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insignificantes como la coloración, el timbre desagradable de la voz y el
vuelo ondulado, se manifiesta claramente su parentesco con nuestro pá-
jaro carpintero común, y, sin embargo -como puedo afirmar, no sólo por
mis propias observaciones, sino también por las de Azara, tan exacto- en
algunos grandes distritos no trepa a los árboles y hace sus nidos en agu-
jeros en márgenes. En otros distritos, sin embargo, este mismo pájaro car-
pintero, según manifiesta míster Hudson, frecuenta los árboles y hace
agujeros en el tronco para anidar. Puedo mencionar, como otro ejemplo
de las costumbres diversas de este género, que De Saussure ha descrito,
que un Colaptes de Méjico hace agujeros en madera dura para depositar
una provisión de bellotas.
Los petreles son las aves más aéreas y oceánicas que existen; pero en
las bahías tranquilas de la Tierra del Fuego la Puffinuria berardi, por sus
costumbres generales, por su asombrosa facultad de zambullirse, por su
manera de nadar y de volar cuando se la obliga a tomar el vuelo, cualqu-
iera la confundiría con un pingüino o un somormujo, y, sin embargo,
esencialmente es un petrel, pero con muchas partes de su organismo mo-
dificadas profundamente, en relación con su nuevo género de vida,
mientras que la conformación del pájaro carpintero de La Plata se ha mo-
dificado tan sólo ligeramente. En el caso del tordo de agua, el más pers-
picaz observador, examinando el cuerpo muerto, jamás hubiese sospe-
chado sus costumbres semiacuáticas, y, sin embargo, esta ave, relaciona-
da con la familia de los tordos, encuentra su alimento buceando, para lo
que utiliza sus alas bajo el agua y se agarra a las piedras con las patas.
Todos los miembros del gran orden de los insectos himenópteros son te-
rrestres, excepto el género Proctotrupes, que sir John Lubbock ha descub-
ierto que es de costumbres acuáticas; con frecuencia entra en el agua y
bucea, utilizando, no sus patas, sino sus alas, y permanece hasta cuatro
horas debajo del agua; sin embargo, no muestra modificación alguna en
su estructura relacionada con sus costumbres anómalas.
El que crea que cada ser viviente ha sido creado tal como ahora lo ve-
mos, se tiene que haber visto algunas veces sorprendido al encontrarse
con un animal cuyas costumbres y conformación no están de acuerdo.
¿Qué puede haber más evidente que el que los pies con membranas in-
terdigitales de los patos y gansos están hechos para nadar y, sin embar-
go, existen los gansos de tierra, que tienen membranas interdigitales,
aunque rara vez se acercan al agua, y nadie, excepto Andubon, ha visto
al rabihorcado, que tiene sus cuatro dedos unidos por membranas, po-
sarse en la superficie del mar. Por el contrario, los somormujos y las fo-
chas son eminentemente acuáticos, aun cuando sus dedos están tan sólo
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