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775 LA IDENTIDAD CUÁNTICA ENRIC PÉREZ CANALS1 Universitat de Barcelona Por más vueltas que le doy ⎼decía Mairena⎼ no hallo la manera de sumar individuos Los testimonios de la perplejidad ante el hecho ⎼o la posibilidad⎼ de que dos cosas sean absolutamente idénticas se pierde en los tiempos. Hallamos restos ya en el pensamiento presocrático, y esta cuestión nunca ha dejado de suscitar interés, siendo Leibniz y sus indiscernibles seguramente uno de los ejemplos más ilustres al respecto. También los lógicos modernos le dieron unas cuantas vueltas ⎼como Juan de Mairena⎼ a la proposición fundamental A=A. Las notas que voy a presentar aquí se centran en la aparición de ese problema en la física moderna. Suele decirse que la Mecánica Cuántica introdujo una distinción entre partículas idénticas distinguibles y partículas idénticas indistinguibles. Veremos que tal distinción ha provocado y sigue provocando numerosos equívocos. Antes del surgimiento de los debates en torno a la cuantización, ya se hicieron cálculos de teoría cinética en los que intervenía indirectamente el ideal de una perfecta identidad entre los constituyentes últimos de la materia. Ello sitúa nuestro análisis en el medio siglo que va, aproximadamente, desde el último cuarto del XIX hasta el primero del XX. O sea, en el tramo donde tuvieron lugar la gran mayoría de descubrimientos que dieron pie a teorías que todavía siguen vigentes: el Electromagnetismo, la Mecánica Estadística, la Relatividad y la Mecánica Cuántica. De ésta última se han discutido largamente sus múltiples resultados fantásticos, que contravienen ⎼o así es como se acostumbra a presentarlos⎼ el sentido común. A saber: la dualidad onda-corpúsculo, la entronificación (cosificación) de las probabilidades, el principio de incertidumbre, o el aparente cuestionamiento de la causalidad, por ejemplo. Trataré de argumentar que el desmoronamiento del concepto de identidad de las partículas elementales merecería formar parte de esta lista de descubrimientos desconcertantes. De hecho, veremos que todos y cada uno de los mencionados están vinculados, de una manera u otra, con la identidad cuántica. 1. LA IDENTIDAD CLÁSICA Los primeros análisis cuantitativos en los que intervino la identidad de los átomos y moléculas surgieron en el ámbito de la teoría cinética, y más en particular en los intentos de construir un fundamento mecánico para la joven termodinámica. La teoría cinética viene a ser la versión decimonónica del atomismo, que ha ido asomando prácticamente a lo largo de 1 Departamento de Física Fonamental, Universidad de Barcelona. 776 Enric Pérez Canals toda la historia, desde Demócrito, pasando por Pierre Gassendi o el propio Isaac Newton, hasta Ludwig Boltzmann. El primer tratamiento matemático no se articuló hasta el s. XVIII, pero no tuvo continuidad2. Fue en la segunda mitad del s. XIX cuando se instauró cierta tradición relativa al tratamiento cuantitativo del movimiento de los átomos, con su correspondiente traducción en datos medibles en el laboratorio3. En esos primeros estadios ⎼en los que se incluye la obra de John Herapath, John J. Waterston, August K. Krönig, o Rudolf Clausius, entre otros⎼ el resultado más característico relacionaba la presión p de un gas contenido en un volumen V con la velocidad v de sus N moléculas (de masa m): �� = ���� . (1) Esta igualdad conecta una variable medible, la presión, con una propiedad cinética de los átomos, su velocidad. Aunque en este contexto todavía no se puede hablar de un concepto preciso de identidad, sí parece que se daba por descontada la perfecta igualdad de las partículas elementales. De hecho, uno de los protagonistas de esos desarrollos fundacionales, el escocés James C. Maxwell, veía en esa propiedad de los átomos una prueba de la intervención divina, en contraste (o compensación) con la reciente desacreditación por parte de los evolucionistas de la inmutabilidad de las especies de seres vivos [MAXWELL, 2001, pp. 330-332]. 1.1 La distribución de Maxwell Fue precisamente Maxwell quién propuso por primera vez, en 1860, una ley de distribución de velocidades, hoy conocida como distribución de Maxwell-Boltzmann (debido a la extensión a gases sometidos a un potencial externo que Boltzmann hizo poco después): �� , �, ��� � �� � = �����. �� � ����� �!� �"�� (2) (esta función de distribución indica qué porción de partículas del gas tiene velocidad entre vx y vx+dvx, vy y vy+dvy, vz y vz+dvz; a es una constante y T la temperatura). Maxwell se limitó a aplicar a los gases una ley de distribución que venía aplicándose hacía unos años a sistemas tan dispares como el reparto de nacimientos entre sexos o la distribución de errores en las medidas astronómicas. Se puede decir que esa curva, la gaussiana, estaba de moda por aquél entonces. Ello no quita para que el mismo Maxwell ofreciera también una justificación física de la plausibilidad de la expresión (2). 1.2 El método combinatorio de Boltzmann La curva de Maxwell (2) no pasa de ser una ley de distribución de velocidades en la que el hecho de que las partículas sean idénticas o no no interviene para nada. Sencillamente da las proporciones de población que se encuentran en cada rango de velocidades. Tampoco la expresión (1) dice nada sobre si las partículas son idénticas o no. 2 Me refiero al cálculo de la presión de un gas que encontramos en la Hydrodynamica de Daniel Bernouilli, de 1738. 3 Acerca de esta historia, puede consultarse BRUSH [1976]. La identidad cuántica 777 Para situar, ahora sí, el primer cálculo en que ello empieza a ser relevante, hemos de acudir a las contribuciones de otro de los padres fundadores de la Física Estadística, para muchos el más importante: el vienés Boltzmann. Así como Maxwell apenas ahondó en la justificación cinética del segundo principio de la termodinámica, Boltzmann sí dedicó gran parte de sus esfuerzos a ello. Fue en esta lucha particular donde acudió a razonamientos probabilísticos, iniciando así una tradición que perdura en la Física de nuestros días. En 1877, a raíz de una polémica mantenida con su colega austriaco Josef Loschmidt, Boltzmann ideó un método combinatorio mediante el que calcular la probabilidad de un estado del gas [BOLTZMANN, 1877]. La idea que quería fundamentar era que el equilibrio térmico (termodinámico) se corresponde con el estado más probable a nivel molecular (mecánico). Boltzmann propuso partir del grupo de números: #$%, $�, $ , ⋯ ' . Esta serie ⎼que él llama distribución⎼ indica el número de partículas que hay en la celda 0, 1, 2, etc., respectivamente. Satisfacen: )$* * = � y )$*,* * = - (N es el número total de partículas, εk la energía asociada a la celda k, y E la energía total del sistema). A continuación, define la permutabilidad como el número de formas en que puede construirse una determinada distribución. Viene dada por la fórmula: .! 01!02!0�!⋯. (3) Este es el punto clave. Lo que define un estado es la serie #$%, $�, $ , ⋯ ' . Cada una tiene asociada una cierta permutabilidad, porque pueden ser diferentes partículas las que constituyen la misma distribución #$%, $�, $ , ⋯ ' . En otras palabras, una distribución se puede construir con (3) complexiones diferentes, que así es como las bautiza Boltzmann. Calculando con estos presupuestos la distribución más probable, Boltzmann obtuvola distribución de Maxwell (2). Notemos que las partículas son, a distintos niveles, iguales y diferentes. Se parte de que cada partícula es la que es (microestado), para decir luego que a otro nivel eso no importa (macroestado), pues si intercambiamos dos cualesquiera el macroestado es el mismo pero el microestado no. La neta división entre lo microscópico (no directamente visible) y lo macroscópico (medible) que toda teoría cinética conlleva es utilizada aquí por Boltzmann para establecer la identidad y la diferencia de las partículas elementales a niveles distintos. Este concepto de identidad no fue problematizado, que yo sepa, antes de que entraran en escena los desvelos cuánticos. Sí hubo alguna polémica vinculada con la identidad de las sustancias consideradas como un todo, no tanto de sus constituyentes últimos. O sea, más a nivel termodinámico. Se trata de la ⎼mal denominada⎼ paradoja de Gibbs, en la que no me detendré, pero cuya interpretación y solución todavía hoy sigue siendo objeto de debate. 778 Enric Pérez Canals 2. LOS ELEMENTOS DE ENERGÍA DE PLANCK Así pues, ni Maxwell ni Boltzmann nunca denunciaron abiertamente que hubiera algún tipo de problema con el concepto de identidad. Esta posición se hizo particularmente patente en la obra de otro de los artífices de la Mecánica Estadística, el físico norteamericano Josiah W. Gibbs. En el último capítulo de sus Elementary Principles in Statistical Mechanics, de 1902, propuso incluir o no un factorial de N −objeto posterior de vivas y encrespadas controversias⎼ según conveniencia [GIBBS, 1902]. La hoy considerada crucial contribución de Boltzmann de 1877 recibió pocas atenciones hasta 1900. Fue entonces cuando Max Planck la rescató para incluirla y utilizarla en el marco de sus investigaciones del cuerpo negro4. Él fue quién difundió entre los físicos −y, hasta donde yo sé, quién primero citó, utilizó, y escribió explícitamente− la relación propuesta por Boltzmann entre entropía y probabilidad. En 1900 escribió por primera vez la fórmula: S=k lnW + C (4) (S es la entropía, k la constante hoy llamada constante de Boltzmann, W la probabilidad de un estado y C una constante arbitraria). Si Boltzmann había partido de la probabilidad de un estado para probar que el estado más probable coincidía con el de equilibrio térmico, Planck, por el contrario, partió de la entropía de la radiación, deducida a partir de los datos experimentales, y, procediendo en sentido inverso, obtuvo la probabilidad asociada. Él mismo justificó esta inversión dada la falta absoluta de “pistas” en la teoría electromagnética de la radiación para poder hablar de probabilidad en un sentido preciso [PLANCK (1901, p. 556)]. Y fue en el trance de deducir o justificar la probabilidad obtenida cuando cuantizó la energía, para distribuirla entre resonadores (osciladores cargados). Esos elementos de energía eran evidentemente idénticos entre sí, pues no eran más que cantidades de energía totalmente intercambiables. Como es lógico, la perfecta identidad de los elementos no alarmó a ningún físico. Los primeros que llamaron la atención sobre la peculiaridad del método de Planck ⎼Einstein y Ehrenfest⎼ se fijaron inicialmente en la cuantización. Poco después también señalaron la falta de independencia estadística de esos paquetes energéticos. Pero no su indistinguibilidad. En los años siguientes, hubo muchos intentos de afinar el método combinatorio que Boltzmann había ideado para los gases en 1877. Este interés tenía mucho que ver con la formulación, en 1906, del tercer principio de la termodinámica, por parte de Walther Nernst. Para algunos ⎼Planck entre ellos⎼ dicho principio implicaba que la entropía pasaba a tener un valor absoluto, siendo la C de (4) igual a cero. Boltzmann no le había dado importancia a esa constante, pensando ⎼de acuerdo con la termodinámica⎼ que sólo las diferencias de entropía eran medibles. En particular, la termodinámica no permite fijar la dependencia en N de la entropía de un gas ideal sin dejar un factor arbitrario (que sólo depende de N) por determinar. Muchos pensaron ⎼y muchos otros lo siguen pensando todavía hoy⎼ que esa dependencia podía determinarse completamente mediante la Mecánica Estadística, con ayuda de la teoría cuántica. 4 PLANCK [1900]. Para una historia de los primeros episodios de la teoría cuántica, véase KUHN [1987] o SÁNCHEZ RON [2001]. La identidad cuántica 779 2.1 De vuelta a las partículas Es en esta etapa cuando la cuestión de la identidad pasó al primer plano de los debates. De estos años provienen muchas de las argumentaciones sesgadas que todavía hoy encontramos en algunos libros. Aunque es una misión imposible, trataré de resumir los aspectos más importantes, dejando para otra ocasión su descripción pormenorizada5. La complejidad de esta historia tiene mucho que ver con la multitud de factores que intervienen. Por un lado, el ya mencionado teorema de Nernst o tercer principio de la termodinámica, de interpretación no consensuada (ni siquiera hoy día). Por otro, la extensión de la cuantización, hasta el momento ensayada sólo en el ámbito de la radiación y los sólidos cristalinos; cómo debía aplicarse a los gases era una incógnita. Este último punto implicaba determinar cómo cuantizar el espacio de las fases de un sistema de moléculas libres. Finalmente, el significado del principio de Boltzmann (4): no había, ni mucho menos, acuerdo en torno al significado de la probabilidad que aparece dentro del logaritmo. Ninguna de las respuestas a estos puntos puede considerarse que estuviera bien asentada. El primero que publicó un cálculo explícito de la entropía de un gas ideal aplicando la cuantización fue Otto Sackur, en 1911. Para obtener una entropía extensiva, como dicta la termodinámica, supuso que el volumen de la región elemental dependía del número de partículas. Planck inició su intervención en este asunto tomando una vía muy parecida. El siguiente intento vino de la mano de un joven físico holandés, Hugo Tetrode. A él se debe uno de los argumentos más comunes todavía hoy día. Razonó que el hecho de que las partículas fueran perfectamente intercambiables obligaba a dividir el número total de microestados calculados por Boltzmann por N! 6 Por otro lado, su región elemental no dependía de N. Sackur, en 1912, rectificó su anterior resultado, defendiendo ahora que, efectivamente, ese volumen elemental no debía depender de N. Conservó la extensividad aplicando su cálculo sólo a pequeñas regiones de volumen V/N. Otto Stern introdujo en 1913 un método con el que entraba en juego la presión de vapor. Mediante el estudio del equilibrio sólido-gas trató de justificar la polémica dependencia en N de la entropía de un gas ideal. Poco después, fue Tetrode quien volvió a rectificar, reaccionando ahora a una crítica de Hendrik A. Lorentz. Sin embargo, su justificación del factorial de N siguió siendo oscura. No fueron pocos los que denunciaron los intentos de fijar la dependencia en N mediante introducciones ad hoc disimuladas con argumentos poco convincentes. Albert Einstein, en una ponencia leída en la Deutsche Physikalische Gesellshaft, en 1916, fue uno de ellos. También, como hemos visto, Lorentz, así como su compatriota Obe Postma. Quizá la crítica más clara y precisa la hicieron en 1920 Viktor Trkal y Paul Ehrenfest, quienes también cuestionaron el método de la presión de vapor de Stern. Erwin Schrödinger, a su vez, se sumó a los que no veían con buenos ojos los argumentos basados en la perfecta intercambiabilidad de lasmoléculas. 5 No voy a dar aquí una bibliografía detallada de los numerosos artículos que mencionaré sólo de pasada. Remito al lector interesado a los trabajos más exhaustivos sobre el tema: DARRIGOL [1991], DESALVO [1992] y MONALDI [2009]. 6 Boltzmann también había dividido la suma total de microestados por N!, pero sólo para obtener una entropía extensiva. El cambio que eso provocaba en la constante, como hemos dicho más arriba, no le importaba. Además, no es difícil argumentar que esta división no puede llevar más que a una corrección aproximada, pero en ningún caso a un argumento concluyente; sin ir más lejos, ya se ve que la expresión (3), sin la N!, carece de sentido. 780 Enric Pérez Canals Prefiero pasar ya a discutir las contribuciones que cambiaron el panorama, e introdujeron, directa o indirectamente, un nuevo concepto de identidad, la que hemos denominado identidad cuántica. Con este brevísimo resumen sólo quería poner de manifiesto que cuando la identidad de las partículas pasó a ser objeto de debate, la confusión fue colosal. Lo reseñado aquí es sólo una pequeña muestra de los múltiples argumentos y contraargumentos que se pusieron en juego. Los cálculos involucraban una amalgama de preceptos clásicos (espacio fásico, distribución de Maxwell-Boltzmann o ecuaciones de Hamilton, por ejemplo), y añadidos cuánticos (cuantización del espacio fásico o principio de Nernst, por ejemplo). Pero no se llegó a considerar que la idea de identidad de las moléculas debiera cambiar. En cualquier caso, estas disputas tuvieron un final súbito al proponer Einstein una teoría del gas ideal cuántico. 3. LA ESTADÍSTICA DE BOSE Y EINSTEIN El cambio de perspectiva llegó en 1924, una vez más de la mano de un físico que no era consciente de lo que hacía: el bengalí Satyendra N. Bose [BOSE, 1924]. Decidió enviarle a Einstein un manuscrito de su artículo después de que se lo hubieran rechazado los editores de Philosophical Magazine. El ya por entonces famoso físico lo tradujo y lo envió a publicar a Annalen der Physik con una nota al pie aprovatoria. Esta vez lo aceptaron7. Bose dedujo la ley de radiación de Planck, ajustándose lo más posible, en principio, a los métodos de Boltzmann. Además, aplicó la cuantización de principio a fin, cosa que no había hecho Planck ni los autores que tras él volvieron sobre el problema. Hasta la intervención de Bose, la deducción de la ley de radiación contenía una inquietante combinación de elementos continuos (ondulatorios) y cuánticos. Lo que aquí nos importa es que en la nueva forma de contar estados se ponía de manifiesto que dejaba de ser relevante qué partícula ⎼quanta de luz, en este caso⎼ está en cada estado monoparticular8. Hay que decir que este aspecto, como hemos dicho más arriba, era conocido por los pocos físicos que se habían dedicado a la cuestión. La irrelevancia de qué quanta de energía era el que ocupaba un cierto estado era incluso lógica o esperable. La auténtica novedad se produjo al trasponer Einstein el método de Bose a partículas materiales, al gas ideal. Tardó pocas semanas en hacerlo [EINSTEIN, 1924, 1925a, 1925b]. En efecto, tampoco él tuvo en cuenta qué partícula estaba en cada celda, sino sólo cuántas había. Siguiendo lo ideado por Bose, en lugar de la serie #$% , $�, $ , ⋯ ', usó: #�34 , ��4, � 4 , ⋯ ' , que indica cuántas celdas de energía ,4 no están ocupadas, cuántas tienen una partícula, cuántas dos, etc. Una vez conocida esta serie, el estado del sistema queda completamente determinado. Vemos pues que ahora ya no hay ningún nivel en el que se distingan estados debido a permutaciones entre moléculas, como sí ocurría en el planteamiento de Boltzmann. Pero ello no se hizo explícito al principio. 7 Sobre este episodio y, en general, sobre las contribuciones de Einstein a la teoría cuántica y a la física estadística, puede consultarse NAVARRO [2009]. 8 Con la expresión ‘estado monoparticular’ me refiero al ‘estado’ de una partícula, para distinguirlo del ‘estado del sistema’. La identidad cuántica 781 En el segundo artículo de su teoría del gas ideal cuántico Einstein analizó las nuevas propiedades de la distribución descubierta, que sustituía a la de Maxwell-Boltzmann (2). Entre otras cosas, dejó constancia de una cuestión que le había hecho notar, entre otros, su colega Paul Ehrenfest: en la nueva estadística las partículas no son estadísticamente independientes. Veamos una versión simplificada de esa explicación. Si consideramos 2 partículas y 2 estados, clásicamente hay 3 distribuciones posibles ({2,0; 0,2; 1,1}) y 4 complexiones. Son estas: Esquema 1 En la nueva estadística sólo hay 3 distribuciones y 3 complexiones, pues las de la fila de abajo son indistinguibles. Y ya más en general, del contaje de Boltzmann hay que restar todos los estados que sólo difieren en permutaciones entre partículas, pues los estados así obtenidos son indistinguibles no sólo a nivel macroscópico, sino también a nivel microscópico. Queda abolida la diferencia entre si es una partícula la que ocupa un cierto lugar o es otra. Siguiendo este esquema, también puede decirse que la permutabilidad de una distribución con la que Boltzmann había caracterizado un estado ⎼dada por la expresión (3)⎼ pasa a ser siempre la unidad. Es en este sentido que no son estadísticamente independientes: el número total de microestados del sistema ya no es igual al producto de los posibles estados de una partícula; en cierto modo, las partículas actúan como un todo, y no independientemente unas de otras. Al año siguiente, Enrico Fermi hizo un tratamiento análogo aplicable a un tipo de partículas sometidas al principio de exclusión de Pauli: los hoy denominados fermiones [FERMI, 1926]. Siguiendo el ejemplo que hemos puesto, de entre las 4 opciones ahora sólo una es posible, que corresponde a que haya una partícula en cada estado. De este modo, en poco más de un año quedaron formuladas las nuevas estadísticas cuánticas: Bose-Einstein (bosones) y Fermi-Dirac (fermiones). Pero ¿significa eso que había nacido el concepto de ‘partícula indistinguible’? Desde luego, ni la terminología ni la idea están en los artículos fundacionales de Einstein y Fermi. Ahí sólo encontramos “partículas iguales”, “estadísticamente no independientes”. 4. LA IDENTIDAD, ¿PROBLEMA RESUELTO? La nueva teoría del gas ideal cuántico era compatible con el principio de Nernst y proporcionaba una entropía extensiva, todo ello sin añadidos ad hoc. Pero, ¿a qué precio? ¿Se podía seguir hablando de partículas idénticas? 1 2 1 2 1 2 12 782 Enric Pérez Canals Fijémonos que en todas estas descripciones se opera con dos ideas aparentemente contradictorias. Por un lado se sigue pensando en partículas, de las que uno se hace una imagen de ellas, incluso las cuenta o dispone ordenadamente en su imaginación; por el otro, se afirma que no importa cuál es cuál. En términos matemáticos puede decirse que la variable N ha perdido su valor ordinal, para pasar a convertirse en un mero cardinal. En efecto, N ya no puede ser la etiqueta de la N-ésima partícula, puesto que las partículas no pueden etiquetarse. Hay N partículas en total, pero no pueden contarse. Es, no cabe duda, una suma un tanto extraña. ¿Estamos ante una nueva afrenta de la teoría cuántica al sentido común? Pero aún hay más. Ni siquiera debería formularse que hay tantas partículas en un estado y tantas en otro,sino que, en cierto modo, todas están en todas partes a la vez. La nueva identidad desecha cualquier imagen de un número de partículas concretas en un cierto estado, otro en otro estado, etc., pues ello implicaría que sabemos cuál es cuál. De modo que el esquema clarificador que hemos presentado ⎼Esquema 1⎼ es más bien falsificador. En la estadística de Fermi hemos dicho que sólo hay una opción, que consiste en una partícula en cada estado. Pero no debemos imaginarnos algo como esto: Esquema 2 Si no que más bien, el estado debe describirse esquemáticamente como: Esquema 3 O sea, mediante una combinación de estados que quede inalterada en un intercambio de partículas. En el primer caso, lo equívoco está en que tenemos una partícula en cada estado, lo que sigue estableciendo una diferencia, aunque sea sólo de localización, entre ellas. Así que las estadísticas cuánticas nos ponen en un dilema. Finalmente se trata a las partículas como verdaderamente idénticas. Pero ello, como por otro lado parece lógico, nos impide contarlas, pues no hay forma de distinguir una de otra. El hecho de que haya N en total viene impuesto desde un principio. Además, ¿se puede seguir hablando de suma si no podemos distinguir los términos? El problema es que el tratamiento matemático que la Mecánica Cuántica da de este asunto se resiste a ser interpretado en términos corpusculares u ondulatorios. Los objetos de la teoría son funciones de onda, ni partículas ni ondas. Y la función de onda no es un objeto físico que esté en ningún lado; es un objeto matemático que nos da las probabilidades de obtener ciertos resultados en el laboratorio. El enigmático concepto de partícula indistinguible no es más que el producto de tratar de mantener a toda costa esa visión corpuscular. Este remiendo ha tenido mucho éxito, hasta el punto de que, retrospectivamente, se han reinterpretado las confusiones de esos 20 años que precedieron a la Mecánica Cuántica, y, también, la indeterminación de la constante de la 1 2 1 1 2 7 2 La identidad cuántica 783 entropía de un gas ideal, como meras consecuencias de no tratar las partículas como verdaderamente indistinguibles. Es decir, como si el concepto de partícula idéntica e indistinguible diera cuenta de todos los problemas que habían surgido anteriormente con el de partícula idéntica y distinguible. 4.1 La identidad, ¿de qué? Hasta dónde yo sé, el primero en utilizar el término ‘indistinguible’ en este contexto fue el otro co-creador de la estadística de los fermiones, Paul M. Dirac. En su artículo de 1926 “Theory of Quantum Mechanics” leemos [DIRAC, 1926, p. 662]: If the positions of two of the electrons are interchanged, the new state of the atom is physically indistinguishable from the original one. Así que no lo refirió inicialmente a partículas, sino a estados. El “physically” parece insinuar que, a pesar de que en el fondo se trata de estados distintos, hay que considerarlos, físicamente, como indistinguibles. En la primera edición de su libro The Principles of Quantum Mechanics, de 1930, ya encontramos el adjetivo aplicado también a partículas. El capítulo titulado “Sistemas que contienen partículas idénticas” empieza así9: En física atómica si un sistema contiene varias partículas de la misma clase −por ejemplo, un conjunto de electrones−, dichas partículas son absolutamente indistinguibles entre sí. Al intercambiar dos de ellas no se produce ningún cambio observable [...] Evidentemente una teoría aceptable debería considerar que dos estados indistinguibles en toda observación son el mismo estado y que el intercambio de dos partículas idénticas no constituye ninguna transición. Es decir, que Dirac no renuncia a la visión corpuscular. En 1927, Richard C. Tolman también participaba de ese doble uso. Por ejemplo, la sección “Case of permanently distinguishable particles”, de su libro Statistical Mechanics with Applications to Physics and Chemistry, está dedicada a la estadística de Boltzmann [TOLMAN, 1927]. En su libro The Principles of Statistical Mechanics, de 1938, también emplea las expresiones elementos o partículas distinguibles o indistinguibles [TOLMAN, 1938]. Pero en un brevísimo artículo publicado en 1927, Paul Ehrenfest y George Uhlenbeck ya habían señalado los problemas que conllevaba interpretar corpuscularmente las nuevas estadísticas [EHRENFEST & UHLENBECK, 1927]. También fue cauto en ese sentido Pascual Jordan. En Statistische Mechanik, de 1944, podemos ver cómo trata los sistemas compuestos de lo que él denomina “partículas equivalentes”, sin apelar al concepto de indistinguibilidad [JORDAN, 1944]. Jordan dice que los electrones no poseen “individualidad” alguna, y expone un análisis curioso. Según él, la nueva identidad se constituyó en un proceso de dos fases. La primera, que afecta también a los objetos clásicos, se refiere a la perfecta identidad per se de las moléculas mismas. La única diferencia entre dos moléculas es su posición y velocidad. La segunda fase del proceso, que ya sólo tiene cabida en un contexto cuántico, proviene de la imposibilidad de seguir la trayectoria de las moléculas (o, lo que es lo mismo, de determinar exactamente su posición y velocidad). Sólo si están lo suficientemente separadas es posible identificarlas. Pero en cuanto se acerquen, 9 DIRAC [1967, p. 221]. Aunque cito la traducción al castellano de la cuarta edición, este fragmento aparece idéntico en la primera edición de 1930. 784 Enric Pérez Canals como ocurre por ejemplo en una colisión, la nueva mecánica, mediante el principio de incertidumbre, establece una imposibilidad inherente de saber cuál es cuál. Seguramente por ese motivo, Jordan trata de presentar un tratamiento que evita en lo posible descripciones corpusculares, ciñéndose al uso estricto de las funciones de onda de la mecánica cuántica10. Tampoco Schrödinger, en 1946, remite a la indistinguibilidad de las partículas. En sus famosas Lectures on Statistical Thermodynamics, impartidas en Dublin en 1946, encontramos un capítulo titulado “The n-particle problem”. En él leemos [SCHRÖDINGER, 1946, pp. 42-43]: According to modern views, a gas must not be regarded as consisting of n identical systems in loose-energy contact, since the energy levels of the gas are not the sums of the energy levels of its n constituents in all combinations. They are numerically equal to them, certainly. But any two gas levels which differ only by an exchange of roles between two (or more) of the n identical atoms or molecules, have to be regarded as one and the same level of the gas. Y remata: The underlying physical idea is that the particles are energy quanta without individuality; that Democritos of Abdera, not Max Planck, was the first quantum physicist. Fiel a la mecánica ondulatoria, Schrödinger rehúye una descripción rigurosamente corpuscular. El físico vienés nunca ocultó que los trabajos de Einstein fueron la inspiración directa para su Mecánica Ondulatoria. Y es que fue Einstein quien, en su segundo trabajo sobre el gas ideal cuántico, había citado la idea de Louis de Broglie; como ya había propuesto nada menos que en 1909 a partir del análisis de las fluctuaciones de la ley de radiación de Planck, la nueva teoría tendría que contener una mezcla de conceptos ondulatorios y corpusculares. Sin embargo, en la literatura moderna, a partir de los años 60’s y 70’s, el concepto de partícula indistinguible se afianzó considerablemente. Así, en Statistical Mechanics de R. K. Pathria encontramos el apartado “Systems composed of indistinguishable particles” [PATHRIA, 1972,p. 125]. En el libro del mismo título de K. Huang podemos leer [HUANG, 1963, p. 141]: Quantum mechanically, atoms are inherently indistinguishable in the following sense: A state of the gas is described by an N-particle wave function, which is either symmetric or antisymmetric with respect to the interchange of any two particles. A permutation of the particles can at most change the wave function by a sign, and it does not produce a new state of the system. En el libro de J. De la Rubia y J. Brey Introducción a la Mecánica Estadística, apartado “Partículas Idénticas en Mecánica Cuántica. Condiciones de Simetría”, leemos [DE LA RUBIA & BREY, 1978, p. 197 ]: Al considerarse sistemas consituidos por partículas idénticas desde un punto de vista mecánico-cuántico, aparecen ciertos hechos específicos muy importantes que no poseen análogos clásicos. […] en Mecánica Cuántica el concepto de identidad de partículas 10 En uno de los que debió de ser uno de los primeros libros de divulgación de la teoria cuántica, de 1938, Jordan ya establecía esta distinción entre identidad clásica y cuántica: JORDAN [1950, pp. 100-101]. La identidad cuántica 785 tiene un sentido mucho más estricto que en Mecánica Clásica […] Se introduce el principio de identidad de las partículas que puede formularse del modo siguiente: En un sistema de partículas idénticas sólo son posibles aquellos estados que no cambian cuando se intercambian entre sí dos partículas idénticas. Yendo finalmente a los libros de divulgación, hay que mencionar que, por ejemplo, en el libro de John Gribbin En busca del gato de Schrödinger, este aspecto no aparece mencionado explícitamente [GRIBBIN, 1986]. Obviamente, trata ⎼y profusamente⎼ la cuestión de la dualidad onda-corpúsculo. Pero para ello, y como es habitual, se centra más en experimentos como el de la doble rendija y el efecto de difracción. Algo parecido ocurre en un libro de Brian Greene, quien por otro lado confiesa que “de entre los [numerosos asaltos a nuestra idea de la realidad] que han sido verificados experimentalmente, no encuentro ninguno más extraordinario que la reciente comprensión de que nuestro universo es no local” [GREENE, 2006, p. 113]. Dicha no localidad tiene mucho que ver con la indisitinguibilidad de la que venimos hablando. Pero tampoco Greene acomete directamente la tarea de analizar el “asalto” a la tradicional idea de identidad que provino del estudio del gas ideal. Lo que sugiere este fugaz repaso es que el peliagudo asunto de la identidad seguramente no es una cuestión que haya quedado bien entendida ni por los propios especialistas. El embrollo que se fue creando en esos 20 años de física cuántica ⎼pre- Mecánica Cuántica⎼ dio lugar a numerosos lugares comunes que han pervivido a pesar de ser engañosos. Las “partículas indistinguibles” no son sino un concepto paradójico y equívoco fruto del empeño en mantener la descripción corpuscular. Las partículas de un gas, encerradas en un cierto volumen a una temperatura, experimentan una transformación al bajar la temperatura que tratarlas como partículas. Ya no hay forma de distinguir unas de otras. El resultado cuántico conduce al clásico ⎼salvo una constante arbitraria⎼ en el límite matemático de altas temperaturas y/o bajas densidades. Sin embargo, para el entendimiento, ambos tratamientos siguen tan separados como Aquiles y la tortuga. 5. ÁTOMOS E INDIVIDUOS Para acabar, querría dejar aquí planteada otra cuestión. Está muy documentada la estrecha relación entre el nacimiento de la Física Estadística y el rápido desarrollo de las Ciencias Sociales en siglo XIX11. El propio Maxwell reconoció esa inspiración. También resulta curioso que el problema de la identidad de los átomos y las moléculas no surgiera hasta que se trató de justificar el segundo principio, o sea, la flecha del tiempo. Resulta curioso porque, en otro orden de cosas, memoria e identidad (ya sea nacional, ya sea personal, ya sea de otro tipo), parecen dos conceptos indisolublemente ligados. Como explicaba Jordan, tiene mucho sentido equiparar la posibilidad de seguir la trayectoria ⎼o historia⎼ de una partícula con su discernibilidad respecto de las otras. O sea, como entre ellas son idénticas, no nos queda más remedio que asegurarnos de que cada una sigue siendo cada una en todo momento. La idea subyacente a estos paralelismos no es otra que el hecho de que del mismo modo que la Sociedad está formada de individuos (no divisibles), la materia está constituida de átomos. Por estos y otros motivos, son muchos los estudios que tratan de ahondar en ese 11 Véase, por ejemplo, GARBER [1972] y PORTER [1981]. 786 Enric Pérez Canals trasvase de ideas entre las ciencias naturales y las sociales que tuvo lugar en la segunda mitad del siglo XIX. ¿Podría extenderse esta conexión al primer tercio del siglo XX? ¿Se produjo algún cambio en las concepciones del individuo y de la sociedad en ese periodo tumultuoso de la historia occidental que permita vislumbrar algún desarrollo paralelo de las vicisitudes del concepto de identidad de las partículas elementales y el papel de los individuos en las nuevas democracias? Fijémonos que, según hemos visto, las primeras discusiones en torno a la idea de identidad no surgieron hasta entrado el siglo XX. La idea previa, utilizada por ejemplo por Maxwell y Boltzmann, apenas se cuestionó. También sería interesante estudiar si puede aventurarse alguna relación de este proceso con el cambio de planteamiento y aspiraciones que experimentaron las ciencias, y en particular la física, alrededor del cambio de siglo12. Echamos pues el guante. Es este un problema que no por complejo deja de ser atractivo. Al fin y al cabo, Juan de Mairena, en la frase con que abríamos estas notas, manifestaba su incapacidad para sumar individuos allá por los años 30 del siglo pasado, precisamente cuando el concepto de partícula indistinguible se estaba implantando, mal que bien, entre los físicos. BIBLIOGRAFÍA BOLTZMANN, L. (1877) “Über die Beziehung zwischen dem zweiten Hauptsatze der mechanischen Wärmetheorie und der Wahrscheinlichkeitsrechnung, respective den Sätzen über das Wärmegleichgewicht”. Akademie der Wissenschaften, Vienna, Sitzungsberichte, Abteilung II, 373-435. BOSE, S. N. (1924) “Plancks Gesetz und Lichtquantenhypothese”. Zeitschrift für Physik 26, 178-181. BRUSH, S. G. 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