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1 Conferencia “Universidad Libre 100 Años Educando en Libertad para la Justicia y la Paz” del Vicepresidente de la Universidad Libre, Jorge Gaviria Liévano, el 13 de febrero de 2023, centenario de la apertura de las aulas en Bogotá, (Auditorio Benjamín Herrera, Campus de La Candelaria ) El impactante y monumental retrato al óleo del General Benjamín Herrera ataviado con sus arreos masónicos del grado 33 , que será más tarde desvelado con la amable presencia de su autor, el notable artista Hernando Sánchez, es el mejor homenaje que, adelantado por el Programa Centenario, le podemos hacer todos a la memoria de nuestro fundador, en una fecha tan significativa como la que se conmemora en esta casa al cumplir cien años de estar irradiando las luces de una continua enseñanza libre a la juventud colombiana. El General Herrera, con Bolívar y Santander, fervientes masones como él, formarán el triángulo que presidirá el espacio de entrada a este Auditorio, que lleva el nombre del ilustre fundador. Y los actos de hoy, lejos de significar el cierre de un ciclo, marcan el instante en que comienza otro. Ingresemos desde ya con paso firme en una nueva etapa que, sin alterar ni en una sola línea nuestros valores tutelares, ni nuestro talante filosófico liberal y democrático, nos permita transitar en el siguiente período, el del segundo centenario, para construirlo desde ahora con la renovada alegría joven, como es la de esta brillante audiencia histórica congregada hoy aquí, a fin de continuar fortaleciendo una institución a la que mucho le debemos todos y que tantos beneficios individuales y colectivos ha reportado y debe seguir reportando a través de los años en la transformación y progreso de Colombia. Muy buenos días entonces para las distinguidas personas aquí presentes y también, desde luego, para quienes a través de las plataformas digitales acompañarán desde las Seccionales los momentos principales de los actos del día de hoy que hacen parte de la conmemoración del centenario, la cual ha contado con el 2 entusiasmo puesto en ello de tiempo atrás por las altas directivas de la Universidad , especialmente por nuestro Presidente Nacional, Jorge Alarcón, quienes en su oportunidad, en mi calidad de Vicepresidente de la Universidad, hicieron confianza en mí para organizar las celebraciones que hemos venido adelantando con diversos eventos, ayudado desde luego por un equipo bien reducido en número pero enormemente eficiente por la dedicación y multiplicación de sus constantes esfuerzos, cuya colaboración agradezco sobremanera. Todo ello nos ha permitido efectuar actos conmemorativos de distinta naturaleza y en diferentes escenarios, desde marzo del año pasado, y acometer otros proyectos con motivo del centenario, cuyo pleno desarrollo, dada su naturaleza, se irá cumpliendo a su debido tiempo. Hoy 13 de febrero rendimos agradecido homenaje de gratitud a quienes desde por lo menos 1912 iniciaron la gestación de nuestra Universidad, impulsaron su fundación en 1922 y plasmaron el resultado de su magno esfuerzo al abrir finalmente las puertas de sus aulas hace cien años. También a quienes durante muchos años dieron desde la cátedra sus luces y lo hicieron generosamente, sin esperar retribución económica alguna. En su gran mayoría eran profesores masones. Así nació y creció la Universidad en varias décadas de su vida y cobró el singular dinamismo que nos ha traído hasta donde hoy estamos. Me complace sobremanera que aquí concurramos Directivos, miembros de la Sala general y de la Consiliatura y de otros cuerpos colegiados de gobierno, docentes, colaboradores de la administración, amigos de esta casa y , desde luego, el destacado grupo de los dos primeros semestres de diferentes disciplinas que ingresan ahora a la Universidad , además de una selecta representación del Colegio que viene hoy, acompañado de su Rectora y de unos profesores, desde el Campus de El Bosque Popular, en nombre de los 1080 jóvenes estudiantes, hombres y mujeres, de una institución educativa que por varias razones constituye motivo de orgullo para todos. 3 Desde luego, como bien lo comprenderán, no será posible relatar la historia y la vida de nuestra Universidad en su recorrido de más de cien años, en el tiempo, explicablemente restringido que se me ha reservado hoy. Haré lo posible para lograr un resultado aceptable en algo menos de ese tiempo. Hacia mediados del presente año, sin embargo, tenemos planeado el lanzamiento de un libro ya en muy avanzada ejecución, el cual recoge una más amplia historia de la Institución, otros datos e ilustraciones gráficas y algunos de los varios eventos efectuados alrededor de las conmemoraciones centenarias. Lo ofreceremos tanto en presentación impresa, como en edición digital para la fácil consulta por parte de nuestra amplia comunidad universitaria y se titulará Universidad Libre, 100 años Educando en libertad para la Justicia y la paz, al igual que la presente disertación, lema adoptado desde este primer centenario. Podrán llenar así, con la futura lectura del libro, los inevitables vacíos que por las consideraciones anotadas podrán advertirse en la intervención de hoy. Procuraré entonces seleccionar para esta solo algunos aspectos que, en mi opinión, han de tener presente quienes cuentan ya con la suerte de estar en esta Universidad o de ingresar ahora. Desde el programa centenario nos hemos propuesto acompañar el relato que escucharán, con un ejercicio sencillo, pero que tiene el propósito y por ello mismo no le resta nada a los lineamientos generales en los que hemos querido inscribir este solemne acto, de servir de alguna ayuda para que el auditorio más joven pueda retener en su memoria, y ojalá por largo tiempo, ciertos datos sobresalientes o esenciales de los antecedentes que llevaron a crear nuestra universidad. Tal como se nos ha explicado por quienes coordinan este ejercicio de alcance pedagógico y nemotécnico, las primeras respuestas telefónicas que los participantes den a las preguntas relacionadas con esta exposición, definirán los tres únicos ganadores de los premios que el Programa Centenario ha reservado para esas tres personas. 4 Veamos entonces enseguida los lineamientos más destacados que constituyen este relato y ponen en perspectiva la creación de nuestra Universidad. Situémonos en un punto de arranque, por ejemplo el de la firma de la paz que puso término a una tremenda y prolongada Guerra denominada de los Mil Días, que algunos con precisión numérica fijan en 1130 días, una confrontación fratricida que, según algunos, dejó alrededor de 100.000 muertos en combate. Comenzó el 17 de octubre de 1899 y concluyó el 21 de noviembre de 1902. El General Herrera, desechando incluso una oportunidad de ventaja militar en un determinado momento de esa guerra, hizo explícito en frase lapidaria su espíritu de tolerancia con su mensaje memorable, La Patria por encima de los partidos, que ciertamente ambientaría no sola la firma de un instrumento de paz sino el espíritu mismo de convivencia que debería adoptar en lo sucesivo el país. Se puso fin a la Guerra mediante el Tratado firmado en el buque de guerra norteamericano Wisconsin, atracado por entonces en la Bahía de Panamá. Los signatarios fueron dos representantes del General Benjamín Herrera, por el partido liberal, y dos en representación del partido conservador, entonces en el gobierno. Si bien este tratado concluyó definitivamente esa guerra, hubo otro, firmado cerca de un mes antes, el 24 de octubre de 1902, en la hacienda Neerlandia, cerca a Ciénaga, Magdalena, en cuya conclusión mucho tuvo que ver el General Rafael Uribe Uribe. Como se sabe, ambos personajes jugaron papel decisorio y entusiasta respectode realizar la idea de crear nuestra Universidad: Herrera como su fundador en 1922, Rafael Uribe Uribe con su apoyo temprano al propósito de una universidad como la que tenemos, pues así lo manifestaba y fue uno de sus accionistas por los años 1912 a 1914, cuando la Universidad comenzaba a gestarse. Uribe Uribe, sin embargo, no alcanzó al período de fundación ni al de apertura de clases, porque cayó vilmente asesinado por la aviesa acción de la intolerancia en las lozas que rodean el Capitolio, a pocos metros de aquí, consecuencia de la utilización de las hachuelas de 5 carpintería para asesinarlo por parte de dos artesanos, Galarza y Carvajal, que fueron capturados y procesados. Pero, como en magnicidios análogos en Colombia y en el mundo, siempre existen autores intelectuales de esos horrendos crímenes y la falta de identificación de ellos y la impunidad que de ello deriva es lamentablemente frecuente. Eso fue lo que también aconteció en este caso. Uribe Uribe, antioqueño nacido en la bella hacienda familiar cafetera de Valparaíso en las montañas de Antioquia, fue atacado después del mediodía del 14 de octubre de 1914 cuando caminaba hacia el Congreso desde su casa de la calle 9a en la esquina de la carrera 5a, inmueble que hace parte de este campus de La Candelaria y es hoy propiedad de la Universidad Libre, donde existe un museo institucional. No había en la época los ostentosos esquemas de seguridad de nuestros días para proteger a los integrantes del Congreso. Falleció Uribe en su residencia a la madrugada del 16 de octubre. En ese museo por cierto está exhibida la mascarilla que se le tomó de su rostro al morir. Ese vaciado fue, por cierto, donado a la Universidad por nuestro actual Presidente Nacional, Jorge Alarcón. Tanto Uribe Uribe como Benjamín Herrera fueron activos miembros de la masonería colombiana, institución que hace de la vigencia de la libertad un culto. Herrera fue por cierto quien organizara a las varias logias históricas que funcionaban en sus días, institucionalizándolas como Gran Logia de Colombia, entidad que ha venido celebrando al tiempo con nosotros esa obra adelantada por el General desde 1922, a quien con justicia se reconoce por ello allí como su Patrono. Los principios de la masonería, esa antiquísima fraternidad, son en mi opinión los mismos de la Universidad Libre. En una apretada síntesis puede decirse que son los del respeto por el otro, el culto por la verdad, la solidaridad fraternal, la vigencia de la ética para gobernar con tolerancia los actos humanos, la defensa de la libertad de conciencia y la de las varias libertades que de ella se derivan, como la libertad de pensamiento, de expresión, de enseñanza, de cátedra, de investigación científica. Todo con un propósito fundamental, cual es el de pulir nuestras imperfecciones humanas 6 individuales al máximo posible y poder así aportar al progreso y bienestar propios, a los de la familia, a los del círculo social que nos rodea, a los de la propia nación y aún a los del mundo en general. Por ello los masones han participado activamente en las revoluciones y movimientos que buscan ampliar la democracia y la libertad en nuestro país y en muchas partes, en distintos momentos de la historia. Son valores que dada su naturaleza son universales, perpetuos, aunque no exclusivos de la masonería. Los comparten millones de hombres y mujeres en el mundo entero y en las más variadas épocas. En suma, permiten ir cumpliendo el propósito de ser mejores seres humanos cada día. Entre sus muchos derroteros está el del crecimiento espiritual, siempre profesando la creencia libre en un principio creador. No es empero religión ni sustituto de ninguna. La masonería no hace proselitismo, no está en su naturaleza. A ella se llega libremente y su ingreso debe someterse a un notable rigor. La educación confesional, dogmática , que impartió España en nuestro medio desde Fernando e Isabel y durante la larga etapa de su dominación, y que sirvió también de fuerte apuntalamiento para afirmarse políticamente, fue combatida y transformada en nuestro país por un grupo que desde le mitad del siglo XIX quería eliminar los vestigios coloniales de atraso e intolerancia de clara estirpe colonial, entre ellos el que azotaba a la educación, aún treinta años después de haberse sellado militarmente nuestra Independencia. Ese grupo fue conocido como los Radicales, o como el Olimpo Radical. Comenzaron a trazar desde su primer gobierno en 1849, lineamientos de clara afirmación soberana frente a la Santa Sede en materias de educación, del estado civil de las personas y en otros varios aspectos. Hicieron del país un estado Federal, que se denominó Estados Unidos de Colombia. Los Radicales, en su mayoría masones, propusieron en 1870 un régimen más democrático, en que la educación fuera obligatoria. Ello desde luego desató gran oposición en los sectores contrarios a su pensamiento y condujo a la guerra de 1876.En ese grupo Radical militó con fervor Rafael Núñez durante varios años, pero en un momento de su vida 7 decidió irse contra sus antiguos copartidarios Radicales, traicionar sus banderas y juramentos y entregarle el gobierno al partido contrario al suyo, una vez pudo él llegar al poder. Junto con Miguel Antonio Caro, impulsó la Constitución de 1886, teocrática y centralista, todo lo contrario de lo que había sido la Radical de 1863, la de los Estados Unidos de Colombia. La Carta política de 1886 nos rigió por muchos años, básicamente hasta 1991, pese a sus varias reformas. El gobierno de la Regeneración suscribió el Concordato entre Colombia y la Santa Sede en 1887, mediante el cual se le devolvió a la Iglesia Católica el privilegio colonial de dominar la educación en Colombia, del que los Radicales con tan buen criterio la habían destituido. La deliberada exclusión de los más caracterizados liberales del poder fue generando un ambiente de hostilidad que se tradujo en varías confrontaciones armadas hacia el final del siglo, las cuales desembocaron finalmente en la tremenda Guerra de los Mil Días ya parcialmente comentada. Además de la trágica pérdida en vidas de miles de jóvenes que combatieron en esos mil días o más por las dos agrupaciones políticas, se produjo también, como consecuencia del conflicto, la irreparable desmembración de Panamá en noviembre de 1903, que había comenzado a hacer parte de Colombia desde 1821, mutilación debida a las maniobras combinadas de los insistentes separatistas panameños y de los intereses de la ya pujante potencia norteamericana, amparados con ostensible determinación por la política exterior del gran garrote , o Big Stick, del voraz gobernante Teodoro Roosevelt. Muchas vueltas dio luego el caso en los Congresos de Estados Unidos y de Colombia y acabó con una indemnización pecuniaria, desembolsada en cuantía, oportunidad y ritmo caprichosos, incapaz sin embargo de borrar la herida, no bien cicatrizada aún en nuestros días, causada en la epidermis nacional por la humillante pérdida de una parte de nuestro territorio ,con la que se esfumó además nuestro viejo sueño de construir un canal interoceánico a través del Istmo, que tantos beneficios económicos nos hubiera representado hasta ahora. De ello solo nos resta la 8 atormentadora imagen de ese canal en el escudo de Colombia, como testimonio elocuente de los errores de nuestras guerras. La deplorable situación que se derivó de la gran Guerra y su secuela en cuanto a la pérdida del Istmo abrió una etapa de hondas reflexiones sobre nuestra situación y nuestro destino como nación. Algunos comenzaron desde entonces a ver en una educación distinta la salida decorosa que debía proponerse un país que quería, que necesitaba con urgencia la paz.Ante la dificultad que representaba la manipulación por los gobiernos de turno, aliados históricos de los colegios y universidades eclesiásticas, para el acceso a los centros de estudio de los jóvenes, algunos de ellos pertenecientes a familias liberales, muchas de ellas humildes, surgió como solución la idea de crear institutos de educación libre y democrática, de carácter privado, financiados e impulsados por quienes compartían los mismos principios y querían un país distinto. En qué contexto mundial, entonces, surgió la Universidad Libre? En el México de 1910 se precipitó un movimiento revolucionario, que perduró varios años; movimiento fuerte, como son fuertes en esa nación los colores, las artesanías, la música, los alimentos, los paisajes mismos. Los agraristas, los que reclamaban pureza en el sufragio, mayores derechos laborales, los que exigían cambios en el poder detentado por demasiados años por el llamado porfiriato, de Porfirio Díaz, estimularían esa revolución que se tradujo en millares de muertos, en líderes traicionados y asesinados y en planteamientos de problemas ancestrales insolutos, no solo en México, sino en nuestro propio país. Muchos de sus reclamos resonarían con fuerza más tarde entre nosotros, por ejemplo, en épocas como la de la Revolución en Marcha de los años treinta, cuando serían motivo de inspiración o de reflexión en las transformaciones institucionales de esos días. 9 En 1917 se desató la revolución que en Rusia daría al traste con el imperio de los orgullosos zares. Muchos verían durante años en esa fórmula del marxismo leninismo, liderada por Lenin, la salida para sus propios países. Y del nuestro no escapó esa ilusión. Tendría su influencia a través de la organización de los partidos comunistas y en las acciones de que estos fueron capaces en varios rincones de América. El apoyo que esos grupos le darían al General Herrera para el éxito de su candidatura presidencial en 1922, son expresión de la sana y abierta relación que existió entre esos grupos socialistas y nuestro fundador. Otros fenómenos mundiales tendrían un inmenso impacto en esas décadas en nuestro país. La primera Guerra Mundial y la llamada gripa española, una y otra devastadoras en grado sumo. Millones son las víctimas de aquella conflagración universal. Esa pandemia, que se presentó entre 1918 y 1920, según se ha dicho dejó el impresionante saldo de más de 40 millones de muertes de personas de todas las edades. Llegó en algún momento a nuestro país y produjo aquí también cientos de víctimas. Para ninguna de las dos letales situaciones los hombres de ese tiempo encontrarían pronta vacuna. Y ambos fenómenos influirían desde luego en el ánimo y en las reflexiones de nuestros fundadores: la educación, como lo pensaban ellos, seguía siendo un antídoto eficaz para todas las guerras, internacionales o locales, y la libre investigación científica en el mundo sería la llamada a contribuir significativamente algún día a la lucha contra las amenazas letales a la vida humana , tal como se ha visto en nuestro tiempo con la vacuna del Covid 19.(Recordemos aquí unas líneas alusivas al tema en nuestro himno universitario: Si la vida no anima a la ciencia, si la ciencia en la vida no está…). Y surge en Córdoba, Argentina, un importante movimiento estudiantil en 1918, que buscaba la autonomía universitaria, el cogobierno, y una afirmación latinoamericanista. Tuvo por detractores a los sectores ultracatólicos para los cuales esas afirmaciones eran una especie de herejía inaceptable en el mundo de la educación. Sin 10 embargo, quienes por esa época estaban empeñados en el diseño de una educación democrática y autónoma frente al Estado, como eran quienes aquí venían organizando la Universidad Libre, tuvieron una gran fuente de inspiración en ese movimiento estudiantil argentino. En nuestra institución siempre ha estado desde entonces presente esa impronta y por ello somos celosos, hasta donde es posible, de la autonomía universitaria y hemos practicado el cogobierno en los cuerpos colegiados de dirección de nuestra Universidad mediante la participación electoral de nuestros diferentes estamentos de docentes, egresados y, desde luego, de estudiantes. La vida de la Libre quizás pueda clasificarse en una etapa de gestación, desde 1912 hasta 1922, cuando empieza la de su fundación; y de 1923 hasta nuestros días, que podría ser la de su desarrollo. Vistas, pues, someramente las incidencias que en mayor o menor grado tuvieron en nuestro medio y en nuestra Institución los comentados acontecimientos mundiales, situémonos ahora en 1912, cuando surgió notarialmente nuestra Universidad, con el nombre inicial de Universidad Republicana, que ya había funcionado, y un año después, en 1913, se transforma el nombre de esa nueva sociedad anónima, mediante una segunda Escritura. En 1947 se cambiará su naturaleza jurídica originaria por la de Corporación, que hoy mantiene. La Escritura de 1912 fue firmada por 15 personas de la más elevada prestancia nacional que colaborarán en diferentes posiciones en esta etapa de gestación de nuestra casa de estudios. Por la segunda de las dos escrituras, la número 1183 del 30 de octubre de 1913, se le cambió el nombre a la compañía creada en 1912 y se la denominó expresamente “Universidad Libre”. El cambio de nombre obedeció muy probablemente a que los organizadores encontraban, en esa nueva denominación, algo mucho más acorde con los postulados masónicos de libertad que inspiraron a quienes la gestaban. Este es 11 el momento en el que surge para la historia la denominación específica de Universidad Libre que con orgullo ostentamos hasta hoy. Cuatro “Boletines de la Universidad Libre”, publicados entre el 20 de julio de 1912, cuando apareció́ el primero, y el 1 de enero de 1915, cuando se divulgó el cuarto, nos ilustran bien sobre lo mucho que se adelantaba ya en la gestación de nuestra Universidad. En uno de ellos, el número 2, del 30 de mayo de 1913, por ejemplo, fueron divulgados los primeros “Estatutos de la Universidad Libre” con sus 32 artículos, distribuidos en ocho capítulos. Como uno de los proyectos que se han cumplido por el Programa Centenario, se organizó técnicamente por primera vez, y según la normatividad vigente, el Archivo Histórico institucional de toda la Universidad, que ya funciona en el ala oriental del primer piso del Edificio Centenario, frente al Parque Nacional, donde se pueden consultar muchos documentos, nombres de gestores y aportantes, que no es posible relacionar aquí. También se publicarán en gran medida en el libro ya comentado, de próxima aparición en el presente año. Durante la etapa de su gestación, entre 1912 y 1922, la idea recibió el resuelto apoyo moral de numerosos liberales procedentes de diversas regiones del país, quienes compartían con notable ardor la idea de crear la Universidad Libre con las características destacadas que se han mencionado y contribuyeron también, según sus posibilidades económicas, con significativos y generosos aportes materiales para la noble causa. Las sumas recolectadas en esos diez años servirían de importante base para las que más tarde, a partir de abril de1922, reforzarían las arcas de la sociedad en los pocos meses que corrieron hasta febrero de 1923, a fin de poder abrir las aulas por vez primera. El trabajo en numerosas reuniones de los órganos directivos de la naciente Universidad fue intenso y fecundo. Personajes de 12 connotada relevancia participaron en esa década para organizar la entidad y mantener viva la creciente llama del entusiasmo por la colosal obra cultural, insuflada de definidos principios masónicos y de propósitos generosamente nacionales. Dentro de los muchosnombres, bástenos con mencionar aquí el de Fidel Cano, fundador y Director de El Espectador, el de Ricardo Hinestroza Daza, quien desde 1933 sería Rector del Externado por treinta años, o el de Agustín Nieto Caballero, fundador del Gimnasio Moderno en 1914 y Rector del mismo colegio hasta su muerte en 1975. El partido liberal quería volver al poder del que había sido tan largamente excluido. Debía preparase para ello. Como se sabe, al General Herrera su partido lo había proclamado como su candidato a la Presidencia de la Republica para el período 1922 a 1926. Como resultado del fraude electoral que los historiadores han señalado repetidamente, Herrera perdió las elecciones que ganó el conservador Pedro Nel Ospina. Muchos conservadores pensaron que Herrera y el liberalismo, ante ese resultado, llamarían a otra nueva guerra para reparar la derrota sufrida en las urnas. Grande fue, sin embargo, la sorpresa para ellos cuando, en lugar de la guerra, se lo convocó a cerrar filas en torno a una nueva forma de educación libre para construir en paz una nueva nación. Ese histórico foro comprometería más aun a los liberales a aumentar y multiplicar sus esfuerzos y lo hizo en los siguientes términos: Acuerdo n.° 6 Sobre la Universidad Libre La Convención Nacional del Partido Liberal de Ibagué́ En vista de la urgente necesidad de que se establezca lo más pronto posible la Universidad Libre, y teniendo en cuenta el oficio que con fecha 30 de marzo dirigió́ al jefe supremo del partido, desde Bogotá́, el doctor César Julio Rodríguez 13 Acuerda: Artículo 1. ° Recomendar a los liberales que en la medida de sus recursos presten decidido apoyo a la obra de la fundación de la Universidad Libre. Artículo 2. ° Encarecer a los accionistas de la sociedad anónima, encargada del establecimiento de la Universidad Libre, que busquen la manera de hacer más eficiente la labor de propaganda para la colocación de acciones, y más pronta la realización de tan importante obra docente”. En nutridas manifestaciones públicas en Bogotá a los pocos meses de Ibagué, en mayo de 1922, el prestigioso y nacionalmente respetado General Benjamín Herrera expresaría en unas frases memorables las características de la Universidad Libre que ya aspiraba entonces a abrir pronto sus puertas. Esos hondos pensamientos se alinean por cierto, perfectamente, no solo con los propósitos de quienes en 1912 y 1913 comenzaban, como lo hemos visto, a plasmar documentalmente sus altos propósitos, sino que están perfectamente sintonizados en un todo con los principios y valores de la masonería que ya antes hemos comentado. Los memorables pensamientos de Herrera en esa oportunidad están grabados visiblemente en varios de nuestros muros y, sobre todo, se hallan profundamente aferrados en nuestros espíritus y nos servirán siempre de guía para claridad en los derroteros que debe seguir persiguiendo una obra cultural tan perdurable como esta. Decía Herrera entonces: “La característica que debe singularizar ese vasto establecimiento docente con que el liberalismo colombiano quiere dotar al país, la Universidad Libre, no debe ser un foco de sectarismo ni una fuente perturbadora de la conciencia individual; ese moderno establecimiento debe ser una escuela universal, sin restricciones ni imposiciones; ese hogar espiritual debe ser amplísimo templo abierto a todas las orientaciones del magisterio civilizador, y a todas las 14 sanas ideas en materia de educación; nada que ate a la inteligencia a los prejuicios y a las preocupaciones; pero nada tampoco que atente contra la libertad ni la conciencia del individuo. No vamos a fundar una cátedra liberal, sino una amplísima aula en que se agiten y se muevan, con noble libertad, los temas científicos y los principios filosóficos aceptados por la moderna civilización. Otra cosa estaría en pugna con la ideología del partido que se propone dotar a la nación de algo que ella con urgencia necesita”. Y finalmente la Universidad Libre puso sus salones al servicio de la juventud colombiana, sin discriminaciones de ninguna naturaleza. El “Prospecto general” para el año de 1924, segundo de su fundación, indica que la universidad estaría integrada por los siguientes seis institutos: Escuela de Artes y Oficios, Escuela Preparatoria, Colegio de Bachillerato, Curso de Comercio, Facultad de Matemáticas e Ingeniería y Facultad de Derecho y Ciencias Políticas. No hay tiempo para entrar a detallar hoy las peculiaridades de cada uno de los seis institutos que abrieron hace un siglo. Pero debemos tener presente que, de ellos, la Facultad de Derecho ha mantenido su creciente prestigio y sus aportes jurídicos a la vida del país han sido reconocidos ampliamente durante muchos años y aún en nuestro tiempo. Cosa análoga acontece con la Facultad de Ingeniería, que de alguna manera es también desarrollo de la original Facultad d Matemáticas e Ingeniería. Nos limitaremos por tanto aquí a un breve comentario sobre la Escuela de Artes y Oficios, pues llama poderosamente la atención la sensibilidad social que encierra la descripción de su pénsum. Esta Escuela agrupaba ocho talleres, dieciséis materias teóricas y campus para deportes. La Escuela, tan altamente valorada por el General Herrera, relieva su marcada disposición de poner la Universidad al servicio de la educación e instrucción de los jóvenes con menores recursos económicos, a quienes había que permitírseles la posibilidad de acceder con las mayores facilidades posibles a las 15 mejores oportunidades de la vida. Decía el pénsum: “En esta escuela se da instrucción moral y cívica, y se enseña práctica y gratuitamente a los hijos de los obreros que carecen de los recursos necesarios para costearles la educación en otros establecimientos. Allí́ se les prepara de manera conveniente para las labores del diario vivir y se les capacita para realizar el fin que, como fuerzas vivas, les corresponde en el desarrollo de la sociedad futura”. El General Benjamín Herrera trabajó con especial dedicación al frente de la Consiliatura. Continuaba atendiendo con tenacidad sus diferentes tareas, pero a finales de febrero de 1924 su salud se agravó sensiblemente y el 22 de ese mes dictó a un amigo cercano su Testamento Político. La instrucción relacionada con la Universidad dice: “Apoyar decididamente hasta asegurar su definitivo y regular funcionamiento, la Universidad Libre, que yo estimo como la obra más trascendental del liberalismo en los últimos tiempos”. Falleció en la tarde del 29 de febrero en medio de la conmoción de su familia, sus amigos, sus hermanos masones, de los docentes y estudiantes de la Universidad. En su auditorio permaneció́ en cámara ardiente. Su cuerpo fue llevado al Capitolio en hombros por estudiantes de la Libre para rendirle como Senador los honores correspondientes. Un gran desfile lo llevó al día siguiente al Cementerio Central y sus restos se depositaron con multitudinaria presencia de gentes de toda condición, incluidos sus conmovidos hermanos masones, excepcionalmente ataviados en público con sus correspondientes arreos. Se había extinguido así la vida ejemplar de un gran colombiano y nacería desde ese instante el justificado culto a su memoria. ¿Y qué acontecería en Colombia y en nuestra casa en las décadas que siguieron? Desde luego muchos eventos, cuya multiplicidad y extensión trascienden la naturaleza y límites de esta exposición. Solo procuraré dar unas breves pinceladas que nos ayuden de alguna manera a situarnos en contexto, mediante un gran resumen. En los años veinte, en 1928, recordamos la tragedia ocurrida en la zona 16 bananera cuando una infortunada decisión oficial enfiló as armas de la República contra trabajadoresque buscaban pacíficamente en Ciénaga que sus patronos, de la poderosa United Fruit Company, atendieran sus justas reclamaciones laborales. Se produjo una cruel matanza de colombianos desarmados y el país se conmocionó. Es de presumir que nuestros estudiantes también se impactaron entonces y en los siguientes años, máxime que el joven Jorge Eliécer Gaitán, ya vinculado a sus cátedras, regresaba por entonces de Italia de especializarse en las áreas del Derecho Penal y en 1929 haría su sonoro debate en torno al tema, para iniciarse así como Representante a la Cámara. Sería más tarde el luminoso Rector de nuestra Universidad en los años treinta. Justamente en 1930 el liberalismo ganaría las elecciones con Olaya Herrera y retomaría el poder, con inmensos deseos de cambio. Esos cambios en el orden institucional se comenzarían a concretar en el fogoso movimiento que se denominó la Revolución en Marcha, durante el segundo gobierno liberal de esa época, presidido por Alfonso López Pumarejo. En ese movimiento, figuras íntimamente vinculadas a nuestra Universidad y a la Gran Logia de Colombia como Miguel López Pumarejo y Darío Echandía, ambos Ex Grandes Maestros, y altos y generosos directivos de la Universidad Libre, jugarían papel de singular importancia en ese renovador proceso institucional, de acentos tan claramente democráticos. Echandía, como Ministro del Interior y de Educación, vincularía a importantes profesores de nuestra universidad a las enormes tareas de transformación institucional. La Libre estuvo, por tanto, muy cercana a través de sus mejores intelectuales y académicos en esas horas de cambio y de progreso nacional. Como lo sabemos bien, la década de los años 40 registró en Colombia impactantes y trágicos sucesos. Nuestro antiguo Rector Gaitán, que en su multitudinaria marcha del silencio en febrero de 1948 protestó pacíficamente contra los atropellos oficiales que sufría su partido, fue vilmente asesinado en Bogotá por la intolerancia, y, como en el caso de Uribe Uribe, jamás se sabría quiénes fueron los autores intelectuales de este magnicidio. La conmoción popular fue inmensa, peligrosa y anárquica. El 17 gobierno de turno recibió el resuelto apoyo del liberalismo y de cimeras figuras como Echandía hasta que la calma se restableció. Sin embargo, ya se registraba una creciente tensión que se traduciría bien pronto en un clima de violencia incontrolada que enlutó la vida nacional en por lo menos el siguiente lustro. Episodio aciago, como el del abaleo en una sesión de la Cámara de Representantes, arrojó como víctima inocente a uno de nuestros más destacados egresados y directivos de la Universidad, Jorge Soto del Corral. Uno de los proyectiles disparados en el recinto por el parlamentario de un partido diferente al suyo, alcanzó entonces a nuestro directivo y los destrozos en su organismo acallaron su voz y cegaron por siempre su inteligencia. El gobierno pronto cerró el Congreso y continuó administrando a la nación apelando al artículo 121 de la Constitución vigente de 1886 que le permitió, a ese y a otros gobiernos posteriores en Colombia, legislar sin efectivos controles, sobre las más heterogéneas materias, distintas al restablecimiento del orden público turbado, para lo cual estaba específicamente previsto ese expediente constitucional de excepción. Horas oscuras vendrían en el cielo de la patria, por muchos motivos angustiosas para directivos, profesores y estudiantes de nuestra Universidad. Uno de sus más notables egresados en 1931, profesor y directivo de nuestra Universidad en distintos momentos, el masón Germán Zea, quien ocupara en distintas épocas elevados cargos públicos, en una decidida campaña de resistencia a la opresión y ante la feroz violencia desatada , se unió a otro grupo de demócratas que querían ver restaurada la libertad mancillada y lo intentaban por varios medios, incluso mediante la operación de una emisora clandestina que fue descubierta por el gobierno de le época. Sus directivos fueron perseguidos e incluso a algunos, como a Zea, les correspondió exiliarse para salvar sus vidas. Hacia 1953 vino lo que Echandía llamaría el golpe de opinión, que fue el golpe militar de Rojas Pinilla, con avances de pacificación en el convulso frente político y luego excesos oficiales que fueron convirtiendo al gobierno militar en una creciente dictadura. Un entendimiento entre los líderes de los dos partidos históricos llevó al derrocamiento por la opinión 18 nacional del régimen de facto en 1957, a un plebiscito al final de ese año y a la fórmula de concordia que se tradujo en el gobierno paritario y alternado de esas dos colectividades, que se inició en 1958 y se prolongaría por 16 años. Un episodio de afirmación plena de nuestra autonomía y del respeto debido por terceros a nuestra naturaleza libre se presentó durante una de las brillantes rectorías que desempeñó en la Universidad Libre el distinguido intelectual antioqueño, reconocido pedagogo y escritor, tempranamente vinculado a la cátedra en nuestra Universidad desde 1934,Gerardo Molina, que había sido Rector de la Universidad Nacional en 1944, en cuya memoria se organizaría más tarde la Cátedra que lleva su nombre y que tantos frutos ha dado a la Universidad por el tratamiento con hondura de múltiples temas y por la proyección social que proporciona. Ocurre que al ser nombrado Rector de la Universidad Libre, el Cardenal Crisanto Luque, Arzobispo de Bogotá́ y primado de Colombia, dirige en 1956 a los miembros de la Consiliatura y de la Sala de Gobierno de la Universidad Libre una carta que, entre otras cosas, dice: “(...) en nombre de la Comisión Permanente de Metropolitanos, que en obra y representación de todos los prelados de Colombia cumplimos con un ineludible deber del cargo pastoral de manifestar a ustedes, con todo respeto, que contraerían una gravísima responsabilidad ante Dios, ante la Iglesia, ante la Patria y ante la juventud misma, si no tomaran las providencias conducentes a dejar sin efecto el nombramiento de que nos hemos ocupado”. La respuesta a tan abusiva intervención la encomendaron las salas a los profesores Germán Zea, Moisés Prieto y Enrique Acero Pimentel. Algún aparte de esa elevada pero contundente repuesta dice: “Esperamos que acojáis esta contestación como una muestra del respeto sincero y de la veneración que profesamos al Eminente Miembro del Sacro Colegio a quien nos dirigimos y también de la devoción por la universidad que recibimos libre, democrática y autónoma, no sometida a ninguna influencia partidaria y la cual 19 esperamos que se pase a nuestros sucesores con los mismos atributos para gloria de Colombia y beneficio de la ciencia”. Una vez más la Universidad Libre solucionaba un problema, con incidencia interna y externa, mediante la responsable apelación a sus valores y principios. Otros grupos que entretanto habían surgido en todos esos años se sintieron excluidos del esquema de alternación del Frente Nacional, que era de alguna manera excluyente, y sus reclamos sobre tierras recibieron respuestas oficiales de fuerza poco comprensivas, que abrirían la puerta a casi seis décadas de violencia en el país. Era además una época internacional particularmente agitada. Castro había triunfado en la Sierra Maestra cubana y muchos en América se ilusionaban con las vías de apelación a las armas para sustituir los gobiernos del Continente por regímenes de orientación marxista leninista. La ayuda internacional fluía por entonces a esas organizaciones y fue dominando la escena nacional y continental. Al interior de las universidades colombianas las tendencias enfrentadas se sentían con claridad y daban lugar a situaciones que, en el caso nuestro, amenazaban peligrosamente nuestros principios dejuego de la cátedra libre. En 1964 el Maestro Echandía puso su inteligencia y su probado ánimo tolerante al servicio de la Universidad en la superación de las dificultades internas que por todo ello surgían. Era un momento a los que toda institución puede estar expuesta por un motivo o por otro pero que en el caso de la Libre pudo superarse apelando al diálogo y a la fidelidad a sus propios principios. Así lo logró entonces el Maestro Echandía. En agradecido reconocimiento de sus servicios en esos y otros momentos, la Universidad Libre le otorgó en ese año de 1964 el título, que a nadie le ha extendido hasta ahora, de Presidente Honorario. Es importante destacar que ni el Maestro Echandía, ni otros hombres públicos de su misma gran categoría y altura, utilizaron jamás 20 nuestra Universidad como trampolín para la satisfacción de mezquinos intereses personales en el mundo político. Muy por el contrario, le sirvieron siempre a ella con absoluto desinterés. Cuando años más tarde en el país se surtió el proceso concertado que condujo a la expedición de la Constitución de 1991, la Universidad Libre pudo con satisfacción comprobar, con grata sorpresa, que muchos de los lineamientos de la nueva Carta Política coincidían con nuestros propios principios: el pluralismo, el respeto por la diversidad y la valoración de su riqueza cultural, mecanismos de participación democrática, y muchos otros. Podría decirse que nuestra Universidad se anticipó en al menos siete décadas a los avances liberales y democráticos de 1991. Algunos de los Constituyentes de entonces eran egresados y directivos de nuestra Institución. Somos, por lo demás, herederos de una ardua tarea de muchas generaciones que nos transmitieron el prestigio inmenso del nombre de la Universidad Libre, con todo lo que en él va implícito, junto con el resultado mensurable de sus desveladas ejecutorias. Muchas cosas buenas y trascendentes se han logrado también por el esfuerzo de abnegados y eficientes directivos universitarios que desde distintas posiciones han consagrado lo mejor de su esfuerzo en lo que va corrido del presente siglo, y aún en nuestras horas, para corresponder con altura al riquísimo legado del esplendoroso pasado. Es un resultado de beneficios acumulativo y también les debemos justo reconocimiento y gratitud a muchos de ellos, aún por fortuna vinculados a la Universidad, a la que han servido, y bien, durante tantos años. La Universidad ha crecido, exponencialmente si se quiere, en todos estos años. Y lo ha logrado cuantitativa y cualitativamente. No se conformó con quedarse solo en Bogotá, opción que escogen otras muchas instituciones. Fue expandiéndose a diversas ciudades y regiones de Colombia, como parte de su plan original. En algunas ciudades inició sus labores con colegios que fueron dejando espacio 21 para la organización de Seccionales de nivel universitario. Y aparte de la de Bogotá, que tuvo su inicio en 1923, junto con el colegio que hoy perdura en uno de sus tres campus, abrió Seccionales en Barranquilla desde 1956; en Pereira desde 1969 ; en Cúcuta en 1973, donde existió desde tiempo atrás el colegio de Gremios Unidos vinculado a ella por mucho tiempo; la de Cali organizada en 1974, que tuvo antes un colegio, y la de Cartagena, que fue antecedida asimismo por un colegio con sus puertas abiertas varios años, y se organizó como Seccional desde 2001. La Universidad cuenta hoy con 230 programas de pregrado y de posgrado en las más variadas disciplinas, según la Seccional de que se trate. Cerró el año 2022 con 21.525 estudiantes en pregrado y 4.656 de posgrado, para un total nacional de 26.181 estudiantes. La magnitud de nuestra obra educativa se puede medir de diferentes maneras. Un dato que puede darnos idea del inmenso beneficio que la Universidad Libre le ha dado en las diversas regiones del país a las personas que allí estudian y a sus familias, es el número de sus graduados desde que comenzó hasta el año 2022, pues en pregrado fueron 144.148 y en posgrado 72.275, para un total nacional de 216.423. La Universidad se ha ceñido al mandato de sus fundadores de impartir educación de calidad y lo ha cumplido siempre. Con el esfuerzo de todos sus estamentos ostenta con orgullo la Reacreditación Institucional de Alta Calidad Multicampus hasta el año 2027. En un esfuerzo continuo, adelantado particularmente con el entusiasmo que acompañó a los primeros procesos de acreditación institucional hace varios años, se han dado pasos crecientes y certeros hacia la internacionalización y es así como puede ofrecer el beneficio de numerosos convenios vigentes suscritos con entidades y universidades de alto nivel, algunos de doble titulación. Los desarrollos de los esfuerzos que se vienen haciendo por la educación virtual son también notables y nos sitúan en el nivel que corresponde a las tecnologías avanzadas de nuestros tiempos. 22 Un tema que consideramos crucial al cruzar la barrera de los primeros cien años y pasar a la segunda centuria, es el de la Ética ; y por ello, entre los eventos de las conmemoraciones centenarias, el año pasado se adelantó un importantísimo ciclo de conferencias, en su mayoría presenciales, con participación de eminentes figuras nacionales e internacionales, quienes trataron diferentes tópicos de su especialidad pero se tuvo cuidado en destacar en cada presentación la relación evidente de esa insustituible disciplina filosófica con nuestros principios fundacionales y la preponderancia del alto valor de la genuina Tolerancia como su eje central. Y recordemos, como se ha señalado en otras oportunidades, que la Tolerancia es una fortaleza y no una debilidad del carácter. Implica el profundo respeto por las ideas y opiniones de los otros, aunque no las compartamos por diversas consideraciones, y supone a la vez la seguridad acerca de las nuestras, que debemos afirmar y defender con convicción, para persuadir con ellas por la razón, pero que jamás impondremos por la fuerza o la violencia. La Tolerancia no es condescendencia pusilánime con lo indebido, lo ilegal, lo antiético. Es todo lo contrario. Y es un valor altamente positivo y constructivo. Es, entre otras cosas, por el respeto ajeno implícito, la base de la verdadera paz. Recordemos aquí al General Herrera con su famosa máxima de La Patria por encima de los partidos, ya comentada, y a otro masón, ejemplo también de profunda tolerancia, Don Benito Juárez, el Benemérito de las Américas, gobernante cimero de México, cuando anotaba que tanto entre los individuos como entre las naciones, el respeto por el derecho ajeno es la paz. Se entenderá por qué este excelso valor está en la cúspide de nuestros valores en la Universidad Libre. Siempre ha sido la desprevenida pero decidida apelación a nuestros principios tutelares lo que le ha permitido a nuestra Universidad superar las naturales dificultades que pueden presentarse en toda institución, grande o pequeña, y de acometer bajo su égida los grandes emprendimientos de los que seremos capaces. 23 De ahí que el lema adoptado en este primer centenario , que recuerda que en los años recorridos la Universidad Libre ha venido “Educando en Libertad para la Justicia y la Paz”, no perderá vigencia al cierre de esta efeméride sino que, por el contrario, continuará reafirmando su filosofía y marcándole de manera clara su derrotero para que pueda continuar en el camino de sus valiosas realizaciones en beneficio de Colombia, de la vigencia de su democracia y de la completa conquista de una paz estable y perdurable para todos. Hoy nos encontramos con optimismo al iniciar con ustedes, jóvenes estudiantes, los retos enormes del comienzo de nuestra segunda centuria. Bienvenidos todos al futuro, quees fundamentalmente suyo; son ustedes el porvenir de esta Universidad y la mejor garantía para que su obra continúe y fructifique sin cesar. ¡Que viva entonces la Universidad Libre por muchos años más!
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