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M. BARBERO, “Industria Cultural: Capitalismo y legitimación”
Escuela de Frankfurt: Los procesos de masificación van a ser por primera vez pensados no como
sustitutivos, sino como constitutivos de la conflictividad estructural de lo social. Existe un debate
profundo entre la perspectiva de Adorno y la de Benjamin (a la que adhiere Barbero):
Adorno y la “Industria Cultural”: dialéctica histórica que arrancando con la razón ilustrada desemboca en
la irracionalidad que articula totalitarismo político y masificación cultural como las dos caras de una
misma moneda. Esquematismo que reduce toda obra a la asimilación con el esquema y en la atrofia de
la actividad del espectador: cine es el exponente máximo de la degradación cultural (pasividad receptiva
y acrítica del espectador). Crítica de Barbero: el análisis se verá así obstaculizado por un pesimismo
cultural que, al no pensar el modo de uso histórico, concibe la “racionalidad técnica” como mera
cualidad de los medios. Qué sentido tiene entonces todo lo afirmativo del mercado acerca de la lógica
de la mercancía. Qué sentido tiene criticar la industria cultural si lo que parece decadencia de la cultura
es su puro llegar a sí misma. Lástima que deban hacer del sentimiento un torpe y siniestro aliado de la
vulgaridad.
Benjamín: La experiencia y la técnica como mediaciones de las masas con la cultura: esbozó algunas
claves para pensar lo no-pensado: lo popular en la cultura, no como su negación, sino como experiencia
y producción, permitiendo pensar históricamente la relación de la transformación en las condiciones de
producción con los cambios en el espacio de la cultura. Así, mientras para la razón ilustrada la
experiencia es lo oscuro, lo impensable, para Benjamin no se puede entender lo que pasa culturalmente
en las masas sin atender a su experiencia cuya clave está en la percepción y el uso, a diferencia de la
cultura culta, cuya clave está en la obra misma.
Atrofia del aura: la nueva sensibilidad de las masas es el acercamiento entre el sujeto y el sentido (antes
solo restringido al arte culto), que no resulta de una conciencia acrítica (Adorno), sino de una larga
transformación social, la de la conquista del sentido para lo igual en el mundo. De lo que habla la muerte
del aura en la obra de arte no es tanto de arte como del surgimiento de esa nueva percepción que,
rompiendo la envoltura, el halo, el brillo de las cosas, pone a los hombres, a cualquier hombre, al
hombre de la masa en posición de usarlas y gozarlas (nueva experiencia, más democrática).
Transformación de un modo de percepción que correspondía al valor “cultural” de la obra, a uno que
hace primar su valor exhibitivo. La masa como matriz de un nuevo modo “positivo” de percepción, un
nuevo sensorium: una masa que “de retrógrada frente a un Picasso se transforma en progresista frente a
Chaplin”.
Diferencia fundamental con Adorno: Benjamin ve en la técnica y lasa masas un modo de emancipación
del arte. Sentido (sensorium) nuevo de la masa: la expresión de un nuevo modo de sentir. Sin embargo,
ello no significa un optimismo tecnológico. Nada más lejos de Benjamin que la ilustrada creencia en el
progreso. Adorno piensa que todo está perdido. Sólo el arte más alto, el más puro, el más abstracto
podría escapar a la manipulación y la caída en el abismo de la mercancía y el magma totalitario.
Benjamin, por el contrario, no acepta que la capacidad crítica y el sentido hayan sido anegados,
absorbidos por el valor.
Propuesta Barbero: Benjamin es el primero en plantear la “mediación”: los procesos económicos están
relacionados con los procesos simbólicos. Hay que verlo como un modelo cultural que funciona como
tensión entre lo hegemónico (instaurando una lectura dominante) y la reactualización de las
percepciones y experiencias de la cultura popular.
De la crítica a la crisis: Una de las direcciones del análisis de la cultura de masas que realiza Morin es la
de los “modos de inscripción en lo cotidiano”: define cultura como el conjunto de los dispositivos de
intercambio cotidiano entre lo real y lo imaginario, dispositivos que proporcionan apoyos imaginarios a
la vida práctica y puntos de apoyo práctico a la vida imaginaria. Morin “encuentra” a Freud y su
propuesta sobre mecanismos de identificación y proyección, para pensar los modos como la industria
cultural responde, en la era de la racionalidad instrumental, a la demanda de mitos y de héroes. Ahí
encuentra Morín lamediación, la función de medio, que cumple día a día la cultura de masa: la
comunicación de lo real con lo imaginario. (Inmerso en el nuevo paradigma que deja atrás la concepción
analítico que reduce la cultura al código y la historia a la estructura).
Conclusión: se debe debatir la concepción que tiende a la negación de sentido y legitimidad de todas las
prácticas y modos de producción cultural que no vienen del centro, nacional o internacional, negación de
lo popular como sujeto no sólo por la industria cultural, sino también por una concepción dominante de
lo político. “Cuando la crítica de la crisis ‘convoca’ a la crisis de la crítica es el momento de redefinir el
campo mismo del debate”.
Cultura masiva: Mediadora. Captura cosas de diferentes lugares y las hace significantes. Complejidad:
diferentes fusiones entre lo hegemónico y lo subalterno. Esfera cultural de bienes ampliados: no solo
reglas de consagración, sino también reglas económicas (industria cultural).

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