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SANCHO EL SABIO 234 que conocía perfectamente el sistema comercial del país vecino. Esto hizo que en muchos de sus escritos abo- gara por la constitución tam- bién en España de tales ins- tituciones. De ahí que ésta se convirtiera en una de las reclamaciones más impor- tantes de la Liga. Una recla- mación que, efectivamente, obtuvo una respuesta positi- va. Más que en el tema tari- fario, donde los liguistas sí consiguieron una rebaja, pero el problema no se solu- cionó definitivamente hasta la creación de RENFE. Pero aun siendo éstos los argumentos más importan- tes, Larr i n a ga toca más aspectos en su libro, desta- cando fundamentalmente los referidos a las transfor- maciones de la economía de la cornisa cantábrica a mediados del siglo XIX, la crisis agraria de principios de la década de los ochenta y su repercusión en la eco- nomía española, la relación de la economía de Irún con la actuación de la Liga o el interesante capítulo dedica- do a Joaquín Jamar, un auténtico homenaje al fun- dador de la Liga. En definitiva, son más que sobrados los temas de inte- rés abarcados en este traba- jo, por lo que pensamos que su lectura, muy agr a d a bl e por otro lado, resulta nece- saria para todos aquellos especialistas o aficionados que se mueven en el terreno de la historia económica tóricos. Un concepto y una realidad evanescentes, para unos; tan reales, para otros —como Herrero de Miñón, que no ha dejado de refle- xionar sobre estos temas desde que les dedicara su discurso de ingreso en la Academia de Ciencias Mo- rales y Políticas— como pa- ra contener la posibilidad de integrar a sus titulares —el pueblo vasco, entre ellos— en un proyecto político espa- ñol; siempre polémicos, y habitualmente indefinidos. Incluso, quienes vivimos en la Comunidad A u t ó n o m a Vasca, formada por tres te- rritorios históricos (otro concepto en que el remoque- te «histórico» alcanza el ni- vel de categoría) que tienen unas instituciones poco co- munes en el marco español y europeo, como son sus Di- putaciones Forales en cuyos impresos hacemos la decla- ración del IRPF, no es mu- cho lo que conocemos acer- ca de la historia de esos derechos, o de esas institu- ciones, antes provinciales, y ahora «terr i t o r i o - h i s t o r i c a- les». La obra de Eduardo J. Alon- so Olea (autor de diversos trabajos anteriores sobre el mismo tema, entre los que de momento destaca su es- pléndido estudio sobre E l Concierto Económico ( 1 8 7 8 - 1 9 3 7 ), publicado en 1995 y fruto de su tesis doc- toral) combina varias ten- dencias historiográficas re- cientes y trata de responder a una pregunta, latente a lo española de la seg u n d a mitad del siglo XIX. JONE M. LUNA MIRANDA Continuidades y disconti- nuidades de la adminis- tración provincial en el País Va s c o . 1 8 3 9 - 1 9 7 8 . Una “esencia” de los Derechos Históricos Eduardo J. ALONSO OLEA IVAP, Oñate,1999. 603 págs. Desde 1978, al menos, di- versos autores (entre los que cabría destacar a R. García Pelayo, T.R. Fernández, S. Larrazábal, J. Porres y, sobre todo, M. Herrero de Miñón) se han acercado desde dis- tintas perspectivas al con- cepto, y a la realidad subya- cente al mismo, de los denominados derechos his- L I B RO S largo de sus páginas: ¿qué son los Derechos Históri- cos? En el marco de una cierta c o rriente historiogr á fi c a ocupada en la historia de la administración desde una p e r s p e c t iva no juridicista, que toma como objeto de es- tudio las Diputaciones pro- vinciales, y también en el de una nueva historia política no ocupada tanto del hecho en sí como de su enmarque en un contexto social de lar- ga duración, el nuevo libro de Alonso Olea —un paso más en su reflexión sobre una cuestión absolutamente central en la historia vas- ca— es un intento de mos- t r a r, por lo menos, una «esencia» de los derechos históricos. Continuidades y disconti - nuidades... viene a definir, en cierta forma, un marco de entendimiento, de referencia de los «derechos históri- cos», pero también intenta aclarar cómo han funciona- do en su ejercicio efectivo, más que en su aspecto nor- mativo, que nunca ha existi- do como tal. Se trata de un trabajo de larga duración — cosa que parece clara a la vista de su amplio marco temporal—, pero que se centra en un momento, en apariencia, no especialmen- te proclive al mantenimiento y reconocimiento de los «derechos históricos» como fueron los años que median entre la abolición foral (1877) y la Guerra Civ i l (1937). muchas veces —pero no siempre— conflictivas, en- tre las instituciones. En la segunda parte, el autor trata de extraer las conse- cuencias lógicas de esos conflictos. Si hubo lo que ahora conocemos como con- flictos de competencias, quiere decir que había un ejercicio efectivo de atribu- ciones en un ámbito deter- minado, aunque no encon- tremos ninguna norma «ad hoc». Al no haber ninguna sistematización de la norma- tiva administrativa (salvo la iniciativa de Estecha, recien- temente reeditada por la Di- putación de Vi z c aya), las atribuciones administrativas de las Diputaciones se mo- vieron siempre en un ámbito confuso conveniente para to- dos. Para unos, porque así, digamos, no se ponían vallas al monte lo que siempre da- ba mayor libertad para la ar- gumentación, y para otros, porque así no cabía escánda- lo por la elevada cuota de actividad que las Diputacio- nes, de hecho, mantenían. En la última parte, en la que la reflexión intelectual del autor alcanza su mayor den- sidad, Alonso Olea trata de hacer, para solventar esa in- definición y huyendo de no- minalismos, un catálogo de atribuciones de las Diputa- ciones, que finalmente ex- tracta en una relación, y que en algunos casos sigue des- de los orígenes del Estado li- beral en España hasta la vís- pera de la Constitución de 1978, sobre todo las corres- El autor se fundamenta so- bre el presupuesto de que el C o n c i e rto Económico, mi- gaja o resto del Fuero, per- mitió a las Diputaciones provinciales constituidas por Real orden en 1877, y sus sucesoras, mantener e incre- mentar en los años sucesivos sus competencias según las necesidades y las posibilida- des lo hicieron preciso. Alonso Olea nos retrata una realidad cambiante pero que mantiene muchos de los ras- gos de la pragmática actua- ción de las Diputaciones que devinieron de hecho en fora- les. Al hilo de esta evolu- ción, las Diputaciones, gra- cias a los recursos económicos que el Concier- to les permitía obtener por medio de una política tribu- taria propia (sólo condicio- nada por el acuerdo dentro de los impuestos concerta- dos, desde 1906, por las li- mitaciones de los pactos in- t e rnacionales y, por supuesto, por el pago del cupo concer- tado), y de forma similar a lo ocurrido en el contexto español, fueron capaces de atender a unas demandas so- ciales crecientes, con mejor o peor fortuna a corto plazo, pero que a la larga muestra una importante contribución al respectivo desarrollo pro- vincial. Esta buena gestión, al menos parece que lo fue en términos comparativo s , es objeto de análisis en la primera parte del libro no a t r avés de la recopilación normativa sino mediante el análisis de las relaciones, 235 SANCHO EL SABIO pondientes a la hacienda, pero también al personal, carreteras, policías provin- ciales y algunas otras. En su último capítulo, conclusivo, el autor vincula el concepto de derecho histórico a la ac- tual discusión sobre su natu- raleza, soslayando el aspecto puramente jurídico de la cuestión y contemplando la cuestión desde una perspec- tiva histórica de larga dura- ción, haciendo hincapié en que, frente a la postura de al- gunos juristas, es posible se- guir el ejercicio de algunos de ellos (al margen de rela- ciones leg i s l a t ivas) por la vía del hecho. Al mismo tiempo, resalta el efecto di- recto que, sobre esta com- pleja realidad, ha tenido la n egociación, frente a los efectos del conflicto armado (guerras carlistas, guerra ci- vil), que siempre ha conlle- vado dificultades y crisis. Se sólo lo hacen una vez, aun- que tienen tendenciaa repe- tirse, como los amaneceres, todos aparentemente igua- les, pero distintos. La histo- ria por definición no se pue- de repetir —lo que para algunos le quita el rango de ciencia con mayúscula y le coloca en el estante de disci- plina o hasta de la «curiosi- dad»—, aunque en ciert a forma parezca repetirse con distintos actores o móviles. La obra de Eduardo J. Alon- so Olea muestra claramente la hilazón que hay entre el pasado y lo que nosotros ve- mos como actual, que en otros tiempos vio otros ama- neceres. IGNACIO ARANA PÉREZ trataría en definitiva, de in- sistir en que la negociación ha sido la fuente de ese cú- mulo confuso, anárq u i c o , conocido como derechos históricos. Completa el libro un apéndi- ce que contiene diversas dis- posiciones normativas, reco- gidas no de form a exhaustiva, sino como apo- yatura de las posturas del autor y que le permiten mos- trar «curiosidades» como el uso del adjetivo «foral» tras su prohibición por Real or- den o las justificaciones de los preámbulos de algunas n o rmas para justificar las especiales atribuciones de las Diputaciones sujetas a Concierto. En definitiva, es un libro que enlaza la historia con el presente. En la historia ocu- rre como en el mundo que gira alrededor del sol: todas las cosas que ocurren en él 236
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