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La úLtima utopía. Los derechos humanos en La historia sa m u eL m oyn t r a d u cci ó n d e J o r g e go n z á L e z J áco m e Última utopía_03.indd 3 17/12/2015 17:02:56 Prohibida la reproducción total o parcial de este material, sin autorización por escrito de la Pontificia Universidad Javeriana. Reservados todos los derechos ©Pontificia Universidad Javeriana ©Samuel Moyn ©de la traducción Jorge González Jácome Título original: The Last Utopia. Human Rights in History. Harvard University Press, 2012. Primera edición en español: Bogotá, D. C., diciembre del 2015 ISBN: 978-958-716-901-0 Impreso y hecho en Colombia Printed and made in Colombia Editorial Pontificia Universidad Javeriana Carrera 7a, Núm. 37-25, oficina 13-01 Edificio Lutaima Teléfonos: 3208320 ext. 4752 www.javeriana.edu.co/editorial Bogotá - Colombia Traducción: Jorge González Jácome Corrección de estilo: Carlos Alberto Morales Espinosa Diseño de colección: Boga Cortés y Triana | www.bogavisual.com Diagramación: Sonia Rodríguez Montaje de cubierta: Boga Cortés y Triana Impresión: Javegraf Moyn, Samuel, 1972-, autor La última utopía : los derechos humanos en la historia / Samuel Moyn ; Traducción de Jorge González Jácome. -- Primera edición. -- Bogotá : Editorial Pontificia Universidad Javeriana, Facultad de Ciencias Jurídicas, 2015. 340 páginas ; 24 cm Incluye referencias bibliográficas. ISBN: 978-958-716-901-0 1. DERECHOS HUMANOS – HISTORIA. 2. DERECHO INTERNACIONAL. 3. UTOPIAS. 4. INTER- VENCIÓN HUMANITARIA - HISTORIA. I. González Jácome, Jorge, traductor. II. Pontificia Universidad Javeriana. Facultad de Ciencias Jurídicas CDD 323.4 edición 21 Catalogación en la publicación - Pontificia Universidad Javeriana. Biblioteca Alfonso Borrero Cabal, S.J. ___________________________________________________________________________________________ inp. Diciembre 11 / 2015 Facultad de Ciencias Jurídicas ASOCIACIÓN DE UNIVERSIDADES CONFIADAS A LA COMPAÑIA DE JESÚS EN AMÉRICA LATINA MIEMBRO DE LA RED DE EDITORIALES UNIVERSITARIAS DE AUSJAL www.ausjal.org Última utopía_03.indd 4 17/12/2015 17:02:57 prólogo Cuando las personas escuchan el término “derechos humanos” piensan en los preceptos morales e ideales políticos más elevados. Y tienen razón en hacerlo. Tienen en mente una serie de prerrogativas liberales indispen- sables y algunas veces principios más amplios de protección social. Pero también hacen referencia a algo más. Este término implica una agenda para hacer del mundo un mejor lugar y ayudar incluso a crear uno nuevo en el que la dignidad de cada individuo tenga protección internacional. A todas luces este es un programa utópico: considerando los estándares políticos que se aducen y las pasiones que despierta, este programa se construye a partir de la imagen de un lugar que aún no ha sido posible erigir; promete penetrar las inexpugnables fronteras estatales y reempla- zarlas paulatinamente por la autoridad del derecho internacional. Los “derechos humanos” se ufanan de realizar este programa trabajando de la mano con los Estados cuando ello sea posible, pero también intentan denunciarlos y avergonzarlos públicamente cuando violan las normas más elementales. En este sentido, los derechos humanos han llegado a definir las aspiraciones más elevadas de los movimientos sociales y las entidades políticas —estatales e interestatales—, evocando esperanzas y motivando a la acción. Es sorprendente que este programa haya alcanzado una difusión con- siderable alrededor del mundo hasta hace poco tiempo. Durante la década de los setenta el espacio moral de Occidente se transformó abriendo una zona que no existía con anterioridad para que se produjera la fusión entre un cierto tipo de utopismo y el movimiento internacional por los derechos humanos. Los derechos del hombre fueron proclamados en la era de la Ilustración, pero eran tan profundamente diferentes a los de hoy sobre Última utopía_03.indd 11 17/12/2015 17:02:57 1 2 L a ú L t i m a u t o p í a todo en cuanto a sus consecuencias prácticas —a punto tal de incluir las revoluciones violentas— que pueden considerarse como una concepción completamente distinta. En 1948, con posterioridad a la Segunda Guerra Mundial, se proclamó la Declaración Universal de los Derechos Humanos. Pero ello no era tanto el anuncio de una nueva era sino sobre todo una corona funeraria puesta sobre la tumba de las esperanzas nacidas en el tiempo de la guerra. El mundo miró hacia arriba por un instante. Luego reanudó sus agendas de posguerra, las cuales se habían concretado por la misma época del nacimiento de las Naciones Unidas —organización que había patrocinado la Declaración—. La prioridad de estas agendas era la victoria de alguna de las dos visiones de la Guerra Fría, bien para los Estados Unidos o para la Unión Soviética, y la división del continente europeo que estaban repartiéndose. De igual modo, la lucha por la descolonización de los territorios imperiales hizo de la Guerra Fría una lucha global, incluso a pesar de que algunos de los nuevos Estados intentaron marginarse de la rivalidad para construir un camino propio. Los Estados Unidos, que habían inflado las esperanzas globales durante la Segunda Guerra para la construcción de un nuevo mundo cuando el conflicto terminara e introdu- jeron tímidamente la idea de “derechos humanos”, pronto abandonaron esta frase. De otro lado, la Unión Soviética y las fuerzas anticolonialistas estaban más comprometidas con ideas colectivistas sobre la emancipa- ción —comunismo y nacionalismo— como el camino para el futuro y no se interesaban en el reclamo directo de derechos individuales ni en su consagración en el derecho internacional. Incluso en 1968, declarado por la onu como el Año Internacional de los Derechos Humanos, estos derechos continuaron siendo marginales como concepto articulador, y prácticamente inexistentes como movimien- to social. La onu organizó el vigésimo aniversario de la conferencia en Teherán, Irán, para recordar y revivir los malogrados principios. La escena fue algo fuera de lo común. El dictador, el shah Mohammad Reza Pahlavi, abrió la conferencia en la primavera atribuyendo el descubrimiento de los derechos humanos a sus viejos compatriotas; la tradición milenaria del emperador persa Ciro el Grande, afirmó el shah, había sido perpetuada e implementada gracias al respeto de su dinastía por los principios morales. Las reuniones que siguieron, lideradas por su hermana, la princesa Ashraf, evidenciaron una interpretación de los derechos humanos que hoy no es plausible: la liberación de las naciones anteriormente sometidas al go- bierno imperial fue presentada como el avance más significativo hasta el momento, el resultado de la larga marcha de los derechos humanos y el modelo que debía ser plenamente realizado —sobre todo en Israel, del cual se habló particularmente a la luz de sus adquisiciones luego de la Guerra de los Seis Días contra sus vecinos árabes—. Pero aparte de la onu en 1968, Última utopía_03.indd 12 17/12/2015 17:02:57 1 3S a m u e l m o y n los derechos humanos no se habían convertido aún en un poderoso con- junto de ideales y este aspecto es más importante que todo lo que sucedió en el evento montado por el shah1. A medida que la conferencia avanzaba conforme a un libreto prestablecido, en el mundo real explotaban las revueltas. Mayo del 68 llevó a París la mayor convulsión de la posguerra con estudiantes y trabajadores paralizando el país y demandando la fina- lización de los compromisos de clase media. En diversos lugares alrededor del mundo, desde el este de Europa hasta China y a través de los Estados Unidos desde Berkeley hasta Nueva York, la gente —especialmente la gente joven— exigía un cambio. Aparte de quienes estaban en Teherán, en medio de la convulsión global que reclamaba un mundo mejor, nadie considerabaque ese mundo debía gobernarse por medio de los “derechos humanos”. El drama de los derechos humanos, entonces, es que emergieron en la década de los setenta aparentemente de la nada. Si la Unión Soviética en general había perdido credibilidad (y la aventura vietnamita de Es- tados Unidos generaba igualmente la indignación internacional), los derechos humanos no eran los beneficiarios inmediatos de esta situación. Otras utopías prosperaron durante la crisis del orden global construido a partir de las superpotencias de los años sesenta. Esta últimas clamaban por la construcción de comunidad, redimiendo así a los Estados Unidos del vacío consumismo, por crear un “socialismo con un rostro humano” en el imperio soviético, o por la ulterior liberación del llamado neocolo- nialismo en el tercer mundo. Para ese entonces no había nada cercano a organizaciones no gubernamentales que buscaran trabajar en pro de los derechos humanos; Amnistía Internacional, una incipiente agrupación, permaneció prácticamente desconocida. Desde los años cuarenta hasta 1968, las pocas ong que sí vieron los derechos como parte de su misión lucharon por ellos dentro del marco de las Naciones Unidas, pero la confe- rencia en Teherán confirmó el agónico sinsentido de este proyecto. Un jefe de muchos años de una ong, Moses Moskowitz, observó amargamente luego de la conferencia que la idea de los derechos humanos “aún tenía que despertar la curiosidad del intelectual, revolver la imaginación del reformista político y social y evocar la respuesta emocional del moralista”2. Estaba en lo cierto. No obstante, en la década siguiente los derechos humanos empezarían a ser invocados a lo largo y ancho del mundo desarrollado y por muchas más personas comunes y corrientes que en el pasado. En lugar de referirse 1 Véase onu, Documento A/Conf.32/SR.1–13 (1968). Compárese con Roland Burke, “From Individual Rights to National Development: The First un International Conference on Human Rights, Tehran, 1968”, Journal of World History, 19, n.° 3 (2008): 275-96. 2 Moses Moskowitz, “The Meaning of International Concern with Human Rights”, en René Cassin: Amicorum Discipulorumque Liber, 4 vols. (Paris: A Perdone, 1969), 1:194. Última utopía_03.indd 13 17/12/2015 17:02:57 1 4 L a ú L t i m a u t o p í a a la liberación colonial y a la creación de naciones independientes, los derechos humanos ahora significaban más frecuentemente la protección individual frente al Estado. Amnistía Internacional se convirtió en una entidad visible y, como antorcha de nuevos ideales, ganó el Premio Nobel de la Paz en 1977 gracias a su trabajo. La popularidad de este nuevo modelo de defensa y promoción de los derechos humanos transformó para siem- pre lo que significaba movilizarse por causas humanas y dio origen a una nueva marca para la promoción de estos derechos basada en la idea de un ciudadano internacional. Los occidentales dejaron atrás el sueño de la revo- lución —tanto para sí mismos como para el tercer mundo que alguna vez habían gobernado— y adoptaron otras tácticas, imaginándose un derecho internacional de los derechos humanos como el administrador de normas utópicas y como el mecanismo para su satisfacción. Incluso los políticos, notablemente el presidente estadounidense Jimmy Carter, empezaron a invocar los derechos humanos como una razón fundamental para guiar la política exterior de los Estados. Y aún más evidente, la relevancia pública de los derechos humanos se disparó si se mide simplemente por el número de veces en que el término apareció en los periódicos, desembocando en la actual preponderancia de los derechos humanos. Casi sin uso antes de los años cuarenta, década en la que experimentaron un modesto incremento, las palabras “derechos humanos” se imprimieron en 1977 en el New York Times cerca de cinco veces más a menudo de lo que se habían usado en cualquier otro año anterior en la historia de esta publicación. El mundo moral había cambiado. “La gente cree que la historia es algo que sucede a la larga”, dice Philip Roth en una de sus novelas, “pero la verdad es que se trata de algo muy repentino”3. Nunca esto ha sido tan cierto como en la historia de los derechos humanos. No es posible entender el surgimiento reciente y el poder contempo- ráneo de los derechos humanos sin concentrarse en su aspecto utópico: la imagen de otro mundo mejor con dignidad y respeto, valores que se en- cuentran en la base de su atractivo, incluso cuando los derechos humanos parecen ocuparse de reformas lentas y graduales. Sin embargo, lejos de ser el único idealismo que ha despertado la fe y el activismo en el curso de los acontecimientos humanos, los derechos humanos emergieron histórica- mente como la última utopía —la cual adquirió su poder y preminencia porque otras visiones colapsaron—. Los derechos humanos solo son una versión moderna específica del viejo compromiso de Platón y el Deutero- nomio —y Ciro el Grande— con la causa de la justicia. Incluso entre los 3 Phillip Roth, Pastoral americana (Barcelona: Random House Mondadori, 2010), 115. [N. del T.: los libros citados por el autor en la edición original están escritos en inglés. He remplazado las referencias originales por las ediciones en castellano en los casos en los que ello es posible] Última utopía_03.indd 14 17/12/2015 17:02:57 1 5S a m u e l m o y n modelos modernos de libertad e igualdad, los derechos humanos son solo uno entre muchos; están lejos de haber sido los primeros en hacer de las aspiraciones globales de los seres humanos un asunto capital. Los derechos humanos tampoco son el único grito de guerra imaginable alrededor del cual los movimientos populares de base se pueden construir. Tal como lo entendió adecuadamente Moses Moskowitz justo antes de que adquirieran la prominencia que hoy tienen, los derechos humanos tendrían que ganar o perder, en primer lugar, en el terreno de la imaginación. Y para que ellos ganaran, otros tendrían que perder. En el campo del pensamiento, tal como ocurre en el de la acción social, los derechos humanos son entendidos de una mejor manera como sobrevivientes: el dios que no falló cuando otras ideologías políticas lo hicieron. Si evitaron su fracaso ello se debió, sobre todo, a que eran entendidos como una alternativa moral frente a la bancarrota de las utopías políticas. Los historiadores en los Estados Unidos empezaron a escribir la histo- ria de los derechos humanos hace una década. Desde entonces un nuevo campo se ha formado y florecido. Casi unánimemente, los historiadores contemporáneos han celebrado la aparición y el progreso de los derechos humanos acompañando los recientes entusiasmos de trasfondos históricos edificantes y optimistas, difiriendo principalmente sobre la localización del verdadero momento de ruptura en los griegos o judíos, los cristianos medie- vales o los filósofos de la edad moderna, los revolucionarios democráticos o los héroes abolicionistas, los internacionalistas estadounidenses o los visionarios antirracistas. En la reconstrucción de la historia del mundo como materia prima para el ascenso progresivo de los derechos humanos internacionales, los historiadores raramente han aceptado que la historia dejó abiertos diversos caminos para el futuro en lugar de allanar una sola vía hacia los modos de pensamiento y acción contemporáneos. Adicional- mente, en el estudio reciente de los derechos humanos, los historiadores, al llegar a la escena, han sido reacios a verlos como solo una entre otras ideologías atractivas. En su lugar, han usado la historia para confirmar su ascenso inevitable sin registrar las decisiones que se tomaron y los acci- dentes históricos que ocurrieron. Una aproximación diferente es necesaria para revelar los verdaderos orígenes de este programa utópico tan reciente. Los historiadores de los derechos humanos se aproximan a este tema, a pesar de su novedad, de la misma forma en que los historiadores de laIglesia se aproximan al suyo. Consideran los fines fundamentales de los derechos humanos —tal como el historiador de la Iglesia consideraba a la religión cristiana— como una verdad salvadora, descubierta en con- traposición a construida a través de la historia. Si un fenómeno histórico puede mostrarse como un precursor de los derechos humanos, aquel es interpretado como si llevara inevitablemente a ellos de forma similar a Última utopía_03.indd 15 17/12/2015 17:02:57 1 6 L a ú L t i m a u t o p í a como la historia de la Iglesia trató por mucho tiempo al judaísmo, como un movimiento protocristiano simplemente confundido sobre su verdadero destino. Mientras tanto, los héroes que son vistos como movilizadores de la causa de los derechos humanos en el mundo —tal como los apóstoles y santos del historiador de la Iglesia— son tratados con una admiración acríti- ca. Con el propósito de propiciar la imitación moral de quienes persiguen la llama, la hagiografía se convierte en el género principal. Y las organizaciones que finalmente parecen institucionalizar los derechos humanos son trata- das como la Iglesia temprana: una incipiente, y ojalá universal, comunidad de creyentes luchando por el bien en un valle de lágrimas. Si se fracasa en la causa es culpa del mal; si se tiene éxito no es por una coincidencia sino porque la causa era justa. Estas aproximaciones proveen los mitos que el nuevo movimiento quiere o necesita. Estos mitos coinciden con un consenso público y políticamente consecuente sobre las fuentes de los derechos humanos, los cuales aparecen frecuentemente en comentarios periodísticos y en discursos políticos como una causa tanto antigua como obvia. Tanto los historiadores como los expertos apuntan, a más tardar, a la década de los cuarenta como la era crucial del surgimiento y victoria de los derechos humanos. Observadores sofisticados —por ejemplo Michael Ignatieff— ven los derechos humanos como un antiguo ideal que finalmen- te se materializó como respuesta al Holocausto, lo cual puede ser el mito más repetido universalmente sobre sus orígenes. En la década de los no- venta, una era de limpieza étnica en el sureste de Europa y en otros lugares, durante la cual los derechos humanos tuvieron un atractivo literalmente milenario en el discurso público de Occidente, se convirtió en lugar común asumir que, incluso desde su nacimiento en un momento de sabiduría post-Holocausto, los derechos humanos se incrustaron lentamente pero de manera firme en la conciencia de los seres humanos, ocasionando una revolución con un tinte moral. En medio de la euforia muchas personas creyeron que una orientación moral segura nacida de la conmoción que siguió al Holocausto, y prácticamente irrefutable en sus premisas, estaba a punto de desplazar el interés y la fuerza como fundamentos de la sociedad internacional. Esta línea de argumentos hace perder de vista que, sin el impacto transformador de los eventos ocurridos en la década de los setenta, los derechos humanos no se hubieran convertido en la utopía del presente y no habría movimiento alguno alrededor suyo. Una historia alternativa de los derechos humanos como una cronología mucho más reciente se ve muy diferente a estas aproximaciones conven- cionales. En lugar de atribuir sus fuentes a la filosofía griega y a la religión monoteísta, al derecho natural europeo y a las revoluciones de la temprana Modernidad, al horror contra la esclavitud estadounidense y a la matanza judía perpetrada por Hitler, esta historia muestra que los derechos humanos, Última utopía_03.indd 16 17/12/2015 17:02:57 1 7S a m u e l m o y n como un ideal y movimiento internacional poderoso, tienen un origen específico en una fecha mucho más reciente. Es cierto, los derechos han existido desde hace mucho, pero desde el principio eran parte de la autori- dad del Estado y no se invocaban para trascenderlo. A lo largo de la historia moderna fueron más visibles en el nacionalismo revolucionario —hasta que los “derechos humanos” desplazaron al nacionalismo revolucionario—. La década de los cuarenta terminó siendo crucial, sobre todo por la Declaración Universal que quedó atrás, pero es fundamental preguntarse por qué los derechos humanos no lograron interesar a muchas personas —ni siquiera a los abogados especializados en derecho internacional— en esa época e incluso en las décadas siguientes. En realidad, los derechos humanos eran marginales en la retórica del periodo de la guerra y en la reconstrucción de posguerra, no eran centrales para los resultados que se buscaban. Contrario a las suposiciones convencionales, en la posguerra no había una conciencia mundial sobre el Holocausto y por ello los derechos humanos no podían ser una respuesta a ella. Más aún, ningún movimiento internacional por los derechos emergió en ese momento. Esta historia alternativa se ve obligada, en consecuencia, a asumir como su principal reto entender por qué no fue a mediados de los cuarenta sino a mediados de la década de los setenta que los derechos humanos vinieron a definir las esperanzas futuras de las personas, convirtiéndose en el fundamento de un movimiento internacional y una utopía del derecho internacional. El ascenso ideológico de los derechos humanos en la memoria viva fue la consecuencia de una combinación de historias separadas que in- teractuaron en una explosión impredecible. Las coincidencias tuvieron un papel, tal como ocurre en todos los acontecimientos humanos, pero lo que más importaba era el colapso de esquemas universales previos y la construcción de los derechos humanos como una alternativa atractiva a ellos. En el umbral están las Naciones Unidas, las cuales introdujeron los derechos humanos, pero para que el concepto empezara a tener más importancia la organización a su vez tenía que dejar de ser la institución esencial en donde se iba a desarrollar este ideal. En la década de los cuarenta, las Naciones Unidas se erigieron como un concierto de grandes potencias que se rehusaban a romper tanto con la soberanía como con los imperios. Desde el principio, ella fue tan responsable por la irrelevancia de los de- rechos humanos como por su desglose en una lista de prerrogativas. Y el surgimiento de nuevos Estados nacionales luego del proceso de descolo- nización, desestabilizador para la organización en otros sentidos, cambió el significado del propio concepto de los derechos humanos pero los dejó en una posición periférica en el escenario internacional. En cambio, fue solamente en la década de los setenta cuando un movimiento social ge- nuino alrededor de los derechos humanos hizo su aparición, capturando Última utopía_03.indd 17 17/12/2015 17:02:57 1 8 L a ú L t i m a u t o p í a los espacios políticos de vanguardia y trascendiendo las instituciones gubernamentales, especialmente las de carácter internacional. Efectivamente, hubo una cantidad de catalizadores para esta explo- sión: la búsqueda de una identidad europea por fuera de los términos de la Guerra Fría; la recepción de disidentes, periodistas e intelectuales sovié- ticos y unos años después también procedentes de otros países de Europa Oriental; y el desplazamiento liberal de los Estados Unidos en materia de política exterior al adoptar términos morales novedosos luego del desastre en Vietnam. Igualmente significativo, pero menos reconocido, fue el final del colonialismo formal y la crisis del Estado poscolonial, particularmente a los ojos de Occidente. La mejor explicación general sobre los orígenes de este movimiento social y el discurso común alrededor de los derechos continúa siendo el colapso de otras utopías previas, tanto las que se basa- ban en el Estado nación como aquellas fundadas en alguna versión u otra del internacionalismo. Estos eran sistemas de creencias que prometían un estilo de vida libre pero terminaron en ríos de sangre, u ofrecían emanci- pación frente al imperio y al capital pero repentinamentese terminaron convirtiendo en una suerte de tragedias oscuras en lugar de ser esperan- zas luminosas. En medio de esta atmósfera surgió un internacionalismo construido alrededor de los derechos individuales, y apareció porque fue definido como una alternativa pura en una era de traiciones ideológicas y colapso político. Fue entonces cuando el término “derechos humanos” entró en el lenguaje común del idioma inglés. Y es desde este momento reciente que los derechos humanos han definido el presente. Renunciar a hacer la historia de la Iglesia no es celebrar en su lugar una misa negra. Escribí este libro a partir de un profundo interés —incluso de una admiración— por el actual movimiento por los derechos humanos, el utopismo de masas más inspirador que los occidentales han tenido frente a ellos en las décadas más recientes. Para los utopistas de hoy el movimiento es sin duda un punto de partida. Pero especialmente para quienes sienten su poderosa atracción, los derechos humanos tienen que ser abordados como una causa humana y no como un proyecto inevitable a largo plazo y con una autoevidencia moral presumida desde el sentido común. Un mejor entendimiento de cómo fue que los derechos humanos llegaron al mundo en medio de la crisis del utopismo revela no solamente sus orígenes históricos sino su situación contemporánea de manera mucho más exhaustiva que otras aproximaciones. El surgimiento de los derechos humanos se dio, así, luego de pagar un precio muy alto en una era en la que otras viejas y atractivas utopías murieron. La verdadera historia de los derechos humanos es importante, sobre todo, para valorar las perspectivas de hoy y del futuro. Si de hecho con- densan una serie de valores que han existido desde hace mucho tiempo, es Última utopía_03.indd 18 17/12/2015 17:02:57 1 9S a m u e l m o y n igualmente relevante entender de manera más honesta cómo y cuándo fue que los derechos humanos tomaron forma y se convirtieron en un pode- roso conjunto de aspiraciones aceptado por un gran número de personas para lograr un mundo mejor y más humano. Después de todo, han hecho mucho más para transformar el terreno de las ideas que para cambiar el mundo como tal. A través de su surgimiento como la última utopía luego de que los predecesores y rivales colapsaran, los dilemas más complejos para el movimiento ya estaban presentes. Aunque nacieron como una alternativa a los grandilocuentes proyectos políticos —o incluso como un espacio de crítica moralista contra la política—, los derechos humanos forzosamente tuvieron que asumir el gran proyecto político de proveer un trasfondo global para el logro de la libertad, identidad y prosperidad. Fueron forzados, lentamente pero de manera decidida, a asumir el propio maximalismo que habían evitado para su propio ascenso. Este dilema contemporáneo debe ser enfrentado directamente y una historia celebratoria de sus orígenes es de poca ayuda. Pocos fenómenos po- derosos en la actualidad, luego de ser investigados rigurosamente, pueden considerarse eternos e inevitables y el movimiento por los derechos huma- nos no es ciertamente uno de ellos. No obstante, esto también significa que los derechos humanos no son tanto una herencia que debe ser preservada sino una invención que debe rehacerse —o incluso dejarse atrás— si su pro- grama aspira a ser relevante y vital en lo que ya es un mundo muy distinto a aquel en el que recientemente surgieron. Nadie sabe a ciencia cierta, a la luz de la inspiración que ellos proveen y los retos que deben enfrentar, qué clase de mundo mejor pueden construir los derechos humanos. Y nadie sabe si otra utopía puede aparecer en el futuro en caso de descubrir que tienen graves fallas, tal como los derechos humanos alguna vez surgieron a partir de las ruinas de sus predecesores. Los derechos humanos nacieron como la última utopía —pero un día podría aparecer otra—. Última utopía_03.indd 19 17/12/2015 17:02:57
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