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La nueva crisis energética

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La nueva crisis energética 
Los precios de la electricidad en Europa se han disparado; solo en septiembre, las 
subidas han oscilado entre el 35% y el 40%. Gran parte del problema está en la 
lógica de la fijación de tarifas a nivel de la Unión, que pondera de manera 
proporcionalmente mayor a la energía más cara —la fósil—, en la que Europa es 
importadora neta. 
Las crecientes tarifas de electricidad derivan en un problema social —y político— 
para los países europeos, de manera que se están esforzando en buscar 
soluciones para la población de escasos recursos. 
En los EEUU, el incremento sostenido de los precios del petróleo está 
comenzando a afectar los precios de la gasolina. El actual presidente, Biden, es 
proclive a la introducción de energías alternativas y es conocido por no ser muy 
cercano al empresariado petrolero. Pero de nuevo el impacto político de un 
fenómeno económico inspira acciones de mitigación: ante el panorama de 
elecciones legislativas del próximo año, Biden se verá obligado a negociar con las 
petroleras y —eventualmente— conversar con Arabia Saudita, su aliado favorito 
en el Oriente Medio, para que el precio de la gasolina no supere niveles que sean 
electoralmente peligrosos. 
Detrás del incremento de los precios del petróleo, el gas y sus derivados podemos 
encontrar siempre el trazo de la especulación —financiera y de la otra—. La OPEP, 
en este momento, está produciendo aproximadamente 747,000 barriles diarios 
por debajo del nivel fijado por dicho cártel para este año. Por un lado, los 
productores de petróleo pretenden resarcirse de la crisis de 2020, cuando el 
promedio mínimo mensual llegó a los $us 18 por barril. 
Por otro lado, el incremento de la demanda, producto de la reactivación en el 
mundo desarrollado, ha encontrado un sector petrolero que, a nivel mundial, 
estaba sin liquidez y con un significativo retraso en la inversión y esa es otra de las 
causales que impiden que la oferta vaya al paso de la demanda de crudo. Muchos 
pozos han sido abandonados y muchos proyectos de perforación han sido 
suspendidos. Reactivar el sector no es tan inmediato como parece. Se estima que 
se requieren aproximadamente $us 542.000 millones de inversión anual, pero el 
sector está invirtiendo $us 352.000 millones. 
El impacto que tiene la exportación de productos primarios en el país de alguna 
manera ha estado vinculado a los ciclos de estabilidad y conflicto político. En su 
momento, el precio del estaño era el que mayor incidencia tenía para la 
estabilidad económica del país. Luego fue el gas. No podemos inferir 
necesariamente que una caída del precio del gas haya sido determinante para 
guiar la vida política del país, pero de que influye, influye. 
Seguramente nos vamos a encontrar con hallazgos por demás interesantes si 
hacemos el ejercicio de analizar los promedios mensuales del precio del gas en 
los momentos más críticos de la historia reciente, por ejemplo, dando un contexto 
más rico a lo sucedido en las elecciones de 2010, 2014, al referéndum de 2016 y a 
las elecciones de 2019 y 2020. Algún autor habló en su momento de “la maldición 
de los recursos naturales”. 
Esta vinculación entre los precios internacionales de las materias primas y la vida 
política y económica para países como Bolivia, altamente dependientes de un 
puñado de productos primarios de exportación, nos lleva a la lógica conclusión de 
que debemos aprovechar los momentos de bonanza para diversificar nuestras 
exportaciones. 
Suena más fácil decirlo que hacerlo. Superar décadas de sobre especialización 
exportadora implica destinar por lo menos dos o tres lustros al desarrollo de 
sectores alternativos. Y esa tarea, en un país que no termina de resolver sus 
problemas de inestabilidad y hasta prebendalismo, es complicada. Pero no 
imposible. En algún momento podemos empezar a cambiar la cultura política y 
de gestión estratégica del Estado. 
Como quiera que sea, esta es una coyuntura favorable para el país, puesto que la 
venta del gas —cuyo precio está asociado al del petróleo— es una de las 
principales fuentes de divisas y —más importante aún— de renta estatal. Si el 
precio del petróleo está bien, el Tesoro está bien y el país está bien. 
Es en estos momentos en los que se activan negociaciones, acuerdos y 
compromisos de inversión, que pueden proyectar el crecimiento del sector en el 
mediano y en el largo plazos. Se avizora que esta veta de oportunidades puede 
durar algunos años, pero no es eterna. La premura, por lo tanto, es crucial.

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