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EEAyM | El poder americano (J.L. Fiori) | La globalización del capital y la expansión del poder estadounidense La Globalización del Capital y la Expansión del Poder Estadounidense1 2 3 Maria Conceição Tavares y Luiz Gonzaga Belluzzo Formación y Expansión del Sistema Capitalista El circuito del capital mercantil articuló la primera “economía mundial” europea simultáneamente con la formación de los Estados Nacionales Modernos en el llamado largo siglo XVI. Estos dos movimientos (el del capital y el de los Estados) esenciales para la formación del sistema capitalista, no deben confundirse entre sí. Europa fue progresivamente integrada por los circuitos del capital mercantil, cuyo movimiento fue bloqueado periódicamente por las guerras intraeuropeas. Los banqueros tenían un doble papel, el de agentes de la expansión capitalista y el de financiadores de las guerras y de la expansión ultramarina de los imperios. Varios bancos quebraron con las derrotas de los príncipes o con los despilfarros del poder imperial en territorios de los que no se podían extraer impuestos y excedentes mercantiles suficientes para pagar las deudas. La ubicación y desplazamiento de los principales centros financieros tiene mucho que ver no solo con las rutas del capital mercantil, sino con los caminos de los Imperios. Portugal y España tenían burguesías nacionales débiles y tuvieron que depender de los banqueros mediterráneos para sus expansiones en el extranjero. Holanda forjó su Estado Nacional a la defensiva frente al Imperio español, pero contó con una burguesía fuerte y muy internacionalizada desde que el centro financiero europeo se trasladó a Amsterdam (la expansión europea del imperio de Carlos V había costado la supervivencia de árabes, italianos y alemanes). Podemos decir que la expansión mundial del capital tuvo, en la Dutch India Company (Compañía Holandesa de las Indias Orientales), su primera gran multinacional. Sin embargo Holanda, al no tener un fuerte proyecto de Estado Nacional detrás, no consiguió 3 Para acceder a la descarga del libro completo en su idioma original (portugues): http://library.lol/main/D079A662584F25E0A70A5F25B1CF69A7 2 Traducción realizada por Camilo Hereñú, auxiliar estudiante de Estructura Económica Argentina y Mundial, estudiante avanzado de la Licenciatura en Economía de la Universidad Nacional de Moreno. Agosto de 2022. Se agradecen los comentarios y sugerencias de Iris Barboza (Lic. en Economía, UNM). 1 Este documento corresponde al capítulo “À Mundialização do Capital e a Expansão do Poder Americano”, Maria Conceição Tavares y Luiz Gonzaga Belluzzo, dentro del libro “O Poder Americano” - J.L. Fiori (2004). 1 http://library.lol/main/D079A662584F25E0A70A5F25B1CF69A7 EEAyM | El poder americano (J.L. Fiori) | La globalización del capital y la expansión del poder estadounidense asegurar un proyecto de dominación política imperial de larga duración ni en las Américas ni en África. Las únicas potencias capitalistas que lograron mantener la hegemonía política de sus Estados Nacionales y expandir su capital sin límites territoriales a todos los continentes fueron las anglosajonas: Inglaterra en el siglo XIX y EEUU en la segunda mitad del siglo XX, después de la victoria en la segunda guerra mundial. La unión del poder político-militar y el capital financiero les dio un aliento y una dimensión global que antes no existía. Su principal instrumento fue la emisión de una moneda internacional dominante que expresaba su poder político y la fortaleza de su capital financiero. Tanto su deuda pública interna como el movimiento de bienes y capitales en el mercado internacional estaban denominados en su moneda nacional. El desplazamiento de los centros del capitalismo produce cambios en la división internacional del trabajo y en las relaciones centro-periferia, es decir, en la geoeconomía. Estos cambios pueden ser retrasados o facilitados por la geopolítica de los centros imperiales. Las guerras fueron determinantes periódicas en el bloqueo del comercio internacional y afectaron profundamente el desarrollo de las fuerzas productivas de muchas naciones, tanto de las grandes potencias en el último cuarto del siglo XIX como de algunas naciones periféricas en el siglo XX. La expansión del capital tiene su expresión más general en la apropiación privada de la riqueza y en la vocación compulsiva de acumulación ilimitada, que se expresa, en su forma más general, en el dinero. Este es el Dios del Mercado, pero también el instrumento de los Príncipes. La expansión del capital no se procesa bajo la forma de “crecimiento sostenido”, tiene ciclos de acumulación, de incorporación del progreso económico, de valorización y desvalorización del capital financiero, y de desplazamiento espacial. La conquista de nuevos mercados, la incorporación de nuevos consumidores y la expansión de la fuerza de trabajo a tasas de explotación variables son fuerzas inmanentes de la competencia capitalista. Sus contradicciones se expresan concretamente en términos de dislocaciones económicas, sociales y políticas, que generan crisis periódicas en el sistema4. Por otro lado, la expansión del poder de los Estados Nacionales con vocación de potencia imperial está limitada por el poder internacional de su “dinero público” y por la rivalidad imperialista. Ninguna potencia capitalista tuvo una expansión territorial ilimitada, ni su hegemonía alcanzó la duración de los imperios antiguos. Los límites de la expansión imperial son siempre “externos”, ya que ninguno fue derribado o bloqueado sin ser detenido por el otro mediante el poder de las armas y el dinero. El vínculo entre la expansión geográfica del capitalismo y la expansión de los imperios —decisiva para la historia del sistema— no puede deducirse del movimiento inmanente del capital, ni de una teoría geopolítica abstracta. La competencia de capitales y la rivalidad entre poderes dan a este sistema un dinamismo 4 No existe un modelo lógico de la “teoría objetiva” del valor que dé cuenta de las contradicciones del capitalismo, así como tampoco existe una “filosofía” de la historia que determine su movimiento directo. 2 EEAyM | El poder americano (J.L. Fiori) | La globalización del capital y la expansión del poder estadounidense fantástico, incompatible con la noción de “estado estacionario”, “equilibrio de mercado” o “equilibrio de poder”. Tampoco existe un patrón monetario estable, como pretenden postular las teorías monetarias desde los economistas clásicos ingleses, quienes siempre han estado en la búsqueda de una “constante”, en la que se pudiera medir el valor de la riqueza universal. Independizar la moneda del poder político de los Estados es una obsesión recurrente de los economistas, como lo demuestra la propuesta del Plan Keynes en las reuniones preparatorias de Bretron Woods y la actual doctrina neoliberal de los Bancos Centrales Independientes. El patrón dólar-oro terminó hace más de treinta años, pasando al “patrón dólar flexible”, lo que aceleró la globalización financiera y llevó a un paroxismo de la politización del valor de la moneda estadounidense. Para algunos economistas y sociólogos de derecha e izquierda, la ruptura del llamado “sistema de Bretton Woods” y las periódicas devaluaciones del dólar están asociadas al declive de la hegemonía estadounidense o la crisis definitiva del “orden capitalista”. Para otros, ahora que los Imperios milenarios -India y China- se están incorporando a la economía capitalista mundial como estados nacionales independientes y el Imperio Soviético se derrumbó, sería una victoria definitiva del capitalismo liberal y el camino hacia un "orden unipolar". El caso es que nuevamente nos encontramos en un momento de desajuste entre la geoeconomía y la geopolítica, tanto en Europa como en Asia, sin olvidar las periferias sudamericanas y africanas. No se vislumbra “la cadencia del imperio estadounidense”, ni el surgimiento de una nueva potencia hegemónica, ni el “fin de la historia”. Surgimiento del Poder Estadounidenseen el Orden Liberal Burgués La Primera Revolución Industrial añadió el rasgo “liberal” al carácter intrínsecamente “internacional” y “mercantil” del capitalismo inglés. Por otro lado, al mismo tiempo que la Pax Británica constituyó una nueva periferia y destruyó los sistemas productivos de imperios milenarios, también impulsó industrializaciones rezagadas en el continente europeo y en Nueva Inglaterra. De hecho, los nexos productivos, comerciales y financieros propuestos por Inglaterra dieron lugar a la adopción de estrategias industriales en regiones donde la división del trabajo, las relaciones de mercado (especialmente en la movilización de la mano de obra) y la formación del Estado Nacional habían alcanzado un mayor grado de desarrollo relativo. En las últimas tres décadas del siglo XIX, la economía mundial vivió la Gran Depresión y las profundas transformaciones de la 2ª Revolución Industrial. Entre 1873 y 1896, el acero, la electricidad, el motor de combustión interna, la química del sodio y el cloro, el telégrafo y el barco frigorífico alteraron radicalmente el panorama de la industria, el transporte y las comunicaciones, hasta entonces marcado por el carbón, el hierro y la máquina de vapor. La simple aplicación de la mecánica dio paso al uso sistemático y la integración de la ciencia en los procesos de producción. 3 EEAyM | El poder americano (J.L. Fiori) | La globalización del capital y la expansión del poder estadounidense Esta segunda revolución industrial estuvo acompañada de un extraordinario proceso de expansión de las escalas productivas. El crecimiento del volumen de capital requerido por las nuevas inversiones impuso nuevas formas de organización a la empresa capitalista. La sociedad anónima se convirtió en la forma dominante de estructura de propiedad. El final del siglo XIX estuvo marcado por el desarrollo de cinco procesos interrelacionados: 1) la consolidación del sistema monetario de pagos internacionales, a través de la adopción generalizada del patrón oro; 2) la metamorfosis del sistema crediticio que ajusta sus funciones y formas de operar a la nueva economía capitalista global; 3) la constitución de fuerzas productivas específicamente capitalistas, consustanciadas en la creciente separación técnica y económica entre el departamento de medios de consumo y el departamento de medios de producción; 4) el desarrollo de la división internacional del trabajo entre un centro productor de manufacturas y una periferia productora de materias primas y alimentos; 5) el surgimiento de “nuevas” potencias industriales, construidas a la sombra de las relaciones comerciales y financieras proporcionadas por la hegemonía liberal británica. EE.UU., Alemania y Japón entraron en escena mundial, haciendo valer la modernidad de sus respectivas estructuras capitalistas, en especial la agilidad de sus bancos y la presencia activa de sus respectivos Estados nacionales. El surgimiento de nuevas potencias inauguró un período de gran rivalidad internacional. La disputa por la preeminencia económica intensificó la penetración del capital en las zonas proveedoras de materias primas y alimentos, alterando la configuración de la llamada periferia del mundo capitalista. En los capitalismos de fines del siglo XIX, el sistema bancario, que concentraba sus operaciones en el financiamiento de la deuda pública y la reactivación de los negocios, comenzó a adelantar recursos para nuevos emprendimientos y promover la fusión entre empresas existentes. Poco a poco, todos los sectores industriales fueron dominados por grandes empresas, bajo el mando del capital financiero. El movimiento de concentración del capital productivo y centralización del mando capitalista tornó obsoleta la figura del empresario frugal que confundía el destino de la empresa con su propia biografía. El magnate de las finanzas es el héroe y villano del mundo que nace. La economía estadounidense construyó su trayectoria de expansión en el siglo XIX sobre cuatro aspectos: la inserción “virtuosa” en la división internacional del trabajo propuesta por la hegemonía británica, las finanzas internas “desreguladas”, el proteccionismo comercial y los privilegios otorgados por su Estado Nacional a los promotores de negocios. De hecho, el peculiar carácter “liberal” del Estado americano, desde su constitución, está relacionado con su papel decisivo en garantizar las reglas de la competencia darwiniana. La porosidad del poder político a los intereses privados dio origen a un Estado plutocrático, en la medida en que no solo los grupos económicos más poderosos se desarrollaron a su sombra y bajo su patrocinio, sino que también se valieron de la permisividad de las instituciones liberales. Charles Morris escribe en Money, Greed and Risk 5 que hasta finales del siglo XIX, EE.UU. no contaba con una legislación comercial adecuada. Los británicos en Barings a 5 Ver Morris, 1999. 4 EEAyM | El poder americano (J.L. Fiori) | La globalización del capital y la expansión del poder estadounidense menudo se quejaban de los riesgos que corrían si sus contrapartes estadounidenses entraban en Default. "No estaba claro", dice Morris, "si podrían ejercer sus derechos contra los morosos". El escritor Kevin Phillips, en Wealth and Democracy 6, sugiere que, desde la Guerra Civil, esta precariedad institucional sostuvo el avance de sucesivas generaciones de “barones ladrones” que transformarán la economía y comandarán la política estadounidense. Estados Unidos, una economía en rápido ascenso, terminó el siglo XIX como la mayor economía industrial del planeta, convirtiéndose en un poderoso competidor en los mercados mundiales de alimentos, materias primas y productos manufacturados. Aun así, la economía estadounidense fue protagonista de frecuentes y severas crisis financieras y cambiarias, dada la posición subordinada del dólar, la organización “desregulada” de su sistema bancario a las intervenciones arriesgadas y especulativas de los bancos de inversión en la promoción de negocios. Colapsos en el precio de los bonos y corridas bancarias se sucedieron tras la Guerra Civil. En las últimas décadas del siglo XIX y principios del XX, las prácticas financieras especulativas y los sucesivos episodios de deflación de precios — acompañados siempre de la liquidación de deudores y la destrucción del patrimonio de lo “público” — dieron lugar a estallidos violentos de centralización del capital y permitió la consolidación del llamado capitalismo fiduciario. Esta forma “moderna” asumida por el capitalismo se desarrolló a partir de los cambios que tuvieron lugar en la economía estadounidense después de la Guerra Civil. Los resultados de las transformaciones observadas bien merecen la calificación de “capitalismo moderno”, especialmente en el sentido de que el surgimiento y desarrollo de la gran corporación estadounidense constituye el embrión nacional del posterior despliegue transnacional del gran capital. Hobson en su libro Modern Capitalism 7 muestra cómo los cambios radicales operados en la organización industrial y en el avance tecnológico de la gran empresa acompañarán el surgimiento de una “clase financiera”, y que tiende a concentrarse en manos de quienes operan la máquina monetaria de las sociedades industriales desarrolladas, es decir, de los grandes bancos, un poder creciente en el manejo estratégico de las relaciones intersticiales (intersectoriales e internacionales) del sistema. Por extenso que sea el espacio nacional monopolizado y protegido por el Estado nacional, como fue el caso de EE.UU., la continua expansión de beneficios obliga a la búsqueda de mercados externos, tanto de bienes como de inversiones directas y exportaciones “financieras” de capital. En otras palabras, la internacionalización del capital se produce a partir de la estructura de la gran empresa, ya mencionada aquí, y condensa todos los mecanismos internos de expansión: mercantil, industrial y financiero. También condensan las prácticas de los Estados imperiales anteriores, desde el impulsoexpansionista hasta el rostro proteccionista interno y francamente intervencionista en la defensa de las reservas estratégicas de materias primas. 7 Ver Hobson, 1965. 6 Ver Phillips, 2002. 5 EEAyM | El poder americano (J.L. Fiori) | La globalización del capital y la expansión del poder estadounidense Los llamados movimientos “populistas” fueron intentos –efímeros y recurrentes– de interrumpir el proceso de fusión de las grandes empresas y el Estado. La Era Progresista de principios del siglo XX fue una época de rebelión “democrática” de los pequeños terratenientes, los nuevos profesionales liberales y las masas trabajadoras contra el poder de los bancos y las grandes corporaciones. Los “progresistas”, escribe Sean Cashman en America Ascendant 8, querían limitar el poder de las grandes empresas, hacer que el sistema político fuera más representativo y ampliar el papel del gobierno para proteger el interés público y mejorar las pésimas condiciones sociales y de pobreza. Estas consignas fueron retomadas y profundizadas con el New Deal, que, por primera vez, representó una fractura entre la “clase financiera” de Wall Street y las nuevas grandes empresas industriales que se vieron fuertemente afectadas por la depresión de los años treinta. El Paso de la Hegemonía Inglesa a la Hegemonía Estadounidense El equilibrio entre las potencias y el patrón oro clásico fueron, como ya hemos mencionado, las marcas registradas del apogeo del Orden Liberal Burgués, un conjunto de prácticas e instituciones encargadas de la coordinación de un arreglo internacional que albergaba fuerzas contradictorias: la hegemonía del sistema financiero inglés, ejercida a través de su poderoso sistema bancario internacionalizado; la exacerbación de la “competencia” entre Inglaterra y las “nuevas” economías industriales de los trusts y las grandes corporaciones, nacidas en Alemania y Estados Unidos; la exclusión de las masas trabajadoras del proceso político (inexistencia del sufragio universal) y la constitución de una periferia “funcional”, fuente de alimentos, materias primas y, sobre todo, frontera para la expansión de los sistemas crediticios en los países centrales. Las transformaciones ocurridas en el sistema capitalista a lo largo del siglo XX no pueden ser comprendidas sin tener en cuenta tres factores: los efectos de las guerras mundiales, los cambios en el patrón monetario internacional y los cambios en la división internacional del trabajo. Todos ellos afectaron poderosamente los cambios en la sociabilidad burguesa con la ruptura del orden liberal, el surgimiento de reacciones autoritarias nacionalistas (nacionalsocialismo nazi y socialismo “nacional” soviético) o experiencias intervencionistas y socialdemócratas que acompañaron la constitución de sociedades de masas en Europa y en los EE.UU. En vísperas de la Primera Guerra Mundial, se hace explícita la fragilidad de Inglaterra como principal centro capaz de coordinar las finanzas internacionales, dada la presencia perturbadora de Wall Street y el auge de centros financieros competidores en el continente europeo. Por otro lado, la creciente tensión política en la Europa continental erosiona la diplomacia británica de equilibrio entre las potencias. La Primera Guerra Mundial fue, de hecho, una guerra interimperialista asimétrica; por un lado, los aliados Inglaterra, Francia y Rusia, potencias industrialmente débiles frente a Alemania (y 8 Ver Cashman, 1998. 6 EEAyM | El poder americano (J.L. Fiori) | La globalización del capital y la expansión del poder estadounidense EE.UU.) que se habían afirmado en la segunda revolución industrial. El eslabón más débil, tanto desde el punto de vista económico como financiero y militar, Rusia, capitula en 1917, firma la paz de Brest-Litovsky y entra en un proceso de desintegración imperial y revolucionaria. En ese mismo año, EE. UU., que a pesar de su neutralidad había otorgado ayuda financiera a los aliados, entró en conflicto y determinó la derrota definitiva de Alemania. En la Conferencia de París, los vencedores impusieron al Estado Imperial Alemán el desarme y la carga de las reparaciones de guerra. Modifica el mapa de Europa creando decenas de países en Europa Central. Se produce un período de agitación financiera y política que aísla a la Unión Soviética y lleva al colapso de la República de Weimar. Al mismo tiempo, ante la actitud aislacionista estadounidense, Inglaterra intenta retomar la hegemonía resucitando el patrón oro y manteniendo sus pretensiones de comandar el orden liberal-burgués ya en ruinas. En cuanto a la década de 1920, fue un período de expansión —aunque desequilibrada— del capitalismo estadounidense, consolidándose una sociedad de consumo masivo (roaring twenties), en Europa, hiperinflación y programas de estabilización en Alemania y Europa Central, políticas de stop and go en Inglaterra y la crisis económica en el norte de Europa, generó desempleo y tensiones sociales, intensificación de las luchas sindicales y populares, así como el fortalecimiento de los partidos socialdemócratas en la Europa continental, el Laborismo en Inglaterra, y en sus dominios “blancos” Canadá y Australia. El período de entreguerras puso fin a la hegemonía inglesa encarnada en el “imperialismo de libre comercio” y el patrón libra-oro. El antiguo Imperio Británico mantuvo sus colonias y dominios y extendió sus “protectorados” a Palestina y Medio Oriente. Las deudas de guerra y la inexistencia de una nueva división internacional del trabajo que les fuera favorable convirtieron rápidamente el patrón oro en un anacronismo no operativo. Estados Unidos asume una posición dominante en términos económicos y financieros y sale del conflicto con más de la mitad de las reservas mundiales de oro. En esta condición, los estadounidenses se niegan a renegociar la deuda de los aliados, trasladando las negociaciones a los banqueros de Wall Street. Inglaterra es deudora neta de EE.UU., pero se convirtió en acreedora de deudores en moneda débil, especialmente Rusia, los países de Europa del Este e Italia, pero también Francia, con la que se convirtió en el vértice del triángulo entre el acreedor en última instancia (los Estados Unidos) y el resto de los países deudores. Esto aumentó la presión sobre las reparaciones de guerra alemanas, lo que condujo al colapso financiero alemán, la hiperinflación y las negociaciones en 1924 con la Comisión Dawes bajo la conducción del Banco Morgan. La agitación entre las empresas y el Estado llegó a su punto máximo en la década de 1920. El Banco Morgan se convirtió en el brazo financiero de la política de Washington. Los funcionarios de Morgan comandaban los préstamos para asegurar reservas de divisas fuertes para el plan de estabilización de Alemania en 1924 y para Francia en 1926. Una vez que se hizo el préstamo de estabilización, Alemania volvió al patrón oro, lo que obligó a Gran Bretaña a regresar en 1925, con la libra apreciada en relación al dólar, fijada en la paridad anterior a la guerra. En este momento se desencadena un fuerte movimiento de capitales 7 EEAyM | El poder americano (J.L. Fiori) | La globalización del capital y la expansión del poder estadounidense estadounidenses en dirección a la Europa estabilizada y la periferia endeudada en el sistema inglés. A partir de ahí, el Banco Morgan se convirtió en el buque insignia de la avalancha de préstamos baratos a Europa y América Latina. El orden liberal comienza a desmoronarse de arriba abajo, tanto desde el punto de vista económico-financiero como desde el punto de vista social y político. La crisis de 1930 agravó la desorganización del sistema mundial y condujo al surgimiento de experiencias nacionalistas y estatistas de diversos matices. En el extremo democrático liberal, EE. UU. prueba la experiencia del New Deal mientras que Inglaterra abandona el patrón oro y sigue una política de tipos de interés bajos y gasto público compensatorio. En el continente europeo, la severidad del desempleo, la desocupación y la contracción delcomercio internacional producto de las devaluaciones competitivas conducen a un alto grado de intervención del Estado. La regimentación masiva sin precedentes conduce al surgimiento de nacionalismos autoritarios que refuerzan el expansionismo bélico de las llamadas potencias del Eje y conducen al estallido de la Segunda Guerra Mundial. La guerra de 1914/19 impulsó cambios radicales en la geopolítica de Europa, cuyos efectos aún hoy se dejan sentir y marcó también la entrada en escena de una nueva potencia mundial: EE.UU. Este último asistió a las negociaciones de la Paz de Versalles como árbitro, pero se retiró unilateralmente. El proyecto wilsoniano de la Liga de las Naciones fue rechazado por el Congreso norteamericano. El poder económico y financiero de los grandes trusts estadounidenses volvió a la tradición de hacer negocios como siempre. EE.UU. renunció (o no pudo) a establecer un nuevo “orden mundial”. Las Guerras Mundiales y el Poder Estadounidense A finales del siglo XIX, EE.UU. ya contaba con la economía industrial más potente del planeta, además de ostentar -gracias a su excepcional dotación de recursos naturales- la posición de gran exportador de materias primas y alimentos, y de contar con Nueva York, un centro financiero y de negocios, capaz de promover simultáneamente la inversión de alto riesgo en nuevos sectores y la rápida centralización del capital9. Para 1913, la capacidad industrial estadounidense había superado con creces la de sus principales competidores europeos, Alemania e Inglaterra. Pero la constitución de la hegemonía estadounidense no puede entenderse sin evaluar los resultados de las dos grandes guerras, la de 1914-1918 y la de 1939-1945. Los historiadores reconocen que la guerra del 14-18 fue innovadora en aspectos tecnológicos, económicos, sociales y políticos en comparación con conflictos anteriores. La conflagración no fue sólo mundial, por la cantidad de países involucrados, sino total: por primera vez el llamado “esfuerzo bélico” comprometió casi la totalidad de los recursos materiales y humanos de las 9 Para la importancia de la Guerra Civil Estadounidense como primer paso hacia la “Marcha Corta” hacia la Hegemonía, ver Texeira, 1999. 8 EEAyM | El poder americano (J.L. Fiori) | La globalización del capital y la expansión del poder estadounidense sociedades involucradas, es decir, exigió la movilización de todo el grupo de las fuerzas productivas. Tal movilización impuso el abandono drástico de los cánones de la economía liberal, lo que significó, entonces, la sustitución de los mecanismos de mercado por la centralización de las decisiones en instancias de coordinación estatal; el abandono, de facto o de jure, de las reglas de convertibilidad del patrón oro; la adopción de esquemas de financiamiento del gasto público, apoyados en el aumento de la carga tributaria y, sobre todo, en la colocación de deuda con el público y el sistema bancario. En la Primera Guerra Mundial, el potencial tecnológico y económico desarrollado a partir de la 2° Revolución Industrial se puso al servicio de los combatientes en los campos de batalla. Esta circunstancia representó un salto en el poder destructivo de los armamentos y una ampliación de las ventajas competitivas de la industria norteamericana que, desde finales del siglo XIX, venía liderando, junto con Alemania, las innovaciones en los sectores químico, metalúrgico, metalmecánico y de transporte. Estos sectores fueron “convertidos” para la producción de cañones de largo alcance, rifles, ametralladoras, tanques, barcos, submarinos, aviones, sin mencionar municiones letales, así como armas químicas. En la Primera Guerra Mundial, bajo el mando del Consejo de Defensa Nacional, organismos como el War Industrial Board, el United States Shipping Board y el General Director of Railroads establecieron controles de precios generalizados, planificación de redes de transporte, racionamiento de alimentos y calefacción de carbón, programación compras del gobierno y mantuvieron un alto nivel de gasto público. Estas formas de control y coordinación fueron compatibles con el aumento significativo de las ganancias del sector privado y con el aumento de los salarios reales, a pesar de que el nivel general de precios se duplicó entre 1913 y 1918. Como también ocurriría después de la Segunda Guerra Mundial, la acumulación del poder adquisitivo “reprimido” de las familias consumidoras tuvo un impacto significativo en el desempeño de la economía estadounidense en el período inmediato de la posguerra. Proveedores de material bélico, Estados Unidos salió de la Primera Guerra Mundial como país acreedor, lo que afectó profundamente, como ya se ha dicho, las negociaciones de Versalles y la gestión de los intentos frustrados de “normalización” económica a lo largo de la década de 1920. En Europa, las deudas de guerra y las reparaciones requirieron un esfuerzo adicional para obtener recursos fiscales que las poblaciones, especialmente las clases adineradas, no estaban dispuestas a otorgar a los gobiernos. Los niveles de precios se multiplicaron por cuatro o cinco, y los países sometidos al peso de las reparaciones, cargados con la reconstrucción del aparato productivo, sufrieron el flagelo de la hiperinflación. La generalización del sufragio universal y la percepción del carácter “imperialista” de la guerra —atribuido a la insensatez de las élites económicas y políticas— dieron mayor peso a la opinión de las clases subalternas. En este contexto, en la primera mitad de la década de 1920, se hizo imposible restaurar el régimen monetario que prevalecía en el período anterior a la guerra. Los primeros años de la paz permitieron observar el funcionamiento de un sistema de “fluctuación libre” de las tasas 9 EEAyM | El poder americano (J.L. Fiori) | La globalización del capital y la expansión del poder estadounidense de cambio. La experiencia fue negativa y sólo aumentó la ansiedad por la restauración de un patrón monetario estable. En su resurrección, sin embargo, el patrón oro fue incapaz de reanimar las convenciones y reproducir los procesos de ajuste y las formas de coordinación responsables de su anterior éxito. El último país en declarar oficialmente su adhesión al patrón oro fue Francia en 1928. Antes de eso, entre 1923 y 1925, regresaron Alemania y sus socios en la hiperinflación, Austria, Hungría y Polonia. Inglaterra regresó en 1925. El establecimiento de la paridad entre la libra y el oro al nivel anterior a la guerra fue la causa de muchos de los problemas de coordinación que surgieron durante los turbulentos años veinte y treinta. El régimen del Gold Exchange Standard (patrón de cambio de oro) permitió, ante la escasez de oro, la acumulación de reservas en moneda “dura” (básicamente, el dólar y la libra). La decisión de Inglaterra, tomada en 1925, de volver a la paridad de antes de la guerra era claramente incompatible con el nuevo nivel de precios internos, y tampoco reconoció el declive de su fortaleza económica y financiera. La “sobrevaloración” de la libra y la “subvaloración” de otras monedas, principalmente del franco, provocaron, con el tiempo, la profundización de los desequilibrios de la balanza de pagos y la continuación de las presiones sobre la moneda británica. Las perspectivas del mercado para mantener la paridad eran pesimistas y no se produjeron ajustes entre países con superávit y déficit. Por el contrario, los déficits y superávits tendieron a volverse crónicos, en gran parte porque los países con superávit trataron de cambiar sus tenencias en “moneda fuerte” por oro. Estados Unidos, Francia y Alemania terminaron concentrando una fracción sustancial de sus reservas en oro, lo que ayudó a confirmar las expectativas negativas sobre el futuro de la libra. Los problemas de ajuste se agudizaron porque el capital privado, principalmente de origen norteamericano, entre 1925 y 1928, estimulado por los diferenciales de interés (y activos baratos) en los países de moneda recién estabilizada, en particular en Alemania,formó burbujas especulativas, ávidas de apoderarse de oportunidades de ganancias de capital. El ciclo de "inflación de activos" extranjeros fue concomitante con la rápida apreciación de las acciones en la bolsa de valores estadounidense. Esta ola de especulación alcista, por supuesto, fue alimentada por la expansión del crédito en los EE. UU., donde las tasas de descuento se redujeron aún más en 1927 para aliviar las presiones ejercidas contra la libra. El desastre que siguió fue consecuencia del cambio de signo de la política monetaria estadounidense, a mediados de 1928. La Reserva Federal, preocupada por el calentamiento de la economía y la fiebre de los mercados financieros, elevó la tasa de descuento, provocando el “estallido” de la burbuja especulativa en octubre de 1929. Los “grilletes de oro” del régimen monetario jugaron un gran papel en la inmovilización de las políticas económicas, determinando una casi total incapacidad de respuesta y coordinación de los gobiernos de Europa y, al menos hasta 1933, de los EE.UU. Entre 1929 y el inicio de la Segunda Guerra Mundial, las economías capitalistas se sumergieron en una violenta caída de los precios de las materias primas, deflación de activos, sucesivas e 10 EEAyM | El poder americano (J.L. Fiori) | La globalización del capital y la expansión del poder estadounidense interminables crisis bancarias, devaluaciones competitivas de las monedas, la ruptura del comercio internacional y del sistema de pagos y, finalmente, el colapso del patrón de cambio de oro. En EE.UU., las tasas de desempleo alcanzaron cifras superiores al 20% de la población económicamente activa y los niveles de utilización de la capacidad se redujeron drásticamente, alcanzando, en algunos casos, el 30% del potencial instalado. A pesar de las idas y venidas de la política de Roosevelt, la idea de la intervención estatal planificada estuvo presente en las distintas etapas del New Deal. El objetivo era evitar que la competencia depredadora condujera a guerras de precios destructivas y a la caída de los salarios nominales. En el ámbito monetario y fiscal, el Estado se involucró en las operaciones de rescate bancario y en la estricta regulación del sistema crediticio con la promulgación de la Ley Glass-Steagall. A ello se sumaron, todavía tímidos, los programas de gasto público destinados a estimular la recuperación del empleo. A pesar de todo esto, la economía estadounidense siguió desacelerándose y sufrió una nueva recesión en 1937: Roosevelt, atacado por la derecha, decidió “equilibrar el presupuesto”. Los signos de una recuperación firme solo aparecieron después de que Gran Bretaña declarara la guerra a Alemania en mayo de 1940 y comenzara a ordenar la compra de material bélico. En 1941, incluso antes de Pearl Harbor, la producción industrial estaba un 40% por encima del nivel observado en 1929, antes de la depresión. Estados Unidos entró en la guerra con considerables reservas de recursos no utilizados, tanto de capacidad industrial instalada como de mano de obra. Pero la fuerte recuperación promovida por la demanda militar requeriría muy rápidamente la “conversión” de la industria civil. El papel de la movilización militar en el rápido crecimiento de la economía es inequívoco: en 1940 —pese a la expansión observada durante el New Deal— el gasto público federal representaba sólo el 8,2% del PIB. En 1944, el gasto del gobierno federal alcanzó el 52,3% del producto interno bruto. La participación estadounidense en ambas guerras fue, sin duda, peculiar y decisiva. No sólo entró tarde en los dos conflictos -en 1917 y 1941- sino que, protegido por los océanos Atlántico y Pacífico, Estados Unidos no sufrió daños en su territorio continental. Así, el aprovechamiento de su enorme potencial económico se realizaba en condiciones ideales: el “esfuerzo bélico” legitimaba la centralización de decisiones en instancias de coordinación estatal, mientras que la “seguridad” del territorio garantizaba la seguridad de los aparatos productivos y de transporte y redes de comunicaciones. Sin duda, esto estimuló el avance tecnológico (especialmente en los campos de la electrónica, la química y la metalmecánica) y la expansión de la capacidad en muchos sectores. Los sectores del transporte y las telecomunicaciones vinculados a la guerra sufrieron verdaderas revoluciones estructurales10. Terminada la guerra, muchos temían los efectos depresivos de la desmovilización y la reducción del gasto público. Pero la economía estadounidense se basó, una vez más, en el 10 Para el sector de las telecomunicaciones, ver el artículo de Moraes “Telecomunicaciones con el poder global de los EE.UU.”, en este mismo volumen. 11 EEAyM | El poder americano (J.L. Fiori) | La globalización del capital y la expansión del poder estadounidense poder adquisitivo acumulado por los hogares durante el esfuerzo bélico, en forma de instrumentos financieros emitidos por el gobierno para financiar el gasto militar. La reconversión de la industria de bienes duraderos, por ejemplo, encontró consumidores solventes, ávidos de reemplazar los autos viejos, sobrevivientes del período en que se prohibió la producción con fines civiles. No menos importante para el desempeño de la economía estadounidense en la inmediata posguerra fue la ayuda financiera destinada a sostener la reconstrucción de Europa y la recuperación de la economía japonesa. Después de la Segunda Guerra Mundial y durante la Guerra Fría, el llamado complejo militar-industrial se incorporó a la dinámica del capitalismo estadounidense. Sus vínculos con el establishment académico son una fuente permanente de desarrollo científico-tecnológico autónomo encaminado a mantener y expandir el poderío militar norteamericano11. De la Construcción Política a la Crisis de la Hegemonía Estadounidense El surgimiento de un nuevo orden mundial tuvo que esperar hasta el final de la Segunda Guerra Mundial, cuando se estableció la hegemonía estadounidense bajo la égida del patrón dólar, dentro de un orden geopolítico bipolar, que dividía el mundo en dos esferas de influencia. Estados Unidos salió de la Segunda Guerra Mundial con un claro proyecto de afirmar su posición como potencia hegemónica del mundo capitalista. Este propósito se justificó en términos de evitar las desastrosas consecuencias del “aislacionismo” que guió la política estadounidense en la primera posguerra. El sello distintivo de este período de posguerra es la subordinación de la economía a la política. El economista estadounidense Michael Hudson, en su libro Superimperialism12, tuvo la primacía de revelar la subordinación de la economía a la política en el proceso de construcción de las instituciones creadas en Bretton Woods y Dumbarton Oaks. En esencia, la creación de las Naciones Unidas, el Fondo Monetario, el Banco Mundial y el Gatt significó el reconocimiento del derrumbe definitivo de los pilares del orden liberal burgués, es decir, el equilibrio entre los poderes y los supuestos automatismos del patrón oro. Por lo tanto, los principios que informaron la construcción del nuevo orden estaban claramente dirigidos contra lo que quedaba del antiguo Imperio Británico. Así, en primer lugar, EE.UU. se alió con la Unión Soviética para desmantelar el sistema colonial que había servido de base de apoyo al Imperio Británico. En segundo lugar, EE. UU. estableció un sistema de instituciones internacionales de control político-militar (OTAN) y económico-financiero (Gatt, FMI, Banco Mundial) y una instancia legal global capaz de incorporar a la Asamblea a los sucesivos países descolonizados, pero manteniendo el poder de decisión en el seno de las potencias vencedoras (Consejo de Seguridad). 12 Hudson, 2003. 11 Véase Medeiros "Desarrollo tecnológico estadounidense de la posguerra como empresa militar" en este volumen. 12 EEAyM | El poder americano (J.L. Fiori) | La globalización del capital y la expansión del poder estadounidense El poder soviético, a su vez, se había expandido durante la guerra a Berlín (conel acuerdo de Roosevelt y la oposición de Churchill), lo que pronto condujo a la Guerra Fría. Alemania Occidental se reconstruyó rápidamente con el apoyo estadounidense, convirtiéndose en el primer milagro económico europeo. Lo mismo sucedió en Asia como Japón, Taiwán y Corea del Sur tras la victoria de la revolución china. La geopolítica en Europa estuvo prácticamente congelada hasta la implosión de la Unión Soviética y Yugoslavia, se mantuvo activa en Asia hasta la derrota en Vietnam y en un juego de intervenciones americanas en Oriente Medio, que sigue en un callejón sin salida. Los movimientos hegemónicos para asegurar el control del sistema capitalista incluyen: 1) la instalación de bases militares en las fronteras del sistema socialista rival; 2) apoyo decisivo a la recuperación económica de las antiguas potencias del Eje derrotadas y desarmadas; 3) el reemplazo en el Medio Oriente del tablero establecido por las antiguas potencias imperiales, Francia e Inglaterra; 4) el intento de extender la gendarmería a escala mundial. Al llegar al Lejano Oriente, culminó con la adopción de una estrategia de contención en relación con China, lo que llevó al desarrollo por invitación de Japón, Corea del Sur y Taiwán. La expansión mundial del capitalismo bajo la hegemonía estadounidense cambia la división internacional del trabajo y el esquema centro-periferia propuesto por la hegemonía inglesa, tanto porque la naturaleza y dimensión del nuevo centro es radicalmente diferente como porque su expansión hacia el exterior y la incorporación de periferias funcionales ya no corresponden a la división clásica entre centro manufacturero y periferia productora de materias primas. Como ya se mencionó, la economía norteamericana, desde el siglo XIX, es simultáneamente una gran productora de manufacturas, materias primas y alimentos. Así, su expansión hacia el exterior no se debe sólo ni fundamentalmente al comercio, sino, sobre todo, a las ramas del gran capital financiero fiduciario. Ha sido dominante a nivel nacional desde finales del siglo XIX e internacionalmente desde principios del siglo XX. En la segunda posguerra, la expansión de las grandes empresas promovió paulatinamente el surgimiento de flujos comerciales entre países que eran, de hecho, comercio entre sedes y filiales. Este movimiento va desde el Atlántico Norte hacia América Latina y luego hacia el Pacífico. Al llegar a Asia, la división del trabajo vuelve a cambiar, en lo que esta región se convierte en una importante productora de manufacturas baratas e importadora de materias primas. Estos cambios alteran por completo los términos de la relación Centro-Periferia propuesta por Inglaterra y teorizada por Raúl Prebish, el “fundador” de la Comisión Económica para América Latina (CEPAL). Los términos de intercambio en el comercio mundial ya no se inclinan a favor de las manufacturas y en contra de los Productos Primarios porque es en el territorio de los países asiáticos con mano de obra barata y abundancia de IED donde se producen las nuevas manufacturas. Entonces, mientras que la deflación de activos vino de los EE. UU., a fines del siglo XX la deflación de los precios de las manufacturas vino de Asia, así como la gran demanda de alimentos y materias primas. Con la nueva división internacional del trabajo, facilitada por la deslocalización de filiales multi-sourcing, la economía nacional estadounidense se ve obligada a expandir su grado de apertura comercial y a generar un déficit comercial creciente para acomodar la expansión 13 EEAyM | El poder americano (J.L. Fiori) | La globalización del capital y la expansión del poder estadounidense comercial asimétrica de los países asiáticos producida en gran parte por la expansión global del gran capital estadounidense. Este movimiento está en la raíz de la ruptura definitiva del sistema de Bretton Woods y de la creciente liberalización financiera impuesta por la potencia hegemónica a otros países a partir de los años ochenta. El gesto del presidente Richard Nixon en 1971 al declarar la inconvertibilidad del dólar frente al oro tuvo consecuencias que los protagonistas y observadores de la época no supieron evaluar. Después de la desvinculación del oro en 1971 y la introducción de tasas de cambio fluctuantes en 1973, la demanda de moneda estadounidense para transacciones y como reserva prácticamente colapsó, dando lugar a un sistema inestable y problemático de fluctuaciones monetarias. El dólar “flotaba” continuamente a la baja. Por lo tanto, no fue de extrañar que el papel de la moneda estadounidense en las transacciones comerciales y financieras comenzara a decaer, así como su participación en la formación de las reservas de divisas de los bancos centrales. La continua devaluación del dólar, que provocará una caída de los ingresos y del valor de las “reservas de petróleo” denominadas en moneda estadounidense, también está en el origen de los dos shocks petroleros que estallaron en 1973 y 1979. Esta “crisis del dólar” condujo, a fines de la década de 1970, a intentos de reemplazarlo por Derechos Especiales de Giro, es decir, activos líquidos emitidos por el Fondo Monetario Internacional y respaldados por una “canasta de monedas”. La decisión de la FED de subir unilateralmente los tipos de interés estadounidenses en octubre de 1979 (antes del 2º shock petrolero) fue una respuesta a la embestida de europeos y japoneses, tomada con el objetivo de rescatar la supremacía del dólar como moneda de reserva internacional. Al imponer la regeneración del papel del dólar como estándar universal a través de un aumento sin precedentes de las tasas de interés en 1979, EE.UU., además de desencadenar una crisis de liquidez para los deudores del Tercer Mundo, dió el golpe final a las pretensiones de reformar del orden monetario de Breton Woods13. De hecho, en ese momento -argumenta correctamente Michael Hudson14-, EE.UU. estaba imponiendo a los tenedores de excedentes en dólares el US Treasury Bill Standard, un patrón monetario cuyos activos netos de último recurso se convertían en títulos de deuda del Tesoro de EE.UU., aumentando el poder de señoreaje de la moneda americana. A partir de entonces, liberado de las cadenas de la convertibilidad y de la paridad fija con el oro, EE.UU. puede atraer capitales a sus mercados y darse el lujo de mantener tasas de interés moderadas, fenómeno que se acentuó en la década de 1990 con la acumulación de reservas por parte de los países asiáticos a partir de la ampliación de los crecientes déficit comerciales con la zona. Así, mientras los conflictos geopolíticos reales y potenciales siguen concentrados en las fronteras movedizas de Eurasia, la geoeconomía global, bajo la égida del capital financiero estadounidense y el nuevo estándar monetario, ha tomado una dirección diferente, moviéndose hacia el Lejano Oriente. A partir de la década de 1970, especialmente después del desastre de Vietnam y la política de contención militar de China, la diplomacia estadounidense 14 Ver Hudson, M., op. cit. 13 Ver Tavares 1985 en Fiori, 1997. 14 EEAyM | El poder americano (J.L. Fiori) | La globalización del capital y la expansión del poder estadounidense en Asia se centró en los aspectos económicos y financieros. El proceso de globalización del capital liderado por EE.UU., a través de la liberalización comercial y financiera y la inversión directa, avanzó rápidamente a partir de la década de 1980 y terminó por englobar a la vieja Asia resurgente. Esta última era, la de la globalización financiera, se dio junto con el mayor y más duradero ciclo de crecimiento de la economía estadounidense en la posguerra, mientras el ritmo de expansión de los demás socios de la Tríada (Japón y Alemania) se reducía y la Periferia endeudada entró en crisis. Globalización Financiera y Cambio en la Riqueza Capitalista Con la ruptura sistémica de la década de 1970, la “acumulación” de activos financieros ganó en la mayoría de los países posiciones permanentes en el manejo de la riqueza capitalista, y la búsquedade rentas se expandió de manera generalizada. Se aceleran los cambios en la composición de la riqueza social del mundo capitalista y se acentúan las asimetrías de crecimiento entre países y de distribución del ingreso entre clases. Las clases altas y medias comenzaron a vender importantes carteras de bonos y acciones, directamente, pero sobre todo a través de cuotas en fondos de inversión, fondos de pensiones y de seguros. La riqueza típica de una familia de ingresos medios pasó a incluir activos financieros en proporción creciente, además de bienes raíces y bienes duraderos, lo que altera sustancialmente la distribución del ingreso entre salarios e ingresos por activos financieros. La Reserva Federal informó en Flow of Funds Accounts 15 que en el primer trimestre de 2004 (después del estallido de la burbuja de la década de 1990), el valor de los activos financieros en poder de los hogares estadounidenses: acciones, cuotas de fondos, títulos de deuda pública y privada fue de USD 34,8 billones contra USD 20,1 billones en activos tangibles (vivienda propia, bienes duraderos). Las empresas en general también han ampliado significativamente su propiedad de activos financieros, no solo como reserva de capital para realizar futuras inversiones fijas, sino como cambios decisivos en la estructura de su patrimonio accionario. Por lo tanto, la expectativa de variación en los precios de los activos financieros comenzó a jugar un papel muy importante en las decisiones de las empresas y los bancos, siendo tendencia que las ganancias financieras fueran superiores a las operativas. Vistos desde el punto de vista de las instituciones y los instrumentos financieros, estos cambios en la riqueza reflejan la mayor importancia de las finanzas directas y “titulizadas” en relación con el crédito bancario. La desregulación financiera rompió los diques impuestos tras 15 La Reserva Federal publica las Cuentas de Flujo de Fondos (Flow of Funds Accounts) de los Estados Unidos. En este reporte trimestral se registran las entradas generadas por las diferentes instituciones proveedoras de crédito y los principales acreditados, el estudio también presenta datos sobre el stock de deuda acumulado al cierre de cada período, así como la situación del patrimonio neto de los tomados de crédito. 15 EEAyM | El poder americano (J.L. Fiori) | La globalización del capital y la expansión del poder estadounidense la crisis de los años 30 sobre el establecimiento de bancos comerciales, ahora transformados en supermercados financieros. Este cambio engendró la “titulización” de créditos y facilitó la participación de los bancos en la financiación de posiciones en los mercados de capitales y en operaciones “fuera de balance” con derivados, con un alto grado de “apalancamiento” de intermediarios, fondos y bancos de inversión. La competencia entre las instituciones financieras fue un factor decisivo para atraer clientes y acelerar las innovaciones en el sector. Los administradores de cartera, deseosos de generar más dinero en sus fondos mutuos y de pensiones, y deseosos de vencer a los competidores, buscan mostrar sus mejores performances. Tanto es así que hizo hueco en sus carteras a productos y activos de mayor riesgo. La expectativa de variación de los precios de los activos financieros juega así un papel muy importante en las decisiones de empresas y bancos16. El profesor José Carlos Braga, en su tesis doctoral, ya había advertido claramente sobre la tendencia a la “financiarización” y la nueva búsqueda de rentas en las economías capitalistas, proceso que no se circunscribía a las fronteras nacionales17. Si bien la mayor parte de los activos financieros de cada país es propiedad de sus residentes, la participación cruzada de inversionistas extranjeros ha aumentado significativamente con la liberalización de los mercados de divisas y la desregulación de los controles sobre los flujos de capital. El valor de la masa de activos financieros negociables en los mercados de capitales del mundo saltó de alrededor de 5 billones de dólares a principios de los 80 a más de 100 billones de dólares a finales de los 90, según estimaciones del BIS (Banco de Pagos Internacionales, por sus siglas en inglés). Acompañando el movimiento de financiarización, los países centrales se movieron hacia un sistema de tasa flotante. A juicio de muchos, se trataba de escapar a las aporías de la “trinidad imposible”, es decir, la coexistencia entre tasas fijas, movilidad de capitales y autonomía de la política monetaria interna. Las fluctuaciones pronunciadas de la moneda exacerbaron el papel de las expectativas de apreciación/depreciación de la moneda en la valoración de diferentes activos. Para los países de moneda convertible, especialmente para el administrador de la moneda central, la política monetaria se ha convertido efectivamente en un instrumento eficaz para estabilizar el ciclo económico y el nivel general de precios. Pero, al mismo tiempo que en los países centrales se “amortiguaban” las fluctuaciones en el nivel de actividad y repuntaban las tasas de inflación de los bienes y servicios producidos, también aumentaban las posibilidades de ocurrencia de “burbujas” y sucesivas crisis en los mercados financieros. En un artículo reciente18, Los economistas Ben Bernanke y Mark Gertler reconocieron la importancia de la riqueza financiera y la situación patrimonial de las empresas y familias en la concesión de crédito y, por tanto, en la determinación del gasto capitalista: “En el mundo en que vivimos, en contraposición al imaginado por los modelos neoclásicos, los mercados de crédito no están a salvo de imperfecciones; es decir, los problemas de información, incentivos 18 Bernanke & Gertler, 1999. 17 Ver Braga, 1997. 16 Ver Belluzo, L. G., op. cit. 16 EEAyM | El poder americano (J.L. Fiori) | La globalización del capital y la expansión del poder estadounidense y ejecución de contratos son omnipresentes. Debido a esto, el crédito puede extenderse más libremente y a menor costo a los deudores que tienen una posición financiera sólida”. La investigación sugiere, según Bernanke y Gerter, que los efectos de las variaciones en los precios de los activos en la economía “se transmiten a través de cambios en el balance de los hogares, las empresas y los intermediarios financieros”. Los dos autores construyen un modelo de crecimiento con expansión del crédito, expansión de la inversión e inflación de activos, en el que existe una “prima de financiamiento externo” (recursos de terceros). Esta prima varía inversamente con las condiciones financieras del prestatario, es decir, disminuirá para los prestatarios que pueden ofrecer mejores garantías. A medida que los precios de los activos aumentan rápidamente e “inflan” la deuda de empresas y familias, se vuelve irresistible utilizar el endeudamiento como una forma de apalancar inversiones productivas o posiciones que prometen ganancias significativas de capital. La sucesión de episodios de “inflación” de activos y riesgo de crisis ha sido abordada —hasta ahora con éxito— por la política monetaria estadounidense. Este fue el caso de la aguda crisis del fondo de cobertura Long Term Capital Management en 1998 cuando los administradores de patrimonio, sorprendidos por movimientos de precios repentinos e imprevistos, se vieron obligados a liquidar posiciones que generalmente estaban excesivamente "apalancadas". La pronta reacción de la FED evitó una crisis sistémica. El hecho es que, en los últimos 20 años, la política económica estadounidense se ha mostrado capaz de conciliar tres objetivos: 1) manejar las condiciones de liquidez interna en las etapas de expansión y contracción de los dos ciclos americanos; 2) garantizar la resiliencia de su mercado financiero, mediante intervenciones de último recurso; y 3) mantener condiciones de financiamiento externo con altas fluctuaciones en la liquidez internacional, preservando el rol del dólar como moneda de reserva. En las economías periféricas, con moneda no convertible,es decir, con demanda nula de agentes de terceros países, la nueva interdependencia financiera introdujo importantes restricciones: las tasas de interés y de cambio se volvieron más sensibles a cambios repentinos en las expectativas de los poseedores de riqueza. Para estos países, la nueva integración financiera ha venido acompañada de frecuentes problemas de liquidez externa, con amplias fluctuaciones en los precios de activos y divisas. De ahí las severas limitaciones impuestas a las políticas monetaria y fiscal, que sin duda han sido más rígidas y duraderas en el caso de países que abrieron sus cuentas de capital, surfearon ciclos de crédito externo y se convirtieron en gran parte deudores en moneda extranjera. En la fase de salida neta de capitales, las reservas se reducen, pero las tasas de interés aumentan, lo que aumenta el stock de deuda y promueve la dolarización de los pasivos internos del gobierno. Esta situación, por cierto, se presenta tanto en los regímenes de tipo de cambio fijo como flotante, en ambos casos el Banco Central se ve obligado a comprar y vender dólares en un intento de calmar el tipo de cambio y evitar un crecimiento indeseable de la relación de deuda / PIB. 17 EEAyM | El poder americano (J.L. Fiori) | La globalización del capital y la expansión del poder estadounidense El monto relativamente elevado de reservas que los bancos centrales deben mantener para aparentar estar en situación de solvencia es uno de los síntomas de la imposibilidad de adoptar la fluctuación pura del tipo de cambio. Como los bonos de la riqueza en moneda nacional y los denominados en dólares son sustitutos muy imperfectos, el mercado financiero continúa arbitrando entre intereses internos y externos —consciente del riesgo cambiario, de liquidez y de solvencia—, lo que impide la convergencia de tasas de interés y exige la administración cambiaria. En países con alto endeudamiento externo —aún cuando logran reducir significativamente el déficit en cuenta corriente— la flotación del tipo de cambio no elimina el riesgo cambiario y el Banco Central siempre está obligado a “ensuciar” las fluctuaciones. Las tendencias de apreciación o depreciación dependen, en el corto plazo, de las condiciones de apertura financiera, del estado de flujo de capitales y del mayor o menor “desajuste” entre los activos y pasivos en dólares de bancos, empresas y familias rentistas con sede en el país periférico. La Reafirmación del Poder Estadounidense En la década de 1970, como se ha dicho, la ruptura del patrón dólar fijo, la derrota de Vietnam y la crisis del petróleo, sacudieron los pilares del poder estadounidense, y la mayoría de los analistas continuaron pregonando la derrota definitiva de la hegemonía estadounidense, incluso después de 1985, cuando la crisis ya había sido superada y EE.UU. avanzaba hacia una potencia global. La vulnerabilidad del dólar como moneda internacional fue eludida por la "diplomacia del dólar fuerte" de la administración Reagan (Volker), ejecutada sin piedad a principios de la década de 198019. El fortalecimiento del dólar, como moneda de reserva y denominación de las transacciones comerciales y financieras, promovió profundos cambios en la estructura y dinámica de la economía mundial. Las transformaciones involucraron la redistribución de la capacidad productiva en la economía mundial, sobre todo en la industria manufacturera, la aparición de desequilibrios duraderos en la balanza de pagos entre EE.UU., Asia y Europa y el avance de la llamada globalización financiera. En dos momentos (1980-85 y 1995-2001), la apreciación del dólar y la consiguiente expansión de la posición deudora neta de Estados Unidos definieron el rumbo de las transformaciones. A principios de la década de 1980, la subida sin precedentes del tipo de interés alimentó, al mismo tiempo, el déficit presupuestario del gobierno de Reagan y la apreciación del dólar, responsable del rápido crecimiento del, hasta entonces, déficit comercial más imponente de la posguerra. En la década de 1990, la ampliación del déficit de cuenta corriente de EE.UU. fue causada por un fuerte crecimiento del gasto privado y el endeudamiento. En ambos momentos, es fundamental destacar que la economía estadounidense ganó libertad para adoptar, primero, una política fiscal expansiva y, en la década de 1990, una política monetaria crediticia. En ambas situaciones, el crecimiento a tasas elevadas se caracterizó por una 19 Ver Tavares, op. cit. 18 EEAyM | El poder americano (J.L. Fiori) | La globalización del capital y la expansión del poder estadounidense expansión de la demanda nominal a un ritmo muy superior al de la producción interna, así como por un aumento de la relación deuda total/PIB. Importante para la revitalización de las finanzas de mercado fue el papel que jugó, a principios de la década de 1980, la expansión del endeudamiento público estadounidense de mayor calidad, un fenómeno crucial para rescatar carteras y contener el colapso de los bancos involucrados en la crisis de la deuda externa de los países del Tercer Mundo. La deuda pública estadounidense y europea creció rápidamente en la década de 1980, impulsada por las altas tasas de interés. El crecimiento “endógeno” de la deuda pública estuvo acompañado de una mayor dependencia de los gobiernos de los mercados financieros internacionalizados. A partir de entonces, de una manera sin precedentes en la historia de la internacionalización capitalista, Estados Unidos pasó de ser un gran acreedor a ser el mayor deudor del mundo, tanto desde el punto de vista interno como externo. Después del choque inflacionario de principios de la década de 1980, la política de economía del lado de la oferta combinada con la sobrevaluación del dólar permitió que la economía estadounidense reanudara el crecimiento sin presiones inflacionarias, con un aumento en el poder adquisitivo de los salarios respaldado por importaciones de bienes de consumo baratos y expansión monetaria por encima del ingreso nominal. La reanudación del crecimiento estadounidense se produjo como resultado de una oferta global con rendimientos crecientes y una gran capacidad de respuesta a los estímulos de la demanda. El aumento del déficit comercial estadounidense corresponde a un intento de obtener saldos comerciales crecientes de otros países industrializados. Exportar es la solución para todos, excepto para la economía dominante, cuya solución es importar barato”20. La política económica de Reagan, –con su dólar sobrevaluado, enormes déficits en el presupuesto y las cuentas comerciales, fue una “lluvia creativa21”- para los países asiáticos, en particular Japón, Corea y Taiwán. Este fue el período de grandes superávits comerciales japoneses, taiwaneses y coreanos. La aparición de bancos, corredores y compañías de seguros japoneses en el escenario financiero mundial fue el producto inevitable de la acumulación de enormes superávits financieros, resultantes de sucesivos y crecientes superávits comerciales en Japón, principalmente , con EEUU, pero también con Europa. Sin embargo, cuando a mediados de la década de 1980 EE.UU. decidió revertir la brutal apreciación del dólar, que ya había causado daños casi irreparables a su industria, se dio una señal clara de que al menos “esta parte de la fiesta” estaba a punto de terminar. Los japoneses se vieron obligados a tragarse la apreciación del yen que, por un lado, afectó sus exportaciones a la zona de predominio de la moneda estadounidense y, por otro lado, provocó graves pérdidas para los bancos, corredores y empresas de seguros que tenían activos en sus carteras en dólares. La famosa “endaka” impulsará el movimiento de “descentralización” de la industria japonesa hacia los países de la región, apoyada en la capacidad de financiamiento de 21 “Chuva criadeira" en portugues, se estima hace referencia a una analogía semejante a “viento de cola” o similares. 20 Ver Tavares & Belluzzo, 1986. 19 EEAyM | El poder americano (J.L. Fiori) | La globalización del capitaly la expansión del poder estadounidense sus bancos, que intentaron compensar las pérdidas sufridas en activos denominados en dólares. Corea, Taiwán y los Tigres de segunda generación, como Tailandia, Malasia e Indonesia, habían vinculado sus monedas al dólar, lo que hizo que cambiar la inversión japonesa fuera atractivo. Por otro lado, las tasas de interés en yenes fueron extremadamente atractivas y al menos compensaron parcialmente el riesgo de una mayor apreciación adicional de la moneda japonesa. China, con su yuan ya devaluado, completaría su primera década de rápido crecimiento. Este nuevo y gigantesco protagonista del “milagro astático” venía llevando a cabo sus programas de reforma económica con gran eficacia. Estas reformas buscaron una combinación de una estrategia exportadora agresiva, atracción de inversión extranjera directa en las áreas liberadas y una fuerte intervención del Estado. La acción estatal se centró en incentivar la agricultura familiar, las inversiones masivas en infraestructura y la utilización de las empresas públicas como “ancla” para la constitución de grandes conglomerados industriales. Todo esto estuvo acompañado por una cuidadosa transición del sistema de precios de la antigua economía dirigida a la “nueva” economía de mercado. Los mercados financieros “internacionalizados” de Hong Kong y Singapur se integraron rápidamente al complejo “asiático” en formación, a través de bancos locales y extranjeros con sede allí. Estos flujos cruzados de inversión directa, expansión crediticia y, posteriormente, inversiones de cartera, estimularon el acelerado crecimiento del comercio entre los países de la región, principalmente a través de transacciones intraempresariales. Desde fines de la década de 1980, el comercio entre los países del área se expandiría a tasas impresionantes, superando las relaciones comerciales con Europa y América del Norte. Carlos Medeiros, en su excelente artículo “Globalización e Inserción Internacional”22, muestra que “se estaba afirmando un grupo regional de inversiones y comercio intraindustrial e intraempresarial, que permitía a las empresas, especialmente a las japonesas y coreanas, formar importantes economías de escala y especialización en el sector manufacturero… Sin embargo, esta dinámica no puede explicarse fuera de un contexto marcado por la expansión macroeconómica regional, que combina inversiones, comercio interindustrial y penetración en los grandes mercados de la OCDE”. Tampoco puede explicarse fuera del contexto de la fuerte expansión macroeconómica estadounidense de la década de 1990 y el estancamiento japonés en el mismo período. El exuberante ciclo de expansión estadounidense de la década de 1990 —nuevamente acompañado de gigantescos déficits en cuenta corriente— fortalecerá las relaciones de solidaridad y, al mismo tiempo, una fuerte competencia dentro del bloque asiático. Corea y Japón, por ejemplo, se han convertido en feroces competidores en terceros mercados en los sectores más dinámicos como automóviles, microprocesadores y electrónica de consumo. Por otro lado, la expansión coreana se basó en gran medida en las importaciones de bienes de capital y en el financiamiento de los bancos japoneses para mantener las altas tasas de 22 Medeiros, 1997. 20 EEAyM | El poder americano (J.L. Fiori) | La globalización del capital y la expansión del poder estadounidense acumulación mostradas a lo largo de la década de 1990. Estas relaciones de “competencia y solidaridad” son aún más evidentes en el caso de China, cuya “competitividad” está creciendo, tanto en los mercados menos calificados como, a un ritmo acelerado, en aquellos con tecnología más sofisticada. Especialmente después de la devaluación de 1994, el impulso exportador chino desplazó la participación de sus socios asiáticos en terceros mercados, al mismo tiempo que estimuló las importaciones de partes y componentes de países de la región. Al mismo tiempo, los chinos apoyan el continuo aumento de la tasa de acumulación de capital interno y la rápida incorporación de nuevas tecnologías fomentando joint-ventures (empresas conjuntas) con empresas coreanas, japonesas y taiwanesas (con capital remanente de las crisis asiáticas de la década de 1990 y un tasa más baja de crecimiento de sus mercados domésticos a partir de entonces). Estas relaciones de interdependencia han hecho que estas economías sean muy sensibles a los cambios en los tipos de cambio relativos y, en particular, a los cambios en las relaciones de valor entre el dólar y el yen, y entre ellos y la moneda china. Esta, luego de la devaluación real de 1994/95, quedó nominalmente anclada en el dólar. La posición de China en la economía mundial ha mejorado rápidamente debido a una alta tasa de crecimiento interno, absorción de IED y crecimiento de las exportaciones que se ha mantenido más estable y vigoroso desde 1970 que el resto del mundo, incluso antes de las reformas liberales. Es el segundo mayor absorbente de inversión directa tras EE.UU. y mantiene una especial relación de competencia y complementariedad con este país. A diferencia de Japón, que no tuvo una absorción externa significativa de capital y sigue siendo, hasta el día de hoy, un país acreedor de EE. UU., China es simultáneamente deudor (debido a la IED) y acreedor (debido a la acumulación de enormes reservas de dólares invertidas en bonos del Tesoro de EE.UU.). Cualquier disminución acentuada en el comercio y la inversión de China afectaría dramáticamente la economía de Asia oriental, de la cual la expansión china es ahora el principal impulsor, podría desencadenar un "ataque al corazón" en una de las arterias más importantes de la globalización estadounidense. La presión ejercida por los exponentes del poder estadounidense para penalizar el sistema de protección chino y reducir su excedente, hace reaparecer la farsa ‘proteccionista hacia adentro, liberal hacia afuera’, en la que periódicamente recae el liderazgo estadounidense. También podría ser una maniobra de la real politik, respaldada por Japón para obtener mayores concesiones comerciales y financieras de China y mantener el “equilibrio de poder” en Asia. El gobierno chino resiste y, además de mantener alta la tasa de inversión para expandir su mercado interno, está iniciando una ofensiva para invertir en alta tecnología y buscar complementariedades con países proveedores de recursos naturales. Perseguir una inserción internacional más amplia es parte de una estrategia que libera a China de su secular dilema: encerrarse en su inmenso espacio territorial o quedar a merced del juego de las grandes potencias. 21 EEAyM | El poder americano (J.L. Fiori) | La globalización del capital y la expansión del poder estadounidense Conclusiones Estados Unidos, a pesar de su monumental déficit de cuenta corriente, no necesita preocuparse por el riesgo de una fuga del dólar. La demanda de la moneda estadounidense surge hoy del papel de EE. UU. como economía dominante en el comercio internacional y en los mercados financieros, donde continúa la atracción de los bonos públicos como activos líquidos de último recurso en la economía global. Enorme ventaja para aquellos con un déficit de cuenta corriente de alrededor de USD 550 mil millones. Con un déficit de esta magnitud, cualquier otro país habría sufrido un ataque a su moneda. Sin embargo, a pesar de los presagios, una caída del dólar no parece probable. La demanda de bonos del gobierno estadounidense por parte de no residentes, especialmente la derivada de las balanzas comerciales y las enormes reservas de los países asiáticos, ha permitido la expansión del crédito y el soporte de los precios de los activos en el mercado financiero estadounidense. Mientras tanto, las familias se endeudan cada vez más para comprar productos baratos de los “productivistas” en Asia. La “globalización americana” dio lugar, de manera sin precedentes, a la relación estructural entre el sistema crediticio, la acumulación productiva de las empresas, el consumo privado y lagestión de las finanzas privadas y estatales (particularmente de la deuda pública). Esta verdadera fusión de funciones e intereses reafirma el carácter esencialmente “colectivista” (y macroeconómico) de las nuevas dinámicas de reproducción del capitalismo central. Una exhibición práctica de la “macroeconomía política” de American Power and Wealth, fundada en las relaciones entre hegemonía monetaria, expansión crediticia, valoración de activos y crecimiento económico. Las relaciones entre Estado y Mercado (manera imperfecta de expresar las relaciones entre política y economía) no son “externas”, de mero intervencionismo. Son orgánicas y constitutivas. En los tiempos de la “economía global”, estas formas socializadas de poder privado permiten diversificar la riqueza de cada grupo, distribuirla en varios mercados y asegurar la máxima ganancia patrimonial, si es posible en el corto plazo. Los agentes de estas operaciones son las instituciones financieras privadas. Son ellas las que definen los precios de venta, las modalidades de financiación, la participación accionaria de los grupos y las estrategias de valorización de las acciones. La garantía final -pero ciertamente no definitiva- del proceso de valoración de activos es la existencia de un stock de activos líquidos y seguros emitidos por el gobierno del país hegemónico. Este es el mercado “competitivo” del capitalismo formado por empresas gigantes en la cuna de la desregulación y la liberalización. En los dos “mercados flexibles”, el dólar y el petróleo, EE.UU. dejó de soportar internamente el peso de la desregulación que caracterizó el período de transición de 1973/85 y pasó a una economía dirigida en la que la política de EE.UU. realiza unilateralmente las intervenciones preventivas o correctivas, dependiendo de la situación. Sin reglas generales autoaplicables y sin tener en cuenta las reglas de las organizaciones internacionales que ellos mismos ayudaron a crear, el intervencionismo preventivo estadounidense expandió su poder global como nunca antes. 22 EEAyM | El poder americano (J.L. Fiori) | La globalización del capital y la expansión del poder estadounidense La gestión económica interna del intervencionismo preventivo estadounidense se complejizó con la reafirmación de la hegemonía estadounidense. Sin embargo, cualquier desacuerdo entre la Secretaría del Tesoro y la FED con respecto a la política económica se sortea fácilmente cuando se dispone de una política fiscal y monetaria elástica (sin restricciones de balanza de pagos), y ninguno de sus líderes piensa en ir en contra de los intereses de los grandes bancos estadounidenses y de la “comunidad financiera internacional”, nuevamente consolidada en Wall Street después de 1985. No se puede decir lo mismo del petróleo y las armas. Después de todo, Texas no tiene el poder de coordinar el mercado petrolero mundial y mucho menos las políticas sectoriales y globales del complejo militar estadounidense. La política exterior estadounidense, tras el paso diplomático de Nixon (Kissinger) hacia China, había dejado de centrarse únicamente en los conflictos Este-Oeste, congelados por la distensión de la Guerra Fría, y se centró en Oriente Medio. Las pretensiones “arbitrarias” de la vieja Inglaterra en Oriente Medio quedaron definitivamente socavadas desde la crisis del Canal de Suez y obligaron a pasar el relevo a EE.UU. en un periodo de turbulencias. En cuanto a la regulación y geopolítica del petróleo, el condominio estadounidense-saudí-iraní reafirmado por el acuerdo de Teherán de 1971 duró poco, gracias a la inestabilidad del Sistema Monetario Internacional y a los crecientes conflictos en los países árabes que se agudizaron con el derrocamiento del Sha de Irán23. El tablero político-militar en Medio Oriente no ha dejado de moverse rápidamente desde entonces. La estrategia de intervención preventiva prosperó. En el caso de Medio Oriente, EE.UU. no esperó para sustituir la vieja gendarmería colonial como ocurrió en el caso de Vietnam. Intervinieron en todos los conflictos, hicieron tratados unilaterales con Egipto e Israel, primero apoyaron al Sha de Irán y, cuando fue derrocado por la “revolución chiita” en 1979, armaron a Irak en la larga guerra que siguió, apoyando a Saddam Hussein, quien luego derrocaron dos décadas después. Hasta el día de hoy, Arabia Saudita se ha mantenido como el único aliado fiel de EEUU, tras sucesivos cambios de alianzas y conflictos en otros países árabes. Dentro de la lógica de la expansión continua y permanente de la presencia militar en el mundo, Estados Unidos mantuvo las antiguas bases, instaladas tras la Segunda Guerra Mundial dentro de la Unión Europea y ampliadas a Europa del Este, tras la implosión de la Unión Soviética. Las bases más recientes, sin embargo, están ubicadas en países propietarios de petróleo o en las actuales fronteras rusa y china de Asia Menor24. El hecho de que las bases militares en el exterior respondan, en sus múltiples tareas, a comandos militares y de espionaje estadounidenses, que no están unificados internamente, muchas veces perturba y distorsiona la información disponible en el Pentágono y otras agencias de seguridad. Esto exacerba las disputas entre el Departamento de Defensa y el Departamento de Estado que se han intensificado desde la administración Reagan. De hecho, no existe un comando unificado de la Seguridad Nacional estadounidense (como se vio en el desastre del 11 de septiembre), 24 Sobre la geopolítica de las bases ver Johnson, 2004. 23 Sobre petróleo, ver Torres Filho “El Papel del Petróleo en la Geopolítica Estadounidense” en este volumen. 23 EEAyM | El poder americano (J.L. Fiori) | La globalización del capital y la expansión del poder estadounidense quizás porque la "doctrina de seguridad" y las agencias de inteligencia se han extendido a todos los niveles de gobierno desde que se confundió el poder nacional con el poder global. La intersección de los grandes intereses corporativos y militares que atraviesan la geografía mundial, en particular desde la guerra de Irak, hacen de los “disensos de Washington” sobre las decisiones de política exterior de EE.UU. un verdadero enigma. El aumento desproporcionado del poder global de Estados Unidos, sin el consenso compartido de sus antiguos asociados, es incompatible con la noción de Orden Internacional, debido a su inherente inestabilidad estructural. Desde el punto de vista de la globalización del capital, el “objeto de deseo” de Occidente vuelve a ser China, como en los tiempos del Marco Polo veneciano al inicio de la modernidad mediterránea. Las zonas especiales de exportación comenzaron con los mismos puertos ocupados, en el siglo XIX, por las grandes potencias imperiales. No se trata, sin embargo, de una ocupación militar o colonial, sino de la aplicación de las viejas tesis de “abrir los puertos” al libre comercio y al movimiento de capitales, hoy expresadas en la Organización Mundial del Comercio. El gobierno chino, aún después de las reformas liberales de su ingreso a la OMC, mantuvo el control de cambios y se resiste a abrir su cuenta de capital, lo que no le impide ser el mayor absorbente de inversión directa de las subsidiarias globales. También es el segundo mayor financista del déficit estadounidense a través de la retención de grandes reservas invertidas en títulos de deuda pública. A principios del siglo XXI se configura una nueva anatomía de la geoeconomía capitalista. El cerebro es el poder de contención y control geopolítico de la superpotencia hegemónica y el corazón de la economía mundial sigue siendo su gigantesca economía continental, particularmente China. India, a pesar de su fuerte tasa de crecimiento y de ser una potencia atómica, no es un actor financiero relevante en la globalización del capitalismo, ya que, a diferencia del suroeste asiático, no cuenta con centros financieros internacionales relevantes para el movimiento de capitales. La vieja Europa continental, hasta hace poco una fortaleza mercantil que incluía sólo 12 países,
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