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ARENAL, 14:1; enero-junio 2007, 59-78
Los discursos de higiene y el cuerpo femenino 
como metáfora de ingobernabilidad
(Puerto Rico, finales del siglo XIX)
The feminine body as a metaphor of ungobernability in Porto Rican sanitarian 
discourses at the end of the 19th Century 
Marlene Duprey
Universidad de Puerto Rico.
Recibido el 30 de abril de 2008.
Aceptado el 19 de junio de 2008.
BIBLID [1134-6396(2007)14:1; 59-78]
RESUMEN
 El propósito de este artículo es dar cuenta de cómo se objetivó el cuerpo, particular-
mente el de las mujeres, en el contexto de los discursos sobre higiene en Puerto Rico, a 
partir de textos de finales del siglo XIX. Se examinan por una parte las luchas y tensiones 
que sostuvieron médicos y letrados en su afán por erradicar y deslegitimar formas de saber 
y prácticas en torno al cuerpo que fueron configuradas como obstáculos al desarrollo de la 
medicina en tanto saber-poder en la Isla. Se enfatiza particularmente el proceso de objeti-
vación del cuerpo femenino, a través del cual se manifiestan y canalizan las ansiedades de 
gobernabilidad de la Isla.
Palabras clave: Higiene. Salubridad. Saber-poder. Cuerpo femenino. Ingobernabilidad.
ABSTRACT
 The purpose of this paper is to analyse how bodies, particularly female bodies, were 
treated and objectified by hygiene and sanitarians discourses in Porto Rico, at the end of 
the 19th Century. The paper examines the tensions and troubles raised by physicians and 
intellectuals in their effort to eradicate some forms of knowledge that they considered to 
be an obstacle to expand the new science of medicine in a power-knowledge relation. The 
article focuses, particularly, on the way that feminine bodies were portrayed as ungovernable, 
connecting with their anxieties about ruling the Ireland.
Key words: Hygiene. Sanitarians. Power-knowledge relation. Feminine body. Ungovernable, 
unruly.
SUMARIO
 1.—Los discursos de higiene y el empeño modernizador. 2.—Ex/propiar. 3.—Im/pro-
pios.
ARENAL, 14:1; enero-junio 2007, 59-78
MARLENE DUPREY60
1.—Los discursos de higiene y el empeño modernizador
Los proyectos de higienización social y las políticas de salud pública, 
si bien presentes en las sociedades desde la Antigüedad, emergen como 
foco central en los procesos civilizadores de la Modernidad. De acuerdo a 
George Rosen, las formas de producción capitalista en su versión industrial 
en las regiones europeas más desarrolladas de Inglaterra, Bélgica y Francia, 
provocaron un movimiento poblacional que llevaría a algunas figuras po-
líticas de la época a preocuparse, bajo una nueva lupa, por los problemas 
concernientes a la salud pública 1.
De una parte, una creciente fuerza de trabajo libre fue aumentando los 
escenarios urbanos, lugares adyacentes a las nuevas industrias o fábricas. 
Hacinamiento y crecimiento urbano que coincidía con unas condiciones in-
fraestructurales deficientes: escasez de letrinas, alcantarillados, lugares poco 
ventilados, acumulación de basuras, pestes, entre otros. La concentración y 
visibilidad de la pobreza, la hambruna, las deformidades físicas, la muerte 
circundando las ciudades, contrastaban enormemente con las fábricas emer-
gentes, las vías de ferrocarril con sus “máquinas de hierro”, y por supuesto 
con las utopías impregnadas de filosofías económicas de aquellos primeros 
estadios del capitalismo: Adam Smith, David Ricardo, Thomas Malthus y 
Jeremy Bentham.
Esta visibilidad de la pobreza, preocupaba aún más por el obstáculo 
que imponía en el contexto de la productividad capitalista. Una sociedad 
que aspirara al progreso social, al orden y el desarrollo económico, no 
podía transitar cómodamente frente al espectáculo de la miseria, al tiempo 
que requería para su desarrollo un contingente de trabajadores productivos. 
Fue de este modo como desde el comienzo del siglo XIX, de acuerdo a 
Rosen, emerge un fuerte movimiento de reformadores preocupados por las 
malas condiciones sociales de vida, registradas bajo los altos índices de 
pobreza y las altas tasas de mortandad, los problemas de alimentación, y 
el analfabetismo.
Reformadores como McCready, John Griscom y Lemuel Shattuck, en-
tre otros, asumieron en Estados Unidos los problemas de la higiene como 
un problema de pobreza y de moral a la vez. Ellos, según el historiador 
norteamericano John Duffy, creían que “la pobreza y la inmoralidad van de 
la mano y la limpieza nos acerca a la piedad”, lo que les llevó a interve-
nir/examinar las condiciones de vida de poblaciones marginales, sobre todo 
1. ROSEN, George: A History of Public Health. Baltimore, The Johns Hopkins Uni-
versity Press, 1993, p. 168.
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inmigrantes 2. En este sentido, se trataba de los problemas que los estados 
capitalistas habrían de confrontar desde sus inicios; “la contradicción funda-
mental de cómo hacer políticamente compatibles y legítimas las necesidades 
del capital y las necesidades de las poblaciones” 3.
Mientras se configuraban estas discusiones en las vorágines europeas y 
norteamericanas, algunos puertorriqueños que contaban con los recursos para 
llevar a cabo estudios universitarios, emigraban a Europa y Estados Unidos 
para estudiar medicina y derecho. Tal es el caso del médico Francisco del 
Valle Atiles, titulado en Sevilla, quien fue, además, alcalde de San Juan, 
nombrado por el General Brooke. En 1881 editó El eco médico, y en 1883, 
La salud: semanario de higiene al servicio de todos. Escribió también una 
Cartilla de Higiene para uso de las escuelas, que fue aprobada por el gobierno 
en 1886, además de otros muchos artículos sobre el tema. Del Valle Atiles, 
tenía a su vez un hermano, Manuel V. del Valle Atiles, quien fue cirujano 
dentista, graduado de la Universidad de Michigan, y sirvió de intérprete a 
los norteamericanos cuando éstos tomaron posesión de la isla.
Podemos mencionar además a Ricardo M. Hernández, titulado en Nueva 
York, quien también ocupó cargos administrativos en el gobierno, así como 
a Calixto Romero Cantero, titulado también en Nueva York, a José Belaval, 
graduado de Filadelfia, Agustín Stahl, graduado de Alemania, Eliseo Font 
Guillot, graduado de Barcelona. Estos nombres son significativos porque 
luego ellos emprendieron una gestión administrativa y diseminaron los dis-
cursos de la higiene aprendidos en estos centros metropolitanos 4. Algunos 
“acontecimientos” que contribuyeron al desarrollo de esta emergente ocu-
pación del cuerpo fueron: el perfeccionamiento del microscopio del siglo 
XVII, la promoción de las leyes de de conservación de la masa (Lavosier), 
el descubrimiento y construcción del germen transmisor de enfermedades, 
(desde Henle hasta Kosh pasando por Pasteur), los adelantos de la fama-
copea, y el crecimiento demográfico como catalítico de la proximidad de 
cuerpos en los espacios urbanos 5.
Un cotejo de la literatura y la prensa del siglo XIX en Puerto Rico, 
nos permite dar cuenta de cómo intelectuales, reformadores, médicos y re-
ligiosos, fueron articulando un discurso de la higiene con la construcción 
constante del problema poblacional. La población será desde entonces un 
2. DUFFY, John: “The Sanitary Reformers”. En DUFFY, John: The Sanitarians, A 
History of American Public Health. Chicago, University of Illinois Press, 1992, p. 99.
3. ROMÁN, Gladys: “Crisis de gobernabilidad: el poder estatal como simulacro”. 
Bordes, 3 (1996), pp. 3-18.
4. ARANA SOTO, Salvador: Catálogo de médicos de Puerto Rico de siglos pasados 
(con muchos de éste). San Juan de Puerto Rico, 1966.
5. ROSEN, George: A History of Public Health, pp. 270-440.
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significante a partir del cual se elaborarán estrategias de intervención en pos 
del saneamiento de la sociedad. Los médicos, intelectuales y reformadores 
se adjudicaron de este modo el derecho a exponer y prescribir “lo correc-
to”, las maneras adecuadas de comportarse, de regir la vida, dehablar y de 
vestir, estableciendo diferencias, jerarquizando, excluyendo y disciplinando 
una parte significativa de sectores poblacionales, que a grandes rasgos se 
pueden identificar como mujeres, niños, pobres, trabajadores, campesinos 
y ex-esclavos, así como prácticas cotidianas vinculadas a la alimentación, 
el espacio doméstico, la diversión y la sexualidad 6.
En el caso específico de los médicos como ejemplares portavoces de 
los proyectos de higiene en Puerto Rico, hay que mencionar las figuras de 
Coll y Toste, Del Valle Atiles, Quevedo Báez, Gómez Brioso, Agustín Stahl 
y José Belaval, quienes inicialmente se expresaron en la revista La salud 
semanario de higiene al alcance de todos y posteriormente en el Boletín de 
Asociación Médica, así como en las conferencias dominicales celebradas en 
el Ateneo Puertorriqueño. La revista La salud se publicó en 1883, y tenía 
como propósito servir de manual de divulgación popular de los catecismos 
de higiene. La higiene como forma particular de mirar a las poblaciones, se 
concibió como un sacramento fundamental para los epígonos del progreso 
como el trabajo, la salud y la productividad.
Lo que sigue a continuación es mi acercamiento a algunos textos del 
siglo XIX que, a mi modo de ver, dan cuenta de las formas en las que 
se objetivó el cuerpo, particularmente el femenino, en el contexto de los 
discursos sobre higiene en Puerto Rico. Desarrollaré mi análisis a partir de 
dos ámbitos de discusión sobre la objetivación del cuerpo. Primero, en un 
apartado de carácter más general, me detendré a examinar la tensión que se 
desprende de la compleja relación entre superstición y ciencia. Exploro aquí 
la lucha y las tensiones por parte de los médicos por erradicar y deslegiti-
mar formas de saber y prácticas en torno al cuerpo que fueron configuradas 
como obstáculos al desarrollo de la medicina en tanto saber-poder. En esta 
lucha, las mujeres tuvieron un papel importante como detentadoras de formas 
tradicionales de conocimiento del cuerpo, frente al nuevo saber elevado a la 
categoría de ciencia. En segundo lugar, analizaré los desplazamientos de la 
mirada médica hacia poblaciones que se constituirán en objetos ampliamente 
intervenidos, regulados y producidos desde los discursos de higienización. 
6. Ver por ejemplo las investigaciones de ROSARIO URRUTIA, Mayra: “La génesis 
de la conciencia anti-alcohol bajo el dominio hispánico”. Boletín del Centro de Investigacio-
nes Históricas, 8 (1994-1995), 169-200. Ver también “Reconstruyendo la nación: la idea de 
progreso en el discurso anti-alcohol 1898-1917”. En NARANJO, Consuelo et al.: La nación 
soñada: Cuba, Puerto Rico y Filipinas ante el 98, Actas del Congreso Internacional celebrado 
en Aranjuez del 24 al 28 de abril de 1995. Málaga, Editorial Doce Calles, pp. 585-594.
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Me centraré particularmente en las mujeres y en los sectores pobres de la 
población. Plantearé los siguientes interrogantes: ¿cómo fueron objetivados, 
y qué tipo de discurso se elabora sobre ellos? ¿Cómo aparecen expuestos, 
y qué ansiedades provocan a la mirada higienista de entonces?
2.—Ex/propiar
La historia de las relaciones entre el saber y el poder, es larga y com-
pleja, y se mueve, por así decirlo, por caminos tortuosos y empinados 7. Es 
una relación que expropia para poco después a-propiarse, hace visible para 
luego invisibilizar, e invisibiliza para luego hacer visible.
En Puerto Rico existía ya, para las últimas dos décadas del siglo XIX, 
una muestra significativa de médicos profesionales, aunque, sin embargo, 
a la medicina como institución social le tomaría tiempo y esfuerzo para 
despegar y consolidarse como un saber hegemónico. Para ello, los represen-
tantes de la medicina debieron dar batalla en varios frentes. Uno de estos 
frentes tuvo que ver con el intento por exorcizar del imaginario popular 
aquellos personajes que ostentaban algún saber sobre el cuerpo, aquéllos 
para quienes las gentes concedían cierta capacidad para curar, y ostentaban 
en el escenario decimonónico cierto grado de autoridad. Se trata de los 
curanderos/as y comadronas, muy presentes en la cotidianidad del siglo 
XIX. Para desestabilizar el vínculo de estos saberes con la comunidad, se 
precisaba la articulación y socialización de otro lenguaje. Se desplegaron 
con ímpetu e insistencia las nuevas palabras del vocabulario científico, di-
vulgando, socializando, pero sobre todo visibilizando, y con ello instaurando, 
novedosas líneas de enunciación sobre la gente y sus cuerpos.
Así, se atacaron, no sin violencia, las viejas formas de referirse al 
cuerpo y sus dolencias, utilizando estrategias de visibilidad a través de 
una particular forma de enunciación que deslegitimaba dichos saberes. 
Creo, como bien ha planteado Evelyn Fox-Keller, en la importancia de en-
tender el “el lenguaje en acción”; y que los científicos históricamente se 
han equivocado al plantear que sólo sus datos y sus teorías determinan el 
progreso científico. Los modos de hablar y las metáforas que éstos suelen 
utilizar tienen un lugar importante en la construcción, desarrollo y énfasis 
de su conocimiento 8.
7. FOUCAULT, Michel: Nietzsche, la genealogía, la historia. Valencia, Editorial Pre-
textos, 1997.
8. FOX KELLER, Evelyn: “El lenguaje en acción”. En: Lenguaje y vida: metáforas 
de la biología en el siglo XX. Buenos Aires, Editorial Manantial, 2000, pp. 28-55.
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Un relato de finales del siglo XIX ilustrará esta idea. “La comadre que 
medra” 9, un cuento anónimo publicado en el semanario La salud, configura 
la caracterización de la comadrona, uno de los sujetos históricos vinculado 
al saber sobre el cuerpo, más intervenido, representado y vigilado por los 
médicos decimonónicos. Ángela, el personaje principal, encarna la figura 
de la víctima, por parte de dos mujeres, negras, pobres y ex-esclavas. Pro-
veniente de una familia “de bien”, y a partir de “un desliz apasionado”, 
Ángela cae en desgracia siendo abandonada por sus amistades, por su 
amante, y por sus padres, que la expulsaron de su casa. De este modo, el 
personaje de Ángela acaba recurriendo a la ayuda de su ex-esclava, “Una 
anciana negra, de nombre Ma-Cipriana”, quien accedió a compartir “con su 
llorosa ex-ama el húmedo y sucio cuchitril en que vivía” 10. La llegada de 
esta muchacha de diecisiete años al “cuchitril” de esta anciana, está plan-
teada en el cuento a partir del interés de esta última. Hay una inversión de 
los personajes en los que la víctima “ex-ama”, se somete al trabajo penoso 
impuesto por su “ex-esclava”.
Desde entónces Ángela diariamente cosía y bordaba, desde el ama-
necer hasta medianoche: pues de esta labor dependían su subsistencia y 
su ocupación del triste albergue. Transformóse éste á poco en habitación 
decentilla, gracias al órden y aseo que en todo ponía la pupila: demos-
trando así que no es la penuria causa única é indispensable del insalubre 
abandono que se observa en las viviendas de los pobres 11.
La inversión en la posición de los sujetos es interesante. La antes 
ama, por los avatares y contingencias de la vida, deviene ahora en una 
especie de esclava de su ex-esclava. Pero como se sugiere que proviene de 
una familia de bien, ella logra transformar el cuchitril en una “habitación 
decentilla”. Se conjugan abiertamente el vínculo entre pobreza y suciedad 
equiparándolas. El narrador de este cuento sostiene, sin embargo, que no 
es la pobreza “causa única e indispensable de insalubridad”, sino otra cosa 
inherente a los pobres. Esa otra cosa va a constituir una parte sustancial 
de la objetivización higienista de este período. Más que la pobreza, es en 
los pobres, en sus acciones y omisiones, donde se “observa” y se localiza, 
el “abandono de las viviendas pobres”. Esta idea se potencia en el relato a 
partir de las descripciones de estos personajes. La cuestión racial, la cues-
 9.ANÓNIMO: “La comadre que medra”. En: La salud: semanario de higiene al 
servicio de todos, San Juan, Imprenta Las bellas Letras, 1883, pp. 105-123.
10. “La comadre que medra”, p. 106.
11. Ibidem (las itálicas son originales).
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tión de clase y de género se combinan para producir un sujeto marcado 
por sus diferencias. 
Los personajes que atienden a la “pobre Angela” son mujeres, viejas, 
ex-esclavas, negras, pobres y, según se desarrolla la trama narrativa, éstas 
devienen en “escoria ignorante y supersticiosa”, “arpías”, “pitonisas del 
infierno”. Mujeres que además hablan “un pésimo castellano chapurrado de 
carabalí” 12. La descripción de los personajes, el desarrollo y desenlace de 
la historia en este cuento, enfatiza estas características de clase, de raza, 
de género y lingüísticas, para armar la estrategia discursiva de la desca-
lificación, de la construcción de la ignorancia, como nos dice Giovanna 
Procacci, no para proponer las formas políticas de la desigualdad sino para 
suprimir las diferencias 13.
Desde esta perspectiva, me parece importante destacar que aquellos 
procedimientos a los que las parteras sometían a la víctima de este relato, 
son mayormente pociones y bebidas hechas de hierbas y remedios que hoy 
día no solo están muy de moda, sino que además no parecen significar 
riesgos o peligros sustanciales a la salud. La saturación de adjetivos, lo 
pintoresco de los nombres que se les daba a estos remedios, contribuyen 
en el texto a hiperbolizar la alegada ignorancia de las parteras. Un examen 
de estos remedios desde el presente ilustraría que cada uno de ellos no era 
totalmente improvisado, y que se trataba de procedimientos cuyo propósi-
to conformaba parte de la observación u objetivación pre-científica de la 
población premoderna 14.
Sin embargo, en el cuento la hiperrepresentación de estos remedios 
que se le proveen a Ángela tiene como fin exponer cómo la ignorancia 
se emparenta con lo criminal. Por eso, el cuento comienza planteando que 
contar la historia de Ángela está motivado por el deber de “señalar este 
más en el catálogo de los crímenes” 15.
...es forzoso revelar á todo el que quiera oírnos que has fallecido de 
lento, cruel, perverso, inhumano asesinato; para que se infiera que son 
muchas las madres que han perdido su salud, ó su vida, ó la salud ó la 
vida de su criatura, ó una ú otra cosa de entrambas, á manos de esa horda 
12. Ibidem.
13. PROCACCI, Giovanna: “Social economy and the government of poverty”. En 
BURCHELL, Graham, et al.: The Foucault Effect, Studies in Governmentality, Chicago, The 
Chicago University Press, 1991, pp. 151-169.
14. LAFLEUR, William R.: “Espirítus hambrientos y hombres hambrientos: Corporeidad 
y racionalidad en el Japón medieval”. En FREE, Michel y TAZI, Nadia: Fragmentos para 
una historia del cuerpo humano. Madrid, Taurus, parte primera, 1990, pp. 279-313.
15. “La comadre que medra”, p. 105.
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de pretendidas parteras ó comadres, que recluta diariamente sus amazonas 
de la escoria más ignorante y supersticiosa del pueblo 16.
La denuncia por parte de los médicos de que eran muchas las mujeres 
sucias e ignorantes que llevaban a otras mujeres a la muerte, se siguieron 
enunciando aún bien entrado el siglo XX. Laura Otis ha señalado que la 
relación entre ciencia y literatura es muy estrecha y que cuando una calla, 
la otra habla más elocuentemente, pero en ambos casos se puede notar el 
uso de las mismas metáforas, en las que se develan las mismas premisas y 
ansiedades 17. En los números de la revista La salud, así como en la carac-
terización que hace Fernández Juncos en su famosa Galería de tipos, los 
personajes de la comadrona y el curandero hablan el mismo lenguaje de 
la demonización desde el nuevo saber médico. Como señalé anteriormente, 
el semanario La salud era una revista con pretensiones científicas pero de 
divulgación más general, que combinaba entonces el recurso de la retórica 
y de la narrativa para ejemplificar con mayor eficacia el mensaje de la 
nueva ciencia.
La legitimidad de la autoridad del saber médico-higienista-cientificista 
permitía sostener los cimientos de su construcción apoyándose en los su-
puestos de la productividad y de la potenciación de la fuerza de trabajo 
emergente que desde mediados del XIX en Puerto Rico y, con anterioridad, 
en Europa. Estos discursos se situaban como uno de los ejes claves del de-
sarrollo del capital. La construcción de la vagancia en tanto valor negativo 
desestabilizador del orden emergente, aparece como un recurso constante en 
la necesidad de legitimar las nuevas formas que exigía la productividad 18. 
Construcción que en el orden discursivo queda recogida por las metáforas 
que configuran los personajes de la narrativa decimonónica sobre las par-
teras, las comadronas y los curanderos. Estas metáforas se activan como 
un poderoso dispositivo de vigilancia que, al clasificar, des-cualifica y 
deslegitima una forma de hablar y un modo de decir. Si algo parece estar 
presente durante este período es la necesidad de clasificar, de separar, de 
distinguir y distinguirse de lo otro, pues era en ese gesto de diferenciación 
que un discurso como el de la higiene era a la vez efectivo y contradictorio, 
violento y sutilísimo, moralista y práctico. De este modo, la ciencia médica 
hubo de intentar, en primera instancia, el desprendimiento o la separación de 
16. Ibidem.
17. OTIS, Laura: Organic Memory: History and the Body in the Late Nineteenth and 
Early Twentieth Centuries. Londres, University of Nebraska Press, 1994, pp. 1-268.
18. MARX, Karl: El Capital, Tomo I, capítulo “La llamada acumulación originaria”. 
La Habana, Editorial de Ciencias Sociales, 1980, pp. 654-701.
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© Santiago Laespada. Fundación Bilbao Bizkaia Kutxa, 2008.
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la superstición y el misticismo religioso del cuerpo humano, convirtiéndolo 
en su campo de batalla.
Pero no fue fácil el proceso. Si en el plano de lo literario, los médicos 
y literatos se encargaron de imaginar poderosas metáforas de exclusión y 
de degradación de otros saberes, lo cierto es que entrado el siglo XX, los 
médicos hablaban de la imposibilidad de prescindir de las comadronas. Para 
1914, José Belaval, médico-obstetra, exponía con cierta amargura que: “..., 
como es absolutamente imposible que los médicos titulares puedan atender 
todos los partos de su municipalidad, tenemos que convenir muy a nuestro 
pesar, que las comadronas son un mal necesario para esta gente...” 19.
Ya que la petición de que se creasen más hospitales para atender a las 
poblaciones pobres del país no se materializaba con la agilidad y premura 
que exigían las necesidades, Belaval reconocía a las comadronas como un 
mal necesario. Pero el convencimiento de que no había más remedio que 
incluirlas y contar con ellas, no fue impedimento para adelantar, con esto, 
otro proyecto. La inclusión debía contar con una propuesta de enseñarles 
los apropiados preceptos de la higiene, comenzando por los conocimientos 
modernos de la asepsia. De este modo, Belaval proponía a sus colegas:
Procurar levantar el standard de las comadronas, su nivel intelectual 
y... muy principalmente enseñarles a conocer el límite donde llegan sus 
facultades y comienzan las del médico; es preciso limitarlas a la asistencia 
de los casos normales, y obligarlas por ley a requerir el médico tan pronto 
encuentren algo anormal... 20.
La identificación y clasificación de los “anormales” se constituyó en 
este caso en un lugar fértil para la experimentación y para fijar el discurso 
de la norma, como medida, y como algo distinto de la ley 21. Estas alertas 
sobre los límites del saber de las parteras, por otra parte, se sostendrán aún 
hasta hoy, cuando bajo el discursode los denominados factores de riesgo 
o casos de riesgo, los médicos mantienen una fuerte relación de poder que 
legitima su autoridad a la hora de asistir los partos. Hay que enfatizar, por 
otro lado, que los médicos en varias ocasiones ejercitaban la autocrítica. 
De estas críticas se desprende la misma ignorancia y falta de rigor que el 
gremio señalaba a las parteras. Críticas que se elaboraban en momentos 
19. BELAVAL, José S.: “Algunas observaciones de la obstetricia en Puerto Rico”. 
Boletín de la Asociación Médica, San Juan, 5 (1914), 5-14.
20. Ibidem, p. 11.
21. BRAIDOTTI, Rosi: “Signs of Wonder and Traces of Doubt: On Teratology and 
Embodied Differences”. En PRICE, Janet, et al.: Feminist Theory and the Body: A Reader. 
Nueva York, Routledge, 1999, pp. 290-301.
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en los que era necesario fortalecer el prestigio y la autoridad de la nueva 
especialidad médica. En el artículo anterior, el obstetra Belaval, señalaba 
lo siguiente:
Igualmente he observado que algunos compañeros, cumplidores estric-
tos de todos los principios y reglas de la asepsia y antisepsia; que serían 
incapaces de practicar una intervención de cirugía por poco importante 
que fuese sin garantizar a su paciente de una infección por todos los 
medios posible, y creyéndose eximidos de responsabilidad, acometen una 
intervención de obstetricia con asistencia insuficiente, e ineficaz, y en una 
casa particular en malas condiciones de asepsia 22.
Belaval expone en este artículo que no es por falta de conocimiento por 
lo que los médicos hacen esto, sino por que ellos: “Ven con “indiferencia”, 
y “pasividad” una infección puerperal, disculpándose “invocando la urgencia 
del caso y la premura con que hubo de hacerse la operación” 23.
Con este argumento, el médico nos permite ver lo que entonces parecía 
ser la forma diferenciada de relacionarse con el cuerpo, y cuáles de ellos 
se constituyeron jerárquicamente en cuerpos que importaban. Los cuerpos 
de las mujeres pobres se hacían visibles como material susceptible de ser 
utilizado en favor del desarrollo de la medicina, pues después de todo los 
médicos que atendían las pacientes sin los rigores de la asepsia, no lo hacían 
por falta de conocimientos, sino por la indiferencia a una actividad que al 
fin y al cabo todavía se veía como algo natural y en gran medida como 
un asunto de mujeres. Si el parto salía bien o mal no era entonces algo 
extraño, sino relativamente común en el escenario decimonónico.
En este sentido, vemos aquí cómo la visión moderna de los médicos 
se alimentaba todavía de las concepciones premodernas en torno al cuer-
po de las mujeres. La patologización del parto forcejeaba aún con la idea 
de que parir era una actividad natural, del mismo modo que lo eran las 
complicaciones inherentes a ésta. Lo que enfatizaba Belaval entonces era 
precisamente la necesidad de no ser indiferentes ni pasivos frente a una 
práctica que los médicos reclamaban para sí mismos. Se trasluce en estas 
discusiones, además, que no sólo las comadronas ignorantes se constituían 
en un peligro para las mujeres sino que: “No hay duda de que muchos miles 
de mujeres quedan inutilizadas por el resto de sus vidas, quedando algunas 
22. BELAVAL, José S.: “Algunas observaciones de la obstetricia en Puerto Rico”, 
p. 8.
23. Ibidem, p. 9.
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estériles y otras inválidas crónicas e incurables por médicos ignorantes e 
incompetentes...” 24.
La vigilancia se ubicaba entonces en las cercanías del propio gremio, 
como una medida de control cuyo propósito era defender la profesión y la 
nueva rama de la obstetricia proveyendo a las mujeres de cierta confianza 
en ella. Los médicos entendían que dichos controles eran posibles si no 
se bajaba la guardia en la petición y promoción de la construcción de 
más hospitales de maternidad, lugares donde bien podrían ejecutarse, con 
eficacia y despliegue de la parafernalia higiénica, los nuevos controles 
médicos. Todavía a la altura del 1933, y a pesar de que existían un grupo 
de comadronas autorizadas por los médicos para asistir los partos, en el 
Boletín de la Asociación Médica se hablaba de la existencia de otras mujeres 
que atendían partos como “viejas curiosas e ignorantes”. Pero también se 
seguía señalando que: “Es una verdad bien real que en su gran mayoría las 
escuelas de medicina todavía no ofrecen al recién graduado la preparación 
necesaria para afrontar por sí solo los difíciles problemas obstétrico-gine-
cológicos con los que irremediablemente ha de confrontarse al comenzar 
su vida profesional” 25.
En este artículo, el médico autor del mismo se estaba refiriendo al 
lento desarrollo de la especialidad de la obstetricia. La mayor parte de los 
partos eran atendidos por médicos generalistas o de familia, y apenas se 
encontraban fuera de las ciudades médicos pertenecientes a la especialidad. 
Se postulaba la necesidad de éstos a partir del discurso de la frecuencia de 
partos con alto nivel de riesgo, para cuyas complejidades no estaban del 
todo preparados el resto del gremio de la medicina. Mientras a través de la 
experiencia se iba madurando en materias difíciles, estos doctores confesaban 
haber enfrentado muchas “fatalidades” en materia de partos 26.
3.—Im/propios
Históricamente, las formas en las que se configuraron ciertos imagina-
rios en torno al cuerpo femenino lo hacía aparecer como si se tratara de 
su propio enemigo, su propio peligro. La histerización del sujeto femenino 
convirtió a estos cuerpos en un territorio saturado de interpretación, en un 
24. “Hospitales de maternidad”, traducido de “The Modern Hospital”. Boletín Asoci-
ación Médica, San Juan, 105 (1914), 31.
25. GONZÁLEZ, J. F.: “Obstetricia y Ginecología: Su aspecto en relación con la 
práctica en Puerto Rico”. Boletín de la Asociación Médica de Puerto Rico, San Juan, 6 
(1933), 384.
26. Ibidem, p. 385.
LOS DISCURSOS DE HIGIENE Y EL CUERPO FEMENINO... 71
ARENAL, 14:1; enero-junio 2007, 59-78
sujeto desvanecido por el efecto de la hiperepresentación, en un cuerpo 
paradójico.
Al remitirse a las mujeres, tanto en el discurso médico del siglo XIX 
como en el discurso médico contemporáneo, se habla no sólo de aquello que 
atenta contra este cuerpo desde lo exterior (el ciclo lunar, la alimentación, 
la actividad física, la cosmética, los hombres) sino del cuerpo que atenta 
contra sí mismo. La mujer es un cuerpo que atenta contra sí mismo en la 
medida que es un cuerpo capaz de producir la enfermedad a partir de los 
elementos que lo configuran: dotado para la penetración y la reproducción 
de otros cuerpos, es un cuerpo acechado por el crimen, por la muerte y 
por la vida 27. Esta construcción ha provocado como respuesta una constante 
vigilancia del cuerpo femenino tanto por la vía paternalista como por la 
vía de las vigilancias moral y policíaca. No sólo el ámbito reproductivo 
se constituyó en eje del gobierno de las mujeres, sino todos aquellos ele-
mentos colaterales a este imaginario de la reproducción: la cosmética, la 
vestimenta, el calzado, entre otras prácticas cotidianas, llamaron significa-
tivamente la atención de la empresa higienista. Las discusiones sobre este 
tema mantuvieron una constante oscilación y tensión entre un afuera y un 
adentro con respecto al cuerpo de las mujeres. En el artículo del 1883, 
“Breves consideraciones sobre el uso del corsé” 28, se nos revela una ins-
tancia de intervención médica e higienista que posibilitó un tutelaje y una 
vigilancia de los más sutiles y constantes que se pueden ejercer sobre el 
cuerpo femenino. El éxito del corsé, revivido en algunos lugares de Europa 
para el 1810, ilustra cómo la domesticación de las formas del cuerpo de la 
mujer, sometida a la ortopedia de una indumentaria con características que 
nos dejan sin aliento, enfatizaba la necesidad de marcar las diferencias del 
cuerpo de las mujeres con las del hombre —“cualquiersemejanza con el 
cuerpo del hombre se convierte en inquietante anomalía” 29.
A pesar de que “el cuerpo avispa” condensaba la imagen de la fertilidad 
destacando las caderas anchas, hacia finales del XIX el corsé era frecuen-
temente atacado por los médicos en Puerto Rico. Desfigura el cuerpo, se 
decía, provoca síncopes, perturba las funciones normales de los órganos 
vitales, dificulta la respiración, puede provocar tisis, mala digestión, etc., 
pero, sobre todo, producirá deformidad fetal en las mujeres embarazadas. 
“¿Qué niños han de nacer de un seno comprimido por el férreo corsé?”, 
27. PRICE, Janet: “Women as bodies?: Introduction”. En PRICE, Janet et.al.: Feminist 
Theory and the Body. Nueva York, Routledge, 1999, pp. 17-20.
28. “Breves consideraciones sobre el uso del corsé”. En: La salud..., 4 (1883), p. 61.
29. KNIBIEHLER, Ivonne: “Cuerpos y corazones”. En DUBY, Georges y PERROT, 
Michelle: Historia de las mujeres. El siglo XIX, Cuerpo, trabajo y Modernidad. Madrid, 
Editorial Taurus, Tomo 8, 1993, pp. 15-61.
ARENAL, 14:1; enero-junio 2007, 59-78
MARLENE DUPREY72
insistía el artículo, mientras aseguraba que esta indumentaria generaría 
niños raquíticos, débiles y enfermizos. Ni remotamente podrían parecerse 
a aquellos “hombres fuertes de los tiempos antiguos, que llevaban sobre 
sus hombros armaduras de acero... esos hombres no eran hijos de madres 
deformadas por el corsé” 30.
Estas resonancias del humanismo occidental establecen una explícita 
relación entre el hijo, como eslabón que articula el cuerpo femenino, y el 
ámbito social, a partir de la construcción de la maternidad. Todo aquello que 
las mujeres hagan, practiquen o utilicen, se convierte de este modo tanto 
en amenaza como en beneficio del cuerpo de ésta en tanto prolongación 
del cuerpo social. La gobernabilidad del cuerpo de las mujeres durante los 
siglos XIX y XX estuvo íntimamente ligada a su carácter reproductor, al 
hecho de que ésta es, en última instancia, creadora de potencial fuerza de 
trabajo, de los “futuros guerreros”, de los “hombres fuertes del mañana”, 
de la especie humana. El consejo médico se sitúa en este tramo como el 
guardián del cuerpo de las mujeres, a partir de la prole. Se plantea la vigi-
lancia constante del cuerpo femenino que atenta contra la vida, pero cuyo 
potencial es dador de vida 31. Ahí está la paradoja inquietante del poder 
sobre la vida instalado en el cuerpo femenino. Ella puede dar la vida, y 
puede a la vez ponerla en peligro.
A pesar —y aquí coincido con Knibiehler— de que los consejos iban 
más en la dirección de proteger el feto, las madres y las mujeres en ge-
neral aprovecharon la ocasión obteniendo como efecto ciertos beneficios 
vinculados a estas discusiones. Después de todo, la utilización del corsé se 
situaba en el contexto de una moda que erotizaba el cuerpo de las mujeres 
a partir de la acentuación de las curvas, constituyéndose en una ortopedia 
rígida y difícil de soportar con el paso del tiempo. El creciente discurso 
de la maternidad generó el advenimiento paulatino de ropas más frescas 
y ligeras. Para mantener la figura femenina, el discurso médico ensayó, y 
desarrolló, un nuevo lenguaje vinculado no tanto a la vestimenta como al 
ejercicio físico 32.
También es importante señalar que el corsé era más bien un tipo de 
indumentaria propia de las clases adineradas o aburguesadas, que seguían la 
moda europea. Las poblaciones campesinas y trabajadoras en Puerto Rico 
30. “Breves consideraciones sobre el uso del corsé”, p. 62.
31. Así por ejemplo aquellas prácticas sexuales que podrían constituirse como aten-
tados a la moral reproductora fueron duramente atacadas bajo la nueva moral médica del 
XIX, tanto en Europa, como en Estados Unidos; ver WALKOWITZ, Judith R.: “Sexualidades 
peligrosas”. En DUBY, Georges: Historia de las mujeres..., pp. 63-97.
32. TODD, Jan: Physical Culture and the Body Beautiful: Purposive Exercise in the 
Lives of American Women 1800-1875. Georgia, Mercer University Press, 1998.
LOS DISCURSOS DE HIGIENE Y EL CUERPO FEMENINO... 73
ARENAL, 14:1; enero-junio 2007, 59-78
usaban ropas muy ligeras, en nada parecidas al corsé del siglo XIX. Y esta 
diferencia marcaba también una inquietud sobre esos otros cuerpos de las 
mujeres. Mientras en unos casos las mujeres atentaban contra su cuerpo y 
el cuerpo de la prole, comprimiéndolo con el corsé, las mujeres más pobres, 
ex-esclavas, campesinas, esposas e hijas de jornaleros o mujeres de oficio, 
presentaban el reverso de aquéllas, pues utilizaban escasa ropa. Así, dejando 
al descubierto lo excesivo de su desnudez, la medida de sus voluptuosidades 
físicas, el cuerpo femenino atentaba contra los preceptos de decencia, contra 
la moral, y contra la sexualidad inscrita en la reproducción y la institución 
de la familia. Se trataba en este caso de una preocupación que antecedía a 
aquella vinculada al corsé, tal y como recoge el historiador Ángel López 
Cantos cuando documenta algunas de las razones para no asistir a la misa 
por parte de las esclavas del siglo XVIII, exponiendo, entre una de las 
razones, la escasez de ropas y el requerimiento de decencia por parte de 
las autoridades eclesiásticas:
...y mucho más en la de llegar a recibir el Santísimo Cuerpo de nuestro 
Señor Jesucristo, y para que las mujeres lo ejecuten con decencia, recato 
y honestidad correspondiente, mandamos cubran con un lienzo el pecho 
y, sobretodo, las esclavas, que son las que más lo realizan por falta de 
ropas. Y que, quizás, por la pobreza y servidumbre no pueden practicar 
esto, mandamos se lleguen a tan santa acción con la mayor honestidad y 
decencia, cubriéndose los pechos con las manos 33.
Durante el siglo XIX, esta diferenciación del cuerpo femenino a partir 
de sus condiciones y características económicas y raciales marcará una 
relación de impropiedad políticamente importante. Tanto los representantes 
del saber religioso como médico configuraron un discurso del cuerpo de las 
mujeres como peligroso y proclive a la ingobernabilidad, diferenciándolos 
simultáneamente. De este modo, el cuerpo de las mujeres constituirá un 
espacio heterotópico; siendo un adentro y un afuera a un mismo tiempo. 
Fuera del régimen y la disciplina, y a la vez, dentro de aquélla. Tanto con 
relación al corsé como en lo relativo a las mujeres de escasa ropa, el tono 
es paternalista y policíaco. En unos casos, se trataba de una indumentaria 
excesiva, en otros, de excesiva desnudez; en ambos casos, cuerpo excesivo. 
Impropios e inapropiados, estos cuerpos nunca se adecuaban a los fines de 
la higiene, de la norma y de la decencia. No lograban expresar exactamente 
lo que eran, y esto los hacía extraños y ajenos. Pero, con todo, el discur-
33. LÓPEZ CANTOS, Ángel: “Fe católica y religiosidad popular”. En LÓPEZ CAN-
TOS, Ángel: Los puertorriqueños: mentalidad y actitudes (Siglo XVIII). San Juan, Editorial 
de la Universidad de Puerto Rico, Ediciones Puerto, 2000, p. 96.
ARENAL, 14:1; enero-junio 2007, 59-78
MARLENE DUPREY74
so médico no cesará de enunciar, de experimentar, hurgar y explorar este 
territorio casi virgen.
Ciertos intercambios, aledaños al cuerpo de las mujeres, estaban enton-
ces mediados por los oficios de lavandería y la costura, entre tantos otros 
servicios que establecían redes de relaciones entre los diversos sectores 
sociales. Estas comunicaciones o líneas de proximidad entre elementos 
dispares nos llevan a pensar además acerca de cómo operaron las compli-
cidades entre mujeres de sectores sociales tan distintos, económicamente 
privilegiadas las unas, dedicadas a los oficios más próximos al cuerpo las 
otras. La costurera y la lavandera debieron ser artífices de determinadas 
complicidades y cercanías entre estas mujeres. Por ello, es significativo 
cómo en el contexto decimonónico puertorriqueño los médicos abordaron 
el problema del lavado de ropa en la capital:
Al titular este artículo tropezamos con una dificultad. ¿Podemos hablar 
de lavaderos públicos? ¿Podemos ocuparnosde los privados? No existen 
en la capital ni los unos ni los otros. Nos encontramos en este punto en 
completo estado primitivo. Cada vecina, porque aquí no hay vecinos, es 
dueña de su aposento y en él, y á la puerta de él, hace lo que le da la 
gana. No pueden desear mayor libertad de acción... 34.
Como bien señala Ivette Rodríguez Santana, las lavanderas son asociadas 
a la suciedad, al contagio y al desorden, mientras que la racionalidad médi-
ca es situada como el agente propulsor del orden, acudiendo a la metáfora 
del cuerpo femenino como expresión de la inestabilidad entre el cuerpo y 
la mente 35. En un artículo del seminario La Salud, “La construcción de lo 
social en San Juan” se establece a partir de una analogía entre el entorno 
desorganizado, inestable y sucio, por un lado, y el cuerpo de las mujeres, 
por otro 36. El que el gremio de lavanderas se constituyera al nivel del dis-
curso en un grupo de mujeres que “hace lo que le da la gana” nos remite 
a las complicidades que pudieron haberse generado en estos ámbitos de 
intercambio cotidiano. Asimismo, nos refiere a los dispositivos reguladores 
que se activaron para contener el cuerpo insubordinado, que desafiaba la 
nueva moral social inherente al discurso medico-higienista.
Otra de las actividades a las que el discurso de la higiene prestará 
atención era la vinculada al baile. Se trataba de una práctica que, aunque 
34. “Lavaderos en la capital”. La salud..., 3 (1883), 41.
35. RODRÍGUEZ SANTANA, Ivette: “Las mujeres y la higiene: la construcción de 
lo social en San Juan, 1880-1929”. En CANCEL, Mario (comp.): Historia y género: vidas 
y relatos de mujeres en el Caribe. San Juan, Editorial Postdata, 1997, pp. 84-88.
36. Ibidem, pp. 86-87.
LOS DISCURSOS DE HIGIENE Y EL CUERPO FEMENINO... 75
ARENAL, 14:1; enero-junio 2007, 59-78
milenaria, debía mantenerse bajo la vigilancia de los policías del cuerpo, 
pues el baile, abandonado a su propio ritmo, y fuera de toda medida, con-
toneaba por rutas no deseadas las pasiones del cuerpo. En el artículo, “El 
baile ante la higiene” 37 los médicos adelantaron lo siguiente:
El baile es un ejercicio provechoso... es un correctivo de la vida 
sedentaria que de ordinario lleva la mujer, contribuye favorablemente a 
mitigar las penas, puede curar alguna dolencia, pero todo esto lo producirá 
á condición de que se observen ciertas reglas...
Aire puro y libre, un estómago desocupado, que el baile no se pro-
longue muchas horas, que el piso sea sólido, liso y que no se levante 
el polvo, que no haya aglomeración de personas para que todas puedan 
respirar cómodamente... que no se usen vestidos apretados y que no se 
baile seguido mucho rato y sin descansar... Las señoras deben abstenerse 
también durante la época periódica en que su sexualidad se manifiesta 
más distintamente... 38.
Me parece interesante la forma como están elaboradas las reflexiones 
en torno al baile, y ello en más de un sentido. En primer lugar, el carác-
ter prescriptivo y reglamentario —cuándo, cómo, cuánto tiempo, dónde—, 
enfatizando una acción enunciativa excesivamente quisquillosa a partir de 
la cual se va incorporando un afán de domesticación de los movimientos 
en un proceso de racionalización de las actividades corporales. Segundo, 
a pesar de que el baile es una práctica que ejecutan todos los sectores so-
ciales, el énfasis está puesto en prescripciones dirigidas hacia las mujeres. 
El artículo sostiene lo beneficioso del baile para la vida sedentaria que 
llevan las mujeres, enlazado esta discusión a lo que ya se perfilaba como 
el advenimiento de la prescripción y regulación del ejercicio físico como 
beneficioso para el cuerpo femenino.
El texto sugiere además la diferenciación, nuevamente, entre los cuerpos 
de unas mujeres y otras, pues las mujeres de vida sedentaria eran en realidad 
las vinculadas a las clases acomodadas, abriendo camino a la interrogante 
de cómo se objetivó el baile como práctica entre aquellas mujeres de otros 
linajes. El baile de las poblaciones campesinas y negras es aquél que los 
autores describen como “inmoral orgía”, “danza licenciosa” que se manifiesta 
“en la vergonzosa y repulsiva desnudez de sus pasiones” 39.
Finalmente, advertimos en el texto el acercamiento a ese ámbito de 
preocupación médico-higienista que es el cuerpo menstruante. Que “las 
37. “El baile ante la higiene”. La salud..., 2 (1883), 27-30.
38. Ibidem, pp. 29-30.
39. Ibidem, p. 28.
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MARLENE DUPREY76
señoras deben abstenerse” cuando “la sexualidad se expresa más distinta-
mente”, apunta hacia un tema que paulatinamente irá adquiriendo mayor 
atención por parte de los médicos, tanto en relación al comportamiento 
de las mujeres como a lo que como consecuencia de este comportamiento 
ocurre con el cuerpo de éstas. Es a partir de los imaginarios del cuerpo 
menstruante cuando se comienzan a cultivar grandes temores y supersti-
ciones concernientes a la conducta de las mujeres (lunáticas, histéricas), y 
se sopesan los grandes temores de contaminación interior y exterior, y con 
ello se tantean los peligros de mayor atentado del cuerpo contra sí mismo, 
tanto por su presencia (fertilidad) como por su ausencia (menopausia). 
Para Sally Shuttleworth, los médicos de la era victoriana instauraron 
una preocupación creciente en torno a los flujos de las mujeres 40. Éstos se 
convierten “en el barómetro moral y físico de la constitución de las mu-
jeres.” 41. La dimensión fisiológica, mental y emocional de éstas se asumía 
como una interdependencia, como un circuito interconectado de la circu-
lación sanguínea. Por eso, la menstruación servía como barómetro exterior 
del funcionamiento interno del cuerpo femenino, incluyendo la dimensión 
psicológica. Se pensaba que cualquier aberración en el flujo menstrual 
podría crear un desorden mental equivalente. En Puerto Rico, a principios 
del siglo XX, la literatura médica, así como algunos periódicos del país, 
verán circular por sus páginas todo tipo de propaganda sobre remedios para 
estas supuestas dolencias femeninas: problemas de los nervios, histerismo, 
fragilidad emocional, y dolores menstruales.
Para que el lector/a se haga una idea de este fenómeno, a continua-
ción reproduzco algunos de los textos publicitarios de los años veinte, que 
promovían y configuraban imágenes de las dolencias atribuidas al cuerpo 
femenino:
EL DELICADO ORGANISMO DE LA MUJER
Está expuesto a cambios propios de su sexo, y raros son los casos que 
en algunos de ellos no necesite la ayuda de un tónico reconstituyente como 
el CORDIAL DE CEREBRINA, del Dr. Ulrici (New York) muy recomendado 
por los médicos para enriquecer la sangre, vigorizar los nervios, fortalecer 
el cuerpo y regularizar las funciones peculiares de su sexo 42.
40. SHUTTLEWORTH, Sally: “Female Circulation: Medical Discourse and Popular 
Advertising in the Mid-Victorian Era”. En JACOBUS, Mary; FOX KELLER, Evelyn y 
SHUTTLEWORTH, Sally: Body/Politics Women and the Discourses of Science. Nueva York, 
Routledge, 1990, pp. 47-65.
41. Ibidem, p. 47.
42. La Correspondencia de Puerto Rico, 10 de enero 1921.
LOS DISCURSOS DE HIGIENE Y EL CUERPO FEMENINO... 77
ARENAL, 14:1; enero-junio 2007, 59-78
(Señoras!
He aquí el gran don de la Ciencia para la mujer —un polvo sanativo 
antiséptico maravilloso, que no es venenoso. Solamente una mujer sabe 
las pruebas por que pasa otra mujer y entiende la necesidad que tiene de 
ayuda y simpatía. Escuche mi consejo: No sufra de Leucorrea, Secreciones 
de mal carácter, Ulceración y Depresión del Útero, o de cualquiera otra 
de las debilidades uterinas crónicas, características de las mujeres. Una 
cucharita de MU-COL disuelta en dos litros de agua caliente que se use 
como ducha vaginal por la noche y por la mañana dará gran alivio 43.
La vida angustiosa, siempre torturada bajo el yugo de los dolores 
y de los sufrimientos, se hace vida feliz de goces y alegrías cuando se 
toma CARDUI (el tónico de la mujer) Porque desaparecen losdesarreglos 
femeninos, causantes de los males 44.
Muchos de estos textos publicitarios se acompañaban de otro texto 
iconográfico en el que se representaba a las mujeres de múltiples formas: 
como sujetos sufrientes y angustiados, como enfermeras ofreciendo el ali-
ciente al dolor, y también como mujeres coquetas o seductoras, e incluso 
como hadas madrinas. El cuerpo de las mujeres se constituye en una de 
las heterotopías 45 más poderosas, elaborando relaciones de saber/poder/pla-
cer inusitadas. Se constituye así en campo de batalla donde se atrincheran 
fuerzas de todo tipo, comenzando por las del propio cuerpo, sus apetitos, 
sus carencias y sus deseos.
En definitiva, hemos podido comprobar cómo estos textos ilustran cómo, 
en el Puerto Rico de finales del siglo XIX, comenzó a formarse, como lo 
denominó Foucault, un amplio saber médico-administrativo 46. La medicina 
en tanto que técnica general de salud, más que como servicio de las en-
fermedades o arte de curar, ocupará cada vez más un lugar importante en 
el interior de las estructuras administrativas y en las lógicas de poder. El 
discurso de la higiene asumió entonces un humanismo que iba de la mano 
de unas diferenciaciones jerarquizadas, que al propio tiempo (y de ahí su 
carácter complejo y problemático) se enraizaban en el imaginario de lo 
moderno y del progreso. Modernidad y progreso, convertidos en valores 
43. El Mundo, 20 enero de 1921.
44. El Mundo, 25 de enero de 1920.
45. Para una discusión más detenida de este concepto ver FOUCAULT, Michel: “Espa-
cios diferentes”. En GABILONDO, Ángel: Michel Foucault: Estética, ética y hermeneútica. 
Obras Esenciales. Vol. III. Barcelona, Paidós, 1999, pp. 431-441.
46. FOUCAULT, Michel: “Nacimiento de la medicina social”. En GABILONDO, Án-
gel: Michel Foucault: Estética, ética y hermenéutica. Obras Esenciales. Vol. II. Barcelona, 
Paidós, 1999, pp. 363-84.
ARENAL, 14:1; enero-junio 2007, 59-78
MARLENE DUPREY78
positivos, dieron paso sin embargo a la conflictividad, a las tensiones socia-
les, de clase, de género y de raza, tensiones que retan nuestra imaginación 
cuando pensamos en la historia pasada de los cuerpos.
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