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Comisión Económica para América Latina y el Caribe (CEPAL) 
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creciente empleo formal de mujeres, a familias más pequeñas y a procesos intensivos de 
urbanización, se buscó acudir a trabajadores extranjeros para atender esta demanda. 
Por otra parte, a esta demanda de mano de obra poco calificada se agregó la 
motivación de los trabajadores extranjeros: primero, al ser personas migrantes temporales, 
aceptaban trabajos inestables y de menor estatus social, ya que derivaban su estatus de vida 
de su país de origen; y, segundo, ante salarios precarios en el país de donde venían, 
aceptaban salarios bajos pero que eran superiores a los que recibían previamente. 
Lo anterior se refleja en que los trabajadores inmigrantes aceptan trabajos 
repudiados por los trabajadores nacionales y en condiciones en que podían ser despedidos 
fácilmente por los empleadores, sin que sus salarios amenacen con dar lugar a aumentos 
salariales del resto de trabajadores. Esta explicación coincide con la situación de la mayor 
parte de las personas migrantes — incluyendo las centroamericanas— que trabajan 
predominantemente en sectores intensivos en mano de obra poco calificada, especialmente 
servicios, construcción y agricultura (Gelatt y otros, 2006). 
A su vez, ello refleja la evolución de la economía de los Estados Unidos. Jonas y 
Rodríguez (2014) vinculan las diversas etapas por las que ha pasado la emigración 
guatemalteca con la forma en que ha evolucionado la contratación de mano de obra en ese 
país de destino, y especialmente la contratación de mano de obra poco calificada y con 
salarios bajos. A partir de la década de 198037 Jonas y Rodríguez (2014) identifican tres 
tendencias que marcan la contratación de mano de obra extranjera: a) la continuación del 
fortalecimiento del sector de servicios dentro de la economía de los Estados Unidos; b) la 
flexibilización de los mercados de trabajo, con un debilitamiento de los sindicatos 
acompañado de reducciones salariales y concesiones laborales; y c) una reestructuración 
económica que combinó el florecimiento de nuevas actividades profesionales muy 
calificadas en áreas como las legales, de finanzas y procesamiento de datos con una 
demanda de trabajadores poco calificados y con bajos salarios, especialmente mujeres, en 
las industrias de servicios personales. Lo planteado por Jonas y Rodríguez está en línea con 
las tendencias ya observadas por Piore (1979). En efecto, hubo un aumento de la demanda 
de migrantes en las áreas de empleo no calificado y de bajo salarios, en servicios en 
particular, especialmente vulnerables y con menores salarios y prestaciones laborales 
cuando eran indocumentados (Jonas y Rodríguez, 2014). 
Esta dinámica laboral de origen primordialmente urbano —y reflejado en el empleo 
creciente de inmigrantes en ciudades como Los Angeles, Chicago, Washington, D.C. y 
Houston— se combinó con la continuación de una demanda de mano de obra en áreas 
rurales, principalmente en California, en el oeste, y la Florida, en el este. En este ámbito se 
observa cierta complementariedad entre México como principal proveedor de mano de obra 
extranjera agrícola a los Estados Unidos y Guatemala como principal proveedor externo de 
mano de obra agrícola a México (Martin y Taylor, 2013). De acuerdo con Martin y Taylor 
(2013) existen indicios de que la oferta de mano de obra agrícola mexicana estaría 
 
37 Antes de 1986, cuando se introdujo la IRCA (Immigration Reform and Control Act, descrita más adelante), 
la legislación norteamericana permitía la contratación de trabajadores indocumentados en ese país.

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