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cruz.indd 1 02/12/11 23:55 Instituto Nacional de Antropología e Historia Alfonso de Maria y Campos Castelló Dirección General Miguel Ángel Echegaray Zúñiga Secretaría Técnica Escuela Nacional de Antropología e Historia Alejandro Villalobos Pérez Dirección Ma. Cristina Rybertt Thennet Secretaría Académica Berna Leticia Valle Canales Subdirección de Investigación Margarita Warnholtz Locht Subdirección de Extensión Académica Gabriel Soto Cortés Departamento de Publicaciones Oscar Arturo Cruz Félix Francisco Carlos Rodríguez Hernández Gilberto Mancilla Martínez Diseño de colección La cruz de maíz. Política, religión e identidad en México: entre la crisis colonial y la crisis de la modernidad María Isabel Campos Goenaga Massimo De Giuseppe Coordinadores Traducción del italiano al español de los textos de Massimo De Giuseppe: María Isabel Campos Goenaga Primera edición: 2011 isbn: 978-607-484-231-9 Proyecto realizado con financiamiento del Consejo Nacional de Ciencia y Tecnología (Conacyt), 2009. Esta publicación no podrá ser reproducida total o parcialmente, incluyendo el diseño de portada; tampoco podrá ser transmitida ni utilizada de manera alguna por algún medio, ya sea electrónico, mecánico, electrográfico o de otro tipo sin autorización por escrito del editor. d.r. © 2011 Instituto Nacional de Antropología e Historia Córdoba 45, colonia Roma, 06700, México D.F. sub_fomento.cncpbs@inah.gob.mx Escuela Nacional de Antropología e Historia Periférico Sur y Zapote s/n, col. Isidro Fabela, Tlalpan, D.F., C.P. 14030 Impreso y hecho en México cruz.indd 2 02/12/11 23:55 Estudio introductorio: una idea sincrética de nación María Isabel Campos Goenaga y Massimo De Giuseppe Una negación teológico-política en la Nueva España: reflexiones sobre la labor franciscana (siglo xvi) Sergio Botta Conciencia mágica vs. fatalismo: mayas y españoles de la península de Yucatán durante la Colonia, dos formas de percibir el riesgo y concebir los desastres María Isabel Campos Goenaga Religiosidad popular y secularización en el México decimonónico: prácticas y refuncionalización en el tránsito a la modernidad Hilda Iparraguirre Locicero y Graciela Fabián Mestas Índice 5 39 63 117 cruz.indd 3 02/12/11 23:55 Cultura católica y modernidad liberal Mónica Savage Carmona Prensa y clero. La prensa en la detención del vicario Antonio J. Paredes. Año 1915 José Ángel Beristáin Cardoso Las identidades escondidas. Los pueblos indígenas y la pugna entre curas-maestros en el México posrevolucionario Massimo De Giuseppe Los cristeros en Jalisco: entre identidad religiosa y política Anamaría González Luna Algunas delineaciones en torno a la Cristiada en la periferia: Sinaloa (1926-1929) Félix Brito Rodríguez Política, cultura y religión en la sociedad morelense del siglo xx. Un acercamiento a la movilización de identidades María Alicia Puente Lutteroth El laberinto de la identidad. Imágenes de México en Italia de la Colonia a la Posmodernidad María Matilde Benzoni Biodatas 133 163 177 229 255 275 297 327 cruz.indd 4 02/12/11 23:55 Entre los papeles de Miguel Palomar y Vizcarra que se conservan en el archivo del Instituto de Investigaciones sobre la Universidad y la Educación (IISUE) de la Universi- dad Nacional Autónoma de México (UNAM), se encuentra El clero mexicano calumniado, un libelo mecanografiado de 1926, que se publicó al inicio de la Guerra Cristera. A pesar de que el texto estaba firmado por Juan de Dios Bravo, “antiguo cura de Coatlán”, es probable que fuera una obra del historiador católico Alberto María Carreño, miembro de la Sociedad Indianista Mexicana (SIM) y de Francisco Belmar, colaborador de Pascual Díaz y Barreto, obispo desterrado de Tabasco y futuro arzobispo “con- ciliador” de México.1 El panfleto pretendía responder, 1. Miguel Palomar y Vizcarra escribió en una nota a pie de página en el documento que “no hay tal antiguo cura de Coatlán, ni tal licenciado Juan de Dios Bravo: se trata del señor académico de la lengua y de la historia Alberto María Carreño o de Díaz y Barreto”. En el clima antagónico de 1926, Palomar y Vizcarra, como todos los representantes de la Liga Defensora de la Libertad Religiosa y de los filo-cristeros, no mostró admiración ni a Carreño, fiel expo- Estudio introductorio: una idea sincrética de nación María Isabel Campos Goenaga ENAH-INAH, MÉXICO Massimo De Giuseppe UNIVERSITÀ IULM, MILÁN, ITALIA cruz.indd 5 02/12/11 23:55 6 MARÍA ISABEL CAMPOS GOENAGA • MASSIMO DE GIUSEPPE de manera polémica, a las acusaciones dirigidas al proyecto identitario de la Iglesia católica en México expuestas en El gobierno y el clero mexicano. La Iglesia y el Estado, un pasquín anónimo publicado meses antes. El fundamento de este último era una crítica a la obra de las instituciones católicas sobre la génesis de la nación mexicana. Poco después, Emilio Portes Gil, en La lucha entre el poder civil y el clero a la luz de la historia2 retomó este tema en su ensayo desde el punto de vista jurídico. En El clero calumniado, el escritor católico, sin demasiados giros gramaticales y más allá de rechazar la tesis de las posiciones de los “esbirros del gobierno de Calles”, presentó una nueva pers- pectiva e hizo una digresión personal sobre la función “histórico-salvadora” de la Iglesia en México. El conflicto identitario no era una novedad generada por la crisis de 1926, ya que había un precedente desde la época liberal y la guerra por las inter- venciones, que mostró una confrontación entre el abad Testory, capellán mi- litar agregado en el ejército francés y el cura José Arillaga sobre el opúsculo El imperio y el clero mexicano.3 Aunque fueron consecuencia de distintas contingencias históricas, ambos casos reflejan la oposición a los panfletos y comparten el deseo de tocar puntos neurálgicos para la construcción de la identidad nacional tanto en el tránsito de la Colonia a la Independencia, como en el texto de 1926, sobre el proceso posrevolucionario y lo referente a la tutela, la “salvación moral y espiritual” de la población mexicana india, criolla y mestiza. Sin embargo, lo que parecía preocupar a los autores de los libelos era la relación con los pueblos indígenas entre pasado, presente y futuro de acuer- do con una fórmula para legitimar sus proyectos de identidad. Así, el “falso cura de Coatlán” al recordar las experiencias de Bernardino de Sahagún, Antonio Montesinos, Bartolomé de las Casas, Pedro de Gante y citar a “los antiguos cronistas” y a “los modernos expertos del derecho internacional” se jactó, en un pasaje central de su escrito, de la prerrogativa católica sobre la nente de las posiciones conciliatorias del Episcopado mexicano, ni al jesuita Pascual Díaz y Barreto, “el obispo indio”. 2. V. la versión con prólogo de Vicente Fuentes Díaz, en Portes Gil [1983] y el comentario, en García Gutiérrez [1979]. 3. V. Abad Testory [1865] y José Arillaga [1865]. Los dos textos se conservan en la Biblioteca de la Uni- versidad Iberoamericana (en adelante, BUIA), Unidad Santa Fe, en la Colección Libros Antiguos y Raros. cruz.indd 6 02/12/11 23:55 7 LA CRUZ DE MAÍZ ESTUDIO INTRODUCTORIO invención del mestizaje como un fruto maduro de la “tutela del indio” y su inserción en el proyecto nacional. En su opinión, en ello residía la “verdadera especificidad de la identidad de los mexicanos”, puente ideal entre el Patro- nato virreinal y la construcción del Estado-nación moderno e industrializa- do, hijo de la prensa y el ferrocarril. A los ojos del autor católico del libelo, la garantía de este paso fue la construcción del culto a la virgen de Guadalupe, cuyo culto había “venido desarrollándose, como se ha desarrollado, hasta el grado de constituir el verdadero y solo núcleo de la nacionalidad mexicana” [Bravo, 1926:40]. A partir de estas premisas, Carreño o alguien en su nombre respondió a las tesis gubernamentalesde El Gobierno y el clero mexicano, centradas en la idea del fracaso de la misión civilizatoria de las instituciones eclesiásticas, que retomaba y modelaba los hilos de la historia mexicana para negar la si- guiente afirmación: “por todo lo que he escrito se puede averiguar que nunca hubo la real conversión de los indios al cristianismo” [Anónimo, 1926:38]. Desde esta óptica, el debate comenzaba con la Bula de Alejandro VI, conti- nuaba con la interpretación de la Política Indiana de Solórzano y Pereyra, y ponía en la discusión la lógica del Patronato, el funcionamiento del Consejo de Indias, la lucha contra la “idolatría indígena”, el plan de castellanización del arzobispo Laurenzana, la lucha independentista, la doctrina Monroe, la Guerra de Reforma, el Porfiriato y la Constitución de 1917, hasta llegar a las políticas de incorporación posrevolucionarias inspiradas en “las nuevas ideas socialistas”. En un pasaje crucial del volumen, se lee: Hoy se habla con mucho orgullo por los agentes del seudo gobierno de Calles de la incorporación de los tarahumaras a la civilización, especialmente porque a dos indios los han hecho correr cien kilómetros; cuando hace siglos que fueron los padres de la Compañía de Jesús, quienes lo procuraron viéndose impedidos de terminar su obra a causa de su expulsión; y en los modernos tiempos han sido los mismo jesuitas y los josefinos los únicos que se habían preocupado por alcanzar la verdadera civilización de aquellas gente. No hay remedio: por mucho que le pese al historiador (!) oficial, o lo que es lo mismo, al conculcador de la historia en nombre del gobierno, los frailes han dejado una cauda luminosa en el cielo de nuestra vida; cauda que no serán bastantes a ensombrecer los malos frailes que, hayan opacado su claridad aquí o allá, como acontecen el firmamento, cuando cruz.indd 7 02/12/11 23:55 8 MARÍA ISABEL CAMPOS GOENAGA • MASSIMO DE GIUSEPPE en estrellada noche sobre la vía láctea se proyecta la tenue sombra de pequeñitas nubes voladoras [Bravo, 1926:60]. El defensor de la causa católica, disfrazado o bajo la apariencia de un cura rural imaginario, contraponía el modelo de la Historia de la Iglesia en México, del jesuita Mariano Cuevas [1921], a la nueva historiografía oficial que pro- movían la Secretaría de Educación Pública (SEP) y la Universidad Nacional,4 y acusaba a los intelectuales del gobierno por distorsionar los hechos y do- cumentos con el fin de plasmar una memoria institucional artificial que, a su entender, terminaría por debilitar el amor a la patria de los “verdaderos mexicanos”, y afirmaba en las conclusiones: Después de tan injusta e insensata apreciación de síntesis de la obra estupenda realizada en México por los sacerdotes de la religión católica, no sólo para esta- blecer ésta, sino para convertirla en un medio de protección para el indio y en un medio de elevación de su ser físico y moral, poco queda que decir a un miembro de la Iglesia de Cristo. Sin embargo, queremos como expresión final de nuestras ideas añadir que estamos lejos, muy lejos de pensar que a través de 400 años de labor evangélica en una región tan extensa, como la que formaba la Nueva España y forma México todavía ha sido perfecta. No, nada hay de perfecto sobre la tierra. Por ello, cada vez que nos levantamos airados para acusar, como audazmente lo hacen Calles y sus esbirros, deberíamos tener presente aquella admirable ense- ñanza de Cristo Jesús, cuando a los malévolos acusadores de la mujer adúltera, para castigarla conforme a las terribles leyes que penaban el adulterio, les dijo “el que se encuentra libre de mancha, que arroje la primera piedra” y no hubo uno sólo de los acusadores que la arrojara [Bravo, op. cit.:125]. El espacio y el tiempo que se cruzaban para complicar el desarrollo de la historia mexicana. Hay otro punto por destacar sobre el autor del panfleto pro-católico, quien al responder a las tesis filio-gubernamentales, se dirigía de manera explícita “a los hombres del siglo XX, privados de cualquier opinión o idea dicha del poder espiritual sobre la construcción de un alma nacional” 4. Para el tema de la enseñanza oficial de la historia, v. Vásquez [1970], Gonzalbo [1998] y Florescano [2002]. cruz.indd 8 02/12/11 23:55 9 LA CRUZ DE MAÍZ ESTUDIO INTRODUCTORIO [ibid.:42]. Al tema de la reivindicación sobre la invención de nación, que fue un tema acucioso en la época posindependentista y que se retomó con vigor en la etapa posrevolucionaria, se añadió el de la quimera de la moderniza- ción, otro igualmente decisivo para comprender los términos de la compara- ción entre cosmovisiones o esquemas del mundo, alternativos y homogéneos a la vez. De hecho, la búsqueda de la modernidad se vivió muy cercana a la re-lectura del pasado [v. Campos e Iparraguirre, 2007 y Guerra, 1993]. Para consolidar sus argumentos, el autor reclamó el origen antiguo de la religiosidad popular mexicana, de sus cultos, peregrinos y santuarios, como el de la virgen de Guadalupe,5 como los únicos y auténticos canales formati- vos de la nación mexicana. El cura imaginario de Coatlán abandonó los términos de la vieja disputa entre conservadores y liberales durante el proceso de incorporación moder- nista de Calles y no se limitó a exaltar el legado del Patronato al contraponerlo a los mitos del liberalismo institucional, sino que decía algo más y reivindica- ba una génesis nacionalista católica al ponerse sobre el mismo terreno que los intelectuales posvasconcelistas: unía al ímpetu modernizador e incorpo rativo la lógica del dualismo “educación-libertad”, como sustituto del viejo lema vi- rreinal “tutela-libertad”. Además, añadió que “la educación del pueblo venía del cura por escasa o completa que fuera, su libertad era por el sacerdote” y algunas personas se levantarían “en contra de estas consideraciones, conde- nando al pueblo de México como fanático porque al ver a su párroco aplas- tado, se levantó y movilizó para obstaculizar al que consideraba culpable de la discordia entre Iglesia y Estado” [Bravo, op. cit.:39]. Entre contradicciones y procesos osmóticos, la disputa sobre el presente continuó abrevando de la fuente del pasado, mítico o real, mientras la cons- trucción de los procesos identitarios se reelaboraban a partir de una quimera modernizadora que cambiaba con rapidez de cara y características, al seguir por el camino de la institucionalización progresiva revolucionaria. En el en- frentamiento Estado-Iglesia se revelaba de nuevo no sólo la naturaleza plura- lista, sino un sincretismo intenso en la idea de la nación mexicana. 5. “El Tepeyac levantado en honor de la Virgen de Guadalupe en el mismo lugar que estuvo el pre- cortesiano de Tnán o Tonantzín, donde los antiguos mexicanos celebraron al ídolo a quien ellos llamaron nuestra madre” [id.]. cruz.indd 9 02/12/11 23:55 10 MARÍA ISABEL CAMPOS GOENAGA • MASSIMO DE GIUSEPPE Un proceso a largo plazo La sucesión de acontecimientos que caracterizan la historia de México entre las llamadas edad Moderna y Contemporánea, tiene entre sus hilos conduc- tores los intentos continuos de las elites y las instituciones para impulsar los procesos de modernización políticos, económicos y sociales marcados por la construcción, enfrentamiento y, a veces, la verdadera y propia cosmovisión. Lo anterior produjo en la historia mexicana, como si se tratara de un basso conti- nuo, una confrontación dinámica, por lo general silenciosa o turbulenta, con trazos violentos, pero sincrética entre los distintos procesos de la construcción de la identidad. Principalmente, fueron procesos abiertos o porosos respecto a las influencias externas, pero que al mismo tiempo compartían un claro objetivo: la traducción de los impulsos utópicos e identitarios, endógenos o exógenos en un proyecto político-social y burocrático-institucional lo suficien- temente ambicioso para situarse en un horizonte de la construcción nacional.La complejidad mutante de México, la capacidad de resistencia de aque- llos que Jacques Ellul [1976,1999] ha definido como los “cuerpos de la na- ción”, la vibrante dinámica regionalista y, quizá, localista, a menudo han terminado por mezclar los papeles, haciendo fluctuar los escenarios y los proyectos hasta confundirlos en ocasiones. En consecuencia, este proceso ha empujado a los historiadores a tratar de captar un modelo equilibrado más que la capacidad osmótica y sincrética. Sin embargo, este enfoque de la historia colateral al desarrollo de la construcción nacional ha amenaza- do en más de una ocasión con reducir la compleja pluralidad de la dimen- sión identitaria de la nación, tanto en su articulación interna como en la di- mensión internacional, perspectiva regional y, aún más, en escala mundial. El dualismo “espada-cruz” durante la época virreinal del Patronato, la disputa entre conservadores y liberales en la etapa posterior a la Indepen- dencia, la génesis e institucionalización de las grandes corrientes (moder- nista, espiritualista, anarquista, realista, bandolerista, primitivista, agrarista, constitucionalista, norteña, sureña, sonorense, etc.) durante la Revolución, la lucha anticlerical y católica de la época Cristera, entre socialistas y sinar- quistas durante el Cardenismo, entre indigenistas y desarrollistas en los años del auge económico, entre liberales y tercermundistas en los años setenta, hasta la disputa entre posmodernistas y los años de lucha contra la globa- lización del Tratado de Libre Comercio de América del Norte (TLCAN), son cruz.indd 10 02/12/11 23:55 11 LA CRUZ DE MAÍZ ESTUDIO INTRODUCTORIO las grandes categorizaciones de la historiográfica mexicana que han ofrecido claves importantes para la interpretación del fluir de los acontecimientos, pero que aún no han resuelto los escenarios más complejos. Asimismo, los mitos incisivos que han navegado de manera transversal en el imaginario nacional, político-partidista, religioso, incluso sindical (en la contraposición Quetzalcóatl-Huitzilopochtli de memoria vasconcelista, o en la disputa del circuito de las radios comunitarias y Televisa, en tiempos recientes) y han impedido, en muchas ocasiones, la plena percepción de la fragilidad de las líneas periféricas de la identidad. El objetivo principal de este trabajo es establecer un diálogo interdisci- plinario entre distintas propuestas historiográficas que convergen al buscar ejemplos representativos de cosmovisiones o esquemas del mundo que se contraponen bajo una historia a largo plazo, para generar una discusión so- bre las creaciones, contradicciones, contaminaciones y concreción de estas experiencias. Para conseguir esta meta, las investigaciones tuvieron como objetivo común analizar, a través de casos específicos, las transformaciones de las relaciones entre las esferas política, religiosa, procesos de resistencia y modernización y la cimentación de las identidades alrededor de la denomi- nada “construcción de la nación”. Esta experiencia podría ser parcial y limitada y por esa razón se eligieron algunos casos específicos con diferentes periodizaciones, horizontes geográ- ficos y fuentes utilizadas que comparten una lógica de fondo. En este punto está el reto de hacer historia: poner juntas y ensamblar las piezas de un mo- saico, al desafiar la fugacidad y heterogeneidad de las fuentes documentales (escritas, orales, notariales, institucionales, religiosas, publicaciones periódi- cas, literarias, hagiográficas, políticas, primarias y secundarias, materiales e inmateriales, etc.) y la fragmentación de los archivos, para tratar de tejer un hilo que asuma vitalidad propia en la narración. En esta obra se presentan diez historias, a las que se les podría añadir otras, que están vinculadas entre sí por la sólida idea de base de reconstruir diez ejemplos de cosmovisiones o imágenes del mundo, con un aparente sen- tido antitético que puede representar intereses, culturas o poderes distintos, pero que confluyeron en el tiempo y el espacio sin desdibujarse, en el con- glomerado identitario y, en cierto sentido “barroco”, de la idea de nación mexicana. cruz.indd 11 02/12/11 23:55 12 MARÍA ISABEL CAMPOS GOENAGA • MASSIMO DE GIUSEPPE Lo que hizo factible lograr una reflexión histórica e historiográfica de largo plazo para abrir un diálogo entre aparentes ganadores y perdedores, “los buenos y los malos”,6 fue la utilización de fuentes y métodos históricos diferentes que se aplicaron tanto en la selección de las investigaciones como en la redacción del ensayo. Bajo este contexto, el marco temporal es extenso y abarca desde la época de la Colonia, con énfasis especial en la etapa de las Reformas Borbónicas, y cruza el siglo XIX para llegar al XX de la etapa revolucionaria a la redefinición del medio social y político de los años sesenta y setenta. Habría sido ideal, como evolución natural del recorrido iniciado, llegar hasta la crisis del Es- tado Nacional de los años noventa, marcada por el debilitamiento general de los procesos de consolidación nacional en los ámbitos cultural, político, social y económico, que marcaron el siglo anterior. No obstante, preferimos esperar que las fuentes históricas maduren en sus resquicios cada día más virtuales para retomar el hilo en un futuro no lejano. La nación como “pluralidad desconocida”: entre modelos estatales y eclesiásticos Un elemento que surgió con coherencia en el paso de la época colonial del Patronato hacia las fracturas secularizadoras de los siglos XIX y XX, es la contra- posición entre dos macromodelos para construir las cosmovisiones o represen- taciones del mundo intrínsecos a la idea de nación mexicana: lo católico y lo que podríamos definir, con cierta elasticidad y precisión, como lo estatal. En el fondo se trata del “subterráneo forcejeo ontológico de dos Méxicos distintos” del que habló Edmundo O’Gorman [1986:13], dos realidades compuestas, móviles, múltiples, articuladas en su interior y cambiantes en su confrontación. A partir de esa posición encontramos un catolicismo dividido entre el universa- lismo romano y las construcciones institucionales e identitarias complejas, que aluden a las divisiones entre el clero regular y secular, a la pertenencia y cultura de diversos órdenes y a su relación sincrética y cambiante instaurada por los sujetos evangelizados en los diversos contextos regionales y locales. Asimis- 6. Así se señaló en un reciente e interesante trabajo estructurado en un horizonte de largo plazo para una reflexión sobre la construcción de sistemas en el poder a través de la inseparable “simbolización del pasado” y “domesticación de lo cotidiano”, v. Böttcher, Galaor, Hausberger [2005]. cruz.indd 12 02/12/11 23:55 13 LA CRUZ DE MAÍZ ESTUDIO INTRODUCTORIO mo, se encuentra el Estado en perpetua transformación, obligado a reelaborar continuamente la relación entre poder y espacio, centro y periferia con una continuidad sorprendente entre la época virreinal e independentista, las elites y los aparatos burocráticos, control social y poder militar. Como escribió Guido Formigoni, en referencia con el caso italiano: tal complejidad debe ser devanada, porque la cuestión no es marginal. La rela- ción de los católicos con la idea de nación, de manera paralela con el horizonte universal, constituyó una dimensión que no puede considerarse secundaria en la historia contemporánea italiana. En este nudo cultural y político, antes y después de la construcción de Italia como Estado unitario, se forjaron algunas caracterís- ticas relevantes de aquel conjunto de rasgos más o menos débiles, compartidos o sedimentados que alguien llama en términos poco ambiguos, identidad nacional [Formigoni, 2010:8]. Esta lección se puede aplicar, con sus peculiaridades y especificidades, en el caso de México, donde la “cuestión católica”, el “tema liberal” y la “di- ferencia en la educación” se convirtieron en expresionesde un vocabulario político e historiográfico inseparable de lo que se podría definir como el pro- ceso de construcción de la nación. Desde la experiencia de la consolidación de una imaginaria nación mexicana, que se inició durante el Virreinato y se aceleró en la época Borbónica, se dio la invención y erección de un Estado- nación independiente y original en correspondencia al esfuerzo continuo de reorganización de la Iglesia católica, dirigido a superar la crisis coyuntural e impulsar su papel como “catalizador” de la conciencia. El mestizaje, la mo- dernización y readaptación de los símbolos, mitos, iconos y lenguas naciona- les se revelaron en un camino largo y difícil, cuya historia política, diplomá- tica, militar e institucional se entrecruzaron de manera inextricable con los elementos de historia social, cultural y religiosa. Un camino donde el peso de los temas en apariencia marginales, tales como los indígenas, profundamen- te vinculados con la esfera del imaginario y los esfuerzos modernizadores, se revelaron en la realidad como cruciales tanto por la capacidad simbólica de influir en el proceso de construcción de la nación, como por el papel silencioso pero constante que desempeñan en la evolución de las relaciones Iglesia-Estado. cruz.indd 13 02/12/11 23:55 14 MARÍA ISABEL CAMPOS GOENAGA • MASSIMO DE GIUSEPPE No es casual que el esfuerzo modernizador y reorganizador presente entre ambos bandos —si se puede llamar así al Estado y la Iglesia—, aparentemente contrapuestos después de la ruptura del Patronato y el inicio de la época libe- ral, se convirtiera para los protagonistas en un viaje para descubrir la oculta pluriculturalidad de la nación y su propia naturaleza compuesta. Esta situa- ción ayuda a explicar por qué en los ensayos que aquí presentamos aparecen con frecuencia referencias a la religión popular y a la traducción o interpreta- ción local de los principales proyectos universalistas, a partir de los diferentes enfoques teóricos y metodológicos y a través de múltiples documentos de archivo, libros, artículos y publicidad, que ayudan a captar y respirar el clima de determinada época al poner en constante juego el legado del pasado. Un pasado que parecía cada vez más crucial para la construcción de un proyecto de futuro eficaz y representativo de las diferentes almas de la na- ción, tanto para los nacionalistas moderados como para los radicales. En este sentido, el mundo indígena con sus tiempos diferentes, su oculta pluricultu- ralidad, su técnica de resistencia sólo a veces violenta, y su adaptación silen- ciosa y variada religiosidad, ayudó a mantener una mirada constante hacia la historia de México y su relectura oficial por parte de las instituciones políti- cas y de las religiosas. El proceso de construcción de la nación continuó entre premuras, pausas y enfrentamientos, como un espejo de los contextos cambiantes de la época posterior a la Independencia, marcada por contradicciones complejas y lu- chas civiles que redefinieron la pugna entre viejas y nuevas identidades. Este proceso estuvo profundamente marcado por el intento del Estado li- beral de emanciparse de la Iglesia, al endosar a las instituciones eclesiásticas, a los católicos “pasivos” y a los “malos curas” toda la responsabilidad y el atraso del país, e incluyó en el paquete el estado de “no razón” de los pueblos indígenas. Tal situación provocó fuertes reacciones que identificaban en el empuje del Estado una peligrosa obra de destrucción de la naturaleza moral del mestizaje, fundamento de un país considerado por su propia naturale- za “católico”. Lo anterior dio lugar a un juego tan complejo que presionó constantemente a los diversos liderazgos políticos y culturales a buscar una legitimización propia en la invención de un panteón sincrético y en la cons- trucción de una identidad mestiza ideal, como el fruto maduro del origen bicéfalo de la nación, con todas las contradicciones que ello conlleva. cruz.indd 14 02/12/11 23:55 15 LA CRUZ DE MAÍZ ESTUDIO INTRODUCTORIO La primera forma para crearla radicaba en la idealización del mundo indí- gena antiguo y desaparecido, por cierto cada vez más antropocéntricamente azteca-mexica, en contraposición a la idea, en aquellos momentos contem- poránea, de “hombres de razón” para rechazar al “indio real” de la categoría estática e impasible de la “raza de bronce”. En ocasiones, más allá de cierta presión, el “indio pasivo” podría transformarse en el “indio enemigo”, como una impresionante continuidad entre guerra de castas, las sublevaciones ya- quis y hasta el levantamiento zapatista, de rasgos ambiguos y amenazadores para el proceso de construcción de la nación. Sin embargo, ese indio transmigrado en el tiempo desde la mina a la ha- cienda azucarera, del ingenio a la finca cafetalera, de la urbanización en el barrio bravo a la industria maquiladora norteña o a la moderna industria agrícola sinaloense, era una condición necesaria para continuar el proceso de modernización económica del Estado-nación y para la supervivencia y reorganización de las instituciones eclesiásticas. Un segundo elemento de continuidad ambigua se refiere al peso simbó- lico contradictorio asumido por Estados Unidos, un convidado de piedra en el juego de los espejos identitarios: el “vecino del norte” odiado y respetado de manera perpetua, suspendido entre la constante del nacionalismo “an- tigringo”, la persistencia del mito de la “barrera católica” por la avanzada protestante,7 el orgullo del mestizaje en contraposición con el sistema de mel- ting pot y a la violencia de las Reservaciones. Un monolito puesto “arriba de la línea”, socavado de forma constante por los procesos de imitación, no tan silenciosos, de estilos y modelos, pero con una sólida presencia en los pasos críticos de la historia regional de la nación mexicana, como lo confirma la correspondencia cronológica entre “arreglos petroleros” y “modus vivendi religioso”, los dos procesos de negociación paralelos que promovió el emba- jador Dwight Morrow en el ardiente año, en todos los sentidos, de 1929.8 La sucesión de fragmentos identitarios, lecturas de historia y previsiones del futuro parece regresarnos al punto de partida de la unidad rota del Patro- 7. Para una lectura estadounidense de la cuestión, v. Benbow [2010]. 8. Entre los numerosos estudios que ofrecen puntos de vista sobre la situación identitaria en las rela- ciones México y Estados Unidos se encuentran Friedrich Katz, Luis Zorrilla, Berta Ulloa, Jorge Castañeda y Daniela Spenser. Para ampliar v. Josefina Vásquez y Meyer [2001]. Kaufman [1988], con una perspectiva contraria. Sobre el papel de Morrow, entre la crisis petrolera y religiosa, v. Meyer [2008]. cruz.indd 15 02/12/11 23:55 16 MARÍA ISABEL CAMPOS GOENAGA • MASSIMO DE GIUSEPPE nato, fórmula político-institucional-religiosa que durante tres siglos, después de la violencia de la Conquista, rigió las relaciones Iglesia-Estado-Repúblicas de Indios y encerró en sí mismo, en el modelo de “evangelización y pro- tección” separado del “dominio civil”, la síntesis del indigenismo católico y laico de la edad moderna. Una fórmula que no resistió el desafío de la mo- dernidad, el liberalismo francés, el capitalismo americano y los parámetros, en ocasiones profundamente ambiguos, de la democratización. Estos puntos ayudan a explicar la posición defensiva que adoptaron el Estado y la Iglesia con sus diversos componentes, esta última empeñada en señalar al primero por su “juventud” y su inexperiencia frente al poder reli- gioso radicado en el cerro del Tepeyac, bajo el nombre Guadalupe-Tonatzin. A partir de este paisaje nació la idea del título del libro, La cruz de maíz, que recuerda —sin ahondar en la difícil época mesoamericana para el histo- riador moderno y contemporáneo— la primera cosmovisión de la que partió el proceso de identidad sincrético y barroco con la superposición y yuxtapo- sición que produjeron la conquistaarmada y la evangelización, entre la cruz mesoamericana y la cruz católica, entre los espacios “abiertos” y “cerrados” religiosos donde los símbolos se transmigraron y reprodujeron de forma mul- ticultural, creativa y cambiante. Las reelaboraciones dinámicas de la identidad no se cancelaron por el colapso de la Colonia ni por la descomposición del Patronato, pero sí se proyectaron las transformaciones de la etapa liberal durante los siglos XIX y XX en sus instituciones y rituales civiles, incluso en la lógica de los cambios económicos. Asimismo, su reestructuración social y política continuó en el proceso posindependentista, posrevolucionario, en la era del partido-Estado y de la política sindical, en la época de la Teología de la Liberación y de ser con- testatario y en la desregularización de la crisis del Estado, hasta entrar en el terreno nuevo y desconocido de la tierra incógnita, la tierra de las maquilas, la “migra”, el narco y las nuevas formas de marginalidad urbana y rural.9 9. Para una lectura transversal, “de abajo y arriba”, y las consecuencias sociales, v. Falcón [2005] y Villa Aguilera [1988]. cruz.indd 16 02/12/11 23:55 17 LA CRUZ DE MAÍZ ESTUDIO INTRODUCTORIO Los diez fragmentos En la búsqueda de nuevas formas de estudiar a las sociedades, las investigacio- nes tienden cada vez más a relacionar los diferentes aspectos que inciden en ellas. En este caso, la propuesta es observar el ámbito político y el religioso no de manera separada, sino como un binomio interrelacionado que influye y jus- tifica una relación dinámica que puede cambiar según prevalezca el dominio de un ámbito o el otro, o bien, el equilibrio entre ambos. Este binomio marca los ritmos de la sociedad, su integración y disgregación, normas y transgresio- nes. Son procesos que muestran imposiciones, resistencias o continuidades, donde se exponen elementos que traspasan las barreras cronológicas conven- cionales y ofrecen la oportunidad de observarlos en un tiempo largo y, así, entenderlos con amplitud. Los componentes sociales involucrados enfrentan de forma diferente los retos, una situación favorable para diferenciarlos entre sí. De esta forma se construyen identidades, no identidad, que en algunas ocasiones se apoyan en la religiosidad y otras, en el ámbito político, aunque muchas veces las fronteras se confundan. En este marco experimental, los temas desde donde pueden intercambiar- se miradas, enfoques y fuentes se refieren al ámbito indígena o no indígena, cuerpos sociales, grupos con y sin privilegios, a cuestiones específicas como la educación o la defensa pasiva, activa o de conflagración de la religiosidad, desde un enfoque “nacional”, siempre relacionado —quizás inconsciente- mente— con lo general, regional y local. En este espacio móvil e interrelacionado como fuente para la construc- ción de la identidad, se ubica el ensayo de Sergio Botta, “Una negación teoló- gico-política en la Nueva España”, dedicado a la labor franciscana en el siglo XVI, cuando se elaboró una verdadera y propia cosmovisión o esquema del mundo, utópico y cotidiano al mismo tiempo. El laboratorio franciscano en México superó con rapidez la idea de ser la oportunidad para la renovación del milenarismo joaquinista, para experimentar, de manera concreta, sobre el terreno político-religioso y socio-antropológico. El ímpetu renovador y salvador de fray Juan de Guadalupe cambió de forma profunda la naturaleza y carácter, que codificaría fray Toribio de Benavente “Motolinia”, para origi- nar una verdadera teología de la historia. En su análisis, Botta presenta la americanización y mexicanización de la or- den mendicante dentro de un marco y de los equilibrios políticos de la época, cruz.indd 17 02/12/11 23:55 18 MARÍA ISABEL CAMPOS GOENAGA • MASSIMO DE GIUSEPPE que sobrepasa los límites tradicionales de la utopía evangelizadora y del primitivismo presente en las tierras desconocidas, para desarrollarse en un paisaje espacio-temporal concreto y real, que combina la dimensión institu- cional y teológica importada de Europa con los parámetros de un verdadero y propio proyecto de organización civil ad hoc con un fuerte valor identitario. La raíz medieval de la orden sufrió una profunda transformación “genética”, tanto como para sugerir la repetición de proyectos de una Respublica Cris- tiana, bajo los términos de una renovada Respublica Cristianorum, conscien- temente articulada y heterogénea en divisiones y separaciones internas. Por ello podemos leer la invención de la categoría de indio y los espacios de la au- tocrítica misional, abiertos por Jerónimo de Mendieta. La incorporación en el “sueño franciscano” de elementos agustinianos como la renovación de la societas humana, originarios como el énfasis en la potestas terrena, y erasmis- tas como la legitimación de la pax del mundo, en su impredecible readapta- ción al contexto novohispano, produjo auténticas fórmulas de inculturación, el concepto de altépetl, por ejemplo, respecto a los “ídolos políticos” como Huitzilopochtli y Quetzalcóatl, lo que sentó las bases para una verdadera theo- logia civilis específica de Mesoamérica. En su trabajo de análisis, Botta reto- ma las crónicas franciscanas y utiliza la sólida historiografía existente para crear un diálogo entre las distintas perspectivas interpretativas y subrayar la emergencia de un mecanismo temprano de identidad, autopresentación y autolegitimación. Si en el primer ensayo la construcción de una teología política virreinal inédita coincide con la primera etapa de secularización del Estado moderno, con la investigación de María Isabel Campos Goenaga el espacio físico, el paisaje y la geografía humana, donde se repiensa el paradigma ecológico, bosquejan otro tipo de aporte identitario del primer esbozo sobre una idea de nación aún por inventar. En “Conciencia mágica vs. fatalismo”, la investi- gadora catalana aplica al caso yucateco la variante de la construcción de cos- movisiones antagónicas y porosas al analizar las mutaciones en la dinámica de las relaciones entre mayas y españoles, respecto a la percepción de los de- sastres producidos por fenómenos naturales: la percepción y la construcción del riesgo. Si para los franciscanos el detonador de la innovación surgió de la construcción del “otro”, también en este caso un elemento externo rompía el equilibrio y ponía en marcha el motor identitario. cruz.indd 18 02/12/11 23:55 19 LA CRUZ DE MAÍZ ESTUDIO INTRODUCTORIO En el caso que estudia Campos Goenaga, por ejemplo, otros fragmentos ponen en entredicho los espacios del dominio colonial y las contradicciones de la convivencia forzada y asimétrica, pero paralela y cotidiana que redefi- nían el triángulo entre lo humano, lo divino y lo natural. El desastre, el riesgo, la vulnerabilidad, la amenaza y los elementos llevaron a los modernos Esta- dos europeos a reconocerse entre sí como miembros de un club exclusivo, en nombre de la búsqueda de la seguridad común, pero en el caso yucateco produjeron redefiniciones ideológicas y simbólicas, levantamientos y migra- ciones que rediseñaron de manera constante el equilibrio entre mundos dife- rentes, desde la Conquista hasta las Reformas Borbónicas. Como en el ensayo anterior, la investigación parte de un sólido desarro- llo teórico e historiográfico para después aprovechar diversas fuentes como las crónicas, documentos del ramo Justicia del Archivo General de Indias (AGI), así como registros y ordenanzas locales que fueron las bases para cons- truir el valioso análisis sobre el Katun. El modelo de civilización, entre la construcción cosmológica mesoamericana y los elementos antropocéntricos y judeocristianos de ascendencia europea se confronta y contamina, como lo demuestra la reflexión articulada sobre la idolatría y su extirpador, Diego de Landa. La guerra, la paz, la salud y la organización cíclica del tiempo repre- sentan los verdaderos términos del enfrentamiento y producen expresionesidentitarias originales en el transcurso de los siglos coloniales. Todo esto sub- raya el sorprendente dinamismo de los procesos de adaptación y ajuste de las dos cosmovisiones contrapuestas: la maya y la española. En este sentido, sorprende la dimensión de la crisis coyuntural que co- incidió con la época del reformismo político borbónico, como puede verse en los registros de la serie Katunes de 1782, para redefinir el pasado desde una perspectiva de vaticinios, y la capacidad de María Isabel Campos para describir las mutaciones de estos mundos mentales, al experimentar sobre el terreno y con las fuentes la experiencia sobre la movilidad sincrética de la religiosidad mesomericana y el discurso de Carmagnani [1988] sobre la deconstrucción y reconstrucción de la dimensión étnica en proyectos y pro- gramas culturales, socioeconómicos e institucionales [v. Bellingeri, 1990]. La evolución de la historia de Nueva España a partir del siglo XVIII había cambiado el carácter de los sujetos en el campo, ya que el nuevo modelo po- lítico, socioeconómico y religioso impuesto, aunque buscaba una matriz de cruz.indd 19 02/12/11 23:55 20 MARÍA ISABEL CAMPOS GOENAGA • MASSIMO DE GIUSEPPE exclusividad de forma teórica totalizadora, mostró diversas brechas y desen- cadenó sorprendentes procesos divergentes. Por un lado, el centro no pudo amalgamar e incorporar el cuerpo de la nación que estaba suspendido entre las entidades políticas y culturales homogéneas y articuladas; por otro, había marcado pero no resuelto la dicotomía entre los dos modelos antitéticos de “civilización”, con base en los elementos fundacionales y de incorporación diferentes entre sí, pero unidos por las normas y la lógica del Patronato. El proceso de esquematización del mundo indígena, dividido por la re- ducción de las distintas realidades mesoamericanas en la categoría uniforma- dora de “indios”, grupos humanos paganos, bárbaros y hostiles y por civi- lizar, aunque en un marco de interpretaciones y realizaciones prácticas muy articulado, se congeló en la disputa sobre castas y, al mismo tiempo, se inició un complejo proceso de elaboración de lo que podría definirse como una dimensión transcultural articulada en el tiempo con un conjunto de procesos de imitación, contraste y superposición entre los modelos de civilización. Aunque asimétrica, la transferencia cultural se inició con la Conquista y se transformó y codificó entre los siglos XVII y XVIII. En realidad, era una especie de sistema recíproco, es decir, el sistema vencedor español y cristiano no se impuso de forma totalitaria y los procesos de supervivencia y adaptación, transformados a través de procesos socioculturales propios, se multiplicaron a menudo de forma silenciosa y envueltos en una imagen exterior de inmovi- lidad aparente que, a su vez, contribuyeron a la articulación de la dimensión regional del país, así como la riqueza humana de la nación real. La armonización de la relación “dominio-protección”, si bien forzosa, empezó a fracturarse de manera significativa cuando el Patronato entró en crisis y se abrieron espacios con un nuevo ímpetu para la incorporación. Esto ocurrió de manera clara a partir de las Reformas Borbónicas, cuando tomó el rumbo de un nuevo proyecto nacional de revisión de las características del Estado novohispano. En este sentido, la época borbónica puede interpretar- se como una ruptura importante en la historia mexicana, en la que se pusie- ron en marcha una serie de procesos de redefinición política e institucional, que adquirieron una dimensión más abiertamente nacionalista, además de nacional, sólo en los años veinte del siglo XIX. Las primeras limitaciones respecto al clero regular datan precisamente de este periodo y fueron anticipadas por la ley de 1717, que prohibía la funda- cruz.indd 20 02/12/11 23:55 21 LA CRUZ DE MAÍZ ESTUDIO INTRODUCTORIO ción de nuevos conventos en la Colonia y el bloqueo para admitir novicios en 1734. El paso a la administración del clero secular en muchas parroquias indígenas atendidas por las órdenes religiosas impactó en el sistema de las “repúblicas de indios” y en las cosmovisiones y sistemas de organización que giraban a su alrededor. El cambio actuó sobre el perfil cultural principalmen- te, por ejemplo, se dio menor atención a la protección de las lenguas nativas y al procedimiento educativo, pero también influyó sobre el perfil educativo. La expulsión de los jesuitas en 1767, que coincidió con la presencia del visitador José de Gálvez, significó un segundo golpe mortal al espíritu mi- sional que inspiró a buena parte del clero periférico novohispano, al mismo tiempo que rompía otras certezas. El origen del conflicto en la relación Igle- sia-Estado en México durante los siglos XIX y XX, se remonta precisamente a esta época de reformas con las que la Corona española intentó reproducir el proceso legislativo en las colonias americanas, iniciado en la metrópolis, y puso en tela de juicio la comparación entre cosmovisiones o visiones del mundo [v. Breña, 2006; Florescano y Menegus, 2000]. Al comienzo de la lucha por la Independencia, el conflicto entre Iglesia y Estado estaba por convertirse en el marco para la construcción de la identidad de la futura nación [Brading, 1985]. La crisis del Patronato coincidió con el esfuerzo del Estado para racio- nalizar sus prerrogativas institucionales y revisar su equilibrio respecto a la Iglesia católica para reactivar el proceso de consolidación del centro sobre la periferia. Cuando los Borbones intentaron reproducir en Nueva España instituciones como las intendencias de finanzas francesas [Guerra, 1998], como un canal para redefinir el Estado-Nación, comenzaron a revisar las líneas de acción de la Corona hacia las periferias del país y, por tanto, hacia la población indígena. Entonces se abrió una nueva fase en el proceso de mo- dernización del país, en la que los pilares fundamentales fueron la incorpo- ración de los indios, la redefinición de la religiosidad popular y la reducción de los márgenes de acción de la Iglesia. Los primeros indicios de la política de incorporación se remontan a los últimos veinte años del siglo XVIII y co- incidieron con los ataques contra el Juzgado de Indios y la existencia de un régimen de repúblicas separadas. Este proceso se desarrolló en una doble vía al pasar por la burocracia y los elementos de la Iglesia, donde participaron exponentes de un catolicis- cruz.indd 21 02/12/11 23:55 22 MARÍA ISABEL CAMPOS GOENAGA • MASSIMO DE GIUSEPPE mo liberal que tuvo figuras destacadas como De la Mora y Abad y Queipo, encargados por Antonio de San Miguel, obispo de Michoacán, de recuperar las tierras de comunidad y fueron de los primeros en condenar la política indigenista colonial como una de las causas del retraso económico de Nueva España que frenó el crecimiento del país [Brading, 1981:5-26]. La modernización que deseaban imponer tenía en su raíz razones so- cioeconómicas y un interés por los aspectos simbólicos relacionados con la nueva identidad americana del Virreinato. El fortalecimiento del Estado no sólo pasaba a través de la racionalización de la gestión de la tierra y el for- talecimiento del sistema industrial, sino también por el inicio de un proceso moderno en la construcción de la nación. El impulso de modernización y consolidación de una sociedad e identidad criolla desarrollado a partir de la etapa de las Reformas Borbónicas, coincidió con la institucionalización, cada vez mayor, de la toma de distancia del elemento indígena, que se percibía como retrógrado en un momento de cambio profundo en el sistema religioso con la crisis del barroco, en lo arquitectónico, cultural, económico y social que desde entonces estaría ligado al desarrollo de un concepto de naciona- lismo mexicano. La patria se convertía en la nueva dimensión de un Estado laico secularizado al anticipar las tesis liberales sobre la nación que marcarían el cambioen el siglo XIX [Annino, 1996:129-140]. Estas breves consideraciones generales nos introducen a la lectura del tercer ensayo de este volumen, obra de Hilda Iparraguirre y Graciela Fabián, quienes abordan de manera directa la secularización a través del lente de la religiosidad popular, para entender cómo las prácticas de refuncionalización simbólicas se pueden aplicar al porvenir de la crucial, aunque por mucho tiempo olvidada, etapa decimonónica. La religiosidad popular con sus múlti- ples dimensiones se convirtió en la clave para releer la cuestionada discusión sobre la complejidad de la cosmovisión e imaginarios, sólo en apariencia de- finidos, después de la ruptura de la complejidad de la monarquía española en la época posindependentista. Un recorrido que atraviesa la disputa entre conservadores y liberales, la Guerra de Intervención y la de Reforma, el Jua- rismo hasta desembocar en el Porfiriato con sus elementos de estabilización tácita, que se desplazó entre los espacios concedidos por la religión oficial en crisis, un orden civil en consolidación y la continua búsqueda de legitimidad [Connaughton, 2003]. En este sentido, el tema de la religiosidad popular, cruz.indd 22 02/12/11 23:55 23 LA CRUZ DE MAÍZ ESTUDIO INTRODUCTORIO con su dosis de aculturación o sincretismo y su dinamismo coyuntural con las especificidades regionales y localistas de las diversas apariciones milagrosas, tuvo que ver no sólo con la construcción de una identidad colectiva y de la re- presentación del “otro”, como podía ser el catrín, la raza de bronce o el “in- dito”, sino también con el problema de la nación misma. Tomás Pérez Vejo, al reflexionar sobre la identidad de México durante el siglo XIX, dice que para las diferencias entre conservadores y liberales, hay que tener en cuenta que el conflicto ideológico (derechos y organización social) y el económico (reparto de recursos) se sobreponen y actúan sobre el identitario (definiciones colectivas), creando líneas de fractura que no son necesariamente coincidentes [2008:26]. Este criterio, aplicado por Pérez Vejo en el análisis del paso de formas de protonacionalismo hacia un nacionalismo institucional, con todas las diná- micas subyacentes a las autorrepresentaciones públicas de las nuevas elites en lucha y al proyecto de “des-españolización” de México,10 se puede aplicar de manera flexible a los distintos actores enfrentados durante ese siglo tanto en el nivel regional de las guerras de castas yucatecas a la deportación yaqui, para tocar los dos extremos geográfico-temporales, como en el nivel nacional de la época de las reformas, pasando por el Imperio de Maximiliano, hasta la primera fase del Porfiriato. La persistencia transversal simbólica del estandarte de la virgen de Gua- dalupe, como bandera “contra del mal gobierno”, era una parte viva de esta complejidad. En este sentido, la imagen negativa y de elemento bárbaro, an- timoderno y antipolítico de aquellas formas religiosas tan representativas de un mundo campesino, rural, urbanizado en nuevas fábricas y, aún más, in- dígena que se congregan en la categoría de religiosidad popular, se enfrentó con la necesidad de una modernidad que requería sus rituales y sus tiempos cívicos y sociales. Paradójicamente, este proceso terminó por acercar a libe- rales y católicos, los dos contendientes en la arena política y económica de lucha por el poder. Los temas de la religiosidad de los indios y la religiosidad popular pare- cían espinosos; en ciertos ámbitos eclesiásticos y romanos inquietaban casi 10. Sobre la persistencia de este tema durante el siglo, v. Lida [1999] y Pani [2001]. cruz.indd 23 02/12/11 23:55 24 MARÍA ISABEL CAMPOS GOENAGA • MASSIMO DE GIUSEPPE tanto como la vieja cuestión de la idolatría, tema que volvería un siglo des- pués a través de la Teología India, surgida en el ámbito de la “Opción por los Pobres”. Aunque en muchas comunidades indígenas y rurales, en especial, aquellas más aisladas geográfica y culturalmente, había sobrevivido de mane- ra clandestina una especie de religión precolombina paralela al culto católico oficial, en la mayoría de los casos era muy difícil aceptar públicamente la mezcla de elementos sincréticos que sobrevivieron a la implantación del cris- tianismo. Así como el lema de Trinidad Sánchez Santos [1906:139-140], “el indio no puede ser creyente, sino bárbaro” parece emblemático al respecto, parece tan lúcida en la actualidad la interpretación provocadora de Guiller- mo Bonfil Batalla [1990], con su propuesta de dos modelos de civilización, uno mesoamericano y otro occidental, que se enfrentaron y encontraron de manera congruente con sus propias líneas, sólo en apariencia esquizofrénicas e inaprensibles. En esta óptica, liberales y católicos “oficiales” se movían en el segundo modelo y los indígenas en el primero, donde los “inditos”, cam- pesinos y obreros migrantes flotaron en un limbo híbrido suspendido entre los dos, pero estático. Releer en esta perspectiva las grandes líneas de la religiosidad popular decimonónica, requiere la comprensión de un proceso de reordenamiento complejo en el que las oraciones, formas litúrgicas híbridas y prácticas devo- cionales dirigían y conquistaban espacios cada vez más definidos, en especial después de la Ley Lerdo del 25 de junio de 1856. Se trataba de un mundo no declarado que las instituciones católicas in- tentarían recuperar en la época porfiriana al readaptar sus propias formas misioneras,11 asistenciales y educativas que comprometían por primera vez al laicismo con un papel protagónico en el proceso de mexicanización de la Rerum Novarum [Ceballos y Garza, 2000]. Este punto requiere un gran equi- librio historiográfico, como recuerdan las autoras, porque las posturas de la etnohistoria y la historia nacionalista oscurecieron el complejo proceso de reordenamiento, “que supuso la puesta en marcha de acciones seculariza- doras al interior de un proyecto que extendió sus expectativas más allá de éstas y requería la consolidación de un Estado centralizador con la fuerza 11. Los josefinos y jesuitas por un lado y, por otro, salesianos y maristas, con su clara vocación urbana en sus formas misioneras. cruz.indd 24 02/12/11 23:55 25 LA CRUZ DE MAÍZ ESTUDIO INTRODUCTORIO suficiente para concretarse”. Hilda Iparraguirre y Graciela Fabián, respecto a las perspectivas liberales, el impacto de las celebraciones cívicas y la inven- ción de la patria entre la autonomía de los pueblos y los caudillismos locales, retoman la lección de Antonio Annino y señalan cómo las comunidades al reinterpretar las cartas constitucionales para defender sus intereses al interior de la república “acabaron imaginando muchas veces otras naciones mexica- nas cuya identidad procedía de versiones actualizadas del pasado” [Annino, 2003:421]. Lo que emerge, por tanto, se refiere a un proceso de yuxtaposi- ción claro y continuo. El tema de la secularización del siglo XIX se sitúa en el centro del en- sayo de Mónica Savage Carmona, “Cultura católica y modernidad liberal”, donde se expone la discusión sobre el matrimonio civil después de la victoria política liberal. Esta investigación utiliza como fuente principal la Historia del Congreso Extraordinario Constituyente (1856-1857), un texto de corte histórico-jurídico publicado por Francisco Zarco en dos tomos, después de reseñar cada día las discusiones del Congreso Constituyente a través de la columna “Crónica Parlamentaria” del periódico El Siglo XIX. Aquí encon- tramos una fuente que sigue de manera directa el hilo de la narración de un proceso político-constitucional que se presenta y comenta casi “en vivo”, y que contiene la comparación de al menos dos visiones del mundo. La autora presenta en dos cuadros la complejidad y transversalidad de los planteamientos que los legisladores hacen al tema. El estudio pretende pro- fundizar sobre el desarrollo del proceso de secularización del Estado nacionalmoderno a partir de la instauración de un nuevo orden político, en especial, a través de su impacto en el matrimonio y adyacentes, como las relaciones ilí- citas y el divorcio. El análisis abarca las visiones que se colocaron en la mesa de negociación: la moderna, que sancionó al matrimonio como “contrato ci- vil”, y la tradicional, que propagó la religión católica y definió al matrimonio durante siglos como un “contrato-sacramento”. A partir de esa discusión se desprendieron las percepciones de los legisladores en torno al matrimonio; algunos lo señalaron como el “fundamento de la felicidad de la mujer” y otros, con un sentido discursivo implícito, lo colocaron en analogía con la esclavitud, y la infidelidad fue expuesta como “escándalo de inmoralidad”. Una vez más, una investigación muy específica se alterna con visiones de largo plazo para producir un contraste metodológico e historiográfico sobre cruz.indd 25 02/12/11 23:55 26 MARÍA ISABEL CAMPOS GOENAGA • MASSIMO DE GIUSEPPE el encuentro o choque de los proyectos de modernización de la nación frente a las transformaciones concretas de la sociedad. En el largo periodo que transcurrió de la Guerra de Reforma a la Re- volución, época que abarca otro medio siglo de historia y recorre la larga y articulada fase de la paz porfiriana, al mismo tiempo que el mundo vivía la experiencia de la edad de los imperios y la homogenización de los procesos de la segunda revolución industrial, en México se desarrolló una intensa dia- léctica entre la afirmación de instituciones estatales y de los proyectos que apuntalaban, y la identificación de un principio de nacionalidad cada vez más acabado y no necesariamente exclusivo, pero que seguía, de manera si- lenciosa, su obra sincrética de incorporación de fragmentos de modelos. Con la citada “mexicanización” de la Rerum Novarum, el relanzamien- to misionero católico, la reorganización del sistema episcopal seguida del Concilio Plenario Latinoamericano y del laicismo, bien representados por los congresos católicos nacionales, se incorporaron nuevos elementos a los proyectos de identidad católicos. En el otro frente, las doctrinas socialistas, anarquistas, magonistas y proindianistas de Molina Enríquez a Pedro La- micq articulaban el debate sobre la dimensión cívica del Estado-Nación y se movían en terrenos contiguos y distantes desde el enfoque tradicional- modernizador hasta el proceso de construcción de la nación de los científicos porfiristas a Justo Sierra. Esa capacidad sincrética pudo acelerar formas e impulsos durante la eta- pa revolucionaria, envuelta por los múltiples polos de los proyectos que sur- gieron rápidamente sobre la matriz originaria maderista y que convergieron, después, en las distintas experiencias locales y regionales de los grupos arma- dos reunidos por las banderas villistas, zapatistas, constitucionalistas y huer- tistas, entre otras.12 En este sentido, el breve ensayo de José Ángel Beristáin abre, en singular continuidad al de Mónica Savage, la segunda sección del volumen. A partir de un caso específico, las peripecias del vicario Paredes, entra a la intersección de 1915, en el corazón de la época revolucionaria. El sacerdote estuvo a cargo del arzobispado durante el destierro de monseñor 12. Sobre el enfoque de la identidad en la Revolución bajo la perspectiva general existe numerosa historiografía enriquecida por la celebración del Centenario, entre la que se encuentran los volúmenes editados por El Colegio de México; sin embargo, nos remitimos a Knight [1990] y Aguilar Camín y Meyer [1989]. cruz.indd 26 02/12/11 23:55 27 LA CRUZ DE MAÍZ ESTUDIO INTRODUCTORIO José Mora y del Río, y fue detenido por la policía del ejército constitucionalis- ta. Se trata de un caso concreto, en apariencia secundario frente a los grandes planes políticos y socioculturales de las facciones revolucionarias, reconstrui- do aquí a través de la narración oficial de la detención del sacerdote que hizo la prensa procarrancista. Esta experiencia “marginal” permite entrar de ma- nera directa en el universo simbólico y representativo del constitucionalismo al utilizar una fuente de la época. El análisis del relato construido por la prensa capitalina, nos permite en- trever el juego identitario, el uso y la construcción de las dimensiones simbó- licas en una contingencia política particular; es decir, el juego por el control y ejercicio del poder en la capital durante la transición entre el gobierno de la Convención y el Constitucionalista. La propaganda carrancista prestaba gran atención al control de la prensa como una forma de construir el consenso inmediato y la legitimización a mediano plazo, y se presentaba a los lectores como la verdadera defensora de la estabilidad y modernidad. Mostraba al vicario Paredes como el prototipo de cura anacrónico, que representaba el pasado y la traición huertista, amplificada y mitificada como un símbolo an- tipolítico, y se contraponía automáticamente al nuevo papel social, político y cultural de los nacientes gobiernos constitucionalistas. El objetivo final era legitimar a Carranza como el jefe supremo de la revo- lución modernizadora. El pasado colonial, encarnado en la Iglesia decadente y antinacional, y el pasado reciente, bajo la bruma de la Decena Trágica, resonaban con fuerza simbólica en la contingencia específica y particular, sólo en apariencia episódica.13 Así, la legitimación de Carranza no se formuló únicamente a partir de la ridiculización del papel histórico de la Iglesia en los términos del debate alrededor de El Clero calumniado —obra de la que partió esta introducción—, sino por medio de la destrucción sistemática de las propuestas políticas villista y zapatista, así como de otras cosmovisiones o ideas del mundo alternativas. El Diario de la Mañana del 13 de febrero de 1915, decía que “Zapata y Villa, lo repetimos, son dos autómatas, sujetos a una sola fuerza inteligente con fines determinados: la reacción clerical”. La posibilidad de la “redención de México” sería posible por el rechazo, armado y cultural, de propuestas 13. Sobre el uso de esta categoría en el largo plazo, v. Krauze [2005]. cruz.indd 27 02/12/11 23:55 28 MARÍA ISABEL CAMPOS GOENAGA • MASSIMO DE GIUSEPPE que el nuevo liderazgo emergente identificó, con sorprendente continuidad entre maderismo y constitucionalismo, con un pasado anárquico, barroco, bandolero, fanático e irracional en su fragmentación. La Revolución mexicana fue un parteaguas no sólo porque dio al Esta- do, cada vez más sonorense, nueva consistencia e instrumentos con los que podría llevar a cabo la “batalla de civilización” —institucionales, como la Constitución de 1917; culturales, con la Secretaría de Educación Pública, y políticos, como la conjunción entre el Ejecutivo, sindicatos y ejército—, sino también porque contribuyó a resolver el primer nudo de la tensión dialéctica entre pasado y futuro. Se veía la necesidad de incorporar al México profundo e indígena, con sus diferentes tonos de color y catolicismo, a la nación. En esto influyó el drama de la experiencia revolucionaria, el evento za- patista en sus dimensiones real e ideal, que enarboló, por primera vez fuera del contexto local, la bandera de la “rebeldía” social y liberó en un escenario nacional al “México profundo”, tan apreciado por Bonfil, es decir, todo lo indígena o mesoamericano que sobrevivía en él, incluso en las ciudades, ejér- citos y fábricas. Con esta experiencia que sintetizaba las revueltas indígenas del pasado, de nuevo se plantearon cuestiones tales como la tutela de los pueblos, la autonomía cultural y religiosa, las reivindicaciones del “proleta- riado rural” que, en el fondo, era el mismo que cien años antes acompañó el levantamiento del cura Hidalgo contra las Reformas Borbónicas y después, a través de los científicos porfirianos, los “demócratas” maderistas y los “re- accionarios” huertistas. Aunque el pueblo de Anenecuilcono era un enclave indígena aislado como San Juan Chamula, en Chiapas, o Sisoguichic, en la Tarahumara, de al- guna forma liberó a los “fantasmas” del pasado y, al mismo tiempo, reveló la dinámica cambiante y la supervivencia de tiempos culturales diferentes; todo a pocas horas de viaje desde la capital. Quizá lo anterior ayude a explicar la necesidad urgente que movía a Álvaro Obregón y Plutarco Elías Calles para intentar incorporarlo en la “revolución institucionalizada”, en el agrarismo y en una especie de protoindigenismo oficial, hasta la invención del partido durante el Maximato, con el fin de desviar tales complejidades en una nueva construcción política que estabilizara el país y sirviera de advertencia para la posteridad, como las imágenes de los gigantescos murales de Rivera en el nuevo edificio de la Secretaría de Educación Pública. cruz.indd 28 02/12/11 23:55 29 LA CRUZ DE MAÍZ ESTUDIO INTRODUCTORIO Bajo esta óptica se enmarca el texto de Massimo De Giuseppe, que co- mienza con la disputa identitaria sobre el papel educativo y “salvador” del cura y el fraile, en contraposición con el papel “redentor” y “desfanatizador” del maestro federal: un viejo y nuevo agente modernizador que, en compa- ración, mostraban diversos nudos conceptuales y problemas abiertos. En el texto se identifica la prioridad de la educación rural como canal para cons- truir la nación posrevolucionaria y se dibujan puentes simbólicos de enlace entre las etapas obregonista y vasconcelista, callista y de Manuel Puig Casau- ranc y los años del Maximato, el preludio de la escuela socialista cardenista, marcadas por la emergencia de elementos de ruptura y continuidad. De Giuseppe construye una periodización en tres fases que plantea una serie de nuevas demandas alrededor de las transformaciones del triángulo Estado-Iglesia-indígenas: el maestro como “imitador” del cura, el maestro como “sustituto” del cura y el maestro como “enemigo” del cura. Los años de la reconstrucción identitaria del México posrevolucionario estuvieron marcados no sólo por procesos que cambiaron las relaciones entre instituciones centrales y actores locales, en una etapa de competencia radical entre el Estado y la Iglesia, sino por otras vertientes inéditas. Desde la cruza- da alfabetizadora de Vasconcelos, a través de las misiones culturales, hasta la escuela socialista cardenista, el maestro federal fue el agente “periférico” más valioso del Estado, como lo fue el intendente de finanzas en Francia durante el periodo de Luis XIV y el prefecto, en el de Napoleón. En las áreas indígenas del país, los maestros rurales de la Secretaría de Educación Pública (SEP) se confrontaron y, a veces, se enfrentaron con los curas, frailes, catequistas, mayordomos, representantes locales de la Iglesia católica y, en otras ocasiones, sólo con los fantasmas de su pasado y su pre- sencia cultural. Sin embargo, en los pueblos, rancherías y comunidades indí- genas la ideológica “lucha por las almas, entre las tinieblas del pasado y la luz de la modernidad”, sobre la que hablaban los intelectuales civiles, se traducía en algo distinto. Tanto los procesos de incorporación del Estado como la acción evangeli- zadora de la Iglesia chocaban con los mecanismos de resistencia del “Méxi- co profundo” y con su identidad compleja. De aquí surgieron inquietudes originales e intentos para clarificar quiénes eran, política y religiosamente, los indígenas mexicanos. Ésta era una pregunta que acompañó al pedagogo cruz.indd 29 02/12/11 23:55 30 MARÍA ISABEL CAMPOS GOENAGA • MASSIMO DE GIUSEPPE protestante Moisés Sáenz por sus viajes a las sierras, y a las cartas de los predicadores jesuitas en la nueva misión tarahumara a sus superiores ence- rrados en el castillo romano de Borgo S. Spirito. La dupla cristianización- secularización que acompañó a los proyectos de “regeneración nacional” en los gobiernos de Obregón y Calles, chocó con una frontera fragmentada de sistemas culturales e identitarios, de la misma manera que la perspectiva esta- dounidense y la visión romana de la Santa Sede en la disputa sobre el pasado y en la lectura de las problemáticas sociales. La recuperación laico-pedagógica de los proyectos sobre identidad de Vasco de Quiroga y Bartolomé de las Casas y su institucionalización civil en el panteón del protoindigenismo, manifestaba una transferencia simbólico- cultural. En esta fase de intensa “lucha por las almas de la nación”, por citar a Calles, encontramos que a la virgen de Guadalupe se le eleva y desciende de los estandartes y banderas con cierta facilidad, hasta que Manuel Puig, a la cabeza de la SEP, la evocó y el callista Francisco Ramírez la pintó con la apariencia de una virgen revolucionaria y socialista, con la antorcha del Maximato en mano. De nuevo, las fuentes vuelven a cruzarse y a mezclarse; es el caso de prensa, publicaciones, decretos gubernamentales y cartas pasto- rales, pero también de documentos reservados, correspondencia, telegramas, notas e informes de los maestros que se conservan en archivos del Arzobispa- do de México, de la Secretaría de Educación Pública, en el Archivo Secreto Vaticano y en una serie de acervos locales, que representan los materiales de trabajo que se requirieron para la investigación. El enfrentamiento de modelos culminó en la época de la Primera y Segun- da Cristiada y en esta obra se retoma con dos aproximaciones a fuentes muy distintas entre sí. Una de ellas es la de Anamaría González Luna con “Los cristeros en Jalisco: entre identidad religiosa y política”, que trata de recons- truir el proyecto identitario en el movimiento armado católico jalisciense a partir del estudio de fuentes literarias y narraciones orales. Esta investigación muestra que la idea de nación rebasa el proyecto de la “reconquista espiri- tual” del país para aterrizar en un terreno profundamente político. Bajo las cenizas del ennegrecido cuadro, seguían vivos todos los elemen- tos de tipo cristológico y sacramental típicos en el Jalisco cristero, con vagos ecos marianos y expresiones de la religiosidad popular alejada de la sureña e indígena que presentaron los ensayos precedentes. Nos encontramos con un cruz.indd 30 02/12/11 23:55 31 LA CRUZ DE MAÍZ ESTUDIO INTRODUCTORIO clima cultural polarizado ante la idea del enfrentamiento final con el Estado y los “enemigos” de la Iglesia, que repercutía de manera distinta en los Altos de Jalisco, respecto a los círculos burgueses y urbanos afiliados a la Liga. El tema fue abordado por Alicia Olivera, Jean Meyer, Matthew Butler, Moisés González Navarro y otros investigadores, pero en este texto, gracias al corte literario de sus fuentes en el mismo camino de Ruiz Abreu, se ubica en comparación la dimensión pública y la construcción “mítica” de un dis- curso político-religioso particular. En este caso, el mito de la nación católi- ca se compara con varios elementos simbólicos e invenciones de identidad que aparecieron de forma reiterada y se proyectaron en años posteriores: de la supuesta “consonancia entre guadalupanismo e iberoamericaneidad” que aparecieron como algún reclamo o demandas de marca zapatista, a la relectura de la “leyenda negra” colonial, que planteaba las bases de un redes- cubrimiento popular y pequeño burgués e incluso, rural en algunos casos, de la hispanidad. En todo caso, es un punto de partida interesante que podría utilizarse para hacer, en un futuro, una comparación aproximada entre los modelos antitéticos del radicalismo ideológico, como muestran los conte- nidos de dos revistas en apariencia ubicadas en puntos extremos: El David, del cristero y protosinarquista Aurelio Acevedo y el anticlerical declarado La Patria, del general Joaquín Amaro, uno de los protagonistas de la moderniza- ción del ejército mexicano. La reconstrucción de González Luna, fuera del análisis de acontecimien- tos militares de la guerra Cristera, perfila de manera implícita un enlace cul- tural entrela autorrepresentación de la experiencia “de cruzada” y los oríge- nes de la identidad de lo que, años después, sería el primer núcleo ideológico del Partido Acción Nacional. La parte final de la investigación se centra en la transmisión de la memoria frente a la historia olvidada por mucho tiempo, ensombrecida y simplificada, después redescubierta, reinterpretada y publi- cada de acuerdo con el desarrollo de los equilibrios políticos y de la identi- dad a lo largo de un camino que comenzó en la época de apertura alemanista y pasó por la crisis de la hegemonía priista.14 En “Delineaciones del conflicto religioso en la periferia: Sinaloa 1926- 1929”, Félix Brito eligió un enfoque distinto en la contraposición de los 14. Sobre este tema v. Blancarte [1994]. cruz.indd 31 02/12/11 23:55 32 MARÍA ISABEL CAMPOS GOENAGA • MASSIMO DE GIUSEPPE modelos de identidad durante la época cristera. Dejó como telón de fondo los elementos simbólicos y utilizó como filtro la dimensión “periférica” de la guerra, reconstruida por la experiencia de Sinaloa, un estado norteño y en apariencia, marginal. Esta perspectiva atípica ayuda, en cierto sentido, a aprovechar con mayor evidencia —respecto a los casos relevantes y más estu- diados de Jalisco, Michoacán, Zacatecas y Guanajuato— algunos elementos de continuidad y transformación entre la época revolucionaria y los años treinta del siglo XX. El estudio se enmarca en el inicio de un proceso de modernización general y mucho más ambicioso, que en las siguientes décadas transformaría de forma radical el estado noroccidental, como un laboratorio socio-económico, hasta convertirse en un prototipo de la migración estacional indígena de bajo cos- to, durante los años más cercanos a nosotros, de la globalización financiera. En este trabajo, entre la discordia y la división no se refleja con mayor profundidad que en otros estudios, la construcción de proyectos alternativos y articulados del Estado y la Iglesia. Más bien, su análisis pone de manifiesto la fragilidad de las fronteras de la identidad y los movimientos ideológicos, opciones pragmáticas, oportunismos personales y formas de injerencia en la esfera pública con intereses localistas sólo en apariencia. El aporte de su investigación, que se basa en fuentes de prensa y do- cumentos conservados en el Archivo Histórico del Juzgado del Distrito de Mazatlán, es el de subrayar de nueva cuenta la porosidad de los cuerpos de la nación y la dimensión periférica de su proceso de construcción. Como afirma Félix Brito, “la Cristiada en Sinaloa representó un movimiento periférico de escasa importancia en el devenir del conflicto nacional, pero en el ánimo regional de municipios y poblados vinculados al movimiento representó un acontecimiento significativo en su historia”. En el ensayo de Alicia Puente Lutteroth, resurge el proceso de transfor- mación y redefinición identitaria de la idea de nación católica, en el trasfondo de los procesos de secularización y transformación social de los años cin- cuenta y sesenta del siglo XX. Una vez más, en este libro se utiliza una clave de lectura regional que reconstruye el marco de la Iglesia morelense durante el largo obispado de monseñor Sergio Méndez Arceo (1952-1983), pero con una nueva interpretación del contexto nacional influenciada por los impulsos tercermundistas y pan-latinos que navegaron en ese tipo de catolicismo social cruz.indd 32 02/12/11 23:55 33 LA CRUZ DE MAÍZ ESTUDIO INTRODUCTORIO posconciliar. El obispo “modernizador”, que la prensa redefinió sin demasia- dos giros como “el obispo rojo”, entre la renovación y la reinterpre tación del pasado fue no sólo un singular exponente de la renovación posconciliar y un interlocutor eclesiástico de Fidel Castro y Salvador Allende, sino también un protagonista de la experiencia transversal en el México contemporáneo. Ser- gio Méndez Arceo guió a la Iglesia del estado de Morelos durante los sexe- nios presidenciales de Adolfo Ruíz Cortinez, Adolfo López Mateos, Gustavo Díaz Ordaz, Luis Echeverría Álvarez, José López Portillo y Miguel de la Madrid, lo que transformó a la ciudad de Cuernavaca en un laboratorio de la Teología de la Liberación. La interacción entre política, cultura y religión en esta experiencia se con- virtió en un espacio fundamental para las transiciones identitarias, un lugar de encuentro y enfrentamiento entre los proyectos y las pertenencias cultu- rales diferentes, en y más allá del horizonte identitario del Estado-nación. En la reflexión de Puente Lutteroth, con un aparato teórico y documental centrado en la lectura de conceptos como cultura, identidad y memoria, al que añade la perspectiva de un enfoque historiográfico del testigo directo, surge de lleno el dualismo entre elementos de continuidad y fractura: “la enorme complejidad de una realidad en proceso continuo de transformación dinámica y dialéctica entre la representación del hoy y la presencia del ayer”. Se trata de un tema que, por otro lado, habría unido en Cuernavaca los ex- perimentos de psicología social de Lemercier, el ambicioso proyecto de Ivan Illic para reescribir la historia en el Centro Intercultural de Documentación (Cidoc) y los intentos de renovación de la religiosidad popular iniciados en el seno de las Comunidades Eclesiales de Base. Al cuestionarse sobre los posibles escenarios relacionados con los proyec- tos de identidad, el ensayo directamente parece cerrar el círculo de nuestro recorrido y permite reabrir la comparación entre los proyectos utópicos de naturaleza distinta y origen híbrido15 y su aterrizaje concreto, después de cin- co siglos de encuentros y sobreposiciones: de la experiencia franciscana del siglo XVI, que precisamente tenía en Morelos una base experimental, a la época de la segunda Guerra Fría, que en los años ochenta del siglo XX habría 15. Méndez Arceo se formó en una cultura conservadora y profundamente antagónica con el sistema estatal posrevolucionario. cruz.indd 33 02/12/11 23:55 34 MARÍA ISABEL CAMPOS GOENAGA • MASSIMO DE GIUSEPPE redefinido junto a la gran crisis financiera, los caracteres y los modos del in- ternacionalismo panamericano, poniendo a prueba las mismas lógicas nacio- nalistas-identitarias acumuladas en México después de la Independencia, la etapa liberal, la Revolución, el cardenismo, la modernización postalemanista y los intentos tercermundistas de Echeverría Álvarez y López Portillo.16 En el fondo, para respirar, la nación debía enfrentarse de nuevo y con madurez al contexto internacional y tomar conciencia, por fin, de su riqueza interna y de sus fronteras porosas, dentro y más allá de la crisis del sistema político y estatal. Casi a modo de apéndice, nuestro recorrido fragmentario se cierra con el ensayo de María Matilde Benzoni, “El laberinto de la identidad. Imágenes de México en Italia desde la Colonia hasta la Posmodernidad”, una es- pecie de espejo externo. La investigadora busca utilizar el espejo de una construcción imaginaria “externa” y, en consecuencia, “dilatada” y “defor- mante” para comprender los procesos de transformación de la identidad al interior del proceso de construcción de la nación mexicana. Las fuentes que utiliza son políticas y diplomáticas que, inmersas en la historia de las ideas y las opiniones culturales sobre “el otro”, derivan en algunas coorde- nadas historiográficas de base y comparten la continuidad temporal y espa- cial. Por medio del espejo deformante de la lectura externa, las múltiples y diferentes cosmovisiones o ideas del mundo mexicanas, asumen formas distintas y cambiantes, como en el laboratorio del doctor Parnassus, acon- dicionado por el alquimista cinematográfico Terry Gilliam. En este sentido, algunas categorías tradicionales como el conservadurismo, liberalismo, filo hispanismo, indigenismo, revolución y contrarrevolución pierden sus rasgos definidos y codificados. La continua búsqueda de legitimidad y autorrepre- sentación de los
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