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Relaciones. Estudios de historia y sociedad
ISSN: 0185-3929
relacion@colmich.edu.mx
El Colegio de Michoacán, A.C
México
García Acosta, Virginia
La perspectiva histórica en la antropología del riesgo y del desastre. Acercamientos metodológicos
Relaciones. Estudios de historia y sociedad, vol. XXV, núm. 97, invierno, 2004, pp. 124-142
El Colegio de Michoacán, A.C
Zamora, México
Disponible en: http://www.redalyc.org/articulo.oa?id=13709704
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http://www.redalyc.org/revista.oa?id=137
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http://www.redalyc.org
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bordar el asunto de las m
etodologías de la antropolo-
gía en perspectiva histórica, de la denom
inada por al-
gunos antropología histórica, rem
ite de m
anera directa
a la interdisciplina. Responde a esa necesidad cada vez m
ás evidente de
rebasar las fronteras disciplinarias, de trabajar en la convergencia entre
ellas, en este caso particular entre la antropología y la historia. Se trata
de una de tantas “tentativas de hibridación, entre las cuales la antropo-
logía histórica triunfante en la década de 1970 ha sido el ejem
plo m
ás
espectacular” (Revel 1995, 85). U
n tem
a que fascinó al m
ism
o Fernand
Braudel y al que le dedicó una gran cantidad de fructíferas horas de
reflexión. 1
¿Será cierto que, com
o afirm
aran algunos ilustres pensadores, antro-
pólogos e historiadores, desde Em
ile D
urkheim
 (1858-1917) hasta Fer-
nand Braudel (1902-1985), pasando por Á
ngel Palerm
 (1917-1980) y Eric
W
olf (1923-1999), que el m
étodo es quizás el único capaz de unificar el
I El estudio del riesgo y del desastre, particularm
ente asociado con
am
enazas de origen natural, ha ocupado la atención de científicos so-
ciales provenientes de distintas disciplinas desde hace cerca de un si-
glo. Sociólogos, antropólogos y geógrafos han propuesto enfoques,
han diseñado m
etodologías y han sugerido el uso de herram
ientas
variadas para acercarse al tem
a y a las problem
áticas derivadas del
m
ism
o. La perspectiva histórica para el estudio social del riesgo y
del desastre ha constituido una preocupación m
ás reciente. U
na de
las inquietudes de quienes hem
os incursionado en este cam
po ha gi-
rado en torno a la pertinencia de utilizar y aplicar tanto enfoques teó-
ricos com
o m
etodologías desarrolladas para estudiar la realidad con-
tem
poránea. Este artículo revisa los avances al respecto, tanto para el
caso de A
m
érica Latina en general com
o de M
éxico en particular.
(Riesgo, desastre, m
etodología, antropología histórica)
* vgarciaa@
juarez.ciesas.edu.m
x
1Particularm
ente en el artículo “H
istoire et sciences sociales”, publicado original-
m
ente en los A
nnalesen 1958 y después en 1969 (Braudel, 1969). 
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cam
po de las ciencias sociales? ¿Será que “la antropología histórica ha
asegurado em
píricam
ente la presencia y las posturas de los historiado-
res sobre la m
ayoría de los terrenos ocupados por las ciencias sociales”?
(Revel 1995, 86). 2
Con el presente trabajo pretendo avanzar en la búsqueda de res-
puestas a preguntas com
o éstas, teniendo com
o hilo conductor el estu-
dio del riesgo a desastre desde la perspectiva de la antropología histó-
rica, partiendo de la idea central de que no podrem
os nunca negar la
presencia del pasado en el presente.
A
N
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Y
D
ESA
STRES
El estudio del riesgo y de los desastres, particularm
ente de aquellos aso-
ciados con am
enazas de origen natural, ha ocupado la atención de cien-
tíficos sociales provenientes de distintas disciplinas desde hace cerca de
un siglo. En particular los sociólogos, los geógrafos y los antropólogos
han propuesto enfoques, han diseñado m
etodologías y han sugerido el
uso de herram
ientas variadas para acercarse al tem
a y a las problem
áti-
cas derivadas del m
ism
o.
La antropología incursionó en estas tem
áticas con fuerza a lo largo
de la década de los cincuenta, a través de estudios desarrollados básica-
m
ente dentro de la antropología británica com
o los de Belshaw
 (1951),
K
eesing (1952), Schneider (1957) y Spillius (1957), que fueron de los pri-
m
eros en su tipo publicados en revistas com
o O
ceania, H
um
an O
rganiza-
tion y H
um
an Relations. Tanto estos, com
o las secciones que sobre la te-
m
ática dedicó Firth (1959) en el “reestudio” que realizó al regresar con
los Tikopia dos décadas después de haber realizado su estudio original,
m
antienen un interés centrado m
ás en el cam
bio social que en el desas-
tre com
o tal. D
e alguna m
anera la presencia de un fenóm
eno natural,
sea éste un tifón, un tornado o una erupción volcánica constituía para
estos antropólogos una especie de pretexto para estudiar el cam
bio so-
cial. Entre todos ellos destaca el estudio que W
allace (1956) dedicó al
caso de los tornados en W
orcester, y que tuviera com
o producto final no
ya un artículo o una sección de algún capítulo com
o hiciera Firth, sino
un libro cuyo tem
a central era justam
ente el de los desastres asociados
con una am
enaza natural recurrente: los tornados. Los estudios de estos
antropólogos se diferencian de aquéllos llevados a cabo en esos m
ism
os
años por sociólogos estudiosos de los desastres en varios aspectos, entre
los cuales cabe destacar dos: que los antropólogos estaban m
ás preocu-
pados por lo ocurrido en determ
inadas esferas derivadas de la cultura,
y que se valían de m
étodos y técnicas de trabajo distintos. 
Resulta inexplicable que este im
portante im
pulso no haya m
anteni-
do una continuidad sistem
ática en las siguientes décadas. D
e hecho, no
es sino hasta fines de los setenta en que se inicia un repunte que, ahora
sí, m
antendría cierta continuidad. El principal im
pulsor de este repunte
fue el antropólogo W
illiam
 Torry, identificando ya al de los desastres
com
o un cam
po de interés específico y de particular atención para la an-
tropología. D
e esta m
anera, el interés se disem
inó entre antropólogos
estadounidenses y canadienses en los ochenta. H
acia m
ediados de esa
m
ism
a década iniciaría su incursión en los ám
bitos latinoam
ericanos
dedicados a la investigación y a la docencia en antropología.
En el caso particular de M
éxico, hem
os de reconocer la existencia de
una vasta historiografía que sin estar dedicada de m
anera expresa al
cam
po de estudio de los desastres ha sido un germ
en im
portante en
ello. Q
uiero destacar las aportaciones específicas de un antropólogo ca-
nadiense, m
exicanista, ahora extrañado: H
erm
an K
onrad. A
él debem
os
un par de estudios en los que analizó los efectos ecológicos causados
por los huracanes en el contexto de la adaptación de los m
ayas prehis-
pánicos a la selva de la península (K
onrad 1985 y 1996). El eje central en
estos trabajos es reconocer que el huracán era un elem
ento central de la
cosm
ovisión y del paradigm
a ecológico prehispánico, alrededor del
cual giraba una parte im
portante de su cultura. Por ello K
onrad afirm
a-ba que la destrucción de la selva, causada por torm
entas tropicales se
asem
eja a los efectos de la agricultura de tum
ba-roza-quem
a. En sus tra-
bajos da cuenta de la serie de m
edidas tom
adas para m
inim
izar los efec-
tos adversos de los huracanes, las cuales constituyeron parte integral de
las estrategias ecológicas básicas de los m
ayas.
2Revel afirm
a esta idea señalando que es cada vez m
ás “im
perativo [...] para los his-
toriadores el fundam
entar sus acciones y sus resultados rem
itiéndose a los trabajos de los
antropólogos y de los sociólogos, ahora com
pañeros privilegiados” (Revel 1995, 87).
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asegurado em
píricam
ente la presencia y las posturas de los historiado-
res sobre la m
ayoría de los terrenos ocupados por las ciencias sociales”?
(Revel 1995, 86). 2
Con el presente trabajo pretendo avanzar en la búsqueda de res-
puestas a preguntas com
o éstas, teniendo com
o hilo conductor el estu-
dio del riesgo a desastre desde la perspectiva de la antropología histó-
rica, partiendo de la idea central de que no podrem
os nunca negar la
presencia del pasado en el presente.
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El estudio del riesgo y de los desastres, particularm
ente de aquellos aso-
ciados con am
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un siglo. En particular los sociólogos, los geógrafos y los antropólogos
han propuesto enfoques, han diseñado m
etodologías y han sugerido el
uso de herram
ientas variadas para acercarse al tem
a y a las problem
áti-
cas derivadas del m
ism
o.
La antropología incursionó en estas tem
áticas con fuerza a lo largo
de la década de los cincuenta, a través de estudios desarrollados básica-
m
ente dentro de la antropología británica com
o los de Belshaw
 (1951),
K
eesing (1952), Schneider (1957) y Spillius (1957), que fueron de los pri-
m
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o las secciones que sobre la te-
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ática dedicó Firth (1959) en el “reestudio” que realizó al regresar con
los Tikopia dos décadas después de haber realizado su estudio original,
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antienen un interés centrado m
ás en el cam
bio social que en el desas-
tre com
o tal. D
e alguna m
anera la presencia de un fenóm
eno natural,
sea éste un tifón, un tornado o una erupción volcánica constituía para
estos antropólogos una especie de pretexto para estudiar el cam
bio so-
cial. Entre todos ellos destaca el estudio que W
allace (1956) dedicó al
caso de los tornados en W
orcester, y que tuviera com
o producto final no
ya un artículo o una sección de algún capítulo com
o hiciera Firth, sino
un libro cuyo tem
a central era justam
ente el de los desastres asociados
con una am
enaza natural recurrente: los tornados. Los estudios de estos
antropólogos se diferencian de aquéllos llevados a cabo en esos m
ism
os
años por sociólogos estudiosos de los desastres en varios aspectos, entre
los cuales cabe destacar dos: que los antropólogos estaban m
ás preocu-
pados por lo ocurrido en determ
inadas esferas derivadas de la cultura,
y que se valían de m
étodos y técnicas de trabajo distintos. 
Resulta inexplicable que este im
portante im
pulso no haya m
anteni-
do una continuidad sistem
ática en las siguientes décadas. D
e hecho, no
es sino hasta fines de los setenta en que se inicia un repunte que, ahora
sí, m
antendría cierta continuidad. El principal im
pulsor de este repunte
fue el antropólogo W
illiam
 Torry, identificando ya al de los desastres
com
o un cam
po de interés específico y de particular atención para la an-
tropología. D
e esta m
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estadounidenses y canadienses en los ochenta. H
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m
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dedicados a la investigación y a la docencia en antropología.
En el caso particular de M
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os de reconocer la existencia de
una vasta historiografía que sin estar dedicada de m
anera expresa al
cam
po de estudio de los desastres ha sido un germ
en im
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uiero destacar las aportaciones específicas de un antropólogo ca-
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un par de estudios en los que analizó los efectos ecológicos causados
por los huracanes en el contexto de la adaptación de los m
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onrad 1985 y 1996). El eje central en
estos trabajos es reconocer que el huracán era un elem
ento central de la
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ovisión y del paradigm
a ecológico prehispánico, alrededor del
cual giraba una parte im
portante de su cultura. Por ello K
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ba que la destrucción de la selva, causada por torm
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ba-roza-quem
a. En sus tra-
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adas para m
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tos adversos de los huracanes, las cuales constituyeron parte integral de
las estrategias ecológicas básicas de los m
ayas.
2Revel afirm
a esta idea señalando que es cada vez m
ás “im
perativo [...] para los his-
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1
2
9
de los desastres, pero cabe puntualizar algunos elem
entos centrales que
lo conform
an.
En prim
er lugar se encuentra la distinción que debe hacerse en este
tipo de estudios entre fenóm
eno natural y desastre, pues con frecuencia
am
bos se confunden identificándolos com
o sinónim
os. Sism
o y desastre,
huracán y desastre, sequía y desastre no son sinónim
os, no deberían serlo.
Para que ello ocurra deben confluir una serie de elem
entos pues, básica-
m
ente, el desastre es resultado del encuentro entre una determ
inada am
e-
naza y una población vulnerable en condiciones de riesgo. Es por ello que
los estudiosos de estos tem
as insistim
os cada vez m
ás en que los riesgos de
desastre deben llevar un “apellido”, una asociación con la am
enaza con la
que están relacionados (G
arcía A
costa 2002c, 3).
En segundo lugar, y derivado de lo anterior, reconocer que los de-
sastres son procesos resultantes de condiciones críticas preexistentes en
las cuales la vulnerabilidad acum
ulada y la construcción social del ries-
go ocupan lugares determ
inantes en su asociación con una determ
ina-
da am
enaza natural. Com
o procesos, los desastres son sujetos a un ine-
ludible análisis histórico.
Con prem
isas com
o las anteriores, en algunos textos de reciente apa-
rición y desde la antropología histórica hem
os explorado estos cam
inos
tanto en térm
inos teóricos com
o m
etodológicos (G
arcía A
costa 2002a,
2002b, 2002c). Las reflexiones que hacem
os ahora constituyen, de hecho,
una continuación de esos esfuerzos, centrando nuestra atención en las
m
etodologías que consideram
os útiles para una antropología histórica
interesada en el estudio de los procesos de desastre.
Partim
os de reconocer que la m
etodología constituye la brújula del
investigador, sin olvidar que las m
etodologías se corresponden con los
m
odelos teóricos: 
U
n m
odelo analítico, un m
arco teórico se nutre entonces del conocim
iento
del m
undo real y está conform
ado por m
étodos, conceptos y esquem
as. La
línea m
etodológica a seguir, los conceptos a utilizar y los esquem
as a apli-
car con base en un determ
inado m
odelo, resultan inseparables de éste. N
o
existen conceptos o m
étodos aislados, ya que se desprenden de una deter-
m
inada forma de acercarse a la realidad em
pírica (G
arcía A
costa 1995, 1-2). 
V
IR
G
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IA
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S
TA
1
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8
En los últim
os años y com
o producto de la necesaria confluencia de
visiones que un tem
a tan com
plejo requiere, las diferencias disciplina-
rias en los análisis sociales sobre desastres se desdibujan cada vez m
ás.
En diferentes foros y espacios en los que se ha discutido esta problem
á-
tica a lo largo de los últim
os 10 o 15 años, se ha insistido en que dentro
de las ciencias sociales m
ism
as las diferencias m
ás que disciplinarias se
han enm
arcado alrededor de paradigm
as y concepciones. 3El cam
bio de
paradigm
as precisam
ente en el estudio social de los desastres da cuen-
ta de ello. El dom
inio que m
antuvo la perspectiva que insistió por déca-
das en explicar a los desastres com
o resultado de factores externos,
entre los cuales la am
enaza natural resultaba ser determ
inante, sólo em
-
pezó a m
odificarse cuando confluyeron una serie de factores, entre los
cuales uno de los m
ás im
portantes fue el que se realizaron estudios em
-
píricos en realidades distintas a aquéllas de las que se había desprendi-
do el m
odelo hasta entonces dom
inante. Sólo así se evidenció que en su
gran m
ayoría los desastres no eran resultado de procesos externos sino
internos, y que en particular en ciertas regiones del planeta, particular-
m
ente aquéllas ubicadas al sur del m
ism
o, las condiciones de existencia
m
aterializadas en una creciente vulnerabilidad social y económ
ica, son
las principales responsables de los desastres ocurridos. Éstos, adem
ás,
son cada vez m
ás desastrosos, lo cual no es producto de que, com
o al-
gunos todavía insisten, cada vez haya m
ás am
enazas naturales o que és-
tas sean m
ás dañinas, sino de que se ha increm
entado la construcción
social del riesgo, las condiciones de vulnerabilidad a riesgos asociados
con desastres.
La escuela de la ecología cultural, derivada del enfoque del evolu-
cionism
o m
ultilineal, es la que ha albergado la principal producción
antropológica en el cam
po de los desastres de los últim
os años. El acerca-
m
iento histórico y com
parativo centrado en el estudio de la cultura, ha
constituido un m
arco idóneo que ha perm
itido identificar ciertos elem
en-
tos teóricos y m
etodológicos fundam
entales en este tipo de estudios.
En los enunciados anteriores resalta ya el m
arco en el que se m
ueven
los estudios de los que se ha derivado la visión antropológico-histórica
3V
éase en particular la producción, directa e indirecta, de LA
RED
(Red de Estudios
Sociales en Prevención de D
esastres en A
m
érica Latina): http://w
w
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.desenredando.org.
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En prim
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tipo de estudios entre fenóm
eno natural y desastre, pues con frecuencia
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bos se confunden identificándolos com
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os. Sism
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huracán y desastre, sequía y desastre no son sinónim
os, no deberían serlo.
Para que ello ocurra deben confluir una serie de elem
entos pues, básica-
m
ente, el desastre es resultado del encuentro entre una determ
inada am
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naza y una población vulnerable en condiciones de riesgo. Es por ello que
los estudiosos de estos tem
as insistim
os cada vez m
ás en que los riesgos de
desastre deben llevar un “apellido”, una asociación con la am
enaza con la
que están relacionados (G
arcía A
costa 2002c, 3).
En segundo lugar, y derivado de lo anterior, reconocer que los de-
sastres son procesos resultantes de condiciones críticas preexistentes en
las cuales la vulnerabilidad acum
ulada y la construcción social del ries-
go ocupan lugares determ
inantes en su asociación con una determ
ina-
da am
enaza natural. Com
o procesos, los desastres son sujetos a un ine-
ludible análisis histórico.
Con prem
isas com
o las anteriores, en algunos textos de reciente apa-
rición y desde la antropología histórica hem
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tanto en térm
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etodológicos (G
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costa 2002a,
2002b, 2002c). Las reflexiones que hacem
os ahora constituyen, de hecho,
una continuación de esos esfuerzos, centrando nuestra atención en las
m
etodologías que consideram
os útiles para una antropología histórica
interesada en el estudio de los procesos de desastre.
Partim
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investigador, sin olvidar que las m
etodologías se corresponden con los
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étodos, conceptos y esquem
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visiones que un tem
a tan com
plejo requiere, las diferencias disciplina-
rias en los análisis sociales sobre desastres se desdibujan cada vez m
ás.
En diferentes foros y espacios en los que se ha discutido esta problem
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os 10 o 15 años, se ha insistido en que dentro
de las ciencias sociales m
ism
as las diferencias m
ás que disciplinarias se
han enm
arcado alrededor de paradigm
as y concepciones. 3El cam
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das en explicar a los desastres com
o resultado de factores externos,
entre los cuales la am
enaza natural resultaba ser determ
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odificarse cuando confluyeron una serie de factores, entre los
cuales uno de los m
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píricos en realidades distintas a aquéllas de las que se había desprendi-
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gran m
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internos, y que en particular en ciertas regiones del planeta, particular-
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las principales responsables de los desastres ocurridos. Éstos, adem
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ás dañinas, sino de que se ha increm
entado la construcción
social del riesgo, las condiciones de vulnerabilidad a riesgos asociados
con desastres.
La escuela de la ecología cultural, derivada del enfoque del evolu-
cionism
o m
ultilineal, es la que ha albergado la principal producción
antropológica en el cam
po de los desastres de los últim
os años. El acerca-
m
iento histórico y com
parativo centrado en el estudio de la cultura, ha
constituido un m
arco idóneo que ha perm
itido identificar ciertos elem
en-
tos teóricos y m
etodológicos fundam
entales en este tipo de estudios.
En los enunciados anteriores resalta ya el m
arco en el que se m
ueven
los estudios de los que se ha derivado la visión antropológico-histórica
3V
éase en particular la producción, directa e indirecta, de LA
RED
(Red de Estudios
Sociales en Prevención de D
esastres en A
m
érica Latina): http://w
w
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.desenredando.org.
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1
3
1
El estudio histórico de los desastres, basado en enfoques derivados
de la antropología, ha hecho posible una síntesis a partir de considera-ciones teóricas y m
etodológicas, tom
ando com
o punto de partida el
análisis de fuentes prim
arias del pasado, de registros sobre eventos de-
sastrosos detonados por determ
inadas am
enazas de origen natural
(G
arcía A
costa 2002a, 49). Parafraseando a Eric W
olf, las discusiones
teóricas y m
etodológicas deben fundam
entarse en casos derivados del
registro etnográfico y de los textos históricos (W
olf 2001, 17). Vayam
os
por partes.
A
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CERCA
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“LA
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BRÚ
JU
LA
S
CA
LIBRA
D
A
S”
El resto de esta presentación lo dedicaré a revisar algunos acercam
ien-
tos m
etodológicos que consideram
os ineludibles en un enfoque antro-
pológico e histórico al estudio de los desastres, derivado de la experien-
cia que hem
os desarrollado en ese cam
po de estudio.
Las fuentes
La antropología bebe, básicam
ente, de fuentes vivas. Se nutre del m
ate-
rial obtenido en el trabajo de cam
po directo y prolongado para llevar a
cabo el registro etnográfico, incluido el indispensable diario de cam
po y
la posterior m
inuciosa elaboración de las fichas de trabajo. Se vale de
técnicas diversas entre las cuales la entrevista abierta, la historia oral y
la observación participante resultan esenciales. 4
La historia bebe, básicam
ente, de fuentes escritas. Se nutre del m
ate-
rial obtenido en docum
entos oficiales o privados de preferencia de ori-
gen prim
ario, que en el caso del estudio histórico de los desastres en
A
m
érica Latina ha provenido principalm
ente de archivos nacionales y
extranjeros, de códices, de periódicos, de narraciones y de libros de via-
jeros, así com
o de fuentes iconográficas, entre las cuales los exvotos han
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Si las m
etodologías, aún aceptadas com
o las brújulas del investiga-
dor, tam
poco surgen ni se aplican aisladam
ente dado que corresponden
a un determ
inado m
arco teórico, entonces una determ
inada m
etodolo-
gía es una brújula calibrada para un cierto recorrido. A
cerquém
onos
ahora a esas brújulas que, debidam
ente calibradas, han resultado útiles
en el estudio histórico de los desastres.
A
N
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H
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RICA
Y
D
ESA
STRES
El estudio histórico de los desastres, basado en una perspectiva antro-
pológica, ha hecho im
portantes contribuciones al cam
po de estudio de
los desastres a través de la obtención de inform
ación de docum
entos
escritos en el pasado. Lo anterior ha sido posible a pesar de que las es-
cuelas que han dom
inado este cam
po en las últim
as décadas se han de-
rivado de una sociología preem
inentem
ente ahistórica e, incluso, anti-
histórica (G
arcía A
costa 2002, 49).
La investigación antropológica sobre desastres, en una perspectiva
histórica, ha m
ostrado que las am
enazas naturales actúan com
o detona-
dores que conducen a im
portantes cam
bios sociales y culturales. Las
am
enazas juegan el papel de detonadores o reveladores de situaciones
críticas preexistentes (G
arcía A
costa 2002a, 50).
Los desastres ocurren, de m
anera inevitable, en el contexto de un
patrón histórico de vulnerabilidad, evidenciado por la ubicación, la in-
fraestructura, la ideología dom
inante, la organización sociopolítica, y
los sistem
as de producción y de distribución existentes. La vulnerabili-
dad social constituye el elem
ento central en los procesos de desastre.
(O
liver-Sm
ith y H
offm
an 2002, 3).
A
sí, al estudiar los desastres en perspectiva histórica
N
o estam
os tras los acontecim
ientos históricos, sino tras los procesos que
apuntalan y m
oldean dichos sucesos. A
l hacerlo, logram
os visualizarlos en
el transcurso de su desarrollo, evolucionando a partir del m
om
ento en que
estaban ausentes o eran incipientes, hasta el m
om
ento en que se vuelven
extensos y generales (W
olf 2001, 24).
4El antropólogo inocente(Barley, 1999) resulta un fantástico relato, entre irónico y críti-
co, del trabajo de cam
po típico que realizan los antropólogos y de sus intrincados veri-
cuetos y sorpresas. 
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El estudio histórico de los desastres, basado en enfoques derivados
de la antropología, ha hecho posible una síntesis a partir de considera-
ciones teóricas y m
etodológicas, tom
ando com
o punto de partida el
análisis de fuentes prim
arias del pasado, de registros sobre eventos de-
sastrosos detonados por determ
inadas am
enazas de origen natural
(G
arcía A
costa 2002a, 49). Parafraseando a Eric W
olf, las discusiones
teóricas y m
etodológicas deben fundam
entarse en casos derivados del
registro etnográfico y de los textos históricos (W
olf 2001, 17). Vayam
os
por partes.
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El resto de esta presentación lo dedicaré a revisar algunos acercam
ien-
tos m
etodológicos que consideram
os ineludibles en un enfoque antro-
pológico e histórico al estudio de los desastres, derivado de la experien-
cia que hem
os desarrollado en ese cam
po de estudio.
Las fuentes
La antropología bebe, básicam
ente, de fuentes vivas. Se nutre del m
ate-
rial obtenido en el trabajo de cam
po directo y prolongado para llevar a
cabo el registro etnográfico, incluido el indispensable diario de cam
po y
la posterior m
inuciosa elaboración de las fichas de trabajo. Se vale de
técnicas diversas entre las cuales la entrevista abierta, la historia oral y
la observación participante resultan esenciales. 4
La historia bebe, básicam
ente, de fuentes escritas. Se nutre del m
ate-
rial obtenido en docum
entos oficiales o privados de preferencia de ori-
gen prim
ario, que en el caso del estudio histórico de los desastres en
A
m
érica Latina ha provenido principalm
ente de archivos nacionales y
extranjeros, de códices, de periódicos, de narraciones y de libros de via-
jeros, así com
o de fuentes iconográficas, entre las cuales los exvotos han
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Si las m
etodologías, aún aceptadas com
o las brújulas del investiga-
dor, tam
poco surgen ni se aplican aisladam
ente dado que corresponden
a un determ
inado m
arco teórico, entonces una determ
inada m
etodolo-
gía es una brújula calibrada para un cierto recorrido. A
cerquém
onos
ahora a esas brújulas que, debidam
ente calibradas, han resultado útiles
en el estudio histórico de los desastres.
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STRES
El estudio histórico de los desastres, basado en una perspectiva antro-
pológica, ha hecho im
portantes contribuciones al cam
po de estudio de
los desastres a través de la obtención de inform
ación de docum
entos
escritos en el pasado. Lo anterior ha sido posible a pesar de que las es-
cuelas que han dom
inado este cam
po en las últim
as décadas se han de-
rivado de una sociología preem
inentem
ente ahistórica e, incluso, anti-
histórica (G
arcía A
costa 2002, 49).
La investigación antropológica sobre desastres, en una perspectiva
histórica, ha m
ostrado que las am
enazas naturales actúan com
o detona-
dores que conducen a im
portantes cam
bios sociales y culturales. Las
am
enazas juegan el papel de detonadores o reveladores de situaciones
críticas preexistentes (G
arcía A
costa 2002a, 50).
Los desastres ocurren, de m
anera inevitable, en el contexto de un
patrón histórico de vulnerabilidad, evidenciado por la ubicación, la in-
fraestructura, la ideología dom
inante, la organización sociopolítica, y
los sistem
as de producción y de distribución existentes. La vulnerabili-
dad social constituye el elem
ento central en los procesos de desastre.
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sí, al estudiar los desastres en perspectiva histórica
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os tras los acontecim
ientos históricos, sino tras los procesos que
apuntalan y m
oldean dichos sucesos. A
l hacerlo, logram
os visualizarlos en
el transcurso de su desarrollo, evolucionando a partir del m
omento en que
estaban ausentes o eran incipientes, hasta el m
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ento en que se vuelven
extensos y generales (W
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4El antropólogo inocente(Barley, 1999) resulta un fantástico relato, entre irónico y críti-
co, del trabajo de cam
po típico que realizan los antropólogos y de sus intrincados veri-
cuetos y sorpresas. 
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3
Es por ello que la larga duración, para Braudel, es la escala fundam
en-
tal. Cada coyuntura y cada acontecim
iento, cada “actualidad” “reúne
m
ovim
ientos tem
porales de diferentes orígenes y ritm
os [que] se en-
cuentran ahí copresentes según una jerarquía y una ‘constelación’ que
conviene com
prender en cada caso”. 6
La teoría de la larga duración histórica y de los diferentes tiem
pos sociales
se inscribe claram
ente dentro de la tradición occidental que se aproxim
a al
fenóm
eno del tiem
po. Ello significa que incorpora [...] los elem
entos de
percepción de la tem
poralidad com
o un proceso abierto, progresivo y que
[...] constituye el escenario fundam
ental de curvas evolutivas dotadas de
sentido de los distintos procesos, fenóm
enos y hechos históricos (A
guirre
Rojas 1995, 36).
La larga duración se divide en duración larga, m
edia y corta. La es-
cala m
ayor, por su parte, está articulada con la coyuntura y el aconteci-
m
iento. Sí, el acontecim
iento del que el m
ism
o Braudel pedía liberarse
para poder realm
ente apreciar la larga duración. 
Siguiendo estas enseñanzas, y reconociendo que el tiem
po corto es
el que está en la m
edida de los individuos, m
ientras que el tiem
po largo
o el tiem
po de la historia está en la m
edida del investigador, es que he-
m
os insistido en que desde la antropología histórica
H
acer historia de los desastres com
o tal im
plica no solam
ente “his-
torizar” un evento contem
poráneo y buscar en el pasado cercano sus
condicionantes sociales, políticas y económ
icas. La dim
ensión histórica
requiere estudiar determ
inado tem
a o problem
a en térm
inos de su con-
tinuidad en el espacio y en el tiem
po, teniendo la posibilidad de hacer
altos en el cam
ino y analizar tam
bién el acontecim
iento, siem
pre enm
ar-
cado en un contexto espacio-tem
poral que lo define (G
arcía A
costa
1996, 15).
A
ceptam
os que los desastres son m
ulticausales, m
ultifactoriales, y
que uno de los factores determ
inantes en el desarrollo de un proceso de
desastre son las condiciones socioeconóm
icas en las que se presenta una
determ
inada am
enaza natural, es decir, el contexto. La m
etodología a
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 G
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resultado de un valor incalculable. A
quellos docum
entos que nos llegan
en una escritura no sujeta a reglas de form
a y fondo que ha de paleogra-
fiarse, debe siem
pre leerse entre líneas y tom
ando en cuenta al m
ism
o
tiem
po elem
entos com
o su origen, su intencionalidad, su m
om
ento y su
especificidad. Para el caso m
exicano hem
os de hacer m
ención particu-
lar a la escritura pictográfica, la cual ha brindado inform
ación sobre la
presencia de determ
inadas am
enazas naturales y, en ocasiones, sobre
la ocurrencia de eventos desastrosos independientes o concatenados, 5
para un periodo para el cual no tendríam
os inform
ación a m
enos que
recurriéram
os a técnicas especializadas com
o la dendrocronología, la
palinología y algunas otras de las que se vale la arqueología.
La antropología histórica ha de procurar com
binar am
bos tipos de
fuentes. D
ebe basarse en una m
etodología que privilegie la narrativa y
la observación, el registro etnográfico obtenido a través del trabajo de
cam
po com
binado con los reportes históricos y, en ocasiones incluso
m
ezclándolos con m
étodos cuantitativos.
A
lgunas experiencias al respecto resultan sum
am
ente alentadoras,
com
o es el caso de varios de los estudios que dieron origen a los dos vo-
lúm
enes que bajo el título de H
istoria y desastres en A
m
érica Latinase pu-
blicaron en 1996 y 1997 bajo el sello de LA
RED.
La larga duración
El sentido y la significación de algunas tem
áticas típicam
ente braudelia-
nas, com
o la larga duración, han sido objeto de análisis en térm
inos de
su reproblem
atización y profundización (A
guirre R. et al., 1993 y Lepe-
tit et al., 1995). D
ar preferencia a la larga duración en un trabajo históri-
co es, com
o advirtiera Braudel “aceptar un cam
bio de estilo y de acti-
tud, una inversión de pensam
iento, y tener una nueva concepción de lo
social, pues hay que aceptar, añade, que todo gravita en torno a ella
(Braudel 1969, 54). La larga duración “opera en un doble nivel: reivindi-
cando el carácter central de la dim
ensión tem
poral en el análisis y la in-
teligencia de los hechos sociales, lo que lleva a recordar el sitio irreduc-
tible de la historia en el seno de las ciencias sociales” (Revel 1995, 85).
5Tal es el caso de las denom
inadas “catástrofes convergentes” (M
oseley 1996 y 2002).
6Lepetit parafraseando a Braudel (Lepetit 1995, 18).
LA
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Es por ello que la larga duración, para Braudel, es la escala fundam
en-
tal. Cada coyuntura y cada acontecim
iento, cada “actualidad” “reúne
m
ovim
ientos tem
porales de diferentes orígenes y ritm
os [que] se en-
cuentran ahí copresentes según una jerarquía y una ‘constelación’ que
conviene com
prender en cada caso”. 6
La teoría de la larga duración histórica y de los diferentes tiem
pos sociales
se inscribe claram
ente dentro de la tradición occidental que se aproxim
a al
fenóm
eno del tiem
po. Ello significa que incorpora [...] los elem
entos de
percepción de la tem
poralidad com
o un proceso abierto, progresivo y que
[...] constituye el escenario fundam
ental de curvas evolutivas dotadas de
sentido de los distintos procesos, fenóm
enos y hechos históricos (A
guirre
Rojas 1995, 36).
La larga duración se divide en duración larga, m
edia y corta. La es-
cala m
ayor, por su parte, está articulada con la coyuntura y el aconteci-
m
iento. Sí, el acontecim
iento del que el m
ism
o Braudel pedía liberarse
para poder realm
ente apreciar la larga duración. 
Siguiendo estas enseñanzas, y reconociendo que el tiem
po corto es
el que está en la m
edida de los individuos, m
ientras que el tiem
po largo
o el tiem
po de la historia está en la m
edida del investigador, es que he-
m
os insistido en que desde la antropología histórica
H
acer historia de los desastres com
o tal im
plica no solam
ente “his-
torizar” un evento contem
poráneo y buscar en el pasado cercano sus
condicionantes sociales, políticas y económ
icas. La dim
ensión histórica
requiere estudiar determ
inado tem
a o problem
a en térm
inos de su con-
tinuidad en el espacio y en el tiem
po, teniendo la posibilidad de hacer
altos en el cam
ino y analizar tam
bién el acontecim
iento, siem
pre enm
ar-
cado en un contexto espacio-tem
poral que lo define (G
arcía A
costa
1996, 15).
A
ceptam
os que los desastres son m
ulticausales, m
ultifactoriales, y
que uno de los factores determ
inantes en el desarrollo de un proceso de
desastre son las condiciones socioeconóm
icas en las que se presenta una
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inada am
enaza natural, es decir, el contexto. La m
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fiarse, debe siem
pre leerse entre líneas y tom
ando en cuenta al m
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o
tiem
po elem
entos com
o su origen, su intencionalidad, su m
om
ento y su
especificidad. Para el caso m
exicano hem
os de hacer m
ención particu-
lar a la escritura pictográfica, la cual ha brindado inform
ación sobre la
presencia de determ
inadas am
enazas naturales y, en ocasiones, sobre
la ocurrencia de eventos desastrosos independientes o concatenados, 5para un periodo para el cual no tendríam
os inform
ación a m
enos que
recurriéram
os a técnicas especializadas com
o la dendrocronología, la
palinología y algunas otras de las que se vale la arqueología.
La antropología histórica ha de procurar com
binar am
bos tipos de
fuentes. D
ebe basarse en una m
etodología que privilegie la narrativa y
la observación, el registro etnográfico obtenido a través del trabajo de
cam
po com
binado con los reportes históricos y, en ocasiones incluso
m
ezclándolos con m
étodos cuantitativos.
A
lgunas experiencias al respecto resultan sum
am
ente alentadoras,
com
o es el caso de varios de los estudios que dieron origen a los dos vo-
lúm
enes que bajo el título de H
istoria y desastres en A
m
érica Latinase pu-
blicaron en 1996 y 1997 bajo el sello de LA
RED.
La larga duración
El sentido y la significación de algunas tem
áticas típicam
ente braudelia-
nas, com
o la larga duración, han sido objeto de análisis en térm
inos de
su reproblem
atización y profundización (A
guirre R. et al., 1993 y Lepe-
tit et al., 1995). D
ar preferencia a la larga duración en un trabajo históri-
co es, com
o advirtiera Braudel “aceptar un cam
bio de estilo y de acti-
tud, una inversión de pensam
iento, y tener una nueva concepción de lo
social, pues hay que aceptar, añade, que todo gravita en torno a ella
(Braudel 1969, 54). La larga duración “opera en un doble nivel: reivindi-
cando el carácter central de la dim
ensión tem
poral en el análisis y la in-
teligencia de los hechos sociales, lo que lleva a recordar el sitio irreduc-
tible de la historia en el seno de las ciencias sociales” (Revel 1995, 85).
5Tal es el caso de las denom
inadas “catástrofes convergentes” (M
oseley 1996 y 2002).
6Lepetit parafraseando a Braudel (Lepetit 1995, 18).
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m
os reconocer que lo inm
ediato tam
bién puede perm
anecer, 8por lo que
hay que cam
inar haciendo altos en el cam
ino que perm
itan efectiva-
m
ente identificar unos y otros, los cam
bios y las perm
anencias que han
ido delineando los procesos sociales.
En el estudio de los desastres, el caso de las am
enazas de im
pacto
lento, com
o puede ser la escasez en las precipitaciones pluviales que
provoca sequía, resulta particularm
ente esclarecedor de lo anterior. Las
sequías recurrentes en el nordeste brasileño, sobre las cuales existen ex-
celentes estudios, 9sólo es posible aprehenderlas en toda su dim
ensión a
partir de hacer altos en el cam
ino que perm
itan identificar los elem
en-
tos que han ido haciendo que con el tiem
po la construcción social de
riesgos, m
ás que la escasez prolongada de lluvias com
o tal, sea la res-
ponsable de que se hayan convertido, de m
anera creciente, en verdade-
ros desastres. 10Vale la pena m
encionar aquí el caso de las estrategias
adaptativas culturalm
ente construidas, que pueden constituir ejem
plos
de esas perm
anencias no estáticas, com
o no lo es la sociedad m
ism
a, en
la larga duración. Estrategias adaptativas que perm
iten, tam
bién en es-
calas tem
porales am
plias, abonar una suerte de deconstrucción social
del riesgo, que puede identificarse con esos altos en el cam
ino, con esas
fotografías que se derivan de la aplicación de la dim
ensión sincrónica,
pero que sólo se puede explicar y entender a partir de la dim
ensión
diacrónica.
La com
paración
El avance en la identificación de nuevos instrum
entos conceptuales y
m
etodológicos acrecienta considerablem
ente la “posibilidad de efectuar
análisis com
parativos de las culturas y de las sociedades” (Palerm
 1967,
20), perm
itiendo que el propio análisis com
parativo se convierta en una
herram
ienta m
etodológica de prim
era im
portancia. La aplicación del
m
étodo com
parativo en antropología, tanto en térm
inos sincrónicos
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TA
1
3
4
utilizar debe entonces incorporar, de m
anera ineludible, una com
bina-
ción de la larga duración braudeliana y el m
étodo antropológico que
obliga a afinar la m
irada, a reducir la escala de observación. Es decir,
estudiar y aprehender los procesos de desastre a una escala m
ayor, pero
a la vez identificándolos con las condiciones del contexto y con la am
e-
naza específica, sus m
anifestaciones, sus efectos y sus im
pactos. Lejos
de intentar llegar a generalidades, hem
os de atender la especificidad del
proceso de desastre, del riesgo y de la vulnerabilidad, a lo que hem
os
denom
inado el proceso de desastre con apellido, el riesgo con apellido,
la vulnerabilidad con apellido.
D
im
ensión diacrónica y dim
ensión sincrónica
La “doble faz de perm
anencia y de cam
bio que presentan los fenóm
e-
nos socio culturales [es por lo que] la teoría etnológica ha tenido que
m
overse sobre dos planos distintos pero que form
an parte inseparable
de una m
ism
a realidad: el […
] sincrónico y el diacrónico” (Palerm
 1967,
9). Se trata de dos dim
ensiones que responden, la sincrónica al análisis
estructural-funcional, estático o casi estático, y la diacrónica al análisis
tem
poral o m
acrohistórico de la sociedad y de la cultura, para dar lugar
al estudio del cam
bio sociocultural en el tiem
po (Palerm
 1967, 9).
El estudio de los desastres a partir de m
etodologías desarrolladas
por la antropología histórica perm
ite llevar a cabo el doble juego de la
sincronía y de la diacronía, que es precisam
ente donde algunos estudio-
sos sitúan la larga duración, rechazando la cada vez m
enos aceptada
idea de reducir la historia al estudio del pasado. 7Para entender la larga
duración debem
os tom
ar en cuenta no sólo aquello que perm
anece o
que no cam
bia a lo largo de prolongados periodos de tiem
po, sino tam
-
bién aquello que cam
bió y entender qué fue lo que provocó tal cam
bio.
Para identificar am
bos, los cam
bios y las perm
anencias es que el juego
de la diacronía-sincronía resulta tan eficaz. En lugar de desvalorizar los
acontecim
ientos y los hechos sociales frente a la larga duración, debe-
7Es el caso de D
enys Lom
bard, a diferencia de Braudel que consideraba que el tiem
-
po de la historia se prestaba m
enos a este doble juego (Lepetit 1995, 19). 
8Revel dice que “lo inm
ediato va a durar” (Revel 1995, 84).
9V
éase al respecto los trabajos de Palacios (1996) y de G
areis, et al. (1997), entre otros.
10U
n ejem
plo claro de ello es el trabajo de Palacios, 1996.
LA
 PE
R
S
PE
C
TIVA
 H
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TÓ
R
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 E
N
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 D
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1
3
5
m
os reconocer que lo inm
ediato tam
bién puede perm
anecer, 8por lo que
hay que cam
inar haciendo altos en el cam
ino que perm
itan efectiva-
m
ente identificar unos y otros, los cam
bios y las perm
anencias que han
ido delineando los procesos sociales.
En el estudio de los desastres, el caso de las am
enazas de im
pacto
lento, com
o puede ser la escasez en las precipitaciones pluviales que
provoca sequía, resulta particularm
ente esclarecedor de lo anterior. Las
sequías recurrentes en el nordeste brasileño, sobre las cuales existen ex-
celentes estudios, 9sólo es posible aprehenderlas en toda su dim
ensión a
partir de hacer altos en el cam
ino que perm
itan identificar los elem
en-
tos que han ido haciendo que con el tiem
po la construcción social de
riesgos, m
ás que la escasez prolongada de lluvias com
o tal, sea la res-
ponsable de que se hayan convertido, de m
anera creciente, en verdade-
ros desastres. 10Vale la pena m
encionar aquí el caso de las estrategias
adaptativas culturalm
ente construidas, que pueden constituir ejem
plos
de esas perm
anencias no estáticas, com
o no lo es la sociedad m
ism
a, en
la larga duración. Estrategias adaptativas que perm
iten, tam
bién en es-
calas tem
porales am
plias, abonar una suerte de deconstrucción social
del riesgo, que puede identificarse con esos altos en el cam
ino, con esas
fotografías que se derivan de la aplicación de la dim
ensiónsincrónica,
pero que sólo se puede explicar y entender a partir de la dim
ensión
diacrónica.
La com
paración
El avance en la identificación de nuevos instrum
entos conceptuales y
m
etodológicos acrecienta considerablem
ente la “posibilidad de efectuar
análisis com
parativos de las culturas y de las sociedades” (Palerm
 1967,
20), perm
itiendo que el propio análisis com
parativo se convierta en una
herram
ienta m
etodológica de prim
era im
portancia. La aplicación del
m
étodo com
parativo en antropología, tanto en térm
inos sincrónicos
V
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IA
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S
TA
1
3
4
utilizar debe entonces incorporar, de m
anera ineludible, una com
bina-
ción de la larga duración braudeliana y el m
étodo antropológico que
obliga a afinar la m
irada, a reducir la escala de observación. Es decir,
estudiar y aprehender los procesos de desastre a una escala m
ayor, pero
a la vez identificándolos con las condiciones del contexto y con la am
e-
naza específica, sus m
anifestaciones, sus efectos y sus im
pactos. Lejos
de intentar llegar a generalidades, hem
os de atender la especificidad del
proceso de desastre, del riesgo y de la vulnerabilidad, a lo que hem
os
denom
inado el proceso de desastre con apellido, el riesgo con apellido,
la vulnerabilidad con apellido.
D
im
ensión diacrónica y dim
ensión sincrónica
La “doble faz de perm
anencia y de cam
bio que presentan los fenóm
e-
nos socio culturales [es por lo que] la teoría etnológica ha tenido que
m
overse sobre dos planos distintos pero que form
an parte inseparable
de una m
ism
a realidad: el […
] sincrónico y el diacrónico” (Palerm
 1967,
9). Se trata de dos dim
ensiones que responden, la sincrónica al análisis
estructural-funcional, estático o casi estático, y la diacrónica al análisis
tem
poral o m
acrohistórico de la sociedad y de la cultura, para dar lugar
al estudio del cam
bio sociocultural en el tiem
po (Palerm
 1967, 9).
El estudio de los desastres a partir de m
etodologías desarrolladas
por la antropología histórica perm
ite llevar a cabo el doble juego de la
sincronía y de la diacronía, que es precisam
ente donde algunos estudio-
sos sitúan la larga duración, rechazando la cada vez m
enos aceptada
idea de reducir la historia al estudio del pasado. 7Para entender la larga
duración debem
os tom
ar en cuenta no sólo aquello que perm
anece o
que no cam
bia a lo largo de prolongados periodos de tiem
po, sino tam
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bién aquello que cam
bió y entender qué fue lo que provocó tal cam
bio.
Para identificar am
bos, los cam
bios y las perm
anencias es que el juego
de la diacronía-sincronía resulta tan eficaz. En lugar de desvalorizar los
acontecim
ientos y los hechos sociales frente a la larga duración, debe-
7Es el caso de D
enys Lom
bard, a diferencia de Braudel que consideraba que el tiem
-
po de la historia se prestaba m
enos a este doble juego (Lepetit 1995, 19). 
8Revel dice que “lo inm
ediato va a durar” (Revel 1995, 84).
9V
éase al respecto los trabajos de Palacios (1996) y de G
areis, et al. (1997), entre otros.
10U
n ejem
plo claro de ello es el trabajo de Palacios, 1996.
LA
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gan com
o parte de la construcción histórica del capital social, es un
asunto que estam
os ahora en proceso de analizar.
A
M
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ERA
D
E
CO
N
CLU
SIÓ
N, U
N
EJEM
PLO
Los prim
eros resultados de una investigación en curso ayudarán a
ejem
plificar los postulados a los que nos hem
os referido en esta pre-
sentación.
D
entro de las denom
inadas “dim
ensiones hum
anas del cam
bio glo-
bal”, el estudio del fenóm
eno clim
ático identificado com
o “El N
iño” ha
cobrado cada vez m
ayor im
portancia en A
m
érica Latina. Financiado
por el IA
I(InterA
m
erican Institute for G
lobal Change Research) y con el
apoyo de LA
RED
(Red de Estudios Sociales en Prevención de D
esastres
en A
m
érica Latina) se desarrolla desde hace tres años en ocho países de
la región, 12el proyecto titulado “G
estión de riesgos de desastre EN
SC
(El
N
iño Southern O
scillation) en A
m
érica Latina”. El proyecto en su con-
junto tiene com
o objetivo central
Producir nueva inform
ación científica sobre la evolución de las am
enazas,
vulnerabilidades y patrones de riesgo asociados con EN
SC
(El N
iño South-
ern O
scillation) en A
m
érica Latina, y sobre los procesos sociales, económ
i-
cos, territoriales y políticos que se encuentran en la base de esos riesgos. 13
D
ados nuestros intereses centrados en la antropología histórica, en
el caso de M
éxico hem
os im
preso a la investigación m
encionada un
com
ponente de esta naturaleza. Se trata de un estudio ingeniosam
ente
titulado “El N
iño perdido en la historia de M
éxico”, 14cuya m
etodología
es el resultado de una interesante com
binación de variantes diversas
V
IR
G
IN
IA
 G
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C
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S
TA
1
3
6
com
o diacrónicos, ha perm
itido identificar y avanzar en la com
prensión
de “problem
as de tipo funcional, estructural y de dinam
ia cultural”
(Palerm
 1967, 20) W
illiam
 Torry (1979), en uno de los prim
eros análisis
llevados a cabo sobre la relación entre antropología y desastres, recono-
cía ya la enorm
e congruencia entre los requerim
ientos analíticos de los
estudios sociales sobre desastres y los acercam
ientos de la antropología
cultural o social, entre los cuales m
encionaba justam
ente la im
portancia
de la investigación com
parativa. 
El m
étodo com
parativo, en el caso específico de los estudios sobre
desastres en perspectiva histórica, ha tenido un papel fundam
ental. Es
decir, la utilización de la com
paración en la larga duración haciendo
altos en el cam
ino, en la com
binación bidim
ensional diacrónica-sincró-
nica a la que aludim
os antes. M
encionaré un ejem
plo que se sitúa en el
centro de los presupuestos que enm
arcan nuestra visión de los estudios
sociales sobre desastres. H
em
os m
encionado anteriorm
ente la im
por-
tancia que la construcción social de riesgos, su acum
ulación en el tiem
-
po y su carácter diferencial tienen en los procesos de desastre. Pues jus-
tam
ente la aplicación del m
étodo com
parativo ha rendido vastos frutos
en la identificación de los elem
entos que, en una escala tem
poral, inter-
vienen tanto en la construcción social de riesgos, com
o en su decons-
trucción, entendida ésta com
o el conjunto de 
form
as en las que se m
aterializan los im
aginarios reales, culturalm
ente
construidos y con frecuencia con alcances locales o regionales que han lo-
grado, m
uchas veces con éxito, desandar los cam
inos em
pedrados por esa
cada vez m
ás intensa y acelerada construcción social del riesgo a desastre
(G
arcía A
costa 2002c, 4)
Tal es el caso del papel que en ello han jugado las antes m
encionadas
estrategias adaptativas, que responden a constructos culturales e histó-
ricos, y que constituyen un cam
po de particular interés para los antro-
pólogos estudiosos de los desastres. 11El papel que estas estrategias jue-
11Sólo por m
encionar algunos estudios que hacen referencia a estas estrategias adap-
tativas histórica y culturalm
ente construidas, véanse los trabajos sobre los Yap (Schnei-
der 1957) y sobre los Turkana (M
cCabe 2002). A
ctualm
ente, y com
o parte de un proyecto
m
ayor relacionado con la gestión de riesgos asociados con el fenóm
eno conocido com
o
“El N
iño” (http://w
w
w
.ensolared.org), está en desarrollo un estudio en la cuenca del
Papaloapan, M
éxico a cargo de Fercia A
ngulo que explorará estos asuntos.
12Estos países son: A
rgentina, Brasil, Colom
bia, Costa Rica, Ecuador, M
éxico, Perú y
La Florida en Estados U
nidos. 
13http://w
w
w
.cam
bioglobal/enso/enos/proyecto.htm
l
14El estudio, que se desarrolla en el CIESA
S, será presentado a principios del 2004
com
o tesis de licenciatura en A
rqueología en la EN
A
H
(Escuela N
acional de A
ntropología
e H
istoria, M
éxico) por su autora, Leticia G
onzález Á
lvarez.LA
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apoyo de LA
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la región, 12el proyecto titulado “G
estión de riesgos de desastre EN
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junto tiene com
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Producir nueva inform
ación científica sobre la evolución de las am
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érica Latina, y sobre los procesos sociales, económ
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cos, territoriales y políticos que se encuentran en la base de esos riesgos. 13
D
ados nuestros intereses centrados en la antropología histórica, en
el caso de M
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o diacrónicos, ha perm
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(Palerm
 1967, 20) W
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 Torry (1979), en uno de los prim
eros análisis
llevados a cabo sobre la relación entre antropología y desastres, recono-
cía ya la enorm
e congruencia entre los requerim
ientos analíticos de los
estudios sociales sobre desastres y los acercam
ientos de la antropología
cultural o social, entre los cuales m
encionaba justam
ente la im
portancia
de la investigación com
parativa. 
El m
étodo com
parativo, en el caso específico de los estudios sobre
desastres en perspectiva histórica, ha tenido un papel fundam
ental. Es
decir, la utilización de la com
paración en la larga duración haciendo
altos en el cam
ino, en la com
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nica a la que aludim
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plo que se sitúa en el
centro de los presupuestos que enm
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ulación en el tiem
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po y su carácter diferencial tienen en los procesos de desastre. Pues jus-
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étodo com
parativo ha rendido vastos frutos
en la identificación de los elem
entos que, en una escala tem
poral, inter-
vienen tanto en la construcción social de riesgos, com
o en su decons-
trucción, entendida ésta com
o el conjunto de 
form
as en las que se m
aterializan los im
aginarios reales, culturalm
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construidos y con frecuencia con alcances locales o regionales que han lo-
grado, m
uchas veces con éxito, desandar los cam
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pedrados por esa
cada vez m
ás intensa y acelerada construcción social del riesgo a desastre
(G
arcía A
costa 2002c, 4)
Tal es el caso del papel que en ello han jugado las antes m
encionadas
estrategias adaptativas, que responden a constructos culturales e histó-
ricos, y que constituyen un cam
po de particular interés para los antro-
pólogos estudiosos de los desastres. 11El papel que estas estrategias jue-
11Sólo por m
encionar algunos estudios que hacen referencia a estas estrategias adap-
tativas histórica y culturalm
ente construidas, véanse los trabajos sobre los Yap (Schnei-
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cCabe 2002). A
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ente, y com
o parte de un proyecto
m
ayor relacionado con la gestión de riesgos asociados con el fenóm
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.ensolared.org), está en desarrollo un estudio en la cuenca del
Papaloapan, M
éxico a cargo de Fercia A
ngulo que explorará estos asuntos.
12Estos países son: A
rgentina, Brasil, Colom
bia, Costa Rica, Ecuador, M
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La Florida en Estados U
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13http://w
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14El estudio, que se desarrolla en el CIESA
S, será presentado a principios del 2004
com
o tesis de licenciatura en A
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S
G
O
1
3
9
que brinda la antropología histórica para estudios de utilidad para co-
rroborar, com
o diría Braudel, que el pasado explica el presente (Braudel
1959).
H
em
os pasado revista a varios acercam
ientos m
etodológicos que la
antropología histórica ofrece en la investigación de los procesos de de-
sastre y, particularm
ente, en el estudio de la construcción social del ries-
go a desastre asociada con determ
inadas am
enazas de origen natural.
H
em
os m
ostrado uno de los tantos ejem
plos que dan cuenta de ello.
Q
uiero concluir recordando palabras de Jacques Revel, al señalar
que los cam
inos m
etodológicos que pueda ofrecer la antropología histó-
rica, en lugar de
cerrar el espacio científico en nom
bre de particularism
os [debe ayudar a]
desplegar una pluralidad de proyectos que no se oculten unos a otros, [plu-
ralidad en la] cual el trabajo de la interpretación esté asociado constante-
m
ente a la construcción del objeto (Revel 1995, 89, 90).
B
IBLIO
G
RA
FÍA
A
G
U
IRRER
O
JA
S, Carlos A
ntonio, “La larga duración: in illo tem
pore et nunc”, en:
B.Lepetit et al., Segundas Jornadas Braudelianas, M
éxico, Instituto M
ora, 1995,
29-56.
––––, Ruggiero R
O
M
A
N
O, Bolívar E
CH
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ERRÍA, Im
m
anuel W
A
LLERSTEIN, Paule
B
RA
U
D
ELy M
aurice A
YM
A
RD, Prim
eras Jornadas Braudelianas, M
éxico, Institu-
to M
ora, 1993.
B
A
RLEY, N
igel, El antropólogo inocente, Barcelona, Editorial A
nagram
a, 1999.
B
ELSH
AW
, C., “Social Consequences of the M
ount Lam
ington Eruption”, en:
O
ceania, 21 (4), 1951, 241-252.
B
RA
U
D
EL, Fernand, “H
istoire des Civilisations: le passé explique le présent”, en:
L´Enciclopédie Française, reim
presa en 1997 en: Les A
m
bitionns de l´H
istoire,
París, ëditions de Fallois, 1959. 
––––, “H
istoire et sciences sociales. La longue durée”, en: Écrits sur l´histoire, Pa-
rís, Flam
m
arion, 1969.
F
IRTH, Raym
ond, Social Change in Tikopia. Re-study of a Polynesian Com
m
unity
after a G
eneration, N
ew
 York, The M
acm
illan Com
pany, 1959, 19-28 y 51-76.
V
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1
3
8
provenientes tanto de diferentes ram
as de la antropología, particular-
m
ente de la arqueología y de la antropología histórica, com
o de la an-
tropología social propiam
ente. 
La investigación especializada da cuenta de que El N
iño en M
éxico
presenta patrones espaciales, tem
porales y sem
ánticos relacionados con
eventos en los que la abundancia o la escasez de agua han provocado
sequías, inundaciones, e incluso ham
bre y epidem
ias. Partiendo de este
conocim
iento contem
poráneo, se inició la búsqueda de estos patrones
en épocas pasadas, específicam
ente para el periodo que corre del siglo
XV
Ial XV
III. Se revisaron trabajos historiográficos relacionados con ellos,
incluyendo aquellos que la arqueología m
exicana o m
exicanista ha pro-
ducido relacionados con el colapso de civilizaciones, com
o es el caso de
la teotihuacana o de la m
aya. Teniendo com
o base fáctica fundam
ental
elcatálogo histórico que sobre desastres agrícolas (sequías, inundacio-
nes, granizadas, nevadas y sim
ilares) ha sido recientem
ente publicado
(G
arcía A
costa, Pérez Zevallos y M
olina del Villar, 2003), se elaboró un
cuadro con toda la inform
ación que, proveniente básicam
ente de fuen-
tes de prim
era m
ano, ofrece dicho catálogo.
A
la par, se tom
aron una serie de cronologías históricas que, basadas
fundam
entalm
ente en inform
ación proveniente de archivos peruanos
(Q
uinn y N
eal, 1992) y chilenos (O
rtlieb 2000), han sido elaboradas para
identificar la presencia de El N
iño principalm
ente en el Pacífico ecuato-
rial, que es donde la señal de esta m
anifestación de la variabilidad
clim
ática es particularm
ente clara. Particularm
ente la de Q
uinn consti-
tuye una cronología m
undialm
ente reconocida com
o la única, y no ha
sido sino hasta fechas m
uy recientes que ha sido som
etida a un cuida-
doso escrutinio. Luc O
rtlieb ha iniciado esta tarea y ha hecho un análi-
sis m
inucioso de este trabajo pionero y clásico, que ha sido generalm
en-
te aceptado sin ninguna discusión, identificando en ella errores y
om
isiones im
portantes.
H
abiendo conjuntado toda esta inform
ación, echando m
ano de
fuentes de diverso origen, m
irando los datos en la larga duración, privi-
legiando tanto la dim
ensión diacrónica con la sincrónica y, particular-
m
ente, aplicando el análisis com
parativo, se encuentra actualm
ente en
construcción una cronología de El N
iño adaptada a M
éxico. Se trata de
un esfuerzo pionero que da cuenta de las virtudes de la m
etodología
LA
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que brinda la antropología histórica para estudios de utilidad para co-
rroborar, com
o diría Braudel, que el pasado explica el presente (Braudel
1959).
H
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os pasado revista a varios acercam
ientos m
etodológicos que la
antropología histórica ofrece en la investigación de los procesos de de-
sastre y, particularm
ente, en el estudio de la construcción social del ries-
go a desastre asociada con determ
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enazas de origen natural.
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plos que dan cuenta de ello.
Q
uiero concluir recordando palabras de Jacques Revel, al señalar
que los cam
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etodológicos que pueda ofrecer la antropología histó-
rica, en lugar de
cerrar el espacio científico en nom
bre de particularism
os [debe ayudar a]
desplegar una pluralidad de proyectos que no se oculten unos a otros, [plu-
ralidad en la] cual el trabajo de la interpretación esté asociado constante-
m
ente a la construcción del objeto (Revel 1995, 89, 90).
B
IBLIO
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ntonio, “La larga duración: in illo tem
pore et nunc”, en:
B.Lepetit et al., Segundas Jornadas Braudelianas, M
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ora, 1995,
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eras Jornadas Braudelianas, M
éxico, Institu-
to M
ora, 1993.
B
A
RLEY, N
igel, El antropólogo inocente, Barcelona, Editorial A
nagram
a, 1999.
B
ELSH
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, C., “Social Consequences of the M
ount Lam
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provenientes tanto de diferentes ram
as de la antropología, particular-
m
ente de la arqueología y de la antropología histórica, com
o de la an-
tropología social propiam
ente. 
La investigación especializada da cuenta de que El N
iño en M
éxico
presenta patrones espaciales, tem
porales y sem
ánticos relacionados con
eventos en los que la abundancia o la escasez de agua han provocado
sequías, inundaciones, e incluso ham
bre y epidem
ias. Partiendo de este
conocim
iento contem
poráneo, se inició la búsqueda de estos patrones
en épocas pasadas, específicam
ente para el periodo que corre del siglo
XV
Ial XV
III. Se revisaron trabajos historiográficos relacionados con ellos,
incluyendo aquellos que la arqueología m
exicana o m
exicanista ha pro-
ducido relacionados con el colapso de civilizaciones, com
o es el caso de
la teotihuacana o de la m
aya. Teniendo com
o base fáctica fundam
ental
el catálogo histórico que sobre desastres agrícolas (sequías, inundacio-
nes, granizadas, nevadas y sim
ilares) ha sido recientem
ente publicado
(G
arcía A
costa, Pérez Zevallos y M
olina del Villar, 2003), se elaboró un
cuadro con toda la inform
ación que, proveniente básicam
ente de fuen-
tes de prim
era m
ano, ofrece dicho catálogo.
A
la par, se tom
aron una serie de cronologías históricas que, basadas
fundam
entalm
ente en inform
ación proveniente de archivos peruanos
(Q
uinn y N
eal, 1992) y chilenos (O
rtlieb 2000), han sido elaboradas para
identificar la presencia de El N
iño principalm
ente en el Pacífico ecuato-
rial, que es donde la señal de esta m
anifestación de la variabilidad
clim
ática es particularm
ente clara. Particularm
ente la de Q
uinn consti-
tuye una cronología m
undialm
ente reconocida com
o la única, y no ha
sido sino hasta fechas m
uy recientes que ha sido som
etida a un cuida-
doso escrutinio. Luc O
rtlieb ha iniciado esta tarea y ha hecho un análi-
sis m
inucioso de este trabajo pionero y clásico, que ha sido generalm
en-
te aceptado sin ninguna discusión, identificando en ella errores y
om
isiones im
portantes.
H
abiendo conjuntado toda esta inform
ación, echando m
ano de
fuentes de diverso origen, m
irando los datos en la larga duración, privi-
legiando tanto la dim
ensión diacrónica con la sincrónica y, particular-
m
ente, aplicando el análisis com
parativo, se encuentra actualm
ente en
construcción una cronología de El N
iño adaptada a M
éxico. Se trata de
un esfuerzo pionero que da cuenta de las virtudes de la m
etodología
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