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HISTORIA DE LA PALEONTOLOGIA DE LOS VERTEBRADOS EN COSTA RICA Guillermo Alvarado Referencia: año 1989. Historia de la Ciencia y la tecnología: el avance de una disciplina, Editorial Tecnológica de Costa Rica, Cartago, Costa Rica. Resumen El desarrollo de la paleontología de los vertebrados en Costa Rica puede dividirse en cinco etapas: 1) De 1905 a 1933: primeros reportes y descripciones de megamamíferos fósiles, II) De 1934 a 1945: primera excavación dirigida y reconstrucción de los restos óseos, capacitación parcial de personal, III) De 1946 a 1959: ocaso de los estudios paleovertebradológicos, IV) De 1960 a 1973: informes aislados de vertebrados en periódicos y primeros intentos arqueológicos, V) De 1974 al presente: resurgir de los estudios de los cordados fósiles con excavaciones sistemáticas e investigaciones dirigidas, clasificación y revisión taxonómica; importancia arqueológica y biogeográfica. A continuación se enuncia los datos taxonómicos: dientes de Chondrichthyes desde el Eoceno y Cuaternario, sobresaliendo la fauna Miocena Carcharodon megalodon, Hemiprístis serra, Aetobatis arcuata, Carcharhinus tschoppi, Odontaspis acutissima y Carcharias cf. egertoni; Testudinata, maxilares, fragmentos de huesos y esqueletos desde el Eoceno al Cuaternaria, destacándose Geochelone costarricensis; Eusuchia y megamamíferos en su mayoría del Cuaternario, Toxodon aff. platensis, Megatherium sp., Mammuthus sp., Cuvieronius hyodon, Equus sp. y posiblemente milodontes, camélidos y glyptodontes. Dentro de los peces pleistocenos resalta Cichlasoma turrucarensis. Los estudios paleovertebradológicos no solo nos indican la historia pasada del puente continental (Istmo Centroamericano austral), sino también las fronteras de distribución biogeográfica, su importancia en la zonificación de la fauna actual y la historia arqueológica de! Paleo-indio. I Introducción La Paleontología, una ciencia dual entre la geología y la biología, nació en el Viejo Mundo. Karl von Linné en el siglo XVIII estableció la jerarquía linneana, regularizando el modo de clasificación de los organismos. Posteriormente, Georges Cuvier, considerado como el padre de la paleontología de los vertebrados, con el Discours Preliminaire a sus magnas Recherches sur les ossemens fossiles de Cuadrupèdes, obra publicada en 1812, constituía el punto de partida para el estudio de los cordados fósiles. Cuvier cerraba su discurso preliminar con la siguiente frase: “Y el hombre, a quien ha sido concedido sólo un instante de presencia sobre la Tierra, tendría (de ese modo) la gloria de reconstruir la historia de miles de 1 siglos que precedieron a su existencia y de los miles de seres que no han sido contemporáneos suyos En 1825 publicó un importante trabajo bajo el título Discurso sobre las Revoluciones del Globo y sobre los cambios que ellas han producido en el Reino Animal1. Fue el gran geólogo británico Charles Lyell, quien en 1832 acuño el término Paleontología “ciencia de la vida antigua”. Seguidamente, Charles Darwin, eminente geólogo y paleontólogo antes de que se le reconociera como biólogo evolucionista, publica su obra seminal en 1858 Sobre el origen de las especies por medio de la selección natural, o la conservación de razas favorecidas en la lucha por la vida2. Referente a la migración faunística, tenemos que los mamíferos terrestres iniciaron un intercambio entre América del Norte y del Sur en el Cretácico Tardío, época en la cual vagaban los dinosaurios hace unos setenta millones de años (m.a.), el cual se incrementó durante el Plioceno con la formación del Istmo de Panamá y el cierre concomitante definitivo del intercambio de aguas entre el Atlántico y el Pacífico hace aproximadamente 3 m.a.3, 4, 5 . Dentro de los inmigrantes más importantes se tienen los proboscídeos (mastodontes, estegodontes, gonfoterios y elefantes) que realizaron amplias migraciones durante el Neógeno (entre 26 y 1,8 m.a.) en una gran extensión de Eurasia siguiendo la ruta del puente terrestre entre Siberia y Alaska, alcanzando a Norteamérica cerca del Mioceno Superior (15 m.a. atrás), y de ahí a Centroamérica y Sudamérica 6, 7. Sin embargo, la franja que conectaba las dos Américas fue ligeramente selectiva sobre los animales que se difundieron a través de ella. Nuestra Centroamérica (América del Norte Tropical) ejerció un efecto filtrante, extendiéndose sus límites desde el Sur de México hasta el Norte de Colombia, que culminó aproximadamente cuando las tierras bajas tropicales se pusieron en contacto con las regiones templadas de México. Ningún ungulado o primate nativo de Sudamérica, y muy pocos marsupiales, roedores y desdentados, pudieron atravesar la “zona de filtración” en su avance hacia Norteamérica. Aunque la ecología lo explique, no deja de resultar curioso que los mastodontes ramoneadores pudieran migrar desde América del Norte hacia el Sur, mientras que no lo lograron sus parientes, las especies extintas de elefantes herbívoros (“mamuis”). En mayor aprieto se encuentra la ecología cuando ha de justificar por qué los caballos se difundieron desde el Norte hacia el Sur de América, pero no los bisontes y los berrendos, ungulados herbívoros como los caballos8, 9. El Horno sapiens sapiens, así como sus antecesores, evolucionaron en el Viejo Mundo. Las fechas de migración del primer hombre al continente americano es un tema muy controvertido. Es seguro que llegó antes de que se extinguieran varios de los mamíferos de gran talla, característicos del Pleistoceno Superior y se asume que la llegada del hombre contribuyó a la extinción de varios de los animales de gran talla, dado que en diversas partes de América se encuentran numerosos restos esqueletógenos e instrumentos elaborados por el hombre o evidencias de su actividad, asociados con animales extintos, remontándose sus hallazgos a unos 50 000 a 14 000 años atrás10, 11. Referente a todo lo anteriormente dicho, cabe recordar la frase: “Diríase que la mente siente vértigo cuando trata de profundizar en el abismo del tiempo”, metáfora escrita en 1805 por John Playfair en un relato biográfico sobre el geólogo británico James Hutton12. En Costa Rica, el geólogo Alfonso Segura comenta en 1940, que en junio de 1930 el Prof. José Fidel Tristán, ex-director del Museo Nacional, escribe en el Libro de Registro de la Sección de Geología del Museo Nacional13: “las colecciones de rocas, minerales y fósiles del Museo Nacional se principiaron a formar con las “muestras” que se exhibieron 2 en la Primera Exposición Nacional verificada en el año 1886 (15 de setiembre).” Atendiendo a que la nación costarricense carecía de un establecimiento público en donde se depositaran y clasificaran todos los objetos naturales y artísticos que debían servir de base para los estudios de la riqueza y cultura del país, el gobierno acordó establecer el 4 de mayo de 1887, un Museo Nacional, dependiente del Ministerio de Fomento de aquel entonces. Similarmente, el Sr. Juvenal Valerio, naturalista de afinidad botánica, dice en 193914: El salón de Paleontología del Museo, es de lo que más maravilla a las gentes que por él pasan. Refiriéndose a la Paleontología ha dicho el gran sabio Luis Agassis: “La Tierra es un enorme cementerio, donde los muertos han escrito sus propios epitafios diciéndonos quiénes fueron y cuándo vivieron”. Parafraseando a Agassiz bien podríamos decir que un salón de Paleontología es la historia de la vida escrita por los propios seres desaparecidos; y desde luego, la más exacta de las historias. El número de hallazgos de vertebrados fósiles en América Central y Costa Rica en particular, se ha incrementado significativamente en los últimos 25 años. Sin embargo,los trabajos de distribución y correlación entre las diferentes zonas son mínimos e incompletos. Para una mejor comprensión del desarrollo científico de las actividades paleontológicas en nuestro país, referentes a los cordados, las dividiremos en períodos o etapas que nos permitan llevar un orden cronológico. Etapa 1: de 1905 a 1933 Esta etapa forma parte de uno de los períodos más relevantes en la historia de las ciencias naturales en general de nuestro país. La primera recolección y clasificación taxonómica de un vertebrado fósil nos la suministra don Anastasio Alfaro, primer secretario y administrador del Museo Nacional, al referir que el señor Carlos Riotte colecta tres molares bien conservados de un caballo cerca de un pantano en Aserrí, que se enviaron al Museo Americano de Historia Natural de Nueva York donde el Dr. J. W. Gidlely, en 1905, los refirió al Equus fraternus15, correspondiendo en realidad a un Equus sp. indet., según recientes determinaciones16. Contemporáneamente, en San Rafael de Puriscal, en el Río María Aguilar y en la Hacienda Animas (La Cruz de Guanacaste) se informa de fragmentos de molares; los dos últimos, colectados por el profesor Alfaro, fueron atribuidos al Mastodon andium17, hoy día conocido como Cuvieronius hyodon. No obstante, éstas determinaciones se efectuaron con poco e incompleto material esqueletógeno (ausencia de incisivos) y en una época en la cual la paleomastozoología estaba en proceso de desarrollo y estudio, por lo cual dichas clasificaciones taxonómicas son de dudoso valor. Después de un período de silencio, en 1921 durante la construcción de un acueducto en Cartago cerca del Río Agua Caliente, se informa de varios fragmentos de un mastodonte incluidos en un depósito fluvial. Se trata del primer hallazgo bien ubicado, con descripciones de sus partes y de los sedimentos, así como algunas interpretaciones taxonómicas sobre el individuo18: los restos fósiles fueron transportados, por diluvios muy probablemente, al lado derecho del río y abandonados en desorden. Posteriormente, en 1930 se encuentra la primera tortuga fósil de Costa Rica en Peralta de Limón, que no vendrá a ser descrita hasta en la próxima etapa19. Por último en 1933 se halló en los depósitos aluviales del Río Quirimán, el fémur de un mastodonte20, 21. 3 Etapa II: de 1934 a 1945 Esta corta etapa fue una de las más relevantes dentro de nuestra breve historia en la paleontología de vertebrados, puesto que se organizó la colección de rocas, fósiles y minerales del Museo Nacional, entidad que en ese entonces llevaba la batuta en las ciencias naturales y antropológicas, y se dieron a conocer los primeros resultados paleontológicos de los cordados encontrados hasta ese entonces. En febrero de 1934, al sureste del poblado de Bajo Barrantes (San Ramón), se encontraron una gran cantidad de huesos de grandes mamíferos, iniciándose las excavaciones en este sitio a cargo del Sr. Alberto Brenes. Se comprobó la existencia de una conspicua fauna sudamericana representada por dos megaterios, un milodonte y un toxodonte 22, 23, 24 El profesor Segura fue invitado por el Dr. Alexander Wetmore al Smithsonian Institution en donde recibió cursos de paleontología de mamíferos desde octubre de 1941 a setiembre de 194225. Allí reconstruyó los restos óseos de Bajo Barrantes, que posteriormente fueron exhibidos en el Museo Nacional, entidad en donde estuvo a cargo de la Sección Mineralógica y Geológica a partir del 17 de julio de 1 93926. En Cirrí de Naranjo y en Nicoya se encontraron en 1940, molares de un mastodonte que fueron asociados a un Trilophodon sp., según determinaciones (en la actualidad dudosas) del entonces Jefe de la Sección de Paleontología del Field Museum de Chicago, el Dr. E. S. Riggs y de su asistente Paul Mc Grew27. Los citados profesionales tuvieron una importante participación en esta etapa puesto que clasificaron a los molares de caballo hallados en San Ramón y en Saborío (Limón) como Equus sp. y al Megatherium sp. de Bajo Barrantes28. En Cachí (Cartago) el profesor Segura informa en 1943 de los restos de un Mastodon andium (nombre válido: (Cuvieronius hyodon)29. De los vertebrados marinos tenemos el primer hallazgo en Costa Rica correspondiente al diente de un tiburón de la especie Carcharodon megalodon, encontrado por el Dr. César Dóndoli, padre de la geología en Costa Rica, en la confluencia del Río Virilla con la Quebrada Cañada, cerca de la planta hidroeléctrica de Ventanas30. Este seláceo, característico del Mioceno, posiblemente alcanzó unos 20 metros de largo31. Contemporáneamente, en 1944 se informa de otro diente de tiburón clasificado en Washington por el Dr. Thomas W. Vaughan como Odontaspis sp. de edad Eocena32. La primera tortuga fósil tipo terrestre, encontrada en Costa Rica en 1930 cerca de Peralta de Limón, correspondió con una nueva especie, clasificada en aquella época como Testudo costarricensis, (véase Etapa V) de una edad supuesta entre el Oligoceno Superior y el Mioceno lnferior33. La descripción de este quelonio participó y ganó en un concurso científico organizado por la Sociedad de Ciencias Naturales y Farmacia de Guatemala para conmemorar el XXV aniversario de su fundación, recibiendo su autor una medalla de oro con la siguiente leyenda en sus caras: Facultad Ciencias Naturales y Farmacia, concurso científico Guatemala, Aniversario 1918- 1943, 18 set. 1943, Honor al mérito Prof. Alfonso Segura Paguaga34 . Etapa III: de 1946 a 1959 En este período se da la decadencia total en los estudios de vertebrados fósiles, salvo por la compilación de la información existente hasta la etapa precedente en el trabajo de Carlos Meléndez, publicado en 1954 bajo el título Vertebrados fósiles de Costa Rica, el cual agrega muy poco con respecto a los trabajos existentes hasta 1945. 4 Etapa IV: de 1960 a 1973 A partir de 1960 los comunicados sobre nuevos hallazgos fósiles se mencionan superficialmente en algunos informes geológicos o en periódicos, pero generalmente se desconoce la procedencia exacta y la información estratigráfica. La mayoría de los restos óseos de esta etapa se extraviaron. En 1960, los señores Francisco Castillo y José A. Echeverría encontraron cerca del puente del Río Agua Caliente, en su período de estiaje, varios huesos de las extremidades anteriores de un mastodonte35. En 1962 el Sr. Enrique Quesada encontró en Playa del Silencio (cerca de Mata de Limón) parte de un molar del cual Alfonso Jiménez obtuvo una fotografía que envió al Country Museum de Los Angeles, (U.S.A.), en donde fue identificado por Jr. MacDonald como procedente de un mamut. El Dr. Manuel Maldonado-Koerdell, mexicano, contestó a una carta que se le envió en aquella época diciendo36: El hallazgo de un mamut en la costa del Pacífico de su país es una verdadera sorpresa paleontológica pues, hasta donde mi propio conocimiento alcanza, se creía que llegaron en su distribución paleobiogeográfica hasta el istmo de Rivas en Nicaragua. Las observaciones anteriores fueron comprobadas más de dos décadas después y se puede considerar el artículo de F. Gutiérrez como uno de los mejores en este período o etapa. En la localidad de Bajo Barrantes, en 1967 el Sr. Trino Zamora en compañía de varias personas continuaron con las excavaciones iniciadas en 1934, recuperándose un omoplato y la clavícula de un mamífero grande37 En San Miguel de Turrúcares (Alajuela) en 1963 y en 1971 se ha informado de varios restos de mastodonles incluidos en los sedimentos de un antiguo lago de Pleistoceno Superior en donde ellos llegaban a abrevar 38-39-40_41. Al respecto, los depósitos de tierras de diatomeas de Turrúcares son ricos en fósiles de peces, cuyo estudio es tierra virgenpara nacionales y extranjeros. Únicamente se tiene conocimiento de la nueva especie Cichlasoma turrucarensis42, que erróneamente fue asociada al período Mioceno. La región de Palmares, que igualmente estuvo ocupada hace una o varias centenas de miles de años por lagos en donde los vertebrados medraban, ha sido el escenario de varios descubrimientos de cierta importancia43, 44, pero de los cuales quedó poca e incompleta evidencia escrita. Es en los trabajos de Federico Gutiérrez45 y del Arq. Oscar Fonseca46 en donde se menciona por primera vez la búsqueda de artefactos precolombinos en posible asociación con los restos fósiles. En esa época, el Arq. Carlos Aguilar participó en la recolección de varios fragmentos de molares y huesos de un mastodonte durante la construcción de un edificio frente al Hospital San Juan de Dios47. Cerca de 1973, la sala de Historia Natural del Museo Nacional, en la cual se encontraba la colección de rocas, fósiles y mínerales, fue desmantelada48, perdiéndose importantes ejemplares y valiosa información irrecuperable. El famoso paleontólogo estadounidense George Gaylord Simpson, en su reciente y elocuente libro Fossils and The History of Life, paradójicamente incluye al Museo Nacional de Costa Rica dentro de una corta lista de seis, como uno de los muchos museos de historia natural del mundo que gozan de gran aceptación por parte de los visitantes en la contemplación de sus fósiles49. Lo anterior es seña de que el afamado científico tuvo referencia u oportunidad de visitar la sala en donde se encontraban los fósiles. 5 Esta etapa se cierra con el desenterramiento en 1973 de los restos de un mastodonte bastante completo en el poblado de Tablas (región de Coto Brus) del cual no quedó ninguna evidencia escrita o de los fósiles50 Etapa V: de 1974 a mayo 1987 Fue a partir de 1974 con el hallazgo del mastodonte de Tibás51, en que la mayoría de los nuevos descubrimientos de vertebrados fósiles (especialmente de megafauna) fueron evaluados y ubicados en forma sistemática y detallada por arqueólogos y geólogos durante el proceso de excavación, dejando constancia escrita y fotográfica de las localidades, su respectiva preservación así como la codificación de los restos fósiles. En esta etapa han participado diversas entidades nacionales, muchas de ellas en trabajo conjunto: Sección de Arqueología y la Escuela Centroamericana de Geología, ambas de la Universidad de Costa Rica, el Museo Nacional de Costa Rica y la colaboración indirecta del Departamento de Geología del Instituto Costarricense de Electricidad (ICE). También se ha contado con la desinteresada colaboración, en mayor o menor grado, de diversos profesionales que laboran en universidades extranjeras: American Museum of Natural History (New York), University of New Mexico, University of Kansas, University of Texas, Université Pierre et Marie Curie y diversas universidades alemanas. El autor del presente artículo compiló y analizó la información paleomastozoológica existente en Costa Rica hasta enero de 1986 en el trabajo titulado Hallazgos de megamamíferos fósiles en Costa Rica, en el cual se tomó en cuenta la reciente nomenclatura taxonómica en constante cambio para la megafauna extinta y se aplicó un enfoque estratigráfico, bioestratigráfico y arqueológico, acorde con las nuevas corrientes paleontológicas. El punto de partida para esta investigación fue la excavación sistemática por niveles naturales (capa por capa en cuadrículas) de los depósitos aluviales en donde se encontraba el mastodonte de Santa Ana (Sitio Oviedo) en 1981 (encontrado un año antes) por parte de la Sección de Arqueología (UCR). De los depósitos aluviales fosilíferos, interestratificadas entre rocas volcánicas (ignimbritas), se obtuvieron las primeras dataciones de radiocarbono de un hallazgo de esta índole, en Costa Rica52, 53. En esta última etapa son varias las nuevas localidades de proboscídeos: Tibás (1974), Barra Honda (1978), Santo Domingo de Heredia (1981), Ciudad Neily (1982), San Fernando de Nicoya (1984), Nicoya (1984), Tibás (1986) y Palmares (1987). Diversos trabajos, en proceso de elaboración y publicación, pretenden darle un enfoque arqueológico y su relación con la historia geológica del Cuaternario54, 55, o bien efectuar una revisión taxonómica de los mismos56. En 1986 se reencontraron los restos fósiles del Sitio Bajo Barrantes de San Ramón (1934) en una bodega del Museo Nacional. Los huesos están siendo clasificados y restaurados para su posterior clasificación57. En Punta Judas (Puntarenas), durante las investigaciones sedimentológicas y paleoecoiógicas emprendidas por la Escuela Centroamericana de Geología en 1984, se encontraron varios restos de vertebrados fósiles del Mioceno Medio Bajo, tales como dientes de Chondnchthyes (Carcharodon megalodon,, Hemipristis serra, Aetobatis arcuata), una vértebra caudal de la familia Eusuchia y maxilares de tortugas no determinables. Sin embargo, el esqueleto completo de uno de estos quelonios todavía permanece en el nivel 199158. Referente a tortugas fósiles, recientemente se realizó una revisión y evaluación de la tortuga terrestre encontrada hace casi seis décadas en Peralta de Limón, relacionándosele 6 filogenéticamente con las tortugas actuales de Costa Rica y otros países americanos; su nombre científico cambió a Geochelone costarricensis59. Otras recolecciones ocasionales por estudiantes y profesores de la Escuela de Geología, se refieren a dientes aislados de tiburón, presentes en sedimentos marinos someros de edad Eocena a Miocena que afloran en Turrialba, en Las Animas de Turrialba, en Patarrá-Coris, en Aserrí, en Mata de Limón, en Cajón de Térraba y en Baja Talamanca- Limón. De estos sobresalen la fauna de Turrialba, característica de Mioceno, representada por Carcherias cf. egertoni, Hemipristis serra, Carcharhinus tschoppi y Odontaspis acutissima. También se encontró un diente de raya en sedimentos Pliocenos aflorantes en Bonilla de Limón60. Durante esta corta etapa, gracias a los documentos científicos de principios y mediados de siglo, se ha avanzado considerablemente y se han planteado aspectos paleontológicos de sumo interés nacional e internacional, reflejando así el interés y el carisma científico de que gozan hoy las ciencias naturales en Costa Rica. En diferentes épocas, nuestro país ha sido y es una frontera geológica, paleontológica, arqueológica y biológica entre las masas continentales del Norte y del Sur, por lo cual es una región de sumo interés y que merece estudiarse aún más. Queda por realizarse, para una futura etapa, la búsqueda programada a priori de vertebrados fósiles y en especial de microvertebrados (por ejemplo, roedores). Con la celebración del centenario del Museo Nacional (1887-1987) se han abierto nuevamente las puertas a nuestra prehistoria, más allá al advenimiento del hombre a nuestro continente. El presente artículo se cierra con la frase de G.G. Simpson61: “La historia de la vida sobre la Tierra no puede dejar de interesarnos: nosotros mismos somos resultado de esa historia y vivimos rodeados de millones de otras especies que, aunque distintas, son fruto también de ese acontecer.” Notas 7 1 Simpson, G. (1983). Fossils and the history of life. Scientific American Books. Trad. española: (1985). Fósiles e historia de la Vida. Barcelona: Prensa Científica. pp. 7 y 206. 2 Ibid., pp.4y7. 3 Ibid., pp. 104. 4 Simpson, Gp. (1962). Evolution and geography: an essay on historical biogeography with special reference to mammals. 3 ed.—Trad. española: (1964). Evolución y Geografía. Buenos Aires: Edit. Universitaria. 5 Rich, P. y Rich, T. The Central American dispersal route: Bistic History and Paleageography.En: D. H. Janzen (ed.): (1983). Costa Rican natural history. Universidad Chicago Press 2. pp12-34. 6 Simpson, G. (1940). Mammals and land bridges. Washington Acad. Sci. Jour. pp: 137-163. 7 Couto, C. (1979). Tratado de Paleomastozoología. Río de Janeiro: Academia Brasileña de Ciencias. pp590. 8 Reshetov, V. (1982). Reporte preliminar sobre la observación de la paleontología de Nicaragua. Trad. española lnst. of Paleontology of Academy of Science of URSS. pp13. 9 Simpson, G. Op. cit. 1983; p. 104. 10 Martin, P. y Guilday, J. (1957). Pleistocena Extinctions: The Search for a Cause. . VIII Congr. of the International Association tor Quaternary Research. pp. 453. 11 Correal, U. (1981). Evidencias culturales asociadas a mega fauna durante el Pleistoceno Tardío de Colombia. Revista CIAF, (1-3). pp. 170 y 173. 12 Simpson, G. Op. cit. 1983; p. 206. 13 Segura, A. Sección de Geología: Informe rendido a la Secretaría de Educación Pública sobre la labor realizada en 1939. Serie de Historia del Museo, 1 (2). pp. 48. 14 Valerio, J. (1939). Informe rendido a la Secretaría de Educación Pública sobre la labor realizada en 1938. Serie Hist. Mus. Nac. pp. 17. 15 Alfaro, A. (1911). Comprobaciones geológicas. Bol. Fomento1.pp. 130. 16 Winans, M. (1986). Comunicación escrita. 17 Alfaro, A. Op. cit., p. 130. 18 Tristán, J. (1921). Notas sobre los restos de un vertebrado fósil en Aguacaliente de Cartago. Rev. de Costa Rica, 2. pp. 339 y 340. 19 Segura, A. Apuntes sobre el curso de geología para divulgación científica. Rev. Agricultura, 5. pp. 501-509. 20 Segura, A. (1941). El petróleo en Costa Rica. Bol. Técnico (Agricultura) 38. pp. 17 y 18. 21 Meléndez C. (1954). Vertebrados fósiles de Costa Rica. Bol. Museo Nacional de Costa Rica, 3. pp.12. 22 Segura, A. (1942). Sección de Geología: Informe rendido a la Secretaría de Educación Pública sobre la labor realizada en 1940. Serie de Historia del Museo Nacional, 1, pp. 33 y 38. 23 Segura, A. (1944). Estudio de la primera especie nueva de tortuga fósil de Costa Rica con algunas generalidades sobre el orden Testudines. En: La Escuela de Farmacia. pp. 17. 24 Meléndez ,C. Op. cit., pp. 13. 25 Segura, A. (1987). Comunicación verbal. 26 Segura, A. Op. cit. 1940. 48. 27 Segura, A. Op. cit. 1942, pp. 36. 28 Ibid. pp. 36, 37 y 38. 29 Catálogo de Minerales y Fósiles del Museo Nacional de Costa Rica (manuscrito). 30 Crosby, B. (Washington, 1942; San José, 1945). Geology of the Virilla Canyon, Meseta Central occidental de Costa Rica. Trad, española: Geología del Cañón del Río Virilla, en la Meseta Central occidental de Costa Rica. Bol. Téc., Dept. Agric. pp. 9. 31 Meléndez, B. (1979). Paleontología. T. 2. Vertebrados: Peces, Anfibios, Reptiles y Aves. Madrid: Ed. Paraninfo. pp. 108. 32 Segura, A. Op. cit., 1944, pp. 15. 33 Ibid. pp. 13y 17. 34 Segura, A. (1987). Comunicación verbal. 35 Echeverría, J. Agua Caliente cementerio de mastodontes. La Nación, 18 setiembre (San José, 1960). pp. 12. 36 Gutiérrez, F. (1962). Hallazgo de restos de un mamut. lnst. Geogr. Nac. de Costa Rica. pp.41-47. 37 Fósiles supuestamente de mastodonte fueron hallados. La Nación, 3mayo (San José, 1967). pp. 8. 38 Gutiérrez, F. Un animal antediluviano fue descubierto ayer en Alajuela. Diario de Costa Rica, 11julio (San José, 1963). pp. 1. 39 Segura, A. Pertenecen a un trilofodonde fósiles descubiertos en Alajuela. Diario de Costa Rica, 21 julio (San José, 1963). pp. 1 y 16. 40 Sandoval, L. (1966). Estudio geológico y evaluación de un yacimiento de diatomita localizado en la región de Turrúcares de Alajuela. pp.42. Inf. Técn. Not. Geol 1971. pp. 10. 41 Fósiles de mamut para exportarse decomisaron. La República. pp. 17. 42 Gómez, L. Cichiasoma turrucarensis, nov. sp. From the Costa Rican Miocene. (Inédita). 43 Encontraron fósiles de mastodonte en Palmares. La Nación, 17 agosto (San José, 1971). pp. 10. 44 Fonseca, O. (1971). En busca del Paleoindio. Ed. “Juventud”. Ass. de Estudiantes de Lenguas Modernas, Univ.de Costa Rica. San José, Costa Rica. pp. 15. 45 Gutiérrez, F. (1963). Hallazgo de restos de un mamut. Inst. Geogr. Nac. de Costa Rica. pp. 46. 46 Fonseca, O. Op. cit., pp. 15 y 16. 47 Solano, H. Restos de mastodonte aparecen en San José. La República 20 noviembre (San José, 1970). pp. 1. 48 Gamboa, H. (1987). Comunicación verbal. 49 Simpson, G. Op. cit. 1983, pp. 217. 50 Ugalde, C. (1983). Comunicación verbal. 51 Snarskis, M., Gamboa, H. y Fonseca, O. El mastodonte de Tibás, San José Costa Rica. Vínculos, pp. 1 y 2. 52 Alvarado, I. y Alvarado G. (1986). Hallazgos de megamamíferos fósiles en Costa Rica. Rev. Geol. América Central. pp. 1 a la 46. 53 Hurtado de Mendoza, L. y Alvarado, G. Hallazgos de mastodontes en Costa Rica: Una perspectiva arqueológica. Vínculos. 54 Ibid. 55 Guerrero, J. y Alvarado, G. Los recientes hallazgos de mastodontes en Tibás y Palmares: su contexto estratigráfico y arqueofaunal. (En preparación). 56 Lucas, G. y Alvarado, G. Review of the proboscideans of Costa Rica (En preparación). 57 Quirós, A. y Alvarado, G. Revisión de los restos fósiles (Toxodon aff. platensis, Megatherium sp.) de Bajo Barrantes, Costa Rica (En preparación). 58 Seyfried, H.; Sprechmann, P. y Aguilar, T. (1985). Sedimentología y paleoecología de un estuario del litoral pacífico del Istmo Centroamericano primordial (Mioceno Medio, Costa Rica). Rev. geol. América. Central. pp. 68. 59 Coto, A y Acuña, R. Filogenia de Geochelone costarricensis y la Familia Testudilidae (Reptilia Testudinez), en el Continente americano. Rey. Biol. Tropical (San José, en prensa). 60 Aguilar, T. y Kruckow, D. (1987). Comunicación escrita. 61 Simpson, G. Op. cit., p. ix.
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