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Formas de ocio en la antigua Roma:
desde la dinastía Julio-Claudia (Octavio 
Augusto) hasta la Flavia (Tito Flavio 
Domiciano)
Maximiliano Korstanje
RESUMEN
Basados en una mitología netamente política (helénica) y poseedores de recursos 
estratégicos favorables, los romanos se convirtieron en una de las civilizaciones 
dominantes de su tiempo. En este sentido, muchos investigadores dedicados al turismo, 
actualmente, han investigado los orígenes y las formas de ocio en la antigua Roma, 
aunque de manera superficial y muy general. El objetivo del presente trabajo es 
profundizar sobre las formas de ocio en la Roma Imperial durante las dinastías Julio-
Claudia y Flavia, para así poder explicar cuál era la relación del ocio, como institución, 
con el poder político de la época.
PALABRAS CLAVE
Roma, estructura politíca, ocio.
REVISTA
El Periplo Sustentable.
Universidad Autónoma del Estado 
de México
www.psus.uaemex.mx
ISSN: 1870-9036
Publicación Semestral
Número: 15
Julio / Diciembre 2008
ARTÍCULO
Título:
Formas de ocio en la antigua 
Roma: desde la dinastía Julio-
Claudia (Octavio Augusto)
hasta la Flavia (Tito Flavio 
Domiciano)
Autor:
Maximiliano Korstanje
(Argentina)
Fecha Recepción:
2/febrero/2008
Fecha Aceptación:
17/julio/2008
Páginas:
27 - 76
ABSTRACT
Based on a strictly political Hellenic mythology and possessors of favorable strategic 
resources, Romans became one of the dominant civilizations of their time. In this 
respect, plenty of tourism researchers have researched the origins and forms of leisure in 
the ancient Rome, yet in a superficial and very general way. The objective of this work is 
to deepen into the forms of leisure in the Imperial Rome during the Julius-Claudian and 
Flavian dynasties in order to explain the relation between leisure as institution and the 
political power of the time.
KEY WORDS
Rome, political structure, leisure.
Forms of leisure in the ancient 
Rome:
From the dynasty Julio-Claudia (Octavio 
Augusto) until the dynasty Flavia (Tito Flavio 
Domiciano)
Maximiliano Korstanje
JOURNAL
El Periplo Sustentable.
Universidad Autónoma del Estado 
de México
www.psus.uaemex.mx
ISSN: 1870-9036
Bi-Annual Publication
Number: 15
July / December 2008
ARTICLE
Title:
Forms of leisure in the ancient 
Rome: From the dynasty Julio-
Claudia (Octavio Augusto)
until the dynasty Flavia (Tito 
Flavio Domiciano)
Author:
Maximiliano Korstanje
(Argentina)
Receipt:
february/02/2008
Acceptance:
july/17/2008
Pages:
27 - 76 
29Formas de ocio en la antigua Roma: desde la dinastía Julio-Claudia (Octavio Augusto) hasta la Flavia (Tito Flavio Domiciano)
Korstanje, M.
Número 15 ● Julio / Diciembre 2008 ● PP. 27 - 76
El Periplo Sustentable
INTRODUCCIÓN
Los tratamientos anteriores (una forma de introducción)
Por algún motivo, existe una fuerte atracción por parte de algunos 
investigadores dedicados al turismo de recurrir constantemente a la historia 
del ocio y del tiempo libre en la antigua Roma, como elemento comparativo 
a la época actual. En ocasiones, sin distinción alguna del tema, varias obras 
comienzan haciendo una breve introducción histórica sobre la forma en 
que los antiguos romanos o griegos concebían al ocio. Si bien, este tipo de 
introducciones pueden ser, en parte, ilustrativas; por lo general carecen de 
profundidad, claridad o relación con el tema que se estudia. Como señala el 
profesor Francois Hartog, la historia es algo más que una preocupación por 
recuperar la tradición perdida o la necesidad pura de interpretar los hechos 
del pasado con los ojos objetivos del presente. La profundidad es parte de la 
misma historia (Hartog, 1988). 
Sin ir más lejos, Norberto Fortunato señala que tanto griegos como romanos 
concebían en sus mitos, al desierto en forma ambigua. En parte, éste 
representaba una búsqueda constante del paraíso terrenal antes del pecado, 
mientras que por otro lado, lo consideraban un lugar vacío de humanidad 
sumido en las tinieblas y el caos. (Fortunato, 2005:322). No obstante, la mitología 
romana parece no hacer expresa referencia al pecado o mejor dicho a la 
culpa como proceso de destierro o pérdida del paraíso. Si bien, últimamente, 
algunos estudiosos han encontrado ciertas similitudes lingüísticas entre las 
lenguas semíticas e indo-europeas con respecto a los lexemas propios de la 
alteridad y la identidad (Segovia, 2007); este hecho parece asemejarse más 
a las figuras bíblicas de tradición judeo-cristiana con arreglos de rituales 
expiatorios que a la propia cosmología románica o latina (Korstanje, 2007a). 
Por otro lado, “la existencia de un movimiento turístico en sentido moderno se 
constata por primera vez en tiempos del Imperio Romano”, señalaba el británico J. 
A Norval (Norval, 1935). Otros exponentes como Osvaldo Getino explican que 
Maximiliano Korstanje
Doctor en Psicología Social 
por la Universidad John. 
F. Kennedy, Buenos Aires, 
Argentina.
Diplomado en Antropología 
Social y Política en la 
Facultad Latinoamericana de 
Ciencias Sociales (FLACSO).
Universidad de Palermo 
(Argentina). Facultad de 
Ciencias Económicas; 
y CENCAP Escuela 
Internacional de Hotelería y 
Turismo.
maxikorstanje@hotmail.com
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Korstanje, M.
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en la Antigua Grecia existían dos tipos de estratos sociales: los aristócratas y 
los esclavos. A los primeros les estaba reservado el Scholé o también conocido 
como el ocio, a los segundos su negación: a-scholé. Análogamente a Grecia, 
en Roma los ciudadanos también tendrían la posibilidad de practicar el otium 
(ocio) mientras los esclavos el neg-otium (negación del ocio, negocio) (Getino, 
2002). 
De este modo, al igual que Norval, Getino da un salto conceptual enorme y 
presenta a las prácticas de los antiguos griegos y romanos como las formas 
elementales del turismo moderno. Sobre esta línea, el autor olvida, tal vez, 
que el Imperio ha recibido aportes culturales de diferentes pueblos tales 
como son los celtas, egipcios, germanos, eslavos y otros (Korstanje, 2007b). 
Por ende, trazar una línea directa entre Roma y Occidente parece una hipótesis 
que requiere ciertos reparos (Grimal, 2002). 
Desde nuestro punto de vista, uno de los problemas principales que la mayoría 
de estos trabajos no pueden resolver es el hecho de concebir ciertas prácticas 
occidentales como producto derivado exclusivamente de la antigüedad. 
Si bien esto podría explicar algunas cuestiones fundamentales que hacen 
del turismo lo que hoy conocemos, esta actividad mantiene una distancia 
considerable con respecto a la forma de ocio que practicaban los romanos. En 
este sentido, concebir a las sociedades modernas como herederas de Roma 
no sólo se convierte en una tesis falsa sino también ideológicamente sesgada 
(Wolf, 1993). En relación a este tema, surgieron algunas cuestiones que 
comenzaron a delimitar nuestra investigación tales como: ¿cuál es la relación 
entre la mitología, la religión romana y el ocio?, ¿cómo eran realmente las 
formas de ocio en la antigua Roma?, ¿qué vínculo existía entre el ocio y la 
estructuración social? y ¿qué similitudes y diferencias mostraban esas formas 
de practicar el ocio a lo largo de las diferentes regencias?. 
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Obviamente, que intentar abordar esta clase de problemas, desde una 
perspectiva científica, requiere deshacerse de ciertos prejuicios propios del 
occidente moderno. En efecto, la imagen que en la actualidad se ha construido 
de los romanos parece no coincidir en muchos casos con el objeto histórico. 
Sobre todosi comparamos los textos de aquellos contemporáneos al Imperio 
como Cayo Suetonio o Tácito entre otros. El marco cronológico en el cual se 
lleva a cabo este estudio se sitúa en el Alto Imperio cuyo inicio va desde la 
dinastía Julio Claudia, comenzada con Octavio Augusto en el 27 AC hasta la 
dinastía Flavia con la muerte de Tito Flavio Domiciano en el 96 DC. 
Desde esta perspectiva, aun cuando consideramos que la unidad cronológica 
de análisis tomada es amplia, casi 123 años sin contar a César, existen 
características comunes que permiten su estudio en forma estructural, aisladas 
de otras unidades como pueden ser las dinastías Antonina (98-180 DC), Severa 
(193-235 DC), el Imperio en Crisis (236-268 DC), el Imperio Galo (269-274 DC), 
los Ilirios (270-284 DC), la Casa de Constantino (285-363 DC), la Valentiniana 
(375-394) y la Casa Imperial de Teodosio cuyo fin llega con la caída de Rómulo 
Augusto (395-476 DC) entre otros.1
Cabe aclarar, que si bien algunos autores consideran a las dinastías Antoninas 
y Severías también como parte del Alto Imperio (Blázquez, 1989), a nuestro 
modo de ver ciertos aspectos económicas, militares, sociales e institucionales 
de estas regencias difieren notablemente, entre sí, con respecto a la estabilidad 
de los límes: guerras marcomanas, el apego del culto imperial, y las tradiciones 
religiosas. Estas diferencias, hacen que no se pueda encuadrar a los Antoninos 
dentro de la misma unidad que a los Flavios. Por último, el famoso sistema de 
emperadores adoptivos en las eras Antoninas, tiene escasa coincidencia con 
el cargo de linajes establecido durante los Claudios y Flavios (Suetonio, I-X). 
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Comenzaremos este apartado señalando que la etno-génesis latina estaba conformada por 
diversos pueblos procedentes de la región de Lacio. Diferentes tribus como pelasgos, sículos, 
savinos, latinos, etruscos, volscos, arcadios, peloponesos, troyanos y algunos inmigrantes helénicos 
fueron conformándose acorde a un identidad común (Martínez Pinna, 2002:174). Se cree que estos 
grupos conformaban geográficamente una extensión de 28 kilómetros desde el río Tiber hasta el 
mar Tirreno. En este sentido, fue en el siglo VIII AC que estos asentamientos tomaron el nombre de 
“Roma Quadrata”. La historia comienza con el asentamiento en el primer mileno AC en la península 
italiana de los ligures en el norte, los etruscos en el valle Po, los italiotas en el centro y los griegos 
en el sur. Algunos latinos cuyo oficio era la agricultura y el pastoreo se asentaron a orillas del Tiber 
camino a Campania. Aproximadamente, para el siglo VIII, se forma una federación llamada de las 
siete colinas, [Septimontium]. 
En el siguiente siglo, los latinos sufren las invasiones y conquistas de otro pueblo vecino: los 
etruscos. Este último, fue el encargado de modernizar Roma rodeándola de murallas, trazando 
una línea urbanística y mejorando los caminos existentes. Para fines del siglo VI AC los latinos 
expulsaron a los etruscos como resultado de una sublevación constituyéndose como uno de los 
primeros Estados-nación de la región. Se estableció una forma de gobierno constituida por dos 
cónsules elegidos todos los años por los ciudadanos, un senado, y el tribuno de la plebe, con el 
atributo de vetar las leyes perjudiciales para los plebeyos. (Suetonio, I-X).
Su lengua, el latín se puede encuadrar dentro de las lenguas indo-europeas cuyo nombre proviene 
de una zona en la Península Itálica, vetus latium. De cualquier forma, a medida que el imperio se 
fue extendiendo las elites tomaron como modelo otras lenguas como el griego, distanciándose 
así del latín vulgar. En efecto, para las elites romanas, los griegos simbolizaban el progreso del 
espíritu humano cuya máxima expresión eran sus deportes, mitología, lengua, arquitectura, artes, 
poesía y filosofía (Bram, 1967) (Grimal, 2002).
Desde el punto de vista histórico, existen tres etapas en la vida de la antigua Roma: la etapa de la 
Monarquía, la República y el Imperio. La primera de estas etapas, la Monarquía se caracterizaba por 
la regencia de un Rey (Rex) elegido por un consejo de ancianos (Senatus) y su brecha cronológica 
CARACTERÍSTICAS PRINCIPALES
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va desde la fundación de Roma hasta el 509 AC, tras la caída de Lucio Tarquino “el soberbio”.2 Desde 
ese año hasta el siglo I AC, surge lo que los historiadores conocen como La República. Esta forma 
de organización política estaba conformada por cónsules quienes previa lucha con el antiguo 
senado, se instalaron en el poder expandiéndose en forma gradual y ensanchando los límites de 
Roma. Así en el III AC ésta enfrenta formalmente a Cartago en las célebres guerras Púnicas. 
El historiador Pierre Grimal advierte “sería erróneo imaginar a la Cartago del siglo III como una ciudad 
de comerciantes encerrada dentro de sus murallas y abierta sólo al mar. En realidad, el resto del país 
estaba verdaderamente colonizado y en él se encontraban prados, viñedos, campos de trigo y olivares. 
Cartago no sólo vivía por sí misma, sino que podía exportar el excedente de su producción agrícola. En 
el siglo II este cultivo intensivo, casi hortícola, de las tierras púnicas sorprenderá mucho a los romanos, 
que veían en la agricultura cartaginesa una rival peligrosa” (Grimal, 2002:69). 
El imperio surge como tal con la victoria de Octavio, más tarde Octavio Augusto, sobre Marco 
Antonio. Desde entonces y hasta el 476 DC la estabilidad política de Roma quedará en manos de un 
nuevo régimen: los emperadores. Si bien la dinastía Julio-Claudia, a la cual pertenecían Julio César y 
su sobrino Augusto, caería en el 68 con Nerón, el imperio continuará funcionando con Vespasiano, 
proveniente de la dinastía Flavia. La expansión militar de Roma se llevó a cabo en cuatro fases, la 
primera de ellas se ubica en el siglo V AC; específicamente en las luchas defensivas entre latinos 
y etruscos. Estiman los historiadores que en el 264 AC Roma se lanzó al ataque conquistando casi 
toda la península Itálica, incluyendo Sicilia. Sin embargo, esta expansión colonizadora condujo 
al enfrentamiento con una potencia militar de esa época: Cartago. Tres sangrientas guerras con 
Cartago, conocidas como púnicas, llevaron a Roma en el siglo II AC a colonizar nuevas tierras en 
África, Asia Menor, Grecia. Posteriormente en el siglo I AC se expandieron hacia las Galias (actual 
Francia) y Gran Bretaña comandados por Julio César; Judea, Armenia, Galitzia, y España por 
Pompeyo. Nacía de esta manera, uno de los imperios más poderosos que la historia ha tenido 
conocimiento (Suetonio, 1985).3
La organización territorial de Roma se llevó a cabo por provincias, empero existían de dos tipos: 
las senatoriales y las imperiales. Cada gobernador, dependiendo del tipo de provincia tenía 
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funciones especiales que iban desde la recaudación impositiva hasta el cuidado de los intereses 
financieros del senado en la región. Para el año 177 DC el Imperio se componía de 53 provincias 
entre ellas: Aegyptus, Baetica, Lusitania, Narbonensis, Aquitania, Bélgica, Britania, Germania 
(inferior/superior), Corsica, Dacia, Tracia, Armenia, Rhaetia, Pomphylia, Africa, Macedonia, Asia, 
Arabia Petraca, Dalmatia, Pannonia, Pontus, Judaea, Lycia, Alpes y Lugdundensis entre otras.Algunas provincias formaban regiones tal es el caso de Hispania, Britania, Germania y Galia todas 
ubicadas en la actual Europa. 
La Lex imperio era administrada en cada provincia por medio de los pretores cuya función principal 
consistía en confirmar y observar la ley romana en todas las relaciones sociales que se suscitaban 
dentro de su jurisdicción (Montesquieu, 2004) (Mehesz, 1967). En este sentido, como claramente 
señala el profesor Mehesz “el imperium otorgable a un praetor electo y sorteado, podía ser imperium 
militae, y si era designado para ser pretor urbano o peregrino, entonces le concedían imperium domi. 
El imperium militar, llamado también imperium duplex, era dado a los pretores que desempeñaron el 
importante papel de jefes militares o que eran gobernadores de provincias… el imperium domi a su 
vez se dividía en dos clases principales: imperium nerum e imperium mixtum …el imperium nerum 
autorizaba al pretor urbano a desempeñar funciones especiales en los tres distintos campos de la vida 
civil y dentro del ámbito teocrático” (Mehesz, 1967:39).
La cosmogonía del mundo romano (orbis terrarum) está legitimada por la voluntad de los dioses. 
El objetivo de conquistar, dominar pero a la vez pacificar y equilibrar eran una de las tensiones y 
contradicciones de la ideología romana como herramienta política. Los límites (limes) del imperio, 
no sólo marcaban el fin de la autoridad romana, sino que era comprendida como las fronteras de 
la civilización. El término imperium tenía características ambivalentes; por un lado hacía referencia 
a la organización y relación política entre dos pueblos de diferentes culturas que coexistían en paz 
e intercambio, mientras que por el otro, esa relación se ubicaba en un plano territorial específico 
y definido. La legitimación de la conquista romana se basaba en estos dos principios diferentes, 
pero que unidos constituyen un intento por conformar “la comunidad universal entre los hombres 
racionales” (Kaerst, 1929) (Grimal, 2002). Por ese motivo, no es extraño observar que en este mundo 
antiguo las victorias militares significaban algo más que una mera demostración de valentía o de 
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intereses económicos, y de hecho eran celebradas en honor a los dioses y a su póstumo objetivo: 
la civilización del mundo (humanitas). En la figura del emperador, se concentraba el consensum 
universorum que no significaba otra cosa que la regencia cultural, económica y política de Roma 
sobre todo el mundo conocido (romanización) (Hidalgo de la Vega, 2005) (Grimal, 2002).4
Acorde a lo expuesto, entre los gastos financieros, de mayor envergadura, en que incurría 
el Imperio se destacan el pago a los oficiales públicos y legionarios, construcciones edilicias y 
subsidios a los ciudadanos. Sobre estos últimos, es conveniente señalar que por lo general se 
llevaban a cabo en momentos previos al asenso de un nuevo emperador o con arreglo a una 
victoria militar extraordinaria (Chamley, 2006). En lo que respecta a sus creencias religiosas, los 
romanos se adhieren al sistema politeísta, ya que no creían en un dios único. No obstante, existen 
algunas hipótesis interesantes que señalan al fuego del hogar sagrado, y al culto de los “lares” como 
elementos arcaicos de la religión romana. Paulatinamente, y con las diferentes transformaciones 
políticas y sociales, los lazos religiosos a ese fuego sagrado se fueron debilitando. Con la imposición 
de las doce tablas, las luchas intestinas disminuyeron notablemente. Los plebeyos podían tomar 
participación indirecta en la vida política por medio de los Comicios (Solá, 2004:13) (Coulanges, 
2005).
Puntualmente, el romano antiguo rendía culto a sus antepasados quienes le esperaban y 
garantizaban un buen pasar en el “otro mundo”. Extinguido el fuego sagrado, la familia debía 
desintegrarse inexorablemente (Solá, 2004) (Coulanges, 2005). No obstante, también existían 
otras necesidades que debían ser satisfechas por los dioses. Llegado a este punto, los romanos, 
como señala Solá “esperaban de ellos tan sólo buena cosecha y negocios prósperos, y para que se 
llevara a cabo cumplían rigurosamente las ceremonias religiosas aplicando la máxima do ut des (te 
doy para que me des)” (Solá, 2004:6). 
Las civilizaciones adaptan sus propias condiciones técnicas y valores a la utilidad o necesidad 
requeridas para su equilibrio. El contacto entre civilizaciones “más evolucionadas” con aquellas 
“primitivas” generan verdaderos cambios culturales recíprocos (Firth, 1961: 209). Este tipo de 
efectos “demostración” o procesos de aculturación tienen la función de llevar estabilidad al 
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sistema social. Una de las formas, de poner orden en un nuevo grupo es asimilar pautas y creencias 
en común sus integrantes. En este sentido, podemos afirmar que tras la conquista de Grecia, los 
romanos identificaron su propia religión a la del pueblo sometido. Con referencias a sus poesías 
y relatos míticos, tomaron gran parte de la herencia griega, exacerbando valores específicamente 
políticos relacionados con los atributos de un líder unipersonal; como por ejemplo el caso de 
Virgilio, contemporáneo de Augusto, con Eneas y su viaje de Troya a Roma. De esta conexión 
entre leyenda y actualidad histórica se derivan ciertos elementos que resaltan el papel del Estado 
respecto al heroísmo y la valentía (Cristóbal, 2006) (Grimal, 2002).
Lo expuesto hasta el momento, lleva a preguntarnos ¿qué figuras mitológicas fundamentaban y 
legitimaban el ocio romano?
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Comprendemos al mito como una historia fabulada la cual relata un acontecimiento atemporal 
que ha tenido lugar en un pasado mejor. Como tal, éste adquiere una complejidad que puede 
adaptarse e interpretarse en perspectivas múltiples. La función del mito es ordenar por medio de 
un sistema taxonómico la realidad social, influyendo sobre las prácticas presentes y condicionando 
la cosmovisión del mundo (Eliade, 1968). Por otro lado, el mito fundador del mundo romano 
comienza con Rómulo y Remo, hijos de Rea Silvia y el dios Marte, quienes fundaron Roma al pie 
de siete colinas tras ser abandonados a su suerte y amamantados por una loba, luego de que su 
tío el rey Amulio los enviara a asesinar. Al igual que la mitología griega, la romana consta de una 
compleja trama de personajes que deben ser analizados por separado (Solá, 2004: 12). Por una 
cuestión de espacio, en este apartado sólo nos ocuparemos de aquellos relacionados al trabajo 
y al ocio. 
La economía estaba centrada en la agricultura y en parte eso explica la cantidad de rituales y 
divinidades que eran invocadas en su nombre. (Grimal, 1985). Cada tipo de actividad como la 
cosecha o la siembra poseía un dios particular. Cualquier empresa sin interesar su naturaleza, debía 
ser “inaugurada”. Es decir, que antes de realizar una empresa, el romano invocaba a los dioses en 
búsqueda de aceptación. Aquellas personas encargadas de interpretar los designios divinos se 
llamaban a sí mismos “augures” (Solá, 2004:18). Luego de las victorias en el campo de batalla, era 
costumbre tomar “auspicios” con el objetivo de hacer una entrada triunfal en la ciudad y recibir la 
“ovación” del pueblo. De no ser así, la autoridad del caudillo quedaba seriamente cuestionada por 
carecer de legitimacióndivina. Al respecto, Tácito nos escribe “por su parte Druso, que había salido 
de la Ciudad para tomar auspicios, volvió a entrar recibiendo la ovación” (Tácito, III, v19).
Para los desplazamientos o viajes, existían dioses lares también llamados viales a los cuales se 
invocaba implorando protección. Se utilizaba, un altar específico situado dentro del hogar 
lararium. Tanto Mercurio, padre de todos los dioses lares, como los lares viales protagonizaban un 
papel fundamental cuya misión consistía en ayudar a que el viajero no se perdiera y que retornara 
sin haber sido dañado. Las capillas entre el punto de salida y el de llegada, contribuían como 
base para la comunicación con los dioses. Así el viajero, antes de proseguir buscaba la protección 
llevando a cabo diferentes rituales (Solá, 2004:22). Por temor a la diosa Hécate, ningún viaje se 
MITOLOGIA Y OCIO
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emprendía de noche, pero si no había más remedio debían hacerlo bajo la protección de la luna 
llena o de la diosa Diana.5
Pan, dios de la sexualidad irreprimible, se creía que acosaba a todo aquel que se internará en 
los bosques. Se lo representaba como mitad humano y mitad cabra, y simbolizaba “los instintos 
sexuales más bajos del ser humano”. Sin distinción alguna de sexo o jerarquía, Pan violaba a todos 
aquellos que osaran atravesar los bosques. De su figura, proviene la actual palabra “pánico” pues 
ese sentimiento era el que despertaba sobre todo en mujeres y niños (Ibid: 77).6
Pero, ¿cuáles eran los mitos que fundamentaban la cosmología del ocio en la antigua Roma? 
Desde una perspectiva exegética, el mito (fundador) de Prometeo destaca la visión que se tenía 
sobre el trabajo y el ocio. Recordemos que castigado por haber otorgado al hombre el dominio 
sobre el fuego, Prometeo, hijo del titán Jápeto, fue condenado por Júpiter a que sus entrañas 
fueran devoradas por un águila durante el día mientras se regeneraban por las noches para 
ser comidas nuevamente al día siguiente. Luego, Hércules libera a Prometo matando al Ave y 
dándole al hombre el fuego. Los elementos analíticos que surgen de este relato son claros. Por un 
lado, esta visión recuerda que existe un proceso cíclico de creación, destrucción para una nueva 
creación. Análogamente, este transcurso obedece a lógica existente entre trabajo y ocio (Eliade, 
2006) (Korstanje, 2007a). La faena cuya expresión es la desagradable sensación de ser picoteado 
por un águila, simboliza al trabajo durante el día mientras que la regeneración de los órganos 
dañados simboliza al descanso. Producto de esa relación cíclica y de la ayuda de Hércules, ser 
sobrenatural, surge el fuego el cual hace clara referencia a la avidez de conocimiento y manejo en 
la tecnología. Hércules otorga esas facultades al hombre en contra de la voluntad del dios Júpiter. 
Este hecho, marca la diferencia del hombre con respecto a los animales y su “superioridad” como 
administrador y dominador de los mismos. No era extraño en años posteriores, observar en los 
espectáculos de gladiadores, el enfrentamiento de éstos con animales salvajes. El discurso, era 
claro a grandes rasgos, Roma como civilización dominante no sólo tenía acceso a la tecnología 
sino que además se configuraba como administradora del orden natural (Duby y Aries, 1985) 
(Veyne, 1985).7
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No obstante, el ocio y el placer no era exclusividad de los humanos sino también de sus propios 
dioses. En efecto, durante sus ratos de ocio, los romanos creían que sus deidades también se 
relajaban y distendían. Con características muy similares a las humanas, el dios Momo (o dios de 
la locura), era aquel cuya función consistía en divertir a los integrantes del Olimpo. La figura de los 
“bufones” en los reyes medievales deriva en gran medida de este mito (Solá, 2004:80). 
Las diversas aventuras amorosas de Júpiter llevan a una compleja y difusa descendencia. En una 
de sus incursiones, Júpiter se le presenta a Alcmena como el Rey Anfitrión (su marido) y juntos 
engendran a Hércules. El punto, es que Alcmena tardó un tiempo en darse cuenta de la farsa. 
Anfitrión se convirtió en un buen padre para Hércules, se ocupó de su educación y de introducirlo 
al mundo de las armas. El dios Ismeno le enseñó Literatura y Ciencias. Con una eximía disciplina, 
que lo distanciaba bastante de su padre biológico, Hércules es adoptado por los romanos dándole 
ciertas características latinas. La historia de este héroe mitológico estuvo plagada de combates 
contra el orden imperante, incluyendo los deseos de su propio padre al privarle del fuego a 
Prometeo. Sin embargo, se le agregó otra hazaña más (latino en su forma). Tras asesinar al ladrón 
Caco, Hércules es invitado por el hospitalario rey Faunus, quien buscaba la gloria a expensas de éste. 
La idea, era simple, y consistía sorprender y dar muerte al legendario héroe mientras era huésped 
del codiososo rey -con el objetivo de hacerse pasar por aquel que venció al invencible-. Este mito 
demuestra la naturaleza ambigua que los antiguos le daban a la hospitalidad. Por un lado, ésta 
ofrecía un aspecto sensual y agradable mientras que por el otro se hacía expresa referencia a la 
farsa, la mentira y la traición. Esto demuestra que la fascinación de los romanos por la sensualidad 
(ostentación) y el poder fue una constante a lo largo su historia como civilización. 
Si bien existen evidencias empíricas que atestiguan la hospitalidad romana (hospitium). Las últimas 
investigaciones demuestran que este concepto no era originario de los pueblos italos, sino que 
por el contrario fue tomado de los celtas. Efectivamente, el término hospitalidad deriva del latín 
hospitium que significa alojamiento. Según Ramos y Loscertales, los celtas, antes que los romanos, 
manejaban dos significaciones totalmente diferentes para este vocablo. La primera de ellas, se 
vincula al hecho de recibir a un peregrino y aceptarlo como enviado de los dioses. Se estipulaba 
que el viajero debía ser asistido y hospedado ya que este acto derivaba de un mandato divino; la 
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raíz de este ritual era puramente religiosa. Por el contrario, la segunda significación era netamente 
jurídica y sólo podía pactarse por convenio entre las partes. En este caso, el hospicio representaba 
y aseguraba el equilibrio político de los pueblos celtas, y por medio de estos convenios un pacto 
de no agresión entre ellos (Ramos y Loscertales, 1948).
Si lo imaginamos por un momento, Roma habría sido un centro cosmopolita en donde confluían 
personajes de diversas partes del mundo entonces conocido. El calendario religioso romano 
reflejaba una mezcla de jovialidad, divinidad y hospitalidad. Si bien en sus orígenes, eran pocas las 
festividades religiosas, lo cierto es que en un momento de su historia llegaron a contarse más días 
festivos que laborales. Las fiestas religiosas ocupaban 45 días del calendario, a las que había que 
agregar las particulares, barriales y de otra índole. Así, encontramos juegos públicos con arreglo a 
las fiestas Saturnales, Lupercales, las Equiria y los Seculares (Solá, 2004:33) (Bringmann, s/f).
Las Saturnales se llevaban a cabo del 17 al 23 de Diciembre, durante el solsticio de invierno. Los 
esclavos eran temporalmente liberados e imperaba una atmósfera de intercambio y solidaridad.Las Lupercales, en honor a Luperco dios pastoril, tenía lugar el 15 de Febrero y su función era 
recrear el mito fundador romano por el cual Rómulo y Remo habían sido amamantados por una 
loba a orillas del Monte Palatino. Las Equirias, por el contrario, se llevaban a cabo en honor al 
dios de la guerra Marte, aproximadamente del 27 de Febrero y el 14 de Marzo. Su función estaba 
vinculada a la preparación de próximas compañías militares. El símbolo dominante en esta clase 
de rituales era el valor y la destreza física cuya máxima expresión era la carrera de caballos. Por 
último, los juegos Seculares se realizaban cada 100 años; en ellos confluían diversos sacrificios y 
juegos atléticos con el objetivo de dar la bienvenida al nuevo siglo (Solá, 2004:33).
Los deportes y las artes eran auspiciados por el dios Febo/Apolo, hijo de Júpiter y la ninfa Leto 
y hermano de Diana. En un principio, se lo consideró como la divinidad de los pastores (sol) y 
consecuentemente su protector. Luego fue considerado también el protector de las artes, los 
deportes y la música. Febo, era de todos los dioses el más hermoso. Esto no era casualidad, ya 
que los romanos tenían por el arte una consideración muy especial. Sus fiestas eran celebradas en 
otoño y en primavera (Ibid: 155).
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Sin embargo como la mayoría de los dioses romanos, Febo no sólo era conocido por un atributo 
en particular, en este caso la belleza, sino que tenía otros tales como la destreza, la juventud, la 
virilidad y el valor (Solá, 2004:158). Como cuenta Ovidio, una de las primeras hazañas de Febo fue 
dar muerte a un reptil que azotaba la zona de Tesalia (Ovidio, s/f). Esta alimaña (Pitón) cayó muerta 
bajo sus flechas, para conmemorar este hecho se llevaban a cabo los juegos pitios. No obstante, 
la arrogancia de Febo llegó a ser tal que se enfrentó directamente a Cupido. Este último, subió al 
monte Parnaso, y atinó una de sus flechas de amor “contra el pecho de Febo”. A su vez, Cupido 
lanzó a Dafne un dardo de desamor. El resultado, una pasión incontrolable por parte de Febo que 
se estrellará una y otra vez con el desprecio de Dafne (Ovidio, s/f). 
Pero años más tarde, Febo conocería a Talía, una de las nueve musas quien personificaba la comedia, 
lo lúdico y la festividad. Aunque en ocasiones, también se la relacionaba con la agricultura, la 
geometría y con el campo. Si bien no existen muchos elementos en la literatura de la época sobre 
ese vínculo, se piensa que fue una de las más amorosas (Solá, 2004:166). En este sentido, y aunque 
despreciada por ciertos grupos terratenientes, la agricultura y la naturaleza eran contempladas 
por los romanos con gran delicadeza y admiración.8
A lo largo de los años y a medida en que Roma se transformaba en un imperio las costumbres y los 
mitos fueron cambiando. Así como los romanos colonizaban lejanas, y distantes tierras, diversos 
objetos, mitos y leyendas eran incorporados en una especie de sincretismo religioso. Esta fue la 
manera, no sólo como se fueron modificando sus costumbres, sino también las relaciones sociales 
se fueron tornando cada vez más complejas. El apego por la tierra y al trabajo comenzó a ser 
mal visto por ciertos grupos, dando origen a lo que Thorstein Veblen denominó una clase ociosa 
(Veblen, 1974). 
Las ciudades romanas, eran sinónimo de placeres, comodidad y ostentación. El trabajo en el 
campo, era desdeñado por los aristócratas, recurriendo a éste sólo en épocas de verano. La caza, 
parecía ser la actividad de ocio en el campo más representativa de esa clase privilegiada. Cayo 
Suetionio nos recuerda la popularidad ganada para sí de Julio César que siendo edil organizó 
juegos, cacerías y combate de gladiadores. Los organizadores de esta clase de espectáculos 
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adquirían cierto respeto y prestigio dentro del pueblo romano. Este tipo de actos, despertaban el 
apoyo popular y en ocasiones eran fomentados y mantenidos por razones políticas. Una medida 
análoga tomó César tras la muerte de su hija Julia organizando luchas y festines en su honor cuyo 
costo ascendía a la suma de cien mil sestersios. El genio político de este caudillo romano no tenía 
precendentes en la Republica.9
Las diferentes conquistas contribuyeron a la formación de un Estado inmenso, gobernable 
sólo por medio de la mercantilización del placer, la manipulación política del tiempo libre y la 
transformación del trabajo en ocio codificado. La rígida moral de los primeros padres de Roma se 
tornaba insuficiente, para mantener pacificados a esos millares de ciudadanos y peregrinos que 
invadían las ciudades. Para ello, ha contribuido en gran parte la tergiversación de las doctrinas 
epicúreas. El mismo Epicuro sostuvo que el placer era necesario para el sufrimiento de cuerpo 
y espíritu. Sin embargo, pronto los dichos del filósofo griego iban a ser comprendidos acorde 
al contexto social y político en el cual se vivía a las puertas del I AC. Los conductores de esta 
nueva moral de placer y deseo, han sido el teatro y la comedia en donde la cortesana es la figura 
principal, productora de placer y dinero. (Robert, 1992:25-27). 
El profesor Jean Noel Robert nos introduce (por la segunda guerra púnica) en la paulatina 
incorporación de la Venus del monte Eryx, lugar en donde se dio la exitosa ofensiva romana 
contra Cartago. Una forma de demostrar agradecimiento, era la veneración y el tributo a Venus. 
Asimismo, esta Diosa introducida en Sicilia por costumbres orientales que los antiguos romanos 
de la República consideraban escandalosa trajo no pocos problemas al senado. De esta forma, 
la institución intentó por todos los medios aceptar a la Venus Erycina, la cual simbolizaba el 
desenfreno, el amor, la pasión y la lujuria, oponiendo una figura totalmente contraria a ésta: la 
Venus Verticordia, orientada a la virtud, la castidad, el amor como signo de belleza y pureza. 
Esto nos lleva a suponer que entonces hubo una era dentro de la historia latina, en la que ocio 
y placer parecen no haber sido la misma cosa. Aunque por otro lado, si bien la mayoría de los 
romanos, de poca instrucción, confundiera placer con ocio, existía un grupo de individuos cuya 
visión sobre el placer adquiere caracteres negativos: los filósofos. Así para la época imperial, la 
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mayoría de los placeres eran generalmente urbanos. Encontramos, entonces, verdaderas obras de 
ingeniería como los baños públicos y, los edificios, el coliseo y los anfiteatros entre otros (Veyne, 1985). 
Es precisamente, sobre ese hedonismo romano que nos ocuparemos en el próximo apartado. 
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Para comprender mejor la noción que los romanos tenían sobre el ocio y el trabajo, es necesario 
adentrarnos por un momento en el mundo de la Grecia antigua (entre los siglos IV y V AC). La 
estructura social de los griegos se dividía en dos clases. Por un lado, los aristócratas o ciudadanos, 
por el otro los esclavos o servidumbre. Sin embargo, para llegar a ser un esclavo había que cumplir 
ciertos requisitos tales como haber sido derrotado en batalla y declarado vencido.El apego que 
los esclavos tenían hacía el trabajo no era una cuestión de elección sino de obligación (ascholé), 
éste no poseía bienes, no podía contraer matrimonio ni mucho menos practicar el ocio. Por el 
contrario, los aristócratas tenían como su principal premisa repudiar el trabajo. Para los griegos 
entonces, la vida de ocio o scholé, consistía en la contemplación teórica (theoria) de la vida y la 
especulación filosófica (Jiménez Guzmán, 1986:24) (Munné, 1999) (Korstanje, 2007b). 
Este mismo espíritu se encontraba presente en el mundo romano aunque debe aclararse que 
la esclavitud correspondía a un estado específico propio de la guerra. En efecto, para llegar a 
ser o convertirse en un esclavo primero había que cumplir un requisito fundamental: haber 
sido un enemigo. Una vez derrotado, el sujeto tenía la posibilidad de escoger entre la muerte 
o la esclavitud (Hobbes, 2004:483)10. La civilización romana (entre el II y el I AC) fue construida 
tomando varios aspectos de la cultura helénica, sobre todo basados en una estructura jerárquica. 
La organización social estaba configurada alrededor de la noción de civitas. (Jiménez Guzmán, 
1986:25). Unos de los autores que más trabajaron el concepto helénico de ocio en sus escritos, 
fueron Séneca y Cicerón. “Séneca y Cicerón fueron quienes más elaboraron el concepto del otium 
entre los romanos. Séneca intentó trasladar a Roma el ideal griego del ocio, pero no logró superar la 
aceptación que ya tenía la idea de Cicerón (106-43 AC) (Khatchikian, 2000: 35).
A grandes rasgos, los conceptos que vinculaban al ocio con la intelectualidad en Grecia, no 
serán los mismos para Roma. En efecto, el ocio romano era concebido como un práctico lapso 
de descanso, placer y ostentación en vez de un proceso de desarrollo cognitivo. Particularmente, 
Roma ensaya, por primera vez, una especie de ocio popular en forma masiva con arreglo a intereses 
políticos institucionales (Munné, 1999: 43). La sociedad romana estaba fundada alrededor de 
ciertos valores que sostenían su estructura social como por ejemplo la negociación y la adulación. 
El romano medio, sin poder y sin riquezas, para sobrevivir debía tejer una estratégica red de 
OCIO Y ESTRUCTURA SOCIAL
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relaciones y alianzas. Muchas veces, intercambiando familiares en matrimonio para garantizar la 
paz, en otras por medio de la adulación y la amistad. Cada día por la mañana, el cliente (siervo) 
abrazaba las rodillas de su amo besándole las manos y el pecho como símbolo de lealtad (Mehesz, 
2003). Básicamente, su estructura social se formaba de cinco estratos cuyo criterio de pertenencia 
se basaba en linaje, riquezas y logros políticos: los patricios (nobles), los plebeyos, los esclavos, los 
clientes y los libertos. Las últimas dos fueron casi relegadas totalmente del poder político.11
En sus comienzos, los espacios destinados a la práctica del ocio estaban ubicados dentro de la 
ciudad (El Foro, los baños termales, el Coliseo). No obstante gradualmente crecía la ciudad fueron 
necesarios nuevos lugares en sus afueras. Los nobles se esmeraban en construir villas, casas de 
campos tales como Tivoli, Tusculum y Praeneste entre otras. Los patricios o emperadores poseían 
su villa de veraneo propia como Centumcellae para el emperador Trajano y la Villa Hadriana para 
Adriano (de la dinastía Antonina)12. El fenómeno continuó extendiéndose hasta formar “una 
cadena de lugares” destinados al placer o habilitados exclusivamente para el ocio: Baias, Cumae, 
Ostia, Antium, Misenum y Pompeia (Jiménez Guzmán, 1986:26). 
Mantener al pueblo ocupado y lejos de las reyertas parecía ser uno de los objetivos que el poder 
político tenía para organizar esta clase de festivales. No obstante en ocasiones singulares, eran 
ellos mismos producto del inicio de sublevaciones populares internas. En épocas de Domiciano, 
un hombre que increpó públicamente al emperador en el Circo diciendo que un Tracio podía 
luchar contra un Mirmilón, fue obligado a combatir en la arena contra dos perros con un cartel 
que decía “defensor de los tracios, impío en su palabras” (Suetonio, Flavio, X). 
Si bien los espectáculos estaban abiertos a gran parte del pueblo, las estructuras y jerarquías 
sociales eran estrictamente observadas. Usurpar por error o por malicia un lugar destinado a un 
ciudadano de mayor jerarquía significaba lisa y llanamente una muerte segura. Existen relatos 
históricos, nos explica Suetonio, que narran la manera en que eran fomentadas las revueltas 
populares. En ocasiones, éstas comenzaban cuando algún soldado ocupaba alguna banca que no 
le correspondía. Es el caso, de las revueltas organizadas en contra de Octavio antes de romper su 
alianza con Marco Antonio (Suetonio, Augusto, XIV).13
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Tras las graves derrotas de las tropas de Augusto en territorio de Germania, para ser más precisos en 
las batallas de Lolio y Varo en donde se pasaron a cuchillo a tres “legiones” de soldados incluyendo 
generales y legados, el emperador organizó grandes juegos en tributo a Júpiter para que velara 
por el futuro y la seguridad de Roma. Sería tal la desazón de Augusto, confirma Suetonio (Augusto, 
XXIII) “que se dejó crecer la barba y los cabellos durante muchos meses, golpeándose a veces la cabeza 
contra las paredes, y exclamando Quintillo Varo, devuélveme mis legiones. Los aniversarios de este 
desastre fueron siempre para él tristes y lúgubres jornadas”. Pero ¿cuáles eran las prácticas específicas 
con respecto al otium?. 
La vida cotidiana
Imaginar las formas que los antiguos conservaban para el ocio (otium) exige un esfuerzo particular 
ya que si bien ciertos conceptos puedan sonar análogos su sentido era completamente diferente 
al conservado por las modernas sociedades occidentales. Uno de los placeres más codiciados por 
los romanos, era el banquete. La cena nocturna era considerada un premio al esfuerzo matutino. 
En ese ritual, se dejaban a un lado las convenciones y las obligaciones de estatus. Por lo general, 
se llevaban a cabo recostados sobre ciertos lechos, ya que alimentarse en una mesa era señal de 
un bajo escalafón social. 
Sin embargo, no todos los banquetes eran un asunto público. En forma elocuente, Suetonio nos 
cuenta que muchas familias de notables entre ellos Octavio Augusto festejaban en forma secreta 
“el banquete de las doce divinidades”, en el cual los invitados se disfrazaban de dioses y diosas 
dando lugar de esta forma a verdaderas orgías en donde circulaban los alimentos, vino y excesos 
de todo tipo. En épocas de escasez esta clase de fiestas se llevaban a cabo en forma encubierta y 
solapada ya que eran muy mal vistas por los sectores populares (Suetonio, Augusto, LXX).14
En cuanto a la gastronomía, podemos señalar que el “agri-dulce” era el sabor que más predominaba 
en la cocina romana. Los romanos no acostumbraban a charlar durante la primera comida, si lo 
hacían durante el comisattio. En este segundo rito la pauta principal apuntaba a la ingesta de vino 
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(Veyne, 1985). El dios Baco era la divinidad invocada para esta clase de eventos; algunos romanos 
lo asociaban con los placeres y la sociabilidad. El vino debió estar presente en todos los encuentros 
y festines como signo de hospitalidad y placer.15
Tal es el caso, que cuentanlos contemporáneos como Suetonio, que Julia tras ser castigada y 
desterrada por su padre el Emperador Augusto, se le prohibió la compañía de sus hijos, y 
el uso o ingesta de vino “y de todas las comodidades” de la vida romana a la que ésta estaba 
acostumbrada (Suetonio, Augusto, LXVII). Diferente a los banquetes, se tornaba el clima en las 
tabernas. En los ocasos, los romanos se agrupaban en esta clase de lugares para encontrarse con 
sus colegas o compañeros de oficio (collegia). Según el profesor Veyne, el poder imperial intentó 
por todos los medios que las tabernas no ofrecieran alimentos, ya que estas reuniones parecían 
molestar al poder político. Habría que imaginarse entonces, que los intereses de estos pequeños 
grupos o estaban en contraposición con los patricios o no eran demasiado claros. Como no podía 
ser de otra manera, la entrada de mujeres a las cofradías estaba terminantemente prohibida. De 
cierta forma, es posible ver en este tipo de reuniones el caldo de cultivo para futuras revueltas o 
protestas (Veyne, 1985). Explica Suetonio, que en épocas de Tiberio, los ediles recibieron órdenes 
expresas del emperador para prohibir la venta de alimentos (pastelitos) dentro de estos lugares 
(Suetonio, Tiberio, XXXIV).
Otro de los grandes eventos en la vida cotidiana del romano, eran los baños. Estos espacios 
eran públicos y generalmente no existía una división jerárquica por estatus tan marcada. Tanto 
pobres como ricos se encontraban en los grandes baños públicos. En ellos podían hacer deportes, 
disfrutar de aguas termales y socializar luego de una extenuante jornada laboral. Los esclavos, 
extranjeros y gladiadores también podían acceder a los baños pagando una cantidad mínima de 
dinero. Veyne, se esmera por señalar que ésta práctica no se relaciona directamente con la higiene 
sino más bien en un encuentro de amistades, muy similar a las playas en la modernidad (Veyne, 
1985). 
Por otro lado, si bien los romanos restringían en sus colonias los sacrificios humanos, en cierta 
forma y bajo ciertos emperadores se permitía la lucha de gladiadores en las arenas. La pasión 
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por el circo romano y las carreras llegó a ser tal, que era tema obligado de conversación en otros 
espacios públicos como los baños. En ocasiones, se suscitaban disturbios en la ciudad cuando 
partidarios de tal gladiador se enfrentaban con los seguidores del gladiador contrario. Estas 
disputas callejeras, no estaban contempladas ni toleradas por el poder político y eran reprimidas 
por el ejército.
Los anfiteatros congregaban también un gran número de personas de todas partes de la ciudad. 
En ellos se llevaban a cabo combates entre gladiadores (algunos ciudadanos libres) que era de gran 
aceptación para el pueblo romano. Etimológicamente, su nombre derivaba del término gladius, 
nombre otorgado a la espada con la cual peleaban. Esta tradición es heredada de los etruscos 
quienes fomentaban estos combates como un rito religioso, entre prisioneros de guerra. 
Uno de los primeros juegos de gladiadores se dio por el 490 AC por Valerio Máximo (munus 
gladiatorium); pronto, esta tradición comenzó a extenderse por todo Roma hasta las provincias. 
Los gladiadores gozaban de alto prestigio y honores, a su disposición estaba toda la medicina 
romana. Se estima que existían varias casas de entrenamiento para estos combatientes, en donde 
los lanistas comerciaban vendiendo y comprando gladiadores. Toda esta estructura hacía de gran 
valor a los gladiadores; hecho por el cual se evidencia que –excepto algunos casos- los combates 
no llegaban a la muerte (Suetonio, 1985).16
Sin embargo, en ocasiones y siguiendo los designios del Imperator, el circo romano funcionaba 
como un mecanismo de control social y ejecuciones públicas, arrojando en él a minorías religiosas 
como el caso de los cristianos (Nerón César) o criminales sin distinción de penas (Cayo Calígula) 
(Suetonio, Calígula, XXVII). Para una mejor comprensión del fenómeno, es necesario mencionar 
que las autoridades romanas tenían la facultad de nombrar a cierto grupo o individuo bajo el 
mote de “enemigos de Roma”. A tal suerte, ellos eran ajusticiados en forma histriónica en esta 
clase de sitios, lo cual explica la pasión que sentían los ciudadanos por estas ejecuciones. El 
ejemplo debía ser claro a grandes rasgos y aleccionador. Este tipo de entretenimiento o forma de 
ocio servía además como mecanismo de disuasión para todos aquellos que atentaran, de alguna 
u otra manera, contra los intereses del poder político-imperial. Aunque también, las multitudes 
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usaban estos lugares en forma reaccionaría, por lo general vitoreando a los enemigos políticos 
del emperador. 
Durante el reinado de Calígula se creó una nueva forma de espectáculo destinado a ciertos grupos 
privilegiados. Este consistía en traer embarcaciones de las diversas colonias, y ordenarlos en forma 
de puente en el mar, entre Baias y Puzzola. Las embarcaciones eran cubiertas con pavimentos y su 
función principal era recordar la Vía Appia, una de las calzadas más importantes de la ciudad. En 
referencia al emperador, “Durante dos días no hizo más que pasar y volver a pasar por aquel puente; 
el primero, en caballo magníficamente enjaezado, llevando una corona encima de la cabeza, el escudo 
en la mano y la espada en la otra, y vistiendo una clámide bordada de oro; a la mañana siguiente, con 
traje de auriga, en un carro arrastrado por dos famosos caballos” (Suetonio, Calígula, XIX).
En cuanto a la vida privada, los romanos concebían también al sexo (también) como una forma 
de ocio. Sin embargo, no parecían tan liberales como cree el imaginario colectivo. Existían fuertes 
tabúes y restricciones con respecto a la forma de conducirse en el sexo. Todas las mujeres debían 
conservar su sostén durante la relación, mientras que los hombres no podían tocar sus senos. 
Si bien los romanos no tenían prohibiciones con respecto a la elección sexual, la pasividad, era 
considerada un signo femenino y por tanto era rechazada por los hombres.17
El nacimiento de un hijo también era motivo de festejo, por regla y normas de buenas costumbres, 
los romanos daban el nombre a los niños dependiendo de su género. Si era niña le otorgaban el 
octavo día, mientras si era niño lo hacían al noveno de su nacimiento. A este día se lo conocía 
como el “lustricus dies”̧ o también día de la purificación. Al igual que en la era moderna, al flamante 
padre se le daba una licencia para concretar ciertos ritos religiosos (Suetonio, Nerón, VI).
Las Fiestas Saturnales (un retorno a la humildad)
Las fiestas Saturnales también atraían la atención de los ciudadanos romanos. Como su nombre 
lo indica, este evento era dedicado en honor al dios Saturno. En los principios, estas señalaban el 
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final del trabajo en el campo. Entonces, toda la familia romana, campesina por naturaleza, tenía un 
tiempo de descanso luego del esfuerzo realizado. Estas fiestas comenzaban el 17 de Diciembre y 
duraban 7 días, hasta el 23 del mismo mes. Si bien desconocemos los motivos, podemos señalar 
que luego las autoridades romanas redujeron ese lapso a 5 días (Solá, 2004:253).
Imaginar el ambiente que imperaba en esas fiestas no es una tarea difícil. En todas las calles de la 
ciudadse podía apreciar una alegría inconmensurable, se suspendían las condenas a muerte, se les 
daba libertad a algunos prisioneros, se realizaban sorteos y se permitían los juegos de azar. Todos 
los habitantes de Roma, sin distinción de estatus estaban invitados a los banquetes celebrados 
en honor a Saturno. Todas las restricciones que dominaban la vida de Roma eran levantadas 
temporalmente. El regreso a éste caos, era una manera de recordar la vida en sus inicios. La 
subordinación y la dominación eran abolidas; llegando a tal punto que los señores simulaban ser 
esclavos, y los esclavos hacían lo propio tomando el rol de señores. 
Comúnmente, siervos y patrones se juntaban en camaradería bajo el juego de dados, el cual 
estaba también prohibido. No era extraño, que los esclavos tuvieran licencia para decirle a 
su amo todas aquellas verdades molestas que en la vida diaria no podían decirle. Los regalos 
circulaban por doquier, en general eran velas o muñecos de barro entre los desconocidos y dinero 
entre los amigos. En tal caso, el descontrol llegó a ser tal que el ambiente regulaba las propias 
contradicciones del mundo romano y su estructura jerárquica. Dentro del caos, el ritual de las 
Saturnales daba orden y coherencia a un mundo a veces utópico y cruel. (Solá, 2004:255). Quizás 
esta haya sido la causa de la reducción de los días festivos por el poder romano. Sin embargo, esto 
es sólo una especulación personal, desatinada tal vez.
La Fiesta del Triunfo (Un atisbo de Soberbia)
Luego de una campaña militar exitosa, el caudillo involucrado hacía una entrada triunfal con 
los botines de guerra, con los prisioneros y su ejército. El pomerium era una línea sagrada que 
separaba el mundo bárbaro de la civilización romana. Al pasar por la puerta de triunfo, el ejército 
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atravesaba inexorablemente esta línea. Encolumnados directo hacia El Capitolio marchaban las 
tropas romanas, y una vez llegados al lugar, se llevaban a cabo diversos rituales y sacrificios para 
liberar de culpa a los sobrevivientes del combate (Solá, 2004:255).
Según las ideas romanas, los demonios acechaban activamente a aquellos que tenían éxito, por 
ese motivo no era difícil observar diversos ritos de purificación en las fiestas del Triunfo. Por detrás 
del caudillo se ubicaba un esclavo que repetía todo el tiempo al triunfador “recuerda que eres un 
hombre”. En este sentido, no sólo los soldados sino también el pueblo reunido para este evento 
podían y de hecho estaban autorizados a satirizar y burlarse del triunfador (ibid: 256).
En el 46 AC, Caius Julius César llevó a cabo una celebración con motivo de sus victorias en Galia, 
Egipto y África durante el lapso de diez días. Predominaron los obsequios de cereales, denarios 
y aceites. También se llevó a cabo un banquete para 22.000 mesas. Para cuidar a César de las 
envidias de ciertos demonios, los reunidos lo burlaron llamándolo “amante de un rey de Asia Menor 
de nombre Nicomedes”. El líder militar no sólo que estaba preparado para tal broma sino que no 
tuvo otra opción más que aceptarla (ibid: 256). 
La tensión existente entre poder y humildad era evidente en la antigua Roma. Si bien por un 
lado este tipo de fiestas eran llevadas a cabo con un fin específico resaltar la “soberbia” militar de 
Roma, por el otro servían además para recordar los límites del poder. Otras fiestas también eran 
celebradas a lo largo del año, y aunque pueden ser muy interesantes de abordar, por una cuestión 
de espacio nos veremos obligados a dejar ese análisis para futuros trabajos. 
Los romanos y sus viajes
Aún no se puede hablar de un movimiento turístico moderno, existía en el Imperio Romano una 
gran afluencia de viajeros; tanto aquellos que salían de Roma como los que ingresaban maravillados 
por sus majestuosos monumentos. Según, Ludwig Friedlander (1982) la comunicación entre 
Roma y sus provincias era óptima. Los romanos gozaban no sólo de las mejores vías (caminos) 
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sino también de los medios de transporte más avanzados. Este sistema de carreteras comenzaba 
en el Foro y desde él se desprendían cinco caminos que atravesaban toda Italia con rumbo a 
las provincias. Por ejemplo, cuenta A. J Norval que el viaje desde Antinoquía a Constantinopla, 
una distancia de 747 millas o 1200 kms, podía realizarse en seis días. En este sentido, uno de los 
recorridos más rápidos, fue aquel que hizo Tiberio a Drusus por Tichinum (Germania), recorriendo 
una distancia de 320 Km. sólo en veinte horas (Norval, 1935).
 
La infraestructura vial que poseía el Imperio romano y el estado de los caminos eran realmente 
uno de los mejores en toda Europa. Como resultado de ello, miles de romanos salían durante el 
calido verano buscando las costas balnearias de Baiae, Aedepus y Canobus entre otros. A lo largo 
de Canobus hasta Alejandría existían numerosas posadas de lujo para aquellos que desearan 
hospedarse en el lugar. Sin embargo, el máximo incentivo para emprender un viaje eran los 
sitios históricos que despertaban en los ciudadanos pudientes una gran admiración y curiosidad. 
Centros alejados y exóticos pertenecientes a Egipto y Grecia eran de gran interés para ciertos 
grupos de privilegiados; como Alejandría, Efeso, Esmirna, Tebas, Menfis y Rodas entre otros (Norval, 
1935). 
Cuenta Suetonio que calmada la insurrección en Roma tras la muerte de Sila, Julio César escogió 
Rodas como lugar de descanso, así como para escuchar al sabio Apolunio Molón, sin embargo 
camino a esa ciudad César fue tomado como prisionero por unos piratas con quienes permaneció 
cautivo por cuarenta días (Suetonio, César, IV).
Aunque no estrechamente relacionado al ocio, los viajes eran uno de los motivos que otorgaban 
prestigio a los profesionales dedicados a la educación o la medicina. Un profesional proveniente 
de estas disciplinas, debía tener entre sus conocimientos cierto número de viajes y haber ejercido 
su profesión en tierras lejanas. Al respecto, Norval sostiene “los médicos ambulantes eran muy 
apreciados por los residentes porque los viajes era un signo de distinción en la carrera de quienes 
ejercían la antigua medicina. Incluso los curanderos eran conscientes de la importancia que confería la 
realización de viajes, y de esta forma competían en movilidad con los médicos realmente calificados a 
fin de poseer la necesaria experiencia y formación” (Norval, 1935: Cáp. I)
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Los enfermos eran enviados a balnearios especializados en las montañas como los Pirineos, los 
Cárpatos o los Alpes. También eran conocidas las organizaciones de ferias como Delfi, Manea, 
Delos y Corinto. Asimismo, para las clases menos pudientes estaba la isla de Sicilia. Sus paisajes 
naturales, y el agradable clima que imperaba en la región hacían de esta isla un centro obligado 
para comerciantes y plebeyos. Por otro lado, luego de algún funeral, los patricios romanos 
acostumbraban a alejarse de Roma por unos días para calmar sus ánimos y restablecerse en la 
arena política; así lo narra Tácito cuando afirma “sin interrumpir para nada la travesía en aquel mar 
invernal, llega Agripina a la isla de Cocira, situada frente a las costas de Calabria. Allí se toma unos pocos 
días para tranquilizar su espíritu, pues se hallaba enfurecida por el luto y sin poder dominarse.Mientras 
tanto, al recibirse la noticia de su llegada, todos sus amigos más íntimos, gran número de militares que 
habían servido a las ordenes de Germánico, y también muchos desconocidos de municipios vecinos” 
(Tácito, III, v1). 
Las fiestas y las conmemoraciones tenían una gran afluencia de público tanto para dentro de Roma 
como para sus periferias. En efecto, los festivales se celebraban no sólo en las ciudades principales 
sino también en sus respectivas provincias. Sin ir más lejos, Grecia era un atractivo ineludible 
durante la celebración de los juegos Olímpicos o los juegos Pitios (Norval, 1935). No obstante, cabe 
aclarar que todos los desplazamientos se llevaban a cabo dentro del mundo conocido y en muy 
raras ocasiones se traspasaba los límites del Imperio. Se creía que el Dios Terminus era aquel 
encargado de velar por los límites y las fronteras.18
Los Accidentes y las tragedias. 
La historia moderna está plagada de hechos trágicos sucedidos en espectáculos públicos, teatros 
y eventos populares. En la Roma Imperial también existían desastres naturales que sepultaban a 
toda una villa como fue el caso de Pompeya, ciudad destinada al ocio y al placer de la aristocracia 
romana que quedó cubierta por cenizas tras las erupciones del Vesubio en 79 DC. La erupción llegó 
a ser de tal magnitud que alcanzó a ciudades vecinas Herculaneum, Oplontis, Stabiae, y Nuceria. El 
recuento de víctimas a las que llegaron los arqueólogos fue de aproximadamente 2.000. 
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Sin embargo, también los accidentes se sucedían por derrumbes y otros problemas edilicios. Es 
el caso de la ciudad Fidinae en Lacio, situada a unos 8 kilómetros al norte de Roma. En el año 
27, sucedió una tragedia que conmovió al mismísimo emperador Tiberio. Un derrumbe en una 
Anfiteatro de Madera se llevó la vida de 20.000 personas de un total de 50.000 espectadores 
presentes; este hecho fue recordado como uno de los peores desastres en espectáculos públicos 
de la historia romana (Suetonio, 1985) (Tácito, 1993).
El impacto de tal tragedia tuvo que haber sido tal, que Cayo Suetonio recuerda que Tiberio 
suspendió su estadía en Capri al enterarse de lo sucedido. “No tardaron, sin embargo, en llamarle 
las reiteradas súplicas del pueblo, asustado por el desastre que acababa de ocurrir en Fídenas, donde el 
hundimiento de un anfiteatro había hecho perecer a veinte mil personas que presenciaban el combate 
de gladiadores” (Suetonio, Tiberio, XL).19
Otra de las tragedias, pero ésta provocada por los designios del emperador fue aquella sucedida 
durante la regencia de Cayo Calígula. Tras molestarle el ruido de la multitud que iba gratuitamente 
por las noches a observar los combates del circo, mandó a arrojar latigazos y desalojarla por la 
fuerza. En las corridas murieron 20.000 personas aplastadas unas contra otras: madres de familia, 
jóvenes y caballeros. (Suetonio, Calígula, XXVI).20
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Octavio Augusto – del 27 Ac al 14 Dc (el inicio del Imperio) 21
Sobrino de Julio César, hijo de Cayo Octavio, Octavio Augusto perteneció a la dinastía Julio-
Claudia. Durante su regencia (27 AC – 14 DC), emprendió un sinnúmeros de obras públicas en 
Roma y sus adyacencias. Sin duda alguna, estas empresas ayudaron al desarrollo y la práctica del 
ocio en todo el Imperio. Una vez coronado Imperator, y pacificada Roma de las luchas internas y 
las guerras civiles, Augusto mando a construir el Foro, el templo de Marte Vengador, el tempo a 
Apolo en el Palatium, y entre otros también el de Júpiter Tonante. 
Fomentó por medio de ciertos incentivos a que los ciudadanos embellecieran la ciudad, 
con monumentos nuevos o por medios propios. Se levantaron durante esta época diversas 
construcciones como el templo a Hércules, diversos museos, el templo a Diana, y teatros etc. Trazó 
las divisiones de Roma en barrios y secciones, reforzando la vigilancia de las calles y la seguridad 
por las noches. Entre otras cosas, ensanchó el cauce del Río Tiber, restauró el servicio de correos y 
emprendió diversas obras de mantenimiento arquitectónico en zonas proclives al derrumbe. Los 
accesos a Roma fueron mejorados en gran medida, como por ejemplo las obras iniciadas sobre 
la Vía Flaminia hasta Rimini. Además, Augusto instó a que los ciudadanos volcaran fondos para 
mejorar todos los caminos y calles de la ciudad por su propia cuenta. (Suetonio, Augusto, XXX-
XXXI).
Recuerda Tácito sobre su gobierno que: “El mar Océano y largos ríos limitaban el imperio, había 
conectado entre sí las legiones, las provincias, las flotas y todo lo demás; reinaba el derecho entre los 
ciudadanos y la moderación entre los aliados, la misma ciudad había sido embellecida con suntuosidad; 
habían sido realmente pocos los asuntos resueltos por medio de la fuerza, a fin de que el resto disfrutase 
de la paz” (Tácito, I, 9). Por otro lado, Augusto realzó el uso de ceremonias antiguas y estableció 
un orden moral limitando el acceso de los jóvenes sin acompañamiento a las fiestas Lupercales, 
hecho que no tenía precedentes en la vida y las creencias romanas. Fomentó los juegos Seculares 
y anuales en honor a los dioses Compitales. 
ROMA Y SUS EMPERADORES:
DE AUGUSTO A DOMICIANO
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Según Suetonio también “corrigió gran número de abusos tan detestables como perniciosos, nacidos 
de las costumbres y licencias de las guerras civiles y que la paz misma no había podido destruir. La 
mayoría de los ladrones de caminos llevaban públicamente armas con el pretexto de atender a su 
defensa, y los viajeros de condición libre o servil eran aprisionados en los caminos y encerrados sin 
distinción en los obradores de los propietarios de esclavos” (Suetonio, Augusto, XXXII).
Si bien, por un lado el mismo Suetonio resalta el carácter demagógico, autoritario y a veces 
perverso de Augusto para con sus enemigos. Por el otro, exalta también una figura comprensiva, 
solidaria e igualitaria. A varios caballeros patricios que habían sido arruinados producto de las 
luchas internas, y que consecuentemente durante los juegos públicos no podían sentarse en las 
gradas destinadas para los patricios, el Emperador instó a que se libraran de estas restricciones, 
permitiendo el acceso tanto a ellos como a sus parientes (Suetonio, Augusto, XXXII).
Otras crónicas afirman que no era participe de llevar las peleas entre los gladiadores a la muerte 
de alguno de ellos. No obstante, consideraba que todo aquel espectáculo de lucha debía ser 
admirado por el valor de los contendientes. Dentro de su psicología, y fiel al espíritu de Febo, 
Augusto exacerbaba valores vinculados al coraje y al valor en casi todas sus apariciones públicas 
premiando a los contrincantes más allá del resultado del combate. En este sentido, podemos 
afirmar que el Emperador demostraba cierta pasión por la lucha greco-romana, e instaba de este 
modo a la organización de los espectáculos deportivos aunque sometidos a las más severas leyes 
del Estado (Suetonio, Augusto, XLIV-XLV).22
En efecto, durante la época de Octavio-Augusto se realizaron diferentes obras que no sólo 
mejoraron la fachada de la ciudad sino que además implicaron profundas reformas sociales, como 
una nueva distribución en los excedentes de trigo. Los caminos mejoraron la economía recibiendo 
a miles de personas provenientesde diversas partes del Imperio, los monumentos habrían sido la 
atracción obligatoria para estos viajeros como lo eran las fiestas y el combate entre gladiadores. 
La frase “todos los caminos llevan a Roma” parecía un realidad insoslayable mientras Augusto regía 
los destinos del imperio.23
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Con respecto a su vida privada, Augusto no parecía esbozar grandes lujos aunque era sabido su 
debilidad por las mujeres jóvenes y el juego. Generalmente, en sus retiros fuera de la ciudad, se 
inclinaba por las casas con vista al mar con una decoración interna muy simple como Lanuvio, 
Prenesto y Tibur. En cuanto a sus comidas, no tenía un horario pre-establecido, y en ocasiones 
comía muy poco. Sus platos preferidos eran el pan mezclado, los pescados pequeños, los higos y 
los quesos caseros. Cuando se desvelaba, por las noches, a veces con frecuencia, obligaba a que 
le recitasen cuentos hasta el amanecer. También le costaba mucho madrugar y cuando debía dar 
alguna ceremonia privada elegía hospedarse en cercanías del evento. 
En cuanto a sus viajes, la mayoría eran por las noches y producto de su experiencia, con el accidente 
del rayo que casi le cuesta la vida, detestaba los días de tormenta. Por otro lado, era común no ver 
al emperador viajando de día ya que le molestaba mucho la luz solar. Llegado a este punto, cabe 
mencionar que Augusto era sumamente supersticioso y creía como cierto todos los auspicios. Si 
antes de emprender un viaje por la mañana le ponían el calzado del pie izquierdo en el derecho, 
eso era señal de mala suerte; si no caía un rocío matutino antes de salir, eso era un signo que 
presagiaba peligro. Aun cuando no tengamos registros que evidencien que haya cancelado algún 
viaje por este motivo, sus biógrafos por medio de sus cartas privadas han podido reconstruir en 
cierta forma, y debemos reconocerlos con ciertos sesgos, el perfil del Emperador.24
Después de un extenuante día, para relajarse tomaba baños de mar y termales, aunque diariamente 
no era muy adepto de los baños. Otra de sus prácticas en lapsos de descanso se relacionaba con 
la pesca, la poesía y el teatro. Si bien no observaba mucho la ortografía incursionó en algunos 
poemas que leía en voz alta frente a sus invitados en los banquetes (Suetonio, Augusto, LXXV-
LXXIX).
Tras su muerte, Augusto fue recordado con cierta ambigüedad, favorablemente por algunos y 
cruelmente por otros, no obstante reconocido por las construcciones, las obras de infraestructuras 
y el embellecimiento de la ciudad. No es de extrañar, este hecho dada la tendencia de éste príncipe 
para manipular a su favor las imágenes. Dice al respecto Tácito en sus Anales “el mar Océano y 
largos ríos limitaban el imperio, había conectado entre sí las legiones, las provincias, las flotas y todo lo 
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demás; reiniciaba el derecho entre los ciudadanos y la moderación entre los aliados; la misma Ciudad 
había sido embellecida con suntuosidad; habían sido realmente pocos los asuntos resueltos por medio 
de la fuerza, a fin de que el resto disfrutase de la paz” (Tácito, I, 9).
Nerón Claudio César – del 54 Dc al 68 Dc (el final de los Julio-Claudios) 25
Aproximadamente nueve meses luego de la muerte del emperador Tiberio, nace en la ciudad de 
Anzio, Nerón Claudio César. Desde muy joven se vio Nerón interesado por los juegos troyanos 
y por el Circo. Durante su reinado, tras la muerte de su tío Claudio, Nerón abolió los impuestos 
demasiado onerosos, distribuyó cuatrocientos sestercios por persona y asignaciones mensuales 
de trigo, dio diversos espectáculos entre ellos los juegos juveniles, representaciones teatrales, 
incorporó a la mujer en los papeles de bufones. También distribuyó grandes cantidades de regalos 
a todo el pueblo romano (Suetonio, Nerón, VII-XII).
Por otro lado, realizó importantes emprendimientos arquitectónicos como la construcción 
maratónica de un anfiteatro en templo de Marte. A diferencia de sus antecesores, Nerón dispuso 
que no se diera muerte a ningún tipo de gladiador, incluyendo a los criminales o esclavos. En 
contraposición, obligo a combatir en las arenas a cuarenta senadores y sesenta caballeros de 
incontable prestigio. Su objetivo, era que los presos fueran destinados a las construcciones de 
fastuosas residencias, monumentos, templos y villas en vez de ser ejecutados en vano. 
Si bien al principio, se rehusó a ocupar en los juegos un lugar elocuente, mientras se extendía su 
reinado mayor era el apego que Nerón tenía con esta clase de eventos. Es posible que el emperador 
haya comprendido los beneficios políticos que producían la organización de estos espectáculos. 
Asimismo, inauguró los juegos quinquenales compuestos por juegos gimnásticos, festivales de 
música y carreras de caballos. Fue premiado en poesía y música por su diestra habilidad con el 
arpa y permitió el ingreso de las doncellas vestales a los espectáculos públicos (Suetonio, Nerón, 
XII-XV).
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Sin embargo, tras el famoso incendio de Roma (64 DC), Nerón culpó a los cristianos “entregándolos 
al suplicio” en las arenas. Concebidos como “extraños” y “supersticiosos”, los primitivos cristianos 
reunían todas las características de un grupo de fácil estigmatización; eran desconocidos, sus 
creencias eran muy divergentes a las del pueblo romano, sus asociaciones no eran públicas y sólo 
adoraban a una deidad. 
Aun cuando las causas del devastador incendio en Roma sean desconocidas, Nerón aprovecho 
la ocasión para culpar a los cristianos como principal grupo responsable. Rápidamente, esta idea 
fue promovida a todos los sectores de la sociedad quienes no tardaron en dirigir, de alguna u 
otra manera, su despreció hacia este grupo de baja reputación. En ocasiones, los cristianos eran 
sacrificados por los gladiadores, los pretorianos o comidos vivos por las fieras. Las persecuciones 
hacia este grupo fueron de tal envergadura que se extendieron por todo el imperio incluyendo las 
provincias o colonias (Gibbon, 1776-88).
Al respecto, el profesor Paoli afirma “a la loca fastuosidad de Nerón, el Palatino pareció estrecho, aquel 
megalómano puso su sede en la llanura entre el Palatino, el Celio, y el Esquilino (Domus Transitoria); y 
cuando el famoso incendio del 64 hubo destruido parte de Roma, y se aprovechó la ocasión del desastre 
para construir una Roma más bella, Nerón, sobre las ruinas de su morada destruida, edificó la Domus 
Aurea. No era un mero edificio, sino un armónico conjunto de construcciones de toda clase, con series 
de pórticos larguísimas; un gran lago rodeado de casas ad urbium speciem, y prados, viñedos, bosques 
y campiñas cultivadas” (Paoli, 2007: 32).
Como emperador, sólo emprendió dos viajes, uno a Alejandría y otro a Acaya. No obstante, tras 
recibir un mal presagio decidió cancelar el primero de ellos. Durante sus comidas hacia que 
tocasen música a toda hora. Existen testimonios de la época que prueban como Nerón realizaba 
diariamente varias apariciones públicas en espectáculos de música y arte, a veces sus cantos se 
prolongaban horas enteras recogiendo el saludo y los aplausos de los asistentes. 
Lingüísticamente, manejaba a la perfección el griego y el latín y conservaba al celebre Séneca 
como su consejero. El emperador, poseía una exacerbada admiración por la cultura

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