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Folklore y habitus
como espacios del cambio
Folklore
Gramsci toma la noción de
folklore como sinónimo de cultura
popular. Y va a ser desde ahí, donde
Gramsci va a pensar una propuesta
política para acceder al poder, para lograr
un cambio revolucionario. La cultura es el
espacio en el cual se da la lucha por la
apropiación y la construcción del sentido
del mundo, la lucha por la hegemonía.
La hegemonía sería el proceso que
lleva a un grupo de la sociedad a
conseguir el consenso del resto de la
sociedad sobre un determinado orden
social, sobre una manera de entender y
percibir el mundo. Las clases
hegemónicas buscan construir un “sentido
común” del mundo a partir, no de la
fuerza, sino de las prácticas cotidianas.
Gramsci contrapone dos tipos de
cultura: la cultura oficial o “culta” y la
cultura popular. Esta última está formada
por las producciones culturales
asistemáticas y desorganizadas que crean
y consumen las clases subalternas, la
literatura popular, la novela policial, el
folletín. Es en la dominación simbólica,
dada en las prácticas cotidianas, donde la
hegemonía se legitima, donde se
naturaliza un sentido común. Pero
simultáneamente al consenso, la
hegemonía está siempre amenazada de
sectores disconformes, que pueden dar
lugar a un nuevo orden, a una nueva
sociedad.
Habitus
Para Bourdieu, la sociedad está
formada por diversos campos (político,
intelectual, económico, religioso,
estético). Los campos son estructuras
objetivas, que funcionan con bastante
independencia, cada uno tiene sus valores
particulares y sus propios principios
regulatorios. Allí los agentes luchan por
la apropiación de un capital común, en
función de la posición que ocupan dentro
del campo, ya sea para modificarlo o
conservar su configuración.
La noción de habitus de Bourdieu
se refiere al sistema de disposiciones de
un individuo que hacen que internalice las
estructuras objetivas, haciendo que
coincidan con su modo de clasificar y
percibir la realidad. El habitus se
constituye más que nada en la infancia, a
partir de la escuela y la familia, donde se
internaliza un conjunto dado de
condiciones objetivas de clase, sociales y
económicas.
Estas condiciones son las que van
imponiendo inconscientemente en sus
prácticas un determinado sentido de la
realidad. Así, el habitus es una “estructura
estructurante” en el sentido de que es
generado por las estructuras objetivas y, a
su vez, estructura y sistematiza las
prácticas, las conductas, los pensamientos
y la percepción individuales, de manera
que correspondan con esa estructura
objetiva.
Para Bourdieu, en el habitus está
el lugar del cambio porque es en cada
práctica, en la interacción con los otros
agentes, donde las disposiciones del
habitus se actualizan. En este sentido,
haciendo una analogía entre el campo y
un juego, Bourdieu afirma que los
jugadores intentar transformar las reglas
inmanentes al juego.
Folklore y habitus
Una de las similitudes entre ambas
nociones, es que tratan de explicar cómo
se dan los procesos sociales a partir de las
prácticas individuales y hasta qué punto
lo económico y lo simbólico determinan
esos procesos.
Tanto la cultura popular para
Gramsci como el habitus para Bourdieu
se presentan como los espacios del
cambio. Sin embargo, a diferencia de
Gramsci, Bourdieu pareciera no estar
pensando tanto en un cambio de las
estructuras objetivas, sino un cambio en
las estructuras subjetivas, es decir, en las
disposiciones. En este sentido, hay que
tener en cuenta que Gramsci está
pensando en cómo hacer, desde la cultura,
la revolución al sistema fascista en la
Italia de las décadas del ‘20 y del ’30.
Bourdieu pareciera hacer más
hincapié en la interiorización y la
reproducción de las estructuras objetivas
a partir del habitus. Los agentes se van
posicionando dentro del campo para
llegar al centro, a partir de prácticas
coherentes y organizadas según la lógica
de ese campo.
En Gramsci, las prácticas
desorganizadas y asistemáticas de las
clases subalternas no siguen la lógica de
las clases hegemónicas, sino que se trata
de construir una hegemonía alternativa.
Gramsci les da a las clases populares más
autonomía de lo económico y lo social
que Bourdieu.

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