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Para los niños de Surcos Centro Educativo Para Vicky y Alejandra, compañeras en la aventura de aprender a enseñar la sabiduría del corazón. A Lucía Senderos de Gómez y Excelencia Educativa A.C., mi más profundo agradecimiento por el apoyo brindado a la investigación de los talleres de inteligencia emocional en la escuela. Presentación Durante mis ya largos años de maestra, pocas veces me sentí más estimulada en el trabajo con los niños que durante los tres años que hicimos talleres de inteligencia emocional con los grupos de preescolar y primaria. Dentro de las aulas, en los patios y jardines del colegio Surcos y en el espacio mágico de la biblioteca escolar, me reuní con los niños en sesiones de juego, de lectura y de pintura, escultura y teatro, y constaté los beneficios que para su vida emocional, su trabajo académico y las relaciones con su familia y sus compañeros les trajo el hacer contacto con sus sentimientos, conocer el vocabulario emocional y aprender a expresar esos sentimientos de manera asertiva. En este libro pretendo compartir con mis compañeros maestros esta rica experiencia, a través de los ejercicios y juegos que hicimos juntos —los niños y yo— durante esta aventura de aprender la verdadera sabiduría, que no reside en los conocimientos científicos, tecnológicos o intelectuales sino que es la sabiduría del corazón. Ser inteligente Cada cultura y época histórica ha valorado a las personas de su sociedad de acuerdo con el modelo de hombre ideal que se han forjado. Si para los griegos una persona valiosa era la que sabía leer, escribir y nadar, además de tener juicio racional y una conducta virtuosa, para los romanos tenía más valor una persona con fuerza y coraje. En la cultural tradicional china destacaba una persona que tenía habilidades para la poesía, la música, la caligrafía y el dibujo. En nuestra cultura occidental, apenas en los siglos más recientes se comenzó a dar importancia a la inteligencia de las personas. Sin embargo, ser inteligente tiene contenidos diversos según quién lo evalúa. En las escuelas tradicionales el alumno inteligente es aquel que destaca por sus habilidades para el lenguaje y las matemáticas. En el mundo de los negocios una persona inteligente es aquella que se anticipa para conquistar oportunidades comerciales, se arriesga moderadamente, construye una empresa bien organizada y realiza en forma satisfactoria sus balances financieros. En los últimos años del siglo XX se comenzó a decir que una persona inteligente es aquella capaz de analizar símbolos y que puede trabajar durante horas con números o letras sentado frente a una pantalla. También se considera inteligentes a quienes adquieren nueva información y resuelven problemas, o a los que se ajustan a los cambios permanentes que les ofrece la tecnología y las rápidas transformaciones del entorno en el que se mueven. ¿Se preguntarán los campesinos si sus hijos son inteligentes? ¿O les preocupa más que tengan salud y fuerza física para que sean capaces de trabajar la tierra como lo han hecho sus ancestros? ¿O más bien la cuestión de la mayor o menor inteligencia de una persona es una preocupación de los estratos de la sociedad que compiten en el ámbito académico y en el trabajo industrial y comercial? La integración de todos los niños de una sociedad a la escuela se da hasta el siglo XIX; es entonces cuando los gobiernos comienzan a preguntarse cuántos de esos niños pueden realmente con la carga del aprendizaje académico y quiénes aprovecharán las oportunidades educativas ofrecidas. De ahí surgen las primeras pruebas para medir la inteligencia de las personas. Desde entonces, la medición del coeficiente intelectual ha sido —y sigue siendo — una herramienta para encasillar, etiquetar y diferenciar a los estudiantes. Es el tamiz para aceptar o rechazar a alumnos en las escuelas o universidades y a los empleados en las empresas. Estas pruebas que miden la inteligencia de las personas se basan en las habilidades para el lenguaje y el razonamiento matemático, de tal manera que durante las últimas décadas las sociedades occidentales hemos valorado (me atrevería a decir que exclusivamente) esos dos aspectos de las capacidades y potencialidades de los seres humanos, dejando de lado otros, tanto o más importantes, como son las habilidades afectivas, emocionales, sociales y creativas. Por fortuna para los educadores de hoy, investigadores como Howard Gardner, de la Universidad de Harvard en Estados Unidos, han abierto nuevos campos para valorar la inteligencia de las personas desde otros ángulos. A partir de 1983, cuando publica su libro Inteligencias múltiples, Gardner plantea que hay diversas maneras de ser inteligente, ya que para él la inteligencia es una facultad singular que se utiliza siempre que es necesario resolver un problema; desde este punto de vista es una habilidad general que se encuentra, en diferente grado, en todos los individuos, y por eso mismo se puede tener inteligencia musical, inteligencia lingüística, lógica matemática o inteligencia cinético/corporal o también visual/espacial. De la misma manera, cualquier persona puede tener una inteligencia interpersonal o intrapersonal. Diez años después, Gardner incluyó la inteligencia naturalista y aportó algunos elementos acerca de la inteligencia existencial, moral o espiritual, pero aclarando que no se le puede considerar como una de las inteligencias múltiples. Todos los individuos normales poseen cada una de las inteligencias múltiples, pero difieren en el grado de capacidad y naturaleza de la combinación de estas capacidades. Así, Gardner define inteligencia como la habilidad necesaria para resolver problemas y para elaborar productos que son de importancia en un contexto cultural o en una comunidad determinada. El término producto cultural abarca desde una teoría científica hasta una composición musical, pasando por la capacidad de organizar a un grupo de personas para lograr un fin. La creación de un producto cultural es crucial para la adquisición y la transmisión del conocimiento o la expresión de las propias opiniones o sentimientos. Veinte años después, Gardner encontró una nueva definición de lo que él concibe como inteligencia, y dice que es el potencial biopsicológico para procesar información que le proporciona su cultura, para resolver problemas o para crear productos que tienen valor en una cultura determinada. Sin embargo, sigue insistiendo en que las inteligencias no se pueden ver o medir porque: Son potencialidades que son o no son activadas, dependiendo de lo que le da valor a una cultura determinada, por las oportunidades que le brinda al individuo su entorno y también por las decisiones personales que toman los individuos, las familias, los maestros de escuela y otras personas de su sociedad.¹ Cada una de las inteligencias múltiples tiene un núcleo que —como sistema computacional basado en las neuronas— se activa o se dispara a partir de ciertos tipos de información presentada en forma interna o externa. Por ejemplo, un núcleo de la inteligencia musical es la sensibilidad para entonar bien, mientras que un núcleo de la inteligencia lingüística es la sensibilidad hacia los sonidos de las palabras. INTELIGENCIAS MÚLTIPLES Inteligencia lógico-matemática: ésta es una de las dos inteligencias que valora la escuela tradicional y es la que estudió Piaget. También es una de las que evalúan las pruebas para medir el coeficiente intelectual (CI O IQ). Se caracteriza por ser una inteligencia de naturaleza no verbal y con predominio del hemisferio izquierdo del cerebro. Dice Gardner que esta manera de ser inteligente incluye las habilidades científicas. Las personas con este tipo de inteligencia tienen afición por los números y los datos. Son aquellas que gustan de coleccionar, organizar, analizar e interpretar, buscan siempre concluir una discusión; y tienen además la capacidad de predecir algunos acontecimientos. Sus mejores momentos en la vida escolar se presentan cuando tienen que resolver problemasmatemáticos, y disfrutan los juegos de barajas. Se trata de una inteligencia que está muy reconocida y valorada en el mundo contemporáneo, debido al auge de la tecnología. Los científicos, investigadores, hombres de negocios, actuarios, comerciantes, contadores, prestamistas o personas que hacen trabajos estadísticos son los mejores ejemplos de la inteligencia lógico-matemática. Inteligencia lingüística: es la segunda de las inteligencias reconocidas y valoradas en la vida escolar y académica del mundo contemporáneo. Las personas con este tipo de inteligencia destacan por sus habilidades verbales, gustan de la lectura y disfrutan escribiendo y conversando. Tienen muy desarrolladas las habilidades auditivas y aprenden con facilidad cuando escuchan a otros. Les gustan las palabras, no sólo por su significado, sino también por su sonido y por las imágenes que evocan cuando las reúnen de una manera inusual; por eso les agrada jugar con ellas. Para ejemplificar esta inteligencia, Gardner menciona a los poetas y escritores, aunque también se puede incluir a quienes se divierten resolviendo crucigramas o los adictos a juegos como “Ahorcado” o Scrabble. Los reconocemos porque son los que hacen chistes, juegan con las palabras y ponen apodos acertados. En la vida académica son los que toman buenos apuntes, resuelven fácilmente los exámenes o pruebas tradicionales y les gusta discutir y provocar debates. Entre las personas que se caracterizan por la inteligencia lingüística están los abogados, escritores, profesores, actores, políticos, conductores de televisión y radio, cómicos y los buenos lectores. Inteligencia musical: se ubica en el hemisferio derecho del cerebro, aunque no se localiza con claridad en una área específica. La música es una facultad universal que está presente de manera natural en la primera infancia, pero al acceder al conocimiento de las notas se adquiere un sistema simbólico que permite la creación musical. Es decir que, como ocurre con cualquier inteligencia, al educar la inteligencia musical ésta se fortalece y es más útil a la sociedad. Podemos reconocer a las personas inteligentes musicalmente porque son sensibles a los sonidos y su ambiente está rodeado de música: cantan, chiflan o tararean mientras realizan otras actividades. Son aquellos que gustan de escuchar música y de coleccionar discos; a veces tocan un instrumento y usan el canto para recordar algo. Son muy hábiles para reproducir melodías vocales. Se mueven rítmicamente con la música y usan ritmos o canciones para recordar otro tipo de información, por ejemplo, para memorizar nombres, sitios o números. La inteligencia musical es quizá la menos valorada en la vida académica, y todos los maestros hemos tenido alumnos que suelen chiflar o cantar en el salón de clases y a quienes hemos regañado porque interrumpen el trabajo del grupo. Muchos niños que están etiquetados como “latosos” probablemente tienen inteligencia musical, y la mejor manera de ponerlos a trabajar podría ser darles unos audífonos para que escuchen música mientras leen o resuelven problemas matemáticos. El personaje más conocido, por destacar desde muy pequeño como una persona inteligente musicalmente es Mozart. Inteligencia cinético-corporal: es la de aquellas personas que tienen la habilidad de usar su cuerpo para expresar emociones —como los bailarines— para competir en el deporte o para crear nuevos productos de diseño o inventos; en este grupo se ubican también los cirujanos, porque procesan la información a través de las sensaciones que tienen en el cuerpo. Los reconocemos debido a que desde pequeños les gusta moverse de un lado para otro y aman las actividades al aire libre. Son aquellos que necesitan tocar a las personas cuando hablan con ellas. Tienen muy buenas habilidades motoras y por ello disfrutan de las actividades físicas y los deportes. Actualmente es muy valorado el éxito económico y social de los deportistas. Inteligencia visual-espacial: esta inteligencia se manifiesta en las personas que tienden a pensar a través de imágenes y que aprenden mejor cuando hay presentaciones visuales como películas, videos o fotografías. Son hábiles para leer mapas y diagramas, y visualizan de inmediato el espacio de una habitación, una calle, un terreno o una casa; por lo mismo se orientan con facilidad en una ciudad o en cualquier lugar. Son personas muy imaginativas porque lo que caracteriza a esta inteligencia es la habilidad para manejar modelos mentales. Las reconocemos porque disfrutan pintar, dibujar o esculpir para expresar sus ideas o sentimientos. Les gusta resolver rompecabezas y laberintos. Les atrae actuar e imaginar. Entre los individuos que tienen una inteligencia espacial-visual se encuentran los pilotos, navegantes, arquitectos, diseñadores, decoradores, el personal de las compañías de mudanzas, pintores, albañiles y los cineastas y fotógrafos. Asimismo, los ciegos o débiles visuales desarrollan grandes habilidades espaciales. Inteligencia interpersonal: esta inteligencia se construye a partir de la capacidad nuclear de sentir las diferencias existentes en cada uno de los seres humanos, y puede reconocer los contrastes que hay en los estados de ánimo de los demás, así como en sus temperamentos, motivaciones e intenciones. La esencia de la inteligencia interpersonal es el liderazgo, o sea la capacidad de organizar y cohesionar a un grupo de personas y de ser solidario con ellas. El papel de líder o dirigente nace en las primeras comunidades humanas por la necesidad del hombre primitivo de organizar su defensa y protegerse de los fenómenos de la naturaleza, participar en la labor colectiva de la caza. La inteligencia interpersonal permite comprender y trabajar con los demás. Los reconocemos por ser el tipo de personas que disfrutan de los amigos y de las diversas actividades sociales, así como de trabajar en equipo. Son los que se ofrecen de mediadores en las disputas del colegio y de la casa. Su lado oscuro es la manipulación, mientras que su lado brillante es la empatía o la capacidad de sentir lo que otros sienten. Es la inteligencia del extrovertido. Tienen inteligencia interpersonal los expertos en relaciones públicas, los buenos vendedores y los buenos educadores porque son capaces de percibir las necesidades, debilidades y habilidades de sus discípulos. También se inscriben en este grupo los políticos y todas las personas que son reconocidas como líderes, así como los psicólogos y los terapeutas. Inteligencia intrapersonal: se refleja en un profundo conocimiento de los propios sentimientos y de los aspectos internos de una persona. Los lóbulos frontales del cerebro desempeñan un papel central en esta inteligencia, que permite comprender el yo interno y trabajar con uno mismo. Puesto que es la inteligencia más privada e íntima, necesita del lenguaje, la música, el movimiento corporal o la pintura y otras formas de expresión para darse a conocer. Las personas inteligentes intrapersonalmente son las que conocen sus habilidades, debilidades y opciones. Suelen ser muy independientes, disfrutan del silencio y trabajan en sus propios proyectos. Tienen opiniones muy sólidas incluso en asuntos controversiales. Estas personas tienen acceso a su propia vida emocional y suele considerárseles intuitivas. Es la inteligencia de los introvertidos. Los ejemplos más evidentes de quienes tienen esta inteligencia son los individuos muy religiosos y espirituales, los escritores, los filósofos y los místicos. Inteligencia naturalista: es típica de estos expertos el reconocer y clasificar las numerosas especies de la flora y la fauna de su medio ambiente. En esta categoría se encuentran los biólogos, los estudiosos y las personas comprometidas con el medio ambiente. El ejemplo más claro es Charles Darwin, quien alguna vez dijo que él había nacido naturalista; sin embargo, todos los maestros hemos tenido alumnos que desde muy pequeños pueden discriminar entre las clases de plantas, de pájaros o de dinosaurios. Quienes tienen estainteligencia se distinguen por una sensibilidad especial hacia la naturaleza, se sienten cómodos conviviendo con ella, la cuidan e interactúan de manera natural con los seres vivos. Otras personas que se distinguen por tener una inteligencia naturalista son los cazadores, pescadores, granjeros, ganaderos e incluso los cocineros. A lo largo y ancho del mundo, la teoría de las inteligencias múltiples ha puesto en duda las antiguas formas de educar en las escuelas. No podemos seguir considerando como alumnos más inteligentes a los que sólo destacan en las habilidades lógico-matemáticas o lingüísticas, o menos inteligentes a aquéllos con claras habilidades espaciales o musicales, cinético-corporales, o bien naturalistas e interpersonales. Entonces nuestro deber es estimular, educar y formar a los niños tomando en cuenta esta variedad de maneras de ser inteligentes que tenemos los seres humanos. Howard Gardner nos explica que los seres humanos poseemos un poco de cada una de esas inteligencias y que es imposible usar de manera aislada una sola. Todos tenemos varias de ellas bastante estimuladas y otras no tanto. Cualquiera de las inteligencias puede ir acompañada de otra y trabajar al unísono. El desarrollo de una de ellas no interfiere en el desarrollo de otra, y no hay patrones de las inteligencias que sean incompatibles. En el apéndice 1 de este libro se encuentran algunas actividades que los docentes podemos llevar a cabo con los alumnos y que ayudan a acrecentar las habilidades propias de cada una de las inteligencias múltiples. INTELIGENCIA EMOCIONAL Como consecuencia de la teoría de las inteligencias múltiples, en 1995 Daniel Goleman publicó un libro titulado Inteligencia emocional. Ahí nos explica que él tomó de la teoría de Gardner las inteligencias interpersonal e intrapersonal para abundar en la reflexión e investigación, haciéndose una pregunta básica: ¿por qué algunos individuos integran de manera natural pensamiento y sentimiento y, en cambio, la mayoría de las personas adultas de la cultura occidental somos o muy racionales o muy sentimentales? Basado también en los últimos estudios neurológicos que proporcionan mayor información acerca del funcionamiento del cerebro, así como en los estudios acerca de la conducta humana, Goleman concluyó finalmente que los seres humanos tienen dos inteligencias ubicadas en distintos lugares del cerebro: la inteligencia racional o computacional (como algunos estudiosos le llaman hoy en día) y la inteligencia emocional, que es aquella que nos permite sentir y que cuando interactúa con la inteligencia racional transforma la conducta de los seres humanos logrando el control de los impulsos, la motivación, la perseverancia, la empatía y, sobre todo, la auto-conciencia, todas ellas habilidades propias de las personas con inteligencia intrapersonal e interpersonal. La falta de desarrollo de la inteligencia emocional en los niños y adolescentes puede llevarlos a sentirse inseguros, a actuar agresivamente e incluso a situaciones tan graves como sufrir depresiones, padecer trastornos alimentarios o llegar al extremo de convertirse en delincuentes. Tenemos dos “mentes”: una que piensa y otra que siente, y las dos interactúan para construir nuestra vida mental. Durante siglos se consideró que las emociones eran propias de seres inferiores como los niños o las mujeres. La creencia generalizada era que las emociones eran los instintos no racionales y que, por lo tanto, constituían aspectos animales o inferiores que había que controlar o ignorar si nos considerábamos seres inteligentes. Es verdad que compartimos con los animales lo que se llama emociones básicas, que son las que provocan que nuestro cuerpo se mueva para acercarse o alejarse. Estas emociones básicas nos sirven principalmente para la protección de la vida y de la especie, y se conocen también como instinto de conservación. Entre estas emociones básicas se encuentran la alerta, la alarma, el miedo o la atracción sexual. Sin embargo, los seres humanos hemos desarrollado otras emociones y sentimientos mucho más complicados que proceden de experiencias vividas, de los pensamientos y las creencias o valores que hemos aprendido de nuestros mayores y del entorno cultural en que crecimos. SENTIR INTELIGENTEMENTE, PENSAR EMOCIONALMENTE Para evaluar el coeficiente intelectual de una persona los psicólogos aplican una serie de pruebas que han sido, durante muchos años, el cedazo para catalogar a los alumnos en las escuelas y universidades. Hoy sabemos que estas pruebas de inteligencia no pueden darnos a conocer las verdaderas potencialidades de un niño o un adulto, ya que miden exclusivamente las capacidades lingüística y lógica, dejando a un lado otras potencialidades del ser humano. Las mediciones del coeficiente intelectual han conducido a los educadores a dividir a las personas, a clasificarlas y a etiquetarlas de por vida. Cuando los padres de familia conocen el CI de sus hijos, las expectativas que se forjan para cada uno de ellos van desde desear que alcancen los grados académicos más altos y las profesiones mejor remuneradas, hasta retirar de la educación a aquellos hijos que no podrán aprender según estas mediciones. Sin embargo, ¿qué pasa cuando el alumno más brillante de su generación, el más premiado —aquel que los padres y docentes vaticinaban que sería un adulto feliz y exitoso— no es capaz de mantener relaciones estables, no tiene trabajo, se deprime o consume drogas? ¿O qué pasa cuando el niño catalogado con un coeficiente intelectual muy bajo, y al que se considera incluso como discapacitado o normal bajo, desarrolla una serie de habilidades que lo convierten en un adulto feliz, productivo y estable? ¿O cuando el joven más destacado de la preparatoria toma un cuchillo y mata al profesor de física? ¿No será que hemos dedicado tiempo y recursos materiales y humanos para educar sólo una parte de la inteligencia humana? Educar la inteligencia emocional es enseñar a los niños y jóvenes a sentir inteligentemente y a pensar emocionalmente, integrando estas dos formas de inteligencia, y es aquí donde un campo nuevo se abre a los educadores del siglo XXI para formar seres humanos con un coeficiente emocional alto, que sean aceptados por todos y que se muestren altruistas, perseverantes y asertivos, generando confianza a su alrededor. Un sentimiento inteligente es aquel que, lejos de perturbarnos, actúa como brújula, el que evalúa correctamente lo que nos pasa; mi experiencia como maestra me ha enseñado que la mayoría de las veces son mejores alumnos quienes tienen un alto coeficiente emocional que aquellos que son catalogados con un alto coeficiente intelectual; porque los primeros son personas con mejor autoestima, con apertura a cualquier experiencia que los enriquezca, con una gran aceptación social y que transmiten paz y alegría a su alrededor. Durante mucho tiempo hemos confundido la inteligencia con el conocimiento, cuya culminación es la ciencia; pero la teoría de la inteligencia emocional nos ha llevado a recuperar una idea más profunda y ambiciosa de lo que es la inteligencia, porque ésta no tiene como objetivo conocer, sino generar más felicidad. LA INTELIGENCIA EMOCIONAL SE EDUCA Sin lugar a dudas nacemos con una “maleta” genética proveniente de nuestros padres, abuelos y demás ancestros. De ellos heredamos no nada más los rasgos físicos, sino también las capacidades intelectuales. Sin embargo, lo que tampoco podemos negar es que un niño poseedor de potencialidades extraordinarias para el deporte o para la lógica matemática, pero que no tiene la oportunidad de acceder a la educación por vivir en un medio ambiente marginado, es muy probable que nunca llegue a ser un campeón olímpico o un investigador universalmente conocido. De la misma manera, un niño con menos potencialidades genéticas puede llegar a hacer grandes cosas para la humanidad si ha tenido acceso a una educación de calidad. La mayoría de los adultos nos formamos en el viejo paradigma de aprendera pensar liberados de las emociones. El modelo educativo del siglo XXI es usar de manera inteligente los sentimientos y las emociones. Ahora que los maestros sabemos que al educar estamos desarrollando las habilidades de los niños, habilidades del pensamiento como pueden ser la atención, la memoria, la capacidad de analizar y sintetizar o el lenguaje, entre otras, la escuela desarrolla habilidades sociales como la responsabilidad, tolerancia, resolución de conflictos o toma de decisiones. Hoy el reto es educar también las habilidades de la inteligencia emocional para formar seres humanos completos. Ser inteligente emocionalmente es ser capaz de actuar sintiendo y pensando. Es pensar con los sentimientos y sentir racional o inteligentemente. Un sentimiento inteligente facilita nuestra toma de decisiones antes de actuar. Nos ayuda a detectar el camino correcto que deseamos seguir; además evalúa en forma correcta lo que nos pasa, y nos prepara para comprender lo que les pasa a los demás. Al igual que la inteligencia racional, la inteligencia emocional se puede educar cuando los profesores: 1. Tenemos conciencia de que formamos seres integrales. 2. Tenemos claras las habilidades por desarrollar. 3. Tenemos a la mano herramientas para hacerlo. ¿Cuáles son las principales habilidades de la inteligencia emocional? a) Conocer el nombre de las emociones, esto es, identificarlas. b) Aprender a expresar los sentimientos. c) Reconocer las reacciones del cuerpo ante distintas emociones. d) Evaluar la intensidad de la emoción. e) Leer las emociones y sentimientos en las demás personas. f) Conocer la diferencia que hay entre sentir y actuar. g) Conocer el disparador de las emociones. La educación que día a día desarrollan en los niños las habilidades de la inteligencia emocional formará personas capaces de dominar sus impulsos, postergar las gratificaciones, responder favorablemente a la crítica, escuchar a los demás y comprender el punto de vista de otras personas. Por ser inteligentes emocionalmente, comprenderán sin dificultad las normas de conducta que son aceptables en su cultura y en su grupo social. También tendrán una mejor comunicación con los demás al enviar mensajes claros y reconocer las emociones y sentimientos de las personas que los rodean en la familia o el trabajo. Estaremos formando a seres que han aprendido a tomar decisiones acertadas para su vida porque tienen conciencia de sí mismos, una profunda vida interior y constante diálogo interno. De la misma manera que los educadores hemos dedicado tanto esfuerzo y tiempo para desarrollar la inteligencia racional de los niños y jóvenes, en la actualidad tenemos el deber de educar su inteligencia emocional porque de esa manera formaremos seres humanos integrales. Cualquier salón de clases puede transformarse en un taller para ejercitar las habilidades de la inteligencia emocional. Un muñeco de trapo, una película, un cuento, una novela, un tema de historia, una redacción de clase o una situación real que los alumnos hayan vivido, son las herramientas que están al alcance de todos los docentes para educar emocionalmente. Si desarrollamos en los niños estas habilidades emocionales formaremos personas que crecerán con conciencia de sí mismos y de sus actos; personas de una rica vida espiritual que serán más felices y darán más felicidad a quienes los rodean. HABILIDADES DE LA INTELIGENCIA EMOCIONAL APRENDER A NOMBRAR LAS EMOCIONES La piedra angular de la inteligencia emocional es darse cuenta de los propios sentimientos en el mismo momento en que estos tienen lugar. DANIEL GOLEMAN Ya Daniel Goleman, en Inteligencia emocional, explicaba que si queremos ser personas inteligentes emocionalmente la primera habilidad que debemos desarrollar es la de reconocer lo que sentimos; o lo que es lo mismo: poner el nombre correcto a la emoción experimentada. Los seres humanos venimos al mundo con la capacidad neuronal para desarrollar el lenguaje y para hablar, expresarnos y comprender lo que dicen los demás. Incluso antes de poder hablar, el niño va aprendiendo el significado de las palabras. De esta manera los gestos comienzan a tener un sentido; después hará balbuceos y ruidos con su boca. El siguiente paso será comenzar a decir palabras que le permitan hacer peticiones más allá del llanto o los brazos estirados hacia la persona con la que prefiere estar; en ese momento, con la posesión del lenguaje, comienza a ser libre. A los tres años el niño ha aprendido lo que le costó a la especie humana decenas de miles de años conseguir: hablar, una función social que pertenece sólo al ser humano. Sin embargo, la primera expresión de un niño recién nacido es precisamente de tipo afectivo, lo que nos hace preguntarnos: ¿será la primera porque es la más importante? ¿Acaso podemos vivir o sobrevivir sin el afecto, los sentimientos y las emociones? El bebé llora, hace “pucheros”, sonríe, pone cara de asco, se asusta o se sorprende y estas expresiones faciales o corporales todavía no se traducen en palabras. El lenguaje sirve para comunicarnos con los demás, pero tiene también otra función primordial: comprendernos a nosotros mismos. Si no tuviéramos habla interna viviríamos en una permanente confusión, arrastrados de una emoción a otra sin entender nada, sin darle un propósito a la vida, como un barco a la deriva. Esta habla interna puede ser un monólogo o un diálogo. A veces es un simple comentario o una queja, y en otros momentos nos ponemos a rumiar una preocupación. Se vuelve diálogo cuando en mi interior soy capaz de interrogarme, explicarme, animarme o razonar y deliberar antes de tomar una decisión, que puede ser tan simple como si me levanto de la cama a pesar del frío o trascendental como si descubro que en realidad amo o no amo a una persona. El pensamiento está construido con palabras. Así, una persona que posee pocas palabras piensa menos y comprende menos, que otra que conoce, comprende e integra una enorme riqueza de lenguaje. Como ejemplo vamos a pensar: ¿qué es el amor?, ¿con cuántas palabras puedes tú definirlo?, ¿qué pasará por el pensamiento del joven que del amor sólo puede decir que es algo chido que lo hace estar en buena onda? Dos poetas del Siglo de Oro ejemplifican esto con su propia definición del amor. Lope de Vega dice: Desmayarse, atreverse, estar furioso, áspero, tierno, liberal, esquivo, alentado, mortal, difunto, vivo, leal, traidor, cobarde y animoso; no hallar fuera del bien centro y reposo. Mostrarse alegre, triste, humilde, altivo, enojado, valiente, fugitivo, satisfecho, ofendido, receloso. […] esto es el amor, quien lo probó lo sabe. Quevedo dice: Es hielo abrasador, es fuego helado, es herida que duele y no se siente, es un soñado bien, un mal presente, es un breve descanso, muy cansado. […] Este es el niño Amor, este es su abismo. Aprender a hablar requiere de las mismas habilidades que aprender a lanzar una pelota. Al principio el niño es torpe porque carece de la madurez muscular y la flexibilidad necesarias; con base en la repetición, en el ensayo y error, va adquiriendo la destreza que le permitirá no sólo lanzar la pelota o recibirla, sino llegar a ser el mejor basquetbolista o la estrella de la liga nacional del béisbol. El niño aprende el lenguaje escuchando. Las madres son las primeras responsables de las palabras de los hijos. Después serán los maestros, los amigos, la televisión o la música. A través de estos estímulos el pequeño ampliará cada vez más su vocabulario, tanto el que expresa con palabras como el que utiliza en su habla interna. En mi experiencia como maestra me encuentro con niños y jóvenes que tienen una enorme capacidad de expresión, que conocen palabras incluso desconocidas para los adultos, ya que con ellas reconocen juegos cibernéticos y otras “monerías” puestas a su alcance por los medios de comunicación, o se han apropiado de innumerables palabras que existen para reconocer las diversas razas de perros, dinosaurios o marcas de autos que nuncahe visto. Sin embargo, estas mismas personas carecen de vocabulario cuando se trata de comunicar lo que sienten, las emociones que los empujaron a realizar una cosa u otra. Su lenguaje emocional se reduce a: triste o contento. “Me siento bien o mal”, y esta limitación los conduce a una profunda incomprensión de sí mismos y, como consecuencia, a la incapacidad de comprender a los demás. Las personas suelen confundir sus emociones y decir “estoy mal” o “estoy triste” puede abarcar una gama tan grande como: enojado, desilusionado, cansado, iracundo, acongojado, angustiado, preocupado, desconsolado, encolerizado, indignado, irritado, furioso, celoso o rencoroso, por sólo mencionar algunas de las palabras de nuestra riquísima lengua castellana que existen para nombrar los diferentes estados anímicos. ¿Es lo mismo estar contento que alegre?, ¿o eufórico, dichoso, feliz o satisfecho? Estar contento es lo mismo que no desear otra cosa, mientras que la felicidad es sentir agrado y placer por algo que ha sucedido y que provoca dicha. No es lo mismo sentir furia —que es una pérdida total del dominio— que simplemente estar molesto, irritado o enojado. Hay emociones que provienen de nuestra habla interna, de aquello que nos repetimos constantemente, como: “no sirvo para nada o soy muy buen amigo”; otras surgen de situaciones que vivimos o de actitudes, gestos o palabras de otros que nos producen sentimientos como la compasión, la tranquilidad o la ira. Los expertos dicen que la alegría se manifiesta de inmediato en la expresión del rostro, mientras que el gozo puede llegar a ser tan interior, se siente tan en el fondo del alma, que difícilmente se publica o se manifiesta a otra persona. Para educar emocionalmente a un niño se debe comenzar por decirle la palabra que describa a la perfección lo que se está sintiendo. Así como le enseñamos al bebé las palabras para nombrar a las personas de la familia, los objetos y lugares, colores o formas, de esa misma manera debemos enseñarle lenguaje emocional. Hay que mostrarle libros, fotografías o cuentos y aprovechar esas ocasiones para decirle que el lobo está ansioso, Caperucita tiene miedo o papá está desilusionado, frustrado o cansado. Como dice José Antonio Marina: “el lenguaje es una de las herramientas que tenemos para movilizar y educar el alma humana”.² El mayor esfuerzo que los maestros podemos hacer para educar las habilidades de la inteligencia emocional es enriquecer cada día el lenguaje emocional de los niños y de los jóvenes. Por eso tenemos que dedicar mucho tiempo a esta primera habilidad emocional: designar con toda precisión lo que siento. APRENDER A EXPRESAR LAS EMOCIONES Esta segunda habilidad para educar emocionalmente tiene su fundamento en la primera. Si soy capaz de reconocer lo que siento, en el momento preciso en que soy arrastrado por una emoción básica, como la alerta, y la vuelvo inteligente al nombrarla en mi habla interna, entonces y sólo entonces seré capaz de desarrollar habilidades para expresar mis emociones y sentimientos a los demás de una manera asertiva. No se trata de impulsar a los niños a que simplemente expresen lo que sienten, sino que aprendan a hacerlo con inteligencia; es decir, de manera asertiva: expresar las emociones a la persona correcta, en el momento adecuado y de modo apropiado. Cuando nos referimos a la persona correcta, esto quiere decir que ser emocionalmente inteligente es expresar lo que siento a la persona que ha despertado en mí esa emoción o sentimiento, por ejemplo: si estoy enojado o irritado contigo, no tengo porqué expresar mis sentimientos de enojo con otra persona; aunque me sirva de desahogo, no resuelvo en absoluto la situación que me hace sentir así. Otras veces la persona correcta no es precisamente la que me suscita la emoción o sentimiento, por ejemplo: si tengo un sentimiento que sobrepasa mi control, como puede ser la furia que necesariamente conduce a la violencia, quizá sea mejor que lo exprese verbalmente con una persona capaz de ayudarme a reflexionar y a tomar decisiones acertadas con respecto a esa situación o persona que me provoca una emoción tan fuerte, antes que enfrentarme con quien ha causado mi furia y desencadenar un problema mayor de consecuencias nefastas para mí o para los demás. El momento adecuado para expresar las emociones o sentimientos es siempre cuando la otra persona puede atenderme. Aprender a postergar la gratificación es una de las consecuencias lógicas que tendrá el enseñar a los niños a esperar el momento apropiado para la expresión inteligente de sus emociones. No podemos enseñarles a expresar libremente y sin pudor lo más íntimo y profundo de su ser, como son las emociones y los sentimientos, sino a buscar el lugar y el momento propicios para manifestarlos en un ambiente de respeto y atención a ellos. La forma apropiada para expresar las emociones y los sentimientos a la persona correcta, y en el lugar y el momento adecuados, es utilizar las palabras precisas, cuidando que esas palabras sean consecuentes con la postura corporal y el tono de voz. Si grito, echo el cuerpo hacia adelante, agito los brazos y al mismo tiempo quiero expresar mi enojo o mi frustración para que se resuelva la situación que lo ha provocado, seguramente provocaré miedo o rechazo en lugar de comprensión precisa para las razones o situaciones que me llevaron a sentir eso. Un tono de voz bajo, una postura corporal relajada y las palabras precisas para designar las emociones es la forma apropiada de expresarlas inteligentemente. RECONOCER LAS REACCIONES DEL CUERPO ANTE LAS EMOCIONES Las emociones y los sentimientos producen una reacción en el cuerpo. Estar consciente de ello ayuda mucho a reconocer las emociones propias y las de los demás. Por ejemplo: aumenta el flujo sanguíneo, el ritmo cardiaco y el flujo de las hormonas en nuestro cuerpo. Cuando sentimos miedo la sangre se retira del rostro y fluye con rapidez hacia las piernas; las hormonas fluyen junto con la sangre y eso nos pone en alerta: nuestro cuerpo se prepara para huir ante el aviso de esa emoción básica. Cuando sentimos felicidad aumenta la actividad en el centro cerebral que inhibe sentimientos negativos y aumenta el caudal de energía disponible. El amor activa el sistema nervioso parasimpático y da calma y satisfacción. Si algo nos sorprende, arqueamos las cejas y este movimiento involuntario aumenta el campo visual para que entre más luz a la retina y así poder ubicar si lo que nos sorpredió es algo agradable o si, por el contrario, tenemos que huir o gritar. Todos sabemos que la tristeza reduce la energía y hace perder el interés en las cosas placenteras. Las personas tristes que viven un duelo no tienen la energía para disfrutar un chocolate, una buena comida o una película divertida. Dentro del aula, los docentes podemos pedir a los niños que actúen a través de la mímica los cambios corporales provocados por estas emociones. EVALUAR LA INTENSIDAD DE LAS EMOCIONES Esta habilidad de la inteligencia emocional es muy importante para tener un mayor conocimiento de los sentimientos propios y ajenos y para comunicarnos de mejor manera con los que nos rodean. No es lo mismo estar solo que solito. Esta frase es de todos conocida y comprendida. Sabemos que no se refiere al tamaño de la persona que experimenta un sentimiento de soledad. Estar solo es sentirse bien en la soledad momentánea o permanente. Estar solito es sufrir el abandono momentáneo o definitivo de las personas que amamos y que nos hacen compañía. Nuestro cuerpo siempre tiene una temperatura. Depende del clima, de la digestión, de las calorías y de otros muchos factores físicos. No estamos conscientes todo el tiempo de la temperatura del cuerpo porque no es necesario. Cuando alguien dice que su hijo tuvo temperatura la noche anterior, todos comprendemos que lo que quiso decir es que tenía la temperatura alta. Igualmente peligroso para el cuerpo es tener la temperatura muy baja o muy alta. La calentura o temperatura alta es el signode alguna enfermedad, es la alerta del cuerpo para buscar la bacteria, el virus o la infección que la causa y combatirla. De la misma manera, nuestras emociones siempre están presentes en la vida, a cada instante, aunque no tengamos conciencia de ellas. No podemos estar permanentemente conscientes de nuestras emociones porque nos volveríamos locos. Sin embargo, así como tomamos conciencia de la temperatura de nuestro cuerpo en cualquier momento podemos hacer un alto en el camino y preguntarnos: ¿cómo me siento ahora?, ¿qué estoy sintiendo? Cuando sentimos que una emoción o un sentimiento nos altera de manera positiva o negativa, es cuando su “temperatura” resulta significativa. Estoy tranquilo y no soy consciente de ello hasta que alguien o yo mismo me pregunto cómo me siento. Sin embargo, si mi tranquilidad se ve alterada por algo que me irrita, o por el contrario, por algo que me agrada, entonces comienza a subir la temperatura emocional. Las emociones y los sentimientos tienen diversas intensidades y no es lo mismo sentir irritación que furia, o agrado que apasionamiento. Aprender a reconocer la intensidad de las emociones nos ayudará, además de a analizar los sentimientos, a comunicarnos más profundamente por un lado, y por el otro, a resolver los posibles problemas cuando la intensidad de la emoción es más baja. Por ejemplo, la escala de una emoción como la ira puede manifestarse de la siguiente manera: Irritación Molestia Enojo Ira Furia Violencia Es mucho más conveniente resolver la situación que me produce irritación a tratar de controlar mi furia o mi violencia. Si no resuelvo el enojo, que ya tiene una intensidad mayor, la siguiente ocasión en que vuelva a vivir lo mismo seguramente pasaré al nivel de la ira, la furia o la violencia, que están ya fuera de mi control. Es más fácil ser asertivo cuando la intensidad de las emociones es menor, es decir, tiene la “temperatura” más baja. Si quiero comunicar de manera asertiva mis sentimientos a otra persona, no le diré que me pone furiosa esa actitud suya, cuando únicamente me irrita. ¿Es lo mismo sentir estimación que cariño, amor que pasión? No. Tampoco tiene la misma intensidad el temor que el espanto, el miedo, el susto o el sobresalto. No es igual sentir alegría que dicha, diversión que júbilo o euforia, excitación, felicidad. Por eso importa de educar a los niños en la habilidad de reconocer y evaluar la intensidad de las emociones propias y ajenas. LEER LAS EMOCIONES Y LOS SENTIMIENTOS DE LOS DEMÁS Si hay expertos en reconocer las emociones y los sentimientos de los demás, ésos son los niños. Entre más pequeños son, más sensibilidad tienen para —aun sin palabras— sentir lo que otros sienten. Mientras más crecemos y nos hacemos adultos, perdemos paulatinamente esa empatía propia de los bebés; esto ocurre porque no hemos sido educados con inteligencia emocional. La empatía es la capacidad de percibir lo que el otro siente o, en otras palabras, la capacidad de ponernos en los zapatos de otra persona para desde su perspectiva conocer cómo se siente, qué emociones experimenta. La mejor herramienta para enseñar a los niños esta habilidad de la inteligencia emocional es, sin duda, la literatura. La capacidad de los niños para captar lo que sienten los personajes a lo largo de un cuento es, en muchas ocasiones, asombrosa; sólo basta con que los adultos preguntemos, ¿qué crees que está sintiendo Caperucita, el lobo, la bruja o el príncipe? Lo mismo sucede cuando ven una película, y no tienen dificultad para descubrir en un rostro o en la postura corporal de un niño o un adulto las emociones que muchas veces creemos que les ocultamos. CONOCER LA DIFERENCIA ENTRE SENTIR Y ACTUAR Un aspecto que me parece importante subrayar, tanto a los educadores como a los educandos que se aventuran en el mundo emocional, es que las emociones no tienen un valor ético o moral. Lo que es ético o no ético es lo que actuamos, no lo que sentimos. Todos los seres humanos experimentamos alguna vez en nuestra vida la gama infinita de sentimientos y emociones propios de nuestra naturaleza. No es verdad que alguna persona nunca haya sentido resentimiento o júbilo, a no ser que padezca un daño neurológico que le impida generar emociones. El hecho de sentir enojo no necesariamente lleva a actuarlo, así como sentir amor por alguien no significa tener que actuar amorosamente. La deducción de las habilidades básicas de la inteligencia emocional, como es designar con precisión lo que se siente, saber expresar en forma asertiva las emociones o evaluar la intensidad de ellas es la clave para que una persona sea inteligente emocionalmente y no se deje llevar por lo que siente, como un barco a la deriva. Reprimir las emociones tampoco ayuda a vivir con felicidad y armonía. Negar los sentimientos, rechazar internamente o frente a otros las emociones que sentimos puede derivar en personalidades neuróticas o por lo menos dificultar las relaciones interpersonales. Un primer paso es eliminar en los niños los sentimientos de culpa que les puede causar el estar conscientes de haber sentido emociones agresivas en un sueño, en una fantasía o en un momento determinado de su vida consciente. No es lo mismo sentir que actuar. No lo olviden. No hay emociones malas y buenas; todas son reales. Otro asunto es qué hacemos con ellas, pero en sí mismas no podemos darles un valor ético o moral. Una persona no es mala porque sienta rencor o deseos de venganza; lo que hace daño a los demás y a uno mismo es dejarse llevar por esos deseos. CONOCER EL DISPARADOR DE LAS EMOCIONES Así como un gatillo pone en movimiento el mecanismo de un arma para disparar la bala, hay situaciones de la vida, modos de ser de algunas personas, estados de ánimo u otras circunstancias que disparan emociones de manera no consciente y que muchas veces no podemos controlar por la velocidad e intensidad con las que aparecen. Cuando ya somos capaces de reconocer lo que sentimos, hemos aprendido a expresarnos emocionalmente de manera asertiva y podemos evaluar la intensidad o el termómetro de nuestros sentimientos y emociones, reconocer qué situaciones o actitudes y modos de ser disparan la ira, la pasión, la alegría, los celos, la vergüenza, el hastío o la impaciencia; es una habilidad básica para pensar con las emociones y sentir con la inteligencia. Las situaciones que disparan cierta emoción en una persona son totalmente subjetivas, pues lo que provoca esa emoción depende de la historia personal, de los valores y creencias, y también del carácter o el temperamento. Cuando descubrí que la prisa era un disparador de la impaciencia comencé a ser consciente de ello y ahora, cada vez que voy a llegar tarde a una cita de trabajo, a una función de cine o a cualquier otro lugar me detengo un momento a decirme a mí misma: “calma, tienes prisa pero no ganas nada con ser impaciente o agredir a otras personas que no tienen culpa ni responsabilidad alguna de tu apresuramiento”. Al conocer algunos disparadores de mis emociones he aprendido a ser más inteligente emocionalmente. Ayudar a los alumnos a descubrir sus disparadores y las actitudes, conductas o gestos propios que disparan emociones en las personas de su familia y amigos, será una importante herramienta con la que contarán para ser inteligentes emocionalmente y mejorar sus relaciones familiares, escolares y sociales. EMOCIONES Y SENTIMIENTOS El diccionario de María Moliner dice que la palabra emoción viene del latín emovere y es una alteración afectiva intensa que acompaña o sigue inmediatamente a la experiencia de un suceso feliz o desgraciado o que significa un cambio profundo en la vida sentimental. Esto quiere decir que cuando hablamos de emociones hacemos referencia a un movimiento, a un cambio en la situación que estamos viviendo, a algo que nos afecta. La diferencia entre una emoción y un sentimiento es que la primera implica un cambio inmediato y el segundo es algo más permanente y se puede convertir en un estado de ánimo. Las emocionesnos predisponen a la acción. Un ejemplo de ello es que el miedo nos incita a huir del objeto o del sujeto que lo provoca. En cambio, cuando sentimos amor tenemos la inclinación natural de acercarnos a la persona amada. Cuando lo que sentimos es asco, nuestro cuerpo reacciona para deshacernos de esa sensación, e incluso se llega al vómito. La vergüenza es una emoción que nos mueve a ocultarnos, y la furia prepara el cuerpo para atacar al que la ha provocado y todos hemos sentido la tristeza que nos obliga a aislarnos de los demás para padecerla en la soledad o llorar sin compañía. En El laberinto sentimental, José Antonio Marina dice: Hay cuatro ingredientes fundamentales que intervienen en cada respuesta afectiva: la situación real, los deseos, las creencias y expectativas, la idea que el sujeto tiene de sí mismo y de sus capacidades. Entonces, se puede decir que los sentimientos y las emociones provienen de situaciones reales y objetivas: si camino tranquilamente por la calle y de pronto soy amenazado por una persona que lleva un arma en la mano, primero experimentaré sorpresa y luego miedo cuando sea consciente de la amenaza, emoción que proviene del cambio repentino en la situación real que estoy viviendo. Las emociones y los sentimientos también provienen de nuestros deseos, creencias o expectativas. Las creencias son esos hábitos mentales que tenemos arraigados en la memoria porque nos educaron con ellos. Los miedos casi siempre se aprenden desde la infancia. Dentro de los talleres de inteligencia emocional que llevé a cabo con niños de 6 a 14 años fui descubriendo con ellos cuáles eran sus mayores miedos, los más arraigados, y las coincidencias eran enormes: todos tienen miedo de perder a sus padres porque se sienten vulnerables y saben que su vida depende de ellos. En segundo lugar aparecieron el temor a ser lastimado o agredido por animales, casi siempre insectos o reptiles, y un temor muy infantil a que haya alguien debajo de la cama. Niños con una educación religiosa tradicional expresan miedo al infierno, al demonio o a castigos sobrenaturales; en cambio, otros que carecen de esta información no entienden estos temores de sus compañeros. La vergüenza es una emoción que nos lleva a ocultarnos cuando creemos que lo que hicimos es malo, de acuerdo con las normas sociales que aprendimos de nuestros mayores. Éstas son emociones que casi siempre provienen de las creencias. Los pensamientos y el habla interna provocan emociones y sentimietos que desaparecen cuando hay un cambio en ellos; si se modifica el pensamiento, hay una emoción distinta. De hecho, los sentimientos pueden cambiar con gran rapidez a lo largo de una conversación: puedo comenzar sintiendo incertidumbre que se transforma en calma al escuchar las explicaciones del otro, y esa calma puede convertirse en sorpresa, enojo o nostalgia de acuerdo a cómo se desarrolle la conversación. LAS EMOCIONES NOS TRANSFORMAN Las emociones nos transforman; ésa es su función. En el nivel biológico, el miedo nos impulsa a apartarnos del peligro y la pasión amorosa a acercarnos a otra persona para establecer lazos afectivos; todo ello es necesario para la supervivencia de la especie. Las emociones son producto tanto de nuestros pensamientos y nuestras creencias como de los acontecimientos y experiencias que vivimos. Si en mis pensamientos me digo: “No puedes, eso es imposible para tus capacidades”, la emoción que se produce es la del miedo paralizante. Si las creencias en las que me formaron mis mayores me dicen que los sacerdotes son buenos y confiables, la emoción que surgirá en mí al estar en contacto con alguno de ellos será la de la confianza ciega. Si mi experiencia de vida me dice que los maestros son crueles, al relacionarme con los profesores me sentiré alertado, desasosegado, inquieto o miedoso. Si a pesar de ello en otro momento vivo una experiencia diversa, en la que el maestro es un ser afectivo, comprensivo y amable, cuando me relacione con otro profesor lo haré con confianza, alegría y tranquilidad. La psicoterapia que tiene como objetivo el reaprendizaje emocional es un ejemplo de cómo pueden modificarse las reacciones emocionales. ¹ Howard Gardner, Intelligence Reframed: Multiple Intelligences for the 21st Century, Boston, Basic Books, 2002. ² José Antonio Marina, El laberinto sentimental, Barcelona, Anagrama, 1996. Las artes y la inteligencia emocional Únicamente a través del arte podemos salir de nosotros mismos, saber lo que ve el otro de este universo que no es el mismo que el nuestro y cuyos paisajes nos serían tan desconocidos como los que puede haber en la Luna. Gracias al arte, en lugar de ver un solo mundo, el nuestro, vemos cómo se multiplica y tenemos tantos mundos a nuestra disposición como artistas originales hay, más diferentes los unos de los otros que los planetas que circulan por el infinito. MARCEL PROUST Maxine Green, maestra emérita del Teachers College de la Universidad de Colombia, al hablar de la importancia del arte en la educación de la inteligencia emocional, expresaba en una plática informal: ¿Acaso existe una experiencia emocional más intensa que ver y disfrutar la expresión artística de una danza interpretada por R. Nureyev? En ese momento todos nuestros sentidos están enfocados hacia el cuerpo que se mueve para expresar los sentimientos y las emociones más fuertes, sin que medie ninguna palabra, y sin embargo participamos de ellos y nos involucra, llegando a sentir las mismas emociones que el artista está comunicando a través del movimiento y de la música que nos envuelve. Dice Goleman: “El viejo paradigma idealizaba a la razón liberada del impulso de la emoción. El nuevo paradigma nos exhorta a crear una armonía entre el corazón y la cabeza”.³ Y son los artistas los que siempre han sabido la importancia de esto. La creatividad del arte combina la disciplina y el dominio del cerebro izquierdo con la pasión y la intuición del derecho; las artes son los cien lenguajes que los seres humanos hemos encontrado desde el origen de la humanidad para expresar tanto ideas y pensamientos, como emociones, sentimientos, deseos, sueños y fantasías. EL ARTE ES UN LENGUAJE EMOCIONAL Los símbolos, las metáforas, la música y los rituales religiosos y civiles hablan directamente a la mente emocional. En consecuencia los grandes maestros religiosos, como Buda y Jesús, enseñaran a sus discípulos a través de metáforas y parábolas. Mientras que la mente racional establece conexiones lógicas entre causa y efecto, la mente emocional funciona de manera inversa ya que sólo es capaz de relacionar cosas que comparten rasgos similares. De ahí que los diversos lenguajes que los artistas encuentran para expresarse trabajen por medio de la mente emocional. Por eso la educación artística es un vehículo para fomentar la autoexpresión, la imaginación, la creatividad y el conocimiento de la propia vida afectiva. En consecuencia, la mejor herramienta que los educadores tenemos para educar y desarrollar las habilidades de la inteligencia emocional es poner al alcance de los niños y jóvenes tanto las expresiones de los grandes maestros de todas las artes, como la posibilidad de expresarse y reconocer sus emociones y sentimientos a través de ellas. ALGUNAS ACTIVIDADES QUE UNEN EL ARTE A LAS HABILIDADES EMOCIONALES El maestro puede poner al alcance de los niños la obra de los grandes maestros de la historia del arte universal para hacer actividades sencillas que ayuden a desarrollar las habilidades de la inteligencia emocional. Como ejemplo les sugerimos: Identificar emociones: nombrar la emoción o el sentimiento que expresa una persona pintada o esculpida en una obra de arte de los grandes maestros. Expresar emociones: practicar un juego de representación corporal de las emociones y los sentimientos. Llevar a cabo la representación teatral de un texto que exprese emociones y sentimientos. Pedir a los niños que dibujen lo que les produce más miedo (o la expresión de cualquier otra emocióno sentimiento que hayan experimentado). Provocar en el cuerpo reacciones ante las emociones: mostrar obras de arte de grandes maestros y que ellos digan, de acuerdo con la postura corporal, el color de la piel, la expresión de la mirada, etc., qué emoción o sentimiento expresa el personaje elegido. Conocer la intensidad de las emociones: mostrar tres o cuatro obras de arte que representen las distintas intensidades de las emociones y pedir a los niños que las organicen o jerarquicen de menor a mayor. Ejemplo: molestia, irritación, enojo, furia, violencia, ira, etcétera. Leer las emociones de los demás: buscar la palabra que designe en forma precisa la emoción o el sentimiento que expresan los bailarines de una danza moderna o clásica. Conversar con nosotros mismos: escribir un poema que exprese las sensaciones y los sentimientos que se experimentan en un momento determinado. Escribir un diario en el que se expongan los sentimientos más íntimos. Aprender la comunicación no verbal y el lenguaje corporal: representar emociones y sentimientos con un lenguaje corporal. Realizar un juego de mímica para no usar el lenguaje verbal en la expresión de sentimientos y emociones. LA MÚSICA ES UN LENGUAJE EMOCIONAL Entre todas las artes, quizá la música sea la que más expresa sentimientos y la que nos permite conectarnos con el compositor o el intérprete de manera casi puramente emocional. Todas las emociones y sentimientos de los seres humanos están representados por los sonidos musicales, a través de los cuales hombres y mujeres de todo tiempo y lugar han expresado y compartido con los demás lo más íntimo de su ser. Hasta un niño muy pequeño se emociona al escuchar los diversos ritmos y sonidos de la música. La música está ligada a la memoria emocional. Escuchar cierta canción nos puede remontar a situaciones emocionales pasadas. Con sólo escuchar los primeros acordes de una pieza musical regresan a la memoria emocional tanto el dolor como la furia, la decepción, la tristeza o la alegría experimentadas en otros momentos de nuestra vida. Con la experiencia musical deberíamos ser más capaces de detectar y responder a las emociones. En sus más recientes libros, Eric Jensen reporta estudios que demuestran que la exposición a la música desde la más temprana edad ayuda de manera notable a que los niños identifiquen y manejen sus estados emocionales. Al respecto dice Jensen en Music With the Brain in Mind, que un grupo de niños expuestos a la música durante un año escolar tuvieron la capacidad de identificar sus emociones con más precisión que quienes no vivieron la experiencia musical. La música puede ayudarnos a crear, identificar y utilizar los estados emocionales para regular nuestras vidas. Hacer música nos fuerza a crear, reflejar, desnudar el alma, ponderar, reaccionar y formular como nunca antes lo habíamos hecho. Es un lenguaje de expresión poderoso, ya sea que la escuchemos o la interpretemos. En resumen, hacer música intensifica los sistemas que nos permiten percibir y responder apropiadamente a un mundo rico en emociones y con estructuras sociales complejas. EL TEATRO Y LA INTELIGENCIA EMOCIONAL El teatro y la expresión corporal son herramientas a disposición de cualquier maestro para ayudar a los niños a expresar sus emociones e identificar las emociones y sentimientos de los demás. Representar a un personaje en una actividad teatral les permite expresar sus miedos, deseos, frustraciones, dolores o agresiones sin sentirse incómodos o avergonzados, como les sucede cuando se les pide expresarse emocionalmente con palabras. A todos los niños les gusta ser partícipes de las representaciones teatrales, usar disfraces y máscaras, y representar a las personas que nunca podrán ser en la vida real. Actuar es parte de su aprendizaje a través del juego. Y no estoy hablando necesariamente de una obra de teatro formal, con luces, público, butacas y telones; me refiero a juegos de representación que se improvisan dentro del aula o en el patio del colegio, organizados por el maestro de grupo, en los que los niños ponen en escena un cuento conocido, una experiencia o diálogos improvisados para expresarse a través del lenguaje teatral. Inténtelo con sus alumnos y verá cómo esas representaciones ayudan a reducir el estrés y a tener descargas emocionales sin grandes riesgos; los niños aprenderán a trabajar en equipo y a relacionarse de otra manera con todos sus compañeros sin importar su género, en un ámbito que no es amenazante para ellos porque lo viven como un juego. En definitiva, el arte dramático es un gran auxiliar para el desarrollo de la inteligencia emocional. ALGUNAS ACTIVIDADES DE TEATRO Y DANZA PARA ESTIMULAR LA EXPRESIÓN DE SENTIMIENTOS •Expresión corporal de diversos estados de ánimo, sentimientos y emociones. •Expresión de las actitudes corporales de distintos animales y de algunas situaciones, para expresar emociones básicas como la alerta, alarma, el miedo o la atracción. •Expresión de situaciones y emociones a través de la mímica. •Representación de situaciones de la vida diaria a través del role playing (juego simbólico en que se representan diversos personajes de forma improvisada), con un pequeño guión que se entrega a los participantes y que ellos actúan mediante la improvisación. •Representación de historias o cuentos conocidos por los niños. Se distribuyen los papeles y se entregan máscaras o algún vestuario que sea fácil de identificar para el público. •Participación de un grupo de niños en un proyecto teatral: se entrega una síntesis de la trama de una obra de teatro de Shakespeare, Pirandello, Cervantes o cualquier dramaturgo universalmente conocido y los niños la representan con sus propias palabras. Ellos mismos pueden hacer la escenografía y el vestuario. •Representación teatral (ya sea con actores o guiñol, marionetas, etc.) de un hecho histórico conocido por los niños. •Participación en la puesta en escena de una obra teatral con muñecos, guiñol, marionetas, etcétera. •Empleo de elementos de la danza como son el cuerpo en movimiento armónico, el espacio, la fuerza y el tiempo, para que los niños puedan contar una historia, interpretar una obra literaria o narrar una sensación con su cuerpo, de manera que comprendan la relación entre el lenguaje hablado, el de un texto y el movimiento. •Puesta en escena de una coreografía con cualquier tipo de música como por ejemplo: clásica, jazz, rock o salsa. • Improvisación de una danza por parte de los niños, con música de cualquier estilo o época. Es preferible combinar piezas musicales lentas, rápidas, melodiosas o de gran ritmo, para que ellos realicen todos los movimientos corporales que la música les sugiere. • Improvisación de una danza con el ritmo de los aplausos, el zapateo o el sonido de un tambor para que después hablen de las emociones que experimentaron al bailar. •Reproducción del patrón de movimiento presentado a un grupo. Pedir a los niños que caminen como un antiguo egipcio, como un hermano pequeño, como su papá; y que se muevan como un gigante o una hormiga, a fin de que experimenten el peso, la gravedad, la suavidad o la lentitud a través del movimiento, para percibir cómo se sienten esas personas o animales. ³ Daniel Goleman, Inteligencia emocional, Barcelona, Kairós, 1996. La literatura y la inteligencia emocional La literatura es el arte que emplea como medio de expresión la palabra, principalmente la palabra escrita, pero también la palabra hablada. El arte de las palabras surge de las narraciones orales que las más antiguas comunidades humanas usaban para transmitir a sus miembros los mitos, creencias, tradiciones, leyendas o hazañas, de modo que se mantuviera la unión como tribu o familia a través del sentido de pertenencia. Por medio de un proceso que va desde el uso de símbolos gráficos hasta la letra impresa y la electrónica, el hombre ha tenido necesidad de expresar ideas, sueños, sentimientos, creencias, deseos, miedos y utopías para darlos a conocer a los demás y por lo tanto ha hechode esto un arte. Este arte ha sido dividido por los expertos en: narrativa, poesía y dramaturgia. Narrativa La narrativa es el arte de contar o relatar un suceso real o imaginario a través de diversas formas como novela, cuento, leyenda, mito, fábula, crónica y biografía. También es posible narrar una historia o suceso a través de dibujos y palabras, como se realizan en la historieta y el cómic. Poesía María Moliner define la poesía como género literario exquisito; por la materia, que es el aspecto bello y emotivo de las cosas; por la forma de expresión, basada en imágenes extraídas de sutiles relaciones descubiertas por la imaginación, y por el lenguaje, a la vez sugestivo y musical, generalmente sometido a la disciplina del verso.⁴ También dice que la poesía es la “cualidad de las cosas y de la misma poesía por la que produce una emoción a la vez estética y afectiva”. La poesía es, pues, el arte de expresar los sentimientos con palabras, en verso, usando para ello imágenes o metáforas. Si la metáfora es la esencia misma de la poesía, debemos entender entonces que es la figura literaria que consiste en usar las palabras con un sentido distinto del que tienen propiamente, pero guardando con el significado original una relación descubierta por la imaginación; por ejemplo: “estoy muerto”, en lugar de “destrozado” o “cansado”; o la “primavera de la vida”, en lugar de “los primeros años de la vida”. La poesía es el lenguaje emocional por excelencia. El poeta encuentra en las metáforas y las palabras un camino para expresar de manera bella sus sentimientos y emociones más profundos. Dramaturgia La dramaturgia o creación dramática es el arte de escribir obras para representarse en el teatro. Al igual que la narrativa, en la dramaturgia se pueden contar historias reales o imaginarias y con cualquier tema. Existen diversos tipos de teatro: el representado por actores, el guiñol, las marionetas, la mímica y el circo. La palabra teatro, dice Luis de Tavira, significa mirador; proviene del latín y hace referencia a contemplar, a ver. Por lo tanto, las obras dramáticas están escritas para representarse en un escenario y frente a un público. Dentro de las actividades literarias, los niños pueden escribir sus propias obras teatrales para después llevarlas a escena, ya sea a través del trabajo actoral o con marionetas y guiñol. ¿CÓMO INVITAR A LOS NIÑOS A EXPRESARSE A TRAVÉS DE LA LITERATURA? La experiencia nos dice que los niños gustan de narrar sus propias historias cuando les ofrecemos la metodología adecuada y un ambiente propicio para hacerlo. Cuando un niño se encuentra inmerso en un proceso creativo o expresa emociones y sentimientos que son tan íntimos e importantes para él o ella, debemos evitarle las preocupaciones habituales que tiene cuando escribe, esto es, superar las dificultades ortográficas o los trazos de la letra, porque cuando está atento a ello inhibe su capacidad de narrar o expresar sus sentimientos y emociones. Debemos invitarlo a escribir su poema o su relato sin importar lo demás. Dentro de la narrativa, el niño puede crear relatos reales o ficticios. Si se trata de escribir un relato real, puede hacer la crónica de algún suceso que haya experimentado: un viaje, una experiencia familiar —por ejemplo una fiesta, o una muerte en la familia— anécdotas graciosas o curiosas, la visita a un museo, un acontecimiento escolar y otras. Dentro de los relatos imaginativos, fantásticos o que corresponden a la ficción, lo podemos invitar a narrar cuentos o relatos cortos en donde el entorno sea imaginario y los personajes reales, o donde los personajes y el entorno correspondan al mundo de la fantasía. Gianni Rodari, el maestro italiano creador de tantas historias para estimular la creatividad e imaginación de los pequeños, creó métodos probados, como “el binomio fantástico”, que despiertan la capacidad narrativa e imaginaria de los niños y que son herramientas indispensables para que el docente ponga en manos de sus alumnos la infinita posibilidad de expresarse a través del lenguaje literario y encontrar en ello una forma lúdica de conocer sus emociones, sentimientos propios y de expresarlos con libertad. LA LITERATURA INFANTIL Y LAS EMOCIONES La mejor herramienta que los educadores tenemos para educar las habilidades de la inteligencia emocional de los niños es la literatura infantil. Las imágenes y las palabras que un niño ve, escucha o lee en un cuento o novela le hablan de sus propios sentimientos y de las emociones y sentimientos de otras personas. Mi experiencia en los talleres de inteligencia emocional y a través de los muchos años de docencia me ha permitido constatar el placer que sienten los niños al escuchar la lectura apasionada de un cuento infantil, desde los tradicionales y clásicos de los hermanos Grimm y Perrault, Las mil y una noches, Pinocho, Alicia en el País de las Maravillas, Alicia a través del espejo y Peter Pan, hasta los de autores contemporáneos mexicanos o de otros lugares del mundo, como Francisco Hinojosa, Maurice Sendak, Anthony Browne o Monique Zepeda, por mencionar sólo algunos de los que más gustan a los niños. La inigualable capacidad empática que tienen los pequeños para participar en una narración ficticia que les permite sentir lo que sienten los personajes, la capacidad de asombro que es propia de todos los niños y el gusto infantil por la narración, les dan la oportunidad de vivir en carne propia las aventuras, desventuras, los sufrimientos, gozos o temores de los personajes de esas historias que los encantan. La lectura privada y silenciosa de un obra literaria es un recorrido personal, íntimo y único por las emociones y sentimientos que son expresados por el autor del cuento o la novela a través de los hechos, reflexiones y situaciones que viven los personajes. Bruno Bettelheim en su libro Psicoanálisis de los cuentos de hadas, hace ya varias décadas abrió los ojos a los educadores acerca de la importancia fundamental que tiene para la maduración emocional de los niños la identificación con los personajes de los cuentos clásicos, ya que en estas historias están contenidas todas las emociones y sentimientos que experimenta un pequeño y que constituyen un auxiliar indispensable para la comprensión y la resolución de sus conflictos internos. Al identificarse con los distintos personajes de los cuentos, los niños comienzan a experimentar por ellos mismos sentimientos de justicia, fidelidad, amor, valentía, no como lecciones impuestas sino como un descubrimiento propio, ya que los cuentos de hadas son una fuente de placer estético y de apoyo emocional para la niñez. Una buena obra literaria mantiene la atención de los niños, los divierte y alimenta su curiosidad. La lectura personal o la lectura en voz alta de un adulto ayuda al niño a clarificar sus propias emociones, le revela las dificultades que tienen que vivir los personajes y él mismo para conseguir las metas de crecimiento y armonía en su vida, al mismo tiempo que le sugiere soluciones a los problemas que le inquietan porque cualquiera de estos autores de obras literarias infantiles se toman en serio los conflictos y los recorridos emocionales que viven los niños. En las actividades sugeridas en este libro para trabajar en el aula, se han seleccionado algunos ejemplos de cómo utilizar las obras mencionadas antes para educar las habilidades de la inteligencia emocional, pero se trata sólo de eso: ejemplos elegidos por la autora. Tocará a los maestros y educadores hacer llegar a sus alumnos una diversidad de obras de literatura infantil para su lectura personal o colectiva dentro del aula, de manera que estas actividades sirvan para educar algunas de las habilidades de la inteligencia emocional. LA LITERATURA COMO HERRAMIENTA PARA EDUCAR LA INTELIGENCIA EMOCIONAL La teoría acerca de la inteligencia emocional es algo nuevo, pero, al mismo tiempo, el conocimiento de las emociones y los sentimientos es tan antiguo como lo es la literatura. Cuando una persona tomala decisión de escribir tiene una doble intención: por una parte siente una necesidad interior, irrefrenable, de decirse lo que ya no puede guardar en su interior; es el deseo de explicarse a sí misma a través de la poesía, el teatro o la narración de una historia. Por otra parte, sin embargo, la escritura no alcanza su verdadero significado si no es leída por otros. Indudablemente los escritores experimentan la necesidad de compartir con millones de seres humanos que nunca conocerán, contemporáneos suyos o de años o siglos futuros, su experiencia, sus fantasías y sus sentimientos. Cuando en el silencio de mi alcoba tomo un libro en las manos y mis ojos comienzan a recorrer esos extraños y a la vez familiares signos que llamamos letras, registrando en mi cerebro cada palabra, cada frase o cada párrafo que leo, pongo a funcionar mis dos inteligencias. La inteligencia racional comprende lo que el escritor está diciendo, además de que las emociones y los sentimientos afloran de inmediato. Muchas veces no registro esos sentimientos y otras tantas me sacuden, me zarandean, me sacan de la realidad objetiva para internarme en el mundo emocional de los personajes que viven en el libro. La lectura bien hecha de un texto literario produce una reacción emocional, no importa si es de rechazo o de atracción. Cuando esa experiencia llega al plano de la conciencia, surge la pregunta: ¿Me están comunicando una experiencia tan parecida a la mía que no quiero volverla a vivir? ¿Es una experiencia tan lejana a mí que no comprendo, que no logra interesarme o que no quiero entender? ¿Encuentro respuestas a mi propia vida cuando experimento lo que viven los personajes del libro? ¿Es tan desconocida para mí esa vida que quiero saber qué se siente vivir eso y de esa manera? El vocabulario emocional se aprende y enriquece a través de la literatura, y como muestra basta un botón. En el primer capítulo de la novela Las Piadosas, de Federico Andahazi, se mencionan las siguientes emociones y sentimientos: abandono, aburrimiento, agradecimiento, angustia, arrojo, aversión, calor, celos, compasión, congoja, contrariedad, decisión, desagradecimiento, desconfianza, desdén, envidia, espanto, estimación, estremecimiento, exasperación, excitación, fascinación, fastidio, gratitud, incertidumbre, indecisión, indiferencia, ingratitud, inquietud, intriga, júbilo, nervios, preocupación, pudor, recelo, sobresalto, susto, temor y tormento. Gran parte de mi vida la he dedicado a enseñar a los niños a leer, en un proceso que abarca desde el aprendizaje inicial del alfabeto, de las sílabas y las palabras, hasta el acercamiento a los libros y a su disfrute. Esa larga experiencia me dice que no existe un lector auténtico que guarde la vivencia de un libro para sí mismo; todos sentimos la imperiosa necesidad de hablar de él con los demás. En el colegio he visto a niños de dos años actuar como los personajes de un cuento, y a los de nueve a dieciséis hablar con sus amigos sobre la trama de alguna novela leída. Y como lectora voraz siento que prestar libros o regalarlos, compartir la lectura, discutir sobre ella, contarle a alguien la historia que acabo de leer, es lo más amoroso que he hecho en mi vida. Por todo esto, he encontrado que la herramienta más eficaz y accesible para hablar de los sentimientos con mis alumnos han sido los libros. ⁴ María Moliner, Diccionario de uso del español, Madrid, Gredos, 1987. La literatura emocional en el aula El aprendizaje de las habilidades emocionales, al igual que las de tipo cognitivo, requiere de una continuidad a través de toda la vida escolar de un individuo. Desde su primer ingreso al colegio a los dos, tres o cuatro años se inicia este trabajo que requiere la repetición y el uso de una diversidad de métodos de aprendizaje para activar las diversas facetas de la inteligencia humana. La repetición y la práctica son vitales para la formación de conductas que a lo largo del tiempo se transforman en hábitos y después en actitudes permanentes. De ello se deduce la importancia que tiene el hecho de que los educadores de hoy puedan enlazar en su práctica docente cotidiana, actividades que desarrollen las habilidades de la inteligencia emocional, sin necesidad de usar tiempos especiales para esto. Así cada profesor sabrá hacer uso de las actividades y herramientas que les proporcionamos en este libro y adaptarlas a cada uno de sus alumnos, a cada uno de los grupos de escolares o a cada situación que se le presente. Para activar la inteligencia emocional, y como resultado de ello elevar las habilidades sociales de los niños y jóvenes, la escuela se tiene que abocar a esta tarea educativa, que toma en cuenta el nuevo paradigma de educar para pensar emocionalmente y sentir inteligentemente. Por ello, la primera responsabilidad recae en los adultos que nos dedicamos a educar niños. Cuando hay una verdadera colaboración entre la escuela y el hogar para la formación de los niños, los resultados son palpables. Dice Goleman que cuando las experiencias emocionales se repiten una y otra vez, el cerebro las transforma en reacciones naturales, en hábitos que permiten al individuo responder en los momentos difíciles de la vida y en situaciones de peligro, frustración o dolor. Por todo lo dicho antes, el maestro inteligente emocionalmente está alerta para aprovechar cualquier situación de la vida escolar —dentro y fuera del aula— así como cualquier libro, clase, asignatura o actividad lúdica para enriquecer el vocabulario emocional de los alumnos, para crear un ambiente que propicie la expresión de sentimientos, para aprender a reconocer los disparadores de las emociones y para enseñar a los niños a reconocer los sentimientos de los demás. ALGUNOS EJERCICIOS Y ACTIVIDADES SUGERIDOS PARA EL AULA EL PODER DE LA PALABRA Para trabajar con los niños las habilidades de la inteligencia emocional, el maestro debe crear un clima propicio dentro del aula, es decir, que haya orden y sobre todo respeto hacia lo que cada quien expresa. Esto es fundamental, puesto que vamos a profundizar en lo más íntimo de una persona: sus sentimientos y emociones. Para ello, le proponemos un juego o ejercicio para entrenar a los alumnos en esa habilidad social, tan escasa e importante, que es: aprender a escuchar y a respetar la opinión de los demás. Este ejercicio se puede plantear como un juego con reglas que deben ser acatadas por todos aquellos que formen parte del grupo. Quien viole alguna regla queda fuera del juego en esa sesión, o durante el tiempo de exclusión que el maestro fije. De ninguna manera el maestro excluirá definitivamente a algún alumno o le pedirá que abandone el salón de clases cuando no participe en el juego grupal. El alumno que sea excluido porque no cumplió con alguna regla permanecerá en el mismo lugar, pero sin participar con los demás. El objetivo del ejercicio es convertirlo en una conducta permanente, tanto del maestro como de los alumnos, y tiene que ver con emociones y sentimientos. Se llama “El poder de la palabra” porque durante el juego debe adoptarse una actitud de respeto hacia quien esté hablando. De esta manera, los niños valorarán cada vez más los comentarios y las experiencias de sus compañeros. Método de trabajo: 1. El maestro elegirá un muñeco de peluche, tela o lo hará él mismo con un paño relleno de semillas o paja. También puede elaborarlo con la ayuda de los niños de su grupo. Elegir un león, por ejemplo, ayuda a que todos comprendan que quien tiene la palabra no puede ser interrumpido por otro porque en ese momento actúa como autoridad, y para la mayoría de los niños el símbolo de la autoridad en la selva es el león. 2. El maestro escribe en una cartulina, con letras grandes que todos puedan leer, las reglas del juego “El poder de la palabra”: a) Sólo puede hablar quien tenga el poder de la palabra. b) No puede ser interrumpido. c) Se trata de escuchar al que habla. Es conveniente que las reglas del juego permanezcan expuestas en un lugar visible de modo
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