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UNA PEDAGOGÍA SOCIAL Y UNA EDUCACIÓN SOCIAL QUE BUSCAN 
CONSTRUIR FUTURO 
 
 
 
 
 
Xavier Úcar 
Catedrático de Pedagogía Social 
Presidente de la Sociedad Iberoamericana de Pedagogía Social 
 (SIPS) 
 
 
 
 
 
 
Estamos viviendo una época de emergencia de la pedagogía social. Después 
de una trayectoria muy irregular de más de siglo y medio de existencia, parece 
que nuestra disciplina y nuestro campo de trabajo está viviendo un 
renacimiento y un reconocimiento en muy diversas partes del mundo. Sin duda 
no es una causa menor el hecho de que se haya introducido en el ámbito 
anglosajón que, como es sabido, domina buena parte de los circuitos 
mundiales de distribución de la producción académica en lengua inglesa. La 
extensión de la pedagogía social a Norteamérica y a algunas zonas de Asia 
puede, quizás, explicarse por este efecto. 
 
Pero este hecho no explica por sí solo esta emergencia, dado que también se 
está extendiendo por Latinoamérica donde las lenguas mayoritarias son el 
español y el portugués. Creo que su actualidad obedece más a características 
propias de la pedagogía social en tanto que acción teórico-práctica compleja. 
Me parece que es precisamente este atributo de complejidad el que le otorga 
una tan gran capacidad y versatilidad de respuesta ante las situaciones y 
problemáticas socioculturales actuales. 
 
La acción sociopedagógica es una acción compleja que no puede simplemente 
ser aplicada siguiendo modelos o normas estandarizados; que no puede ser 
transferida sin más entre contextos a partir de éxitos previos; que no tiene 
porqué obedecer sólo a la teoría, por más que se derive de la investigación, ni 
únicamente a la práctica, por más contextos en los que haya sido aplicada; que 
tiene que ser creada y recreada en cada situación, en el aquí y ahora (Joas, 
1977); que puede depender de una multiplicidad de elementos y variables de 
los que tan sólo unos pocos van a ser inmediatamente transparentes; que tiene 
que asumir la incerteza sobre sus resultados como parte constitutiva de sí 
misma; y que tiene, por último y entre muchos otros atributos, que ser creada 
conjuntamente con los otros, con los sujetos individuales o colectivos con los 
que se actúa; consciente de que las respuestas técnicas son necesarias pero 
claramente insuficientes si no cuentan con el conocimiento, el aval y la 
implicación de aquellos sujetos. 
 
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En un trabajo reciente sobre la pedagogía social práctica Storø plantea dos 
ideas que me parecen claves a la hora de elaborar una visión actualizada 
sobre la pedagogía social y la educación social. La primera es que la 
pedagogía social se construye sobre tres pilares: la teoría, la práctica y 
los valores (2013, p. 15). La acción de los educadores y educadoras sociales 
está guiada por valores y fundamentada en teorías. 
 
A través de sus acciones cotidianas con el sujeto individual o colectivo con el 
que trabajan, los educadores sociales encarnan, ilustran o proponen los 
valores que pueden ayudarlo o incitarlo (1º) a mejorarse a sí mismo; (2º) a 
tomar conciencia de su situación; y (3º) a buscar, por último, los recursos que 
le permitan o bien luchar para mejorar aquella situación o para conseguir salir 
de ella o superarla, si es problemática. Como se puede observar esto es Freire 
en estado puro. 
 
Aunque no nos acabe de gustar oírlo creo que hay que decirlo claramente: ni el 
pedagogo social ni el educador social pueden cambiar las cosas por sí solos; ni 
creo tan siquiera que sea bueno pretenderlo. Lo que sí podemos hacer, como 
pedagogos y educadores, es ayudar y acompañar a las personas a 
mejorarse a sí mismas, porque tenemos el convencimiento profundo de 
que ésta es la mejor manera de acabar cambiando las cosas. Trabajamos 
con las personas no con las estructuras, al menos no directamente, y tenemos 
bien presente, en todo momento a la hora de intervenir, que somos las 
personas las que podemos cambiar las estructuras. Me parece que ese es el 
mensaje que, inequívocamente, tienen que transmitir todas nuestras acciones 
socioeducativas. 
 
Decir, por otra parte, que nuestras acciones se fundamentan en teorías 
significa, desde mi punto de vista, que nuestras acciones no son banales o 
frívolas. No hacemos cualquier cosa en cualquier situación. Al contrario, 
hemos de tener buenas razones, razones fundamentadas, para hacer lo 
que hacemos en cada situación; sea, por ejemplo, cuando actuamos con un 
chaval que se escapa del instituto o con un grupo de entidades de un barrio 
que pretenden conseguir más y mejores servicios comunitarios. 
 
Dicho en otros términos, con nuestras acciones podemos aportarle al otro, 
razones para actuar de una determinada manera antes que de otra. Podemos 
ampliar sus posibilidades de acción y acompañarlo en el proceso de elegir el 
curso de acción que más puede ayudarle a mejorar su situación y la de su 
comunidad. La pedagogía social que proponemos busca ampliar las 
perspectivas y los universos vitales de las personas con las que actúa 
porque es consciente de que ampliando aquellas perspectivas se amplían 
sus capacidades y posibilidades de acción. Es una pedagogía de la 
elección que busca acompañar a los sujetos individuales y colectivos en sus 
decisiones y elecciones sobre lo que puede ser mejor para ellos. Y digo, lo que 
puede ser y no lo que es o será, porque no hay que olvidar que una acción es 
siempre, de alguna manera, una apuesta hacia el futuro y nunca vamos a 
poder anticipar los resultados de la acción e intervención socioeducativa 
 
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La segunda idea de Storø que utilizo para elaborar esta visión actualizada a la 
que me refería, es que la pedagogía social tiene que ver más con construir 
que con reparar o compensar (2013, p. 29). Esta idea, que suscribo 
totalmente, me parece fundamental. Creo que tenemos que cambiar nuestras 
maneras de mirar a los sujetos individuales y colectivos con los que 
trabajamos. No se trata tanto de buscar lo que les falta, las necesidades que 
tienen o las problemáticas que padecen como de buscar aquello en lo que son 
fuertes, aquello que valoran en sí mismos. Ese es el punto de partida para el 
crecimiento y la mejora de las personas. Eso es lo que tiene que guiar 
nuestras metodologías de acción e intervención socioeducativa. 
 
En la relación socioeducativa las necesidades ponen al sujeto de la 
intervención en una situación asimétrica respecto al educador social; las 
potencialidades, por el contrario, lo sitúan en simetría y pueden convertirse en 
trampolines, en potentes factores de motivación, para el crecimiento y la 
autoconstrucción. Si las necesidades de personas, grupos o comunidades 
pueden orientarnos respecto a los objetivos a plantear en una acción o 
intervención socioeducativa, sus potencialidades nos indican la metodología a 
seguir. 
 
La relación asimétrica pone la responsabilidad de los resultados de la relación 
socioeducativa en el educador. Una relación socioeducativa simétrica, por el 
contrario, pone la responsabilidad en la relación, en los dos, en lo que ha sido 
caracterizado como el “tercero común” (Bengtsson y otros, 2008). Las 
personas crecemos y mejoramos no a partir de lo que nos falta, sino 
precisamente, a partir de lo que tenemos, de lo que valoramos y es 
valorado en nosotros por los que nos rodean. Lo que nos falta nos hace 
inseguros y vulnerables cuando es percibido o resaltado desde fuera; lo que 
tenemos, aquello en lo que somos buenos y buenas, nos da seguridad y nos 
hace fuertes. 
 
La mirada pedagógica o socioeducativa siempre ha buscado rellenar los 
huecos, las faltas, los déficits. Esa es una mirada que puede contribuir a 
empequeñecer al otro, a ponerlo en una situación de desventaja. Tenemos que 
procurar una mirada pedagógica y unas acciones socioeducativas que 
impulsen al otro a luchar por conseguir aquello que lo va a hacer mejor de lo 
que es y, en consecuencia, le va a ayudar a mejorar su forma de ser y de estar 
en el mundo. 
 
La pedagogía que me parece más apropiadapara unas situaciones como las 
que nos toca vivir es aquella que busca la alianza estratégica1 con el sujeto. 
Es aquella que permite al educador presentarse ante el sujeto como un 
aliado confiable que puede ayudarle a ampliar y profundizar sus perspectivas 
sobre sí mismo, sobre su realidad y sobre sus maneras de estar en el mundo y 
en la vida. Y es aquella pedagogía, por último, que le acompaña en sus 
elecciones y decisiones sobre sus cursos cotidianos de acción; no con el ánimo 
                                                        
1 Storo  (2001)  reformula  en  términos  de  alianza  colaborativa    el  concepto  de  work  alliance 
inicialmente elaborado por Nerdrum (1977). Ver Storø, 2013, p. 81. 
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de controlar o dirigir sino con el firme propósito de ayudarlo a ayudarse. Me 
parece que esa es la misión de cualquier pedagogía, sea individual o social. 
 
Decir que los educadores y educadoras sociales trabajan más para las 
personas que para los políticos, las instituciones o las entidades que los 
contratan, puede parecer una evidencia desprovista de valor. Pero me parece 
que es precisamente en estos tiempos de crisis y de cambio, cuando más hay 
que recordar y enfatizar las evidencias. Si lo social existe y tiene sentido es 
porque los que lo configuramos somos capaces de marcar una dirección y un 
sentido al hecho de estar juntos. Pero lo social no es algo que nos venga dado, 
no es un regalo que se mantenga por sí solo, como no lo es tampoco la 
democracia, ni el amor ni tantas y tantas otras cosas. Es algo que hay que 
construir y mantener día a día a través de nuestros pequeños gestos y 
nuestras miradas atentas. 
 
Como paso previo para implicar a los políticos, a las instituciones, a las 
entidades y al conjunto de la comunidad en lo socioeducativo y conseguir 
trabajar de una manera integral y en red, hay que lograr que quien primero se 
implique en la acción o intervención socioeducativa sea el propio sujeto con el 
que se está actuado. No hay cambio posible si él no quiere cambiar. Esa es 
la decisión que empieza a cambiar el mundo, la de cambiarme a mí mismo. No 
puede haber cambio social -ni cambio de las estructuras y flujos de relación 
sociocultural- si primero no hay un cambio personal y por eso, precisamente 
somos educadores sociales y hablamos de pedagogía social. Cuando actúo o 
trabajo para cambiar mi forma de ver o interpretar el mundo estoy cambiando 
mi forma de estar en el mundo. Y, como consecuencia, estoy ayudando a los 
otros, a los que me rodean y forman parte de mi vida, a cambiar sus formas de 
verme y de relacionarse conmigo. Éste me parece el gran reto de la pedagogía 
social y de los educadores y educadoras sociales, un reto aparentemente 
simple y pequeño pero que, a medio plazo, puede ayudar a cambiar las cosas. 
Un reto, por otra parte que todos y todas podemos asumir en nuestras 
prácticas diarias y cotidianas. 
 
Lo que estoy planteando es algo muy simple aunque a menudo muy difícil de 
conseguir. Estoy hablando de unas relaciones socioeducativas basadas en 
la corresponsabilidad. Ese es el primer trabajo del educador social: conseguir 
que los otros quieran cambiar; que se vean a sí mismos no como simples 
destinatarios o grupos diana de una acción socioeducativa que otros lideran e 
implementan, sino como participantes corresponsables, sean niños, jóvenes, 
adultos, gente mayor o comunidades; unos participantes que tienen capacidad 
para actuar sobre sí mismos para mejorar aquello que son. Lo he comentado 
antes: es a partir de una alianza colaborativa con el sujeto individual y colectivo 
con el que trabajamos que el cambio, los cambios, pueden comenzar a hacer 
acto de presencia. 
 
Storø (2013) se refería también a los valores como uno de los elementos clave. 
Ese es, desde mi punto de vista, otro de los grandes retos de la Pedagogía 
Social y la Educación Social. Me parece que en la intervención socioeducativa 
hay que reivindicar, asumir, mostrar y encarnar valores, actitudes y 
comportamientos que parecen pertenecer más al ámbito de lo privado 
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que al de lo profesional. Como educadores sociales no podemos pedir el 
cambio en el otro si no somos capaces de ejemplificarlo en nosotros mismos. 
Van a ser maneras de trabajar con los sujetos individuales y colectivos que 
translucen y proyectan valores como la generosidad, la honestidad, la 
autenticidad, la dedicación, la entrega y el compromiso las que van a incitar a 
las personas con las que trabajamos a vernos como aliados confiables. Son 
estas actitudes y comportamientos, que proyectamos en la acción e 
intervención socioeducativa, las que, a través de mecanismos como el de la 
reciprocidad, pueden ayudar a los otros a respondernos y a responder a los 
sucesos de la vida con actitudes y comportamientos equivalentes. 
 
La Pedagogía Social sólo tiene sentido en el marco de los derechos humanos; 
fuera de ellos sólo pueden existir pedagogías de la supervivencia que hallan en 
el poder desnudo su justificación y su sentido. Los educadores y educadoras 
sociales somos profesionales de los derechos humanos. Ellos nos marcan 
los límites y las posibilidades. Ellos definen la ideología que nos orienta y nos 
mueve. Unos derechos humanos universales y des-occidentalizados, en la 
línea que plantea Boaventura De Sousa Santos (2010). 
 
En nuestro campo estamos muy habituados a usar grandes palabras como, por 
ejemplo, cambio y transformación social, ciudadanía activa, inclusiva y 
participativa, y me parece que está bien porque a menudo estos conceptos nos 
iluminan en situaciones de crisis o inseguridad como las actuales. Pero, al final, 
no dejan de ser otra cosa que palabras. Estoy convencido de que el verdadero 
cambio, sólo puede venir de los pequeños gestos que cada uno y cada 
una de nosotros, como profesionales y como personas, hacemos cada 
día en la relación con las personas y comunidades a través de nuestro 
trabajo cotidiano. Es ahí donde se encuentra, desde mi punto de vista, el 
verdadero germen del cambio y la transformación social y ese es el principal 
reto que tenemos que ir asumiendo y, sobre todo, manteniendo día a día en el 
sector de la pedagogía social y la educación social. 
 
Con el texto que os presentamos, la Sociedad Iberoamericana de Pedagogía 
Social (SIPS) pretende contribuir, de una manera modesta pero decidida, a 
producir esos gestos y a generar esos cambios que nos van a permitir construir 
un futuro más justo y equitativo que resulte deseable y sostenible para todas 
las personas que poblamos el planeta. El libro que os disponéis a leer recoge 
los trabajos presentados al Congreso Internacional y XXVII Seminario 
Interuniversitario de Pedagogía Social que se celebró en Oporto entre el 17 y 
19 de setiembre del 2014 en el marco de la Escola Superior de Educaçao 
(ESE) del Instituto Politécnico de Porto. 
 
Este texto ha sido estructurado, a partir de las líneas principales del Seminario, 
en cuatro bloques: (1) Pedagogía Social, educadores sociales e investigadores: 
¿Cómo pensar y hacer educación social?; (2) Ciudadanía activa y derechos 
sociales: el reto de reconfigurar el Estado del Bienestar en lugar de 
desmantelarlo; (3) Desempleo y reforma: los desafíos de la vida cotidiana en el 
contexto del cambio social; Pedagogía Social y Educación Social en la 
Educación Superior. Cada uno de estos bloques temáticos recoge la selección 
realizada por el comité científico, de las mejores investigaciones, experiencias, 
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reflexiones y proyectos presentados. Esperamos que su lectura os inspire y os 
ayude a profundizar y a avanzar en esa tarea tan multidimensional, creativa y 
apasionante que constituye el núcleo de la pedagogía social: las relaciones 
socioeducativas. 
 
 
Bibliografía 
 
 
Bengtsson, E.; Chamberlain,C; Crimmens, D.; Stanley, J. (2008) Introducing 
social pedagogy into residential child care in England. London: 
NCERCC/SET. 
Joas, H. (1997) The creativity of action. Chicago: The University Chicago 
Press. 
Santos,B. (2010) Para descolonizar Occidente. Más allá del pensamiento 
abismal. Buenos Aires: Clacso Prometeo. 
Storø, J. (2013). Practical social pedagogy. Theories, values and tools for 
working with children and young people. Bristol: The Policy Press. 
 
 
 
 
 
 
 
Referencia: 
 
ÚCAR, X. (2014) “Una pedagogía social y una educación social que buscan construir 
futuro”,  pp.7‐11  en  Delgado,  P.;  Barros,  S.;  Serrão,  C.;  Veiga,  S.;  Martins,  T.; 
Guedes,  A.J.;  Diogo,  F.;  Araújo, M.J.  (Coordenadores) Pedagogia  /  Educação 
Social  ‐  Teorias  &  Práticas.  Espaços  de  investigação,  formação  e  ação. 
Porto. Escola Superior de Educação do Politécnico do Porto.

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