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Clase 20 
La Guerra de la Triple Alianza contra el Paraguay y su relación con los sectores populares 
 
El conflicto que terminó por enfrentar al Paraguay con la Triple Alianza formada por 
Argentina, Brasil y Uruguay tuvo su origen en 1864 cuando se produjo el sitio de Paysandú en 
Uruguay perpetrado por un grupo de liberales uruguayos comandados por el general Venancio 
Flores, con el apoyo de Mitre – en aquel entonces presidente de Argentina – y del imperio del 
Brasil. El objetivo era derrocar al presidente Berro de Uruguay, representante del partido 
blanco uruguayo, de tendencia federal y único aliado del Paraguay en la región. Ejércitos que 
superaban los 15 mil hombres sitiaron por mar y tierra, durante más de un mes la plaza de 
Paysandú en la cual unos 1200 hombres y mujeres ejercieron la defensa; de ellos sólo unos 200 
eran soldados, el resto eran ciudadanos comunes: peones, carniceros, panaderos, estancieros. 
El gran héroe de esa lucha, el jefe de la resistencia, fue el oriental Leandro Gómez.​1 Este hecho, 
entonces, debe ser concebido como el detonante de la guerra que comenzó “formalmente” en 
abril de 1865 con la entrada de Paraguay en Corrientes y se extendió hasta 1870. 
Desde su independencia hasta 1865 el gobierno paraguayo, bajo los gobiernos de Rodríguez de 
Francia (1811-1844) primero, Carlos Antonio López (1844-1862) luego y finalmente de su hijo 
Francisco Solano López (1862-1870), construyó astilleros, fábricas metalúrgicas, ferrocarriles y 
líneas telegráficas. La mayor parte de las tierras pertenecía al Estado, que ejercía además una 
especie de monopolio de la comercialización en el exterior de sus dos principales productos: la 
yerba y el tabaco. El Paraguay era la única nación de América Latina que no tenía deuda 
externa porque le bastaban sus recursos. En Ibicuy funcionaba una de las primeras acerías y 
fundiciones de América Latina, bajo la dirección del ingeniero inglés John William Whitehead. 
El derrocamiento del gobierno de Berro en Uruguay implicó la ruptura del equilibrio regional 
en el Río de la Plata porque la Banda Oriental era la única garantía con que contaba Paraguay 
para su navegación exterior. El presidente Solano López intervino en defensa del gobierno 
depuesto y le declaró la guerra al Brasil. El gobierno de Mitre, que se había declarado neutral 
no permitió el paso por Corrientes de las tropas comandadas por el gobierno paraguayo. Esto 
llevó a López a declarar la guerra también a la Argentina. Brasil, la Argentina y el nuevo 
gobierno uruguayo, con el beneplácito y la ayuda financiera del gobierno británico, firmaron 
en mayo de 1865 el Tratado de la Triple Alianza, en el que se fijaban los objetivos de la guerra, 
las condiciones de rendición que se le impondrían al Paraguay y se preanunciaba y estipulaba 
la posible repartición de territorio. Ese Tratado se mantuvo secreto durante varios años. 
La Guerra de la Triple Alianza contra el Paraguay fue la guerra más importante que vivió 
América Latina; marcó un punto de inflexión en la región y puede entenderse como un umbral 
entre el siglo XIX y el siglo XX: tuvo muchas características propias de las guerras del siglo XIX 
(uso de bayonetas, bueyes y cañones) pero también anticipó algunas características del siglo 
XX, sobre todo en relación al concepto de “guerra total” (acorazados, trincheras, telégrafo, 
1 El payador argentino de origen afrodescendiente, Gabino Ezeiza, dedicó la canción “Heroica Paysandú” 
a la aguerrida defensa de la ciudad por parte de las fuerzas uruguayas. 
masacres masivas). Implicó a territorios y poblaciones muy dispersas entre sí, una movilización 
plena de recursos económicos y armamentísticos así como una inversión en tecnología tanto 
en el plano militar como en el de las comunicaciones. 
Las tropas movilizadas superaron los 300.000 hombres. Brasil envió alrededor de 140.000 
hombres de una población total de aproximadamente 900.000 habitantes, Argentina envió 
30.000 de una población de 1.800.000; Uruguay 5.500 y Paraguay 190.000 de una población 
que oscilaba los 500.000 habitantes. Esto demuestra que la guerra fue para los paraguayos 
una causa nacional. Cuando el enfrentamiento se trasladó por completo a territorio 
paraguayo, todo el pueblo participó activamente de una guerra defensiva. 
La arenga de Mitre al entrar en la guerra “en 24 hs a los cuarteles, en 15 días en campaña y en 
3 meses en la Asunción” generó entusiasmo sobre todo en los sectores pudientes de la 
sociedad porteña que se plegaron como voluntarios en la Guardia Nacional – entre otros, 
sobresalen los nombres de “Dominguito” Sarmiento, Francisco Paz (hijo del vicepresidente), 
Alem, Pellegrini, Cándido López -. En el interior, en cambio, la guerra fue desde un comienzo 
profundamente impopular, la mayoría de los federales no consideraban enemigos a los 
paraguayos y sí en cambio a los brasileros y a los mitristas. De hecho, en varias provincias, la 
oposición a la guerra generó el levantamiento de distintas fuerzas federales como la de Felipe 
Varela en La Rioja o la “rebelión de los colorados” en la región cuyana; otros levantamientos 
fueron generados por paisanos que habían sido lugartenientes o miembros de la montonera 
del Chacho Peñaloza; fue el caso de Aurelio Zalazar un peón riojano de la localidad de Catuna, 
cerca de Olta, que en 1865 se rebeló e impidió que los levados riojanos fueran llevados a la 
guerra. La impopularidad también se expresó en la masiva deserción y en la oposición a la leva 
forzosa. En Tucumán, una provincia controlada por los Taboada, con amplias adhesiones al 
mitrismo, el batallón Belgrano de la Guardia Nacional, integrado por miembros de la elite 
provincial se negó a marchar. Incluso varios pagaron a “personeros” que los suplantaran en las 
filas (Di Meglio, 2012). También en Córdoba se amotinó una parte numerosa de la Guardia 
Nacional, que se negó a marchar a la guerra. Muchos de los levados, incluso los que figuraban 
como voluntarios, fueron movilizados engrillados. Un herrero catamarqueño dejó constancia 
de ello a través de un recibo otorgado por sus servicios al gobierno de su provincia: “Recibí del 
gobierno de la provincia de Catamarca la suma de $40 bolivianos por la construcción de 200 
grillos para los voluntarios catamarqueños que marchan a la guerra del Paraguay”. 
Dos hechos de relevancia que ejemplifican la impopularidad de la guerra en los sectores 
populares del interior fueron las deserciones de las montoneras reclutadas por Urquiza en 
1865 para la guerra. Urquiza convocó, a pedido de Mitre, a sus gauchos en la localidad de 
Basualdo, en la frontera entrerriana y correntina. Conformó una tropa de 3000 gauchos, que 
en su mayoría desertaron y se desbandaron escondiéndose en la selva de Montiel. Urquiza 
prefirió licenciar a todos y volver a convocarlos para obtener disciplina. Cuando intentó 
nuevamente reunirlos en Toledo, en los meses siguientes, sucedió lo mismo. Entre Ríos, por lo 
tanto, a pesar de la voluntad de Urquiza, no pudo enviarcontingentes significativos a la guerra. 
La actitud de Urquiza en esta coyuntura definió su devenir. Como mencionamos la clase 
anterior, es muy interesante tener en cuenta aquí el relato ficcional de Ricardo Piglia ​Las actas 
del juicio. ​Robustiano Vega, el protagonista - testigo del relato, partícipe de la partida que dio 
muerte a Urquiza en abril de 1870, declaraba ante el juez “lo que ustedes no saben es que ya 
estaba muerto desde antes […] Para nosotros estaba muerto desde antes” refiriéndose a la 
actitud de Urquiza ante la guerra del Paraguay, especialmente su pérdida de legitimidad 
durante los sucesos de Basualdo y Toledo. 
Como decíamos anteriormente y como lo relata magistralmente este cuento de Piglia, Urquiza 
se mantuvo indiferente desde el Sitio de Paysandú tanto al sentir de sus tropas como a las 
proclamas y mensajes que le enviaba Felipe Varela ofreciéndole la dirección del movimiento 
federal en oposición a la guerra. En Argentina la oposición a la guerra también se manifestó en 
la actitud de los trabajadores correntinos, que se negaron a construir embarcaciones para las 
tropas aliadas y en la prédica de pensadores que, como Juan Bautista Alberdi, los hermanos 
José y Rafael Hernández, apoyaban al Paraguay. 
 
Tras las derrotas en las batallas de Yatay y Uruguayana, en agosto de 1865, el ejército 
paraguayo se replegó a su territorio. A partir de allí comenzó un segundo momento de la 
guerra caracterizado por la guerra de trincheras de o de “ejércitos estancados”, como se ha 
denominado. La guerra se comenzó a desenvolver en la zona sur de Paraguay en el 
campamento de Tuyutí donde se encontraba la fortaleza de Humaitá como defensa de 
Asunción. Una extensa red de trincheras se cerraba sobre la costa del río Paraguay 
conformando un perímetro conocido como “el cuadrilátero” que preservaba el bastión de 
Humaitá. En esta región se desarrollaron las batallas de Tuyutí y de Curupaytí. La primera de 
ellas, considerada como la más cruenta de las batallas libradas en América del Sur terminó en 
una derrota para el Paraguay y dejó un saldo de unos catorce mil soldados caídos de ambos 
bandos, muchos por el fuego cruzado de la artillería. Paraguay perdió en esta batalla lo poco 
que quedaba de su ejército; desde allí en más debió contar con campesinos, artesanos y 
pequeños comerciantes y luego, con el correr del tiempo, con niños y ancianos. 
En septiembre de 1866 Solano López se entrevistó con Mitre y le propuso firmar un armisticio. 
Mitre, por la presión del Imperio del Brasil, se opuso. Uno de los artículos del Tratado de la 
Triple Alianza estipulaba la prohibición para cualquiera de los tres Estados, de firmar un 
armisticio por separado con Paraguay. 
La batalla de Curupaytí en septiembre de 1866, contrariamente a la de Tuyutí implicó un gran 
revés para las tropas aliadas; dejó un saldo de miles y miles de muertos contra cientos del 
Paraguay. Muchos testimonios dan cuenta que esa derrota fue celebrada en varias localidades 
del interior. En Uruguayana y en Curupaytí, Cándido López retrató a través de croquis - que en 
los años posteriores convertiría en imponentes pinturas – lo cotidiano de la guerra del 
Paraguay. A partir de esa batalla, muchos jóvenes de los sectores pudientes porteños que se 
habían sumado voluntariamente a la guerra como miembros de la Guardia Nacional, 
decidieron regresar – Pellegrini, Alem, entre otros –; incluso varios de ellos salieron heridos – 
como el pintor Cándido López, que perdió su mano derecha – o perdieron la vida como fue el 
caso de “Dominguito” el hijo de Domingo Faustino Sarmiento o Francisco Paz, el hijo del 
vicepresidente. No obstante ello, de los aproximadamente ocho mil muertos y otros tantos 
heridos argentinos, la mayoría eran miembros de los sectores populares que habían sido 
levados y conformaban los ejércitos de línea: gauchos, negros e indígenas. En el caso del Brasil, 
la mayoría de los hombres que murieron en la guerra eran esclavos y campesinos pobres del 
nordeste. 
Luego del revés que significó para ellos Curupaytí, los aliados se concentraron en poder 
flanquear la fortaleza de Humaitá. Desde 1867, los últimos tres años de enfrentamiento se 
centraron allí. Con la guerra estancada, los soldados semi desnudos y mal alimentados de 
ambos ejércitos, las dificultades del terreno, del clima y la propagación de las pestes - sobre 
todo el cólera- hacían casi imposible e intolerable la sobrevivencia. A lo largo de la guerra, la 
gran mayoría de los muertos fueron arrojados a los ríos, tanto al Paraná como al Uruguay, 
contaminando el agua y con ello propagando las enfermedades y acrecentando las muertes en 
ambos bandos. 
Algo llamativo es que en estas condiciones, en las trincheras paraguayas fue prolífica la 
producción de folletines y periódicos como ​Cabichuí​, ​El Centinela ​y ​Cacique Lambaré, por parte 
de soldados anónimos que con tono mordaz e irónico expresaban su crítica a los aliados a 
través de dibujos y grabados. 
Hacia mediados de 1868 Humaitá cayó bajo poder aliado. Los defensores de la fortaleza se 
rindieron después de varios días de pelea. Asunción había sido evacuada y la población 
movilizada a Luque. En ese contexto las mujeres jugaron un rol clave. ​La memoria histórica 
recuerda las “residentas” mujeres paraguayas que se plegaron a los ejércitos hasta el final y 
que pelearon contra los aliados cuando ya no quedaban soldados para protegerlas. Trabajaban 
como enfermeras, lavanderas, cocineras y más tarde también ayudaron en el transporte de 
material pesado. Cuando los productos importados como medicina o tela para uniformes 
empezaron a escasear, los conocimientos sobre las plantas y hierbas locales, que las mujeres 
del campo poseían, adquirieron una gran importancia. Los grupos de mujeres eran dirigidos 
por las llamadas sargentas, quienes cuidaban del orden, organizaban y coordinaban el trabajo, 
y ayudaban en el cumplimiento de las órdenes del gobierno o de los generales. 
Los últimos enfrentamientos se produjeron en lo que se llamó la “decembrada”: la batalla de 
Avahy y la de Lomas Valentinas. En enero de 1869 los brasileros entraron en Asunción. Solano 
López desconfía de sus oficiales y familiares más cercanos, acusando a varios de ellos de alta 
traición y conspiración, condenándolos y ejecutándolos. Entre los fusilados sobresale el 
nombre de Pancha Garmendia, quien se convertiría en una leyenda. 
La escasa población paraguaya sobreviviente se trasladó a Piribebuy, nombrada por Solano 
López nueva capital de la república. Se produjo un enfrentamiento de 20.000 soldados aliados 
contra menos de 1600 paraguayos, de los cuales la mayoría eran niños, mujeres y ancianos. 
Tras vencerlos, incendiaron el hospital y pasaron a degüello a muchos niños. En los días 
siguientes, tuvo lugar una de las más terribles batallas de la historia militar a nivel mundial, la 
de Acosta Ñu, en la cual pelearon tres mil quinientos soldados paraguayos denueve a quince 
años. A falta de soldados, los niños fueron disfrazados con barbas postizas para que el enemigo 
los tomara por adultos y les presentara combate; el historiador argentino José María Rosa 
plantea que resistieron seis horas las cargas de la pesada caballería brasilera, que vengando el 
engaño acabaría incendiando el campo de batalla con sus oponentes infantiles. Acosta Nú es el 
símbolo más terrible de la crueldad de esa guerra: los niños de seis a ocho años, en el calor de 
la batalla, aterrados, se agarraban de las piernas de los soldados brasileños, llorando, pidiendo 
que no los matasen. Y eran degollados en el acto. 
El Mariscal Solano López y los menos de quinientos hombres que lo acompañaban fueron 
vencidos definitivamente en Cerro Corá en marzo de 1870. Su muerte marcó el fin de la guerra 
de la Triple Alianza. 
Tras la guerra Paraguay quedó destrozado, diezmada en 2/3 su población, que pasó de unos 
600.000 habitantes a menos de 200.000, de los cuales sólo el 10% eran hombres en edad de 
trabajar y el resto, viejos, mujeres y niños. Las mujeres durante la guerra sufrieron vejaciones y 
violaciones por parte de soldados de ambos bandos; las que sobrevivieron fueron claves en la 
preservación de la identidad de su pueblo. Tras el fin de la guerra, en algunos lugares la 
proporción de mujeres era de una a diez o veinte por cada hombre; en las regiones con menos 
desequilibrio la relación era de cuatro por uno. Esto explica el hecho de que en los años de la 
postguerra, las mujeres dominaran completamente la economía de subsistencia y el pequeño 
comercio 
Por los términos de la guerra, Paraguay llegó a perder el 40% de su territorio, el cual de hecho 
había quedado arrasado; asimismo las tierras productivas fueron privatizadas; desde lo cultural 
se prohibió la lengua guaraní, que recién fue reincorporada y reconocida como lengua oficial 
en la Constitución de 1992. Para los paraguayos, por las terribles consecuencias y cambios 
estructurales que generó, esta guerra sigue siendo la “guerra guasú” (guerra grande). 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
La guerra le costó a Argentina más de 500 millones de pesos y 50.000 muertos. Sin embargo, 
benefició a grandes comerciantes y ganaderos porteños y entrerrianos cercanos al poder, que 
hicieron lucrativos negocios abasteciendo a las tropas aliadas. Para la Argentina, fue el gran 
catalizador para la formación del Estado nacional. La guerra dejó también como consecuencias 
grandes epidemias de cólera y de fiebre amarilla, contraídas por los soldados en la guerra y 
propaladas con el regreso de las tropas tras el fin de la misma. 
 
Bibliografía utilizada y citada 
León Pomer ​Cinco años de guerra civil en la Argentina (1865-1870)​, Buenos Aires, Amorrortu, 
1986. 
León Pomer ​La Guerra del Paraguay. Estado, política y negocios, Buenos Aires, Ed. Colihue, 
2008. 
Luc Capdevila ​Una guerra total: Paraguay 1864-1870​. Ensayo de Historia de Tiempo Presente. 
Asunción-Buenos Aires: CEADUC-Editorial SB, 2010. 
Rosa, José María. ​La guerra del Paraguay y las montoneras argentinas, ​Buenos Aires, Ed. 
Hyspamérica, 1985. 
Bibliografía y recursos sugeridos 
Brezzo, Liliana. ​La Guerra del Paraguay en los límites de la ortodoxia: mitos y tabúes. ​Revista 
Universum​, n. 19, vol.1, p 10-27, 2004. 
https://hum.unne.edu.ar/postgrado/especializ_historia/apuntes/Historia,%20Naci%C3%B3n,%
20Regi%C3%B3n/Primera%20parte/BREZZO,%20Liliana%20-%20Guerra%20del%20Paraguay.p
df 
Documental Canal Encuentro ​Guerra Guasú, la Guerra del Paraguay Disponible en: 
http://encuentro.gob.ar/programas/serie/8428/4998 
Película de José Luis García (2005) “Cándido López, los campos de batalla”. Disponible en: 
https://www.youtube.com/watch?v=PblsO12H82E 
 
 
https://hum.unne.edu.ar/postgrado/especializ_historia/apuntes/Historia,%20Naci%C3%B3n,%20Regi%C3%B3n/Primera%20parte/BREZZO,%20Liliana%20-%20Guerra%20del%20Paraguay.pdf
https://hum.unne.edu.ar/postgrado/especializ_historia/apuntes/Historia,%20Naci%C3%B3n,%20Regi%C3%B3n/Primera%20parte/BREZZO,%20Liliana%20-%20Guerra%20del%20Paraguay.pdf
https://hum.unne.edu.ar/postgrado/especializ_historia/apuntes/Historia,%20Naci%C3%B3n,%20Regi%C3%B3n/Primera%20parte/BREZZO,%20Liliana%20-%20Guerra%20del%20Paraguay.pdf
http://encuentro.gob.ar/programas/serie/8428/4998
https://www.youtube.com/watch?v=PblsO12H82E

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