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Los derechos humanos, entre luchas y disputas. Mercedes Barros1 1- Introducción La lucha por los derechos humanos tiene una corta pero intensa presencia en nuestro país. Desde sus inicios bajo la última dictadura militar, los reclamos de los familiares de las víctimas de la represión ilegal han producido una movilización popular alrededor de los derechos humanos, entusiasta y provocadora que ha logrado mantenerse vigorosamente hasta el presente. En este transcurso, y a pesar de periodos de cierto adormecimiento, estos reclamos y movilización han atravesado momentos cruciales políticamente donde han ganado un renovado ímpetu y una prevalencia significativa en el contexto político nacional. Uno de estos momentos de prevalencia ha sido sin duda el acontecido durante los meses de la transición y los primeros años de la reapertura democrática bajo el gobierno de Raúl Alfonsín. La demanda por los derechos humanos se convirtió en un nudo crucial del discurso Alfonsinista en sus inicios y marcó decididamente las primeras medidas gubernamentales para lidiar con el pasado reciente. La democracia y los derechos humanos aparecieron como nombres contiguos de una misma causa, lo que generó inicialmente claras muestras de solidaridad de los grupos de familiares de las víctimas de la represión con el primer gobierno de la democracia. Ahora bien, el otro momento clave en la lucha por los derechos humanos que podemos identificar es el que hemos venido atravesado desde los inicios del gobierno de Néstor Kirchner y de su predecesora Cristina Fernández de Kirchner. 1 Artículo publicado en BONETTO, María Susana y MARTINEZ, Fabiana comps. Política y desborde. Más allá de la democracia liberal. Editorial Universitaria de Villa María (EDUVIM), Córdoba. 2012 En este artículo analizaré detenidamente esta estrecha relación entre derechos humanos y Kirchnerismo. El Kichnerismo como fenómeno político de movilización y participación popular ha sido objeto de diversos predicados que lo colocan en el terreno del desborde, la desmesura, la desobediencia. En este terreno escabroso, el fenómeno en cuestión cobra sentido en torno a las nociones de manipulación, confrontación y demagogia. De esta forma, en estas lecturas del presente se ponen en juego y se re significan viejas y reiteradas miradas de un pasado reciente que surgieron para echar luz sobre aquel primer peronismo del 45 y sus más variadas implicancias políticas. Nuevamente, la demagogia del líder, la ingenuidad de algunos muchos, la racionalidad instrumental de otros se anudan para explicar esta renovada movilización social y participación política. Hoy, como ayer, el apasionamiento y la adhesión fanatizada de sus seguidores son producto del engaño y del oportunismo del líder político, quien en su afán por conseguir y preservar el poder cae en la desmesura confrontativa, desobedece reglas y desborda las instituciones. En este artículo me situaré en ese exceso que ha caracterizado al discurso Kirchnerista, no para proveer una descripción peyorativa más de esta formación discursiva, sino más bien para mostrar su condición novedosa y heterogénea respecto a viejos conceptos y sentidos establecidos alrededor de los derechos humanos que contribuyeron a dar forma a la vida política en la nueva democracia. Antes de aclarar esto último con más detenimiento, pasemos primero a analizar aquel otro primer momento de auge de la cuestión de los derechos humanos y comprender sus implicancias políticas para la lucha por los derechos humanos en nuestro país. 2- Con el triunfo de la democracia, los argentinos recuperemos nuestras libertades y derechos2 Bajo el contexto político de la transición, los grupos de familiares de las víctimas de la represión ilegal se transformaron en uno de los símbolos más importantes de resistencia a la dictadura. Durante aquellos turbulentos meses, las protestas alrededor de los derechos humanos lograron altos niveles de participación y tuvieron un gran impacto político y social3. El tema ganó una relevancia inusitada y se tornó entonces en una cuestión ineludible para las fuerzas políticas y sociales de aquel momento. La creciente disponibilidad y legitimidad del discurso de los derechos humanos marcó el acercamiento de los líderes políticos en plena carrera electoral a los reclamos por los derechos humanos. Sin embargo, fue finalmente el líder del radicalismo, Raúl Alfonsín, quien logró de manera creíble articular la causa de los derechos humanos a su causa democrática. El discurso del líder radical se organizó alrededor de la noción central de democracia: era sólo a través del establecimiento de una nueva democracia que una Argentina nueva, popular y unida podía emerger4. Este nuevo discurso democrático implicaba la negación de aquello que era definido 2 Palabras de Raúl Alfonsín (Clarín, 28-10-1983). 3 Como ha sido ampliamente explicado por la literatura existente, durante los meses posteriores a la guerra de Malvinas una ola de protestas y reclamos hacia el gobierno militar provenientes de los más diversos grupos sociales y políticos sumergió al país en un clima generalizado de descontento y oposición. Los grupos de derechos humanos organizaron numerosas acciones colectivas de distinta índole y participaron activamente en las diferentes manifestaciones y protestas organizadas por el resto de las fuerzas políticas y sociales. Véase por ejemplo “La Marcha por la Vida” que fue una de las manifestaciones más importantes del movimiento bajo la dictadura. La Nación 6- 10- 1982. Para varios testimonios sobre la marcha, véase entre otros, FISHER, J., Mother of the Disappeared, Boston, South End Press,1989, pags.118-119. 4 Ver BARROS, Sebastián, Orden, democracia y estabilidad. Discurso y política en la Argentina entre 1976 y 1991, Córdoba, Alción, 2002.- ABOY CARLÉS, Gerardo, Las dos fronteras de la democracia argentina: la reformulación de las identidades políticas de Alfonsín a Menem, Rosario, Editorial Homo Sapiens, 2001. - ABOY CARLÉS, Gerardo, “Parque Norte o la doble ruptura alfonsinista”, en NOVARO, Marcos y PALERMO, Vicente (comp.), La historia reciente: Argentina en Democracia, Buenos Aires, Edhasa, 2004. como el principal obstáculo del desarrollo del país: el pasado político y violento de la nación. La democracia futura requería el abandono de las prácticas autoritarias y corporativas que habían caracterizado los años recientes y el establecimiento de roles políticos nuevos basados en el respeto de las instituciones y sus procedimientos. De esta manera, se establecía un quiebre radical no sólo con la experiencia de la dictadura, y con lo que esta implicó, sino mas bien con todos aquellos que habían sido los protagonistas de la violencia de los últimos años. Una de las dimensiones cruciales que le dio más fuerza al trazado de esta nueva frontera política entre el pasado y la futura democracia fue justamente la posición del líder radical respecto a la violación de los derechos humanos.5 Desde el principio de su campaña política, Alfonsín fuertemente criticó la represión ilegal lanzada por el régimen militar y no dejó dudas de su intención de revisar el pasado reciente. En este sentido fue el único líder que dio a conocer el marco legal que implementaría para dar respuesta al problema de las violaciones de derechos humanos6 y se mostró poco vacilante ante cualquier forma de perdón generalizado.7 A través de estas y otras acciones solidarias con los reclamos por los derechos humanos, y como consecuencia de las posiciones de sus adversarios políticos como así también de la actitud del propio gobierno respecto al líder radical, Alfonsín se convirtió en la mejor expresión de la 5 ABOY CARLÉS,Gerardo, op. cit., 2001. - BARROS, Mercedes, “Democracia y derechos humanos: dos formas de articulación política en Argentina”, e-l@tina, Vol. 8, núm. 29, Buenos Aires, octubre-diciembre de 2009. Dirección URL: htpp://www.iigg.fsoc.uba.ar/elatina.htm. 6 Véase las declaraciones del líder radical en los diarios del 29 de Junio de1983, citado en la cronología Argentina 1983, Centro Editor de América Latina y de Investigaciones Sociales sobre el Estado y la Administración (CISEA), Buenos Aires, 1984, pág. 235 7 Alfonsín expresó -aún antes de su promulgación y posteriormente- su rechazo categórico a la ley de Amnistía en Septiembre de 1983 propuesta por el régimen y aseguró que la consideraría nula e ilegitima una vez en el gobierno. Alfonsín expresó, ‘una ley de esta naturaleza, al conceder impunidad por lo actuado, sencillamente abre la posibilidad para que se repita lo mismo’ (Clarín, 12-08-1983) oposición al mundo pasado de violencia y abusos8. En los meses previos a las elecciones generales, la figura del líder político radical aparecía de tal manera como la única posición política capaz de dar respuesta a los reclamos por justicia y verdad. Así fue entendido por los propios grupos de familiares de las víctimas, y lo que finalmente se expresó en el apoyo y abrazo explicito por parte de estos grupos a la causa democrática. 9 Vale la pena recordar una frase de la presidente de la Asociación Madres de Plaza de Mayo, Hebe de Bonafini, en la que se hace mención al triunfo electoral del partido radical y en la cual podemos apreciar la asociación o relación de contigüidad que se percibió entre el gobierno radical electo y la lucha por los derechos humanos: Este es uno de los momentos más difíciles para las Madres porque tenemos que aprender una manera de luchar y de mantenernos en la plaza pero nuestro enemigo ya no estará en la casa de gobierno. (La Razón, 18-11-1983) Tal como lo entendió Bonafini en ese entonces, en la configuración discursiva del nuevo gobierno democrático, la democracia aparecía como la condición misma de los derechos humanos y su lucha. Con el triunfo de la democracia, en palabras de Alfonsín, “los argentinos recuperemos nuestras libertades y derechos” (Clarín, 28-10-1983). Ahora bien, en este nuevo contexto discursivo la causa por los derechos humanos si bien 8 BARROS, Mercedes, The emergence and constitution of the human rights movement and discourse in Argentina, Reino Unido, Universidad de Essex, 2008. La posición del líder radical fue asimismo reasegurada por la respuesta del propio gobierno militar. Esto es, durante los meses previos a la promulgación de la ley y una vez conocida la posición Alfonsín, el gobierno excluyo al partido radical del dialogo que mantuvo con el resto de las fuerzas políticas sobre el contenido y efectos de la ley. Como trascendió en los medios, para las autoridades militares ‘la posición de Alfonsín no dejaba lugar para ningún tipo de negociación sobre este asunto’. Véase Revista Somos 29, 27 de julio 1983, citado en la cronología Argentina 1983, Centro Editor de América Latina y de Investigaciones Sociales sobre el Estado y la Administración (CISEA), Buenos Aires, 1984, pág. 286. 9 Varios testimonios de ese entonces de los familiares muestran claramente este inicial apoyo hacia el líder radical y las expectativas que depositaron en la futura democracia. Véase para estas declaraciones las entrevistas citadas por FISHER, J., op. cit, págs. 124- 125. ganaba un lugar privilegiado también adquiría un nuevo significado. Esto es, en todo proceso de articulación política, la demanda articulada sufre modificaciones como resultado de la contaminación mutua que el propio proceso articulatorio conlleva.10 Las huellas de esta articulación quedaron definitivamente plasmadas en las primeras medidas legislativas tomadas por Alfonsín a pocos días de haber asumido su cargo.11 En el mensaje que anunciaba dichas medidas, Alfonsín expresó: El gobierno democrático ha anunciado su más firme decisión de restablecer el estado de derecho en la Argentina. (…) Las medidas en cuestión tienden a resolver situaciones pasadas y también a prevenir hechos futuros. El pasado gravita sombriamente sobre nuestro porvenir, las violaciones extremadamente aberrantes de los derechos que hacen a la esencia de la dignidad humana, en que incurrieran el terrorismo y la represión de ese terrorismo no pueden quedar impunes. (La Prensa, 14-12-1983) En sus pasajes finales, entonces concluía, (…) se ha resuelto iniciar los pasos legales correspondientes para someter a proceso a quienes prima facie fueran los máximos responsables tanto de la actividad terrorista como de la metodología ilegal y cruenta empleada para combatir esa actividad (La Prensa, 14-12-1983) Retomando la lectura de los dos terrorismos que había circulado y prevalecido durante los primeros años de la dictadura, el gobierno radical 10 La noción de articulación y prácticas articulatorias es entendida en relación a los postulados de la teoría del discurso político elaborada por Chantal Mouffe y Ernesto Laclau (1985). 11 Es necesario aquí aclarar que este nuevo sentido ya podía desprenderse de las varias acciones y discursos del líder radical en su campaña electoral 2001. definía las responsabilidades con respecto a las violaciones de derechos humanos en el país y reconfiguraba de esta manera el entendimiento de la causa por los derechos humanos que había prevalecido entre los grupos de derechos humanos hasta ese momento.12 Es decir, esta lectura que daría lugar a la teoría de los dos demonios –como se conoció tiempo después y de la cual Alfonsín se convirtió en el principal enunciador– establecía que las violaciones de los derechos humanos del pasado debían ser entendidas en el contexto de la confrontación entre los militares y la subversión. Ambos eran igualmente responsables del mundo pasado de violencia y abusos y debían ser entonces juzgados por igual bajo el nuevo régimen democrático, sin revanchismo ni parcialidades.13 En este nuevo contexto discursivo entonces, la cuestión de los derechos humanos era así identificada y entendida en relación a ese otro excluido, es decir, en oposición a ambas formas de violencia y a toda parcialidad del pasado. Su significado estaba de tal forma sobredeterminado por la imparcialidad que suponía la nueva democracia y sus instituciones. La democracia y su justicia en ese sentido no tomaban posición en relación a aquel pasado sombrío que había que dejar definitivamente atrás. De esta particular forma de articulación política se desprendían entonces varios usos y sentidos en torno de los derechos humanos. En primer término, la causa por los derechos humanos quedaba estrechamente vinculada a una cuestión principalmente de las víctimas inocentes de la 12 BARROS, op. cit., 2008. 13 En la representación del pasado reciente del discurso Alfonsinista había entonces cierta continuidad con el diagnóstico que el propio régimen militar había dado respecto a la amenaza de la subversión sobre la sociedad argentina y la respuesta a esta amenaza por parte de los grupos extremistas de derecha principales responsables de los así llamados “excesos” (CARNOVALE, Vera, “Memorias, espacio público y Estado: la construcción del Museo de la Memoria”, en Estudios AHILA de Historia Latinoamericana, n.2 (nueva serie), Verveurt, 2006; BARROS, Mercedes, The emergence and constitution of the human rights movement and discourse in Argentina, Reino Unido, Universidad de Essex, 2008; NOVARO, Marcos y PALERMO, Vicente, La dictadura militar 1976-1983: del golpe de Estado a la restauración democrática, Historia Argentina 9, Buenos Aires, Paidós, 2003. . represión ilegal. Es decir,el discurso Alfonsinista haciendo equivalentes ambas formas de violencia, excluía del campo de lo legítimo tanto a los militares participes de la confrontación como a los grupos militantes de izquierda. Como consecuencia directa entonces, los miles de desaparecidos, detenidos y muertos eran concebidos, en su mayoría, como víctimas inocentes que habían quedado atrapados en la confrontación entre estos dos extremismos.14 De esta forma, este discurso aseguraba la inclusión en el campo democrático de todos aquellos miles de desaparecidos y detenidos, y a la vez, posibilitaba la distinción de esas víctimas inocentes de las minorías extremistas de izquierda.15 La demanda por los derechos era entonces una demanda por las víctimas de la 14 Esta condición de inocencia que se le atribuía a las víctimas ya se encontraba presente en la propia lectura que los grupos de familiares sostuvieron durante los primeros años de su lucha contra la feroz dictadura. Como hemos explicado en otro trabajo con más detenimiento, bajo las hostiles condiciones que se vivían durante el PRN, los familiares se encontraron inevitablemente afectados por la estrecha asociación que el régimen establecía entre víctimas de la represión y subversión, que a su vez era de manera equivalencial asociada a actividades políticas de cualquier índole. En este sentido, en un intento por hacer legítimos sus reclamos y para diferenciarse ellos mismos y a sus familiares de actividades que podrían ser consideras políticas y por ende subversivas, estos grupos resaltaron en sus reclamos una y otra vez la ingenuidad de las víctimas y se esforzaron por re-investirlas de su condición humana que había sido despojada. Esto involucró muchas veces el rechazo de las actividades políticas y la persistente referencia y apelación a la condición ordinaria de las víctimas, como así también a sus roles de hijas, hijos, trabajadores, estudiantes, ciudadanos comunes del país BARROS, op. cit., 2008; BARROS, op. cit., 2009. Véase también al respecto, CARNOVALE, Vera, “Memorias, espacio público y Estado: la construcción del Museo de la Memoria”, en Estudios AHILA de Historia Latinoamericana, n.2 (nueva serie), Verveurt, 2006; PITTALUGA, Roberto, “Miradas sobre el pasado reciente argentino: Las escrituras en torno a la militancia setentista (1983-2005)”, en FRANCO, María y LEVIN, Florencia (comp.), Historia reciente: perspectivas y desafíos para un campo en construcción, Buenos Aires, Paidós, 2007. 15 Como ha sido señalado, los predicados de inocencia y victimización asociados a las personas detenidas desaparecidas en el nuevo contexto discursivo de la transición se consolidarían –en detrimento de otro tipo de identificación– y diseminaría durante los primeros años del nuevo régimen democrático contaminado la mayor parte de los debates, discusiones y tratamientos de las cuestiones relacionadas con los derechos humanos. Particularmente relevante para esta consolidación y diseminación fueron los eventos alrededor de la CONADEP y del juicio a las juntas militares. Ambas instancias, si bien suponían una fuerte dimensión reparadora hacia las personas que habían sido afectadas por la represión, inaugurando un nuevo espacio en donde los eventos del pasado eran re- significados, también implicaban y requerían una forma de enunciación testimonial que situaba primeramente a los testigos en la posición de víctimas, desplazando y no como militantes politicios (PITTALUGA, Roberto, “Miradas sobre el pasado reciente argentino: Las escrituras en torno a la militancia setentista (1983-2005)”, en FRANCO, María y LEVIN, Florencia (comp.), Historia reciente: perspectivas y desafíos para un campo en construcción, Buenos Aires, Paidós, 2007. represión ilegal en su mayoría víctimas inocentes. En segundo término, y en estrecha relación con el punto anterior, la lucha por los derechos humanos quedaba entonces sujeta a cierta forma de neutralidad política. El énfasis en la inocencia de las víctimas de la represión traía aparejado un rechazo implícito o al menos un desplazamiento hacia los márgenes de la militancia política de los detenidos-desaparecidos.16 Podríamos decir que los reclamos por derechos humanos se reducían a reclamos por aquellas personas o activistas que no habían estado involucradas directamente con los grupos revolucionarios de izquierda. De esta forma esta demanda se desentendía de la posición política de las víctimas –y en relación de estrecha equivalencia también de la de los propios familiares– y se sujetaba sin revanchismos a la imparcialidad de la institución judicial. Esta neutralidad de los derechos humanos iba de la mano de un borramiento del origen político de la represión y de los propios reclamos, llevando consigo la sombra incipiente de una creciente despolitización. En tercer lugar entonces, en el discurso de la nueva democracia el problema de los derechos humanos encontraba sus cauces y sus límites en la imparcialidad de la justicia y es allí donde se brindarían las respuestas y soluciones. De esta forma, este discurso ordenaba y reasignaba la lucha por los derechos humanos a un lugar preciso con sus propios códigos y procedimientos. Aquel nuevo sujeto que había surgido en el seno del proceso de movilización popular contra la campaña represiva de la dictadura, era replegado en su nuevo contexto discursivo a los canales 16 Esta visión quedó plasmada en el famoso prólogo del informe final de la CONADEP, “En cuanto a la sociedad, iba arraigándose la idea de la desprotección, el oscuro temor de que cualquiera, por inocente que fuese, pudiese caer en aquella infinita caza de brujas […] porque se sabía de tantos que habían sido tragados por aquel abismo sin fondo sin ser culpable de nada […]. Todos caían en la redada […] Todos, en su mayoría inocentes de terrorismo o siquiera de pertenecer a los cuadros combatientes de la guerrilla, porque éstos presentaban batalla y morían en el enfrentamiento o se suicidaban antes de entregarse, y pocos llegaban vivos a manos de los represores”. Véase COMISION NACIONAL SOBRE LA DESAPARICIÓN DE PERSONAS (CONADEP), "Nunca Más. Informe de la Comisión Nacional sobre la Desaparición de Personas", Buenos Aires: Editorial Universitaria de Buenos Aires, EUDEBA, 1984. . institucionales donde su identidad y sus prácticas ganaban un nuevo sentido. 17 Es decir, desde este nuevo lugar, los familiares se convertían en querellantes y testigos, y su accionar quedaba condicionado a las reglas y procesos de la justicia. Podemos sugerir entonces que esta judializacion de la causa de los derechos humanos implicaba un debilitamiento –y en última instancia ocultamiento– de su politicidad de origen. Aquel pasado confortativo y desestabilizador de esta lucha se replegaba para dar paso a un presente donde las instituciones darían respuesta a sus reclamos. Ahora bien, la puesta en marcha de las dos instancias institucionales para dar solución pronta y de forma expeditiva al problema de los derechos humanos, abrió un espacio de revisión del pasado cuyos efectos resultaron difíciles de controlar y predecir por el nuevo gobierno democrático.18 Aquellas medidas que consolidarían la articulación entre democracia y derechos humanos poniéndole un fin definitivo al pasado reciente, se convirtieron en el puntapié inicial de su futuro distanciamiento. Es decir, la convocatoria multitudinaria de la CONADEP y las repercusiones del juicio a las juntas y su histórico fallo, en vez de encausar y de esta forma solucionar los reclamos de los familiares de las víctimas, finalmente desencadenaron un nuevo proceso de movilización popular y un desborde inesperado de los canales judiciales a través de la iniciación de centenares de nuevas causas contra las fuerzas armadas. Este desborde se tradujo en una crecientepolitización de la cuestión de los derechos humanos Esto es, desde distintos sectores sociales esta cuestión era retomada tanto como para presionar por una profundización 17 En varias ocasiones Alfonsín muestra su desacuerdo respecto la continuación de las movilizaciones de los grupos de derechos humanos. Véase por ejemplo las declaraciones del líder radical en ocasión de la cuarta Marcha de Resistencia de las Madres de Plaza de Mayo donde plantea que este tipo de acciones con objetivos políticos ajenos a los derechos humanos, iba a en contra de los intereses de la nación. Véase en todos los diarios del 22 de diciembre de 1984. 18 BARROS, Mercedes, Negotiating the Past: Truth, Justice and Human Rights in Argentina, Reino Unido, Universidad de Essex, 2000. de la política de revisión del pasado, como para mostrar su disconformidad y descontento con el desborde y aparente descontrol de la cuestión por parte del gobierno. Esta creciente politización impulsó nuevas medidas institucionales a través de las cuales el gobierno buscaba imponer los límites de su política de revisión del pasado y reafirmar su narrativa del pasado-presente.19 Las leyes de Obediencia Debida y Punto final fueron medidas que más allá de sus efectos legislativos, venían a estabilizar el sentido sobre el pasado que contaminaba y redefinía el presente. Como hemos explicado en otro lugar con más detenimiento20, en el espacio que se inauguró con el trabajo de la CONADEP y durante los meses en los que transcurrió el Juicio a las Juntas, no sólo se puso en jaque la lectura de la guerra sucia que había prevalecido bajo la dictadura, sino también se puso en cuestión aquella relación de equivalencia que se establecía en el discurso Alfonsinista entre las fuerzas militares y los grupos revolucionarios de izquierda respecto a su responsabilidad por la violencia política del pasado reciente. El lenguaje de los derechos humanos a través del cual se articulaban los reclamos de los familiares y de las victimas tomaba una dinámica propia y planteaba un nuevo juego en el cual se consolidaba la lectura de un pasado signado por el terrorismo de estado y por la implementación de un plan sistemático de crímenes aberrantes y abusos sin precedentes en el país. En este nuevo juego de lenguaje, los crímenes y abusos eran significados como delitos de lesa humanidad, delitos contra la humanidad toda que no aceptaban condiciones ni la imposición de límites políticos. Así fue como los condicionamientos que imponía la democracia sobre la causa de los derechos humanos fueron progresivamente caracterizados como una forma de claudicación y retroceso del nuevo gobierno 19 ABOY CARLÉS, Gerardo, op. cit., 2001. 20 BARROS, Mercedes, op. cit., 2000. democrático21; caracterización que finalmente erosionaría la inicial identificación de los grupos de derechos humanos con la causa de la democracia Alfonsinista. 22 La relación que inicialmente se concebía como una relación de contigüidad comenzó a plantearse en términos conflictivos y hasta antagónicos. El gobierno que había encarnado en sus origines la causa por los derechos humanos, aparecía poco tiempo más tarde como su principal opositor.23 Cabe aquí señalar que a pesar de este prematuro desencanto entre democracia y derechos humanos, los usos y sentidos que se desprendieron de aquella primera articulación política dejaron sus huellas en el imaginario político de la nueva etapa democrática. Por varios años, el énfasis en la inocencia de las víctimas, la apelación a la neutralidad política de los reclamos y el confinamiento de la lucha a la justicia condicionaron –aunque con resistencias– el sentido de los derechos humanos y su lucha en democracia.24 Asimismo, la desidentificación con 21ABOY CARLÉS, Gerardo, op. cit., 2001; ABOY CARLÉS, Gerardo, op. cit., 2004. 22 Este desencanto que tuvo lugar a fines de los años ochenta ha llevado a varios investigadores a enfatizar la radicalización de la lucha por los derechos humanos y al avance de un discurso anti-democrático dentro de las organizaciones (PEREYRA, Sebastián, “¿Cuál es el legado de del movimiento de derechos humanos? El problema de la impunidad y los reclamos de justicia en los noventa”, en SCHUSTER, Federico, NAISHTAT, Francisco, NARDACCIONE, Gabriel, PEREYRA, Sebastián (comp.), Tomar la palabra. Estudios sobre protesta social y acción colectiva en la Argentina contemporánea, Buenos Aires, Prometeo, 2005.). Creemos sin embargo que más que un desplazamiento anti-democrático, lo que sucedió en ese entonces fue un cuestionamiento a aquel sentido que se desprendía de la democracia Alfonsinista. Es decir, a la imparcialidad y neutralidad democrática que sobredeterminaba –y en ese sentido limitaba– el significado de la lucha por los derechos humanos en el país. 23 Como señala Aboy Carles el líder radical había delineado su política de revisión del pasado ya desde los tiempos de su campaña política y esta incluía límites precisos a los enjuiciamientos y la diferenciación por niveles de responsabilidad. Sin embargo, es a partir de la creciente politización de la cuestión de los derechos humanos y la pérdida de poder del discurso de la democracia que aquellos límites y diferenciación comienzan a ser vistos como una forma de claudicación del gobierno frente al poder militar. (ABOY CARLÉS, Gerardo, Las dos fronteras de la democracia argentina: la reformulación de las identidades políticas de Alfonsín a Menem, Rosario, Editorial Homo Sapiens, 2001. 24 Podemos encontrar rastros de esta forma particular de articulación y del significado que se deriva de esta en nuestro presente, cuando por ejemplo, en declaraciones recientes el ex presidente Eduardo Duhalde acusa a los organismos de derechos humanos, como la Asociación Madres de Plaza de Mayo, de “hacer política” y no luchar verdaderamente por el discurso de la democracia se tradujo en una crisis de identidad dentro de los grupos de derechos humanos que se plasmó en fracturas internas, disputas y diferencias que por largo tiempo marcaron decididamente su accionar y su repliegue a los confines del espacio socio-político. 25 3- Los derechos humanos en el vértice de la lucha contra toda impunidad26 Este repliegue de la cuestión de los derechos humanos que mencionamos más arriba cambió notoriamente a partir de los primeros años del nuevo milenio. Veinte años más tarde de aquel primer gobierno de la transición, los derechos humanos volvieron a ocupar un rol preponderante en la escena política nacional de la mano de Néstor Kirchner. Sin embargo, el nuevo proceso articulatorio que posibilitó esta renovada preponderancia tuvo implicancias muy diferentes de aquella primera forma de articulación, tanto en los usos y sentidos otorgados a la lucha por los derechos humanos como en la forma de adhesión e intensidad de la identificación que suscitó. Pasemos a analizar detenidamente las condiciones que hicieron posible este otro proceso de articulación política. Como mostramos más arriba, en el discurso alfonsinista la estrecha relación que se estableció entre democracia y derechos humanos se dio en un contexto político de protestas sociales generalizadas donde el discurso de los derechos humanos se había tornado en un discurso crecientemente disponible y los derechos humanos. Duhalde desde Tucumán pregunta, “Me enteré de que (Hebe) de Bonafini viene a hablar de política. ¿Por qué viene a hablar de política? ¿Que se cree ella?”. La Razón, 27, 05, 2011. 25 El nuevo lugar que se les asignaba encontró fuertes resistencias y finalmente no logro dejar atrásel legado que el pasado les asignaba. 26 Palabras de Néstor Kirchner, Mensaje Presidencial a la Honorable Asamblea Legislativa, 1-03-2004. legítimo. Frente a esta coyuntura, la posición solidaria con los reclamos de los familiares de las víctimas del propio Alfonsín, como así también las acciones y omisiones de sus adversarios políticos, posibilitaron la credibilidad de la articulación de la causa de los derechos humanos a la causa democrática. En el caso del discurso Kirchnerista, nuevamente nos encontramos con un escenario político turbulento. Los primeros años del nuevo milenio estuvieron signados por una crisis social, política e institucional sin precedentes en la historia de nuestro país. Durante los años 2001 y 2002, el clima de malestar generalizado se tradujo en un ciclo de protesta y movilización social que puso en jaque al sistema político en su conjunto y a las creencias que lo habían sostenido desde la reapertura democrática.27 En este nuevo escenario los movimientos sociales obtuvieron un significativo protagonismo que los posicionó como interlocutores legítimos frente a los devaluados representantes políticos. El movimiento de derechos humanos no fue ajeno a este protagonismo que mencionamos. Los distintos grupos que conformaban el movimiento tejiendo solidaridades con el resto de los movimientos de protesta tuvieron gran presencia en el nuevo ciclo de movilización social. Más aún, podemos sugerir que por momentos estos grupos lograron convertirse en la principal fuerza articuladora de este abanico diverso de protestas sociales. Aquí es necesario señalar este nuevo ímpetu y renovada fuerza de los grupos de derechos humanos había comenzado a gestarse ya a fines de la década del noventa.28 Bajo el segundo gobierno de Carlos Menem, una serie de efectos dislocatorios que resultaron de las repentinas 27 ABOY CARLÉS, Gerardo, op. cit., 2004; TORRE, Juan Carlos, “Los huérfanos de la política de partidos. Sobre los alcances y la naturaleza de la crisis de representación partidaria”, en Desarrollo Económico, vol. 42 Nº 168, Buenos Aires, 2003; NOVARO, Marcos y PALERMO, Vicente, op. cit., 2004; NAISHTAT, Francisco, “Argentina en la víspera de Diciembre 2001: la reificación simbólica de la gobernanza y el desencantamiento de la democracia representativa”, en SCHUSTER, Federico, NAISHTAT, Francisco, NARDACCIONE, Gabriel, PEREYRA, Sebastián (comp.), Tomar la palabra. Estudios sobre protesta social y acción colectiva en la Argentina contemporánea, Buenos Aires, Prometeo, 2005. 28 BARROS, op. cit., 2009. declaraciones y muestras de arrepentimiento de importantes actores sociales con respecto al rol que habían desempeñado durante la última dictadura militar, provocaron una nueva embestida de los grupos de derechos humanos en la escena política nacional.29 La reactivación del pasado que estas declaraciones implicaron no encontró cabida ni respuesta en el discurso oficial donde primaba la idea de pacificación nacional.30 El resurgimiento de estos grupos tuvo lugar entonces alrededor de una crítica a aquel anhelo de unidad y reconciliación nacional que en la interpretación de estos grupos no era más que una nueva forma engañosa de continuar con la impunidad en la nueva fase democrática. La lucha por los derechos humanos se redefinía de esta manera en oposición a la impunidad del pasado más reciente, es decir, a la falta de justicia, verdad y memoria en democracia con respecto a los crímenes cometidos por la última dictadura militar.31. Asimismo, estos crímenes y la dictadura se vinculaban crecientemente a un proyecto político y económico que se remontaba a la década del setenta y que perduraba hasta la actualidad.32 29 Véase por ejemplo las confesiones de Adolfo Scilingo (VERBITSKY, Horacio, El Vuelo, Buenos Aires, Sudamericana, 1995) y de Victor Ibáñez (La Prensa, 25-04-1995). Véase también las declaraciones del entonces Jefe del Estado Mayor del Ejército, General Martín Balza Clarín, 26-04-1995 30 ABOY CARLES, op. cit., 2001. 31 (BARROS, op. cit., 2009; PEREYRA, Sebastián, “¿Cuál es el legado de del movimiento de derechos humanos? El problema de la impunidad y los reclamos de justicia en los noventa”, en SCHUSTER, Federico, NAISHTAT, Francisco, NARDACCIONE, Gabriel, PEREYRA, Sebastián (comp.), Tomar la palabra. Estudios sobre protesta social y acción colectiva en la Argentina contemporánea, Buenos Aires, Prometeo, 2005) La aparición de una nueva agrupación dentro del movimiento de derechos humanos, Hijos por la Identidad y la Justicia contra el Olvido y el Silencio (H.I.J.O.S.) expresaba claramente esta nueva ofensiva y revelaba también este otro significado que los grupos le otorgaban de manera creciente a su lucha. Véase http://www.hijos.org.ar/ 32 Esta crítica y nueva lectura del pasado puede verse claramente en las declaraciones conjuntas de los grupos de derechos humanos con el motivo de la conmemoración del vigésimo aniversario del golpe de estado de 1976: “El 24 de marzo de 1976 se instauró la más feroz dictadura de la historia argentina, que implantó el terrorismo de Estado. Con su política antinacional, anti-popular y pro-imperialista, consolidó las bases del modelo de exclusión actual […] A fin de evitar la capacidad de regeneración del movimiento popular se hizo desaparecer, se recluyó en centros clandestinos de detención, se torturó, se puso en prisión y se asesinó a decenas de miles de argentinos...” (Citado por LORENZ, Federico, “¿De quién es el 24 de marzo? Las luchas por la memoria del golpe de 1976”, en JELIN, Elizabeth, La conmemoraciones: las disputas en las fechas in-felices, Madrid, Siglo XXI, 2003, pags. 88-89) De esta forma la lucha contra la impunidad era entonces también una lucha contra aquel modelo de exclusión social y desigualdad del pasado y del presente. Esta lucha también implicaba el trazado de una línea de continuidad entre las generaciones de aquel pasado y del nuevo presente. Las víctimas del terrorismo de estado poco a poco perdían su condición de inocencia para recuperar su militancia política y sus ideales de izquierda.33 Desde allí, desde su común enfrentamiento con aquel proyecto político económico, los grupos de derechos humanos se unían a la lucha de aquellas generaciones de militantes de los años setenta y con ellas al resto de los movimientos de protesta del nuevo milenio. Este posicionamiento los convirtió entonces en una de las voces de expresión y canalización del malestar social que predominaba en los años 2001 y 2002 con mayor legitimidad y credibilidad. Es con este telón de fondo de protesta social generalizada, de inusitado protagonismo de los movimientos sociales, junto con la contracara de una devaluada clase política en crisis, y de un rol activo de los grupos de derechos humanos, que podemos comprender uno de los procesos articulatorios centrales que dieron forma al proyecto político Kirchnerista y que se tradujo en su política oficial de derechos humanos. Debemos señalar aquí que varios enfoques se remontan a aquel clima político de los años 2001 y 2002 para explicar el acercamiento de Kirchner a los derechos humanos, pero lo hacen presuponiendo cierta relación de exterioridad entre ese contexto particular y el proyecto político en cuestión lo que los conduce en parte a conclusiones diferentes a las que aquí se intentan plantear. Dentro de aquel tipo de enfoques que mencionamos, por ejemplo, Juan Carlos Torre plantea como Kirchner al igual que Perón en 1946, se enfrentó al desafío de construir a partir de las alturas del Estado poder político-partidario, o en todo caso, ganar apoyos políticos 33 CARNOVALE, op. cit., 2003. organizados en la sociedad a los efectos de consolidar su dominio sobre las institucionesde gobierno.34 Frente al clima político crítico y denuncialista hacia los sectores políticos tradicionales, Kirchner se puso a tono con los humores de la opinión pública y decidió entonces abrir sus puertas a los líderes de los movimientos de desocupados y de derechos humanos en busca de aquella afamada aprobación y adhesión popular. Como sugiere este autor, las acciones y muestras de solidaridad con los grupos de derechos humanos del entonces presidente Kirchner respondieron a una estrategia política a través de la cual se intentó, en primer término ganar cierto apoyo popular para luego capitalizar ese apoyo en apoyo partidario. En este tipo de planteos entonces vemos como el agente político aparece en una posición de exterioridad de su contexto político-social, lo que le posibilita una evaluación racional de las opciones en juego y eventualmente lo lleva a una decisión política guiada por sus intereses e intenciones particulares. Nuestro rastreo de las condiciones de posibilidad del proceso articulatorio de derechos humanos y Kirchnerismo toma un giro diferente. Es decir, lo que intentemos mostrar a través de este rastreo es que los proyectos políticos no surgen ex nihilo sino más bien en un contexto de relativa estructuralidad que posibilita pero también limita cierto tipo de articulación política.35La idea de relativa estructuralidad es importante aquí ya que desvía nuestra atención de un análisis de las meras intenciones o intereses de los agentes, como asimismo de los límites impuestos por estructuras de sentido subyacentes, y más bien dirige nuestra mirada hacia la disponibilidad y prevalencia de lenguajes políticos en y a través de los cuales los agentes sociales se identifican políticamente 34 TORRE, Juan Carlos, “Los huérfanos de la política de partidos. Sobre los alcances y la naturaleza de la crisis de representación partidaria”, en Desarrollo Económico, vol. 42 Nº 168, Buenos Aires, 2003. 35 En este sentido podemos hablar de una relación de sobredeterminacion. Véase al respecto LACLAU, Ernesto, New Reflections on the Revolution of Our Time, Londres, Verso, 1990. y batallan por dar sentido al mundo que los rodea. En este sentido el Kirchnerismo como proyecto político se produce en un ámbito histórico e institucional específico, y toma su forma a través de la puesta en marcha de estrategias discursivas particulares que están supeditas a la disponibilidad de ciertas prácticas discursivas que hacen a la vida política de nuestra comunidad en un momento determinado. Lo interesante desde esta mirada entonces es poder entender cómo en la presencia de cierto contexto discursivo este proyecto se constituye poniendo en juego y haciendo propio aquellos lenguajes y significantes existentes y no otros. Aquellos acercamientos e intentos de explicación que buscan comprender esta nueva identidad política centrando su atención en los porqué de ciertas estrategias, buscando adivinar las intenciones ocultas, o hurgando en los intereses egoístas y particulares de la figura principal de este proyecto político, parten de una concepción de un sujeto político constituido de antemano, ajeno y exterior a las circunstancias que lo rodean, que todo lo puede, o al menos que todo lo intenta para lograr sus fines. Como nos muestra el análisis de Torre, Kirchner, evaluando la coyuntura particular en la cual gana las elecciones, decide estratégicamente acercarse a los movimientos sociales y no a las estructuras partidarias tradicionales para construir su poder para luego a través de la operación de la así llamada transversalidad lograr estabilizar su apoyo partidario. Ahora bien, de este tipo de enfoque derivan toda una serie de afirmaciones y valoraciones peyorativas acerca de la política de derechos humanos del Kirchnerismo que le atribuyen a ésta un origen, mezquino, engañoso, y oportunista. Detrás de cada una de las acciones del gobierno respecto a los derechos humanos subyace una estrategia política que nada tiene que ver con la verdadera causa de los derechos humanos, sino más bien con intereses electoralistas, demagógicos, o de otra índole. Estas acusaciones y también las respuestas que se han generado para contrarestarlas se remontan al pasado para buscar allí aquellas intenciones verdaderas de las figuras protagónicas del Kirchnerismo, tendiendo así a esencializar esta identidad, desprendiéndola de su contexto discursivo, es decir de aquellas relaciones que le dan forma y sentido.36 De la misma manera, en estas aseveraciones y argumentos cruzados se esencializa la causa por los derechos humanos, es decir, se ancla esta lucha a una forma particular de articulación que se remonta a principios de los años ochenta y la fija así a ciertos predicados que como vimos no son más que contingentes y arbitrarios.37 Ahora bien, nuestra perspectiva de análisis, como adelantamos más arriba, nos aleja de de aquel sujeto político preconstitutido y que todo lo puede, y nos conduce a un sujeto que se constituye como tal en el andar, en el decir, en el hacer. Por esta razón más que en los porqués del Kirchnerismo, es decir en la búsqueda de sus verdaderas esencias, nos situamos en el cómo este proyecto político ha ido adquiriendo la identidad que lo caracteriza y define a partir de la constitución de un sistema de relaciones con otras identidades y a través de la exclusión de una radical 36 Existen innumerables ejemplos de afirmaciones y acercamientos de esta índole tanto en el ámbito académico como en el campo de los medios de comunicación, basta abrir las páginas y leer las varias editoriales de La Nación o Clarín para corroborarlo. Véase, por ejemplo, una muestra de lo que sugerimos en la crítica de Beatriz Sarlo hacia Néstor Kirchner y su repentino y falso acercamiento a los derechos humanos, SARLO, Beatriz, La audacia y el cálculo. Kirchner 2003-2010, Bs. As., Sudamericana, 2011. Véase a su vez, la respuesta de Horacio Verbitsky hacia Sarlo en el matutino porteño Pagina 12, donde el autor para responderle recurre a un video que circula hoy en internet donde el entonces muy joven Néstor Kirchner reivindica la lucha por los derechos humanos y pide por el castigo a los culpables de la represión. Pagina 12, 29-05-2011. 37 Un buen ejemplo de lo que decimos se encuentra en una editorial de Luis Alberto Romero para la Gaceta de Tucumán, donde en palabras del autor “Hay algo importante de los derechos humanos que desaparece, por la doble acción del Estado corruptor y de organizaciones devenidas cuasi corporaciones: la existencia de un poder moral construido al margen del Estado y capaz de interpelarlo en nombre de los principios. Es indudable que esta política, que gira hacia la arbitrariedad, el faccionalismo y la colusión, satisface el imaginario militante de los 70, a los profesionales de los derechos humanos y también a quienes han asumido la función admonitoria de la memoria, incluidos el tono elevado y el índice levantado. Lo difícil es colocar esta política en la línea tradicional de los derechos humanos, los de 1789 y 1948, que siempre puso el acento en las garantías individuales, en el estado de derecho y, en general, en el empleo institucional del poder. Me temo, en suma, que los derechos humanos de 2003 no son los mismos que los de 1983”. ROMERO, Luis Alberto, “Derechos humanos, ¿de qué estamos hablando?” (La Gaceta, 7-06-2008) otredad que al mismo tiempo que la niega, posibilita su existencia38. Es precisamente en relación a esa radical otredad que podemos iluminar los inicios de la relación de estrecha contigüidad que comenzó a construirse entre derechos humanos y Kirchnerismo. Como ha sido señalado por Aboy Carles, el discurso de Néstor Kirchner comienza a tomar forma a través del trazado de una doble frontera política.Por un lado, una frontera que excluía un pasado reciente encarnado en el menemismo y las consecuencias sociales del proceso de reformas del mercado, y por otro lado, una frontera más ambiciosa que excluía a un pasado más remoto que se remontaba a la dictadura militar y cuyas consecuencias y efectos se prolongaban hasta el presente. 39Ya en su primer discurso como presidente podemos ver como comienza a esbozarse esta doble ruptura y a definirse los adversarios políticos de este incipiente proyecto político. Respecto a la primera ruptura, el nuevo presidente electo en aquella ocasión expresó: En la década de los 90, la exigencia sumó la necesidad de la obtención de avances en materia económica, en particular, en materia de control de la inflación. La medida del éxito de esa política, la daba las ganancias de los grupos más concentrados de la economía, la ausencia de corridas bursátiles y la magnitud de las inversiones especulativas sin que importara la consolidación de la pobreza y la condena a millones de argentinos a la exclusión social, la fragmentación nacional y el enorme e interminable endeudamiento externo. … (Discurso de la toma de posesión presidencial, Discursos Presidenciales 25- 05-2003) 38 LACLAU, E., op. cit., 1990. 39 ABOY CARLES, op. cit., 2005. Ahora bien, en este primer discurso operaba ya también aquella otra frontera que como dijimos tenía un carácter más ambicioso y que su trazado abarcaba y contenía aquella primera ruptura. En lo penal, en lo impositivo, en lo económico, en lo político, y hasta en lo verbal, hay impunidad en la Argentina. En nuestro país, cumplir la ley no tiene premio ni reconocimiento social… No habrá cambio confiable si permitimos la subsistencia de ámbitos de impunidad… Rechazamos de plano la identificación entre gobernabilidad e impunidad que algunos pretenden. Gobernabilidad no es ni puede ser sinónimo de impunidad. Gobernabilidad no es ni puede ser sinónimo de acuerdos oscuros, manipulación política de las instituciones o pactos espurios a espaldas de la sociedad. (Discurso de la toma de posesión presidencial, 25-05-2003) Esta otra ruptura se organizaba alrededor de una crítica que no se anclaba en nombres propios del pasado reciente, sino más bien, se articulaba alrededor de la noción de impunidad por medio de de la cual se nombraba y significaba a un proceso de larga data que situaba a los gobiernos democráticos precedentes en una línea de continuidad con la última dictadura militar. Los acuerdos oscuros, la manipulación, y los pactos a espaldas de la sociedad que nombraba Kirchner eran claras muestras de aquella continuidad y venían a darle contenido a la impunidad en democracia. En un extracto de otro de sus discursos esta línea de continuidad queda claramente establecida: Si bien es gravísimo, tremendamente grave lo que pasó con la dictadura genocida en la Argentina, también ha sido muy grave lo que pasó en la etapa democrática. Sin querer apuntar a nadie, honestamente se los digo, pero durante muchos años miles y miles de hombres y mujeres que participamos de la vida política argentina, aceptamos como método de convivencia, y lo hicimos como una necesidad para que la democracia pueda sobrevivir, el marco de la impunidad concreta. De una forma o de otra, con más vergüenza, con menos vergüenza, con más o menos sentimientos, con más o con menos carga de conciencia, la realidad, cuando se escriba la historia de estos tiempos, sé que va a ser muy dura en este aspecto, por más justificaciones históricas que se quieran buscar, por estos 20 años de democracia en este sentido. (Discurso Presidencial por el Día Nacional de la Memoria por la Verdad y la Justicia, 24-03-2004) Como podemos ver, la crítica esbozada por Kirchner ponía en juego y hacia propio aquel lenguaje político –con sus usos y sentidos– que había nutrido y dado forma a los reclamos de los grupos de derechos humanos, y que como hemos mostrado, se había tornado en un lenguaje crecientemente disponible y creíble en el contexto de la crisis del 2001. En y atreves de ese lenguaje, Kirchner recuperaba aquella narrativa de un pasado signado por la injusticia, el silencio, y la complicidad y se unía así a las luchas contra la impunidad. Desde allí, desde su común oposición a la impunidad del pasado, Kirchner establecía una relación de equivalencia con los grupos de derechos humanos y sus reclamos, en sus palabras: Hablemos claro: no es rencor ni odio lo que nos guía y me guía, es justicia y lucha contra la impunidad (Discurso Presidencial por el Día Nacional de la Memoria por la Verdad y la Justicia, 24-03- 2004) Desde ese común enfrentamiento, Kirchner tempranamente se presentaba como la presencia de aquello que había estado ausente en estos últimos años de vida en democracia. Más allá de las experiencias y logros del pasado, obviando las medidas de revisión del pasado de gobiernos anteriores y de medidas reparatorias concretas que se habían tomado, Kirchner se erigía desde aquella primera instancia como la fuerza política capaz de encarnar la ruptura con el pasado de impunidad. Volviendo a aquel primer discurso de asunción, Kirchner decía: Vengo, en cambio, a proponerles un sueño: reconstruir nuestra propia identidad como pueblo y como Nación; vengo a proponerles un sueño que es la construcción de la verdad y la Justicia. (Discurso de asunción presidencial, 25-05-2003) Ahora bien, fue en el transcurso de la anulación de las leyes de Obediencia Debida y Punto Final entre los meses de junio y septiembre del año 2003 que esta ruptura que Kirchner había esbozado comienza a ganar impulso y credibilidad. Durante estos meses, la iniciativa legislativa de anular las leyes del perdón, que como cabe señalarse, originariamente provenía no de las filas del oficialismo sino de los sectores de izquierda y que respondía a un reclamo histórico de los mismos, sería finalmente percibida como una embestida del propio presidente en su lucha contra la impunidad. Esta lectura que comienza a imponerse en la coyuntura política nacional tuvo mucho que ver con las acciones de Kirchner pero también con las repercusiones y respuestas que se generaron en el resto de los actores políticos y sociales. Desde el gobierno, dentro de la misma estrategia discursiva que venía sosteniendo, Kirchner no solo expresó su apoyo a la posible anulación sosteniendo que ”siempre estuve en contra de las leyes”, y caracterizándolas como “normas para mantener impunidad” (Clarin, 31- 07-2003), sino que también dio muestras claras y concretas respecto a su posición a favor de la reapertura de los procesos judiciales contra personas involucradas en la represión. En este sentido, en el transcurso de los tres primeros meses de su gobierno, Kirchner derogó el decreto que prohibía la extradición de militares argentinos sancionado por el gobierno de De La Rua y ratificó un convenio internacional sobre la imprescriptibilidad de los crímenes de guerra y delitos de lesa humanidad (Clarin, 11-8-2003). Como decíamos sin embargo, esta posición de Kirchner fue reforzada y validada por el resto de las actores políticos y sociales que identificaron al nuevo presidente como el principal impulsor de estas medidas40 y que vincularon estrechamente la posición a favor o en contra de la anulación de las leyes con una posición a favor o en contra de Kirchner. 41 De tal manera, una vez anuladas las leyes del perdón por el congreso, Kirchner finalmente se convirtió en el principal vencedor, y la frontera que lo separaba del pasado de impunidad adquirió una inusitada fuerza e intensidad. Esta fuerza de frontera situó a Kirchner no sólo en una relación de solidaridad con la demanda de derechos humanos sino que lo constituía en la encarnación misma de la lucha porla verdad, por la memoria y por la justicia en el país. Kirchner venía a restaurar aquello que había estado ausente y faltante en la Argentina democrática. Tras la anulación de las leyes fue el mismo Kirchner quién entregó el decreto que ponía en vigencia la anulación de las leyes a los grupos de derechos humanos y unos pocos días más tarde expresó: Ahora, con la nulidad de las leyes está la posibilidad de restaurar definitivamente la justicia perdida. Espero que los 40 Véase por ejemplo las declaraciones de la titular de Abuelas de Plaza de Mayo, Estela de Carlotto que dijo que esa organización "ha aplaudido y seguirá aplaudiendo" las medidas del Gobierno para terminar con la impunidad y adelantó que harán "lobby" en el Congreso para promover la anulación de las leyes exculpatorias. En sentido inverso, véase también las declaraciones del ex jefe del ejército, teniente general Ricardo Brinzoni, “hay como una regresión al pasado en el tema militar y no me parece que sea bueno plantear ante la opinión pública situaciones ocurridas hace 25 años cuando las Fuerzas Armadas miran hacia el futuro"… "En la República Argentina han habido leyes, sentencias y condenas y me parece que no hay motivo para ser convocados por otro tipo de justicia” (Clarín, 23-07-2003). Este mismo relato se plasmó en los medios de comunicación donde en varias ocasiones se hizo hincapié en las presiones del presidente Kirchner para lograr la anulación de las leyes (Clarín, 30-07-2003. 10-08-2003, 11-08-2003, 12-08-2003). 41 Dentro del propio bloque parlamentario del partido justicialista el debate en torno a la anulación de las leyes se dio finalmente en torno a estar a favor o en contra de Kirchner. (La Nación, 22-08-2003). argentinos podamos enorgullecernos ante nosotros y ante el mundo porque en el país se terminó con la impunidad. También sostuvo, Creo que en la Argentina tiene que haber justicia, tiene que haber memoria, porque en un país que no tiene memoria y en un país que no tiene justicia se hace muy difícil construir un futuro. (Clarín, 3-09-2003). Estos efectos de frontera se hicieron visibles en las palabras y actos de identificación de los organismos de derechos humanos con la figura de Kirchner.42 En el transcurso de unos pocos meses, la relación de contigüidad entre los derechos humanos y el nuevo gobierno que se esbozaba desde el discurso oficial encontraba una respuesta favorable entre los distintos grupos. En una de las primeras entrevistas con el gobierno, Hebe de Bonafini, presidente de la asociación Madres de Plaza de Mayo, expresó: Kirchner no es como los demás. Ha empezado a hacer algunas de las cosas con las que todos estuvimos soñando desde hace mucho tiempo. En este mismo sentido, a poco tiempo de anuladas las leyes, Estela de Carlotto también decía: El presidente Kirchner es un ignoto que está haciendo más de lo que prometió hacer. (Diario Rio Negro, 8- 03-2004) 42 Por estos actos entiendo toda una serie de acciones que los grupos de derechos humanos comienzan a llevar a cabo, como por ejemplo, acudir a la casa de gobierno en reiteradas ocasiones, organizar eventos en forma conjunta con el gobierno, participar de actos oficiales, etc. Es pertinente señalar aquí como en ambos testimonios –entre muchos otros de similar tono– Kirchner aparecía como ofreciendo algo más que lo esperable, más que una respuesta previsible a un reclamo preciso y particular. Kirchner, en cambio, por medio de la apelación a la justicia, a la verdad y a la memoria, se presentaba como aquel que hacia presente aquello soñado pero impensado y siempre ausente, restaurando la experiencia de plenitud comunitaria. De esta manera, el nuevo presidente era representado como lo inesperado, lo heterogéneo frente a la homogeneidad de un pasado signado por la impunidad. Este carácter novedoso y rupturista puede concebirse como la expresión de una desmesura o un exceso en relación al orden de las cosas previo a su aparición. Desmesura que fue puesta en acto una y otra vez en cada una de las medidas que el gobierno de Kirchner tomó en relación a los derechos humanos en los meses venideros, por ejemplo en la creación del Museo de la Memoria en la Escuela de Mecánica de la Armada, en la orden de retirar los cuadros de Videla y Bignone del Colegio Militar, en el pase a retiro de militares acusados de delitos de lesa humanidad y en las reiteradas enunciaciones condenatorias a la represión ilegal de la última dictadura militar. A través de estos actos de desmesura, el discurso de Kirchner irrumpía en el presente y modificaba irreparablemente lo establecido hasta el momento en relación a los derechos humanos. Este discurso ponía en cuestión viejos conceptos y lenguajes y traía consigo nuevos usos y sentidos, que si bien, como vimos estaban disponibles ya en ciertos reductos de lo social, su puesta en juego en un nuevo contexto discursivo los convertía en novedosos y subversivos.43 En esta puesta en juego se ponía en cuestión 43 En este sentido, esta desmesura tiene que ver justamente con el momento político por excelencia, es decir, con aquel momento de institución de lo social a partir del cual se pone en cuestión el orden comunitario establecido y sus significados y a su vez se crean aquella interpretación del pasado que había prevalecido en el imaginario político desde los tiempos de Alfonsín a partir de la cual los derechos humanos habían quedado entrampados en la imparcialidad democrática frente a la violencia política de los dos demonios44. La imparcialidad de la democracia y de su justicia, como vimos, había situado a los derechos humanos en el terreno de la inocencia, la neutralidad y la despolitización. El discurso de Kirchner desplazaba radicalmente la teoría de los dos demonios y los significados que se desprendían de aquella. La doble frontera que separaba al nuevo gobierno del pasado reciente y remoto y que lo convertía en la encarnación misma de la lucha contra toda impunidad, también lo unía en una relación estrecha de solidaridad no solo con los familiares de las víctimas de la represión, como vimos más arriba, sino con las victimas mismas. En sus palabras: Por eso, hermanas y hermanos presentes, compañeras y compañeros que están presentes por más que no estén aquí, Madres, Abuelas, chicos: gracias por el ejemplo de lucha. Defendamos con fe, con capacidad de amar, que no nos llenen el espíritu de odio porque no lo tenemos, pero tampoco queremos la impunidad. Queremos que haya justicia, queremos que realmente haya una recuperación fortísima de la memoria y que en esta Argentina se vuelvan a recordar, recuperar y tomar como ejemplo a aquellos que son capaces de dar todo por los valores que tienen y una generación en la Argentina que fue capaz de hacer eso, que ha dejado un ejemplo, que ha dejado un sendero, su vida, sus madres, que ha dejado sus abuelas y que ha dejado sus hijos. Hoy están presentes en las manos de ustedes. nuevas configuraciones de sentido inconmensurables con el orden anterior (LACLAU, Ernesto y MOUFFE, Chantal, Hegemony and Socialist Strategy, Londres, Verso, 1985) 44 BARROS, op. cit., 2006. impunidad (Discurso Presidencial por el Día Nacional de la Memoria por la Verdad y la Justicia, 24-03-2004) Esta relación estrecha se consolidaba cuando el mismo se posicionaba como parte de la generación diezmada por la dictadura, Les vengo a proponer que recordemos los sueños de nuestros patriotas fundadores y de nuestros abuelos inmigrantes y pioneros, de nuestra generación que pusotodo y dejó todo pensando en un país de iguales. (Discurso de asunción presidencial, 25-05-2003) También ganaba fuerza con las respuestas que generaba. Para citar solo alguna de estas, luego de una entrevista con Kirchner, la presidenta de Abuelas de Plaza de Mayo decía, “siento que estoy al lado de mi hija”. (Clarín, 8-8-2003). Esta relación de igualdad que operaba en el discurso de Kirchner implicaba la inclusión en el campo de lo legítimo de todos aquellos jóvenes idealistas de izquierda y de su lucha revolucionaria. A su vez, esta relación se sostenía sobre la exclusión de los sectores comprometidos con la represión ilegal y con aquel modelo de país de exclusión y desigualdad que se iniciaba en la dictadura y que había encontrado su auge en la década del noventa. Como resultado de esta operación de inclusión y exclusión que funcionaba con el telón de fondo de la doble ruptura Kirchnerista, la lucha contra la impunidad era así también una lucha contra la desigualdad y contra la exclusión social. De esta manera y en el discurso de Kirchner, la demanda por los derechos humanos, por justicia, por verdad y por memoria se articulaban a la lucha por la inclusión, por la igualdad y por un proyecto de nación que nos incluya a todos. En palabras de Kirchner: Aquella bandera y aquel corazón que alumbramos de una Argentina con todos y para todos, va a ser nuestra guía y también la bandera de la justicia y de la lucha contra la impunidad. Dejaremos todo para lograr un país más equitativo, con inclusión social, luchando contra la desocupación, la injusticia y todo lo que nos dejó en su última etapa esta lamentable década del ’90 como epílogo de las cosas que nos tocaron vivir.(Discurso Presidencial por el Día Nacional de la Memoria por la Verdad y la Justicia, 24-03-2004) Por primera vez entonces, un gobierno de la democracia reivindicaba la lucha y militancia de los años setenta, haciéndose partícipe de aquellos ideales y reclamos. La parcialidad de este discurso rompía así definitivamente con la imparcialidad democrática de los años ochenta y posibilitaba nuevos juegos de lenguaje a partir de los cuales se subvertían los ahora viejos sentidos alrededor de los derechos humanos. La reivindicación por aquellos militantes que habían dado su vida por sus ideales ponía en jaque a la figura de la víctima inocente y desplazaba a la lucha por los derechos humanos del terreno de la neutralidad política y de la imparcialidad de la justicia hacia el ámbito de las luchas populares en contra de la exclusión y desigualdad social del presente y del pasado. Así, en oposición a las tendencias despolitizadoras de los años ochenta y noventa, los reclamos por los derechos humanos tenían que ver con aquel espíritu de lucha y confrontación de hoy y de ayer, y adquirían un carácter inclaudicable, que no encontraba condicionamientos y limites, las luchas por los derechos humanos aparecían, en palabras de Kirchner, “en el vértice de la lucha contra toda impunidad”.45 45 Palabras de Néstor Kirchner, Mensaje Presidencial a la Honorable Asamblea Legislativa, 1-03-2004. Esta nueva configuración de sentido posibilitaba y legitimaba un tipo de lucha y una forma de identidad que poco tenía que ver con aquella identidad imaginada durante los años ochenta, bajo el discurso de la nueva democracia. Aquella lucha replegada en ese entonces al ámbito de la justicia, en donde se borraba su politicidad de origen, hoy encuentra su lugar entre aquellos que luchan por la igualdad y la inclusión social. Como señalamos en la introducción, es esta forma de desmesura del discurso de Kirchner lo que ha generado toda una serie de consideraciones peyorativas acerca del Kirchnerismo y los derechos humanos, que lo presentan como aquel que manipuló, alteró y corrompió a aquello que aparecía como incorruptible. Todas estas varias y diversas críticas tienen en común el rechazo a la politización que ha implicado el discurso de Kirchner en materia de derechos humanos. Es decir, la puesta en cuestión y alteración de aquella articulación política que prevaleció en la Argentina reciente desde el comienzo de la democracia que ataba los derechos humanos a la imparcialidad democrática y que (de)sujetaba al movimiento por los derechos humanos al ámbito de la institución judicial. Desde aquel rechazo común, los nuevos usos y sentidos que adquirieron los derechos humanos en la Argentina del nuevo milenio son rechazados en nombre de los verdaderos derechos humanos, en nombre de los verdaderos activistas y de las verdaderas organizaciones. Aquella nostalgia queda plasmada en las palabras de José Luis Romero: “Me temo, en suma, que los derechos humanos de 2003 no son los mismos que los de 1983” (La Gaceta, 7-06- 2008) Bibliografía: ABOY CARLÉS, Gerardo, Las dos fronteras de la democracia argentina: la reformulación de las identidades políticas de Alfonsín a Menem, Rosario, Editorial Homo Sapiens, 2001. 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