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GmezyGonzlezInformeFinaldeInvestigacinCuerpoJovenyNuevasCiudadanas2003

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Universidad del Valle 
Facultad de Artes Integradas 
Escuela de Comunicación Social 
Instituto de Educación y Pedagogía 
COLCIENCIAS 
 
 
 
 
DESIGN: 
DESIGNAR/DISEÑAR 
EL CUERPO JOVEN Y URBANO 
Un estudio sobre la cultura somática 
de jóvenes integrados en Cali 
 
Por: Rocío del Socorro Gómez 
Julián González 
 
 
 
 
 
Informe Final del Proyecto Universidad del Valle-Colciencias 
titulado «Cuerpo Joven y Nuevas Ciudadanías». 
Código 1106-10-367-98 Contrato 304-98 
 
 
 
 
 
Cali, 21 de abril de 2003 
 
 
 
 
 ii 
 
 
 
DESIGN: 
DESIGNAR/DISEÑAR 
EL CUERPO JOVEN Y URBANO 
Un estudio sobre la cultura somática 
de jóvenes integrados en Cali 
 
 
Equipo de investigación: 
 
 Investigadores principales: 
Rocío del Socorro Gómez 
Julián González 
 
 Asistentes de investigación: 
 María Isabel Ospina 
 Viviam Unás 
Victoria Valencia 
 
 Monitores: 
 Marcela López 
Germán Bernal 
 
Trabajo fotográfico: 
Juan David Velásquez 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 En la primera fase del proyecto trabajaron como monitoras Claudia Vélez y Beatriz Mesa. 
 iii 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
A ellas, el bambú y la arena. 
Todavía tan niñas y ya tan adolescentes. 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 iv 
INDICE 
 
Página 
 
Parte I. Superficie de estudio 1 
 
1. Introducción. 1 
2. Planteamiento general y síntesis del informe. 13 
3. Metodología 16 
 
Parte II. El cuerpo es (d)el mundo. 33 
 
1. Mundo abierto de posibilidades y vida individualmente vivida. 34 
 
1. Crisis de lo público y lo privado. 34 
2. Mundo abierto y vidas clausuradas. 39 
 
2. Experimentación como extrañamiento y entrañamiento. 44 
 
1. Lógica de la experimentación. 44 
2. Exceso de futuro en un entorno evanescente. 50 
3. Comunicación vacía: ni proyecto ni biografía. 55 
 
3. Entretenimientos y miedos urbanos: la emergencia del 
pensamiento randómico y de rituales para estimular el cuerpo. 60 
 
1. Aburrimiento: la urgencia de accidentes. 60 
2. Entretenimiento urbano y miedos: la ciudad masajea. 66 
3. Pensamiento randómico: el azar creativo. 73 
4. Pensamiento randómico: la infantilización de las ideas 80 
 
 
Parte III. Proyectar la personalidad. 85 
 
1. El cuerpo joven no flota: hace surfing 85 
 
2. Nada es menos superficial que nuestras superficies. 89 
 
3. Los sentidos del cuerpo: los cuerpos sentidos. 97 
 
4. La belleza y la apariencia: los juegos del cuerpo. 102 
 
 v 
5. Camuflaje, mimetismo, adaptación y diferenciación. 111 
 
6. El estilo propio. 117 
 
7. Test óptico: tocar con los ojos. 120 
 
8. Reinventar el consumo. 125 
 
 
A manera de síntesis. 131 
 
Parte IV. Perfiles biográficos. 134 
 
Bibliografía. 149 
 
Anexos. 154 
 
 
 
PARTE I. SUPERFICIE 
DE ESTUDIO. 
 
 
«Esta idea afirma que el único lugar donde puede efectuarse la combinación de la instrumentalidad y la identidad, de lo 
técnico y lo simbólico, es el proyecto de vida personal, para que la existencia no se reduzca a una experiencia 
caleidoscópica, a un conjunto discontinuo de respuestas a los estímulos del entorno social. Este proyecto es un esfuerzo 
para resistirse al desgarramiento de la personalidad y para movilizar una personalidad y una cultura en actividades técnicas 
y económicas, de manera que la serie de situaciones vividas forme una historia de vida individual y no un conjunto 
incoherente de acontecimientos. En un mundo en cambio permanente e incontrolable no hay otro punto de apoyo que el 
esfuerzo del individuo para transformar unas experiencias vividas en construcción de sí mismo como actor. Ese esfuerzo 
por ser un actor es lo que denomino Sujeto, que no se confunde ni con el conjunto de la experiencia ni con un principio 
superior que oriente y le dé una vocación. El Sujeto no tiene otro contenido que la producción de sí mismo. No sirve a una 
causa, ningún valor, ninguna otra ley que su necesidad y su deseo de resistirse a su propio desmembramiento en un 
universo en movimiento, sin orden ni equilibrio. El sujeto es una afirmación de libertad contra el poder de los estrategas y 
sus aparatos, contra el de los dictadores comunitarios. Doble combate, que lo hace resistirse a las ideologías que quieren 
adecuarlo al orden del mundo o al de la comunidad. No se puede, por lo tanto, separar las respuestas a las preguntas 
planteadas: la apelación al Sujeto es la única respuesta a la disociación de la economía y la cultura, y también la única 
fuente posible de los movimientos sociales que se oponen a los dueños del cambio económico o a los dictadores 
comunitarios. Afirmación de la libertad personal, el Sujeto es también, y al mismo tiempo es un movimiento social». 
 
Alain Touraine en ¿Podremos vivir juntos? 
 1997 
 
 
1. Introducción. 
 
Touraine (1997) nos invita a pensar tanto la condición potencialmente opresiva de lo «local», del 
«comunitarismo» -que bien podríamos extender hasta el grupo de pares, la familia, la barriada-, 
como la condición opresiva del dominio mediático, mercantil, técnico: mientras la primera 
condición fuerza pertenencias y fidelidades (filiaciones) a veces desarticuladoras de la persona; la 
segunda, amenaza con disolverla. Y si Touraine cree que el «Sujeto» se constituye en tanto se 
afirme en el «proyecto» de resistir a ambas fuerzas, habrá que repensar en qué sentido hay 
«proyecto» y no sólo plegamiento al dominio de los pares o al control de los mercados en el 
cuerpo del joven urbano. Amenazados de cooptación y disolución tanto por el mercado, la 
industria y la técnica, como por la comunicación mediática que –según Virilio (2002)- ha 
terminado por colonizar toda la comunicación; y amenazados a su vez por el grupo de pares, las 
prescripciones de núcleo familiar y el entorno escolar, algunos jóvenes urbanos se esforzarán por 
hacerse a una vida con sentido, enlazando técnica y símbolo en lo que consideran más suyo: su 
cuerpo. De eso se trata el siguiente estudio: de comprender de qué manera sedimenta en la cultura 
somática de algunos jóvenes urbanos «no pobres» un cierto proyecto de sujeto que se esboza allí 
donde sólo parece haber plegamiento a la moda y el consumo. 
 
El estudio sobre los jóvenes urbanos, sus culturas y su estatuto como ciudadanos ha venido 
desarrollándose de manera sostenida en los últimos veinte años en Colombia1. El que 
 
1 Serrano (1998), Martín Barbero (1998) sitúan en la mitad de la década de 1980 la preocupación y el inicio de los 
estudios sobre la cultura juvenil y los jóvenes como actor social en Colombia. Ambos coinciden en señalar la 
emergencia de estos estudios al tenor del fenómeno del sicariato, lo que habría contribuido –plantea Martín Barbero- 
a lastrar la perspectiva de los estudios iniciales y la mirada de los investigadores al asociar la reflexión sobre los 
 2 
presentamos a continuación, se suma a esta corriente diversa de iniciativas y se ocupa 
centralmente de aquello que Zandra Pedraza ha denominado «cultura somática» de la 
modernidad2. Creemos que abordar su experiencia corporal puede contribuir a consolidar una 
aproximación descriminalizante y despatologizante de la condición del joven urbano. En 
particular, nos interesa entender el lugar del cuerpo y la cultura somática en las formas de 
integración social de jóvenes de capas medias y altas: jóvenes integrados. Nos atenemos a la 
distinción que hace Carlos Pérez (1996) entre sujetos integrados clásicos (los padres de familia de 
trabajos estables, los miembros de familias en crisis y con altas posibilidades de consumo); 
sujetos integrados postmodernos (los jóvenesengendrados en el contexto de las crisis de la 
familia clásica y que se adaptan a los patrones de producción/consumo contemporáneos, los 
profesionales jóvenes, «los estudiantes de universidades costosas que funcionan con un doble 
estándar de conducta: buenos muchachos en casa, jóvenes postmodernos en su grupo de pares, 
los niños que han descubierto que tienen un amplio mundo de consumo posible y que ya conocen 
las maneras de manipular los sentimientos de culpa de sus padres»); sujetos marginados de 
antiguo tipo (los pobres, los cesantes, los campesinos, las esposas maltratadas y los miembros 
dominados de un hogar machista, los inmigrantes recientes); y sujetos marginados de nuevo tipo 
(homosexuales, enfermos de SIDA, feministas radicales, grupos punk, subempleados urbanos, 
«que expresan una forma de ruptura radical de la estructura de la familia clásica»3). Al hablar de 
«integración» relacionándola con las transformaciones del orden familiar, estamos aludiendo 
realmente a dos fenómenos: en primer lugar, aludimos a lo que le pasa a la familia clásica en un 
entorno crecientemente secularizado, en que la “ética del deber” se modera y todos los miembros 
se sienten sujetos de derecho, y respecto a lo cual pueden distinguirse «familias de nuevo tipo» y 
«familias tradicionales»; y en segundo lugar, nos referimos a las formas de conciencia derivadas 
de la ampliación de oportunidades de consumo de bienes y servicios globalmente gestionados, de 
esa conciencia que engendra la posesión y acceso a repertorios tecnológicos que confortabilizan 
el entorno familiar y el orden del trabajo4; esa conciencia para la cual «todo es posible», «todo es 
 
jóvenes con desviación, violencia y amenaza social. Serrano considera que en América Latina los estudios sobre los 
jóvenes también cobran particular vigor a partir de la década de los 80, asociados a la crisis económica y social de la 
década perdida que acentuó la pobreza entre los jóvenes, los niños y las mujeres, la designación del año 1985 como 
el Año Internacional de la Juventud por Naciones Unidas, la promoción de varios estudios promovidos por CEPAL 
sobre las condiciones de vida de los jóvenes. Será la fase de estudios sobre los jóvenes «en alto riesgo», 
«delincuenciales» y «peligrosos», y repetirá un movimiento similar al que en Estados Unidos en la primera década 
del siglo XX supuso el descubrimiento del adolescente americano, con Adolescence de G. Stanley Hall (1904) y The 
Gang (1926) de Frederic Thaster como hitos inaugurales. Como en Estados Unidos, los primeros estudios en 
Colombia se enfocarán en la condición marginal, disfuncional y criminal de los jóvenes, para después –como en 
Estados Unidos hacia la década de 1950- descubrir la cultura juvenil y sus articulaciones con la cultura de masas. En 
Colombia, los estudios sobre la cultura musical de los jóvenes –frecuentemente el objeto empírico más llamativo 
para el abordaje de «la cultura juvenil»- contribuirá a superar la primera lectura, la primera fase criminalizante de los 
abordajes funcionalistas. 
2 De Zandra Pedraza hacemos referencia a «En cuerpo y alma: visiones del progreso y la felicidad», Ediciones 
Universidad de Los Andes, Bogotá, 1999; «La cultura somática de la modernidad: historia y antropología del cuerpo 
en Colombia», en «Cultura, política y modernidad», Gabriel Restrepo, Jaime Eduardo Jaramillo y Luz Gabriela 
Arango (eds.), Ediciones Universidad Nacional de Colombia, Facultad de Ciencias Humanas, Centro de Estudios 
Sociales, Bogotá, 1998. 
3 Teniendo en cuenta la clasificación propuesta por Carlos Pérez los «estudios de jóvenes» podrían considerar cuatro 
tipos de sujetos: a) jóvenes integrados de nuevo tipo (respecto a familias en crisis, con altos ingresos); b)jóvenes 
integrados de viejo tipo (respecto a familias patriarcales de altos ingresos); c) jóvenes marginados de nuevo tipo 
(respecto a familias en crisis, con bajos ingresos) y d) jóvenes marginados de viejo tipo (respecto a familias 
patriarcales, con bajos ingresos). 
4 En otro documento, nos hemos referido al papel estratégico que habrían desempeñado las tecnologías de consumo 
(en las que se incluyen tanto los electrodomésticos como los relojes electrónicos, computadores, motocicletas y 
 3 
accesible», «todas las opciones de una vida podrían realizarse materialmente en el presente». 
Respecto a esa conciencia, puede distinguirse a aquellos que se sienten material y 
simbólicamente integrados a «un mundo de posibilidades abiertas» y aquellos que lo viven 
cotidianamente desde las orillas, esto es, materialmente marginados, a pesar de acceder simbólica 
y mediáticamente a sus promesas5. 
 
Para el estudio, usamos como material de análisis las narrativas y conversaciones que jóvenes 
integrados de la ciudad de Cali construyeron respecto a sus cuerpos y sus vidas en los grupos de 
discusión y en las entrevistas individuales. Adelantamos seis grupos de discusión (Ibáñez, 1992), 
diez entrevistas en profundidad (biografías de cuerpos) y aplicamos guías de observación de 
 
juguetes) en la regulación de las crisis y malestares de nuestros países al realizar en el orden familiar y doméstico las 
promesas de progreso y modernización que no han cuajado del todo en el orden nacional (González, 2002). 
5 O como expresarán Hopenhayne y Ottone (1999, p. 20): «Crecen simultáneamente una cultura de expectativas de 
consumo y una cultura de frustración o sublimación de aquellas. El individuo medio de una sociedad periférica se ve 
obligado a disociar entre un amplio menú de consumo simbólico y otro, mucho más restringido, de acceso al 
progreso material y a una mayor participación en la carreta del progreso. Asistimos a un portentoso desarrollo de 
opciones de gratificación simbólica por vía de la apertura comunicacional y a una concentración creciente de los 
beneficios económicos de la globalización en pocas manos». 
En el mapa socioeconómico y demográfico colombiano y de acuerdo con el Ministerio de Desarrollo (Desarrollo 
urbano en cifras, 1996), podemos referir un indicador de integración/exclusión interesante: el nivel de ingresos por 
hogar. Respecto al total nacional de 5.361.954 hogares urbanos (censo de 1993), la distribución de ingresos en 
número de salarios mínimos legales es la siguiente: 
 
Sin ingresos: 48.482 (0,9%) 
Menor a 1: 308.230 (5,7%) 
1 a 2: 980.739 (18,3%) 
2 a 3: 974.325 (18,2%) 
3 a 4: 691.130 (12,9%) 
4 a 5: 546.908 (10,2%) 
5 a 6: 394.358 (7.4%) 
6 a 7: 306.586 (5,7%) 
7 a 8: 240.827 (4,5%) 
8 a 9: 176.025 (3,3%) 
9 a 10: 135.489 (2,5%) 
10 a 11: 92.600 (1,7%) 
11 y más: 466.255 (8,7%) 
 
Resaltados en negrilla aparecen los sectores con ingresos medios y altos de la población, es decir, aquellos hogares 
cuyos ingresos les permiten contar con un margen de maniobra significativo para la adquisición de bienes 
tecnológicos, servicios, entretenimiento y educación, y construir entornos relativamente seguros de bienestar 
privado. Hay que añadir 314.975 hogares que -ubicados en zona rural (de los 2.100.461 que existen en esas áreas)- 
tienen ingresos por encima de 4 salarios mínimos legales. Es decir, en conjunto habría cerca 2.674.023 hogares que 
en zonas rurales y urbanas tienen mediana y alta capacidad adquisitiva, de los cuales 2.359.048 de hogares estaban 
en las ciudades, para el año 1993. Es decir, un poco menos del 40% de los hogares colombianos (7,8% de clase alta y 
un 28,3% de clase media). Por supuesto, la crisis económica de los 90 y la migración de amplios sectores de capas 
medias y altas hacia el extranjero, habrá transformado de manera significativael mapa. Los ingresos generados por 
remesas del exterior a hogares en Colombia se traducirán en ampliación de la capacidad adquisitiva para sectores 
medios y bajos. Según datos publicados en el diario El Tiempo (lunes 26 de mayo de 2003, sección 1, página 9), en 
el año 2002 los giros de trabajadores colombianos en el exterior fueron de 2.431 millones de dólares, equivalentes a 
2,3 veces las exportaciones de café (según el Banco de la República), y fueron generados por aproximadamente 4 
millones de colombianos que residen en el exterior. Según afirmaciones del diario, 1.5 millones de familias 
colombianas sobreviven con las remesas que envían sus familiares desde el exterior. 
 4 
inventarios corporales e hitos somatobiográficos a los jóvenes entrevistados6. También hicimos 
observaciones de espacios de encuentro joven en la ciudad de Cali. En el apartado sobre 
Metodología desarrollamos los detalles y alcances de estas modalidades de trabajo de campo. 
Pero, en general, se puede afirmar que se trata de un estudio que examina «opiniones». 
 
Dos problemas resultan de un énfasis excesivo en la «palabra dicha por el informante», en sus 
opiniones y en la «observación y descripción más o menos sistemática de prácticas y escenarios 
de encuentro social de jóvenes». No es posible deducir las relaciones sociales que estructuran 
tanto las prácticas como los discursos «naturalizados» por los informantes. Dicho de otra manera, 
al atenernos a su palabra, no es posible convenir qué opiniones dadas son consistentes con 
prácticas dadas7, ni es posible deducir las relaciones sociales que las informan y configuran más 
allá de la conciente y naturalizada elección/decisión de los jóvenes hablantes. En consecuencia, el 
presente documento re-examina esas «opiniones» como indicios (no evidencias) de una ecología 
de relaciones sociales que las explican8. Tratadas como indicios, estas opiniones fueron usadas 
para construir un modelo interpretativo fundado menos en la elaborada y sistemática tarea 
clasificatoria y comparativa de la sociología y la ciencia social que prescribe Bourdieu, que en la 
intuición baja de que nos habla Ginzburg. 
 
Y el segundo problema es que al concentrarnos en «jóvenes integrados» no hemos accedido a las 
«opiniones» de otras porciones de la población joven y urbana «no integrada», respecto a la cual 
la palabra de los jóvenes integrados revela hasta qué punto ha sido labrada por posesiones y 
privaciones sociales que hacen pasar por «opinión espontánea y natural» toda suerte de conflictos 
no expresados, no visibilizados, no dichos. 
 
El estudio propone un modelo de interpretación, esquemático, que permita –por un lado- poner en 
relación algunos fenómenos asociados a la cultura urbana de los jóvenes integrados con las 
transformaciones sociales de la vida en la ciudad contemporánea (y en particular, con las 
transformaciones que en los órdenes del trabajo y el ocio están afectando la experiencia del 
cuerpo), y por el otro lado, el estudio sugiere un conjunto de pistas que nos ayuden a interrogar el 
trabajo educativo que realizamos con los jóvenes integrados en tanto actores sociales y 
ciudadanos. Escrito de un modo que prefiere arriesgarse a hacer algunas afirmaciones fuertes y, 
en ocasiones, en cierto sentido reductoras, estamos optando por un tipo de documento que, en 
cierta medida, va a contrapelo de algunas de las tendencias de la escritura erudita y posmoderna 
contemporánea. Por un lado, aspiramos a construir «modelos» de interpretación, lo cual ya es un 
gesto anacrónico y –sin duda- probablemente un signo de arrogancia en estos tiempos de extrema 
moderación, de relativismo, de descripciones locales y densas sin más pretensión que una 
 
6 Interesaba registrar los quiebres biográficos que se traducen en transformaciones de la apariencia, los quiebres de la 
experiencia corporal que se traducen en cambios de la vida y, adicionalmente, los quiebres de la experiencia 
biográfica y corporal que, aunque no parezcan derivar efectos somáticos o biográficos respectivamente, le resultan a 
la persona fundamentales para explicar lo que son y lo que han vivido. 
7 Ya enseña Bourdieu que los sondeos de opinión suelen presentar como transparentes las relaciones entre 
pensamiento y acción, «se exponen a confundir las declaraciones de acción, o peor aún las declaraciones de intención 
con las probabilidades de acción» (1975: 58, nota de pié de página No. 14). 
8 Aquí apelamos al sentido que de «lo indiciario» refiere Carlo Ginzburg cuando alude a ese saber que permite 
documentar en virtud de «datos experimentales secundarios», triviales, menores una realidad a la que no puede 
accederse directamente: «la existencia de un nexo profundo, que explica los fenómenos superficiales, debe ser 
recalcada en el momento mismo en que se afirma que un conocimiento directo de ese nexo no resulta posible. Si la 
realidad es impenetrable, existen zonas privilegiadas –pruebas, indicios- que permiten descifrarla» (Ginzburg, 1994: 
162). 
 5 
interpretación situada, no abarcadora. Y por otro lado, por momentos privilegiaremos una 
escritura especulativa, que no se contenta con instalar algunas preguntas generales, sino que 
propone respuestas y tesis específicas, arriesgándose de esta manera a la polémica y la crítica. 
 
El proyecto «Cuerpo joven y nuevas ciudadanías» se desarrolló en Cali, en el Instituto de 
Educación y Pedagogía de la Universidad del Valle, en el grupo de Educación Popular, con el 
auspicio de Colciencias. El trabajo de entrevistas, observaciones y grupos de discusión se realizó 
entre el año 1999 y el 2000. Correcciones y ajustes al informe final hicieron que se prolongara la 
entrega de la versión definitiva hasta el año 2002, tiempo en el que debimos incorporar y 
actualizar algunos datos de contexto, y reinterpretar algunos resultados. 
 
Puede resultar un poco extraño a la tradición de trabajo y estudio de la Educación Popular en 
América Latina ocuparse de los jóvenes integrados, tematizar las capas medias y considerar en su 
horizonte de trabajo a los «no pobres». Pero en los últimos años, comprender a otros actores 
sociales de la vida urbana, no sólo a los sectores populares tradicionales, se ha convertido en una 
urgencia para el trabajo del grupo de Educación Popular de la Universidad del Valle y, en 
general, para las instituciones que adelantan proyectos educativos y de intervención social, o 
animan proceso de organización y desarrollo social. Ya en otro documento (González, 1999) 
hemos sugerido la importancia de comprender «el lugar de las capas medias urbanas, de los 
mestizos/mulatos y de los ciudadanos integrados en la recomposición del tejido social; de los “no 
marginados” y sus desencantamientos, sus formas de reconfiguración de la solidaridad», 
atendiendo a una perspectiva fundamental: no son los «pobres», sino los «trabajadores» -las 
capas medias de ayer (obreros, proletarios, campesinos) y de hoy (empleados, trabajadores en los 
ámbitos más dinámicos de la producción, los trabajadores y consumidores de nuevo tipo)- el 
sujeto histórico en que se manifiestan de manera más grave los malestares del bienestar (Morin, 
1997) o la contradicción entre las posibilidades abiertas por el nuevo entorno del 
trabajo/producción y la destrucción/supresión de esas posibilidades. 
 
El que ofrecemos es un estudio sobre las formas cotidianas de invención del cuerpo joven y de las 
apariencias corporales en jóvenes integrados, y aspira a comprender de qué manera la cultura 
somática (Pedraza, 1999 a y b) o lo sociosomático (Ewen, 1991) constituye un modo privilegiado 
no burocrático o jurídico de «ser ciudadano y ejercer ciudadanías», es decir, de qué manera 
hacerse a un «cuerpo adecuado» traduce, entre los jóvenes urbanos, un conjunto de apuestas y 
prácticas orientadas a favorecer integración (estar integrado a ‘algo’,a ‘un estilo de vida’, al 
‘grupo’) 9. El estudio explora algunas de las vetas críticas y funcionales de esta cultura, e intenta 
 
9 El eje integración/marginación es clave porque permite pensar el alcance de las nuevas formas de dominación. 
Entre los integrados el dominio es vivido en la «integración al mercado y al consumo»; y entre los marginados, en el 
bloqueo de los mecanismos de ascenso social, la criminalización, la exclusión y el exterminio simbólico y material. 
Se trata de leer cómo en la cultura somática de los jóvenes integrados al circuito escolar, al mercado de los 
entretenimientos y ocios urbanos, al consumo de bienes y servicios sin restricciones excesivas de ingreso, se juegan 
fórmulas de resistencia, complicidad y transformación respecto al discurso y prácticas integradoras del mercado; y 
respecto a las fórmulas de marginación y estigmatización social de «lo joven». 
Sin embargo, pensado desde la perspectiva del «grupo de pares», el «grupo de amigos», la «banda», la «comunidad 
escolar» de un determinado colegio en la ciudad, esto es, pensado desde las comunidades y pares juveniles, el 
binomio integración/marginación deviene otra cosa. Respecto al grupo de pares se puede distinguir entre 
«integración», «exclusividad», «marginación», «expulsión», y «exclusión». Aunque las tres últimas comparten 
sentidos más o menos comunes, podemos establecer alguna diferencia: 
 
 6 
descifrar sus promesas políticas y ciudadanas fundamentales. Para ello analizamos las 
interpretaciones que estos jóvenes hacen de sus «juegos corporales», es decir, los juegos sociales 
en que invierten el cuerpo como recurso fundamental, y las inversiones que se juegan en el 
cuerpo para hacerlo rendir simbólica y socialmente, esto es, para ‘integrarse a’. En términos 
técnicos y académicos estos juegos pueden reconocerse en lo orgiástico de Maffesoli, en la lógica 
de la inclusión/exclusión en Reguillo10, en la ciudadanía que pasa por las técnicas del sujeto 
operativo en Carlos Pérez (1996). En este contexto, la belleza y las apariencias corporales son un 
capital técnico y operativo clave en la lógica de la «integración a»11. 
 
Para efectos del estudio, hemos atendido las inversiones en el cuerpo y las inversiones del cuerpo. 
Respecto a las primeras, las inversiones en el cuerpo, hemos distinguido entre las dietas y el 
diseño. De una manera esquemática, las dietas refieren a «todo aquello que se le mete al cuerpo», 
todas las ingestiones del cuerpo12. El diseño corporal en cambio refiere a todo lo que se le pone al 
 
 La integración alude a la posesión del capital, el dominio de las reglas de juego y la competencia adecuada, el 
saber del grupo, el conocimiento del sistema, del campo o del sector en que se mueve y vive el grupo de pares. 
Poseer los hábitos adecuados al juego social en que se mueve el colectivo de pares es la clave de integración. 
 La exclusividad refiere -dentro de los integrados-, a los procedimientos mediante los cuales ciertos grupos 
regulan y restringe aún más las reglas de acceso a los juegos sociales y delimitan la posesión de los capitales que 
permiten dominar los escenarios de interacción y encuentro de pares. Los derechos de exclusividad se ejercen sobre 
aquellos que social y simbólicamente están próximos, pertenecen al mismo ámbito. 
 La marginación indica la imposibilidad de poseer el capital, el dominio, la competencia y las reglas para invertir 
y participar de los juegos que movilizan los grupos de pares en la ciudad. 
 La exclusión alude a la desposesión (perder la posesión) y compromete a aquellos que teniendo la posibilidad 
histórica y real de poseer el capital, el dominio, la competencia y comprender las reglas para participar del juego 
social, no se les permite participar. Alude a las diferentes formas de discriminación social (sexual, racial, 
generacional) respecto a aquellos que podrían operar competitivamente en el campo y son excluidos del terreno. 
También puede operar como «autoexclusión», en que los sujetos deciden no participar del juego a pesar de 
dominarlo. 
 La expulsión señala al hereje, aquel que habiendo pertenecido al campo, al grupo, al sector, infringe las reglas y 
debe abandonarlo. 
En las «barras bravas» por ejemplo, internamente pueden operar procesos de integración, exclusividad, marginación, 
exclusión y expulsión incluso, aunque a su vez, sean discriminadas y se acentúen los mecanismos de marginación 
mediante la criminalización mediática y ciertas formas de patologización y abordaje psicoclínico que las refieren 
bajo el ambiguo término de «jóvenes en alto riesgo». 
10 «Ello me ha llevado a formular la hipótesis de que para la mayoría de los jóvenes, la ciudadanía se define en la 
práctica, se trata de una concepción activa que se define en el hacer: “si estudio o trabajo (en lo que sea), hago una 
revista cultural o toco en un grupo, soy ciudadano”, en cambio, “si no aparezco en las listas (de admisión a las 
instituciones de educación) o no consigo trabajo, la policía me reprime o carezco de espacios de expresión, no soy 
ciudadano. Así, la ciudadanía aparece directamente vinculada al eje de la inclusión-exclusión» (Reguillo, 2000: 160). 
11 La idea estratégica aquí es la del cuerpo y la apariencia corporal como capital. Hablar de «capital» supone 
comprender que es: a) algo que se acumula, se construye, se consolida mediante una dinámica de inversiones; b) algo 
que, a su vez, se invierte y realiza para que rente en un escenario con riesgos de pérdida y ganancia; c) algo que 
requiere procedimientos, reglas y conocimientos para hacerlo crecer en un entorno en que hay agentes, agencias y 
evaluadores permanentes de la inversión. 
12 Es importante destacar que, leída desde esta perspectiva, no tiene sentido pensar la vida sexual como 
sustancialmente distinta de la experiencia gastronómica. Si el cuerpo es un lugar en el que se invierte para 
capitalizarlo socialmente, tanto la dieta sexual como la gastronómica hacen parte del régimen de esas inversiones. 
Leídas en lo que tienen de «inversiones», se entienden por un lado las reservas de algunos sectores jóvenes respecto 
a una ética de las restricciones heterónomas (no hacer el amor, no fumar, no comer lo que no alimenta) y su 
inclinación por una ética de las restricciones personalizadas (para no decir autónomas), en que –en principio- cada 
cual toma las decisiones sobre lo que le interesa invertir en su cuerpo y los juegos sociales en que quiere poner el 
 7 
cuerpo. Por supuesto, en esta distinción, ¿en dónde ubicar las inversiones que –como el ejercicio 
y el gimnasio- moldean o diseñan el cuerpo? ¿Es decir, qué pasa con esas dietas que diseñan? ¿O 
en dónde ubicar el bronceado, ese diseño que es ingestión de sol? 
 
Hemos denominado convencionalmente «Proyecto corporal» al conjunto de inversiones 
destinadas, ya sean dieta, ya sean diseño, ya sean dieta-diseño, a favorecer apariencias calculadas, 
adecuadas a los juegos sociales en que los jóvenes aspiran a participar recurrentemente (la rumba, 
los ritos de seducción, una oportunidad laboral, un grupo de pares). Lo relevante, entonces, es el 
modo en que estos cálculos e inversiones se hacen rentables en la esfera de las relaciones, 
intercambios e interacciones sociales en que se desenvuelven. 
 
Lo joven como escenario y categoría relacional (zona de batalla y en construcción). 
 
Bourdieu (1990) indica que la juventud es territorio de batalla, escenario de disputas, campo social 
en continua construcción y desplazamiento; en fin, nada más alejado de la realidad histórica que 
intentar definir juventud ateniéndose a referencias cronológicas y etarias. Gérard Vincent13 señala 
cómo la ampliación de la esperanza de vida como efecto del aumento de las posibilidadesalimentarias de la población, el control objetivo de dinámicas epidemiológicas y enfermedades, la 
pacificación progresiva de la lucha por la existencia inaugura la posibilidad cierta y real de la 
adolescencia con las características con que le conocemos hoy: 
 
 «La sociedad contemporánea ha visto aparecer dos fenómenos radicalmente nuevos: la 
adolescencia, que se intercala entre la infancia y la edad adulta y estas dos (a veces 
tres) décadas que separan el fin de la actividad profesional del momento en el que las 
disminuciones físicas y mentales suprimen la autonomía del individuo constituyéndolo 
en «viejo». En otros tiempos la brevedad de la esperanza de vida volvía muy corto el 
período final que mediaba entre la cesación de actividad y la muerte. Muchas veces 
ésta incluso anticipaba aquélla. Hoy en día millones de inactivos están «maduros» sin 
ser hombres senectos». 
 
Vincent indica el encabalgamiento generacional producido por la prolongación de la vida: jóvenes y 
viejos conviviendo; padres, hijos, nietos, biznietos, bisabuelos compartiendo un mismo tiempo. Este 
fenómeno es contemporáneo, según explica Vincent, pues la sucesión generacional, marcada por la 
muerte de los mayores o su desaparición temprana, impedía el encabalgamiento; y para expandir la 
sucesión y conexión entre generaciones era indispensable la memoria, la genealogía, la veneración a 
los muertos y los viejos. En Colombia, la estructura poblacional y generacional se ha transformado 
significativamente en los últimos treinta años debido al descenso de la tasa de natalidad (2,4% en el 
periodo 1970-1975; 1,9% en el quinquenio 1995-2000; 1,1% proyectado para el quinquenio 2020-
2025 y 0,5% para el periodo 2045-2050, según CELADE), el aumento de la esperanza de vida (de 
59,7 años para los hombres y 63,9 años para las mujeres entre 1970-1975, a 67,3 años para los 
hombres y 74,3 años para las mujeres, en el periodo 1995-2000) y la concentración de la población 
en ciudades y municipios conurbados hasta alcanzar cerca del 80% de la población total. El 
envejecimiento poblacional comenzará a afectar significativamente a nuestro país y, en general, a 
 
cuerpo como inversión. Estamos, pues, ante una ética que –sólo en apariencia, como veremos más adelante- 
pareciera adecuada a la compulsión consumista. 
13 VINCENT, Gérard. El cuerpo y el enigma sexual. En Tomo 9 de la Historia de la Vida Privada, dirigida por Philippe 
Ariès y Georges Duby, p 329-389. Ed. Taurus, Buenos Aires, 1989. 
 8 
América Latina, transformando su histórica condición de continente de jóvenes y niños14. En 1975 el 
43,4% de la población tenía entre 0-14 años, el 51,9% entre 15-59 años y el 5,6% más de 60 años. 
En 2000 la proporción varía así: 32,7% para el primer rango de edad, 60,4% para el segundo, y 6,9% 
para el tercero. Y se proyecta para el 2025 una proporción de 24,3%, 62,1% y 13,5% para cada uno 
de los rangos. Y para el 2050: 20,3%, 58,1% y 21,6%. 
 
En ese sentido, «juventud» es una categoría inevitablemente asociada a los desafíos políticos y 
públicos que introducen los cambios demográficos. La relación entre «fuerza laboral activa» y 
«fuerza laboral pensionada», las maneras en que se distribuye inversión pública y privada para 
proveer servicios y bienes a la población más joven o la más vieja, la evolución de los «problemas 
de la juventud» o de «la vejez» en las agendas públicas, nos recuerdan en qué sentido hablar de la 
«juventud» o de «infancia» o de «vejez» alude menos a la edad biológica que a las tensiones 
demográficas y sus efectos sobre la inversión pública y privada en relación con los grupos 
generacionales y sus cohortes; refiere menos a «generación» en el sentido de rangos de edad o en 
términos de «los nacidos en un periodo específico», que al modo como la sociedad define y resuelve 
los problemas de inserción al mundo laboral, al mundo escolar, el acceso a bienes y servicios de 
conformidad con los recursos socialmente disponibles15. La recomposición demográfica del país irá 
alterando, significativamente, lo que entendemos por «juventud», refiriéndole cada vez menos al 
dato de la edad y más al de las políticas públicas y sociales que pondrán el acento en determinadas 
cohortes generacionales más que en otras. Pero también los ciclos de crecimiento o contracción de la 
economía, la ruina o el fortalecimiento de los mecanismos de distribución de riqueza y generación 
de riqueza transfiguran el sentido de lo que entendemos por «juventud»: a veces, la reserva laboral y 
productiva del país; en otras, un conjunto poblacional que presiona la provisión de servicios en 
medio de la recesión; en muchas ocasiones, grupo generacional articulado a estilos de vida y de 
consumo sistemáticamente manipulados por los media y la moda. En últimas, el rango de edad sólo 
se deja leer como algo más que una cifra cuando se lo sitúa en las disputas demográficas. Estas 
 
14 «En América Latina y el Caribe la población de 60 años y más está envejeciendo sostenidamente en todos los 
países. Se trata de un proceso generalizado de envejecimiento de las estructuras demográficas que lleva a un aumento 
tanto en el número de personas adultas mayores como en el peso de esta población en la población total. 
»Entre los años 2000 y 2025, 57 millones de adultos mayores se incorporarán a los 41 millones existentes. Entre el 
2025 y el 2050 este incremento será de 86 millones de personas. Los países de mayor población de la región (Brasil 
y México, junto a Argentina, Colombia, Venezuela y Perú) concentrarán la mayor parte de este aumento, pero en los 
países más pequeños este aumento también será significativo, especialmente a partir del 2025. Entre el 2025 y el 
2050, entre un quinto y un cuarto del incremento de la población adulta mayor se producirá en estos países» 
(CELADE, marzo de 2002). Según el informe, el envejecimiento de la población en América Latina está ocurriendo 
a una velocidad mayor que la experimentada históricamente en los países desarrollados. «La población adulta mayor 
crecerá a un ritmo de 3.5% en el periodo 2020-2025, tres veces más rápido que el índice de incremento de la 
población total (...) La región debe enfrentar el reto que le plantea el enorme aumento de proporción de 60 años y 
más, que pasa de 8% en el 2000 a 14,1% en el 2025 y a 22,6% en el 2050). Según el informe, en Colombia un poco 
más del 25% de los hogares rurales y un poco más del 25% de los hogares urbanos cuenta con la presencia de un 
adulto mayor de 60 años (datos de 1990). «En la mayoría de los hogares latinoamericanos (8 de cada 10 
aproximadamente) con presencia de adultos mayores, estos viven con otros miembros más jóvenes (hijos, nietos, 
otros parientes y no parientes), constituyendo hogares multigeneracionales, donde por lo general viven en relación de 
dependencia. La cohabitación es una forma común de solidaridad intergeneracional, que reduce los gastos de 
vivienda por persona, arroja economías de escala en la compra y preparación de alimentos y facilita el apoyo directo 
a familiares con necesidades especiales» » (CELADE, 2002: 11 y ss). 
15 «Para la legislación colombiana joven es toda persona entre 14 y 26 años, mientras que para la Organización 
Mundial de la Salud -OMS- se considera como población juvenil las personas entre 10 y 24 años; considerando por 
separado tres grupos de edad: 10 a 14 (preadolescentes), 15 a 19 (adolescentes jóvenes) y 20 a 24 (jóvenes) y dos 
grupos de edad resumen: 10 a 19 (adolescentes) y 10 a 24 (población juvenil)» (Análisis situacional de la juventud 
colombiana en el naciente milenio, 2001). 
 9 
disputas no adquieren solo la forma de «confrontaciones culturales» en términos de «brecha 
generacional» entre adultos y jóvenes, que no secomprenden mutuamente. Estas confrontaciones se 
expresan también, de manera moderada, bajo esos mecanismos de distribución de recursos sociales 
que son las políticas de juventud, los proyectos institucionales de apoyo a la tercera edad o las 
iniciativas de protección de la infancia. La inversión en salud, educación, en recreación, ya provenga 
de fondos públicos, de empresas privadas o de ingresos familiares y personales supone siempre 
cálculos, reorientación y priorización de recursos fundados en una lectura prospectiva de la edad 
para tomar de decisiones16. Entonces, «juventud», «vejez», «infancia» son distinciones que nombran 
particulares maneras de distribución de recursos sociales para la promoción de unos y otros 
segmentos de la población, usando la «edad» para señalar la distribución de tales recursos. 
 
En ese sentido, P. Airès17 nos recuerda cómo la juventud en Occidente se moduló en el seno de la 
sociedad moderna dentro de una de las instituciones esenciales: la escuela. Una institución que 
Europa inaugura en el siglo XVII fijando cohortes y rangos de edad para ingreso. Pero las 
distinciones en términos de edad se harán cada vez más capilares y precisas en el mundo moderno 
para efectos de distribuir poderes, recursos y responsabilidades en el conjunto social. Estas 
distinciones son el producto de infinidad de luchas institucionales que modularán lo que entendemos 
por «edad de retiro forzoso», «edad adulta», «responsabilidad legal o no del joven y el niño», «edad 
de jubilación», «edad adecuada para el ingreso a la escuela», «restricciones de edad para acceder a 
ciertos tipos de servicios y bienes» (cine, bebidas alcohólicas, cuenta bancaria). Bourdieu18, por su 
parte, señala cómo «la juventud» implica diferencias posicionales respecto al dispositivo escolar e 
insiste en que habría diversidad de tipos de jóvenes en relación con los capitales culturales, capitales 
económicos, las posibilidades de poder de que disponen y los cargos de poder, control, herencia, 
capital acumulado por los mayores. Entonces, si bien la «edad» es un dato arbitrario, la «juventud» 
expresa la configuración institucional de grupos, cohortes y segmentos de población, de acuerdo a 
las disposiciones y disputas entre poderes e instituciones que definen «la edad» (como también 
ocurre con el sexo, la raza, la procedencia geográfica, el idioma, etc.) en tanto criterio de 
discriminación y clasificación para situar recursos e inversiones. 
 
En la actualidad, hay cinco campos institucionales burocráticos y estratégicos que modulan lo que 
socialmente entendemos por «juventud» y por «persona joven». En primer lugar está el campo de la 
salud, que incluye las diversas formas de intervención clínica en el cuerpo y la mente como 
entidades orgánicas, y considera desde la formación deportiva, las terapias gimnásticas, la cirugía 
estética, hasta el control pediátrico del crecimiento, la regulación y regímenes de nutrición y dietas, 
la obsesiva preocupación por el equilibrio psíquico de la persona joven respecto a las formas fuertes 
o débiles del malestar (depresiones, impulsos suicidas, farmacodependencias, anorexias y bulimias), 
las prédicas sobre la sexualidad sana y adecuada, y la prevención de los embarazos juveniles. La 
extensión e intensidad de estos discursos sobre la juventud han contribuido a prefigurar las 
representaciones muy fuertes tanto del joven como persona patológica, como del joven 
 
16 Como cuando una familia de capas medias decide abrir una cuenta de ahorros programada para garantizar la 
educación universitaria de los niños de la casa, o cuando el adulto mayor de capas medias o altas, teniendo en cuenta 
que los hijos «ya son adultos»- decide ahorrar para garantizarse un futuro adecuado. O cuando instituciones públicas 
o privadas deciden limitar a determinados sectores de «edad» los requisitos para aspirar a fondos, a proyectos, a 
recursos. O como cuando una universidad o una empresa privada fija un límite de edad para aspirar a becas de 
postgrado, a un trabajo o ciertos beneficios. La edad simboliza y expresa como dato «arbitrario» toda suerte de 
disputas institucionales y personales por la posesión, administración y distribución de recursos. 
17 ARIES Philippe. El niño y la vida familiar en el Antiguo Régimen. Taurus, Madrid, 1987. 
18 Bourdieu Pierre. ¿Qué significa la palabra juventud? en Sociología y Cultura. México, 1990. 
 
 10 
corporalmente activo, irrefrenable y sexualmente desbordado, esto es, expuesto a todo tipo de 
riesgos. Ya en la prédica sexológica, ya en los discursos sobre la dieta sana y adecuada, ya en las 
advertencias sobre el consumo de drogas, este tipo de discurso y recurso –que enfatiza en la 
condición orgánica y biológica del cuerpo humano- prevé los ritmos, ciclos de desarrollo y factores 
que afectan al «joven sano» y amenazan con derrumbarlo19. En otras palabras, estos discursos 
institucionales inscriben el mito del «joven sano»20 y respecto al cual se prefiguran los prototipos del 
«joven insano o desviado» (drogo, suicida, infectado, violento). En segundo lugar, está el campo de 
los massmedia y algunas industrias culturales que se articulan al campo (la moda juvenil, los 
entretenimientos urbanos para jóvenes –incluidos bares, conciertos musicales y discotecas-, la 
industria de la música juvenil, los centros de deportes y videojuegos, y el turismo juvenil –viajes de 
quinceañeras, tures escolares de graduación). Aquí el tipo de discursos distinguiría entre el joven 
peligroso o emproblemado de ciertas narrativas y filmes, de cierto discurso informativo periodístico 
-el de las secciones serias con sus notas sobre barras bravas, sobre crímenes urbanos que involucran 
jóvenes, sobre pandillas y delicuencia urbana- y cierta música videoclipeada con sus chicos Eminem; 
y de otro lado, el joven ligero o light de una porción importante de las narrativas mediáticas, la 
información periodística y algunos géneros de la neotelevisión (softporn, reality show, tv-extrema), 
la publicidad y la videomúsica. El discurso que sobre los jóvenes sintetizan tanto los media, como el 
entretenimiento urbano juvenil y la música al mismo tiempo que ignora o invisibiliza selectivamente 
algunos «tipos de jóvenes», consigue sobreexponer a otros21. De cualquier manera, la versión dorada 
(chico bien) y la versión negra (monstruo) del joven urbano suelen ser representaciones 
institucionalmente muy rentables tanto para hacer rendir los negocios como para afirmar algunas 
formas de control gubernamental sobre amplias porciones de la población joven. La visibilidad 
aterrorizante (Krauskopf, 2000) del joven urbano puede ser capitalizada para criminalizar a los 
jóvenes pobres al calor de una política de exterminio o control policial (como en las famosas 
«limpiezas sociales» que en los 80 y 90 se tradujeron en asesinato de jóvenes en barriadas populares 
de Brasil y Colombia, o que en la actualidad se están traduciendo en Centroamérica –en Honduras, 
por ejemplo- en legislaciones regresivas y represivas sobre los miembros de colectividades juveniles 
urbanos, indistintamente denominadas pandillas y delincuentes juveniles). Pero también sirve para 
hacer rendir la industria de la música y los bares alternativos, la moda underground o la televisión 
alternativa. En tercer lugar está el campo jurídico-político que continuamente debe regular y 
legislar respecto a los derechos, deberes y responsabilidades del «joven» y del conjunto de las 
instituciones sociales que se encargan de los jóvenes: la familia, el mundo del trabajo, los media, la 
escuela, el Estado y las organizaciones gubernamentales. Es quizás, junto con el campo escolar, el 
ámbito institucional en que «la edad» -debidamente desnaturalizada, esto es, no asociada al devenir 
 
19 Cuando se habla de los lugares de encuentro joven enla ciudad, sin duda –al lado del entramado escolar- el 
entramado clínico y biomédico es el entorno burocrático que más aglutina y reúne jóvenes, y es probablemente el 
que más sintetiza discursos clasificatorios y regulatorios respecto a su condición. 
20 En «Jóvenes actores de la vida cotidiana en un sector pobre de Cali: el caso Petecuy», Tesis de Maestría en 
Sociología, Universidad del Valle, 2001, Hernando Orozco Lozada examina, entre otras, cómo los programas de 
intervención y prevención en salud en un barrio popular de la ciudad de Cali (Petecuy), el discurso institucional en 
torno a la categoría «joven en alto riesgo» y el psicologismo de la «resocialización», explican en parte la 
popularización de la idea de «joven sano» como categoría moral y política en las barriadas, que se distingue del 
«aletoso», el «pandillero», el «torcido», el «peligroso». 
21 Tal como lo indica Muñoz (1999), los discursos mediáticos y, en particular, la televisión proveen acerca de los 
jóvenes representaciones e imágenes que «interpretan su acción desde la categoría de lo monstruoso» y 
representaciones que sitúan la juventud dentro de lo bello, sin que se trate de versiones contrapuestas. El chico light, 
consumista y el chico criminalizado son formas poderosas de representación estereotipada del joven, que igual 
circulan en los media y en el «ensayo académico», dirá Muñoz. 
 11 
orgánico del cuerpo, y convertida en criterio jurídico y técnico- tiende a desempeñar un importante 
papel de regulación y configuración de lo que se entiende por «joven». En cuarto lugar está el 
ámbito académico y científico, en que diversas disciplinas de estudio y programas de investigación 
sintetizan conceptos diversos sobre la juventud y sobre la condición del joven que, entre otras, sirven 
para articular y recomendar algunas de las políticas de intervención escolar, clínica, psicológica, 
jurídica sobre los jóvenes. Y en quinto lugar, están los discursos generados por el ámbito 
institucional escolar y psicoeducativo, y –en general- las instituciones instruccionales, en las que hay 
que incluir a las instituciones de formación religiosa, las organizaciones políticas, las de formación 
militar, las de instrucción cívica y formación técnico-laboral. La institución escolar es quizás la que 
más intensivamente se ve afectada y obligada a repensar continuamente lo que entiende por «joven», 
tomando en préstamo o rechazando las prescripciones biologizantes del mundo médico, las 
contribuciones académicas que desde la psicología hasta la neurología suelen suministrar pautas para 
el trabajo educativo escolar con los niños y jóvenes, las determinaciones jurídico-políticas y las 
influencias mediáticas –que afectan para bien o para mal el lugar formativo de la escuela. Cada uno 
de estos campos sintetiza discursos sobre la juventud y los jóvenes, prescribe su estatuto, los 
clasifica y delimita deberes, responsabilidades y posibilidades para ellos. En ese sentido lo que 
entendemos por «juventud» y «joven» es, en buena parte, el resultado de innumerables disputas y 
batallas institucionales que se expresan tanto como discurso, decisión política y acción burocrática. 
Pero a las tensiones entre instituciones acerca del «joven legítimo», del «joven adecuado», se 
agregarán las que proceden del ámbito familiar y el grupo de pares en tanto instituciones no 
burocráticas. 
 
Esta diversidad de escenarios institucionales trabajan el cuerpo del joven. Igual el ejército que la 
escuela, el centro de recreación juvenil que las ofertas mediáticas, la familia que el espacio de 
trabajo formal. El cuerpo joven es al mismo tiempo un escenario social disputado por diferentes 
agencias y poderes, y el lugar en que se objetiva o materializa esta contienda22. Y esta lucha ha 
terminado por fracturar la hegemonía que históricamente ejercieron la escuela, la familia y la iglesia 
sobre el cuerpo del joven. La crisis de la escuela y la familia tendría que ver menos con la 
incapacidad intrínseca de estas instituciones para integrar a los jóvenes, que con la multiplicación de 
escenarios y dispositivos que hoy participan de su con-formación. Expresado de una manera 
esquemática: ese cuerpo es un lugar trabajado y labrado por un rango mayor de agencias sociales 
que se saltan el dispositivo escolar, el ámbito familiar, e intervienen directamente en el grupo de 
pares y la persona joven. En resumen, está operando un formidable complejo educativo que trabaja 
continuamente al cuerpo joven, y respecto es complejo educativo la familia y la escuela parecieran 
tener una participación marginal y crecientemente subordinada o subsidiaria. Si se tiene en cuenta 
que para estos jóvenes el cuerpo es una entidad crucial en que invierten recursos y energía para 
derivar «vida con sentido», la presencia marginal de la escuela y la familia en ese complejo 
 
22 Por ejemplo, las tensiones que cotidianamente se experimentan en el mundo escolar respecto al uso adecuado del 
uniforme expresan, como disputa entre profesores y estudiantes, entre estudiantes y entre profesores las disputas 
institucionales entre la escuela y los mercados de bienes y servicios para jóvenes. Aunque aparece como una disputa 
personalizada (el estudiante que desea usar aretes y la adolescente que se niega a usar la falda abajo de la rodilla), se 
trata realmente de la institución escolar que le exige al «joven» situarse en el ámbito escolar como «estudiante» y no 
como «consumidor» de signos, marcas, íconos del mercado de bienes para jóvenes. Ser «estudiante» es «parecer 
estudiante» y el uniforme –para algunas instituciones instruccionales- constituye el requisito de filiación del sujeto 
que, inscribe en el cuerpo uniformado, sus lealtades institucionales. Algo similar ocurre en algunos entornos 
laborales, que le exigen al joven «buena presentación», esto es, la disposición a adecuar el cuerpo de acuerdo a la 
apariencia prevista por la institución. 
 12 
educativo explica el «síndrome de desconexión» que amenaza las relaciones de las instituciones 
escolares y de la familia con los jóvenes urbanos23. 
 
Pero quizás uno de los criterios más importantes para situar «la juventud», «lo joven» y «lo juvenil» 
como categorías de estudio científico-social es la conminación a pensar los diferentes tipos y formas 
de «joven» que las actuales condiciones de vida social posibilitan y fuerzan. Margulis y Urresti 
(1996, 1998) construyen una productiva categorización que permite introducir distinciones 
importantes para avanzar en el estudio de los diversos tipos de «jóvenes». Para pensar «lo joven» 
resulta indispensable asumir, en primer lugar, la desigual distribución de capital temporal: la 
«moratoria social»24 que permite a algunos jóvenes -especialmente de capas medias y altas- 
posponer el tiempo en que asumen responsabilidades adultas -hogar propio, hijos, vivir del trabajo-; 
y la «moratoria vital», que indica la disponibilidad objetiva y subjetiva de tiempo de vida, de 
futuro posible, entendiendo que vivir en un barrio afectado por altos índices de violencia y 
delincuencia urbana, sin trabajo y en condiciones de vida insana (mala alimentación, por ejemplo), 
implica menores capitales temporales que vivir en un espacio residencial, con ambientes protegidos, 
consumo expansivo y con tiempo libre donde subjetivar la idea de futuro y vida de largo plazo. En 
segundo lugar, pensar «lo joven» obliga a considerar la memoria social incorporada, la experiencia 
de compartir los imaginarios, las vivencias, los eventos de una generación específica o, como 
plantean los autores, haber sido socializado en un mismo momento histórico, tener parentescos y 
vecindades históricas. Y en tercer lugar, pensar la condición de género, que mediante la asignación 
de roles en la división del trabajo sexual y la división sexual del trabajo (Bourdieu, 1990) distribuye 
de maneradesigual tanto el tiempo como las posibilidades de realización. 
 
Los jóvenes urbanos, incluso los jóvenes integrados, no sólo son diversos culturalmente, sino que 
–adicionalmente- se sitúan en jerarquías y escalas sociales, en posiciones, desiguales y distintas25. 
 
23Los cursos de educación física y deportes, los de educación sexual, los de medioambiente y ecología pueden 
compensar esta deficiencia siempre y cuando la experiencia corporal de los chicos sea integrada como recurso de 
trabajo educativo a través del debate, discusión, el juego y el examen crítico de su corporalidad. Construir biografías de 
sus propios cuerpos, pensar grupal y colectivamente qué se juegan en su apariencia corporal, puede ser útil para romper 
el circuito de las enajenaciones que hace vivir en los jóvenes un cuerpo que no es del todo suyo, permanentemente 
administrado y cooptado por otras agencias. Pensados como cursos-terapias de reapropiación del cuerpo de los jóvenes, 
los cursos de educación física, sexualidad y medio ambiente pueden contribuir notablemente a construir formas de 
«personalización» del consumo, de la apariencia y de la belleza más creativas e inteligentes. Pero la escuela, por el 
momento, sigue atrapada en el abordaje clínico y anatómico de la educación sexual, la perspectiva biomecánica de la 
educación física y el naturalismo esencialista de los ecologismos más tradicionales. 
24 Nos referimos a la noción de «moratoria social» retomada por Margulis y Urrestis a partir de Erik H. Erikson en su 
libro «Identidad, juventud y crisis» (1968). 
25 Como la que se configura respecto a la condición de «jóvenes universitarios» o «estudiantes de secundaria» en la 
ciudad de Cali. En la Universidad del Valle habría una geografía social y moral que distingue entre los de la sede de 
San Fernando y la de Meléndez. En Meléndez hay la percepción de que a ciertas carreras (Comunicación Social, 
Arquitectura, Diseño) van los niños bien de Univalle. Algunos estudiantes de la Autónoma y la Javeriana sienten 
proximidad y parentesco social con los de San Fernando, pero no con los de Meléndez. Viejas rivalidades procuran 
cierta distancia moral y social entre los colegios bilingües del sur de la ciudad (Colegio Bolívar, Colegio Alemán) y 
los del norte (Liceo Francés, Colegio Jefferson). Entonces no se trata sólo de diversidad cultural, sino de auténticas 
tensiones y diferencias sociales, apenas moderadas por su integración al consumo y a la escolaridad secundaria y 
universitaria. El término «gomelo» -que refiere despreciativamente al consumista, al posudo, al joven vacío atestado 
de objetos de marca, es empleado por una joven de Liceo Francés para referirse a algunos jóvenes del Colegio 
Bolívar. Para algunos chicos de colegios públicos tanto los jóvenes del Liceo Francés como del Bolívar son, sin más, 
gomelos. Pero hay, en esta geografía moral, otras distinciones que indican en qué sentido la distancia entre grupos de 
una misma generación y clase social puede ser tan fuerte como las afinidades al interior de los grupos. Plastipobre, 
 13 
O como sabe indicarlo Muñoz (1999) pueden llegar a establecer contigüidades y afinidades muy 
fuertes con «otras generaciones», y rupturas con otros jóvenes de su propia generación. 
 
Sociabilidades, tribalidades y formas juveniles de juntarse en la ciudad. 
 
Las ciudades, la experiencia de vivir y representarse (en) la ciudad, las sociabilidades que propicia, 
exigen un cuerpo «urbanizado», adecuado a los ritmos y tiempos de la ciudad, a su disposición 
espacial, a sus vehículos. La ciudad es una megamáquina en que convergen tiempos diversos y 
memorias de origen múltiple; en ella se encuentran experiencias viejas y nuevas, lo autóctono y lo 
global-desterritorializado (Martín Barbero, 1996b). Martín Barbero distingue dos paradigmas de 
ciudad: la ciudad del flujo/información y la ciudad de la muchedumbre (comunicación/encuentro). 
La ciudad para usar, cruzar, consumir, atravesar, difiere de la ciudad para juntarse, conversar, 
conectarse, encontrarse. La transformación de los regímenes de ciudad (ciudad del encuentro a 
ciudad del flujo), la disolución de las formas de encuentro, habrían desencadenado dos fenómenos 
conexos: los miedos, irascibilidad, agresividad urbanos, y la proliferación de agrupaciones o 
comunidades no necesariamente sustentadas en la filiación familiar, en los vínculos de vecindad o en 
las relaciones laborales. Estas comunidades podrían ser, por un lado, un modo de resistirse a lo que 
hace cada vez más anónima e impersonal a la ciudad; pero también, por otro lado, es una manera de 
hacerse a convivencias más allá del a veces opresivo, rutinario y suficientemente conocido entorno 
próximo (la casa, el trabajo, la familia, el colegio). Según Martín Barbero habría dos grupos 
especialmente resistentes a las formas de desurbanización, desespacialización, descentramiento que 
impone el paradigma informacional desde el cual está pensada y construida la ciudad actual: los 
jóvenes y los sectores populares. 
 
Según estudios realizados en América Latina (Sarlo, 1994; Muñoz, 1996; Reguillo, 1996) los 
jóvenes son el segmento de la población que más usa la ciudad, que más la recorre, lo que constituye 
un modo sutil de nombrar otra cosa: los jóvenes urbanos son el segmento de la población que menos 
permanece en casa y el que más deambula, el que tiende a hacer «la vida en la calle», fuera del 
«domo», el «hogar». Los jóvenes urbanos siguen portando la amenaza social del «nomadismo y la 
errancia» que doscientos años de historia disciplinaria no han podido erradicar: su marcha gregaria 
por la ciudad sólo se compara con la del vagabundeo errante de los migrantes campesinos 
expulsados hacia las ciudades en virtud de las guerras económicas y políticas localizadas. Las 
nuevas tribus de jóvenes [(Maffesoli, 1990), (Reguillo, 1996), (Costa,1996)] se articulan en torno a 
la música, la iconosfera, la moda y vestuario, los cultos corporales (baile, deportes), la invención y 
reactualización de ritos26 que les permitan operar como comunidades hermenéuticas, comunidades 
de sentido, en que lo que se comparte no es el territorio o la familiaridad sino el punto de vista, la 
manera de leer el mundo, el modo de situarse en él. 
 
 
plástico, lámpara, pitillo, caleñazo son, sobre todo, clasificaciones morales y juicios de valor arrojados por jóvenes a 
otros jóvenes de su generación. 
26 Los jóvenes no son sólo novedad, sino también remozamiento de lo ya ido, de lo ya olvidado. Uno de nuestros 
informantes (19 años, estudiante de Derecho en la Universidad San Buenaventura) nos cuenta que ama ir a una vieja 
barbería, con espejos enormes, el barbero de guayabera y afilador a la antigua. Allí se siente cómodo como en ningún 
otro lugar. Prosperan y retornan rituales y mitos añejos: la fiesta de 15 años, el matrimonio católico, la ceremonia de 
grado con toga y desfile, la revaloración de la virginidad, la religiosidad penitente, los pactos sagrados de amistad, la 
épica machista, los amuletos de protección, los fetiches mágicos, la afición a la sazón casera. Pero no es un retorno al 
pasado. Se trata menos de un revival (revivimiento) que de un, para decirlo en lenguaje informático, retrieve 
(recuperación o un re-traer). 
 14 
En pocas palabras, estamos ante un objeto de estudio complejo e inabarcable, que sólo se deja 
nombrar de manera oblicua e indirecta. Estratégico e inaprensible, este cuerpo urbanizado y joven 
nos invita a formularnos preguntas que al tiempo que «iluminan la escena» nos abruman. Pero 
hay que imaginar respuestas para poder ver entre la confusión. 
 
2. Planteamiento general y síntesis del informe. 
 
¿Cómo comprender, entonces, el vínculo entre «ciudadanía», vida política,vida pública y la 
biografía, las costumbres, prácticas y discursos corporales de los jóvenes urbanos de capas 
medias? No es suficiente con advertir que «todo es político» y con ello eludir la tarea de indicar 
en qué sentidos específicos el cuerpo de estos jóvenes enlaza con los destinos e intervenciones 
ciudadanas y públicas en nuestras ciudades. Esta investigación nos ha permitido -parafraseando a 
E.P. Thompson(1989)- revelar una cierta «economía moral» del joven de capas medias urbanas 
en Cali y cómo ésta implica un conjunto de valores específicos, sentidos de lo deseable y posible, 
ciertas formas de legitimación, algunos consensos y diferencias sustanciales acerca de lo que se 
supone debe y puede hacerse con el cuerpo propio y el de los otros. Y si cierto sentido orgiástico 
(Maffesoli, 1996) estimula algunas de las disposiciones del cuerpo en la escena urbana; no menos 
relevantes son la conciencia de las restricciones que impone el mundo del trabajo profesional 
adulto, o las resistencias de algunos sectores de jóvenes a los estilos de consumo y compra que 
imponen los media y la ciudad. 
 
El presente informe se articula en torno a dos grandes argumentos. El primero sostiene que es 
posible reconocer en la cultura somática de estos jóvenes la expresión de una tensión grave entre 
las promesas de un mundo que abre enormes posibilidades y crea condiciones para la realización 
plena de la vida humana como vida liberada, y las restricciones que impone a esas posibilidades 
el privilegiar la apropiación privada e individual de ese potencial. La abundancia individualmente 
vivida es una contradicción. De esa tensión derivan varios fenómenos que, en conjunto, definen 
mucho de esta «cultura somática» y las sensibilidades que implica. La oscilación entre el cuerpo 
vivido como realización de ese mundo abierto de posibilidades (el cuerpo orgiástico) y el cuerpo 
como proyección pública de una vida individualmente vivida. La articulación de una narrativa 
social –debidamente massmediada- que ha inventado dos figuras «deseables», a medio camino 
entre los dos extremos de esta oscilación: la figura del «adulto joven» (en que se fusionan la 
aspiración a la experimentación sin límites del joven y la posibilidad de realizar materialmente 
esas aspiraciones en el adulto) y la figura del «grupo de pares» (en que se moderan la obsesión 
orgiástica y la compulsión por una vida individualmente vivida). Ambas figuras dominarían, por 
ejemplo, las narraciones publicitarias sobre “el joven deseable27». La manera en que «la 
abundancia de posibilidades» desarticula los controles y propicia la desregulación transformando 
significativamente el modo en que cada joven «piensa» y el lugar que «el pensamiento» ocupa en 
un mundo en que aunque, ilusoriamente, «todo es posible», nos permite aludir a otro fenómeno 
derivado de esta tensión general: el «pensamiento randómico» en el ámbito urbano y en un 
 
27 Porque, obviamente, ni todo lo «joven» ni todo lo «adulto» es deseable. La rutinización de la vida adulta no es 
deseable en esta narrativa que instituye al grupo de pares y al joven adulto como figuras de deseo. No es deseable ese 
adulto que (Benjamín, 1914) usa la «experiencia» como máscara inexpresiva, impenetrable, siempre igual a sí 
misma para ocultar la amargura, la cobardía, la frustración de las ilusiones, y para alejar a los jóvenes de la 
experimentación. «Pero si el sentido, la verdad, la bondad y la belleza se fundamentan en sí mismos, ¿para qué 
queremos la experiencia», dirá el impetuoso y joven Walter Benjamín. 
Pero tampoco todo lo joven es deseable: no es deseable aquel que no tiene posibilidades, no sabe y no tiene 
disposición a experimentar. 
 15 
entorno de entretenimientos crecientes. Otro fenómeno derivado de esta tensión refiere al valor 
atribuido a las «sensibilidades» como recurso fundamental para poder dominar un entorno 
saturado y abundante, esto es, para poder resignificar aquello que los mercados industriales 
proveen en abundancia a los consumidores jóvenes integrados. Sin el recurso del «estilo propio», 
«ese gusto personalizado» y la pasión por «el diseño y la sensibilidad personal», estos jóvenes no 
podrían operar un entorno que multiplica las ofertas de consumo y amenaza con desplazar a la 
persona localizando allí a un consumidor compulsivo. En este escenario, los consumistas de 
cualquier tipo son relativamente despreciados y hay una rica jerga para designar esta derrota que 
consiste en haberse rendido o plegado sin más (sin personalidad) a las reglas que impone el 
mercado de bienes de consumo y servicios, al poder de la moda y a los dictámenes del grupo de 
pares. 
 
El segundo argumento deriva del anterior y reinterpreta el valor que estos jóvenes atribuyen a la 
«personalidad» y al cuerpo como lugar en donde la misma se despliega y expresa. La 
personalidad es, al mismo tiempo, «representación del yo» y «promesa de apropiación de la 
experiencia colectiva, promesa de realización de todas las posibilidades abiertas por el mundo». 
La personalidad es un recurso fundamental para resistir el dominio extremo del grupo de pares y 
una condición para moverse en él; es un recurso clave para resistir a la dictadura de la moda y el 
mercado de bienes, y para redefinirlos de acuerdo a un difuso sentido del «gusto propio y 
personal». En esta parte nos ocupamos de pensar el sentido estratégico de la belleza y la 
apariencia corporal, las lógicas inscritas en los juegos de la apariencia, el estilo personal, las 
nociones de diseño, proyecto y dieta corporal. 
 
La idea esencial es que entre la personalidad como “representación del yo” y como “capacidad 
para vivir todas las posibilidades abiertas por el mundo” -una tensión que repite como 
interioridad y subjetividad lo que le ocurre al mundo social- se configuran las inversiones que los 
jóvenes integrados hacen en sus cuerpos y los juegos sociales en que lo invierten como un capital 
y bien. Entonces la centralidad estratégica de la personalidad en su doble condición 
(personalidad: vida colectiva/grupo; personalidad: vida individual/yo) se superpone a la 
preocupación por la apariencia y la belleza. Los mecanismos esenciales de esas inversiones en el 
cuerpo como proyección de la personalidad, esos mecanismos que en conjunto realizan el 
proyecto corporal, se caracterizarían por promover más la estimulación y la autovigilancia que la 
vigilancia y el castigo (Foucault, 1975)28 y apuntan a garantizar una vida intensamente vivida29. 
El proyecto corporal supone la combinación de recursos y procedimientos –más o menos 
planificados- para obtener, por un lado, un cuerpo socialmente rentable en términos de 
posibilidades de encuentro, acceso, rozamiento con otros; y, por otro lado, un cuerpo capaz de 
 
28 «(...) la sexualidad, convirtiéndose así en un objeto de preocupación y de análisis, en blanco de vigilancia y de 
control, engendraba al mismo tiempo la intensificación de los deseos de cada uno por, en y sobre su propio cuerpo... 
El cuerpo se ha convertido en el centro de una lucha entre los niños y los padres, entre el niño y las instancias de 
control. La sublevación del cuerpo sexual es el contraefecto de esa avanzada. ¿Cómo responde el poder? (...) En 
respuesta a la sublevación del cuerpo, encontraréis una nueva inversión que no se presenta ya bajo la forma de 
control-represión, sino bajo la de control-estimulación: «¡Ponte desnudo... pero sé delgado, hermoso, bronceado!» 
(Foucault, 1975b, pg. 105). 
29 Como indicaremos más adelante, la vigilancia, el castigo y el control represivo corresponde a un mundo social en 
que hay escasez y limitaciones objetivas; la estimulación, la promoción de la autovigilancia, la relajación de los 
controles son propios de un mundo que se ofrece y promueve como abundante. Si en el primero la vida vale la penavivirse si tiene “un sentido”; en el segundo la vida vale la pena vivirse si es “sentida”, si es “intensa”. 
 16 
sentir «intensidad», hiperestésico30. Si el diseño se refiere a lo que se le pone al cuerpo y la dieta 
a lo que se le mete al cuerpo, la belleza será el efecto derivado de esas inversiones en el cuerpo, y 
en la jerga de algunos de estos jóvenes aparece bajo dos expresiones que explicitan las formas de 
rentabilidad del cuerpo y la apariencia: “estar bueno” y “ser lindo”. El control de este campo de 
inversiones por parte de los industriales de la apariencia, la belleza y el cuerpo, estaría predando 
posibilidades muy diversas de realización de la apariencia corporal y –de alguna manera- 
acentuando una paradójica deserotización del cuerpo. Habría una oscilación permanente en los 
mecanismos de control mercantil de la «belleza». Esta «dominación» sobre el cuerpo joven obra 
oscilando entre ciclos de énfasis en regímenes de lo artificial y ciclos de énfasis en lo natural. La 
dominación puede adoptar la forma de un énfasis fuerte en la naturalización de las superficies y 
en la dieta natural –piel lavada, poco maquillaje, shampoo orgánico- o un énfasis fuerte en lo 
artificial –látex, brillos y metales, drogas sintéticas-, y sin embargo, cerrar sistemáticamente las 
vías de autorrealización en los jóvenes de sus proyectos corporales ligados a una ampliación de 
las promesas y experimentaciones eróticas. 
 
Pero no hay dominación completa: es justamente a partir de esta preocupación aparentemente 
consumista y trivial por la personalidad, la apariencia y la belleza, que estos jóvenes desplegarán 
formas de resistencia y resignificación del mercado de la apariencia y de la moda. La noción de 
«estilo propio» expresa la apropiación –desde la personalidad- de la oferta industrial, y obliga a 
una relectura de lo que entendemos por «consumismo», un término que tiene connotaciones 
moralistas muy problemáticas. El estilo propio constituye un núcleo ambiguo de resistencia y 
adhesión a los mercados de la apariencia y, en general, a las ofertas de bienes de consumo. 
Señala, por un lado, la decisión de no marginarse del mercado, pero indica –también- que no se 
trata de un puro plegamiento a sus ofertas. El «estilo propio» indica hasta qué punto estos jóvenes 
le ponen «valor» (plusvalor), hacen una inversión significativa, en lo que se ponen y consumen, 
apelando a la defensa de la personalidad como lugar de ambigua resistencia al mundo prefigurado 
por las industrias. 
 
3. Metodología. 
 
La primera apuesta 
 
A lo largo del documento, vamos a entender la noción de «cultura somática» en relación con los 
discursos sociales (burocráticos o no) y el ámbito de las prácticas que capitalizan el cuerpo para 
hacerlo rentable, labrándolo individual y colectivamente, ya en las pantallas mediáticas, ya en el 
grupo de pares, ya en la escuela, ya en las prescripciones y controles clínicos, ya en los 
entretenimientos urbanos para jóvenes o la acción y controles policiales. Diremos que, en el caso 
de los jóvenes urbanos de capas medias que participaron en la investigación, hacer rendir el 
cuerpo significa, por un lado, experimentar las oportunidades de la vida y, por otro lado, expresar 
la personalidad. La condición expresiva y experimental del cuerpo es lo que centralmente expone 
la cultura somática de este joven urbano. 
 
Como práctica y como discurso, la cultura somática se advierte mejor al examinar los juegos 
sociales en que disponer del cuerpo como inversión resulta estratégico, es decir, al examinar el 
 
30 Respecto a lo que, en general, suele llamarse «sensibilidades juveniles» haremos en la segunda parte del informe 
una reflexión y una adaptación de la noción benjaminiana de «test óptico» y trabajaremos algunas nociones un poco 
esotéricas y extrañas: el poder de la mirada, la condición plástica del cuerpo joven y su deserotización, el «gusto 
propio», el «consumo selectivo» y el «diseño-edición». 
 17 
conjunto de ámbitos sociales en que hay que poner en juego el cuerpo; y al estudiar las 
inversiones que cada uno hace en el cuerpo para sacarle provecho en la vida social. En el primer 
sentido, «cultura somática» alude a los juegos sociales que, mediante diversas disposiciones, 
fuerzan una exposición central del cuerpo. El baile y la entrevista de trabajo, el centro comercial 
y la fiesta, harían parte de los juegos sociales que obligan al cultivo del cuerpo y su preparación. 
En el segundo sentido, significa que tanto las técnicas de maquillaje como las dietas, el vestuario 
y el cuidado de la piel son prácticas sociales y componentes de la cultura somática; pero también 
lo son los discursos que acerca de la belleza y la apariencia del cuerpo, lo adecuado y lo 
inadecuado, el cuerpo saludable o enfermo, (re)producen las personas, instituciones y grupos 
sociales. Entonces, atenderemos a las prácticas, discursos y juegos sociales en que la exposición 
del cuerpo es exigida. Evidentemente se trata de una perspectiva demasiado laxa y demasiado 
restrictiva al mismo tiempo. Apuntar a los discursos que regulan el cultivo el cuerpo, a las 
prácticas y recursos empleados en el cultivo del cuerpo y a los juegos sociales en que se expone 
ese cuerpo cultivado, implicaría una investigación que no hubiéramos podido hacer si 
previamente no hubiéramos optado por una delimitación un poco más fina acerca del alcance del 
estudio. Confiamos en que la conversación con la persona joven y urbana es una oportunidad 
para reconocer, de manera preliminar todavía, algunas de las huellas y hendiduras que esas 
prácticas, discursos y juegos sociales dejan en la conciencia, la experiencia y la vida de la 
persona joven. Examinar opiniones para comprender algunos rasgos de la cultura somática 
requiere asumir que la opinión indica y designa menos a quien opina que el lugar y las 
disposiciones sociales desde donde lo hace: es decir, la opinión nombra, sobre todo, las 
disposiciones y regulaciones que la modulan y permiten atisbar aquellas circunstancias e 
instituciones que definen lo que cada uno puede y debe hacer con su propio cuerpo y el de los 
otros en una ciudad como Cali. Como cuando al preguntar por el aborto o sobre la guerra, se 
puede reconocer en la opinión de cada uno la posición y la disposición social que habla por uno 
cuando uno cree estar hablando. Cada opinión es, en ese sentido, una suerte de militancia y 
adscripción en la que, más que tomar partido, porciones específicas de la vida social han tomado 
partido por uno. 
 
Para definir los criterios de selección de los jóvenes participantes, retomamos la categoría de 
“jóvenes juveniles” (Margulis y Urresti, 1996) y la posibilidad que tienen de una moratoria social 
y vital mucho más amplia que la de los jóvenes de sectores urbanos marginados. Se consideran 
“jóvenes juveniles” en tanto la desigual distribución de la moratoria social, les permite posponer 
el tiempo en que asumen responsabilidades adultas (hogar propio, hijos, vivir del trabajo) y 
aplazar mucho más que otros jóvenes - “jóvenes no juveniles”, siguiendo a Margulis y Urresti – 
su inserción al mundo adulto. Se trata de jóvenes de capas medias y altas que vivencian los 
signos e imaginarios globalizados de lo joven y están fuertemente integrados a los circuitos de 
consumo, diseño, autovigilancia y estimulación del cuerpo. 
 
Esquemáticamente, según los criterios de selección, tendríamos en un extremo jóvenes con 
mayor moratoria social, en el centro jóvenes con moratoria social moderada y en el otro extremo 
jóvenes “marginados” o con moratoria social muy baja (“jóvenes no juveniles”, que deben asumir 
desde muy temprano responsabilidades de adultos, que deben trabajar para mantenerse a sí 
mismos o a otras personas y no cuentan con el subsidio de una familia que les garantice su 
supervivencia)31. En consecuencia, en el proyecto

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