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Amar	para	Sanar
Sanar	la	Dependencia	Emocional
Karla	Avilés
Esta	obra	ha	sido	publicada	por	su	autor	a	través	del	servicio	de
autopublicación	de	EDITORIAL	PLANETA,	S.A.U.	para	su	distribución	y
puesta	a	disposición	del	público	bajo	la	marca	editorial	Universo	de	Letras
por	lo	que	el	autor	asume	toda	la	responsabilidad	por	los	contenidos
incluidos	en	la	misma.
No	se	permite	la	reproducción	total	o	parcial	de	este	libro,	ni	su
incorporación	a	un	sistema	informático,	ni	su	transmisión	en	cualquier
forma	o	por	cualquier	medio,	sea	éste	electrónico,	mecánico,	por	fotocopia,
por	grabación	u	otros	métodos,	sin	el	permiso	previo	y	por	escrito	del	autor.
La	infracción	de	los	derechos	mencionados	puede	ser	constitutiva	de	delito
contra	la	propiedad	intelectual	(Art.	270	y	siguientes	del	Código	Penal).
©	Karla	Avilés,	2020
Diseño	de	la	cubierta:	Equipo	de	diseño	de	Universo	de	Letras
Imagen	de	cubierta:	©Shutterstock.com
www.universodeletras.com
Primera	edición:	2020
ISBN:	9788418034336
ISBN	eBook:	9788418035708
A	mi	familia.
A	los	amigos	que	me	sostuvieron.
A	Carlos	Emiliano,
que	se	convirtió	estrella.
Introducción
Te	propongo	algo.	Cierra	los	ojos	durante	un	instante	y	piensa	en	tu	pareja.	A
continuación,	observa	las	características	y	cualidades	que	te	hicieron	enamorarte
de	él	o	ella.	Dime	algo,	¿siguen	ahí?	y	¿qué	hay	de	ti?,	¿sigues	siendo	la	persona
de	la	que	tu	pareja	se	enamoró?	Es	probable	que	no,	primero	porque	ha	pasado	la
etapa	de	enamoramiento	y	la	persona	que	tenemos	al	lado	comienza	a	vernos
más	reales,	menos	idealizados,	y	nosotros	a	ella;	segundo	porque	la	pareja,	como
cualquier	entidad	viva,	representa	una	dinámica	de	movimiento	ya	sea	hacia	la
construcción	de	un	futuro	promisorio	individual	y	de	ambos,	o	de	retroceso	que
significa	haberse	sumergido	en	una	relación	poco	o	cero	satisfactoria	pero	que	a
pesar	de	las	constantes	peleas,	dramas	y	evidentes	diferencias	no	han	logrado
soltar.	Es	importante	entender	que	existen	dos	emociones	principales;	el	amor	y
el	miedo.	Si	hay	amor,	si	soy	capaz	de	manifestarlo	y	recibirlo,	mi	relación	será
del	primer	tipo,	satisfactoria.	Si	hay	miedo	intentaré	mantener	una	relación	con
base	en	manipulación,	chantaje,	drama,	pelea	y	exceso	de	sumisión/dominación,
según	el	rol	que	ocupes	en	la	pareja.	Estas	actitudes	representan	tu	miedo.
¿Miedo	a	qué?	Es	probable	que	al	abandono,	a	la	soledad,	a	ser	olvidado,	a	que
la	otra	persona	tenga	a	alguien	más	y	sea	feliz,	a	no	tener	la	capacidad	de
encontrar	a	otra	persona,	a	perder	el	control	que	ejercen	sobre	ti,	o	el	que	tu
ejerces,	mismo	que	confundes	con	interés	y	amor,	en	fin,	puede	haber	tantas
razones	para	aferrarse	a	una	relación.	Y	es	que	hay	algo	que	no	nos	han	contado,
las	relaciones	sean	satisfactorias	o	no,	poseen	algo	en	común;	ambas	tienen	el
mismo	nivel	de	profundidad.	Así	como	lo	lees.	Imagina	que	estas	construyendo
una	casa,	esa	casa	que	es	tu	relación	que	inicia	con	la	etapa	del	enamoramiento
en	la	que	se	comienzan	a	cavar	los	cimientos,	éstos	están	llenos	de	imágenes
idealizadas	con	las	que	vamos	poco	a	poco	excavando	más	y	más	profundo.
Cuando	esta	etapa	que	va	de	tres	a	seis	meses	aproximadamente	concluye
estamos	listos	para	ir	poniendo	las	varillas	y	el	cemento.	Es	aquí	en	donde	se
colocan	las	reglas	de	la	relación,	en	el	caso	de	una	relación	de	pareja	sana,	el
cemento	se	irá	constituyendo	con	amor,	respeto,	comunicación,	comprensión	y
adecuada	negociación	de	los	problemas.	En	el	otro	caso,	comenzará	a	haber
focos	rojos	que	por	lo	regular	son	pasados	por	alto	y	cuya	única	función	es
terminar	de	sellar	con	cemento	de	mala	calidad	la	profundidad	de	dichos
cimientos.	¿Ves	cómo	ambos	tienen	la	misma	profundidad?	¿Entiendes	por	qué
terminar	una	relación	de	pareja	destructiva	es	igual	de	doloroso	y	difícil	que	la
separación	de	una	pareja	cuya	relación	fue	fructífera?	Esta	es	la	razón	por	la	que
un	«ya	pasará»,	«pero	si	era	un	patán»,	«pero	si	te	hizo	tantas	cosas	malas»,	«no
deberías	extrañarlo	porque	no	era	bueno	contigo»	no	da	consuelo.
La	siguiente	pregunta	que	te	pido	tengas	en	mente	es	¿tu	relación	es
satisfactoria?	Te	voy	a	echar	una	mano,	la	respuesta	es	no.	Lo	sé	porque	si	estás
leyendo	este	libro	te	habrás	dado	cuenta	por	el	título	y	por	la	contraportada	que
hablaremos	de	dependencia	emocional.
No	quisiera	que	este	fuera	otro	de	esos	textos	en	los	que	lees	toda	una	postura
psicológica	en	torno	a	qué	es	la	dependencia	emocional,	la	teoría	de	los	apegos,
cómo	se	construyen	desde	la	infancia.	Sí,	en	ocasiones	tendré	que	echar	mano	de
conceptos	que	te	explicaré	de	modo	sencillo.
Mi	propósito	principal	es	que	puedas	tomar	este	libro	como	un	Manual	que	te
ayude,	primero,	a	detectar	si	estás	atravesando	por	una	relación	de	dependencia
emocional.	Segundo,	a	facilitarte	herramientas	útiles	y	prácticas	para	poder	salir
de	ella.
Este	libro/manual	quiere	participar	en	tu	proceso	de	cambio	y	sanación,	por
tanto,	se	te	pedirá	que	hagas	los	ejercicios	que	se	sugieren	para	ir	dando	pasos
que	te	llevarán	a	moverte	del	lugar	en	el	que	has	estado	todo	este	tiempo.
Vivir	la	dependencia	emocional	en	carne	propia	fue	la	inspiración	para	escribir
este	libro.	En	él	encontrarás	mis	vivencias,	las	vivencias	de	muchos	pacientes
que	han	llegado	a	mi	consulta	desesperados,	tratando	de	encontrar	la	solución	a
su	dolor.	Estoy	segura	que	te	identificarás	con	las	historias,	con	los	síntomas	y
eso	será	el	indicio	para	saber	si	eres	dependiente	emocional.
¡Veamos!	La	dependencia	emocional	(DE)	se	ha	definido	por	algunos	autores
como	una	necesidad	amorosa	excesiva.	Cuando	me	topé	por	primera	vez	con
esta	definición	no	la	cuestioné,	incluso	impartí	talleres	en	los	que	la	primera
diapositiva	que	presentaba	contenía	esta	definición,	la	volví	mi	bandera	y
honestamente	me	gustaba	porque	yo	había	llegado	al	concepto	a	través	de	mi
propia	necesidad	de	entender	lo	que	me	estaba	ocurriendo.	Así	es,	como	te	dije
líneas	arriba,	yo	viví	la	dependencia	emocional	por	muchos	años,	es	por	eso	que
ahora	me	siento	muy	capaz	de	hablar	de	ella	y	de	acompañarte	en	este	camino
que	parece,	sí,	solo	parece,	tortuoso.
Con	el	tiempo	y	pensando	en	todas	las	características	que	envuelven	al	tema,	he
comprendido	que	es	necesario	replantear	la	definición	de	la	DE,	pues	el
individuo	que	la	padece	no	está	buscando	amor	excesivo,	está	buscando	«quién
sabe	qué	cosa	parecida	al	amor»,	pues	percibe	un	vacío	afectivo	interno	que	cree
que	alguien	más	puede	llenar.
De	este	modo	inicia	relaciones	basadas	en	la	necesidad	de	sentirse	completo	y
feliz	sin	darse	cuenta	de	que	la	búsqueda	no	es	externa.	Yo	diría	entonces	que	la
dependencia	emocional	es	una	necesidad	excesiva	de	mantener	un	vínculo	tóxico
con	alguien	por	el	miedo	a	quedarse	solo.
La	dependencia	emocional	parte	de	tener	el	corazón	lleno	de	creencias	erróneas
acerca	del	amor;	se	piensa	en	términos	de	necesidad	no	de	elección.	Yo	no	te
elijo	cada	día,	yo	te	necesito	porque	sin	ti	me	muero.
Dicho	esto,	en	este	libro	te	daré	las	claves	para	que	puedas	superar	la
dependencia	emocional,	los	aspectos	físicos/emocionales/psicológicos	que
somos,	organismos	unificados.
Hagamos	este	viaje	juntas.
El	síndrome	de	Tarzán:	Tarzán	le	teme	a	la	selva
El	síndrome	de	Tarzán
La	mayoría	de	nosotros	recordamos	a	Tarzán,	personaje	ficticio	que	vivía	en	la
selva	y	saltaba	de	liana	en	liana	con	un	particular	grito:	ah	ah	ah	ahhhh.
El	Síndrome	de	Tarzán	hace	referencia	a	la	necesidad	de	tener	un	«alguien»
seguro,	por	tanto,	Tarzán	se	ha	convertido	en	el	prototipo	de	las	personas	que
van	saltando	de	pareja	en	pareja	—de	liana	en	liana—,	desarrollando	habilidades
de	conquista/caza.
Las	particularidades	del	llamado	«Síndrome	de	Tarzán»	son:
•Relaciones	poco	profundas:	Estas	personas	no	se	han	dado	el	tiempo	natural	del
cortejo,	entran	de	una	relación	a	otra	tan	rápido,	que	no	importa	a	quien	se	está
eligiendo,	lo	importante	es	tener	una	pareja.	Esto	significa	que	lo	único	que
interesa	a	Tarzán	es	tomarse	de	la	nueva	liana	antes	de	soltarse	de	la	otra	—
siempre	da	saltos	seguros—.
•Comono	se	dan	tiempo	de	conocerse,	es	complicado	profundizar	en	la	relación,
por	lo	tanto,	o	son	relaciones	fugaces	—mientras	una	nueva	liana	aparece—,	o
son	relaciones	de	dependencia	emocional	—de	las	que	se	salen	mientras	otra
liana	aparece—.
•Debido	a	que	ir	de	liana	en	liana	es	un	acto	veloz,	no	hay	tiempo	para
diferenciar	si	es	liana	o	serpiente	—regularmente,	la	nueva	pareja	es	una	copia
de	la	pareja	de	la	que	se	está	huyendo—.
•No	tiene	tiempo	de	generar	los	duelos	de	las	relaciones	previas.
•Por	tanto,	no	se	dan	la	oportunidad	de	poner	los	pies	en	el	piso	para	explorar	la
selva	que	es	su	casa,	es	decir,	ellos	mismos.	Simplemente	no	la	conocen	porque
nunca	se	han	permitido	explorar	sus	rincones,	no	la	han	caminado,	han	evitado	a
toda	costa	contactar	con	ella:	son	unos	grandes	DESCONOCIDOS	para	sí
mismos.
•Como	no	se	detienen	a	observar	y	a	aprender	de	sí	mismos,	no	crecen	con	las
experiencias	de	las	relaciones	fallidas	previas.
•En	ocasiones	es	tanto	el	miedo	a	caer	en	la	selva,	que	vuelven	a	tomarse	con	la
liana	anterior.
•Cuando	no	hay	una	liana	a	la	vista,	se	aferran	a	la	actual	y	si	es	serpiente,
resultan	muy	heridos.
•Le	ponen	el	nombre	de	«amor»	a	las	lianas.
Tengo	una	confesión	que	hacerte:	Yo	fui	Tarzán.	Pasé	de	liana	en	liana	hasta	que
una	de	ellas	reventó	y	me	obligó	a	caer	en	la	selva.
Liana	1
Tuve	mi	primer	novio	a	los	18	años.	En	esa	época	yo	estudiaba	el	primer
semestre	de	la	universidad.	Mi	padre	me	había	dado	la	consigna	de	no	tener
novio	hasta	que	pasara	el	examen	de	ingreso	a	la	universidad	autónoma	de	mi
ciudad.	Así	que	cuando	entré	pues	me	alisté	al	grupo	de	jovencitas	con	su	primer
novio.
Él	me	llevaba	5	años,	su	padre	tenía	un	negocio	muy	próspero	mismo	que
administraba.	Yo	estudiaba	y	trabajaba,	sin	embargo,	a	él	no	le	gustaba	que
trabajara	y	comenzó	a	convencerme	de	que	lo	mejor	para	mi	era	que	me	enfocara
en	la	universidad	mientras	él	me	iba	apoyando	con	algunos	gastos.
Al	inicio	no	me	pareció	una	mala	idea,	no	reconocía	en	este	acto	de
pseudonobleza	alguna	doble	intención,	así	que	acepté	un	trabajo	en	el	que	sólo
invertía	los	fines	de	semana.	Debo	decir	que	rechacé	otras	propuestas	laborales
de	medio	tiempo	entre	semana,	con	el	afán	de	que	él	no	se	molestara.	Sin
embargo,	con	el	paso	del	tiempo,	yo	notaba	su	disgusto	y	la	presión	llegó	a	tal
nivel	que	las	peleas	incrementaban.	Poco	a	poco	fui	dejando	mi	empleo
pensando	que	él	simplemente	se	preocupaba	por	mí.
Una	vez	conseguido	que	dejara	el	empleo,	comenzó	a	incomodarme	el	hecho	de
que	llegara	a	la	universidad	y	me	esperara	afuera	de	los	salones	de	clase	(en
ocasiones	llevaba	su	laptop	para	trabajar	fuera	del	aula),	continuamente	me
enviara	ramos	de	flores	al	colegio	en	una	especie	de	marcaje	de	territorio	que
bajo	la	mirada	de	muchas	compañeras	parecía	un	«hermoso	detalle	de	un	novio
enamorado»	e	incluso	que	tuviera	el	teléfono	de	mis	amigos	—sin	yo	saberlo—,
quienes	tiempo	después	me	contaron	que	les	llamaba	para	encargarles	que,	si
salíamos	a	divertirnos,	no	me	dejaran	tomar	cerveza,	pues	como	no	estaba
acostumbrada	a	beber	«podía	ponerme	mal».
Yo	a	ciencia	cierta	no	sabía	cómo	definir	lo	que	me	estaba	ocurriendo,	era	mi
primer	novio,	el	único	que	se	«preocupaba»	por	mí	y	el	simple	hecho	de	pensar
en	perderlo	representaba	una	tortura.	¡Cómo	iba	a	dejar	al	único	ser	sobre	la	faz
de	la	tierra	que	me	amaba	de	ese	modo	tan	profundo!	(Falso,	falso,	falso).
Pasado	el	primer	año	me	di	cuenta	de	que	este	tipo	me	estaba	engañando	con	una
chica	que	había	conocido	durante	sus	años	de	universidad.	Me	encantaría	decir
que	lo	dejé,	que	me	llené	de	valor	y	dignidad	y	que,	a	pesar	del	dolor,	decidí	no
continuar	con	la	relación,	pero	no	sucedió	así.
Él	me	dejó	a	mí	y	yo	me	hundí	en	una	terrible	depresión,	pensando	que	yo	había
hecho	algo	malo,	que	de	cierto	modo	había	provocado	su	infidelidad,	que	había
perdido	algo	muy	valioso	y	que	tenía	que	hacerlo	volver	para	demostrarle	que
podía	ser	la	novia	que	él	necesitaba,	la	chica	de	sus	sueños,	la	típica	sumisa	que
complacería	todos	sus	deseos	y	necesidades.
Claro,	crecí	con	los	cuentos	de	Disney	y	las	telenovelas	mexicanas,	con	una
abuela	que	toda	la	vida	le	había	dicho	a	mi	madre	que	al	hombre	se	le	debe
aguantar	todo	hasta	el	final	pues	para	eso	se	casaba	uno.	Es	decir,	mi	educación
sentimental	se	reducía	al	sacrificio	y	a	la	sumisión;	en	pocas	palabras,	a	la
dependencia	emocional.
Después	de	unos	meses	de	sufrimiento	y	ruegos	a	dios	y	a	él	mismo	por	su
regreso,	decidió	volver	conmigo.	Yo,	con	el	autoestima	por	el	suelo	y	con	una
dependencia	marca	diablo,	lo	acepté	de	vuelta	agradecida	con	la	vida	por
habérmelo	devuelto.	¡Wow!,	mientras	escribo	esto	no	puedo	sino	sentir	amor	y
compasión	por	esa	Karla	tan	joven	que	buscaba	desesperadamente	llenar	el	vacío
de	su	existencia	con	paliativos	externos.
Y	bueno,	ya	lo	tenía	de	vuelta,	estábamos	en	una	dinámica	muy	enferma	en	la
que	yo	lo	hacía	sentir	culpable	por	el	daño	que	«me	había	hecho»	y	él	sintiendo
que	me	debía	algo.	Esperaba	que	su	regreso	quitara	el	profundo	dolor	que	sentía
por	la	sensación	de	abandono	y	engaño,	pero	al	mismo	tiempo	tenía	sed	de
venganza,	era	una	especie	de	amor/odio,	una	necesidad	insoportable	de	que	el
otro	me	reconociera,	a	su	vez,	un	profundo	enojo	con	él	porque	no	terminaba	de
llenar	mis	expectativas.	Un	año	después	de	este	evento	terminé	con	esa	relación
e	inmediatamente	comencé	una	nueva.
Es	momento	de	aclárate	algo,	la	mayoría	de	los	dependientes	tenemos	el
Síndrome	de	Tarzán;	no	soltamos	una	liana	sin	estar	visualizando	la	otra,	en
algunos	casos,	ya	estamos	colgados	totalmente.
El	duelo	no	estaba	hecho	y	lo	que	es	peor,	yo	me	había	vuelto	tan	dependiente	de
este	primer	sujeto	que	había	cosas	que,	aun	teniendo	la	nueva	relación,	le
consultaba	pues	no	confiaba	en	mis	decisiones.
Visto	a	la	distancia	reconozco	que	esa	búsqueda	de	aprobación	y	cuidado	eran
demandas	de	la	infancia	no	cubiertas	por	mis	padres,	pero	claro,	¿quién	a	esa
edad	o	envuelto	en	una	situación	de	desamor	total,	va	a	saberlo?	No	lo	sabía	en
aquella	época,	pero	ya	había	comenzado	a	pensar	que	las	cosas	eran	mejor
cuando	un	hombre,	mejor	dicho,	cuando	un	«otro»,	te	indica	cómo	se	deben
resolver	las	cosas.	Triste,	pero	eso	pensaba.
Liana	2
Entonces	llegó	el	segundo,	un	sujeto	libre,	amoroso	y	capaz,	que	representaba
para	mí	un	nuevo	comienzo,	él	no	tenía	pinta	de	que	se	haría	cargo	de	mí	y
mucho	menos	que	coartaría	mi	libertad.	Sin	embargo,	yo	estaba	tan
acostumbrada	a	que	me	dijeran	qué	y	cómo	hacer	las	cosas	que	me	había
olvidado	de	lo	que	hacía	vibrar	mi	corazón,	de	ver	por	y	para	mí,	de	hacer
actividades	por	mí	misma	y	fue	ahí	cuando	comenzamos	a	hacer	todo,
absolutamente	todo,	juntos.
Para	esa	época	mis	padres	tenían	problemas.	Ellos,	al	igual	que	yo	más	adelante,
se	negaban	a	separarse.	Fue	entonces	que	se	detonó	mi	depresión.	Yo	sentía	que
comenzaba	a	arrastrar	a	mi	pareja	a	una	espiral	de	bajada,	que	le	estaba
obligando	a	permanecer	conmigo	porque	yo	me	encontraba	en	un	profundo	e
inconmensurable	hoyo	de	tristeza.	Así	que	una	vez	más,	abusando	de	su
paciencia,	me	volví	dependiente	de	su	compañía	porque	él	era	«la	única	persona
en	el	mundo»	que	me	iba	a	tolerar,	a	acompañar	y	a	salvar.	Sí,	otra	vez	el	típico
pensamiento	de	un	dependiente.
Mis	padres	tenían	severos	problemas.	Vivíamos	en	situación	de	violencia.	No
había	golpes	pero	había	indiferencia.	Mi	madre	no	toleraba	el	comportamiento
de	mi	padre	y	él	no	ponía	de	su	parte,	no	tenía	interés	en	mejorar	ni	solucionar
nada;	parecía	que	se	odiaban	y	que	él	nos	odiaba	a	nosotras.	Ambos	estaban
fastidiados	pero	la	situación	económica	era	tan	precaria	que	ninguno	de	los	dos
se	atrevía	a	irse	de	casa.	O	al	menos	ese	era	el	pretexto.
Mi	mamá	estaba	colocada	en	su	eterno	papel	de	víctima,	yo,	como	era	muy
joven,	pensaba	que	ella	lo	era.	Entonces	comenzó	una	alianza	femenina	en	la	que
mi	padre	era	el	ogro	terrible	y	mi	madre	la	buena	que	todo	lo	aguantaba.
La	dinámica	era	así:	ella	nos	ponía	de	su	bando.	Karla	se	subía	al	ring	de	boxeo
con	su	padre,	supadre	la	atacaba	en	defensa	propia	y	muy	molesto	de	que	ella
abogara	por	causas	que	eran	meramente	de	adultos	y	no	de	un	adulto	con	una
adolescente	que	defendía	a	su	mamá.	Yo	batallaba	entre	proteger	a	mi	madre	que
ya	se	había	convertido	en	mi	hija	(hablo	de	mis	16).	Protegerla	por	supuesto	de
mi	padre	que	se	estaba	convirtiendo	en	el	enemigo	a	vencer.
Es	decir,	mi	familia	era	un	caos,	un	desorden	total.	Un	terreno	fértil	para	el
desamor,	para	la	dependencia	emocional,	para	la	depresión	y	todos	los	demás
síntomas	que	sufría	a	lo	largo	de	esa	época.
Volvamos	al	nuevo	noviazgo	de	Karla.	Esta	relación	duró	cinco	años,	debo	decir
que	el	primer	año	y	medio	fue	de	enamoramiento	y	felicidad	total.	Enceguecida
por	la	dopamina	y	la	adrenalina	que	nos	da	el	estar	enamorados,	ambos,	como	ya
dije,	hacíamos	todo	juntos.	Eso	mitigaba	el	estrés	de	la	casa.
Sin	embargo,	pasado	el	tiempo	y	sin	la	química	que	el	enamoramiento
proporciona,	llegaron	las	inseguridades.	Él	es	un	tipo	con	una	capacidad
intelectual	admirable.	Yo	me	sentía	muy	por	debajo	de	eso,	sabía	que
intelectualmente	no	podía	competir	y	no	lo	intentaba	porque	mis	habilidades
para	ganarme	la	vida	compensaban	aquello	que	yo	admiraba	de	él.
Este	no	era	el	problema,	la	cosa	se	puso	mal	cuando	nosotros	nos	convertimos	en
amigos	y	dejamos	de	ser	pareja,	yo	tenía	mis	traumas	en	cuestión	sexual	venidas
de	mi	educación,	aprendidas	de	una	madre	con	muchos	temas	sin	resolver	en	ese
rubro.
Sentía	que	no	avanzábamos	como	pareja,	pero	no	podíamos	dejarnos	porque	en
realidad	no	había	conflicto,	era	una	relación	ya	con	contratos	muy	bien
entendidos,	con	entendimiento	mutuo,	con	gustos	muy	similares	pero	que	ya	no
estaba	aportando	nada	para	el	crecimiento	y	superación	de	ambos.	Entonces
decidimos	darle	fin.
Liana	3
Pero,	¿recuerdan	el	Síndrome	de	Tarzán?	Exacto,	yo	había	conocido	a	alguien	en
el	trabajo,	o	como	decimos	en	México,	ya	le	había	echado	el	ojo	a	alguien	más.
¡Adivina	quién!	un	tipo	con	mala	reputación	que	en	lo	absoluto	me	daba	buena
espina	pero	que	me	dedicaba	tiempo	y	atención.
Estas	leyendo	bien,	yo	estaba	casi	casi	agradecida	con	él	porque	me	dedicaba
algo	de	su	atención	y	tiempo.	¿Por	qué?	Porque	las	personas	con	dependencia
emocional	tienen	la	autoestima	baja.	Ojo,	no	todas	las	personas	con	baja
autoestima	son	dependientes	emocionales,	pero	sí	por	el	contrario.
Entonces	comenzamos	a	salir	durante	casi	diez	meses,	al	onceavo	nos	hicimos
novios.	Resulta	que	al	mes	de	haber	iniciado	la	relación	me	di	cuenta	de	que	el
tipo	tenía	varias	relaciones	a	la	par,	no	sólo	una	medianamente	formal	sino	varias
parejas	sexuales.	Afortunadamente	en	ese	tema	siempre	fui	muy	cuidadosa,	pero
me	daba	cuenta	de	que	me	estaba	exponiendo	al	haber	aceptado	a	un	chico	en	el
que	nunca	había	confiado.	Había	dejado	de	lado	todas	las	señales	de	peligro	y
me	hallaba	envuelta	en	una	situación	poco	satisfactoria	que	no	podía	soltar	por
miedo	a	la	soledad.
Aun	habiendo	descubierto	la	infidelidad,	yo	mantenía	la	esperanza	de	que	me
buscara,	de	que	se	diera	cuenta,	como	en	la	primera	historia,	de	que	yo	era	una
mujer	que	valía	la	pena,	tenía	inserta	en	la	mente	la	idea	de	que	viendo	esto,	él
cambiaría	y	seríamos	muy	felices.	Como	en	los	cuentos	de	hadas,	como	en…
esperen,	no,	esto	es	la	vida	real,	la	gente	no	se	transforma	solo	porque	tengamos
la	esperanza	de	que	lo	haga.
No	volvimos,	solo	mantuvimos	una	relación	de	amistad	que	a	mí	me	hacía	sentir
que	no	estaba	todo	perdido,	que	podía	tener	cercanía	con	esta	persona,	aunque
esto	representara	la	proximidad	con	alguien	que	no	me	respetaba	en	lo	absoluto;
¡Puff,	he	ahí	el	nivel	de	maltrato	inconsciente	que	yo	tenía	conmigo	misma!	Y
claro,	como	yo	ya	era	una	experta	en	lianas	pues	llegó	alguien	más.
Liana	4
Obviamente	ya	lo	conocía.	Un	sujeto	13	años	mayor	que	yo,	que	nunca	antes	me
había	gustado	a	pesar	de	llevar	casi	cuatro	años	conociéndolo	pero	que	tuvo	a
bien	mostrar	interés	en	mí.
Sí,	la	mayoría	de	los	dependientes	emocionales	se	relacionan	con	la	gente	que
les	guiñe	el	ojo,	que	les	presta	un	poco	de	atención,	que	les	invierte	tiempo,
esfuerzo	y/o	dinero	porque	tienen	tan	poca	confianza	en	ellos	mismos	que	se
agarran	del	primero	que	tiene	la	pinta	de	que	puede	hacerlos	felices.
Y	ahí	estaba	yo,	colgada	en	esta	nueva	relación	que	con	el	tiempo	se	tornó	más	y
más	peligrosa.	Y	es	que	claro,	al	pasar	tan	rápido	de	liana	en	liana	en	una	de	esas
puedes	confundirte	con	serpientes	y	tomarlas	por	lianas.
Sucede	que	cuando	ya	estás	en	el	bucle	de	las	relaciones	dependientes	solo	es
cuestión	de	tiempo	para	que	las	cosas	empeoren	y	lleguen	momentos	cada	vez
más	desastrosos.	¿Por	qué	sucede	así?	Porque	no	estas	siendo	consciente	de	que
tu	pareja	es	tu	espejo	y	que	la	situación	está	intentando	mostrarte	el	nivel	de
automaltrato	y	de	desamor	que	practicas.
Y	entonces,	la	vida,	el	campo	cuántico	con	sus	infinitas	y	perfectas	posibilidades
te	va	mostrando	los	focos	rojos,	si	los	ignoras	te	pone	baches	y	si	continúas
ignorándolos	te	prende	fuegos	artificiales,	es	decir,	te	va	subiendo	el	volumen	de
tal	modo	que	no	te	quede	otra	opción	más	que	ver	que	ya	has	errado.
A	estas	alturas	yo	todavía	no	tenía	suficiente	con	los	tumbos	que	me	había	dado,
seguía	ignorando	las	señales.	Pero	cómo	vas	a	poder	observar	los	focos	rojos	si
vas	cambiando	tan	rápido	de	liana	que	no	te	das	un	momento	para	observar	lo
que	está	pasando,	si	no	te	conoces	y	si	tu	nivel	de	auto	desconexión	de	ti	misma
y	de	tus	propias	necesidades	es	tan	grande,	que	no	puedes	identificar	en	qué
estás	fallando	o	qué	parte	de	ti	está	atrayendo	estas	relaciones	tan	destructivas	y
poco	satisfactorias.
Y	ahí	estaba	yo;	sin	detenerme,	sin	reflexión,	con	pavor	a	soltar	y	sintiéndome
totalmente	infeliz,	pero	eso	sí,	con	pareja.
Muchas	personas	llaman	a	estas	vivencias	negativas	destino,	cruz,	mala	suerte.
Sin	embargo,	siendo	honestos,	somos	nosotros	mismos	llevando	una	vida	sin
reflexión.	Viviendo	solo	a	la	buena	de	dios	sin	cuestionar	ni	auto	indagar	qué
onda	con	todo	lo	que	vivimos.	Es	aquí	cuando	caemos	en	el	victimismo.
Esta	vez,	la	relación	llegó	a	la	violencia	física.	El	primer	semestre	de	la	relación
fue	incómodo,	él	intentaba	tratarme	como	lo	hacía	con	su	hija	de	16	años	a	quien
también	violentaba	emocional	y	verbalmente.	El	colmo	llegó	cuando	una	vez,	en
un	desacuerdo	en	la	calle,	se	enojó	tanto	que	no	contuvo	el	impulso	de
aventarme,	unos	policías	se	acercaron	a	detenerlo	y	él	se	alejó	de	la	escena
llevándose	mi	auto	y	dejándome	ahí,	sin	dinero,	sin	llaves	y	sin	auto.
El	impacto	emocional	y	psicológico	fue	tal	que	al	inicio	yo	no	daba	crédito	de	lo
que	acababa	de	suceder.	Ahora	entendía	porque	las	mujeres	maltratadas	no	dejan
a	sus	parejas.	Ante	una	situación	de	ese	tipo	la	persona	que	es	agredida	responde
con	culpa.	En	efecto,	yo	sentía	que	había	provocado	esa	reacción	y	que	de	no
haber	respondido	a	la	discusión	él	no	habría	reaccionado	como	lo	hizo.
A	los	pocos	días	hablamos,	porque	yo	lo	pedí,	y	volvimos	no	sin	la	típica
promesa	de	nunca	más	agredirme	físicamente.	La	realidad	es	que	nada	ni	nadie
puede	arreglar	una	dinámica	basada	en	la	baja	autoestima	de	dos	seres
enganchados	en	sus	vacíos	emocionales.
Hoy,	como	psicoterapeuta,	puedo	decir	que	he	tenido	parejas	en	consulta	que	han
logrado	seguir	adelante	negociando	sus	diferencias	y	entablando	pactos	de
resolución	de	conflictos.	Pero	en	ese	momento,	sin	el	trabajo	personal	con	el	que
ahora	cuento,	no	lo	veía.	Esa	relación,	como	las	anteriores	y	la	siguiente,	estaban
basadas	en	una	carencia	de	amor	propio	que	había	que	resolver	desde	lo
individual	y	profundo.
Para	no	hacer	el	cuento	largo,	la	vuelta	no	fue	diferente,	yo	me	sentía
profundamente	enojada,	con	ganas	de	hacerlo	pagar	y	él	sin	ánimo	de	dar	más
por	la	relación.	La	cosa	terminó	como	suelen	terminar	estas	relaciones	violentas:
con	la	catástrofe.
Liana	5
Y	pasamos	al	último	chico,	al	que	yo	llamo	«el	último	de	mis	maestros».
Casualmente	a	este	chico	lo	conocía	recientemente.	La	relación	se	dio	muy
rápido,	no	nos	dimos	el	tiempo	para	laconquista.	Creo	que,	más	que	gusto	o
enamoramiento,	yo	necesitaba	de	mi	dinámica	Tarzanesca	para	no	estar	sola,
pues	eso	me	llevaría	a	contactar	con	el	dolor	de	las	heridas	anteriores.	Incluso
temía	que,	el	estar	sola	me	llevara	a	contactar	al	anterior.	Tenía	la	típica	mala
idea	de	que	un	clavo	saca	a	otro	clavo.
Prefería	doparme	con	una	compañía	a	medias	que	llené	de	encanto	e	idealización
desde	el	inicio	para	justificar	mi	adhesión	inmediata	a	una	relación.	Decidí	ver
cosas	en	él	que	no	existían,	decidí	una	vez	más	lazarme	al	vacío	del	mundo
interior	de	otra	persona	con	heridas	tan	profundas	como	las	mías,	que	salían	a
flote	con	la	cara	de	la	frialdad.	Sin	embargo	yo	deseaba	y	esperaba	ser	rescatada.
No	había	caído	en	la	cuenta	aún	de	que	nadie	puede	salvarte	de	la	caída	libre	que
una	baja	autoestima	promueve.
Y	es	que	después	de	haber	salido	de	una	relación	tan	caótica	y	violenta	como	la
anterior,	cualquiera	me	parecía	un	remanso…	hasta	ese	momento.	Había
indiferencia	y	frialdad	pero	no	había	golpes	—esa	era	mi	triste	lógica—.
Este	tipo,	para	no	variar,	tenía	buena	pinta.	Era	un	chico	súper	religioso,	–hasta
que	le	convino	serlo–	rozando	con	el	fanatismo.	Parecía	una	persona	tranquila,
honesta	y	leal.	Digo	parecía	porque	con	el	tiempo,	como	cualquier	dependiente,
fue	mostrándose	real,	¡cómo	no	hacerlo	si	era	mi	espejo!	Al	inicio	habíamos
dicho	que	solo	nos	veríamos	para	pasarla	bien	y	al	mes	ya	éramos	novios.
A	los	seis	meses	me	dejó	con	el	pretexto	de	que	yo	no	era	de	su	religión.	Dos
meses	después	de	un	intenso	sufrimiento	volvió	y	obviamente	lo	recibí	alegre.
Al	poco	tiempo	me	di	cuenta	de	que	mientras	salíamos	él	había	intentado
entablar	una	relación	con	una	chica	de	su	iglesia.	Cuando	lo	descubrí,	él
prometió	cortar	toda	relación	con	ella,	pues	según	él	lo	había	hecho	porque
estaba	confundido	—tiempo	después	me	echó	en	cara	que	le	hubiera	disculpado
el	desliz.	¡No	es	broma!—.	Tres	meses	después	de	haber	vuelto	comenzó	a
hablar	de	tener	un	hijo.
A	pesar	de	las	constantes	peleas,	de	que	vivíamos	en	ciudades	diferentes,	sí,	a
pesar	de	lo	obvio,	accedí.	Qué	gran	error	por	no	decir	«pendejada».
A	los	tres	meses	de	buscar	al	bebé	terminamos	la	relación	en	otra	de	esas
absurdas	peleas.	Una	semana	después	me	di	cuenta	de	que	estaba	embarazada.
La	noticia	tuvo	una	mezcla	de	alegría,	nervios	y	miedo.	No	sabía	cómo	lo	iba	a
tomar,	no	sabía	en	qué	se	iba	a	convertir	mí,	nuestras,	vidas	con	esa	noticia.	Así
que	sólo	fui	a	buscarlo	al	trabajo	y	se	lo	dije.
Aún	recuerdo	su	cara	de	asombro	y	pánico.	Al	inicio	pareció	estar	emocionado.
Recientemente	había	estado	buscando	un	departamento	para	dejar	de	vivir	en
casa	de	su	tía,	tenía	cosas	para	amueblarlo	y	se	suponía	que	ahí	viviríamos.
Cuando	vi	la	reacción	positiva,	pensé	que	podíamos	lograrlo.	Le	propuse	que
diéramos	la	noticia	a	nuestras	familias.
A	los	pocos	días,	su	conducta	cambió,	se	volvió	más	lejano.	Hubo	un	día	que	no
respondió	mensajes	ni	llamadas.	Yo	me	sentía	deprimida,	no	era	como	lo	había
imaginado,	mi	vientre	se	mantenía	constantemente	duro,	tenía	ligeros	cólicos	y
mucho	pero	mucho	miedo.	Sentía	que	estaba	sola	y	realmente	lo	estaba.	¡Qué	iba
a	ser	de	mí	si	él	decidía	alejarse,	si	decidía	no	estar	conmigo!	La	cuestión
económica	no	me	preocupaba	ya	que	yo	sabía	trabajar,	lo	hice	desde	muy	niña	y
a	esas	alturas	tenía	una	casa,	un	seguro	de	gastos	médicos	y	familia	que	podría
apoyar	en	caso	de	cualquier	eventualidad.
Pero	no	tenía	una	pareja,	tenía	a	un	tipo	enojado	porque	estaba	embarazada	de
un	bebé	que	estuvo	meses	pidiendo.	Me	sentía	muy	apenada	ante	él	por	estar	en
ese	estado,	sentía	que	él	me	culpaba	por	la	consecuencia	de	la	decisión	que
ambos	habíamos	tomado	meses	atrás.	Entre	estira	y	afloja,	discusiones,	maltratos
y	depresión,	me	tuve	que	enfrentar	a	la	peor	experiencia	que	he	tenido	jamás:
renunciar	a	la	idea	de	ser	madre.
Todo	se	había	acabado,	no	tendría	un	hijo,	no	tendría	una	familia	y	ahora	tenía
que	lidiar	con	el	duelo	de	tres	pérdidas:	el	bebé,	la	pareja	y	la	relación.
En	este	punto	quiero	hacer	una	pausa	para	explicarte	algo	importante.	Existen
dos	tipos	de	dependientes	emocionales:	el	que	necesita	ansiosamente	de	«otro»
ya	que	de	niño	sus	cuidadores	estuvieron	emocional	y	físicamente	disponibles	de
modo	intermitente	lo	que	le	provoca	miedo	por	la	posibilidad	de	separación	(este
tipo	de	apego	es	conocido	como	ansioso	ambivalente¹)	y	el	que	necesita	que
necesiten	de	él	pues	sus	cuidadores	no	estuvieron	disponibles	emocionalmente
por	lo	que	no	desarrolla	relaciones	basadas	en	la	empatía,	la	confianza	en	el	otro
al	grado	de	que	puede	llegar	a	las	personas	con	quienes	se	relacionan	como	mero
objeto	que	les	ayude	a	cumplir	sus	objetivos	(apego	conocido	como	evitativo).
Yo	estaba	en	la	primera	categoría	y	esta	última	pareja	en	la	segunda.	El	anclaje
ideal	para	la	catástrofe.
La	depresión	se	hizo	presente
Una	profunda	tristeza	que	iniciaba	en	un	punto	indeterminado	del	cuerpo	y	se
extendía	con	ímpetu	a	cada	fibra,	cada	músculo,	cada	rincón	de	mi	cuerpo.	Se
volvía	monstruosamente	poderosa	con	cada	respiro,	se	intensificaba	cuando
despertaba	del	sueño	extenuante	que	me	vencía	la	madrugada	anterior.
Volaban	pensamientos	de	angustia,	desesperanza,	incertidumbre	que	se
conjuntaban	con	la	sensación	de	abandono	y	soledad,	sentía	que	la	vida	me
había,	por	fin,	escupido	abiertamente	a	la	cara.	Que	me	había	arrebatado	todo,
TODO.
Había	fracasado	en	el	intento	de	formar	una	pareja	funcional,	en	el	débil	intento
de	defender	la	vida	de	mi	bebé,	de	mantener	mi	dignidad	como	mujer.	Y	ahí
estaba	yo,	con	una	despedida,	viendo	como	salía	de	mi	casa	decidido	a	no
volver,	a	rehacer	su	vida	con	el	cuerpo	intacto,	sin	mácula,	sin	siquiera
remordimiento.	Yo	me	quedaba	conmigo,	con	la	angustia	de	los	días	por	venir,
con	un	cuerpo	que	sentía	debilitado,	con	una	voluntad	quebrada	por	no	haber
podido	retener	a	mi	bebé.
Con	el	dolor	del	alma	por	la	pérdida	de	mi	hijo	o	hija,	jamás	sabré	qué	era.	Por	la
pérdida	del	hombre	al	que	creía	amar,	con	la	saudade	de	lo	que	pudo	haber	sido
mi	familia	y	con	el	cuerpo	enfermándose,	lleno	de	depresión,	insomnio,	un
periodo	menstrual	que	no	venía	y	las	hormonas	haciendo	de	las	suyas;	me	sentía
añicos,	nada.	¡Qué	iba	a	hacer	conmigo,	qué	iba	a	ser	de	mí!
Una	noche,	mientras	permanecía	hincada	al	lado	de	mi	cama,	no	por	la	acción	de
rezar	sino	por	la	debilidad	de	mis	piernas,	pensé	lo	peor,	quería	desaparecer,	tuve
el	impulso	de	los	suicidas,	la	desconexión	mental	momentánea	que	da	cabida	a
cualquier	acción	auto	lesiva.	Entonces	me	llené	de	pánico	porque	una	parte	de
mí	me	llamaba	a	cometer	un	acto	atroz.	Afortunadamente	aún	quedaba	un	dejo
de	conciencia,	de	voluntad	de	supervivencia,	así	que	en	lugar	de	actuar	en	mi
contra	hice	la	llamada	de	auxilio	que	salvó	mi	vida.
Con	la	voz	a	medio	dormir,	sin	que	le	contara	la	gravedad	de	mi	estado,	Alí,	mi
mejor	amigo,	me	dijo:	«eres	muy	fuerte	Karla,	siempre	lo	has	sido,	y	también	de
esta	vas	a	salir».	Hubo	un	silencio,	me	escuchó	llorar	por	largo	rato,	sé	que	no
sabía	qué	decir,	entendía	quizás	que	un	hombre	no	puede	siquiera	concebir	el
dolor	por	la	pérdida	de	un	hijo,	así	que	no	dijo	más,	me	acompaño	del	otro	lado
de	la	línea,	una	línea	de	la	que	yo	pendía.
Le	dije	en	tono	de	suplica	que,	o	no	colgara	o	por	favor	fuera	a	mi	casa	para	que
me	cuidara	de	mi	misma	porque	no	sabía	hasta	dónde	me	podía	llevar	ese	estado.
Él,	que	vivía	cerca,	llegó	a	los	minutos.	Esa	noche	tomé	tranquilizantes,	quería
amarrarme	las	manos	yo	misma	para	no	dañarme	y	como	no	tenía	otra	forma,	me
sedé.	Al	día	siguiente	el	dolor	seguía	ahí,	tan	profundo	e	intenso	que	me	dio	la
certeza	de	que	no	se	iría	por	un	largo	tiempo.
Pasaban	los	días	y	yo	esperaba	una	llamada,	un	mensaje,	una	disculpa	de	P.	Al
poco	tiempo	lo	vi	coqueteando	con	una	chica	que	recién	conoció	en	un	bar,	a	los
días	me	enteré	que	decía	cosas	negativas	acerca	de	mí.	Yo	sentía	daga	tras	daga
con	cada	una	de	sus	acciones.
Un	día,	mi	mejor	amiga	de	la	adolescencia,	llegó	a	mi	casa,	ella	sabía	que	yo
estaba	pasándolamal.	Su	visita	fue	una	total	sacudida.	No	llegó	a	darme
palmadas	en	la	espalda	ni	a	consolarme,	su	mensaje	fue	tajante,	me	sacudió,	pero
fue	efectivo.	Recuerdo	con	claridad	las	palabras	porque	me	transformaron:
«Tienes	que	hacer	una	conversión,	que	vivir	de	otra	manera»
Luego	de	decir	eso	se	fue.	Así	que	tomé	una	decisión;	formularía	un	plan	de
restructuración	interna.	No	iba	a	quedarme	ahí.	No	debía	quedarme	ahí.	Era
reestructurarme	o	morir	—matándome—.
Vaya	volumen,	ahora	sí	la	vida	me	estaba	gritando	al	oído	con	los	decibeles	más
altos	que	podía	¡por	ahí	no,	Karla,	por	ahí	no!	Y	esta	vez	iba	a	asegurarse	de	que
no	la	ignorara.	La	vida	es	sabía,	sin	que	yo	entendiera	por	qué	tanto	dolor,	ella
me	estaba	empujando	al	camino	de	vuelta	a	casa,	a	la	casa	interior.
El	plan	para	la	transformación
Fue	hasta	este	momento	en	el	que	el	duro	golpe	me	despertó	de	la	pesadilla.	No
había	opción,	era	morir	o	aprender.	Recuperar	mis	partes	hechas	trizas	y
reconstruirme.	Retomar	el	poder	que	había	colocado,	irresponsablemente,	en
todas	esas	manos.	Así	que	inicié	el	único	camino	posible,	el	verdaderamente
valioso:	el	rescate	de	mí	misma.
Cuando	te	caes,	cuando	te	das	muy	fuerte	lo	primero	que	haces	es	volver	sobre
tus	pasos,	revisar	si	has	tropezado	con	algo	que	no	viste,	o	si	caíste	en	un	hoyo,	o
simplemente	se	terminó	el	camino,	cualquiera	que	sea	el	caso	el	instinto	nos
lleva	a	revisar	el	terreno	en	el	que	estábamos	parados.
Luego	de	la	conmoción	me	detuve	a	organizar	mi	plan	para	salir	adelante	y
organicé	mis	prioridades:
•Reponerme	físicamente	de	la	pérdida	de	mi	bebé	que,	dicho	sea	de	paso,
produce	un	desarreglo	hormonal	que	se	suma	al	dolor	emocional	que	estaba
experimentando.	Mi	ovario	derecho	estaba	generando	un	quiste	que	crecía	cada
semana.	El	médico	estaba	alarmado	y	me	comentó	que,	si	rebasaba	el	tamaño	del
órgano,	habría	que	extirpar.	Además,	por	la	pérdida,	el	endometrio	no	volvía	a	su
tamaño,	tenía	que	estar	en	vigilancia	semanal	de	ambos	temas.	Yo	asistía	sola	a
consulta	porque	no	quería	preocupar	más	a	nadie,	pero	eso	me	hacía	sentir	mas
sola.
•Hacer	un	ejercicio	de	honestidad	y	revisar	todas	las	situaciones	que	había	estado
sembrando	y	cosechando	durante	esos	años	con	esas	elecciones	de	pareja.	Por
sus	frutos	los	conoceréis,	decía	Jesús.	Mis	frutos	prodigaban	un	dolor	profundo,
una	sensación	de	autodestrucción	que	no	daba	lugar	al	más	mínimo	sentido	de
existencia.
•Elaborar	el	duelo	por	la	pérdida	del	bebé	y	de	la	pareja.
•Recuperar	mi	autoestima	que	en	ese	momento	se	encontraba	en	terapia
intensiva.
•Encontrar	e	iniciar	un	camino	que	me	conectara	con	mi	ser	auténtico	y
espiritual	—totalmente	ajeno	a	mi	hasta	ese	entonces—.
¿Alguna	vez	te	has	sentido	así?	El	hombre	es	el	único	ser	que	construye	una
realidad	autodestructiva	sin	ser	plenamente	consciente,	necesitamos	pasar	por
experiencias	verdaderamente	graves	para	despertar.
Nos	sabemos	humanos	por	el	hecho	de	respirar	y	pensar,	sin	embargo,
descansamos	en	un	espacio	de	caos,	de	desarmonía	interna	y	desde	ese	sitio	nos
movemos,	planeamos	y	nos	relacionamos.	Es	como	si	fuéramos	construyendo
poco	a	poco	nuestra	tumba	sin	darnos	cuenta.	O	planeando	un	suicidio	sin
saberlo.
Vamos	por	ahí	demandando	a	la	gente	que	nos	rodea	que	nos	complazca,	que
sean	como	queremos	que	sean	sin	estar	dispuestos	a	ser	diferentes	para	nosotros
mismos	y,	cuando	el	otro	no	cumple	nuestras	expectativas,	nos	enfadamos	y	lo
tachamos	de	egoísta.	Esta	es	la	deshonestidad	más	grande	de	la	que	somos
capaces,	sentir	que	no	somos	responsables	de	lo	que	vivimos.
Nos	la	pasamos	estirando	las	manos	exigiendo	que	el	otro	nos	dé	lo	que	nosotros
mismos	no	nos	damos	ni	sabríamos	cómo	dárnoslo.	¡Vaya	pandilla	de
deshonestos!
En	ese	año	estaba	estudiando	un	posgrado	en	Bioneuroemoción.	Nada	es
coincidencia.	Me	adentraba	a	temas	que	me	ayudaban	a	descubrir	que	yo	era
responsable	y	co-creadora	de	mi	realidad.
La	única	cura	posible	tenía	que	surgir	del	crecimiento	personal,	de	convertirme
en	adulto	emocional,	de	cambiar	la	percepción	de	lo	que	estaba	viviendo	para
poder	darle	una	solución	diferente,	una	basada	en	el	amor.
Era	momento	de	comprender	el	«para	qué»	de	la	situación,	de	quitarle	el	peso
del	juicio	y	de	la	culpa	y	ser	capaz	de	observarla	desde	el	amor,	¿el	amor	a	qué	o
a	quién?	A	mí	misma,	así	que	intuía	que	tenía	que	iniciar	con	mi	autoestima.
Antes	de	contarte	cómo	fui	armando	ese	rompecabezas	llamado	Karla	que
incluía	el	amor	propio,	la	dignidad	y	el	sentido	de	vida,	te	comparto	un	listado	de
actitudes	que	te	pueden	ayudar	a	identificar	si	eres	dependiente	emocional.
Un	dependiente	emocional	es	aquel	que
•Tiene	baja	autoestima	entendida	como	la	confianza	en	sí	mismo	que	le	impulsa
a	tomar	decisión	por	sí	sólo	para	la	realización	de	cualquier	actividad	y	proyecto
individual.	(No	todo	aquel	que	tenga	baja	autoestima	será	dependiente
emocional	pero	sí	todo	el	que	la	padece	tiene	baja	autoestima).
•Esta	desconectado	de	su	esencia	divina,	es	decir,	se	cree	separado	de	la	fuente,
de	Dios	y	por	lo	tanto	no	se	concibe	como	un	ser	de	amor	ni	digno	de	ser	amado.
•Pone	su	felicidad	en	manos	de	otros.
•Tiene	pavor	a	la	soledad;	por	esto	se	engancha	en	una	relación	inmediatamente
después	de	haber	terminado	una	—es	muy	probable	que	incluso	antes	de
terminar	con	la	anterior—	o	al	menos	ya	tiene	contemplada	la	siguiente
(Síndrome	de	Tarzán).
•Adquiere	los	gustos	y	actividades	de	su	pareja,	a	tal	grado	que	cuando	la
relación	termina	no	recuerda	cuáles	eran	las	cosas	que	más	disfrutaba,	sus
satisfactores	personales,	sus	hobbies.
•Llama	constantemente	a	sus	familiares	o	amigos	hecho	un	mar	de	llanto	porque,
una	vez	más	discutió	con	su	pareja	y	la	otra	persona	la	bloqueó,	o	no	le
respondió	la	llamada,	o	deja	en	visto	los	mensajes,	o	subió	imágenes	o
comentarios	a	sus	redes	sociales	con	otras	personas	pero,	cuando	se	le	ofrece	un
punto	de	vista	o	un	consejo,	no	escuchan,	incluso	justifica	la	actitud	de	la	pareja.
•Deja	de	frecuentar	a	familiares	y	amigos.	Se	pierde	en	el	otro,	se	adapta
completamente	a	la	dinámica	de	su	compañero.
•Tiene	la	firme	creencia	de	que	con	el	tiempo	su	compañero	va	a	cambiar	gracias
a	su	amor	y	paciencia	a	pesar	de	las	múltiples	demostraciones	de	violencia.
•Está	convencido	de	que	con	un	poquito	más	de	esfuerzo	o	con	otra	oportunidad
se	puede	construir	una	relación	hermosa	y	diferente	(nada	más	falso).
•Se	engaña	diciendo	que	la	relación	verdaderamente	sería	perfecta	de	no	ser	por
las	peleas.
•Se	siente	culpable	por	las	reacciones	del	otro,	o,	por	el	contrario,	culpa	al	otro
de	sus	propias	reacciones.	En	ningún	caso	se	responsabiliza	de	lo	que	permite	o
promueve.
•Va	perdiendo	espontaneidad	pues	mide	y	calcula	las	actitudes	y	palabras	que
utilizará	ante	el	otro	para	evitar	peleas.	En	casos	más	patológicos,	se	promueve
la	pelea	porque	ambos	necesitan	la	descarga	de	tensión	que	produce,	así	como	la
reconciliación.
•La	relación	no	es	satisfactoria,	pero	se	niega	a	renunciar	a	ella.
•Hay	constantes	rupturas	y	vueltas	con	la	promesa	de	que	la	relación	será	distinta
con	el	siguiente	intento.
•No	hay	planes	en	común.	Cada	uno	está	luchado	por	su	propia	idea	de	hacia
dónde	va	o	debería	ir	la	relación.
•La	comunicación	es	superficial.
•Cuando	hay	una	ruptura	—de	las	tantas	que	hay—	lo	buscan	justificando	su
falta	de	dignidad	con	un	«es	que	quiero	saber	si	está	bien»,	«quiero	ser	su
amigo»,	«lo	busqué	porque…»
•No	toma	decisiones	sin	consultar	con	su	pareja,	amigos,	familia.
•Hay	críticas	constantes	de	los	gustos	o	reacciones,	modos	de	hablar,	vestir,
actuar	del	otro.
•Hay	desinterés	por	promover	el	crecimiento	del	compañero.	A	veces	se	ignoran
totalmente	las	actividades	del	otro.
•En	algunos	casos	la	violencia	llega	a	la	manifestación	física.
•Ambos	miembros	ignoran	los	conflictos	para	no	tener	que	ser	los	promotores	de
la	separación	total.
•Confunde	los	intentos	desesperados	de	su	pareja	por	volver	con	amor	genuino.
•Planean	cosas	trascendentales	como	«tener	un	hijo»	o	«casarse»	porque	se	tiene
la	creencia	de	que	un	gestomelodramático	puede	salvar	la	relación.
•Ponen	de	pretexto	a	los	hijos	para	no	separarse.
•No	concibe	la	vida	en	soledad	y	de	solo	pensarlo	se	angustia.
•Se	engaña	diciendo	que	lo	puede	dejar	cuando	lo	decida,	pero	es	incapaz	de
llevarlo	a	cabo.
•Habla	todo	el	tiempo	de	él	con	sus	amigos,	familiares,	conocidos.
•Se	queja	constantemente	de	la	relación	o,	por	el	contrario,	guarda	el	secreto
fingiendo	que	todo	va	bien.
•En	algunas	ocasiones	la	cuestión	empeora	cuando	uno	de	los	miembros	de	la
pareja	tiene	alguna	codependencia	(adicción	al	alcohol	o	alguna	droga).
•Acepta	condiciones	denigrantes,	humillantes	con	tal	de	que	no	lo	dejen.
•Cuando	llega	a	pedir	ayuda	no	suele	escuchar	ni	ejecutar	el	consejo	obtenido.
•Toda	la	gente	alrededor	ve	que	esa	relación	está	mal	menos	la	persona
involucrada.
•Justifica	las	acciones	y	reacciones	del	otro	o	las	propias.
•Contribuye	a	crear	situaciones	enfermizas,	caóticas	e	insanas.
•No	existe	un	compromiso	real	por	parte	de	ambos.
•Cuando	hay	algún	problema	grave	o	una	responsabilidad	que	enfrentar,	uno	de
los	dos	huye	sin	siquiera	intentar	fungir	como	apoyo	para	el	otro.
•Responsabilizan	al	otro	de	su	infelicidad.
•Cuando	sospecha	que	algo	anda	mal	con	la	relación	busca	ayuda	pero	espera
sea	la	pareja	quien	lleve	a	cabo	el	cambio,	es	decir,	otra	vez	intenta	manipular	la
personalidad	del	otro	para	que	se	convierta	en	la	persona	que	ella	o	él	desean.
•Frecuentemente	dicen	frases	como;	es	que	sí	estamos	mal	pero	puesto	en	una
balanza	también	hay	momentos	bonitos.
¡Qué	tal!	¿Te	identificaste	con	alguna?	Si	la	respuesta	es	sí	y	aún	sigues	en	esa
relación,	te	invito	a	poner	en	una	balanza	el	costo	que	estás	pagando	por	una
compañía	a	medias	vs	la	posibilidad	de	iniciar	el	camino	del	crecimiento
personal.
Ese	camino	consiste	en	la	recuperación	de	tu	autoestima	y	el	desarrollo
espiritual.	En	él	te	darás	cuenta	de	que	te	estás	perdiendo	de	mucho,	por
ejemplo,	de	conocer	a	la	única	persona	capaz	de	hacerte	feliz,	de	llenar	todos	tus
vacíos,	de	acompañarte	por	el	resto	de	tu	vida:	TÚ.
Como	puedes	observar,	el	dependiente	emocional	no	quiere	hacerse	responsable
de	sí	mismo.	Se	trata	de	un	niño	herido	que	está	buscando	aprobación,
reconocimiento	y	amor	externo.	Su	vida	y	estabilidad	emocional	giran	en	torno	a
la	otra	persona	y,	si	ésta	se	enoja	o	lo	rechaza,	trata	con	indiferencia,	o	le	habla
mal,	tiene	todo	el	poder	de	arruinarle	el	día.
Por	otro	lado,	los	dependientes	son,	en	el	fondo,	individuos	manipuladores	y
controladores	que	esperan	que	la	situación	cambie	a	partir	del	cambio	del	otro.
Cuando	se	trata	del	dependiente	«evitativo»,	te	dirá	cosas	que	te	hagan	sentir
juzgado	o	culpable,	actuará	de	modo	insensible	y	normalmente	él	o	ella	serán	los
que	abandonen	la	relación.
Por	el	contrario,	el	dependiente	«ansioso»,	se	comprará	el	juicio	y	la	culpa	y	se
auto	manipulará	para	intentar	complacer	a	la	pareja	para	que	la	o	lo	acepte.
Caso
Celia	me	contacta	para	preguntarme	si	puede	agendar	una	cita	para	ella	y	otra
para	su	novio.	Cuando	le	pido	que	sea	él	quien	llame	para	agendar	la	suya	me
pone	en	contexto	de	una	relación	que	a	todas	luces	es	de	dependencia.	La
cuestiono	acerca	de	si	él	está	de	acuerdo	en	asistir	y	me	comenta	que	apenas	le
va	a	decir	pero	que	su	intención	es	que	ambos	cambien	porque	está	segura	de
que	la	relación	vale	la	pena	porque	han	pasado	muchos	momentos	hermosos	y
que	tiene	la	certeza	de	que	solo	se	trata	de	relacionarse	de	otra	forma	para	ser
felices.	Como	podemos	observar,	esta	chica	es	dependiente	de	manual,	justifica
su	actitud	de	querer	forzar	a	que	el	otro	sea	como	ella	quiere	que	sea	para	que	la
haga	feliz	pues	ella	misma	no	sabe	que	cuenta	con	los	recursos	para	lograrlo	así
que	busca	en	el	exterior	lo	que	no	ha	siquiera	buscado	dentro.
Cuando	nos	relacionamos	desde	ahí,	es	decir,	desde	el	miedo,	la	vida	nos	orilla	a
pasar	por	situaciones	que	indican	que	ese	no	es	el	camino,	como	lo	hizo
conmigo.
¹	Para	más	información	puedes	buscar	la	teoría	de	los	apegos	de	de	Jonh	Bowlby
Amor	¿Para	ti	qué	significa	el	amor?
Imagina	que	has	estado	mucho	tiempo	caminando	bajo	el	rayo	del	sol	sin	beber
una	gota.	Cada	paso	que	das	intensifica	el	deseo	de	recibir	el	consuelo	del	agua,
la	imaginas	en	tu	boca	y	la	simple	idea	te	reconforta.	A	lo	lejos	ves	un	charco,	al
acercarte	te	das	cuenta	de	que	es	agua	sucia,	con	tierra	y	uno	que	otro	bicho
flotando,	pero	tú	estás	sedienta	así	que,	sin	pensarlo,	en	la	desesperación	bebes.
Has	satisfecho	tu	impulso,	pero	no	tu	necesidad.	Tu	cuerpo	no	se	recupera,
contrario	a	esto	enferma	pues	le	suministraste	un	estímulo	dañino.
Lo	mismo	pasa	con	la	dependencia;	se	trata	de	relaciones	tóxicas	que	solucionan
la	necesidad	momentánea	de	compañía	a	cambio	de	incertidumbre	y	desamor.
Piensa	esto,	seguir	ahí,	aferrarse	a	eso,	no	es	menos	doloroso	que	alejarse	para
tomar	el	camino	de	la	sanación.
Ten	en	cuenta	que	ambos	senderos	requieren	movimiento,	ejecución.	En	el	que
ya	estás	pretende	que	te	olvides	de	ti	y	atiendas	las	necesidades	del	otro,	que	te
adaptes	a	sus	costumbres,	gustos	y	decisiones,	que	normalices	el	maltrato;	el
segundo	te	demanda	que	des	un	salto	al	interior	de	tu	ser	y	reconstruyas	tus
partes	rotas.
Uno	no	es	más	difícil	ni	menos	doloroso	que	el	otro,	pero	sin	duda	alguna	el
resultado	es	totalmente	opuesto.	En	el	primero	tendrás	que	hacerte	a	la	idea	de
una	vida	con	un	patrón	repetitivo	de	devaluación,	de	más	de	lo	mismo.
En	el	segundo	observarás	tus	heridas,	te	verás	obligado	a	tocarlas	para
limpiarlas,	si	son	muy	profundas	tendrás	que	suturar	y	se	inflamarán,	pero
después	de	eso	te	esperan	grandes	aprendizajes,	satisfacciones,	plenitud.
Créeme,	alguna	una	vez	ya	estuvo	en	tu	sitio.
Caso
Martha	llega	a	consulta	con	su	bebé	de	10	meses	en	brazos,	es	el	4º	niño	que
tiene	con	Víctor.	Se	conocieron	a	los	16	y	llevan	14	años	juntos.	Ella	dice	que
los	11	primeros	años	fueron	de	total	felicidad,	pero	hace	tres	años	ella	descubre
que	él	tiene	una	segunda	esposa	legalmente	registrada.	Ellos	también	están
casados	por	lo	civil.	Con	la	otra	esposa	Víctor	tiene	un	niño	de	4	años.	Ella
primero	se	enoja	y	lo	corre	de	la	casa	pero	ante	la	insistencia	de	él	de	que	lo
perdone	ella	lo	acepta	y	decide	buscar	a	su	último	bebé	con	la	esperanza	de	que
él	se	sienta	más	forzado	a	no	dejarla	porque	«con	la	otra	sólo	tiene	uno	y
conmigo	cuatro,	eso	pesa	más»	(palabras	textuales).	Para	Martha	el	hecho	de	que
Víctor	se	quede	significa	un	triunfo	sobre	la	otra	mujer	y	un	reconocimiento	por
parte	de	él	ante	el	sacrificio	que	ella	hace	aceptando	que	mitad	de	la	semana	viva
con	ella	y	la	otra	mitad	con	la	otra.	Martha	creció	con	un	padre	que	la	devaluaba,
que	le	decía	que	las	mujeres	valían	menos	que	los	hombres	y	que	estaban	para
servirlos.	Ella	dejó	de	creer	muy	temprano	en	ella	misma,	en	su	capacidad	de
trabajo	para	ser	independiente	y	prefería	aceptar	las	condiciones	que	él	le
imponía	antes	que	quedarse	sola.
¡La	dependencia	emocional	no	es	amor,	no	te	confundas!	El	hecho	de	que	no
puedas	dejarlo,	de	que	sientas	que	no	puedes	respirar	sin	él	o	ella,	que	lo	tengas
en	un	altar	y	sea	tu	adoración,	o	de	que	sufras	después	de	la	ruptura	no	es	signo
de	amor.
Si	mantener	ese	amor	te	exige	sacrificar	tu	dignidad,	luchar	constantemente	para
que	funcione,	desgastar	tu	energía	para	resolver	los	interminables	conflictos,
entonces	no	es	amor,	es	dependencia.
Nos	hemos	acostumbrado	tanto	a	escuchar	historias	tan	negativas	de	gente
cercana	que	giran	en	torno	al	falso	amor,	que	terminamos	por	creernos	esa
mentira.
Nos	creemos	que	el	amor	lo	puede	todo,	incluso	perdonar	la	infidelidad,	la
indiferencia	y	las	malas	palabras.	Hemos	hecho	del	amor	un	intercambio	tan
patético	—sexo	por	afecto,	sacrificios	por	afecto,	dinero	por	afecto—	que	él
mismo	se	negaría	a	salir	de	nuestra	boca	cada	que	intentáramos	pronunciar	un	te
amo,	en	una	relación	de	dependientes.
El	sufrimiento	que	llevas	soportando	en	esa	relación,	es	consecuencia	de	haberte
resistido	a	aceptar	que	eso	no	funciona,	por	tu	miedo	de	quedarte	en	soledad	y
portus	temores	inconscientes	al	abandono	—quizás	la	sufriste	en	la	niñez—.
Esa	resistencia	nace	de	tus	creencias	y	deseos	de	ser	amado,	sin	embargo,
entiendes	mal	el	amor,	por	eso	lo	confundes	y	te	conformas.
Puedes	estar	sufriendo	por	haber	muchas	cosas,	menos	por	amor.	Trata	de
observar	qué	es	lo	que	extrañas	de	esa	relación	tan	insatisfactoria	y	si	eres
honesta,	te	darás	cuenta	de	que	lo	que	te	causa	tristeza	es	haber	perdido	a	tu
compañero	de	peleas,	a	tu	compañero	de	cama,	a	tu	amante,	a	la	idea	de	tener
una	pareja	—porque	la	sociedad	te	contó	que	a	esta	edad	ya	«deberías»	tener	una
familia	o	una	pareja—.
Quizá	estés	triste	porque	crees	que	él	o	ella	era	el	único	que	iba	a	querer	estar
contigo,	por	los	años	de	costumbre,	o	porque	te	has	vuelto	adicta	a	las
sensaciones,	los	pensamientos	y	reacciones	bioquímicas	en	torno	a	las	peleas,	las
reconciliaciones,	e	incluso,	a	la	energía	que	invertiste	durante	tanto	tiempo	en	ser
sumisa	o	víctima.
Otro	motivo	no	menos	delicado	es	que	te	acostumbraste	a	manipular	y/o
controlar	al	otro	por	medio	de	estrategias	como	el	chantaje.	Quieres	que	esa
persona	o	esa	relación	sea	lo	que	idealizaste	porque	en	alguna	parte	aprendiste
que	la	otra	persona	debía	hacerte	feliz.
Cabe	también	la	posibilidad	de	que	en	casa	nunca	te	hayan	dicho	«no»,	es	decir,
que	no	te	hayan	puesto	límites,	no	te	hayan	reconocido	o	bien,	no	te	hayas
sentido	incondicionalmente	amada.	Ahora	de	adulta	vas	por	el	mundo	teniendo
parejas	a	las	que	intentas	cambiar	bajo	la	excusa	de	ayudar	y/o	con	la	bandera
del	«amor».	También	están	los	que	crecieron	en	ambientes	violentos	o	con
padres	ausentes.	Estos	se	volvieron	tan	desconfiados	de	los	demás	que	se	buscan
mujeres	u	hombres	que	los	necesiten.
Ese	era	mi	caso	con	P.	Creció	en	un	ambiente	en	el	que	se	sentía	ignorado	y	se
buscó	una	Karla	que	lo	reafirmara	a	partir	de	necesitarlo.	Es	decir,	hacíamos	la
mancuerna	perfecta.	Pero	date	cuenta,	nada	de	esto	es	amor.
A	estas	alturas	ya	estarás	hallando	la	respuesta	a	la	cuestión	¿por	qué	duele	tanto
dejar	una	relación	tóxica,	si	en	sentido	estricto,	te	está	dañando?
Una	de	las	cosas	que	tienen	en	común	las	relaciones	de	pareja	sanas	con	las
tóxicas,	es	que	ambas	son	igual	de	profundas	porque	ambas	han	construido
cimientos	a	través	del	tiempo	y	el	esfuerzo.	Lo	que	las	diferencia	es	la	calidad	de
los	materiales.
Puedes	levantar	un	edificio	con	cimientos	de	mala	calidad	que	al	primer	temblor
tenga	daños	estructurales:	como	en	la	dependencia.	O	uno	con	materiales	firmes
que	se	adapten	a	cualquier	movimiento	inesperado:	como	en	el	amor.
Caso
José	de	29	años	no	tenía	novia,	su	caso	era	peculiar.	Había	pedido	a	su	madre	y
hermana	que	renunciaran	a	su	trabajo	y	se	había	ofrecido	a	encargarse	de	sus
gastos.	La	madre	aceptó	y	José	comenzó	a	tener	un	patrón	de	manipulación	a
través	del	dinero.	Le	daba	órdenes	y	amenazaba	para	que	hiciera	lo	que	él	quería,
la	castigaba	con	dinero	si	ella	no	estaba	disponible	para	acompañarlo	a	donde
tuviera	que	ir	o	no	aceptaba	hacerle	algún	mandado.	Él	es	quien	realiza	la	cita,
me	dice	que	su	madre	no	puede	llamar	pero	que	está	de	acuerdo	en	consultarme,
que	requiere	que	la	atienda	y	apoye	para	realizar	los	cambios	necesarios	en	ella	y
que	el	pagará	las	sesiones.	Cuando	Carmen	asiste	me	narra	que	los	cambios	que
José	espera	es	que	ella	lo	obedezca	porque	él	la	está	manteniendo.	Carmen	es
viuda	y	José	es	el	encargado	de	los	gastos	de	la	casa	así	que	cual	emperador
mantiene	una	relación	de	superioridad	con	la	madre.	Carmen	describe	que	José
nunca	ha	tenido	una	relación	de	pareja	estable,	las	chicas	con	las	que	ha
entablado	relaciones	lo	abandonan	porque	él	intenta	someterlas.	Curiosamente
en	este	caso	la	madre	no	se	daba	cuenta	de	que	con	algunas	acciones	que	ella
también	reforzaba	la	conducta	de	José	quien	por	el	momento	no	tenía	la
necesidad	de	relacionarse	con	chicas	debido	a	que	tenía	un	incesto	simbólico	con
la	madre.	Este	caso	se	puede	observar	desde	varias	aristas,	sin	embargo,	José
también	se	encuentra	atrapado	en	una	relación	de	dependencia	emocional	con	la
madre.	Carmen	sigue	asistiendo	a	sesión	y	poco	a	poco	va	descubriendo	esto,
está	realizando	cambios	con	los	que	su	hijo	no	está	de	acuerdo.
Por	muy	sorprendente	que	parezca,	las	relaciones	basadas	en	la	dependencia
emocional,	te	hacen	sentir	bien.	A	pesar	del	daño	que	sufres	y	del	que	ni	siquiera
eres	consciente,	de	la	culpa	y	de	que	todo	tu	entorno	lo	nota,	tú	no	puedes
soltarte	porque	tienes	la	falsa	creencia	de	que	con	el	tiempo	se	resolverá,	va	a
mejorar	o	la	otra	persona	despertará	un	día	con	la	madurez	para	decir,	«me
equivoqué,	te	amo,	ya	crecí».
Relaciones	tóxicas	vs	relaciones	sanas
Las	relaciones	de	pareja	tóxicas,	a	diferencia	de	las	relaciones	sanas,	se
mantienen	en	una	dinámica	de	perder-perder.	Debemos	tener	claro	que	no	hay
relaciones	perfectas.	No	todas	serán	de	ganar-ganar	sin	embargo	una	relación
que	se	considera	de	dependencia	es	la	que	se	encuentra	únicamente	atrapada	en
la	dinámica	del	perder-perder.
En	las	dinámicas	perder-perder,	ambos	miembros	de	la	pareja	están
insatisfechos,	pero	existe	tal	confusión	con	respecto	a	lo	que	amar	significa,	que
uno	de	los	dos	percibe	que	el	otro	gana	e,	incluso,	pierde.	Es	decir,	ninguno	de
los	dos	miembros	logra	ver	claramente	que	nadie	gana.	Ambos	pierden	porque
se	encuentran	atrapados	en	la	manipulación,	el	control,	los	celos,	la	inseguridad,
la	desconfianza,	la	infidelidad,	los	comentarios	hirientes,	la	burla,	la	privación	de
la	libertad,	la	violencia	silenciosa	y	la	explícita.	Pareciera	que	sólo	la	víctima	es
la	que	pierde	y	que	el	victimario	gana.	Sin	embargo,	ambos	pierden.
Caso
Recuerdo	el	caso	de	Lucy,	una	paciente	de	25	años.	Llevaba	5	años	de	casada	y
su	esposo	nunca	había	tenido	relaciones	sexuales	por	vía	vaginal.	Le	decía	que
no	la	quería	embarazar.	A	ella	nunca	le	había	gustado	esta	práctica,	sin	embargo
no	podía	decirle	que	no	por	temor	a	que	él	la	dejara	si	ella	se	negaba.	Él	creía
que	él	ganaba	al	manipularla	sexualmente,	sin	embargo,	con	el	tiempo,	ella	se
fue	cansando	de	la	situación,	vino	a	pedir	ayuda	y	cuando	pudo	dejar	a	este
hombre,	él	no	paraba	de	buscarla.	Le	decía	que	la	necesitaba,	que	no	podía	vivir
sin	ella	y	que	si	volvía	haría	todo	para	hacerla	feliz.
Cuando	observamos	casos	como	estos,	tan	explícitamente	tóxicos	podemos
pensar	que,	en	mayor	o	menor	medida,	estamos	viviendo	situaciones	que	no	nos
gustan,	pero	a	las	que	no	les	hemos	podido	decir	que	no	por	temor	a	que	el	otro
se	vaya.
Es	importante	remarcar	que	las	relaciones	tóxicas	o	de	dependencia	nos	permiten
ver	los	problemas	no	resueltos	en	nuestra	historia.
Lucy	había	vivido	el	abandono	del	padre.	Su	madre	había	tenido	que	trabajar
para	alimentarla	a	ella	y	a	su	hermano	5	años	mayor.	Ambos	niños	crecieron
solos,	sin	embargo,	Lucy	recuerda,	con	lágrimas	en	los	ojos,	que	su	hermano
abusaba	emocionalmente	de	ella.	Era	un	manipulador,	la	obligaba	a	pedir	dinero
a	vecinos	e	incluso	desconocidos	en	la	calle,	a	hacer	robo	hormiga	en	la	tienda
local,	a	mentir	con	tal	de	beneficiarse	de	los	favores	de	los	que	se	apiadaban	de
ella	por	ser	una	niña	pequeña.
Cunado	conoce	a	Jorge,	lo	primero	que	piensa	es	que	ese	maravilloso	hombre	es
su	salvación	y	huye	de	casa	a	los	20	años,	sin	embargo,	este	hombre	es	un
abusador,	es	el	equivalente	de	su	hermano.	Hasta	ese	momento	no	se	imagina
que	su	relación	es	el	claro	resultado	de	un	desamor,	del	descuido	por	parte	de	los
padres	y	de	un	hermano	abusivo.	Su	relación	de	pareja,	por	tanto,	actualizaba	su
niñez	y,	a	su	vez,	constituía	un	reto	que	tiene	que	ser	capaz	de	trascender	si
quiere	sanar.	Este	reto	le	exige	ser	capaz	de	poner	límites	al	maltrato,	al
sufrimiento,	a	la	manipulación.
Observemos	con	claridad	esta	tendencia	a	encontrarnos	en	la	vida	adulta	con
aquello	que	nos	hizo	sufrir	tanto	de	niños.	Si	seguimos	repitiendo	el	patrón
entonces	ese	pasado	está	mas	presente	que	nunca.
Basta	de	planear,	caminemos	hacia	la	sanación
Llegados	a	este	punto	estarás	ansiosa	por	conocer	los	pasos	con	los	que	puedes
comenzara	abrir	brecha	para	moverte	del	sitio	en	el	que	te	encuentras.	Vamos
para	allá,	sigue	leyendo	que	te	prometo	que	llegarán,	solo	quiero	ir	haciendo
encuadres	para	que	todo	quede	más	claro.
¡Sigamos!	Cuando	te	has	dado	cuenta	de	que	no	vas	a	buen	puerto	por	esa	vieja
costumbre	de	relacionarte	desde	la	dependencia,	el	primer	impulso	es	negar	que
te	tienes	que	ir.
Es	probable	que	al	inicio	busques	algunos	pretextos	que	te	mantengan	ahí:	que	si
los	hijos,	que	si	te	ayuda	económicamente,	que	si	a	tu	familia	le	cae	muy	bien,
que	si	hay	planes	que	parecen	serios,	que	si	tienen	una	mascota	en	común,	que	si
le	temes	a	la	soledad,	que	si	es	mejor	permanecer	en	la	tibia	conveniencia,	que	si
hay	un	negocio	juntos,	que	si	nadie	más	te	lo	va	a	quitar,	etc.
Una	vez	que	tu	voz	interna	te	diga	que	es	momento	de	partir,	hazlo	y,	si	tienes
miedo,	de	todas	maneras,	hazlo.	Si	fuiste	más	bien	la	persona	a	la	que	dejaron,
estos	pasos	también	aplican	para	ti.
Ahora	sí	al	grano,	¿qué	debo	hacer	una	vez	terminada	la	relación?
Las	reglas.
Apuesta	por	ti
¡Vamos	poniendo	las	reglas!	Para	salir	de	la	dependencia	emocional	es	necesario
avanzar,	por	lo	tanto,	tienes	que	conocer	las	reglas	básicas	para	iniciar	el	camino
al	autorescate	y	la	sanación.	Irás	viendo	que	tanto	las	reglas	como	las	claves	que
te	otorgo,	están	basadas	en	el	amor	y	autorespeto.	Son	nociones	básicas	que
tendrás	que	practicar	día	a	día	para	recuperar	tu	autoestima.
Regla	1:	Contacto	nulo
Corta	todo	contacto.	Sé	que	es	complicado	y	doloroso,	que	buscamos	cualquier
pretexto,	por	más	absurdo	que	sea,	para	llamar	o	hacernos	las	aparecidas,	yo
misma	me	vi	buscándolo,	si	lo	haces	no	te	juzgues,	aún	eres	un	adicto	y	cada	vez
que	necesitas	una	dosis	de	tu	droga	llamada	ex,	la	primera	persona	en	la	que
piensas	para	saciar	tu	necesidad,	obviamente,	es	él	o	ella.
Teniendo	en	cuenta	que	has	estado	en	una	dinámica	de	ir	y	volver,	ir	y	volver,
debes	tener	claro	que	el	día	que	se	acaba,	tienes	que	ser	suficientemente	fuerte
para	que	esto	no	se	convierta	en	una	ruptura	más.	Corta	el	contacto	no	porque
sea	lo	mejor	para	ambos,	sino	porque	es	lo	mejor	para	ti.
Debes	llevar	contigo,	en	todo	momento,	la	convicción	de	que	es	lo	más
conveniente	y	saludable	para	tu	vida.	Si	te	aferras	a	esta	idea	durante	todo	el
proceso,	sobre	todo	en	los	momentos	de	flaqueza,	será	más	fácil	evitar	las
recaídas.	Cada	día,	al	despertar,	piensa	como	lo	haría	un	adicto	que	está	dejando
su	vicio	«sólo	por	hoy	NO	lo	buscaré».
Es	muy	común	que	el	primer	pensamiento	sea	«podemos	ser	amigos»,	¡error!	no
es	posible,	no	estás	en	condiciones	de	ser	su	amiga.	Seamos	honestos,	este
pensamiento	viene	del	ego	que	intenta	contarte	que	no	podrás	sin	él,	pero	no
quieres	ser	su	amiga,	quieres	volver,	quieres	que	cambie,	quieres	mantener	a	la
persona	como	una	muleta	que	te	sirva	de	sostén	para	no	contactar	contigo
misma,	con	el	dolor	y	el	vacío	que	te	ha	dejado	una	relación	insatisfactoria.
Es	importante	que,	si	lo	llegas	a	ver,	no	tengan	encuentros	sexuales.	Si	eres
mujer	le	estarás	abriendo	la	puerta,	una	vez	más,	de	tu	intimidad	y	si	el	sexo	es
muy	bueno	intentarás	convencerte	de	que	las	cosas	aún	pueden	funcionar.
Nuestros	órganos	sexuales	son	internos,	la	naturaleza	nos	hizo	receptivas,	y
recibir	a	alguien	en	nuestro	cuerpo	es	abrirle	toda	posibilidad	de	contactar	con
nuestras	emociones,	con	nuestro	espacio	energético	más	profundo	y	ahora	tú
necesitas	toda	la	energía	de	la	que	puedas	disponer	para	tu	propia	recuperación.
Piensa	además	que	en	ese	momento	de	vulnerabilidad	el	sexo	es	lo	menos
inteligente	que	puedes	hacer	ya	que	sólo	pueden	ocurrir	dos	cosas:	si	se	queda,
será	una	ruptura	más	e	inicia	el	ciclo	de	dependencia,	si	se	va,	te	sentirás
despreciada	lo	que	significará	un	golpe	más	a	tu	autoestima.
Si	eres	hombre,	tendrás	la	creencia	de	que	ella	aún	puede	ser	el	sitio	en	el	que
debes	permanecer.	Estás	hecho	para	dar,	si	ella	se	muestra	vulnerable	y
receptiva,	como	seguramente	lo	hará,	pues	ese	encuentro	se	parece	mucho	al	de
sexo	de	reconciliación	que	solían	mantener	luego	de	cada	ida	y	vuelta,
comenzarás	a	pensar	que	es	posible	seguir	juntos.
Regla	2:	Un	momento	a	solas
Ok,	ya	vimos	que	jugar	a	ser	Tarzán	nos	ha	alejado	de	contactar	con	nosotros
mismos,	así	que	es	momento	de	quitarnos	del	personaje	de	la	liana	y	hacer	este
viaje	en	soledad.	Sé	lo	que	estás	pensando,	¿cómo	en	soledad	si	es	de	lo	que
estaba	huyendo?	Pero,	¿te	has	planteado	la	pregunta	de	por	qué	le	tienes	tanto
miedo	a	estar	sola	o	solo?	Es	muy	probable	que	todas	las	creencias	que	tienes
acerca	de	este	estado	natural	del	ser,	se	hayan	construido	en	tu	infancia,	con	el
trato	que	recibiste	de	tus	padres	o	gente	cercana,	y/o	que	sea	una	creencia	social
a	la	que	has	dado	mucho	peso.
Y	es	que	si	lo	piensas	con	detenimiento,	hubo	un	momento	en	tu	vida	en	que	no
necesitabas	de	nadie,	construías	juegos	solo,	pasabas	tiempo	disfrutando	de
hacer	cosas	contigo	mismo,	contigo	misma,	y	no	fue	hasta	que	comenzaste	a
relacionarte	que	te	compraste	el	cuento	de	que	la	vida	se	tiene	que	vivir	en
compañía	de	alguien	más	para	poder	alcanzar	la	felicidad	(F).	Nos	han	vendido
el	paquete	de	la	felicidad	como	F	=	Pareja,	o	F=	a	vivir	con	alguien,	o	F	=	a	no	ir
solo	a	comer,	o	al	cine,	o	tener	alguien	con	quien	despertar.
Nos	compramos	este	cuento	a	tal	grado	que	vemos	mal	a	una	persona	que	no
tiene	pareja	o	novio,	incluso	cuestionamos	sus	preferencias	sexuales	si	está
soltero	o	soltera.	Y	es	claro	que	somos	seres	hechos	para	el	amor,	para	darlo	y
recibirlo,	pero	no	como	lo	entendemos,	no	como	lo	hemos	vivido	hasta	ahora.
Tengo	un	amigo	que	constantemente	me	pregunta	qué	onda	con	mi	vida	en
términos	de	pareja,	cuando	le	respondo	que	mi	estado	civil	es	feliz,	me	pregunta;
«Karla,	no	será	que	te	gustan	las	niñas	y	aún	no	te	aceptas».	A	mí	me	hace
mucha	gracia	porque	no	se	trata	de	una	persona	mayor,	es	un	chico	de	38	años
con	una	carga	ideológica	de	la	época	de	la	colonia.	Y	no,	no	tendría	ningún
problema	en	aceptar	si	me	gustaran	las	niñas	pero	no,	me	gustan	los	hombres	y
estoy	sola	por	elección.
Hoy,	en	pleno	siglo	XXI,	seguimos	pensando	que	la	meta	última	de	la	vida	es
tener	pareja,	incluso	yo	lo	pensaba	en	algún	momento,	es	obvio	y	lo	demuestra
mi	historia.
Hoy	puedo	decirte	que	este	tiempo	sola	ha	sido	maravilloso	porque	me	ha	dado
la	oportunidad	de	conocerme,	de	caerme	bien,	de	amarme,	de	consentirme,	de
gustarme,	de	aceptarme,	de	corregirme	con	mayor	consciencia,	de	nutrirme
emocional	y	espiritualmente,	de	reflexionar,	escribir,	gozar	mi	cuerpo,	mi	casa,
mi	familia	y	amigos.
Entendía	la	felicidad	solo	en	relaciones	tóxicas,	pero	la	realidad	es	que	tampoco
me	trajeron	bienestar	pues	me	relacionaba	desde	la	inmadurez	que	me	hizo	hacer
cosas	en	contra	de	mí	misma.	Quedarte	solo	te	ayudará	a	descubrir	necesidades
personales	insatisfechas.
En	momentos	que	me	encontraba	a	solas,	hallé	la	hermosa	fortuna	de	revisar	las
creencias	que	tenía	acerca	de	la	soledad.	Si	permites	que	esa	gran	desconocida
llegue	para	acompañarte	podrás	ver	todos	los	regalos	que	trae	para	ti,	puedo
asegurarte	que	cambiará	incluso	la	percepción	que	tienes	de	ti	misma	y	la
abrazarás	con	agradecimiento	por	todo	lo	que	tiene	para	darte	y	mostrarte	de	ti.
Recuerda	que	el	camino	del	héroe	se	transita	en	soledad	con	las	reticencias,
pruebas	y	premios	que	trae	consigo.	Simplemente	haz	el	viaje	a	solas	a	nivel	de
suelo,	sin	estar	colgado	en	lianas	porque	puedan	ser	víboras	venenosas,	y
comienza	a	disfrutar	de	las	flores,	los	senderos,	los	animalitos	que	puedas
encontrarte	a	ras	de	piso.
Regla	3:	Elabora
el	duelo	con	amor
Es	este	punto	puedes	estar	pensando	que	no	hay	algo	más	doloroso	que	lo	que
estás	atravesando.	Sé	cómo	te	sientes	o	al	menos	me	lo	imagino	porque	yo
experimenté	un	dolor	similar.	Es	un	dolor	emocional	y	físico	que	comienza	en	el
corazón	y	se	expande	al	cuerpo	y	no	termina.	No	huyas	de	este	momento,	por	el
contrario,	ponle	cara	a	cualquier	emoción	que	estés	sintiendo	porque	si	intentas
huir	solo	te	perseguirá	hasta	que	te	haga	verla	a	los	ojos.Cuando	te	haces
responsable	y	consciente	de	que	eres	co-creador	y	co-responsable	de	lo	que	te
sucede,	para	bien	o	mal,	comienzas	a	sanar.
Cuando	los	perdí	a	ellos,	cuando	me	quedé	sin	nada,	me	sentía	vacía,	rota.	Me
había	enfrentado	a	la	muerte	del	bebé	que	simbolizaba	de	algún	modo	mi	propia
muerte.	Así	que	decidí	que	con	él	se	iba	todo	aquello	que	ya	no	quería	ser.	Era
mi	modo	de	honrarlo,	tenía	una	oportunidad	de	recomenzar	y	la	iba	a	tomar.
La	muerte	es	renacimiento.	Esa	relación	se	ha	acabado,	ha	muerto,	se	ha
quedado	atrás.	Bien,	es	así.	Con	lo	trágico	que	cualquier	ruptura	pueda	ser,
aceptarlo	te	hará	el	viaje	más	ligero.	Recuerda	que	este	momento	no	es	para
siempre.	Todos	los	apegos	son	transitorios.	Cerrar	un	ciclo	significa	integrar,
tomar	la	lección,	aceptar	que	se	queda	el	aprendizaje	a	pesar	de	los	huecos	de	la
historia,	de	las	interrogantes	y	los	«no	sé»	(no	sé	cómo	llegamos	a	esto,	no	sé
cómo	tomamos	la	decisión,	no	sé	por	qué	lo	has	superado	tan	rápido,	no	sé	por
qué	yo	no,	etc.).	Aún	con	todo	esto	elige	estar	en	paz	sobre	el	no	saber.	Elige	que
tu	pago	sea	el	aprendizaje.
Regla	4:	Construye	una	red	de	apoyo
Incluye	a	toda	la	gente	que	te	quiera,	familia	y	amigos	que	estén	disponibles,	con
amor	y	paciencia	para	cuando	requieras	desahogarte,	distraerte	o	llorar.	En	mi
caso	esta	red	se	conformaba	por	mis	padres,	mis	dos	hermanas	y	mis	amigos	más
cercanos.
Al	cabo	de	unos	días,	había	once	personas	que	me	sostenían,	que	me	alentaban
con	sus	palabras	amorosas	y	comprensivas.	Con	un	abrazo,	con	una	mirada,	con
un	«te	traje	unos	panqués	y	un	yogurt	para	que	no	te	quedes	sin	desayunar»	o	un
«buenos	días	Lita,	¿cómo	estás	hoy?».
Es	importante	que	seas	consciente	de	que	sufres	de	dependencia	emocional,	así
que	no	importa	la	gravedad	de	la	situación,	tu	siempre	estarás	dispuesta	a
perdonar	y	a	retomar	la	relación	porque	sientes	que	no	mereces	tener	nada	mejor,
o	bien,	que	no	hay	nadie	más	sobre	la	faz	de	la	tierra	que	va	a	querer	estar
contigo.
Cuando	decides	terminar	esa	relación,	o	cuando	te	ves	forzada	a	hacerlo,	como
en	mi	caso,	el	hecho	de	que	te	rodees	de	la	gente	que	te	ama,	te	dará	la	fortaleza
para	evitar,	en	la	medida	de	lo	posible,	tener	la	inquietud	de	buscarlo.	Esto	no
quiere	decir	que	NUNCA	lo	harás,	—te	confieso	que	yo	lo	hice—	significa	que
serán	las	menos	de	las	veces.
Regla	5:	Se	paciente	con	las	recaídas
Aun	cuando	flaquees	no	te	decepciones,	las	recaídas	son	normales.	Es	probable
que	hagas	llamadas,	envíes	mensajes	que	se	quedan	en	«visto»	y	tengas
encuentros	«casuales»,	sin	embargo,	no	es	lo	mismo	cinco,	ocho,	diez	llamadas,
a	que	hagas	solo	una	que	no	sea	respondida.	Entre	menos	hagas	el	nivel	de	estrés
disminuirá	y	con	cada	llamada,	mensaje	y	encuentro	que	evites,	estarás
recuperando	tu	poder,	confiando	más	y	más	en	ti,	aunque	de	inicio	no	lo	notes.
Para	esto	sirve	la	red	de	apoyo.
Caso/tip
María:	Una	amiga	me	propuso	que	cada	mensaje	que	escribiera	dirigido	a	él,	se
lo	enviara	a	ella,	ella	me	leería	y	pondría	un	mensaje	del	tipo	«esto	pronto	va	a
pasar».
Ten	en	cuenta	que	las	recaídas	poseen	los	mismos	síntomas	que	el	síndrome	de
abstinencia	en	un	alcohólico	o	drogodependiente.	Él	fue	la	droga	que	te
mantenía	con	una	ilusión	de	bienestar,	alejada	de	ti	misma.	Su	presencia
simplemente	ayudaba	a	que	no	contactaras	con	el	dolor	y	el	vacío	existencial	de
tu	corazón,	así	que	cuando	él	o	ella	está	lejos,	es	normal	que	sientas	angustia,
falta	de	aire,	opresión	en	el	pecho,	ansiedad,	ganas	de	llorar,	pensamientos
obsesivos,	tristeza,	ira,	sensación	de	querer	verlo,	escucharlo,	leerlo.
Es	por	esto	que	los	adictos	recaen.	El	nivel	de	estrés	debido	a	la	abstinencia	es
tan	grande	que	de	pronto	necesitan	dosis	bajas	para	poder	volver	a	la	calma.
Algo	que	te	puede	ayudar	a	no	buscarlo	es	no	generando	un	cuento	mental
mágico	en	el	que	te	responderá,	hablarán	y	te	pedirá	volver	siendo	una	persona
renovada	porque	eso	no	sucederá.
En	lugar	de	ese	cuento	de	hadas,	piensa	«si	le	hago	esta	llamada,	o	mando	este
mensaje	es	muy	probable	que	no	responda	y,	si	lo	hace,	terminaré	herida	porque
no	me	estaré	cuidando»;	entonces	no	lo	enviarás.
Con	el	simple	hecho	de	no	hacerlo	te	estás	empoderando,	si	sucumbes
simplemente	piensa	«esto	lo	hago	por	mí,	por	la	necesidad	de	liberar	tensión,
pero	no	espero	respuesta,	no	pongo	mi	felicidad	en	su	reacción».
Planea	alguna	estrategia	como	la	de	Martha	con	tu	red	de	apoyo	que	te	ayude	en
esos	momentos	de	mayor	ansiedad.	Si	recaes	asegúrate	de	no	quedarte	ahí
machacándote	por	haber	reincidido.	Sigue	porque	vas	por	buen	camino.
Cuida	de	ti:
El	amor	empieza
con	el	autocuidado
Vigilar	tu	salud,	tu	autoimagen,	tus	pensamientos	y	tus	emociones	son	los	pasos
más	importantes	para	construir	una	sana	autoestima.	Veamos	algunas	ideas:
Yo	saludable
En	mi	caso,	la	parte	hormonal	se	convirtió	en	la	prioridad.	Luego	de	que	pierdes
un	bebé,	a	tu	cuerpo	le	cuesta	recuperar	su	ritmo	hormonal	previo	al	embarazo	y
te	juega	muchas	malas	pasadas	emocionales.	El	insomnio	fue	lo	segundo	a	tratar
porque	la	tristeza	y	los	pensamientos	me	atormentaban	así	que	mi	calidad	de
sueño	empeoraba	con	cada	día.
Así	mismo,	noté	una	importante	caída	del	cabello	que	se	relacionaba	con	el
estrés	y	la	falta	de	sueño.	Cursé	por	una	contractura	corporal	que	la	tensión	y
tristeza	agudizaban	así	que	me	fui	a	ver	a	un	quiropráctico.	Volví	con	el
nutriólogo	y	con	la	dermatóloga.	Es	decir,	advertí	que	la	parte	física	debía	estar
al	cien.
Tú,	¿en	qué	estado	te	encuentras?	es	básico	atender	la	tristeza,	la	ansiedad	o	la
depresión,	según	sea	el	caso.
Haz	un	chequeo	médico	y	asegúrate	de	estar	con	niveles	óptimos.	Mi
recomendación	es	que	en	esta	etapa	no	abuses	del	alcohol,	el	ejercicio,	el
cigarro,	la	comida,	el	trabajo,	el	sueño.
El	abuso	en	general	de	cualquier	actividad	solo	enmascara	la	tristeza,	te	distrae
momentáneamente	pero	no	resuelven	nada,	por	el	contrario,	te	quitan	tiempo
valioso	en	el	que	podrías	estar	elaborando	el	duelo	de	modo	saludable.
Además,	en	estados	alterados	no	tomas	buenas	decisiones	y	es	más	fácil	que
tengas	el	impulso	de	ir	a	buscarlo	o	llamarle	e	incluso	de	hacerte	daño.	Aquí	se
incluye	el	sexo	casual	con	otras	personas,	recuerda	que	la	prioridad	es
concéntrate	en	hacer	única	y	exclusivamente	cosas	que	alimenten	tu	bienestar
INDIVIDUAL.
Autoimagen
Cuando	tienes	una	baja	autoestima	una	de	las	cosas	que	más	se	ve	afectada	es	la
autoimagen.	Si	ya	has	terminado	la	relación	es	muy	probable	que	no	tengas
ganas	de	arreglarte,	intentas	con	todas	tus	ganas	levantarte	con	una	actitud	al
menos	decente	para	meterte	a	bañar	y,	en	ocasiones,	te	devuelves	a	la	cama	con
la	misma	fragilidad	con	la	que	te	acostaste	la	noche	anterior.
Si	trabajas,	haces	un	esfuerzo	sobrenatural	y	consigues	salir	medianamente
presentable,	pero	sin	entusiasmo.	Así	que	cuida	esa	parte.	Verte	al	espejo	y	tener
unos	dientes	aseados,	un	cabello	peinado,	las	pestañas	pintadas	o	una	vestimenta
pulcra,	contribuirán	a	hacerte	sentir	mejor.
Intenta	un	cambio	de	look	porque	por	más	trillado	que	te	suene,	recuerda	que
como	es	adentro	es	afuera	y	los	cambios	externos	irán	a	la	par	con	los	internos.
Todo	es	información,	todo	comunica,	por	lo	tanto,	verse	bien	tiene	un	sentido
importante	para	tu	inconsciente.
Te	recomiendo	que	hagas	ejercicio	y	lo	conjuntes	con	una	sana	alimentación,
esto	te	ayudará	a	generar	estados	de	bienestar	gracias	a	la	liberación	de
endorfinas.	Contribuirá	a	bajar	tus	niveles	de	estrés	y,	a	la	par,	irás	notando
cambios	en	tu	cuerpo	que	te	motivarán	a	seguir.
En	estados	de	dependencia	emocional	es	muy	común	que	la	gente	se	preocupe
más	por	el	bienestar	de	su	pareja	que	por	sí	mismo.	Te	acostumbraste	a	ver	por	el
otro	y	has	descuidado	tu	apariencia,	incluso	tus	síntomas	físicos.
Recuerda	que	nadie	puede	dar	lo	que	no	tiene.	No	puedes	cuidar	de	otro	si	no
cuidas	de	ti.	Así	que	ahora	que	tienes	tiempo,	aprovecha,	atiéndete	y	voltea	a	ver
al	espejo.	Recuerda	que	solo	tienes	un	cuerpo,	habitarás	en	él	hasta	el	último	día
de	tu	vida	así	que	trátalo	como	un	templo.No	conozco	ninguna	autoestima	lo	suficientemente	mermada	que	la	más
pequeña	semilla	de	amor	y	auto	cuidado,	no	cure.
La	calidad	de	los	pensamientos
Toda	vez	que	elijas	los	alimentos	que	entran	a	tu	organismo,	la	ropa	y	el	peinado
que	te	pones,	debes	seleccionar	lo	que	piensas,	para	lo	cual	es	importante	que
entiendas	la	cascada	de	reacciones	que	un	«inocente	pensamiento»	activa.
Durante	el	tiempo	que	duró	la	relación	tóxica	y,	teniendo	en	cuenta	que	llegaste	a
esa	relación	como	consecuencia	de	un	amor	propio	disminuido,	es	casi	seguro
que	tu	cuerpo	haya	estado	sometido	durante	años	a	altas	dosis	tanto	de
cavilaciones	negativas	acerca	de	ti	misma,	como	de	estrés,	adrenalina,	tensión,
tristeza,	insatisfacción	y	malestar.
¿Y	sabes	de	dónde	vienen	todas	estas	reacciones	emocionales?	Pues	de	tus
pensamientos.	Ellos	se	encargaban	de	enviar	a	tu	cerebro	las	señales	de	liberar	al
organismo	estímulos	bioquímicos	para	materializar	dichas	sensaciones	hasta
convertirlas	en	emociones.
El	proceso	es	así:	primero	tenemos	los	pensamientos,	posteriormente	la
sensación	física	y	finalmente	la	emocional.
Si,	por	ejemplo,	tu	cuerpo	estaba	tenso	por	una	pelea	que	amenazaba	la	relación,
inmediatamente	tu	cerebro	responde	con	tristeza	o	con	ira,	esto	se	debe	a	que	ya
ha	aprendido	un	trayecto	reactivo.
Una	vez	que	la	emoción	está	instalada	en	alguna	parte	del	cuerpo	—puede	ser	en
forma	de	opresión	en	el	pecho,	dolor	de	estómago,	nudo	en	la	garganta—	los
pensamientos	de	la	misma	clase	contribuirán	a	reforzar	el	sufrimiento
memorizado.
Un	solo	pensamiento	acerca	de	la	relación,	de	los	momentos	malos	que	vivieron,
de	los	buenos,	o	simplemente	de	la	esperanza	de	volver,	traerá	consigo	una
fuerte	carga	emocional.	Como	consecuencia	actualizarás	constantemente	el
sufrimiento	por	la	separación,	por	la	sensación	de	abandono,	o	por	no	tener	el
estímulo	de	su	compañía,	sabes	por	qué,	porque	el	inconsciente	no	diferencia
entre	pasado,	presente,	ni	futuro	¡si	lo	piensas	hoy	está	pasando	hoy!	Esto	es	lo
que	te	hace	sufrir.
Y	todo	este	sufrimiento	por	un	pensamiento.
Caso
Carolina	sufre	por	la	ruptura	de	una	relación	que	duró	un	año.	El	chico	decide
terminar	por	las	constantes	peleas.	Ella	se	niega	a	aceptar	la	ruptura	porque	«lo
ama».	Constantemente	lo	busca	y	él	la	rechaza,	lo	cual	significa	un	golpe	a	su
amor	propio.	Cuando	acude	a	consulta	se	da	cuenta	de	que	está	obsesionada	con
la	idea	de	retomar	la	relación	porque	aceptar	que	se	ha	acabado	la	hace	sentir
despreciada.	Me	describe	que	es	una	sensación	de	opresión	que	inicia	en	el
estómago	y	se	va	recorriendo	a	la	garganta	hasta	terminar	en	llanto.	Con	el
trabajo	ella	logra	identificar	que	detrás	de	la	opresión	hay	mucho	enojo	y	tristeza
por	la	sensación	de	abandono	y	rechazo.	Todo	esto	a	consecuencia	de	un
pensamiento	recurrente	«me	está	abandonando».	Carolina	se	da	cuenta	de	que	no
sufre	por	no	ser	amada	sino	porque	tiene	la	idea	de	que	cuando	alguien	se	va	la
está	abandonando.	Indagando	en	su	historia	observamos	que	su	padre	era	un
hombre	ausente	que	se	dedicaba	a	su	trabajo	y	rara	vez	atendía	su	necesidad
emocional,	así	que	cada	vez	que	terminaba	la	relación	con	una	pareja,	se
quedaba	enganchada	con	la	idea	de	que	la	estaban	rechazando,	abandonando.	Es
decir,	de	niña	su	cerebro	aprendió	a	relacionar	lejanía	con	abandono	y	toda	vez
que	un	evento	se	pareciera	siquiera	un	poco	al	momento	semilla	(cuando	papá
prefería	el	trabajo)	ella	sufría	y	hacía	todo	lo	posible	por	intentar	retener,	de	ahí
su	necesidad	de	retomar	la	relación.
Lo	que	esta	consultante	no	sabía	es	que,	cada	vez	que	ella	daba	cabida	a	ese
pensamiento,	se	activaba	las	redes	neuronales,	se	fortalecían	las	sensaciones
físicas	incómodas	y	las	emociones	que	se	habían	forjado	desde	la	infancia.	Así
que	el	camino	que	tenía	que	seguir	para	hacer	esta	desconexión	era	enseñarle	a
pensar	a	su	cerebro	y	a	su	cuerpo,	desunir	el	significado	«fin	de	la
relación/abandono».
Si	ella	continuaba	permitiéndole	a	su	mente	y	cuerpo	trabajar	unidos	de	modo
negativo,	entonces	nunca	podría	salir	de	ese	estado	de	tristeza	y	obsesión	en	el
que	se	encontraba,	por	el	contrario,	su	cuerpo,	que	había	recibido	estos	estímulos
desde	muy	pequeña,	iba	a	aferrarse	a	ellos	pues	eran	los	conocidos.
Todos	los	hábitos	y	adicciones	tienen	el	mismo	mecanismo	de	acción.	Lo	que	es
peor,	han	estado	tanto	tiempo	instalados	que	se	vuelven	parte	de	ti	y	no	logras
identificar	que	no	son	los	naturales.	No	venimos	con	el	paquete	la	adicción
amorosa,	son	programas	instalados	en	la	niñez	de	modo	erróneo.
Pensamientos	→	tensión	corporal	por	ruptura	→	opresión	en	el	pecho	→	tristeza
por	semanas	=	estado	de	ánimo
Pensamientos	→	tensión	corporal	por	ruptura	→	opresión	en	el	pecho	→	tristeza
por	meses	=	personalidad
La	buena	noticia	es	que,	en	cuanto	el	círculo	vicioso	se	rompe,	lo	hacen	también
las	conexiones	neuronales.	Con	el	tiempo	de	practicar	la	elección	adecuada	de
tus	pensamientos,	se	crean	nuevos	puentes	neuronales	que	nos	liberan	de	los
pensamientos	y	emociones	de	baja	vibración.
Es	por	esto	que	se	puede	aprender	y	desaprender	a	vivir	las	emociones.	Esto	es
lo	que	se	conoce	como	neuroplasticidad	o	plasticidad	neuronal.	Se	refiere	a	la
capacidad	que	tiene	nuestro	cerebro	de	adaptarse	y	cambiar	ante	los	estímulos,
resultado	de	las	experiencias.
Se	ha	observado	que	las	redes	neuronales	comienzan	a	tener	cambios	a	las	tres
semanas,	sin	embargo,	los	cambios	más	significativos	se	dan	a	partir	del	segundo
mes,	y	los	cambios	consistentes,	se	ven	del	tercer	mes	en	adelante.
Sigue,	sigue,	sigue
En	la	época	de	mayor	tristeza	en	mi	historia,	pude	aplicar	estos	principios.
Comprobé	que	cada	vez	que	yo	revivía	los	momentos	de	la	pérdida	de	mi	bebé,
del	constante	rechazo,	del	día	en	que	P	se	fue	de	la	casa,	de	cuando	lo	vi
coqueteando	con	la	chica	a	las	pocas	semanas	de	terminar,	no	sólo	tenía	una
reacción	física,	un	dolor	corporal	generalizado,	sino	que	entraba	en	profunda
tristeza	porque	esas	imágenes	tenían	una	carga	emocional	negativa.	Así	que	me
entrené	en	detectar	los	pensamientos	intrusivos	con	el	fin	de	quitarles	la	carga
emotiva	que	poseían.
¿Cómo	lo	hice?	Ya	que	no	quería	dejar	cabo	suelto,	atendí	lo	mental,	lo	físico	y
lo	emocional	simultáneamente.	Te	voy	a	compartir	una	serie	de	ejercicios	que
pueden	ayudarte	a	reeducar	tu	mente	y	tu	cuerpo.	Antes	tengo	que	advertirte	que
se	trata	de	un	trabajo	diario	que	requiere	compromiso	y	tiempo,	pero	¿tienes	algo
mejor	que	hacer?
Comienza	por	captar	los	pensamientos	que	te	hieren,	eso	les	quitará	el	poder	que
tú	misma	les	has	otorgado.	Te	daré	claves	básicas	para	lograrlo.
Clave	1:	Tiempo	límite
De	pronto	me	descubría	recordándolo	y	eso	me	hacía	extrañarlo	y	entristecerme,
pensaba	en	todas	las	cosas	que	habíamos	vivido,	en	los	desaciertos	y	aciertos,	en
lo	que	me	había	guardado,	lo	que	estaba	pendiente	por	decir,	llegaba	a	maquinar
escenarios	en	los	que	se	disculpaba	por	su	cobarde	actitud	frente	a	la	noticia	del
embarazo.
Una	vez	que	los	detectaba	me	autorizaba	pensar	conscientemente	un	rato	más	en
el	tema	y	luego	asignaba	a	mi	cerebro	un	tiempo	límite	para	pasar	a	un
pensamiento	más	productivo.	¿Por	qué	no	simplemente	detenía	el	pensamiento?
Lo	intenté	las	primeras	veces	y	vi	que	no	funcionaba.	Luchar	es	inútil,	si	no
puedes	con	el	pensamiento	únetele.
Cuando	tú	le	das	la	orden	a	tu	mente	de	que	no	piense	en	elefantes	rosas,	lo
primero	en	lo	que	se	centrará	será	en	elefantes	rosas,	así	que	no	podía
encomendarle	tal	labor.
Opté	por	darle	la	tarea	de	rumiar	y	maquinar	durante	los	siguientes	quince	o
veinte	minutos	—con	reloj	en	mano—	lo	que	deseara,	le	proponía	que	terminara
la	historia	como	quisiera,	que	lo	extrañara,	que	añorara	su	compañía	y,	una	vez
concluidos	los	minutos	permitidos,	me	enfocaba	en	otra	cosa,	algún	pendiente,
etc.
Con	esto	lograba	aburrirme	de	mi	propia	historia.	En	ocasiones	lograba	pasar	de
inmediato	a	planes	personales	pendientes,	entre	ellos,	escribir	este	libro;	ideaba
la	estructura,	cómo	nombraría	los	capítulos,	cómo	sería	la	portada	y	eso	me
causaba	mucho

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