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FILOSOFÍA DE LA RELIGIÓN

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FILOSOFÍA 
DE LA RELIGIÓN 
PRIMER AÑO DE BACHILLERATO
II. INTERPRETACIONES NO RELIGIOSAS DEL MUNDO
La religión se relaciona hondamente con la ciencia, la ética, el arte y la técnica.
El ser humano no es sólo un ser religioso, sino que despliega su naturaleza propia en las actividades científica, artística y técnica, así como en el comportamiento moral.
Estas actividades no se desarrollan paralelamente a la actitud y conducta religiosas, sino que interaccionan con éstas y las influyen de diversos modos. 
El hombre religioso es capaz de percibir el hecho de que el mundo recibe gradualmente forma y se convierte en habitación realmente humana, sólo mediante el desarrollo que tiene lugar en la ciencia, el arte, la moral y la técnica.
Es decir, mediante lo que suele llamarse cultura.
El mundo, antes de ser objeto de conocimiento, nos es dado como resistencia a nuestra existencia práctica, y el hombre necesita, por lo tanto, humanizarlo, transformarlo en espacio habitable, bello y ordenado según valores. 
2.1 RELIGIÓN Y CIENCIA
Las relaciones entre la religión y la ciencia se han caracterizado en la Edad Moderna por cierta tensión, que en ocasiones ha llegado hasta la hostilidad.
Parecía que el hombre religioso y el hombre científico no podían convivir pacíficamente.
Sin embargo, los últimos decenios presentan una nueva relación entre la religión y la
Crece la conciencia de que el ser humano dispone en ambas de dos caminos para conocer la realidad y que, siendo diferentes bajo diversos aspectos, manifiestan una convergencia.
La religión sin la ciencia puede quedar encerrada en sí misma, con escasa capacidad para entender plenamente la realidad, mientras que una ciencia ajena al horizonte de la religión deviene incapaz de entender el sentido de lo que investiga.
La relación que historiadores de la ciencia perciben entre cosmovisión bíblica y actitud científica ha contribuido a crear un clima favorable al diálogo.
La doctrina cristiana de la Creación, con su énfasis en la racionalidad del Creador (que produce un universo inteligible), y en su absoluta libertad (que produce un mundo contingente, cuya naturaleza sólo puede descubrirse mediante la investigación y el experimento), ha proporcionado la matriz para el nacimiento y el desarrollo de las empresas científicas.
Puede hablarse de una continuidad orgánica entre Revelación cristiana y ciencia moderna.
Tanto la fe como la ciencia se ocupan de objetos reales, que se hallan penetrados de racionalidad, aunque sus métodos resultan ser diferentes.
Ambas se interrogan sobre cuestiones últimas.
La ciencia moderna parece caminar hacia una visión más realista del mundo y reconoce sus límites para conocer la naturaleza de las cosas, a la vez que muchos científicos se hacen preguntas que sólo tienen respuesta creyente.
La teología ha procurado asimismo superar actitudes defensivas pasadas, que se habían originado en el siglo XVII y reforzado con ideas derivadas de una exégesis deficiente de los textos bíblicos.
Cuando a mediados del siglo XVII se fundó la Royal Society of London, tenía como fin principal que fe y razón científica se mantuvieran separadas, con objeto de evitar todo posible conflicto.
Las palabras pronunciadas por Albert Einstein en 1940:
“… la ciencia sin religión se encuentra tullida, y la religión sin ciencia es ciega”, 
manifiestan lo mucho que han cambiado las cosas desde entonces, porque esa observación tan acertada predomina hoy en la comunidad científica.
La ciencia puede purificar la religión de errores y supersticiones, mientras que la religión puede librar a la ciencia de idolatrías y falsos absolutos.
La religión ha de contribuir a que los cultivadores de la ciencia desarrollen su trabajo como una acción moral que eleve las condiciones de vida de la Humanidad.
La religión puede marcar pautas y señalar caminos, sin entrometerse en asuntos que no son de su competencia ni atribuirse ningúntipo de tutela sobre la ciencia. 
San Juan Pablo II, en 1980 decía:
“En el pasado, los defensores de la ciencia moderna lucharon contra la Iglesia con los eslóganes de la razón, la libertad y el progreso”.
Hoy, a la vista de la crisis sobre el sentido de la ciencia, las múltiples amenazas a su libertad y las dudas de muchos acerca del progreso, se han invertido los frentes de batalla.
Hoy la Iglesia es la defensora”.
“Es defensora de la razón y de la ciencia, a las que declara capaces de alcanzar la verdad; 
defensora de la libertad científica, gracias a la cual la ciencia mantiene su dignidad como un bien humano; 
y
defensora del progreso al servicio de una Humanidad que necesita proteger su existencia y su autorrespeto.”
Un problema actual en las relaciones entre ciencia y religión es la visión denominada cientifista.
El cientifismo niega validez a cualquier idea que no venga avalada por el método científico.
Gozó de máximo apogeo en tiempos del filósofo positivista Augusto Comte (1798-1857) y pervive hoy en la mentalidad de numerosos hombres de ciencia.
Algunos llegan a considerar la ciencia como superación y alternativa de la religión.
Los conocidos hechos de Lourdes, ocurridos en la segunda mitad del siglo XIX, señalan un punto histórico de inflexión en la relación moderna entre religión y ciencia.
En una época de anticlericalismo, cuando ciencia y religión eran antitéticas, Lourdes generó una nueva e inesperada relación entre ambas.
Lejos de debilitarse por los ataques del positivismo, los sucesos inexplicables de Lourdes condujeron a un descrédito acentuado de numerosos círculos científicos y al abandono de prejuicios que la realidad demostró insostenibles.
Entre 1899 y 1913, visitaron Lourdes cerca de 6,300 médicos y muchos cultivadores de la medicina -bastantes de ellos agnósticos declarados-, quienes no disimularon su interés por las curaciones y su deseo de investigarlas con seriedad.
2.2 RELIGIÓN Y ARTE
La religión mantiene una relación inmediata con el arte: es la fuente de todo arte.
Los sentimientos religiosos son los más profundos.
Pugnan por eso con mayor fuerza para lograr una expresión valedera para el mayor número posible de personas, y lo hace en la representación artística.
La historia muestra que todo arte en sus orígenes es religioso.
Dado que lo completamente singular del misterio divino no puede captarse del todo en las formas familiares del mundo cotidiano, se acude al arte para expresarlo con el mayor significado posible que pueda alcanzarse en el mundo finito.
El arte desvela el misterio sagrado, a la vez que lo encubre y respeta.
Todo arte es una vía hacia el misterio del ser, y puede, por lo tanto, aproximar al hombre al misterio divino.
No existe una definición unánime de arte.
Arte es una idea abierta:
 es el reflejo de la vida; 
 es la naturaleza vista a través de lo humano; 
 es la representación humana de la belleza;
 es la expresión de lo infinito en formas finitas.
El arte atañe de modo especial a Dios y a su insondable misterio.
El arte habla tanto a los sentidos como al espíritu.
El arte no es un lujo, sino una necesidad humana en orden a su perfección.
El arte ayuda al hombre a devenir verdaderamente humano.
De la misma manera que no alcanzamos a conocer la íntima naturaleza de la electricidad, de la fuerza de gravedad o del magnetismo, nos resulta imposible penetrar los secretos de la creación artística.
Las obras de arte pueden ser tan inagotables o previsiblescomo los seres humanos.
Se entienden como manifestaciones artísticas las propias de la pintura, la escultura, la arquitectura, el teatro, la literatura, la danza, la música, la poesía, el cine. 
Existe una honda afinidad entre el arte y la religión, y el momento simbólico-figurativo es esencial a lo religioso.
La tradición judeocristiana abunda en el tema de Dios como océano infinito de belleza y como fuente de toda belleza creada.
Además, el hecho de que Dios se haya encarnado y aceptado ser en su humanidad parte de la creación material, contiene un estímulo positivo a tratar el mundo visible como una realidad misteriosa que invita a ser explorada.
La belleza se encuentra íntimamente vinculada a la bondad y a la verdad del mundo.
La experiencia religiosa y la estética encierran aspectos comunes que las aproximan y vinculan.
Las dos desbordan lo meramente cotidiano, penetran la superficie de las cosas, liberan con frecuencia lo imprevisto y lo oculto, y hacen que no se contemple la realidad del mundo únicamente desde el lado útil y pragmático.
El arte puede sugerir el orden y la armonía de lo eterno. 
Platón y Virgilio, poetas de los gentiles, no han dejado en sus ideales artísticos ni una sola huella de oposición a Dios o a lo divino, tal como ellos lo percibían.
Donde no imperan actitudes iconoclastas, las imágenes sagradas se usan como vehículos de la mente, el corazón y los sentidos para conectar con lo santo.
La imagen no cuenta una historia, sino que define una figura evocadora de lo sobrenatural. 
Dentro de las tradiciones que las usan, las funciones de las imágenes son de instrucción, veneración, recuerdo, adorno y embellecimiento.
La imagen se hace generalmente para definir un espacio sagrado, pero también cumple un papel en un marco profano.
La arquitectura no necesita ser expresamente religiosa para desempeñar una función en la expresión de valores perennes que llaman a lo religioso.
Así ocurre con las pirámides de Egipto, el Partenón de Atenas, los templos hindúes y las mezquitas musulmanas.
Pero el arte y la religión, a pesar de sus muchas afinidades, son realidades distintas, como lo son lo bello y lo santo.
El arte es una actividad propia del ser humano, como lo son la política, la economía, la ciencia o la técnica. 
No se confunde con ellas y tampoco se mezcla con la religión.
El artista actúa según sus criterios éticos y conforme a su inspiración.
Es como captado por ésta y sólo a ella debe obedecer.
El artista acepta los hechos de la vida, los traduce en formas de belleza y los hace vehículos de amor, compasión,…
Muestra sus elementos de color, sus aspectos maravillosos y puede señalar su alcance ético.
Construye así un mundo que puede ser más real y más noble aún que la misma realidad.
El arte tiene su gramática, sus estilos y materiales.
Descansa sobre leyes establecidas y ciertas, pero estas normas y cánones son transformados en cada caso por la imaginación y la personalidad del artista, de modo que cada obra de arte es única.
No hay obras de arte moralmente mejores o peores.
Sólo hay obras de arte estéticamente buenas o malas.
Cada artista es su propio método que equivale prácticamente a su temperamento.
El arte contiene siempre racionalidad.
Hay en él esfuerzo racional.
Si un artista desfigura los objetos que pinta,hay que suponer en principio que tiene motivos artísticos para hacerlo.
Dado que todo arte verdadero es racional, puede ser sometido a crítica.
El arte moderno tiende a prescindir de códigos sancionadores y de principios estéticos establecidos.
Pinta ideas más que cosas o figuras.
Es un arte deshumanizado y menos popular que el arte clásico o romántico.
El arte tiene también su patología.
Es en último término creación y expresión de un ser caído y defectuoso, como es el hombre.
El artista puede deformar la realidad como un modo de interpretarla, subrayar en ella determinados aspectos, exagerar conscientemente pasiones o cualidades humanas, como vía para describirlas más adecuadamente, o trastocar figuras para mostrar lo que considera su verdadero sentido.
 Todo esto no supone corrupción seria del arte.
Son experimentos estéticos que habrán de juzgarse por sus propios méritos y resultados productores o no de humanidad.
El arte se corrompe cuando se hace mercenario.
Ocurre así frecuentemente en el marketing.
La comercialización de la estética, su reducción a basura, es una de las características definitorias de las culturas capitalistas; se han usado citas de Shakespeare para vender detergente en polvo; se empleó un tema de Haydn para poner ritmo al lanzamiento de una marca de calcetines.
Se corrompe especial y gravemente el arte cuando se pone al servicio de causas ideológicas y de políticas malvadas o cuando explota por ganancia económica y mala voluntad del artista las bajas pasiones humanas.
Hay obras de calidad que se han compuesto para apoyar sangrientas e injustas revoluciones.
El arte y la estética no son por sí mismos salvadores del hombre, ni la apreciación del arte supone necesariamente virtudes auténticas en la persona.
Un hombre que comete acciones viles y malvadas puede valorar y amar la belleza sin que eso le haga mejor como ser humano.
La belleza y el arte pueden poner al hombre en vías de salvación, pero ésta no viene principalmente y menos únicamente a través de lo estético.
La obra artística se hace realidad objetiva y adquiere vida propia, que es independiente de su creador.
Puede entonces ser juzgada por otros, al margen de las intenciones del artista, por su impacto público y social.
Deriva de esto una responsabilidad para el artista precisamente por haber producido algo vivo.
El artista y el pensador han de verse a sí mismos como responsables hasta el fin de los tiempos no sólo del uso, sino también del abuso que se haga de su obra.

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