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Teo 8 - Yamila Heram - Crítica de televisión el desembarco de los académicos (mimeo) doc

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Yamila Heram - “Crítica de televisión: el desembarco de los académicos” (mimeo).
La crítica de televisión ha ocupado diversos lugares en los suplementos de
espectáculos de los diarios y revistas, pero un momento bisagra, en el cual se acentúan
modificaciones en cuanto a su estilo, formato y perspectiva es a partir de la legalización de
los multimedios en 1990, estos cambios se sitúan en consonancia con una serie de
transformaciones en la televisión. Hacemos referencia a que se expande el uso y acceso a
nuevas tecnologías –video filmadoras portátiles, video casetera, mayor cantidad de
televisores por hogar– y se modifica la estructura económica-legal de medios, la
flexibilización de las pautas publicitarias a favor del mercado, la privatización de los
canales y resurgimiento de la competencia, la conformación legal de los multimedios y
expansión del cable. Estos cambios en la pantalla se visualizan en el desplazamiento del
género humorístico, en la videopolítica, en los megagéneros que convierten cada vez más
borrosa la distinción entre realidad, entretenimiento y ficción, y en la juvenilización de la
pantalla. La autorreferencialidad propone una nueva estética discursiva, aunque en parte
mantiene y profundiza la construcción estereotipada de la realidad social, la preponderancia
del show como estética, micro ideología televisiva y forma dominante de la circulación de
la información.
La crítica acompaña estas modificaciones del medio y también ella cambia,
produciéndose una fluidez e influencia entre la crítica y el campo académico de la
comunicación, se interpela a los profesores para que opinen y argumenten sobre el medio
en un momento en el que prevalecen perspectivas de legitimación de la cultura masiva, el
rescate del melodrama en tanto género que explica a las telenovelas y, principalmente, se
resalta la autonomía de las audiencias. En la relación que establece la crítica con la
academia, suele predominar por parte de ésta una mirada plausible hacia la televisión, en
oposición, algunas veces, con la postura que adopta sobre el mismo tema la crítica. Nos
proponemos, entonces, contextualizar, analizar y ejemplificar la relación de sinergia entre la
crítica y la academia1, para ello seleccionamos dos casos condensadores de dicha sinergia,
1 Las reflexiones vertidas en este artículo son consecuencia de un trabajo de investigación para la tesis de
Maestría en Comunicación y Cultura (UBA), allí se analizó la crítica de televisión durante el período de
construcción de los multimedios (1990-1992) en los siguientes materiales: Página/30, El Porteño, La Maga y
Noticias. Actualmente en el marco de la investigación para la tesis de doctorado se está trabajando en el
1
las columnas de Oscar Landi en Clarín y las críticas a las telenovelas, y como
contraejemplo las críticas a los programas de humor, en las que se observan cierto
distanciamiento entre la perspectiva académica y la postura de la crítica.
Pedagogía de masas e intervención académica
Oscar Landi, durante 1993 y 1994 publicó todos los domingos un artículo de
opinión sobre la temática de los medios masivos en el suplemento Zona del diario Clarín.
El nombre de la sección, “La vista Gorda”, quizá se corresponda, por un lado, con las 800
palabras que la columna necesita, es decir, que la cantidad de caracteres del que disponía
para desarrollar su argumentación era relativamente escaso y por ende realizaba la vista
gorda. Con esto no queremos caer en cierto academicismo que supondría que a mayor
cantidad de páginas mejor es el trabajo, sin embargo, sabemos que desarrollar una
argumentación conlleva inevitablemente un despliegue de estrategias retórica y
ejemplificaciones que no siempre es posible en 800 palabras. Por otro lado, “La vista
Gorda” quizá también hace referencia a la propia elección por realizar esta vista gorda de
cara a ejercer una suerte de pedagogía de masas.
Para contextualizar las intervenciones de Landi es necesario tener presente dos
cuestiones. Por un lado, considerar las modificaciones en el estilo y contenido del
suplemento de espectáculos de Clarín a partir de 1992, que, entre otras cuestiones, otorga
mayor lugar a la crítica de televisión en detrimento de otras que comienzan a perder
protagonismo2. Estos cambios se visualizan en la inauguración de secciones vinculadas con
la autorreferencialidad televisiva como el “Replay” de la última página. También se
produce un recambio de periodistas con la intención de renovar las miradas, se proponen
nuevas temáticas a cubrir como es el caso de la publicidad. Un dato que da cuenta del
mayor espacio que comienza a ocupar la crítica es que en diciembre de 1990 se publican
dos crítica, en el mismo mes de 1991, cinco, y a igual mes en 1995, diecisiete. Asimismo,
en las tapas del suplemento comienza a predominar los temas televisivos y se incorpora la
fotografía de los personajes mediático. Hacemos referencia a esto, ya que las columnas de
2 Hacemos referencia a la crítica de teatro. Cfr. Catena (2005).
análisis de la crítica en suplementos de espectáculos de los diarios Clarín, Página/12 y La Nación
(1990-1995).
2
Landi se inscriben en una decisión editorial de otorgar mayor relevancia a la cuestión
mediática.
Por otro lado, la incorporación de Landi se corresponde con su trayectoria como
académico especializado en los medios masivos. En 1992 publica su libro celebratorio
hacia la televisión Devórame otra vez. Qué hizo la televisión con la gente. Qué hace la
gente con la televisión, ese mismo año comienza a escribir en Clarín, y a partir de 1993
hasta fines de 1994 lo hace con una periodicidad semanal. La propia circulación del libro le
facilitó posicionarse como un entendido en el tema y desde dicho lugar de consagración
ejercer una suerte de pedagogía de masas. El hecho de que un académico reconocido
escriba desde una perspectiva de consagración a la televisión, de rescate de figuras
populares del humor como Olmedo, y de revalorizar el poder de las audiencias, confluye
con el momento del diario en el que se ocupa de la televisión con mayor vehemencia y
complicidad.
Cabe recordar que Devórame otra vez… tiene como antecedente el estudio sobre
Públicos y consumos culturales de Buenos Aires (1990), que realizó Landi junto a Ariana
Vacchieri y Luís Alberto Quevedo, en el marco del Grupo de Trabajo de Políticas
Culturales de CLACSO dirigido Néstor García Canclini que tenía como objetivo analizar
los consumos en las grandes ciudades latinoamericanas. Podemos preguntarnos si estos
trabajos de encuestas sobre consumos culturales, operaron luego como cierta legitimación
del consumo televisivo y de reivindicación del lugar del receptor.
En las columnas de Landi prevalecen una serie de temáticas tales como, la
videopolítica, el zapping, las audiencias, y el poder y alcance de las nuevas tecnologías, en
las que predomina la descripción de un acontecimiento como situación de hecho, más que
la problematización y el pensarlas por fuera de lo que los medios ofrecen. Por ejemplo de
uno de sus artículos menciona:
Heriberto Muraro tuvo la gentiliza de acercarme los resultados de unas encuestas
que realizó durante 1993, en la cual, entre otras cuestiones, todos los fines de
semana preguntó a 200 entrevistados lo siguiente `Dígame por favor ¿cuáles
fueron las noticias que más despertaron su interés en los últimos días?´ (…) Los
resultados de las encuestas, imposibles de transcribir en su totalidad en el espacio
de esta columna, dan pie para realizar una serie de conjeturas respecto del
novedoso y poco conocido mundo de los distintos usos que hace la gente de la
sobreoferta actual de medios (10/04/94: 17).
3
Al potenciar los usos que realizan las audiencias, por omisión se excluyen otras
miradas que podrían reparar en la manera en que se construyen las noticias. Otro ejemplo
de las intervenciones de Landi es a partir de la presentación del libro Queríamos tanto a
Olmedo (1991), en la Segunda Sección de Clarín se publicaun informe especial sobre
Olmedo (28/04/91). Landi es convocado para opinar sobre el comediante y es presentado a
partir del seminario “El fenómeno cultural de Olmedo” que se dictó para alumnos de
Sociología, Ciencias de la Comunicación y otras carreras de la UBA en el año 1989. En
relación con el seminario Landi afirma que el propósito era: “estudiar al cómico desde la
posición del espectador, como parte del fenómeno del humor en la crisis argentina. Pero
también para poner en cuestión nuestro propia lugar de docentes” (p. 2). Nos preguntamos,
entonces, qué imaginario sobre el rol docente predomina que pretende ponerlo en
cuestionamiento, qué significa estudiar un fenómeno mediático desde el rol de espectador,
una posible respuesta a estos interrogantes nos permite comprender la pedagogía de masas
que ejerció Landi en tanto vocero y defensor de la televisión y la amplia circulación que
tuvo en el diario.
Las telenovelas
Históricamente la telenovela ha sido uno de los géneros que promovió más
cuestionamientos por parte de la crítica televisiva y también del campo académico, se
reparaba en la construcción de los estereotipos, en la primacía de la matriz simbólico
dramática3, y en los mensajes ocultos acorde con la ideología dominante4. Pero esta
perspectiva pertenecen al pasado, las telenovelas son el género televisivo que promueve
4 Sobre la telenovela Rolando Rivas taxista se decía: “Rolando Rivas representa así el ´conformismo
revoltoso´ por excelencia. Esta especie de anticonformismo no sobrepasa en nada el nivel poco
comprometedor de la apariencia, y la lucha que se puede emprender de aquí contra los tabúes que aseguran el
mantenimiento del orden no es más que algo muy superficial” (Walger y Ulanovsky: 1974: 54). Sarlo, en un
artículo en Los Libros, afirma: “Los diálogos, especialmente los parlamentos de Rolando Rivas, reiteran con
asombrosa fidelidad dos temas de la propaganda política del gobierno: 1) `Hoy me di cuenta por primera vez
que mi hermano era otro país´: segunda lectura posible: la guerrilla sirve una bandera y una ideología
extranjera, superpuesta a la primera lectura ingenua: `mi hermano era diferente´” (1972: 6).
3 Sunkel explica que “el lenguaje simbólico dramático deviene de una concepción religiosa del mundo y se
construye sobre parámetros análogos. Para la matriz simbólico dramática el mundo se presentará en términos
dicotómicos: el bien y el mal, el paraíso y el infierno, el perdón y la condena constituirán los elementos
básicos de representación de la realidad. Es a través de la simplicidad de las categoría religiosas que se hará
inteligible el conflicto histórico-social así como los conflictos interpersonales y aquellos de carácter más
subjetivo” (1986: 49).
4
mayor homogeneidad de opinión por parte de la crítica a principios de los años ´90.
Prevalece la crítica consagratoria, se la reivindica en relación con la tradición de la cultura
popular en la que se inscribe. Ejemplificamos con algunos fragmentos de las críticas:
Señora es un típico folletín que no pretende innovar en la materia, aun cuando su
autor, José Ignacio Cabrujas, se ve sí mismo como un autor no concesivo. Algo más
ágil que algunas de nuestras tiras –hay más movimiento de cámaras, exteriores,
escenografías y un texto más trabajado–, Señora tuvo gran audiencia en su tierra en
1988 y aquí se perfila con buenas perspectivas (Sirvén: 25/03/90: 9).
El error de concepto garrafal en que se incurre al criticar una telenovela, es en
exigirle valores literarios o teatrales que no le corresponden. Precisamente aquello
que más se condena es la propia esencia del género (Sirvén: 10/03/91: 16).
Esta última cita nos remite al propio desplazamiento de la crítica televisiva, en sus
inicios, los criterios y valores desde los que se evaluaba estaban vinculados con las
tradiciones estilísticas del cine, el teatro y la literatura. En La Maga es contundente la
afinidad hacia la telenovela; se utilizan diversas estrategias enunciativas para legitimarla,
tales como la cita de autoridad, el convocar a autores reconocidos del campo académico
para que escriban, y el apelar a un fantasma polémico5 de carácter prejuicioso e
intelectualoide. En las críticas prevalece la deslegitimación hacia posiciones que no
defienden el género, pero no se ejemplifica con algún nombre:
Otra cuestión es el rechazo de una intelectualidad que se dice docta hacia esos
inagotables dramones (González: 12/12/91: 24).
Mazziotti defiende al género de los ataques que suele padecer e interpreta que “el
bastardeo de que es objeto está basado en un prejuicio”, aunque aclara que se trata de
una posición prejuiciosa respecto de la televisión en general (Tijman: 16/09/92: 15).
Algunos de los artículos comienzan directamente apelando a la cita de autoridad:
“Siempre he querido escribir telenovelas. Es una maravilla. Llegan a muchas más
personas que un libro” confesó alguna vez Gabriel García Márquez (Walger:
010/7/92: 32).
5 Mangone (2007) hace referencia a la ausencia de nombres e investigaciones hacia quienes se dirige el blanco
polémico, o el tomar un caso individual y marginal como central en el debate. Lo ejemplifica a partir de las
intervenciones de Martín Barbero en Los ejercicios del ver (1999) y La educación desde la comunicación
(2003).
5
“Todo el mundo ama, odia, se enamora y tiene accidentes, y de esas cosas tratan las
telenovelas” sostiene Nora Mazziotti docente de la carrera de Ciencias de la
Comunicación de la Universidad de Buenos Aires y estudiosa del tema (Tijman:
16/09/92: 15).
En el mismo sentido, especialistas en comunicación son convocados como voz
autorizada en defensa del género, algunos de los títulos expresan: “Jesús Martín Barbero
opina sobre el teleteatro y el melodrama” (29/04/92), “Nora Mazziotti: ´Es un fenómeno
comunicacional y cultural amplio que merece más atención´” (16/09/92).
En Página/30 a partir de diciembre de 1992 comienza con la sección “Mass-Mass”;
se publican pequeñas pastillas sobre los medios a nivel mundial y algunas cuestiones
puntuales acerca de las telenovelas. Consideramos que la función que cumple esta sección
es la de legitimar a los medios, no sólo por el contenido poco relevante que ofrece –ya sea
desde una perspectiva estético, ético o ideológica– sino que además la sección está a cargo
de Nora Mazziotti, es decir, su lugar reconocido en el campo comunicacional respalda y
encubre lo anecdótico de la columna.
Entonces, observamos que existe un consenso generalizado en las críticas para
reivindicar a las telenovelas y polemizar con perspectivas elitistas. Esta mirada coincide
con la tendencia culturalista6 predominante en los análisis del campo comunicacional. A
modo de anécdota, en 1992 Landi comienza el seminario de Cultural Popular y Cultura
Masiva de la carrera de Ciencias de la Comunicación de la UBA proyectando de manera
celebratoria la telenovela Celeste. Este desplazamiento hacia el análisis cultural se termina
de consolidar durante este período, y uno de los casos más analizados y predilectos por la
academia y la crítica es el de las telenovelas7.
Los programas de humor
Si el apartado anterior es condensador de la relación de la fluidez e influencia entre
los académicos y crítica, nos interesa también dar cuenta de un contraejemplo, en el cual
una parte de la crítica se posiciona de manera no benévola con el género humorístico, a
contracorriente de las perspectivas dominantes en el campo académico de ese momento.
7 Cfr. Martín Barbero (1987, 1999), Mazziotti (1991, 1992, 1993, 1996, 2000). Por ejemplo, años después
Eduardo Aliverti desde una postura de izquierda, en sus programas de radio reivindicará a la figura del Migre.
6 Hacemos referencia al tipo de indagación que se pregunta por la naturaleza social de las prácticas culturales
a través del análisis de las creencias, tradiciones, y costumbres.
6
Las críticas a los programas de humor ocupan un lugar destacado en las columnas
de Sirvén en Noticias, quien sólo rescata algo deLa pensión de Porota, Crápula y El
mundo de Gasalla. Al periodista le preocupa la situación del humor televisivo al que
considera en crisis; precisamente sus artículos coinciden con el momento en que la
televisión comienza a desplazarse hacia el panhumorismo (Mangone: 2008), es decir la
disolución del género humorístico en todas las propuestas televisivas. La renovación del
género no es celebrada por Sirvén; por ejemplo de Juana y sus hermanas se advierte:
“¿Qué es lo que falla entonces?: básicamente el libro de Luis Hermida. Sus historias
pretenden ser transgresoras, y podrían llegar a serlo, si levantaran vuelo alguna vez”
(07/04/91: 26).
Otras de las observaciones que realiza están vinculadas con nuevas características
que intervienen en la producción de los programas y que afectan al contenido de los
mismos: “Antonio Gasalla (ATC) empieza a cansar y su ciclo se resintió con la
incorporación de menciones publicitarias” (09/12/90: 26). Y sobre Trapitos al sol, el
programa de Guinzburg menciona: “Punto en contra: las menciones visuales excesivas de
los auspiciantes del ciclo (¡lo que es la crisis!)” (25/02/90: 9). También una crítica de
Página/30 repara en ello:
En medio de esos personajes también se lo ve a Gasalla leyendo con dificultad
nombres, mensajes, saludos y pedidos. Y también –pesadilla for ever– de pronto
aparecen marcas de productos comerciales, como intrusos impúdicos que muestran
la pistola. Delirando, uno imagina que esas marcas deberían ser más y aparecer
porque sí en distintos lugares, que sería más gracioso (Abrevaya: 12/90: 169).
Las modificaciones legales que permiten la referencia publicitaria alteran la calidad
del producto humorístico; es interesante cómo esto se visualiza como un problema, ya que
con el transcurrir del tiempo es incorporado y legitimado como lógica de producción, y
según creemos, la crítica lo naturaliza también.
7
Desde el campo académico de la comunicación toman relevancia perspectivas que
reivindican a ciertas figuras de humor televisivo, en especial a Olmedo8. Contra ellos
polemiza Sirvén en una de sus columnas en la que realiza un balance sobre el género:
Es curioso que en su último número, la “revistrucha” Medios y Comunicación se
embarque, tan a destiempo, en una confusa reivindicación del género humorístico,
justo cuando éste atraviesa por uno de sus peores momentos. Con elitismo
intelectualoide se ataca, sin fundamentos y con imprecisiones, a la crítica
periodística porque ésta no ejecuta la melodía que esa publicación pretende
escuchar. Los que tenemos acreditadas miles de horas frente al televisor –y no la
miramos de reojo como semiólogos y rejuntadotes de citas ajenas que la sintonizan
esporádicamente y con asco– sabemos de lo que estamos hablando (09/12/90: 26).
El artículo al que hace referencia Sirvén es “Olmedo. Acerca de lo Olmédico” de
Quevedo9, quien adopta una postura antiintelectualista en defensa del cómico. Afirma: “los
académicos sostienen siempre la posibilidad de que la perfección está en otro lugar, de eso
acusaron a Olmedo. Diremos que su lugar fue la TV, pero los críticos seguían atados a otros
instantes, a otras concepciones” (11/1989: 16). Y dedica un parágrafo a dar cuenta como la
crítica aborda la muerte del comediante sin poder apreciar su talento y frescura.
Creo que la magistral apreciación de Borges pretende sacarnos de ese pre-concepto
relativo a la cultura alta, que nos hace culpables de no disfrutar con los grandes
escritores. Ciertamente nuestra lectura nuestro goce no están “por debajo” de la
grandeza de Shakespeare, ni tampoco lo cuestionan. Pero quisiera razonar del mismo
modo con la cultura popular y apartar otro prejuicio. Si Olmedo o Minguito o la
Mona Jiménez no formar parte de mis gustos estéticos, esto no los coloca “por
debajo” de nada, simplemente no se ha producido ese encuentro placentero al que
tiende toda creación (p. 19).
9 En el editorial del número mencionado, se realiza una crítica a perspectivas “elitistas” frente a la cultura de
masas, así se menciona: “O como suponen algunos buceadores del estilo se comprende en forma inmediata
que algo es chabacano y vulgar cuando se hace popular. ¿De qué otra manera explicar la crítica moral a
izquierda y derecha sobre la cultura de masas y el pudor que daría cualquiera ejercerla sobre los productos de
la elite?” (Barreiros: 11/1989: 5). Esta revista, desde la semiótica, promovió la reivindicación de la cultura
popular y la cultura masiva, no sólo por el caso de Olmedo, la tapa de este número, por ejemplo, es dedicada a
Isabel Sarli.
8 Oscar Landi publica Para ver a Olmedo (1988); de su libro Devórame otra vez. Qué hizo la televisión con la
gente. Qué hace la gente con la televisión (1992) se destacan los capítulos “Historia del humor”, “Con el
diablo en el cuerpo”; Luis Alberto Quevedo (1989) “Olmedo: acerca de lo olmédico” en la revista Medios y
Comunicación; Queríamos tanto a Olmedo (1991) producido por la escuela de periodismo TEA y reeditado
en el número especial de la revista La Maga en el “Homenaje a Olmedo” Nº 9, marzo de 1995. A su vez,
Landi y Quevedo dictaron un seminario en la carrera de Ciencias de la Comunicación, Facultad de Ciencias
Sociales, UBA, bajo el nombre de “El fenómeno cultural de Alberto Olmedo” en 1989.
8
La preponderancia del relativismo por ausencia del juicio de valor –del
fundamento– es la perspectiva desde la cual se celebra acríticamente a los productos
televisivos; esto en palabras de Quevedo permite igualar a Shakespeare con Minguito; así la
tensión cultura alta/cultura masiva se resuelve a favor de esta última y deriva en cierto
neopopulismo de mercado en términos de Sarlo (1994).
Académicos y críticos
La crítica recurre al campo académico, lo consulta, lo cita y lo referencia, la
particularidad se observa en que son los profesores universitarios quienes opinan de manera
más benévola hacia la televisión. De esta manera los críticos resguardan su lugar de
evaluadores externos al medio y desplazan en los expertos una opinión más complaciente,
aunque en ocasiones, como es en el análisis a las telenovelas, se potencian en la
legitimación del género.
Luis Alberto Quevedo, Ariana Vachierri, Heriberto Muraro y Nora Maziotti son los
más requeridos y citados, sus perspectivas están vinculadas principalmente con el
recepcionismo10. Por ejemplo, a partir de una investigación sobre los consumos culturales
que desarrolla Página/30 se convocan a algunos académicos para que opinen, cuyo
posicionamiento se ubica en contraposición al planteo del artículo: “Nora Mazziotti,
docente universitaria y telenovelóloga por opción, recuerda que a esta altura nadie cree que
los medios operen modificaciones mecánicas en la sociedad. Todos los estudios específicos
describen cómo los receptores hacen más o menos lo que quieren con las novelas” (11/92:
10).
A modo de balance parcial Noticias ofrece la nota de tapa, “El rating fácil”
(19/08/90), desde una perspectiva cercana al funcionalismo estadounidense investiga la
cantidad de horas de sexo y violencia que aparecen en la pantalla. Los datos a los que arriba
luego de analizar una semana completa los cinco canales de aire son: “773 tiros, 380
muertes, 345 desnudos, 25 violaciones, 812 peleas, 60 referencias a la homosexualidad, 583
malos tratos, 937 palabras groseras y situaciones en doble sentido” (p. 67). A partir de estos
10 Hacemos referencia a las perspectivas teóricas influidas por la tercera generación de los Estudios Culturales
(llamado giro etnográfico) y que tienen como antecedente el desplazamiento teórico hacia los Usos y
Gratificaciones del funcionalismo estadounidense. Tendencias que, con fuertes matices, focalizan en el poder
de los espectadores como capaces de resignificar y dar sentido a los productos mediáticos, cuyo extremo
teórico se visualiza con el concepto de democracia semiótica de Fiske.
9
datos el artículo manifiesta su preocupación por la tendencia de la nueva televisión
privatizada que se concentra en obtenermayor nivel de audiencia en detrimento de la
calidad de los productos. Como contrapunto de esta idea se recurre a la cita de autoridad de
un especialista del campo comunicacional:
Para mí, no habría que subestimar a los niños –afirma Luis Alberto Quevedo,
sociólogo–, ellos saben establecer diferencias entre la realidad y la ficción. Lo hacen
con el lenguaje: incorporan los términos de las series cuando juegan y después
vuelven al idioma normal al dejar el juego. En la década del ´60 Armand Mattelart y
otros impulsaron una teoría que les otorgaba un poder casi omnímodo a los medios;
hoy esa idea no tiene vigencia, no hay correlación directa, a mayor violencia en la
TV, mayor violencia en la vida cotidiana. Eso es incomprobable (p. 68).
Sin embargo, el artículo ofrece su propia mirada por fuera de la voz especializada;
así, finaliza diciendo: “de cualquier manera, aunque la mente infantil no sea una tabla rasa
donde cualquier imagen pueda dejar su estigma, más vale regular la influencia innegable
que ejerce la televisión. La muerte y el sexo son cosas muy serias” (p. 70).
En un momento en que el mapa de medios se reconfigura a favor del sector privado,
resulta llamativo que quienes investigan temáticas relacionadas con la televisión no prevean
cómo estas modificaciones legales alteran la correlación de fuerzas entre públicos y
medios, entre ofertas y demandas. Por el contrario, una parte de los académicos se
posicionan en clave de expertos desde perspectivas serviciales hacia los medios, en los
medios y para los medios.
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