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Storytelling en una semana Spanish Edition-Nunez Antonio

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Lunes
Devuélvannos nuestra identidad
 
 
Querido lector o lectora,
Una vez más me tiemblan los dedos frente a la pantalla en blanco del
ordenador. Ocurre siempre que escribo el primer párrafo de un libro nuevo. Me
siento asustado e ilusionado a partes iguales.
Escribo durante una calurosa mañana de agosto. Es lunes y trabajo sobre la
mesa blanca de mi despacho en Madrid, España. Tenemos —los dos, tú y yo,
me tomo la libertad de tutearte— siete ratos por delante para reflexionar
sobre tus puntos fuertes y débiles como profesional y tu estilo de
comunicación personal. Darán para meditar sobre cómo te gustaría conectar
con tus colaboradores y las personas de tu entorno. Espero que juntos
podamos rescatar de tu memoria algunos relatos clave de tu vida
personal y laboral, que puedas usar de manera más consciente, provechosa
y placentera después de estos siete días.
Mi objetivo es que estos ratos de reflexión, además de resultarte
entretenidos, te ayuden a sentirte más a gusto con tu forma de
comunicar. Y no te engañes, tienes una forma peculiar e irrepetible de
comunicar.
Todos tenemos una.
Puede que tengas una personalidad extrovertida y locuaz. Quizá te
encuentres a gusto con el argentino chiquito que todos llevamos dentro. Puede
que, por el contrario, tengas un carácter reservado y te incomode hablar de ti
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mismo a los demás. Quizás hayas hecho un curso para mejorar tus habilidades
de comunicación o puede que nunca nadie te haya podido ayudar a formarte en
ese terreno. A lo mejor, como otros millones de personas interesantes y
profesionalmente competentes, sólo comunicas cuando es estrictamente
necesario o te obligan las circunstancias.
Pero lo cierto es que ya tienes un estilo único e intransferible de
comunicación.
Y comunicas a todas horas. Siempre comunicas. Hasta tus silencios gritan
sobre ti. Rehusar tener un estilo de comunicación personal supone también un
estilo de comunicación personal.
Comencé a trabajar en comunicación hace veinte años. Era un imberbe
impertinente de diecinueve años que, mientras llevaba cafés o hacia fotocopias
en una agencia de comunicación, no podía evitar entrometerme en las
conversaciones de mis superiores para dar mi opinión.
Hablaba de asuntos profesionales sin parar, pero en realidad me daba
pánico hablar de mí mismo. Intentaba trabajar en cuantos más proyectos mejor,
siempre que pudiera ocultarme en todo lo que hacía. Me sentía
enormemente seguro en lo estrictamente profesional y muy perdido en
mi autoconocimiento y autoaceptación personal. Estoy seguro de que a
menudo resultaba confuso, cuando no contradictorio. Comunicaba de manera
aséptica e impersonal.
El resultado de esacomunicación es que muchas personas tuvieron que
tener paciencia infinita para trabajar conmigo. Si he podido desarrollar una
profesión durante tantos años, con tantas empresas, profesionales y disciplinas
de comunicación y en países distintos ha sido gracias a la compresión de
muchos compañeros y jefes durante aquellos años. También gracias a la ayuda
de profesionales —maestros y formadores— que me enseñaron y animaron a
reconocerme, aceptarme, ser yo mismo y comunicar tal y como soy.
Seas como seas, goces de los puntos fuertes y débiles que tengas como
profesional, creo que serás más feliz y disfrutarás más de tu trabajo si
desarrollas tu capacidad narrativa. Si seleccionas y estructuras los relatos
personales de uso más frecuente en tu vida laboral —todos narramos más
relatos de lo que a priori somos conscientes—, te sorprenderás conociéndote
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mejor a ti mismo. Y si afinas aún más tu oído para prestar atención a los
relatos que cuentan los demás, te resultará mucho más placentero trabajar
en equipo.
Quizá te preguntes qué es esto del storytelling, o arte de crear y narrar
relatos con propósitos de comunicación y conexión. ¿Cómo hay personas que
pueden tomarse tan en serio los relatos personales de los demás como para
dedicarse profesionalmente a trabajar con ellos?
Aunque el storytelling personal es una disciplina de comunicación aún
emergente y poco conocida en los países de habla hispana y portuguesa, en los
países de cultura anglosajona ya es una herramienta de comunicación
que está alcanzando su madurez.
Organizaciones como el Banco Mundial, el Pentágono o la NASA enseñan
storytelling a sus equipos. Lo mismo ocurre en empresas como IBM, Microsoft,
McDonald’s o Deloitte. The Coca-cola Company incluso construyó un teatro en
Las Vegas para contar los relatos de sus empleados y consumidores, «The
World of Coca-cola Storytelling Theatre». El storytelling personal también ha
calado en la comunicación política. Los dos partidos mayoritarios
estadounidenses, republicanos y demócratas, disponen de responsables de
storytelling para redactar los relatos de la vida de sus candidatos. Al propio
Barack Obama se le llegó a llamar «Storyteller-in-chief» («narrador en jefe»).
Las asociaciones profesionales especializadas, como la National Storytelling
Network, y el número de agencias de comunicación y consultoras especializadas
no paran de crecer. La disciplina de comunicación también se enseña en
escuelas de negocios y universidades de derecho, medicina y psicología. El
«Master of Science in Narrative Medicine» de la universidad de Columbia es
especialmente prestigioso. Las organizaciones sin ánimo de lucro cuya misión es
recabar, proteger y analizar relatos de la vida de los ciudadanos —como es el
caso de StoryCorps o The Center for Digital Storytelling— reciben cada día más
ayudas públicas y privadas para ampliar su labor.
Pese a esta pujanza del storytelling, en las empresas de cultura hispana los
relatos personales que contamos en el terreno laboral aún son
arrinconados al ámbito de lo recreativo. Parece que su lugar está en los
corros de pasillos, en los preámbulos de las reuniones —mientras esperamos
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incómodos a que el ordenador cargue la presentación— o bien en el momento
de las despedidas, al acabar la reunión de trabajo.
Nuestros relatos personales aún entran en la categoría de anécdotas sin
importancia que contamos junto a la máquina de café. A menudo se consideran
batallitas profesionales —a veces, preseniles— narradas para impresionar a los
becarios más jóvenes. Y aquellas empresas que se toman más en serio los
relatos los entienden apenas como unos chismes para sazonar
presentaciones de negocios especialmente áridas, haciendo más
digeribles mensajes pesados que no tenemos más remedio que atizar a los
compañeros.
Los relatos de vida laboral suelen recibir un tratamiento frívolo,
incluso por parte de los profesionales de los recursos humanos, los
directores de comunicación interna de las empresas y muchos líderes
responsables de la motivación y cohesión de sus equipos.
En el ámbito de la comunicación política, los líderes todavía piensan que el
storytelling es apenas un lazo decorativo en su actividad de comunicación,
una moda que sirve para adornar con una historia emotiva o divertida la
nota de prensa, el discurso o la intervención de un candidato ante una
audiencia.
Pese a que tú y yo no tengamos a favor la cultura empresarial hispana, que
exige inteligencia emocional a sus ejecutivos y a la vez es refractaria a las
emociones y a la diversidad de personalidades y personalismos, me siento
muy optimista respecto a lo que conseguiremos juntos durante estos
siete ratos.
Si estás leyendo este libro, quiere decir que hace tiempo que
decidiste emprender tu viaje de autoconocimiento. Significa que te
interesa y concedes valor al mundo de lo simbólico, motor que siempre late
ruidoso detrás de tu propio comportamiento y del de cualquier colectivo y a
veces tan silencioso a oídos de los menos atentos.
Si estás dispuesto a meditar sobre los relatos que cuentas y los que te
cuentan los demás, significa que no tienes miedo a mirarte en el espejo.
No eres reacio a trabajar contigo mismo y —si hace falta— pedir la ayuda
de los demás, con tal de conocerte cada día más.
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Meditar para aprender qué nos gusta de nosotros mismos y qué nos
disgusta requiere valory sinceridad. Trabajar para celebrar y disfrutar lo primero
y aceptar la convivencia con lo segundo —y que nos escueza lo justo— es un
ejercicio para el que se requiere perseverancia.
Si tienes este libro entre las manos, es porque confías en tener historias
auténticas que contar. No hablo de elaborar relatos falsos para conseguir un
ascenso o un trabajo. No me refiero a manufacturar un artefacto narrativo para
vender un producto o una idea. Ni mucho menos me refiero a exhibir nuestra
intimidad con propósitos comerciales o recrearnos en nuestro narcisismo o
megalomanía. Hablo de atrevernos a contar nuestras historias para
reconocernos a nosotros mismos en todo lo que hacemos. Hablo de
atrevernos a contar relatos personales para conectar emocionalmente con
los demás. Me refiero a comunicar poniendo una parte de nosotros mismos en
el contenido y la forma en la que comunicamos, con el objetivo de ser
reconocidos y valorados por aquello que somos por nuestros compañeros,
jefes y subordinados.
Puede que, pese a disponer de la valentía que supone mostrarnos a los
demás tal y como somos, pienses que tu estilo de comunicación, tu profesión, tu
trabajo o tus experiencias de vida simplemente no son tan interesantes o no dan
de sí como para contar una historia que interese a otros.
 
 
Todos, todos tenemos una historia que contar
A menudo en mi día a día profesional me encuentro muchas personas que me
confiesan azorados tener un trabajo muy aburrido, en una empresa muy
aburrida, llevar una vida normal y corriente y no andar precisamente sobrados
de gracia para contar relatos personales a los demás.
No hay vidas normales y corrientes. De cerca, todos tenemos
momentos de heroicidad.
Todos nos enfrentamos a situaciones que también deben superar millones
de personas más. Tomamos decisiones altamente inspiradoras para otros más a
menudo de lo que creemos. Puede que tus relatos te resulten aburridos o sosos
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a ti, pero si pruebas a contarlos, observarás cuánta gente asiente con
complicidad, o sonríe y te dicen «eso también me pasó a mí» o «gracias por
contarlo» o «tu relato fue muy inspirador» o «tu historia me ayudará a…».
De cerca, todas las vidas contienen relatos capaces de conectar
emocionalmente con los demás.
Cada vez que doy un curso o una conferencia, comienzo por presentarme
ante los que me escuchan. Cuento mi propio relato «Quién soy yo», una
herramienta que veremos el viernes. Más o menos lo narro así:
 
«Me llamo Antonio Núñez López. Me gano la vida escuchando y
creando relatos con propósitos educativos, persuasivos e
inspiracionales. Sin embargo, no estudié literatura, psicología o
narratología.
»Nací en Jerez, España, en un pueblo donde todo el mundo se
ganaba la vida en la industria del vino. Recuerdo el día en que hablé
con mi padre sobre mis estudios universitarios: quería ser novelista. Mi
padre respondió que eso lo podía estudiar sábados y domingos, pero
que de lunes a viernes, mejor que estudiara… ciencias empresariales.
No dije que me apellidara Botín Slim o Trump Hilton, sino Núñez
López. Mi padre se hizo a sí mismo partiendo de un origen humilde y
rápidamente aprendió que hay que tener los pies en el suelo. Hoy le
agradezco aquel consejo.
»Partí a Barcelona para estudiar en la prestigiosa ESADE Business
School. Detesté los estudios de inmediato.
»Un día asistí a una asignatura que a priori me parecía
especialmente árida: Organización de empresas. El profesor, Carlos
Obeso, nos iba a explicar qué era eso de la producción en cadena o
«taylorismo». Repartió los casos prácticos. Pero no. No eran los
papelajos habituales. Aquello era… ¡un cuento corto del escritor
guatemalteco Augusto Monterroso!
»El relato se titulaba “Mr. Taylor”. Lo protagonizaba una tribu de
indios jívaros que, por codicia, comienza a producir en cadena las
famosas cabecitas reducidas de sus enemigos, que utilizan como
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fetiche decorativo.
»Aquel relato —y el profesor— me cambiaron la vida. Entendí que
podía reconciliar mi vocación y mis estudios. Comprendí que los relatos
pueden tener usos empresariales, políticos y organizativos.
Comencé a trabajar en comunicación.»
 
Con el tiempo he aprendido que contar este relato sirve para presentarme y
además para ilustrar el poder transformador de la narrativa y el storytelling
personal. Cada vez que lo cuento me reconozco en él y me siento feliz con el
trabajo que hago. Recuerdo que tengo habilidades y capacidades personales en
ambos mundos, el empresarial y la narrativa. Ya no me siento frustrado por no
vivir de la novela. Me reafirmo en creer que mi ventaja competitiva como
profesional y mi lugar en el mundo como persona están justo ahí, en medio de
ambos mundos, con un pie firme en cada uno.
También he podido comprobar que este relato personal conecta
emocionalmente con muchas personas de perfiles diferentes. Personas que
sienten tener una vocación frustrada. Personas que recuerdan su relación con
sus padres. También con personas que tienen dudas sobre su rumbo profesional
o simplemente afición por el cine, la literatura, la psicología o la antropología.
Este relato personal me acerca a profesionales que se parecen a mí y con los
que me siento a gusto trabajando. Y además ayuda a que mi audiencia se
predisponga a la inmersión en una disciplina de comunicación, el storytelling
personal, que vive a caballo entre el mundo de lo real y el mundo de lo
simbólico.
Reflexionar durante una semana sobre tu storytelling personal te ayudará
en muchos campos por distintos motivos.
Tanto tú como tu empresa o institución os beneficiaréis de una
comunicación más emocional y personal.
Por un lado, la disminución de oportunidades laborales y la mayor oferta de
candidatos con formación compitiendo por cada trabajo hace recomendable que
cuentes con una marca personal. Ya no basta con tener formación,
experiencia y actitud, además hay que saber venderlas y comunicarlas.
El reto de contar con un relato de vida laboral consistente es también
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cada día más difícil, ya que nos vemos obligados a cambiar de profesión y
empleador con más frecuencia que antes. El storytelling puede ser de gran
ayuda para la comunicación de una marca personal sólida y coherente.
El auge de nuevos medios y canales de comunicación —fruto de la
revolución de las nuevas tecnologías— está fragmentando y acelerando la
realidad que compartimos. Antes todos veíamos los mismos programas de
televisión, escuchábamos la misma radio, leíamos la misma prensa, todos a la
vez. Estos puntos de referencia comunes facilitaban el entendimiento y la
conexión emocional de personas de perfiles distintos. Aunque en los taxis, los
ascensores o en los breves prolegómenos de las reuniones laborales se siga
hablando del tiempo o de fútbol, cada vez resulta más difícil y disponemos
de menos tiempo y referencias comunes para conectar
emocionalmente con desconocidos. Tu storytelling personal puede ser de
gran ayuda para lograrlo.
Por otro lado, cada vez pasamos más tiempo conectados a las redes
sociales en internet, usando las nuevas tecnologías para comunicarnos. La vida
digital roba cada vez más tiempo a la vida física. Si la videoconferencia gana al
encuentro presencial y el correo electrónico a la entrevista personal,
necesitamos que nuestra comunicación digital sea más emocional para
construir la empatía que requiere cualquier equipo de trabajo.
Por último, la salida a la crisis económica, tecnológica y de valores que
vivimos requiere que todas y cada una de las personas que trabajamos nos
sintamos lo más a gusto posible con nuestra actividad laboral para poder
ofrecer nuestro máximo potencial… ¡creativo!
La experiencia de las empresas más creativas y exitosas de la nueva
economía demuestran que uniformar a los empleados, imponer manuales
de estilo de comunicación o conducta y seleccionar personalidades de
identidad clónica para sus equipos son la mejor receta para la falta de
innovación y la esclerosis empresarial.
Si la salida a esta crisis pasa por la innovación —tanto a nivel individual
como colectivo—,debemos fomentar que nuestros equipos y colaboradores se
expresen tal y como son. De la riqueza y diversidad de personalidades de
nuestros equipos y colaboradores —en diálogo abierto, franco y
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colaborativo— depende nuestro futuro como profesionales, como empresas o
instituciones y como sociedad.
¡Uf! Ya me puse solemne. Perdona. Es uno de mis puntos débiles.
Resumamos las ideas clave de hoy.
Uno: que el autoconocimiento es la primera piedra para construir tu
identidad laboral, tu marca propia, tu estilo de comunicación y storytelling
personal. Dos: que comunicando de manera más emocional y personal
lograrás reconocerte más en tu trabajo y conectar mejor con los demás.
Tres: que el storytelling personal fomenta la creatividad y la innovación.
Para ser la primera sesión, por hoy es suficiente. Espero que vuelvas
mañana.
Hablaremos de cómo te funciona el cerebro últimamente.
 
 
 
Frase inspiradora del lunes:
 
«Tuve que descubrir y entender mi propia historia antes de poder
escuchar y ayudar a los demás con las suyas.»
 
BARACK OBAMA, presidente de EE. UU.
 
Vídeos y recursos útiles:
 
Musseo da Pessoa es un museo virtual brasileño que atesora cientos de vídeos y
miles de documentos y fotografías sobre relatos personales y de vida laboral de
diversos colectivos. Entre otras empresas, están los de los empleados de Wall-Mart o
Petrobras:
 
Musseodapessoa.net
 
Libro útil para saber más:
 
SENNET, Richard. La Corrosión del carácter, Editorial Anagrama, Barcelona, 2001.
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Martes
No somos robots, somos primates
 
 
Querida lectora o lector,
Hoy escribo de noche. El cielo acaba de romper y ha comenzado a llover. Por fin
el fresco vence al bochorno que me ha castigado la sesera todo el día. Huele a
adoquines mojados. Estoy de buen humor.
Durante este rato vamos a analizar por qué tus relatos personales son tan
eficaces como herramientas de comunicación y cohesión con tus
colaboradores y personas cercanas. Intentaré desgranar algunos argumentos
científicos sobre la eficacia de los relatos, por si un día los necesitas para hablar
con algún escéptico del storytelling personal.
De niño me encantaba la película El libro de la selva. Disfrutaba estudiando
la forma de hablar, cantar y de comportarse ante los demás de cada uno de los
habitantes de la jungla. Me encantaba el epicúreo oso Baloo («nunca del trabajo
hay que abusar»), la responsable pantera Bagheera y, cómo no, Mowgli, el
cachorro humano siempre deseoso de aprender.
Si como Homo sapiens de oficina tuviéramos que buscar parecidos con
alguno de los protagonistas de la película de Disney, no seríamos como el oso
Baloo. Tampoco seríamos como la pantera Bagheera. Ni tan siquiera nos
pareceríamos a Mowgli. Como trabajadores nos pareceríamos más a la manada
de monos bailongos, obsesionados por las relaciones de poder, que
lideraba el orangután Rey Louis («Yubiduu, quiero ser como tú»).
Si tuviéramos que rodar un documental sobre nuestro hábitat laboral y
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costumbres, apareceríamos ante las cámaras como los hiperactivos monos de
Disney. Trabajando desplegados de manera rigurosamente jerárquica, los jefes
en la ramas superiores del árbol —léase plantas superiores del edificio de oficinas
— y la tropa, en las inferiores. Todos estudiándonos de reojo constantemente los
unos a los otros mientras trabajamos para el jefe inmediato. Todos poniendo a
prueba mediante juegos y bromas la vigencia y solidez de las relaciones de poder
y territorio establecidas. Todos tanteando a cada rato las posibilidades de
promoción individual en la escala grupal.
Puede que en este retrato cinematográfico tan políticamente incorrecto
parezcamos seres mezquinos. Pero no, simplemente vivimos, trabajamos y nos
comunicamos como los primates mutualistas que somos. Buscamos el
provecho propio, pero necesitamos vivir en manada para competir con éxito.
Necesitamos lograr nuestros objetivos propios, pero también asociarnos. Somos
animales sociales.
Los relatos son el pegamento social que engrasa y protege nuestra
más poderosa arma de supervivencia como especie: la sociedad.
El relato y el pensamiento narrativo son adaptaciones biológicas surgidas
durante nuestro proceso de evolución como especie. Para sobrevivir al entorno y
defendernos de otras especies, no tuvimos más remedio que generar una
inteligencia narrativa que nos posibilitara el análisis de la información social más
rápidamente que otros animales.
Como primates necesitábamos interpretar y dotar de sentido los estímulos
sensoriales externos a más velocidad que otras especies. Pero no bastaba con
poder reaccionar al estímulo exterior individualmente. Vivíamos —y lográbamos
sobrevivir— en sociedad. Resultaba imprescindible poder comunicarnos entre
nosotros como colectivo social y orquestar una respuesta colectiva frente
al estímulo con más eficacia que los grupos de otras especies.
Nuestro cerebro está diseñado para buscar relatos en cualquier
información que llega a través de nuestros sentidos. De entre una jauría
de estímulos sensoriales pugnando por captar tu atención, ganará siempre
aquella unidad informativa —sea la textura de una hoja, el olor a carne a la
brasa o la imagen de un surco en la tierra— que contenga un patrón,
información previamente estructurada en medio del caos.
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Digamos que nuestra especie tiene una «debilidad neuronal» por los
relatos. Husmeamos entre el aluvión de estímulos en búsqueda de
información ya estructurada y ordenada porque así encontramos
sentido más rápidamente en medio del torrente diario de sensaciones que
penetra sin cesar a través de nuestros sentidos. Cuanto más rica en patrones
sea una unidad informativa, mayor capacidad tendrá de captar nuestro
tiempo de atención y más profundamente nos implicaremos en su
análisis.
Brian Boyd, de la universidad de Auckland, afirma que las
manifestaciones artísticas de los primeros homínidos —las pinturas
rupestres en las cavernas, la música hecha arrastrando palos sobre incisiones en
piedras, las esculturas de menhires y dólmenes y los primeros relatos orales que
se contaban alrededor de la hoguera tribal— no eran más que juegos
cognitivos diseñados para atraer nuestra atención, gracias a nuestro
interés innato por cualquier información rica en patrones. En ese sentido Boyd
llama a cualquier tipo de manifestación artística —relatos orales
incluidos— «el sudoku o Brain Training de la mente».
Esta inteligencia narrativa es una de nuestras habilidades más sofisticadas
como especie. De hecho, a los genios de la inteligencia artificial les resulta casi
imposible programar un ordenador para que detecte y comprenda hasta las
estructuras narrativas más sencillas. Un superordenador podrá ganar al
campeón del mundo de ajedrez Gari Kaspárov, pero no reconoce Caperucita roja
en medio de una montaña de palabras.
Los relatos personales tienen muchas propiedades que los convierten en
excelentes herramientas de comunicación, movilización, educación,
mnemotecnia, contagio y viralidad, cohesión y participación. Vayamos por
partes, que dijo el carnicero.
En primer lugar, los relatos son una excelente herramienta de comunicación
porque son altamente notorios. Narrados en una oficina ruidosa y atestada
de empleados, ocultos en los contenidos de una aburrida presentación de
negocios o susurrados durante un concurrido cóctel social de bienvenida, los
relatos personales logran destacar del entorno y son capaces de captar y
retener nuestro preciado y perseguido tiempo de atención.
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En segundo lugar, los relatos son altamente motivadores y movilizantes
porque contienen información que apela a nuestras emociones. La información
que nos emociona penetra más profundamente en nuestra mente y de
forma más rápida que otro tipo de estímulos porque impacta en nuestra
amígdala cerebral, la encargada de nuestra memoria emocional.
La amígdala forma parte de nuestro sistema límbico, alojado en las
profundidades de nuestros lóbulos temporales. El sistema límbico —también
llamado nuestro «cerebro reptiliano»— contiene la información genéticamás
antigua de nuestro organismo. Es el encargado de nuestras reacciones
emocionales. Si una manada de seres humanos sobrevivía al ataque de un
Tyrannosaurus rex a la hora de su aperitivo, no era porque fuésemos capaces
de huir más veloces que otros animales, o por ser más fuertes o sigilosos que
otros. La manada de seres humanos sobrevivía porque los seres humanos
sentíamos miedo más rápido que el resto de las especies competidoras y
traducíamos la emoción, en este caso, el miedo, en una acción —individual y
colectiva— orquestada de forma más rápida que otras especies.
Por eso nuestros relatos personales son herramientas muy eficaces
para motivar y movilizar a quien nos escucha. Los estímulos puramente
informativos y argumentativos nos llevan a la reflexión, pero los estímulos
emocionales que contienen los relatos personales nos hacen actuar.
Como los simpáticos primates de El libro de la selva, obsesionados por la
propia supervivencia, necesitamos poder decidir rápidamente cuándo cooperar
con la manada y cuándo competir contra otro miembro de la manada. Tomar
decisiones como primates mutualistas no siempre es fácil. Suerte que contamos
con la ayuda de los relatos personales de los miembros de la tribu.
En tercer lugar, nuestros relatos personales son también excelentes
herramientas pedagógicas.
Nuestros relatos personales y los de los demás miembros de nuestro
entorno contienen una alta dosis de patrones informativos sobre lo que más nos
interesa como especie: el grupo social en el que vivimos.
Los relatos personales ilustran mediante experiencias particulares
las verdades universales compartidas por la tribu. Nos permiten
representar y compartir con los demás situaciones y retos pasados y cómo los
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resolvimos con éxito. Nuestros relatos personales ayudan al resto de miembros
de la manada a tomar decisiones en situaciones complejas, imitando nuestro
exitoso comportamiento pasado. Nos ayudan a responder la pregunta eterna:
¿competir o cooperar?
La imitación es, por cierto, una de las más poderosas herramientas de
aprendizaje de que disponemos como primates. No es casual que un bebé de
Homo sapiens sea capaz de aprender a imitar con éxito la sonrisa de un adulto
con apenas una hora de vida.
Los relatos orales sobre héroes familiares o tribales que narraban los
homínidos de más edad alrededor de la hoguera cumplen la misma función que
los cómics de Marvel o Bruguera de hoy. No hacían más que contar las
verdades de la tribu a los miembros más jóvenes. Ayudan a decidir cuándo
cooperar con la manada y cuándo competir con un miembro de la misma. Sirven
para conocer las recompensas o los castigos sociales que el grupo administrará
en cada caso, según lo acertado o descarriado de nuestro comportamiento.
Los relatos nos permiten representar y analizar una situación y hacer
inferencias. Si la situación se vuelve a repetir en nuestra vida, si reconocemos
el mismo patrón de información en otra situación, simplemente imitamos el
comportamiento exitoso que aprendimos con el relato escuchado. En otro tipo
de selvas —las escuelas de negocios de las ciudades—, a esta herramienta de
aprendizaje la llaman «caso práctico» o «caso de estudio».
En cuarto lugar, los relatos personales gozan de un alto componente
lúdico. Tus relatos personales son una refrescante pausa que alivia la saturación
y el escepticismo de los sobrecargados equipos de trabajo de hoy. En medio de
una presentación de negocios tu audiencia recibirá de mejor grado una frase que
diga «… Y ahora voy a ilustrar mi idea con algo que me pasó en Copacabana»
que otra que anuncie «… y para demostrarlo abriré este archivo de Excel».
En quinto lugar, los relatos nunca imponen su sentido. Implican
profundamente a cada miembro de tu audiencia, que tendrá que extraer sus
propias conclusiones y aprendizajes. Para lograrlo deberá trabajar activamente y
de forma individual en el análisis de los patrones, los personajes, las tramas y las
relaciones causales de tu relato personal. Por eso los relatos personales son
altamente mnemotécnicos.
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El profesor de psicolingüística de la universidad de Stanford Richard Gerrig
fue el primer investigador que —en 1993— estudió las diferencias entre nuestra
forma de prestar atención a la información narrativa respecto a la que no lo es.
Gerrig acuñó la llamada «Teoría del transporte», que yo prefiero llamar
«atención proyectiva». Demostró que cuando prestamos atención a cualquier
relato nos identificamos con sus personajes y nos proyectamos en ellos
durante el tiempo de exposición al mismo. Literalmente no paramos de
preguntarnos a nosotros mismos: «¿Qué haría yo si estuviera en el lugar del
personaje?».
La «atención proyectiva» me hace recordar a mi abuela. Cuando veíamos
las telenovelas rosas de las sobremesas de mi infancia, mi abuela no paraba de
gritar y advertir a sus heroínas sobre qué pretendiente debían escoger para
casarse. Mi abuela se proyectaba en la heroína.
Lo que más nos interesa de la «atención proyectiva» es que el profesor Gerrig
demostró que entramos en un proceso en el que todas nuestras capacidades y
sistemas mentales se concentran en los patrones informativos inacabados del
relato (acontecimientos por ocurrir, preguntas sin resolver y dilemas de los
personajes). También se activan nuestra capacidad de emocionarnos y nuestras
capacidades de visualización y representación espacial.
Cuando un relato nos atrapa se reduce la atención que prestamos al
mundo real (entorno físico y personas que nos rodean en la oficina, en el cine
o en la sala de lectura, por ejemplo) y se incrementan nuestra
concentración e implicación emocional con el relato.
El resultado de toda esta concentración y esfuerzo en asimilar un relato no es
sólo que luego recordemos mejor los hechos de los que trata, sino que queremos
contrastar lo acertado de nuestra interpretación propia del relato
compartiéndola con los demás. No hay más que asistir en grupo al cine para saber
qué es lo primero que ocurre a la salida. Cada miembro del grupo compartirá
apasionadamente su punto de vista particular respecto a la película. En términos
evolutivos de nuevo la misma causa: queremos verificar con el grupo de primates
si hemos extraído la información social correcta. ¿Cooperar o competir?
Por este motivo los relatos son altamente contagiosos y presentan
altos índices de «viralidad» en las redes sociales. Un relato con diversas
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interpretaciones posibles polariza la opinión de los miembros de una red social
y favorece su proceso de difusión de persona en persona.
En séptimo lugar, los relatos estimulan la cohesión social de un grupo,
así como el orgullo de pertenencia.
Trabajar como empleado en la cadena de restaurantes McDonald’s no suele
generar orgullo de pertenencia en ningún país. Servir hamburguesas en esta
cadena de comida rápida no desata la admiración de los demás ni suele suponer
un valor añadido en el currículum de nadie.
Para remediar esta situación, McDonald’s Portugal decidió crear la iniciativa
de storytelling personal «Relatos con M». Diversos empleados o ex empleados
de la cadena contaban en vídeo sus testimonios personales, revelándose como
personas motivadas, con vocaciones y metas claras y grandes dosis de fuerza de
voluntad. Los empleados narraban los sueños que querían alcanzar trabajando
en el tiempo libre del que gozaban, gracias a los contratos laborales y horarios
flexibles que McDonald’s ofrece a sus empleados. Mujeres futbolistas,
diseñadores de moda, artistas plásticos o regatistas se encuentran entre los
protagonistas de la iniciativa.
El resultado del proyecto narrativo es que la imagen de los empleados de
McDonald’s mejoró radicalmente en el país luso. Trabajar para McDonald’s hoy
se percibe como una opción atractiva e inteligente para muchos tipos de
personas y etapas de la vida.
En octavo lugar, el storytelling personal fomenta la participación y la
implicación de sus miembros en la vida colectiva del grupo.
La medicina narrativa ha probado la eficacia del storytelling personal comoherramienta para mejorar la aceptación de la enfermedad por parte de los
pacientes y sus familiares. También ayuda a la integración social de los
enfermos y el cumplimiento y la adherencia de los pacientes a los tratamientos
medicinales prescritos por los médicos.
En EE. UU. los afroamericanos tienen mayor propensión a sufrir de
hipertensión. Respecto a los estadounidenses de origen anglosajón, tienen un
21 % más de probabilidad de fallecer de enfermedades cardiovasculares y un
49 % más de muerte por infarto.
Diversos estudios proporcionan algunas explicaciones sobre la diferencia de
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presión arterial entre ambos grupos de población. Apuntan a las dietas
alimenticias, la falta de ejercicio, fruto de estilos de vida más sedentarios, menor
acceso a la medicina y los tratamientos médicos, la desconfianza hacia el
sistema sanitario y un menor grado de cumplimiento y adherencia a los
tratamientos por parte de los afroamericanos.
La hipertensión requiere de un tratamiento exigente, observar una dieta
alimenticia estricta, tomar medicinas con regularidad, hacer deporte y seguir un
control médico exhaustivo. Los tratamientos y planes de comunicación dirigidos
a afroamericanos han demostrado ser poco eficaces a la hora de convencer a los
pacientes sobre los potenciales daños que la hipertensión causa a largo plazo.
Entonces se hizo un experimento. El American College of Physicians publicó
en enero/febrero de 2011 un estudio que demostró que aquellos pacientes
afroamericanos que visionaron un DVD con relatos personales de pacientes de su
mismo origen étnico y social terminaban por obtener mejores resultados de salud
que aquellos pacientes que no recibieron los DVD.
En los DVD los pacientes narraban sus testimonios particulares sobre cómo
contrajeron la enfermedad, sus estilos de vida y las dificultades a la hora de
cumplir con el tratamiento médico.
El estudio demostró que los pacientes se identificaban con los narradores,
aceptaban su enfermedad, se comparaban con los protagonistas de los relatos y
acaban por observar los tratamientos con más adherencia que los pacientes que
no visionaron los DVD.
Los pacientes sencillamente dejaban de sentirse solos y pasaban a
considerarse parte de un grupo.
Y esto es todo respecto a la ciencia y las ventajas de los relatos personales.
Mañana hablaremos sobre cómo ordenar toda la información de la que
dispongas para crear un relato personal. Para ello hablaremos del Bolero de
Ravel y el walkman. Y si no sabes de qué dispositivo musical hablo, joven
primate, te bastará con saber que es el abuelo japonés del iPod.
Un cordial saludo y hasta mañana.
 
 
Frase inspiradora de hoy:
 
18
«El storytelling revela el sentido sin cometer el error de definirlo.»
 
HANNAH ARENDT, filósofa política
 
Vídeos y recursos útiles:
 
McDonald’s Portugal es responsable de la iniciativa «Histórias com M». Se trata de un
proyecto de storytelling personal que cuenta en formato audiovisual los relatos de
vida laboral y las vocaciones de personas que trabajan o trabajaron en alguno de sus
restaurantes en el país:
 
www.historiascomm.com
 
Libro útil para saber más:
 
TURNER, Mark. The Literary Mind, Oxford University Press, 1996.
19
http://historiascomm.com/
 
 
 
Miércoles
Háblame de ti… con orden
 
 
Querido lector o lectora,
Releo y me doy cuenta de que estos primeros días he estado demasiado
argumentativo, casi a la defensiva. En el fondo me he sentido inseguro,
intentando aportar evidencias o pruebas científicas de cada idea que explico.
Así que, si has tenido la paciencia de llegar hasta aquí, a partir de ahora
daré por hecho que eres «creyente» en esto del storytelling personal. Se
acabaron los estudios clínicos. Prometo ir más al grano.
La palabra «relato» está de moda. Leemos que un candidato político «no
tiene relato», y en realidad quieren decir que el candidato carece de capacidad
de oratoria. Escuchamos el supuesto «relato de los hechos» de un reportero,
pero luego su crónica es abstracta y carece de personajes. Asistimos a muchas
presentaciones de negocios que dicen ser «relatos», pero en realidad son una
sucesión de informaciones inconexas expuestas en puntos de diapositivas de
PowerPoint.
Hoy vamos a intentar ponernos de acuerdo en una cosa: a qué llamar
relato personal.
Habrá gente que diga que un relato no se puede despiezar y analizar. Que
un relato es un todo único, que su belleza reside en ser una combinación
irrepetible. Tratar de separar cada ingrediente, analizarlo y que tenga sentido es
garantizarnos que —como en las autopsias— cuando separemos cada órgano ya
no haya vida en el cuerpo. Al fin y al cabo si existiera una fórmula maestra para
20
narrar, todos seríamos storytellers infalibles.
Pero nosotros no pretendemos diseccionar los componentes de todo relato
para ganar el premio Nobel de literatura o el Oscar al mejor guión. Apenas
queremos familiarizarnos con los conceptos básicos de la narrativa para mejorar
nuestra forma de conectar con los demás.
Así que, adelante: bisturí, por favor.
Un relato personal no es una anécdota o un chiste. Se trata de una
herramienta de comunicación estructurada en una secuencia de
acontecimientos que apelan a nuestros sentidos y emociones. El exponer
uno o varios conflictos personales, y cómo el protagonista los resuelve,
revela una verdad que aporta sentido a nuestras vidas.
En los próximos dos días vamos a estudiar la alquimia de todo relato. Para
ello te pido que primero leas lo siguiente:
 
«En casa éramos una familia inusitadamente moderna. A mi madre le
gustaba mucho la música clásica occidental y compró muchos discos
para nuestra antigua victrola. Mi abuelo la llevaba con frecuencia a
conciertos y estoy convencido de que mi interés por la electrónica y la
reproducción de los sonidos empezó debido a mi madre. Desde la gran
bocina del gramófono escuchábamos una y otra vez, sin cesar, las
grabaciones con el ruido de fondo de la aguja, de los grandes
maestros musicales de Europa. Con el equipo mecánico para grabación
que, en aquel entonces, tenían a su disposición los fabricantes
resultaba difícil reproducir el sonido de toda una orquesta […] Todavía
tengo en la memoria cuando yo no era más que un niño pequeño y
daba vueltas vigorosamente a la manivela […]
»Mi padre pensaba que si a uno le gusta la música, debe contar
con un buen sonido. Además, le preocupaba que escuchar esa victrola
con sonido a lata fuese malo para nuestro oído y nuestra sensibilidad
musical […] Recuerdo que la nueva máquina, también una Víctor,
costó una fortuna increíble. Nunca olvidaré el fantástico sonido que
salía de la nueva máquina… en comparación con el de la antigua
mecánica. Era un sonido del todo diferente y yo estaba fascinado. El
21
primer disco que recibimos fue Bolero, de Ravel. […]
»Me obsesionaba este descubrimiento y todas las preguntas que
hacía surgir en mi mente. Tenía un pariente ingeniero y cuando oí
que él solo había construido un fonógrafo eléctrico, estuve ansioso
por ver el aparato. […] estaba en forma de componentes, todos
interconectados y dispuestos en rosario, sobre el suelo de estera de la
casa. Parecía maravilloso que ese aparato lo pudiera construir un
aficionado […]
»Empecé a comprar libros sobre electrónica y me suscribí a
revistas japonesas y extranjeras […]
»Mis experimentos de electrónica me absorbían tanto que casi me
valieron mi expulsión del colegio. Mi madre recibía a menudo llamadas
para informarla de mi mal rendimiento escolar y el director estaba
enojado y preocupado por mi falta de interés por los estudios
convencionales.»
 
El narrador de este relato personal es Akio Morita, cofundador de Sony a la
edad de veintidós años y presidente de la compañía durante décadas. Sus
palabras proceden de la autobiografía Made in Japan.
En primer lugar, hemos dicho que un relato es una secuencia de
acontecimientos.
En un relato siempre hay un orden, una estructura para presentar y
dosificar la información que proporcionamos al que nos presta atención.
En el relato de Akio Moritatenemos una secuencia cronológica de los
hechos. Arranca por el origen de su pasión por la música durante su infancia. Y
a continuación va describiendo su relación con todos y cada uno de los aparatos
musicales que fue conociendo hasta llegar el nacimiento de su firme vocación
profesional.
Como buen obsesionado por la electrónica, Morita narra en su autobiografía
toda la historia de su vida personal, la historia de su familia y la de sus hijos,
como una sucesión de invenciones de aparatos musicales y lanzamientos
comerciales. Cada aparato o campaña comercial le recuerda una emoción, un
evento, una etapa importante de su vida.
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Puedes elegir cualquier estructura u orden para presentar los
acontecimientos de tu relato personal. Quizá decidas narrar tu vida laboral en
orden cronológico, en función de las empresas para las que trabajaste —
empezando por la última o por la primera—, usar como secuencia lógica los
viajes de trabajo que hiciste, los jefes más odiados o queridos —ordenados por
su impacto afectivo en tu vida— o los tipos de silla en los que te has ido sentado
para trabajar. Lo importante es que primero medites la estructura narrativa. A
continuación decide la información clave de cada «capítulo» o «escena»
del relato. Después piénsate su extensión, la cantidad de información que vas
facilitar según su importancia estratégica en el relato.
Akio Morita podría haberse dejado llevar por su pasión por la electrónica.
Podría habernos descrito con todo lujo de detalle las tripas y los componentes
de cada aparato… lo que hubiera provocado nuestras ganas de dejar de prestar
atención. Pero no lo hace. Describe su frustración con el sonido de cada aparato
porque sabe que lo que nos interesa como lectores no es la cacharrería en sí,
sino los motivos humanos que llevaron al Morita adolescente a interesarse por la
electrónica de manera tan obsesiva. Morita sólo hace una excepción. Se explaya
con el aparato decisivo en su vida, el que construyó su pariente y le llevó a
intentar construir su primer dispositivo. Lo describe casi como una serpiente,
embajadora simbólica de la tentación: el aparato estaba «en forma de
componentes, todos interconectados y dispuestos en rosario, sobre el suelo de
estera de la casa».
Recuerda que en cada escena debes ofrecer la información necesaria para
el capítulo. Ni más ni menos. Si proporcionas información de más, se
convertirá en un peso muerto y correrás el riesgo de aburrir a tu audiencia. Si
ofreces menos información de la necesaria, tu audiencia perderá el hilo y no
comprenderá tu relato.
Fíjate que hemos dicho que un relato es una «secuencia de
acontecimientos». No basta sólo con incluir la información imprescindible. No
basta con sacar la tijera para dejar fuera el dato que en realidad sólo es «grasa»
para la musculatura del relato. Además, debes transformar la información
estática en acontecimientos.
Se trata de narrar escenas, acciones concretas y no ideas abstractas o
23
argumentos retóricos. En un relato pasan cosas. «Mi compromiso con la
vocación por la electrónica creció» no es un acontecimiento; en cambio,
«empecé a comprar libros sobre electrónica y me suscribí a revistas japonesas y
extranjeras» sí lo es. «Mi pasión por la electrónica me resultaba absorbente» no
es un acontecimiento; «Mi madre recibía a menudo llamadas para informarla de
mi mal rendimiento escolar y el director estaba enojado y preocupado por mi
falta de interés por los estudios convencionales» sí lo es.
Los acontecimientos, las acciones de tus personajes o de tus escenarios —
paisajes, interiores o exteriores—, ayudan a que tu audiencia visualice la
historia. Los acontecimientos de un relato eficaz siempre llevan asociados una
imagen fácil de componer y recordar.
En el relato del cofundador de Sony, el relato se podría contar con las
siguientes imágenes: 1.ª Familia de Morita asistiendo a conciertos. 2.ª Familia
escuchando una gramola. El Morita niño da vueltas a la manivela. 3.ª Morita
fascinado escuchando la nueva máquina Víctor. 4.ª El disco de Ravel llega a su
casa. 5.ª Morita contempla fascinado el fonógrafo eléctrico construido por su
pariente ingeniero. 6.ª Morita suscribiéndose a revistas de electrónica. 7.ª Las
llamadas del director del colegio a su madre para quejarse del rendimiento de
Akio.
A continuación analizaremos una estructura que en mi opinión es como la
«navaja suiza» de las estructuras narrativas. Suele funcionar para casi
cualquier tipo de material narrativo a ordenar, sea cual sea el soporte de
comunicación que vayas a utilizar para contarlo: una nota de prensa, un
discurso, una presentación, una carta, un vídeo, un podcast, etcétera. Se trata
de una adaptación propia de una estructura narrativa analizada por Vladímir
Yákovlevich Propp, autor del clásico Morfología del cuento.
Veamos sus diferentes apartados.
 
 
a) El reto del protagonista o el agravio al protagonista
Esta estructura comienza con el protagonista del relato afrontando un
acontecimiento o dilema que le obliga a escoger entre varias opciones. Cuanta
24
más presión tenga el protagonista para elegir entre las diversas opciones y
más se juegue en la decisión, más aprenderá la audiencia sobre el carácter y
la personalidad de tu héroe, y más posibilidades habrán de que genere
empatía o antipatía.
Todos los protagonistas tienen miedo a equivocarse de elección. De
nuevo la eterna pregunta primate: ¿cooperar o competir? Todos tienen dudas
sobre su capacidad para hacer frente al reto o agravio. Todos temen
equivocarse interpretando o poniendo a prueba las verdades de la tribu.
En los clásicos anuncios televisivos de detergente, el reto o agravio es
normalmente un acontecimiento que mancha de manera catastrófica una prenda
de alto valor simbólico o emocional. El protagonista —normalmente el ama de
casa, son así de machistas— se enfrenta a las decisiones de lavar la mancha de
inmediato o posponer el lavado, y de qué detergente y programa de lavado
escoger en el menú de la lavadora.
Añadamos presión a la decisión del protagonista para incrementar las
posibilidades de empatía. Pongamos que la prenda es la camiseta del equipo de
fútbol del niño para el partido de su vida, que además se juega en un plazo de
dos horas. O digamos que la prenda es el mantel de la mesa nupcial de un
restaurante que celebra el banquete esa misma tarde. O la mancha ha
destrozado la camisa blanca que un miembro de la familia iba a usar en su
primer día de trabajo en una empresa.
En el relato de Morita, el agravio es el sonido deficiente de cada aparato.
Las decisiones son la de dedicarse al estudio autodidacta de electrónica para
mejorar el sonido existente y con qué grado de compromiso e intensidad. La
presión la aporta el hecho de que en su decisión se juega su rendimiento escolar
en los estudios oficiales, además del respeto y cariño de su madre, su familia y
el director del colegio.
 
 
b) Aparición del mentor
Tras presentar el reto o agravio, en esta estructura narrativa el protagonista
cuenta habitualmente con una o varias personas que le ayudan a tomar la
25
decisión. Al contar con más experiencia que él, le ofrecen consejos y pistas
valiosas o le proporcionan formación y entrenamiento.
En el caso de los anuncios de detergentes, se trata de esa madre a la que
el estudiante novato llama desesperado para consultar cómo lavar la prenda
manchada. Otras veces es una vecina con más experiencia o la suegra la que
echa una mano al ama de casa inexperta.
En el relato personal de Akio Morita vemos el rol iniciático de su madre, que
le da a conocer los placeres de la música. Sin embargo, es el pariente ingeniero
el que de verdad espolea su fascinación por la electrónica y le lleva a intentar
construir su primer fonógrafo.
 
 
c) Aparición del objeto mágico
A la presentación de la figura del mentor suele seguir la aparición del objeto
mágico. Es habitual que sea el propio mentor el que entregue el talismán al
héroe del relato.
El objeto mágico es una herramienta de propiedades y carga
emocional casi sobrenaturalescuya posesión ayuda al protagonista a
superar sus dudas o miedos y sentirse capaz de enfrentarse al reto.
En el caso de James Bond —el detective 007 creado por Ian Fleming— el
objeto mágico es la pluma estilográfica que lo mismo corta la liga de una media
que se transforma en paracaídas o en jabalina asesina. También el zapatófono
explosivo o cualquiera de las invenciones del extravagante Doctor Q. El objeto
mágico de Harry Potter es su varita. El del ex presidente brasileño Lula da Silva,
el programa social Bolsa Família. El del presidente de la Transición española
Adolfo Suárez fue los «Pactos de la Moncloa». Los Juegos Olímpicos cuentan con
la antorcha olímpica.
En los anuncios televisivos clásicos de detergente el objeto mágico suele
proceder de la fórmula o los ingredientes activos: hiperperlas, megaperlas,
superperlas, oxyactions, aroma de Marsella, pino, etcétera.
En el relato personal de Akio Morita el objeto mágico es el dispositivo que
«estaba en forma de componentes, todos interconectados y dispuestos en
26
rosario, sobre el suelo de estera de la casa». No obstante, en los relatos
múltiples que componen la leyenda empresarial de Akio Morita, creo que sería el
walkman el objeto mágico que catapultaría a Sony y a su presidente a la gloria.
Escoge bien y escenifica la presentación del objeto mágico de tu relato
personal. Puede que sea el diploma de una universidad prestigiosa si estás
contando tu relato personal durante una entrevista de trabajo. Puede que sea
un modelo de negocio si estás solicitando un préstamo bancario. Puede que sea
un objeto inspirador —heredado de un jefe muy querido— si estás en una
convención de empresa. En cualquier caso, te estarás jugando la fe que tu
audiencia ponga en que el protagonista del relato superará el reto. Todos
necesitamos objetos mágicos en los que creer.
 
 
d) Fase de aprendizaje o adquisición de competencias
Tenemos al protagonista que ha comprendido ya a qué reto se enfrenta. Ha
conocido a su mentor y por fin tiene en su poder el objeto mágico que le
ayudará. Toca entrenamiento.
Durante la fase de aprendizaje, el esfuerzo de tu personaje por adquirir
las destrezas o habilidades necesarias para enfrentarse al reto revelará su
verdadero carácter. Con cada caída, con cada error, con cada hora de estudio
o kilómetro recorrido por tu personaje, aumentará tanto su destreza como la fe
de tu audiencia en sus posibilidades. Los errores, los fallos o las caídas del héroe
de tu relato recordarán la magnitud del riesgo que asume, qué se está jugando
y las consecuencias de su posible fracaso final.
No olvides la atención proyectiva que los relatos despiertan en nosotros.
Prestamos atención a la fase de aprendizaje de cualquier relato personal para
valorar cuánto tendríamos que esforzarnos nosotros mismos si fuera el caso.
Necesitamos valorar si tendríamos posibilidades de triunfar en caso de que
se nos presentara una situación similar a la del personaje.
Puedes recrear el esfuerzo y las penurias de tu personaje en su fase de
aprendizaje, pero recuerda que el nivel de esfuerzo debe percibirse como
alcanzable por tu audiencia. Todos queremos sentir que con el esfuerzo y
27
trabajo suficientes podríamos alcanzar el reto planteado al héroe del
relato.
 
 
e) La gran batalla o el «momento de la verdad»
Tras la dura preparación y el esfuerzo, y las primeras escaramuzas a las que se
ha tenido que enfrentar tu personaje, llegó la hora de jugársela de verdad. El
protagonista de tu relato debe enfrentarse —en solitario y sin ayuda de
aliados o mentores— a su reto.
En la saga de películas Rocky, tras subir y bajar miles de peldaños de
escaleras, enfrentarse a sparrings, hacer dietas y renunciar a una vida normal,
Rocky Balboa tiene que subir al cuadrilátero en el día de su gran combate. En
Wall Street, después de tantos estudios y sacrificios, el joven y ambicioso
ejecutivo de bolsa Bud Fox tiene que elegir entre el legado moral de su padre
sindicalista o la vida lujosa, trepidante e inmoral que le proporciona su falso
mentor y jefe Gordon Gekko. En Nacido el 4 de Julio el ex combatiente Ron
Kovic debe elegir entre los valores supuestamente patrióticos heredados de su
familia y su pueblo o convertirse en un activista antisistema, crítico con la
intervención militar estadounidense en Vietnam.
En los anuncios clásicos de detergente, el ama de casa tiene que programar
la lavadora, pulsar el botón y atenerse a las consecuencias de sus decisiones de
lavado. En el relato de Akio Morita, éste tendrá que decidirse entre la vida
incierta de joven emprendedor o seguir la estela de la tradición empresarial de
su familia, propietaria durante generaciones de una fábrica de sake, la
tradicional y riquísima bebida japonesa.
 
 
f) La recompensa o sanción social
Hemos dicho que en todo relato el protagonista cuestiona o investiga la
vigencia de las verdades culturales de la tribu. El protagonista recorre un
esforzado y arriesgado trayecto físico o espiritual —de autoconocimiento— para
poder responder a la pregunta: ¿cooperar o competir?, ¿seguir con los valores
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de lujo y dinero de los años ochenta o recuperar los valores colectivos de los
sesenta?, ¿abrazar la educación patriótica familiar o los valores alternativos de
los años sesenta?, ¿continuar con la empresa tradicional de mis antepasados o
innovar creando una nueva?
En esta última fase de la estructura narrativa el entorno social del
protagonista reconoce públicamente lo acertado de su decisión, certifica su
éxito y le agradece el esfuerzo realizado y el riesgo asumido. La manada de
primates ve reafirmada la vigencia de su cultura o, por el contrario, ve cómo
uno de sus miembros la modifica para bien, adaptándola a un nuevo entorno
o nuevos tiempos.
El héroe ha hecho avanzar a la manada viviendo su aventura. Gracias a su
interpretación particular de la verdad cultural en cuestión y su decisión acertada,
ha abierto el camino al proceso de aprendizaje por imitación del resto de los
miembros de la tribu.
En esa última fase de la estructura narrativa, la tribu celebra y recompensa
al protagonista del relato. El niño con el trofeo deportivo en la mano besa a su
madre. El familiar le agradece la autoconfianza durante su primer día de trabajo.
Sony y Japón hacen un homenaje a Akio Morita.
Es todo en cuanto a orden, dosificación de la información y estructura
narrativa.
Mañana veremos por qué hasta el hippie más pacifista adora un conflicto.
Un cariñoso saludo.
 
 
Frase inspiradora de hoy:
 
«Aquellos que no tienen el poder sobre el relato que domina sus vidas,
el poder de recontarlo, de repensarlo, de deconstruirlo, de bromear
sobre él o cambiarlo, son auténticos impotentes, porque no pueden
tener nuevos pensamientos.»
 
SALMAN RUSHDIE, escritor británico
 
Vídeos y recursos útiles:
 
29
La revista Smith Magazine es una publicación dedicada al storytelling personal.
Haciendo homenaje al apellido más popular en lengua inglesa, además publica libros,
cómics y vídeos con relatos personales que envían sus lectores, storytellers
profesionales y aficionados. Los relatos personales están agrupados en categorías
como «vida digital», «trabajo» o «felicidad». Smith es promotora de la exitosa
iniciativa «Six Word Memories» (memorias en seis palabras), que ha dado lugar a
una saga de libros y vídeos donde sus seguidores cuentan sus vidas en relatos de
seis palabras como máximo:
 
Smithmag.net
 
Libro útil para saber más:
 
MCKEE, Robert. El guión, Alba Editorial, Madrid, 2009.
30
 
 
 
Jueves
Háblame de ti… y de tus conflictos
 
 
Querida lectora o lector,
Esta noche de agosto hace un calor casi insoportable en Madrid. Decido
tomármelo con filosofía. Es la temperatura perfecta para escribir sobre el tema
de hoy: el conflicto.
Ayer vimos que un relato personal es una herramienta de comunicación
estructurada en una secuencia de acontecimientos que apelan a nuestros
sentidos y emociones. El exponer uno o varios conflictos personales, y
cómo el protagonista los resuelve, revelan una verdad queaporta sentido a
nuestras vidas.
A lo largo de los talleres de formación que he impartido no son pocos los
líderes, responsables de recursos humanos o de formación que me han
solicitado evitar el uso de la palabra «conflicto» durante las sesiones.
El concepto de «conflicto» da miedo y genera rechazo. «Ya tenemos
suficientes conflictos en este partido», «el equipo está hasta arriba de conflictos,
no queremos recordarlos» o «la cultura estadounidense es más integradora que
la europea, aquí aborrecemos el conflicto», «Antonio explica el concepto, pero
no uses esa palabra», etcétera.
Siempre me he negado. Un relato personal necesita de las altas
temperaturas que proporciona un conflicto. Es el conflicto —y no la
corrección política— el que garantiza la polémica, la polarización de la opinión
de la audiencia, el contagio viral y el boca a oreja que logran los relatos. Son la
31
adrenalina y el vértigo del conflicto en su máxima expresión —y no las medias
tintas— los que consiguen que aprendamos y recordemos las enseñanzas del
relato personal.
 
 
Sin conflicto no hay relato personal
Sólo mediante uno o varios conflictos tendremos garantías de que nuestro relato
personal pueda activar el modo de atención proyectiva de nuestra audiencia
y que las emociones que detonan atrapen su atención.
Pero cuando hablo de conflicto no hablo de presentarnos a los demás
mediante la polémica forzada. No hablo de convertirnos en lo que en internet se
llama un troll. No se trata de captar la atención de los demás diciendo
barbaridades o buscando ser políticamente incorrecto porque sí. No queremos
ser Torrente o Borat. Tampoco Detritus, un personaje de Astérix y Obélix que
me fascinó de niño. Detritus era un sembrador de cizaña profesional, enviado
por Julio César para dividir a los galos.
Entiendo por conflicto en un relato personal la pregunta íntima a
responder, el dilema a resolver o la elección que tiene que realizar su
protagonista respecto a una verdad culturalmente aceptada por su tribu. De
nuevo la gran pregunta primate: ¿cooperar o competir?
En el storytelling personal el conflicto suele reconocerse en la secuencia
circunstancia-elección-consecuencia.
Veámoslo con un ejemplo. Analicemos el relato personal de Rocío, recogido
en 2011 por Beetles Stories: una recopilación de historias vividas junto a un
Beetle. Se trata de una iniciativa del grupo de automoción Volkswagen para
rescatar relatos personales de conductores fieles al mítico «escarabajo»
(www.beatlestories.com).
El relato de Rocío se titula En memoria de mi abuela:
 
«Me saqué el carné de conducir a los treinta años y fui, con mucho
orgullo, una de las primeras mujeres que se sacó el carné de conducir
en España, aunque por aquel entonces estaba mal visto. Mi primer
32
http://beatlestories.com/
coche fue un Volkswagen Sedán de color blanco y hacía pocos años
que había terminado la segunda guerra mundial. Con aquel coche
empecé a viajar por Cataluña; pero no te creas que muy lejos;
veraneábamos en Can Carelleu, en una casita blanca donde después
de derrumbarse se construyó el edificio que ahora será tu universidad.
»Como tu abuelo siempre estaba fuera por trabajo, tuve que
convertirme en una mujer independiente, y con ese escarabajo azul
marino os llevaba de vacaciones los veranos a la torre de San Cugat
(antes era todo bosque), o nos íbamos al Tibidabo. Llevaba a muchas
de las amigas de tu madre al colegio, porque era la única madre que
conducía; me llevaba a mis amigas de viaje, incluso una vez me atreví
a ir con tres amigas a una fiesta a Sitges; ¡si vieras cómo nos miraban
todos los hombres al ver bajar a tres mujeres de un coche sin un
hombre que nos acompañara! Ellos nos miraban con ojos de deseo y
ellas, con mala cara. Realmente me daba igual, aquel coche me hacía
poderosa, me hizo saber lo que era ser una mujer independiente, me
hacía ser una mujer respetada. Al subirme al coche, todo el mundo me
miraba por la ciudad y la gente me miraba con respeto. Los hombres
que conducían en los años cuarenta el escarabajo sedán eran de la
alta burguesía catalana; las mujeres que lo conducían no existían.
»Empezaron a aparecer nuevos coches, el clasismo en España
cada vez era más radical. Un coche envejecía hasta matar a otro
antiguo y tenías que cambiártelo porque si no, no estabas a la altura.
Jamás vendí ese coche y el tiempo me dio la razón, por lo que veo,
ahora, después de sesenta años, se han vuelto reliquias; los jóvenes
los buscan y los quieren volver a conducir.
»Rocío, vives conmigo desde pequeña, durante muchos años,
cuando llegaba Navidad pedías para Reyes el coche de la abuela, y
ahora que has cumplido dieciocho años y que tu madre y sus
hermanas me han prohibido conducir por vieja, ha llegado el momento
de que te regale tu primer coche.»
Me llevó al garaje, encendió las luces y fue caminando hacia un
bulto cubierto con unas sábanas blancas. Lo destapó y ahí estaba
33
aquel fabuloso escarabajo sedán de color azul marino que llevaba
tantos años en el garaje (remodelado, claro). El motor seguía intacto,
pero el coche estaba repintado y la tapicería interior absolutamente
nueva. Había cambiado las ruedas, las llantas, el cambio de marchas y
el cristal trasero que estaba roto desde hacía un par de años.
Entonces, mi abuela dijo: «Espero que te haga sentir tan importante y
libre como me hizo sentir a mí durante tanto tiempo». Y tanto es así
que lo sigo conduciendo, aunque sólo en ocasiones especiales.
Mi abuela falleció el pasado mes de noviembre justo una semana
antes que mi abuelo; me he animado a pasaros el escrito que ella me
hizo para poder participar «con ella» en el concurso de Volkswagen.
 
En este relato, la protagonista, la abuela de Rocío, se enfrenta a varios
conflictos.
El primero es un conflicto con su entorno social. Las verdades
compartidas mayoritariamente por su tribu en aquella época eran que «el lugar
de la mujer es su casa» y que la mujer «debe estar junto a su marido». La
abuela de Rocío debió hacerse la pregunta íntima de si seguir las costumbres
sociales machistas de la época o bien enfrentarse a ellas y hacer caso a su
instinto de libertad. Una vez más: ¿cooperar o competir?
Las consecuencias de las decisiones de los personajes y los riesgos que
éstos asumen con ellas aportan intensidad dramática al relato. Garantizan
las emociones que harán que tu personaje gane la simpatía o antipatía de
tu audiencia.
Nadie conecta emocionalmente con héroes que superan sus conflictos con
un solo dedo. Conectamos con la humanidad del héroe, con su vulnerabilidad
y su sacrificio, no con su genialidad. Hasta los relatos de genios giran en
torno a su vulnerabilidad. Piensa en los relatos personales más solicitados de
Steve Jobs —el carismático líder de Apple—, de Bill Clinton —el ex presidente
estadounidense con mayor índice de aprobación ciudadana de la historia de EE.
UU.— o de Oprah Winfrey, la estrella televisiva afroamericana. Los relatos
personales que más han conectado emocionalmente con sus equipos y
seguidores han sido los relatos de conflictos cuya resolución exigía mostrar su
34
vulnerabilidad y sacrificio: las infancias difíciles, las decisiones erróneas y el
trabajo constante, no los momentos de gloria fácil o rápida.
Así que a la hora de narrar la resolución del conflicto de tu relato, nada de
«veni, vidi, vici». Sangre, sudor y lágrimas.
Aunque el dilema de la abuela de Rocío hoy parezca baladí, se jugaba
mucho en su elección. Si optaba por ser «una mujer de su casa», contaría con el
beneplácito de su tribu —la burguesía catalana—, pero a cambio traicionaría su
forma de ser más profunda. Tendría que resignarse a una vida casera y rutinaria
de té de las cinco y naipes con las vecinas. Si, por el contrario, optaba por vivir
como una mujer independiente, asumía el riesgo de sufrir la marginación o el
rechazo de la burguesía catalana. En aquella época a las mujeres
independientes automáticamente se les asumía una «vida licenciosa».
El principal conflicto del relato personal de la abuela de Rocíoestá servido.
La audiencia podrá tomar partido por una decisión u otra. La polémica —si
merecía la pena pagar el precio de una u otra decisión en aquella época—
implicará a la audiencia y servirá de motor de difusión y propagación boca a
oreja del relato.
Analicemos el conflicto bajo la secuencia circunstancia-elección-
consecuencia.
La abuela de Rocío vivió una circunstancia personal: la ausencia
permanente de su marido en los años cuarenta en España, época en la que las
mujeres apenas gozaban de derechos propios sin la autorización de sus esposos.
En su relato lo explica:
 
«Los hombres que conducían en los años cuarenta el escarabajo sedán
eran de la alta burguesía catalana; las mujeres que lo conducían no
existían. […] fui […] una de las primeras mujeres que se sacó el carné
de conducir en España, aunque por aquel entonces estaba mal visto.»
 
A partir de esa circunstancia, la abuela de Rocío asume los riesgos, y realiza
su elección:
 
«[…] tuve que convertirme en una mujer independiente, y con ese
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escarabajo azul marino os llevaba de vacaciones los veranos a la torre
de San Cugat (antes era todo bosque), o nos íbamos al Tibidabo.
Llevaba a muchas de las amigas de tu madre al colegio, porque era la
única madre que conducía; me llevaba a mis amigas de viaje, incluso
una vez me atreví a ir con tres amigas a una fiesta a Sitges.»
 
Y su elección le acarrea unas consecuencias. Se trata del crecimiento de su
orgullo y autoestima y también de las críticas de sus coetáneos, críticas que
conforme pasan los años terminan convirtiéndose en admiración y
reconocimiento por su valentía:
 
«[…] ¡si vieras cómo nos miraban todos los hombres al ver bajar a tres
mujeres de un coche sin un hombre que nos acompañara! Ellos nos
miraban con ojos de deseo y ellas, con mala cara […]. Realmente me
daba igual, aquel coche me hacía poderosa, me hizo saber lo que era
ser una mujer independiente, me hacía ser una mujer respetada. Al
subirme al coche, todo el mundo me miraba por la ciudad y la gente
me miraba con respeto.»
 
Pero el relato de Rocío contiene otros conflictos secundarios.
El segundo conflicto del relato En memoria de mi abuela tiene que ver de
nuevo con la norma social de la tribu y el dilema de la protagonista de
respetarla o traicionarla para permanecer fiel a su forma de ser.
 
a) Circunstancia: «Empezaron a aparecer nuevos coches, el clasismo en
España cada vez era más radical. Un coche envejecía hasta matar a otro
antiguo y tenías que cambiártelo porque si no, no estabas a la altura».
b) Elección: «[…] Jamás vendí ese coche».
c) Consecuencia: «[…] y el tiempo me dio la razón, por lo que veo, ahora
después de sesenta años se han vuelto reliquias; los jóvenes los buscan
y los quieren volver a conducir».
 
El tercer conflicto de la abuela de Rocío es de tipo interno. Es del
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protagonista consigo mismo y tiene que ver con la aceptación del paso del
tiempo y la preparación de nuestro legado de vida.
 
a) Circunstancia: «Y ahora que has cumplido dieciocho años y que tu
madre y sus hermanas me han prohibido conducir por vieja…».
b) Elección: «Me llevó al garaje, encendió las luces y fue caminando hacia
un bulto cubierto con unas sábanas blancas. Lo destapó y ahí estaba
aquel fabuloso escarabajo sedán […] Entonces, mi abuela dijo: “Espero
que te haga sentir tan importante y libre como me hizo sentir a mí
durante tanto tiempo”».
c) Consecuencia: «Y tanto es así que lo sigo conduciendo, aunque sólo en
ocasiones especiales».
 
En la vivencia y resolución del conflicto o conflictos podremos ilustrar el
arco del personaje.
En todo relato el conflicto hace que el protagonista viva una evolución, un
viaje interior. El héroe o la heroína de tu relato personal comienza siendo una
persona y —tras enfrentarse y superar el conflicto— acaba convirtiéndose en
otra. Aunque el conflicto conlleve sangre, sudor y lágrimas, la aventura habrá
hecho de tu protagonista una persona más autoconsciente, más sabia y fuerte.
Todo conflicto es una aventura transformadora.
La joven de la burguesía catalana, valiente, pero quizás aún vulnerable a la
crítica de los demás —tras vivir su vida a lomos de un escarabajo— acaba
convirtiéndose en una mujer adulta, segura de sí misma, que lega lo mejor de
su espíritu independiente a su nieta.
Recuerda que gracias a que el storytelling personal capta una atención de
tipo proyectivo en tu audiencia, ésta estará especialmente pendiente del arco
de tu personaje protagonista. La evolución vital del personaje, las
emociones que viva, el autoconocimiento que gane y la recompensa o sanción
social que obtenga serán la promesa que le estés haciendo a tu audiencia si
decide imitar el comportamiento de tu protagonista.
Cuanto más rico en conflictos sea tu relato personal, más
posibilidades de atraer la atención de distintos perfiles de tu audiencia y
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conectar emocionalmente con ellos.
Los tres conflictos ilustrados en En memoria de mi abuela son casi
universales y pueden atraer a muchos tipos de personas. Pero cada uno de
ellos atraerá a personas que tengan un conflicto similar en su propia vida.
Es probable que el primer conflicto pueda atraer a personas interesadas en
la igualdad de derechos entre hombres y mujeres, mayoritariamente mujeres
adultas. El segundo, a los interesados en la autenticidad frente a las modas
sociales, principalmente adolescentes. El tercero atraerá más a las personas que
reflexionen sobre la herencia moral que legar como testamento a los seres
queridos, probablemente personas de edad más avanzada.
Respecto al concepto de conflicto, sólo me queda contarte que existen tres
tipos de conflicto en los relatos personales. Conflictos internos, del
personaje consigo mismo; conflictos de relación, del protagonista con las demás
personas que le rodean y conflictos del protagonista con el entorno físico, con el
hábitat en el que se encuentra.
Al primer tipo de conflicto corresponden historias como las de las películas
El luchador —una vieja gloria luchando consigo misma para cambiar su vida y
dejar los combates, interpretada por Mickey Rourke— o Lost in translation —una
estrella cinematográfica de viaje en Tokio buscando sentido a su vida,
interpretada por Bill Murray.
Al segundo tipo de conflicto corresponden historias como En el nombre del
padre —la confrontación de padre e hijo encarcelados bajo la acusación de
pertenecer al IRA irlandés— o el combate a tres bandas del western clásico El
bueno, el feo y el malo.
La saga de películas La jungla de cristal, Hijo de los hombres, de Alfonso
Cuarón, o El incidente (Fin de los tiempos), de M. Night Shyamalan, son
ejemplos de historias donde los protagonistas deben enfrentarse a un entorno
hostil para sobrevivir, sea en forma de edificio asesino, caos apocalíptico o
ataques bioquímicos.
A la hora de comunicar tu mensaje escoge un relato personal teniendo en
cuenta el tipo de conflicto que ilustra, la audiencia al que va destinado, el
canal de comunicación y el momento que utilizarás para difundirlo.
Los relatos con conflictos internos suelen ser historias más psicológicas y
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sofisticadas que requerirán concentración y una atención activa de tu
audiencia. Son más difíciles de contar mediante imágenes y requieren canales
de comunicación que favorezcan la observación y la reflexión. Los relatos
con conflictos de relación tienden a ser sencillos. Terminan siendo historias de
opuestos: buenos contra malos. Esta simplicidad hace que sean relatos
todoterreno, de fácil adaptación a todo tipo de públicos, canales y situaciones.
Los relatos que ilustran conflictos con el entorno suelen ser relatos de acción,
de espectacularidad fácil, siempre que el canal de comunicación y los
recursos tecnológicos lo hagan posible.
En mi experiencia particular, el primer tipo de conflicto atrae
mayoritariamente a mujeres mientras que los dos últimos interesan más a los
hombres.
Hablemos ahora de sentidos y emociones en tus relatos personales.
Recuerda que habíamos dicho que todo relato es una secuencia de
acontecimientosque apelan a nuestros sentidos y emociones.
En la cultura occidental tendemos a olvidarnos de nuestros sentidos,
cuando no tratamos de eliminarlos. Llamamos «oler bien» a no oler a nada, el
tacto está cada vez más perseguido, etcétera. A la hora de narrar las cosas nos
ocurre lo mismo. Quizá por nuestra cultura audiovisual tendemos a abusar de la
vista y el oído para comunicar. Nos olvidamos de que el resto de los sentidos
comunican también.
Sin embargo, son los sentidos los que activan nuestras emociones.
¿A qué huele tu nota de prensa? ¿A qué sabe tu discurso? ¿Cuál es la
textura de tu conferencia? Si respondes sin titubear demasiado a estas
preguntas e incorporas los cinco sentidos a las situaciones y descripciones de tu
relato, es muy probable que tengas claro el mensaje que quieres transmitir. Tu
relato personal acabará siendo muy eficaz despertando emociones.
Si tu relato personal no es capaz de emocionar a quien lo escuche,
comunicará igual que una hoja de cálculo en Excel: mal. Los relatos son
persuasivos porque logran activar nuestras emociones. ¿Recuerdas por qué
éramos capaces de sobrevivir al ataque del Tyrannosaurus rex a la hora de su
aperitivo? Las emociones inician respuestas inmediatas en nuestra
amígdala cerebral.
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A la hora de seleccionar un relato personal para contar, piensa en el tipo
de emociones que quieres despertar en tu audiencia. Personalmente es lo
que más me cuesta del storytelling personal. Tengo la tendencia a ser
demasiado solemne. En vez de llevar dentro un argentino pequeñito parece que
tengo un penitente andaluz deseando cantar una «saeta». Lo he pagado en
muchas ocasiones donde la solución narrativa para sacar adelante una situación
comunicativa era despertar emociones más livianas o festivas.
En ese sentido admiro mucho al guionista y cineasta Michael Moore. ¿Cuál
es su estrategia narrativa para lograr que millones de personas presten atención
no a una película de ficción o un musical, sino a un… documental? ¿Cómo lo
hace para que millones de personas quieran prestar dos horas de atención a una
película que no trata de famosos, deporte o sexo, sino de… política? ¿Acaso él
es inmune a eso que llaman la «desafección» de la ciudadanía hacia la política?
En mi opinión Moore es un maestro seleccionando el tipo de
emociones que quiere provocar con sus relatos y la relación de éstas con
las temáticas de su relato. Mediante la exageración, la ironía y la sátira es capaz
de reconciliar el humor con temas como el derecho a la sanidad pública, la
invasión de Irak o la violencia armada en EE. UU. Gracias a esta habilidad para
las emociones, el oscarizado cineasta es capaz de lograr que prestemos atención
a relatos muy poco atractivos a priori.
Para acabar de glosar la definición de relato personal, ya sólo nos queda
hablar de que todo relato «revela una verdad que aporta sentido a nuestras
vidas».
Todo buen relato contiene una verdad cultural.
No importa si tu relato es una experiencia real que ocurrió en tu infancia,
una fábula que has creado tú mismo —usando tu capacidad de invención— o
una parábola tradicional que has rescatado de un libro para comunicar un
mensaje con mayor eficacia. Sea ficción o no ficción, tu relato personal
contendrá las verdades de la tribu.
No hablo de verosimilitud. No me refiero a que en los relatos personales las
vacas no deban volar. Hablo de que incluso cuando nos acogemos a géneros o
formatos creativos donde opera el principio de suspensión de realidad
—Superman: érase una vez un hombre capaz de volar gracias a su capa—
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debemos narrar respetando la verdad.
Cuando las ficciones no contienen o respetan la verdad mayoritariamente
aceptada por la tribu, todos —pequeños y mayores— simplemente dejamos de
prestarle atención. Es lo que ocurre cuando una película nos presenta a una
familia excesivamente idealizada o una novela describe a un malo-malísimo a
todas horas y en todas las facetas de su vida. Sencillamente desconectamos.
Sabemos que el relato no contiene verdad. En la vida real no existen las familias
perfectas ni malos que lo son a todas horas y en todas las facetas de su vida.
Respecto a que las verdades de un relato aportan sentido en nuestras
vidas: no hace falta que volvamos a la idea de que los relatos son manuales de
instrucciones para interpretar las verdades culturales de la tribu. Al igual que el
niño Mowgli de El libro de la selva, prestamos atención a los relatos de los
demás porque —interpretando y ordenando la realidad, aportando sentido— nos
ayudan a sobrevivir en nuestra propia selva.
Mañana empezaremos a ver todo esto en la práctica cotidiana.
Estudiaremos relatos personales de Barack Obama, Harvey Milk y Bono, el líder
de U2, entre otros.
Un abrazo.
 
 
Frase inspiradora de hoy:
 
«En el paraíso no hay relatos, porque no hay viajes. Son la pérdida, el
arrepentimiento, la miseria y el deseo los que empujan a un relato hacia
adelante, a lo largo de su retorcido recorrido.»
 
MARGARET ATWOOD, escritora canadiense
 
Vídeos y recursos útiles:
 
Vidas Galp-Museo Virtual
 
En 2004 la empresa petroquímica portuguesa Galp inició un proyecto pionero para
recoger todos los relatos personales de empleados, directivos, socios y proveedores
de la compañía. El museo dispone de archivos de vídeo, audio y fotografía. Más
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información en:
 
http://vidas.galpenergia.com/museu.html
 
Libro útil para saber más:
 
GARCÍA MÁRQUEZ, Gabriel. Cómo se cuenta un cuento, EICTV-Ollero & Ramos
Editores, Madrid, 1996.
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Viernes
Relatos personales de uso más frecuente I
 
 
Querido lector o lectora,
Se acabó la «teoría». A partir de hoy vamos sólo con la práctica. En los
próximos dos días no pararemos de analizar ejemplos de relatos personales de
todo tipo de líderes y perfiles profesionales.
Todos contamos relatos en nuestro día a día. Es algo que aprendemos
desde pequeños y que hacemos de manera espontánea. La idea es que puedas
reconocerte en los tipos de relatos personales que usas con mayor
frecuencia y perfecciones cómo y para qué los cuentas.
Aunque no debes perder tu espontaneidad, un uso más reflexivo de tu
storytelling personal incrementará tu capacidad de conectar con los demás.
No existen tipos de relatos «puros», que sirvan para comunicar un único
mensaje. Afortunadamente los relatos personales tienen tantas utilidades,
matices y resonancias como personas que los lean o escuchen. Pero por razones
didácticas necesitamos algún tipo de clasificación. Para agrupar los ejemplos
utilizaré una adaptación propia de los criterios que utiliza la consultora de
comunicación Annette Simmons.
 
 
1. Relatos de identidad, presentación o relato. ¿Quién soy yo?
Cada vez que te diriges a un grupo de desconocidos en un entorno laboral
tienes que superar el escepticismo que genera la falta de conocimiento. No
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existen vínculos personales y experiencias compartidas previas que hayan
generado confianza recíproca.
El relato de autopresentación puede ayudarte a construir tus
credenciales profesionales y aptitudes personales para la labor en
cuestión ante tu audiencia. También te será útil para tender puentes que
aceleren la conexión y la empatía con la persona o el grupo de desconocidos.
En otras ocasiones puede que los colegas o clientes desconocidos sí tengan
una idea previa de quién eres y a qué te dedicas. Quizás hayan oído hablar de ti
a otros compañeros, o conozcan tus trabajos anteriores. Entonces puedes
necesitar que te perciban de forma distinta o recordarles otras facetas
personales o profesionales diferentes.
En tu relato tipo ¿Quién soy yo? debes evitar parecer arrogante
enumerando tus méritos, logros o capacidades. Por supuesto que necesitas
comunicar los aspectos de tu carrera profesional que sean pertinentes para la
reunión o el encuentro, pero debes evitar a todo costa ser impersonal o
incrementar la distancia que —fruto del desconocimiento— ya existe entre tu
audiencia y tú.
Una buena estrategia narrativa es abrir tu relato con un par de aspectos de
tu biografía personal, pasar

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