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Federico Arzeno y María Eugenia Contursi:
La comunicación de la identidad
Problemas teóricos, metodológicos y pedagógicos
Los docentes Arzeno y Contursi
se proponen enfocar dos problemáticas
relacionadas con la materia: la tensión
entre el enfoque científico que considera
la identidad como una construcción y la
mirada de los actores que la
experimentan como una esencia; y la
relación entre procesos identitarios y
procesos comunicacionales.
Identidad como construcción y como
esencia
Ciertos conceptos como el status
de Weber, las representaciones
colectivas, la solidaridad mecánica y
orgánica de Durkheim, el imaginario de
Sartre y la noción marxista de clase
permitieron reflexionar sobre el modo
en que las personas se agrupan en
colectivos.
Las primeras concepciones de la
identidad, como la de Herder, eran
esencialistas porque la ligaban a una
esencia inmutable, como las tradiciones,
la lengua, etc. No obstante esta visión
ontológica, la identidad pudo ser
descripta.
Ortiz rompe con ese enfoque
esencialista y plantea que la identidad es
“una construcción simbólica que se hace
en relación con un referente”. Esos
referentes, en verdad, son múltiples:
nación, etnia, color, género, etc., y
funcionan como marcos de procesos
históricos para facilitar la construcción
de la identidad.
Para los docentes, la identidad
no es conscientemente vivida como una
construcción. Inmediatamente ilustran
esto con un ejemplo de un taxista que
preveía una guerra civil porque al
argentino le gusta “lo trucho”.
Esta definición esencialista del
“ser nacional”, según los docentes,
funcionaría como respuesta al
tradicional discurso del Estado nacional
que reivindicaba para la identidad
argentina una serie de rasgos que la
diferenciaban del resto de la “atrasada”
América Latina.
A esta identidad construida
“desde arriba” (desde el Estado) se
oponía, en el sentido común del taxista,
una identidad construida “desde abajo”.
A su vez, “la viveza criolla”, valorada
positivamente en los discursos
populares como estrategia para sortear
la miseria, entra hoy en tensión con el
sentido de “lo trucho”.
Sin embargo, no todos los
sectores sociales tienen la misma
relación con los discursos oficiales. Por
eso, como plantea Ortiz, “no tiene
sentido la búsqueda de la existencia de
‘una’ identidad; sería más correcto
pensarla a partir de su interacción con
otras identidades, construidas según
otros puntos de vista”.
La oposición “viveza
criolla”/“trucho” se explica por el
“fracaso” del proyecto político que
estalló en 2001 y se sostiene por nuevas
valoraciones basadas en la experiencia
cotidiana.
En contraposición, la ciencia
estudia la identidad como una
construcción. El proceso de adscripción
a una identidad se analiza a través de las
materialidades discursivas.
Comunicación e identidad
Mientras que el objeto de
estudio de la etnografía es la cultura, el
de las ciencias de la comunicación es el
modo de representación (directa o
mediatizada) de las culturas, las
identidades y las relaciones sociales.
Estas representaciones son
materializadas en discursos. El sentido
es vehiculizado en un cierto contexto
sociocultural. Debido a que la
perspectiva discursiva articula los textos
con sus condiciones de producción, el
análisis del discurso es la herramienta
más útil para aprehender el sentido que
esos textos pusieron en circulación.
La perspectiva discursiva analiza
los modos de ordenamiento en marcos
comunicativos particulares. Las
valoraciones ideológicas compiten por
imponer su propio sistema de
categorización a través de las
materialidades discursivas.
Así, los discursos producidos
desde posicionamientos institucionales
hegemónicos (desde arriba) entran en
lucha ideológica con los discursos
construidos desde abajo, es decir, por
los sujetos comunes en la vida
cotidiana.
Por lo general, las propiedades
que las instituciones dominantes
certifican para nombrar a las personas
responden a operaciones de
categorización que terminan por
imponerse en el sentido común.
De esta manera, la construcción
discursiva de la identidad desde arriba
es un intento por construir
objetivamente la identidad social de
ciertas personas. Si bien no hay un
“discurso de los medios”, éstos son
herramientas que vehiculizan las
representaciones hegemónicas y
garantizan su circulación masiva, de allí
su poder.
Los docentes definen la
construcción de la identidad desde abajo
como procesos identitarios de
adscripción para diferenciarlos de los
procesos identificatorios desde arriba.
Pero subrayan que estos procesos son
simultáneos y en ciertos contextos están
en lucha.
El resultado de esa tensión es un
nuevo discurso que borra sus
condiciones de producción y cristaliza
nuevas identidades en situaciones de
desigualdad, pero que se muestran como
naturalmente inevitables.

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