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Neuroanatomia_funcional_de_las_emociones

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CAPITULO 17 
 
NEUROANATOMÍA FUNCIONAL DE LAS EMOCIONES 
Jaime R. Silva 
 
En Slachevsky, A., Manes, F., Labos, E., & Fuentes, P. Tratado de Neuropsicología y Neuropsiquiatr-
ía Clínica. 2008 
 
 
 
 
 
 
1. INTRODUCCIÓN 
 
El siguiente capítulo es una revisión actua-
lizada de la neuroanatomía funcional de las 
emociones, en la cual se describen los últimos 
hallazgos empíricos así como el respectivo 
debate teórico. Como cualquier esfuerzo intelec-
tual en el ámbito de la afectividad se enfrentan 
dos desafíos insoslayables: La confusa defini-
ción conceptual y la multiplicidad de perspecti-
vas respecto de la emoción. Tal como ocurre 
con otras funciones psicológicas, la definición 
del concepto de emoción es controvertida.1-2 Por 
un lado, el rango de conductas que se catalogan 
como ―afectivas‖ es muy amplio y de límites no 
del todo claros (i.e. emoción, estados de ánimo, 
sentimientos, disposiciones anímicas, etc.). Por 
el otro, los fenómenos descritos como ―emo-
ción‖ propiamente tal, también son múltiples, 
heterogéneos y muchas veces contradictorios 
entre sí.3 Consecuentemente, no existe un con-
senso científico en los elementos que debe in-
cluir una clasificación del repertorio afectivo 
humano ni tampoco respecto de los componen-
tes de la emoción en sí.4 
 
En otro nivel de análisis, el estudio de la 
emoción se aborda desde numerosas disciplinas 
y bajo enfoques no siempre complementarios.3 
Incluso dentro de dominios científicos muy 
acotados existe diversidad de aproximaciones 
que hacen muy complejo el panorama de quie-
nes se interesan por conocer este objeto de estu-
dio. Por ejemplo, si bien gran parte de las con-
ductas y fenómenos que se asocian a la emoción 
se atribuyen a estructuras del sistema nervioso 
central, no es menos cierto que existe un impor-
tante cuerpo teórico y empírico que destacan el 
rol de del sistema nervioso periférico en la afec-
tividad.5-6 
 
Así, no debe perderse de vista que la emo-
ción es resultado de una compleja interacción 
entre múltiples variables en múltiples niveles.7 
Por ello, la exclusión en este capítulo de algunos 
dominios explicativos es reflejo de la necesaria 
limitación de los objetivos que se han trazado al 
elaborar el texto y no del estado científico del 
entendimiento de este objeto de estudio. 
 
Teniendo en consideración dichas limita-
ciones, podemos definir la emoción como ―epi-
sodios de cambios coordinados, en varios siste-
mas de respuesta (incluyendo al menos la expe-
riencia subjetiva en la forma de un sentimiento, 
expresiones emocionales y una reacción neuro-
fisiológica), ante un evento de importancia para 
el organismo‖.4 Dichos episodios tienen a ser 
más bien breves, y generalmente tienen asocia-
dos algunos patrones específicos de respuesta 
facial.8 
 
El marco conceptual donde se inserta este 
trabajo surge de la Neurociencia Afectiva, dis-
ciplina que examina el sustrato cerebral de las 
emociones valiéndose de principios, métodos y 
técnicas de diversas áreas científicas afines 
(neurociencia cognitiva, psicobiología, psi-
quiatría, psicología, etc.). 9-11 Aunque el estudio 
neurocientífico de la emoción es un programa 
de investigación amplio, en ningún caso explica 
completamente el fenómeno que aludimos y, 
como otras disciplinas, no ha estado exento de 
contradicciones y hallazgos controvertidos. 
Además no existe un transito expedito desde las 
formulaciones teóricas a los hallazgos empíri-
cos. Por ejemplo, a través de un meta-análisis, 
Phan y colaboradores 12 reportan tal variedad y 
distribución de los hallazgos en neuroimagen 
asociados a la emoción que es difícil proponer 
la existencia de un sistema cerebral netamente 
especializado. La evidencia apunta más bien a 
que la respuesta emocional humana se distribu-
ye y representa en múltiples regiones de la cor-
teza y de las estructuras subcorticales. 
 
El capítulo aborda la neuroanatomía fun-
cional esbozando, en primer lugar, un breve 
panorama general de cómo se ha desenvuelto el 
estudio neurocientífico de la emoción a través 
de la historia, concluyendo con los dilemas y 
enfoques actuales de éste. Luego, se revisa el 
estado actual del conocimiento empírico y teóri-
Tratado de Neuropsicología y Neuropsiquiatría Clínica 378 
co respecto de alguna de las estructuras cerebra-
les que más evidencia han generado respecto a 
distintos aspectos de la respuesta emocional 
humana: la amígdala, la corteza cingulada ante-
rior y la corteza prefrontal. 13 Finalmente, se 
concluye con una síntesis que arroja luces sobre 
futuros desafíos de las ciencias de la emoción. 
 
2. EN BUSCA DEL CEREBRO 
EMOCIONAL 
 
El comienzo del estudio científico de la 
emoción se atribuye a dos grandes pioneros de 
la biología evolucionista y la psicología, respec-
tivamente; Charles Darwin y William James.14-
16 Ambos autores, con diferente énfasis, dedica-
ron parte de su obra a la descripción y explica-
ción del fenómeno emocional bajo una perspec-
tiva biopsicológica. Darwin concibió las emo-
ciones humanas como la expresión de conductas 
evolutivamente primigenias, que eran observa-
bles en una buena parte del reino animal. Com-
plementariamente, describió la existencia de un 
repertorio definido de emociones, que poste-
riormente recibió el nombre de ―emociones 
básicas‖, cuya expresión era común a todas las 
culturas. La concepción de Darwin implícita-
mente involucra la existencia de una determina-
ción biológica importante en la conformación 
del dominio afectivo humano, teniendo la evo-
lución un rol central en ello. William James por 
su parte es el co-autor de la llamada ―teoría 
periférica de las emociones‖. Según su explica-
ción, las emociones serían una forma de percep-
ción, principalmente de los cambios somáticos 
asociados a una reacción emocional. Este plan-
teamiento fue cuestionado por Cannon 17 y Bard 
18 al proponer la ―teoría central de las emocio-
nes‖, cuya tesis fundamental sostiene que las 
emociones son producto del sistema nervioso 
central. 
 
Aunque desde el inicio del abordaje cientí-
fico de las emociones hubo un fuerte acento en 
los aspectos biológicos, no fue hasta la delimi-
tación del circuito de Papéz, 19 y posteriormente 
la introducción del concepto de sistema límbico, 
20 que se planteó la existencia de sistemas cere-
brales para la emoción. Tanto Papéz como 
McLean enfatizaron estructuras subcorticales 
como los componentes esenciales del sistema 
cerebral emocional. Si bien esta idea tuvo una 
influencia positiva en el avance y comprensión 
de los sustratos neurobiológicos de la afectivi-
dad, favoreció la creencia que las emociones 
eran una función cerebral exclusivamente sub-
cortical. Esto explica en parte el tardío avance 
del conocimiento del rol corteza cerebral en la 
afectividad. De hecho, fuera de algún reporte 
anecdótico en pacientes con daño cerebral corti-
cal, no hubo un estudio sistemático de la parti-
cipación de la corteza cerebral en las emociones 
hasta al menos los años setenta. 21 Gracias al 
explosivo aumento de la cantidad y calidad de la 
investigación neurocientífica, no sólo se ha 
puesto en entredicho la validez anatomofuncio-
nal del concepto de ―sistema límbico‖22, sino 
que además se considera a la afectividad como 
una función cerebral representada en todo el eje 
neuronal, en múltiples regiones y estructuras. El 
llamado ―cerebro emocional‖ 13 más que un 
sistema claramente delimitado es una compleja 
rede de estructuras interconectadas cuya función 
en ningún caso es exclusivamente delimitada al 
ámbito afectivo. 
 
A continuación se expone la evidencia 
concerniente a tres regiones cerebrales claves en 
la organización de la respuesta emocional 
humana; la amígdala, la corteza cingulada ante-
rior y la corteza prefrontal. En cada una de ellas 
existe evidencia bien documentada de su parti-
cipación en alguno de los componentes centra-
les de la emoción. 
 
 
 
3. LA AMIGDALA 
 
Una de estructuras del sistema nervioso 
central que más estudios hangenerado respecto 
de las emociones es la amígdala. Sin considerar 
el debate respecto de la pertinencia de conside-
rar la amígdala como una estructura unitaria, 
anatómica y funcionalmente hablando, se puede 
sostener que existe evidencia contundente que la 
amígdala participa de la respuesta emocional al 
menos en tres niveles. En primer lugar los datos 
provenientes de numerosas investigaciones en 
animales y humanos muestran que las hormonas 
del estrés liberadas por experiencias emociona-
les influencian la consolidación de memorias y 
que esa influencia es mediada por la amígdala. 
Por ejemplo, sujetos humanos con lesiones de la 
amígdala bilaterales 23 y unilaterales 24 no evi-
dencian la facilitación de la consolidación de 
recuerdos de experiencias afectivamente rele-
vantes. Aunque esta evidencia apunta a la con-
solidación de memorias negativas, al parecer la 
consolidación de recuerdos positivos también 
requiere la participación de la amígdala. 25 
 
En otra línea de evidencias, los reportes de 
diversos grupos de investigación sugieren un 
fuerte envolvimiento de la amígdala en el reco-
nocimiento de expresiones emocionales. Los 
pacientes con lesiones bilaterales en ella tienen 
dificultades en reconocer expresiones afectivas 
negativas, especialmente de miedo, en los ros-
tros de otras personas. 26-29 Este efecto parece 
Tratado de Neuropsicología y Neuropsiquiatría Clínica 379 
ser más pronunciado en personas con lesiones 
bilaterales, pues la lesión unilateral de la amíg-
dala se acompaña de dificultades en el recono-
cimiento de expresiones emocionales de menor 
intensidad. 30 No es extraño, debido a la impor-
tancia que tiene la adecuada ―lectura‖ de las 
expresiones y claves afectivas para la regulación 
de las relaciones interpersonales, que los sujetos 
con lesiones bilaterales de la amígdala padezcan 
de serias dificultades en su interacción social. 29 
Los estudios de imagen funcional en personas 
normales han confirmado los hallazgos en le-
siones cerebrales mostrando además que la 
amígdala permite un procesamiento automático, 
breve y no necesariamente consciente de la 
expresión emocional de un rostro. 31-32 Final-
mente, una tercera función emocional atribuida 
a la amígdala es el procesamiento del miedo 
durante el condicionamiento conductual. 33-34 
Estudios en roedores utilizando la modalidad 
sensorial auditiva han revelado que la informa-
ción del estímulo condicionado sigue una ruta 
desde el receptor al tálamo y luego hacia el 
córtex cerebral y desde estos dos últimos hacia 
la amígdala. Existirían por ende dos vías del 
procesamiento de un estímulo condicionado en 
la amígdala; una vía talámica de procesamiento 
rápido que representa imprecisamente la entrada 
sensorial y una vía cortical lenta que implica 
una representación de mayor complejidad del 
estímulo. 34 En humanos la evidencia es conver-
gente. Los sujetos con lesión de la amígdala 
presentan alteraciones en el condicionamiento al 
miedo, 35 mientras que sujetos normales en 
estudios con imagen funcional muestran un 
incremento de la actividad de la amígdala en 
tareas experimentales comparables. 36 En este 
contexto se ha realizado una interesante distin-
ción: Mientras que la amígdala juega un rol en 
el aprendizaje y almacenamiento de memorias 
implícitas de miedo, el hipocampo sería respon-
sable de la adquisición de memoria declarativa. 
37 Por ello, las personas con daño selectivo de la 
amígdala con un hipocampo intacto no adquirir-
ían respuestas condicionadas a estímulos ame-
nazantes pero aprenderían las circunstancias en 
donde ocurrió el condicionamiento, mientras 
que el daño del hipocampo afectaría el aprendi-
zaje explicito pero no la adquisición implícita de 
miedo condicionado. 35 En conjunto, este cuerpo 
de evidencia indica que la amígdala tiene un rol 
crítico en la generación de una respuesta de 
alarma y defensa frente a estímulos amenazan-
tes. 34 Así, la percepción y organización de 
respuesta frente a estímulos de esa clase (inclu-
yendo la percepción de la expresión de emocio-
nes en rostros de otras personas) dependería 
significativamente de la amígdala. 
 
4. LA CORTEZA CINGULADA 
ANTERIOR 
 
La corteza cingulada anterior (CCA) es una 
zona cerebral donde confluyen múltiples siste-
mas funcionales y por ende es una estructura 
clave en la integración y modulación de éstos. 
Existe una creciente evidencia de diferenciación 
funcional en la CCA y se ha propuesto la exis-
tencia una porción rostral ―emocional‖ y una 
ventral ―cognitiva‖. 38 Como parte de la corteza 
paralímbica del lóbulo frontal, la CCA se ha 
implicado tradicionalmente en la función auto-
rreguladora del córtex frontal.39 Los hallazgos 
iniciales develaron que algunos procesos de 
atención y memoria eran modulados en parte 
por la CCA.38 Específicamente, las tareas que 
requerían la coordinación de recursos cognitivos 
así como el control ejecutivo de la atención 
consistentemente reclutaban a la CCA. Por 
ejemplo, el monitoreo del error y la organiza-
ción de la conducta ante demandas de respuestas 
conflictivas (i.e. tareas go-nogo) han mostrado 
depender de dicha estructura cerebral. Por otra 
parte, los estudios experimentales que utilizan 
estímulos autorreferenciales (que aluden a la 
autoimagen o identidad personal) sugieren un 
importante rol de la CCA en la auto-conciencia. 
Así, en un estudio de imagen funcional con 
TEP, Kjaer et al.40 sostienen que la CCA for-
maría parte de un núcleo parietofrontal involu-
crado en los estados de conciencia autoreflexi-
va. En dicha investigación, la CCA se activaba 
intensamente cuando a los participantes se les 
pedía reflexionar acerca de su autoimagen física 
en comparación con la reflexión respecto de otra 
persona. Varios reportes convergen en esta zona 
y otras regiones mediales de la corteza cerebral 
como la zona prefrontal medial, la corteza cin-
gulada posterior y el precuneus. 
Si consideramos que cualquier situación o 
estímulo que activa la respuesta afectiva es 
―intrínsicamente‖ autorreferencial, 41 no extraña 
los múltiples estudios que muestran la participa-
ción de la CCA en la respuesta emocional. Co-
mo se mencionó, los estudios experimentales y 
de meta-análisis validan la diferenciación fun-
cional de la CCA, develando una porción rostral 
―afectiva‖. Por ello se afirma actualmente que el 
componente cognitivo asociado a la CCA no es 
exclusivo sino que incluiría una función emo-
cional ―evaluadora‖. Por ejemplo Luu y sus 
colaboradores, 42 analizaron la respuesta de la 
CCA en sujetos con alta negatividad emocional 
(como rasgo de personalidad) frente a la ejecu-
ción de errores en condiciones de alto y bajo 
involucramiento emocional. La CCA se activa-
ba con mayor magnitud en tareas donde había 
mayor participación de la emocionalidad. Así 
mismo, cuando se recibe una retroalimentación 
Tratado de Neuropsicología y Neuropsiquiatría Clínica 380 
negativa (―Ud. se ha equivocado‖), la respuesta 
de la CCA es mayor en condiciones en las cua-
les los sujetos reportan haber estado más invo-
lucrados emocionalmente (por ejemplo cuando 
había una recompensa monetaria por la tarea). 
En conjunto, estos datos señalan que la CCA 
tendría un rol en la evaluación cognitiva ―moti-
vada‖ de la conducta y la autoimagen. Luu y 
Tucker, 43 en una integración teórica notable, 
bajo una ―teoría de la regulación de la acción‖, 
han propuesto un modelo de su funcionamiento: 
La CCA sería central para el aprendizaje donde 
la conducta es relevante para un contexto moti-
vacional, el monitoreo de tal acción y el cambio 
a diferentes acciones cuando las consecuencias 
no son las esperadas. Más aun proponen que en 
la CCA se representarían verdaderos ―puntos de 
equilibrio afectivo‖ que cuando son violados 
activarían una cascada de conductas para su 
reestablecimiento. Congruente a ello, la CCA se 
activa principalmente en condiciones de ―rele-
vancia motivacional‖ ante la evaluación de 
errores conductuales, el monitoreo de la acciónen general y estímulos que relacionados con la 
identidad personal. De hecho se puede sostener 
que la ―identidad personal‖ es, en la jerarquía 
evolutiva, el máximo ―punto de equilibrio psi-
cológico‖ posible, donde las experiencias per-
sonales son evaluadas y administradas según un 
auto-concepto. La significativa activación de la 
CCA en tareas autorreferenciales así como los 
estudios citoarquitectonicos que develan la 
aparición evolutiva reciente de grupos celulares 
en la CCA son consistentes con esa afirmación. 
En congruencia, las lesiones de la CCA se 
acompañan de cambios conductuales y psicoló-
gicos acordes con la evidencia antes presentada. 
Por ejemplo, Damasio y Van Hoesen 44, así 
como Cohen y asociados 45, reportan alteracio-
nes de la espontaneidad del comportamiento que 
se traducen en ausencia de conductas volunta-
rias o de la motivación a iniciar conductas. Más 
aun, los primeros autores llegaron a describir a 
sus pacientes como sujetos de ―mente vacía‖. 
Adicionalmente, un estudio reciente 46 devela 
que desde el punto de vista de la experiencia 
emocional, los pacientes con daño circunscrito 
de la CCA experimentan una marcada disminu-
ción de la intensidad de emociones como la 
tristeza y el miedo. Así mismo, en esos pacien-
tes se observan dificultades en el reconocimien-
to de emociones en otros así como cambios en 
la conducta social. 
 
5. LA CORTEZA CEREBRAL 
 
El estudio de la relación entre la corteza ce-
rebral y las emociones ha adquirido una fuerte 
relevancia durante los últimos 15 años. Si bien a 
lo largo de toda la historia de la neuropsicología 
existen estudios respecto de la participación de 
la corteza cerebral en la afectividad, como se 
mencionó anteriormente, existió un sesgo gene-
ralizado en considerar a la emoción una función 
cerebral esencialmente subcortical.21 Sin em-
bargo, la dicotomía cortical/subcortical parece 
no armonizar con la evidencia que le atribuye 
un rol a la corteza cerebral en la percepción, 
expresión y experiencia de la emoción. 
En general, los datos de diversos grupos de 
investigación sugieren que las subdivisiones de 
la CPF tienen roles diferentes en la conforma-
ción de la experiencia emocional. 47-48 Desde el 
punto de vista funcional existiría en la CPF un 
circuito que incluye la corteza orbitofrontal y 
ventromedial,49 relacionado con lo que se ha 
llamado el ―afecto nuclear‖7,50, es decir con los 
aspectos fundacionales del dominio emocional 
humano: el placer y displacer. En este sentido, 
estas regiones participarían de la creación de 
representaciones neurales (sensibles al contexto) 
del valor de los objetos mediante las variaciones 
en los estados afectivos de placer/displacer. En 
otras palabras, la corteza orbitofrontal y ven-
tromedial establecerían el valor de reforzamien-
to o amenaza de un estímulo. Varios estudios 
experimentales son consientes con esta noción. 
Por ejemplo, el equipo de investigación de Rolls 
48,51 ha mostrado reiteradas veces cómo la corte-
za orbitofrontal juega un rol fundamental en el 
aprendizaje de asociaciones estímulo-refuerzo, y 
la representación del castigo y el reforzamiento. 
Así mismo, los pacientes con lesiones de estas 
regiones cerebrales muestran déficit significati-
vos en tales funciones.48 
 
Por otra parte, la CPF dorsolateral y la ex-
tensión dorsal de la CPF ventromedial, tendrían 
un rol fundamental en la generación de repre-
sentaciones conceptuales y la generación de 
contenidos mentales asociados a la emoción.49 
En efecto, existe evidencia convergente que 
muestra que dichas estructuras participan de la 
atribución de estados mentales 52 y la regulación 
emocional cognitiva (reevaluación).53-54 Con-
gruente a ello, lesiones cerebrales en dichas 
zonas generan alteraciones significativas de 
tales funciones. 
Es interesante notar que aunque existe una 
segregación funcional en la CPF relacionada a 
las emociones, un grupo de menor de investiga-
dores ha descrito un principio general que orga-
niza genéricamente la participación de la CPF 
en la afectividad, en general, y las emociones, 
en particular.55-56 Específicamente, se propuesto 
el Modelo de Aproximación/Evitación (MAE) 
para describir las características y diferencias 
hemisféricas en la CPF relacionadas con dife-
rentes aspectos del procesamiento emocional. 
Según este modelo la CPF es un mediador de la 
Tratado de Neuropsicología y Neuropsiquiatría Clínica 381 
respuesta afectiva en curso y un moderador del 
estilo afectivo personal. 57 Como mediador (es 
decir, como variable que participa en el meca-
nismo que origina el fenómeno observado), la 
CPF varía su activación sistemáticamente según 
se trate de emociones relativas a los llamados 
sistema de aproximación y sistema de inhibi-
ción/evitación. 58 Específicamente, la genera-
ción de afectos de aproximación está asociada a 
la activación de la CPF izquierda, mientras que 
la generación de afectos de evitación se asocia a 
la activación de la CPF derecha. 55 En otras 
palabras, los sistemas motivacionales que sub-
yacen a la respuesta emocional están represen-
tados asimétricamente en la CPF. Así mismo, 
como moderador (es decir, como variable que 
actúa como una condición en la cuál la influen-
cia de otros factores se potencia), la actividad 
tónica o de línea base de la CPF se asocia a la 
conformación del estilo afectivo. 59 
 
El estilo afectivo corresponde al rango de 
diferencias individuales en los múltiples com-
ponentes de las disposiciones anímicas y la 
reactividad afectiva. Varios fenómenos se in-
cluyen bajo este término, por ejemplo, el nivel 
emocional tónico, el umbral de reactividad 
emocional, la amplitud de la respuesta emocio-
nal y el tiempo de recuperación. En efecto, se ha 
demostrado en adultos y niños que un nivel 
tónico extremamente activo de la CPF izquier-
da, o de la CPF derecha, se asocia a diferencias 
sistemáticas en múltiples parámetros de la afec-
tividad. 60 Específicamente, los individuos con 
una CPF izquierda tónicamente más activa tien-
den a experimentar afecto positivo de aproxi-
mación y organizar sus recursos limitados pro-
bablemente para sustentar su comportamiento 
dirigido a metas. En contraste, los individuos 
con la CPF derecha tónicamente más activa 
están predispuestos a ser más sensitivos a los 
estímulos amenazantes, inhibiendo su conducta 
y experimentando más afecto de evitación. 61-62 
 
Para explicar funcionalmente estos hallaz-
gos según Tomarken y Keener, 63 se debe consi-
derar la función principal atribuida a la corteza 
prefrontral: la organización temporal del com-
portamiento dirigido a metas.64 Esta habilidad 
permitiría unir temporalmente la ocurrencia del 
estímulo con la respuesta a tal evento y progra-
mar/ejecutar secuencias de conductas dirigidas a 
metas a pesar de los eventuales cambios en la 
saliencia del estímulo. Dos subprocesos, par-
cialmente independientes, permitirían la ocu-
rrencia de tal función, un componente prospec-
tivo y uno retrospectivo. El primero de ellos 
estaría ―orientado al futuro‖ y corresponde a la 
generación de planes de acción y la anticipación 
de eventos. El otro componente, de naturaleza 
retrospectiva, implica la mantención del estímu-
lo, tarea, o contexto en la memoria de trabajo. 
Los componentes descritos permiten la supre-
sión de interferencia proveniente de estímulos 
competitivos o de tendencias de respuesta pre-
potentes al tiempo que facilitan el cambio de 
estrategias frente a la retroalimentación del 
comportamiento. 
 
Debido a su participación en los sistemas 
motivacionales, el MAE postula que el papel de 
la CPF es la mantención de la continuidad tem-
poral de la motivación de aproximación y evita-
ción, la supresión de motivos competitivos y el 
cambio de prioridades motivacionales.63 Así, 
para cada uno de tales sistemas, la CPF facilitar-
ía la continuidad temporal a través de los proce-
sos prospectivos, retrospectivos e inhibitorios. 
Además de ello, el MAE propone que los siste-
mas motivacionales,al estar parcialmente late-
ralizados, permiten la supresión de la interferen-
cia entre estados motivacionales de valencia 
opuesta. En otras palabras, así como la evitación 
modula a la aproximación, esta última también 
inhibiría la primera. De este modo, las asimetr-
ías de la CPF reflejarían diferencias en la repre-
sentación prospectiva y/o retrospectiva en curso 
o las predisposiciones a elaborar dichas repre-
sentaciones. Consiguientemente, los aspectos 
motivacionales que subyacen a los procesos de 
supresión de la interferencia y flexibilidad en el 
establecimiento de estrategias conductuales, 
estarían también lateralizados. Por ejemplo, una 
hiperactivación tónica de la CPF derecha se 
asociaría con un estado de facilitación de la 
generación de planes de acción y anticipación 
de eventos o estímulos ligados a la evitación 
conductual y por lo tanto generadores de emo-
ciones de tal clase (por ejemplo, ansiedad, mie-
do, angustia). 
 
Evidencia empírica múltiple confirma los 
postulados del MAE, tanto en poblaciones de 
sujetos normales como en sujetos con alteracio-
nes psicopatológicas. Davidson, et al. 65 en un 
grupo de fóbicos sociales encontró una activi-
dad anormal en zonas corticales derechas cuan-
do se inducía ansiedad de anticipación. Esto 
implica que un fóbico social tiene un sistema de 
evitación conductual significativamente más 
responsivo frente al enfrentamiento social. Por 
otro lado, Silva y colaboradores 66, realizó un 
estudio en dietantes crónicos, es decir sujetos 
que continuamente limitan su alimentación por 
miedo a ganar peso. Dichas personas muestran 
un patrón alterado de alimentación en ciertas 
circunstancias (sobrealimentación), especial-
mente cuando experimentan ansiedad 67. Los 
resultados mostraron que había una relación 
significativa entre los niveles de restricción 
Tratado de Neuropsicología y Neuropsiquiatría Clínica 382 
alimenticia y las medidas de asimetrías de acti-
vación de la corteza prefrontal. Específicamente 
los dietantes crónicos mostraban marcadas asi-
metrías de la corteza prefrontal derecha, caracte-
rizada por una hiperactivación de la corteza 
prefrontal derecha. Esta evidencia siguiere que 
tales individuos poseen una predisposición bio-
lógica a experimentar ansiedad y a tener dificul-
tades en regular las emociones negativas. Así 
mismo en pacientes con trastorno depresivo 
mayor existe evidencia contundente de la exis-
tencia de asimetrías frontales derechas de la 
corteza prefrontal. 68 Sin embargo, a diferencia 
de los fóbicos sociales o dietantes crónicos, el 
patrón anormal de actividad tónica derecha se 
caracteriza principalmente por una hipoactiva-
ción de la corteza prefrontal izquierda 
 
Estudios centrados en los ingredientes bási-
cos de las emociones han mostrado una rela-
ción entre éstos y la activación tónica cortical. 
Por ejemplo, el tiempo que toma recuperarse de 
un afecto negativo está asociado a las diferen-
cias en las asimetrías prefrontales, donde los 
sujetos con asimetrías derechas tienen mayor 
dificultad en terminar con una emoción negativa 
una vez que ha comenzado. Este punto es cen-
tral para el desarrollo de patologías asociadas a 
la desregulación de los afectos como la depre-
sión. 
En suma, existe un considerable cuerpo de 
evidencia científica que muestra que los niveles 
de asimetría funcional de la corteza prefrontal 
tiene una fuerte influencia en el estilo afectivo 
humano, que sus variaciones predisponen al 
surgimiento de distintos trastornos afectivos y/o 
alteraciones del comportamiento, y que dicho 
efecto se observa en distintos momentos del 
ciclo vital. 
 
6. COMENTARIOS FINALES 
 
El repertorio afectivo humano (i.e, disposi-
ciones emocionales, estados de ánimo, emocio-
nes) puede asociarse a un ―espacio neural de 
referencia‖.49 Sin embargo, tal como se aludió 
en este capítulo, las emociones como cualquier 
función mental compleja parare tener una repre-
sentación cerebral distribuida y difícilmente 
puede hablarse de un sistema cerebral exclusi-
vamente emocional. Como se mencionó, existen 
estructuras cerebrales involucradas en la res-
puesta emocional en todo el eje neural. De ellas, 
la amígdala, la corteza cingulada anterior y la 
corteza prefrontal parecen jugar un rol significa-
tivo en la conformación de la experiencia afec-
tiva. 
 
Tal como han propuesto diversas líneas de 
investigación en psicología, las estructuras ce-
rebrales relacionadas a la respuesta emocional 
parecen organizarse en sistemas ortogonales, 
parcialmente segregados, que originan modos 
diferentes de procesamiento y conducta emo-
cional. Estas asimetrías de representación neu-
roanatómica de la respuesta emocional muy 
probablemente derivan evolutivamente de la 
representación asimétrica de la actividad home-
ostática que se origina a partir de asimetrías del 
sistema nervioso periférico autonómico.71 Sin 
embargo, estos sistemas en ningún caso son 
exclusivamente ―afectivos‖ e involucran diver-
sos componentes. Así, la respuesta emocional, 
en su complejidad, difícilmente puede ser sepa-
rada de otros procesos mentales y ser tratada 
como una unidad discreta. Por ello, no es extra-
ño que la dinámica de las alteraciones emocio-
nales asociadas a las lesiones cerebrales sea 
especialmente ardua de abordar experimental y 
clínicamente. El futuro de las ciencias de la 
afectividad justamente tiene como uno de sus 
grandes desafíos explicar la integración cogni-
ción/emoción,72 tanto desde el punto de vista 
normativo como de sus alteraciones. 
 
 
 
 
 
7. LECTURAS SUGERIDAS 
 
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