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esta hipótesis, poquísimas de las especies más antiguas han dado descen-
dientes hasta el día de hoy; y como todos los descendientes de una mis-
ma especie forman una clase, podemos comprender cómo es que existen
tan pocas clases en cada una de las divisiones principales de los reinos
animal y vegetal. Aunque pocas de las especies más antiguas hayan deja-
do descendientes modificados, sin embargo, en períodos geológicos re-
motos la tierra pudo haber estado casi tan bien poblada como actualmen-
te de especies de muchos géneros, familias, órdenes y clases.
Sobre el grado a que tiende a progresar la organización
La selección natural obra exclusivamente mediante la conservación y
acumulación de variaciones que sean provechosas, en las condiciones or-
gánicas e inorgánicas a que cada ser viviente está sometido en todos los
períodos de su vida. El resultado final es que todo ser tiende a perfeccio-
narse más y más, en relación con las condiciones. Este perfeccionamiento
conduce inevitablemente al progreso gradual de la organización del ma-
yor número de seres vivientes, en todo el mundo. Pero aquí entramos en
un asunto complicadísimo, pues los naturalistas no han definido, a satis-
facción de todos, lo que se entiende por progreso en la organización.
Entre los vertebrados entran en juego, evidentemente, el grado de inte-
ligencia y la aproximación a la conformación del hombre. Podría creerse
que la intensidad del cambio que las diferentes partes y órganos experi-
mentan en su desarrollo desde el embrión al estado adulto bastaría como
tipo de comparación; pero hay casos, como el de ciertos crustáceos pará-
sitos, en que diferentes partes de la estructura se vuelven menos perfec-
tas, de modo que no puede decirse que el animal adulto sea superior a su
larva. El tipo de comparación de von Baer parece el mejor y el de mayor
aplicación: consiste en el grado de diferenciación de las partes del mismo
ser orgánico -en estado adulto, me inclinaría a añadir yo- y su especiali-
zación para funciones diferentes o, según lo expresaría Milne Edwards,
en el perfeccionamiento en la división del trabajo fisiológico.
Pero veremos lo obscuro de este asunto si observamos, por ejemplo,
los peces, entre los cuales algunos naturalistas consideran como superio-
res a los que, como los escualos, se aproximan más a los anfibios, mien-
tras que otros naturalistas consideran como superiores los peces óseos
comunes, o peces teleósteos, por cuanto son éstos los más estrictamente
pisciformes y difieren más de las otras clases de vertebrados. Notamos
aún más la obscuridad de este asunto fijándonos en las plantas, en las
cuales queda naturalmente excluido por completo el criterio de
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