Logo Studenta

MSMA_TESIS

¡Este material tiene más páginas!

Vista previa del material en texto

Estudio de la variabilidad morfológica del acetábulo 
y los caracteres de senescencia de la región acetabular 
 y otros marcadores de edad del hueso coxal mediante 
series osteológicas. Aplicaciones en antropología 
 y medicina forense 
 
Marta San Millán Alonso 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
ADVERTIMENT. La consulta d’aquesta tesi queda condicionada a l’acceptació de les següents condicions d'ús: La difusió 
d’aquesta tesi per mitjà del servei TDX (www.tdx.cat) i a través del Dipòsit Digital de la UB (diposit.ub.edu) ha estat 
autoritzada pels titulars dels drets de propietat intel·lectual únicament per a usos privats emmarcats en activitats 
d’investigació i docència. No s’autoritza la seva reproducció amb finalitats de lucre ni la seva difusió i posada a disposició 
des d’un lloc aliè al servei TDX ni al Dipòsit Digital de la UB. No s’autoritza la presentació del seu contingut en una finestra 
o marc aliè a TDX o al Dipòsit Digital de la UB (framing). Aquesta reserva de drets afecta tant al resum de presentació de 
la tesi com als seus continguts. En la utilització o cita de parts de la tesi és obligat indicar el nom de la persona autora. 
 
 
ADVERTENCIA. La consulta de esta tesis queda condicionada a la aceptación de las siguientes condiciones de uso: La 
difusión de esta tesis por medio del servicio TDR (www.tdx.cat) y a través del Repositorio Digital de la UB 
(diposit.ub.edu) ha sido autorizada por los titulares de los derechos de propiedad intelectual únicamente para usos 
privados enmarcados en actividades de investigación y docencia. No se autoriza su reproducción con finalidades de lucro 
ni su difusión y puesta a disposición desde un sitio ajeno al servicio TDR o al Repositorio Digital de la UB. No se autoriza 
la presentación de su contenido en una ventana o marco ajeno a TDR o al Repositorio Digital de la UB (framing). Esta 
reserva de derechos afecta tanto al resumen de presentación de la tesis como a sus contenidos. En la utilización o cita de 
partes de la tesis es obligado indicar el nombre de la persona autora. 
 
 
WARNING. On having consulted this thesis you’re accepting the following use conditions: Spreading this thesis by the 
TDX (www.tdx.cat) service and by the UB Digital Repository (diposit.ub.edu) has been authorized by the titular of the 
intellectual property rights only for private uses placed in investigation and teaching activities. Reproduction with lucrative 
aims is not authorized nor its spreading and availability from a site foreign to the TDX service or to the UB Digital 
Repository. Introducing its content in a window or frame foreign to the TDX service or to the UB Digital Repository is not 
authorized (framing). Those rights affect to the presentation summary of the thesis as well as to its contents. In the using or 
citation of parts of the thesis it’s obliged to indicate the name of the author. 
Facultad de Biología - Departamento de Biología Animal 
Programa de doctorado en Biodiversidad 
 
ESTUDIO DE LA VARIABILIDAD MORFOLÓGICA DEL ACETÁBULO 
Y LOS CARACTERES DE SENESCENCIA DE LA REGIÓN ACETABULAR 
 Y OTROS MARCADORES DE EDAD DEL HUESO COXAL 
MEDIANTE SERIES OSTEOLÓGICAS. 
APLICACIONES EN ANTROPOLOGÍA Y MEDICINA FORENSE. 
 
 
 
Memoria presentada por 
Marta San Millán Alonso 
para optar al título de 
Doctora por la Universidad de Barcelona 
 
Barcelona, 2 de Septiembre 2015 
 
 
 
 
 
 
 
 
CODIRECTOR Y TUTOR CODIRECTORA 
 
Dr. Daniel Turbón Dra. Carme Rissech 
Departamento de Biología Animal Departamento de Biología Animal 
Facultad de Biología Facultad de Biología 
Universidad de Barcelona Universidad de Barcelona 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
Gracias a Daniel, por ofrecerme esta oportunidad, por su ayuda, por sus 
grandes consejos, sus correcciones y por dejarme deleitarme con esa maravillosa tarta de 
manzana (gracias Silvia). 
Gracias  a  Carme, por hacer esto  posible y por las discusiones científicas  de  las  que 
tanto he aprendido durante estos años. 
A mis padres, por su paciencia, su amor y su apoyo incondicional, por hacer que esto 
fuera posible. Especial recuerdo y agradecimiento para mi madre y sus luchas con la 
bibliografía y el excel, por esos folios emborronados de grafito, por ayudarme más que a ella 
misma. 
A Alfonso, por dejarlo todo para estar a mi lado en este proyecto, por acompañarme 
todos estos años en los buenos y los malos momentos, por luchar pacientemente para 
sacarme una sonrisa todos los días de nuestra vida. 
Gracias a toda la gente que me ha rodeado durante estos años por el departamento, 
haciendo los días más amenos y menos largos: Ana, Gemma, Judith, Nora, Sandra, Laura, 
Marta, Mireia, Alina, Aldo, Claudia, Esther, Bárbara… y a esa gente que me ha sonreído por los 
pasillos durante los últimos cuatro años. Sin saberlo, me alegraban el día. Un gracias muy 
especial a mi tocaya, por compartir aquel rincón alejado del mundo conmigo durante tantas 
horas y mostrarme siempre su mejor sonrisa. Especial mención a Araceli, por escucharme 
siempre, ayudarme con las clases y guiarme en el camino para poder llegar a las flores. A Vane 
y Susana, por seguir ahí a pesar de los kilómetros que nos separan, por las cervezas y vivencias 
compartidas y las que quedan; a Daniela, porque los últimos meses me ha ayudado más de lo 
que piensa a seguir levantada, con su positividad y su genial sonrisa. A Marina y Eloy, por 
aguantar mis insistentes preguntas con paciencia y darme fuerzas durante los últimos 
momentos. 
A Aniol, por ayudarme en mi continua guerra con la tecnología, por intentar 
enseñarme a tomarme las cosas menos en serio, por estar ahí siempre. 
A Mireya, por prestarme su cama sin ni siquiera conocerme, por enseñarme su 
maravillosa ciudad y a su encantadora familia, por recordarme no volver a probar la pomada, 
por hacerme tanto reir y estar siempre dispuesta a ayudarme. 
A Antigoni, por enseñarme casi todo lo que sé de Morfometría Geométrica, por cada 
minuto de su tiempo que me ha dedicado desinteresadamente, por su inmensa paciencia en 
sus explicaciones sobre estadística, por sacar la ilusión de donde no la había. 
A J. A. Sánchez-Sánchez, F. Pastor, S. Garcia, J. Quesada, J. Barreiro, R. M. Mirapeix, M. 
I. Miguel y D. Steadman y sus respectivos equipos por permitirme amablemente la visita 
y estudio de sus colecciones osteológicas. 
A Noe, por sacarme aquel día por Valladolid que ni ella misma sabe la falta que me 
hacía. 
A Roby por hacerme reir siempre y regalarme una foto preciosa que no me dejaba 
rendirme cuando estaba lejos de mi hogar. 
A Yoli (y a su pijama), Gloria (y a Didi) y Miguel (allá donde estés), por acogernos en su 
casa y mostrarnos siempre una sonrisa en aquellos duros momentos. 
A Laura, por alojarme en aquella ocasión en casa de sus maravillosos padres, por la 
premura que se da siempre en ayudarme. 
A los maños y todo el equipo de Tauste, por tratarme tan bien (menos la moñoña) y 
hacerme sentir una más. 
A Oihan y Sofi,  porque aunque juntos  y  revueltos,  me ayudaron a sobrevivir  a  aquel 
agosto. 
Durante estos cuatro años, mucha gente ha estado merodeando por mi vida. 
A todos, porque en mayor o menor medida habéis participado en esta aventura, 
muchas gracias por estar ahí. 
Marta 
Durante mi etapa en la maravillosa Lisboa, además de desarrollar unos imponentes 
gemelos peleándome con las cuestas, conocí a personas maravillosas que me hicieron aquellos 
meses más llevaderos. A Tina, cara sardina, espero que pronto me enseñe México; gracias por 
las risas, por aquel partido del mundial inolvidable, por compartirconmigo el regalito de la 
paloma gigante. A Rachel, por amenizar los días con sus risas escuchando sus programas de 
radio, por enseñarme Atlanta (y sus cines…) y dedicarme muchas veces un tiempo que ni tenía. 
A Giovanni y todos los italianos y portugueses que me abrieron sus brazos en aquella 
tertulia italo-portuguesa en la que nada pintaba, por incluirme en sus planes. A Cata, 
por comerse conmigo aquellos helados tan maravillosos que nos enseñó Giovanni y por 
reírse de mí como nadie lo hacía. A Anina, por aquellas profundas conversaciones y por 
enseñarme lo maravillosa que puede ser la locura. A Susana y su familia, por permitirme 
el acceso a la colección, darme de comer comida del Alentejo y llevarme a pasar un día 
inolvidable a Óbidos. A Aitor y su novia, por tener un alma tan pura y blanca; espero verle 
prontito de nuevo por Gijón, que echo de menos los cachopos y la sangría de sidra. A Sheryl y 
su novio, por ayudarme con su temido idioma y tener un niño tan precioso. A mis compis 
de piso Valentim y Sara, porque a pesar de todo, siempre me ayudaron en todo lo que 
necesité. 
En Estados Unidos también ha habido mucha gente que se ha cruzado conmigo 
dándole forma a mis días allí. Gracias a Dawnie, por ofrecerme esta gran oportunidad, 
por comerse mi mediocre tortilla de patatas con buena cara y por dejarme preparar mi 
primer s´more en aquella maravillosa fiesta en su casa. Gracias a Rachel, por amenizar mi 
estancia con su violín, por incluirme en casi todos sus planes y hacer que me empapara en 
las Smoky Mountains. Gracias a Denae, por sus riquísimos platos vegetarianos, por llegar 
una hora tarde al teatro conmigo, por los interminables capítulos de Downton Abbey. 
Gracias a Tamara por ayudarme en todo, sacándome a cenar e intentando levantar mis 
ánimos siempre, alejando mis demonios, por ser una comegalletas. Gracias a Lee, por ser el 
único que se acercó a hablar conmigo en aquella hora feliz, por dejarse convencer para irnos 
al Beer Garden, por su visita en Nashville, por tener ese corazón tan grande y esa sonrisa tan 
bonita. Gracias a Sonny, por hacerme viajar a Nashville durmiendo menos de 2 horas, por 
llamarme “chica”, por ser el único americano que me dio un abrazo de verdad. Gracias a 
Katie, por darme la oportunidad de refrescarme en la piscina del campus, por aquel 
fantástico fin de semana en Nashville, por enseñarme el Sonic. Gracias a Jocelyn, por ser mi 
gurú de los autobuses, prestarme su microondas y ayudarme con mis weighted Kappa 
values. Gracias a Kathleen por enseñarme a “sus chicos”, por ver chocolate donde no lo 
había, por su paciencia y amabilidad. Gracias también por ayudarme a Jieun, Katie, Frankie, 
Heather, Alex, Allysha y Christina. 
A mis padres 
A Alfonso 
TABLA DE CONTENIDOS 
1. Resumen global
2. Introducción general
2.1. El coxal
2.1.1. La superficie auricular 
2.1.2. La sínfisis púbica 
2.1.3. El acetábulo 
2.2. Implicaciones del acetábulo en Biomecánica 
2.3. La Morfometría Geométrica 
2.4. La estimación de la edad adulta en restos esqueléticos 
2.4.1. Limitaciones metodológicas 
2.4.2. Implicaciones en Paleodemografía 
2.4.3. Los métodos de estimación de la edad basados en el coxal 
La superficie auricular 
La sínfisis púbica 
El acetábulo 
El uso del cálculo de probabilidades: 
la inferencia bayesiana 
2.5. La importancia de las colecciones esqueléticas 
3. Objetivos
4. Informe de los directores sobre el factor de impacto de las
publicaciones presentadas
5. Resultados
5.1. Variabilidad morfológica del acetábulo 
Capítulo 1. Análisis de la forma acetabular de los Primates en relación a su 
comportamiento locomotor mediante Morfometría Geométrica 
Informe de los directores sobre la contribución de la doctoranda
al artículo
Resumen en español
Artículo
1 
5 
7 
7 
8 
8 
18 
21 
24 
24 
26 
29 
29 
31 
33 
35 
36 
 
45 
49 
 
53 
55 
57 
59 
41
51
danielturbon
Typewritten Text
danielturbon
Typewritten Text
Capítulo 2. Análisis de la variabilidad de la forma del acetábulo humano 
 y su fosa mediante Morfometría Geométrica 
Informe de los directores sobre la contribución de la doctoranda
al artículo
Resumen en español
Artículo
5.2. Estimación de la edad adulta basada en el estudio del coxal 
Capítulo 3. Evaluación de los métodos de Suchey-Brooks (sínfisis púbica) y de 
Buckberry-Chamberlain (superficie auricular) en una muestra española 
documentada: implicaciones paleodemográficas 
Informe de los directores sobre la contribución de la doctoranda
al artículo
Resumen en español
Artículo
Capítulo 4. Nueva aproximación a la estimación de la edad de esqueletos 
adultos de ambos sexos basada en los caracteres morfológicos del 
acetábulo 
Informe de los directores sobre la contribución de la doctoranda
al artículo
Resumen en español
Artículo
6. Discusión global
7. Conclusiones
8. Bibliografía
9. Apéndices y material suplementario
73 
75 
77 
79 
12 
125 
127 
129 
131 
141 
143 
145 
147 
187 
 
 
237 
3
302
902
1. RESUMEN GLOBAL
Conocer en detalle la morfología del acetábulo de los primates en general, y de los 
humanos en particular, tiene implicaciones importantes tanto en Antropología como en 
Medicina Clínica y Forense. Con este objetivo, se ha analizado la morfología del acetábulo y de 
su fosa mediante Morfometría Geométrica. Esta metodología, que ha experimentado un 
notable avance en los últimos años, cuantifica y analiza las estructuras morfológicas mediante 
coordenadas cartesianas de puntos anatómicos homólogos (landmarks). El acetábulo, por 
pertenecer a la articulación coxofemoral que conecta el esqueleto axial con las extremidades 
inferiores, tiene implicaciones biomecánicas directas. Los resultados de la presente Tesis 
Doctoral, basados en el estudio de 303 primates actuales de 40 especies distintas, incluyendo 
humanos, han demostrado la relación significativa entre la locomoción de los primates y su 
morfología acetabular. Se abren así nuevas vías de investigación sobre las condiciones de vida 
de los primates fósiles y la evolución de los distintos tipos de locomoción. Siguiendo el mismo 
protocolo, se ha evaluado la morfología acetabular de 682 humanos documentados de la 
Península Ibérica, resultando que la morfología del acetábulo es distinta entre hombres y 
mujeres menores de 65 años y cambia de manera significativa a lo largo de la vida de los 
individuos de ambos sexos. Los varones tienen escotaduras y fosas acetabulares más pequeñas 
que las mujeres de la misma edad, así como un borde acetabular más extendido en dirección 
posterior. Siguiendo un patrón similar, el acetábulo sufre tres cambios principales con la edad: 
reducción de la escotadura acetabular, disminución de la fosa acetabular y modificación del 
borde acetabular, proyectándose éste último en dirección superior y posterior y reduciéndose 
en dirección inferior. Los tres cambios se deben a la proliferación de hueso a lo largo de todo 
el borde de la facies lunata. Por otro lado, el conocimiento en profundidad de los marcadores 
de edad del hueso coxal es importante para mejorar las técnicas existentes de estimación de la 
edad adulta y desarrollar nuevas metodologías. Los métodos utilizados hasta ahora, basados 
en la sínfisis púbica y la superficie auricular, han demostrado ser fiables pero poco precisos en 
nuestra muestra ibérica de 139 individuos, sobre todo en los adultos de edad más avanzada. 
Teniendo en cuenta tanto la fiabilidad como la precisión, el método de Buckberry-
Chamberlain, basado en la superficie auricular, proporciona mejores resultados globales que el 
método de Suchey-Brooks con la sínfisis púbica. Sin embargo, esta aparente mayor eficacia del 
primer método se debe fundamentalmente a la comparativamente mayor amplitud de los 
rangos de edad que utiliza, combinado con la baja proporción de individuos menores de 
60 años de lamuestra analizada, donde el método Suchey-Brooks parece ofrecer resultados 
más precisos. Por otra parte, los perfiles de mortalidad resultantes de ambas 
metodologías son sustancialmente diferentes, lo que puede inducir a distintas conclusiones 
dependiendo de la técnica elegida de diagnóstico de la edad. Con el objetivo de paliar 
3
Resumen global
danielturbon
Typewritten Text
 
algunas de las limitaciones de las metodologías anteriores, se ha revisado el método de 
Rissech et al. (2006) basado en los cambios morfológicos que experimenta el acetábulo 
con la edad y se ha ampliado su aplicabilidad a mujeres, estudiando las diferencias en 
el proceso de maduración del acetábulo entre ambos sexos. Así, esta nueva aproximación, 
evaluada en 611 individuos de la Península Ibérica, ha confirmado la utilidad de la 
combinación del acetábulo y del cálculo de probabilidades (estadística bayesiana) en la 
estimación de la edad de los individuos adultos de ambos sexos, resultando en una precisión 
superior a los métodos tradicionales basados en el coxal, incluso en los adultos de mayor 
edad. Asimismo, aunque ambos sexos siguen un patrón similar de maduración acetabular, 
se ha observado que la tasa de envejecimiento del acetábulo es diferente entre 
hombres y mujeres, lo que nos lleva a sugerir la aplicación del método a ambos sexos por 
separado. 
4
Resumen global
2. INTRODUCCIÓN GENERAL
In
tr
od
uc
ció
n
El coxal 
La pelvis está formada por dos huesos coxales, el sacro y el coxis (Figura 1). El coxal es 
un hueso aplanado en sentido transversal, de contorno cuadrilátero irregular, profundamente 
escotado y consecuentemente estrecho en su región media (Testut y Latarjet, 1975). Tiene dos 
caras, una externa y otra interna, cuatro bordes que se diferencian según su localización en 
superior, inferior, anterior y posterior, y cuatro ángulos: anterosuperior, posterosuperior, 
anteroinferior y posteroinferior. El coxal está formado en su origen por tres elementos óseos: 
el ilion, situado en la parte superior, el isquion, en la parte inferior y el pubis, orientado 
anteriormente (Figura 2). Alrededor de los 12 años en niñas y de los 14 años en niños (Scheuer 
y Black, 2000), los tres huesos se unen en la cavidad cotiloidea o acetábulo a través de un 
complejo proceso de osificación (Figura 3). 
El coxal ha despertado el interés de muchos investigadores y ha sido ampliamente 
estudiado por su estrecha relación con factores biomecánicos, obstétricos y evolutivos. 
Además, es uno de los elementos más informativos en Antropología Física por sus 
implicaciones en la identificación de individuos en contextos tanto arqueológicos como 
forenses. Debido a su participación directa en la reproducción, existe en el coxal un marcado 
dimorfismo sexual. A este respecto, en el año 1959, Genovés publicó una obra fundamental 
con una magnífica recopilación que abarca y discute todo lo relacionado con este tema 
publicado hasta ese año. Además, el acetábulo, la sínfisis púbica y la superficie auricular, las 
tres articulaciones del coxal (Figura 4), son fundamentales en los estudios antropológicos y 
especialmente útiles como marcadores de edad adulta. De las tres, la sínfisis púbica y la 
superficie auricular fueron los primeros marcadores de edad en estudiarse. Sin embargo, se 
sabe poco de su proceso de desarrollo y de los factores que influyen en éste. El acetábulo, 
debido a su reciente descripción como marcador de edad, es el menos estudiado y conocido 
biológicamente. 
La superficie auricular 
La superficie auricular o articulación sacroilíaca es la articulación situada en la zona 
medial del ilion que articula ambos coxales posteriormente con la columna vertebral a través 
del hueso sacro. Tanto fisiológica como morfológicamente tiene características de una 
anfiartrosis: escasa movilidad, caras articulares planas de configuración sencilla y cubiertas de 
7
Introducción general
In
tr
od
uc
ció
n
 
una capa de cartílago hialino, ligamentos periféricos menos desarrollados y una capa de 
fibrocartílago separando ambas superficies articulares denominada ligamento interóseo. Este 
ligamento interóseo presenta una cavidad que se encuentra en su parte central y que es una 
verdadera cavidad articular, lo que le confiere además propiedades de diartrosis. Estas 
características combinadas de anfiartrosis y diartrosis hacen que se la considere una 
articulación de tipo diartroanfiartrosis (Testut y Latarjet, 1975). Tiene una morfología en forma 
de “L”, con una parte superior relativamente corta y una parte inferior más larga y dirigida 
posteroinferiormente (Weisl, 1954). La parte superior articula con la superficie articular lateral 
de la primera vértebra sacra, mientras que la parte inferior está unida a la pequeña superficie 
articular lateral de la segunda y algunas veces la tercera vértebra sacra (Brooke, 1924; 
Schunke, 1938). A pesar de ser una articulación sinovial, tiene un limitado rango de 
movimientos en circunstancias normales debido a la acción de los ligamentos (Sashin, 1930). 
Sin embargo, como la sínfisis púbica, la articulación sacroilíaca puede aumentar su rango de 
movimientos habitual durante el parto como resultado de los niveles hormonales (Weisl, 
1955). 
La sínfisis púbica 
La sínfisis púbica es la articulación fibrocartilaginosa por la que se unen anteriormente 
en la línea media ambos coxales. En humanos, las sínfisis púbicas están cubiertas por cartílago 
hialino, separadas por fibrocartílago y unidas por fuertes ligamentos púbicos. Al igual que la 
superficie auricular, se trata de una articulación de tipo diartroanfiartrosis por las 
características que se han explicado anteriormente (Testut y Latarjet, 1975). Aunque el 
proceso de fusión de la sínfisis púbica es muy común en la mayoría de otros grupos de 
mamíferos (Todd, 1923), ésta no se fusiona ni en humanos ni en la mayoría de los grandes 
simios. Posiblemente, esta fusión está inhibida en humanos para garantizar cierta movilidad 
durante el parto y facilitar la expulsión del recién nacido. Las sínfisis púbicas presentan carillas 
articulares planas y elípticas que no son exactamente paralelas al plano medio, sino que se 
orientan de forma oblicua en dirección posteroinferior (Testut y Latarjet, 1975). 
El acetábulo 
El acetábulo, cotilo o cavidad cotiloidea se encuentra en la cara externa del coxal y 
forma, junto con la región proximal del fémur, la articulación coxofemoral, punto de unión 
8
Introducción general
entre los esqueletos axial y apendicular (Figura 1). Esta articulación se clasifica como una 
diartrosis de tipo enartrosis, pues las dos superficies articulares que intervienen son esféricas o 
casi esféricas (una cóncava y otra convexa), lo que le confiere una amplia libertad de 
movimientos en los tres planos: flexión, extensión, abducción, aducción, rotación medial, 
rotación lateral y circunducción. Durante el desarrollo fetal, el ilion y el isquion son los únicos 
huesos involucrados en la articulación coxofemoral, y es sólo más tarde, en el proceso de 
desarrollo, cuando el pubis entra a formar parte del acetábulo (Aiello y Dean, 1990). Los tres 
elementos que constituyen el coxal terminan fusionándose a través del cartílago trirradiado en 
“Y”, formando el acetábulo adulto, cuyo proceso de osificación es complejo. Éste, como ya 
hemos adelantado, no ocurre hasta los 12 años en mujeres y hasta los 14 años en varones 
(Scheuer y Black, 2000). El isquion contribuye mayoritariamente al acetábulo adulto, seguido 
del ilion y el pubis (Figuras 2 y 3). 
Fig. 1 Pelvis completa (ambos coxales, sacro y coxis). Sendas articulaciones coxofemorales 
conectan el esqueleto axial (columna vertebral) con los miembros inferiores del esqueleto 
apendicular (ambos fémures). 
9
Introducción general
In
tr
od
uc
ció
n
 
Fig. 2 Desarrollo del hueso coxal. La imagen muestra tres coxales izquierdos de individuosde 
distinta edad en vista lateral. 
[Imágenes de los subadultos modificadas a partir de White et al., 2011] 
Fig. 3 Partes de un coxal izquierdo adulto en vista lateral. 
10
Introducción general
Fig. 4 Coxal izquierdo adulto en distintas posiciones con la localización de sus tres 
articulaciones: la superficie auricular, la sínfisis púbica y el acetábulo. 
En humanos, el acetábulo está orientado inferior, lateral y anteriormente (Kapandji, 
1987) y presenta una forma de media esfera hueca donde se aloja y articula la cabeza femoral. 
El contorno acetabular está parcialmente rodeado de un borde circular denominado ceja 
cotiloidea o borde acetabular. Este borde no es uniforme y presenta una morfología asimétrica 
con una sucesión de tres relieves positivos (“picos”) y dos negativos (“valles”) (Vandenbussche 
et al., 2007, 2008; Köhnlein et al., 2009; Bonneau et al., 2012). Los dos relieves negativos se 
denominan escotadura iliopúbica y escotadura ilioisquiática, siendo los remanentes de las 
suturas de fusión del ilion y el pubis y el ilion y el isquion, respectivamente. La escotadura 
isquiopúbica, por su parte, es la más ancha y profunda, y suele denominarse escotadura 
acetabular. Por su parte, el borde acetabular está rodeado por el labrum o rodete cotiloideo 
(Figura 5), un cordón fibrocartilaginoso que aumenta la superficie de cobertura de la cabeza 
femoral y el ajuste entre ambas superficies. Además, funciona como amortiguador para que la 
cabeza femoral no choque directamente con el acetábulo. A nivel de la escotadura acetabular, 
el rodete cotiloideo acaba cerrándose mediante el ligamento transverso (Figura 5), dejando 
por debajo un pequeño foramen por donde pasa la rama acetabular de la arteria obturatriz 
para nutrir la cabeza femoral. 
La parte interna del acetábulo está compuesta por dos estructuras bien diferenciadas: 
una parte lisa y articular, la facies lunata, que rodea parcialmente otra estructura más o menos 
rugosa que interviene indirectamente en la articulación, la fosa acetabular (Figura 6). En 
primer lugar, la facies lunata, con una forma aproximada de media luna, tiene dos extremos 
11
Introducción general
In
tr
od
uc
ció
n
 
denominados ápice anterior y posterior de la facies lunata. Estos dos ápices están separados 
por la escotadura acetabular y unidos por el ligamento transverso. Por encima de este 
ligamento transverso y atravesando la escotadura isquiopúbica o acetabular pasa el ligamento 
redondo (ligamentum teres), que conecta la fovea capitis en la cabeza del fémur con la fosa 
acetabular (Figura 7). En el coxal, la inserción del ligamento redondo tiene lugar de la siguiente 
manera (Testut y Latarjet, 1975): las fibras medias acaban en el ligamento transverso del 
acetábulo; las fibras superiores se condensan en el fascículo púbico, que se fija en la 
extremidad anterior de la escotadura acetabular y las fibras inferiores forman el fascículo 
isquiático, que se fija en el borde posterior de la escotadura acetabular. De la parte interna de 
este ligamento nacen tractos conjuntivos que se dirigen hacia la fosa acetabular, donde 
terminan. Estos tractos, cubiertos por tejido sinovial articular, forman a veces un repliegue 
membranoso que sujeta el ligamento a la fosa acetabular. El ligamento redondo presenta una 
gran variabilidad entre individuos, ya que es muy fuerte en algunos especímenes y 
extremadamente débil en otros. A veces se reduce a un simple repliegue sinovial que contiene 
algunos tractos conjuntivos, y en ciertos casos, desaparece por completo (Testut y Latarjet, 
1975). Asimismo, existe cierta controversia a la hora de fijar una función para este ligamento, 
ya que algunos autores lo consideran afuncional o atrofiado mientras que para otros 
desempeña un papel de ligamento de detención, restringiendo los movimientos de flexión del 
fémur, sobre todo cuando van acompañados de abducción (Testut y Latarjet, 1975). Las 
últimas investigaciones a este respecto concluyen que el ligamento permite la entrada de 
vasos sanguíneos hasta la cabeza femoral para ayudar a su nutrición (Llusá et al., 2004). Por 
otro lado, la fosa acetabular, según las observaciones de Rissech et al. (2001), tiene una forma 
de trébol, más o menos reconocible, cuyos tres lóbulos recorren el borde externo de la fosa, el 
anterior, el superior y el posterior (Figura 6). Además, la fosa acetabular presenta un pequeño 
cojín celuloadiposo que se denomina pulvinar del acetábulo y que ayuda en la amortiguación 
de la articulación. 
La articulación coxofemoral está rodeada por la cápsula articular y por tres ligamentos 
periféricos principales que conectan el fémur con diferentes partes del coxal (Figuras 8 y 9). 
Además de reforzar la articulación y estabilizarla, evitan que se produzcan movimientos de 
excesiva amplitud que puedan dañar la articulación. 
Ligamento iliofemoral: comprende desde la espina ilíaca anteroinferior del hueso
coxal hasta la línea intertrocantérea anterior del fémur. Refuerza anteriormente la
articulación y limita la extensión de la cadera.
12
Introducción general
Ligamento isquiofemoral: se inserta en el isquion, por detrás del acetábulo, y termina
en el cuello del fémur así como en las proximidades del trocánter mayor. Refuerza
posteriormente la articulación y limita los movimientos de flexión y aducción de la
cadera.
Ligamento pubofemoral: se inserta en la rama superior del pubis y termina por debajo
del ligamento isquiofemoral. Refuerza inferiormente la articulación y limita la
abducción de la cadera.
En humanos, los ligamentos anteriores se disponen en forma de “Z” (Figura 8). El brazo 
superior de esta “Z” es el fascículo lateral o superior del ligamento iliofemoral, la zona media 
de la “Z” está constituida por el fascículo medial o inferior del ligamento iliofemoral y el brazo 
inferior de la “Z”, por el ligamento pubofemoral. El ligamento isquiofemoral es el único 
ligamento posterior de la articulación coxofemoral (Figura 9). 
Fig. 5 Articulación coxofemoral. Localización del rodete cotiloideo y del ligamento 
transverso. 1, pubis. 2, isquion. 3, espina ciática. 4, facies lunata. 4’, fosa acetabular. 5, 
rodete cotiloideo (labrum). 5’, ligamento transverso. 6, ligamento redondo. 7, cápsula 
articular cortada transversalmente. 
[Imagen izquierda: Llusá et al., 2004. Imagen derecha: Testut y Latarjet, 1975] 
13
Introducción general
In
tr
od
uc
ció
n
 
El interés por el estudio del acetábulo en Medicina Forense, Paleoantropología y 
Antropología Física ha aumentado en los últimos años debido fundamentalmente a los 
siguientes factores. En primer lugar, por pertenecer a la región central del coxal, es un 
elemento robusto y masivo altamente resistente a los procesos postdeposicionales y 
tafonómicos (Taylor y Dibennardo, 1984; Waldron, 1987; Rissech y Malgosa, 1997). 
Consiguientemente, su preservación es mayor que la de otras áreas del esqueleto y puede 
resultar muy útil en estudios antropológicos. En segundo lugar, el acetábulo presenta un claro 
dimorfismo sexual, por lo que es muy informativo para la determinación del sexo de los restos 
óseos (Genovés, 1959; Schultz, 1969; Taylor y Dibennardo, 1984; MacLaughlin y Bruce, 1986; 
Arsuaga, 1990; Rissech y Malgosa, 1997; Murphy, 2000; Yoldi et al., 2001; Albanese, 2003; 
Benazzi et al., 2008; Macaluso, 2011). En tercer lugar, la morfología del acetábulo cambia a lo 
largo de la vida de los individuos, convirtiéndose en un elemento muy útil en la estimación de 
la edad de los especímenes adultos (Rougé-Maillart et al., 2004; Rissech et al., 2006, 2007; 
Rougé-Maillart et al., 2007, 2009; Calce y Rogers, 2011; Mays, 2012; Calce, 2012; Mays, 2014). 
Es un método reciente de diagnóstico de la edad basado en el coxal, que se une a los ya 
existentes de la sínfisis púbica (Todd, 1920; Brooks, 1955; McKern y Stewart, 1957; Brooks y 
Suchey, 1990) y la superficie auricular (Lovejoy et al., 1985a;Buckberry y Chamberlain, 2002). 
Por último, el acetábulo forma parte de la articulación coxofemoral del coxal, albergando la 
Fig. 6 Anatomía detallada del acetábulo humano adulto. 
14
Introducción general
epífisis proximal del fémur y conectando el tronco con las extremidades inferiores. Es por eso 
que resulta fundamental en estudios biomecánicos de toda índole, con aplicaciones 
importantes en estudios evolutivos debido a la creciente disponibilidad de pelvis de primates 
fósiles (Simpson et al., 2008; Lovejoy et al., 2009; Berger et al., 2010; Bonmatí et al., 2010; Kibii 
et al., 2011; Hammond et al., 2013a; Morgan et al., 2015). 
Fig. 7 Articulación coxofemoral y localización del ligamento redondo. 
[Origen de las imágenes: Llusá et al., 2004] 
15
Introducción general
In
tr
od
uc
ció
n
Fig. 8 Ligamentos de la articulación coxofemoral (vista anterior). A, espina del pubis. B, 
isquion. C, espina ilíaca antero-posterior del ilion. D, trocánter mayor del fémur. E, 
trocánter menor del fémur. 1, cápsula articular. 2, ligamento iliofemoral. 2’, fascículo 
lateral (superior). 2’’, fascículo medial (inferior). 3, ligamento pubofemoral. 
[Imagen izquierda: Llusá et al., 2004. Imagen derecha: Testut y Latarjet, 1975] 
Fig. 9 Ligamentos de la articulación coxofemoral (vista posterior). A, rama superior del 
pubis. B, tuberosidad isquiática. C, ilion. D, espina ciática. E, trocánter mayor del 
fémur. 1, cápsula articular. 2, ligamento isquiofemoral. 
[Imagen izquierda: Llusá et al., 2004. Imagen derecha: Testut y Latarjet, 1975] 
16
Introducción general
Por su íntima relación con la locomoción, el acetábulo es un elemento muy estudiado 
en Biomecánica, Traumatología y Ortopedia. De hecho, mucho de lo que se sabe de su 
morfología más detallada se debe a estudios con finalidad médica (Teinturier 1970; Bombelli, 
1976; Pauwels, 1976; Teinturier et al., 1984; Avisse et al., 1997; Krebs et al., 1998; Ipavec et al., 
1999; Thompson et al., 2000; Gupta et al., 2001; Leunig et al., 2003; Zilber et al., 2004; Govsa 
et al., 2005; Tallroth y Lepistö, 2006; Ganz et al., 2008; Vandenbussche et al., 2008; Köhnlein et 
al., 2009; Krebs et al., 2009; Nakahara et al., 2011; Bonneau et al., 2012; Zeng et al., 2012, 
entre otros), con algunas excepciones en investigaciones específicas en humanos (Rissech et 
al., 2001; Mafart, 2005; Bonneau et al., 2012; Hammond et al., 2013b) o primates (Schultz, 
1969; MacLatchy y Bossert, 1996; Canillas et al., 2011; Lewton, 2015). A pesar de la extensa 
bibliografía, la mayoría de trabajos se han realizado solamente bajo el punto de vista métrico y 
estructural, normalmente bajo pequeñas aportaciones dentro de estudios más generales sobre 
el coxal. En este sentido, una de las cosas que ha sido objeto de un mayor número de 
investigaciones en Antropometría ha sido la búsqueda y definición de un punto fijo dentro del 
acetábulo a partir del cual definir diámetros radiales u otras medidas: el llamado punto 
acetabular. Este punto es fácilmente identificable en individuos subadultos, como el punto 
central del cartílago en “Y” que separa los tres elementos del coxal. Sin embargo, cuando éstos 
se fusionan en el adulto, este punto es difícil de localizar y se han realizado algunas 
investigaciones al respecto (Frassetto, 1917; Schultz, 1930; Genovés, 1959; Gaillard, 1961). 
Más recientemente, Rissech y colaboradores definieron el punto acetabular anatómico a partir 
del estudio ontogenético del acetábulo (Rissech et al., 2001). Estos autores definen el punto 
acetabular como el punto que se encuentra en la intersección de los lóbulos anterior y 
superior del trébol que forma la fosa acetabular, es decir, en el ángulo anterior del lóbulo 
superior de la fosa. 
A pesar de la importancia del punto acetabular en Antropología Física como punto de 
referencia en las medidas antropológicas del coxal en individuos subadultos y adultos, los 
estudios acerca de la variabilidad morfológica de la fosa acetabular y la superficie articular del 
acetábulo y su relación con factores como sexo y edad son escasos. Incluso los textos clásicos 
de anatomía describen el acetábulo como una estructura articular, en forma de herradura, que 
rodea parcialmente una superficie no articular denominada fosa acetabular (Thane, 1890; 
Frazer, 1920; Rouviere, 1972; Testut y Latarjet, 1975; Romanes, 1987; Williams, 1995). Por lo 
tanto, disponer de información detallada de la morfología acetabular de los primates puede 
resultar fundamental para conocer y entender la variabilidad intra e interespecífica de este 
17
Introducción general
In
tr
od
uc
ció
n
 
Orden, y la variabilidad intra e interpoblacional en los humanos específicamente, a distintos 
niveles: 
Desde el punto de vista médico, el conocimiento detallado de la morfología acetabular
humana puede ayudar a desarrollar prótesis de cadera más realistas que minimicen
daños posteriores a la intervención. Por ejemplo, muchos pacientes desarrollan un
pinzamiento del iliopsoas debido a la constante fricción entre el borde de la prótesis y
este tendón (Trousdale et al., 1995; Eddine et al., 2001; Jasani et al., 2002) o sufren
una luxación de la prótesis que podrían evitarse parcialmente con diseños protésicos
específicos para lados, sexos y grupos de edad (Lewinnek et al., 1978; Morrey, 1997).
Desde el punto de vista antropológico, conocer en profundidad la morfología del
acetábulo y cómo cambia ésta a lo largo de la vida de hombres y mujeres en las
diferentes poblaciones puede ayudar a desarrollar y mejorar los métodos actuales de
estimación de la edad en adultos. Este punto es esencial tanto para entender mejor las
condiciones de vida de las poblaciones  del  pasado como para la resolución de  casos
forenses.
Desde el punto de vista funcional y evolutivo, el acetábulo es un componente
fundamental en los estudios biomecánicos de Anatomía Comparada en Primates.
Aportar información sobre la morfología acetabular y relacionarla con la locomoción
podría abrir nuevas alternativas en el conocimiento de los modos de vida y
comportamientos locomotores de nuestros antepasados a través de sus restos fósiles.
Implicaciones del acetábulo en Biomecánica 
La morfología general de los huesos y la de sus distintos elementos reflejan 
considerablemente las fuerzas de los músculos y los ligamentos que actúan durante la 
locomoción. La forma del coxal de los primates es un ejemplo muy claro de sus requerimientos 
locomotores. En consecuencia, la articulación coxofemoral es un punto crítico de las palancas 
que actúan en la locomoción. Lo es aún más en la bipedia humana, por el uso exclusivo de las 
piernas para el desplazamiento y la adicional interacción de dos tipos de fuerzas selectivas, 
locomotoras y obstétricas, debido a la compleja combinación entre el bipedismo y la 
encefalización humanas en el contexto de los Primates. Durante la marcha bípeda en los 
18
Introducción general
 
humanos, el acetábulo es el encargado de transmitir el peso del cuerpo y las fuerzas de acción 
y reacción a través de la pelvis hasta la cabeza y cuello femorales (Aiello y Dean, 1990). 
Los primates tienen una diversidad locomotora mayor que cualquier otro orden de 
mamíferos (Napier y Napier, 1985; Fleagle, 2013). Este hecho se debe fundamentalmente a su 
adaptación tanto a medios terrestres como arbóreos (MacLatchy y Bossert, 1996). Según 
Fleagle (2013), los primates pueden ser clasificados en cinco categorías locomotoras 
principales: saltadores, cuadrúpedos arbóreos, cuadrúpedos terrestres, suspensores y bípedos 
(Figura 10). Sin embargo, esta clasificación general no se ajusta a la diversidad real de 
movimientos que existe en este Orden (Hunt et al., 1996; Fleagle, 2013). Algunas especies 
saltan desde posiciones verticales mientras que otras lo hacen desde soportes horizontales; 
algunos cuadrúpedos compaginan el sustrato arbóreo con el terrestre y dentro del 
comportamientosuspensor, se encuentran diversos movimientos específicos como trepar o 
desplazarse a través de braquiación (balanceo utilizando ambos brazos). Debido a esta alta 
diversidad de combinaciones, las clasificaciones que suelen utilizarse tienen en cuenta el tipo 
de locomoción utilizada más frecuentemente. 
La comparación de estructuras anatómicas entre las diferentes especies de primates es 
fundamental para entender la alta diversidad biológica que muestra este Orden de mamíferos. 
En este sentido, los estudios de morfología funcional son fundamentales para llegar a entender 
los procesos evolutivos que pudieron acontecer en este grupo. En particular, los de 
locomoción y comportamiento postural de los primates actuales han ayudado a la 
comprensión entre forma y función del sistema musculo esquelético y a cómo tales estructuras 
pueden proporcionar beneficios en su hábitat natural (Fleagle y Mittermeier, 1980; Steudel, 
1982; Gebo y Chapman, 1995; Isbell et al., 1998; Larson et al., 2001; Anapol et al., 2005; 
Garber, 2007; Wright, 2007). La distribución espacial de las superficies articulares es muy 
informativa ya que delimita el contacto entre las dos partes que se unen a través de la 
articulación limitando los movimientos que pueden realizarse (MacLatchy y Bossert, 1996). 
Además, el tamaño y forma de las superficies articulares suele utilizarse para estimar el peso 
corporal y su influencia en el comportamiento locomotor de las especies fósiles (Jungers, 
1988). Los estudios comparativos que se han realizado relacionando el comportamiento 
locomotor y la morfología postcraneal de primates han mostrado que pequeñas diferencias en 
el comportamiento posicional están asociadas con cambios considerables en la variación del 
esqueleto (Washburn, 1944; Rodman, 1979; Ward y Sussman, 1979; Glassman, 1983; Gebo y 
19
Introducción general
In
tr
od
uc
ció
n
 
Sargis, 1994). Sin embargo, la interpretación del significado de estas diferencias estructurales 
es complicada y difícil de aclarar, incluso en humanos (Rafferty, 1998). 
 
Fig. 10 Principales tipos de locomoción en Primates. 
[Origen de las imágenes: Fleagle, 2013] 
 
 
La morfología de la superficie articular del acetábulo, la facies lunata, tiene al menos 
dos implicaciones funcionales fundamentales. La primera está relacionada con la cantidad de 
cobertura que el acetábulo proporciona a la cabeza del fémur. Una articulación coxofemoral 
profunda restringirá más los movimientos que pueden realizarse a este nivel que una 
articulación más superficial, la cual permitirá un mayor abanico de posiciones a la cabeza del 
fémur (Elftman, 1929; Jenkins y Camazine, 1977; Ruff, 1988; Ward, 1991). Sin embargo, la 
profundidad del acetábulo no parece variar significativamente en primates con diferentes 
comportamientos locomotores (Schultz, 1969). La segunda es que la morfología de la facies 
lunata podría reflejar la distribución de cargas en la articulación, que se extenderá en aquellas 
20
Introducción general
 
zonas en las que las cargas o el peso sean mayores o más frecuentes (Ward, 1991). Es 
razonable pensar que la morfología de las articulaciones está relacionada con la localización y 
tamaño de las áreas de carga, además de con la distribución del estrés intrarticular (Tillmann, 
1978; Mockenhaupt, 1990). De hecho, ligeras variaciones en la geometría de las superficies 
auriculares tienen un gran efecto en la distribución de cargas en las articulaciones (Eckstein et 
al., 1994). 
La Morfometría Geométrica 
Muchas de las investigaciones que se realizan en Biología y Medicina, y 
específicamente en Zoología, Antropología y Anatomía, están relacionadas con la forma de los 
organismos o de alguna de sus partes. Los zoólogos, antropólogos y anatomistas han utilizado 
la morfología para clasificar y comparar a los organismos entre sí a lo largo de toda la historia. 
De hecho, la taxonomía de las especies se basa principalmente en propiedades anatómicas de 
los individuos. La forma define las propiedades geométricas de un objeto que se mantienen 
invariables durante los cambios de posición, orientación y escala (Slice, 2005) y la Morfometría 
estudia la variación de la forma y cómo covaría ésta con otras variables (Bookstein, 1991; 
Dryden y Mardia, 1998). Tradicionalmente, estos estudios se han llevado a cabo aplicando 
estadística multivariante a conjuntos de medidas clásicas como ángulos o distancias. Sin 
embargo, las medidas tradicionales no son capaces de capturar con precisión toda la riqueza 
morfológica de los organismos, y además, existen otras complicaciones (Adams et al., 2004). 
En primer lugar, estas distancias están normalmente altamente correlacionadas con el tamaño 
(Bookstein et al,. 1985), por lo que se han desarrollado muchos métodos para corregir su 
efecto con diferentes resultados y poco consenso respecto a cual debería ser utilizado. En 
segundo lugar, la homología de las distancias lineales es difícil de evaluar debido a que, 
normalmente, no están definidas entre puntos homólogos. Tercero, el mismo conjunto de 
distancias puede ser obtenido de varios organismos con formas muy diferentes. Por último, no 
es posible generar representaciones gráficas de la forma de los organismos en base a estas 
medidas tradicionales. 
Con el objetivo de resolver las mencionadas limitaciones de la metodología tradicional, 
a partir de 1980 comenzaron a surgir nuevos métodos matemáticos para cuantificar la forma 
de los organismos en base a coordenadas cartesianas de puntos anatómicos homólogos 
(landmarks) como base fundamental de lo que sería la Morfometría Geométrica (Bookstein, 
21
Introducción general
In
tr
od
uc
ció
n
In
tr
od
uc
ció
n
 
1986; 1989; Rohlf y Slice, 1990; Bookstein, 1991; Rohlf y Markus, 1993; Dryden y Mardia, 
1998). La Morfometría Geométrica se basa principalmente en el análisis multivariante de esas 
coordenadas cartesianas de los landmarks o puntos anatómicos, los cuales retienen la 
información geométrica a lo largo de todo el análisis (Slice, 2005). Este campo se ha convertido 
en una herramienta fundamental de análisis morfológico digital para el estudio de estructuras 
con una resolución analítica sin precedentes, que permite comparar la forma de los 
organismos de una manera eficiente y comprensible. Además, ofrece resultados estadísticos 
robustos al estudiar la variación de la forma dentro y entre las poblaciones o especies (Lawing 
y Polly, 2010; Adams et al., 2013). Por ello, la Morfometría Geométrica se ha convertido en 
una de las herramientas más utilizadas por los antropólogos en los últimos años (Mitteroecker 
et al., 2005; Bastir et al., 2006; Martinón-Torres et al., 2006; Pérez et al., 2006; Kimmerle et al., 
2008b; Oettlé et al., 2009; Bytheway y Ross, 2010; Neubauer et al., 2010; Coquerelle et al., 
2011; Harvati y Hublin, 2012; Lycett y von Cramon-Taubadel, 2013; Arias-Martorell et al., 2015; 
Small et al., 2015; entre otros). 
El método más utilizado en Morfometría Geométrica es el análisis generalizado de 
Procrustes (Generalized Procrustes Analysis: GPA) que analiza las coordenadas de forma 
trasladando y rotando cada espécimen, minimizando la suma de las distancias al cuadrado 
entre los landmarks correspondientes de cada espécimen y la forma consenso media (Rohlf y 
Slice, 1990; Dryden y Mardia, 1998). Todos los especímenes se escalan, además, con la misma 
unidad de tamaño del centroide (“centroid size”), que es la raíz cuadrada de la suma de los 
cuadrados de las distancias entre cada landmark y el centroide de la configuración de 
landmarks (Bookstein, 1991). El tamaño del centroide puede utilizarse en análisis posteriores 
como medida de tamaño, ya que aunque se haya extraído el tamaño para realizar el análisis 
exclusivo de la forma, no desaparece el efecto alométrico del tamaño sobre la forma. Por lo 
tanto, el GPA se usa para alinear los especímenes, es decir, para retirarla información que no 
es de forma y que está incluida en las coordenadas de los landmarks (posición, escala y 
orientación). Así, este proceso (Figura 11) permite situar los especímenes en un sistema de 
coordenadas común en el que las diferencias entre las coordenadas de los landmarks reflejan 
las diferencias en la forma estudiada. Después del GPA, las coordenadas de forma se proyectan 
ortogonalmente en el espacio tangente para obtener variables de forma en un espacio lineal 
(residuos de Procrustes: Rohlf, 1999; Slice, 2001). Las mallas de deformación (“thin plate 
spline”) son una herramienta muy útil ya que permiten la visualización de los cambios de 
forma entre dos configuraciones de landmarks, como por ejemplo, dos medias de dos especies 
diferentes o de dos sexos dentro de la misma especie. 
22
Introducción general
 
 
Fig. 11 Representación de las diferentes fases de la superimposición de Procrustes en dos 
conjuntos de landmarks. 
[Imagen modificada de Mitteroecker y Gunz, 2009] 
 
 
Existen diferentes tipos de landmarks o puntos anatómicos. Los landmarks tipo I 
(Bookstein, 1991) o anatómicos (Dryden y Mardia, 1998), son puntos cuya homología de un 
individuo a otro se encuentra respaldada por una sólida evidencia o por significado biológico, 
como por ejemplo, yuxtaposición de tejidos, suturas craneales, inserción de una aleta, etc. 
Los landmarks tipo II (Bookstein, 1991) o matemáticos (Dryden y Mardia, 1998), son puntos 
cuya homología de un individuo a otro se fundamenta únicamente en la geometría. Tales 
puntos se localizan en lugares de máxima curvatura o en puntos extremos en la morfología. 
Por último, los landmarks tipo III (Bookstein, 1991) o pseudo-landmarks (Dryden y Mardia, 
1998), son puntos localizados en cualquier lugar del contorno del objeto o entre 
dos landmark anatómicos o matemáticos, por ejemplo cada uno de los extremos de un 
diámetro mayor o el fondo de una concavidad. Sin embargo, algunas formas curvas pueden 
proporcionar información biológica importante y carecer de landmarks, por lo que deben 
analizarse de manera distinta. Para poder analizar y cuantificar la forma de curvas y contornos 
se describieron los landmarks “deficientes”, “degenerados” o “sliding semilandmarks” 
(Bookstein 1997, Bookstein et al., 1999; Adams et al., 2013). Mientras los landmarks “reales” 
contienen información en todas las direcciones del sistema de coordenadas, los sliding 
semilandmarks no son informativos respecto a la localización exacta a lo largo de la curva por 
la cual se “deslizan” (“slide” en inglés), sino solo en su componente ortogonal, y por lo tanto 
tienen menos grados de libertad (Bookstein, 1996; Zelditch et al., 2004). Los sliding 
semilandmarks se digitalizan normalmente de manera aproximadamente equidistante a lo 
largo de curvas o contornos que comienzan y terminan con landmarks de tipo I o II. La posición 
final de estos sliding semilandmarks a lo largo de la curva es determinada por el método que 
se utilice para deslizarlos a través de ella. Los dos enfoques más utilizados son: minimizando la 
23
Introducción general
In
tr
od
uc
ció
n
 
energía de flexión o “bending energy” (Bookstein, 1997; Bookstein et al., 1999) o minimizando 
la distancia de Procrustes a la forma consenso media (Gunz et al., 2005; Martinón-Torres et al., 
2006). Cuando la variación morfológica analizada en el estudio es grande, como en análisis 
ontogenéticos o interespecíficos, las diferencias entre ambas metodologías parecen ser casi 
insignificantes (Perez et al., 2006). Sin embargo, cuando las diferencias de forma analizadas 
son pequeñas, el criterio de minimizar la distancia Procrustes parece ser más acertado, porque 
elimina toda la variación tangencial a lo largo de la curva o contorno (Perez et al., 2006). 
La estimación de la edad adulta en restos esqueléticos 
Conocer la edad de los restos esqueléticos es uno de los objetivos fundamentales en la 
identificación de restos humanos tanto en casos arqueológicos como forenses. Los 
arqueólogos necesitan estimar la edad de los restos esqueléticos en su intento de reconstruir 
las condiciones de vida, respecto a las condiciones ambientales, de las poblaciones del pasado. 
En el caso de antropólogos físicos y médicos forenses, averiguar la edad es esencial para 
completar el perfil biológico y en la identificación positiva en casos forenses individuales o 
colectivos (grandes catástrofes como accidentes aéreos, incendios, desastres naturales o casos 
de recuperación de la memoria histórica o derechos humanos). Existen muchos métodos para 
diagnosticar la edad a partir de restos óseos, pero ninguno de ellos carece de problemas de 
aplicación. 
Limitaciones metodológicas 
El análisis de la edad de la muerte de un individuo adulto es uno de los pasos más 
complejos de cualquier análisis osteológico. Tanto los estudios de las poblaciones pretéritas 
como los casos forenses actuales dependen básicamente de la precisión y fiabilidad de los 
métodos existentes para estimar la edad de los individuos. Así, los errores cometidos en este 
paso previo afectan consecuentemente a las interpretaciones tanto biológicas como culturales 
que se hacen posteriormente. Mientras que el diagnóstico de la edad de los individuos 
subadultos está bastante bien resuelto, los métodos de diagnóstico en adultos son menos 
eficaces. Esta diferencia se debe principalmente a que los cambios que tienen lugar en los 
subadultos son más predecibles porque están basados en procesos de crecimiento, más 
controlados genéticamente. Sin embargo, una vez cesa el crecimiento, la maduración 
24
Introducción general
 
esquelética tiene lugar de una manera más variable, debido a que los cambios que ocurren 
están más influidos por factores ambientales (Maples, 1989; Cox, 2000). Esta variabilidad se 
incrementa con la edad, dando lugar a una creciente baja correlación entre la edad esquelética 
y la cronológica (Bocquet-Appel y Masset, 1982) y observándose grandes diferencias en la 
apariencia de los indicadores de edad entre individuos de la misma edad (“Efecto Trayectoria”: 
Nawrocki, 2010). 
De este modo, la piedra angular del problema es que la alta variación inherente a los 
procesos biológicos ocurridos en los marcadores de edad adulta continúa siendo la fuente de 
error fundamental de los métodos utilizados. De hecho, como se ha comentado 
anteriormente, la variabilidad es una característica intrínseca del envejecimiento. Aunque los 
cambios fisiológicos debidos a la edad sigan un proceso universal y progresivo, vienen 
determinados por un complejo conjunto de factores genéticos, culturales y ambientales. Éstos 
determinan que la forma y la gradación del proceso muestren una gran variación intragrupal e 
interpoblacional. Son muchos los estudios que confirman que los indicadores relacionados con 
la edad difieren entre poblaciones de diferentes áreas geográficas (Saunders et al., 1992; 
Schmitt et al., 2002; Schmitt, 2004; Falys et al., 2006; Rissech et al., 2007; Hens et al., 2008; 
Calce y Rogers, 2011; Mays, 2012; Rissech et al., 2012, entre otros), demostrando que un único 
estándar de senescencia para las poblaciones de orígenes diferentes no es apropiado. Por ello, 
los modelos poblacionales son absolutamente necesarios. De hecho, varios autores han 
propuesto la utilización de estándares poblacionales específicos (Schmitt et al., 2002; Schmitt, 
2004; Rissech et al., 2007; Hens et al., 2008; Rissech et al., 2012). Debido a esta alta 
variabilidad, los cambios fisiológicos debidos a la edad durante el envejecimiento, en los que 
se basan la mayoría de los métodos de diagnóstico de la edad en adultos, son secuenciales 
pero no siguen una trayectoria lineal, por lo que se ha propuesto la utilización de métodos 
probabilísticos alternativos a las fases tradicionales. En este sentido, se ha postulado que la 
combinación de métodos probabilísticos (inferenciabayesiana) (Lucy et al., 1996; Schmitt y 
Broqua, 2000; Gowland y Chamberlain, 2002; Schmitt et al., 2002; Schmitt, 2004; Rissech et al., 
2006; 2007; Martins et al., 2012) con análisis de transición (Boldsen et al., 2002; Hoppa y 
Vaupel, 2002; Godde y Hens, 2012) podría ser una herramienta adecuada para estimar la edad 
en los esqueletos adultos. Otros autores han sugerido que la aplicación de métodos 
multifactoriales que combinen varios marcadores de edad obtendría resultados más precisos y 
se podría controlar mejor la variación que presenta un solo método (Lovejoy et al., 1985b; 
Bedford et al., 1993; Meindl y Russel, 1998; Aykroyd et al., 1999; Baccino et al., 1999). Sin 
embargo, también se ha descrito que la combinación de marcadores de la edad no mejora 
25
Introducción general
In
tr
od
uc
ció
n
 
significativamente la precisión en las estimaciones (Saunders et al., 1992; Schmitt et al., 2002; 
Martrille et al., 2007). 
Por otro lado, el diagnóstico de la edad depende en parte de los elementos 
esqueléticos disponibles para el análisis. Los diferentes huesos tienen distintas resistencias a 
los procesos tafonómicos lo que determina la preservación diferencial de los restos (Waldron, 
1987; Walker et al., 1988; Stojanowski et al.,2002; Bello et al., 2006). Este es un factor 
seriamente limitante que debe ser tenido en cuenta por el investigador. No puede ignorarse 
que el error del observador y la subjetividad de los métodos también reducen la fiabilidad de 
los mismos. 
Implicaciones en Paleodemografía 
Al abordar el estudio de cualquier población arqueológica, uno de los primeros 
objetivos que se plantean es el de llegar a conocer cuál era la estructura demográfica de esa 
población, es decir, cuál era su distribución por grupos de edad y sexos, su esperanza de vida, 
la incidencia de la mortalidad infantil, la mortalidad por sexos, etc. El estudio de todas estas 
características, sobre la base de información obtenida de fuentes arqueológicas, es lo que 
constituye la Paleodemografía (Angel, 1969). De este modo, los bioarqueólogos y 
paleodemógrafos necesitan conocer la edad de los restos óseos para reproducir sus tablas de 
vida (Howell, 1982; Meindl y Lovejoy, 1989) e intentar aproximarse a la salud y las condiciones 
de vida antiguas a través de los perfiles de mortalidad o la incidencia de algunas patologías, 
traumas u otros marcadores óseos entre los distintos grupos de edad (Isçan ,1989; Jurmain, 
1999; Mays, 2012). 
A finales de los años 60 y los años 70, los estudios paleodemográficos se basaban en el 
modelo de tablas de vida propuesto por Coale y Demeny (1966) sobre poblaciones 
arqueológicas (Kobayashi, 1967; Bennet, 1973; Ubelaker, 1974; Buikstra, 1976; Blakely, 1977; 
Lovejoy et al., 1977; Owsley y Bass, 1979). Las mayores críticas a la Paleodemografía llegaron a 
partir de los años 80 (Bocquet-Appel y Masset, 1982) debido a que la metodología utilizada 
asumía algunos supuestos que la hacían difícilmente viable. El primero de ellos era la 
estabilidad poblacional, es decir, se asumía que las tasas de nacimientos y muertes 
permanecían estables en el tiempo y que por lo tanto, el tamaño de la población no cambiaba. 
Aunque se han desarrollado algunos métodos para tener en cuenta el crecimiento y declive de 
la población (Bennett, 1973; Weiss, 1973; Moore et al., 1975; Frankenberg y Konigsberg, 
26
Introducción general
 
2006), todos tienen limitaciones. Agravando este problema, existe una probabilidad de muerte 
diferencial entre los distintos grupos de edad y sexo. En segundo lugar, los estudios 
paleodemográficos se basaban en la asunción de que la distribución de edades y sexos de las 
muestras esqueléticas reflejaba la constitución de la población original. Sin embargo, es poco 
probable que un solo cementerio represente a todos los miembros de una comunidad ya que, 
por ejemplo, en muchas sociedades prehistóricas, los recién nacidos y los niños no eran 
enterrados con el resto de la población (Pinhasi y Bourbou, 2008; Schwartz et al., 2012) o, a 
veces, los cementerios eran usados únicamente en un periodo de tiempo, abandonados o 
reutilizados de nuevo, o solo empleados por ciertas clases de individuos o grupos familiares. 
Además, y como ya hemos adelantado, existen diferencias en el estado de preservación de los 
restos óseos que podrían inducir a errores en los análisis paleodemográficos posteriores 
(Waldron, 1987; Walker et al., 1988; Bello et al., 2006). Debido a esta inherente preservación 
diferencial de los restos, la escasa representación de los niños y de los adultos más mayores 
pone en duda la representatividad de la muestra (Paine y Harpending, 1998). Este problema 
podría resolverse parcialmente con protocolos de excavación más exhaustivos, como el 
cribado cuidadoso del terreno. En tercer lugar, las tablas de vida asumían que las edades de 
muerte estimadas en base a los restos esqueléticos eran precisas. Éste es el punto de partida 
principal de las duras críticas que recibió la Paleodemografía en los años 80 (Bocquet-Appel y 
Masset, 1982). Dichos autores señalaron que existía una inexactitud inherente en todas las 
técnicas de diagnóstico de la edad a causa de la baja correlación entre la edad 
biológica/esquelética y la cronológica y argumentaron que los perfiles de edad de muerte 
obtenidos a partir de muestras esqueléticas prehistóricas eran artefactos de las distribuciones 
de edad de la muestra de referencia empleada para estimar la edad cronológica de los restos 
(mimetismo). Konigsberg y Frankenberg (1992) demostraron que la distribución estimada de 
las edades no es completamente igual que la de la población de referencia ni completamente 
independiente de ella. Tras mucha controversia y que algunos autores demostraran que esto 
no era cierto para ciertas poblaciones (Van Gerven y Armelagos, 1983), estudios posteriores 
señalaron el gran efecto que tiene la población de referencia sobre las estimaciones de edad y 
el perfil demográfico (Konigsberg y Frankenberg, 1992; Milner et al., 2008; Jackes, 2011) y hoy 
en día existe un consenso al respecto (Hoppa y Vaupel, 2002). Por último, los análisis 
demográficos sobre las poblaciones del pasado aceptaban el uniformismo biológico (Howell, 
1976). De este modo, las técnicas para evaluar la edad de los restos óseos asumían que 
patrones de cambios progresivos que suceden con la edad observados en poblaciones de 
referencia modernas no eran significativamente diferentes de los patrones observados en 
poblaciones del pasado. Sin embargo, la variabilidad existente entre poblaciones en los 
27
Introducción general
In
tr
od
uc
ció
n
 
caracteres morfológicos que se analizan para estimar la edad de los individuos (Schmitt et al., 
2002; Schmitt, 2004; Rissech et al., 2007; Hens et al., 2008; Mays, 2012; Rissech et al., 2012) 
podría impedir el uso de estos criterios en las muestras esqueléticas que difieran 
significativamente en el espacio y en el tiempo de la muestra de referencia. 
Aunque parezca contradictorio, la fertilidad influye más que la mortalidad en la 
distribución de las edades de muerte en las series esqueléticas (Coale, 1972; Sattenspiel y 
Harpending, 1983). Cuanto más baja es la edad de muerte media de la serie esquelética, mayor 
será la tasa de nacimientos (Acsádi y Nemeskéri, 1970; Johansson y Horowitz, 1986; Wood et 
al., 1992). Por lo tanto, la distribución de las edades de muerte es extremadamente sensible a 
los cambios de la fertilidad pero no a los cambios en la mortalidad. Paine y Harpending (1998) 
observaron que una deficiencia en los adultos mayores de 45 años servía para elevar las 
estimaciones de las tasas brutas de natalidad en un 10-20% mientras que la baja 
representación de los niños hacía decrecer la fertilidad y la tasa bruta de natalidad en un 20-
25%. Paradójicamente, los parámetros tales como la esperanza de vida o la media de la edad 
de muerteson frecuentemente más eficaces en relación a las medidas de fertilidad que a las 
de mortalidad (Wood et al., 1992). 
Los debates respecto a la Paleodemografía han continuado desde entonces (Bocquet-
Appel y Masset, 1985; Buikstra y Konigsberg, 1985; Piontek y Weber, 1990; Konigsberg y 
Frankenberg, 1994; Bocquet-Appel y Masset, 1996; Konigsberg y Frankenberg, 2002; entre 
otros). Esencialmente, este campo necesita ser entendido como una aproximación a la 
estructura poblacional más que como una ciencia exacta. Las series arqueológicas siempre 
representan una porción distorsionada de una población por lo que las inferencias históricas 
que se hacen a partir de ella tienen que tener en consideración los diversos factores que 
pueden estar influyendo. Por lo tanto, además de las limitaciones previamente descritas, es 
fundamental tener en cuenta el contexto ambiental, social, cultural y económico en el análisis 
de poblaciones históricas antes de sacar conclusiones sobre su dinámica poblacional (Larsen, 
2015). A pesar de las críticas desde dentro y fuera de la comunidad antropológica, la 
Paleodemografía se ha mantenido y actualizado pasando del cálculo de las tablas de vida y la 
metodología tradicional al uso de modelos de riesgo, el cálculo de probabilidades basado en el 
teorema de Bayes y estimadores de máxima verosimilitud que evalúan los posibles efectos del 
cambio demográfico en la composición de los perfiles de muerte arqueológicos (Hoppa y 
Vaupel, 2002; Bocquet-Apple, 2008; Caussinus y Courgeau, 2010). Además, los nuevos 
métodos emergentes abogan por el uso de análisis transicionales basados en conjuntos de 
28
Introducción general
 
características esqueléticas que ocurren progresivamente con la edad (Boldsen et al., 2002; 
Weise et al., 2009; Godde y Hens, 2012; Milner y Boldsen, 2012a, 2012b, 2012c). Esta nueva 
aproximación parece extender el límite de las estimaciones de edad más precisas de los 40 
años hasta más de 60 años, proporcionando reconstrucciones paleodemográficas más precisas 
y realistas (Milner y Boldsen, 2012c). 
Los métodos de estimación de la edad basados en el coxal 
Como hemos adelantado al principio de la introducción, el coxal es uno de los huesos 
más utilizados para realizar el diagnóstico de la edad debido a que aúna, en un solo hueso, tres 
regiones utilizadas como marcadores de edad: las tres articulaciones. 
La superficie auricular 
Los cambios en la morfología de la superficie auricular relacionados con la edad han 
sido tema de investigaciones en Antropología Física y Medicina desde el siglo XIX (Meckel, 
1816; Sashin, 1930). Sin embargo, no fue hasta 1985 cuando Lovejoy, basándose en estos 
datos previos, desarrolló los primeros estándares para estimar la edad en base a los cambios 
morfológicos en la superficie auricular (Lovejoy et al., 1985a). Lovejoy estudió 250 individuos 
de origen arqueológico (Libben), 500 individuos de la colección Hamann-Todd y 14 casos 
forenses de la oficina forense del Condado de Cuyahoga. Finalmente identificó ocho fases 
cronológicas consecutivas con rangos de edad de 5 años de diferencia, basadas en diferentes 
estados morfológicos de cuatro características principales: granulosidad y densidad del hueso, 
existencia de micro y macroporosidad, presencia de ondulación transversal y estrías y grado de 
actividad en el ápice y en el área retroauricular. Así, describió que la superficie auricular de los 
individuos jóvenes tiene una textura de granulosidad fina, muy parecida al hueso subcondral 
de una epífisis sin fusionar, normalmente acompañada de un patrón regular de ondulación 
transversal. Con los años, la granulosidad se vuelve más gruesa, la ondulación se va perdiendo 
progresivamente y aparece microporosidad en la superficie. A continuación, la superficie 
auricular se vuelve densa y desorganizada, aparece macroporosidad y se pierde cualquier 
evidencia de organización transversal. Tras el estudio de Lovejoy, diversos autores han 
publicado artículos testando su método en otras poblaciones (Murray y Murray 1991; 
Saunders et al., 1992; Bedford et al., 1993; Santos, 1996; Osborne et al., 2004; Schmitt, 2004; 
Hens et al., 2008; Rissech et al., 2012). 
29
Introducción general
In
tr
od
uc
ció
n
 
Posteriormente, Buckberry y Chamberlain (2002) refinaron el método de Lovejoy 
estudiando 180 individuos de la colección documentada de Spitalfields (Inglaterra). Este 
método renovado está basado en los estándares de Lovejoy, pero estipula que los distintos 
caracteres varían independientemente unos de otros. Así, cada una de las características 
(organización transversal, textura de la superficie, microporosidad, macroporosidad y cambios 
en el ápice) es evaluada de manera individual, combinándose al final en un único valor 
numérico asociado a una de las categorías de edad. Este método parece ser más fácil de 
aplicar que el de Lovejoy y con ello parecen reducirse los valores de error interobservador. En 
este caso, además, los rangos de edad son más amplios que en el método anterior y parecidos 
a los publicados por Brooks y Suchey para la sínfisis púbica (1990), siendo más representativos 
de la variabilidad de los cambios madurativos que ocurren en la superficie auricular. A pesar de 
ser un método bastante reciente y que algunos autores hayan propuesto algunas 
modificaciones al respecto (Falys et al., 2006), raramente ha sido testado en colecciones 
documentadas (Mulhern y Jones, 2005; Hens y Belcastro, 2012; Rissech et al., 2012). El método 
Buckberry-Chamberlain parece ser más eficaz en la estimación de la edad de individuos de 
edades medias/altas mientras que el método de Lovejoy proporciona mejores resultados con 
individuos más jóvenes (Mulhern y Jones, 2005). No obstante, ambas metodologías siguen 
proporcionando poca precisión y subestimando la edad de los individuos de edad más 
avanzada. Por otro lado, la superficie auricular tiene algunas ventajas respecto a la sínfisis 
púbica que se explicará a continuación. En primer lugar, los cambios madurativos observados 
en esta región se extienden más en la vida de los individuos (Lovejoy et al., 1985a). En segundo 
lugar, según algunos autores, los cambios morfológicos que suceden con la edad en la 
superficie auricular son independientes del sexo (Murray y Murray, 1991; Saunders et al., 
1992; Santos, 1996; Schmitt, 2001; Buckberry y Chamberlain, 2002; Schmitt et al., 2002; 
Mulhern y Jones, 2005) y el ancestro del individuo (Murray y Murray, 1991; Mulhern y Jones, 
2005; Martrille et al., 2007). Sin embargo, algunos trabajos han descrito diferencias 
intersexuales (Igarashi et al., 2005; Hens y Belcastro, 2012) e interpoblacionales (Schmitt et al., 
2002; Schmitt, 2004; Hens et al., 2008; Rissech et al., 2012) en este marcador de edad. En 
tercer y último lugar, la superficie auricular es mucho más resistente que la sínfisis púbica a los 
procesos postdeposicionales, por lo que su preservación es más alta en casos tanto 
arqueológicos como forenses (Waldron, 1987; Meindl y Lovejoy, 1989; Meindl y Russell, 1998). 
 
30
Introducción general
 
La sínfisis púbica 
 
Aunque la utilidad de la sínfisis púbica como marcador de edad ya había sido 
reconocida antes de finales del siglo XIX (Cleland, 1889), los primeros estándares para estimar 
la edad en base a su morfología no fueron descritos hasta 1920 (Todd, 1920). Este estudio se 
basó en el análisis de 306 hombres caucasoides de la colección documentada Hamman-Todd y 
fue ampliado en años sucesivos a mujeres caucasoides y hombres y mujeres negroides (Todd, 
1921a, b, c). Todd concluyó que no había diferencias en el proceso de envejecimiento entre 
caucasoides y negroides y que existían pequeñas diferencias entre sexos. La utilidad de la 
sínfisis púbica como marcador de edad se basa en que esta articulación tiene un proceso de 
fusión epifisaria muy prolongado en el tiempo, pudiendo llegar hasta los35-40 años (Todd, 
1920; Scheuer y Black, 2000; Schmitt y Broqua, 2000). A partir de aquí, sin embargo, los 
cambios morfológicos son madurativos, y por ende, variables dentro de las poblaciones y entre 
ellas. Esto queda plasmado ya en los estudios de Todd (1920), que basándose en una muestra 
de referencia predominantemente joven, solo tres de sus diez fases estiman la edad de los 
individuos por encima de los 40 años, siendo la última de ellas la inespecífica categoría de 
“mayores de 50 años”. 
A partir de los estudios pioneros de Todd, muchos autores han revisado su método y 
testado su técnica en otras poblaciones (Brooks, 1955; McKern y Stewart, 1957; Gilbert y 
McKern, 1973; Hanihara y Suzuki, 1978; Meindl et al., 1985; Katz y Suchey, 1986). Tras ellos, 
Brooks y Suchey (1990) encontraron que el complejo sistema de 3 elementos elaborado por 
McKern y Stewart en 1957 no era necesario, ya que estos elementos no se desarrollaban 
independientemente unos de otros. Así, intentaron combinar y mejorar todas las técnicas 
publicadas anteriormente creando un nuevo sistema de 6 fases (Figura 12). Estos autores 
estudiaron 1225 autopsias del Condado de Los Ángeles, mayoritariamente de varones (84 %), 
con edades comprendidas entre 14 y 99 años y procedentes de diferentes orígenes y estratos 
sociales. Además, proporcionaron moldes tridimensionales con ejemplos de las distintas fases 
en hombres y mujeres, reduciendo así la subjetividad de las descripciones y, 
consecuentemente, el posible error intra e interobservador. 
31
Introducción general
In
tr
od
uc
ció
n
 
 
 
Fig. 12 Detalle de las seis fases de Brooks y Suchey, con sus estados inicial (fila superior) y final 
(fila inferior) para mujeres y hombres. 
[Imagen modificada de Brooks y Suchey, 1990] 
 
 
A día de hoy, este método para estimar la edad adulta es uno de los mejor valorados y 
más usados entre los antropólogos físicos en Estados Unidos, tanto en contextos 
osteoarqueológicos como forenses (Hens et al., 2008; Garvin y Passalacqua, 2012; Garvin et al., 
2012). Esta técnica también es recomendada en los manuales de Antropología españoles 
(Campillo y Subirà, 2004; Márquez-Grant et al., 2011). A pesar de su popularidad, la aplicación 
de este método a muestras procedentes de fuera de los Estados Unidos [francesas (Baccino et 
al., 1999), canadienses (Saunders et al., 1992), portuguesas (Santos, 1996), asiáticas (Schmitt, 
2004), procedentes de los Balcanes (Djurić et al., 2007), italianas (Hens et al., 2008) o 
españolas (Rissech et al., 2012)], han demostrado diferencias interpoblacionales significativas 
resultando en estimaciones de edad poco precisas y dificultad en el diagnóstico de la edad de 
individuos por encima de los 40 años. No obstante, los autores del trabajo ya señalaban en la 
publicación original los amplios rangos de variabilidad existentes, especialmente en las últimas 
fases del método. Por esta razón, ellos recomendaban emplear más de un indicador de la edad 
del individuo cuando fuera posible. Además, diversos investigadores han observado 
diferencias en la velocidad de los cambios producidos en la sínfisis púbica entre muestras 
norteamericanas y con otros orígenes poblacionales [indios (Sinha y Gupta, 1995), ingleses 
(Hoppa, 2000) o de origen balcánico (Kimmerle et al., 2008a)]. Con el objetivo de paliar algunas 
de las limitaciones de este método al aplicarlo a los individuos de edad avanzada, algunos 
32
Introducción general
 
autores han propuesto la utilización de una séptima fase añadida al método original (Berg, 
2008; Hartnett, 2010). 
El acetábulo 
Siguiendo las observaciones de Rissech et al. (2001), en 2004, Rougé-Maillart y 
colaboradores desarrollaron un pionero estudio sobre el acetábulo como una prometedora 
herramienta para estimar la edad en esqueletos adultos. Basándose en los cambios 
morfológicos observados en la superficie auricular por Lovejoy (Lovejoy et al., 1985a), estos 
autores identificaron cambios fisiológicos debidos a la edad en el acetábulo de una pequeña 
muestra de 30 hombres de origen europeo (España y Francia) de entre 24 y 81 años. Así, 
describieron cambios relacionados con la edad en la morfología del borde y la fosa acetabular, 
la porosidad de la facies lunata y la actividad en el ápice posterior. Sus resultados mostraron 
que las cuatro variables analizadas correlacionaban con la edad y que el acetábulo podría ser 
un marcador de edad eficaz en adultos. Posteriormente, siguiendo los pasos del estudio 
anterior, Rissech y colaboradores (2006) analizaron 242 hombres de la colección documentada 
de Coimbra (Portugal) de entre 16 y 96 años, mostrando con este amplio rango de edades los 
cambios morfológicos que ocurren en el acetábulo a lo largo de toda la vida del individuo. 
Estos autores identificaron siete variables relacionadas con la edad: el surco acetabular, la 
forma del borde acetabular, la porosidad del borde acetabular, la actividad del ápice posterior, 
la actividad en el borde externo de la fosa acetabular, la actividad de la fosa acetabular y la 
porosidad de la fosa acetabular. Dichas variables fueron analizadas con estadística bayesiana a 
través del programa informático IDADE2, consiguiendo un error en el diagnóstico de la edad de 
menos de 10 años en el 89 % de la muestra. Un año más tarde, estos mismos autores testaron 
su método en 394 hombres de cuatro colecciones documentadas europeas: Coimbra 
(Portugal), Lisboa (Portugal), Barcelona (España) y St. Bride (Inglaterra) (Rissech et al., 2007). 
Determinaron finalmente que las variables propuestas en su método de 2006 eran unos 
buenos marcadores de edad para muestras del oeste de Europa. Además, sus resultados 
mostraron que las estimaciones de edad eran menos precisas cuando se utilizaban muestras 
de referencia distantes geográficamente, resaltando la existencia de diferencias en el proceso 
de envejecimiento del acetábulo entre las distintas poblaciones. Posteriormente, Rougé-
Maillart y su equipo establecieron un nuevo método para estimar la edad aplicado a ambos 
sexos y basado en su estudio preliminar de 2004, considerando tanto los cambios fisiológicos 
debidos a la edad del acetábulo como de la superficie auricular (Rougé-Maillart et al., 2007; 
33
Introducción general
In
tr
od
uc
ció
n
 
Rougé-Maillart et al., 2009). En 2011, Calce y Rogers testaron el método acetabular de Rissech 
y colaboradores en una muestra de 100 hombres de la colección de referencia Grant (Toronto, 
Canadá). Sus resultados concluyeron que solo tres de las variables descritas por el artículo 
original correlacionaban con la edad (el surco acetabular, la forma del borde acetabular y la 
actividad del ápice posterior), debido, seguramente, a diferencias en el proceso de 
envejecimiento del acetábulo entre las distintas poblaciones. Además, resaltaron que el 
método de Rissech y colaboradores subestimaba la edad de los individuos y sugería que se 
necesitaban definiciones más precisas, claras y menos subjetivas, especialmente en las últimas 
variables, ya que tenían valores bajos de repetibilidad. Sin embargo, algunos de los resultados 
de este trabajo podrían quedar invalidados debido a que, según Rissech (2013), los datos 
acetabulares ibéricos utilizados como referencia para analizar los acetábulos de la colección 
Grant (Toronto) usaban una nomenclatura distinta a la usada en los canadienses. Es decir, la 
evaluación de los acetábulos canadienses se había realizado con la nomenclatura publicada en 
el 2006 (Rissech et al., 2006) mientras que los acetábulos ibéricos usaban una nomenclatura 
anterior al 2006, que nunca fue publicada. A continuación, Mays (2012) testó este mismo 
método en 161 individuos de ambos sexos de la colección documentada de Spitalfieds 
(Inglaterra) encontrando resultados similares al estudio anterior de Calce y Rogers (2011). De 
manera similar, solo las cuatro primeras variables descritas

Continuar navegando