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La psicología del desarrollo y el lenguaje. El punto de vista de Jean Piaget 
 
Psic. Berta Elena Barrios 
Ponencia presentada en la Cátedra Mario Briceño Iragorry 
Universidad Nacional Abierta 
 
 La psicología del desarrollo es aquella parte de la psicología que estudia y explica los 
cambios que ocurren en el ser humano a lo largo del ciclo vital. En esta exposición trataré de 
explicar el desarrollo del lenguaje tomando como marco de referencia la teoría del desarrollo 
cognoscitivo de Jean Piaget (1896-1980), biólogo y psicólogo suizo, quien observó las 
acciones más elementales de los niños con los objetos y sus respuestas verbales y desde allí 
planteó su teoría del desarrollo cognoscitivo, la cual deja ver claramente cómo se construye y 
transforma el conocimiento. 
Desde el punto de vista piagetiano, el lenguaje constituye un sistema de signos verbales 
elaborado socialmente y, al hablar de su desarrollo, hay que hacer referencia necesariamente 
al desarrollo cognoscitivo durante las diferentes etapas planteadas por Piaget (1964/1973; 
1982). 
La etapa del desarrollo cognoscitivo que precede al lenguaje corresponde a la edad entre 
0 y 2 años aproximadamente. Es la etapa sensoriomotora en la que se evidencia la existencia 
de una inteligencia práctica basada en la acción del niño sobre los objetos externos, es decir, 
en la manipulación y percepción de los objetos que lo rodean, donde es capaz de resolver 
problemas, como por ejemplo, halar una cuerda para atraer un juguete o buscar un objeto 
escondido. Aquí no intervienen ni el lenguaje ni la capacidad de representación mental o de 
pensamiento, sino percepciones y movimientos organizados para conseguir un fin, como en 
los ejemplos antes mencionados. La inteligencia aparece, entonces, mucho antes que el 
lenguaje. En esta etapa todo el mundo físico y social del niño está referido a sí mismo y a su 
propio cuerpo: no hay una diferenciación con respecto a los otros y a los objetos, entre el yo y 
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el mundo exterior, es decir, una conciencia personal del yo existiendo independientemente de 
los objetos y todo lo que percibe el niño está centrado en su propia actividad, pero esta etapa 
constituye un momento del desarrollo importante que precede a las adquisiciones intelectuales 
que ocurrirán en la siguiente etapa. 
Al final de los dos años, surge la función semiótica en el niño (Piaget, 1982), que es la 
capacidad de evocar o representar mentalmente un objeto o un acontecimiento ausente -un 
significado- utilizando un significante que solo sirve para esa representación. Los 
significantes se refieren a los símbolos y signos que evocan a un objeto o situación particular. 
Los símbolos constituyen significantes más individuales, construidos por el mismo niño, por 
ejemplo, en el juego simbólico una piedra no es una piedra sino un trozo de comida; en 
cambio, los signos son una construcción colectiva, convencional y arbitraria, donde una 
piedra no es más que una piedra. 
La función semiótica se evidencia en las conductas de imitación diferida, el juego 
simbólico o de ficción, el dibujo, la imagen mental y el lenguaje. Haré referencia en particular 
a este último como el punto de interés de esta exposición. 
Además de todas las acciones reales o materiales que sigue siendo capaz de realizar 
como durante el período anterior, el niño adquiere, gracias al lenguaje, la capacidad de 
reconstruir sus acciones pasadas en forma de relato y de anticipar sus acciones futuras 
mediante la representación verbal (Piaget, 1964/1973, p. 31). 
 El lenguaje, entonces, le permite desprenderse de las acciones y percepciones inmediatas 
y referirse a extensiones de espacio y tiempo más amplias y esto es posible gracias a la 
función semiótica. Esta etapa del desarrollo cognoscitivo corresponde al pensamiento 
prelógico, en la que el niño razona de manera intuitiva, basado en sus propias percepciones. 
 La aparición del lenguaje tiene tres consecuencias importantes para el desarrollo mental 
(Piaget, 1964/1973): 
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1) El inicio de la socialización de la acción, que implica el intercambio y la 
comunicación entre individuos pero más allá de la propia acción que el niño realiza sobre los 
objetos para conocer el mundo exterior: el lenguaje le permite poner en palabras sus acciones, 
transformando así las conductas materiales en pensamiento. 
2) La interiorización de la palabra, que se refiere a la posibilidad de evocar lo pasado y 
de anticipar el futuro a través de la palabra, es el pensamiento propiamente dicho. 
3) La interiorización de la acción, que se refiere a la reconstrucción de las acciones en el 
plano intuitivo de las imágenes y de las experiencias mentales, es decir, la representación de 
las acciones en imágenes mentales de lo real pero a un nivel puramente intuitivo, en el que el 
niño muestra su dificultad para comprobar sus propias afirmaciones y para explicar la manera 
como ha llegado a ellas (el ejemplo de la correspondencia uno a uno es una muestra de este 
pensamiento intuitivo). 
Ahora bien, las conversaciones de los niños pequeños se caracterizan por una forma de 
lenguaje donde predomina el pensamiento egocéntrico, tal como se observa en el siguiente 
ejemplo de una conversación entre dos niños de aproximadamente 4 y 6 años de edad: 
José: -Ya no me gustan las comiquitas de pikachu porque pelean mucho. 
Manuel: -Los niños que pelean mucho son alérgicos a la mostaza. 
José: -Yo soy alérgico al pupú. 
José: -Mi novia tiene 8 años. 
Manuel: -La mía tiene 3 años 
La conversación anterior la escuché en la biblioteca de la Universidad, mientras 
consultaba algunos libros. Los niños (los nombres son ficticios) estaban sentados en la mesa 
contigua, haciendo cada uno un dibujo. 
El lenguaje egocéntrico queda ilustrado en el ejemplo antes mencionado, cuando cada 
niño dice sus propias frases, sin una reciprocidad como tal. Según Piaget (1968/1976), este es 
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el núcleo del lenguaje egocéntrico: verbalizaciones que no se dirigen a nadie en particular y 
que más bien acompañan la actividad que el niño está realizando, en este caso, dibujar, una 
tarea individual que no exige la colaboración del otro ni una puesta en común de acciones o 
esfuerzos. Esta conversación se corresponde con una de las categorías del lenguaje 
egocéntrico: el monólogo colectivo. "La palabra, antes de tener la función de socializar el 
pensamiento, tiene la de acompañar y reforzar la actividad individual" (Piaget, 1968/1976, p. 
42). 
Sin embargo, en esta conversación infantil pueden observarse también indicios de un 
lenguaje socializado, puesto que Manuel enuncia una idea con respecto a los niños que pelean 
mucho (que es el comentario inicial de José) diciendo que son alérgicos a la mostaza y José 
responde con otro comentario sobre las alergias; es decir, hay un intercambio de ideas que 
tienen alguna relación ente sí, aunque no hay una intención de influir en el pensamiento del 
otro. Según Cano (1999), no podría decirse que no existe el lenguaje socializado en estas 
edades, sino que, variando el porcentaje según sea el caso particular (ecolalias, monólogos y 
monólogos colectivo, expresiones verbales propias de estas edades), los niños presentarán 
ambos tipos de lenguaje, egocéntrico y socializado. De hecho, el mismo Piaget (1968/1976) 
afirma que "el lenguaje ‘socializado’ es tan precoz como el lenguaje mismo" (p. 65) porque 
desde muy temprano el niño demuestra habilidades para conseguir lo que desea de los 
adultos que lo rodean. 
Puede decirse, entonces, que en los niños pequeños el volumen de lenguaje egocéntrico 
es mayor, sobre todo en situaciones individuales, porque predomina el pensamiento 
egocéntrico, es decir, la consideración solamente del punto de vista propio. Cada vez que el 
niño habla de sí mismo, aún en compañía de otros, hay un monólogo colectivo, menos cuando 
se trata de una actividad en colaboración con losotros o cuando hay diálogo, lo que ya 
constituye el lenguaje socializado, cuya función es la de comunicar el pensamiento. El niño es 
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capaz de hablar, entonces, desde el punto de vista del interlocutor y se produce el diálogo. 
Piaget (1968/1976) lo denomina reacción adaptada: lograr hacerse oír y actuar sobre el otro, 
comunicarle algo y generar un diálogo, una reacción a lo que el otro está diciendo; esto no se 
observa en el monólogo colectivo. Según Piaget, el lenguaje egocéntrico empieza a declinar 
hacia los 7 años, cuando cambia también el pensamiento, dando paso al lenguaje socializado. 
Desde el punto de vista de las relaciones interindividuales, el niño, después de los 
siete años adquiere, en efecto, cierta capacidad de cooperación, dado que ya no 
confunde su punto de vista propio con el de los otros, sino que los disocia para 
coordinarlos. Esto se observa ya en el lenguaje de los niños. Las discusiones se 
hacen posibles (…) Las explicaciones entre niños se desarrollan en el propio plano 
del pensamiento, y no solo en el de la acción material. El lenguaje "egocéntrico" 
desaparece casi por entero y los discursos espontáneos del niño atestiguan por su 
misma estructura gramatical la necesidad de conexión entre las ideas y de 
justificación lógica (Piaget, 1967/1973, p. 63). 
Este momento evolutivo corresponde a la etapa del pensamiento lógico concreto, 
caracterizado por la posibilidad de razonar sobre un hecho desde varios puntos de vista y por 
la reversibilidad (la posibilidad de regresar mentalmente una acción que antes sólo se había 
llevado a cabo en el plano físico); en esta etapa las operaciones de la inteligencia como la 
clasificación y la seriación están referidas a objetos concretos, a la propia realidad. 
Posteriormente, a partir de los 11-12 años, en la etapa del pensamiento lógico abstracto, el 
lenguaje le permite al adolescente reflexionar y razonar sobre proposiciones verbales y 
establecer inferencias sobre situaciones hipotéticas, es decir, posee la capacidad de pensar en 
términos abstractos. 
A lo largo de esta exposición, se ha puesto en evidencia cómo se desarrolla el lenguaje y 
la estrecha relación que existe entre éste y el pensamiento. Para Piaget (1964/1973) el 
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pensamiento tiene su origen en la acción y en el transcurso de su evolución, el lenguaje se 
hace necesario para perfeccionar todas sus elaboraciones. Por lo tanto, el pensamiento precede 
al lenguaje y el lenguaje transforma el pensamiento, creándose así lo que él denomina un 
círculo genético, donde el uno se apoya necesariamente en el otro, actuando recíprocamente. 
Finalmente, los planteamientos teóricos de Jean Piaget permiten comprender por qué 
José y Manuel hablan de ese modo particular y aceptar y maravillarnos (al menos en mi caso) 
ante sus expresiones verbales. Por otra parte, aunque Piaget no era educador, consideraba que 
los hechos por él suministrados con respecto al desarrollo cognoscitivo del niño podrían 
brindar un aporte a la educación (Lerner, 1996), lo cual se observa en la siguiente cita: 
Desde el punto de vista de la escuela, esto significa por una parte que hay que 
reconocer la existencia de una evolución mental; que todo alimento intelectual no es 
bueno indiferentemente para todas las edades; que deben tenerse en cuenta los 
intereses y necesidades de cada período. Esto significa también, por otra parte, que 
el medio puede jugar un papel decisivo en el desarrollo del espíritu; que la 
evolución de las etapas no está determinada de una vez para siempre en lo que se 
refiere a las edades y a los contenidos del pensamiento; que por tanto los métodos 
sanos pueden aumentar el rendimiento de los alumnos e incluso acelerar su 
crecimiento espiritual sin perjudicar su solidez (Piaget, 1969/1981, p. 199). 
De lo anterior, pueden derivarse algunas repercusiones para el ámbito educativo: a) la 
importancia que tiene para los docentes conocer el desarrollo evolutivo del ser humano con el 
fin de comprender cómo el niño construye y aumenta su conocimiento, b) la organización de 
materiales y de situaciones educativas en función de esas etapas del desarrollo cognoscitivo y 
c) la posibilidad de activar el crecimiento psicológico del niño de manera consciente y 
planificada. 
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 Con relación a este último aspecto, partiendo de la comprensión del lenguaje y del 
pensamiento como un círculo genético, el docente podría, por ejemplo, propiciar entre los 
niños menores de 7 años actividades de cooperación, donde converjan esfuerzos en una tarea 
común e invitar al niño a considerar el punto de vista del otro; lo más seguro es que el 
pensamiento egocéntrico, a través del lenguaje, actúe allí impidiendo tal intención; sin 
embargo, esto podría ser una manera de promover la cooperación y de comprobar esa 
posibilidad de activar el crecimiento psicológico más allá de la etapa evolutiva en la que el 
niño se encuentra, lo cual conlleva a reconocer la interacción y transmisión social como uno 
de los cuatro factores, mencionados por Piaget (1982), que impulsan el desarrollo 
cognoscitivo del niño y, por ende, el desarrollo del lenguaje. 
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Referencias bibliográficas 
Cano, A. (1999). Desarrollo de la inteligencia y construcción de la lecto-escritura en niños 
preescolares. Caracas, Venezuela: Fondo Editorial de Humanidades y Educación, 
Universidad Central de Venezuela. 
 
Lerner, D. (1996). La enseñanza y el aprendizaje escolar. Alegato contra una falsa 
oposición. En: Castorina, J. A.; Ferreiro, E.; Kohl de Oliveira, M. y Lerner, D. Piaget-
Vigostky: contribuciones para replantear el debate (pp. 69-118). Buenos Aires, 
Argentina: Paidos. 
 
Piaget, J. (1973). Seis estudios de psicología (N. Petit, Trad.). Barcelona, España: Seix Barral. 
(Trabajo original publicado en 1964). 
 
Piaget, J. (1976). El lenguaje y el pensamiento en el niño (M. Riani, Trad.). Buenos Aires, 
Argentina: Editorial Guadalupe. (Trabajo original publicado en 1968). 
 
Piaget, J. (1981). Psicología y pedagogía (F. Fernández Buey, Trad.). Barcelona, España: 
Ariel. (Trabajo original publicado en 1969). 
 
Piaget, J. e Inhelder, B. (1982). Psicología del niño (L Hernández Alfonso, Trad.). Madrid, 
España: Morata. (Trabajo original publicado en 1966).

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