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Comisión Económica para América Latina y el Caribe (CEPAL) 
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En el caso de los países del norte de Centroamérica un dinámico sector generador de 
nuevos ingresos —las personas migrantes— está fuera del país o es invisible e irregular y al 
favorecer la apreciación de las monedas ha castigado a los sectores transables con capacidad 
de sustituir importaciones o de exportar —como la agricultura, la industria y el turismo—, 
que no han tenido suficiente dinamismo como para generar empleo masivo con una 
productividad creciente. En contraste, el sector no transable, constituido por la construcción, 
ciertos servicios y especialmente el comercio, que no exportan ni enfrentan competencia de 
las importaciones, ha sido beneficiado por la demanda, en cierta medida cautiva, que 
generan las remesas. Para evaluar una posible alternativa que contribuya a reducir la 
apreciación cambiaria conviene identificar algunos rasgos macroeconómicos básicos que 
surgen de la relación entre las remesas y la política cambiaria y monetaria. Existen tres 
rasgos que pueden destacarse. 
El primer rasgo macroeconómico asociado a las remesas es que países como 
Guatemala y Honduras (además de El Salvador, que tiene como moneda el dólar de los 
Estados Unidos) tienen en la práctica un tipo de cambio que se aproxima a uno fijo. Aun 
cuando se permiten ciertas fluctuaciones (Guatemala) o depreciaciones (Honduras, aunque 
detenidas el último año electoral) la gran mayoría de países que reciben un monto 
considerable de remesas tienen tipos de cambio que en la práctica son estables, como lo 
demostró Singer (2010). Según este autor, acudir a tipos de cambio fijos resulta del hecho de 
que las remesas proporcionan fondos de reserva que estabilizan las economías pues 
permiten aislarlas de la volatilidad de la economía internacional. No requieren tipos de 
cambio flexibles para absorber impactos externos asociados a salidas o entradas de capital, 
o a reducciones o aumentos de precios de las materias primas que exportan. La principal 
fuente de estabilidad es el ingreso de remesas y no las variaciones del tipo de cambio. 
El segundo rasgo macroeconómico que se deriva de la importancia de las remesas es 
que la tasa de interés (líder), el instrumento central de política monetaria en los regímenes 
de metas de inflación, resulta virtualmente inoperante. En teoría se supone que el nivel de 
la tasa de interés líder establecida por el banco central determina si la política monetaria es 
restrictiva o no. Esto supone que los bancos requieren crédito a esta tasa de interés o que 
opera un mercado interbancario activo en que utilizan esta tasa como referencia importante 
para suministrar financiamiento a sus clientes. Sin embargo, de acuerdo con Barajas y otros 
(2016), este mecanismo de transmisión monetaria no funciona en los países con una alta 
proporción de remesas. En particular, la banca comercial en estos países, como Guatemala 
y Honduras, con un exceso de liquidez originada principalmente en las remesas, enfrenta 
una demanda de crédito concentrada casi exclusivamente en grandes grupos 
 
can be seen in the relationship between real exchange rate and remittances” señala el Banco Mundial en 
relación con Honduras (World Bank, 2015b, pág. 52). En cuanto a El Salvador, “remittances have also been 
found to lead to real exchange rate appreciation” (World Bank, 2015b, pág. 5). Para Guatemala, “while 
migration has brought in much-needed resources for households, there is some evidence that remittances 
are having a Dutch disease effect by raising reservation wages and putting pressure on the exchange rate” 
(World Bank 2015c, pág. 10). El tema es polémico. Economistas del FMI niegan que exista este efecto en 
Centroamérica (véase Beaton y otros, 2017).

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