Logo Studenta

carta-misiones-musica-jesuitico-guarani

¡Este material tiene más páginas!

Vista previa del material en texto

Illari, Bernardo
Carta de Misiones: sobre la música jesuítico-
guaraní en 1651 y su investigación actual
Revista del Instituto de Investigación Musicológica “Carlos Vega”
Año XX, Nº 20, 2006
Este documento está disponible en la Biblioteca Digital de la Universidad Católica Argentina, repositorio institucional 
desarrollado por la Biblioteca Central “San Benito Abad”. Su objetivo es difundir y preservar la producción intelectual 
de la Institución.
La Biblioteca posee la autorización del autor para su divulgación en línea.
 
Cómo citar el documento:
Illari, Bernardo. “Carta de Misiones : sobre la música jesuítico-guaraní en 1651 y su investigación actual” [en línea]. 
Revista del Instituto de Investigación Musicológica “Carlos Vega”, 20, 20 (2006). Disponible en:
http://bibliotecadigital.uca.edu.ar/repositorio/revistas/carta-misiones-musica-jesuitico-guarani.pdf [Fecha de 
consulta:........]
 
Revista del Instituto de Investigación Musicológica "Carlos Vega" 
Año XX, Nº 20. Buenos Aires, 2006, pág. 97 
CARTA DE MISIONES: 
SOBRE LA MÚSICA JESUÍTICO-GUARANÍ EN 1651 
Y SU INVESTIGACIÓN ACTUAL * 
BERNARDO ILLARI 
Algunos trabajos que se escriben por necesidad interna; otros, por amor a la 
materia. Este surge de cierto sentido de la obligación profesional que ninguno de 
nosotros puede evadir, so cargo de conciencia. Aquí hilvano algunos pensamientos 
en torno a una fuente única. Nunca me gustó el procedimiento, en el que se regode­
an, o por lo menos se regodeaban, tantos de mis colegas. Pero la capacidad infor­
mativa de la fuente vuelve imperativo aprovecharla. Al mismo tiempo, los proble­
mas que presenta su atribución, fechado e interpretación son tan serios que no 
pueden confinarse ni a un apéndice ni menos aún a una nota al calce de un trabajo 
de ésos que me gustan, que cargan las tintas sobre la hermenéutica. Si hemos de 
aprovechar la preciosa contribución documental de esta fuente, es preciso escribir 
este trabajo: helo aquí. 
El documento en cuestión es un simple folio, escrito principalmente de un lado, 
con una carta de un jesuita a otro. l La dirección escrita en la cara opuesta -la cual 
oficiaría de sobre- indica que el receptor no era otro que el provincial del Para­
guay, Juan Pastor (1580-1658).2 El autor, el lugar y la fecha del texto ya no pueden 
leerse, debido a los daños sufridos por el folio en su margen inferior. El texto con­
tiene referencias a la música de la reducción guaranítica en la cual se hallaba el 
autor, de un detalle y calidad tales que justifica hallarle un contexto más preciso, 
* El presente trabajo forma parte de un proyecto mayor dedicado a la música de las 
misiones jesuíticas del Paraguay que vengo realizando desde 2002. La investigación de 
archivo aprovechada aquí contó con financiación proveniente de una Faculty Research 
Grant de la Universidad de North Texas (Denton). 
1. Buenos Aires, Archivo General de la Nación (AGN), IX/7- 1 -2. 
2. Cfr. Hugo Storni, Catálogo de los jesuitas de la Provincia del Paraguay (Cuenca del 
PlataJ, 1545-1768 (Roma: Institutum Historicum S.I., 1980),214. 
97 
Bernardo Illari 
trabajo detectivesco de por medio. Aquí propongo soluciones a los problemas de la 
autoría y la fecha. Una vez conocido el autor, lugar y año del documento, es posi­
ble restituir algunas de las múltiples conexiones que el texto tiene con otros docu­
mentos, autores y hechos de la época, e identificar las posibles motivaciones para 
su redacción. A su vez, documento y contextos sugieren varias consecuencias más 
generales para la historia musical de las misiones. La importancia de las novedades 
que aporta, justifica plenamente, creo, la aridez del estudio fáctico. 
1. El texto 
Presento a continuación una transcripción completa y modernizada del docu­
mento, con puntuación añadida. 
Pax Christi 
Hoy recibí un billete del Padre Superior en que me dice que lleve los cantores 
deste pueblo, todos. Lo que V.R. [= Vuestra Reverencia] pretende de mí, Padre 
Provincial, es que sean pocos, los cinco y dos tiples; para estos pocos, si han de 
hacer algo, es menester que sean escogidos, que puedan parecer y que tengan 
voz, ciencia de rabeles, flautas y chirimías, cometa y bajón. Esto no lo tienen 
todos. Uno tiene voz y no toca, otro toca y no tiene voz, y así son raros, y no se 
hallan. La música de San Nicolás ha sido la peor de todas. Ni el maestro que les 
enseña sabe todo lo sobredicho. La de los Apóstoles [es] hermana de la de San 
Nicolás. ¿Cómo tengo de sacar cosa buena de aquí? Si aún no la hay [la música] 
para casa, menos la ha[brá] para fuera. O se ha de llevar cosa buena, o nada, por­
que se ha de quedar de ellos y [folio roto] ...tiades y van con nombre de cantores, 
y no hacen nada. Ya los he escogido. Si V.R. quiere que los lleve, absolutamente 
lo ha de dejar escrito; y si no, no me las darían. Lo mismo digo del carpintero [y] 
tornero. Aguardo la respuesta si V.R. gusta que vaya herrero, que para avisar a 
todos para que se aparejen. Parece que de aquí llevase el carpintero y tornero, y 
un cantor, cuatro cantores de Santa María [del Iguazú o la Mayor], el herrero de 
los Mártires y los tiples de Itapúa. Si V.R. absolute [= absolutamente] no lo dice 
a los Padres y al Padre Superior que vayan estos, no irán. Los Padres no los 
darán. Ya han olido que llevo a Agustín de aquí y lo murmuran, que para cuándo 
pido los de su propio pueblo. Trabajo y cuidado sin provecho no conviene, gasto 
sin provecho no conviene. El Padre Carabajal es testigo [de] cómo lo murmuran, 
y dará cuenta a V.R. de ello. En los Santos Sacrificios y oraciones de V.R. me 
encomiendo. [¿Yapeyú? ¿Junio o julio?] 
[Al dorso, a modo de sobre:] Al Padre Juan Pastor de la 
Compañía de Jesús Provincial de las 
Provincias del Paraguay y Tucumán 
Loreto 
98 
Carta de Misiones: Sobre la música jesuítico-guaraní en 1651 
Este documento es único en varios sentidos. Es el único documento proveniente 
de una misión jesuítica, al menos que yo conozca, que se refiera a la práctica musi­
cal "desde adentro" y sin pretender glosar o disfrazar los problemas para promover 
con preferencia los puntos positivos de la actividad jesuítica, y contribuir así a la 
propaganda externa de la Orden. Contiene una serie de inforn1aciones y evaluacio­
nes precisas sobre la música de varios pueblos. Presenta, finalmente, una serie de 
requisitos ideales para un servicio musical en la época de redacción de la carta. 
Sólo los textos de misioneros músicos tales como Antonio Sepp3 y Florián Paucke4 
pueden equipararse a esta carta en la riqueza y detalle de las informaciones. Pero 
hasta ellos forman parte de un discurso externo a los pueblos, en el sentido que fue­
ron diseñados en vista de su circulación externa, como demuestro en otro trabajo,5 
y no como un instrumento de gobierno, y esto los llevó a moldear sus presentacio­
nes de acuerdo a los intereses en juego. Crean así una visión parcial y distorsionada 
del fenómeno que describen. 
2. Autor, fecha, lugar 
Es imposible comprender el documento en todos sus detalles e implicancias si 
no se sabe quién lo escribió, cuándo y dónde. Sólo así podremos desentrañar las 
posibles complicidades del texto, y percibir sus consecuencias en tanto fuente his­
tórica. 
El nombre del autor puede establecerse a través de la caligrafía. Quien escribió 
la carta utilizaba una letra muy característica, inclinada hacia la derecha (fig. 1). Su 
puntuación consiste principalmente en grandes comas, que a veces tienen el valor 
que hoy asignamos a su descendiente moderno, pero a veces operan como puntos, 
separando oraciones. En conjunto, el aspecto de la escritura difiere notablemente 
de lo que era común en España: el autor parece haber sido uno de los tantos extran­
jeros que prestaron su contribución a la causa jesuítica. 
3. Antonio Sepp, Relación de viaje a las misiones jesuíticas (Buenos Aires: EUDEBA, 
1971); Continuación de las labores apostólicas (Buenos Aires: EUDEBA, 1973); Jardín de 
flores paraguayo (BuenosAires: EUDEBA, 1973). 
4. Florián Paucke, Hacia allá y para acá. Una estadía entre los Indios mocobíes. 1749­
1767 (Tucumán y Buenos Aires: Universidad Nacional de Tucumán e Institución Cultural 
Argentino Germánica, 1942-1944). 
5. V. mi "Deconstruir a Sepp", actualmente en proceso de redacción. 
99 
Bernardo Illari 
Figura 1: Carta a Juan Pastor, sil, slf Buenos Aires, Archivo General de la Nación, IXI7.l.2. 
Un afortunado accidente pennitió hallarle un nombre a esta caligrafía. En el 
mismo legajo, existe otra carta de aproximadamente la misma época, dirigida al 
superior Francisco Ricardo (Ricquart, 1607-1673) escrita por lo que a todas luces 
es la misma mano: misma inclinación a la derecha, mismas idiosincrasias, misma 
puntuación. Esta vez la finna es completamente legible: corresponde a Felipe de 
Viveros (1605-1679), un jesuita belga de cierta notoriedad en los poblados guaraní­
es a mediados del siglo XVII. El que ningún otro documento que cruzó delante de 
mis ojos presente tantas semejanzas como estas dos cartas las presentan entre sí, 
refuerza la identificación más allá de toda duda. Ningún otro jesuita del Paraguay 
escribía de la manera tan característica en que lo hacía Viveros. La carta sobre 
música, pues, debe pertenecerle. 
100 
Carta de Misiones: Sobre la música jesuítico-guaraní en 1651 
Figura 2: Felipe de Viveros a Francisco Ricardo, ltapúa 19 de mayo (sin mio). AGN, IX/7.1.2. 
Viveros nació en Bruselas en 1605. Ingresó al seminario romano de San Andrés, 
de la Compañía de Jesús, el 23 de noviembre de 1624. No tuvo una instrucción 
completa: hizo tres años de Artes, uno de Teología y dos de Casos (moral). En 
1626 pidió en tres oportunidades que se lo mandara al Paraguay;6 finalmente 10 
consiguió, y partió en 1627 para reunirse con la expedición de Gaspar Sobrino, de 
1628.7 Inmediatamente se lo destinó a la misión entre los guaraníes, que le ocupa­
6. Pierre De1attre y Edmond Lamalle, "Jésuites wallons, flamands, fran,<ais, missionai­
res au Paraguay. 1608-1767", Archivum Historicum Societati JeslI 16 (1947), 145. 
7. De1attre y Lamalle, 144. 
101 
Bernardo Illari 
ría hasta su muerte. Aparentemente participó en la fundación de la reducción de 
San Carlos del Caapí, en actual territorio brasileño, a principios de 163 I.8 El 25 de 
julio de 1641 fue elevado al rango de coadjutor espiritual, máximo grado que 
habría de alcanzar dentro de la Compañía. Entre 1641 y 1644 figura como cura de 
San Javier.9 En 1647 lo era de Itapúa; 10 en 1657 aparece como cura de Yapeyú. ll 
De acuerdo con los catalogi breves l2 disponibles a partir de 1664, Viveros se 
había mudado de la región del río Uruguaya la del Paraná, donde ocupó una 
serie de cargos de jerarquía intem1edia. Ya en dicho año aparece instalado en En­
carnación de Itapúa, y figura como admonitor o consejero para las misiones del 
Paraná. 13 Su estatuto cambia luego, su residencia no: en 1668 figura como "con­
sultor y admonitor";14 en 1671, como "vice-superior" del Paraná. 15 En 1674 apa­
rece como cura de San Lorenzo y consultor. 16 Para 1678 había regresado a En­
carnación,17 donde falleció el 3 de diciembre del año siguiente. 18 Su necrología 
se ha perdido: las cartas anuas l9 de 1675-1681 han llegado a nosotros sólo a tra­
8. Guillermo Furlong, Misiones y sus pueblos de Guaraníes (Buenos Aires: Imprenta 
Balmes, 1962), 114. El dato espera todavía corroboración. 
9. Cartas Anuas de la Provincia Jesuítica del Paraguay, 1641 a 1643, ed. por Ernesto J. 
A. Maeder (Resistencia: Instituto de Investigaciones Geohistóricas, 1996), 117; Cartas 
Anuas de la Provincia Jesuítica del Paraguay, 1644, editadas por Ernesto 1. A. Maeder (Re­
sistencia: Instituto de Investigaciones Geohistóricas, 2000), 100. La información presentada 
por Delattre y Lamalle, sobre que Viveros ya era cura de Yapeyú en 1644, es errónea. 
10. "Visita general de Misiones", Revista del Archivo General de Buenos Aires 2 (1870): 71. 
11. V. especialmente dos documentos conservados en Sevilla, Archivo General de 
Indias (AGI), Charcas 119: una petición de exención de tributos para ciertos indígenas con 
oficios, fechada en 24 de julio de 1657, Y un listado de los caciques de Yapeyú del 11 de 
noviembre siguiente que además es autógrafa. Ambos documentos figuran por supuesto en 
Pablo Pastells, Historia de la Compañía de Jesús en la Provincia del Paraguay (Argentina, 
Paraguay, Uruguay, Perú, Bolivia y Brasil), según los documentos originales del Archivo 
General de Indias (Madrid: Librería General de Victoriano Suárez, 1912-1949), vol. 2, 500 
y 513. Ver también 489-490 para otra documentación relacionada con la anterior. 
12. Documentos emitidos cada tres años, que listan sistemáticamente el destino de cada 
jesuita miembro de una provincia. 
13. ARSI, Paraq. Hist. 7, fo. lOv. 
14. Ibid., fo. 20v. 
15. Ibid., fo. 14v. 
16. Ibid., fo. 18. 
17. Ibid., fo. 22. 
18. ARSI. Paraq. 4-2, fo. 326 (suplemento al catálogo público de la provincia del Para­
guay, 1680); Storni, Catálogo, 309. 
19. Informes enviados por los provinciales (o gobernadores de una provincia jesuítica) 
al general de la orden en Roma, cada tres años aproximadamente. 
102 
Carta de Misiones: Sobre la música jesuítico-guaraní en 1651 
vés de un manuscrito fragmentario, el cual no contiene información sobre los 
difuntos.2o 
Fecha y lugar 
A pesar de la falta de año de la carta, es posible deducirle uno con cierta aproxi­
mación. Dos hechos son relevantes aquí: el que fuera dirigida a Juan Pastor y su 
mismo contenido. Viveros se dirige a Pastor en tanto autoridad de la Orden, respon­
diendo a un "billete" del superior de misiones.21 Dado el giro utilizado, y el que 
Pastor no figura en la lista de superiores de las misiones,22 debemos descartar la 
identificación de uno y otro: el destinatario de la carta no era el superior. Pastor, en 
cambio, fue provincial del Paraguay entre 1651 y 1654, años de turbulentos conflic­
tos con el obispo Cárdenas,23 y, como tal, constituye un destinatario apropiado para 
la misiva. Viveros, pues, se habría dirigido a su provincial, lo cual ubica cronológi­
camente la carta dentro del lapso de cuatro años que corresponde a dicha gestión. 
Adicionalmente, el texto se refiere a un viaje de músicos (y otros artesanos) a 
otra población. Tales viajes, normalmente destinados a las ciudades de Córdoba o 
Buenos Aires, se realizaban con bastante frecuencia. Generalmente los inspiraban 
dos motivos: adornar musicalmente la congregación provincial (en Córdoba) o 
recibir con la pompa debida a los contingentes de misioneros recién llegados de 
Europa (en Buenos Aires).24 No hubo recepción de misioneros desde 1647 -cuan­
do el mismo Juan Pastor condujo un contingente- hasta 1657.25 Durante la gestión 
de Pastor se realizó, en cambio, la octava congregación provincial, aparentemente 
en 1651.26 Todo hace suponer, pues, que fue en este año que se encargó a Viveros 
enviar músicos guaraníes a Córdoba, y, como parte del proceso, escribió la carta 
que nos ocupa. 
20. Madrid, Archivo Histórico Nacional, Jesuitas, Leg 249, nº9. El fragmento compren­
de tan sólo ocho folios. 
21. Jesuita director de una región misional, a cargo de varias reducciones (y sus curas). 
22. Furlong, Misiones, 312-313. 
23. Furlong, Misiones, 310. La contemporaneidad de estos documentos con el enfrenta­
miento entre Cárdenas y los jesuitas probablemente aseguró su supervivencia. 
24. Ocasionalmente aparecen, sin embargo, viajes por otras causas: contribuir a la cele­
bración del Rey, inaugurar un nuevo edificio jesuítico. V. Guillermo Furlong, Músicos 
argentinos durante la dominación hispánica (Buenos Aires: Huarpes, 1945),53-54,60-61, 
72, 80-82, 114, etc. 
25. Furlong, Misiones, 313-314. 
26. Así se deduce de colacionar dos datos: Simón de Ojeda fue nombrado procurador en 
Europa durante la congregación (Furlong, Misiones, 313-314) Y las fechas registradas para 
su desempeño en el oficio son las de 1651-1658 (Stomi, Catálogo, 202). 
103 
http:Aires).24http:misiones.21
http:difuntos.2o
------- --
Bernardo Illari 
Determinada la fecha, establecer el lugar no resulta tan sencillo: como afirmé, 
hay registros documentales de la presencia de Viveros en San Javier hasta 1644, y en 
Yapeyú a partir de 1657. Ignoramos en qué momento se efectuó su traslado de una a 
otra reducción, o si hubo un interregno en un tercer pueblo.27 En principio, podemos 
descartar San Javier como posible lugar de origen de la carta. Dado que Viveros era 
cura de ese pueblo ya en 1641, Y que los jesuitas tendían a no mantener a sus opera­
rios mucho tiempo en la misma reducción, es de suponerse que diez años después ya 
estaría en otra parte. Asimismo, tiene poco o ningún sentido que se hayan solicitado 
los músicos de San Javier, ubicado donde la ciudad del mismo nombre en la actual 
provincia de Corrientes, puesto que el pueblo queda a trasmano de las rutas a Buenos 
Aires y Córdoba, y su conjunto musical no era especialmente famoso. 
Otros dos poblados pueden señalarse como posibles lugares de origen del docu­
mento: Itapúa (actual Encamación, Paraguay) y Yapeyú (Corrientes). Sabemos que 
Viveros estaba en Itapúa en 1647. Por otra parte, ya desde 1629, los músicos de 
Itapúa ganaron un lugar prominente en la documentación jesuítica,28 por lo cual era 
probable que se los convocara para viajar a una ciudad hispano-colonial. En cuan­
to a Yapeyú, no solamente fue el lugar de ulterior destino de Viveros, sino que ade­
más fue el punto de salida de los músicos guaraníes a las ciudades (eventualmente 
también ofició de alojamiento y centro de instrucción para los músicos negros 
enviados desde los colegios urbanos).29 
27. No existen catalogi brevi para la Provincia del Paraguay correspondientes al provin­
cialato de Pastor (se conservaron el de 1632 y el de 1664, y, entre ellos, nada). Las cartas 
anuas de estas fechas tienden a no especificar quién estaba dónde, cosa que, en cambio, 
figura en cartas anteriores. La gran mayoría de catálogos y cartas anuas está hoy depositada 
en Roma, Archivum Romanum Societati Jesu (ARSI), Paraq. Hist. 7, 8 y 9. También con­
sulté las Anuas a través de reproducciones fotográficas hoy en Buenos Aires, gracias a la 
gentileza de Martín Morales, SJ. 
Furlong (Misiones, p. 140 Y 153) afirma que en 1655 Viveros era cura de San Nicolás y 
de Mártires, sobre la base de documentos que ni están citados ni pude ubicar hasta ahora. 
Contradicción aparte, a estos pueblos puede hacérseles la misma observación que a Itapúa 
(ver debajo): no eran el "aquí" de la carta. Las fechas del autor probablemente sean erróne­
as; y, aunque una de las dos fuera correcta, al momento de redactar el texto Viveros no esta­
ba en ninguno de ellos. 
28. La reducción, "con ser menos antigua que la de San Ignacio se esmera más" en música 
y danzas. V. la "Visita del padre Vázquez Trujillo", en José María Blanco, Historia documen­
tada de la vida y gloriosa muerte de los Padres Roque González de Santa Cruz, Alonso 
Rodríguez y Juan del Castillo de la Compañía de Jesús. Mártires del Caaró e Yjuhí (Buenos 
Aires: Sebastián de Amorrortu, 1929), 640. Original (Itapúa, 30 de octubre de 1629), ARSI, 
Paraq. Hist. 1, nº 65. Cfr. Pastells, Historia de la Compañía de Jesús, vol. 1,442-450. V. tam­
bién mi "Ministriles en Misiones", comprometido para edición en la Revista Musical Chilena. 
29. Furlong, Músicos argentinos, 82. 
104 
http:urbanos).29
http:pueblo.27
Carta de Misiones: Sobre la músicajesuitico-guaraní en 1651 
Sin embargo, el contenido de la carta pennite descartar Itapúa inmediatamente. 
Viveros quiere llevar "de aquí" un carpintero y tornero y un cantor, y "los tiples de 
Itapúa". Esta última reducción, por lo tanto, no puede identificarse como el "aquí" 
de la carta. Finalmente, el texto en general se refiere a pueblos de la zona del 
Uruguay, que corresponde a Yapeyú, y no a la del Paraná, que incluye a ltapúa: 
aparte del último, se mencionan los de Apóstoles,3o San Nicolás,31 Santa María (la 
Mayor)32 y Mártires.33 Esto lleva a suponer que el autor se encontraría en las pro­
ximidades de estos pueblos, vale decir, en la zona del Uruguay. En el estado actual 
del conocimiento, por lo tanto, debemos ubicar tentativamente la redacción de la 
carta en Yapeyú, donde su autor puede haberse desempeñado como cura ya en 
1651. 
3. Contenidos 
La carta es rica en infonnación de carácter musical. En primer ténnino, el pedi­
do realizado por el provincial, de músicos que viajarían a la ciudad, refuerza la idea 
de que la práctica musical de las misiones, en el período anterior a Sepp, siguió 
básicamente pautas hispánicas. El provincial no se contenta con solo cantores: 
quiere además que sean instrumentistas, lo cual corresponde a la práctica española 
y colonial. Como adicionalmente pretende que viajen pocos (cinco adultos y dos 
niños tiples), probablemente para reducir gastos y riesgos, es imprescindible que 
los mismos músicos puedan cantar y tocar: al decir de Viveros, que tengan "voz, 
ciencia de rabeles, flautas y chirimías, cometa y bajón". En el listado de los instru­
mentos predominan ampliamente los vientos practicados tradicionalmente por los 
ministriles ibero-americanos. Figuran además "rabeles", posible herencia de la acti­
vidad de Luis Berger, quien, como se sabe, introdujo los "violones" o violas da 
30. Fundada en 16310 1633 y dedicada a San Pedro y San Pablo; mudada en 1638 al 
oriente del río Uruguay, cerca del arroyo Chimiray, donde hoy subsiste el pueblo de 
Apóstoles. Furlong, Misiones, 114 y 153. 
31. Fundada en 1626; ibid., 112 y 140-141. 
32. Fundada en 1626 en la confluencia del Iguazú con el Paraná, y trasladada en 1633 a 
la zona del Uruguay antes de ser de nuevo trasladada a su sitio definitivo, aparentemente en 
1768; ibid., 151-152. Este pueblo no debe confundirse con el que luego se conoció como 
Santa María de Fe (mudada en 1669 a su ubicación actual, en territorio paraguayo), que fue 
fundado en el Taré, unas 200 leguas al norte de Asunción. en 1647. Por su juventud, no es 
creíble que sus músicos fueran tan buenos que pudieran actuar en las ciudades en 1651. Cfr. 
ibid., 137. 
33. Fundada en 1639 como Santos Mártires del Japón cerca de Santa María; mudada 
más al norte en 1704, donde hoy existe el pueblo de Mártires. lb., 153. Para un mapa de las 
reducciones, v. ibid., entre p. 144 Y 145. 
105 
http:M�rtires.33
Bernardo Illari 
gamba en la región del Paraná, de donde se difundieron a la del Uruguay por medio 
de maestros guaraníes. Este listado de instrumentos coincide básicamente con el de 
otros documentos de la misma época. En todo caso, y operando a través de catego­
rías españolas, el provincial parece pensar que contar con un instrumental completo 
es imprescindible para un servicio musical adecuado. 
Adicionalmente, se echa de menos la referencia al arpa, que luego aparece con 
muchísima frecuencia en las descripciones sobre música misionera. Esto significa 
que, hacia 1650, todavía no se había popularizado su uso en las reducciones. A su 
vez, y dado que el arpa era el instrumento de continuo por excelencia del seiscien­
tos español, esto indica que no había ocurrido aún la introducción del bajo conti­
nuo. De hecho, con siete músicos, el tipo de repertorio que puede ejecutarse sería 
probablemente más el de un solo coro, de entre cuatro y seis voces (los tiples can­
tarían en unísono o alternarían) en la tradición del siglo XVp4 El provincial no 
contemplaba necesario disponer de música policoral. 
El problema central que plantea Viveros es justamente la exigencia de llevar 
pocos músicos que dominaran tanto el canto como la ejecución instrumental. 
Afirma que no todos los músicos misioneros contaban con las destrezas necesarias; 
ni todas las capillas de los pueblos eran igualmente buenas. La de San Nicolás, 
dice, es la peor; ni el maestro indio sabe cantar y tocar. Otro tanto ocurre con la de 
Apóstoles. Aunque Viveros no lo vuelve explícito del todo, del texto se desprende 
que la única posibilidadque él ve de cumplir con el encargo es la de seleccionar 
músicos de varias reducciones, reuniendo una especie de al! stars de la música 
misionera: un cantor adulto de Yapeyú, cuatro de Santa María (de acuerdo con la 
fecha, Santa María la Mayor, también llamada "del Iguazú") y los tiples de Itapúa. 
La necesidad de la selección le planteó a Viveros un problema operativo. El 
superior de misiones podría haberse dirigido a Viveros en tanto cura de Yapeyú, 
pidiéndole que enviara sus músicos. Convencido de que la mejor solución posible 
era enviar un grupo mixto, eligió sus integrantes. Sin embargo, como dije, él tenía 
la misma jerarquía que los curas de los otros pueblos, y no podía ordenarles, sino 
tan sólo pedirles informalmente, que le "prestaran" músicos. Si el provincial no 
ordenaba su viaje, probablemente (o seguramente, en la percepción de Viveros) no 
los entregarían; y, en cualquier caso, los otros jesuitas no ahorrarían las habladurí­
as en su contra. Solicitó, pues, una orden escrita del provincial, lo cual aparece 
34. Si aplicamos aquí la fórmula que utilicé para calcular la capacidad de la capilla de 
La Plata (número de voces de la composición = número de cantores adultos disponibles), 
llegamos a repertorio normalmente concebido a cinco voces como norma. Podían por su­
puesto hacer música a dos, tres y cuatro, y, estrechándose, música a seis. V. Bernardo Illari, 
"Polychoral Culture: Cathedral Music in La Plata (Bolivia), 1680-1730" (tesis doctoral iné­
dita [Ph.D.], Universidad de Chicago, 2001), cap. 2. 
106 
Carta de Misiones: Sobre la música jesuítico-guaraní en 1651 
como la principal de las motivaciones explícitas de la carta. De allí, quizás, el dis­
tanciamiento de sus colegas que se percibe en el texto. Pero además, esta toma de 
distancia puede relacionarse con la información sobre Viveros disponible desde 
1664, que lo hace consultor, admonitor y hasta vicesuperior, y sugiere que ya hacia 
1650 se lo tenía en cuenta para cumplir encargos que escapaban a lo habitual. 
La carta pone en claro, por otra parte, que la música no era el único rubro en el 
que las misiones contribuían a los colegios urbanos. Junto con los músicos, viajarí­
an un carpintero y tornero (no queda claro si son dos personas o una sola que cono­
ce los dos oficios) y un herrero. De nuevo, Viveros encuentra que hay diferencias 
de nivel entre los distintos pueblos: elige carpintero y tornero de Yapeyú, y herrero 
de Mártires. La fecha de la carta corresponde al comienzo de la construcción de la 
iglesia jesuítica de Córdoba.35 Uno se pregunta si no hay una relación entre el viaje 
y la construcción, aún cuando, según la experta opinión del arquitecto Eckart 
Kühne, "en 1651 no deben haberse necesitado carpinteros y herreros para la iglesia, 
sino albañiles". 36 
Finalmente, el texto nos permite echar una mirada a la complicada relación entre 
los miembros de la orden en las misiones, llena de pequeños conflictos que certifi­
can su humanidad. En la carta llama la atención la toma de distancia del autor de 
otros "padres", quienes no autorizarían la salida de la gente sin orden expresa del 
provincial y murmurarían a sus espaldas por no haber elegido los músicos de sus 
pueblos. Estos padres no eran sino sus colegas, curas de reducciones, sus pares en 
todo. Por medio de este gesto, sin embargo, Viveros se ubica en un lugar simbólico 
distinto del de ellos, al punto que, al principio de mi trabajo, pensé que la carta 
había sido escrita, no por un sacerdote o padre, sino por un hermano lego. 
4. La carta en la historia musical de las reducciones 
Desde un punto de vista más general, el singular testimonio de Viveros presenta 
una visión de los pueblos indo-jesuíticos y su música, distinta de todo cuanto se 
puede leer en la bibliografía. La imagen de perfección utópica de las misiones cui­
dadosamente labrada a partir de Muratori, que todavía resuena en los historiadores 
jesuíticos del siglo XX y en no pocos de sus apologistas contemporáneos, se cae a 
pedazos ante documentos como el presente. Había genuina vida social en las reduc­
35. Estableció conjeturalmente esta fecha en tomo a 1650 Joaquín Gracia, Los jesuitas 
en Córdoba (Buenos Aires: Espasa-Calpe Argentina, 1940), 314. 
36. Eckart Kühne, correo electrónico al autor, 24 de mayo de 2006. "De ser así, estaría­
mos ante una temprana noticia sobre la participación de operarios guaraníes en la construc­
ción del templo cordobés, y obtendríamos un hito cronológico más preciso que los disponi­
bles sobre el comienzo efectivo de las obras". 
107 
http:C�rdoba.35
Bernardo Illari 
ciones, con toda la complejidad que le es inherente. En lo que a música respecta, 
los grupos no eran uniformemente hábiles, ni todos los músicos tenían la mis­
ma categoría. Desde hace tiempo vengo insistiendo en que es absurdo suponerlo 
así, pero documentar diferencias entre pueblos o grupos probó ser un problema 
mayúsculo hasta la aparición de esta carta. 
El documento nos recuerda que no debemos generalizar el modelo de San 
Ignacio Guazú o Encarnación de Itapúa. En estas reducciones, la enseñanza de 
música contó muy temprano con la privilegiada presencia de los primeros maes­
tros, por lo cual la recepción de la música europea y consecuente creación de la 
práctica índígena misionera se realizó rápido y sin una desmedida inversión de 
esfuerzo.37 Ambos sitios cuentan además con una documentación más rica de lo 
habitual, la cual cubre especialmente las primeras décadas de su existencia. Existe 
por lo menos la posibilidad de que los otros pueblos no se incorporaran a la vida 
musical de las reducciones con la misma facilidad o rapidez. Aunque la presión 
jesuítica para "mejorar" el nivel de la música debe haber influido para nivelar la 
práctica musical de los pueblos, no hay razones para suponer que estas diferencias 
desaparecerían del todo, o que otras nuevas no surgirían con el correr de los años. 
Estos grupos precisarían de periódicas inyecciones de esfuerzo por parte de los 
misioneros, como se lee entre líneas en un informe de Cardiel,38 o de maestros 
indios traídos de otras partes ad hoc, como ocurrió cuando la implantación de la 
música en los pueblos donde no había un maestro europeo disponible. 39 Hay 
mucha historia en un total de treinta poblados que desarrollaron prácticas indo­
jesuíticas durante dos siglos (hasta su debilitamiento o disolución como unidades 
sociales en el siglo XIX): una vez más, el problema reside en que, a falta de máqui­
na del tiempo, carecemos de los documentos que nos permitan acceder a ella. 
37. Cfr. Furlong, Músicos argentinos, 52-58. 
38. José Cardiel, "Carta y Relación de las Misiones de la Provincia del Paraguay 
(1747)", en Guillermo Furlong, José Cardiel y su Carta-Relación (1747) (Buenos Aires: 
Librería del Plata, 1953), 164: S]i el Cura no pone especial cuidado, visitando frecuente­
mente esta escuela, no saben cantar sino de memoria en fuerza del continuo ensayo: y así 
cantan, y no mal, cuantas Vísperas, Psalmos y letrillas tienen. Pero si tiene cuidado, apren­
den y cantan como músicos, y cualquiera papel que les dan, aunque sea de difícil composi­
ción, en leyéndolo dos o tres veces, 10 cantan luego. 
39. P. ej., según el Anua de 1628, en Santa María del Iguazú (luego llamada Santa María 
la Mayor), el misionero Claudio Ruyer se encargó de enseñar el catecismo a los niños, 
mientras "un muchacho de la reducion de S. Igna9io" les enseñaban "a tocar los violones, de 
que estaban espantados sus Padres". V. Cartas Anuas de la Provincia del Paraguay. Chile 
y Tucumán de la Compañía de Jesús (Documentos para la Historia Argentina, vol. 20) 
(Buenos Aires: Universidad Nacional, Facultad de Filosofía y Letras, Instituto de Investi­
gaciones Históricas, 1929),283. 
108 
http:disponible.39
http:esfuerzo.37
Carta de Misiones: Sobre la música jesuítico-guaraní en 1651 
En cambio, el texto de Viveros sugiere que la uniformidad básica de la práctica 
musical de las reducciones era real. El autorno percibe ningún inconveniente en 
integrar un grupo único, y destinado a una gira, con músicos de tres reducciones 
distintas. Tal cosa no llamaría hoy nuestra atención, puesto que músicos de alto 
nivel profesional requieren unos pocos ensayos para poner a punto su repertorio. 
De acuerdo con el testimonio de Cardiel, sin embargo, los guaraníes leían música 
poco y mal: normalmente, aprendían y tocaban sus partes de memoria. Esto sugiere 
que los músicos de Viveros ya conocían el repertorio destinado a la gira, que no era 
otro que el cúmulo de composiciones comunes a todas las misiones de guaraníes. 
La soltura de cuerpo con la cual Viveros se permite sugerir el reunir ejecutantes de 
distintos lugares para crear un grupo musical mejor indica, pues, que el repertorio 
misionero era uniforme en la realidad, y no sólo en las idealizaciones de cronistas 
más preocupados con la propaganda externa que con la veracidad. 
En lo que atañe a los misioneros, la carta sugiere una identificación muy fuerte 
entre los curas y sus pueblos, al punto que los primeros se sentían despechados si 
sus músicos no eran elegidos para ir a las ciudades. Se revela aquí que una decisión 
que estableciera preferencias a favor de un pueblo y en contra de otro era leída en 
clave personal por los misioneros, como una especie de afrenta a sus personas. Este 
vínculo trasciende lo que se espera de un cura de almas, para insertarse de lleno en 
el campo de lo político. Es sabido que, en teoría, los jesuitas cuidaban del gobierno 
religioso de los pueblos, mientras que el gobierno civil quedaba a cargo de autori­
dades indígenas elegidas periódicamente. En la práctica, sin embargo, nada se 
hacía sin supervisión ni anuencia del padre. Especialmente, el comercio de los pue­
blos con el mundo exterior ser realizaba por medio del aparato institucional jesuíti­
co. Aunque no pueden caber dudas sobre el desinterés y la dedicación de los sacer­
dotes, ni sobre la necesidad o pertinencia de que al principio de las fundaciones 
tomaran a su cargo el gobierno efectivo de los pueblos, la prolongación de esta 
actitud en el tiempo sin un proyecto visible para formar administradores capaces ni 
la mera consideración de la posibilidad de una transferencia del poder efectivo a 
los indígenas plantea serias preguntas sobre la acción jesuítica las cuales, última­
mente, se volvieron en su contra y terminaron con su expulsión del territorio hispa­
no. La identificación personal tan fuerte entre sacerdote y grey no es sino una 
manifestación del estatuto de los padres como máximas autoridades de hecho en 
los pueblos. 
Como sucede con el resto de la carta, esta actitud puede confirmarse por nume­
rosas otras fuentes -por ejemplo, a través de los nada infrecuentes pleitos entre 
pueblos en razón de sus jurisdicciones territoriales-.4o De últimas, esta documenta­
40. V. por ej. Estela Auletta, Cristina Serventi y Bozidar Darko Sustersic, "El pleito 
entre Jesús y Trinidad por la calera de Itaendí", en V Jornadas Internacionales Misiones 
109 
http:territoriales-.4o
Bernardo Illari 
ción no hace sino confirmar que los jesuitas eran seres humanos cuyas relaciones 
internas distan mucho de la perfección elísea que a veces se les atribuye. No podían 
evitar las pequeñas disputas y conflictos, como sucede en casi cualquier otro ámbi­
to social pequeño, en el cual hay exceso de problemas, constante exposición públi­
ca, y escasas posibilidades de descargar tensiones. Sólo la tendencia a idealizar sus 
aportes de maneras absolutamente positivas o absolutamente negativas han llevado 
a deshumanizarlos, convirtiéndolos alternativamente en titanes o demonios. 
Por otra parte, Viveros se muestra insólitamente bien informado de lo que ocu­
rre en música en los distintos pueblos. Hay aquí un importante indicio sobre el fun­
cionamiento del aparato didáctico-musical jesuítico. La historiografía que podemos 
llamar oficial, de Leonhardt a Herczog, estructura la narración histórico-musical de 
las misiones en tomo a una lista de maestros de música europeos.4 ! La carta mues­
tra que los jesuitas preocupados por la práctica musical de los pueblos fueron 
muchos más que los especialistas -como por otra parte se deduce, una vez más, del 
texto de Cardiel citado en nota 39_.42 Viveros, de quien no se sabe que fuera músi-
Jesuíticas (7 al 9 de setiembre de 1994, Montevideo, Uruguay). Tema: "Las misiones jesuí­
tico-guaraníes y el desarrollo regional platense". (Montevideo: Ministerio de Educación y 
Cultura, 1994): 311-331. 
41. Notoriamente conformada por Juan Vaisseau, Luis Berger, Antonio Sepp, Domenico 
Zipoli, Martin Schmid, Juan Messner, Florián Paucke y Juan Fecha. V. Carlos Leonhardt, 
"La música y el teatro en el tiempo de los antiguos jesuitas de la provincia del Paraguay de 
la Compañía de Jesús", Estudios. Revista de la Academia Literaria del Plata 26 (1924), 
128-33 y 203-214; los varios escritos de Furlong, entre los que se destacan Músicos argenti­
nos durante la dominación hispánica (Buenos Aires: Huarpes, 1945) y su Historia social y 
cultl/ral del Río de la Plata, vol. 3: El transplante cultural. arte (Buenos Aires: TEA, 1969), 
167-204; y Johann Herczog, 01feo nelle indie: 1 gesuiti e la musica in Paraguay (1609­
1767) ([Lecce?]: Mario Congedo editore, 2001). 
42. V. también el caso del sacerdote Diego José de Salazar (1592-1659) en la reducción 
de Loreto, cuando ésta se encontraba en la región, después abandonada, del Guayrá: en el 
Ánua regional de 1628 se lee que "a se aventajado la musica con el cuidado que el P.e 
Diego de salazar a puesto. cantan a tres coros". Antonio Ruiz [de Montoya], "Carta Ánua do 
Padre..., Superior da missao do Guairá, dirigida em 1628 ao Padre Nicolau Duran, 
Provincial da Companhia de Jesus", en Jesuítas e Bandeirantes no Guairá (1594-1640), 
edit. por Jaime Cortes ao (Manuscritos da Cole~ao De Angelis, 1) (Río de Janeiro, 
Biblioteca Nacional, Divisao de Obras Raras e Publica~oes, 1951),261. Como en el caso de 
Viveros, no hay referencia alguna a que Salazar tuviera conocimientos musicales especiali­
zados. V. su necrología en la carta anua de 1658-1660, ARSI, Paraq. Hist. 9, foso 73v-74. 
Otra biografía de Salazar, extraída mayormente de la Historia de Nicolás del Techo pero 
complementada con informaciones adicionales, se encuentra en el manuscrito autógrafo de 
Pedro Lozano, Varones ilustres del Paraguay (Biblioteca Nacional de Madrid, ms. 18577, 
fos.44-46). 
110 
Carta de Misiones: Sobre la música jesuítico-guaraní en 1651 
co ni contribuyera especialmente a la enseñanza del arte, fue perfectamente capaz 
de emitir juicios críticos, no sólo de conjunto, sobre los ensambles de los pueblos, 
sino individuales, sobre cada uno de sus integrantes. Desde el control periódico a 
las clases y ensayos de los maestros de música guaraníes hasta la toma de decisio­
nes concretas para desarrollar la práctica, la ingerencia de sacerdotes no músicos 
fue importante. El de Viveros parece ser un caso entre muchos, cuya singularidad 
reside en que hoy podemos explorarlo documentalmente. 
Por fin, el que una vez más estemos hablando de actividades musicales realiza­
das en la reducción de Yapeyú, así sea tentativamente, parece dar pábulo a la idea 
de Furlong, de que el pueblo constituyó durante décadas un centro musical de 
importancia, sucediendo a San Ignacio Guazú.43 Bien leído, sin embargo, Viveros 
indicó todo lo contrario: primero, decidió no llevar solamente músicos de Yapeyú, 
quienes obviamente no dominaban las destrezas que el provincial requería. 
Segundo, la contribución local se limitó a un solo cantante-instrumentista, quien tal 
vez haya sido el "Agustín" mencionado hacia el final de la carta.44 En compara­
ción, Santa María la Mayor proporcionó cuatro cantantes e Itapúa los tiples: en 
1651, la capilla musical de Yapeyú era decididamente menos hábil, al menos en 
cuanto a capacidad técnica, que la de estos otros pueblos. 
De hecho, la construcción de Yapeyú como conservatorio descansa sobredos 
elementos: la presencia de Antonio Sepp en el pueblo, con su consiguiente trabajo 
como maestro de música y su elocuente descripción de lo que hizo, y el que los 
intercambios de músicos entre las misiones y las ciudades, como se dijo, ocurrieran 
en general con Yapeyú. Nada de esto es suficiente para asegurar a la reducción el 
carácter de capital musical misionera que se le atribuyó. En cuanto a Sepp, el 
carácter de conservatorio musical del pueblo puede no haber durado más que el 
período de residencia del jesuita tirolés. En cuanto al intercambio, la razón parece 
haber sido más práctica que musical: Yapeyú era el pueblo misionero más cercano 
tanto a Córdoba como a Buenos Aires. Los jesuitas, que por lo general operaban 
con los costos en mente, aprovecharon la obvia ventaja de la proximidad geográfi­
ca para economizar en viajes que eran costosos y peligrosos. Finalmente, la carta 
de Viveros documenta que, aunque los músicos salieran de Yapeyú para Buenos 
Aires o Córdoba, no necesariamente residían allí: no es imposible que, como pare­
ce haber ocurrido en 1651, los conjuntos que viajaran a las ciudades en otras opor­
tunidades reunieran los más destacados ejecutantes y cantores de varios pueblos. 
43. Furlong, Músicos Argentinos, 80-83. 
44. El nombre, sin embargo, no figura entre los cantantes e instrumentistas de Yapeyú 
eximidos de tributo en 1657. No pude identificar ningún otro músico de tal nombre. V. 
AGI, Charcas 119. 
111 
http:carta.44
http:Guaz�.43
------~--~,---
Bernardo Illari 
5. Para terminar 
La musicología de hoy desprecia el trabajo heurístico cuyo valor era otrora 
enfatizado y celebrado: nos interesa -me incluyo- la hermenéutica, toda la herme­
néutica y nada más que la hermenéutica. Pero de nada vale la hermenéutica sin la 
heurística: nada podemos inferir en base a nada. Quizás haya temas de investiga­
ción que, por frecuentados, no precisen de trabajo de fuentes; no lo sé. Sí me cons­
ta, en cambio, que en América Latina necesitamos desesperadamente de más traba­
jo sobre fuentes de atingencia musicológica, tanto para la época colonial como para 
los períodos siguientes, tanto en lo que hace a la música "clásica" como a las otras 
muchas tradiciones que enriquecen nuestro paisaje sonoro, tanto en lo que respecta 
a las multiformes tradiciones y prácticas vivas como a los materiales de archivo. 
Sabemos tan poco de nosotros mismos que olvidamos de las fuentes sería suicida. 
Desde hace unos 250 años que escribimos sobre la música de las misiones. A 
los testimonios primarios -de Jarque, Sepp, Cardiel o Peramás- sucedieron los 
estudios, comenzando con el de Muratori, ya mencionado; a ellos, las colecciones 
documentales de archivo sistemáticamente impresas a partir de fines del siglo XIX. 
Se formó así una biblioteca no pequeña de libros relativos a las misiones, cuyo 
porte se expande casi cotidianamente con nuevos artículos, nuevas monografías y 
nuevas ediciones documentales. 
Así y todo, el tema de las reducciones, música incluida, sin embargo, está muy 
lejos de haberse agotado. La superabundancia de documentos impresos produce la 
ilusión de que ya no hace falta visitar el archivo. Nada más lejano a la realidad: 
nadie, hasta el momento, realizó una búsqueda sistemática de informaciones docu­
mentales entre los papeles jesuíticos; y, cuando se la emprende, enseguida aparecen 
novedades de importancia. 
Afirmar la necesidad de continuar yendo a los archivos no significa, sin embar­
go, olvidamos de la hermenéutica. Se ha escrito cien mil veces que la interpreta­
ción hace la fuente, y no viceversa, que documento "en crudo" sirve para ocupar 
lugar en el escritorio, real o virtual, pero que solamente se convierte en evidencia 
histórica cuando se lo interpreta. 
Este pequeño ejercicio heurístico-hermenéutico demuestra el carácter ineludible 
del trabajo de archivo. Al mismo tiempo, deja en claro que, si alguna vez queremos 
entender algo de nuestro pasado, necesitamos interpretar los documentos: comple­
tar sus lagunas lo mejor que podamos, establecer su significado, reconstruir la red 
de conexiones entre personas y eventos a las que aluden y, finalmente, examinar a 
todo nivel las implicancias que posean. Escribí este trabajo por obligación. Así lo 
demanda la singular calidad del documento que me cupo en suerte desenterrar hoy. 
Pero también lo requiere la disciplina. Pido, reclamo, exijo, que hagamos más de lo 
mismo, con la música latinoamericana que sea, según historia, antropología o 
sociología, sea por discurso o por práctica: lo necesitamos con urgencia. 
112 
Carta de Misiones: Sobre la música jesuítico-guaraní en 1651 
*** 
Bernardo Illari es musicólogo y compositor. Se desempeña como profesor 
adjunto de historia de la música en la Universidad de North Texas_ Estudió compo­
sición con César Franchisena, Vicente Moncho y Oscar Bazán en la Universidad 
Nacional de Córdoba, y con John Eaton en la Universidad de Chicago. Completó 
su doctorado (Ph.D.) en Musicología en la Universidad de Chicago en 2001, con 
una tesis sobre la "cultura policoral" en la catedral de Chuquisaca entre 1680 y 
1730. Ganó dos de las más prestigiosas becas de la American Musicological 
Society, el Howard Mayer Brown Award en 1996 y la beca AMS 50 en 1997, a más 
del Premio "Samuel Claro" de musicología latinoamericana (Chile) en 2000, y el 
Premio de Musicología "Casa de las Américas" (Cuba) en 2003. Editó una colec­
ción de ensayos sobre música misional en América Latina y publicó una veintena 
de artículos sobre música colonial y decimonónica latinoamericana en publicacio­
nes inglesas, españolas, italianas y latinoamericanas. Además, desde 1992 ha con­
tribuido con partituras, transcripciones, asesoramiento y notas de programa a dis­
tintos grupos basados en Europa y América Latina, que resultaron en la grabación 
de catorce CDs de música colonial. Actualmente está editando un volumen con sus 
ensayos sobre criollismo y música colonial y escribiendo un libro sobre la música 
de las reducciones jesuíticas del Paraguay. 
Resumen. Una carta proveniente de las reducciones jesuíticas de Guaraníes, sin 
fecha ni firma, es tal vez el más raro de los documentos sobre música jesuítica que 
han sobrevivido. Este artículo identifica su autor y propone una fecha tentativa y un 
posible lugar de origen. La carta confirma que, hacia 1650, la práctica musical de 
las reducciones era básicamente de naturaleza hispánica, con la participación de 
cantores, vihuelas de arco y vientos, pero no todavía el arpa. Muestra también gran­
des contrastes en el nivel técnico alcanzado por las distintas misiones, y revela la 
participación activa de jesuitas que no eran músicos, en el gobierno de los grupos 
guaraníes. El artículo argumenta en pro del valor de la investigación heurística, 
cuando se la complementa exitosamente con una etapa hermenéutica. 
Abstract. An undated, unsigned letter from the Guarani missions perhaps is the 
rarest of all surviving documents about Jesuit music. This article identifies its aut­
hor and proposes a tentative date and a possible place of origino The letter confirms 
that, around 1650, the musical practice of the reducciones was basically Hispanic 
in nature, and included singers, viols, and woodwinds, but not yet the harp. The 
document also shows starch differences in the level of musical accomplishment 
among different missionary towns, and discloses the active participation of Jesuit 
non-musicians in the management of the Guarani groups. The article argues for the 
value of heuristic research, when complemented with a sound hemeneutic stance. 
113

Continuar navegando