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casta no cruzada, pero en la cual ambos progenitores hayan perdido al-
gún carácter que sus antepasados poseyeron, la tendencia, enérgica o dé-
bil, a reproducir el carácter perdido puede transmitirse durante un nú-
mero casi ilimitado de generaciones, según se hizo observar antes, a pe-
sar de cuanto podamos ver en contrario. Cuando un carácter perdido en
una raza reaparece después de un gran número de generaciones, la hipó-
tesis más probable no es que un individuo, de repente, se parezca a un
antepasado del que dista algunos centenares de generaciones, sino que el
carácter en cuestión ha permanecido latente en todas las generaciones
sucesivas, y que, al fin, se ha desarrollado en condiciones favorables des-
conocidas. En la paloma barb, por ejemplo, que rara vez da individuos
azules, es probable que haya en cada generación una tendencia latente a
producir plumaje azul. La improbabilidad teórica de que esta tendencia
se transmita durante un número grande de generaciones no es mayor
que la de que se transmitan de igual modo órganos rudimentarios o
completamente inútiles. La simple tendencia a producir un rudimento se
hereda, en verdad, algunas veces de este modo.
Como se supone que todas las especies del género descienden de un
progenitor común, se podría esperar que variasen accidentalmente de
una manera análoga, de modo que las variedades de dos o más especies
se asemejasen entre sí, o que una variedad de una especie se asemejase
en ciertos caracteres a otra especie distinta, no siendo esta otra especie,
según nuestra teoría, más que una variedad permanente y bien marcada.
Pero los caracteres debidos exclusivamente a variaciones análogas serían
probablemente de poca importancia, pues la conservación de todos los
caracteres funcionalmente importantes habrá sido determinada por la se-
lección natural, según las diferentes costumbres de la especie. Se podría
además esperar que las especies del mismo género presentasen de vez en
cuando reversiones a caracteres perdidos desde mucho tiempo. Sin em-
bargo, como no conocemos el antepasado común de ningún grupo natu-
ral, no podemos distinguir los caracteres debidos a variación análoga y
los debidos a reversión. Si no supiésemos, por ejemplo, que la paloma
silvestre, progenitora de las palomas domésticas, no tiene plumas en las
pies ni plumas vueltas en la cabeza, no podríamos haber dicho si estos
caracteres, en las razas domésticas, eran reversiones o solamente variac-
iones análogas; pero podríamos haber inferido que el color azul era un
caso de reversión, por las numerosas señales relacionadas con este color,
que probablemente no hubiesen aparecido todas juntas por simple varia-
ción, y especialmente podríamos haber inferido esto por aparecer con
tanta frecuencia el color azul y las diferentes señales cuando se cruzan
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