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Salud Pública de México
ISSN: 0036-3634
spm@insp.mx
Instituto Nacional de Salud Pública
México
Castro, Roberto
Ciencias Sociales y Ciencias de la Salud: dificultades de la interacción y alternativas de solución
Salud Pública de México, vol. 38, núm. 4, julio-agosto, 1996, pp. 225-226
Instituto Nacional de Salud Pública
Cuernavaca, México
Disponible en: http://www.redalyc.org/articulo.oa?id=10638401
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EDITORIAL
JULIO-AGOSTO DE 1996, VOL. 38, No. 4 225
y a sociólogos como Spencer definir a la sociedad como un organismo vivo, análogo a una célula. Al madurar en la cons-
trucción de sus propios objetos de estudio y en el diseño de sus métodos científicos, las ciencias de la salud y las ciencias
sociales abandonaron esas metáforas comunes y se sumaron a la tradición científica occidental que privilegia el desarrollo
de diversas ciencias autónomas que no siempre dialogan entre sí y que constituyen, cada una, un recorte específico de la
realidad. Los problemas de salud, sin embargo, no reconocen esas fronteras disciplinarias; se manifiestan de manera
compleja e integrada, lo que constituye un reto para las ciencias que los estudian. Así, la única posibilidad para profundizar
en su conocimiento y lograr su transformación está en la aplicación de abordajes teórico-metodológicos interdisciplinarios.
Desde la segunda mitad de este siglo, ha tenido lugar un gradual reencuentro entre las ciencias sociales y las ciencias
de la salud, producto, en un primer momento, del esfuerzo de científicos biomédicos que se interesaban también en la di-
mensión social de los problemas de salud, y de autores, como Dubos y Mckeown, que en pleno auge de las teorías microbianas
demostraron que los asombrosos avances en las condiciones de salud en la primera mitad del siglo XX no se debieron a
“milagros” médicos sino a un proceso de desarrollo que generó mejores condiciones de trabajo, alimentación, educación,
vivienda y saneamiento ambiental. Los primeros signos de este mutuo acercamiento se manifestaron, por ejemplo, en la
incorporación de la enseñanza de las entonces llamadas ciencias de la conducta en el currículo de las facultades de medicina,
y en la apertura de secciones específicas de salud en las asociaciones de sociología de diversos países.
Sin embargo, este reencuentro no ha estado exento de dificultades. Los últimos 25 años han atestiguado la aparición de
un cúmulo de literatura que, desde diferentes perspectivas, documenta el esfuerzo de legitimación que ha generado esta
convivencia. Las dificultades en el entendimiento de las ciencias de la salud y las ciencias sociales radican, en primer
lugar, en la diferencia en el ámbito de análisis: las ciencias de la salud, con excepción de la salud pública, centran su
atención en el ámbito subindividual o, a lo más, en el individual; las ciencias sociales, en cambio, trabajan con grupos de
población. En segundo lugar, en el tipo de objetos que estudian: las ciencias de la salud, como las ciencias naturales en
general, estudian objetos cuyo comportamiento obedece a las llamadas leyes naturales; las ciencias sociales, en cambio,
estudian sujetos cuyo comportamiento se explica básicamente por factores culturales. En tercer lugar, derivado de los
anteriores, tradicionalmente ha existido un problema de comunicación y mutua comprensión: desde las ciencias básicas se
suele dar por sentado que el método científico es uno, caracterizado principalmente por la observación objetiva de los
fenómenos a través de procesos experimentales, mientras que en las ciencias sociales se postula que existen diversas ma-
neras de hacer ciencia, dependiendo de los principios básicos de cada disciplina y de las peculiaridades del objeto de estudio.
AS CIENCIAS SOCIALES y las ciencias de la salud se encuentran emparentadas desde su mismo nacimiento: ambas,
en su versión contemporánea, son producto de las condiciones históricas que prevalecían en la Europa del siglo
XVIII. Su origen común hacía natural para médicos como Virchow definir a la medicina como una ciencia socialL
EDITORIAL
CIENCIAS SOCIALES Y CIENCIAS DE LA SALUD:
DIFICULTADES DE LA INTERACCIÓN
Y ALTERNATIVAS DE SOLUCIÓN
EDITORIAL
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Una cuarta dificultad deriva de la falta de un lenguaje común, o de conceptos que sirvan como puente entre la investigación
biomédica y la social, lo que en ocasiones se traduce en la coexistencia institucional de científicos biomédicos y sociales con
poco que decirse mutuamente.
A pesar de estas dificultades, en la actualidad la discusión sobre la pertinencia de utilizar los aportes de las ciencias
sociales en el estudio de los problemas de salud ha sido trascendida con amplitud, sobre todo en el campo de la salud
pública; de hecho, muchos de los conceptos que se utilizan en esta disciplina (como esperanza de vida, equidad y desigualdad
social, necesidad, conductas de riesgo, aceptabilidad, género, etc.) y varias de las técnicas de indagación (como la encuesta,
la entrevista, los grupos focales, etc.) constituyen en sí mismos un aporte de las ciencias sociales al estudio de los problemas
de salud.
En su aplicación al área de la salud, el papel de las ciencias sociales no admite concesiones: su deber es producir
conocimiento científico que contribuya de manera directa a transformar la realidad con el objetivo último de mejorar el
estado de salud de la población y la entrega de servicios a la misma.
Constituye, en consecuencia, un deber de primer orden para quienes tienen a la salud como su área de interés fomentar
el desarrollo y la aplicación de la interdisciplina en la práctica de la investigación. Pensar en problemas como la salud
reproductiva, las enfermedades de transmisión sexual o las enfermedades crónico-degenerativas, por mencionar sólo unos
ejemplos, sin incluir simultáneamente un enfoque biomédico, epidemiológico, y de ciencias sociales, es renunciar de
antemano al intento de comprender el problema de la mejor manera posible.
Los problemas de comunicación y entendimiento mencionados arriba, que dificultan el desarrollo de la interdisciplina,
pueden resolverse mediante varias estrategias. La primera y más importante es el compromiso común por desarrollar una
práctica científica de alta calidad. La rigurosidad teórico-metodológica de la investigación se logra mediante mecanismos
de exigencia y monitoreo que evalúen adecuadamente la pertinencia y la relevancia del quehacer científico. Una segunda
estrategia es el reconocimiento de que la interdisciplinariedad debe ser, por principio, democrática, no en el sentido de que
todas las ciencias son iguales, sino al contrario, reconociendo que la diversidad es un rasgo central del quehacer científico y
que las tradiciones epistemológicas y prácticas de las que se nutren las ciencias de la salud y las ciencias sociales no son,
ni tienen por qué ser, iguales. En este punto es fundamental aplicar el principio básico de la evaluación científica: la
evaluación por los pares. Cada disciplina debe ser evaluada conforme a los cánones establecidos en cada una de ellas y no
a partir de normas que pretenden ser universales pero que, en realidad, suelen derivar de sólo un grupo de disciplinas
científicas. La publicación científica debe seguir siendo el criterio por excelencia para la evaluación del mérito académico.
Pero en la aplicación de este criterio hay que respetar las especificidades de cada disciplina.Para ello es necesario ampliar
(que no flexibilizar) los criterios de evaluación, de modo que den cabida a la diversidad disciplinaria que confluye en torno
a los problemas de salud.
Una tercera estrategia se refiere al reconocimiento de que todas las disciplinas que trabajan en el campo de la salud –las
biomédicas y las sociales– desarrollan tanto investigación básica como aplicada. La primera suele ser autocontenida,
mientras que la segunda abre más espacios para la interdisciplinariedad. Ambas deben ser fomentadas a partir de un principio
de mutuo respeto por la investigación básica y siempre con miras a buscar caminos para la aplicabilidad de los resultados.
En síntesis, en el esfuerzo por superar los problemas de comunicación y entendimiento que aún persisten entre las ciencias
de la salud y las ciencias sociales, es fundamental crear círculos virtuosos que abran espacios a la investigación social, que
le permitan desarrollar sus contribuciones con rigurosidad, pero en apego a sus propias tradiciones científicas.
El debate sobre la vinculación entre las ciencias sociales y las ciencias de la salud debe abandonar, de una vez por todas,
el tono justificatorio y defensivo que las primeras asumieron durante muchos años, y adoptar una actitud más propositiva
ante los grandes problemas de salud. Hoy, las verdaderas interrogantes no apuntan hacia la validez de la vinculación entre
lo social y la salud, sino hacia la forma en que es posible extraer el mayor provecho de este vínculo. Sólo mediante el
fortalecimiento de la interdisciplina será posible acceder a una nueva etapa de desarrollo teórico y aplicativo en este campo.
Roberto Castro, Lic. en Soc., Ph.D.*
* Director de Salud Comunitaria y Bienestar Social, Centro de Investigación en Sistemas de Salud, Instituto Nacional de Salud Pública, México

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