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Albert Labarre: Historia del Libro.
La llegada de la imprenta
El nacimiento de la tipografía.
La xilografía marcaba un progreso indudable, pero exigía un trabajo largo y delicado y su utilización
carecía de flexibilidad. Los textos tenían que ser grabados página por página, los caracteres uno a uno y los
bloques se desgastaban rápidamente y no hacían posible más que un tiraje limitado. La solución al problema de
la xilografía estaba en los caracteres metálicos de la tipografía.
Para la fabricación de los libros en serie se necesitaba un soporte conveniente. El pergamino no era ni
suficientemente plano ni suficientemente flexible como el papel. Este se volvió habitual a finales del siglo XIV.
Además era necesaria la tinta, capaz de dejar huella apropiadas sobre el papel.
Ninguna de las impresiones que se le atribuyen a Gutenberg tienen lugar ni fecha de impresión. El que
se considera como el primero de todos los libros impresos en una Biblia.
La invención de la imprenta hizo que el libro alcanzara una plenitud y una realización en la medida en
que todo texto literario aspira por esencia a una comunicación y a una difusión que sean lo más amplias que
puedan. La imprenta no es el resultado de un impulso intelectual, sino del estado avanzado de una técnica, la del
metal.
La expansión de la imprenta.
Alemania fue la primera beneficiaria de este desarrollo. Más tarde lo hicieron los Países Bajos, Italia,
Francia, Suiza, España, Bélgica, Inglaterra, Hungría, Polonia, etc.
Factores de difusión de la imprenta.
¿Qué es lo que atraía a los impresores? En primer lugar, grupos preocupados por proveerse de textos y
de difundirlos, y bastante ricos como para aportar los fondos necesarios para hacer una impresión. También la
Iglesia atrajo a ciertos impresores. Se trataba de favorecer el trabajo de los teólogos, de cubrir las necesidades
del culto y contribuir a dar una formación edificante a los fieles. La imprenta no se mantuvo en todas las
ciudades que había aparecido. Muchos impresores, llamados para una tarea precisa, tenían que mudarse con su
material cuando dicha tarea había terminado y las necesidades locales quedaban satisfechas.
La clientela universitaria no siempre proporcionaba mercados suficientes. Los primeros impresores
parisienses tuvieron que instalarse en la calle donde publicaron libros para el uso de un público más amplio.
Las grandes ciudades ofrecían mercados más amplios para sus productos. Facilitaban la difusión de la
producción.
Del manuscrito medieval al libro moderno.
La presentación del libro.
1. Los caracteres. Para el diseño de sus caracteres los primeros impresores copiaron la
escritura de los manuscritos y la utilizaron del mismo modo: gótico de molde en los textos
sagrados, gótico de suma en los grandes tratados y bastarda en los textos de lengua vulgar.
2. El texto. El texto de los primeros libros impresos era muy denso. Se presentaba a menudo
repartido en dos columnas. Después los márgenes se despejaron poco a poco y dieron
descanso a la vista de los lectores.
3. La estructura. La forma del libro actual es todavía la del codex de finales de la Antigüedad.
Los primeros textos impresos no llevaban título. Luego, se tomó la costumbre de colocar al
final del volumen el autor y el título de la obra, el lugar y la fecha de la edición y el nombre
del impresor.
La ilustración del libro.
Los impresores dejaron a los iluminadores la tarea de pintar las letras adornadas. La ilustración del libro
alemán se vio beneficiada por la participación de artistas notables, pintores y grabadores. Si bien los impresores
alemanes marcaron la decoración del libro en el siglo XV con una impronta germánica, también actuaron las
condiciones artísticas propias de cada país.
Los textos impresos.
1. La producción. La producción del siglo XV se puede calcular en 30 o 35 mil ediciones con unos 20
millones de ejemplares.
2. Los textos. La mitad tiene que ver con el ámbito religioso. La edición del siglo XV incluía a la
literatura antigua. El ámbito científico ocupaba otra parte. 1520 parece marcar el final de la
expansión de obras de carácter medieval.
Los hombres y los libros.
1. Los oficios del libro. Copistas, iluminadores y libreros pasaron progresivamente de la fabricación y
el tráfico de los manuscritos al comercio del libro impreso. Al principio, la distinción entre
impresores y libreros no era tajante. Los impresores vendían ellos mismos los libros que fabricaban.
El problema más importante de la imprenta es el del financiamiento. Conseguir los instrumentos
y comprar la materia prima exigen la inversión de sumas considerables, recuperables a plazo más o
menos largo puesto que la salida de la producción se da a un ritmo más o menos lento. Los éxitos se
debían a la intervención de un capitalista. De ese modo, se desarrolló un nuevo oficio, el del editor
que asumía las responsabilidades comerciales, subvencionando la fabricación y encargándose de la
venta de los libros producidos. Las condiciones de trabajo en la imprenta eran duras.
El trabajo era pesado: las normas exigían un tiraje de 2500 hojas por día. Los salarios no eran
mucho más elevados que los de los obreros menos especializados.
2. Legislación del libro: privilegios y censura. El libro impreso estaba sometido a la competencia y
tuvo que parapetarse dentro del sistema de los privilegios para prevenirse ante la falsificación.
Como vehículo de las ideas atrajo hacia él una supervisión estricta por parte de las autoridades
religiosas y civiles.
Cuando un editor publicaba una obra, nada impedía que sus colegas hicieran una reimpresión del
mismo texto si lo consideraban como de venta segura. Así, los editores se vieron obligados a
solicitar a los poderes públicos un privilegio que prohibiera que cualquier persona publicara la
misma obra durante un lapso de tiempo determinado.
Si bien la Iglesia había favorecido la implantación de la imprenta, también era guardiana de la
ortodoxia y tenía que impedir la difusión de las ideas heréticas.
3. La condición de autor. Los autores, conscientes de la difusión que daría la imprenta a sus obras,
llevaban cada vez en mayor número sus manuscritos a los libreros. Al vender sus manuscritos, los
autores recibían una suma global única y no recibían parte del éxito posterior de sus obras. No
existían derechos de autor ni propiedad literaria.
En 1710, el copyright se otorga ya no al editor, sino al autor que se volvía así propietario de su obra.
4. El libro y sus lectores. La divulgación del libro acarrea también una ampliación de su público. Se
introdujo a las clases populares.

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