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superficie ocupada por los individuos de una especie en un país cualqu-
iera no depende en modo alguno exclusivamente del cambio gradual de
las condiciones físicas, sino que depende, en gran parte, de la presencia
de otras especies de las que vive aquélla, o por las cuales es destruida, o
con las que entra en competencia; y como estas especies son ya entidades
definidas que no pasan de una a otra por gradaciones insensibles, la ex-
tensión ocupada por una especie, dependiendo como depende de la ex-
tensión ocupada por las otras, tenderá a ser rigurosamente limitada. Es
más: toda especie, en los confines de la extensión que ocupa, donde exis-
te en número más reducido, estará muy expuesta a completo exterminio,
al variar el número de sus enemigos o de sus presas o la naturaleza del
clima y, de este modo, su distribución geográfica llegará a estar todavía
más definidamente limitada.
Como las especies próximas o representativas, cuando viven en una
región continua, están, por lo general, distribuidas de tal modo que cada
una ocupa una gran extensión con un territorio neutral relativamente es-
trecho entre ellas en el cual se hacen casi de repente más y más raras, y
como las variedades no difieren esencialmente de las especies, la misma
regla se aplicará probablemente a unas y otras: y si tomamos una especie
que varía y que vive en una región muy grande, tendrá que haber dos
variedades adaptadas a dos espacios grandes y una tercera a una zona
intermedia estrecha. La variedad intermedia, por consiguiente, existirá
con número menor de individuos, por habitar una región menor y más
estrecha, y prácticamente, hasta donde podemos averiguar, esta regla se
comprueba en las variedades en estado natural. Me he encontrado con
ejemplos notables de esta regla en el caso de las variedades intermedias
que existen entre variedades bien señaladas en el género Balanus, y de
las noticias que me han dado míster Watson, el doctor Asa Gray y míster
Wollaston, resultaría que, por lo general, cuando se presentan varieda-
des intermedias entre dos formas, son mucho más escasas en número de
individuos que las formas que enlazan. Ahora bien: si podemos dar cré-
dito a estos hechos e inducciones y llegar a la conclusión de que las var-
iedades que enlazan otras dos variedades han existido generalmente con
menor número de individuos que las formas que enlazan, entonces po-
demos comprender por qué las variedades intermedias no resisten du-
rante períodos muy largos; porque, por regla general, son exterminadas
y desaparecen más pronto que las formas que primitivamente enlazaron.
En efecto todas las formas que existen representadas por un corto nú-
mero de individuos, corren, según vimos, mayor riesgo de ser extermina-
das que las que están representadas por un gran número, y, en este caso
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