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Amar para Sanar Sanar la Dependencia Emocional Karla Avilés Esta obra ha sido publicada por su autor a través del servicio de autopublicación de EDITORIAL PLANETA, S.A.U. para su distribución y puesta a disposición del público bajo la marca editorial Universo de Letras por lo que el autor asume toda la responsabilidad por los contenidos incluidos en la misma. No se permite la reproducción total o parcial de este libro, ni su incorporación a un sistema informático, ni su transmisión en cualquier forma o por cualquier medio, sea éste electrónico, mecánico, por fotocopia, por grabación u otros métodos, sin el permiso previo y por escrito del autor. La infracción de los derechos mencionados puede ser constitutiva de delito contra la propiedad intelectual (Art. 270 y siguientes del Código Penal). © Karla Avilés, 2020 Diseño de la cubierta: Equipo de diseño de Universo de Letras Imagen de cubierta: ©Shutterstock.com www.universodeletras.com Primera edición: 2020 ISBN: 9788418034336 ISBN eBook: 9788418035708 A mi familia. A los amigos que me sostuvieron. A Carlos Emiliano, que se convirtió estrella. Introducción Te propongo algo. Cierra los ojos durante un instante y piensa en tu pareja. A continuación, observa las características y cualidades que te hicieron enamorarte de él o ella. Dime algo, ¿siguen ahí? y ¿qué hay de ti?, ¿sigues siendo la persona de la que tu pareja se enamoró? Es probable que no, primero porque ha pasado la etapa de enamoramiento y la persona que tenemos al lado comienza a vernos más reales, menos idealizados, y nosotros a ella; segundo porque la pareja, como cualquier entidad viva, representa una dinámica de movimiento ya sea hacia la construcción de un futuro promisorio individual y de ambos, o de retroceso que significa haberse sumergido en una relación poco o cero satisfactoria pero que a pesar de las constantes peleas, dramas y evidentes diferencias no han logrado soltar. Es importante entender que existen dos emociones principales; el amor y el miedo. Si hay amor, si soy capaz de manifestarlo y recibirlo, mi relación será del primer tipo, satisfactoria. Si hay miedo intentaré mantener una relación con base en manipulación, chantaje, drama, pelea y exceso de sumisión/dominación, según el rol que ocupes en la pareja. Estas actitudes representan tu miedo. ¿Miedo a qué? Es probable que al abandono, a la soledad, a ser olvidado, a que la otra persona tenga a alguien más y sea feliz, a no tener la capacidad de encontrar a otra persona, a perder el control que ejercen sobre ti, o el que tu ejerces, mismo que confundes con interés y amor, en fin, puede haber tantas razones para aferrarse a una relación. Y es que hay algo que no nos han contado, las relaciones sean satisfactorias o no, poseen algo en común; ambas tienen el mismo nivel de profundidad. Así como lo lees. Imagina que estas construyendo una casa, esa casa que es tu relación que inicia con la etapa del enamoramiento en la que se comienzan a cavar los cimientos, éstos están llenos de imágenes idealizadas con las que vamos poco a poco excavando más y más profundo. Cuando esta etapa que va de tres a seis meses aproximadamente concluye estamos listos para ir poniendo las varillas y el cemento. Es aquí en donde se colocan las reglas de la relación, en el caso de una relación de pareja sana, el cemento se irá constituyendo con amor, respeto, comunicación, comprensión y adecuada negociación de los problemas. En el otro caso, comenzará a haber focos rojos que por lo regular son pasados por alto y cuya única función es terminar de sellar con cemento de mala calidad la profundidad de dichos cimientos. ¿Ves cómo ambos tienen la misma profundidad? ¿Entiendes por qué terminar una relación de pareja destructiva es igual de doloroso y difícil que la separación de una pareja cuya relación fue fructífera? Esta es la razón por la que un «ya pasará», «pero si era un patán», «pero si te hizo tantas cosas malas», «no deberías extrañarlo porque no era bueno contigo» no da consuelo. La siguiente pregunta que te pido tengas en mente es ¿tu relación es satisfactoria? Te voy a echar una mano, la respuesta es no. Lo sé porque si estás leyendo este libro te habrás dado cuenta por el título y por la contraportada que hablaremos de dependencia emocional. No quisiera que este fuera otro de esos textos en los que lees toda una postura psicológica en torno a qué es la dependencia emocional, la teoría de los apegos, cómo se construyen desde la infancia. Sí, en ocasiones tendré que echar mano de conceptos que te explicaré de modo sencillo. Mi propósito principal es que puedas tomar este libro como un Manual que te ayude, primero, a detectar si estás atravesando por una relación de dependencia emocional. Segundo, a facilitarte herramientas útiles y prácticas para poder salir de ella. Este libro/manual quiere participar en tu proceso de cambio y sanación, por tanto, se te pedirá que hagas los ejercicios que se sugieren para ir dando pasos que te llevarán a moverte del lugar en el que has estado todo este tiempo. Vivir la dependencia emocional en carne propia fue la inspiración para escribir este libro. En él encontrarás mis vivencias, las vivencias de muchos pacientes que han llegado a mi consulta desesperados, tratando de encontrar la solución a su dolor. Estoy segura que te identificarás con las historias, con los síntomas y eso será el indicio para saber si eres dependiente emocional. ¡Veamos! La dependencia emocional (DE) se ha definido por algunos autores como una necesidad amorosa excesiva. Cuando me topé por primera vez con esta definición no la cuestioné, incluso impartí talleres en los que la primera diapositiva que presentaba contenía esta definición, la volví mi bandera y honestamente me gustaba porque yo había llegado al concepto a través de mi propia necesidad de entender lo que me estaba ocurriendo. Así es, como te dije líneas arriba, yo viví la dependencia emocional por muchos años, es por eso que ahora me siento muy capaz de hablar de ella y de acompañarte en este camino que parece, sí, solo parece, tortuoso. Con el tiempo y pensando en todas las características que envuelven al tema, he comprendido que es necesario replantear la definición de la DE, pues el individuo que la padece no está buscando amor excesivo, está buscando «quién sabe qué cosa parecida al amor», pues percibe un vacío afectivo interno que cree que alguien más puede llenar. De este modo inicia relaciones basadas en la necesidad de sentirse completo y feliz sin darse cuenta de que la búsqueda no es externa. Yo diría entonces que la dependencia emocional es una necesidad excesiva de mantener un vínculo tóxico con alguien por el miedo a quedarse solo. La dependencia emocional parte de tener el corazón lleno de creencias erróneas acerca del amor; se piensa en términos de necesidad no de elección. Yo no te elijo cada día, yo te necesito porque sin ti me muero. Dicho esto, en este libro te daré las claves para que puedas superar la dependencia emocional, los aspectos físicos/emocionales/psicológicos que somos, organismos unificados. Hagamos este viaje juntas. El síndrome de Tarzán: Tarzán le teme a la selva El síndrome de Tarzán La mayoría de nosotros recordamos a Tarzán, personaje ficticio que vivía en la selva y saltaba de liana en liana con un particular grito: ah ah ah ahhhh. El Síndrome de Tarzán hace referencia a la necesidad de tener un «alguien» seguro, por tanto, Tarzán se ha convertido en el prototipo de las personas que van saltando de pareja en pareja —de liana en liana—, desarrollando habilidades de conquista/caza. Las particularidades del llamado «Síndrome de Tarzán» son: •Relaciones poco profundas: Estas personas no se han dado el tiempo natural del cortejo, entran de una relación a otra tan rápido, que no importa a quien se está eligiendo, lo importante es tener una pareja. Esto significa que lo único que interesa a Tarzán es tomarse de la nueva liana antes de soltarse de la otra — siempre da saltos seguros—. •Comono se dan tiempo de conocerse, es complicado profundizar en la relación, por lo tanto, o son relaciones fugaces —mientras una nueva liana aparece—, o son relaciones de dependencia emocional —de las que se salen mientras otra liana aparece—. •Debido a que ir de liana en liana es un acto veloz, no hay tiempo para diferenciar si es liana o serpiente —regularmente, la nueva pareja es una copia de la pareja de la que se está huyendo—. •No tiene tiempo de generar los duelos de las relaciones previas. •Por tanto, no se dan la oportunidad de poner los pies en el piso para explorar la selva que es su casa, es decir, ellos mismos. Simplemente no la conocen porque nunca se han permitido explorar sus rincones, no la han caminado, han evitado a toda costa contactar con ella: son unos grandes DESCONOCIDOS para sí mismos. •Como no se detienen a observar y a aprender de sí mismos, no crecen con las experiencias de las relaciones fallidas previas. •En ocasiones es tanto el miedo a caer en la selva, que vuelven a tomarse con la liana anterior. •Cuando no hay una liana a la vista, se aferran a la actual y si es serpiente, resultan muy heridos. •Le ponen el nombre de «amor» a las lianas. Tengo una confesión que hacerte: Yo fui Tarzán. Pasé de liana en liana hasta que una de ellas reventó y me obligó a caer en la selva. Liana 1 Tuve mi primer novio a los 18 años. En esa época yo estudiaba el primer semestre de la universidad. Mi padre me había dado la consigna de no tener novio hasta que pasara el examen de ingreso a la universidad autónoma de mi ciudad. Así que cuando entré pues me alisté al grupo de jovencitas con su primer novio. Él me llevaba 5 años, su padre tenía un negocio muy próspero mismo que administraba. Yo estudiaba y trabajaba, sin embargo, a él no le gustaba que trabajara y comenzó a convencerme de que lo mejor para mi era que me enfocara en la universidad mientras él me iba apoyando con algunos gastos. Al inicio no me pareció una mala idea, no reconocía en este acto de pseudonobleza alguna doble intención, así que acepté un trabajo en el que sólo invertía los fines de semana. Debo decir que rechacé otras propuestas laborales de medio tiempo entre semana, con el afán de que él no se molestara. Sin embargo, con el paso del tiempo, yo notaba su disgusto y la presión llegó a tal nivel que las peleas incrementaban. Poco a poco fui dejando mi empleo pensando que él simplemente se preocupaba por mí. Una vez conseguido que dejara el empleo, comenzó a incomodarme el hecho de que llegara a la universidad y me esperara afuera de los salones de clase (en ocasiones llevaba su laptop para trabajar fuera del aula), continuamente me enviara ramos de flores al colegio en una especie de marcaje de territorio que bajo la mirada de muchas compañeras parecía un «hermoso detalle de un novio enamorado» e incluso que tuviera el teléfono de mis amigos —sin yo saberlo—, quienes tiempo después me contaron que les llamaba para encargarles que, si salíamos a divertirnos, no me dejaran tomar cerveza, pues como no estaba acostumbrada a beber «podía ponerme mal». Yo a ciencia cierta no sabía cómo definir lo que me estaba ocurriendo, era mi primer novio, el único que se «preocupaba» por mí y el simple hecho de pensar en perderlo representaba una tortura. ¡Cómo iba a dejar al único ser sobre la faz de la tierra que me amaba de ese modo tan profundo! (Falso, falso, falso). Pasado el primer año me di cuenta de que este tipo me estaba engañando con una chica que había conocido durante sus años de universidad. Me encantaría decir que lo dejé, que me llené de valor y dignidad y que, a pesar del dolor, decidí no continuar con la relación, pero no sucedió así. Él me dejó a mí y yo me hundí en una terrible depresión, pensando que yo había hecho algo malo, que de cierto modo había provocado su infidelidad, que había perdido algo muy valioso y que tenía que hacerlo volver para demostrarle que podía ser la novia que él necesitaba, la chica de sus sueños, la típica sumisa que complacería todos sus deseos y necesidades. Claro, crecí con los cuentos de Disney y las telenovelas mexicanas, con una abuela que toda la vida le había dicho a mi madre que al hombre se le debe aguantar todo hasta el final pues para eso se casaba uno. Es decir, mi educación sentimental se reducía al sacrificio y a la sumisión; en pocas palabras, a la dependencia emocional. Después de unos meses de sufrimiento y ruegos a dios y a él mismo por su regreso, decidió volver conmigo. Yo, con el autoestima por el suelo y con una dependencia marca diablo, lo acepté de vuelta agradecida con la vida por habérmelo devuelto. ¡Wow!, mientras escribo esto no puedo sino sentir amor y compasión por esa Karla tan joven que buscaba desesperadamente llenar el vacío de su existencia con paliativos externos. Y bueno, ya lo tenía de vuelta, estábamos en una dinámica muy enferma en la que yo lo hacía sentir culpable por el daño que «me había hecho» y él sintiendo que me debía algo. Esperaba que su regreso quitara el profundo dolor que sentía por la sensación de abandono y engaño, pero al mismo tiempo tenía sed de venganza, era una especie de amor/odio, una necesidad insoportable de que el otro me reconociera, a su vez, un profundo enojo con él porque no terminaba de llenar mis expectativas. Un año después de este evento terminé con esa relación e inmediatamente comencé una nueva. Es momento de aclárate algo, la mayoría de los dependientes tenemos el Síndrome de Tarzán; no soltamos una liana sin estar visualizando la otra, en algunos casos, ya estamos colgados totalmente. El duelo no estaba hecho y lo que es peor, yo me había vuelto tan dependiente de este primer sujeto que había cosas que, aun teniendo la nueva relación, le consultaba pues no confiaba en mis decisiones. Visto a la distancia reconozco que esa búsqueda de aprobación y cuidado eran demandas de la infancia no cubiertas por mis padres, pero claro, ¿quién a esa edad o envuelto en una situación de desamor total, va a saberlo? No lo sabía en aquella época, pero ya había comenzado a pensar que las cosas eran mejor cuando un hombre, mejor dicho, cuando un «otro», te indica cómo se deben resolver las cosas. Triste, pero eso pensaba. Liana 2 Entonces llegó el segundo, un sujeto libre, amoroso y capaz, que representaba para mí un nuevo comienzo, él no tenía pinta de que se haría cargo de mí y mucho menos que coartaría mi libertad. Sin embargo, yo estaba tan acostumbrada a que me dijeran qué y cómo hacer las cosas que me había olvidado de lo que hacía vibrar mi corazón, de ver por y para mí, de hacer actividades por mí misma y fue ahí cuando comenzamos a hacer todo, absolutamente todo, juntos. Para esa época mis padres tenían problemas. Ellos, al igual que yo más adelante, se negaban a separarse. Fue entonces que se detonó mi depresión. Yo sentía que comenzaba a arrastrar a mi pareja a una espiral de bajada, que le estaba obligando a permanecer conmigo porque yo me encontraba en un profundo e inconmensurable hoyo de tristeza. Así que una vez más, abusando de su paciencia, me volví dependiente de su compañía porque él era «la única persona en el mundo» que me iba a tolerar, a acompañar y a salvar. Sí, otra vez el típico pensamiento de un dependiente. Mis padres tenían severos problemas. Vivíamos en situación de violencia. No había golpes pero había indiferencia. Mi madre no toleraba el comportamiento de mi padre y él no ponía de su parte, no tenía interés en mejorar ni solucionar nada; parecía que se odiaban y que él nos odiaba a nosotras. Ambos estaban fastidiados pero la situación económica era tan precaria que ninguno de los dos se atrevía a irse de casa. O al menos ese era el pretexto. Mi mamá estaba colocada en su eterno papel de víctima, yo, como era muy joven, pensaba que ella lo era. Entonces comenzó una alianza femenina en la que mi padre era el ogro terrible y mi madre la buena que todo lo aguantaba. La dinámica era así: ella nos ponía de su bando. Karla se subía al ring de boxeo con su padre, supadre la atacaba en defensa propia y muy molesto de que ella abogara por causas que eran meramente de adultos y no de un adulto con una adolescente que defendía a su mamá. Yo batallaba entre proteger a mi madre que ya se había convertido en mi hija (hablo de mis 16). Protegerla por supuesto de mi padre que se estaba convirtiendo en el enemigo a vencer. Es decir, mi familia era un caos, un desorden total. Un terreno fértil para el desamor, para la dependencia emocional, para la depresión y todos los demás síntomas que sufría a lo largo de esa época. Volvamos al nuevo noviazgo de Karla. Esta relación duró cinco años, debo decir que el primer año y medio fue de enamoramiento y felicidad total. Enceguecida por la dopamina y la adrenalina que nos da el estar enamorados, ambos, como ya dije, hacíamos todo juntos. Eso mitigaba el estrés de la casa. Sin embargo, pasado el tiempo y sin la química que el enamoramiento proporciona, llegaron las inseguridades. Él es un tipo con una capacidad intelectual admirable. Yo me sentía muy por debajo de eso, sabía que intelectualmente no podía competir y no lo intentaba porque mis habilidades para ganarme la vida compensaban aquello que yo admiraba de él. Este no era el problema, la cosa se puso mal cuando nosotros nos convertimos en amigos y dejamos de ser pareja, yo tenía mis traumas en cuestión sexual venidas de mi educación, aprendidas de una madre con muchos temas sin resolver en ese rubro. Sentía que no avanzábamos como pareja, pero no podíamos dejarnos porque en realidad no había conflicto, era una relación ya con contratos muy bien entendidos, con entendimiento mutuo, con gustos muy similares pero que ya no estaba aportando nada para el crecimiento y superación de ambos. Entonces decidimos darle fin. Liana 3 Pero, ¿recuerdan el Síndrome de Tarzán? Exacto, yo había conocido a alguien en el trabajo, o como decimos en México, ya le había echado el ojo a alguien más. ¡Adivina quién! un tipo con mala reputación que en lo absoluto me daba buena espina pero que me dedicaba tiempo y atención. Estas leyendo bien, yo estaba casi casi agradecida con él porque me dedicaba algo de su atención y tiempo. ¿Por qué? Porque las personas con dependencia emocional tienen la autoestima baja. Ojo, no todas las personas con baja autoestima son dependientes emocionales, pero sí por el contrario. Entonces comenzamos a salir durante casi diez meses, al onceavo nos hicimos novios. Resulta que al mes de haber iniciado la relación me di cuenta de que el tipo tenía varias relaciones a la par, no sólo una medianamente formal sino varias parejas sexuales. Afortunadamente en ese tema siempre fui muy cuidadosa, pero me daba cuenta de que me estaba exponiendo al haber aceptado a un chico en el que nunca había confiado. Había dejado de lado todas las señales de peligro y me hallaba envuelta en una situación poco satisfactoria que no podía soltar por miedo a la soledad. Aun habiendo descubierto la infidelidad, yo mantenía la esperanza de que me buscara, de que se diera cuenta, como en la primera historia, de que yo era una mujer que valía la pena, tenía inserta en la mente la idea de que viendo esto, él cambiaría y seríamos muy felices. Como en los cuentos de hadas, como en… esperen, no, esto es la vida real, la gente no se transforma solo porque tengamos la esperanza de que lo haga. No volvimos, solo mantuvimos una relación de amistad que a mí me hacía sentir que no estaba todo perdido, que podía tener cercanía con esta persona, aunque esto representara la proximidad con alguien que no me respetaba en lo absoluto; ¡Puff, he ahí el nivel de maltrato inconsciente que yo tenía conmigo misma! Y claro, como yo ya era una experta en lianas pues llegó alguien más. Liana 4 Obviamente ya lo conocía. Un sujeto 13 años mayor que yo, que nunca antes me había gustado a pesar de llevar casi cuatro años conociéndolo pero que tuvo a bien mostrar interés en mí. Sí, la mayoría de los dependientes emocionales se relacionan con la gente que les guiñe el ojo, que les presta un poco de atención, que les invierte tiempo, esfuerzo y/o dinero porque tienen tan poca confianza en ellos mismos que se agarran del primero que tiene la pinta de que puede hacerlos felices. Y ahí estaba yo, colgada en esta nueva relación que con el tiempo se tornó más y más peligrosa. Y es que claro, al pasar tan rápido de liana en liana en una de esas puedes confundirte con serpientes y tomarlas por lianas. Sucede que cuando ya estás en el bucle de las relaciones dependientes solo es cuestión de tiempo para que las cosas empeoren y lleguen momentos cada vez más desastrosos. ¿Por qué sucede así? Porque no estas siendo consciente de que tu pareja es tu espejo y que la situación está intentando mostrarte el nivel de automaltrato y de desamor que practicas. Y entonces, la vida, el campo cuántico con sus infinitas y perfectas posibilidades te va mostrando los focos rojos, si los ignoras te pone baches y si continúas ignorándolos te prende fuegos artificiales, es decir, te va subiendo el volumen de tal modo que no te quede otra opción más que ver que ya has errado. A estas alturas yo todavía no tenía suficiente con los tumbos que me había dado, seguía ignorando las señales. Pero cómo vas a poder observar los focos rojos si vas cambiando tan rápido de liana que no te das un momento para observar lo que está pasando, si no te conoces y si tu nivel de auto desconexión de ti misma y de tus propias necesidades es tan grande, que no puedes identificar en qué estás fallando o qué parte de ti está atrayendo estas relaciones tan destructivas y poco satisfactorias. Y ahí estaba yo; sin detenerme, sin reflexión, con pavor a soltar y sintiéndome totalmente infeliz, pero eso sí, con pareja. Muchas personas llaman a estas vivencias negativas destino, cruz, mala suerte. Sin embargo, siendo honestos, somos nosotros mismos llevando una vida sin reflexión. Viviendo solo a la buena de dios sin cuestionar ni auto indagar qué onda con todo lo que vivimos. Es aquí cuando caemos en el victimismo. Esta vez, la relación llegó a la violencia física. El primer semestre de la relación fue incómodo, él intentaba tratarme como lo hacía con su hija de 16 años a quien también violentaba emocional y verbalmente. El colmo llegó cuando una vez, en un desacuerdo en la calle, se enojó tanto que no contuvo el impulso de aventarme, unos policías se acercaron a detenerlo y él se alejó de la escena llevándose mi auto y dejándome ahí, sin dinero, sin llaves y sin auto. El impacto emocional y psicológico fue tal que al inicio yo no daba crédito de lo que acababa de suceder. Ahora entendía porque las mujeres maltratadas no dejan a sus parejas. Ante una situación de ese tipo la persona que es agredida responde con culpa. En efecto, yo sentía que había provocado esa reacción y que de no haber respondido a la discusión él no habría reaccionado como lo hizo. A los pocos días hablamos, porque yo lo pedí, y volvimos no sin la típica promesa de nunca más agredirme físicamente. La realidad es que nada ni nadie puede arreglar una dinámica basada en la baja autoestima de dos seres enganchados en sus vacíos emocionales. Hoy, como psicoterapeuta, puedo decir que he tenido parejas en consulta que han logrado seguir adelante negociando sus diferencias y entablando pactos de resolución de conflictos. Pero en ese momento, sin el trabajo personal con el que ahora cuento, no lo veía. Esa relación, como las anteriores y la siguiente, estaban basadas en una carencia de amor propio que había que resolver desde lo individual y profundo. Para no hacer el cuento largo, la vuelta no fue diferente, yo me sentía profundamente enojada, con ganas de hacerlo pagar y él sin ánimo de dar más por la relación. La cosa terminó como suelen terminar estas relaciones violentas: con la catástrofe. Liana 5 Y pasamos al último chico, al que yo llamo «el último de mis maestros». Casualmente a este chico lo conocía recientemente. La relación se dio muy rápido, no nos dimos el tiempo para laconquista. Creo que, más que gusto o enamoramiento, yo necesitaba de mi dinámica Tarzanesca para no estar sola, pues eso me llevaría a contactar con el dolor de las heridas anteriores. Incluso temía que, el estar sola me llevara a contactar al anterior. Tenía la típica mala idea de que un clavo saca a otro clavo. Prefería doparme con una compañía a medias que llené de encanto e idealización desde el inicio para justificar mi adhesión inmediata a una relación. Decidí ver cosas en él que no existían, decidí una vez más lazarme al vacío del mundo interior de otra persona con heridas tan profundas como las mías, que salían a flote con la cara de la frialdad. Sin embargo yo deseaba y esperaba ser rescatada. No había caído en la cuenta aún de que nadie puede salvarte de la caída libre que una baja autoestima promueve. Y es que después de haber salido de una relación tan caótica y violenta como la anterior, cualquiera me parecía un remanso… hasta ese momento. Había indiferencia y frialdad pero no había golpes —esa era mi triste lógica—. Este tipo, para no variar, tenía buena pinta. Era un chico súper religioso, –hasta que le convino serlo– rozando con el fanatismo. Parecía una persona tranquila, honesta y leal. Digo parecía porque con el tiempo, como cualquier dependiente, fue mostrándose real, ¡cómo no hacerlo si era mi espejo! Al inicio habíamos dicho que solo nos veríamos para pasarla bien y al mes ya éramos novios. A los seis meses me dejó con el pretexto de que yo no era de su religión. Dos meses después de un intenso sufrimiento volvió y obviamente lo recibí alegre. Al poco tiempo me di cuenta de que mientras salíamos él había intentado entablar una relación con una chica de su iglesia. Cuando lo descubrí, él prometió cortar toda relación con ella, pues según él lo había hecho porque estaba confundido —tiempo después me echó en cara que le hubiera disculpado el desliz. ¡No es broma!—. Tres meses después de haber vuelto comenzó a hablar de tener un hijo. A pesar de las constantes peleas, de que vivíamos en ciudades diferentes, sí, a pesar de lo obvio, accedí. Qué gran error por no decir «pendejada». A los tres meses de buscar al bebé terminamos la relación en otra de esas absurdas peleas. Una semana después me di cuenta de que estaba embarazada. La noticia tuvo una mezcla de alegría, nervios y miedo. No sabía cómo lo iba a tomar, no sabía en qué se iba a convertir mí, nuestras, vidas con esa noticia. Así que sólo fui a buscarlo al trabajo y se lo dije. Aún recuerdo su cara de asombro y pánico. Al inicio pareció estar emocionado. Recientemente había estado buscando un departamento para dejar de vivir en casa de su tía, tenía cosas para amueblarlo y se suponía que ahí viviríamos. Cuando vi la reacción positiva, pensé que podíamos lograrlo. Le propuse que diéramos la noticia a nuestras familias. A los pocos días, su conducta cambió, se volvió más lejano. Hubo un día que no respondió mensajes ni llamadas. Yo me sentía deprimida, no era como lo había imaginado, mi vientre se mantenía constantemente duro, tenía ligeros cólicos y mucho pero mucho miedo. Sentía que estaba sola y realmente lo estaba. ¡Qué iba a ser de mí si él decidía alejarse, si decidía no estar conmigo! La cuestión económica no me preocupaba ya que yo sabía trabajar, lo hice desde muy niña y a esas alturas tenía una casa, un seguro de gastos médicos y familia que podría apoyar en caso de cualquier eventualidad. Pero no tenía una pareja, tenía a un tipo enojado porque estaba embarazada de un bebé que estuvo meses pidiendo. Me sentía muy apenada ante él por estar en ese estado, sentía que él me culpaba por la consecuencia de la decisión que ambos habíamos tomado meses atrás. Entre estira y afloja, discusiones, maltratos y depresión, me tuve que enfrentar a la peor experiencia que he tenido jamás: renunciar a la idea de ser madre. Todo se había acabado, no tendría un hijo, no tendría una familia y ahora tenía que lidiar con el duelo de tres pérdidas: el bebé, la pareja y la relación. En este punto quiero hacer una pausa para explicarte algo importante. Existen dos tipos de dependientes emocionales: el que necesita ansiosamente de «otro» ya que de niño sus cuidadores estuvieron emocional y físicamente disponibles de modo intermitente lo que le provoca miedo por la posibilidad de separación (este tipo de apego es conocido como ansioso ambivalente¹) y el que necesita que necesiten de él pues sus cuidadores no estuvieron disponibles emocionalmente por lo que no desarrolla relaciones basadas en la empatía, la confianza en el otro al grado de que puede llegar a las personas con quienes se relacionan como mero objeto que les ayude a cumplir sus objetivos (apego conocido como evitativo). Yo estaba en la primera categoría y esta última pareja en la segunda. El anclaje ideal para la catástrofe. La depresión se hizo presente Una profunda tristeza que iniciaba en un punto indeterminado del cuerpo y se extendía con ímpetu a cada fibra, cada músculo, cada rincón de mi cuerpo. Se volvía monstruosamente poderosa con cada respiro, se intensificaba cuando despertaba del sueño extenuante que me vencía la madrugada anterior. Volaban pensamientos de angustia, desesperanza, incertidumbre que se conjuntaban con la sensación de abandono y soledad, sentía que la vida me había, por fin, escupido abiertamente a la cara. Que me había arrebatado todo, TODO. Había fracasado en el intento de formar una pareja funcional, en el débil intento de defender la vida de mi bebé, de mantener mi dignidad como mujer. Y ahí estaba yo, con una despedida, viendo como salía de mi casa decidido a no volver, a rehacer su vida con el cuerpo intacto, sin mácula, sin siquiera remordimiento. Yo me quedaba conmigo, con la angustia de los días por venir, con un cuerpo que sentía debilitado, con una voluntad quebrada por no haber podido retener a mi bebé. Con el dolor del alma por la pérdida de mi hijo o hija, jamás sabré qué era. Por la pérdida del hombre al que creía amar, con la saudade de lo que pudo haber sido mi familia y con el cuerpo enfermándose, lleno de depresión, insomnio, un periodo menstrual que no venía y las hormonas haciendo de las suyas; me sentía añicos, nada. ¡Qué iba a hacer conmigo, qué iba a ser de mí! Una noche, mientras permanecía hincada al lado de mi cama, no por la acción de rezar sino por la debilidad de mis piernas, pensé lo peor, quería desaparecer, tuve el impulso de los suicidas, la desconexión mental momentánea que da cabida a cualquier acción auto lesiva. Entonces me llené de pánico porque una parte de mí me llamaba a cometer un acto atroz. Afortunadamente aún quedaba un dejo de conciencia, de voluntad de supervivencia, así que en lugar de actuar en mi contra hice la llamada de auxilio que salvó mi vida. Con la voz a medio dormir, sin que le contara la gravedad de mi estado, Alí, mi mejor amigo, me dijo: «eres muy fuerte Karla, siempre lo has sido, y también de esta vas a salir». Hubo un silencio, me escuchó llorar por largo rato, sé que no sabía qué decir, entendía quizás que un hombre no puede siquiera concebir el dolor por la pérdida de un hijo, así que no dijo más, me acompaño del otro lado de la línea, una línea de la que yo pendía. Le dije en tono de suplica que, o no colgara o por favor fuera a mi casa para que me cuidara de mi misma porque no sabía hasta dónde me podía llevar ese estado. Él, que vivía cerca, llegó a los minutos. Esa noche tomé tranquilizantes, quería amarrarme las manos yo misma para no dañarme y como no tenía otra forma, me sedé. Al día siguiente el dolor seguía ahí, tan profundo e intenso que me dio la certeza de que no se iría por un largo tiempo. Pasaban los días y yo esperaba una llamada, un mensaje, una disculpa de P. Al poco tiempo lo vi coqueteando con una chica que recién conoció en un bar, a los días me enteré que decía cosas negativas acerca de mí. Yo sentía daga tras daga con cada una de sus acciones. Un día, mi mejor amiga de la adolescencia, llegó a mi casa, ella sabía que yo estaba pasándolamal. Su visita fue una total sacudida. No llegó a darme palmadas en la espalda ni a consolarme, su mensaje fue tajante, me sacudió, pero fue efectivo. Recuerdo con claridad las palabras porque me transformaron: «Tienes que hacer una conversión, que vivir de otra manera» Luego de decir eso se fue. Así que tomé una decisión; formularía un plan de restructuración interna. No iba a quedarme ahí. No debía quedarme ahí. Era reestructurarme o morir —matándome—. Vaya volumen, ahora sí la vida me estaba gritando al oído con los decibeles más altos que podía ¡por ahí no, Karla, por ahí no! Y esta vez iba a asegurarse de que no la ignorara. La vida es sabía, sin que yo entendiera por qué tanto dolor, ella me estaba empujando al camino de vuelta a casa, a la casa interior. El plan para la transformación Fue hasta este momento en el que el duro golpe me despertó de la pesadilla. No había opción, era morir o aprender. Recuperar mis partes hechas trizas y reconstruirme. Retomar el poder que había colocado, irresponsablemente, en todas esas manos. Así que inicié el único camino posible, el verdaderamente valioso: el rescate de mí misma. Cuando te caes, cuando te das muy fuerte lo primero que haces es volver sobre tus pasos, revisar si has tropezado con algo que no viste, o si caíste en un hoyo, o simplemente se terminó el camino, cualquiera que sea el caso el instinto nos lleva a revisar el terreno en el que estábamos parados. Luego de la conmoción me detuve a organizar mi plan para salir adelante y organicé mis prioridades: •Reponerme físicamente de la pérdida de mi bebé que, dicho sea de paso, produce un desarreglo hormonal que se suma al dolor emocional que estaba experimentando. Mi ovario derecho estaba generando un quiste que crecía cada semana. El médico estaba alarmado y me comentó que, si rebasaba el tamaño del órgano, habría que extirpar. Además, por la pérdida, el endometrio no volvía a su tamaño, tenía que estar en vigilancia semanal de ambos temas. Yo asistía sola a consulta porque no quería preocupar más a nadie, pero eso me hacía sentir mas sola. •Hacer un ejercicio de honestidad y revisar todas las situaciones que había estado sembrando y cosechando durante esos años con esas elecciones de pareja. Por sus frutos los conoceréis, decía Jesús. Mis frutos prodigaban un dolor profundo, una sensación de autodestrucción que no daba lugar al más mínimo sentido de existencia. •Elaborar el duelo por la pérdida del bebé y de la pareja. •Recuperar mi autoestima que en ese momento se encontraba en terapia intensiva. •Encontrar e iniciar un camino que me conectara con mi ser auténtico y espiritual —totalmente ajeno a mi hasta ese entonces—. ¿Alguna vez te has sentido así? El hombre es el único ser que construye una realidad autodestructiva sin ser plenamente consciente, necesitamos pasar por experiencias verdaderamente graves para despertar. Nos sabemos humanos por el hecho de respirar y pensar, sin embargo, descansamos en un espacio de caos, de desarmonía interna y desde ese sitio nos movemos, planeamos y nos relacionamos. Es como si fuéramos construyendo poco a poco nuestra tumba sin darnos cuenta. O planeando un suicidio sin saberlo. Vamos por ahí demandando a la gente que nos rodea que nos complazca, que sean como queremos que sean sin estar dispuestos a ser diferentes para nosotros mismos y, cuando el otro no cumple nuestras expectativas, nos enfadamos y lo tachamos de egoísta. Esta es la deshonestidad más grande de la que somos capaces, sentir que no somos responsables de lo que vivimos. Nos la pasamos estirando las manos exigiendo que el otro nos dé lo que nosotros mismos no nos damos ni sabríamos cómo dárnoslo. ¡Vaya pandilla de deshonestos! En ese año estaba estudiando un posgrado en Bioneuroemoción. Nada es coincidencia. Me adentraba a temas que me ayudaban a descubrir que yo era responsable y co-creadora de mi realidad. La única cura posible tenía que surgir del crecimiento personal, de convertirme en adulto emocional, de cambiar la percepción de lo que estaba viviendo para poder darle una solución diferente, una basada en el amor. Era momento de comprender el «para qué» de la situación, de quitarle el peso del juicio y de la culpa y ser capaz de observarla desde el amor, ¿el amor a qué o a quién? A mí misma, así que intuía que tenía que iniciar con mi autoestima. Antes de contarte cómo fui armando ese rompecabezas llamado Karla que incluía el amor propio, la dignidad y el sentido de vida, te comparto un listado de actitudes que te pueden ayudar a identificar si eres dependiente emocional. Un dependiente emocional es aquel que •Tiene baja autoestima entendida como la confianza en sí mismo que le impulsa a tomar decisión por sí sólo para la realización de cualquier actividad y proyecto individual. (No todo aquel que tenga baja autoestima será dependiente emocional pero sí todo el que la padece tiene baja autoestima). •Esta desconectado de su esencia divina, es decir, se cree separado de la fuente, de Dios y por lo tanto no se concibe como un ser de amor ni digno de ser amado. •Pone su felicidad en manos de otros. •Tiene pavor a la soledad; por esto se engancha en una relación inmediatamente después de haber terminado una —es muy probable que incluso antes de terminar con la anterior— o al menos ya tiene contemplada la siguiente (Síndrome de Tarzán). •Adquiere los gustos y actividades de su pareja, a tal grado que cuando la relación termina no recuerda cuáles eran las cosas que más disfrutaba, sus satisfactores personales, sus hobbies. •Llama constantemente a sus familiares o amigos hecho un mar de llanto porque, una vez más discutió con su pareja y la otra persona la bloqueó, o no le respondió la llamada, o deja en visto los mensajes, o subió imágenes o comentarios a sus redes sociales con otras personas pero, cuando se le ofrece un punto de vista o un consejo, no escuchan, incluso justifica la actitud de la pareja. •Deja de frecuentar a familiares y amigos. Se pierde en el otro, se adapta completamente a la dinámica de su compañero. •Tiene la firme creencia de que con el tiempo su compañero va a cambiar gracias a su amor y paciencia a pesar de las múltiples demostraciones de violencia. •Está convencido de que con un poquito más de esfuerzo o con otra oportunidad se puede construir una relación hermosa y diferente (nada más falso). •Se engaña diciendo que la relación verdaderamente sería perfecta de no ser por las peleas. •Se siente culpable por las reacciones del otro, o, por el contrario, culpa al otro de sus propias reacciones. En ningún caso se responsabiliza de lo que permite o promueve. •Va perdiendo espontaneidad pues mide y calcula las actitudes y palabras que utilizará ante el otro para evitar peleas. En casos más patológicos, se promueve la pelea porque ambos necesitan la descarga de tensión que produce, así como la reconciliación. •La relación no es satisfactoria, pero se niega a renunciar a ella. •Hay constantes rupturas y vueltas con la promesa de que la relación será distinta con el siguiente intento. •No hay planes en común. Cada uno está luchado por su propia idea de hacia dónde va o debería ir la relación. •La comunicación es superficial. •Cuando hay una ruptura —de las tantas que hay— lo buscan justificando su falta de dignidad con un «es que quiero saber si está bien», «quiero ser su amigo», «lo busqué porque…» •No toma decisiones sin consultar con su pareja, amigos, familia. •Hay críticas constantes de los gustos o reacciones, modos de hablar, vestir, actuar del otro. •Hay desinterés por promover el crecimiento del compañero. A veces se ignoran totalmente las actividades del otro. •En algunos casos la violencia llega a la manifestación física. •Ambos miembros ignoran los conflictos para no tener que ser los promotores de la separación total. •Confunde los intentos desesperados de su pareja por volver con amor genuino. •Planean cosas trascendentales como «tener un hijo» o «casarse» porque se tiene la creencia de que un gestomelodramático puede salvar la relación. •Ponen de pretexto a los hijos para no separarse. •No concibe la vida en soledad y de solo pensarlo se angustia. •Se engaña diciendo que lo puede dejar cuando lo decida, pero es incapaz de llevarlo a cabo. •Habla todo el tiempo de él con sus amigos, familiares, conocidos. •Se queja constantemente de la relación o, por el contrario, guarda el secreto fingiendo que todo va bien. •En algunas ocasiones la cuestión empeora cuando uno de los miembros de la pareja tiene alguna codependencia (adicción al alcohol o alguna droga). •Acepta condiciones denigrantes, humillantes con tal de que no lo dejen. •Cuando llega a pedir ayuda no suele escuchar ni ejecutar el consejo obtenido. •Toda la gente alrededor ve que esa relación está mal menos la persona involucrada. •Justifica las acciones y reacciones del otro o las propias. •Contribuye a crear situaciones enfermizas, caóticas e insanas. •No existe un compromiso real por parte de ambos. •Cuando hay algún problema grave o una responsabilidad que enfrentar, uno de los dos huye sin siquiera intentar fungir como apoyo para el otro. •Responsabilizan al otro de su infelicidad. •Cuando sospecha que algo anda mal con la relación busca ayuda pero espera sea la pareja quien lleve a cabo el cambio, es decir, otra vez intenta manipular la personalidad del otro para que se convierta en la persona que ella o él desean. •Frecuentemente dicen frases como; es que sí estamos mal pero puesto en una balanza también hay momentos bonitos. ¡Qué tal! ¿Te identificaste con alguna? Si la respuesta es sí y aún sigues en esa relación, te invito a poner en una balanza el costo que estás pagando por una compañía a medias vs la posibilidad de iniciar el camino del crecimiento personal. Ese camino consiste en la recuperación de tu autoestima y el desarrollo espiritual. En él te darás cuenta de que te estás perdiendo de mucho, por ejemplo, de conocer a la única persona capaz de hacerte feliz, de llenar todos tus vacíos, de acompañarte por el resto de tu vida: TÚ. Como puedes observar, el dependiente emocional no quiere hacerse responsable de sí mismo. Se trata de un niño herido que está buscando aprobación, reconocimiento y amor externo. Su vida y estabilidad emocional giran en torno a la otra persona y, si ésta se enoja o lo rechaza, trata con indiferencia, o le habla mal, tiene todo el poder de arruinarle el día. Por otro lado, los dependientes son, en el fondo, individuos manipuladores y controladores que esperan que la situación cambie a partir del cambio del otro. Cuando se trata del dependiente «evitativo», te dirá cosas que te hagan sentir juzgado o culpable, actuará de modo insensible y normalmente él o ella serán los que abandonen la relación. Por el contrario, el dependiente «ansioso», se comprará el juicio y la culpa y se auto manipulará para intentar complacer a la pareja para que la o lo acepte. Caso Celia me contacta para preguntarme si puede agendar una cita para ella y otra para su novio. Cuando le pido que sea él quien llame para agendar la suya me pone en contexto de una relación que a todas luces es de dependencia. La cuestiono acerca de si él está de acuerdo en asistir y me comenta que apenas le va a decir pero que su intención es que ambos cambien porque está segura de que la relación vale la pena porque han pasado muchos momentos hermosos y que tiene la certeza de que solo se trata de relacionarse de otra forma para ser felices. Como podemos observar, esta chica es dependiente de manual, justifica su actitud de querer forzar a que el otro sea como ella quiere que sea para que la haga feliz pues ella misma no sabe que cuenta con los recursos para lograrlo así que busca en el exterior lo que no ha siquiera buscado dentro. Cuando nos relacionamos desde ahí, es decir, desde el miedo, la vida nos orilla a pasar por situaciones que indican que ese no es el camino, como lo hizo conmigo. ¹ Para más información puedes buscar la teoría de los apegos de de Jonh Bowlby Amor ¿Para ti qué significa el amor? Imagina que has estado mucho tiempo caminando bajo el rayo del sol sin beber una gota. Cada paso que das intensifica el deseo de recibir el consuelo del agua, la imaginas en tu boca y la simple idea te reconforta. A lo lejos ves un charco, al acercarte te das cuenta de que es agua sucia, con tierra y uno que otro bicho flotando, pero tú estás sedienta así que, sin pensarlo, en la desesperación bebes. Has satisfecho tu impulso, pero no tu necesidad. Tu cuerpo no se recupera, contrario a esto enferma pues le suministraste un estímulo dañino. Lo mismo pasa con la dependencia; se trata de relaciones tóxicas que solucionan la necesidad momentánea de compañía a cambio de incertidumbre y desamor. Piensa esto, seguir ahí, aferrarse a eso, no es menos doloroso que alejarse para tomar el camino de la sanación. Ten en cuenta que ambos senderos requieren movimiento, ejecución. En el que ya estás pretende que te olvides de ti y atiendas las necesidades del otro, que te adaptes a sus costumbres, gustos y decisiones, que normalices el maltrato; el segundo te demanda que des un salto al interior de tu ser y reconstruyas tus partes rotas. Uno no es más difícil ni menos doloroso que el otro, pero sin duda alguna el resultado es totalmente opuesto. En el primero tendrás que hacerte a la idea de una vida con un patrón repetitivo de devaluación, de más de lo mismo. En el segundo observarás tus heridas, te verás obligado a tocarlas para limpiarlas, si son muy profundas tendrás que suturar y se inflamarán, pero después de eso te esperan grandes aprendizajes, satisfacciones, plenitud. Créeme, alguna una vez ya estuvo en tu sitio. Caso Martha llega a consulta con su bebé de 10 meses en brazos, es el 4º niño que tiene con Víctor. Se conocieron a los 16 y llevan 14 años juntos. Ella dice que los 11 primeros años fueron de total felicidad, pero hace tres años ella descubre que él tiene una segunda esposa legalmente registrada. Ellos también están casados por lo civil. Con la otra esposa Víctor tiene un niño de 4 años. Ella primero se enoja y lo corre de la casa pero ante la insistencia de él de que lo perdone ella lo acepta y decide buscar a su último bebé con la esperanza de que él se sienta más forzado a no dejarla porque «con la otra sólo tiene uno y conmigo cuatro, eso pesa más» (palabras textuales). Para Martha el hecho de que Víctor se quede significa un triunfo sobre la otra mujer y un reconocimiento por parte de él ante el sacrificio que ella hace aceptando que mitad de la semana viva con ella y la otra mitad con la otra. Martha creció con un padre que la devaluaba, que le decía que las mujeres valían menos que los hombres y que estaban para servirlos. Ella dejó de creer muy temprano en ella misma, en su capacidad de trabajo para ser independiente y prefería aceptar las condiciones que él le imponía antes que quedarse sola. ¡La dependencia emocional no es amor, no te confundas! El hecho de que no puedas dejarlo, de que sientas que no puedes respirar sin él o ella, que lo tengas en un altar y sea tu adoración, o de que sufras después de la ruptura no es signo de amor. Si mantener ese amor te exige sacrificar tu dignidad, luchar constantemente para que funcione, desgastar tu energía para resolver los interminables conflictos, entonces no es amor, es dependencia. Nos hemos acostumbrado tanto a escuchar historias tan negativas de gente cercana que giran en torno al falso amor, que terminamos por creernos esa mentira. Nos creemos que el amor lo puede todo, incluso perdonar la infidelidad, la indiferencia y las malas palabras. Hemos hecho del amor un intercambio tan patético —sexo por afecto, sacrificios por afecto, dinero por afecto— que él mismo se negaría a salir de nuestra boca cada que intentáramos pronunciar un te amo, en una relación de dependientes. El sufrimiento que llevas soportando en esa relación, es consecuencia de haberte resistido a aceptar que eso no funciona, por tu miedo de quedarte en soledad y portus temores inconscientes al abandono —quizás la sufriste en la niñez—. Esa resistencia nace de tus creencias y deseos de ser amado, sin embargo, entiendes mal el amor, por eso lo confundes y te conformas. Puedes estar sufriendo por haber muchas cosas, menos por amor. Trata de observar qué es lo que extrañas de esa relación tan insatisfactoria y si eres honesta, te darás cuenta de que lo que te causa tristeza es haber perdido a tu compañero de peleas, a tu compañero de cama, a tu amante, a la idea de tener una pareja —porque la sociedad te contó que a esta edad ya «deberías» tener una familia o una pareja—. Quizá estés triste porque crees que él o ella era el único que iba a querer estar contigo, por los años de costumbre, o porque te has vuelto adicta a las sensaciones, los pensamientos y reacciones bioquímicas en torno a las peleas, las reconciliaciones, e incluso, a la energía que invertiste durante tanto tiempo en ser sumisa o víctima. Otro motivo no menos delicado es que te acostumbraste a manipular y/o controlar al otro por medio de estrategias como el chantaje. Quieres que esa persona o esa relación sea lo que idealizaste porque en alguna parte aprendiste que la otra persona debía hacerte feliz. Cabe también la posibilidad de que en casa nunca te hayan dicho «no», es decir, que no te hayan puesto límites, no te hayan reconocido o bien, no te hayas sentido incondicionalmente amada. Ahora de adulta vas por el mundo teniendo parejas a las que intentas cambiar bajo la excusa de ayudar y/o con la bandera del «amor». También están los que crecieron en ambientes violentos o con padres ausentes. Estos se volvieron tan desconfiados de los demás que se buscan mujeres u hombres que los necesiten. Ese era mi caso con P. Creció en un ambiente en el que se sentía ignorado y se buscó una Karla que lo reafirmara a partir de necesitarlo. Es decir, hacíamos la mancuerna perfecta. Pero date cuenta, nada de esto es amor. A estas alturas ya estarás hallando la respuesta a la cuestión ¿por qué duele tanto dejar una relación tóxica, si en sentido estricto, te está dañando? Una de las cosas que tienen en común las relaciones de pareja sanas con las tóxicas, es que ambas son igual de profundas porque ambas han construido cimientos a través del tiempo y el esfuerzo. Lo que las diferencia es la calidad de los materiales. Puedes levantar un edificio con cimientos de mala calidad que al primer temblor tenga daños estructurales: como en la dependencia. O uno con materiales firmes que se adapten a cualquier movimiento inesperado: como en el amor. Caso José de 29 años no tenía novia, su caso era peculiar. Había pedido a su madre y hermana que renunciaran a su trabajo y se había ofrecido a encargarse de sus gastos. La madre aceptó y José comenzó a tener un patrón de manipulación a través del dinero. Le daba órdenes y amenazaba para que hiciera lo que él quería, la castigaba con dinero si ella no estaba disponible para acompañarlo a donde tuviera que ir o no aceptaba hacerle algún mandado. Él es quien realiza la cita, me dice que su madre no puede llamar pero que está de acuerdo en consultarme, que requiere que la atienda y apoye para realizar los cambios necesarios en ella y que el pagará las sesiones. Cuando Carmen asiste me narra que los cambios que José espera es que ella lo obedezca porque él la está manteniendo. Carmen es viuda y José es el encargado de los gastos de la casa así que cual emperador mantiene una relación de superioridad con la madre. Carmen describe que José nunca ha tenido una relación de pareja estable, las chicas con las que ha entablado relaciones lo abandonan porque él intenta someterlas. Curiosamente en este caso la madre no se daba cuenta de que con algunas acciones que ella también reforzaba la conducta de José quien por el momento no tenía la necesidad de relacionarse con chicas debido a que tenía un incesto simbólico con la madre. Este caso se puede observar desde varias aristas, sin embargo, José también se encuentra atrapado en una relación de dependencia emocional con la madre. Carmen sigue asistiendo a sesión y poco a poco va descubriendo esto, está realizando cambios con los que su hijo no está de acuerdo. Por muy sorprendente que parezca, las relaciones basadas en la dependencia emocional, te hacen sentir bien. A pesar del daño que sufres y del que ni siquiera eres consciente, de la culpa y de que todo tu entorno lo nota, tú no puedes soltarte porque tienes la falsa creencia de que con el tiempo se resolverá, va a mejorar o la otra persona despertará un día con la madurez para decir, «me equivoqué, te amo, ya crecí». Relaciones tóxicas vs relaciones sanas Las relaciones de pareja tóxicas, a diferencia de las relaciones sanas, se mantienen en una dinámica de perder-perder. Debemos tener claro que no hay relaciones perfectas. No todas serán de ganar-ganar sin embargo una relación que se considera de dependencia es la que se encuentra únicamente atrapada en la dinámica del perder-perder. En las dinámicas perder-perder, ambos miembros de la pareja están insatisfechos, pero existe tal confusión con respecto a lo que amar significa, que uno de los dos percibe que el otro gana e, incluso, pierde. Es decir, ninguno de los dos miembros logra ver claramente que nadie gana. Ambos pierden porque se encuentran atrapados en la manipulación, el control, los celos, la inseguridad, la desconfianza, la infidelidad, los comentarios hirientes, la burla, la privación de la libertad, la violencia silenciosa y la explícita. Pareciera que sólo la víctima es la que pierde y que el victimario gana. Sin embargo, ambos pierden. Caso Recuerdo el caso de Lucy, una paciente de 25 años. Llevaba 5 años de casada y su esposo nunca había tenido relaciones sexuales por vía vaginal. Le decía que no la quería embarazar. A ella nunca le había gustado esta práctica, sin embargo no podía decirle que no por temor a que él la dejara si ella se negaba. Él creía que él ganaba al manipularla sexualmente, sin embargo, con el tiempo, ella se fue cansando de la situación, vino a pedir ayuda y cuando pudo dejar a este hombre, él no paraba de buscarla. Le decía que la necesitaba, que no podía vivir sin ella y que si volvía haría todo para hacerla feliz. Cuando observamos casos como estos, tan explícitamente tóxicos podemos pensar que, en mayor o menor medida, estamos viviendo situaciones que no nos gustan, pero a las que no les hemos podido decir que no por temor a que el otro se vaya. Es importante remarcar que las relaciones tóxicas o de dependencia nos permiten ver los problemas no resueltos en nuestra historia. Lucy había vivido el abandono del padre. Su madre había tenido que trabajar para alimentarla a ella y a su hermano 5 años mayor. Ambos niños crecieron solos, sin embargo, Lucy recuerda, con lágrimas en los ojos, que su hermano abusaba emocionalmente de ella. Era un manipulador, la obligaba a pedir dinero a vecinos e incluso desconocidos en la calle, a hacer robo hormiga en la tienda local, a mentir con tal de beneficiarse de los favores de los que se apiadaban de ella por ser una niña pequeña. Cunado conoce a Jorge, lo primero que piensa es que ese maravilloso hombre es su salvación y huye de casa a los 20 años, sin embargo, este hombre es un abusador, es el equivalente de su hermano. Hasta ese momento no se imagina que su relación es el claro resultado de un desamor, del descuido por parte de los padres y de un hermano abusivo. Su relación de pareja, por tanto, actualizaba su niñez y, a su vez, constituía un reto que tiene que ser capaz de trascender si quiere sanar. Este reto le exige ser capaz de poner límites al maltrato, al sufrimiento, a la manipulación. Observemos con claridad esta tendencia a encontrarnos en la vida adulta con aquello que nos hizo sufrir tanto de niños. Si seguimos repitiendo el patrón entonces ese pasado está mas presente que nunca. Basta de planear, caminemos hacia la sanación Llegados a este punto estarás ansiosa por conocer los pasos con los que puedes comenzara abrir brecha para moverte del sitio en el que te encuentras. Vamos para allá, sigue leyendo que te prometo que llegarán, solo quiero ir haciendo encuadres para que todo quede más claro. ¡Sigamos! Cuando te has dado cuenta de que no vas a buen puerto por esa vieja costumbre de relacionarte desde la dependencia, el primer impulso es negar que te tienes que ir. Es probable que al inicio busques algunos pretextos que te mantengan ahí: que si los hijos, que si te ayuda económicamente, que si a tu familia le cae muy bien, que si hay planes que parecen serios, que si tienen una mascota en común, que si le temes a la soledad, que si es mejor permanecer en la tibia conveniencia, que si hay un negocio juntos, que si nadie más te lo va a quitar, etc. Una vez que tu voz interna te diga que es momento de partir, hazlo y, si tienes miedo, de todas maneras, hazlo. Si fuiste más bien la persona a la que dejaron, estos pasos también aplican para ti. Ahora sí al grano, ¿qué debo hacer una vez terminada la relación? Las reglas. Apuesta por ti ¡Vamos poniendo las reglas! Para salir de la dependencia emocional es necesario avanzar, por lo tanto, tienes que conocer las reglas básicas para iniciar el camino al autorescate y la sanación. Irás viendo que tanto las reglas como las claves que te otorgo, están basadas en el amor y autorespeto. Son nociones básicas que tendrás que practicar día a día para recuperar tu autoestima. Regla 1: Contacto nulo Corta todo contacto. Sé que es complicado y doloroso, que buscamos cualquier pretexto, por más absurdo que sea, para llamar o hacernos las aparecidas, yo misma me vi buscándolo, si lo haces no te juzgues, aún eres un adicto y cada vez que necesitas una dosis de tu droga llamada ex, la primera persona en la que piensas para saciar tu necesidad, obviamente, es él o ella. Teniendo en cuenta que has estado en una dinámica de ir y volver, ir y volver, debes tener claro que el día que se acaba, tienes que ser suficientemente fuerte para que esto no se convierta en una ruptura más. Corta el contacto no porque sea lo mejor para ambos, sino porque es lo mejor para ti. Debes llevar contigo, en todo momento, la convicción de que es lo más conveniente y saludable para tu vida. Si te aferras a esta idea durante todo el proceso, sobre todo en los momentos de flaqueza, será más fácil evitar las recaídas. Cada día, al despertar, piensa como lo haría un adicto que está dejando su vicio «sólo por hoy NO lo buscaré». Es muy común que el primer pensamiento sea «podemos ser amigos», ¡error! no es posible, no estás en condiciones de ser su amiga. Seamos honestos, este pensamiento viene del ego que intenta contarte que no podrás sin él, pero no quieres ser su amiga, quieres volver, quieres que cambie, quieres mantener a la persona como una muleta que te sirva de sostén para no contactar contigo misma, con el dolor y el vacío que te ha dejado una relación insatisfactoria. Es importante que, si lo llegas a ver, no tengan encuentros sexuales. Si eres mujer le estarás abriendo la puerta, una vez más, de tu intimidad y si el sexo es muy bueno intentarás convencerte de que las cosas aún pueden funcionar. Nuestros órganos sexuales son internos, la naturaleza nos hizo receptivas, y recibir a alguien en nuestro cuerpo es abrirle toda posibilidad de contactar con nuestras emociones, con nuestro espacio energético más profundo y ahora tú necesitas toda la energía de la que puedas disponer para tu propia recuperación. Piensa además que en ese momento de vulnerabilidad el sexo es lo menos inteligente que puedes hacer ya que sólo pueden ocurrir dos cosas: si se queda, será una ruptura más e inicia el ciclo de dependencia, si se va, te sentirás despreciada lo que significará un golpe más a tu autoestima. Si eres hombre, tendrás la creencia de que ella aún puede ser el sitio en el que debes permanecer. Estás hecho para dar, si ella se muestra vulnerable y receptiva, como seguramente lo hará, pues ese encuentro se parece mucho al de sexo de reconciliación que solían mantener luego de cada ida y vuelta, comenzarás a pensar que es posible seguir juntos. Regla 2: Un momento a solas Ok, ya vimos que jugar a ser Tarzán nos ha alejado de contactar con nosotros mismos, así que es momento de quitarnos del personaje de la liana y hacer este viaje en soledad. Sé lo que estás pensando, ¿cómo en soledad si es de lo que estaba huyendo? Pero, ¿te has planteado la pregunta de por qué le tienes tanto miedo a estar sola o solo? Es muy probable que todas las creencias que tienes acerca de este estado natural del ser, se hayan construido en tu infancia, con el trato que recibiste de tus padres o gente cercana, y/o que sea una creencia social a la que has dado mucho peso. Y es que si lo piensas con detenimiento, hubo un momento en tu vida en que no necesitabas de nadie, construías juegos solo, pasabas tiempo disfrutando de hacer cosas contigo mismo, contigo misma, y no fue hasta que comenzaste a relacionarte que te compraste el cuento de que la vida se tiene que vivir en compañía de alguien más para poder alcanzar la felicidad (F). Nos han vendido el paquete de la felicidad como F = Pareja, o F= a vivir con alguien, o F = a no ir solo a comer, o al cine, o tener alguien con quien despertar. Nos compramos este cuento a tal grado que vemos mal a una persona que no tiene pareja o novio, incluso cuestionamos sus preferencias sexuales si está soltero o soltera. Y es claro que somos seres hechos para el amor, para darlo y recibirlo, pero no como lo entendemos, no como lo hemos vivido hasta ahora. Tengo un amigo que constantemente me pregunta qué onda con mi vida en términos de pareja, cuando le respondo que mi estado civil es feliz, me pregunta; «Karla, no será que te gustan las niñas y aún no te aceptas». A mí me hace mucha gracia porque no se trata de una persona mayor, es un chico de 38 años con una carga ideológica de la época de la colonia. Y no, no tendría ningún problema en aceptar si me gustaran las niñas pero no, me gustan los hombres y estoy sola por elección. Hoy, en pleno siglo XXI, seguimos pensando que la meta última de la vida es tener pareja, incluso yo lo pensaba en algún momento, es obvio y lo demuestra mi historia. Hoy puedo decirte que este tiempo sola ha sido maravilloso porque me ha dado la oportunidad de conocerme, de caerme bien, de amarme, de consentirme, de gustarme, de aceptarme, de corregirme con mayor consciencia, de nutrirme emocional y espiritualmente, de reflexionar, escribir, gozar mi cuerpo, mi casa, mi familia y amigos. Entendía la felicidad solo en relaciones tóxicas, pero la realidad es que tampoco me trajeron bienestar pues me relacionaba desde la inmadurez que me hizo hacer cosas en contra de mí misma. Quedarte solo te ayudará a descubrir necesidades personales insatisfechas. En momentos que me encontraba a solas, hallé la hermosa fortuna de revisar las creencias que tenía acerca de la soledad. Si permites que esa gran desconocida llegue para acompañarte podrás ver todos los regalos que trae para ti, puedo asegurarte que cambiará incluso la percepción que tienes de ti misma y la abrazarás con agradecimiento por todo lo que tiene para darte y mostrarte de ti. Recuerda que el camino del héroe se transita en soledad con las reticencias, pruebas y premios que trae consigo. Simplemente haz el viaje a solas a nivel de suelo, sin estar colgado en lianas porque puedan ser víboras venenosas, y comienza a disfrutar de las flores, los senderos, los animalitos que puedas encontrarte a ras de piso. Regla 3: Elabora el duelo con amor Es este punto puedes estar pensando que no hay algo más doloroso que lo que estás atravesando. Sé cómo te sientes o al menos me lo imagino porque yo experimenté un dolor similar. Es un dolor emocional y físico que comienza en el corazón y se expande al cuerpo y no termina. No huyas de este momento, por el contrario, ponle cara a cualquier emoción que estés sintiendo porque si intentas huir solo te perseguirá hasta que te haga verla a los ojos.Cuando te haces responsable y consciente de que eres co-creador y co-responsable de lo que te sucede, para bien o mal, comienzas a sanar. Cuando los perdí a ellos, cuando me quedé sin nada, me sentía vacía, rota. Me había enfrentado a la muerte del bebé que simbolizaba de algún modo mi propia muerte. Así que decidí que con él se iba todo aquello que ya no quería ser. Era mi modo de honrarlo, tenía una oportunidad de recomenzar y la iba a tomar. La muerte es renacimiento. Esa relación se ha acabado, ha muerto, se ha quedado atrás. Bien, es así. Con lo trágico que cualquier ruptura pueda ser, aceptarlo te hará el viaje más ligero. Recuerda que este momento no es para siempre. Todos los apegos son transitorios. Cerrar un ciclo significa integrar, tomar la lección, aceptar que se queda el aprendizaje a pesar de los huecos de la historia, de las interrogantes y los «no sé» (no sé cómo llegamos a esto, no sé cómo tomamos la decisión, no sé por qué lo has superado tan rápido, no sé por qué yo no, etc.). Aún con todo esto elige estar en paz sobre el no saber. Elige que tu pago sea el aprendizaje. Regla 4: Construye una red de apoyo Incluye a toda la gente que te quiera, familia y amigos que estén disponibles, con amor y paciencia para cuando requieras desahogarte, distraerte o llorar. En mi caso esta red se conformaba por mis padres, mis dos hermanas y mis amigos más cercanos. Al cabo de unos días, había once personas que me sostenían, que me alentaban con sus palabras amorosas y comprensivas. Con un abrazo, con una mirada, con un «te traje unos panqués y un yogurt para que no te quedes sin desayunar» o un «buenos días Lita, ¿cómo estás hoy?». Es importante que seas consciente de que sufres de dependencia emocional, así que no importa la gravedad de la situación, tu siempre estarás dispuesta a perdonar y a retomar la relación porque sientes que no mereces tener nada mejor, o bien, que no hay nadie más sobre la faz de la tierra que va a querer estar contigo. Cuando decides terminar esa relación, o cuando te ves forzada a hacerlo, como en mi caso, el hecho de que te rodees de la gente que te ama, te dará la fortaleza para evitar, en la medida de lo posible, tener la inquietud de buscarlo. Esto no quiere decir que NUNCA lo harás, —te confieso que yo lo hice— significa que serán las menos de las veces. Regla 5: Se paciente con las recaídas Aun cuando flaquees no te decepciones, las recaídas son normales. Es probable que hagas llamadas, envíes mensajes que se quedan en «visto» y tengas encuentros «casuales», sin embargo, no es lo mismo cinco, ocho, diez llamadas, a que hagas solo una que no sea respondida. Entre menos hagas el nivel de estrés disminuirá y con cada llamada, mensaje y encuentro que evites, estarás recuperando tu poder, confiando más y más en ti, aunque de inicio no lo notes. Para esto sirve la red de apoyo. Caso/tip María: Una amiga me propuso que cada mensaje que escribiera dirigido a él, se lo enviara a ella, ella me leería y pondría un mensaje del tipo «esto pronto va a pasar». Ten en cuenta que las recaídas poseen los mismos síntomas que el síndrome de abstinencia en un alcohólico o drogodependiente. Él fue la droga que te mantenía con una ilusión de bienestar, alejada de ti misma. Su presencia simplemente ayudaba a que no contactaras con el dolor y el vacío existencial de tu corazón, así que cuando él o ella está lejos, es normal que sientas angustia, falta de aire, opresión en el pecho, ansiedad, ganas de llorar, pensamientos obsesivos, tristeza, ira, sensación de querer verlo, escucharlo, leerlo. Es por esto que los adictos recaen. El nivel de estrés debido a la abstinencia es tan grande que de pronto necesitan dosis bajas para poder volver a la calma. Algo que te puede ayudar a no buscarlo es no generando un cuento mental mágico en el que te responderá, hablarán y te pedirá volver siendo una persona renovada porque eso no sucederá. En lugar de ese cuento de hadas, piensa «si le hago esta llamada, o mando este mensaje es muy probable que no responda y, si lo hace, terminaré herida porque no me estaré cuidando»; entonces no lo enviarás. Con el simple hecho de no hacerlo te estás empoderando, si sucumbes simplemente piensa «esto lo hago por mí, por la necesidad de liberar tensión, pero no espero respuesta, no pongo mi felicidad en su reacción». Planea alguna estrategia como la de Martha con tu red de apoyo que te ayude en esos momentos de mayor ansiedad. Si recaes asegúrate de no quedarte ahí machacándote por haber reincidido. Sigue porque vas por buen camino. Cuida de ti: El amor empieza con el autocuidado Vigilar tu salud, tu autoimagen, tus pensamientos y tus emociones son los pasos más importantes para construir una sana autoestima. Veamos algunas ideas: Yo saludable En mi caso, la parte hormonal se convirtió en la prioridad. Luego de que pierdes un bebé, a tu cuerpo le cuesta recuperar su ritmo hormonal previo al embarazo y te juega muchas malas pasadas emocionales. El insomnio fue lo segundo a tratar porque la tristeza y los pensamientos me atormentaban así que mi calidad de sueño empeoraba con cada día. Así mismo, noté una importante caída del cabello que se relacionaba con el estrés y la falta de sueño. Cursé por una contractura corporal que la tensión y tristeza agudizaban así que me fui a ver a un quiropráctico. Volví con el nutriólogo y con la dermatóloga. Es decir, advertí que la parte física debía estar al cien. Tú, ¿en qué estado te encuentras? es básico atender la tristeza, la ansiedad o la depresión, según sea el caso. Haz un chequeo médico y asegúrate de estar con niveles óptimos. Mi recomendación es que en esta etapa no abuses del alcohol, el ejercicio, el cigarro, la comida, el trabajo, el sueño. El abuso en general de cualquier actividad solo enmascara la tristeza, te distrae momentáneamente pero no resuelven nada, por el contrario, te quitan tiempo valioso en el que podrías estar elaborando el duelo de modo saludable. Además, en estados alterados no tomas buenas decisiones y es más fácil que tengas el impulso de ir a buscarlo o llamarle e incluso de hacerte daño. Aquí se incluye el sexo casual con otras personas, recuerda que la prioridad es concéntrate en hacer única y exclusivamente cosas que alimenten tu bienestar INDIVIDUAL. Autoimagen Cuando tienes una baja autoestima una de las cosas que más se ve afectada es la autoimagen. Si ya has terminado la relación es muy probable que no tengas ganas de arreglarte, intentas con todas tus ganas levantarte con una actitud al menos decente para meterte a bañar y, en ocasiones, te devuelves a la cama con la misma fragilidad con la que te acostaste la noche anterior. Si trabajas, haces un esfuerzo sobrenatural y consigues salir medianamente presentable, pero sin entusiasmo. Así que cuida esa parte. Verte al espejo y tener unos dientes aseados, un cabello peinado, las pestañas pintadas o una vestimenta pulcra, contribuirán a hacerte sentir mejor. Intenta un cambio de look porque por más trillado que te suene, recuerda que como es adentro es afuera y los cambios externos irán a la par con los internos. Todo es información, todo comunica, por lo tanto, verse bien tiene un sentido importante para tu inconsciente. Te recomiendo que hagas ejercicio y lo conjuntes con una sana alimentación, esto te ayudará a generar estados de bienestar gracias a la liberación de endorfinas. Contribuirá a bajar tus niveles de estrés y, a la par, irás notando cambios en tu cuerpo que te motivarán a seguir. En estados de dependencia emocional es muy común que la gente se preocupe más por el bienestar de su pareja que por sí mismo. Te acostumbraste a ver por el otro y has descuidado tu apariencia, incluso tus síntomas físicos. Recuerda que nadie puede dar lo que no tiene. No puedes cuidar de otro si no cuidas de ti. Así que ahora que tienes tiempo, aprovecha, atiéndete y voltea a ver al espejo. Recuerda que solo tienes un cuerpo, habitarás en él hasta el último día de tu vida así que trátalo como un templo.No conozco ninguna autoestima lo suficientemente mermada que la más pequeña semilla de amor y auto cuidado, no cure. La calidad de los pensamientos Toda vez que elijas los alimentos que entran a tu organismo, la ropa y el peinado que te pones, debes seleccionar lo que piensas, para lo cual es importante que entiendas la cascada de reacciones que un «inocente pensamiento» activa. Durante el tiempo que duró la relación tóxica y, teniendo en cuenta que llegaste a esa relación como consecuencia de un amor propio disminuido, es casi seguro que tu cuerpo haya estado sometido durante años a altas dosis tanto de cavilaciones negativas acerca de ti misma, como de estrés, adrenalina, tensión, tristeza, insatisfacción y malestar. ¿Y sabes de dónde vienen todas estas reacciones emocionales? Pues de tus pensamientos. Ellos se encargaban de enviar a tu cerebro las señales de liberar al organismo estímulos bioquímicos para materializar dichas sensaciones hasta convertirlas en emociones. El proceso es así: primero tenemos los pensamientos, posteriormente la sensación física y finalmente la emocional. Si, por ejemplo, tu cuerpo estaba tenso por una pelea que amenazaba la relación, inmediatamente tu cerebro responde con tristeza o con ira, esto se debe a que ya ha aprendido un trayecto reactivo. Una vez que la emoción está instalada en alguna parte del cuerpo —puede ser en forma de opresión en el pecho, dolor de estómago, nudo en la garganta— los pensamientos de la misma clase contribuirán a reforzar el sufrimiento memorizado. Un solo pensamiento acerca de la relación, de los momentos malos que vivieron, de los buenos, o simplemente de la esperanza de volver, traerá consigo una fuerte carga emocional. Como consecuencia actualizarás constantemente el sufrimiento por la separación, por la sensación de abandono, o por no tener el estímulo de su compañía, sabes por qué, porque el inconsciente no diferencia entre pasado, presente, ni futuro ¡si lo piensas hoy está pasando hoy! Esto es lo que te hace sufrir. Y todo este sufrimiento por un pensamiento. Caso Carolina sufre por la ruptura de una relación que duró un año. El chico decide terminar por las constantes peleas. Ella se niega a aceptar la ruptura porque «lo ama». Constantemente lo busca y él la rechaza, lo cual significa un golpe a su amor propio. Cuando acude a consulta se da cuenta de que está obsesionada con la idea de retomar la relación porque aceptar que se ha acabado la hace sentir despreciada. Me describe que es una sensación de opresión que inicia en el estómago y se va recorriendo a la garganta hasta terminar en llanto. Con el trabajo ella logra identificar que detrás de la opresión hay mucho enojo y tristeza por la sensación de abandono y rechazo. Todo esto a consecuencia de un pensamiento recurrente «me está abandonando». Carolina se da cuenta de que no sufre por no ser amada sino porque tiene la idea de que cuando alguien se va la está abandonando. Indagando en su historia observamos que su padre era un hombre ausente que se dedicaba a su trabajo y rara vez atendía su necesidad emocional, así que cada vez que terminaba la relación con una pareja, se quedaba enganchada con la idea de que la estaban rechazando, abandonando. Es decir, de niña su cerebro aprendió a relacionar lejanía con abandono y toda vez que un evento se pareciera siquiera un poco al momento semilla (cuando papá prefería el trabajo) ella sufría y hacía todo lo posible por intentar retener, de ahí su necesidad de retomar la relación. Lo que esta consultante no sabía es que, cada vez que ella daba cabida a ese pensamiento, se activaba las redes neuronales, se fortalecían las sensaciones físicas incómodas y las emociones que se habían forjado desde la infancia. Así que el camino que tenía que seguir para hacer esta desconexión era enseñarle a pensar a su cerebro y a su cuerpo, desunir el significado «fin de la relación/abandono». Si ella continuaba permitiéndole a su mente y cuerpo trabajar unidos de modo negativo, entonces nunca podría salir de ese estado de tristeza y obsesión en el que se encontraba, por el contrario, su cuerpo, que había recibido estos estímulos desde muy pequeña, iba a aferrarse a ellos pues eran los conocidos. Todos los hábitos y adicciones tienen el mismo mecanismo de acción. Lo que es peor, han estado tanto tiempo instalados que se vuelven parte de ti y no logras identificar que no son los naturales. No venimos con el paquete la adicción amorosa, son programas instalados en la niñez de modo erróneo. Pensamientos → tensión corporal por ruptura → opresión en el pecho → tristeza por semanas = estado de ánimo Pensamientos → tensión corporal por ruptura → opresión en el pecho → tristeza por meses = personalidad La buena noticia es que, en cuanto el círculo vicioso se rompe, lo hacen también las conexiones neuronales. Con el tiempo de practicar la elección adecuada de tus pensamientos, se crean nuevos puentes neuronales que nos liberan de los pensamientos y emociones de baja vibración. Es por esto que se puede aprender y desaprender a vivir las emociones. Esto es lo que se conoce como neuroplasticidad o plasticidad neuronal. Se refiere a la capacidad que tiene nuestro cerebro de adaptarse y cambiar ante los estímulos, resultado de las experiencias. Se ha observado que las redes neuronales comienzan a tener cambios a las tres semanas, sin embargo, los cambios más significativos se dan a partir del segundo mes, y los cambios consistentes, se ven del tercer mes en adelante. Sigue, sigue, sigue En la época de mayor tristeza en mi historia, pude aplicar estos principios. Comprobé que cada vez que yo revivía los momentos de la pérdida de mi bebé, del constante rechazo, del día en que P se fue de la casa, de cuando lo vi coqueteando con la chica a las pocas semanas de terminar, no sólo tenía una reacción física, un dolor corporal generalizado, sino que entraba en profunda tristeza porque esas imágenes tenían una carga emocional negativa. Así que me entrené en detectar los pensamientos intrusivos con el fin de quitarles la carga emotiva que poseían. ¿Cómo lo hice? Ya que no quería dejar cabo suelto, atendí lo mental, lo físico y lo emocional simultáneamente. Te voy a compartir una serie de ejercicios que pueden ayudarte a reeducar tu mente y tu cuerpo. Antes tengo que advertirte que se trata de un trabajo diario que requiere compromiso y tiempo, pero ¿tienes algo mejor que hacer? Comienza por captar los pensamientos que te hieren, eso les quitará el poder que tú misma les has otorgado. Te daré claves básicas para lograrlo. Clave 1: Tiempo límite De pronto me descubría recordándolo y eso me hacía extrañarlo y entristecerme, pensaba en todas las cosas que habíamos vivido, en los desaciertos y aciertos, en lo que me había guardado, lo que estaba pendiente por decir, llegaba a maquinar escenarios en los que se disculpaba por su cobarde actitud frente a la noticia del embarazo. Una vez que los detectaba me autorizaba pensar conscientemente un rato más en el tema y luego asignaba a mi cerebro un tiempo límite para pasar a un pensamiento más productivo. ¿Por qué no simplemente detenía el pensamiento? Lo intenté las primeras veces y vi que no funcionaba. Luchar es inútil, si no puedes con el pensamiento únetele. Cuando tú le das la orden a tu mente de que no piense en elefantes rosas, lo primero en lo que se centrará será en elefantes rosas, así que no podía encomendarle tal labor. Opté por darle la tarea de rumiar y maquinar durante los siguientes quince o veinte minutos —con reloj en mano— lo que deseara, le proponía que terminara la historia como quisiera, que lo extrañara, que añorara su compañía y, una vez concluidos los minutos permitidos, me enfocaba en otra cosa, algún pendiente, etc. Con esto lograba aburrirme de mi propia historia. En ocasiones lograba pasar de inmediato a planes personales pendientes, entre ellos, escribir este libro; ideaba la estructura, cómo nombraría los capítulos, cómo sería la portada y eso me causaba mucho
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