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ESTEREOTIPOS, ACTITUDES Y TEORIÁS IMPLICITAS EN UN CONTEXTO DE
ACTIVACIÓN DEL CONFLICTO INSULAR ENTRE ESTUDIANTES
José Manuel Yanes Cedrés
ÍNDICE
 
1.- Presentación 1
1.1- Los estereotipos 3
1.2.- Las actitudes 8
1.3.- Teorias implícitas 10
1.4.- Factores modificadores 12
2.- Metodología 17
2.1.- Sujetos 17
2.2.- Instrumentos 17
2.3.- Procedimiento 19
3.- Resultados 22
4.- Conclusiones 41
5.- Bibliografía 49
1.- PRESENTACION
 El objeto de esta investigación es ahondar en la relación existente entre los elementos
afectivos y cognitivos que tienen lugar en el proceso de categorización social. Para ello vamos a
abordar los lazos que puedan aparecer entre las teorías implícitas, los estereotipos y las
actitudes, en el marco del conflicto intergrupal. Además, pretendemos contrastar esta relación
en dos condiciones: Recreación y no recreación de un contexto de hostilidad intergrupal.
 Por teorías implícitas vamos a entender aquellas asunciones y creencias que mantienen los
individuos y que les ayudan a explicar el entorno en el que se desenvuelven. 
 La definición de estereotipos que vamos a considerar es la propuesta por Linville, Salovey y
Fischer (1986,1989), según la cual los estereotipos son propiedades estadísticas de las creencias
de una persona acerca de algunos grupos sociales. 
 
 La tercera variable que consideramos es la actitud, es decir, las disposiciones del individuo
que orientan su comportamiento y le llevan a adoptar conductas similares en distintas
situaciones.
 Con el estudio de la relación entre las variables anteriormente comentadas pretendemos
conocer la dinámica de funcionamiento de dichos constructos y la forma en que se articulan.
 En nuestra investigación los estereotipos son entendidos como constructos eminentemente
cognitivos y la actitud como un concepto principalmente afectivo y formado a través de la
historia personal de cada sujeto. Por último, las teorías implícitas se conciben como un
constructo que posee un doble nivel de funcionamiento, uno más convencional (conocimiento) y
otro mas idiosincrásico e individual (creencia). 
 El estudio de la relación entre actitud y teorías implícitas no es la primera vez que se aborda.
Los precedentes más cercanos se encuentran en Morera (1992) y Rodríguez (1993). Nuestra
intención es verificar si efectivamente la actitud es un constructo relativamente independiente de
las teorías implícitas. Es decir, si en verdad las personas se sitúan en una teoría explicativa del
conflicto insular, independientemente de la actitud que se mantiene hacia este conflicto. En este
sentido, Rodríguez (1993) concluye que la actitud entendida como respuesta emocional de
aproximación - evitación, no necesariamente se acompaña de un único modo de entender un
fenómeno determinado. Por lo tanto, sólo en algunos casos, las actitudes y las teorías implícitas
mantendrían cierta correspondencia.
 No es esta la única relación que consideramos interesante en este estudio. Nos preocupa
además la relación que pueda aparecer entre actitudes y estereotipos, dos variables que son
conceptualmente distintas, una de carácter afectivo (la actitud) y otra de carácter cognitivo (el
estereotipo). También, comprobaremos si las teorías implícitas median en los estereotipos que se
tienen sobre los grupos sociales, tal y como propone Rodríguez (1993). Este investigador
concluye que los estereotipos que tienen los grupos enfrentados en el marco del conflicto insular
se hallan influidos por la representación del conflicto. 
 De todas formas, es obvio que estas variables pierden su sentido si no se incluyen dentro de
un contexto particular. Es por esto, por lo que nuestro estudio se va a situar dentro de un marco
social particular y definido: El conflicto insular canario. Este conflicto tiene lugar entre las dos
1
islas capitalinas del archipiélago canario. Aprovechando las tensiones entre estos dos grupos
sociales, decidimos activar experimentalmente el conflicto insular en los sujetos. Nuestro
propósito al respecto es analizar el influjo de la activación del conflicto sobre las variables
estudiadas. 
1.1.- LOS ESTEREOTIPOS
 El primer concepto que vamos a analizar dentro del marco teórico de esta investigación es el
estereotipo. La concepción que vamos a utilizar aquí es la que proponen Linville, Salovey y
Fischer (1986,1989). La forma en que estos autores entienden el estereotipo es la de una
distribución implícita de los miembros de un grupo dado, con relación a ciertos rasgos
estereotípicos. Nuestro propósito en este sentido es estudiar las relaciones de los estereotipos así
entendidos, con los otros dos constructos objeto de esta investigación. No obstante, antes de
entrar de lleno con las propuestas que sustentan la visión que aquí se mantiene de los
estereotipos, realizaremos una breve introducción al concepto.
 Hoy en día, una de las definiciones de estereotipos más difundidas es la de Ashmore y Del
boca (1985) que los definen como un conjunto de creencias acerca de los atributos personales de
un grupo de individuos. La definición anterior está ampliamente compartida pero puede ser
matizada en muchos aspectos, no en vano ha sufrido muchos cambios desde que el término
fuera acuñado en 1798, para hacer referencia al proceso de imprenta que utilizaba moldes fijos
de letras ("fixed casts of pages of type").
 Ya en pleno siglo XX, varias son las definiciones del concepto estereotipo. En una de ellas,
por estereotipo se entendía la condición patológica caracterizada por conductas de repetitividad
persistente y modos incambiables de expresión (Gordon 1962), aunque aquí no se hace
referencia a la palabra "stereotype" sino "stereotypy", que conllevaba la idea de rigidez
conductual.
 Es sin embargo, en 1922 cuando Lippman en su obra "Public Opinions", lo introduce en el
contexto social y político definiéndolo como imágenes en nuestra cabeza de distintos grupos
sociales. Este autor asumía que los estereotipos servían para simplificar la percepción y la
cognición. Su asunción, así entendida, tenía que ver mucho con el término esquema de los
psicólogos cognitivos, aunque según el autor, los estereotipos no eran neutrales, sino que servían
para defender la tradición personal y nuestra posición en la sociedad. Esta concepción de
estereotipos va a influir en la forma en que se les considerarán en un futuro, esto es, como
generalizaciones incorrectas, rígidas y sobresimplificadas. De esta forma, autores como Allport
(1954) defendían el carácter de rigidez y sobresimplificación de los estereotipos, continuando
con la idea de que los estereotipos eran "malos".
 Un estudio pionero en el campo de los estereotipos va a cambiar la óptica bajo la cual los
psicólogos se acercan al estudio de este concepto. Nos referimos al estudio que Katz y Braly
llevaron a cabo en 1933 con alumnos de Princenton. El experimento consistía en que ante una
lista de 84 rasgos los sujetos debían elegir aquellos cinco que consideraban que describían mejor
a varias naciones. El estereotipo de una nación se conformaba a partir de los rasgos en los que
coincidían más los participantes. Más de la mitad de los alumnos coincidieron en los rasgos
más típicos de cada grupo. Debido a este gran consenso, los autores sugirieron el origen
sociocultural de los estereotipos.
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 A partir de este estudio se alteró la investigación sobre estereotipos. Los investigadores se
centraron más en el estereotipo como constructo psicológico y abandonaron las posiciones más
clínicas y experimentales. El etiquetaje verbal de grupos reemplazó a las imágenes de los
individuos como estímulos y el "adjective checklist" se convirtió en el instrumento más usado.
Se consideraba a los estereotipos como un proceso cognitivo poco cuidadoso y poco crítico. No
obstante es Tajfel (1969) el queconsiderando los estereotipos como categorías que ofrecen
coherencia al ambiente social, rompe con la antigua concepción, minimizando el papel
motivacional y maximizando el cognitivo. El sesgo de los estereotipos es visto como resultado
de las limitaciones de la capacidad cognitiva para procesar información. Se hace así referencia al
acercamiento cognitivo para entender el conflicto intergrupo. A partir de aquí, los estereotipos
van a ser entendidos como categorías sociales, a cuyos miembros se les aplican las
características que definen la categoría. 
 Irrumpe así con fuerza el paradigma cognitivo aplicado al estudio de los estereotipos. Sin
embargo, esta corriente cognitiva no es nueva. Los orígenes de sus posiciones en el campo de
los estereotipos los podemos encontrar en las añejas concepciones de Lippman (1922), en los
trabajos sobre percepción social de Kretch y Crutchfield (1948) o en las posiciones defendidas
por Vinacke (1957). También Allport (1954) y Secord (1959) expresaron ideas referentes a los
procesos de categorización y su utilidad en el marco de los estereotipos. Pero es, como hemos
apuntado anteriormente, Tajfel en 1969 el que con su obra "Cognitive Aspects Of Prejudice"
consigue articular su punto de vista y ser capaz de ofrecer un amplio conjunto de datos que
apoyan su argumento. Desde esta aportación se considera que los estereotipos no se pueden
desvincular del contexto social en el que existen. Los estereotipos son mantenidos en común
por un gran número de personas. Además, proceden de y son estructurados por, las relaciones
entre los grandes grupos o entidades sociales. Tajfel critica la perspectiva individualista y
defiende que el funcionamiento y el uso de los estereotipos es el resultado de una íntima
estructuración contextual y del papel de los mismos en la adaptación de los individuos a su
medio ambiente social.
 Los primeros psicólogos que se acercan desde este punto de vista cognitivo se basan en una
concepción del hombre extremadamente lógica y racional. De esta forma, los estereotipos son
vistos como distintivos. Proviene esta distintividad de su invalidez y sobresimplificación, de su
incorrecta adquisición y su rigidez, que les impiden cambiar ante la evidencia contraria. Sin
embargo, las posturas más modernas de los psicólogos cognitivos admiten la limitación
cognitiva de los humanos, susceptibles de sesgos sistemáticos a la hora de procesar la
información sobre las personas y eventos, y que esos sesgos contribuyen significativamente a la
formación y mantenimiento de los estereotipos. Las limitaciones no se consideran debidas a
factores motivacionales ni a la manipulación de información defectuosa, sino debidas a las
necesidades de adaptación en el intercambio con el medio. Serían útiles para el individuo
porque ayudan a simplificar y organizar el mundo en que se desenvuelve. La posición cognitiva
se preocupa por averiguar cómo se atiende, codifica y recupera la información sobre los
individuos y grupos y pone un mayor énfasis en las consecuencias cognitivas y conductuales del
estereotipo que en los contenidos del estereotipo. La noción central de este modo de entender
los estereotipos es la consideración de los seres humanos como criaturas cognitivas limitadas.
El estereotipo es una función del conocimiento, es decir, ayudan al organismo humano a reducir
y hacer más manejable la complejidad del mundo social. Sin embargo, a pesar de que existen
diferencias individuales, los estereotipos son ampliamente compartidos en el seno de una
cultura. Se pueden concebir como categorías socialmente compartidas que transcienden al
individuo, y que se adquieren principalmente por socialización. Se aprende la noción de que los
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miembros de algunos grupos tienen valores y creencias que difieren bastante de los compartidos
por el propio grupo. 
 Un punto de vista reciente dentro de esta perspectiva cognitiva es el de Linville et al.
(1986,1989). Según estos autores, los estereotipos se entienden como una distribución percibida
de rasgos entre todos los miembros de un grupo social. Desde esta postura, las personas
tendrían representaciones mentales implícitas de la distribución de los miembros de una
categoría social en relación a ciertos rasgos. Esta concepción de estereotipos propuestas por
Linville et al. (1986,1989), es la que nosotros vamos a adoptar y poner a prueba en nuestra
investigación. Por ello prestaremos más atención a sus supuestos.
LAS PROPUESTAS DE LINVILLE, SALOVEY Y FISCHER
 El argumento central de estos autores se basa en la diferenciación categorial. De esta forma,
proponen que hay una mayor diferenciación categorial si existe una tendencia a percibir
diferentes tipos de miembros en el seno de una categoría. Es decir, si es altamente probable que
se distinga entre los miembros de una categoría. Argumentan estos autores que las personas
tienen unas representaciones implícita de la forma en que se distribuyen los miembros de un
grupo social en un rasgo determinado. Estas representaciones mentales implícitas se forman de
forma natural y juegan un papel importante en la categorización.
 El análisis de los estereotipos que proponen se basa en tres ejes centrales:
 Primero, asumen que las categorías sociales se encuentran representadas en términos de
muchos conjuntos de rasgos que se usan para clasificar y realizar inferencias sobre los miembros
de una categoría determinada.
 Segundo, asumen que estos conjuntos de rasgos difieren en la probabilidad de darse entre los
miembros de una categoría.
 Tercero, asumen que la diferenciación categorial ocurre cuando las personas encuentran
numerosos y variados ejemplos de la categoría. Postulan a partir de aquí la hipótesis de la
homogeneidad exogrupal que propone que una mayor familiaridad categorial lleva a una mayor
diferenciación categorial. La familiaridad puede ser definida como el número de ejemplares de
una categoría que el perceptor ha tenido la oportunidad de conocer, tanto directamente como
indirectamente. Esto significa que los sujetos, al estar más familiarizados con los miembros de
su propio grupo, tenderán a diferenciarlos más que a los de otros grupos. Tres son las razones
que dan los autores para justificar esta hipótesis: En primer lugar, que las personas tienden a
estar más familiarizadas con el endogrupo que con el exogrupo; en segundo lugar, que las
personas codifican la información sobre el endogrupo y el exogrupo de forma distinta,
enfatizando más la información individual del endogrupo. Por último, que las personas
típicamente interactúan más con el endogrupo que con el exogrupo y tienen más incentivo en
hacer distinciones entre los miembros del propio grupo.
 En cuanto a su punto de vista sobre los estereotipos, estos son vistos como propiedades
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estadísticas de las creencias sobre los miembros de una categoría social. Diferentes propiedades
estadísticas de una distribución percibida nos dan diferentes aspectos del estereotipo. La
distribución percibida estaría definida por varios parámetros: por un lado la probabilidad de
diferenciación, que es la probabilidad de poder distinguir entre los miembros de una categoría
en relación a un atributo dado. Por otro lado, la polaridad percibida que se refiere a cómo los
miembros se alejan de la media del atributo. Así, las distintas propiedades estadísticas de una
distribución percibida capturan distintos aspectos del estereotipo.
 Las implicaciones de su modelo con respecto a los estereotipos son varias:
 Primero, este punto de vista sobre los estereotipos es consistente con los acercamientos que
no proponen necesariamente un razonamiento equivocado, sino que consideran que los
estereotipos se desarrollan, organizan y mantienen de la misma forma en que los hacen otras
categorías semánticas.
 Segundo, este acercamientoapoya la idea de que las categorías sociales están representadas
en términos de subtipos que se van formando según se va teniendo más familiaridad con un
grupo. 
 Tercero, que una persona mantiene múltiples percepciones de los miembros de un grupo
social y que dependiendo de los rasgos que se activen, se evocan distintos sentimientos. Así,
unas veces se asocian sentimientos más positivos y otras sentimientos menos positivos.
 Esta percepción grupal en términos probabilísticos ayuda a explicar por qué los estereotipos
son tan persistentes, incluso cuando aparecen datos que los contradicen. Según ellos, la
explicación es que los sujetos, al estereotipar en funciones probabilísticas, consideran que
existen excepciones a la regla en cada estereotipo que se mantenga. Las evidencias
desconfirmatorias solamente van a alterar sus probabilidades subjetivas. Si se percibe más
evidencia contraria entonces se crea un nuevo subtipo. Además, los autores proponen que en la
reducción del prejuicio, no sólo son recomendables los juicios favorables sobre un grupo, sino
también una mayor diferenciación entre los miembros de un grupo. Esto debería hacerse
mediante el contacto con una variedad de miembros de un grupo a través de una diferentes
situaciones. Los aspecto afectivos, evaluativos e inferenciales del prejuicio estarían unidos a la
falta de categorías diferenciadas para el procesamiento de información sobre miembros
individuales de un grupo. Promover una forma de pensar más diferenciada sobre los miembros
del exogrupo puede ser una estrategia útil para combatir el prejuicio, la discriminación y el
racismo.
 Linville et al. (1986,1989), en el momento de explicar cómo las personas nos formamos las
distribuciones previstas, proponen un nuevo modelo que denominan el PDIST. Este se basa en
un modelo del conocimiento de representaciones de ejemplares múltiples, en el cual la
representación de un concepto consiste en la descripción separada de algunos de sus ejemplares.
Cada ejemplar representa, o un ejemplo específico de la categoría, o subtipos de los miembros
de la categoría. También se propone que cada ejemplar de la categoría se caracteriza por un
"set" de rasgos que representa los atributos elementales del ejemplar. 
 Así este modelo propone dos asunciones básicas:
 En la primera, se asume que el conocimiento de una categoría social esta representada en la
memoria a largo plazo por un conjunto de ejemplares de una categoría. Estos ejemplares
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incluyen tanto ejemplos específicos de la categoría como miembros abstractos. El conocimiento
de una categoría se basa en el encuentro con ejemplares de dicha categoría y, como hemos
dicho, en su almacenamiento en la memoria a largo plazo. La distribución percibida de las
características de los miembros de un categoría se forma activando un conjunto de ejemplares en
la memoria a largo plazo. Entonces, se realiza una estimación de la proporción de miembros que
tienen un rasgo en particular, basado en la fuerza de activación que un ejemplar tiene. Este
proceso es automático, el perceptor no se percata de la formación de esta distribución, aunque le
provea de una base para inferir predecir y decidir.
 Estos autores afirman que su modelo del PDIST es suficiente para explicar las diferencias que
existen entre la probabilidad de diferenciación y la polaridad con que se percibe al endogrupo y
al exogrupo. Sin embargo, no descartan la intervención de procesos o modelos psicológicos que
intervengan. Es decir, el modelo no es necesario. Intentan explicar el favoritismo endogrupal
acudiendo a sesgos evaluativos y de codificación, que favorece a los grupos más familiares
 La segunda suposición del modelo es que cada ejemplar de la categoría está representado por
un conjunto de rasgos, esto es, una lista de propiedades del ejemplar. Estos rasgos, en el
contexto social, pueden incluir etiquetas sociales (socialista), características físicas (bajo),
características de personalidad (introvertido), conductas (trabaja duro) y actitudes (está a favor
de la pena de muerte).
 Para la medida de los estereotipos, Linville et al. (1986,1989) parten de la hipótesis ya
comentada de que los individuos distribuyen implícitamente a los mienbros de una categoría
social en función de poseer o no una determinada característica. Los autores intentan de este
modo apresar, no el contenido de un estereotipo, sino la manera en que un grupo percibe a otro.
Así, la medida de probabilidad de diferenciación nos indica si se percibe a un grupo como
ampliamente distribuido o no con respecto a un rasgo determinado. Esta medida es útil para
detectar el pensamiento estereotípico, concretamente sobregeneralización y homogeneización de
los miembros de un grupo determinado. La polaridad nos da información del alejamiento de un
grupo del punto medio de un rasgo. Esta medida, cuando es alta, nos indica que los miembros
de un grupo son visto como extremos con respecto a un atributo. En cambio, cuando ésta es
baja, se percibe al grupo de forma moderada en el atributo en cuestión. Nos informa si un grupo
es moderado o muy extremo con respecto a un atributo. Con respecto a estas medidas del
estereotipo, Linville et al. (1986,1989) proponen que hay una mayor diferenciación y una mayor
polaridad percibida cuando se describe al propio grupo que cuando se describe al exogrupo. Se
basan para estas afirmaciones en la hipótesis de la familiaridad ya comentada. Para la obtención
de estos índices estereotípicos, los sujetos deben indicar qué porcentaje de los miembros de un
grupo se sitúan en cada uno de los niveles que presenta la escala de un rasgo dado. Por ejemplo,
en el rasgo sencillez los sujetos se encuentran con una escala del tipo que se expone a
continuación:
I-----------------I------------------I------------------I------------------I------------------I
 Muy Algo Neutros Algo Muy 
Presumidos presumidos sencillos sencillos 
 
Las fórmulas aplicadas para la obtención de los índices son las siguientes:
Para la probabilidad de diferenciación:
Pd=1-i=1,mPi2.
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Para la polaridad:
Pol.=%Pi(Xi-M)2
 Donde i denota en nivel del atributo en cuestión. Pi denota la probabilidad para el nivel i del
atributo. Xi es el valor de la escala para el nivel i. M es la media en dicha escala y se calcula de
la siguiente forma:
M= PiXi
 Una vez expuesta la conceptualización eminentemente cognitiva que se va a tener de los
estereotipos en la presente investigación, vamos a pasar a explicar la concepción de las actitudes
que utilizamos. 
1.2.- LAS ACTITUDES
 El segundo concepto que vamos a presentar son las actitudes. Como ya hemos comentado en
algún lugar, uno de nuestros objetivos en este estudio es observar cómo se relacionan las
actitudes con los estereotipos y las teorías implícitas.
 Si bien en los estereotipos hemos adoptado la concepción que de estos tienen Linville et al.
(1986,1989), con las actitudes nos comprometeremos con un punto de vista unidimensional de
los mismos. Trataremos las actitudes como un constructo eminentemente afectivo y desprovisto
en su limitación conceptual de constituyentes cognitivos o conativos. La adopción de esta
posición no es gratuita, sino que viene apoyada por un conjunto de resultados empíricos que nos
desaconsejan el incluir tanto componentes cognitivos (las creencias), como comportamentales
(la acción manifiesta hacia el objeto de actitud). Coincidimos así en gran medida con las
posturas defendidas desde un modelo unidimensional de las actitudes. Sin embargo, antes de
desarrollar el punto de vista que este modelo propone, vamos a hacer un breve recorrido teórico
sobre el concepto actitud.
 En general, dos han sido las corrientes que tradicionalmente se han propuesto limitar y definir
las actitudes. Por un lado, una corriente mentalista, que se iniciacon Spencer en 1862. Para este
autor, los juicios sobre asuntos opinables (el objeto de actitud) dependen en gran medida de la
actitud mental con que nos acerquemos a dichos juicios. La otra gran corriente del estudio
actitudinal la conforman aquellos trabajos que evocan una tradición fisiológica. Podemos situar
a su iniciador en Fleming (1967), para el cual las actitudes son disposiciones biológicas para
actuar de determinada manera. A partir del trabajo pionero de este autor y de otros autores, que
en la misma línea reclaman un compromiso psicofísico en el acercamiento a las actitudes, el
concepto de actitud motora se populariza entre los investigadores.
 Así pues, tenemos dos formas de entender las actitudes. Por un lado, una concepción
mentalista que propone que la actitud está estrechamente relacionada con conceptos como
creencia y afecto. Esta postura utiliza medidas directas para estudiar las actitudes, en las que se
les pide al sujeto su opinión sobre ciertos objetos de actitud. Por otro lado, nos encontramos una
concepción fisiológica que reduce el concepto de actitud a una predisposición biológica. La
investigación fisiológica se basa en medidas indirectas, es decir, en el registro de reacciones
fisiológicas para, a partir de ahí, inferir la actitud del sujeto.
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 Esta dicotomía y la falta de trabajos integradores de ambas posturas, causará una deriva hacia
puntos de vistas altamente diferenciados. Así, la tradición mentalista entroncará con las
corrientes cognitivas, mientras que la tradición fisiológica se apoyará en las corrientes
conductistas del estudio del comportamiento. Sin embargo, el acercamiento mentalista ha
predominado sobre el fisiológico, en Psicología Social al menos, desde que el término fuera
introducido como objeto de estudio social por Thomas y Zanecki (1918).
 En la actualidad, la tradición mentalista en psicología sigue predominando por varias razones:
La primera, por razones metodológicas. La segunda razón es que, mientras la tradición
fisiólogica se ha visto perjudicada epistemológicamente por el declive del paradigma
conductista, la tradición mentalista se ha visto reforzada por el impulso que supone estar
integrada en el paradigma dominante en la última década.
 A pesar de todo, en los últimos años se plantean importantes problemas epistemológicos
sobre esta área de investigación, llegándose a una situación crítica para el interés del constructo.
Como consecuencia, el principal objetivo pasa a ser la redefinición teórica de los conceptos
básicos que sostienen el concepto de actitud. En este sentido, dos son los modelos que plantean
una nueva concepción del término e intentan definirlo y limitarlo.
 Por un lado, encontramos el modelo tridimensional, que propone una visión multicomponente
de las actitudes. Esta postura mantiene que las actitudes están compuestas de tres dimensiones:
la cognoscitiva, la afectiva y la comportamental. El elemento cognoscitivo se refiere a las
creencias, opiniones e ideas acerca del objeto de actitud. Por lo tanto, el concepto de creencia
queda contenido en la definición de actitud. La forma de conocer la realidad determina así la
forma en que la evaluamos. Un segundo componente se refiere a cómo la persona valora los
objetos de una categoría determinada. Es el componente afectivo que está determinado por la
asociación del objeto de actitud con estados agradables o desagradables. El tercer componente
es el componente comportamental, que implica una predisposición a la acción, una intención
conductual o la tendencia a actuar de una manera determinada ante un objeto de actitud. Estos
tres componentes, aunque muy interrelacionados, operan de modo único y contribuyen con
información concreta. Sin embargo, la poca relación encontrada entre las dimensiones de las
actitudes en los estudios empíricos que ponían a prueba este modelo, hicieron que se pasara de
una concepción tridimensional de las actitudes a una concepción unidimensional de dicho
constructo.
 Frente a esta postura e intentando solucionar la poca relación entre los componentes de la
actitud propuestos por los defensores de la visión multidimensional, otros autores proponen un
modelo de componente único de las actitudes. Desde este punto de vista se enfatiza el carácter
evaluativo de la actitud. La actitud se refiere únicamente a los sentimientos relacionados con el
objeto de actitud. El término creencia se reserva para las opiniones mantenidas acerca del
objeto de actitud, es decir, para la información, conocimiento o pensamientos que alguien tiene
sobre el objeto de actitud. La disposición a comportarse de una forma especial con respecto a
un objeto de actitud vendría a ser la intención conductual.
 Dentro de este modelo hay que destacar a Fishbein y Ajzen (1975) y su teoría de la acción
razonada. Estos autores parten de un modelo de hombre como constructor individual del
conocimiento siguiendo premisas lógicas y racionales. Según la teoría de la acción razonada, el
hombre analiza la información que obtiene de su experiencia con la realidad. A partir de este
análisis sistemático, los individuos construyen sus creencias sobre los atributos de los objetos,
sobre las consecuencias de una acción, etc. Las creencias vendrían a ser información que una
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persona tiene sobre un objeto. Serían los juicios de probabilidad que realiza el individuo sobre
los distintos aspectos de la realidad, la probabilidad subjetiva de que exista una relación entre el
objeto de la creencia y algún otro objeto, valor, concepto o atributo. Las creencias vendrían a
ser, en general, mecanismos puramente individuales que prácticamente no tienen en cuenta los
factores sociales. La evaluación favorable o desfavorable de ese objeto sería la actitud.
Supondría un sentimiento general de favorabilidad o desfavorabilidad hacia algún estímulo y
que se forma automáticamente al atribuir determinados rasgos a un objeto. Por lo tanto,
aprendemos a que nos gusten los objetos que asociamos con cosas agradables y viceversa.
Desde este modelo, la actitud es función de la información que se posee sobre el objeto, por lo
que se van a centrar fundamentalmente en cómo esta información es integrada o combinada. No
obstante dos son las críticas con que se ha encontrado este modelo unidimensional de la acción
razonada. Por un lado, que se trata de un modelo excesivamente racionalista al pasar por alto
los aspectos afectivos - emocionales del ser humano, siendo las cogniciones las que rigen las
actitudes. En segundo lugar, se le critica también el olvido de los factores sociales y culturales. 
 Como punto final a este apartado sobre actitudes, basta decir que el debate en torno a los
componentes de las actitudes sigue vigente. Por lo tanto, nuestra posición sigue abierta a futuras
remodelaciones. Nuestra pretensión al respecto es aportar datos que permitan extraer
conclusiones válidas, con el fin de dar algo de luz a las dudas que se ciernen sobre este
concepto, y particularmente aclarar la relación con las teorías implícitas.
1.3.- LAS TEORIAS IMPLICITAS
 A continuación y como hemos hecho con los conceptos anteriores, vamos a explicar la
concepción de teorías implícitas que utilizaremos en la presente investigación y que está basada
en los planteamientos de Rodrigo, Rodríguez y Marrero (1993). Según estos autores, el
constructo de las teorías implícitas que se propone comparte rasgos con la perspectiva individual
y con la cultural, pero propone soluciones distintas al problema de la construcción del
conocimiento. Las teorías implícitas son construcciones personales realizadas a partir de
experiencias que en su mayor parte son sociales y culturales. Por tanto, su contenido no es
idiosincrásico sino que tiene un origen cultural como lo demuestra su carácter normativo y
convencional.Esto supone que los procesos de construcción, aunque tienen al individuo como
protagonista, se llevan a cabo en contacto con otras personas y realizando actividades
culturalmente definidas. Las teorías implícitas, en definitiva, son explicaciones que guían a las
personas en su ambiente social y se originan a través de la observación, el contacto, y la relación
con los otros, con los diferentes medios de transmisión cultural y a través de la propia
experiencia personal.
 Antes de explicar las características más importantes de la propuesta de teorías implícitas que
aquí utilizamos, vamos a hacer un breve recorrido por el desarrollo del término.
 El comienzo de este modelo de teorías implícitas se puede situar en torno a Bruner y Tagiuri
(1954) con sus estudios sobre la psicología ingenua o del sentido común. Estos autores, aunque
no prestan un especial interés a la naturaleza de la representación, se han ocupado de cómo las
personas teorizan espontáneamente sobre el mundo físico y social. Otro destacado antecedente
de este modelo está representado por Wegner y Wallacher (1977), cuando publican el libro
"Implicit Psychology". Estos autores conciben a la persona como un perceptor activo y
constructor del mundo. Hacen referencia a las concepciones presentes en los padres acerca de
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los niños que influyen de esta manera en el propio comportamiento de los padres, y a largo
plazo en el desarrollo de sus hijos.
 Wegner y Vallacher (1981) dentro de estas teorías personales diferencian dos niveles de
actuación, uno implícito y otro explícito. Esta diferenciación nos permite distinguir claramente
los valores o ideas defendidas por una persona. Se establece una clara relación entre estos dos
componentes de nuestras teorías. En este sentido, una definición adecuada es la aportada por
Rodrigo (1985), quien establece que son unidades representacionales complejas que incluyen
multitud de proposiciones organizadas en torno a un dominio concreto del mundo social o
físico. En esta definición, se conjugan dos líneas de trabajo. Por un lado, son definidas como
producto de la influencia social, pero al mismo tiempo se insiste en el papel del propio
individuo, de sus procesos motivacionales, cognitivos emocionales y representacionales.
 Vamos a continuación a desglosar los términos que etiquetan el concepto. Se expondrá la
razón de concebirlas como teorías y de calificarlas como implícitas.
 Podemos decir que se denominan teorías porque están constituidas por un conjunto de
conceptos relacionados entre si que además, tienen un carácter propositivo, es decir, tienen la
función de ofrecer interpretaciones y predicciones sobre los fenómenos sociales y físicos a la
vez que dirigen nuestro comportamiento. En cuanto a su carácter implícito, podemos decir que
el conocimiento de estados mentales propios es menos accesible a la conciencia que el
conocimiento de los estados mentales ajenos. Dos ejemplos que apoyan esta afirmación
provienen de los trabajos de Travarthen y Logotheti (1989) que demuestran que la regulación
emocional es asimétrica. Ello significa que las personas tienen una mayor sensibilidad con
respecto a las emociones de los otros que con respecto a las propias emociones. La conciencia
de los estados mentales propios no tienen un valor pragmático en la interacción con los otros ya
que las personas se percatarían de que sólo están siguiendo una de las posibles vías de
interpretación de la realidad y sólo serviría para desequilibrar la toma de decisiones y la propia
acción. Por contra, conocer los estados de los otros es necesario para el ajuste del individuo a su
entorno. Para establecer correctamente un intercambio con sus semejantes, es necesario inferir
intenciones, proponer explicaciones a las conductas de los otros, etc. El sentido implícito de las
teorías se refiere pues, a que en el desenvolvimiento social de las personas, el engranaje
representacional e intencional se mantiene escondido a nuestros ojos. De esta forma, los hechos
que encajan en la concepción del mundo no necesitan ser explicados. Las creencias pueden
permanecer ocultas y seguir mediatizando la percepción de lo que nos rodea sin llegar a ser
consciente de ello (González, 1991). El carácter implícito de las teorías, se relaciona
fuertemente con la existencia de dos niveles representacionales en las mismas. De esta forma,
Rodrigo et al. (1993) con respecto a las teorías implícitas proponen un doble nivel de
funcionamiento. Uno, más genérico y prototípico, que posibilita la comunicabilidad entre los
miembros de una colectividad y permite a las personas desenvolverse en aquellas situaciones
más normativas. Es un nivel más comprometido con los convencionalismos sociales y en el
cual el sujeto se sitúa para su intercambio social con los demás. El segundo nivel de
funcionamiento lleva asociado valores de verdad. Este nivel permite afrontar situaciones
novedosas y específicas, para las que los individuos no tienen ningún tipo de conocimiento
anterior. Se trata de conceptos de carácter más idiosincrásicos y en el que el sujeto se sitúa para
interpretar la realidad y tomar decisiones. Las teorías plantean así la posibilidad de
funcionamiento en un nivel doble, uno más convencional y normativo y otro más específico.
Ambos niveles coexisten y cumplen funciones distintas en función de las demandas
situacionales. Una teoría opera a nivel de conocimiento cuando la persona utiliza dicha teoría
de forma declarativa para reconocer o discriminar entre varias ideas, explicitar el dominio de
10
una teoría o reflexionar sobre ésta como un cuerpo de conocimiento impersonal. Cuando una
teoría funciona al nivel de creencia, su uso es básicamente pragmático, es decir, para interpretar
situaciones o realizar inferencias prácticas. Se trata de un nivel inconsciente. La distinción
entre estos niveles, se realiza en función de que la demanda tenga una orientación teórica o
pragmática. Por lo tanto, las personas pueden reconocer distintas versiones prototípicas de
teorías sobre un fenómeno social (síntesis de conocimiento), pero sólo asumen una de éstas
(síntesis de creencias). La síntesis de conocimiento hace referencia a un abanico de modelos
que existen en la cultura de las personas y que intentan abarcar un dominio social determinado.
Se caracterizaría por ser un conocimiento convencional, normativo y compartido. Por contra, la
síntesis de creencias hace referencia a los modelos con los cuales el individuo se involucra e
invoca en las situaciones cotidianas. Se construirían a partir de las experiencias que las personas
tienen en su contexto particular. Gracias a este doble nivel de representación las teorías son tan
adaptativas, ya que pueden amoldarse a las demandas del ambiente. En este sentido, tres son las
funciones que plantea Hewstone (1983):
 1.- Función de control. Las teorías implícitas dan orden y estabilidad para predecir los
sucesos que pueden ocurrir en su entorno. Es decir, ayudan a controlar el medio en el que se
desenvuelve el sujeto.
 2.- Función de autoestima. Este control que anteriormente comentamos, sirve también para
proteger, validar y aumentar nuestros sentimientos de valor y eficacia.
 3.- Función de autopresentación. Es decir, definen nuestro modo de pensar y actuar, y por lo
tanto definen la imagen que ofrecemos a los demás y cómo somos percibidos.
 Una vez explicado las bases fundamentales de este constructo, y siguiendo el discurso de
Rodrigo et al. (1993), vamos a continuación a exponer cómo se forman las teorías implícitas. 
 La construcción de teorías se sustenta en tres pilares o anclajes básicos: el biológico, el social
y el representacional. Gracias al anclaje biológico se garantiza una programación biológica y un
soporte inicial del posterior desarrollo cognitivoen interrelación con el contacto social. Esta
predisposición biológica hacia el mundo social es crucial para la construcción del conocimiento.
En cuanto al anclaje social, dos son los aspectos a tener en cuenta. En primer lugar, que el niño
entra en contacto con el medio cultural mediante su interacción con los adultos cercanos. Es lo
que denomina Rogoff (1989) participación guiada, en la cual debe existir una implicación
emocional tanto en los adultos como en el niño. En segundo lugar, se considera que desde ese
primer momento las actividades que tanto niños como adultos realizan conjuntamente están
definidas por la cultura, perpetuando con sus acciones unas prácticas sociales transmitidas de
generación en generación. El anclaje representacional del conocimiento es personal e individual.
Gracias a este anclaje, el hombre posee una interpretación particular de la realidad ya que es la
propia persona la que actúa, piensa y experimenta. Proporciona así la capacidad para
desenvolverse más allá de las situaciones socioculturalmente definidas. Con ello es capaz de
ajustarse a las demandas personales y situacionales, así como flexibilizar y particularizar la
utilización de las teorías implícitas. Las teorías implícitas no serían así representaciones
transmitidas, sino construidas personalmente en el seno de los grupos. Se trata de una posición
socioconstructivista con relación a su implantación en el individuo, ya que es el individuo quien
construye su conocimiento en entornos sociales y durante la realización de prácticas culturales.
No se recibe un conocimiento empaquetado, sino que las personas elaboran por si mismas un
conocimento a partir de las experiencias obtenidas en el entorno psicosocial. Aunque poseen su
11
soporte representacional en el individuo, su creación no se realiza en el vacio social, sino
apoyado en una serie de experiencias supraindividuales. La construcción de estas
representaciones se realiza a partir de las prácticas culturales que tienen lugar en el grupo al que
pertenecen las personas, en un contexto de relación y de comunicación interpersonal que
transciende la construcción personal. Se consideran a las teorías implícitas como
representaciones individuales basadas en experiencias sociales y culturales.
 Por último, comentar que con este trabajo vamos a poner a prueba los resultados de Morera
(1992) que concluye que las nociones de actitud y de teorías implícitas son independientes. Es
decir, que personas con actitudes similares pueden tener distintas teorías implícitas sobre un
tema y viceversa.
1.4.- FACTORES MODIFICADORES DE LOS ESTEREOTIPOS, LAS ACTITUDES Y 
LAS TEORIAS IMPLICITAS
 A pesar de la noción que se tiene de los estereotipos, las actitudes y las teorías implícitas
como constructos relativamente estables, estos pueden alterarse debido a la presencia de ciertos
factores.
 Nuestra investigación trata de observar cómo se articulan estos tres constructos entre si, pero
deseamos conocer esta articulación en un contexto dinámico de interacción social.
Es por ello, por lo que estudiaremos dichos conceptos en una relación grupal bastante definida
históricamente y alejada de la neutralidad y pobre significatividad de las relaciones intergrupales
que con frecuencia se emplean en los estudios en Psicología Social.
 Nos encontramos así con dos grupos enfrentados históricamente, en los que el conflicto ha
tenido numerosos altibajos en consonancia con ciertos acontecimientos sociales que parecen
activar el enfrentamiento entre ambas poblaciones. Nuestra pregunta al respecto es la
siguiente: )Qué intensifica o debilita los estereotipos, las actitudes y las teorías implícitas hacia
este conflicto?. Nuestra investigación trata de observar el efecto que cierta información
conflictiva tiene sobre los constructos estudiados.
 Actualmente hay un número importante de investigadores que consideran que los estereotipos
no son fijos y rígidos. Al contrario, tanto la teoría del conflicto como la teoría de la identidad
social, predicen que los estereotipos intergrupales reflejan y siguen la relación intergrupal.
Desde estas teorías, los estereotipos cambian en función de los eventos sociales que afectan la
relación intergrupo (Oakes, Haslam y Turner, 1994).
 La idea de la inmovilidad estereotípica proviene de enfoques eminentemente individualistas.
Sin embargo, los estereotipos representan realidades grupales definidas de la relación entre
grupos. Reflejan las propiedades emergentes de las categorías sociales como un todo y no tanto
las características personales de los miembros individuales (Lott y Lott,1965).
 Existen numerosos estudios que sustentan la movilidad de los estereotipos, y de su
variabilidad en función de numerosas condiciones. Simon (1992) concluye que la percepción
de la homogeneidad grupal está mediatizada socialmente y que existen condicionantes
contextuales en la percepción grupal. Concretamente, el autor nombra la posible influencia del
estatus de mayoría o minoría, o el grado de consenso de un estereotipo en el seno de un grupo.
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En este sentido, encontramos autores que sugieren que es más probable la estereotipación hacia
grupos minoritarios y que se estereotipa más a medida que la minoría es más pequeña
(McArthur y Post, 1977; Taylor, Fiske y Ruderman, 1978).
 Linville et al. (1986,1989) desde una perspectiva más cognitiva enfatiza el papel de la
familiaridad con los miembros del grupo estereotipado. Desde este punto de vista, los
estereotipos cambian en función de la información que los estereotipadores tengan del grupo
estereotipado. En particular, estos autores hablan del efecto de la familiaridad, es decir, de la
posibilidad de conocer a miembros de los grupos estereotipados como determinante de la
percepción grupal. Esta visión entronca con la hipótesis del contacto (Allport, 1954; Amir,
1969; Cook 1969; Pettigrew, 1969) según la cual el contacto interpersonal entre miembros del
endogrupo y del exogrupo hace variar los estereotipos preexistentes en los individuos.
 Otra postura que defiende que el estereotipo no es un constructo cuyo contenido, socialmente
definido, se mantenga inalterable bajo cualquier condición, es la que mantiene Kelly (1989).
Este autor propone que la percepción de homogeneidad grupal no sólo depende de factores
eminentemente contextuales. La importancia de las dimensiones con que se estereotipa
condiciona la percepción de los grupos. De este modo, observó que se percibía a los miembros
del exogrupo de forma homogénea en dimensiones irrelevantes, mientras que se percibía al
endogrupo de forma más homogénea en dimensiones relevantes. Otro buen ejemplo de la
manera en que el contexto actúa sobre la percepción grupal la proponen Oakes et al. (1994)
cuando concluyen que se percibe al exogrupo de forma más homogénea en un contexto no
comparativo. Sin embargo, en condiciones en que se favorece la comparación intergrupal, no se
encuentra efecto de homogeneidad exogrupal, como predecían Linville et al. (1986,1989).
 Muy relacionado con nuestra investigación se encuentran las posturas de Devine (1989). Esta
autora propone dos supuestos: primero, que existe un doble nivel de activación de los
estereotipos, uno automático e inconsciente y otro consciente. El segundo supuesto es que todas
las personas tenemos un estereotipo social y un estereotipo personal o creencia estereotípica que
puede o no coincidir con el estereotipo social. Esta autora sostiene que los estereotipos sociales
han sido activados más frecuentemente y por lo tanto son más accesibles que las creencias
personales. Ante una información activadora del estereotipo, la información adyacente a éste se
recupera. Desde su punto de vista, el conocimiento de los estereotipos sociales se identifica con
una activación automática y espontánea,mientras que la creencia estereotípica conlleva un
procesamiento más controlado. Sin embargo, y basándose en los trabajos de Neely (1977),
afirma que la activación será distinta si las personas son conscientes de esta activación. Así, los
sujetos inhiben la respuesta automática e intencionalmente la reemplazan por la que es
consistente con sus creencias personales. De esta manera, el prejuicio es fruto de la limitación
cognitiva de las personas.
 Oakes et al. (1994), con respecto a las condiciones que pueden modificar los estereotipos,
concluyen que:
1.- Los estereotipos sí varían en función del contexto social.
2.- Los estereotipos cambian con el contexto y no sólo en los atributos de los grupos. Los
estereotipos son vistos como definiciones de grupos en términos de las propiedades contextuales
en que se relacionan estos.
3.- Los estereotipos pueden ser apropiadamente descritos como verídicos, ya que su variación
está sistemáticamente relacionada con cambios en la realidad social.
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 Por otro lado, comentaremos que en nuestra investigación hemos trabajado sobre el efecto
que una información significativa y contextualmente situada, tiene sobre distintos constructos
psicológicos. Así, sabemos que las actitudes pueden ejercer influencia en el procesamiento de
información, a la vez que pueden sesgar la percepción y la evaluación de información relevante
a la actitud (Hewstone, Stroebe, Cordol y Stephenson, 1993). Además, el compromiso del
individuo con su mundo social le lleva a adoptar actitudes favorables o desfavorables con
respecto a ciertos elementos, esto es, la actitud dependerá de la situación del individuo en su
contexto social. Así, las informaciones que llegan al individuo serán sopesadas de forma
distinta en lugares y momentos distintos y su influencia sobre las actitudes serán también
diferentes. Por ello, creemos que el papel de la motivación es importante en la investigación
actitudinal. Variables como la involucración personal, la reducción del "drive", temor etc,
parecen tener incidencia en la influencia en las actitudes. Cuando la implicación es alta, el
receptor evalúa concienzudamente las posiciones que recibe. Si es baja, confía en señales
periféricas (Petty y Cacioppo y Goldman, 1981). Sobra decir que la implicación con ciertos
objetos de actitud no sólo depende de posiciones individuales, sino que esta implicación se ve
influenciada por factores contextuales, como pueden ser la significatividad social del objeto de
actitud. En nuestro caso, lo que queremos decir es, que no es lo mismo la actitud que se tenga,
por ejemplo, hacia el mestizaje del pastor belga en el sur de Francia, que la actitud que se tiene
hacia el conflicto interinsular canario, perteneciendo además a uno de los grupos en conflicto.
 Vamos a hacer a continuación referencia a la posible influencia de ciertas variables sobre el
último constructo aquí estudiado, las teorías implícitas.
 Siguiendo a Rodrigo et al. (1993), los factores de influencia sobre las teorías implícitas más
importantes dependen de la demanda del contexto. Es de esta forma el contexto, el que impone
el nivel de representación en el que va a funcionar una teoría implícita; si en el nivel normativo
y declarativo (síntesis de conocimiento) o si en un nivel pragmático e implícito (síntesis de
creencias). A pesar de todo, no es tan fácil que el contexto influya dramáticamente sobre las
teorías implícitas cuando éstas se encuentran integradas en el seno del sistema de referencia del
individuo. Es necesario para ello que el cambio se inicie en el ambiente. Según Rodrigo et al.
(1993) es fácil que el medio que rodea al sujeto articule en él nuevas síntesis de conocimientos,
ofreciendo nuevos puntos de vista sobre ciertas parcelas de la realidad. Sin embargo, el
compromiso que las personas tienen con este nivel de conocimiento es mínimo. La influencia
de variables externas sobre el nivel de conocimiento parece ser más plausible, en tanto en cuanto
se trata de formas de entender el mundo desligadas de componentes afectivos. Al caracterizarse
por su objetividad, la actuación sobre éstas no tropieza con el valor de verdad que acompaña a
las creencias de los sujetos. Además, al tratarse de un nivel explícito, al contrario que las
creencias, su acercamiento es más fácil. Sin embargo, si bien es más probable que surjan
modificaciones en el nivel de conocimiento, esto no quiere decir que surja una reorientación
total de las teorías implícitas, ya que son las creencias del sujeto las que dirigen su acción y las
que dan sentido a la realidad. La modificación en el nivel de creencia se nos antoja harto difícil
debido a que se trata de una red de concepciones que conforman el espejo a través del cual se
trata e interpreta la realidad. Consistiría en influenciar el sentido que del mundo tiene una
persona. Al estar interconectadas en las teorías, el cambio supondría una modificación de
concepciones adyacentes. También se tropieza con la dificultad que supone el alterar unas
creencias implícitas.
 En cuanto a los factores que afectan más decisivamente a la hora de un cambio de las teorías,
Rodrigo et al. (1993) proponen que la explicitación de éstas es fundamental. El sujeto ha de ser
consciente de las concepciones subyacentes. La explicitación se ve facilitada cuando por
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ejemplo no se cumplen las teorías, o cuando ocurre algún fenómeno inesperado que lleva a
replantear el punto de vista particular y hace reflexionar sobre un dominio temático. Es por esto
por lo que decimos que el cambio de las teorías implícitas proviene del ambiente, ya que es el
ambiente el que ofrece a las personas los eventos necesarios para que pongan en tela de juicio
sus teorías. Para esta explicitación se hace necesario el contar con un vocabulario apropiado que
nos permita hacerlas aflorar, darle forma y comunicabilidad. También se ve facilitado este
proceso cuando existe una presión social para hacerlas explícitas y cuando el sujeto hace un
esfuerzo introspectivo planificado y es capaz de llevarlo a cabo. El perspectivismo se plantea
como otro factor de modificación, esto es, el capacitar al sujeto para percibir otros puntos de
vista alternativos al suyo e igualmente válidos y aceptados por él. Aceptar la existencia de otras
opciones capacita al sujeto de una flexibilidad que facilita el cambio de sus teorías. Si se ofrece
al individuo un abanico más amplio de alternativas, con el fin de actuar sobre el nivel de
conocimiento, se le da nuevas perspectivas con las que comprender la realidad. También la
disponibilidad de estrategias variadas de acción es otro factor precipitante del cambio. Si existe
una limitación en la acción es lógico pensar que sus concepciones están moldeadas en función
de tal limitación. Sin embargo, la posibilidad de que el sujeto pueda actuar de diferentes
formas, enriquece la realidad con que se topa el sujeto. Se le da la oportunidad de apresar
nuevas experiencias que pueden ayudar decisivamente en la transformación de sus teorías
implícitas. Cambiar el repertorio conductual de las personas modificaría entonces la interacción
con el medio y conllevaría una mayor posibilidad de encontrarse con información alternativa
que haga al sujeto cambiar muchos de los supuestos que sostienen sus teorías. 
 Con todo lo anterior debemos concluir con respecto a las teorías implícitas y siguiendo a
Rodrigo et al. (1993), que las teorías implícitas no se modifican solamente en base a
información. Es necesario la dialéctica y la interacción experiencial con el contexto en que se
desenvuelven los individuos, para acercarse así a experiencias novedosas que remoldeen las
creencias implícitas que se mantienen sobre ciertos aspectos.
 De acuerdo con las premisas de Linville et al. (1986,1989), la familiaridad con respecto a un
grupo determinado favorece la discriminabilidad ycon ello una mayor probabilidad de
diferenciación entre sus miembros. Esta familiaridad con su grupo lleva a percibir al endogrupo
de modo más extremo. Es decir, la polaridad hacia el exogrupo es mayor que hacia el
endogrupo. No obstante, la postura de Linville et al. (1986,1989) contempla únicamente el
efecto de variables de carácter cognitivo, como la familiaridad, en la configuración implícita de
los estereotipos que proponen.
 Nuestra investigación cuestiona, sin embargo, si estas conclusiones se mantienen constantes
en cualquier condición, o si por el contrario existen otras variables moduladoras, diferentes de
variables cognitivas, en la percepción tanto del endogrupo como del exogrupo. A nuestro juicio
se olvida que en la interrelación entre grupos existen otros moduladores distintos del mero
conocimiento de los grupos. La percepción de los grupos puede verse afectada por condiciones
estimulares diversas, como las que se dan cuando dos grupos mantienen una relación
conflictiva. Con este objetivo hemos analizado los patrones de percepción de dos grupos en
conflicto. Se trata de conocer si sus respuestas bajo condiciones de carga motivacional y afectiva
tienen las mismas reacciones predichas por Linville et al. (1986,1989). Para ello, establecimos
dos condiciones: una condición control y una condición activadora en la que los sujetos recibían
información que justificaba conductas conflictivas contra el exogrupo.
 
 Nuestro interés se centra básicamente en tres cuestiones: 
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PRIMER PROBLEMA: ¿Cómo influye la pertenencia o no a un grupo social en su percepción
de éste?.
 En razón de la cuestión que nos planteamos, varias son las hipótesis que proponemos:
1.1) La probabilidad de diferenciación será significativamente mayor respecto a los miembros
del endogrupo, que respecto a los miembros del exogrupo.
1.2) La polaridad será significativamente mayor respecto a los miembros del endogrupo, que
respecto a los miembros del exogrupo.
1.3) La favorabilidad será significativamente mayor respecto a los miembros del endogrupo,
que respecto a los miembros del exogrupo.
SEGUNDO PROBLEMA: En una relación de conflicto intergrupal, ¿cómo se relacionan las
explicaciones sobre este conflicto, las actitudes hacia este conflicto y la percepción del
endo/exogrupo?.
 Para responder a esta pregunta proponemos las siguientes hipótesis:
2.1) Cuanta mayor responsabilidad del conflicto se le achaque al exogrupo, menor probabilidad
de diferenciación, menor polaridad y menor favorabilidad percibida hacia el exogrupo que hacia
el endogrupo.
2.2) Cuanto más favorable sea la actitud de los sujetos hacia el conflicto insular, menor
probabilidad de diferenciación, menor polaridad y menor favorabilidad percibida, hacia el
exogrupo que hacia el endogrupo.
2.3) Las actitudes de los sujetos hacia el conflicto insular correlacionarán positiva y
significativamente con las teorías implícitas que responsabilizan al exogrupo del conflicto.
TERCER PROBLEMA: ¿Puede una información que facilite la activación del conflicto, tener
algún efecto sobre la percepción hacia el grupo enfrentado, sobre las actitudes hacia este
conflicto, o sobre las teorías explicativas que tengan los sujetos del conflicto?. En general,
nuestra propuesta al respecto es que los sujetos bajo la condición activadora percibirán al
endogrupo y al exogrupo de la misma forma propuesta por Linville et al. (1986,1989), pero de
manera más acentuada. 
 Planteamos varias respuestas hipotéticas para contestar a la anterior pregunta:
3.1) La probabilidad de diferenciación con respecto al propio grupo será mayor bajo la
condición activadora que bajo la condición control.
3.2) La polaridad con respecto al propio grupo será mayor en la condición activadora que en la
condición control.
3.3) Los sujetos describen más favorablemente al propio grupo en la condición activadora que
en la condición control.
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3.4) La probabilidad de diferenciación con respecto al exogrupo será menor bajo la condición
activadora que bajo la condición control.
3.5) La polaridad con respecto al exogrupo será menor bajo la condición activadora que bajo la
condición control.
3.6) Los sujetos describen al exogrupo menos favorablemente bajo la condición activadora que
bajo la condición control.
3.7) Los sujetos serán más favorables hacia el conflicto en la condición de activación que en la
condición control.
3.8) Los sujetos responsabilizarán más al exogrupo del origen del conflicto en la condición de
activación que en la condición control.
2.- METODOLOGÍA
2.1.- SUJETOS
 La muestra utilizada para esta investigación fue de 174 sujetos, residentes tanto en la isla de
Tenerife como en la isla de Gran Canaria. La muestra estaba compuesta por estudiantes de
tercero de B.U.P. Los sujetos elegidos pertenecían tanto a la capital de sus respectivas islas,
como a un pueblo cercano a ésta. La distribución de los sujetos fue la siguiente: 82 sujetos
pertenecían a la isla de Gran Canaria y 92 a la isla de Tenerife. En Tenerife, de los 92 sujetos,
43 realizaron la prueba en la condición activadora y 49 la completaron en la condición control.
En Gran Canaria, los sujetos asignados a las condiciones se repartieron de forma equitativa, por
lo que 41 lo hicieron bajo la condición activadora y 41 en la condición control. 
2.2.- INSTRUMENTOS
 Tres fueron los instrumentos a utilizar en esta investigación: el cuestionario de estereotipos
sobre los grancanarios y sobre los tinerfeños, el cuestionario de actitudes sobre el conflicto
insular y el cuestionario de Teorías Implícitas sobre el conflicto insular.
CUESTIONARIO DE ESTEREOTIPOS
 Para determinar el estereotipo que los sujetos de nuestra investigación tienen de los habitantes
de Santa Cruz de Tenerife y de los de habitantes de Las Palmas, diseñamos un cuestionario
basado en el modelo de representaciones de ejemplares múltiples PDIST, propuesto por Linville
et al. (1986, 1989).
 Para la creación de este cuestionario, se hizo uso de los resultados de un estudio sobre
estereotipos realizado por Rodríguez. (1993). Dicho estudio recoge, tras un pormenorizado
análisis estadístico, las características definitorias de la población de Gran Canaria según la
17
población de Tenerife, y las características definitorias de los grancanarios según los tinerfeños.
Seleccionamos entonces entre todos los rasgos definitorios de ambos grupos los seis rasgos
bipolares que dieran medias más extremas. Es decir, elegimos aquellos rasgos cuyas
puntuaciones se alejaban más del punto medio de la escala, tanto en la muestra de Santa Cruz de
Tenerife, como en Las Palmas de Gran Canaria. En el caso de los adjetivos definitorios de la
personas de Santa Cruz de Tenerife, las puntuaciones medias se situaban entre 5.3 y 3.2 en una
escala de 7 puntos (0-6). Los rasgos definitorios de los habitantes de Las Palmas se situaban
entre 5.1 y 3.1. Los adjetivos elegidos, que eran los mismos para el cuestionario sobre los
tinerfeños que para el cuestionario sobre los grancanarios, fueron: cotillas, alegres,
desconfiados, presumidos, chulos y festivos. 
 Dado que de los seis adjetivos dos aludían a características responsables de conductas
interpersonales (cotillas y desconfiados) y los otros cuatro hacían referencia a estilos de
conducta más personales (alegres, presumidos, chulos y festivos), decidimos incluir seis rasgos
más, con el fin de hacer más amplio el rango de significados y más completo el cuestionario.
Así pues, creímos conveniente escoger dos rasgos más de carácter interpersonal (abiertos y
cariñosos) y cuatro de tipo ideológico (conservadores, separatistas, flexibles y modernos).
 
 Los doce rasgos fueron presentados en escalas bipolares de siete intervalos. La tarea de los
sujetos consistiría en distribuir a 100 hipotéticas personas, tantodel endogrupo como del
exogrupo, en dicho continuo. Así por ejemplo, tomando en consideración el atributo Moderno -
Antiguo, se les preguntaba a los sujetos qué porcentaje del grupo en cuestión le parecían que
eran Muy modernos, Modernos, Algo modernos, ni modernos ni antiguos, Algo antiguos,
Antiguos y Muy antiguos. Se hizo hincapié en que se aseguraran que la suma de sus
estimaciones fuera 100.
 
CUESTIONARIO DE ACTITUDES SOBRE EL CONFLICTO INSULAR
 Se trata de un cuestionario de 43 items tipo Likert, cuya construcción se cimentó en las
intervenciones de siete sujetos durante una sesión de "brainstorming". En dicha sesión se pidió
a los participantes que expresaran todas las ideas que, en su opinión, se les podían ocurrir a
personas que mantuvieran una actitud, tanto favorable como desfavorable, hacia el conflicto. 
 Tras una selección atendiendo a criterios, no de contenido, sino de claridad, brevedad y
originalidad, creímos conveniente un pase piloto con el objetivo de depurar el cuestionario.
Intentamos así comprobar su consistencia interna. Se les pedía a los sujetos que se posicionaran
con respecto a las frases anteriormente seleccionados en un continuo que iba desde "muy de
acuerdo" hasta "muy en desacuerdo". Las posiciones intermedias eran "de acuerdo",
"indiferente" y "en desacuerdo". A continuación, realizamos un análisis estadístico del
cuestionario piloto para seleccionar los items que nos garantizaran una mayor consistencia
interna. Utilizamos el alfa de Crombach. Obtuvimos así un cuestionario definitivo de 25 items
que será el utilizado en el pase de pruebas a la muestra elegida. Este cuestionario recogía
diferentes aspectos de la realidad canaria, como aspectos económicos ("creo que el pleito hace
que el reparto del dinero entre las islas sea desigual"), aspectos sociales ("pienso que el pleito
insular ayuda al desarrollo de las clases sociales más desfavorecidas"), culturales ("creo que el
pleito insular hace que entendamos mejor nuestras raíces culturales"), políticos ("por evitar el
conflicto aceptaría de buena gana que la capital de Canarias se encontrara en la otra provincia"),
etc.
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CUESTIONARIO DE TEORIAS IMPLICITAS SOBRE EL CONFLICTO INSULAR 
 El último de los instrumentos a utilizar es el cuestionario de Teorías Implícitas sobre el
conflicto insular. Esta prueba no es más que una versión más reducida del cuestionario de
Teorías Implícitas sobre el conflicto insular creado por Rodríguez (1989), el cual estaba
compuesto por items que hacían referencia a las cinco teorías explicativas del conflicto insular.
Estas teorías fueron obtenidas a través de varios análisis factoriales. En total, los cinco factores
explican el 46.1% de la varianza total, aunque las teorías que responsabilizan del conflicto a Las
Palmas y a Tenerife explican el 27.7% del total. Un ejemplo de ítem perteneciente a la teoría
que culpa a Tenerife es "Tenerife quiere la unidad de Canarias para subordinar todas las islas a
Santa Cruz". En cuanto a los items que son representativos de la teoría que culpa a Las Palmas,
un ejemplo es "Las palmas no sólo quiere tener todos los centros oficiales sino además que no
estén en Tenerife". Las teorías restantes explicaban el 18.4 de la varianza total. Estas eran: la
teoría que cupabiliza a los medios de comunicación("Los periodistas son a mi juicio los
máximos responsables de las discordias entre Las Palmas y Tenerife"), la teoría que culpabiliza
a los políticos("La mayoría de los políticos fomentan el pleito porque así pueden obtener más
votos") y la que culpabiliza a la distribución del territorio y a la idiosincrasia del canario("Aquí
lo que ocurre es que somos muy cerrados y tercos y no nos ponemos de acuerdo")
 El cuestionario original constaba de 41 enunciados. Los sujetos debían contestarlo empleando
una escala tipo Likert de cinco puntos ( "Muy de acuerdo", "De acuerdo", "Indiferente", "En
desacuerdo" y "Muy en desacuerdo"). Sin embargo, decidimos recoger sólo 25 enunciados ya
que este cuestionario se pasaba conjuntamente con otras dos pruebas y pensamos que valía la
pena utilizar esta versión reducida, con el fin de agilizar las sesiones. Elegimos las cinco frases
representativas de cada una de las teorías implícitas que poseían las correlaciones más altas con
sus teorías correspondientes. Estas frases se distribuyeron entonces al azar y, como en el caso
anterior, pedimos a los sujetos que respondieran según su grado de acuerdo o desacuerdo. 
2.3.- PROCEDIMIENTO
 La investigación se llevó a cabo en dependencias de los centros escolares en los que
estudiaban los sujetos de la muestra. Antes de hacer pasar a los alumnos al interior de estas
dependencias, se instaló el proyector de diapositivas y el reproductor de audio. Asimismo, se
dispusieron los cuestionarios sobre los pupitres. Llegado el momento, se pedía a los sujetos que
entraran y se fueran sentando sin abrir el cuadernillo que tenían ante si.
 Dado que nuestra investigación manipula las condiciones en la que se complementa el
cuestionario expondremos cada una por separado:
CONDICION ACTIVADORA 
 
 A este grupo se les explicó que la investigación trataba sobre el estudio de la memoria, y que
el cometido de ellos era tratar de recordar un material que se les pasaría seguidamente. Se
instaba a los sujetos a atender concienzudamente a toda la información que se les presentara a
continuación.
Las instrucciones fueron éstas:
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 "Pertenezco al Departamento de Psicología Social de la Facultad de Psicología
de la Universidad de La Laguna y estamos llevando una investigación sobre
distintos aspectos de la memoria de las personas. Antes que nada agradecer la
colaboración del instituto en general y de ustedes en particular, en la realización
de esta investigación. De lo que se trata es que ustedes pongan mucha atención a
una grabación que van a escuchar y a las diapositivas que les voy a poner a
continuación porque después les vamos a preguntar sobre cosas que aparecen
ahí. Les pido por favor que guarden silencio y atiendan a todo lo que se les va a
pasar a continuación."
 El material a recordar para este grupo consistía en cierta información aparecida en la prensa
grancanaria (o tinerfeña cuando la muestra era de Tenerife) en 1990 y que fue escrita por un
"famoso historiador" (en realidad ficticio). Esta información demostraba la culpabilidad
histórica de los habitantes de Santa Cruz de Tenerife (o de los habitantes de Las Palmas de Gran
Canaria) y se les responsabilizaba a estos del conflicto, a la vez que se instaba a los grancanarios
(o tinerfeños) a responder a las provocaciones de la isla tinerfeña (o grancanaria). En realidad, el
texto de este discurso fue redactado por el investigador y básicamente contenía información
sesgada para nuestros propósitos (ver texto completo en apéndice). Esta información estaba
grabada en una cinta cassette que los participantes escuchaban gracias a un reproductor instalado
para la ocasión. La voz que oían los sujetos había sido grabada previamente por un profesor
universitario grancanario (o tinerfeño) con el fin de cuidar los aspectos más elementales del
acento propio de cada isla. Simultáneamente, los sujetos contemplaban ciertas imágenes que
hacían referencia al conflicto. Estas imágenes consistían en diapositivas que fueron obtenidas
de una revisión de titulares de la prensa canaria y que guardaban relación con el discurso que
escuchaban los sujetos. Se trataba de imágenes que proporcionaban datos periodísticos sobre
los abusos de la isla de Tenerife (o de Gran Canaria) y apoyaba las palabras del "historiador".
La presentación de esta información duró 6 minutos y 32 segundos. Acto seguido, se les pidió a
los sujetos que abrieran los cuadernillos y que comenzaran a responder en silencio e
individualmente. Las instrucciones en este caso fueron las siguientes:
 "Bueno, ahorade lo que se trata es que ustedes contesten a las preguntas que
tienen en el cuadernillo que está sobre la mesa. Si alguien por la razón que sea,
no desea contestarlos puede no hacerlo. Esto es voluntario, aunque deben
permanecer en el aula. Tienen que contestar en silencio y por favor cada uno a lo
suyo porque si no, no sirve para nada. El cuestionario como ven es anónimo y
sólo nosotros haremos uso de los datos. Por favor sean sinceros al contestar las
preguntas. Si tienen alguna duda, levanten la mano y les contestaré. Ya
pueden empezar a contestarlo. Les pido otra vez que lo hagan en silencio.
Gracias."
 Este cuadernillo estaba formado por los cuestionarios de actitudes, estereotipos y teorías
implícitas, por ese orden. Nada más empezar a contestar al cuestionario de actitudes, se
comenzó a repartir la prueba de memoria que habíamos elaborado. Esta prueba se entregaba a la
vista de los estudiantes, con la carátula de presentación boca arriba, en la que se leía claramente
"Prueba de memoria". Se les decía que cuando terminaran con el primer cuadernillo pasaran a
responder la prueba de memoria. Las instrucciones fueron concretamente las siguientes:
 "Estas son las preguntas sobre lo que han oído y visto antes. Tienen que
contestarlas cuando acaben con las preguntas del cuadernillo que tienen sobre la
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mesa. No lo abran hasta que terminen con el que están haciendo."
 No se les daba tiempo límite para contestar los cuestionarios, si bien los sujetos solían tardar
aproximadamente 45 minutos. 
CONDICION CONTROL 
 Este grupo no recibió ninguna información previa a la aplicación de la prueba ni se les
proyectó diapositiva alguna. Tras explicarles qué se solicitaba de ellos, los sujetos en este grupo
sólo debían contestar al cuestionario que tenían sobre sus mesas. Como en los grupos de la
condición activadora, tenían que completar los cuestionarios que se les presentaban de forma
individual. Las instrucciones fueron:
 "Soy un miembro del Departamento de Psicología Social de la Facultad de
Psicología de la Universidad de La Laguna. Antes de nada, darles las gracias al
Instituto en general y a ustedes en particular por su participación en nuestra
investigación. En el departamento estamos realizando una investigación sobre
cuestiones canarias. Lo que les pido es que por favor contesten a las preguntas
que aparecen en el cuadernillo que tienen sobre la mesa. Si alguien, por la razón
que sea, no desea contestarlos puede no hacerlo. Esto es voluntario, pero tienen
que permanecer en el aula. Por favor, contesten en silencio y sean sinceros
porque si no sirve de nada. El cuestionario como ven es anónimo y sólo
nosotros haremos uso de él. Ya pueden comenzar a contestarlo. Otra vez les
pido que lo contesten en silencio y que cada uno haga el suyo. Si tienen alguna
duda levanten la mano. Gracias."
 Tenían tiempo ilimitado aunque los sujetos no solían sobrepasar los 45 minutos. En este
grupo no tenían que completar ninguna prueba de memoria. 
 Vamos a exponer a continuación los resultados que hemos obtenido en nuestra investigación.
Primero, lo haremos con los tres índices utilizados en nuestra medida de los estereotipos: la
probabilidad de diferenciación, la favorabilidad y la polaridad. Después, haremos referencia a
los resultados en el cuestionario de actitudes y de teorías implícitas. Por último veremos la
relación que existe entre todas estas variables.
3.- RESULTADOS
RESULTADOS SOBRE LOS ESTEREOTIPOS 
INDICES CALCULADOS
 Con el objeto de analizar las respuestas de los sujetos a la prueba de estereotipos, se hallaron
tres índices globales, esto es, tres medidas que incluyen las 12 escalas estereotípicas. De este
modo, no sólo superamos las limitaciones impuestas en los estudios sobre estereotipos que
obligan a trabajar rasgo por rasgo, sino que nos permite comprobar hipótesis experimentales
complejas.
 En cada uno de los niveles de cada distribución, convertimos las respuestas porcentuales de
los sujetos en probabilidades mediante la división de cada valor por 100. A partir de aquí, para
cada rasgo calculamos la Probabilidad de diferenciación (Pd), la Polaridad (Pol) y la
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Favorabilidad (M).
La probabilidad de diferenciación:
 La probabilidad de diferenciación se define como la probabilidad que tiene un individuo de
distinguir entre los miembros de una categoría en función de un atributo dado. En otras
palabras, refleja la probabilidad de un perceptor, para distinguir entre dos miembros cualquiera
de una categoría en términos de un atributo. Para su cálculo hemos seguido la fórmula:
Pd=1-i=1,mPi2.
donde pi refleja la probabilidad para el nivel i del atributo en cuestión.
 Por ejemplo, imaginemos que una vez aplicada la fórmula en dos sujetos, el sujeto H y el
sujeto M, referente al atributo sinceridad de nuestra investigación, el primero obtiene una Pd
con respecto a los miembros del exogrupo de .50, y el segundo obtiene .85. Esto vendría a
indicarnos que hay una probabilidad del 50% de que el sujeto H discrimine entre dos personas
del exogrupo en el rasgo sinceridad. Para el sujeto M, el porcentaje es del 85%. Esta operación
se realiza con todos los sujetos participantes.
 Si obtenemos las medias de estas puntuaciones para el conjunto de los sujetos podremos
conocer la probabilidad de diferenciación del grupo, que es la medida empleada en este estudio.
Veamos ahora un ejemplo de nuestra propia investigación, en este nivel de abstracción grupal.
Utilizaremos la dimensión sencillos - presumidos que aparece en el cuestionario de estereotipos.
Presentamos la distribución de porcentajes en la tabla 1
Tabla 1.
Porcentajes en la escala sencillos - presumidos.
 NIVELES DEL ATRIBUTO
 1 2 3 4 5 6 7 
TINERFEÑOS 10 20 10 20 20 10 10
GRANCANARIOS 5 10 60 20 5 0 0
La Pd que se obtiene, una vez hecha la media entre todos los sujetos de Las Palmas y de 
Tenerife cuando describen al exogrupo en función de este atributo, es para Tenerife .84 y para 
Gran Canaria .58 (Ver representación en la figura 1). Esto significa, que para los tinerfeños 
existe una probabilidad del 84% de describir a dos grancanarios como distintos en esta 
dimensión. Sin embargo, para los grancanarios con respecto a los tinerfeños, la probabilidad de 
que esto ocurra es del 58%
22
.
 En definitiva, los grancanarios tienden a distinguir entre unos tinerfeños y otros en el rasgo
sencillos - presumidos, más que los tinerfeños respecto a los grancanarios. Como se observa en
la figura 1, mientras los grancanarios concentran sus porcentajes estimados en menos niveles del
rasgo, los tinerfeños tienden a distribuir más sus estimaciones, por lo que su probabilidad de
diferenciación es mayor.
La Polaridad:
 Por polaridad entendemos la dispersión con respecto al punto medio del atributo. Este índice
nos indica hasta que punto se percibe a un grupo de forma más extrema en un atributo. La
fórmula utilizada para su cálculo es la siguiente:
Pol.=%Pi(Xi-M)2
donde M= PiXi. Pi denota la probabilidad para el nivel i y Xi es el valor de la escala para el nivel
i.
 En realidad, este índice es el mismo que el utilizado por Linville et al.(1986,1989) con el
nombre de "variability". Sin embargo, creemos que su traducción por el término variabilidad
podría confundirse con la idea de dispersión propuesta en la probabilidad de diferenciación.
Además, pensamos que el término polaridad coincide más con la idea que el índice expresa.
Ilustrémoslo con un ejemplo: Si el sujeto H en el mismo caso anterior obtiene una Pol= 1.8 y el
sujeto M una Pol= 1.1, podemos decir que el sujeto H percibe a sus vecinos como más
extremos, es decir, como más sinceros o más mentirosos que el sujeto M, el cual tiene una
visión más moderada de la sinceridad del exogrupo.

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