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Manual de analisis experimental

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PSICOLOGÍA 
Rubén Ardi¡a,W¡lson López López,Q 
Andrés M. Pérez, Rene Quiñones 
y Fredy Reyes [compiladores] 
Manual 
de 
análisis experimental 
I del comportamiento 
" (̂̂ •̂i 
MANUAL DE ANÁLISIS EXPERIMENTAL 
DEL COMPORTAMIENTO 
COLECCIÓN PSICOLOGÍA UNIVERSIDAD 
Bajo la dirección del 
Profesor Roberto Colom 
Universidad Autónoma de Madrid 
Rubén Ardila, Wilson López López, Andrés 
M. Pérez-Acosta, Rene Quiñones y Fredy D. Reyes 
[Compiladores] 
MANUAL DE ANÁLISIS 
EXPERIMENTAL 
DEL COMPORTAMIENTO 
BIBLIOTECA NUEVA 
Cubierta: A. Imbert 
© Rubén Ardila y otros, 1998 
© Editorial Biblioteca Nueva, S. L., Madrid, 1998 
Almagro, 38 
28010 Madrid (España) 
ISBN: 84-7030-541-7 
Depósito Legal: M-10.410-1998 
Impreso en Rogar, S. A. 
Impreso en España - Printed in Spain 
Ninguna parte de esta publicación, incluido diseño de la cubierta, puede ser re-
producida, almacenada o transmitida en manera alguna, ni por ningún medio, ya 
sea eléctrico, químico, mecánico, óptico, de grabación o de fotocopia, sin per-
miso previo del editor. 
índice 
RELACIÓN DE AUTORES 9 
PRÓLOGO, GUALBERTO BUELA-CASAL 11 
INTRODUCCIÓN 15 
I. PERSPECTIVAS HISTÓRICAS Y CONCEPTUALES 
CAPÍTULO PRIMERO.—Tendencias actuales en el análisis conceptual del comporta-
miento, EDWARD K. MORRIS 19 
CAPÍTULO 2.—Trasfondo filosófico del análisis de la conducta: problemas centrales y pers-
pectivas de investigación, WILSON LÓPEZ LÓPEZ 57 
II. MAXIMIZACIÓN E IGUALACIÓN 
CAPÍTULO 3.—Fortaleza de la operante, igualación y modelos del comportamiento, 
FREDY D. REYES y ANDRÉS M. PÉREZ-ACOSTA 77 
CAPÍTULO 4.—Organización temporal local del comportamiento. Perspectiva histórica 
y conceptual, CHARLES P. SHIMP y WALTER T. HEBRANSON 89 
CAPÍTULO 5.—Regulación de la conducta y teoría del refuerzo: conceptos básicos, AR-
TURO CLAVITO 115 
CAPÍTULO 6.—Economía conductual. Conceptos económicos en el análisis experimen-
tal del comportamiento, LEONARD GREEN 137 
CAPÍTULO 7.—Teoría de la elección: maximización e igualación, BEN A. WILLIAMS . 165 
m. DINÁMICA DEL COMPORTAMIENTO 
CAPÍTULO 8.—Mejoramiento a los diecisiete, WILLIAM VAUGHAN 193 
CAPÍTULO 9.—Modelo cinético de elección: estudio de operantes complejas, DIANA E. FORERO . 223 
[7] 
CAPÍTULO 10.—Reforzamiento y momentum comportamental, DAVID ARDILA y FREDY 
D. REYES 249 
CAPÍTULO 11.—La teoría de los sistemas lineales aplicada a la ejecución de comporta-
miento operante: revisión de algunas cuestiones fundamentales, RENE QUIÑONES ... 273 
IV. COMPORTAMIENTO INDUCIDO POR EL PROGRAMA 
CAPÍTULO 12.—Influencias ambientales sobre la conducta inducida por programa, RI-
CARDO PELLÓN, PILAR FLORES y DEREK E. BLACKMAN 309 
V. ECOLOGÍA DEL COMPORTAMIENTO 
CAPÍTULO 13.—Elección y forrajeo óptimo, EDMUND FANTINO y WENDY A. WILLIAMS ... 335 
CAPÍTULO 14.—Estrategias de forrajeo, GERMÁN GUTIÉRREZ 359 
VI. FACTORES BIOLÓGICOS DEL COMPORTAMIENTO OPERANTE 
CAPÍTULO 15.—Límites de aprendizaje versus proceso de aprendizaje: problema o seu-
doproblema, ALBA E. MUSTACA 385 
CAPÍTULO 16.—Condicionamiento sexual de la conducta instrumental, MlCHAEL DOM-
JAN y LAWRENCE L. CRAWFORD 401 
CAPÍTULO 17.—Nuevos desarrollos en la farmacología del comportamiento, VÍC-
TOR A. COLOTLA 421 
VIL COGNICIÓN EN ANIMALES Y EN SERES HUMANOS 
CAPÍTULO 18.—Desesperanza aprendida: el estado actual de la investigación con ani-
males, VlNCENT M. LOLLORDO 447 
CAPÍTULO 19.—El análisis de las conductas temporales, MARC RICHELLE y HELGA 
LEJEUNE 473 
CAPÍTULO 20.—Una aproximación relacional a los eventos verbales, S. C. HAYES, 
E. V. GIFFORD y L. J. HAYES 499 
CAPÍTULO 21.—Discriminaciones condicionales y equivalencia de estímulos, Luis AN-
TONIO PÉREZ-GONZÁLEZ 519 
v m . EPÍLOGO 
CAPÍTULO 22.—El futuro del análisis experimental del comportamiento, RUBÉN ARDUA . 559 
[8] 
Relación de Autores 
ARDILA, DAVID, University of California, Berkeley, California, USA. 
ARDILA, RUBÉN, Universidad Nacional de Colombia, Bogotá, Colombia. 
BLACKMAN, DEREK E., University of Wales, Cardiff, Reino Unido. 
CLAVUO, ARTURO, Fundación Konrad Lorenz, Bogotá, Colombia. 
COLOTLA, VÍCTOR A., Workers Compensatíon Board of British Columbia, Vancouver, 
British Columbia, Canadá. 
DOMJAN, MICHAEL, University of Texas, Austin, Texas, USA. 
FANTINO, EDMUND, University California, Davis, California, USA. 
FLORES, PILAR, Universidad Nacional de Educación a Distancia, Madrid, España. 
FORERO, DIANA E., Universidad Nacional de Colombia, Bogotá, Colombia. 
GIFFORD, ELIZABETH, University of Nevada, Reno, Nevada, USA. 
GREEN, LEONARD, University of Washington, St. Louis, Missouri, USA. 
GUTIÉRREZ, GERMÁN, University of Texas, Austin, Texas, USA. 
HAYES, LINDA J., University of Nevada, Reno, Nevada, USA. 
HAYES, STEVEN C , University of Utah, Salt Lake City, Utah, USA. 
HEBRANSON, WALTER T , University of Utah, Salt Lake City, Utah, USA. 
LEJEUNE, HELGA, Université de Liege, Belgique. 
LÓPEZ LÓPEZ, WILSON, Fundación Konrad Lorenz, Bogotá, Colombia. 
LOLORDO, VINCENT M., Dalhouise University, Halifax, Nova Scotia, Canadá. 
MORRIS, EDWARD K., University of Kansas, Lawrence, Kansas, USA. 
MUSSTACA, ALBA ELISABETH, Universidad de Buenos Aires, Buenos Aires, Argentina. 
PELLÓN, RICARDO, Universida Nacional de Educación a Distancia, Madrid, España. 
PÉREZ, ANDRÉS M., Escuela Colombiana de Medicina, Bogotá, Colombia. 
PÉREZ-GONZÁLEZ, LUIS ANTONIO, Universidad de Oviedo, Oviedo, España. 
QUIÑONES, RENE, Universidad Católica de Colombia, Bogotá, Colombia. 
REYES, FREDY, Universidad Santo Tomás, Bogotá, Colombia. 
RICHELLE, MARC, Université de Liege, Liege, Bélgica. 
SHIMP, CHARLES R, University of Utah, St. Lake City, Utah, USA. 
VAUGHAM, WILLIAM JR., Harvard University, Cambridge, Massachusetts, USA. 
WILLIAMS, WENDY A., University of California, San Diego, California, USA. 
[9] 
Prólogo 
Al poco tiempo de llegar a California para realizar una estancia en esta Universi-
dad recibí una carta de mi buen amigo el profesor Rubén Ardua, en la que me decía: 
«te deseo los mayores éxitos académicos y personales, en esas tierras en las que pue-
den pasar las cosas más curiosas que te puedas imaginar». Poco después coincidí con 
el profesor Ardila en una conferencia internacional y me propuso que escribiese este 
prólogo. Sin duda, pensé que ésta era una de esas «cosas curiosas que me podían su-
ceder». 
Recibir la invitación para escribir un prólogo siempre suele ser un honor, pero este 
caso, dada la relevancia del libro y de su director, creo sinceramente que es un honor 
que no me corresponde. No obstante, reconozco que resulta agradable ser el primer 
lector de una obra tan importante. 
Es difícil establecer el inicio del análisis experimental del comportamiento, no 
obstante, suele considerarse el clásico libro de Skinner Ciencia y conducta humana; o 
bien el trabajo de Kanfer y Saslow sobre Behavioral analysis, publicado en 1965 
como el primer referente de este nuevo modelo de evaluación del comportamiento 
humano. Sin embargo, esta idea aparece por primera vez en un texto de Johnson 
publicado en 1946, donde se recomienda un tipo de evaluación en la que se debe tener 
en cuenta la información de «lo que hace» un paciente y en «qué situaciones» lo hace. 
Otros autores consideran a Watson como el pionero del análisis experimental de la 
conducta, lo cual en mi opinión no es muy acertado, dado que Watson no considera-
ba incompatible la evaluación psicométrica con su enfoque conductual, lo cual queda 
de manifiesto en una carta que escribe Watson a Goddar (introductor de los test de 
Binet en los Estados Unidos), en dicha carta, con fecha del 22 de mayo de 1917, le 
pide una lista de test para preparar un curso de psicología que tiene que impartir. Ade-
más, dos años después publica su libro Psychology from the stanpoint ofa behavio-
rist, en el que incluye varias páginas sobre test. Quizá mayor razón tienen los que con-
sideran de forma estricta que la primera publicación sobre análisis experimentaldel 
comportamiento fue el libro publicado en 1966 por Honig titulado Operant Behavior: 
Áreas ofresearch and application. 
[11] 
12 Gualberto Buela-Casal 
La falta de acuerdo en cuanto al «nacimiento» del análisis experimental de la con-
ducta viene dado por la relación con otros modelos de evaluación incluidos también 
en lo que en la actualidad se denomina de forma genérica como evaluación conduc-
tual. 
Sea cual sea el inicio de la evaluación conductual, lo que es un hecho es el gran 
desarrollo que ha alcanzado en la década de los años 70 y 80, buenos ejemplos son 
los clásicos libros deHaynes sobre Principies ofbehavioral assessment, publicado 
en 1978 y el de Haynes y Wilson, Behavioral assessment: Recent advances in met-
hods, concepts and aplications, publicado un año después; y el de Nelson y Hayes, 
Conceptual foundations of behavioral assessment, publicado en 1986. No menos 
importante resultó la fundación de dos nuevas revistas en el año 1979, específicas 
sobre esta materia, me refiero a Behavioral Assessment y Journal of Behavioral 
Assessment. A éstas habría que añadir otra serie de revistas que, sin duda, fueron 
el reflejo de la gran expasión que adquirió en estas décadas la evaluación conduc-
tual, por ejemplo: Journal of Applied Behavior Analysis, Behaviour Reserach and 
Therapy, Journal of Behavior Therapy and Experimental Psychiatry y Behavior 
Modification. 
El desarrollo creciente experimentado por la evaluación conductual ha tenido 
como lógico resultado un mayor nivel de especialización y, por tanto, el consi-
guiente desarrollo conceptual y terminológico. Así, han aparecido diversas 
expresiones, que sin duda, han dado lugar a cierto nivel de confusión entre las 
expresiones utilizadas para diferenciar los distintos ámbitos específicos de la 
evaluación conductual. De hecho, para muchos psicólogos no resulta fácil dife-
renciar los conceptos de: análisis conductual, diagnóstico conductual, análisis 
funcional de la conducta, análisis aplicado de la conducta, diagnóstico conduc-
tual y análisis experimental de la conducta. Sin duda, estas expresiones tienen 
aspectos comunes, no obstante, hay algunos aspectos que las hacen cualitativa-
mente diferentes. 
La expresión análisis conductual aparece por primera vez en un artículo 
publicado por Kanfer y Saslow en 1965, sin embargo, pronto dejó de utilizar-
se. De hecho, los mismos autores, proponen posteriormente la expresión diag-
nóstico conductual para referirse al proceso que incluía las siguientes fases: 
análisis y delimitación de la situación problema y al análisis de la motivación, 
desarrollo, autocontrol, relaciones sociales y del desarrollo social cultural y 
físico. 
El análisis funcional de la conducta fue definido por Peterson, a finales de los 
años 70, como un proceso en el que se realiza una observación sistemática de una 
conducta problema y de las condiciones estimulares antecedentes y consecuentes de 
dicha conducta, haciendo énfasis en los estímulos discriminativos y en los refuer-
zos; en función de ello se realiza una manipulación experimental de las variables 
que aparecen causalmente relacionadas con la conducta problema y, por último, se 
evalúa los cambios producidos en la conducta problema. Posteriormente, Haynes y 
O'Brien lo definen como la identificación de relaciones funcionales causales, con-
trolables e incontrolables aplicables a un conjunto específico de conductas de un 
paciente. 
Prólogo 13 
El análisis aplicado de la conducta fue definido, a finales de los años 60, por Baer, 
Wolf y Risley como un proceso en el que se aplican los principios del aprendizaje al 
desarrollo de conductas específicas y la evaluación de si los cambios producidos son 
debidos a la aplicación de dichos principios. Más recientemente, Kazdin lo considera 
como un proceso de análisis y tratamiento basado en los principios del condiciona-
miento operante, poniendo énfasis en los antecedente y los consecuentes, pero sin 
aceptar aspectos mediacionales como las cogniciones. 
El análisis experimental de la conducta, coincide sustancialmente con el ante-
rior en cuanto al proceso y la metodología, pero sin embargo, se diferencia en que 
en el análisis experimental el campo de estudio se limita a las situaciones contro-
ladas en laboratorio, mientras que en el análisis aplicado se da importancia a las 
conductas socialmente relevantes y su estudio se realiza en contextos naturales, 
resaltando así la validez ecológica. En conclusión, existen diferencias conceptua-
les entre las diversas expresiones mencionadas, sin embargo, el mal uso realizado 
por algunos psicólogos, que llegan a utilizar como sinónimos algunas de estas 
expresiones, hace que en la actualidad, la confusión siga vigente entre muchos pro-
fesionales. 
El contenido del presente libro se enmarca básicamente dentro del ámbito del aná-
lisis experimental de la conducta, aunque no totalmente si asumimos una postura con-
ceptual estricta. Por ello, consideramos muy acertado el título, entendiendo el uso del 
término comportamiento, sin duda, mucho más difundido y utilizado en los países latino-
americanos que el término conducta, que se utiliza con más frecuencia en España. 
En esta voluminosa obra se recoge una buena muestra de las diversas investiga-
ciones que se están realizando a nivel internacional en el campo del análisis experi-
mental del comportamiento. El resultado es un libro internacional donde colaboran 
autores de siete países diferentes: anglosajones, hispanos y francófonos; lo que sin 
duda es una clara demostración de la gran expansión que ha experimentado el análi-
sis experimental del comportamiento, tanto en los ámbitos básicos como aplicados. La 
organización del libro es muy coherente, pues se inicia con una revisión histórica y 
conceptual, en la que se trata de explicar cómo ha surgido y qué se entiende por aná-
lisis experimental del comportamiento, a continuación se incluyen los conceptos bási-
cos sobre el aprendizaje y la regulación del comportamiento. Otros aspectos muy rele-
vantes que se abordan son: la ecología del comportamiento, las bases biológicas de los 
comportamientos operantes y los problemas de los componentes cognitivos en los ani-
males y en los seres humanos, para finalizar con un interesante epílogo sobre el futu-
ro del análisis experimental del comportamiento. Todo ello, convierte al presente 
manual en el libro más completo sobre análisis del comportamiento, editado en len-
gua castellana. 
El profesor Rubén Ardila está considerado com el psicólogo hispano más 
importante del mundo, opinión que comparto si tenemos en cuenta su larga y pro-
lífica trayectoria académica. Su formación internacional, iniciándose con su doc-
torado en los Estados Unidos y posteriormente con sus estancias en diversas uni-
versidades del mundo. Recientemente el profesor Ardila fue nombrado 
Catedrático de la Fundación BBV en la Facultad de Psicología de la Universidad 
de Granada, motivo por el cual tuve la oportunidad de mantener largas y prove-
14 Gualberto Buela-Casal 
chosas conversaciones sobre el análisis experimental y la psicología en general. 
Sin duda, resulta difícil encontrar a un psicólogo con una visión tan amplia. De 
hecho, el presente manual es una buena muestra de su proyección internacional. 
Por ello, considero que este manual, servirá para interesar y apasionar al estu-
diante de psicología y reciclar y formar a los psicólogos profesionales. Sin duda, 
estamos ante una obra que se convertirá en una referencia clásica para todos aque-
llos estudiosos del complejo comportamiento humano. 
GUALBERTO BUELA-CASAL 
Santa Bárbara, California, agosto de 1997 
Introducción 
El presente Manual de análisis experimental del comportamiento contiene traba-
jos preparados especialmente para este libro, que son de la autoría de los principales 
expertos en análisis experimental de la conducta, ante todo de Estados Unidos y de 
Europa. 
Analiza las principales áreas de trabajo a nivel básico, aunque tambiénse refiere 
a sus posibles aplicaciones. Comienza con aspectos históricos y conceptuales, sigue 
con los problemas de la maximización y la igualación, pasa luego a tratar la dinámi-
ca del comportamiento, se refiere a continuación al comportamiento inducido por el 
programa, después al problema muy actual y de gran importancia que es la ecología 
de la conducta, trata también los factores biológicos del comportamiento y finalmen-
te, analiza la cognición en animales y en seres humanos. El tratamiento es muy actua-
lizado y el libro representa una puesta al día acerca de la investigación sobre análisis 
experimental del comportamiento, a nivel mundial. 
Los autores proceden de varios países, a saber: Argentina, Bélgica, Canadá, 
Colombia, España, Estados Unidos y el Reino Unido. Esta diversidad lingüística y 
cultural es prueba de la internacionalización del análisis experimental del comporta-
miento, que se consideraba antes como un producto exclusivamente del mundo anglo-
sajón, ante todo de los Estados Unidos. Todavía la mayor parte de la investigación se 
lleva a cabo en laboratorios estadounidenses, pero es importante señalar las importan-
tes contribuciones que se están realizando en otros países, incluyendo España y Amé-
rica Latina, como se señala en la presente obra. 
El primer libro sobre análisis experimental lo compiló Honig en 1966 con el títu-
lo de Operant Behavior: Áreas of Research and Application. El siguiente lo editaron 
Honig y Staddon con el título de Handbook of Operant Behavior (1977). Ambos 
libros se traducen al castellano (en México) y se usaron ampliamente en universida-
des españolas y latinoamericanas. 
Obviamente en los últimos veinte años, desde 1977 hasta nuestros días, se han lle-
vado a cabo importantes avances en el análisis experimental de la conducta. Se nece-
sitaba con gran urgencia un libro como éste, que actualizara el estado de la investiga-
[15] 
16 Rubén Ardila, Wilson López López, Andrés M. Pérez-Acosta... 
ción sobre conducta operante y sus implicaciones. Cuando Honig compiló su 
libro (1966) y Honig y Staddon hicieron el suyo (1977) los problemas eran diferentes. 
Esto es signo de la vitalidad del área y de sus enormes posibilidades. 
Hoy tenemos un campo con perspectivas internacionales, que se hace a ambos 
lados del Atlántico, que estudia problemas de gran envergadura, algunos de los cuales 
son problemas clásicos mientras otros son problemas nuevos. La ciencia es una 
empresa internacional, es una empresa acumulativa, pero también encuentra nuevos 
paradigmas y nuevos marcos de referencia conceptuales para analizar sus problemas. 
El análisis experimental del comportamiento nació como parte de la psicología y 
tiene sus antecesores en Sechenov, Pavlov, Loeb, Watson y Skinner. Hoy se ha diver-
sificado y ampliado considerablemente. Los desarrollos post-skinnerianos son segu-
ramente los más importantes y con perspectivas más promisorias. El presente libro 
analiza dichos desarrollos y sus implicaciones. 
El objeto del análisis experimental es explicar la conducta humana y animal, 
entender sus leyes y colocar su estudio dentro del contexto de la ciencia. Pero también 
existen aplicaciones y el conocimiento aparece en un contexto social y en un momen-
to histórico determinado. Hoy, a finales del siglo xx (¡y del milenio!), la necesidad de 
tener una psicología científica que sea socialmente relevante es cada día mayor. Las 
aplicaciones del análisis experimental en psicología clínica, educativa, industrial/orga-
nizacional, social, comunitaria, deportiva, forense, en diseño de culturas y en planea-
ción del ambiente humano y de la ecología, es algo que ha logrado gran reconoci-
miento. Esta disciplina es tanto una ciencia básica como una tecnología. Los 
científicos del comportamiento y los ingenieros conductuales pueden beneficiarse 
ampliamente de los nuevos desarrollos que se analizan en el presente libro. 
La siguiente generación de psicólogos y de otros científicos de la conducta harán 
aportaciones decisivas a esta disciplina. El presente libro puede considerarse el punto 
de partida para que los países hispanohablantes contribuyan al objetivo de entender el 
comportamiento y a modificarlo en forma adaptativa. 
I 
PERSPECTIVAS HISTÓRICAS Y CONCEPTUALES 
CAPÍTULO PRIMERO 
Tendencias actuales en el análisis conceptual 
del comportamiento* 
EDWARD K. MORRIS1 
University ofKansas 
I. INTRODUCCIÓN 
Un libro sobre avances recientes en el «estudio del comportamiento» es por defi-
nición conductista, sin embargo, debido a que es conductista, implica que el estudio 
del comportamiento es más que el análisis experimental del comportamiento. Éste 
incluye la filosofía de una ciencia del comportamiento —sobre la cual se incluyen 
algunos avances recientes en este capítulo. Al incluirlos, se toma una aproximación 
conductista a la filosofía de la ciencia, donde el estudio del comportamiento se con-
vierte en el estudio del comportamiento de los científicos. El campo que se cubre, 
pienso, es algo selectivo: Enfatizamos el conductismo contemporáneo. Considero, que 
antes de comenzar, es necesario (a) distinguir entre conductismo contemporáneo, aná-
lisis del comportamiento y psicología y (b) definir y describir entonces las tres sub-
disciplinas del análisis del comportamiento. Después de esto volveremos a los avan-
ces recientes. 
* El autor agradece a Juan Carlos López y Brian Midgley por los agudos comentarios sobre la estruc-
tura y el contenido de las versiones iniciales de este manucrito. 
1 Edward K. Morris. Dirección: Department of Human Development, 4052 Dole Human Develop-
ment Center, University of Kansas, Lawrence, Kansas 66045-2133, USA. E-mail: ekm@kuhub.cc. 
ukans.edu. 
[19] 
mailto:ekm@kuhub.cc
http://ukans.edu
20 Edward K. Morris 
1.1. ALGUNAS DISTINCIONES EN LAS CIENCIAS DEL COMPORTAMIENTO 
Aunque el conductismo contemporáneo se encuentra en la actualidad ampliamen-
te enriquecido por el análisis del comportamiento, los dos no deben ser igualados. El 
conductismo contemporáneo encierra más que el solo análisis del comportamiento. 
Éste incluye una aproximación naturalista al comportamiento donde el comporta-
miento es tanto (a) lo que la ciencia estudia con sus métodos de investigación como 
(b) su objeto de estudio. Esta distinción entre lo que una ciencia estudia y su objeto 
de estudio, nos permite hacer dos distinciones adicionales entre el análisis del com-
portamiento y una gran parte de la psicología. 
n. EL OBJETO DE ESTUDIO 
Primero, aunque la psicología de hecho estudia el comportamiento, su objeto de 
estudio frecuentemente es algo más, usualmente «eventos que toman lugar en alguna 
parte, en algún otro lugar de observación, descritos en términos diferentes, y medidos, 
después de todo, en diferentes dimensiones» (Skinner, 1950, pág. 193). El objeto de 
estudio de la psicología, de esta forma se convierte en (a) eventos neuronales (por 
ejemplo, procesos bioquímicos en el cerebro) (b) constructos y eventos mentales (por 
ejemplo, sentimientos y pensamientos, actitudes y expectativas) (c) constructos con-
ceptuales (es decir, constructos mentales definidos operacionalmente; por ejemplo, 
estados, rasgos y cognición). Sobre estas explicaciones, el comportamiento no es sino 
un índice del objeto de estudio de la psicología, donde las teorías psicológicas acerca 
de su objeto de estudio tienen como propósito explicar lo que es estudiado —el com-
portamiento. Esto, sin embargo, es conductismo metodológico, no conductismo 
moderno (Skinner, 1945, véase Moore, 1981), el cual ha dominado como fundamen-
to de la psicología experimental por un largo período de tiempo; el significado de la 
revolución cognitiva no ha sido asumido (véase Leahey, 1992a). 
U. 1. CONTENIDO Y PROCESO 
Una segunda distinción entre análisis del comportamiento y psicología, descansa 
en los diferentes aspectos de lo que estudian. La psicología estudia ampliamente el 
contenido comportamental, mientras el análisis del comportamientoestudia amplia-
mente los procesos comportamentales. El contenido comportamental es comporta-
miento descrito en los términos no técnicos del lenguaje ordinario —términos que 
luego son definidos operacionalmente para el propósito de la ciencia (por ejemplo, 
actividad denominada social, emocional, motivada y mental). 
Esta perspectiva casi exclusiva sobre el contenido comportamental ha tenido tres 
efectos inquietantes en la psicología. Primero, la psicología se ha convertido en una 
disciplina de ciencias independientes, por ejemplo, las ciencias de la psicología social, 
la personalidad, y la psicología cognitiva, y las psicologías especializadas en la crea-
Tendencias actuales en el análisis conceptual del comportamiento 21 
tividad y la emoción, de mujeres y hombres. Segundo, los procesos explicativos de la 
psicología se deducen independientemente a partir de las áreas complejas del contenido 
comportamental, no inducidas del comportamiento en general. Tercero, la perspectiva 
psicológica sobre el contenido comportamental ha producido ampliamente el estudio del 
comportamiento de individuos y grupos situados históricamente en el tiempo y en el 
espacio. Como resultado la psicología es ampliamente el estudio natural de individuos 
y grupos (Gergen, 1973), y no una ciencia natural de ellos. Esta última emerge a parto 
del análisis del comportamiento, el cual busca describir procesos comportamentales 
ahistóricos presentados en un lenguaje extraordinario. El contenido comportamental y 
los procesos comportamentales son diferentes: la historia natural describe la actividad 
humana en períodos y culturas particulares; la ciencia natural describe sus «causas» en 
general. Lo primero de ello se refiere a los productos; lo segundo, a los procesos. 
ni. ANÁLISIS DEL COMPORTAMIENTO Y SUS SUBDISCIPLINAS 
Volviendo al análisis del comportamiento, podemos describirlo como una ciencia 
natural del comportamiento conformada por tres subdisciplinas; (a) el análisis experi-
mental del comportamiento, para la investigación básica encargada de descubrir los 
procesos fundamentales comportamentales; (b) al análisis comportamental aplicado, 
para la implementación de estos procesos, tecnologías derivadas, y métodos de inves-
tigación para los problemas clínicos y de la comunidad; (c) el análisis conceptual del 
comportamiento para investigaciones históricas, filosóficas, teoréticas y metodológicas 
(para revisiones generales, véase Michael, 1985; E. P. Reese, 1986). Aunque, este capí-
tulo enfatiza el análisis conceptual del comportamiento, el análisis conceptual por sí 
solo no puede ser totalmente entendido o apreciado aparte de las actividades en las 
otras dos subdisciplinas —ellas no están aparte de él. Primero, el análisis conceptual es 
comportamiento en sí mismo, comportamiento sujeto a incontables variables científi-
cas, intelectuales, sociales, culturales, y personales. Segundo, los análisis experimental 
y aplicado del comportamiento involucran el análisis conceptual como una materia en 
su desarrollo (por ejemplo, supuestos ontológicos). La ciencia es, después de todo, filo-
sofía aplicada. Desde esta perspectiva, el análisis del comportamiento compromete no 
sólo tres subdisciplinas independientes, sino reduce sus interdependencias. Por estas 
razones, comenzaré con una breve revisión de las tres subdisciplinas. 
ffl. 1. E L ANÁLISIS EXPERIMENTAL DEL COMPORTAMIENTO 
El análisis experimental del comportamiento pretende (a) describir relaciones 
funcionales entre clases de respuestas y clases de estímulos (Skinner, 1966a) y (b) 
demostrar la replicabilidad y la generalidad de ellos (Sidman, 1960) y de este modo 
encontrar sus leyes. La variable dependiente es la probabilidad de respuesta indivi-
dual del organismo como una función de variables independientes, la cual ocurre en 
tiempo real (véase Johnson y Pennypacker, 1993). A partir de esto se recopilan los 
procesos comportamentales básicos, por ejemplo, reforzamiento y control de estí-
22 Edward K. Morris 
mulos (véase Catania, 1992; Iversen y Lattal, 1991; Journal of the Experimental 
Analysis ofBehavior). 
Análisis comportamental aplicado. El análisis comportamental aplicado se apro-
xima al comportamiento en forma semejante, pero con diferentes propósitos. Emplea 
procesos comportamentales básicos, procedimientos derivados, y métodos de investi-
gación con el fin de prevenir y aliviar problemas de importancia social. Estos inclu-
yen problemas en la conducta individual (por ejemplo, retraso en el desarrollo), inte-
racciones sociales (por ejemplo, agresión), y prácticas culturales (educación) (véase 
Cooper, Heron, y Heward, 1987; Journal of Applied Behavior Analysis). Las prácticas 
del análisis comportamental aplicado se describen mediante siete dimensiones: sus 
procedimientos son aplicados a problemas de importancia social relativamente inme-
diatos; sus medidas comportamentales son válidas y replicables; sus procedimientos 
son descritos con suficiente detalle tecnológico para replicación; sus métodos de 
investigación son analíticos; su efectividad es socialmente significativa; su generali-
dad es demostrada a través del tiempo, ambientes y comportamientos y esto es impor-
tante para un sistema conceptual global de comportamiento (Baer, Wolf, y Ris-
ley, 1987). 
in.2. EL ANÁLISIS CONCEPTUAL DEL COMPORTAMIENTO 
La tercera subdisciplina es este sistema conceptual global. Como Skinner indicó, 
«el comportamiento sólo puede ser entendido satisfactoriamente moviéndose más allá 
de los hechos mismos. Lo que se necesita es una teoría del comportamiento» (Skin-
ner, 1947, pág. 27). Mediante esto, quiso indicar una teoría basada en relaciones a 
nivel del comportamiento y del medio ambiente en interacción (Skinner, 1938; véase 
Schlinger, 1992). Como tal, la tarea del análisis conceptual descansa en «describir o 
explicar el comportamiento o en un sentido muy amplio entender el comportamien-
to» (Skinner, 1947, pág. 26, el énfasis es del original). 
Sin embargo, la comprensión del comportamiento, implica también entender el 
comportamiento de los analistas del comportamiento. De este forma, el análisis con-
ceptual vincula actividades que pueden ser ampliamente categorizadas bajo cuatro 
encabezados: (a) la historia e historiografía, (b) la metateoría y la filosofía, (c) el sis-
tema y la teoría, (d) la metodología (véase The Behavior Analyst; Lee, 1988; Zuriff, 
1985). La historia e historiografía, por ejemplo, describen los orígenes y el desarrollo 
de la disciplina (por ejemplo, Day, 1980). La metateoría y la filosofía analizan los 
supuestos analítico-comportamentales (por ejemplo, ontología: Smith, 1986). El sis-
tema y la teoría dirigen los tópicos sobre la naturaleza de las explicaciones comporta-
mentales y sobre la interpretación comportamental de las actividades individuales, 
sociales y culturales (es decir, contenido comportamental; véase, por ejemplo, Dona-
hoe y Palmer, 1994). Y la metodología examina los enfoques y las prácticas en los 
análisis básico y aplicado del comportamiento (por ejemplo, conceptos, términos y sus 
relaciones, las unidades de análisis, los objetivos de investigación). 
Tendencias actuales en el análisis conceptual del comportamiento 23 
IÜ.3. AVANCES RECIENTES 
Con lo anterior como trasfondo, consideraré algunos avances recientes en el aná-
lisis conceptual del comportamiento que se encuentran bajo estos cuatro encabezados. 
Sin embargo, debe tenerse una precaución. En un capítulo con esta amplitud una 
visión exacta no puede incluir todos los avances o reflejar un consenso acerca de lo 
que es y no es un avance. Las tendencias son difíciles de identificar, y únicamente pue-
den describirse como «avances» por lo que el analista del comportamiento llega a ser. 
No todas las tendencias son avances 
IV. HISTORIA E HISTORIOGRAFÍA: CONTENIDO Y MÉTODO 
Comenzar un capítulo con «avances recientes» sobre historia puede parecer poco 
usual. La historia se ofrece típicamente como «hechos» pasadosque son firmes y esta-
bles pero ésta es la vieja historia de la psicología (por ejemplo, Boring, 1950a). En la 
nueva historia, lo que nosotros conocemos como hechos históricos no son cosas por 
sí solas, debido a que los hechos nunca están libres del contexto en cuando a su sig-
nificado (véase Furumoto, 1989). Más aún, la historia no es lo mismo que el estudio 
de estos hechos, sino más bien, es el estudio de sus productos actuales (por ejemplo, 
manuscritos y artefactos; véase Parrot y Hake, 1983). De esta manera, a medida que 
se descubren nuevos contextos y productos, la historia del análisis del comportamien-
to avanzará. Un avance relacionado puede encontrarse en la historiografía (por ejem-
plo, Furumoto, 1989). La historiografía es tanto una disciplina en sí misma como un 
dominio académico dentro de otras disciplinas académicas que implican (a) métodos 
para la recolección y organización de materiales históricos para su autenticidad, cer-
teza y significado (b) el análisis y la integración de estos materiales, usualmente con 
otra historiografía, y (c) la evaluación crítica de los textos basados en los resultados 
del análisis y la integración mencionados (véase Beringer, 1978; Hilgard, Leary, y 
McGuire, 1991; Morris, Todd, Midgley, Schneider, y Johnson, 1990). En lo que sigue, 
describimos algunos avances recientes desde el punto de vista tradicional del análisis 
del comportamiento, cercanos a una explicación más historicista y lejos de las gran-
des personalidades, del internalismo, y de la historiografía presentista, hacia lo que 
está de acuerdo con el zeitgerst, externalista, y relacionado con lo historicista. 
IV. 1. CONTENIDO: LA HISTORIA DEL ANÁLISIS DEL COMPORTAMIENTO 
Desde la interpretación tradicional, se asume que los fundamentos del análisis del 
comportamiento comienzan con el elementarismo atomista de Demócrito y luego con-
tinúan a través del lado material y reflejo del dualismo cartesiano, la tabula rasa de 
Locke, y las tradiciones empiristas y asociacionistas en filosofía. Como las ciencias 
que emergieron a partir de esta tradición fueron mecanicistas en su concepción del 
mundo, así también fue la primera ciencia psicológica —el conductismo clásico de 
24 Edward K. Monis 
John B. Watson. Versiones subsiguientes del conductismo lograron obtener una credi-
bilidad científica mayor al asociarse con el positivismo lógico del Círculo de Viena y 
el movimiento operacionalista en física, estos dos considerados como fundamentos 
del neoconductismo de B. F. Skinner. Éste es el punto donde el análisis del compor-
tamiento usualmente se detiene, al menos conceptualmente. Sin embargo, los avances 
recientes en historia e historiografía, ofrecen una explicación detallada y diferente. 
Naturalismo y materialismo. En contraste con la perspectiva tradicional, una 
explicación revisada remonta la historia del análisis del comportamiento hasta el natu-
ralismo de la filosofía helénica griega, particularmente hasta Aristóteles. Hasta hace 
poco, las consideraciones y perspectivas de Aristóteles fueron dañadas por interpreta-
ciones que lo relacionaron más a una doctrina teológica que a su naturalismo, las inter-
pretaciones que distorsionaron la estructura de la psicología durante la revolución 
científica y posteriormente (Kantor, 1963; Rachlin, 1994). Con la fundación de la filo-
sofía moderna, Descartes formalizó las dos vías que siguió la psicología —una rela-
cionada con el espíritu inmaterial (ahora mente), el otro relacionado con el cuerpo 
material. El primero obviamente no corresponde a la perspectiva analítico-comporta-
mental, el segundo tampoco. El comportamiento se constituye formalmente por lo 
material, pero no puede ser explicado reduccionísticamente o mecanicísticamente por 
aquello material o sus constituyentes (Ringen, 1976). 
Empirismo y asociacionismo. Los papeles del empirismo y el asociacionismo 
también requieren revisión. Con respecto al primero, la tabula rasa de Locke fue un 
comentario acerca del «conocimiento», pero él nunca negó las estructuras y funcio-
nes orgánicas como fuentes de diferencias intra o interindividuales. Todos los orga-
nismos nacen con una conducta sensible a sus antecedentes y a sus consecuencias, y 
de esta forma están equipados con formas de conocer su mundo, pero no con el cono-
cimiento por sí mismo. Adicionalmente, participa en todas las actividades psicológi-
cas como una condición o contexto cambiante y necesario, pero no suficiente (véase 
Delprato, 1979, Kantor, 1947). Igualmente Locke no negó lo privado, los aspectos 
inaccesibles de lo que nosotros hablamos, de cómo sentimos, pensamos o de nuestra 
conciencia. Asimismo, el análisis del comportamiento no lo hace; éste admite la acti-
vidad psicológica debajo de la piel, aceptándola como algo propio aunque como un 
dominio difícil de estudio (Skinner, 1945; véase Moore, 1980). Finalmente, toda la 
actividad —biológica y comportamental— se convierte eventualmente en el contex-
to histórico para la actividad subsiguiente, lo cual conlleva algún sentido de raciona-
lismo para explicar lo que de otra forma se consideraría como una empresa estricta-
mente empirista. 
Con respecto al asociacionismo, éste tampoco es análisis del comportamiento 
(Branch, 1977). El asociacionismo es una perspectiva reduccionista y mecanicista en 
la cual elementos atómicos universales fundamentales de la mente —posteriormente 
estímulos y respuestas— se toman como bloques fundamentales de construcción, 
multiplicados a través de la contigüidad en el tiempo y la sucesión; estas asociaciones 
son tomadas para producir y explicar las conductas más complejas. En contraste, el 
análisis del comportamiento se adhiere más a una perspectiva teórica del campo donde 
el comportamiento está caracterizado en términos de clases de estímulos y respuestas 
que se codefmen y que siempre están coevolucionando en el contexto —esto es lo 
Tendencias actuales en el análisis conceptual del comportamiento 25 
mismo que interrelaciones en la estructura del comportamiento (Bernstein, 1983; 
Thompson y Zeiler, 1986). Únicamente a este nivel, el comportamiento tiene signifi-
cado psicológico (véase Day, 1980). 
Biología comportamental. Los fundamentos del análisis del comportamiento se 
encuentran también en la historia de la biología, especialmente en el trabajo de Char-
les Darwin (1859; véase Boakes, 1984). Esta herencia produce una ciencia del com-
portamiento que en la actualidad se adhiere (a) a una continuidad hacia arriba a lo 
largo de las especies en la biología y en la conducta, sin rechazar la posibilidad de los 
procesos comportamentales únicos en los humanos (Skinner, 1938, pág. 442; véase 
S. C. Hayes, 1987); (b) a las prácticas investigativas derivadas del trabajo de Claude 
Bernard (1965/1957) en medicina experimental, no las ciencias sociales (véase 
Thompson, 1984); (c) a la adaptación comportamental en términos de sus consecuen-
cias de una manera análoga a la selección natural (Skinner, 1981); y (d) al pragmatis-
mo. 
Pragmatismo. Charles S. Peirce (1940) fue importante junto con William James 
(1907), en lo que se refiere al desarrollo del pragmatismo como una filosofía y un 
método paa definir la verdad y el valor. Para Peirce y James, lo mismo que para John 
Dewey (1986), y George Herbert Mead (1934), el pragmatismo supone que el cono-
cimiento es relativo, con una verdad absoluta que es imposible de obtener. «Conocer» 
es una relación comportamental entre el conocedor y lo que se conoce, una función de 
contingencias históricas (Dewey y Bentley, 1949; véase Pronko y Hermán, 1982). Al 
igual que otras formas de conocimiento, el «conocer la verdad» no puede separarse de 
sí mismo, esto es, fuera del flujo de comportamiento, para una evaluación objetivista, 
debido a que la evaluación, también, es una relación comportamental en el contexto, 
y así sucesivamente. 
En el pragmatismo filosófico, la necesidad del conocimiento y el criterio de ver-
dad corresponden al «trabajo exitoso», enel cual se refleja una epistemología psico-
lógica, que no es lingüística ni lógica (véase Zuriff, 1980). En el pragmatismo psico-
lógico, tanto James (1892) como Watson (1913) operacionalizaron la acción efectiva 
dentro de los términos de «predicción y control» que son los objetivos para la ciencia 
del comportamiento, que como veremos, son el verdadero criterio del contextualismo 
—una perspectiva con la cual el análisis del comportamiento está relacionado. Sin 
embargo, posteriormente, James (1907) se alejó del pragmatismo al aplicarlo única-
mente a los métodos públicos y objetivos para la comprensión. Él también aplicó el 
pragmatismo a lo privado, a los medios subjetivos para la comprensión sobre nosotros 
mismos (por ejemplo, comprender lo que nosotros entendemos acerca del comporta-
miento). Esto puede parecer alejado del conductismo, pero está más alejado de «Wat-
son que de Skinner». Skinner (1979), por ejemplo, comentó alguna vez que a lo largo 
de los objetivos del análisis se encuentran el «descubrimiento de uniformidades, el 
ordenamiento de datos confusos, la resolución de acertijos» (pág. 282). Él estaba des-
cribiendo aquí las consecuencias pragmáticas de su propio manejo intelectual y un 
análisis de su comportamiento como científico. Esto incluye «formas de conocimien-
to» que los analistas del comportamiento usualmente sobrestiman o disminuyen 
(Morris, Midgley, y Todd, 1993; cfr. Dougher, 1992). 
Positivismo y operacionalismo. Bajo la influencia del Círculo de Viena (Carnap, 
26 Edward K. Morris 
1934-1937; Popper, 1959; véase Smith, 1986), el positivismo lógico y el operaciona-
lismo se convirtieron en una característica institucional de la psicología (véase, por 
ejemplo, Stevens, 1939). El mensaje parecía claro en aquella época: Si la psicología 
debería ser una ciencia real, tendría que desarrollar definiciones objetivas para sus tér-
minos subjetivos, y excluir cualquier cosa que no fuera lógicamente o empíricamente 
definible a partir de su materia de estudio. 
Desafortunadamente el conductismo metodológico que siguió ha tenido varios 
efectos deteriorantes sobre la psicología (Moore, 1981, 1985; Skinner, 1945). Prime-
ro, aunque es ostensivamente objetivo, el movimiento no resolvió el problema mente-
cuerpo debido a que todavía existía, aunque ahora fuera del dominio de la psicología 
científica lo cual de esta forma restringió el dominio de lo psicológico a su objeto de 
estudio (Moore, 1981). Segundo, las definiciones operacionales y la filosofía positi-
vista se convirtieron en algo muy limitado (por ejemplo, definiendo la inteligencia 
como lo que los test de inteligencia miden) estos términos pierden mucho de su sig-
nificado en el lenguaje ordinario, el cual restringe el comportamiento que fue estu-
diado (Deitz y Arrington, 1984). Y tercero, el movimiento ignoró la implicación del 
científico en la ciencia, es decir, de la ciencia como el comportamiento de los cientí-
ficos (Schnaitter, 1980; Skinner, 1956,1957, págs. 418-431). 
La mayor parte de la psicología continúa bajo la influencia del positivismo lógico 
y del operacionalismo, pero no sin protestar, ahora a partir de la academia postestruc-
turalista (véase Andresen, 1990; Gergen, 1985). El análisis del comportamiento es 
también crítico de tal cientificismo. Como ya se mencionó, él se adhiere a una episte-
mología psicológica o empírica, no a una epistemología lógica. Esto sigue al positi-
vismo inductivo de Francis Bacon (1621/1889; véase Smith, 1995), como el positi-
vismo inductivo de Ernest Mach (1883/1960; véase Marr, 1985), y la filosofía 
analítica encontrada en el trabajo posterior de Ludwig Wittgenstein (1953, 1958, cfr. 
Ryle, 1949) (Costall, 1980; Day, 1969a). 
Sobre estas consideraciones, el problema no es cómo hacer objetivos los términos 
subjetivos mediante definiciones lógicas a priori y convenciones operacionales. Más 
bien, el problema es cómo descubrir y describir las ocasiones en las cuales los térmi-
nos psicológicos son enunciados debido a que aquellas ocasiones son lo que le dan a 
los términos su significado, las que los hacen objetivos o subjetivos. Los analistas del 
comportamiento nunca excluyeron lo subjetivo, sino que lo aceptaron como relacio-
nes comportamentales en contexto. Esta epistemología, entonces tienen una cualidad 
fenoménica que falsea la distinción mecanicista entre el conocedor y lo que es cono-
cido (Day 1969b; véase Giorgi, 1975; Kvale y Grenness, 1967). 
IV.2. PROCESOS: HISTORIOGRAFÍA 
Este esquema de una explicación revisada de la historia del análisis del compor-
tamiento refleja dos avances en la historiografía de la disciplina. El primero ha sido 
corregir y rectificar las perspectivas tradicionales, las cuales alteran el contexto histó-
rico en el que nosotros utilizamos la disciplina, de tal forma que nuestra comprensión 
de ella y de su lugar en las ciencias del comportamiento también avanza (véase por 
Tendencias actuales en el análisis conceptual del comportamiento 27 
ejemplo, Leahey, 1992b). El segundo es el avance en los supuestos y métodos histo-
riográficos (Furumoto, 1989) —supuestos y métodos que son crecientemente natura-
listas (véase Morris, 1991a). En lo que sigue, hablaremos acerca de tres avances 
recientes en la historiografía de la ciencia. 
Grandes personas y el zeitgeist. Primero, la historiografía ha convertido menos a 
las «grandes personas» y más al zeitgeist en su orientación. La historia de las grandes 
personas enfatiza las contribuciones de individuos particulares (Boring, 1950b) con 
frecuencia suponiendo sus agencias racionales e independientes que contribuyen al 
avance de una disciplina. La historia basada en el zeitgeist, en contraste enfatiza las 
circunstancias personales y culturales presentes durante el desarrollo de una discipli-
na (Boring, 1955; R. I. Watson, 1971). Es menos probable, por ejemplo, ver el análi-
sis del comportamiento como un producto de practicas culturales (por ejemplo, el pro-
greso social) que como los logros de unos pocos pioneros (vea O'Donnell, 1985). Aún 
no ha sido acogido este avance; la historiografía necesita moverse más allá de la dico-
tomía hacia una perspectiva transaccional más amplia debido a que las grandes per-
sonas y el zeitgeist son, en realidad, inseparables. Los dos tienen sus efectos, pero úni-
camente el uno a través del otro, no como agentes independientes o igualmente 
interactuantes. Ellos forman una dialéctica donde ni las personas ni el zeitgeist tienen 
una agencia causal sin el otro. 
Historia internalista y externalista. La historiografía ha llegado a ser menos inter-
nalista y más externalista en su orientación. Las historias internalistas son explicacio-
nes ampliamente autocontenidas de los progresos racionales de una disciplina como 
se ha escrito por miembros conocidos pero no entrenados de un campo (por ejemplo, 
Boakes, 1984). En contraste la historia externalista, asume que la ciencia no avanza 
independientemente del carácter de los miembros de una disciplina y a lo largo de la 
cultura; ésta usualmente se escribe por historiadores fuera de una disciplina (por ejem-
plo, Bjork, 1993). La historia externalista, entonces, proporciona el «terreno» para las 
«figuras» de la historia externalista. Al igual que con la dicotomía entre las grandes 
personalidades y el zeitgeist, la historiografía también necesita avanzar más allá de la 
dicotomía internalista-externalista, aunque aquí hay un campo más teórico en orienta-
ción debido a que, al final, toda la historiografía es internalista —interna con respec-
to al tiempo y al lugar en que es escrita (véase Kantor, 1963, págs. 3-31). 
Presentismo e historicismo. Finalmente, la historiografía es ahora menos presen-
tista y más historicista (véase Stocking, 1965). La historia presentista selecciona, 
interpreta y evalúa el pasado como siendo dependiente de la perspectiva dominante 
actual. En contraste, el historicismo, ve descubrimientos científicos y cambios como 
objetos y eventos que necesitanser entendidos en el contexto de su propio tiempo y 
lugar, no en el contexto del presente (véase Todd y Morris, 1994,1995; por ejemplo, 
Schneider y Morris, 1987). La historia historicista es especialmente crítica y se des-
pide de los «mitos originales» (Brush, 1974; Samelson, 1974), por ejemplo, sobre el 
ambientalismo de Watson (Dewsbury, 1994), la alianza entre el conductismo radical y 
el positivismo lógico (véase Smith, 1986) y la muerte del conductismo en la putativa 
revolución cognoscitiva (véase Leahey, 1992a). 
28 Edward K. Morris 
IV.3. CONCLUSIÓN 
Los avances recientes en la historia y en la historiografía del análisis del compor-
tamiento ofrece un sentido metodológicamente más completo y una explicación natu-
ralizada que fue previamente adsequible. Una consecuencia importante en esto es que 
varios puntos de divergencia entre el análisis de la conducta y los sistemas filosóficos 
y psicológicos alternativos comienzan a romperse. Esto permite que algunas tenden-
cias converjan (Delprato, 1987) y que se formen otras alianzas (Morris, 1992b), de 
esta forma ampliando la perspectiva del análisis del comportamiento. Esto también es 
un avance reciente, algo de lo cual considero en secciones posteriores. 
V. METATEORÍA Y FILOSOFÍA: MECANICISMO Y CONTEXTUALISMO 
Si la historiografía es para la historia lo que la filosofía de la ciencia es para la cien-
cia, entonces podríamos encontrar avances paralelos en la última, y lo hacemos. Encon-
tramos que la filosofía de la ciencia ha pasado a ser naturalizada: Sus prescripciones 
formales o estructurales para ser la ciencia «correcta» abrirá el camino para análisis 
descriptivos y funcionales del comportamiento de individuos y grupos que hacen la 
ciencia. Existen también muchos avances, desde luego, para discutirlos todos; así, des-
pués de una observación general, enfatizo solamente dos asuntos el mecanicismos y el 
contextualismo como concepciones para el análisis del comportamiento. 
V. 1. FILOSOFÍA DE LA CIENCIA 
La filosofía de la ciencia ha avanzado dentro de la postmodernidad, el postestruc-
turalismo, el período postpositivista, lo que indica que el positivismo lógico ha sido 
suficientemente repudiado como el único o el mejor medio para lograr el conoci-
miento verdadero y cierto. La filosofía de la psicología ocasionalmente reconoce esto, 
sin embargo, la psicología experimental continúa la búsqueda de «causas internas» 
con sus métodos operacionistas e hipotético-deductivos en sus varios dominios del 
contenido comportamental. Para ver cómo el análisis del comportamiento se encuen-
tra aliado con el pospositivismo, permítanme mencionar algunos avances recientes en 
epistemología y ontología en esta nueva filosofía de la ciencia. 
Epistemología. Como sucede con la epistemología, el conocimiento científico se 
ve cada vez menos como el único producto de la lógica y de los hechos, y más como 
un producto evolutivo del comportamiento de los científicos en la interacción con 
objetos y eventos. Como tal es, los avances recientes en la epistemología científica 
tienden más hacia el pragmatismo (véase Rorty, 1989) y hacia una epistemología 
empírica (Kornblith, 1993), una orientación ampliamente sostenida dentro del análi-
sis del comportamiento (véase Marr, 1985; Zuriff, 1985). De esta forma, además de 
ser exquisitamente riguroso en sus prácticas experimentales (véase Iversen y Lattal, 
1991; Johnston y Pennypacker, 1993), el análisis del comportamiento puede dedicar-
Tendencias actuales en el análisis conceptual del comportamiento 29 
se al mismo tiempo, a prácticas interpretativas que podrían ser caracterizadas como 
posestructurales (Freeman y Locurto, 1994; véase Andresen, 1990), hermenéuticas 
(Dougher, 1992, Miller, 1994), fenomenológicas (Day, 1969b; Giorgi, 1975), y exis-
tenciales (Fallón, 1992; Kvale y Grenness, 1967). 
No sólo la epistemología está volviéndose naturalizada, sino que el cambio y el 
crecimiento en conocimiento están cada vez más puestos en términos evolutivos, de 
tal forma que ha emergido una «epistemología evolutiva» (Popper, 1972; véase Camp-
bell, 1974). En otras palabras, no sólo encontramos «selección por consecuencia» al 
trabajar en la filosofía biológica, (vea Catania, 1995), en la ontogenia comportamen-
tal (Bijou, 1993), y en el cambio cultural (vea Gleen, 1988), sino también en la cien-
cia misma —la ciencia como práctica individual (Hull, 1988) y como prácticas cultu-
rales (Laudan, 1977, 1984; véase Batts y Grawford, 1991). 
Ontología. En cuanto a los avances recientes en ontología, son más difíciles de 
discernir debido a que a diferencia del conocimiento, los supuestos fundamentales 
sobre la naturaleza de lo natural (por ejemplo, el comportamiento) no se pueden obser-
var fácilmente o no son susceptibles de una prueba empírica. Ellos solamente pueden 
ser discernidos como exitosos o efectivos a largo plazo. Aunque la filosofía de la cien-
cia muestra algunos signos de avance hacia la ontología naturalizada (véase Quine, 
1969), para los propósitos actuales volveremos a los avances recientes en la metateo-
ría analítico-comportamental, específicamente, la posibilidad de que el análisis del 
comportamiento pueda no ser mecanicista en su concepción como se supone típica-
mente, sino que en lugar de ello sea contextualista. Como argumento en la conclusión 
del capítulo, lo último también puede considerarse como un avance evolutivo. 
V.2. MECANICISMO 
Cuando se considera que el análisis del comportamiento es «mecanicista» la razón 
de esta observación depende del significado y la atribución. En una explicación ana-
lítico-comportamental, el significado se refiere al «uso», es decir, a las condiciones 
bajo las cuales hablamos de «mecanismo». La atribución, a su vez, se refiere a una 
concepción general, aquí, la ontología y epistemología del mecanismo. Significado y 
atribución son incluidos separadamente en lo que sigue. 
Significado y uso. El mecanicismo tiene muchos significados, algunos de los cuales 
son aplicados al análisis del comportamiento (Morris, 1993a). Por ejemplo, el mecanismo 
rechaza la eficacia causal de «la conciencia, espíritu o el alma» (Zuriff, 1985, pági-
na 186), como lo hace el análisis del comportamiento (Skinner, 1938, pág. 433). Éste tam-
bién habla de supuestos naturalistas, tales como que el comportamiento es legal y ordena-
do y es susceptible de una investigación científica (Malone, 1990, pág. 45), de nuevo una 
perspectiva analítico-comportamental (véase Skinner, 1938, pág. 433; 1971, pág. 202). 
Sin embargo, estos significados de mecanicismo, no son los únicos significados encontra-
dos. De acuerdo con Pronko (1969), por ejemplo, el mecanismo es «la perspectiva o doc-
trina de que todas las actividades humanas pueden ser explicadas completamente en tér-
minos de los principios de la física mecánica» (pág. 488). Ésta no es una perspectiva 
analítico-comportamental, pero es muy cercana al significado usual de mecanicista. 
30 Edward K. Monis 
Los significados de lenguaje ordinario, por ejemplo, definen mecanicista como 
algo materialmente reductible, lo cual es repudiado por el análisis del comportamien-
to. Los diccionarios de filosofía toman el mecanicismo con el fin de implicar atomis-
mo, elementarismo y asociacionismo (véase, por ejemplo, Ruñes, 1983), lo cual no 
corresponde a los supuestos analítico-comportamentales (véase Branch, 1977; Chie-
sa, 1994; Moxley, 1992). Los diccionarios en las ciencias comportamentales y en la 
psicología proporcionan más definiciones en el mismo estilo (véase, por ejemplo, 
English y English, 1958; Harre y Lamb, 1983). Sin embargo, para un análisis más téc-
nico de lo que quieren indicar los psicólogos de tendencias filosóficas cuando ellos 
hablan de mecanicismo, debemos regresar a la literatura sobre «concepciones genera-
les» comenzando por Stephen C. Pepper (1942) y continuando en la actualidad con 
los tratamientos del análisis del comportamiento como una empresa mecanicista 
(véase, por ejemplo, Overtony Reese, 1973; Rosnow y Georgoudi, 1986). 
Atribuciones: Ontológicas. La instancia ontológica en el mecanicismo es encontra-
da en la metáfora de raíz de la máquina, a partir de la cual siguen otros supuestos sobre 
la naturaleza de la materia de estudio de la psicología. Entre los que se adscriben común-
mente al análisis del comportamiento, están (a) el elementarismo (yersus el holismo) 
(b) los análisis antecedente-consecuente (yersus el análisis estructura-función) (c) el 
cambio comportamental (yersus el cambio estructural) (d) la continuidad (versus la dis-
continuidad) y (e) la causalidad lineal, unidireccional (versus la causalidad recíproca y 
la complejidad organizada) (véase Overton y Reese, 1971, págs. 74-86; Reese y Over-
ton, 1970, págs. 143-145). Aunque cada uno de estos puntos pueden ser rechazados 
(véase Morris, 1988, 1993b), enfatizare solamente uno —el elementarismo (versus el 
holismo)— y comentaré aunque brevemente sobre los otros. 
El elementarismo sostiene que el comportamiento y el ambiente (por ejemplo, 
revisar las cajas de correo en nuestra oficina) no son sino concatenaciones de estímu-
los y respuestas más elementales. Construido de esta forma, el comportamiento es 
analizado identificando sus unidades presumiblemente más básicas (por ejemplo, los 
pasos individuales y los giros que hacemos hacia nuestras cajas de correo) o quizás 
alguna cosa más elemental en nuestro sistema nervioso. La identificación de estos ele-
mentos es formal, esto es, se determina sobre la forma ambiental y comportamental. 
En esta perspectiva, los estímulos y las respuestas formalmente son idénticos (por 
ejemplo, los elementos sensoriales complejos que constituyen nuestras cajas de correo 
y los pasos que tomamos hacia ellos) se presumen que tienen la misma función o sig-
nificado, no importa cuándo, dónde o bajo qué circunstancias ellos ocurren. Sin 
embargo, el análisis del comportamiento, no es elementarista en estos sentidos al 
menos por dos razones (véase Branch, 1977). 
Primero, el comportamiento complejo (por ejemplo, chequear nuestras cajas de 
correo) puede ser una unidad de comportamiento en sí misma, funcionalmente rela-
cionada con las contingencias (por ejemplo, recibir una reimpresión) y contextos (por 
ejemplo, un pedido por una copia de un artículo) con la cual ellas covarían (véase 
Thompson y Zeiler, 1986). La unidad de comportamiento es empírica y molar, y per-
dería su significado si se reduce a unidades E-R independientes establecidas a priori 
(véase Palmer y Donahoe, 1992). Segundo, el análisis del comportamiento no define 
el comportamiento formalmente o topográficamente sino funcionalmente (véase Cata-
Tendencias actuales en el análisis conceptual del comportamiento 31 
nia, 1992, págs. 112-128). Estímulos y respuestas semejantes formalmente no nece-
sariamente tienen la misma función dentro o a lo largo de los individuos. Por ejemplo, 
el comportamiento que es formalmente clasificado como auto-punitivo puede tener 
una variedad de funciones (o significados), por ejemplo, escapar de una tarea difícil o 
producir la atención de un adulto (véase, por ejemplo, Carr y Durand, 1985a; Iwata, 
Dorsey, Slifer, Bauman y Richmond, 1982). Del mismo modo, un estímulo similar 
formalmente (por ejemplo, el contacto social con adultos) puede diferir en sus fun-
ciones reforzadoras y aversivas dentro y a través de los individuos (véase Carr y 
Durand, 1985b). Inversamente, respuestas y estímulos que no son similares formal-
mente pueden tener la misma función o significado. Esto se reconoce, por ejemplo, 
cuando reemplazamos la conducta auto-punitiva con las habilidades de comunicación 
funcionales (por ejemplo, el señalamiento manual) cuyo reforzador, en ambos casos, 
es la terminación de la tarea (vea Carr y Durand, 1985b). Las respuestas son formal-
mente diferentes, pero su función es la misma. 
En cuanto a los otros supuestos ontológicos, el análisis del comportamiento no 
presume que una relación determinista antecedente-consecuente se obtiene entre los 
elementos estímulo y respuesta; más bien, enfatiza las relaciones funcionales (no físi-
camente causales) entre clases de estímulos y respuestas definidas interdependiente-
mente o mutuamente (Day, 1969a, pág. 318; Hackenberg, 1988; Skinner, 1931; 1935). 
Esto no supone que el comportamiento es simplemente cambio en el número, fuerza 
y asociación de elementos formales discretos, más bien, enfatiza el cambio como cam-
bio en las relaciones funcionales entre clases de estímulos y respuestas (Bijou, 1993). 
No presume que el cambio en el comportamiento es un problema de continuidad y 
cantidad; más bien, supone que un cambio de tipo discontinuo puede ocurrir en la 
estructura o en la organización de relaciones funcionales (véase Krapfl, 1977). Y no 
presume que el comportamiento es explicado en términos de causalidad lineal, unidi-
reccional, sino que, enfatiza las relaciones funcionales entre estímulos y respuestas 
como conceptos de clase y como relaciones funcionales que evolucionan histórica-
mente con respecto la una de la otra sobre el tiempo (véase Biujo, 1993; Skinner, 
1935). El análisis del comportamiento es tanto una ciencia natural como histórica en 
su materia de estudio (Donahoe y Palmer, 1989) y en su concepción del mundo 
(Morris, 1992b). Aunque nuestro enfoque aquí es sobre la ontología, la epistemología 
no puede ser evitada, debido a que a través de ella fluyen supuestos básicos. 
Atribuciones: Epistemológicas. En el mecanicismo, el conocimiento es el conoci-
miento del mundo como existe en una ontología realista de cosas y eventos indepen-
dientes, y de sus relaciones. Es decir, conocimiento supuestamente independiente del 
conocedor. Con el conocimiento así constituido, el objetivo de los científico es descu-
brir las leyes de cómo el universo funciona —leyes que se refieren a relaciones y cosas 
existentes. El criterio de verdad de la epistemología mecanicista es la «teoría de la ver-
dad por correspondencia» (Pepper, 1942, págs. 221-231), esto es, la verdad por acuerdo 
(véase Hayes y Brownstein, 1986). Aquí, la verdad de una proposición científica es eva-
luada en términos de las correspondencias predictivas encontradas entre a) las teorías e 
hipótesis y b) el cómo funciona el mundo, con las últimas confirmaciones construidas 
de las teorías y las hipótesis. Como la filosofía de la ciencia, que la psicología ha acep-
tado ampliamente, ésta se resuelve dentro del positivismo lógico y el operacionalismo 
32 Edward K. Morris 
convencional, así como el modelo hipotético-deductivo de construcción de teorías, prue-
ba de la teoría y explicación (Carnap, 1935/1937; Stevens, 1939; véase Moore, 1995). 
Como se argumentó previamente, el analista del comportamiento no se encuentra 
aliado con estas perspectivas (Smith, 1986, págs. 257-297). El positivismo de Skinner 
fue un positivismo descriptivo, no un positivismo lógico (Skinner, 1945; véase Moore, 
1985). Su operacionalismo, estuvo relacionado con la funcionabilidad de los términos 
y los conceptos, no solamente con el acuerdo sobre lo que ellos prescriptivamente sig-
nifican (Skinner, 1963; véase Moore, 1975) su construcción de teorías fue empírica e 
inductiva, no hipotética y deductiva (Skinner, 1947; 1950; 1956; véase Day, 1980), 
V.3. CONTEXTUALISMO 
En lo anterior, observamos cómo el análisis del comportamiento no es mecanicis-
ta y se describieron algunas de sus instancias ontológicas y epistemológicas actuales. 
Sin embargo, como una disciplina, el análisis del comportamiento no se ha aliado con 
una concepción del mismo. Aunque el «conductísmo radical» es «la filosofía de la 
ciencia del comportamiento humano» (Skinner, 1974, pág. 3), raramente está más 
ampliamente articulada más allá de describir sus productos (por ejemplo, el análisis 
de los términos psicológicos y del comportamiento de los científicos; véase Skinner, 
1945,1956,1957) y relacionado a otros ismos (por ejemplo, el funcionalismo, el prag-
matismo; véase Day, 1980:Delprato y Midgley, 1992; Smith, 1986; Zuriff, 1985). El 
análisis del comportamiento no tiene organizado e integrado (a) lo que es conocido 
sobre el comportamiento y (b) sus términos y conceptos para describir el comporta-
miento con (c) sus supuestos ontológicos y epistemológicos sobre el comportamiento 
como una materia de estudio. Al ocurrir esto, las prácticas analítico-comportamenta-
les en la actualidad podrían ser semejantes a la concepción del mundo del contextua-
lismo (véase Pepper, 1942, págs. 237-279) (Hayes, Hayes y Reese, 1988; Morris, 
1988) —o alguna variedad de ello (véase Hayes, Hayes, Reese y Sarbin, 1992)— en 
su metáfora de raíz ontológica y en su epistemología de la verdad. 
La metáfora de la raíz del contextualismo es el «evento histórico» en el que las 
cosas y eventos se sitúan históricamente, donde sus funciones o significados cambian, 
como el presente viene a ser el pasado para el futuro. Esto es, el presente está evolu-
cionando continuamente, no impulsado ideológicamente, como una función de su 
siempre cambiante y acumulativo contexto histórico (véase L. J. Hayes, 1992). Este 
es el sentido histórico de contexto en el que se puede categorizar al contextualismo, 
no el sentido actual del contexto del comportamiento por sí (por ejemplo, eventos en 
el ambiente, establecimiento de operaciones). Lo último puede ser encontrado en otras 
perspectivas, y de esta forma no está definiendo al contextualismo. El «evento histó-
rico», de hecho, es también categórico para el análisis del comportamiento, capturado 
por el concepto de «selección por consecuencias». Como ya se mencionó, la selección 
por consecuencia opera tanto a nivel de la filogenia de las especies y de la ontogenia 
comportamental individual (Skinner, 1966b, 1981). Sus procesos respectivos son 
especies y repertorios comportamentales, los dos son productos históricos que subya-
cen al cambio continuo de la selección por consecuencias. 
Tendencias actuales en el análisis conceptual del comportamiento 33 
La teoría epistemológica de la verdad. La teoría contextualista de la verdad se 
deriva directamente de su metáfora de raíz: La teoría pragmática de la verdad descri-
ta inicialmente en este capítulo y a la que nos referimos como «la acción exitosa» 
(Pepper, 1942, págs. 268-277). Desde esta perspectiva, «conocer» es una relación con-
ceptual entre el sujeto cognoscente y lo que se conoce (Dewey y Bentley, 1949; Pron-
ko y Hermán, 1982). Como una relación conceptual, el conocimiento en un evento 
histórico, una función de pasado y presente, no es absoluta. Del mismo modo en el 
análisis del comportamiento: Su criterio de verdad es «la acción efectiva» en un con-
texto particular (Skinner, 1956, 1966a; véase Hayes, Hayes y Reese, 1988). No sólo 
es la descripción del comportamiento sino también su predicción y control experi-
mental (Hayes y Brownstein, 1986; Morris, 1992b). 
En esta perspectiva, las leyes de la ciencia, incluyendo las leyes del concepto, no 
son cosas y relaciones que se descubren independientemente. Ellas son el producto de 
las interacciones entre los científicos y su materia de estudio. Aunque la predicción es 
un objetivo adecuadamente valorado en la ciencia, el pragmatismo filosófico de Skin-
ner juzga las teorías, las leyes y los principios verdaderos, no sólo su correspondencia 
con el comportamiento indicativo de ellos o por su coherencia interna, sino también 
por su utilidad en la comprensión del concepto a través del análisis experimental. 
Como Skinner (1938) lo observó: «tanto como mi conocimiento me lo permite, la 
ciencia no establece la verdad o la falsedad, ella busca las formas más efectivas de 
ocuparse con su materia de estudio» (pág. 241). Más tarde, él comentó que el conoci-
miento científico fue un cuerpo de reglas para la acción efectiva y existe un sentido 
especial en el cual podría ser 'verdadero' si se supone que la mayor parte de la acción 
efectiva es posible» (Skinner, 1974, pág. 259; véase Marr, 1985, pág. 137). 
V.4. CONCLUSIÓN 
Independientemente de si el análisis del concepto es mecanicista o contextualista en 
su concepción del mundo, después de todo esto es en la actualidad una materia de deba-
te (véase E. G. Delprato, 1993; Shull, 1993; Morris, 1993b). El debate surge tanto en las 
consideraciones históricas (por ejemplo, la alianza del mecanicismo como la ciencia 
natural en general) y las comprensiones erróneas sobre el mecanicismo el contextualis-
mo y sus variedades (por ejemplo, la comprensión errónea de la metáfora de raíz del 
evento histórico). Sin embargo, observando desde una perspectiva más amplia, el deba-
te puede reflejar la evaluación de la filosofía analítico-conceptual de la ciencia —el tópi-
co que incluyo en la conclusión del capítulo. Sin embargo, por el momento, volvemos a 
la siguiente sección— el sistema y la teoría en el análisis del comportamiento. 
VI. SISTEMA Y TEORÍA: TEORÍAS DE LA ACCIÓN DIRECTA 
En el contexto del análisis conceptual, el sistema y la teoría alcanzan un amplio 
rango de tópicos, entre ellos la naturaleza de las explicaciones comportamentales y las 
interpretaciones comportamentales de actividades individuales, sociales y culturales 
34 Edward K. Morris 
(es decir, contenido comportamental). La interpretación comportamental ha continua-
do generalmente en la tradición de los primeros libros de Skinner, Ciencia y Conducta 
Humana y Conducta Verbal (Skinner, 1953, 1957), donde las explicaciones del conte-
nido comportamental se ofrecieron en términos de (y se restringieron por) conoci-
miento de procesos comportamentales básicos. La mayor parte del trabajo actual se 
extiende y se elabora sobre estas interpretaciones, algunas veces de una manera más 
sofisticada y sutil, produciendo avances en el análisis experimental del comportamien-
to (Epling y Pierce, 1983; Sidman, 1986; véase, por ejemplo, Palmer, 1991). Sin 
embargo, en su mayor parte, los avances recientes en la interpretación comportamen-
tal, no están basados únicamente en procesos analítico-comportamentales, sino que 
también están informados por la investigación reciente, la aplicación y la teoría de 
fuera de la disciplina. Entre los más notables, se encuentran las áreas de comporta-
miento complejo (por ejemplo, Donahoe y Palmer, 1994), el desarrollo comporta-
mental (por ejemplo, Schlinger, 1995), el comportamiento social (por ejemplo, Gue-
rin, 1994a), y las prácticas culturales (por ejemplo, Lamal, 1991). 
En esta sección del capítulo, enfatizamos en el trabajo reciente fuera del análisis 
del comportamiento, pero en este caso el trabajo sobre la naturaleza de la explicación 
comportamental que puede ser integrada con la disciplina. Aunque aún no esta bien 
articulada, esta aproximación podría ser referida como la «teoría de la acción direc-
ta». En el siguiente material, examinamos cinco de estas teorías, comenzando con dos 
que han sigo explícitamente «directas», volviendo luego a tres que son implícitamen-
te directas, y concluyendo con el análisis del comportamiento como una teoría gené-
rica de la acción directa. 
VI. 1. TEORIAS EXPLÍCITAS DE LA ACCIÓN DIRECTA 
Percepción directa: Percepción no representacional. La más familiar de las dos 
teorías directas explícitas es la aproximación ecológica de Gibson (1979) a la percep-
ción visual (véase Costall, 1984). Al igual que las otras teorías que discutiremos, Gib-
son ha tenido tanto un programa destructivo como uno constructivo. El primero fue 
desmantelar el «mito del fantasma de la máquina» (véase Ryle, 1949), específica-
mente la teoría representacional de la percepción. 
La teoría representacional mantiene que no percibimos el mundo directamente, 
sino indirectamente, a través de representaciones internas de él (es decir, la teoría de 
la percepción de la copia; Skinner, 1974, págs. 89-95). Los objetos y eventos de las 
sensaciones no tienen significado psicológicamente; su significado emerge únicamen-
te a través de la representación que es la percepción. Esta teoríaestá basada en dos 
supuestos (a) la permanente posición cartesiana de que la mente habita los cuerpos 
con los cuales ella está en contacto y (b) la posición mecanicista adoptada de la física 
clásica, en la que los efectos deben tener causas inmediatas contiguas. En la segunda 
perspectiva, los objetos que son distantes del organismo no pueden ser directamente 
la causa del comportamiento porque ellos no están físicamente contiguos con él. El 
vacío espacial debe ser llenado, lo cual corresponde a lo que las representaciones 
hacen. Se dice de ellas que son contiguas y causan el comportamiento, no el mundo 
de la sensación y la percepción distante espacio-temporal (cfr. Costall y Still, 1987). 
Tendencias actuales en el análisis conceptual del comportamiento 35 
La alternativa constructiva de Gibson fue tratar la percepción como actividad suje-
ta a la descripción legal en su propio derecho. Como un acto, no como una respuesta 
simple, la percepción implica tanto al organismo como al ambiente (véase Johnston, 
1985), donde las respuestas y los estímulos son internos para las unidades de anáhsis. 
Juntos conforman la acción, donde su relación se encuentra mutuamente definida. El 
significado del uno para con el otro descansa en su relación funcional, una relación 
directa. En el núcleo central de esta alternativa se encuentra el concepto de Gibson de 
capacitar: «la capacitación para ver no es un proceso de percibir un objeto físico que 
no posee valor y al cual se atribuye algún significado,... Es un proceso de percibir un 
objeto ecológico ricamente valorado» (Gibson, 1979). En otras palabras, no vemos 
primero la forma o estructura física de un objeto, lo representamos mentalmente y le 
damos un significado y entonces actuamos sobre él. Más bien, percibimos directa-
mente el significado ecológico, comportamental o psicológico de un objeto, por ejem-
plo, la adherencia de un objeto o el «altruismo» de un acto social. Percibimos lo que 
el ambiente proporciona al comportamiento, su utilidad o alguna cosa como su «fun-
ción de estímulo». Como Costall (1984) escribió: «Podemos decir con propiedad que 
percibir inmediatamente las funciones de los objetos es útil para nuestras actividades» 
(págs. 112-113). Gibson llamó a esta perspectiva la «teoría de la percepción directa», 
una teoría de la percepción no representacional. 
Memoria directa Remembranzas no mediadas. Una segunda teoría de la acción 
directa es la teoría de Watkins (1990) sobre la «perspectiva de la memoria directa». 
En su programa crítico, Watkins nota que el estudio de la memoria no ha sido espe-
cialmente acumulativo debido a: (a) la proliferación de constructos hipotéticos, (b) las 
ambigüedades teóricas y (c) las dificultades al criticar y probar las teorías. El proble-
ma subyacente que él argumenta es el mediacionismo. El mediacionismo es la «doc-
trina que indica que el recuerdo de un evento sea materializado en una 'traza de 
memoria' [engrama] que es retenida entre el tiempo de ocurrencia del evento y su 
recolección» (Watkins, 1990, pág. 239). La falla en el mediacionismo es que la teori-
zación de tres estados sobre (a) la ocurrencia de un evento, (b) su mediación, y (s) su 
recolección constituye «un nivel de complejidad más allá del poder analítico de la psi-
cología experimental» (Watkins, 1990, pág. 329). 
Sin embargo, los investigadores sobre la memoria retienen el mediacionismo, asu-
miendo que (a) la mente es compleja, de tal forma que necesita teorías complejas; 
(b) las teorías formales son necesarias para generar investigación, así que debemos 
tenerlas; y (c) la mediación satisface el requerimiento mecanicista de explicaciones 
para la acción a distancia temporal en las cuales las cadenas y efectos de causas con-
tiguas deben permanecer sin romperse. Watkins (1990) hace una excepción a estos 
supuestos: (a) los teóricos de la memoria se encuentran con frecuencia más interesa-
dos «en demostrar su agilidad intelectual que en promover la comprensión» (pág. 334; 
cfr. Skinner, 1950), (b) las especulaciones e intuición juegan un gran papel en la cien-
cia, mucho más que lo superido por la teoría formal hipotético-deductiva (cfr. Skin-
ner, 1956); y (c) la acción en la distancia temporal no necesita mediadores, sino rela-
ciones funcionales y leyes empíricas suficientes (págs. 330-331, 334; cfr. Skinner 
1935; véase Marr, 1983). 
En cuanto a su programa constructivo, Watkins (1990) argumenta que los psicó-
36 Edward K. Morris 
logos pueden estudiar significativamente «el efecto de una experiencia en un punto en 
el tiempo sin invocar un sustrato físico que sirva para relacionar la separación tempo-
ral» (pág. 331). Los beneficios de una aproximación como ésta son: (a) «que al dejar 
de mirar en el interior hacia la traza de la memoria, los teóricos podrían más proba-
blemente disponerse a mirar hacia afuera en el contexto en el cual la memoria ocurre» 
(pág. 331), lo cual podría fortalecer la relación entre la investigación básica y aplica-
da y la búsqueda de las variables controladoras; (b) que «los papeles del sujeto que 
recuerda y el ambiente en el modelamiento del proceso de recuerdo» (pág. 331) 
podrían permanecer sin revelarse aún; y (c) que las explicaciones mecanicistas podrán 
ser reemplazadas por explicaciones funcionales que implican «leyes empíricas» 
(pág. 331). A partir de estos beneficios para la teoría podrían fluir beneficios para la 
investigación. Watkins (1990) argumentó que una perspectiva de la memoria directa 
(a) simplificaría la teorización y permitiría que llegue a ser una empresa acumulativa; 
(b) apoyaría una gran apertura a la búsqueda de descubrimientos inesperados» 
(pág. 333); y (c) intensificaría el «estudio de control de estímulos sobre los procesos 
de recuerdo y de cómo los estímulos externos interactúan con el control intencional 
(lea: «operante») en la determinación de la memoria» (pág. 332). En cuanto al último 
punto, en una explicación analítico-comportamental, el «control intencional» presu-
miblemente se refiere a control operante de orden superior. Por ejemplo, recordar es 
con frecuencia más que un simple control de estímulos (Palmer, 1991, págs. 265-270). 
Es algo más, como la operante de solución de problemas (Skinner, 1953, págs. 245-
246; véase Palmer, 1991, págs. 270-278). 
VI.2. TEORIAS IMPLÍCITAS DE ACCIÓN DIRECTA 
Cognición directa: Una aproximación ecológica. Ante las teorías implícitas de 
acción directa, Wilcox y Katz 1981; véase también Still y Costall, 1991), ofrecen una 
aproximación ecológica a la cognición en la cual adoptan la explicación de «teoría de 
sistemas» de por qué una y la misma «entrada» mantienen diferentes «salidas» sobre 
el tiempo. La explicación cognoscitiva de esta discrepancia es que el estado interno 
del sistema es cambiado por la entrada, dichos cambios producen diferentes salidas 
para la siguiente entrada igual. Wilcox y Katz (1981), argumentan que las explicacio-
nes en términos de estados internos conducen un regreso infinito, son circulares; y son 
superficiales. Éste es su programa crítico. 
Su alternativa constructiva es redefinir la naturaleza de la entrada, esta redefini-
ción considera que lo que aparece como una entrada única e igual son realmente dife-
rentes entradas: Entradas que ocurren en momentos diferentes son realmente diferen-
tes entradas, no corresponden a apariencias. De acuerdo con Wilcox y Katz (1981), 
«esta redefinición involucra la expansión de la medida temporal de la entrada» (pági-
na 251) de tal forma que la situación «'presente' es percibida en relación con un pasa-
do extenso» (pág. 256). De nuevo el trasfondo de un despliegue y de este modo el 
pasado siempre cambiante, funciona diferencialmente con entradas formalmente idén-
ticas, debido a que ellas se encuentran inmersas en el contexto de interacciones con-
tinuamente cambiantes entre el organismo y el ambiente. En esta perspectiva, la cog-
Tendencias actuales en el análisis conceptual del comportamiento 37 
nición no conoce

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