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Yamila Heram - “Crítica de televisión: el desembarco de los académicos” (mimeo). La crítica de televisión ha ocupado diversos lugares en los suplementos de espectáculos de los diarios y revistas, pero un momento bisagra, en el cual se acentúan modificaciones en cuanto a su estilo, formato y perspectiva es a partir de la legalización de los multimedios en 1990, estos cambios se sitúan en consonancia con una serie de transformaciones en la televisión. Hacemos referencia a que se expande el uso y acceso a nuevas tecnologías –video filmadoras portátiles, video casetera, mayor cantidad de televisores por hogar– y se modifica la estructura económica-legal de medios, la flexibilización de las pautas publicitarias a favor del mercado, la privatización de los canales y resurgimiento de la competencia, la conformación legal de los multimedios y expansión del cable. Estos cambios en la pantalla se visualizan en el desplazamiento del género humorístico, en la videopolítica, en los megagéneros que convierten cada vez más borrosa la distinción entre realidad, entretenimiento y ficción, y en la juvenilización de la pantalla. La autorreferencialidad propone una nueva estética discursiva, aunque en parte mantiene y profundiza la construcción estereotipada de la realidad social, la preponderancia del show como estética, micro ideología televisiva y forma dominante de la circulación de la información. La crítica acompaña estas modificaciones del medio y también ella cambia, produciéndose una fluidez e influencia entre la crítica y el campo académico de la comunicación, se interpela a los profesores para que opinen y argumenten sobre el medio en un momento en el que prevalecen perspectivas de legitimación de la cultura masiva, el rescate del melodrama en tanto género que explica a las telenovelas y, principalmente, se resalta la autonomía de las audiencias. En la relación que establece la crítica con la academia, suele predominar por parte de ésta una mirada plausible hacia la televisión, en oposición, algunas veces, con la postura que adopta sobre el mismo tema la crítica. Nos proponemos, entonces, contextualizar, analizar y ejemplificar la relación de sinergia entre la crítica y la academia1, para ello seleccionamos dos casos condensadores de dicha sinergia, 1 Las reflexiones vertidas en este artículo son consecuencia de un trabajo de investigación para la tesis de Maestría en Comunicación y Cultura (UBA), allí se analizó la crítica de televisión durante el período de construcción de los multimedios (1990-1992) en los siguientes materiales: Página/30, El Porteño, La Maga y Noticias. Actualmente en el marco de la investigación para la tesis de doctorado se está trabajando en el 1 las columnas de Oscar Landi en Clarín y las críticas a las telenovelas, y como contraejemplo las críticas a los programas de humor, en las que se observan cierto distanciamiento entre la perspectiva académica y la postura de la crítica. Pedagogía de masas e intervención académica Oscar Landi, durante 1993 y 1994 publicó todos los domingos un artículo de opinión sobre la temática de los medios masivos en el suplemento Zona del diario Clarín. El nombre de la sección, “La vista Gorda”, quizá se corresponda, por un lado, con las 800 palabras que la columna necesita, es decir, que la cantidad de caracteres del que disponía para desarrollar su argumentación era relativamente escaso y por ende realizaba la vista gorda. Con esto no queremos caer en cierto academicismo que supondría que a mayor cantidad de páginas mejor es el trabajo, sin embargo, sabemos que desarrollar una argumentación conlleva inevitablemente un despliegue de estrategias retórica y ejemplificaciones que no siempre es posible en 800 palabras. Por otro lado, “La vista Gorda” quizá también hace referencia a la propia elección por realizar esta vista gorda de cara a ejercer una suerte de pedagogía de masas. Para contextualizar las intervenciones de Landi es necesario tener presente dos cuestiones. Por un lado, considerar las modificaciones en el estilo y contenido del suplemento de espectáculos de Clarín a partir de 1992, que, entre otras cuestiones, otorga mayor lugar a la crítica de televisión en detrimento de otras que comienzan a perder protagonismo2. Estos cambios se visualizan en la inauguración de secciones vinculadas con la autorreferencialidad televisiva como el “Replay” de la última página. También se produce un recambio de periodistas con la intención de renovar las miradas, se proponen nuevas temáticas a cubrir como es el caso de la publicidad. Un dato que da cuenta del mayor espacio que comienza a ocupar la crítica es que en diciembre de 1990 se publican dos crítica, en el mismo mes de 1991, cinco, y a igual mes en 1995, diecisiete. Asimismo, en las tapas del suplemento comienza a predominar los temas televisivos y se incorpora la fotografía de los personajes mediático. Hacemos referencia a esto, ya que las columnas de 2 Hacemos referencia a la crítica de teatro. Cfr. Catena (2005). análisis de la crítica en suplementos de espectáculos de los diarios Clarín, Página/12 y La Nación (1990-1995). 2 Landi se inscriben en una decisión editorial de otorgar mayor relevancia a la cuestión mediática. Por otro lado, la incorporación de Landi se corresponde con su trayectoria como académico especializado en los medios masivos. En 1992 publica su libro celebratorio hacia la televisión Devórame otra vez. Qué hizo la televisión con la gente. Qué hace la gente con la televisión, ese mismo año comienza a escribir en Clarín, y a partir de 1993 hasta fines de 1994 lo hace con una periodicidad semanal. La propia circulación del libro le facilitó posicionarse como un entendido en el tema y desde dicho lugar de consagración ejercer una suerte de pedagogía de masas. El hecho de que un académico reconocido escriba desde una perspectiva de consagración a la televisión, de rescate de figuras populares del humor como Olmedo, y de revalorizar el poder de las audiencias, confluye con el momento del diario en el que se ocupa de la televisión con mayor vehemencia y complicidad. Cabe recordar que Devórame otra vez… tiene como antecedente el estudio sobre Públicos y consumos culturales de Buenos Aires (1990), que realizó Landi junto a Ariana Vacchieri y Luís Alberto Quevedo, en el marco del Grupo de Trabajo de Políticas Culturales de CLACSO dirigido Néstor García Canclini que tenía como objetivo analizar los consumos en las grandes ciudades latinoamericanas. Podemos preguntarnos si estos trabajos de encuestas sobre consumos culturales, operaron luego como cierta legitimación del consumo televisivo y de reivindicación del lugar del receptor. En las columnas de Landi prevalecen una serie de temáticas tales como, la videopolítica, el zapping, las audiencias, y el poder y alcance de las nuevas tecnologías, en las que predomina la descripción de un acontecimiento como situación de hecho, más que la problematización y el pensarlas por fuera de lo que los medios ofrecen. Por ejemplo de uno de sus artículos menciona: Heriberto Muraro tuvo la gentiliza de acercarme los resultados de unas encuestas que realizó durante 1993, en la cual, entre otras cuestiones, todos los fines de semana preguntó a 200 entrevistados lo siguiente `Dígame por favor ¿cuáles fueron las noticias que más despertaron su interés en los últimos días?´ (…) Los resultados de las encuestas, imposibles de transcribir en su totalidad en el espacio de esta columna, dan pie para realizar una serie de conjeturas respecto del novedoso y poco conocido mundo de los distintos usos que hace la gente de la sobreoferta actual de medios (10/04/94: 17). 3 Al potenciar los usos que realizan las audiencias, por omisión se excluyen otras miradas que podrían reparar en la manera en que se construyen las noticias. Otro ejemplo de las intervenciones de Landi es a partir de la presentación del libro Queríamos tanto a Olmedo (1991), en la Segunda Sección de Clarín se publicaun informe especial sobre Olmedo (28/04/91). Landi es convocado para opinar sobre el comediante y es presentado a partir del seminario “El fenómeno cultural de Olmedo” que se dictó para alumnos de Sociología, Ciencias de la Comunicación y otras carreras de la UBA en el año 1989. En relación con el seminario Landi afirma que el propósito era: “estudiar al cómico desde la posición del espectador, como parte del fenómeno del humor en la crisis argentina. Pero también para poner en cuestión nuestro propia lugar de docentes” (p. 2). Nos preguntamos, entonces, qué imaginario sobre el rol docente predomina que pretende ponerlo en cuestionamiento, qué significa estudiar un fenómeno mediático desde el rol de espectador, una posible respuesta a estos interrogantes nos permite comprender la pedagogía de masas que ejerció Landi en tanto vocero y defensor de la televisión y la amplia circulación que tuvo en el diario. Las telenovelas Históricamente la telenovela ha sido uno de los géneros que promovió más cuestionamientos por parte de la crítica televisiva y también del campo académico, se reparaba en la construcción de los estereotipos, en la primacía de la matriz simbólico dramática3, y en los mensajes ocultos acorde con la ideología dominante4. Pero esta perspectiva pertenecen al pasado, las telenovelas son el género televisivo que promueve 4 Sobre la telenovela Rolando Rivas taxista se decía: “Rolando Rivas representa así el ´conformismo revoltoso´ por excelencia. Esta especie de anticonformismo no sobrepasa en nada el nivel poco comprometedor de la apariencia, y la lucha que se puede emprender de aquí contra los tabúes que aseguran el mantenimiento del orden no es más que algo muy superficial” (Walger y Ulanovsky: 1974: 54). Sarlo, en un artículo en Los Libros, afirma: “Los diálogos, especialmente los parlamentos de Rolando Rivas, reiteran con asombrosa fidelidad dos temas de la propaganda política del gobierno: 1) `Hoy me di cuenta por primera vez que mi hermano era otro país´: segunda lectura posible: la guerrilla sirve una bandera y una ideología extranjera, superpuesta a la primera lectura ingenua: `mi hermano era diferente´” (1972: 6). 3 Sunkel explica que “el lenguaje simbólico dramático deviene de una concepción religiosa del mundo y se construye sobre parámetros análogos. Para la matriz simbólico dramática el mundo se presentará en términos dicotómicos: el bien y el mal, el paraíso y el infierno, el perdón y la condena constituirán los elementos básicos de representación de la realidad. Es a través de la simplicidad de las categoría religiosas que se hará inteligible el conflicto histórico-social así como los conflictos interpersonales y aquellos de carácter más subjetivo” (1986: 49). 4 mayor homogeneidad de opinión por parte de la crítica a principios de los años ´90. Prevalece la crítica consagratoria, se la reivindica en relación con la tradición de la cultura popular en la que se inscribe. Ejemplificamos con algunos fragmentos de las críticas: Señora es un típico folletín que no pretende innovar en la materia, aun cuando su autor, José Ignacio Cabrujas, se ve sí mismo como un autor no concesivo. Algo más ágil que algunas de nuestras tiras –hay más movimiento de cámaras, exteriores, escenografías y un texto más trabajado–, Señora tuvo gran audiencia en su tierra en 1988 y aquí se perfila con buenas perspectivas (Sirvén: 25/03/90: 9). El error de concepto garrafal en que se incurre al criticar una telenovela, es en exigirle valores literarios o teatrales que no le corresponden. Precisamente aquello que más se condena es la propia esencia del género (Sirvén: 10/03/91: 16). Esta última cita nos remite al propio desplazamiento de la crítica televisiva, en sus inicios, los criterios y valores desde los que se evaluaba estaban vinculados con las tradiciones estilísticas del cine, el teatro y la literatura. En La Maga es contundente la afinidad hacia la telenovela; se utilizan diversas estrategias enunciativas para legitimarla, tales como la cita de autoridad, el convocar a autores reconocidos del campo académico para que escriban, y el apelar a un fantasma polémico5 de carácter prejuicioso e intelectualoide. En las críticas prevalece la deslegitimación hacia posiciones que no defienden el género, pero no se ejemplifica con algún nombre: Otra cuestión es el rechazo de una intelectualidad que se dice docta hacia esos inagotables dramones (González: 12/12/91: 24). Mazziotti defiende al género de los ataques que suele padecer e interpreta que “el bastardeo de que es objeto está basado en un prejuicio”, aunque aclara que se trata de una posición prejuiciosa respecto de la televisión en general (Tijman: 16/09/92: 15). Algunos de los artículos comienzan directamente apelando a la cita de autoridad: “Siempre he querido escribir telenovelas. Es una maravilla. Llegan a muchas más personas que un libro” confesó alguna vez Gabriel García Márquez (Walger: 010/7/92: 32). 5 Mangone (2007) hace referencia a la ausencia de nombres e investigaciones hacia quienes se dirige el blanco polémico, o el tomar un caso individual y marginal como central en el debate. Lo ejemplifica a partir de las intervenciones de Martín Barbero en Los ejercicios del ver (1999) y La educación desde la comunicación (2003). 5 “Todo el mundo ama, odia, se enamora y tiene accidentes, y de esas cosas tratan las telenovelas” sostiene Nora Mazziotti docente de la carrera de Ciencias de la Comunicación de la Universidad de Buenos Aires y estudiosa del tema (Tijman: 16/09/92: 15). En el mismo sentido, especialistas en comunicación son convocados como voz autorizada en defensa del género, algunos de los títulos expresan: “Jesús Martín Barbero opina sobre el teleteatro y el melodrama” (29/04/92), “Nora Mazziotti: ´Es un fenómeno comunicacional y cultural amplio que merece más atención´” (16/09/92). En Página/30 a partir de diciembre de 1992 comienza con la sección “Mass-Mass”; se publican pequeñas pastillas sobre los medios a nivel mundial y algunas cuestiones puntuales acerca de las telenovelas. Consideramos que la función que cumple esta sección es la de legitimar a los medios, no sólo por el contenido poco relevante que ofrece –ya sea desde una perspectiva estético, ético o ideológica– sino que además la sección está a cargo de Nora Mazziotti, es decir, su lugar reconocido en el campo comunicacional respalda y encubre lo anecdótico de la columna. Entonces, observamos que existe un consenso generalizado en las críticas para reivindicar a las telenovelas y polemizar con perspectivas elitistas. Esta mirada coincide con la tendencia culturalista6 predominante en los análisis del campo comunicacional. A modo de anécdota, en 1992 Landi comienza el seminario de Cultural Popular y Cultura Masiva de la carrera de Ciencias de la Comunicación de la UBA proyectando de manera celebratoria la telenovela Celeste. Este desplazamiento hacia el análisis cultural se termina de consolidar durante este período, y uno de los casos más analizados y predilectos por la academia y la crítica es el de las telenovelas7. Los programas de humor Si el apartado anterior es condensador de la relación de la fluidez e influencia entre los académicos y crítica, nos interesa también dar cuenta de un contraejemplo, en el cual una parte de la crítica se posiciona de manera no benévola con el género humorístico, a contracorriente de las perspectivas dominantes en el campo académico de ese momento. 7 Cfr. Martín Barbero (1987, 1999), Mazziotti (1991, 1992, 1993, 1996, 2000). Por ejemplo, años después Eduardo Aliverti desde una postura de izquierda, en sus programas de radio reivindicará a la figura del Migre. 6 Hacemos referencia al tipo de indagación que se pregunta por la naturaleza social de las prácticas culturales a través del análisis de las creencias, tradiciones, y costumbres. 6 Las críticas a los programas de humor ocupan un lugar destacado en las columnas de Sirvén en Noticias, quien sólo rescata algo deLa pensión de Porota, Crápula y El mundo de Gasalla. Al periodista le preocupa la situación del humor televisivo al que considera en crisis; precisamente sus artículos coinciden con el momento en que la televisión comienza a desplazarse hacia el panhumorismo (Mangone: 2008), es decir la disolución del género humorístico en todas las propuestas televisivas. La renovación del género no es celebrada por Sirvén; por ejemplo de Juana y sus hermanas se advierte: “¿Qué es lo que falla entonces?: básicamente el libro de Luis Hermida. Sus historias pretenden ser transgresoras, y podrían llegar a serlo, si levantaran vuelo alguna vez” (07/04/91: 26). Otras de las observaciones que realiza están vinculadas con nuevas características que intervienen en la producción de los programas y que afectan al contenido de los mismos: “Antonio Gasalla (ATC) empieza a cansar y su ciclo se resintió con la incorporación de menciones publicitarias” (09/12/90: 26). Y sobre Trapitos al sol, el programa de Guinzburg menciona: “Punto en contra: las menciones visuales excesivas de los auspiciantes del ciclo (¡lo que es la crisis!)” (25/02/90: 9). También una crítica de Página/30 repara en ello: En medio de esos personajes también se lo ve a Gasalla leyendo con dificultad nombres, mensajes, saludos y pedidos. Y también –pesadilla for ever– de pronto aparecen marcas de productos comerciales, como intrusos impúdicos que muestran la pistola. Delirando, uno imagina que esas marcas deberían ser más y aparecer porque sí en distintos lugares, que sería más gracioso (Abrevaya: 12/90: 169). Las modificaciones legales que permiten la referencia publicitaria alteran la calidad del producto humorístico; es interesante cómo esto se visualiza como un problema, ya que con el transcurrir del tiempo es incorporado y legitimado como lógica de producción, y según creemos, la crítica lo naturaliza también. 7 Desde el campo académico de la comunicación toman relevancia perspectivas que reivindican a ciertas figuras de humor televisivo, en especial a Olmedo8. Contra ellos polemiza Sirvén en una de sus columnas en la que realiza un balance sobre el género: Es curioso que en su último número, la “revistrucha” Medios y Comunicación se embarque, tan a destiempo, en una confusa reivindicación del género humorístico, justo cuando éste atraviesa por uno de sus peores momentos. Con elitismo intelectualoide se ataca, sin fundamentos y con imprecisiones, a la crítica periodística porque ésta no ejecuta la melodía que esa publicación pretende escuchar. Los que tenemos acreditadas miles de horas frente al televisor –y no la miramos de reojo como semiólogos y rejuntadotes de citas ajenas que la sintonizan esporádicamente y con asco– sabemos de lo que estamos hablando (09/12/90: 26). El artículo al que hace referencia Sirvén es “Olmedo. Acerca de lo Olmédico” de Quevedo9, quien adopta una postura antiintelectualista en defensa del cómico. Afirma: “los académicos sostienen siempre la posibilidad de que la perfección está en otro lugar, de eso acusaron a Olmedo. Diremos que su lugar fue la TV, pero los críticos seguían atados a otros instantes, a otras concepciones” (11/1989: 16). Y dedica un parágrafo a dar cuenta como la crítica aborda la muerte del comediante sin poder apreciar su talento y frescura. Creo que la magistral apreciación de Borges pretende sacarnos de ese pre-concepto relativo a la cultura alta, que nos hace culpables de no disfrutar con los grandes escritores. Ciertamente nuestra lectura nuestro goce no están “por debajo” de la grandeza de Shakespeare, ni tampoco lo cuestionan. Pero quisiera razonar del mismo modo con la cultura popular y apartar otro prejuicio. Si Olmedo o Minguito o la Mona Jiménez no formar parte de mis gustos estéticos, esto no los coloca “por debajo” de nada, simplemente no se ha producido ese encuentro placentero al que tiende toda creación (p. 19). 9 En el editorial del número mencionado, se realiza una crítica a perspectivas “elitistas” frente a la cultura de masas, así se menciona: “O como suponen algunos buceadores del estilo se comprende en forma inmediata que algo es chabacano y vulgar cuando se hace popular. ¿De qué otra manera explicar la crítica moral a izquierda y derecha sobre la cultura de masas y el pudor que daría cualquiera ejercerla sobre los productos de la elite?” (Barreiros: 11/1989: 5). Esta revista, desde la semiótica, promovió la reivindicación de la cultura popular y la cultura masiva, no sólo por el caso de Olmedo, la tapa de este número, por ejemplo, es dedicada a Isabel Sarli. 8 Oscar Landi publica Para ver a Olmedo (1988); de su libro Devórame otra vez. Qué hizo la televisión con la gente. Qué hace la gente con la televisión (1992) se destacan los capítulos “Historia del humor”, “Con el diablo en el cuerpo”; Luis Alberto Quevedo (1989) “Olmedo: acerca de lo olmédico” en la revista Medios y Comunicación; Queríamos tanto a Olmedo (1991) producido por la escuela de periodismo TEA y reeditado en el número especial de la revista La Maga en el “Homenaje a Olmedo” Nº 9, marzo de 1995. A su vez, Landi y Quevedo dictaron un seminario en la carrera de Ciencias de la Comunicación, Facultad de Ciencias Sociales, UBA, bajo el nombre de “El fenómeno cultural de Alberto Olmedo” en 1989. 8 La preponderancia del relativismo por ausencia del juicio de valor –del fundamento– es la perspectiva desde la cual se celebra acríticamente a los productos televisivos; esto en palabras de Quevedo permite igualar a Shakespeare con Minguito; así la tensión cultura alta/cultura masiva se resuelve a favor de esta última y deriva en cierto neopopulismo de mercado en términos de Sarlo (1994). Académicos y críticos La crítica recurre al campo académico, lo consulta, lo cita y lo referencia, la particularidad se observa en que son los profesores universitarios quienes opinan de manera más benévola hacia la televisión. De esta manera los críticos resguardan su lugar de evaluadores externos al medio y desplazan en los expertos una opinión más complaciente, aunque en ocasiones, como es en el análisis a las telenovelas, se potencian en la legitimación del género. Luis Alberto Quevedo, Ariana Vachierri, Heriberto Muraro y Nora Maziotti son los más requeridos y citados, sus perspectivas están vinculadas principalmente con el recepcionismo10. Por ejemplo, a partir de una investigación sobre los consumos culturales que desarrolla Página/30 se convocan a algunos académicos para que opinen, cuyo posicionamiento se ubica en contraposición al planteo del artículo: “Nora Mazziotti, docente universitaria y telenovelóloga por opción, recuerda que a esta altura nadie cree que los medios operen modificaciones mecánicas en la sociedad. Todos los estudios específicos describen cómo los receptores hacen más o menos lo que quieren con las novelas” (11/92: 10). A modo de balance parcial Noticias ofrece la nota de tapa, “El rating fácil” (19/08/90), desde una perspectiva cercana al funcionalismo estadounidense investiga la cantidad de horas de sexo y violencia que aparecen en la pantalla. Los datos a los que arriba luego de analizar una semana completa los cinco canales de aire son: “773 tiros, 380 muertes, 345 desnudos, 25 violaciones, 812 peleas, 60 referencias a la homosexualidad, 583 malos tratos, 937 palabras groseras y situaciones en doble sentido” (p. 67). A partir de estos 10 Hacemos referencia a las perspectivas teóricas influidas por la tercera generación de los Estudios Culturales (llamado giro etnográfico) y que tienen como antecedente el desplazamiento teórico hacia los Usos y Gratificaciones del funcionalismo estadounidense. Tendencias que, con fuertes matices, focalizan en el poder de los espectadores como capaces de resignificar y dar sentido a los productos mediáticos, cuyo extremo teórico se visualiza con el concepto de democracia semiótica de Fiske. 9 datos el artículo manifiesta su preocupación por la tendencia de la nueva televisión privatizada que se concentra en obtenermayor nivel de audiencia en detrimento de la calidad de los productos. Como contrapunto de esta idea se recurre a la cita de autoridad de un especialista del campo comunicacional: Para mí, no habría que subestimar a los niños –afirma Luis Alberto Quevedo, sociólogo–, ellos saben establecer diferencias entre la realidad y la ficción. Lo hacen con el lenguaje: incorporan los términos de las series cuando juegan y después vuelven al idioma normal al dejar el juego. En la década del ´60 Armand Mattelart y otros impulsaron una teoría que les otorgaba un poder casi omnímodo a los medios; hoy esa idea no tiene vigencia, no hay correlación directa, a mayor violencia en la TV, mayor violencia en la vida cotidiana. Eso es incomprobable (p. 68). Sin embargo, el artículo ofrece su propia mirada por fuera de la voz especializada; así, finaliza diciendo: “de cualquier manera, aunque la mente infantil no sea una tabla rasa donde cualquier imagen pueda dejar su estigma, más vale regular la influencia innegable que ejerce la televisión. La muerte y el sexo son cosas muy serias” (p. 70). En un momento en que el mapa de medios se reconfigura a favor del sector privado, resulta llamativo que quienes investigan temáticas relacionadas con la televisión no prevean cómo estas modificaciones legales alteran la correlación de fuerzas entre públicos y medios, entre ofertas y demandas. Por el contrario, una parte de los académicos se posicionan en clave de expertos desde perspectivas serviciales hacia los medios, en los medios y para los medios. Referencias bibliográficas: Catena, Alberto. (2005). Los críticos, una especie en peligro. Cuadernos de Picadero. 8. Heram, Y. (2011). Un objeto democrático, un discurso innecesario. La crítica televisiva en tiempos de construcción multimediática. Tesis de Maestría. Universidad de Buenos Aires, Facultad de Ciencias Sociales. Landi, O. (1988). Para ver a Olmedo. Buenos Aires: Documento del CEDES/11. Landi, O. (1992). Devórame otra vez. Qué hizo la televisión con la gente. Qué hace la gente con la televisión. Buenos Aires: Planeta. Landi, O., Vacchieri, A., Quevedo, L. A. (1990). Públicos y consumos culturales de Buenos Aires. Buenos Aires: Cedes. 10 Mangone, Carlos. (2007). Dimensión polémica y desplazamientos críticos en la teoría comunicacional y cultural. Cuadernos Críticos de Comunicación y Cultura. 2. Mangone, Carlos. (2008). A quince años. Las polémicas sobre la tv en los noventa, una excusa para discutir intervenciones intelectuales y políticas culturales. Cuadernos Críticos de Comunicación y Cultura. 3. Martín Barbero, J. (1987). De los medios a las mediaciones. Barcelona: Gustavo Gilli. Mazziotti, N. (1992). Telenovelas latinoamericanas, teleteatro argentino. En Vacchieri A. (Eds) El medio es la TV. Buenos Aires: La Marca. Mazziotti, N. (1993). Conversaciones de Nora Mazziotti con Alberto Migré. Buenos Aires: Sudamericana. Mazziotti, N. (1996). La industria de la telenovela. La producción de ficción en América Latina. Buenos Aires: Paidós. Mazziotti, N. (2006). Telenovelas: industria y prácticas sociales. Colombia: Norma. Quevedo, L. A. (1989). Olmedo, acerca de lo olmédico. Medios y Comunicación. 20. Sarlo Sabajanes, Beatriz. (1972). Los canales del GAN. Los Libros. 27. Sarlo, B. (1994). Escenas de la vida posmoderna. Intelectuales, arte y videocultura en la Argentina. Buenos Aires: Ariel. Sunkel, G. (1986). Aspectos de la crisis de representación de lo popular: lo representado, lo no representado y lo reprimido. En Razón y pasión en la prensa popular, cultura de masas y cultura política. Santiago de Chile: Itel. Walger, S. y Ulanovsky, C. (1974). TV Guía Negra. Buenos Aires: De La Flor. 11
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