba de tal forma que el profesor siempre fuera la persona genuina y el alumno, el actor.
Pero ¿qué hicieron? Profesor y alumno fueron enviados a salas distintas. Al profesor se le dijo que tenía que hacer una prueba al alumno y que cada vez que se equivocara, debía apretar un botón. Un botón que, se le dijo, enviaba una descarga eléctrica al alumno cuya intensidad se iba a incrementar por cada respuesta fallada. Tenían la orden de apretar el botón a pesar de causar daño a un ser humano.
La prueba empezó y, aunque no había descargas de verdad (evidentemente), el profesor seguía apretando el botón cada vez que el alumno fallaba. A pesar de escuchar los gritos de dolor, el profesor seguía dando descargas eléctricas sin importarle el sufrimiento de su alumno. Si las descargas hubieran sido reales, todos los participantes hubieran terminado matando a sus aprendices.
6. EL EXPERIMENTO DE LOS PRIMATES DE HARLOW (1950)
En 1950 Harry Harlow, psicólogo de la Universidad de Wisconsin, quería comprender la naturaleza de la dependencia materna. Por ello, ideó un experimento que, evidentemente,sería impensable hoy en día, consistió en separar a un mono Rhesus bebé de su madre.
Tras ello, pusieron en contacto al mono con dos “madres” falsas. Una hecha de tela y otra de alambre, imitando a una hembra de su misma especie. La madre de tela no aportaba nada al bebé más allá de confort, pero la madre de alambre era la que tenía integrado un sistema para alimentarlo. Vieron cómo el mono pasaba la mayor parte del día con la madre de tela y solo se acercaba a la de alambre una hora al día, a pesar de la clara asociación de esta con la comida.
Esto, junto a las técnicas para asustar a los bebés y obligarlos a correr hacia una de las dos madres y a experimentos de aislamiento de los monos para ver cómo los que se habían criado aislados del grupo tenían problemas para aparearse, hizo que, en 1985, sus experimentos se detuvieron.
7. EL EXPERIMENTO DE LA INDEFENSIÓN APRENDIDA (1965)
En 1965 Martin Saligman, psicólogo y escritor estadounidense, realizó un experimento muy cuestionado debido, de nuevo, al maltrato animal de fondo. Para comprender la naturaleza de la indefensión aprendida (la condición de un humano o animal que ha “aprendido” a comportarse pasivamente), realizó un estudio con perros.
El experimento consistió en poner a un perro en un lado de un recuadro dividido en dos mitades separadas por una barrera muy baja. Entonces, administraron una descarga eléctrica al perro que podía evitarse si saltaba la barrera. Los perros aprendieron rápido a evitar ser electrocutados.
Después, a estos mismos perros que habían aprendido a evitar las descargas, se les dieron descargas eléctricas que no podían evitar de ninguna manera. Al día siguiente, volvieron a ser puestas en el recuadro con la barrera. Ahora, pese a poder escapar de las descargas eléctricas saltando, no hicieron ningún intento para escapar de ellas. Simplemente se quedaron en el sitio, llorando mientras eran electrocutados. Un horrible experimento que demostró el concepto de la indefensión aprendida.
8. EL EXPERIMENTO DEL MUÑECO BOBO (1961)
En 1961 Albert Bandura, psicólogo canadiense de la Universidad de Stanford, decide realizar un experimento para estudiar la naturaleza de la agresividad y demostrar que los niños aprenden las conductas agresivas por imitación. Un marco teórico interesante que, por desgracia, se convirtió en un experimento poco ético.
El muñeco Bobo era un juguete hinchable de unos 150 cm de alto que, al ser golpeado, se levantaba fácilmente. El estudio consistió en seleccionar 36 niños y 36 niñas de entre 3 y 5 años para dividirlos en tres grupos: 24 expuestos a un modelo agresivo, 24 expuestos a un modelo no agresivo y 24 eran de grupo control.
Pero ¿qué significa modelo agresivo? Cada niño entró a una habitación acompañado de un adulto. Una habitación que consistía en una sala de juegos con actividades muy atractivas y, en una esquina, el muñeco Bobo. En el modelo no agresivo, el adulto no hizo caso al muñeco Bobo, pero en el modelo agresivo, el adulto, de repente, se levantaba y empezaba a golpearlo e insultarlo.
¿Qué pasó, entonces? Lo esperado. Los pequeños, especialmente los niños, imitaron el comportamiento y agredieron física y verbalmente al muñeco Bobo de muchas formas distintas. El experimento demostró que las personas no solo aprendemos por conductismo (por recompensa o castigo), sino también por observación e imitación.
A pesar de la falta de ética del propio experimento, debemos considerar que, a raíz de este estudio, se iniciaron muchas investigaciones para profundizar en el modo cómo los niños pueden ser influenciados para toda su vida al experimentar situaciones agresivas en el hogar.

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