Logo Studenta

Florit_Ferriol_MariaAngels

¡Este material tiene más páginas!

Vista previa del material en texto

TRABAJO DE FIN DE GRADO 
 
 
 
 
 
 
 
 
IMPACTO DE LAS COMPLICACIONES 
UROLÓGICAS EN LA SUPERVIVENCIA DEL 
TRASPLANTE RENAL 
 
 
 
 
 
 
 
Maria Àngels Florit Ferriol 
 
Grado en Medicina 
Facultad de Medicina 
 
Año Académico 2022-23 
 
 
IMPACTO DE LAS COMPLICACIONES 
UROLÓGICAS EN LA SUPERVIVENCIA DEL 
TRASPLANTE RENAL 
 
 
 
 
Maria Àngels Florit Ferriol 
 
Trabajo de Fin de Grado 
Facultad de Medicina 
Universitat de les Illes Balears 
Año Académico 2022-23 
 
 
Palabras clave del trabajo: 
Kidney Transplantation, Graft Survival, Thrombosis, Aneurysm, Hemorrhage, Renal 
Artery Obstruction, Renal Artery Stenosis, Surgical Wound Infection, Surgical Wound 
Deshicence, Ureteral Stenosis, Urinary Fistula, Vesico-Ureteral Reflux, Lithiasis. 
 
 
 
Pieras Ayala, Enrique Carmelo 
 
Martínez Moreno, Ana Isabel 
 
 
Se autoriza a la Universidad a incluir este trabajo en el Repositorio 
Institucional para su consulta en acceso abierto y difusión en línea, 
con fines exclusivamente académicos y de investigación 
 Autor/a Tutor/a 
 Sí No Sí No 
☒ ☐ ☒ ☐ 
 
 
 
 
 
 
 
RESUMEN 
 
INTRODUCCIÓN: El trasplante renal es actualmente la mejor opción terapéutica 
en los pacientes con enfermedad renal crónica. Sin embargo, se asocia 
frecuentemente a una serie de complicaciones que pueden influir en la 
supervivencia del injerto. 
 
OBJETIVOS: Principal: determinar el impacto que tienen las diferentes 
complicaciones urológicas sobre la supervivencia del injerto en los pacientes 
trasplantados renales. 
 
METODOLOGÍA: Se ha realizado una revisión bibliográfica de la literatura 
relacionada con las complicaciones urológicas descritas en el trasplante renal. 
Para ello se han utilizado como motor de búsqueda PubMed y SCOPUS. 
 
RESULTADOS: Los linfoceles son complicaciones muy frecuentes después del 
trasplante renal, pero sin relación con la supervivencia del injerto. Las 
complicaciones vasculares influyen negativamente sobre la supervivencia del 
injerto si no se tratan precozmente. La fístula urinaria y el reflujo vesico-ureteral 
no representan un riesgo para la vida del paciente, aunque la primera sí que 
podría influir sobre la supervivencia del injerto, tal y como las infecciones y 
deshicencias de herida quirúrgica. La litiasis no influye sobre esta variable 
estudiada. 
 
CONCLUSIONES: Las complicaciones vasculares son las más influyentes en la 
supervivencia renal; otras complicaciones de la vía urinaria (fístula, estenosis) y 
de la herida quirúrgica también pueden tener impacto sobre la supervivencia de 
éste. Los linfoceles y la litiasis no se relacionan con el funcionalismo renal del 
injerto. 
 
PALABRAS CLAVE: Kidney Transplantation, Graft Survival, Thrombosis, 
Aneurysm, Hemorrhage, Renal Artery Stenosis, Surgical Wound Infection, 
Surgical Wound Deshicence, Ureteral Stenosis, Urinary Fistula, Vesico-Ureteral 
Reflux, Lithiasis. 
 
 
 
 
1. ÍNDICE 
 
1. INTRODUCCIÓN. ............................................................................................ 6 
2. OBJETIVOS. .................................................................................................... 6 
3. METODOLOGÍA. ............................................................................................. 6 
4. RESULTADOS. ............................................................................................... 8 
5. DISCUSIÓN. .................................................................................................. 21 
6. CONCLUSIONES. ......................................................................................... 33 
7. REFERENCIAS. ............................................................................................ 35 
 
 
 
 
1. INTRODUCCIÓN. 
 
El trasplante renal se considera en la actualidad el tratamiento de elección en los 
pacientes con enfermedad renal crónica terminal (ERCT), cuyo número ha 
aumentado significativamente en todo el mundo en paralelo con el aumento de la 
esperanza de vida promedio en las últimas décadas. Esta preferencia sobre otras 
opciones se debe a las mayores tasas de supervivencia global y la mejor calidad 
de vida asociadas a este procedimiento (1). Sin embargo, como cualquier 
procedimiento quirúrgico, se asocia a una serie de complicaciones médicas y 
quirúrgicas. Las complicaciones urológicas representan un problema muy común 
en este tipo de cirugías, y, según la literatura, su incidencia oscila de un 3 a un 
30%, representando un factor importante para la supervivencia del injerto, así 
como una causa de morbilidad y mortalidad para el paciente (2). 
 
Existen factores de riesgo asociados a los pacientes sometidos a trasplante renal 
que se asocian a un aumento de las complicaciones. Algunos de ellos son: 
existencia de múltiples arterias renales, edad del donante y del receptor, 
enfermedades preexistentes como la diabetes o la hipertensión arterial, la 
obesidad, tiempo de isquemia fría, lugar de la anastomosis vascular, episodios 
de rechazo agudo, alteraciones de la función vesical y terapia inmunosupresora 
elegida (3). 
 
El objetivo de este trabajo es determinar la incidencia de complicaciones 
urológicas post trasplante renal y el impacto que estas presentan sobre la 
supervivencia del injerto, realizando un metaanálisis de la literatura existente 
hasta la actualidad sobre el tema. 
 
2. OBJETIVOS. 
 
Objetivo principal: determinar el impacto que tienen las diferentes 
complicaciones urológicas sobre la supervivencia del injerto en los pacientes 
trasplantados renales. 
 
Objetivo secundario: determinar la frecuencia de la complicaciones urológicas 
asociadas al trasplante renal, así como el tratamiento de estas y los factores de 
riesgo que favorecen su aparición. 
 
3. METODOLOGÍA. 
 
3.1. Estrategia de búsqueda. 
 
 
 
Se ha realizado una amplia búsqueda para identificar estudios que evalúen la 
relación entre la aparición de una complicación urológica y la supervivencia del 
injerto renal. Se ha utilizado como herramientas de búsqueda MEDLINE 
(PubMed) y SCOPUS. Para la búsqueda en PubMed, se han realizado cinco 
búsquedas diferentes, clasificando las complicaciones post-trasplante en cinco 
grupos diferentes dependiendo de la etiología de estas: linfocele, complicaciones 
vasculares, complicaciones de la vía urinaria, complicaciones de la herida 
quirúrgica y complicaciones litiásicas. Las búsquedas son las siguientes: 
 
- Linfocele: ((Graft Survival[Mesh]) AND (Kidney Transplantation[Mesh])) 
AND (Lymphocele"[Mesh]) 
 
- Complicaciones vasculares: ((((Kidney Transplantation[Mesh]) AND (Graft 
Survival[Mesh])) AND (Thrombosis[Mesh])) OR (Aneurysm[Mesh])) OR 
(Hemorrhage[Mesh]) OR (Renal Artery Obstruction[Mesh]) 
 
- Complicaciones de la vía urinaria: ((((Kidney Transplantation[Mesh]) AND 
(Graft Survival[Mesh])) AND (Ureteral Obstruction[Mesh])) OR (Urinary 
Fistula[Mesh])) OR (Vesico-Ureteral Reflux[Mesh]) 
 
- Complicaciones de la herida quirúrgica: (((Graft Survival[Mesh]) AND 
(Kidney Transplantation[Mesh])) AND (Surgical Wound Infection[Mesh])) 
OR (Surgical Wound Dehiscence[Mesh]) 
 
- Complicaciones litiásicas: ((Graft Survival[Mesh]) AND (Kidney 
Transplantation[Mesh])) AND (Lithiasis[Mesh]) 
 
Una búsqueda similar se ha realizado en SCOPUS. Además, también se ha 
realizado una búsqueda a partir de la bibliografía de artículos seleccionados. 
 
3.2. Selección de estudios. 
 
Se han seleccionado un total de 45 artículos teniendo en cuenta los siguientes 
criterios de inclusión y exclusión. 
 
Criterios de inclusión Criterios de exclusión 
- Estudios que evalúen la 
supervivencia del injerto renal. 
- Artículos que evalúen las 
complicaciones del trasplante 
renal. 
- Artículos de habla inglesa y 
española. 
- Estudios de habla no inglesa ni 
española. 
 
 
 
4. RESULTADOS. 
 
4.1. LINFOCELE. 
 
Hemos analizado 3028 trasplantes renales de los cuales 182 han desarrollado linfocele, lo que supone unaprevalencia media del 6,01%. 
El tiempo de seguimiento medio es de 2,3 años. No hay impacto en la supervivencia del injerto. Según la mayoría de autores, la edad del 
receptor, el número de trasplantes previos, el tiempo de isquemia caliente y el tipo de inmunosupresión son factores de riesgo para su 
aparición. 
 
AUTOR 
NÚMERO 
DE 
CASOS 
(N) 
PREVALENCIA 
COMPLICACIÓN 
TIEMPO DE 
SEGUIMIENTO 
TRATAMIENTO DE LA 
COMPLICACIÓN 
IMPACTO SOBRE LA 
SUPERVIVENCIA 
DEL INJERTO 
OBSERVACIONES 
Jänigen B. 
(4) 
264 43: (9,85%) 
Estudio de cohortes 
retrospectivo (abril 2004 
– setiembre 2015). 
Tiempo de seguimiento 
12 meses. 
Conservador: 1/3; 
intervención quirúrgica: 
2/3. 
Sin impacto en la 
supervivencia renal. 
El grupo ABOc, > 8 sesiones 
inmunoadsorción son factores de 
riesgo para el linfocele. 
Giuliani S. 
(5) 
241 14 (5,81%) 
Estudio de cohortes 
retrospectivo (enero 
2000 – enero 2013). 
Tiempo de seguimiento 
posterior mínimo de un 
año. 
Aspiración-drenaje: 57; 
intervención quirúrgica: 
43%. 
Peor supervivencia en 
el primer año del 
linfocele. Sin 
diferencias a 5 años. 
Los factores de riesgo 
significativos para desarrollar 
linfocele fueron: edad al trasplante 
> 11 años, género masculino. IMC 
≥ 95% para la edad, múltiples 
trasplantes y donante 
emparentado fallecido. 
Sansalone 
C. (6) 
280 15 (5%) 
Estudio de cohortes 
prospectivo (setiembre 
1993 – junio 1999). 
Tiempo de seguimiento 
superior a 4 meses. 
Punción – aspiración – 
drenaje: 11; quirúrgico: 
8. 
No hay diferencias en 
supervivencia. 
Grupo C: sometidos a KTx con 
técnica estándar: implantación del 
riñón en la fosa ilíaca contralateral 
con anastomosis vasculares en 
los vasos ilíacos externos. 
 
 
Grupo M: técnica modificada con 
implantación cefálica del injerto en 
la fosa ilíaca ipsilateral y 
anastomosis vasculares en los 
vasos ilíacos comunes. 
Zagdoun 
E. (7) 
269 49 (18,2%) 
Estudio de cohortes 
retrospectivo (enero 
2003 – septiembre 
2008). Tiempo de 
seguimiento medio de 
3,5 años (rango de 1-6 
años). 
Tratamiento quirúrgico 
abierto: 51; drenaje: 
40%; punción simple: 
9%. 
No hay diferencias en 
supervivencia. 
La edad del receptor, el tiempo de 
isquemia caliente y las dosis 
elevadas de mofetil micofenolato 
MMF se asociaron con la 
aparición de linfocele. 
Smyth G. 
(8) 
1289 27 (0,02%) 
Estudio de cohortes 
retrospectivo (enero 
1993 – diciembre 2002). 
Tiempo de seguimiento 
medio de 63 meses. 
Marsupialización 
abierta: 12; 
marsupialización 
laparoscópica: 3; 
aspiración: 7; drenaje: 
1. 
No hay impacto sobre 
la supervivencia del 
injerto 
La marsupialización quirúrgica es 
el tratamiento primario preferido 
para el linfocele sintomático y se 
asocia con un excelente resultado 
del aloinjerto a largo plazo. 
Bailey S. 
(9) 
685 34 (5%) 
Estudio de cohortes 
retrospectivo (enero 
1993 – agosto 2002). 
Tiempo de seguimiento 
mínimo de 37 meses. 
Drenaje laparoscópico: 
25 (74%); drenaje 
abierto: 9 (26%). 
No hay impacto en la 
supervivencia del 
injerto. 
 
Tabla 1. Tabla resumen del linfocele. 
 
 
4.2. COMPLICACIONES VASCULARES. 
 
Hemos analizado 63988 trasplantes renales de los cuales 1342 han desarrollado complicaciones de tipo vascular, lo que supone una 
prevalencia media del 2,09%. Se incluyen trombosis arteriales y venosas, formación de aneurismas, hematomas peritrasplante, roturas 
de la arterial renal por arteritis micótica, pseudoaneurisma de la arteria renal, sangrado incontrolado postquirúrgico y estenosis arteriales. 
El tiempo de seguimiento medio es de 45,56 meses. Hay impacto en la supervivencia del injerto. Según la mayoría de autores, las 
dificultades técnicas durante el procedimiento quirúrgico, la inestabilidad hemodinámica en el período perioperatorio, la hipertensión del 
receptor y los factores que predisponen a un riesgo protrombótico son factores de riesgo para la aparición de complicaciones vasculares. 
 
 
 
 
AUTOR 
NÚMERO 
DE 
CASOS 
(N) 
PREVALENCIA 
COMPLICACIÓN 
TIEMPO DE 
SEGUIMIENTO 
TRATAMIENTO DE LA 
COMPLICACIÓN 
IMPACTO SOBRE LA 
SUPERVIVENCIA DEL 
INJERTO 
OBSERVACIONES 
Dimitroulis 
D. (10) 
1367 
57 (4,2%): 27 trombosis 
arterial (2%); 4 trombosis 
venosa (0,3%); 4 
formación de aneurisma 
(0,3%); 3 sangrado 
incontrolado 
postquirúrgico (0,2 %); 
19 estenosis arterial 
(1,4%). 
 
Estudio de 
cohortes 
retrospectivo 
(setiembre 1980 – 
abril 2005). Tiempo 
medio de 
seguimiento de 
65,28 meses (1 - 
276 meses. 
Trombosis arterial - cirugía, 
nefrectomía del injerto; 
trombosis venosa - cirugía; 
formación de aneurisma - 
tratamiento inicial con 
embolización guiada por 
catéter; sangrado 
incontrolado postquirúrgico - 
nefrectomía del injerto; 
estenosis arterial - 
angiografía transluminal 
percutánea con dilatación 
con balón del segmento 
estenótico y aturdimiento. 
La aparición de 
complicaciones 
vasculares repercute 
negativamente sobre la 
supervivencia del 
injerto. 
Las dificultades técnicas 
durante la cirugía o la 
inestabilidad 
hemodinámica en el 
período perioperatorio se 
consideraron las causas 
principales de sufrir 
complicaciones 
vasculares. 
 
Giustacchini 
P. (11) 
370 
6 (1,6%): trombosis 
venosa renal. 
Estudio de 
cohortes 
prospectivo. 
Tiempo de 
seguimiento medio 
de 1 mes. 
Exploración quirúrgica 
urgente: 3/6 nefrectomía 
inmediata, 3/6 reposición del 
injerto. 
Sí que impacta en la 
supervivencia del 
injerto. 
Los factores que 
predisponen un riesgo 
aumentado de padecer la 
trombosis de la vena renal 
son: sexo masculino, 
diabetes y diálisis 
peritoneal. 
Wang C. 
(12) 
14640 
No se evalúa. Trombosis 
de la vena renal. 
Estudio de 
cohortes 
retrospectivo (1995 
– 2004, 2005 – 
2014). Tiempo de 
seguimiento medio 
de 11 años. 
No se evalúa. 
Sí que impacta en la 
supervivencia del 
injerto. 
El mayor riesgo de pérdida 
de aloinjerto por TVR se 
asoció al trasplante renal 
en bloque y al tiempo de 
isquemia fría ≥ 12 h. 
 
 
Ammi M. 
(13) 
312 
50 (16%): 23 (7,4%) 
mayores (estenosis de la 
arteria renal la más 
frecuente); 15 (4,8%); 12 
(3,8%) menores. 
Estudio de 
cohortes 
retrospectivo 
(enero 2008 – 
diciembre 2014). 
Tiempo de 
seguimiento medio 
de 37,4 +/- 24 
meses. 
12 (3,8%) seguimiento, 38 
(12,2%) tratamiento 
quirúrgico, entre ellos, 6 
(4,7%) transplantectomía. 
Sí que impacta en la 
supervivencia del 
injerto. 
Los factores que 
predisponen a padecer 
complicaciones 
vasculares son los 
siguientes: hipertensión 
del receptor, trasplante de 
riñón derecho, necesidad 
de transfusión 
preoperatoria, presencia 
de hilio renal que 
comprenda al menos 2 
arterias. 
Pawlicki J. 
(14) 
67 
17 (25,4%): hematomas 
peritrasplante 
Estudio de 
cohortes 
prospectivo (2006 – 
2008). Tiempo de 
seguimiento 14 
días. 
3/17: tratamiento quirúrgico; 
14/17: conservador. 
Se produjeron 2 
pérdidas del injerto (2/3 
riñones intervenidos). 
Una peor función del 
injerto no se ha 
demostrado en pacientes 
con hematoma 
peritrasplante ni con un 
riesgo incrementado de 
padecer complicaciones 
trombóticas debido a una 
estrecha o a múltiples 
arterias renales. 
Willicombe 
M. (15) 
999 
137 (13,7%): TRAS 
(estenosis de la arteria 
renal). 
 
Estudio de 
cohortes 
retrospectivo (2005 
– 2012). Tiempo de 
seguimiento medio 
después del 
tratamiento 
angiográfico de 2.7 
+/- 1.8 años. 
18/137 (13,1%) conservador 
debido a complejidad de la 
lesión. 113/137 (82,5%) 
stent intraarterial. 6/137 
(4,4%) angioplastia. 
Los pacientes con TRAS 
mostraron una menor 
supervivencia del 
injerto. 
En los DSA (donor specific 
antibodies) -, TRAS + la 
supervivencia del injerto 
fue mejor en la 
intervención comparado 
con la no intervención, 
diferencia no encontrada 
en los DSA +. 
Ghazanfar 
A. (16) 
1727 
183 (10,59%): TRAS (67 
incluidos en el estudio). 
Estudio de 
cohortes 
retrospectivo 
(enero 1990 – 
44 PTRA primarias; 9 
intervenciones quirúrgicas; 
14 tratamientos 
conservadores. 
La supervivencia global 
del injertofue de un 
87,7%, comparada con 
Después de este estudio 
se recomienda la 
angioplastia primaria 
como tratamiento de 
 
 
diciembre 2005). 
Seguimiento 
mínimo de 5 años. 
un 73% de los pacientes 
con TRAS. 
 
elección en los sujetos con 
TRAS. El tratamiento 
conservador se ha 
asociado a una mayor 
riesgo de pérdida de 
injerto. 
Hurst F. (17) 41867 823 (1,9%): TRAS Estudio de 
cohortes 
retrospectivo (1 
enero de 2002 – 31 
julio 2005). Tiempo 
de seguimiento 
máximo de 3 años. 
145 (17,6%) angioplastia. Los pacientes tratados 
con angioplastia no 
mostraron una mayor 
supervivencia del injerto 
comparado con el otro 
grupo. 
Los factores que se 
asociaron a TRAS fueron 
pacientes donantes o 
receptores más añosos, 
criterios de donantes 
extendidos, 
inmunosupresión, función 
retrasada del injerto y 
enfermedad isquémica 
miocárdica. 
Patel U. (18) 1476 41 (2,77%): TRAS 
Estudio de 
cohortes 
retrospectivo 
(diciembre 1995 – 
diciembre 2012). 
Tiempo medio de 
seguimiento de 
10,6 años (rango, 1 
– 21 años). 
24 angioplastia percutánea 
primaria; 17 endoprótesis 
renal primaria. 
La supervivencia a largo 
plazo del aloinjerto y del 
paciente tras el 
tratamiento 
endovascular de la 
estenosis de la arteria 
renal del trasplante 
(ERA) fue 
estadísticamente similar 
a la de los pacientes sin 
estenosis arterial. 
Los resultados a diez años 
del injerto y de los 
pacientes tras el 
tratamiento endovascular 
del TRAS fueron 
comparables a los de los 
pacientes de control 
emparejados sin TRAS. 
Adani G. 
(19) 
961 25 (2,6%): 5 trombosis 
de la arteria renal (0,5%), 
4 trombosis de la vena 
renal (0,4%), 4 trombosis 
de la vena y la arteria 
renal combinadas 
(0,3%), 3 roturas de la 
arteria renal por arteritis 
micótica (0,3%), 1 
Estudio de casos y 
controles 
retrospectivo (1993 
– 2017). 
Seguimiento 
máximo de 3 
meses. 
Nefrectomía del injerto. Todos los pacientes con 
complicación vascular 
aguda (2,6%) 
requirieron nefrectomía 
del injerto. 
Se identificaron como 
factores de riesgo 
significativos las 
infecciones del torrente 
sanguíneo, el rechazo 
agudo, las hemorragias de 
origen no macrovascular y 
las reintervenciones 
múltiples por 
 
 
pseudoaneurisma de 
arteria renal (0,1%). 
complicaciones no 
vasculares. 
Tabla 2. Tabla resumen de las complicaciones vasculares. 
 
 
4.3. COMPLICACIONES DE LA VÍA URINARIA. 
 
Hemos analizado 8745 trasplantes renales de los cuales 607 han desarrollado complicaciones de la vía urinaria, lo que supone una 
prevalencia media del 6,94%. Se incluyen estenosis ureterales, fístulas ureterales y reflujo vesico-ureteral. El tiempo de seguimiento medio 
es de 5 años. Posible impacto sobre la supervivencia del injerto. Según la mayoría de autores, la edad del donante, las complicaciones 
relacionadas con la técnica quirúrgica y la inmunosupresión son factores de riesgo de padecer este tipo de complicaciones. 
 
AUTOR 
NÚMERO 
DE 
CASOS 
(N) 
PREVALENCIA 
COMPLICACIÓN 
TIEMPO DE 
SEGUIMIENTO 
TRATAMIENTO DE LA 
COMPLICACIÓN 
IMPACTO SOBRE LA 
SUPERVIVENCIA DEL 
INJERTO 
OBSERVACIONES 
Kumar S. 
(20) 
1476 
57 (3,9%): estenosis 
ureteral. 
Estudio de cohortes 
retrospectivo (enero 
1990 – diciembre 
2012). Tiempo 
medio de 
seguimiento de 5,9 
años (rango entre 
0,4 – 18,9 años). 
52 (91,22%): uretroplastia 
percutánea con balón; 5 
(8,77%): intervención 
quirúrgica. 
Parece impactar 
negativamente en la 
supervivencia del 
trasplante renal. 
El tratamiento de la estenosis 
ureteral en pacientes 
trasplantados renales con una 
técnica mínimamente invasiva 
es seguro y efectivo. 
Mazzucchi 
E. (21) 
1046 
31 (2,9%): fístula 
ureteral. 
Estudio de cohortes 
retrospectivo (enero 
1994 – diciembre 
2003). Tiempo de 
seguimiento entre 
21 y 118 meses. 
17 (54,8%): uretero-
ureterostomía con el uréter 
del receptor; 7 (25,8%): 
drenaje vesical; 3 (9,7%): 
reimplante ureteral; 2 
(6,4%): nefrectomía 
percutánea; 1 (3,2%): 
ligadura ureteral + 
nefrostomía; 1 (3,2%): 
Parece impactar 
negativamente en la 
supervivencia del 
trasplante renal. 
La fístula urinaria es más 
común en los pacientes que 
han recibido el trasplante de 
un donante fallecido o en los 
pacientes diabéticos. 
 
 
ligadura ureteral + catéter 
doble J. 
Kaskarelis 
I. (22) 
250 
21 (8,4%): 6 fístulas 
urinarias, 6 estenosis 
ureterales, 6 estenosis 
precedidas de fístula. 
Estudio de cohortes 
retrospectivo (enero 
1995 – enero 2002). 
Tiempo medio de 
seguimiento 57 
meses. 
Nefrostomía percutánea 
bajo monitorización 
radiológica + colocación 
anterógrada de 
endoprótesis ureteral. En 
los casos de obstrucción 
ureteral, dilatación ureteral 
con balón + colocación de 
stent. 
Ninguna pérdida o fallo 
del injerto se atribuyó a 
complicaciones 
ureterales. 
La radiología intervencionista 
es muy útil para resolver 
complicaciones ureterales. 
Mano R. 
(23) 
1004 
31 (3,1%): estenosis 
ureterales (26 de ellas 
de la anastomosis). 
Estudio de cohortes 
retrospectivo (enero 
2000 – mayo 2010). 
Tiempo medio de 
seguimiento 44,4 
meses (rango entre 
2,4 – 68,6 meses). 
4/26 – cirugía abierta; 
21/26 – balón de dilatación 
anterógrado; 1/26 – 
endoureterotomía. 
No impacto sobre la 
supervivencia del 
injerto. 
Los resultados del estudio 
sugieren que después del 
fracaso del tratamiento con el 
balón de dilatación 
anterógrado, una 
endoureterotomía retrógrada 
con bisturí frío bajo visión 
directa es un método efectivo 
para tratar pacientes bien 
seleccionados con una 
estenosis corta de la 
anastomosis ureterovesical. 
Nie Z. (24) 1287 
94 (7,3%): 44 (3,4%) 
fístulas vesicales o 
ureterales, 36 (2,8%) 
estenosis ureterales, 
14 (1,1%) reflujo 
vesicoureteral. 
Estudio de casos y 
controles 
retrospectivo. 
Tiempo de 
seguimiento mayor 
a un año. 
Fístulas vesicales - 
tratamiento conservador 
con un stent y con una 
sonda Foley de drenaje 
durante 1-2 semanas. 
Fístulas ureterales - 
inserción de catéter doble 
J. Necrosis distales 
ureterales - repetir la U-C o 
la U-U utilizando el uréter 
nativo. 
Estenosis ureterales - 
drenaje quirúrgico, 
No impacto sobre la 
supervivencia del 
injerto. 
La utilización de la técnica 
extravesical en lugar de la 
intravesical ha permitido 
reducir las tasas de 
complicaciones. 
 
 
 
reemplazando el stent 
ureteral o ESWL o 
mediante endourología con 
dilatación con balón o 
nefrostomía percutánea y 
cirugía abierta con 
repetición de la U-C o de la 
U-U. 
Reflujo vesicoureteral 
sintomático - tratamiento 
médico aislado o recirugía 
con reconversión a U-U. 
Guardiola 
A. (25) 
250 
46 (1,84%): 29 
(11,6%) fistulas, 21 
(8,4%) estenosis. 
Estudio de cohortes 
retrospectivo (julio 
1985 – octubre 
1998). 
Fístula - sutura vesical, 
reimplante urétero-vesical, 
punción percutánea 
nefrostomía, sutura de 
Boari, anastomosis pielo-
piélica, … 
 
Estenosis – punción 
percutánea nefrostomía, 
cateterismo endoscópico 
con dilatación, reimplante 
urétero-vesical, 
anastomosis pielo-piélica, 
anastomosis pielo-
ureteral, … 
La presencia de fístula 
urinaria o de estenosis 
no influye 
negativamente de 
manera significativa en 
la supervivencia del 
injerto ni del paciente 
La presencia de estenosis se 
correlaciona con el aumento 
de la edad de los donantes. La 
técnica de reimplante ureteral 
no influyó en los resultados 
significativamente. 
Rigg K. 
(26) 
1016 
143 (14,1%): 54 
(5,3%) fístulas 
urinarias, 104 (10,2%) 
estenosis ureteral. 
Estudio de cohortes 
retrospectivo 
(octubre 1900 – 
enero 1976). 
Tiempo medio de 
seguimiento de 6 
meses – 16 años). 
Fugas de orina – 30/54 
cirugía reconstructiva, 
10/54 nefrectomía 
percutánea con o sin stent, 
6/54 tratamiento 
conservador, 8/54 
nefrectomía. 
 
Obstrucción ureteral – 
10/104 tratamiento 
Como consecuencia 
directa de una fuga 
urinaria, 10 pacientes 
perdieron el injerto. 
Como consecuencia 
directa de una 
obstrucción ureteral 
solamente se perdió un 
injerto. 
Los niños presentan una 
incidencia significativamentemayor de obstrucción ureteral 
mientras que los varones 
presentan una mayor 
incidencia de pérdidas 
urinarias. No se ha identificado 
ninguna causa que aumente la 
incidencia de obstrucción 
ureteral. 
 
 
quirúrgico, 1/104 
tratamiento conservador, 
88/104 nefrectomía 
percutánea, 5/104 
reimplante ureteral. 
Rossi V. 
(27) 
121 
28 (13%): 34% 
estenosis ureterales, 
10% fuga urinaria; 7% 
reflujo vesico-ureteral 
Estudio de cohortes 
retrospectivo (enero 
2008 – diciembre 
2014). Media de 
seguimiento de 3 
años. 
Obstrucciones ureterales - 
3 meatotomía ureteral 
transvesical y meatoplastia 
con colocación de doble J, 
3 a reanastomosis vesico-
ureteral con o sin resección 
de la parte distal del uréter, 
1 derivación urinaria al 
uréter nativo y 2 reimplante 
intravesical. 
 
Fístula urinaria - resección 
del uréter y reimplante 
intravesical, reparación de 
la dehiscencia y revisión 
del reimplante. 
 
Reflujo vesico-ureteral – 
inyecciones endoscópicas. 
No hubo ninguna 
pérdida de injerto a 
causa de una 
complicación urológica. 
Estudio realizado en población 
pediátrica. Las 
malformaciones urológicas 
fueron la primera causa de 
enfermedad renal crónica. 
Shoskes 
D. (28) 
1000 
71 (7,1%): 36 
estenosis ureterales, 
25 fugas ureterales o 
vesicales, 7 estenosis 
del flujo de salida de la 
vejiga, 2 cálculos, 1 
reflujo vesicoureteral 
Estudio de cohortes 
retrospectivo (enero 
1975 – junio 1991). 
Seguimiento mínimo 
de 1 año (hasta junio 
1992). 
La mayoría de las 
complicaciones ureterales 
se trataron mediante una 
operación abierta, aunque 
en los últimos años se han 
generalizado las técnicas 
endoscópicas. 
No hubo ninguna 
pérdida de injerto a 
causa de 
complicaciones 
urológicas. 
El uso de dosis elevadas de 
corticoides en los primeros 
años se asoció a una tasa de 
complicaciones urológicas del 
10%, que disminuyó al 4% en 
los pacientes tratados con 
corticoides que disminuyó al 
4% en los pacientes que 
recibieron dosis bajas de 
corticoides combinadas con 
azatioprina o ciclosporina. 
 
 
Jaskowski 
A. (29) 
600 
43 (7%): 26 (4,3%) 
estenosis, 17 (2,8%) 
fístula 
Estudio de cohortes 
retrospectivo (enero 
1975 – setiembre 
1986). Tiempo de 
seguimiento entre 4 
meses – 12 años. 
Obstrucción: revisión 
quirúrgica. 
Fístula: manejo 
conservador, drenaje con 
catéter ureteral, 
tratamiento quirúrgico 
Obstrucción, fuga de 
orina: ninguna pérdida 
de injerto relacionada 
con esta complicación. 
 
Herman 
Van Roijen 
J. (30) 
695 42 (6%) 
Estudio de cohortes 
retrospectivo (enero 
1985 – enero 1997). 
Tiempo de 
seguimiento medio 
9,1 años (rango 3,2 
– 15 años). 
Revisión quirúrgica. 
La supervivencia del 
injerto a largo plazo no 
se ve influida por una 
complicación urológica 
bien tratada. 
La mayoría de complicaciones 
de la vía urinaria ocurren en el 
tercio distal del uréter. 
Tabla 3. Tabla resumen de las complicaciones de la vía urinaria. 
 
4.4. COMPLICACIONES DE LA HERIDA QUIRÚRGICA. 
 
Hemos analizado 5011 trasplantes renales de los cuales 437 han desarrollado complicaciones de la vía urinaria, lo que supone una 
prevalencia media del 8,72%. Se incluyen infecciones superficiales y profundas de la herida quirúrgica, deshicencias y hernias. El tiempo 
de seguimiento medio es de 2 años. Impacta sobre la supervivencia del injerto. Según la mayoría de autores, un elevado IMC, un mayor 
tiempo de isquemia fría y el tratamiento con Sirolimus son factores de riesgo para la aparición de este tipo de complicaciones. 
 
AUTOR 
NÚMERO 
DE 
CASOS 
(N) 
PREVALENCIA 
COMPLICACIÓN 
TIEMPO DE 
SEGUIMIENTO 
TRATAMIENTO DE 
LA 
COMPLICACIÓN 
IMPACTO SOBRE LA 
SUPERVIVENCIA DEL 
INJERTO 
OBSERVACIONES 
Wong 
R. (31) 
1501 61 (4%) 
Cohorte (2005 – 2015). 
Mínimo 1 año de 
seguimiento 
No se evalúa. 
Impacta en la 
supervivencia del injerto. 
Los factores de riesgo para 
predisponen a la aparición de las 
complicaciones de la herida son: 
un mayor IMC del receptor, 
mayor tiempo de isquemia fría y 
 
 
el periodo de trasplante 2010 - 
2012. 
Dean P. 
(32) 
125 
 
35 (38%) 
Estudio de cohortes 
retrospectivo (abril 2001 
– marzo 2003). Tiempo 
de seguimiento medio 
de 21 meses (rango, 6 – 
31 meses). 
Cambio de Sirolimus 
a Tacrolimus, 
recirugía, … 
No afecta a la 
supervivencia del injerto. 
El tratamiento con Sirolimus y el 
aumento del IMC predisponen a 
la aparición de complicaciones 
de la herida quirúrgica 
Humar 
A. (33) 
2013 
 
97 (4,8%): 76 (3,8%) 
infección superficial, 
21 (1%) infección 
profunda 
 
73 (3,6%) 
deshicencias 
tempranas de la 
fascia o hernia tardía 
de la incisión 
Estudio de cohortes 
retrospectivo (enero 
1984 – setiembre 1998). 
Tiempo de 
seguimiento > 1 año. 
 
No se evalúa. 
La supervivencia del 
injerto fue 
significativamente menor 
en los receptores con 
infección de la herida. 
 
 
Alonso 
M. (34) 
503 
39 (7,8%): 
deshicencias de la 
herida quirúrgica 
Estudio de cohortes 
retrospectivo (enero 
2015 – junio 2020). 
Tiempo medio de 
seguimiento 23 meses. 
Curas locales, 
terapia VAC, 
reintervención 
quirúrgica. 
No afecta a la 
supervivencia del injerto. 
La DM y el IMC > o igual a 30 
kg/m2 son los principales 
factores relacionados con su 
aparición. 
Lynch 
R. (35) 
869 
162 (18,6%) 
infecciones de la 
herida quirúrgica 
Revisión retrospectiva 
(setiembre 2003 – abril 
2008). Tiempo de 
seguimiento > 3 años. 
Recirugía, 
dispositivos de cierre 
de heridas asistidos 
por vacío 
Los pacientes que 
desarrollan infecciones de 
la herida después del 
trasplante renal tienen una 
supervivencia inferior del 
injerto. 
La obesidad es un factor de 
riesgo para la aparición de este 
tipo de complicaciones. 
Tabla 4. Tabla resumen de las complicaciones de la herida quirúrgica. 
 
 
4.5. COMPLICACIONES LITIÁSICAS. 
 
 
 
Hemos analizado 7184 trasplantes renales de los cuales 90 han desarrollado complicaciones litiásicas, lo que supone una prevalencia 
media del 1,25%. El tiempo medio de seguimiento es de 10 años. No impacta sobre la supervivencia del injerto. Según la mayoría de 
autores, el tipo de anastomosis urinaria y el órgano receptor se asociaron con el riesgo de urolitiasis. 
 
AUTOR 
NÚMERO 
DE 
CASOS 
(N) 
PREVALENCIA 
COMPLICACIÓN 
TIEMPO DE 
SEGUIMIENTO 
TRATAMIENTO DE LA 
COMPLICACIÓN 
IMPACTO SOBRE 
LA SUPERVIVENCIA 
DEL INJERTO 
OBSERVACIONES 
Verrier C. 
(36) 
3000 
31 (1,03%): 4 litiasis 
del injerto del donante 
y 27 formaciones “de 
novo” (7 renales, 16 
ureterales y 4 
vesicales). 
Estudio de cohortes 
retrospectivo (1978 - 
2010). Tiempo de 
seguimiento > 10 
años. 
3 cálculos renales < 1,5 cm - 
LEOC (litotripsia 
extracorpórea por ondas de 
choque). Un cálculo renal de 
más de 1,5 cm y el caso 
fallido de LEOC - 
nefrolitotomía percutánea. 
 
Cálculos ureterales - 
ureteroscopia flexible 
anterógrada o retrógrada con 
una cesta de Dormia o 
fragmentación con láser. Si 
fracaso – cirugía abierta. 
 
4 cálculos vesicales – 
fragmentación mediante 
cistoscopia con 
endolitotripsia. 
 
12 pequeños cálculos 
calicáceos – seguimiento 
estrecho. 
 
Ningún paciente 
perdió el injerto renal 
por litiasis. 
 
El tipo de anastomosis 
urinaria y el órgano 
receptor se asociaron 
significativamente con el 
riesgo de urolitiasis. 
Ben 
Challacombe 
B. (37) 
2085 21 (1,01%) 
Estudio de cohortes 
retrospectivo (1997 – 
2003). Tiempo de 
Expulsión espontánea sin 
necesidad de intervención 
(2), drenaje por nefrostomía 
Ningún injerto fracasó 
como consecuencia 
de una urolitiasis. 
La mayoría de los 
receptores de aloinjertos 
renales presentaban 
 
 
seguimiento > 18 
años. 
percutánea (1), LEOC (13), 
endoprótesis ureteral JJ (5), 
nefrolitotomía percutánea 
(NLPS) (2), extracción 
ureteroscópica (2), cirugía 
abierta (2). 
 
factores de riesgo 
predisponentes para la 
formación de cálculos. 
Harraz A. (38) 574 31 (4,4%) 
Estudio de cohortes 
retrospectivo. Tiempo 
de seguimiento 55 +/- 
53 meses. 
No se evalúa. 
La nefrolitiasisno 
tiene ningún efecto 
significativo sobre la 
supervivencia del 
injerto renal. 
 
Stravodimos 
K. (39) 
1525 7 (0,46%) 
Estudio de cohortes 
retrospectivo (enero 
1983 – marzo 2007). 
Tiempo de 
seguimiento medio de 
8 años (rango 4 – 15 
años). 
Nefrolitotricia percutánea 
(NLPS) (3), litotricia por 
ondas de choque (LEOC) (3), 
vigilancia con expulsión 
espontánea (1). 
Ningún paciente 
perdió el injerto renal 
a causa de esta 
complicación. 
 
Tabla 5. Tabla resumen de las complicaciones litiásicas. 
 
 
 
 
5. DISCUSIÓN. 
 
5.1. LINFOCELE. 
 
Palabras clave: Kidney Transplantation, Graft Survival, Lymphocele. 
 
Los linfoceles son una complicación frecuente y bien conocida que se produce 
entre el 1% y el 26% de los receptores de trasplante renal. La causa de formación 
del linfocele no está clara, pero se cree que es el resultado de la transección de 
los vasos linfáticos que acompañan a los vasos ilíacos externos durante la 
cirugía, y la subsiguiente acumulación de linfa en una cavidad no epitelizada en 
el plano extraperitoneal adyacente al riñón trasplantado (40). Dentro de los 
factores de riesgo para su aparición se incluyen la cirugía en banco con ligadura 
o no de vasos linfáticos y el uso de Sirolimus como terapia inmunosupresora 
(8,9). El uso de diuréticos después del trasplante renal aumenta el flujo linfático 
predisponiendo a la formación de linfoceles. La incidencia del linfocele en los 
pacientes trasplantados renales, coincide con la literatura, variando entre un 
0,02% según Smyth G. y un 25,3%, según Jänigen B (4,8). Estos resultados 
pueden variar dependiendo de muchos factores, entre ellos, el tamaño muestral, 
los criterios de inclusión o de exclusión de los pacientes en el estudio, o la propia 
definición de linfocele. 
 
En la mayoría de los estudios analizados, no se demostró ninguna diferencia 
estadísticamente significativa sobre la supervivencia del injerto en los pacientes 
que habían presentado linfocele después del trasplante renal con aquellos que 
no. Así pues, según el artículo publicado por Jänigen B., los receptores del injerto 
renal con formación de linfocele, mostraron una supervivencia a los 3 años post-
trasplante similar a aquellos pacientes sin formación de linfocele (4). Además, en 
este artículo, se evaluó y se comparó la incidencia de esta complicación entre 
aquellos pacientes con un trasplante ABO donante-receptor incompatible, con 
aquellos con un trasplante ABO donante-receptor compatible, demostrando una 
incidencia significativamente superior en el grupo primero, siendo de un 25,2% y 
un 10,6%, respectivamente. El tratamiento utilizado para el tratamiento de la 
complicación fue: en un tercio de los pacientes, se optó por un utilizar un 
tratamiento conservador hasta la remisión espontánea del linfocele, pero, en el 
resto de linfoceles, independientemente de la pertenencia al grupo ABO 
compatible o ABO incompatible, fue necesaria la intervención quirúrgica. 
 
Estos resultados son comparables con el artículo publicado por Smyth G., 
aunque mostró una incidencia del linfocele mucho menor con una muestra de 
estudio mucho más grande, siendo esta de un 0,02% (8). En este estudio, se 
trataron los linfoceles con marsupialización abierta o laparoscópica como 
tratamientos de inicio. Así pues, después de un seguimiento de 5 años de los 
 
 
pacientes en el estudio, tampoco se encontraron diferencias significativas en la 
tasa de fracaso del injerto renal entre los grupos linfocele y control, no 
registrándose ningún fallo del aloinjerto renal a causa del linfocele. Los resultados 
concuerdan con el artículo publicado por Bailey S., el cual no registró ningún 
paciente con fallo renal irreversible a causa del linfocele (9). Esta observación 
también fue consistente con el estudio de Zagdoun E., que mostró una 
supervivencia del injerto similar entre el grupo linfocele y el grupo no linfocele y 
con el estudio de Sansalone C., durante el cual no se registró ninguna pérdida 
del injerto renal a causa del linfocele, demostrando que la supervivencia global 
del injerto no se ve afectada por la aparición de esta complicación (6,7). 
 
En contra de estos resultados, un estudio realizado en población pediátrica 
concluye que existe un riesgo significativo de pérdida de injerto en el primer año 
post-trasplante en los pacientes que desarrollan linfocele, comparando las tasas 
de supervivencia de este al año y a los cinco años. Las razones de pérdida de 
injerto en los pacientes que desarrollaron linfocele fueron la compresión ureteral 
asociada a infecciones recurrentes y la compresión de la vena renal del injerto 
con la subsecuente trombosis meses después de la cirugía (5). 
 
Los factores que predisponen a la formación del linfocele, según los artículos 
revisados, son: la edad del receptor, el tiempo de isquemia caliente y las dosis 
elevadas de mofetil micofenolato (MMF) (7). Además, la incompatibilidad de 
grupo ABO entre el donante y el receptor de injerto, aumenta la posibilidad de 
padecer esta complicación, así como el haber recibido ≥ 8 sesiones 
preoperatorias de inmunoadsorción y/o de plasmaféresis (4). En la población 
pediátrica, los factores de riesgo hallados para la aparición de esta complicación 
fueron la edad al trasplante superior a los 11 años, el género masculino, el índice 
de masa corporal ≥ 95% para la edad, los trasplantes múltiples, y el trasplante de 
donante emparentado fallecido (5). 
 
Por el contrario, algunos autores describen que no existen diferencias 
significativas en los factores de riesgo para la formación de linfocele, aunque se 
intuye que la prednisona sí que podría tener un papel en la formación de este, 
aunque no se concluye y se necesitan más estudios para establecer este factor 
como de riesgo para el desarrollo de dicha complicación (41). La diálisis 
postoperatoria, el retrasplante o la nefrectomía simultánea no mostraron 
influencia sobre la formación del linfocele, así como tampoco afectó la 
inmunoadsorción y/o la plasmaféresis postoperatorias (4). 
 
En cuanto a la técnica óptima para el tratamiento del linfocele, la mayoría de 
autores optaron por la aspiración con aguja o el drenaje percutáneo del linfocele, 
y la intervención quirúrgica abierta o laparoscópica en aquellos linfoceles 
sintomáticos que no se resolvieron con las técnicas mencionadas anteriormente, 
o incluso en algunos pacientes, se trataron quirúrgicamente como primera 
 
 
opción. Los linfoceles asintomáticos no precisan tratamiento. (4–9). La 
marsupialización quirúrgica es el tratamiento primario más frecuentemente 
utilizado para el linfocele sintomático y se asocia con un excelente resultado del 
aloinjerto a largo plazo (8). 
 
 
 
5.2. COMPLICACIONES VASCULARES. 
 
Palabras clave: Kidney Transplantation, Graft Survival, Thrombosis, Aneurysm, 
Hemorrhage, Renal Artery Stenosis. 
 
Las complicaciones vasculares siguen siendo complicaciones frecuentes en los 
pacientes trasplantados renales, con una incidencia de entre un 3 y un 15% (42). 
Estas complicaciones, pueden comprometer la función del injerto, con unas tasas 
de pérdida de este que varían entre el 12,6% y el 66,7%. La gran mayoría de 
estas complicaciones son estenosis y trombosis de las arterias y venas del injerto, 
junto con fístulas arteriovenosas y pseudoneurismas. Antes de la década de 
1980, el rechazo del injerto era la causa dominante de fracaso de este. Sin 
embargo, con la introducción de agentes inmunosupresores los episodios de 
rechazo han disminuido drásticamente. Esto ha hecho que se preste más 
atención a las complicaciones vasculares como causa de pérdida del injerto, ya 
que son la causa principal de pérdida temprana de este en los pacientes 
trasplantados renales. 
 
La estenosis de la arteria renal es la complicación vascular más frecuente en este 
grupo de pacientes, presentando una incidencia de entre un 1,9% según Hurst F. 
y un 13,7% según Willicombe M. (15,17). Esta complicación, aparece 
mayoritariamente durantelos 12 primeros meses post-trasplante. Los factores de 
riesgo que se han asociado a la aparición de esta complicación son: donantes o 
receptores más añosos, criterios de donantes extendidos, tiempo de isquemia 
frío prolongado, rechazo agudo, inmunosupresión, función retrasada del injerto, 
enfermedad isquémica miocárdica e infección por citomegalovirus. 
 
El tratamiento quirúrgico de la estenosis de la arteria renal está reservado para 
aquellos pacientes con estenosis anastomótica o post-anastomótica innacesibles 
o malos candidatos a la angioplastia transluminal percutánea. Así pues, en el 
estudio realizado por Ghazanfar A., la gran mayoría de pacientes se trataron con 
angioplastia transluminal percutánea, mientras que una minoría fueron 
intervenidos quirúrgicamente (16). Las cifras concuerdan con el estudio realizado 
por Patel U., donde la mayoría también fueron resueltos con angioplastia primaria 
percutánea, y al resto, se optó por la colocación de un stent intraarterial (18). Por 
el contrario, en el estudio realizado por Willcombe M., un porcentaje muy elevado 
 
 
de los pacientes se trataron con la colocación de un stent intraarterial, mientras 
que solamente en 4,4% se trataron con angioplastia primaria percutánea (15). 
 
En cuanto a la supervivencia del injerto, los pacientes con estenosis de la arteria 
renal post-anastomótica mostraron, en general y coincidiendo en la mayoría de 
las series estudiadas, una menor supervivencia del injerto. 
 
En el primer estudio analizado, la supervivencia del injerto en los pacientes que 
presentaron la complicación y fueron tratados con angioplastia +/- stent, aquellos 
que no fueron intervenidos y aquellos que no presentaron la complicación fue de 
80,4%, 71,3% y 83,1% respectivamente (15). Comparando los subgrupos vemos 
que no existe diferencia significativa en la supervivencia del injerto entre aquellos 
que no presentaron estenosis de la arteria renal post-anastomótica y aquellos 
que sí que presentaron la complicación, y fueron tratados quirúrgicamente de 
forma precoz, mientras que sí que existe esta diferencia entre los que no 
presentaron la complicación y los que sí la presentaron y no fueron intervenidos. 
 
Estos resultados sobre supervivencia del injerto coinciden con Patel U. y con 
Ghazanfar A., quien concluye que, en general, la supervivencia del injerto en 
aquellos pacientes que presentan estenosis de la arteria renal post-anastomótica 
es significativamente menor comparada con los pacientes que no presentan esta 
complicación, con una incidencia de supervivencia de injerto del 87,7% y del 73%, 
respectivamente (16)(18). Los resultados se corresponden con los de Dimitroulis 
D., en cuyo estudio un 5,3% de los pacientes que presentaron la complicación 
acabaron con una pérdida del injerto. El resto (28,1%) se beneficiaron de un 
tratamiento mediante angiografía transluminal percutánea con dilatación con 
balón y colocación de stent, con una tasa global de éxito del 90%, aunque un 
15% de ellos tuvieron una recurrencia de la anastomosis durante el primer año 
post-trasplante (10). 
 
Ghazanfar A. concluye en su estudio que la angioplastia primaria muestra una 
mayor supervivencia del injerto en comparación con la cirugía o el tratamiento 
médico, los cuales muestran tasas de supervivencia inferiores al año y a los cinco 
años post-trasplante. De esta manera, indica que se recomienda la angioplastia 
primaria como tratamiento de elección en aquellos sujetos con estenosis de la 
arteria renal, ya que el tratamiento conservador se ha asociado a un mayor riesgo 
de pérdida de injerto (16). No obstante, Hurst F. pone de manifiesto en su estudio, 
que los pacientes tratados con angioplastia no presentan una mayor tasa de 
supervivencia del injerto comparados con aquellos tratados con otra 
procedimiento (17). 
 
La ausencia de tratamiento de la estenosis de la arteria renal puede conducir a 
una HTA de carácter refractario y a la disfunción crónica del injerto, impactando 
en la supervivencia tanto del injerto como del receptor. Además, es muy 
 
 
importante el diagnóstico temprano de la complicación ya que un diagnóstico 
tardío se asocia a una mayor tasa de pérdida del injerto (42)(17). 
 
Otra de la complicaciones vasculares importantes a destacar es la aparición de 
trombosis arterial y/o venosa renal. La frecuencia de aparición de la trombosis 
arterial y venosa varía del 0,5%-3,5% y del 0,5%-4%, respectivamente, siendo, 
por lo tanto, algo mayor para la trombosis venosa (19). 
 
Los factores de riesgo que predisponen un riesgo aumentado de padecer 
trombosis venosa renal son los siguientes: sexo masculino, diabetes mellitus, la 
diálisis peritoneal, la edad avanzada, la aterosclerosis vascular, la obesidad, la 
nefropatía diabética, la hipertensión arterial, la insuficiencia renal, la nefropatía 
hipertensiva, antecedentes de tromboembolismo y lupus eritematoso sistémico 
(43). Además, Wüthrich P. demostró que la presencia de la mutación para el 
factor Von Leiden, presente en el 2-5% de la población, también predispone un 
riesgo aumentado de padecer trombosis venosa renal (11,44). Todos estos 
factores, a pesar de la diversificación clínica, comparten directa o indirectamente 
algunas características patogénicas: aterosclerosis y/o estado protrombótico 
(19). La sepsis se ha identificado como un factor de riesgo independiente para la 
supervivencia del injerto a largo plazo, pero no se ha descrito una correlación 
directa con las complicaciones vasculares. 
 
Se ha descrito que existe una asociación entre el trasplante de riñón y el estado 
protrombótico, ya que análisis de pacientes con trasplante renal con seguimiento 
a largo plazo, encontró evidencia de la presencia de un estado inflamatorio 
persistente y protrombótico crónico en este grupo de pacientes. Los receptores 
del trasplante renal tenían niveles significativamente más altos de fibrinógeno, 
dímero D, fragmento de activación de la protrombina F1+2 y IL-6 que los 
controles. Algunos de estos factores adquiridos mejoran después de un 
trasplante exitoso (43). 
 
Aunque el resultado de la trombosis arterial del injerto es desfavorable, no existe 
ningún consenso que defina las investigaciones pretrasplante necesarias y la 
profilaxis óptima peritrasplante. En un estudio realizado en población pediátrica, 
ninguno de los 24 pacientes que recibieron profilaxis con heparina de bajo peso 
molecular seguida de aspirina desarrollaron trombosis del injerto, en 
comparación con 5 de 63 pacientes del grupo control que no recibieron 
tratamiento profiláctico (45). Murphy G. también describe una tasa 
significativamente menor de trombosis temprana del injerto en los pacientes 
trasplantados tratados con aspirina en comparación con el grupo no tratado (46). 
De esta manera, con el uso de anticoagulación profiláctica, la supervivencia tanto 
del injerto como del paciente podría mejorar, sin embargo, son necesarios más 
estudios para identificar una estrategia terapéutica adecuada para reducir la 
aparición de trombosis en este grupo de pacientes (43). 
 
 
 
En cuanto a la supervivencia del injerto sí que se ha demostrado que la aparición 
de esta complicación conlleva a un riesgo aumentado de perder el injerto renal. 
En el estudio de Wang C., un 3,1% de las pérdidas de injerto se asociaron a esta 
complicación, y, en el estudio de Giustacchini P., la pérdida de injerto fue de un 
6,7% total, de las cuales un 20% correspondían a la aparición de esta 
complicación (11). Adani G. presentó en sus series que un 2,6% de los pacientes 
estudiados presentaron complicaciones vasculares agudas, los cuales 
requirieron nefrectomía (12). Un estricto control clínico y con la ecografía Doppler 
en la primera semana tras el trasplante, seguido de una rápida intervención, 
puede dar lugar a un tratamiento exitoso y a una menor tasa de pérdida de injerto. 
 
Un estudio realizado en población pediátrica demuestra que el riesgo de pérdida 
del injerto renal a causa de estacomplicación se ve aumentado en el trasplante 
renal en bloque y a un mayor tiempo de isquemia fría ≥ 12 horas, siendo, en este 
subgrupo poblacional, la trombosis venosa renal la causa más frecuente de 
pérdida de injerto (12). 
 
Otra complicación vascular es la aparición de hematomas peritrasplante, con una 
incidencia aproximada de un 25% de los pacientes trasplantados renales. La 
mayoría se resuelven de manera conservadora, pero una minoría requieren 
intervención quirúrgica, pudiendo conducir a una pérdida del injerto (14). 
 
 
5.3. COMPLICACIONES DE LA VÍA URINARIA. 
 
Palabras clave: Kidney Transplantation, Graft Survival, Ureteral Obstruction, 
Urinary Fistula, Vesico-Ureteral Reflux. 
 
La incidencia global de las complicaciones urinarias después de un trasplante 
renal es muy variable entre los diferentes estudios, variando entre un 1,8% y un 
14,1%. Dentro de estas, las más frecuentes son la fístula urinaria, el reflujo 
vesico-ureteral y la estenosis de la anastomosis ureterovesical. (25,26). 
 
Aunque son muchos los factores que pueden influir en la aparición de estas 
complicaciones, hay algunos de gran importancia que merecen una mención 
especial. En primer lugar, complicaciones urológicas relacionadas con la técnica 
quirúrgica y, en segundo lugar, la inmunosupresión ha demostrado que puede 
favorecer la aparición de este tipo de complicaciones, en particular, el uso de 
esteroides. Shoskes D. afirma que el uso de dosis elevadas de corticoides en los 
primeros años post-trasplante se asocia a unas tasa de complicaciones 
urológicas del 10%, comparado con un 4% en los pacientes que recibieron dosis 
bajas de corticoides (47). 
 
 
 
Según algunos autores como Mazzuchi E., la fístula urinaria es más común en 
los pacientes que han recibido trasplante renal de donante fallecido respecto a 
aquellos que han sido trasplantados con injerto procedente de donante vivo, con 
una incidencia de aparición de la complicación de un 3,22% y un 2,63%, 
respectivamente (21). También se ha demostrado que la aparición de la fístula 
urinaria es más común en los pacientes diabéticos, con una incidencia de un 
6,4%, respecto a los no diabéticos, con una incidencia de un 2,6%. La necrosis 
ureteral es la causa más frecuente de fístula urinaria y puede ser ocasionada 
durante la extracción del órgano o durante la implantación cuando la disección 
del uréter es extensa (47) 
 
Otras causas severas para la aparición de fístulas urinarias son: la edad del 
receptor, el número de arterias renales, el sitio de la anastomosis, el tipo de 
donante, episodios de rechazo agudos, tipo de reconstrucción urinaria, 
problemas relacionados con la vejiga urinaria o esquema de inmunosupresión 
utilizado. Por el contrario, el uso de catéter doble J no demostró una reducción 
significativa de la incidencia de fugas urinarias (21). 
 
Por el contrario, Rossi V. no corrobora el hallazgo mencionado, describiendo que 
no existe un aumento de la incidencia de este tipo de complicaciones en injertos 
de donantes fallecidos, ni tampoco se correlaciona con procedimientos 
quirúrgicos adicionales durante la cirugía o el tipo de reimplante realizado (27). 
En algunos artículos se ha descrito que la estenosis podría estar relacionado con 
el aumento de la edad de los donantes (25). 
 
 
En cuanto a la localización de estas complicaciones urológicas, todos los autores 
coinciden en señalar la unión urétero-vesical como la más frecuente, tanto en las 
fístulas como en la estenosis de la vía urinaria. Este hecho se podría interpretar, 
entre otras muchas causas, por la precariedad vascular del uréter distal 
producida en la extracción (48). 
 
Existen varias técnicas de tratamiento de las distintas complicaciones urológicas. 
En la serie de Kumar S., la mayoría de los pacientes que desarrollaron estenosis 
ureteral fueron tratados con dilatación endoscópica con balón, aunque un 19% 
de ellos sufrieron una reestenosis, la cual tuvo que ser intervenida 
quirúrgicamente o precisaron la colocación de un catéter doble J (20). Así pues, 
se demostró que el tratamiento de esta complicación con una técnica 
mínimamente invasiva es seguro y efectivo. Los resultados coinciden con el 
estudio de Mano R., en el cual la mayoría de los pacientes también fueron 
tratados con balón de dilatación anterógrado y una pequeña minoría fue 
intervenida quirúrgicamente. Aquellos pacientes con tratamiento fallido con balón 
de dilatación anterógrado fueron tratados con endoureterotomía retrógrada. Así 
pues, los resultados del estudio sugieren que después del fracaso del tratamiento 
 
 
con balón de dilatación anterógrado, una endoureterotomía retrógrada con bisturí 
frío bajo visión directa, es un método efectivo para tratar pacientes bien 
seleccionados con una estenosis corta de la anastomosis ureterovesical (23). 
 
El grupo de Kaskarelis I. trató las estenosis ureterales con nefrostomía 
percutánea, seguida de una colocación anterógrada de endoprótesis ureteral, 
con dilatación ureteral con balón previa colocación del stent, concluyendo que el 
tratamiento de las complicaciones ureterales mediante técnicas de radiología 
intervencionista tiene un efecto positivo inmediato en la función del injerto renal 
(22). 
 
Por el contrario, aunque muchas series incluidas las mencionadas anteriormente 
han defendido la dilatación percutánea con balón en determinadas 
circunstancias, el resultado a largo plazo de esta medida sigue siendo incierto, 
incluso si se consigue un éxito inicial. En el estudio de Jaskowski A., la estenosis 
se ha tratado en general mediante cirugía, que siempre ha ido asociada a cierta 
mejoría de la función renal. No obstante, si la obstrucción es de larga duración, 
la recuperación funcional puede ser mínima y es probable que sea menos 
pronunciada que la observada en el caso de la dilatación con balón (48). 
 
Las fístulas ureterales también se han tratado de diversas maneras según las 
características que presente. Mazzuchi E. describe en su serie que la 
anastomosis primaria del uréter o la pelvis del injerto renal al uréter del receptor 
es un buen método para tratar las fístulas urinarias cuando las condiciones 
locales y sistémicas son favorables. Cuando estas no lo son, se puede utilizar la 
ligadura ureteral asociada a la nefrostomía (21). En el estudio de Nie Z. las 
fístulas se trataron según la causa que las provocaba o el lugar en el que se 
encontraban: en las fístulas vesicales se optó por un tratamiento conservador con 
un stent y con una sonda Foley de drenaje durante 1-2 semanas; en las fístulas 
ureterales se insertó un catéter doble J (24). 
 
Otra complicación de la vía urinaria a destacar es la aparición de reflujo vesico-
ureteral, con una incidencia aproximada de un 1%, variable entre las distintas 
series. En su mayoría, fueron tratados exitosamente mediante técnicas 
endoscópicas (27,28). 
 
En cuanto al impacto de estas complicaciones sobre la supervivencia del injerto, 
la mayoría de los estudios revelan que las complicaciones de la vía urinaria no 
ejercen ̧un impacto significativo sobre la supervivencia del trasplante, aunque la 
aparición de fístulas urinarias sí que podría tener una repercusión levemente 
significativa sobre la supervivencia del injerto. Nie Z. describe que la 
supervivencia del trasplante a largo plazo no se ve afectada si se realiza un 
tratamiento óptimo (24). Herman Van Roijen J., basándose en una serie de 695 
trasplantes y con un seguimiento medio de 9,1 años, concluyó que la aparición 
 
 
de una complicación urológica tratada durante el primer año tras el trasplante no 
afecta a la supervivencia del trasplante a largo plazo (30). Los estudios de otros 
autores como Kumar S., Kaskarelis I. o Mano R. también coinciden con esta 
afirmación, entre otros muchos otros (20,22,23). 
 
En la serie de Rigg K. 10 pacientes perdieron el injerto renal como consecuencia 
directa de una fístula urinaria y 1 paciente a causa de una estenosis ureteral. Este 
último artículo hasido realizado en población pediátrica, y, aunque otras series 
realizadas sobre la misma población, como la de Rossi V. no han demostrado 
estas diferencias significativas y han mostrado unos resultados parecidos a las 
series mencionadas anteriormente, los resultados de Rigg K. podrían explicarse 
por la diferencia existente entre los dos tipos de poblaciones (26,27). 
 
La gran diferencia existente entre el trasplante renal pediátrico y el del adulto es 
la causa que ha conducido al paciente a sufrir la enfermedad renal. En general, 
el trasplante renal pediátrico se caracteriza por una elevada incidencia de 
anomalías del tracto urinario, encontrándose varias malformaciones en más del 
50% de los casos. Se reconoce universalmente que la tasa de supervivencia del 
injerto es menor en niños que en adultos. Uno de los factores de riesgo más 
importantes para el desarrollo de complicaciones urológicas tras el trasplante 
renal es la presencia de una malformación urológica preexistente (26). 
 
En general, los autores coinciden en que tanto la aparición de fístulas como de 
estenosis de la vía urinaria no representan un factor de riesgo para la vida del 
paciente, salvo en los casos en los que aparece una complicación secundaria 
como una infección o sepsis (26)(28). Sin embargo, la aparición de fístulas 
urinarias sí que podría tener un impacto directo sobre la supervivencia del injerto, 
disminuyéndola entre un 0,5% y un 6,1%., siendo, esta repercusión, muy variable 
entre las distintas series estudiadas. De esta manera, para algunos autores como 
Jaskowski A. la aparición de esta complicación no tiene apenas repercusión 
sobre la supervivencia del injerto. Otras series, señalan que repercutiría de forma 
no despreciable en la evolución del injerto hasta en un 75% de los pacientes a 
largo plazo, aunque podría estar asociado a cuadros dudosos de rechazo crónico 
(25). No obstante, la mayoría de autores no han encontrado diferencias 
significativas en la supervivencia de injerto entre el grupo que presentó 
complicaciones de la vía urinaria y el que no (26–29,49). 
 
 
5.4. COMPLICACIONES DE LA HERIDA QUIRÚRGICA. 
 
Palabras clave: Graft Survival, Kidney Transplantation, Surgical Wound 
Infection, Surgical Wound Dehiscence. 
 
 
 
En la literatura, existen muy pocos artículos que evalúen las complicaciones de 
la herida quirúrgica después de un trasplante renal, sin embargo, constituyen el 
tipo más común de complicaciones post-trasplante. Aunque en la mayoría de los 
estudios se concluye que es poco probable que estas pongan en peligro la vida 
del paciente o del injerto renal, sí que pueden provocar una morbilidad 
significativa y, en ciertas ocasiones, también pueden estar asociadas con tasas 
inferiores de supervivencia del injerto. Las podemos clasificar en complicaciones 
infecciosas y no infecciones. 
 
Los factores de riesgo para la aparición de complicaciones de las heridas 
quirúrgicas están bien definidos en la literatura en general. En varias series se ha 
identificado la obesidad como factor de riesgo para la aparición de este tipo de 
complicaciones. En la serie de Humar A. la incidencia de las complicaciones de 
la herida quirúrgica fue del 10,1% en los receptores con un IMC  30 kg/m2 frente 
a una incidencia del 2,5% en los receptores con un IMC < 30 kg/m2 (33). Los 
resultados concuerdan con la serie de Lynch R., quien expone que el riesgo de 
desarrollar una infección en la herida quirúrgica está determinado por el IMC del 
paciente, presentando los pacientes obesos una tasa de infecciones de la herida 
quirúrgica muy superior a los no obesos (35). Dean P. en su serie expone que, 
por cada aumento de 1 punto en el IMC del receptor, hubo un aumento del 19% 
de las complicaciones de la herida (32). Otro factor que se ha asociado a la 
aparición de infecciones de la herida quirúrgica es la presencia de fugas de orina 
y, según Wong R., un mayor tiempo de isquemia fría (31). 
 
Los receptores renales presentan varios factores de riesgo adicionales que 
predisponen a la aparición de este tipo de complicaciones, entre los que destaca 
la inmunosupresión. El uso de Micofenolato de Mofetilo (MFF), en comparación 
con la Azatioprina, para la inmunosupresión de mantenimiento es un factor de 
riesgo significativo. El MMF es un potente fármaco inmunosupresor que inhibe la 
proliferación de las células T y B, y es probable que proporcione un mayor grado 
de inmunosupresión asociado, el cual podría estar contribuyendo a un mayor 
riesgo de complicaciones, como infecciones de la herida. Este hallazgo podría 
ser clínicamente relevante: los receptores con un alto riesgo de complicaciones 
de la herida (por ejemplo, pacientes obesos o diabéticos), pero con un bajo riesgo 
de rechazo agudo (receptores de edad avanzada o receptores con 
incompatibilidad de antígeno 0), podrían beneficiarse con un esquema de 
inmunosupresión que evite el MMF (33). 
 
La serie de Dean P. expone una mayor incidencia de este tipo de complicaciones 
en los receptores que están en tratamiento inmunosupresor basado en Sirolimus 
en comparación con los que están con Tacrolimus (32). 
 
Los factores de riesgo de las complicaciones no infecciosas son diferentes, 
siendo, la más significativa, el antecedente de una recirugía a través de la incisión 
 
 
inicial del trasplante. La obesidad también fue un factor de riesgo importante, 
como lo fue para las complicaciones no infecciosas. Además, el uso de MMF fue 
también un factor de riesgo significativo para complicaciones de heridas no 
infecciosas, de hecho, su uso fue el segundo factor de riesgo más importante 
para la aparición de una hernia incisional o de una deshicencia fascial. Podría 
explicarse por el hecho de que se ha demostrado que el MMF tiene un efecto anti 
proliferativo, por lo que puede interferir con la cicatrización (31–33,35). 
 
Los receptores con infecciones de la herida quirúrgica presentaron tasas 
inferiores de supervivencia, tanto del injerto como del propio paciente. Así pues, 
este tipo de complicaciones conllevan un riesgo sustancial para el paciente y para 
el injerto. Sin embrago, en el estudio de Lynch R. se concluye que la obesidad 
no se asocia con una supervivencia inferior del paciente y del injerto, aunque sí 
a un aumento de la incidencia para la aparición de complicaciones (35). 
 
En cuanto a la supervivencia del trasplante renal en los receptores que presentan 
deshicencia de la herida quirúrgica, Alonso M. demuestra que su aparición es un 
factor de riesgo independiente para la supervivencia del injerto renal (34). 
Además, confirma que la Diabetes Mellitus y un IMC elevado son factores de 
riesgo para padecer esta complicación, ambos factores están fuertemente 
asociados con una mayor incidencia de complicaciones de la herida. El estudio 
también demostró que la presencia de deshicencia quirúrgica estaba relacionada 
con una función retrasada del injerto, lo que es un factor de riesgo para la 
supervivencia del injerto. Sorprendentemente, la edad del receptor, el tipo de 
donante y la duración de la cirugía no resultaron ser factores de riesgo 
significativos (31,50). 
 
Wong R. afirma que la aparición de una complicación en el sitio de la herida 
quirúrgica aumenta el riesgo de pérdida rápida de función del injerto después de 
un periodo de estabilidad y del fallo total del injerto, pero no de la muerte del 
receptor del injerto que había conservado su función sin la necesidad de diálisis 
o de retrasplante (31). Por el contrario, en la serie de Dean P. no se encontró 
ninguna pérdida de injerto relacionada con complicaciones de la herida quirúrgica 
(32). En la serie de Humar A. la supervivencia del injerto es significativamente 
menor en los receptores con infección de la herida, igual que en la serie de Lynch 
R. pero respecto a los receptores con complicaciones no infecciosas, no se 
encontraron diferencias significativas en la supervivencia del injerto (33,35). 
Alonso M. sí que describe que la aparición de deshicenciade la herida quirúrgica 
influye negativamente en la supervivencia del injerto (34). 
 
En cuanto al tratamiento de este tipo de complicaciones, la mayoría de los 
autores optaron por un tratamiento conservador con curas locales, aunque 
algunos precisaron de terapia de vacío o cierre quirúrgico, siendo, la terapia de 
vacío, efectiva en una cantidad limitada de pacientes, acabando la mayoría de 
 
 
estos precisando una reintervención quirúrgica, aunque resulta una buena opción 
como tratamiento de inicio (32,34,35). 
 
 
5.5. COMPLICACIONES LITIÁSICAS. 
 
Palabras clave: Graft Survival, Kidney Transplantation, Lithiasis. 
 
La incidencia de las complicaciones litiásicas después de un trasplante renal es 
muy baja, variando entre un 0,46% y un 4,4% en las diferentes series (38,39). 
Además, es la menos descrita de todas las complicaciones urológicas post-
trasplante renal y existen muy pocos estudios que evalúen el impacto de esta 
sobre la supervivencia del injerto. 
 
Las etiología de la litiasis del trasplante renal incluyen la existencia de anomalías 
metabólicas y factores mecánicos. Las anomalías metabólicas que con más 
frecuencia contribuyen a la formación de cálculos renales son el 
hiperparatiroidismo, ya que deriva a una hipercalciuria y la hiperuricemia, con la 
consecuente hiperuricosuria, derivada del tratamiento inmunosupresor con 
ciclosporina (36–38). El tipo de anastomosis urinaria y el órgano receptor se 
asociaron significativamente con el riesgo de aparición de urolitiasis, las 
anastomosis en una neovejiga o un conducto ileal tenían un alto riesgo de 
urolitiasis en un 18%. En el estudio de Verrier C., se describió que las 
anastomosis con la técnica de Gregoir presentaba una tasa baja de cálculos, 
apareciendo solamente en un 0,5% de los pacientes con los que se utilizó esta 
técnica quirúrgica (36). 
 
Las opciones de manejo para el cálculo incluyen tratamiento conservador, 
litotricia extracorpórea por ondas de choque (LEOC), abordajes endourológicos, 
percutáneos (NLP) y abiertos, dependiendo la elección de los tratamientos de la 
composición del cálculo, el tamaño y la ubicación de este. 
 
Para los pacientes con cálculos de menos de 4 mm y que no presenten síntomas 
ni obstrucción urinaria, tienen más probabilidad de expulsión con tratamiento 
médico expulsivo, y se pueda optar por un tratamiento conservador con un 
seguimiento estrecho. Se puede recomendar un fármaco alcalinizante para 
algunos pacientes seleccionados que presenten cálculos radiolúcidos y orina con 
pH más bajo durante el seguimiento. La LEOC se recomienda para pacientes con 
litiasis de menos de 15 mm, y la NLP es muy utilizada para pacientes con litiasis 
de más de 2 cm o cuando la LEOC no es efectiva. Con el desarrollo de las 
técnicas endoscópicas para el manejo de la litiasis urológica, la importancia de la 
cirugía abierta es muy baja, así pues, esta solo se considere cuando los pacientes 
con estenosis ureteral o cálculos de tamaño muy grande no pueden resolverse 
con otros métodos de tratamiento (36–39). 
 
 
 
En conclusión, parece que la aparición de litiasis renales en los pacientes 
trasplantados no tiene un efecto significativo sobre la supervivencia del injerto, 
aunque son necesarios otros estudios que evalúen otras variables 
potencialmente importantes que podrían afectar a este problema, tales como la 
composición, el número o el tamaño de los cálculos (36–39). Además, la 
obstrucción urinaria causada por una litiasis del trasplante renal, sin un 
tratamiento adecuado, puede conducir a una pérdida devastadora del injerto, tal 
y como se describe en la serie de Stradivomos K. (39) 
 
6. CONCLUSIONES. 
 
Las complicaciones urológicas no son una entidad poco frecuente después de un 
trasplante renal y su desarrollo es multifactorial. Su aparición se asocia con las 
comorbilidades del receptor, así como de la edad, del estado nutricional, del 
tratamiento inmunosupresor utilizado, la presencia de inflamación, infección, falla 
en la cicatrización del tejido o variaciones en la técnica quirúrgica utilizada. 
 
Las complicaciones más comunes después del trasplante son las que se 
relacionan con la herida quirúrgica, siendo la obesidad un factor de riesgo para 
la aparición de estas, influyendo negativamente sobre la supervivencia del injerto 
renal según las series analizadas. 
 
Los linfoceles también son muy frecuentes en la población estudiada, aunque, a 
diferencia de las complicaciones sobre la herida quirúrgica, las series estudiadas 
no han mostrado diferencias significativas entre la supervivencia del injerto en los 
pacientes que presentaron esta complicación en comparación con los que no, 
aunque parece que en pacientes pediátricos sí que existe un riesgo aumentado 
de pérdida de injerto durante el primer año post-trasplante. Su incidencia 
aumenta en aquellos pacientes con un trasplante ABO donante-receptor 
incompatible. 
 
Las complicaciones vasculares también son frecuentes y se ha demostrado que 
pueden comprometer en gran medida a la función del injerto, considerándose la 
estenosis de la arteria renal, la cual es la complicación vascular más frecuente, 
la trombosis arterial o venosa renal. Es fundamental su diagnóstico temprano ya 
que un tratamiento precoz se asocia a una mayor supervivencia del injerto, 
aproximándose a las tasas de supervivencia de aquellos pacientes que no 
padecen la complicación. La aparición de hematomas peritrasplante, aunque son 
muy frecuentes, no tienen repercusión sobre la supervivencia del injerto. 
 
 
 
Con una frecuencia menor, aparecen complicaciones en la vía urinaria, como 
fístulas urinarias o estenosis, especialmente en la unión urétero-vesical, las 
cuales no ejercen un impacto significativo sobre la supervivencia del trasplante, 
aunque la aparición de fístulas parece que sí que podría influir levemente en esta. 
 
La incidencia de las complicaciones litiásicas después de un trasplante renal es 
muy baja y su aparición no tiene un efecto significativo sobre la supervivencia del 
injerto, aunque son necesarios otros estudios que evalúen otras variables 
potencialmente importantes que podrían afectar a este problema, tales como la 
composición, el número o el tamaño de los cálculos.
 
 
 
7. REFERENCIAS. 
 
1. Obert R, Olfe AW, Alarie V, Shby BA, Dgar E, Ilford LM, et al. Number 
23 · 1725 MOR TALITY IN PATIENTS ON DIALYSIS AND TRANSPL ANT 
RECIPIENTS. Vol. 341. 1999. 
2. Pan J shan, Chen Y ding, Ding H dong, Lan T chi, Zhang F, Zhong J biao, 
et al. A statistical prediction model for survival after kidney transplantation 
from deceased donors. Medical Science Monitor. 2021;27. 
3. Friedersdorff F, Roller C, Klein G, Werthemann P, Cash H, Budde K, et al. 
Outcome of expanded criteria donor kidneys that were transplanted at other 
Eurotransplant centers after being rejected by our institution. World J Urol. 
2013 Aug;31(4):947–52. 
4. Jänigen BM, Salabè C, Glatz T, Thomusch O, Lässle C, Fichtner-Feigl S, 
et al. Single cohort study: ABO-incompatible kidney transplant recipients 
have a higher risk of lymphocele formation. Langenbecks Arch Surg. 2019 
Dec 1;404(8):999–1007. 
5. Giuliani S, Gamba P, Kiblawi R, Midrio P, Ghirardo G, Zanon GF. 
Lymphocele after pediatric kidney transplantation: Incidence and risk 
factors. 2014; 
6. Sansalone C V, Aseni P, Minetti E, Di Benedetto F, Rossetti O, 
Manoochehri F, et al. Is Lymphocele in Renal Transplantation an Avoidable 
Complication? Vol. 179, Am J Surg. 2000. 
7. Zagdoun E, Ficheux M, Lobbedez T, Chatelet V, Thuillier-Lecouf A, 
Bensadoun H, et al. Complicated lymphoceles after kidney transplantation. 
In: Transplantation Proceedings. 2010. p. 4322–5. 
8. Smyth GP, Beitz G, Eng MP, Gibbons N, Hickey DP, Little DM. Long-Term 
Outcome of Cadaveric Renal Transplant After Treatment of Symptomatic 
Lymphocele. Journal of Urology. 2006 Sep;176(3):1069–72. 
9. Bailey SH, Mone MC, Holman JM, Nelson EW. Laparoscopic treatment of 
postrenal transplant lymphoceles.Surgical Endoscopy and Other 
Interventional Techniques. 2003 Dec;17(12):1896–9. 
10. Dimitroulis D, Bokos J, Zavos G, Nikiteas N, Karidis NP, Katsaronis P, et 
al. Vascular Complications in Renal Transplantation: A Single-Center 
Experience in 1367 Renal Transplantations and Review of the Literature. 
Transplant Proc. 2009 Jun;41(5):1609–14. 
11. Giustacchini P, Pisanti F, Citterio F, De Gaetano AM, Castagneto M, Nanni 
G. Renal Vein Thrombosis After Renal Transplantation: An Important 
Cause of Graft Loss. 2002. 
12. Wang C shi, Greenbaum LA, Patzer RE, Garro R, Warshaw B, George RP, 
et al. Renal allograft loss due to renal vascular thrombosis in the US 
pediatric renal transplantation. Pediatric Nephrology. 2019 Sep 
1;34(9):1545–55. 
 
 
13. Ammi M, Daligault M, Sayegh J, Abraham P, Papon X, Enon B, et al. 
Evaluation of the Vascular Surgical Complications of Renal Transplantation. 
In: Annals of Vascular Surgery. Elsevier Inc.; 2016. p. 23–30. 
14. Pawlicki J, Cierpka L, Król R, Ziaja J. Risk factors for early hemorrhagic and 
thrombotic complications after kidney transplantation. In: Transplantation 
Proceedings. 2011. p. 3013–7. 
15. Willicombe M, Sandhu B, Brookes P, Gedroyc W, Hakim N, Hamady M, et 
al. Postanastomotic transplant renal artery stenosis: Association with de 
novo class II donor-specific antibodies. American Journal of 
Transplantation. 2014 Jan;14(1):133–43. 
16. Ghazanfar A, Tavakoli A, Augustine T, Pararajasingam R, Riad H, 
Chalmers N. Management of transplant renal artery stenosis and its impact 
on long-term allograft survival: A single-centre experience. Nephrology 
Dialysis Transplantation. 2011 Jan;26(1):336–43. 
17. Hurst FP, Abbott KC, Neff RT, Elster EA, Falta EM, Lentine KL, et al. 
Incidence, predictors and outcomes of transplant renal artery stenosis after 
kidney transplantation: Analysis of usrds. Am J Nephrol. 2009 
Nov;30(5):459–67. 
18. Patel U, Kumar S, Johnson OW, Jeon JH, Das R. Long-term Graft and 
Patient Survival after Percutaneous Angioplasty or Arterial Stent Placement 
for Transplant Renal Artery Stenosis: A 21-year Matched Cohort Study. 
Radiology. 2019 Mar 1;290(3):555–63. 
19. Adani GL, Pravisani R, Baccarani U, Faion M, Crestale S, Tulissi P, et al. 
Risk Factors for Graft Loss Due to Acute Vascular Complications in Adult 
Renal Transplantation Using Grafts Without Vascular Anomalies. 
Transplant Proc. 2019 Nov 1;51(9):2939–42. 
20. Kumar S, Jeon JH, Hakim A, Shrivastava S, Banerjee D, Patel U. Long-
term graft and patient survival after balloon dilation of ureteric stenosis after 
renal transplant: A 23-year retrospective matched cohort study. Radiology. 
2016 Oct 1;281(1):301–10. 
21. Mazzucchi E, Souza GL, Hisano M, Antonopoulos IM, Piovesan AC, Nahas 
WC, et al. Primary Reconstruction is a Good Option in the Treatment of 
Urinary Fistula after Kidney Transplantation. Vol. 32, Kidney 
Transplantation Clinical Urology International Braz J Urol. 
22. Kaskarelis I, Koukoulaki M, Georgantas T, Bairamidis E, Kokkinos C, 
Ieronymou M, et al. Ureteral Complications in Renal Transplant Recipients 
Successfully Treated With Interventional Radiology. Transplant Proc. 2008 
Nov;40(9):3170–2. 
23. Mano R, Golan S, Holland R, Livne PM, Lifshitz DA. Retrograde 
endoureterotomy for persistent ureterovesical anastomotic strictures in 
renal transplant kidneys after failed antegrade balloon dilation. Urology. 
2012 Aug;80(2):255–9. 
 
 
24. Nie Z, Zhang K, Huo W, Li Q, Zhu F, Jin F. Comparison of urological 
complications with primary ureteroureterostomy versus conventional 
ureteroneocystostomy. Clin Transplant. 2010 Sep;24(5):615–9. 
25. Guardiola Mas A, Sánchez Gascón F, Gimeno L, Llorente Viñas S, López 
Cubillana P, Nicolás Torralba JA, et al. Urologic complications in renal 
transplantation. Study of 250 cases. Actas Urol Esp. 2001;25(9):628–36. 
26. Rigg KM, Proud G, Ross Taylor RM, Rigg’ KM, Proud ) G, Taylor RMR. 
Urological complications following renal transplantation A study of 1016 
consecutive transplants from a single centre. 
27. Rossi V, Torino G, Gerocarni Nappo S, Mele E, Innocenzi M, Mattioli G, et 
al. Urological complications following kidney transplantation in pediatric 
age: A single-center experience. Pediatr Transplant. 2016 Jun 1;20(4):485–
91. 
28. Shoskes DA, Hanbury D, Cranston D, Morris PJ. UROLOGICAL 
COMPLICATIONS IN 1,000 CONSECUTIVE RENAL TRANSPLANT 
RECIPIENTS. Vol. 153, THE JOURNAL OF UROLOGY. 1995. 
29. Jaskowski A, Jones RM, Murie JA, Morris PJ. Urological com’plications in 
600 consecutive renal transplants. Vol. 74, Br. J. Surg. 1987. 
30. Herman Van Roijen J, Kirkels WJ, Zietse R, Roodnat JI, Weimar W, 
Ijzermans JNM. LONG-TERM GRAFT SURVIVAL AFTER UROLOGICAL 
COMPLICATIONS OF 695 KIDNEY TRANSPLANTATIONS. 2001. 
31. Wong RBK, Minkovich M, Famure O, Li Y, Lee JY, Selzner M, et al. Surgical 
site complications in kidney transplant recipients: incidence, risk factors and 
outcomes in the modern era. Canadian Journal of Surgery. 
2021;64(6):E669–76. 
32. Dean PG, Lund WJ, Larson TS, Prieto M, Nyeberg SL, Ishitani MB, et al. 
Wound-healing complication after kidney transplantation: A prospective, 
randomized comparison of sirolimus and tacrolimus. Transplantation. 2004 
May 27;77(10):1555–61. 
33. Humar A, Ramcharan T, Denny R, Gillingham KJ, Payne WD, Matas AJ. 
ARE WOUND COMPLICATIONS AFTER A KIDNEY TRANSPLANT MORE 
COMMON WITH MODERN IMMUNOSUPPRESSION? Vol. 72, 
TRANSPLANTATION. 1920. 
34. Alonso M, Villanego F, Vigara LA, Aguilera A, Ruíz E, García A, et al. 
Surgical Wound Dehiscence in Kidney Transplantation: Risk Factors and 
Impact on Graft Survival. Transplant Proc. 2022 Jan 1;54(1):27–31. 
35. Lynch RJ, Ranney DN, Shijie C, Lee DS, Samala N, Englesbe MJ. Obesity, 
surgical site infection, and outcome following renal transplantation. Ann 
Surg. 2009 Dec;250(6):1014–20. 
36. Verrier C, Bessede T, Hajj P, Aoubid L, Eschwege P, Benoit G. Decrease 
in and management of urolithiasis after kidney transplantation. Journal of 
Urology. 2012 May;187(5):1651–5. 
 
 
37. Challacombe B, Dasgupta P, Tiptaft R, Glass J, Koffman G, Goldsmith D, 
et al. Multimodal management of urolithiasis in renal transplantation. BJU 
Int. 2005 Aug;96(3):385–9. 
38. Harraz AM, Kamal AI, Shokeir AA. Urolithiasis in renal transplant donors 
and recipients: An update. Vol. 36, International Journal of Surgery. Elsevier 
Ltd; 2016. p. 693–7. 
39. Stravodimos KG, Adamis S, Tyritzis S, Georgios Z, Constantinides CA. 
Renal transplant lithiasis: Analysis of our series and review of the literature. 
Vol. 26, Journal of Endourology. 2012. p. 38–44. 
40. Lucewicz A, Wong G, Lam VWT, Hawthorne WJ, Allen R, Craig JC, et al. 
Management of primary symptomatic lymphocele after kidney 
transplantation: A systematic review. Vol. 92, Transplantation. 2011. p. 
663–73. 
41. Heer MK, Clark D, Trevillian PR, Sprott P, Palazzi K, Hibberd AD. 
Functional significance and risk factors for lymphocele formation after renal 
transplantation. ANZ J Surg. 2018 Jun 1;88(6):597–602. 
42. Gómez Dos Santos V, Hevia Palacios V, Galeano Álvarez C, Olavarría 
Delgado A, Díez Nicolás V, Jiménez Álvaro S, et al. MONOGRÁFICO: 
TRASPLANTE RENAL COMPLICACIONES VASCULARES DEL 
TRASPLANTE RENAL. DIAGNÓSTICO Y TRATAMIENTO @ 
CORRESPONDENCIA. Vol. 74, Arch. Esp. Urol. 2021. 
43. Parajuli S, Lockridge JB, Langewisch ED, Norman DJ, Kujovich JL. 
Hypercoagulability in kidney transplant recipients. Vol. 100, 
Transplantation. Lippincott Williams and Wilkins; 2016. p. 719–26. 
44. Wüthrich P. Role of the factor V Leiden mutation in thromboembolic events. 
Division of Nephrology 2011, 10:409-414. 
45. Esfandiar N, Otukesh H, Sharifian M, Hoseini R. Protective Effect of Heparin 
and Aspirin Against Vascular Thrombosis in Pediatric Kidney Transplants. 
Vol. 6, Iranian Journal of Kidney Diseases |. 2012. Available from: 
www.ijkd.org 
46. Murphy GJ, Taha R, Windmill DC, Metcalfe M, Nicholson ML. In¯uence

Continuar navegando