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Comisión Económica para América Latina y el Caribe (CEPAL) 184 beneficiarios, puesto que habrían podido cubrir el costo de emprender el viaje al país de destino y estarían recibiendo remesas. Además, la cobertura de beneficiarios parece muy amplia, como lo ilustra el número de personas que reciben remesas en Guatemala según la OIM, y que estarían alcanzando a cerca de 6,2 millones de personas en 2016 (OIM, 2017), es decir, más de la tercera parte de la población guatemalteca. Segundo, existe evidencia en otros países de que aumentos transitorios del monto de remesas generalmente se destinan a la inversión, especialmente cuando es el resultado de modificaciones del tipo de cambio. Yang (2008a) encontró, mediante una investigación novedosa, que familias filipinas recibieron un mayor monto de remesas como resultado de apreciaciones cambiarias en los países donde estaban los inmigrantes filipinos, lo que equivalía a una devaluación de la moneda filipina. Como consecuencia de ello las familias en Filipinas dedicaron más recursos a educar a los niños, redujeron las horas de trabajo infantil, invirtieron en equipo para establecer empresas familiares en servicios o manufacturas y aumentaron el número de horas trabajadas en los hogares. Podría esperarse un impacto similar sobre las inversiones de los hogares como resultado de una devaluación en países como Guatemala y Honduras, y eventualmente en El Salvador si cambiara su régimen monetario. Serían inversiones de emprendedores incipientes en muchos casos, pero que podrían tener un impacto importante en la medida que existieran acciones de acompañamiento para complementar estos recursos con servicios de capacitación, asesoría, información, crédito e infraestructura. Las políticas estratégicas señaladas previamente podrían aumentar la probabilidad de que los beneficiarios de los mayores montos de remesas ejecutaran proyectos de inversión. Tercero, una razón para que los emigrantes retornen (emigración transitoria o circular) es el mayor poder adquisitivo que sus recursos tendrían en su país de origen, especialmente después de haber trabajado durante algún tiempo y habiendo acumulado ahorros (Görlach y Dustmann,2016). Una devaluación fortalecería este incentivo y podría favorecer un retorno de migrantes exitosos, así como un aumento de inversiones con sus recursos. Cuarto, los sectores dirigidos a sustituir importaciones, como la producción de alimentos, o a generar exportaciones de bienes y servicios, que irían desde productos agrícolas no tradicionales hasta el turismo, tendrían mayor rentabilidad como consecuencia de la devaluación. Podría esperarse un aumento de la inversión en estos sectores en particular, por parte de nuevos emprendedores o por antiguos empresarios. La producción y las exportaciones aumentarían con cierto rezago, dados los períodos de gestación del ciclo de inversión. Habría menores inversiones en sectores no transables, pero el rezago ya existente debido a síntomas de enfermedad holandesa desde hace más de una década (Bussolo y otros, 2007) permite suponer que la inversión en los sectores transables sería mayor. Podría esperarse una combinación positiva de mercado local ampliado, recursos disponibles para nuevas inversiones y mayor rentabilidad en estos sectores para encauzar a los países del
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