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BRUNNER, J.J., ¨Notas sobre la cultura popular, industria cultural y modernidad¨, en
García Canclini, N. y Roncagliolo, R., Culturas transnacionales y culturas populares,
IPAL, 1988.
I.
Tesis de Canclini: las culturas populares resultan de la reproducción desigual de la sociedad
En efecto esta última generaría:
● una apropiación desigual de los bienes económicos y culturales, por parte de los
diversos grupos y clases. (Bourdieu: acceso desigual para las clases)
● la elaboración de condiciones de vida propias y la satisfacción específica de sus
necesidades. por parte de los sectores excluidos de la participación plena en el
producto social, surgen formas subalternas.(quiere ser gramsciano, habla de formas
culturales propias)
● interacciones conflictivas entre las clases populares con las hegemónicas, en torno a
la apropiación de aquellos bienes.
Hay un problema de registro teorico: si bien resitúa la cuestión de la cultura popular,
ubicándola en un terreno de entrecruzamiento entre los conceptos y los hechos de la
hegemonía, de la cultura de masas, de las estructuras que rigen lo cotidiano, y de los
conflictos sociales en torno al consumo, no somete sin embargo, todos esos conceptos a
un común registro teórico.
En el caso de la tesis de García Canclini que comentamos hay, por el contrario, un esfuerzo
por repensar la noción de cultura popular, no ya de manera descriptiva, una lectura
esencialista, romántica, folklórica donde todo es bueno. sino más bien desde dentro, por así
decir, de una teoría de la reproducción.
Pero no de cualquier teoría de la reproducción. se mueve en un terreno en el que la cultura
expresa siempre un orden simbólico e institucional hegemónico, cuya reproducción se realiza
por medio de desigualdades ancladas estructuralmente. Así, como señala García Canclini:
"las clases hegemónicas fundan su posición en la continuidad de este capital cultural (como
garante de la reproducción de las estructuras sociales) y en la apropiación desigual de ese
capital (como mecanismo reproductor de las diferencias)
Pero ¿qué puede significar en este contexto (teórico) la noción de cultura popular?
Si observamos detenidamente, sin embargo, veremos que estos tres rasgos genéticos
mencionados al principio de la cultura popular no son específicos de ésta, sino, más bien de
toda cultura en una sociedad que se reproduce mediante la transmisión (estructural) de
desigualdades.
Lo único que ocurrirá, entonces, si se adopta el punto de vista reproductivista para ubicar
teóricamente la noción de cultura popular, es que ésta será desromantizada, y que la cultura
de los grupos populares (que ya no es "cultura popular") será considerada, en buena medida,
como una "interiorización de la hegemonía.
La noción de hegemonía, en la medida en que sé entiende como lucha en torno a la
integración dentro de un consenso o de un conformismo, servirá en el entretanto para
mantener un espacio de maniobra desde el cual las prácticas populares puedan continuar
entendiéndose como prácticas contrahegemónicas, de alternativa, resistentes, etc.
En efecto, según señala puntualmente García Canclini:
"lo popular no puede definirse por una serie de rasgos internos o un repertorio de
contenidos tradicionales, premasivos, sino por una posición: la que construye frente a lo
hegemónico"
Lo popular es, entonces, relacional; no es una sustancia. Es una oposición a lo
hegemónico que, retomando lo dicho al inicio de este comentario, resulta de la continua
reproducción desigual de la sociedad.
Para decirlo metafóricamente: aquí, es una cuestión de optar por Gramsci o por Bourdieu,
pues los dos juntos no caben en un mismo discurso sobre la cultura popular; y,
adicionalmente, es una cuestión del modo como se debe proceder "gramscianamente" si se
quiere usar creativamente a Gramsci. Contradiccion: Canclini leyó mal a Gramsci o la cultura
es una producción propia que surge contra la hegemónica o los sectores populares se apropian
de la cultura dominante y la transforman.(o es gramsci (producción) o es Bourdieu
(reproducción, apropiación, habitus).
II.
Si la sociedad es vista como la reproducción de una hegemonía (o sea, prima el discurso de
Bourdieu sobre el de Gramsci), entonces, no queda claro el papel que podría jugar en este
proceso García Canclini habla aquí del "círculo de la reproducción social"—la noción de
cultura popular. ¿Qué tiene de popular, en efecto, la cultura hegemónica interiorizada por los
sectores subalternos?
O sea, nos deslizamos aquí rápidamente hacia la concepción puramente descriptiva de la
cultura popular: ésta viene a ser, a fin de cuentas, nada más que la forma práctica como los
sectores subalternos internalizan y/o se incorporan a la cultura hegemónica, a través de
mecanismos diferenciales de apropiación, de la elaboración, durante ese proceso, de sus
propias formas (¡ cómo podría ser de otro modo! ), y de la definición de interacciones
conflictivas con esa cultura hegemónica (lo cual también viene de suyo, dado el supuesto de
la apropiación diferencial).
En pocas palabras, lo que queremos es sugerir que la reproducción no sirve para
construir una perspectiva teórica que nos pueda servir para pensar los problemas de
conformación de la cultura popular, xq no es producción propia, no es cultura popular
sino burguesa reformada.
la cultura (toda cultura GRAMSCIANA) se concibe conteniendo, por lo menos, los
siguientes elementos:
● una concepción de mundo (sistemática y coherente, una ideología)
● unos productores especializados (intelectuales orgánicos)
● sus portadores sociales preeminentes (grandes mayorías)
● una capacidad integrativa (de hacer circular los saberes)
● una dinámica de conflictos
● una organización (de la cultura en instituciones especificas)
En efecto, nos parece que todos estos elementos, combinados entre sí, son característicos e
inherentes a la noción gramsciana de cultura, entendida como cultura moderna, tradicional,
de clase, hegemónica, regional "europea", occidental, etc.
Es un hecho que tiene una dimensión esencialmente organizativa. No es que la cultura tenga
una "organización"; la cultura es una organización de la cultura.
O sea, la formación de esa cultura nacional popular tiene que ver con el surgimiento de una
nueva concepción del mundo (un "moderno humanismo" dirá Gramsci), con la aparición de
nuevas capas de intelectuales, ligados orgánicamente a los sectores mayoritarios de la nación
(sectores populares), con la difusión de esa concepción a lo ancho de la sociedad con la
superación (conflictiva) de la cultura católica (o su nacionalización), y con el desarrollo de
toda una nueva organización de esa cultura nacional-popular.
III.
El privilegio de Bourdieu de estar por encima de Gramsci, o sea, la reproducción sobre la
hegemonía, se liga, según hemos visto en el anterior capítulo, a una interpretación no
suficientemente gramsciana de la visión de Gramsci sobre la cultura.
Si se quiere "producir", en cambio, un concepto de cultura popular que provenga del mismo
registro de producción: Cultura popular debería significar, entonces, una específica
concepción de mundo, provista de sus propios productores especializados, con portadores
sociales preeminentes (las clases populares); cultura con capacidad integrativa, que se define
conflictivamente respecto de otras culturas y que posee su propia organización (cultural).
Resulta claro, sin embargo, que la noción (bourdiano gramsciana), en uso, de cultura
popular no reúne estos componentes esenciales que, por el contrario, se supone son
decisivos para definir la noción de cultura.
Para Canclini, lo popular de la cultura (popular) consistiría tan sólo en una apropiación
desigual de los códigos culturales dominantes, en la que una (la subalterna o popular) se halla
relativamente subordinada a la otra (la hegemónica)la cultura popular necesariamente tenderá
a ser descrita (y nada más) como representación simbólica de grupos subalternos y provista
de una débil (casi inexistente) organización propia. Gramsci habla de unacultura que
produzca y organize, que va en contra de lo dicho por Canclini.
El propio Gramsci no habla, por eso mismo, de una cultura popular en el sentido en
que este término es empleado hoy día en América Latina, Gramsci más bien habla del
proyecto de una cultura nacional popular (en términos de la creación de una nueva clase
dirigente, de un nuevo Estado, y se refiere, además, a dos nociones que determina como
folklore y sentido común, pero que nada tienen que ver con cultura popular en el sentido
que hemos venido comentando.
El folklore, dirá Gramsci, debe ser estudiado como una concepción del mundo y de la vida;
¿Por qué folklore y no cultura popular? Gramsci usa un término y no el otro precisamente
porque es consciente de que cultura (popular) implicaría la existencia de un orden intelectual
y moral, socialmente organizado como un capital transmisible que es lo que no tiene, por eso
es un proyecto que debe ser superado.
El folklore, representa pues, por el contrario, una concepción del mundo no sistemática ni
elaborada El sentido común viene a ser, para Gramsci, folklore filosófico. O bien: folklore de
la filosofía. Tal como el folklore, éste se presenta bajo formas innumerables: Por lo tanto,
puede haber folklore (incluso folklore filosófico, es decir, sentido común) pero no hay, en el
folklore, cultura popular. El folklore es lo que sale cuando la hegemonía se introduce en la
cultura popular, no es una nueva producción, como que lo G llamaría “cultura popular” sino
es subalterno.
La tesis más general que se desprende de esta lectura de Gramsci alude a que la cultura
hegemónica "penetra" entre los grupos subalternos dando lugar al folklore, el cual mezcla
elementos —nociones, ideas, opiniones, etc.— "separadas de su complejo (en la cultura
hegemónica) y más o menos desfiguradas" haciéndolas caer "continuamente bajo el dominio
popular" donde son "insertadas en el mosaico de la tradición" 1 .
Y llegamos aquí a un punto que concierne a la "política cultural" y que en el discurso
gramsciano es decisivo: el del tratamiento que debe darse al folklore, especialmente desde el
punto de vista de la acción formativa del Estado.
.
1
Incluso, Gramsci propone que el estudio y la enseñanza del folklore (especialmente entre
los maestros) debe ser tomado en serio, pues sólo de ese modo se podrá favorecer realmente
"el nacimiento de una nueva cultura en las grandes masas". O sea, y he aquí el punto clave
de esta cuestión: "desaparecerá la separación entre cultura moderna y cultura popular
o folklore". Es decir, la superación del folklore implicaba, para Gramsci, refundar la
cultura nacional sobre otras bases, socializando una nueva concepción del mundo: el
moderno humanismo laico que llegaría a conformar, entonces, a través de una
organización propia de la cultura y, sobre todo, a través de la reforma de la escuela una
nueva voluntad y nuevas formas de comportamiento individual y colectivo. La cultura
popular o de masas que iba a nacer de allí era una nueva cultura nacional popular; una
cultura moderna, popular en cuanto era nacional, y en cuanto expresaría una
concepción de mundo que habría superado el folklore de las clases subalternas.
V.
En realidad, resulta difícil hablar de cultura popular a no ser que se haga bajo los términos
de folklore y sentido común, para volver a Gramsci.
Los sectores subalternos, sobre todo a partir del desarrollo del capitalismo y de la expansión
del mecanismo autorregulador del mercado2, quedan sometidos a una nueva dinámica: son
desarraigados del medio cultura 'tradicional', sobre cuyo territorio había podido florecer
todavía la cultura cómica popular de la época feudal, y se convierten en clases y grupos
dentro de una naciente cultura nacional. Ingresan a la modernidad, por lo tanto, a través del
folklore y, crecientemente, bajo el control disciplinador de la escuela.
La escuela medioeval fue parte de la cultura seria, oficial: fue un dispositivo creado, en un
principio, para satisfacer la necesidad de reclutar individuos para ocupar posiciones
eclesiásticas.
Pero la escuela medioeval nunca abarcó una parte significativa de la población. Recién con
el Renacimiento se inicia la extensión de la enseñanza que llevaría, ya entrado el siglo XIX
europeo a algo semejante a una educación (primaria) universal. La idea de una educación
general, no adquirida con el aprendizaje del lenguaje, a través de la familia y en la
comunidad, es una idea, por lo tanto, típicamente moderna. Como es moderna la noción de la
educación elemental, básica o primaria, que entrega al estudiante los rudimentos de un saber
codificado, y ejercita la habilidad de leer, escribir y efectuar operaciones de cálculo.
(...)
El gran cambio, que comienza hacia el siglo XV, es la transformación progresiva de la
escuela en una institución que disciplina a una parte creciente de la población, sometiéndola a
una socialización intensiva y sistemática, en una cultura que se ha ido organizando y
codificando al efecto.
(...)
Después del siglo XV, en cambio, la educación de los hijos pasa a ser comandada (y
progresivamente monopolizada) por la escuela. La institución escolar no estará ya destinada
exclusivamente a los clérigos. Se irá transformando en el instrumento normal de socialización
de la cultura y de iniciación en la vida.
(...)
Bien, para abreviar diremos que la escuela extiende en medio de la sociedad un gesto que
hoy nos es enteramente familiar: aísla a un grupo de edad para formarlo en un mundo aparte,
centrado sobre una organización de los conocimientos, a través de un método pedagógico
cualquiera, influyendo a la vez en la formación moral y afectiva del niño, y en la construcción
de su identidad a través de variados medios y ritos escolares. La escuela, diremos en el
lenguaje de Foucault (26), contribuye a disciplinar a la población. O, como se decía a inicios
2 Véase Polanyi. La gran transformación. Juan Pablos Editor, México,1975.
de la revolución industrial y en los tiempos que siguieron la escuela debe hacerse cargo de
moralizar y disciplinar a las masas.
Pero no es cuestión meramente de una expansión de ciertas regulaciones a través de las
cuales se realizaba el proceso de educación. La propia noción de educación –que, en la parte,
estuvo ausente en la Edad Media- surge con la escuela y llegará a definir la paideia moderna
y, en alguna medida, la propia modernidad.
(...)
La penetración masiva de la escuela, en cambio, que llegaría mucho más tarde, con el
desarrollo moderno del capitalismo a partir de los siglos XVIII y XIX ,influiría en una radical
transformación de las bases sobre !as cuales se asienta la cultura así como su transmisión y
organización.
La cultura popular, allí donde pudo haber subsistido al menos como un universo
relativamente rico de símbolos y prácticas –es decir, como religión del pueblo, moral del
pueblo, sentido común, etc. no puede, en cambio, resistir al avance de la escuela. Ante la
escuela, esas expresiones de la cultura popular aparecen justamente como lo que son folklore
(en sentido gramsciano).
Allí donde la penetración de la escuela es más débil (o inexistente) –como ocurre entre los
analfabetos, en zonas rurales o apartadas; o en espacios urbanos de marginalidad extrema-
esas expresiones de cultura popular (folklore) serán más resistentes al cambio y/o a la
extinción. ¿Pero cuánto tiempo pueden resistir? ¿Cuánto más?
VI.
Las formas de cultura popular que resistan, lo harán, cada vez más bajo la modalidad del
folklore, en el que los elementos recalcitrantes pero, a la vez, más débilmente generativos son
las tradiciones y la herencia expresiva autóctona de los grupos subalternos, y, los elementos
dinámicos, mutantes, serán aquellos componentes relativamente discolocados de la cultura
moderna que penetran y caen bajo el dominio popular. De allí nacen lo que Gramsci llamaba,
en otro contexto es verdad, "combinaciones caprichosas".
En este sentido puede decirse que el folklore está bajo la doble presión de la escuela, por un
lado, y de los medios decomunicación de masas y la industria cultural, por el otro.
Ese espacio interior de la cultura popular (folklore) —por lo tanto, su internalización,
elaboración, y comunicación como concepción de mundo y de la vida, como repertorio de
imágenes, de conocimientos, de estructuras de organización subjetiva— está sujeto, además,
al insumo de los bienes simbólicos producidos por la industria cultural.
En efecto, la cultura popular (folklore) se halla expuesta, de manera cada vez más masiva y
continua, al contacto y la interacción con la cultura producida por los medios industriales de
comunicación, información y entretenimiento.
VII.
Podría decirse que quienes en América Latina poseen un diseño para las políticas culturales
(folklore) son: la Iglesia Católica, los grupos de educación popular y las empresas que operan
en el mercado de mensajes y símbolos. Trataremos, muy brevemente, este otro aspecto del
problema: es decir, el de las políticas para la cultura popular (folklore).
.
En fin, el problema de la superación de la cultura popular (folklore) tiene que ver,
íntimamente, con el problema más central de conformación de la modernidad en
América Latina. Tiene que ver, por tanto, con la manera como ésta se habrá de
completar: sobre la base de qué valores y tradiciones, conformando qué tipo de culturas
nacionales (o transnacionales, pues no es impensable que las culturas nacionales pueden
transformarse mañana, en el folklore de la cultura transnacional).
El conflicto de la modernidad en América Latina, en realidad, ha estado marcada por el
choque y, a su vez, la difícil amalgama entre el liberalismo y la democracia con la tradición
novohispánica del catolicismo como, por otro lado, la amalgama y, a su vez, el conflicto entre
lo moderno (hoy lo moderno transnacional) con lo folklorico (popular nacional).
Sobre todo, se necesitaría estudiar los innumerables y complejos circuitos del folklore y las
diferentes maneras de aparecer de la conciencia folklórica, sabiendo que esos circuitos son
probablemente los mismos que constituyen la trama total de producción, recepción y
transmisión de nuestras culturas. O sea, todos los sectores de la sociedad latinoamericana
compartirían el folklorismo pero con contenidos y alcances variados y en combinaciones
diversas Es formulando este tipo de preguntas, que, me parece, podemos reencontrar el
sentido de una investigación sobre lo popular, sobre las culturas nacionales y sobre el destino
próximo de nuestra tardía modernidad.

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