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1 La comunicación en tiempos de radicalización política: PERONISMO Y TELEVISIÓN (1973 / 1976) Por Gustavo Bulla Tras 18 años de proscripción política, el peronismo volvió a ratificar la mayoría social que supo exhibir desde su debut en 1946. Esta vez sin su conductor indiscutido (Perón) que fue inhibido de poder postularse a un tercer mandato presidencial por una cláusula restrictiva impuesta piel el presidente Lanusse de la autodenominada “Revolución Libertadora”. El Frente Justicialista de Liberación (FREJULI) se impuso en las primeras elecciones sin proscripciones partidarias desde 1952 con la fórmula Cámpora/Lima. Pese a los esfuerzos explícitos por borrar al peronismo de la faz de la tierra que hicieron los partidarios del golpe de Estado Cívico Militar perpetrado en 1955 (prohibición legal de mencionar la palabra peronismo, persecución sindical, fusilamientos de militantes y militares peronistas y la manipulación y el ocultamiento del cadáver de Eva Perón), el peronismo no solo fue capaz de resistir esos embates, sino que pudo reinventarse al calor del nuevo contexto histórico y político. A la adhesión mayoritaria de la clase trabajadora al peronismo a través de la participación orgánica del movimiento obrero se le sumó en el transcurso de la década del 60 la simpatía e incluso la militancia muy comprometida de vastos sectores medios a través de un corte generacional juvenil, proveniente en buena medida de hogares gorilas (antiperonistas). El frente social y político que conducía el peronismo era visualizado no sólo como el único idóneo para sacar a la democracia argentina de su inestabilidad institucional ya crónica, sino incluso como el instrumento político capaz de profundizar la justicia social. ¿Qué hacer con los medios? Pese a las evidentes, crecientes e irreversibles contradicciones que anudaban en el marco del movimiento peronista, uno de los acuerdos más extendidos seguramente lo constituía la voluntad de poner en manos del Estado el control de los medios de comunicación masiva, especialmente la radio y la televisión. Un vehículo fundamental para alcanzar tal objetivo lo constituía el vencimiento de las licencias de TV entregadas a empresarios privados en las postrimerías de la Revolución Libertadora. El decreto 5490/65 del gobierno de Illia que les otorgó una extensión de hecho de entre 2 y 3 años fue derogado parcialmente a través del Decreto 6708/72 impuesto por Lanusse como una de las concesiones que el general con ambiciones políticas les hizo a los partidarios políticos que fueron convocados para constituir el Gran Acuerdo Nacional (GAN) junto con las Fuerzas Armadas. La nueva realidad jurídica entonces, determinaba que las licencias de los canales 9, 11 y 13 de la Ciudad de Buenos Aires, el 7 de Mendoza y el 8 de Mar del Plata caducaban en abril de 1973, un mes antes de la asunción de Cámpora, dejando así en manos del gobierno peronista el disponer qué hacer con esas emisoras: si volver a adjudicarlas a empresarios privados comerciales o por el contrario, constituir un servicio público de radiodifusión dejando esas emisoras y las que a futuro fueran caducando sus licencias en la órbita estatal. En pleno proceso judicial al que habían acudido los licenciatarios para reclamar por sus derechos adquiridos a través del Decreto 5490/65, en 1973, 4 días antes de que el General 2 Perón asumiera, Lastriri (presidente de la Cámara de Diputados a cargo de la Presidencia provisional de la Nación) firmó el Decreto 1761/73 que declaraba la caducidad de las licencias de los 5 canales de TV que había adjudicado no sin pocos cuestionamientos formales el dictador Aramburu. Además, Lastriri dispuso la intervención de esos canales. Dos días después ante la intranquilidad expresada por la Asociación de Teleradiodifusoras Argentinas (ATA), se cambió la figura del Interventor por la de Delegados Veedores y se extendió por 180 días la administración de las licencias por parte de los empresarios privados. A través del Decreto 1764/73 se derogó parcialmente en Decreto – Ley 20180 de febrero de 1973, a través del cual se convocaba a re privatizar las 34 emisoras de radio que estaban en manos del Estado y al Canal 7. Ya con Perón en el gobierno, los permisionarios volvieron a recibir una prórroga desde abril hasta la finalización de junio de 1974. Durante ese período se intensificaron los debates sobre qué hacer con los canales de TV y se fue consolidando la idea de un servicio público de radiodifusión. Esta decisión implicaba no sólo la estatización de la explotación de las frecuencias, sino también la nacionalización de los contenidos. La frágil salud con la que Perón retornó al país finalmente se extinguió el 1 de julio de ese mismo año, con lo cual buena parte de los lineamientos que iban a orientar su tercer gobierno quedaron truncos o en duda. Tras las tomas de los canales de TV llevadas a cabo por el Sindicato Argentino de Televisión (SAT), hacia fines de julio el Estado Nacional tomó posesión integral de los bienes de los canales y también de las productoras, pero recién un año mas tarde, un junio de 1975, se sancionó la Ley 20.966 de expropiación de los canales de Capital Federal, con sus respectivas productoras y repetidoras del interior del país, así como canal 7 de Mendoza y el Canal 8 de Mar del Plata. Consideraciones finales A partir de la muerte de Perón el sistema de medios audiovisuales a poco tuvo de sufrir una transformación radical. El proyecto enarbolado por los trabajadores de los medios contenía algunos rasgos reivindicables: la opción por el servicio público, la modalidad complementaria de la programación, la participación de los trabajadores, el Poder Legislativo y otras entidades representativas de la sociedad en la conducción de los medios, la limitación del financiamiento publicitario, el incremento de la producción nacional de contenidos y el salto en la calidad cultural de los mismos. La estatización de los canales se produjo, aunque en un sentido profundo no se puede afirmar lo mismo respecto de la “nacionalización” de los mismos. Los contenidos televisivos no lograron ser tan radicalmente distintos a los de la TV comercial. El clima de censura, listas negras, persecuciones e intimidaciones a artistas llevadas adelante por la llamada “Triple A”, siniestro órgano parapolicial y paramilitar a las órdenes de López Rega, ministro de Bienestar Social de gran protagonismo durante el gobierno de Isabel Perón y finalmente desalojado del poder por una imponente movilización sindical, terminó siendo un suave preludio de lo que sería el Terrorismo de Estado ejercido sistemáticamente a partir del 24 de marzo de 1976. 3 Consecuencias de la estatización producida por el impulso de los trabajadores de los medios de comunicación: por un lado terminó constituyendo una herencia invalorable para los objetivos de la dictadura militar, el de utilizarlos como una usina a destajo para sembrar el terror entre la población como condición de posibilidad para imponer la reestructuración de la sociedad argentina, y por el otro, retrasó en más de una década la conformación de grupos monopólicos como los que se estaban gestando en los principales países de la región.
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