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por otros seres. Veamos ahora cómo tiende a obrar este principio de las
ventajas que se derivan de las diferencias de caracteres, combinado con
los principios de la selección natural y de la extinción.
El cuadro adjunto nos ayudará a comprender este asunto, algo compli-
cado. Supongamos que las letras A a L representan las especies de un gé-
nero grande en su propio país; se supone que estas especies se asemejan
entre sí en grados desiguales, como ocurre generalmente en la naturaleza
y como está representado en el cuadro, por estar las letras a distancias
desiguales. He dicho un género grande porque, como vimos en el capítu-
lo segundo, en proporción, varían más especies en los géneros grandes
que en los géneros pequeños, y las especies que varían pertenecientes a
los géneros grandes presentan un número mayor de variedades. Hemos
visto también que las especies más comunes y difundidas varían más
que las especies raras y limitadas. Sea A una especie común muy difun-
dida y variable, perteneciente a un género grande en su propia región.
Las líneas de puntos ramificados y divergentes de longitudes desiguales,
procedentes de A, pueden representar su variable descendencia. Se su-
pone que las variaciones son ligerísimas, pero de la más diversa natura-
leza; no se supone que todas aparezcan simultáneamente, sino, con frec-
uencia, tras largos intervalos de tiempo; ni tampoco se supone que per-
sistan durante períodos iguales. Sólo las variaciones que sean en algún
modo ventajosas serán conservadas o naturalmente seleccionadas. Y en
este caso aparece la importancia del principio de la ventaja derivada de
la divergencia de caracteres, pues esto llevará, en general, a que se con-
serven y acumulen por selección natural las variaciones más diferentes o
divergentes, representadas por las líneas de puntos más externas. Cuan-
do una línea de puntos llega a una de las líneas horizontales y está allí
marcada con una letra minúscula con número, se supone que se ha acu-
mulado una cantidad suficiente de variación para constituir una varie-
dad bien marcada; tanto, que se la juzgaría digna de ser registrada en
una obra sistemática.
Los intervalos entre las líneas horizontales del cuadro puede represen-
tar cada uno un millar de generaciones o más. Después de un millar de
generaciones se supone que la especie A ha producido dos variedades
perfectamente marcadas, que son a1 y m2. Estas dos variedades estarán,
por lo general, sometidas todavía a las mismas condiciones que hicieron
variar a sus antepasados, y la tendencia a la variabilidad es en sí misma
hereditaria; por consiguiente, tenderán también a variar, y, por lo co-
mún, casi del mismo modo que lo hicieron sus padres. Es más: estas dos
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