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Medida y estructura interna del
sentimiento de comunidad: un
estudio empírico
ALIPIO SÁNCHEZ VIDAL
Universidad de Barcelona
Resumen
El sentimiento de comunidad (SC) es un tema teórica y socialmente relevante que sólo recientemente ha sido
objeto de investigación empírica. Tras examinar la evolución conceptual y la literatura empírica sobre el SC, se
explora la viabilidad transcultural de las medidas e investigación mayoritariamente anglosajona. Para ello se
desarrolla y prueba una medida —una escala auto-descriptiva de 18 items— del SC en un contexto urbano y
altamente comunitario, La Barceloneta. El análisis estadístico de los resultados obtenidos de una muestra
representiva indican que la escala es fiable y multidimensional aunque está dominada por un factor principal
de carácter relacional (Interacción Vecinal), siendo Arraigo Territorial e Interdependencia factores menores.
Los resultados, cuyas implicaciones son discutidas, confirman globalmente los análisis teóricos y empíricos pasa-
dos así como la teoría de Sarason que fundamentó el desarrollo de la escala.
Palabras clave: Comunidad, sentimiento de comunidad, psicología comunitaria.
Sense of community: Measurement and
internal structure; An empirical study
Abstract
Sense of community (SC) is a theoretically and socially relevant topic that has only recently been empirically
researched. After reviewing the relevant theoretical and empirical literature, this study explores cross-cultural
viability of measures and research mainly conducted in the United States and English speaking countries by
building and testing a measure of SC in an urban, highly communitarian Spanish neighborhood, La Barcelo-
neta. A 18-item self-report scale was developed and applied to a sample. Statistical analysis showed the scale to
be reliable and multidimensional although dominated by a main relational factor (Neighborhood Interaction)
with two other, minor although conceptually meaningful ones: Territorial Rooting or belonging and Interde-
pendence. Results, whose theoretical and practical implications are discussed, supported most of Sarason’s theory
of SC and of past empirical and theoretical analyses.
Keywords: Community, sense of community, community psychology.
Correspondencia con el autor: Alipio Sánchez Vidal. Departamento de Psicología Social. Universidad
de Barcelona. Pg. de la Vall d’Hebrón 171. 08035 Barcelona. E-mail: asanchez@psi.ub.es
© 2001 by Fundación Infancia y Aprendizaje, ISSN: 0213-4748 Revista de Psicología Social, 2001, 16 (2), 157-175
CONTEXTO HISTÓRICO Y TEÓRICO
Lejos de ser un fenómeno reciente, el interés por la comunidad se remonta a la
segunda parte del siglo pasado en concomitancia con las convulsiones sociales
que acompañan al industrialismo y la urbanización (Ritzer, 1993; Rubington y
Weinberg, 1995; Swaan, 1992). Durkheim (1893) constató los cambios de los
sistemas de solidaridad social: el paso gradual de formas «mecánicas» de solida-
ridad, propias del mundo rural, basadas la similitud de intereses y valores a for-
mas «orgánicas», urbanas, basadas en la interdependencia funcional y la imper-
sonalidad. Nociones y polaridades semejantes sobre la modificación de las rela-
ciones sociales han sido propuestas por analistas sociales clásicos como Cooley
(grupos primarios y secundarios), McIver (relaciones comunitarias y asociaciona-
les), Redfield (sociedad tradicional o folk y urbana) y, más recientemente, por
McClenahan (1945) en sus ideas sobre comunalidad, Roland Warren (1965)
entre relaciones sociales horizontales (comunitarias) y verticales. Pero es proba-
blemente Tönnies (1947) quien hace la aportación más decisiva en el contexto
que nos ocupa con su clásica distinción de dos formas de organización social.
Una, comunidad (Gemeinschaft), de base afectiva y experiencial, ligada a una
voluntad «natural» en que estar con el otro es un fin en sí mismo. Otra (Gesells-
chaft, asociación) de base instrumental o racional, realizada desde el interés con-
tractual en que la ligazón al otro es sólo un medio para conseguir unos fines
determinados.
Declive y búsqueda de la comunidad
El tema de la erosión de la comunidad y sus deletéreos efectos sociales (desin-
tegración e inestabilidad social, fragilización de los grupos primarios y redes de
apoyo) y psicológicos (anomia, desarraigo, impersonalidad, falta de sentido vital)
ha sido preocupación central de científicos y observadores sociales a lo largo del
siglo presente. La constancia de esa erosión ha sido frecuentemente acompañada
de un rechazo de los excesos del racionalismo ilustrado y el capitalismo indus-
trial y de una romántica nostalgia de las formas de vida rural que renace como
movimiento social, en los años sesenta y más recientemente, al hilo de la con-
tienda postmodernista, como disputa ideológica entre «liberales» y «comunita-
rios» (ver, por ejemplo, Bell, 1995; o Etzioni, 1994). El rechazo del estado de
cosas social y cultural establecido y la búsqueda de comunidad son, en efecto,
uno de los leiv motivs de la agitación social de los años sesenta y cimiento ideoló-
gico central del movimiento comunitario (Brownell, 1950; Nisbet, 1953; Minar
y Greer, 1969; Sarason, 1974; Cowan, 1975).
Y la intensa reacción de reconstrucción o búsqueda de comunidad (quest for
community, según el enunciado de Nisbet, 1953) o de «retorno» a ella (Heller,
1989), asociadas a la conciencia del declive de la comunidad, ha puntuado el
devenir del siglo XX. El interés intelectual y social del tema de la comunidad
permanece a pesar de su pretendido (y, como se verá, matizable) declive. Glynn
(1981), por ejemplo, ha sostenido en base a cierta evidencia que el barrio sigue
siendo fuente relevante de comunidad. El Journal of Community Psychology ha
dedicado recientemente sendos monográficos (Newbrough y Chavis, 1986a y
1986b) a los aspectos teóricos, investigadores y aplicados del sentimiento de
comunidad (SC). Dos reputados teóricos sociales contemporáneos han destacado
elocuentemente tanto el papel de la comunidad social como los nocivos efectos
que su destrucción tiene sobre sociedades y personas. Seymour Sarason (1974),
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uno de los líderes del movimiento comunitario, cree que la pérdida del senti-
miento psicológico de comunidad es la fuerza más destructiva de la sociedad
moderna siendo su reconstrucción objetivo central de la Psicología Comunitaria
de la que sería «centro conceptual» (Sarason, 1986). Para el sociólogo Robert
Nisbet (1953) «... de todos los síntomas del impacto del poder sobre la persona-
lidad humana en el mundo occidental contemporáneo el que me parece más
revelador es la preocupación, en tantas esferas del pensamiento y la acción, con la
comunidad: comunidad perdida y comunidad a ganar.» (p. vii).
En su examen del tema, Glynn (1981) señala tres hipótesis —interrelaciona-
das— sobre las causas del declive de la comunidad:
1) Industrialización y procesos asociados: urbanización y declive de la comuni-
dad rural autosuficiente y aislada; auge del comercio, transportes y movilidad
social; masificación y anonimidad urbana; y prominencia del trabajo y las inte-
racciones funcionales frente a las personales y familiares. Durkheim (1893),
Morgan (1957) y Scherer (1972) representarían este punto de vista.
2) Desarrollo de las burocracias centralizadas a gran escala. Para Nisbet (1953 y
1962), Weber (1946), Kropotkin (1955), Plant (1974) y Stein (1960) las ideas
«ilustradas» de individualismo, razón y progreso acarrean una centralización
funcional y de poder en que las personas han perdido el control sobre el mundo y
sus propias vidas. Nisbet (1953) subraya la creciente debilidad de los grupos pri-
marios y el paralelo auge de las grandes organizaciones industriales y gobiernos
centralizados como fuentes de racionalidad impersonal.
3) La clave no reside tanto en la industrialización o la burocratización centra-
lizada (como sostienen las perspectivas precendentes) como en nuestra deficiente
adaptación a ellos, señalan autores como Warren (1965), Poplin (1972)o Keyes
(1973). No hemos mantenido el equilibrio entre instituciones locales y centrali-
zadas; hemos sacrificado autonomía local, compromiso personal y lazos comuni-
tarios a las ventajas del utilitarismo y la eficacia global. No es que hayamos per-
dido sentimiento de comunidad, apunta Keyes, sino que lo hemos «vendido» a
cambio movilidad, comodidad y privacidad, cualidades sólo adquiribles en el
nivel central.
Conceptos de comunidad: Lugar y relación
Pero la evolución de la comunidad social y psicológica (el SC) es más comple-
ja de lo que pudiera parecer a primera vista. No sólo ha cambiado en cantidad
(habría disminuido) sino en cualidad, lo que ha llevado a algunos a cuestionar el
concepto de comunidad en base a su vaguedad y polivalencia semántica. Notan-
do esa diversidad de significados, Hillery (1955) examinó 94 definiciones de
comunidad encontrando tres áreas de coincidencia semántica en la mayoría de
ellas: localidad compartida; relaciones y lazos comunes; e interacción social. Ber-
nard (1973) hizo una importante distinción, recogida bajo distintas formas por
otros autores (como Gusfield, 1975), entre «la comunidad», singular y territo-
rial, y «comunidad» simbólica y genérica que abarca lazos emocionales, compro-
miso moral, cohesión social y continuidad temporal. Sanders (1966) y Roland
Warren (1965) ven la comunidad como un sistema social territorialmente orga-
nizado cuyos pobladores están intercomunicados, comparten servicios e instala-
ciones y se identifican con los símbolos comunes (Sanders). Un sistema com-
puesto por unidades que cumplen funciones sociales básicas (como socialización
o apoyo social) con relevancia local (Warren). Rachelle y Donald Warren (1977)
encuentran tres dimensiones básicas en las varias decenas de vecindarios que
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estudiaron: identidad (que incluiría el SC), interacción entre vecinos y relaciones
con otros barrios. En la literatura en español y por citar sólo un par de referencias,
Ander-Egg (1982) ha incluido interés común, conciencia de pertenencia, locali-
dad e interacción como dimensiones principales de la comunidad. Sánchez Vidal
(1988) cita vecindario, estabilidad temporal, servicios y recursos comunes, siste-
mas sociales y relaciones psicológicas horizontales (interactivas) y verticales
(identitarias) como trazos centrales.
Dos tendencias pueden ser destacadas en la evolución reciente del concepto de
comunidad. Una, ya citada, que deniega el descenso de la comunidad psicólogi-
ca y social y del interés por el tema. Otra amplifica el núcleo inicial del concepto
—básicamente estructural— de comunidad en la dirección de un proceso rela-
cional o funcional. Así Dunham (1977, 1986) ha subrayado, el paso de una con-
cepción territorializada (la comunidad como lugar) a una más funcional y rela-
cional (la comunidad como proceso). Admitiendo la posibilidad de desarrollar
una verdadera comunidad en nuestros días, algunos autores han matizado su
carácter relacional, diferente de la comunidad territorial omni-comprensiva de
antaño, definiéndola como «pluralidad de comunidades intersectivas» (Nisbet,
1962), «comunidades personales portátiles» (Crump, 1977) o red de redes
(Wellman, 1979; Fisher, 1976 y 1982) en la perspectiva del análisis sistémico de
redes sociales. Heller (1989), notando la orfandad teórica de la Psicología Comu-
nitaria en lo relativo a un concepto de la comunidad que fundamente la inter-
vención consiguiente, ha añadido un tercer aspecto —el del poder colectivo— a los
tradicionalmente reconocidos de la comunidad. El retorno a la comunidad que
preconiza el movimiento comunitario no ha de ser, argumenta, una vuelta a la
gemeinschaft de antaño sino a la vinculación grupal como núcleo del desarrollo y
la eficacia personal.
Sarason: Sentimiento psicológico de comunidad
Un problema en el abordaje empírico de la percepción psicológica de la
comunidad, el SC, es, como en tantos otros temas de la ciencia social, la carencia
de descripciones precisas del concepto desde las que construir medidas viables.
McMillan y sus colegas en el Peabody College y Sarason han hecho, sin embargo,
aportaciones conceptuales relevantes. En base a una amplia revisión de literatura,
McMillan y Chavis (1986) han definido el SC como «un sentimiento ... de perte-
nencia, ... de ser importantes para los otros y el grupo y una fe compartida en que
las necesidades de sus miembros serán satisfechas a través del compromiso de
permanecer juntos» (p. 9). El SC está formado, según eso, por cuatro componen-
tes: «membrecía» (membership) o pertenencia; influencia social; satisfacción de
necesidades comunes; vínculos emocionales y apoyo compartido. Es mi opinión
que esta teoría, usada en varios estudios empíricos, excede con mucho el ámbito
conceptual del SC, explicitando, como señala Dunham (1986), los requisitos de
cualquier colectivo social.
En su ya clásica obra The Psychological Sense of Community, Sarason (1974) ha
definido el SC como «el sentimiento de que uno pertenece a, y es parte significa-
tiva de, una colectividad mayor» (p. 41) «... de [que uno] es parte de una red de
relaciones de apoyo mutuo ya disponible en que puede confiar y como resultado
del cual no experimenta sentimientos permanentes de soledad» (p. 1). El SC es,
pues, equivalente a sentimiento de pertenencia, mutualidad e interdependencia
voluntaria (p. 175). Su posesión diluye los sentimientos de alienación, anomia,
aislamiento y soledad y satisface las necesidades de intimidad, diversidad, perte-
160
nencia y utilidad (p. 3). Consta de cuatro ingredientes: percepción de similitud
con otros; interdependencia mutua; voluntad de mantener esa interdependencia,
dando o haciendo por otros lo que uno espera de ellos; y sentimiento de perte-
nencia a una estructura mayor estable y fiable (p. 157). Son características del
SC, según Sarason, sentirse necesitado por otros, sentirse parte significativa de la
comunidad y autoconciencia: sabes cuando tienes SC y cuando no. Y son indica-
dores suyos: número de personas que componen la comunidad (familiar, territo-
rial o de trabajo) de cada uno; fuerza del sentimiento de comunidad con ellas;
disponibilidad (afectiva y geográfica) de esa comunidad; y disposición a alterar la
permeabilidad de la «membrana» personal para incluir a los otros (p. 175). Aun-
que Sarason no ofrece una descripción del todo precisa y exhaustiva del SC, esti-
mo que es suficiente para una desarrollar una medida del concepto.
Resumen
Podemos resumir la literatura y argumentos teóricos revisados en los siguien-
tes puntos. El paso de una sociedad agraria a una industrial y urbana en el siglo
pasado comportó importantes cambios sociales incluyendo un cierto grado de
desintegración social y el debilitamiento de la comunidad familiar y territorial.
La comunidad se fragmenta y diversifica pasando de ser una vinculación territo-
rial (estructural) a una simbólica que gira torno a las relaciones o funciones socia-
les. Extendidos sentimientos de descontento con ese estado de cosas, visto por
muchos como indeseable, desata una intensa búsqueda de comunidad social que,
revitalizada por el movimiento comunitario de los años sesenta, genera una línea
reciente de investigación empírica del SC. El SC designa una vivencia o percep-
ción psicosocial cuyo carácter último es: territorial (comunidad local o vecinda-
rio), relacional (comunidad social) y simbólico (comunidad cultural). Algunos
añaden un componente político (poder colectivo).
El SC es, por tanto, un concepto teóricamente significado y socialmente rele-
vante que ha generado un floreciente núcleo de investigación centrado en su medi-
ción e identificación de sus componentes estructurales y en la exploración de su red
de relaciones con variables teóricas o fenómenos sociales relevantes como partici-
pación, empowerment o percepción del entorno. La primera parte de esa literatura —
referida a la medida y estructura interna del SC— es revisada a continuación, el
resto —la literatura sobre relaciones externas— lo será en otro artículo.REVISIÓN DE LA LITERATURA EMPÍRICA
Glynn (1981) mencionó varios intentos iniciales para construir medidas de
orientación comunitaria: Fessler (1952); Bosworth (1954); Roen y Burnes
(1967). Ninguna constituye sin embargo, en su opinión, una medida apropiada
del SC. Doolittle y MacDonald (1978) desarrollaron una escala de SC de 40
items para examinar el comportamiento comunicativo y las actitudes del nivel
social de organización comunitaria o vecinal. Basada en la teoría de Tropman
(1969) sobre las «dimensiones críticas de la estructura comunitaria», había de
diferenciar vecindarios en distintos niveles sociales a través de sus cinco factores:
interacción informal, seguridad, pro-urbanismo, preferencias vecinales y localis-
mo. Los autores extrajeron tres conclusiones: 1) existe una relación inversa entre
pro-urbanismo y preferencia vecinal; 2) hay una relación directa entre seguridad
y preferencia vecinal; 3) hay una relación inversa entre pro-urbanismo y percep-
161
ción de seguridad. Para Ahlbrant y Cunningham (1979) el SC es parte impor-
tante del compromiso y la satisfacción con el vecindario. En su investigación
encontraron que las personas más comprometidas y satisfechas eran más leales a
su vecindario que al resto de la ciudad percibiéndolo como una pequeña comuni-
dad dentro de élla y valorando las actividades que ofrecía a los residentes. Tam-
bién el «tejido social» (fuerza de las relaciones interpersonales medida a través de
varios tipos de interacción vecinal) aparecía como un componente de la satisfac-
ción y compromiso con el barrio.
Glynn (1981) se basó en el trabajo de Hillery (1955) y las estimaciones de
miembros de la división de Psicología Comunitaria de la Asociación Americana
de Psicología para identificar 202 comportamientos o conceptos relacionados con
el SC a partir de los cuales desarrolló una escala de 120 items para medir la comu-
nidad real (60 items) e ideal (60 items). La aplicó a tres comunidades selecciona-
das en función de características que las llevarían a obtener puntuaciones diferen-
tes. Los resultados confirmaron las predicciones: el kibbutz israelí puntuó más
alto que las dos comunidades norteamericanas en el componente real de SC pero
no en el ideal. La regresión múltiple mostró que 18 variables demográficas podían
predecir el 61.3 % de la varianza de la escala real, pero no de la ideal. Los predic-
tores más potentes fueron: tiempo esperado de residencia, satisfacción con la
comunidad y número de vecinos identificados por su primer nombre. También
apareció una relación positiva entre SC, satisfacción comunitaria y funcionamien-
to competente en la comunidad. En una segunda parte de su trabajo, Glynn
(1986) dividió su muestra en dos grupos según incluyeran o no el vecindario local
en su concepto subjetivo de comunidad. Resultados: 1) la mayoría (un 69 %)
incluyó el vecindario como parte de su comunidad; 2) quienes incluyeron el
vecindario poseían una cantidad significativamente mayor de SC real, satisfacción
y competencia comunitaria, aunque menor de SC ideal (que puede ir ligado a una
concepción más utópica y desencarnada de vinculación relacional del SC).
Riger y Lavrakas (1981) estudiaron el SC a través de la vinculación vecinal.
Encontraron dos factores distintos —aunque correlacionados— que llamaron «vin-
culación social» y «arraigo conductual». El primero se componía de items ligados a
la capacidad de identificar vecinos, sentirse parte del vecindario y número de vecinos
y niños conocidos. El arraigo conductual estaba formado por el número de años de
residencia en la comunidad, estatus residencial (propiedad o alquiler) y el tiempo
esperado de residencia. Los autores clasificaron a los residentes en base a esos factores
en cuatro grupos sociales: a) jóvenes móviles (baja vinculación, bajo arraigo); b) jóve-
nes partipativos (alta vinculación, bajo arraigo); c) aislados (baja vinculación, alto
arraigo); d) establecidos participativos (alta vinculación, alto arraigo).
Usando un enfoque racional-intuitivo que tuvo en cuenta la literatura sobre
conectividad y motivación social para la comunidad, Davidson y Cotter (1986)
desarrollaron una escala de 17 items para medir el SC, cuya fiabilidad (alpha de
Cronbach) oscilaba entre .81 y .85. Aplicando la escala a una muestra aleatoria
de cerca 1000 teléfonos de las ciudades de Tuscalosa (75,000 habitantes) y Bir-
mingham (284,000) obtuvieron una estructura factorial equivalente con un fac-
tor general dominante. La escala fue capaz de discriminar grupos que diferían en
términos demográficos y sociales, puntuando significativamente menos los más
jóvenes, de menor nivel de renta y raza negra; correlacionó con autodefinición 
—tal y como teorizó Sarason— y con participación local, pero no con el tiempo
de residencia efectiva en la comunidad.
Chavis, Hogge, McMillan y Wandersman (1986) usaron la teoría de McMi-
llan para desarrollar un índice de SC basado en 31 predictores como nivel medio
de interacción, implicación en grupos políticos, percepción de las cualidades de
162
la manzana de residencia o tiempo de residencia en el barrio. Dos decenas de jue-
ces estimaron las puntuaciones de 100 perfiles individuales elegidos a azar y, a
través del modelo de las lentes de Brunswick, se dedujo el peso de los 23 predic-
tores más significados en la evaluación del índice de SC. El análisis de regresión
mostró que las relaciones más altas con el índice de SC (y con sus componentes)
se daban con la interacción vecinal, tiempo de residencia, propiedad (frente a
alquiler) de la casa, e implicación en asociaciones voluntarias.
Pons y colaboradores (Pons, Marín, Grande y Gil, 1992; Pons, Grande, Gil y
Marín, 1996) usaron la teoría de Sarason para desarrollar una escala de 21 items
de sentimiento de pertenencia a la comunidad (PSC-92) que administraron a
una muestra de 178 personas de barrio viejo de Sant Bult (Valencia, 1,084 habi-
tantes) examinando la estructura del cuestionario y su relación con la partici-
pación local. El análisis factorial del PSC descubrió cuatro factores que explica-
ban el 50 % de la varianza total. Dos principales: vecindario (interacción vecinal,
apoyo e interdependencia mutua) e identificación (arraigo en el barrio). Y dos
menores: satisfacción con el barrio y necesidad de cambio. Los factores principa-
les aparecen significativamente relacionados con las variables estructurales edad,
tiempo y zona de residencia y con la participación local.
Skjaeveland, Gärling y Maeland (1996) han desarrollado un cuestionario inicial
de 14 items de vecindario (neighboring), concepto cercano —pero no equivalente—
al SC en que engloban las dimensiones de la vida social en los vecindarios. Postulan
seis dimensiones del concepto: interacción social abierta, lazos sociales de baja
intensidad, apoyo social, sentimiento de comunidad, arraigo al lugar y molestias y
malestar. Un análisis factorial realizado en varias muestras de la ciudad de Bergen
(Noruega) seleccionadas demográficamente identificaron cuatro factores corres-
pondientes a las dimensiones postuladas —exceptuando el sentimiento de comu-
nidad y la interacción social abierta— que exhibieron una alta replicabilidad y
apropiada fiabilidad y sensibilidad diferencial a variables demográficas relevantes.
Plas y Lewis (1996) investigaron la relación del SC con variables ambientales en
una ciudad norteamericana (Seaside, Florida) específicamente diseñada para pro-
mover el sentimiento de comunidad. Usaron un enfoque cualitativo que incluyó
impresiones personales, observación, materiales escritos sobre la filosofía de la
comunidad y preguntas a una muestra de residentes sobre lo mejor y lo peor de la
ciudad. La codificación de las respuestas resultantes en nueve categorías predeter-
minadas (cuatro ambientales, cuatro ligadas al SC y una independiente) apoyó
indirectamente la teoría del SC de McMillan y Chavis (1986). Tres de los cuatro
componentes del SC propuestos por la teoría —pertenencia, satisfacción de necesi-
dades y vínculos emociales compartidos—estaban implicados en un alto procenta-
je (superior al 60 %) de respuestas. El cuarto componente —influencia— apenas
fue mencionado, mientras que los autores propugnan uno nuevo (lealtad, fidelidad
a valores y experiencias compartidas) implicado en un 45 % de las respuestas.
Resumen
El conjunto de investigaciones revisadas constituye una valiosa aportación
inicial para comprender el SC y su estructura interna, confirmando la valía teóri-
ca y relevancia psicosocial del concepto. Si bien la mayoría de estudios adolecen
de una fundamentación teórica acabada (algo no infrecuente en el campo de la
ciencia social), muestran convincentemente que el SC:
1) Puede ser operacionalmente definido y medido, a través de instrumentos
que poseen —cuando el dato es mencionado— una razonablemente alta consis-
tencia interna.
163
2) Está estructuralmente formado por dos componentes básicos repetidamen-
te propuestos en la literatura teórica: uno, más potente si no general, relacional, y
otro, más débil, territorial.
Dado el origen norteamericano de la inmensa mayoría de estudios, puede
existir un sesgo socio-cultural en el significado o importancia del concepto de SC
o en los instrumentos específicos (cuestiones verbales o indicadores «objetivos»)
usados para medirlo. Ciertos items de la escala de Glynn (1981), por ejemplo,
mostraron una «conducta» distinta en Israel que en Estados Unidos (EEUU).
Aunque las investigaciones españolas (Pons y cols., 1992 y 1996; Marín, Gran-
de, Pons y Gil, 1994) muestran saludables indicios de aplicabilidad de las medi-
das desarrolladas en EEUU, la validez transcultural del concepto de SC (y la teo-
ría subyacente), los instrumentos usados para medirlo y los resultados empíricos
obtenidos con ellas está aún por establecer. Parece, pues, conveniente desarrollar
una medida del SC más claramente anclada a una teoría y, advertidos por la
literatura existente de los correlatos demográficos del constructo, ponerla a prue-
ba en una muestra claramente identificada de una comunidad.
PLANTEAMIENTO Y OBJETIVOS DE LA INVESTIGACIÓN
Esta investigación forma parte de un proyecto más amplio de estudio de los
aspectos teóricos, subjetivo y estructural de la comunidad. Como parte del com-
ponente teórico se centra en el concepto, medida y red relacional del SC. Especí-
ficamente se pretende desarrollar una medida válida y fiable del SC basada en la
teoría de Sarason y en los instrumentos ya probados en literatura empírica.
En base a la literatura teórica y empírica revisada y al contexto comunitario
específico en que se realiza la investigación, se proponen las siguientes hipótesis:
H1. El SC es un concepto homogéneo, aunque internamente pluridimensio-
nal que mide el sentimiento subjetivo de comunidad.
H2. Estructuralmente el SC está formado por dos factores principales: uno,
más fuerte, relacional o social y otro, más débil, territorial.
H3. El número de personas conocidas por su nombre de pila y la autopercep-
ción del SC son indicadores del SC, estando, por tanto, significativamente corre-
lacionados con él.
Comunidad Barceloneta
Se eligió el barrio barcelonés de La Barceloneta por acercarse a las condiciones
características de una verdadera comunidad: un enclave geográfica y socialmente
delimitado con historia, carácter propio y autoconciencia social. Era, además,
accesible desde el punto de vista informativo y geográfico. Se esperaba que una
medida de SC habría de quedar más claramente perfilada, y sus relaciones mani-
festadas, en un contexto altamente comunitario, en tanto que los resultados serían
más menos precisos en un contexto menos comunitario de una gran ciudad.
La Barceloneta es una pequeña península —parcialmente ganada al mar— de
la ciudad de Barcelona con una amplia fachada marítima de playas por un lado y
de puerto por otro. Con una agitada historia social (Fabre y Huertas, 1976;
Ajuntament de Barcelona, 1994), se desarrolló a partir del siglo XVIII extramu-
ros de la Barcelona medieval, marcada por un triple carácter industrial, marinero
y recreativo.
Su estratégico emplazamiento con buenas conexiones marítimas y ferroviarias
y su localización extramuros de la ciudad (que permitía, por ejemplo, establecer
164
industrias de gas prohibidas dentro de ella) convierten al barrio en poderoso
núcleo fabril centrado en las industrias naval, ferroviaria y gaseística. La indus-
trialización genera un potente movimiento obrero y una rica vida asociativa y
cultural polarizadas en torno a las reivindicaciones obreras y los problemas urba-
nísticos y sanitarios del barrio y encarnadas por cooperativas (como «La Fraterni-
dad»), organizaciones mutuas, baños marítimos, clubs de natación y sociedades
deportivas. La expansión de las industrias en la segunda parte del siglo XIX
marcó el desarrollo de La Barceloneta y su reciente decadencia y desmantela-
miento el estancamiento, si no decadencia, actual del barrio. El pasado industrial
y marinero del barrio pervive aún en sus fiestas populares así como en las calles,
edificios e instituciones que exhiben nombres (La Maquinista, Andrea Doria,
Almirante Cervera, etc.) alusivos.
Las playas, «merenderos», paseos marítimos y baños puntúan el carácter re-
creativo de La Barceloneta conviertiéndola en la playa de Barcelona. La reciente
remodelación de la costa al hilo de los Juegos Olímpicos de 1992 (con la desapa-
rición de los populares chiringuitos playeros) rodeó al barrio de playas y zonas de
expansión más modernas y dinámicas. La decadencia de las actividades indus-
triales, marítimas y recreativas determinó la obsolescencia de las tradicionales
ocupaciones y oficios de los habitantes del barrio dejándolos con una sensación
generalizada de haber sido «sobrepasados» por otros barrios vecinos. Y encuen-
tra reflejo objetivo en la ostensible pérdida de población del barrio que pasa de
50,000 habitantes en 1976 (Fabre y Huertas, 1976) a los actuales 16,000 (Ajun-
tament de Barcelona, 1996).
Urbanísticamente, el barrio está conformado por una retícula geométrica de
estrechas calles con edificios de cuatro a seis plantas con viviendas antiguas y
pequeñas (46.4 m2. de promedio en nuestra muestra) con predominio de los
«cuartos de casa» resultantes de partir las desahogadas viviendas iniciales en cua-
tro. En ellas viven una media de 3 personas, mayoritariamente en régimen de
alquiler (55.6 %). Existen, no obstante, algunas zonas de ensanche residencial
construidas sobre antiguos solares industriales. El barrio posee una fuerte perso-
nalidad social, marcada por la intensa interacción social visible en el mercado, las
escuelas y zonas de juego, bares del barrio, la densa vida de calle (reforzada por la
estrechez de las casas y la inexistencia hasta hace bien poco de zonas verdes) y por
la popularidad de las fiestas locales. La gente tiene un fuerte sentimiento de per-
tenencia al barrio y con frecuencia se describen como diferenciados de la ciudad
(dicen, por ejemplo, que «van» a Barcelona). Posee un moderno centro cívico y
de servicios sociales, un remodelado Hospital del Mar, uno de cuyos anejos fun-
ciona como centro primario de salud y varios grupos escolares primarios y secun-
darios. Quejas frecuentes de la gente son la droga, las deficientes condiciones
urbanísticas y la falta de ciertos equipamientos (como una residencia de mayores
y un polideportivo). Las estadísticas muestran un perfil social (Gómez, 1994) de
desventaja —y declive— en relación al conjunto de Barcelona: la población está
envejecida (24.6 % de mayores de 65 años en el barrio frente a 17.4 % de Barce-
lona), la esperanza de vida es inferior (72.9 años frente a 76.7), el paro es mayor
(20 % frente al 13.7), la proporción de titulados superiores muy inferior (1.43 %
frente al 7.9 %) y la capacidad económica media del barrio es sólo un 58 % de la
media de la ciudad.
Sujetos: Muestra
La muestra estaba formada por 354 personas de edades comprendidas entre 14
y 91 años con, al menos, seis meses de residencia en el barrio elegidas de forma
165
que todos losgrupos de edad —y posiciones sociales— estuvieran uniformemen-
te representados y que la proporción de hombres y mujeres se aproximara a la de
la población. Para ello, se eligieron los lugares de muestreo en función de la edad y
con el asesoramiento de los profesionales del centro cívico del barrio. Los jóvenes
fueron así localizados en los centros educativos y zonas de reunión, los adultos en
las zonas sociales («Repla», mercado, determinados bares, asociaciones, etc.) y los
mayores en sus centros de reunión. Dado que los datos resultantes mostraron cier-
tas desviaciones respecto a los criterios de muestreo marcados y que la edad apare-
cía fuertemente relacionada con el SC tanto en la literatura empírica (Davidson y
Cotter, 1986; Pons y cols., 1996) como en nuestros análisis exploratorios, la
muestra original fue reconstruida estadísticamente quedando reducida a 260
sujetos que representaban con razonable fidelidad (ver Tabla I) las distribuciones
por sexo y edad del barrio de La Barceneta (Ajuntament de Barcelona, 1996).
Aunque los análisis estadísticos no mostraron diferencias entre las dos muestras a
nivel correlacional, y sólo diferencias mínimas y muy localizadas en los valores y
pruebas de nivel, los resultados aquí incluidos corresponden, a menos que se indi-
que lo contrario, a la muestra reconstruida de la que se puede extraer una estima-
ción más fiel del valor del SC y de otras variables de interés.
TABLA I
Características sociodemográficas de la muestra ( N = 260)* y de la poblacióna
Muestra
Variable % Población
N %
Sexo
Hombre 125 48.1 47.0
Mujer 135 51.9 53.0
Edad
0-14 13 5.0 3.8
15-24 46 17.7 12.2
25-64 134 51.5 49.7
³65 67 25.8 27.5
Estado civil
Soltero 74 28.5 27.7b
Casado 128 49.2 58.4
Viviendo juntos 14 5.4 —
Separado 9 3.5 3.8
Viudo 35 13.5 9.5
Nivel edutivo
Primaria 113 43.5 36.9
Graduado Escolar 93 35.8 28.8
Bachiller Elem./FP1 28 10.8 21.2
Bachiller Super./FP2 15 5.8 10.0
Universidad 10 3.8 2.3
Estatus residencial
Propiedad 110 42.3 —
Alquiler 144 55.4 —
Otros 5 1.9 —
* Muestra reconstruida; muestra original N = 354.
a La Barceloneta (N = 16,000). Fuente: censo de Barcelona de 1996. Categorías adaptadas a las del censo.
b La población es aquí Barcelona en su conjunto (N = 1,508,000).
166
Las características socio-demográficas de la muestra aparecen en la tabla I.
Está formada por un 52 % de varones y el 48 % de mujeres con una edad prome-
dio de 45 años, mayoritariamente casados, con un nivel medio de estudios pri-
mario y una media de 33 años de residencia en el barrio que declaran conocer
una media de 60 vecinos por su nombre de pila.
Medidas
Se desarrolló un instrumento para obtener información sobre las variables de
interés: datos socio-demográficos, SC y marcadores, participación local y dos
preguntas abiertas sobre lo mejor y lo peor del barrio. Sólo los datos descriptivos
de los sujetos y el SC son incluidos aquí, los relacionales figurarán en otro artícu-
lo. Variables socio-demográficas e indicadores objetivos del SC fueron: género,
edad, estado civil, nivel educativo, estatus residencial, superficie de la vivienda,
número de residentes, tiempo viviendo en el barrio y número de vecinos que se
decía conocer por su nombre de pila.
Escala de Sentimiento de Comunidad: Construcción y contenido. La escala estaba
compuesta por 18 items sobre la percepción del vecindario y los vecinos y sobre
sentimientos de comunidad. La puntuación era de cero a seis según el grado de
acuerdo con su enunciado. La escala fue creada combinando la teoría de Sarason
(1974) con las áreas de acuerdo teórico y empírico anteriormente revisadas. Cier-
tos contenidos de las escalas de Pons y cols. (1992) y Davidson y Cotter (1986)
que habían mostrado buenas cualidades de fiabilidad y validez transcultural fue-
ron también incorporados tratando de asegurar la relevancia y equivalencia fun-
cional de los items que había aparecido problemática en ciertas instancias de uso
transnacional de las escalas (Glynn, 1981).
TABLA II
Distribución de los ítems de la escala de sentimiento de comunidad en dimensiones de contenido
Dimensión contenido Items
Arraigo territorial/Pertenencia 11. Formo parte del barrio.
6. Siento el barrio como algo mío.
9. Tengo raíces en este lugar.
2. Pienso vivir mucho tiempo en este barrio.
1. Me gusta este barrio porque tiene carácter y
tradiciones propias.
Relación/Interacción 3. Una de las mejores cosas de la vida son los vecinos.
16. Conozco y trato bastante a mis vecinos.
18. Estoy satisfecho de mis relaciones con los demás.
10. Tengo buenos amigos entre los vecinos.
Interdependencia/Mutualidad 14. Es importante tener buenas relaciones con los que
están a tu alrededor.
4. Creo que todos nos necesitamos unos a otros.
7. Ayudo a los vecinos cuando lo necesitan.
17. Mis vecinos suelen ayudarme si lo necesito.
12. Es importante ayudarse los unos a los otros.
15. Puedo confiar en los demás.
Otras
(Similitud con otros; 8. Me veo básicamente como los demás.
Competencia social/Influencia) 5. Si quiero puedo influir en la vida del barrio.
13. En este barrio se pueden hacer muchas cosas.
167
El contenido de la escala es reproducio en la tabla II siguiendo las areas temá-
ticas consideradas que, siguiendo básicamente a Sarason, cubrirían el dominio
temático del SC. Cinco items sondearon la pertenencia o arraigo territorial:
«Formo parte del barrio» o «Tengo raices en este lugar». Cuatro la relación o
interacción social básicamente entre vecinos («Conozco y trato bastante a mis veci-
nos», «Tengo buenos amigos entre los vecinos») pero, también, en la sociedad
general: «Estoy satisfecho de mis relaciones con los demás». Cinco se referían a la
interdependencia y mutualidad: «Creo que todos nos necesitamos unos a otros»,
«Puedo confiar en los demás» «Ayudo a mis vecinos cuando lo necesitan». Los
tres items restantes reflejan influencia o competencia, satisfacción o similitud
con otros. Se incluyeron también dos items sobre auto-percepción del SC y su
importancia usados por Chavis y Wandersman (1990) como marcadores del SC
para probar su validez transcultural una vez que su inteligibilidad y significado
para los sujetos españoles fue establecido en la prueba piloto.
Diez estudiantes de Psicología Comunitaria de la Universidad de Barcelona,
debidamente preparados y dirigidos por el autor, hicieron una prueba piloto del
cuestionario entre miembros de su familia y vecinos de sus diversos barrios de
pertenencia cuyas edades y condiciones sociales fueran similares a las esperables
en La Barceloneta. Realizados los pertinentes cambios en el enunciado de algu-
nos items e instrucciones, el cuestionario final fue pasado por el equipo de
encuesta con la ayuda del Centro Cívico de La Barceloneta, en la primavera de
1996.
RESULTADOS
Una vez codificados y controlada su fiabilidad, los datos obtenidos fueron
sometidos a un tratamiento estadístico multietápico por medio del paquete
SPSS/PC+ (Nie, Hull, Jenkine, Steinbrenner y Bent, 1978; Norusis, 1990;
SPSS, 1990). Como se ha explicado, los resultados se basan (salvo indicación en
contrario) en los 260 sujetos —representativos de la población de La Barcelone-
ta— a que se redujo estadísticamente el conjunto inicial de 354. El amplio trata-
miento estadístico realizado incluyó: descripción de todas las variables, análisis
métricos de los items y la escala de SC, análisis factorial con rotaciones ortogonal
(Varimax, la opción por defecto de SPSS) y oblicua (Oblimin) y una serie de aná-
lisis relacionales (correlaciones de escalas y factores, regresión normal y logística,
etc.) que, en principio, no son de interés en este artículo. Elementos que aconse-
jaron un análisis amplio y multietápico fueron:la covariación observada entre
variables relevantes y ciertos factores demográficos como la edad, la posible
supresión de relaciones globales por parte de los factores del SC y la indicación de
que las rotaciones factoriales oblicuas, resultando métricamente menos exigentes
que las ortogonales (Gorsuch, 1974; Cohen y Cohen,1983), ofrecían soluciones
factoriales conceptualmente más nítidos y significativos.
Escala de SC: Nivel y cualidades métricas
La media de SC (rango 0 a 108) en la muestra es 85.3. Eso confirma clara-
mente los signos estructurales de que La Barceloneta es un barrio muy comuni-
tario, razón por la que fue elegido para este estudio. Esta evaluación debería ser,
sin embargo, reconsiderada contrastando ese valor con el obtenido en otras
comunidades rurales o urbanas.
168
TABLA III
Escala de SC: Medias y desviaciones típicas de los ítems; correlaciones ítems-escala. (N = 260)ª
CorrelaciónItems M SD ítem-escalab
1. Me gusta este barrio porque tiene carácter y sus 
propias tradiciones 5.25 1.29 .56
2. Pienso vivir mucho tiempo en este barrio 5.13 1.63 .49
3. Una de las mejores cosas de la vida son los vecinos 4.01 1.94 .66
4. Creo que todos nos necesitamos unos a otros 5.09 1.46 .55
5. Si quiero puedo influir en la vida del barrio 2.86 2.24 .46
6. Siento el barrio como algo mío 4.91 1.81 .60
7. Ayudo a los vecinos cuando lo necesitan 4.94 1.59 .60
8. Me veo básicamente como los demás 4.81 1.84 .42
9. Tengo raíces en este lugar 4.69 2.15 .50
10. Tengo buenos amigos entre los vecinos 5.14 1.45 .60
11. Formo parte del barrio 4.84 1.74 .47
12. Es importante ayudarse los unos a los otros 5.52 1.03 .50
13. En este barrio se pueden hacer muchas cosas 5.03 1.56 .41
14. Es importante tener buenas relaciones con 
los que están a tú alrededor 5.45 1.07 .50
15. Puedo confiar en los demás 3.56 1.80 .58
16. Conozco y trato bastante a mis vecinos 4.53 1.69 .68
17. Mis vecinos suelen ayudarme si lo necesito 4.40 1.81 .64
18. Estoy satisfecho de mis relaciones con los demás 5.17 1.31 .58
ªValores inexistentes (missing values) substituidos por las medias de los items.
b p<.001 para todas las correlaciones.
Las cualidades métricas de la escala de SC pueden ser obtenidas a partir del
análisis de sus items y del conjunto de la escala (Tabla III) y a través de sus
«correspondencias» estructurales con el resto de variables relevantes (Tabla I).
Las distribuciones de los items son marcadamente unimodales, sesgadas hacia la
parte alta, con una media de 4.74 (rango de 0 a 6). La consistencia interna (alpha
de Cronbach) de la escala es .86 y sus correlaciones con todos los items superan
.41 con una media de .51.
La correlación de la escala con los «marcadores» (auto-percepción de SC y de
la importancia de su posesión) que Chavis y Wandersman (1990) postulan
como índice multiplicativo del SC, aun alcanzando valores considerables (r de
Pearson .48 y .50 respectivamente) son inferiores a las de muchos items de la
escala. Estos datos confirman la hipótesis 3 pero muestran, a la vez, que ciertos
items de la escala (como «Conozco y trato bastante a mis vecinos», «Una de las
mejores cosas de la vida son los vecinos» y «Mis vecinos suelen ayudarme si lo
necesito»; r = .68, .66 y .64 respectivamente) funcionan como marcadores sin-
gulares claramente más adecuados del SC, al menos en nuestro entorno cultu-
ral. La relación del SC con el número de personas conocidas por su primer nom-
bre (NNC), otro de los “marcadores” utilizados en la literatura, no parece del
todo clara. Mientras que la correlación de Pearson is virtualmente nula, el coefi-
ciente beta de la regresión logística y el valor de Wald asociado tienen valores
modestos pero consistentemente significativos (p < 0.01) para ambos índices de
asociación. Las correlaciones de Pearson con los factores clarifican algo ese
patrón correlacional: NNC exhibe una correlación significativamente positiva
con el Factor II (Arraigo Territorial; r = 0.18; p < 0.01) pero negativa con los
factores I y III (Interacción Vecinal e Interdependencia; r = -0.17 y -0.19 res-
pectivamente; p < 0.01) (Estos resultados han sido obtenidos a partir de la
muestra original de 354 personas).
169
Los resultados métricos apoyan tanto la homogeneidad conceptual del cons-
tructo de SC (hipótesis 1) como su escalabilidad, evidenciando que los 18 items
miden lo mismo y forman una verdadera —aunque imperfecta— escala cuyo
contenido permite denominarla «sentimiento de comunidad».
Estructura factorial
El análisis de componentes principales (Gorsuch, 1974) identificó y retuvo
cinco factores con eigenvalues iguales o superiores a uno ( 5.5, 1.6, 1.5, 1.1, y
1.0) que explican el 60% de la variabilidad de las interrelaciones de los items de
la escala de SC. Aunque, como se ha indicado, se realizaron rotaciones ortogonal
y oblicua, sólo se incluyen los resultados de la última por ser menos exigentes en
sus asunciones métricas y más significativos conceptualmente que los realizados
en otros estudios (Davidson y Cotter, 1986; Pons y cols., 1992, no indican el
tipo de rotación empleado). Los tres primeros factores —numéricamente más
potentes y de mayor significado conceptual— fueron retenidos y son descritos
en la tabla IV.
TABLA IV
Análisis factoriala de la Escala de Sentimiento de Comunidad (N = 260)
Factores e items Factor Loading
III. Interacción vecinal
(30.8% de varianza)
17. Mis vecinos suelen ayudarme si lo necesito .83
16. Conozco y trato bastante a mis vecinos .82
10. Tengo buenos amigos entre los vecinos .69
15. Puedo confiar en los demás .68
3. Una de las mejores cosas de la vida son los vecinos .66
18. Estoy satisfecho de mis relaciones con los demás .63
7. Ayudo a los vecinos cuando lo necesitan .62
III. Arraigo territorial
(8.9% de varianza)
11. Formo parte del barrio .75
5. Si quiero puedo influir en la vida del barrrio .67
9. Tengo raíces en este lugar .67
6. Siento el barrio como algo mío .62
III. Interdependencia
(8.4% de varianza)
12. Es importante ayudarse los unos a los otros .82
4. Creo que todos nos necesitamos unos a otros .80
14. Es importante tener buenas relaciones con los que 
están a tu alrededor .71
1. Me gusta este barrio porqué tiene carácter y tradiciones
propias .56
aAnálisis de componentes principales; rotación Oblimin. Factores I, II, y III explican el 48.1 % de la varianza de los
items de la escala de SC.
El primero y más potente, llamado Interacción Vecinal, explica el 31% de la
varianza conteniendo items sobre percepción positiva de, y relación con, los veci-
nos e interdependencia social. El segundo factor explica casi el 10% de la varian-
za siendo claramente definido por un conjunto homogéneo de items ligados al
170
Arraigo Territorial o pertenencia. El tercero, responsable de algo más del 8% de la
varianza común, recibe el nombre de Interdependencia: los items con saturaciones
más altas se refieren a la mutualidad y solidaridad social general. Dado que los
tres factores principales son después tratados como variables se calculó su consis-
tencia interna reteniendo para ello los ocho items con mayor saturación (más de
.50) en el primer factor y los siete con saturaciones superiores a .40 en los otros
dos factores. La robustez de los factores es patente por los apreciables índices
alpha de Cronbach de los factores: .85 para Inter-acción Vecinal, .73 para Arrai-
go Territorial y .74 para Interdependencia (estimados a partir de los 354 sujetos
iniciales).
La confrontación de los factores empíricamente obtenidos con las áreas temá-
ticas teóricas propuestas (Tabla II) muestra un alto grado de concordancia entre
la propuesta teórica y los resultados empíricos, a la vez que algunas diferencias
interesantes. El acuerdo es máximo en el Factor II (Arraigo Territorial) y su área
temática homónima que aporta tres de los cuatro items que definen el factor. El
Factor I (Interacción Vecinal) incluye cuatro de sus siete items más definitorios
del componenente de Relación/ Interacción Social, pero incorpora también, tres
pertenecientes al componente temático Mutualidad/Interdependencia, dos de
los cuales se refieren específicamente a los vecinos. Los items más definitorios del
Factor III (Interdependencia) incluyen, como se esperaba, el resto de items de su
homónimo temático. Resumiendo: mientras existe un acuerdo substancial en el
contenido empíricamente derivadoy el teóricamente propuesto al inicio, en los
factores secundarios (Arraigo Territorial e Interdependencia), el factor empírico
principal (Interacción Vecinal) incluye, junto a los contenidos ligados a la
dimensión teórica de Interacción, otros relacionados con la interdependencia
pero que se dan en la esfera territorial del vecindario. Estos resultados apoyan
ampliamente, aunque con matices, el marco teórico del SC —nucleado por las
ideas de Sarason—, propuesto en este artículo.
DISCUSIÓN E IMPLICACIONES TEÓRICAS Y PRÁCTICAS
Esta investigación pretendía desarrollar una medida inicialmente fiable y
válida de SC y examinar algunos de sus indicadores externos a la luz de la teoría y
hallazgos empíricos existentes. Los resultados examinados permiten afirmar que
ambos objetivos han sido globalmente alcanzados confirmándose en buena
medida las tres hipótesis planteadas y avanzando significativamente en la clarifi-
cación de la estructura interna del SC. Los datos apoyan buena parte de las nocio-
nes sobre la naturaleza y evolución histórica del SC y, más específicamente, la
teoría de Sarason. Aportan, tambien, evidencia relevante sobre la viabilidad
transcultural del concepto de SC.
Los análisis de los items y la totalidad de la escala revelan que el SC es un
constructo homogéneo cuasi-unitario, cuya multifactorialidad subyacente está
dominada por un factor principal de carácter relacional que parece nuclear la
percepción subjetiva de la comunidad. La comunidad elegida, La Barceloneta,
obtiene, como se esperaba, un alto nivel de SC, aunque el significado relativo de
ese valor sólo puede ser establecido por comparación con otros barrios y comuni-
dades. La alta consistencia interna observada en nuestra escala es similar a la
obtenida en por otros investigadores como Davidson y Cotter (1986; a de Cron-
bach para una escala de 17 items varía entre .81 y .85).
Los factores identificados en este estudio son igualmente similares a los obteni-
dos en otros estudios, como Pons y cols. (1992 y 1996) y Davidson y Cotter
171
(1986), que han usado escalas verbales autodescriptivas. Las discrepancias obser-
vadas pueden ser explicadas en parte por el diferente método de rotación facto-
rial usado (Oblimin frente a Varimax) y, en el caso de Davidson y Cotter a la
decisión de descartar tres de los cuatro factores con eigenvalues superiores a uno
en base a un criterio algebraico-geométrico (el scree test) de dudosa validez teórica,
lo que lleva a los autores a atribuir —a mi jucio erroneamente— al constructo
una estructura unifactorial.
Nuestros resultados revelan un primer factor dominante definido por items
ligados a la relación, mutualidad y percepción positiva de los vecinos llamado
Interacción Vecinal. Es muy similar al obtenido por Pons y otros (1992, 1996),
bautizado como Vecindario y, algo menos, al factor general reseñado por David-
son y Cotter (1986). El componente relacional básico al factor fue también iden-
tificado por otros investigadores: Riger y Lavrakas (1981), que lo llaman vincu-
lación social (social bonding); Chavis y cols. (1986) que encontraron que el nivel
medio de interacción vecinal y las relaciones íntimas eran los mejores predictores
de las estimaciones que los jueces hicieron del SC. Está también presente en dos
de las tres áreas de acuerdo en las definiciones de la comunidad halladas por
Hillery (1955). Skjaeveland, Gärling y Maeland (1996) no pudieron, sin embar-
go, confirmar la interacción social abierta como una dimensión relevante del
vecindario. Todo ello aporta una amplia validez al hallazgo de una interacción
social de base territorial (vecinal o barrial para ser más precisos) como núcleo del
SC. Confirma también indirectamente ideas teóricas (como las de Durkheim y
otros) que mencionan la interdepencia social como base de la solidaridad social
en las sociedades industrializadas. La solidez del núcleo relacional del SC es con-
firmada en el tercer factor (Interdependencia o Mutualidad), menos potente, que
extiende la esencia interactiva del SC más allá de la esfera territorial del vecinda-
rio en la dirección social general (desterritorializada).
El segundo factor (Arraigo Territorial), aunque notablemente menos potente
que el primero, es conceptualmente mucho más claro y compacto. Recoge senti-
mientos de arraigo e identificación con el barrio como un todo y no sólo, como
en los otros dos factores, con su vertiente relacional. Aparece también en el análi-
sis de Pons y cols. (1992 y 1996) que lo denominan Identificación, Riger y Lav-
rakas (1981) que lo llaman Arraigo Conductual (Behavioral Rootedness) pero no
aparece en el informe de Skjaeveland, Gärling y Maeland (1996) que, de nuevo,
no confirma el arraigo al lugar como una dimensión relevante del vecindario.
Podría ser que estuviera presente entre los factores obtenidos por Davidson y
Cotter (1986) de no haber eliminado todos los factores excepto el principal.
La dimensión territorial ha constituido el núcleo conceptual tradicionalmente
dominante en la definición de la comunidad tanto en el uso popular como el
científico del término como reconoce la inclusión por Hillery (1955) de la locali-
dad compartida como uno de las tres áreas de acuerdo definicional de la comuni-
dad Bernard (1973) en su clásica distinción (reiterada por Gusfield, 1975) entre
la comunidad territorial y la simbólica. Los hallazgos recientes indican inequivo-
camente que, aunque el componente territorial está aún presente en la percep-
ción subjetiva de la comunidad (tanto directamente —como un espacio físico—
como indirectamente: como una esfera, la vecinal, de interacción territorializa-
da), ya no es el referente fundamental de la comunidad subjetiva que ha pasado a
ser esencialmente relacional. Lo cual confirma tanto las nociones sociales clásicas
(como la de Durkheim) como las de autores más modernos como Dunham
(1977, 1986) que afirman el papel decreciente de la solidaridad estructural, liga-
da al territorio y la localidad, y su substitución por un proceso más relacional y
funcional (frecuentemente ligado al trabajo).
172
La ausencia en esta investigación de otros factores —como Necesidad de
Cambio, Satisfacción con el Barrio o Competencia Comunitaria— incluidos en
la literatura empírica se debe a la no inclusión en nuestra escala de SC de items
representando esos temas. Es mi opinión que, aunque la inclusión de tales conte-
nidos en el dominio conceptual del SC puede facilitar la aparición de relaciones
con otros conceptos relevantes del campo comunitario o social, contribuye, a la
vez, a «contaminar» el SC con contenidos relacionados pero esencialmente aje-
nos.
La estructura factorial obtenida apoya substancialmente la teoría de Sarason
del SC y sus afirmaciones sobre la naturaleza (confirmando el grueso de las
dimensiones estructurales postuladas) y evolución del SC. La gran corresponden-
cia entre las dimensiones de contenido inicialmente propuestas y los factores
empirícamente derivados (ya analizada en la sección de Resultados) también res-
palda la literatura teórica y empírica a partir de la cual fueron derivadas las
dimensiones de contenido. Las concordancias y discrepancias notadas en los
resultados parecen indicar que la repartición inicial de items entre interacción y
mutualidad es «redistribuida» por el análisis factorial en función del ambito
(territorializado —vecinal— o no) y del caracter (relacional general frente a reci-
procidad/mutualidad) de la interacción de tal forma que los items de relación
general “van” al factor principal (Interacción Vecinal), permaneciendo los más
«puramente» recíprocos (o “mutualistas”) en el Factor III, Interdependencia. El
territorio parece retener, a tenor de estos resultados, una doble función: 1) como
ámbito o esfera donde la interacción (componente principal de la comunidad) se
desarrolla (manteniendo, quizá, un papel de generador de interacción); 2) como
núcleo del constituyente secundario de la comunidad, la pertenencia o arraigo terri-
torial asociada al vecindario.
Encuanto a los “marcadores” externos (H3), mientras los ligados a la auto-
percepcion del SC y su importancia se muestran como indicadores subjetivos
aceptables —aunque más débiles que varios items de la escala— del SC, el caso
del número de personas conocidas por su primer nombre es más complicado por
las contradicciones de la evidencia mostrada: la mayoría de análisis estadísticos
exhiben una asociación pequeña pero positiva con el SC, negada por otros datos.
Aun cuando las discrepancias de los resultados pueden ser explicadas por los sig-
nos opuestos de las correlaciones con los factores subyacentes al SC, parece más
apropiado concluir que se necesita más evidencia basada en una cuidadosa (y
objetiva) medida del número de conocidos por primer nombre para clarificar la
naturaleza y fuerza de su relación con el SC.
Debemos reconocer límites de esta investigación en lo tocante al alcance y
generalidad de sus conclusiones. Esos límites se derivan tanto de la particulari-
dad del contexto social (un barrio concreto y altamente comunitario) en que fue-
ron obtenidas como de la metodología auto-descriptiva (común, sin embargo, a
la inmensa mayoría de estudios) usada. En la medida en que resultados similares
han sido obtenidos en otras comunidades y paises, la objección de la especifici-
dad de la comunidad pierde fuerza. Parece, no obstante, necesario poner a prueba
los hallazgos —e instrumentos— actuales en otras comunidades y contextos
socioculturales especialmente en comunidades menos cohesionadas- para esta-
blecer su validez discriminante (en cuanto al valor más limitado del SC previsi-
ble) y su validez concurrente, visible en la reproducibilidad de la estructura fac-
torial subyacente. En cuanto al segundo factor limitador —la posibilidad de que
los resultados sean parcialmente debidos al carácter autodescriptivo del método
usado—, se trata de una cuestión en gran medida por responder a través del uso
de enfoques multimétodo —de carácter más procesal, estructural u observacio-
173
nal— mediante estrategias y estudios como los descritos en el capítulo octavo
del libro de R. y D. Warren (1977).
En lo tocante a la intervención, estos hallazgos no aportan información directa o
claramente aplicable a la intervención comunitaria. Debemos reconocer que la
investigación social básica tiende a dar frutos aplicados en el largo plazo y que la
búsqueda de correlatos externos y manipulables de variables básicas como el SC
puede ser más útil a corto plazo que la investigación estructural fundamental. Si, a
pesar de lo indicado, aceptamos como hacen muchos —pero ni mucho menos
todos— psicólogos comunitarios que la reconstrucción del sentimiento de comu-
nidad es un fin interventivo relevante, el descubrimiento de su núcleo relacional
permite recomendar que, a tal fin, los barrios cuenten con lugares, actividades y
programas sociales que faciliten la interacción social. Porque lo que este estudio, y
otros, han documentado palmariamente es que, contrariamente a tantos pronun-
ciamientos académicos y sociales, la comunidad y el vecindario, rebosan vitalidad e
interés analítico. Y que, por tanto, interventores y estudiosos sociales deberíamos
buscar formas y métodos para conocerlos y fortalecerlos mejor en el entendimiento
de que, en un mundo tan irrespirablemente individualista, desarraigado e instru-
mentalizado como el actual, las vinculaciones a un lugar sentido como propio y a
unos otros cercanos (vecinos) con los que nos une una solidaridad elemental, siguen
siendo condiciones esenciales de la identidad y el bienestar de todos nosotros.
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