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PROYECTO MURAL MARÍA LIONZA Documentación Ars Symbolica Revista de Investigación ISSN 1010-2914 versión impresa Revista de Investigación v.32 n.63 Caracas ene. 2008 Como citar este artículo →download el artículo en el formato PDF El origen y el culto a María Lionza como elementos para la educación ambiental y patrimonial en Venezuela Marlene Luigi marleneluigis@yahoo.es Jesús Aranguren carrerajr@gmail.com José Alí Moncada moncadarangel@yahoo.es Universidad Pedagógica Experimental Libertador - Instituto Pedagógico de Caracas. “María Lionza es un dios bucólico que vive apaciblemente en la espesura de los bosques, en las aguas remansadas, en grutas encantadas, entre rebaños de animales salvajes y rodeada de espíritus subordinados y obedientes” Francisco Tamayo (1943) RESUMEN Este artículo contiene una síntesis de distintas versiones del mito de María Lionza y su proceso de transformación y consolidación en culto dentro del sistema de creencias del saber popular del pueblo venezolano, el cual forma parte de la cultura e identidad del país. Asimismo, describe las características del culto y los valores ambientales que se le asocian. Estos elementos son importantes para los educadores ambientales y patrimoniales, ya que esto les permite diseñar programas educativos, tomando en cuenta las características del entorno y el sistema de valores que se encuentran inmersos dentro de la cosmogonía y la signifi cación simbólica de esta diosa aborigen, que es icono de la identidad del venezolano. Palabras clave: María Lionza; mito; educación ambiental; patrimonio. Maria Lionza´s origin and myth like subjects for the environmental and heritage education in Venezuela ABSTRACT This article contains a synthesis of different versions of the María Lionza´s myth and its transformation and consolidation process in cult inside the popular´s believes sistem of the venezuelan people, that is part of the national culture and identity. Likewise, it describes to the characteristics of the cult and the environmental values that are associated to it. These elements are important for the environmental and patrimonial educators, since this allows them to disear educative programs, taking into account the characteristics from the http://www2.scielo.org.ve/scielo.php?script=sci_pdf&pid=S1010-29142008000100003&lng=es&nrm=iso&tlng= mailto:marleneluigis@yahoo.es mailto:carrerajr@gmail.com mailto:moncadarangel@yahoo.es surroundings and the system from values that are within cosmogonia and symbolic meaning of this native goddess, that is icon of the identity of the Venezuelan people. Key words: María Lionza; myth; environmental education; heritage. INTRODUCCIÓN La cultura es un determinante práctico y concreto del desarrollo sustentable en todos los pueblos del mundo. La solución de la crisis ambiental planetaria debe estar arraigada en la especificidad cultural de cada región, con miras a que la gente participe y respalde los cambios requeridos (UNESCO, 1997). En el caso de América Latina, cada región presenta una amplia y compleja gama de diferencias culturales que se reflejan en una variedad de formas de concebir y relacionarse con la naturaleza (Reyes, 2000). La Educación Ambiental (EA), dirigida a promover el desarrollo sustentable desde sus diferentes ámbitos y corrientes, debe actuar tomando en cuenta esta diversidad, y asegurando su valoración y continuidad. Al respecto, Tréllez (2000) plantea que es necesario considerar todos los saberes y formas de conocimiento, incluyendo aquellos que por no entrar en los paradigmas científi cos y tecnológicos, han sido descartados o rechazados por la comunidad científica. Tal como ocurre con los mitos aborígenes, y en el caso venezolano, con el mito y el culto a María Lionza. El mito y el culto a María Lionza tiene su asentamiento inicial en las zonas montañosas del estado Yaracuy, específi camente, en el Cerro María Lionza y la Serranía de Sorte, los cuales forman parte del Monumento Natural Cerro María Lionza (Decreto 2338, 1993). El espacio asociado a esta deidad venerada en la zona, conforma un santuario natural caracterizado por una gran signifi cación mítica para los pobladores de las áreas cercanas, y posee una connotación sagrada para los cultores de María Lionza. Este hecho provee una serie de elementos a ser considerados en el diseño y desarrollo de propuestas educativas ambientales, que permitan contribuir con el cuidado y conservación de las diversas zonas que forman esta área protegida: Sorte, Aracal, Quibayo y el Oro, mejor conocido este último como el Loro. Asimismo, estos elementos le permiten al educador ambiental incentivar a los habitantes y los visitantes a participar en el desarrollo de las acciones educativas, conjugando una serie de valores, creencias y elementos culturales y patrimoniales que induzcan el respeto por el área donde se rinde culto a María Lionza y a los integrantes de sus diversas cortes (Barreto, 1998; Bracho, 2004; Figuera, 2004; Garmendia, 1980). En este artículo se analizan los elementos asociados al mito y al culto de María Lionza que permiten promover la valoración y conservación del ambiente, la promoción de la sustentabilidad de los recursos y su reivindicación como elemento patrimonial y de identidad nacional. Es posible que se escapen algunos puntos de vista, sin embargo se recogen los mas resaltantes. Asimismo, se quiere dar un aporte al campo de la ecología humana en Venezuela, específi camente en lo que se refi ere a la interacción ser humano – ambiente a través de la religiosidad popular. Este trabajo forma parte de la Línea de Investigación “Turismo Sustentable y Educación Ambiental en Áreas Naturales y Culturales de Venezuela” desarrollada por el Laboratorio de Ecología Humana del Centro de Investigaciones en Ciencias Naturales “M. A. González Sponga”, Instituto Pedagógico de Caracas, Universidad Pedagógica Experimental Libertador. MÉTODO El trabajo se considera una investigación documental. La revisión consistió en la búsqueda bibliográfi ca, de artículos de prensa en hemerotecas, artículos de revistas, decretos y libros, entre otros, realizando un análisis de contenido de la información de las diferentes fuentes. Reminiscencias de ayer en el ser humano de hoy: historia del mito y la leyenda de María Lionza. Algunos estudiosos como Antolinez (1944) asumen como un hecho que el nombre de María Lionza se superpone al de una antigua deidad indígena (Yara, Igpupiara Caapora, Yuripari, Chía, Yubecaiguaya y Bauchué). No obstante, Manara (1995) señala que el nombre deriva de una dama española encomendera de Chivacoa, María Alonso, poseedora de muchas onzas de oro y que, al morir, fue bautizada como María de la Onza. Bajo esta misma denominación, otros sostienen que era una indígena llamada así porque acostumbraba a cabalgar sobre un jaguar u “onza”. Lo importante a resaltar aquí es que algunos de estos nombres: María Alonso, María de la Onza, Marialionza y María Lionza, son los que en la tradición oral y escrita van defi niendo los rasgos ambivalentes de la diosa, rasgos que responden a los intereses de los diferentes grupos sociales que participan de la creencia en las primeras décadas del siglo XX. Además, estos nombres aparecen designados en ciertos documentos de larga data, y actualmente otorgados a diferentes elevaciones montañosas de la cartografía de los actuales estados Yaracuy y Portuguesa (Antolínez, 1995; Barreto, 1998; Colina, 2002; Jiménez, 1971). Martín (1990a) plantea que no existe un relato unifi cado del mito de María Lionza. Los recopiladores de los años cuarenta y cincuenta, en la medida que recogían la tradición oral, narraron los relatos, dejando su huella en el fenómeno que describen. La primera versión escrita conocida aparece en el año 1939, cuando Gilberto Antolinez divulga en la revista Guarura algunos comentarios sobre la “diosa”,su ambiente y las entidades subalternas que le rodean. En 1945, en el diario El Universal, Antolinez, publicó un escrito titulado “La Hermosa Doncella de los Nívar”, en el artículo “Mitología Yaracuyana”, donde relataba como María Lionza se convierte en una divinidad. En 1985, la antropóloga Angelina Pollak dio a conocer otra versión del mito dada por Antolinez, la cual fue publicada por Santos Erminy en 1953. En esta última, la imagen de María Lionza se presenta como una diosa que protege la selva y persigue al cazador que mata inútilmente a los animales y al campesino que quema los bosques, así también la presenta como una reina buena, feroz, sublime y profana. La tradición de María Lionza ha sido expresión del proceso de cambios y transformaciones del vivir religioso del venezolano y de las tensiones sociales y políticas entre los diferentes grupos humanos. Por otro lado, en el culto y el mito se asimilan e integran, además del catolicismo, elementos de diversas fuentes religiosas, como, por ejemplo, creencias esotéricas (gnosticismo, cábala, ocultismo, magia negra), masonería y espiritismo (Barreto, 1987, 1998; Ramírez, 1990). A principios del siglo XX, la leyenda y la creencia de María Lionza tenía como centro de irradiación a San Felipe y a los pueblos vecinos a la montaña de Sorte. Tal es el caso de Chivacoa, que en la actualidad es el centro ceremonial más importante del culto en el territorio nacional. En la tradición oral de estos años, María Lionza, como toda fi gura mítica, muestra rasgos ambivalentes. Es una dama española (María Alonso) que fue la antigua propietaria de grandes extensiones de tierra en Yaracuy, y con quien se hacían pactos para obtener riquezas. A la vez, es una indígena (María de la Onza), hija de un cacique de las antiguas tribus de la región (caquetíos o jirajaras), que vivía como encanto en forma de serpiente en el fondo de las aguas, y que por las noches cabalgaba sobre un danto. Igualmente, presenta una segunda ambivalencia que se refi ere a su personalidad dual o de los dobles atributos que la creencia popular se le ha asignado. Es una entidad o diosa bondadosa, a la que se le venera y que es considerada por la gente como la protectora de la naturaleza, de los animales y las cosechas. A la vez, es una fuerza o espíritu con la que se establecen alianzas, que al no cumplirse acarrean castigos y desgracias. Otra expresión de ambivalencia se manifi esta en las oposiciones de clase o la doble utilización del culto. En las primeras décadas de este siglo, los terratenientes participan del mismo con el propósito de sustentar su poder y mantener sus posesiones; y los campesinos (en su mayoría indígenas, negros y mestizos) siguen tomando parte del culto para resistir y, en ocasiones, enfrentar el yugo que los mantiene atados a los caudillos locales. Esto no signifi ca necesariamente una oposición abierta entre campesinos y terratenientes o entre asalariados y patrones (Barreto, 1998; De Briceño, 1995). En este proceso de ambivalencia, la imagen de la deidad presenta un conjunto de atributos que pueden ser empleados por la EA para transferir valores hacia el ambiente y la mujer como una unidad, ya que entre éstos existe una asociación establecida por la fi gura de la madre, la mujer y lo femenino. En torno a ella giran dos signos que son determinantes para establecer una identidad: el lago o laguna y la anaconda o serpiente. Desde esta óptica, María Lionza está envuelta en el complejo mítico del agua, ya que son tres los líquidos primordiales en la naturaleza: el agua en reposo como elemento fundamental para mantener la vida en la tierra, el agua que fl uye y el vaivén de las aguas de mares, ríos y lagos, donde se desarrolla parte de la vida animal y vegetal (Bracho, 2004). En su imagen de mujer, aparece el misterio guardado en su cuerpo, con su creación humana en las aguas de su vientre, donde se baña el niño que nace y aparece el suero sanguíneo. En sus ojos verdes se encierra la bondad para el que cuida el entorno y no rompe el equilibrio natural, pero también el castigo para aquel que destruye la creación de la naturaleza. Desde el punto de vista cósmico, María Lionza representa el ciclo de la vida, ya que ella domina cada uno de los elementos que conforman al universo: la energía y la materia (ob. cit). Un aspecto importante que se puede apreciar en las primerasversiones del mito de María Lionza y que puede ser utilizado por los educadores ambientales para reforzar los valores de identidad, es la dimensión histórica, ya que en ellas se evidencian: a) la unidad religiosa que mantenían nuestros antepasados antes y después de la conquista, hasta hoy día; y b) la delimitación de los espacios sagrados. Barreto (1994) da a conocer a través de sus investigaciones que el mito de María Lionza no es un mito indígena, sino criollo, que remite al vivir religioso de los pobladores que siguen expresando parte de las creencias de los antiguos aborígenes del occidente de Venezuela. Según Veit Tané (1975), María Lionza se caracteriza por tener poderes mágicos, típicos de un chamán, personaje de gran importancia dentro de las estructuras sociales que conformaban y conforman los grupos indígenas. A estos individuos se les asignan cualidades que les permiten comunicarse con los dioses y seres sobrenaturales, y poder interpretar, de manera certera, los diferentes mensajes o presagios dados por los distintos elementos de la naturaleza. Asimismo, se les atribuye poner en armonía el entorno del ser humano. Garmendia (1980) plantea que la divinidad era hija de un matrimonio español, la cual desapareció en la montaña y se transformó en un encanto. También dice que María Lionza era una rica hacendada que vivió en Barquisimeto y que se caracterizó por su belleza, nobleza y la bondad con que trataba a sus súbditos. En estas narrativas se puede apreciar como la fi gura de María Lionza va tomando un carácter español, versión que posteriormente es sustentada por la de Manara (1995) y difundida por Mongravejo (2004). A lo largo de sus trabajos, Drenikoff- Andhi (1985) da a conocer la historia de María Lionza, relatada por Assen Trayanoff, los cuales son citados también por Manara (1995). De acuerdo a esta versión, María Lionza es una mujer con rasgos indígenas marcados, que aparece como la bisnieta del Inca Atahualpa, quien huyendo de los españoles, emigra a la Amazonía para conformar lo que después se denominaría el Imperio del Dorado, último aspecto que le agrega a esta figura una nueva característica como representación, ya no sólo del indigenismo venezolano, sino también del amerindio. Varios médium y sacerdotisas del culto, describen a la “reina” María Lionza como una fuerza cósmica procedente del universo, que se manifi esta de diferentes formas: jaguar, venado, serpiente o una gran mariposa azul, tal como lo reportan Bracho (2004), Mogravejo (2004), Pollak (1985), Salazar (1988), y Sosa y Sosa (1973). Como se puede apreciar en las diversas historias narradas por los distintos autores e investigadores, existen numerosas versiones del mito. Esta recreación colectiva del imaginario podría ser difundida entre los usuarios que visitan el Monumento Natural, y ser utilizada en los programas educativos ambientales que allí se desarrollen, dado que en algunas de sus representaciones, se aprecia claramente como el origen de esta deidad está vinculado a los elementos de la naturaleza, y al proceso histórico y evolutivo del país, además de permitir la promoción de la sustentabilidad de los recursos. María Lionza: el mito y la leyenda que se transforman en culto. Desde que el individuo aparece en la tierra, comienza a interpretar y rendirle culto a su entorno natural, a través de diferentes ceremonias que conjugan rituales, por medio de los cuales expresan su religiosidad (De Briceño, 1983; Malinowski, 1974 y Vargas, 1987). García (1987) plantea que el mito y el ritoson elementos constituyentes de todo fenómeno religioso y que posee vínculos con el medio socio-ecológico, y con la historia del grupo que le practica. Esto permite establecer un sistema sociocultural fundamentado en las condiciones, necesidades y actividades ordinarias y cotidianas que involucran al conjunto de individuos que le realizan. El culto a la diosa María Lionza es un hecho religioso que no se escapa a estas observaciones, por lo cual, es consecuencia de un fenómeno social, que no es independiente del proceso histórico que ha vivido la sociedad, ni de las condiciones tecnológicas, económicas y ecológicas de la organización sociocultural que le engloba. Pollak (1977) plantea que desde la época de la colonia, el culto a María Lionza se ha mezclado con elementos culturales africanos, indígenas y europeos, y que inicialmente, tuvo un carácter muy diferente al actual, ya que se basaba en la veneración de las fuerzas de la naturaleza, de los espíritus que habitan en los ríos, cuevas y selvas. Hoy es una mezcla del espiritismo, la santería cubana, el kardecismo francés y la umbanda brasileña. El culto en su forma actual muestra un sincretismo progresivo de elementos y conceptos religiosos provenientes de culturas diferentes, donde converge el sistema de creencias del indígena, de los europeos y de los afrodescendientes. Estos elementos se encuentran representados en las tres potencias: el Cacique Guaicaipuro, la Reina María Lionza y el Negro Felipe (Martín, 1985; Ramírez, 1990). El mismo carece de una organización uniforme, ya que los cultores se encuentran dispersos a lo largo del territorio nacional y no tienen una igualdad en todas sus actividades rituales. De allí que se caracteriza por ser no excluyente, motivo por el cual muchas personas veneran a María Lionza en silencio o libremente. Por esta razón, en estos últimos tiempos se ha defi nido como un culto sincrético y utilitario que ha absorbido poco a poco el patrimonio religioso proveniente de todas partes de Venezuela (Flores, 1991; García, 1987; López, 1996; Pollak, 1977; Sosa y Sosa, 1973). El culto a María Lionza es una religiosidad que ha sobrevivido a través del tiempo en el imaginario del colectivo, que se caracteriza por presentar tres elementos que se manifi estan en los rituales de adivinación, posesión y curanderismo. En los rituales de posesión se muestran dos polos complementarios: la encarnación de las deidades y el sentido terapéutico. Los sacerdotes y sacerdotisas utilizan sus “poderes sagrados” para buscar el alivio de aquellos que lo soliciten. El curandero está ubicado dentro del ámbito de lo religioso, ya que domina lo inevitable, lo impredecible y lo incontrolable. Es un puente entre lo normativo y el orden existencial, un líder que puede manipular lo sobrehumano a través de la técnica de la adivinación para prevenir o predecir lo impredecible. Asimismo, presta su cuerpo para que los espíritus hablen por su boca y curen con sus manos, empleando los recursos de la naturaleza (Flores, 1991; García, 1987, 1996; Manara, 1995). La religión puede ser considerada como un sistema institucional que posee una serie de principios que responden a una valorización que tiene el individuo o grupo que le sigue o práctica. De allí que el culto de María Lionza como institución, a través de la socialización de la posesión y el trance, busca reinsertar el orden individual dentro del orden social, aspecto de gran importancia para la EA, ya que integrando estos valores y principios religiosos a los valores ambientales se pueden promover actitudes proambientales y la conservación de los elementos patrimoniales que forman parte de su identidad. Dentro del aspecto sociológico, María Lionza es un fenómeno social y religioso que sostiene y expresa un conjunto de creencias cuyo signo externo y visible (la fe), adopta siempre una forma social, unida a otras estructuras: económicas, políticas y jurídicas (Flores, 1991; Martín 1983). En el campo de la etnomedicina, el culto a María Lionza implica el conocimiento por parte del sistema nosológico de la sociedad venezolana, ya que ésta ofrece el conjunto de herramientas para aprehender el sistema que se expresa en la elaboración del diagnóstico y en la prescripción terapéutica del individuo que se acerca al mismo en busca de una solución (Flores, 1991). El culto a María Lionza surge de la mitificación de una leyenda adaptada a los contextos políticos, por responder a las características fundamentales del mito: (1) la ordenación de las relaciones cosmológicas, sacándolas del caos y reglamentando las relaciones personales entre los dioses y los seres humanos (en el interior de cada una de las respectivas sociedades celestes o terrenas), y (2) la atemporalidad, lo que admite ampliar sus conceptos espaciales y mantener un lazo de unión entre el hoy y el ayer, lo que permite interpretar y reconstruir las vivencias humanas de un pasado no recogido por la historia y que es necesario para la comprensión del porqué de su utilización, no sólo en el pasado, sino también en el presente, fundamento esencial para obtener la sustentabilidad de los recursos (Flores,1991; Martín, 1983; Sagreda, 1979). García (1987) plantea que en la evolución del culto a María Lionza, como mito, se observa un conjunto de superposiciones de estilos de vida y pensamientos indígeno-africanos, con el dominio de la estructura matriarcal española, representada en los siguientes aspectos: a) la fusión de lo femenino y lo masculino en los elementos procreadores y dadores de vida, en lo humano y en la tierra, en las plantas y los animales; y capaz de transmitir su fecundidad, b) la fortaleza, c) la direccionalidad espiritual, ya que ella guía en la vida y la muerte, d) la seguridad, ya que nunca está sola, pues le acompañan una serie de espíritus de ambos sexos y personajes mitológicos y protectores de los animales, ríos, bosques, grutas, cerros, lluvia y vientos, entre otros, e) la capacidad canalizadora del equilibrio ambivalente entre lo malo y lo bueno, la vida y la muerte, lo individual y lo colectivo, lo social y lo terapéutico, la salud y la riqueza. Como se mencionó con anterioridad, el culto a María Lionza se caracteriza por ir evolucionando a través de las diferentes etapas históricas por las que atraviesa el país, lo que le permite asimilar elementos que le mantienen vivo en el imaginario del colectivo, garantizando y acentuando su cosmología y cosmovisión en todo el territorio nacional. En busca de significación: María Lionza, madre polifacética, madre de la naturaleza María Lionza es una figura mitológica caracterizada por sus múltiples atributos, dados a conocer en las diferentes leyendas que narran su origen, su poder y constituyen su mitogema, por lo que se puede decir que es un ejemplo de la complejidad y polivalencia del arquetipo de la Gran Madre (Capriles, 1980). Como mitología viviente del país y como culto en expansión, María Lionza, abriga un mensaje y una significación para el conjunto de la población que le venera, le sigue, le aprecia y entiende su lenguaje, ya que como expresión de una religiosidad da a conocer un aspecto compensador de la conciencia colectiva. Asimismo, tiene un paralelismo mitológico que muestra la universalidad del arquetipo que representa como símbolo venezolano (Barreto, 2001; Capriles, 1980). María Lionza es considerada la reina, madre y diosa del culto que lleva su nombre. Es la protectora de la naturaleza, y se caracteriza por ser una mujer de inigualable belleza, que vive en un palacio situado en una cueva, bajo un lago en las montañas de Sorte. Allí se encuentra rodeada de animales, espíritus subalternos y almas que le rinden pleitesía, al pagar servicios recibidos. Se le representa viajando por la montaña, montada sobre una danta o tapir, un jabalí o un jaguar, mostrando su belleza y representando el principio femenino de las grandes madresegipcias y mediterráneas, tal como lo dice Neuman (citado en Capriles, 1980). Esta diosa, al igual que las otras diosas presentes en las culturas orientales y occidentales, presenta una serie de contradicciones. Por un lado es una virgen, ya que en sus orígenes era una diosa, una doncella y una virgen indígena que se sincretiza con la virgen María, lo que le identifica con uno de los atributos de la Gran Madre. Élla es el principio creador independiente del hombre personalizado, el poder y la riqueza de lo femenino aparte del principio masculino. Por otro lado, es una mujer seductora que atrae a los hombres como la Lorelei teutónica, como lo hace la diosa amazónica Yara, Uyara o Wauyara, la bella mujer que domina los ríos y la selva, la deidad acuática que atrae a los hombres hasta su palacio subfluvial. De la misma forma, María Lionza es una diosa de la fertilidad, patrona de la vegetación, que otorga fertilidad a los campos y a los humanos; la cual debía pertenecer a las serpientes y espíritus acuáticos, pero una vez que fue raptada por estos, ella fue extendiendo su poder hacia otro nivel de la naturaleza, patrón que se observa en la gran diosa Siria del Ras Shamrah, quien al principio era la ninfa de un lago y luego comenzó a extender sus poderes, hasta convertirse en una diosa de las plantas y animales (Bracho, 2004; Capriles, 1980). Para algunos, la diosa yaracuyana puede ser identifi cada con Yemayá y Ochún, diosas de los Yorubas, ligadas a los cuerpos de agua (ríos, lagunas y mares), sincretizadas en la religión católica con la virgen de Regla o Caridad del Cobre y la virgen de la Candelaria (Blanco, 1988). No obstante, para la mitología amazónica brasileña, principalmente en la tribu Tupí, María Lionza puede ser comparada con la serpiente de fuego Boitatá, que es la protectora de la selva, el agua y los animales. En Bahía, el Caapora, es sustituido por su esposa el Kaicara y relacionado con Tatacy, otra deidad femenina parecida a la mujer de los bosques, razón por la cual es comparada con estas deidades, ya que de acuerdo a las cualidades descritas en las narraciones de su origen, ella es dueña de los bosques y se encuentra vinculada al elemento ofídico, del cual se derivan sus rasgos misteriosos, curativos y maternales (Capriles, 1980; Romero, 2007). Igualmente, María Lionza es comparada con Cupira o Kurupira, por el hecho de ser una deidad que igualmente viaja montada sobre una danta, un jabalí o un jaguar y cuida de la fauna silvestre. También suele ser asociada a la imagen de la gran madre, que se caracteriza por su universalidad, hecho que se corrobora en la gran diosa maya Ixchel, diosa lunar de las inundaciones, en cuya cabeza descansa una serpiente; en la madre mexicana Cora, como la serpiente lunar de las inundaciones que otorgaba la fertilidad a las plantas y animales, entre otras (ob. cit.). Dentro de la mitología venezolana, María Lionza puede ser relacionada con diversas entidades, mencionadas en Barreto (1987), Manara (1995), Martín (1985), y Pollak, (1978,1985): 1. Odo´sha, espiritu maligno, dueño del bosque, del viento, demonio de la montaña y señor del ensueño, por tener la capacidad de dominar a los animales salvajes y habitar en las alturas de los tepuyes guayaneses de donde domina los elementos de la naturaleza; 2. Arco, deidad acuática, que posee una naturaleza dual, a la vez es creador y destructor, cura pero también ocasiona enfermedades; es asociado a los arcoiris y se le identifi ca como un ave del páramo; 3. Pulowi que según los Wayus es la esposa Juya, dios de la lluvia, la cual se caracteriza por poseer una gran riqueza, ser peligrosa y tener una naturaleza dual, ya que así como da la vida, también puede adueñarse de ella, hechos que se ven justifi cados cuando se conocen las primeras versiones del mito. María Lionza, en sus diferentes arquetipos, se encuentra vinculada a un conjunto de elementos naturales que le dan una gran significación dentro del colectivo. Una de éstas es la relación con la mariposa, animal simbólico dentro de muchas culturas, ya que sugiere la capacidad de metamorfosis o transformación (que en el ser humano puede ser interpretada como la evolución psíquica del individuo que crece intelectualmente, o los cambios que se efectúan a lo largo del desarrollo de la niñez a la adultez), la belleza (corporal o espiritual) y lo efímero de la alegría (ya que todo cambio va dejando el recuerdo de lo vivido y de los sueños alcanzados). Asimismo, recuerda en su vuelo la cercanía que se puede tener con fi guras oníricas. En particular, a la deidad indígena se le asocia a una mariposa azul, por representar el azul del cielo y del agua terrenal (Biord, 1996; Hans, 1989; Romero, 2007). Otro elemento que se entremezcla con la diosa desde su origen es el agua, la cual representa el flujo continuo de la creación, la purificación y el renacimiento del ser humano. El agua simboliza la vida en la tierra y el equilibrio en la naturaleza, ya que sin agua no hay fertilidad. Asimismo, María Lionza es asociada a la serpiente, animal considerado como un símbolo del mundo subterráneo y del reino de los muertos, quizás a causa de su origen y su forma de vivir. Sin embargo, es un símbolo del eterno rejuvenecimiento, la curación y la regeneración, de la dualidad del bien y el mal, de la energía psíquica y las fuerzas que brotan de las profundidades del alma, ajenas al ego (Romero, 2007). Asociado a María Lionza se presenta un cuarto elemento, la Danta, animal dócil de gran corpulencia, sagrado para los indígenas y que se caracteriza por rechazar los daños, ya que contra ella no hay “contra” alguna (Bracho, 2004). Así como María Lionza está representada arquetípicamente con otras diosas, Figuera (2004) da a conocer su similitud con los arcanos del tarot. En la lectura del tarot, la deidad se encuentra asociada a los arcanos mayores con dos diferenciaciones: 1) María de la Onza, llamada por los creyentes “La Doña”, es asociada con la Sacerdotisa, la cual representa lo misterioso y lo oculto, conocimiento, secretos, sabiduría, sentido común, serenidad y objetividad; y 2) María Lionza identificada con la Emperatriz, diosa del amor y la creación, la imagen femenina de la madre, por consiguiente, la naturaleza, la fecundidad, la fertilidad para los esposos y la riqueza. En busca de reivindicación: María Lionza, un patrimonio cultural digno de admirar y rescatar. De acuerdo a lo establecido por la UNESCO, en la declaración de México en 1982 (Universidad de los Andes, 1975), el patrimonio cultural de un pueblo comprende las obras artísticas, así como las creaciones anónimas, surgidas del alma popular y el conjunto de valores que dan sentido a la vida. Esto incluye las obras materiales y no materiales (tangibles o intangibles) que expresan la creatividad de ese pueblo: la lengua, los ritos, las creencias, los lugares, los monumentos históricos, la literatura, las obras de arte, los archivos y las bibliotecas. Barreto (2004) y Hernández (2002) expresan que todo pueblo tiene derecho a conservar un número de tradiciones y creencias que le permitan preservar una visión integral de la vida, de la historia y del individuo, para imprimir en el alma de las nuevas generaciones el reconocimiento y el respeto de aquellos valores que le dignifi can su condición humana; entre ellos, el arte y las creencias, la historia de sus logros y caídas, de las esperanzas y renuncias que conforman la ruta por donde toda población ha debido pasar en busca del encuentro con su destino. Asimismo, Vargas (2001) plantea que por su carácter sublime, las creencias y productos artísticos de cada región, constituyen la invención, la creatividad, la elevación, la purificación y la identificación de toda su memoria con su presente y su futuro, ya que ninguna otra expresión del ser humano cautiva de la misma manera, porque ellas revelan la más alta dimensión del alma, laque se relaciona con lo sagrado, con lo más íntimo y universal de su condición humana. La memoria histórica del pueblo venezolano, desde la época precolombina, se encuentra vinculada con los aspectos mágicoreligiosos, asimismo el proceso de mestizaje encuentra su identificación con este aspecto a través de la tríada conformada por el Negro Felipe, el cacique Guaicaipuro y la reina María Lionza, siendo esta última la figura representativa de las raíces españolas (Barreto, 1998; 2001; Martín, 1990b). El reencuentro con la memoria de los primeros pobladores y las transferencias de sus legados culturales (creencias, mitos, costumbres, rituales), es lo que propicia el desarrollo de la historia y la identidad de una nación, hecho que se evidencia claramente en el mito y la leyenda de María Lionza, la cual da a conocer las creencias y costumbres de los primeros pobladores del territorio nacional y la forma en que esta deidad va evolucionando a través del tiempo para adaptarse a los diferentes procesos históricos que delimitan el entorno donde se encuentran los individuos que le veneran (Barreto, 1998, 2001). De acuerdo a lo planteado por la Ley de Protección y Defensa del Patrimonio Cultural (1993), en sus artículos 6 y 7, “el patrimonio vivo del país está representado por sus costumbres, sus tradiciones culturales, sus vivencias, sus manifestaciones musicales, su folklore, su lengua, sus ritos, sus creencias y su ser nacional...” (p. 32), hecho que permite argumentar que las creencias y prácticas asociadas a María Lionza, constituyen un elemento a reivindicar, ya que su adoración es una tradición histórica muy antigua, que posee una valoración profunda en el ser y en la conciencia del venezolano (Barreto, 2004; Instituto de Patrimonio Cultural, 1997). El patrimonio inmaterial o intangible comprende, entre otras, exposiciones musicales, espiritualidad, lenguas, conocimientos, técnicas, ceremonias religiosas y danzas, portadoras de una dimensión histórica o cultural representativa (Ley de Protección de Defensa del Patrimonio Cultural, 1993). En este sentido, la tradición del culto a María Lionza, agrupa un extenso caudal de conocimientos, creencias y rituales, transmitidos básicamente en forma oral, que en virtud de su significación para amplios sectores de la sociedad venezolana, constituyen bienes culturales intangibles. Asimismo, se pueden mencionar las distintas versiones del mito compiladas por Gilberto Antolinez, Tamayo y Erminy Arismendi, las poesías de José Parra y Guaramato y la obra teatral de Ida Gramcko. Los bienes culturales tangibles son aquellos de valor histórico, arqueológico, artístico o de otras índole, capaces de otorgarle significación a la memoria colectiva o a las costumbres y tradiciones vivas (Ley de Protección y Defensa del Patrimonio Cultural, 1993). En relación con María Lionza, es necesario distinguir dos niveles complementarios. Por un lado, se encuentra que esta tradición es portadora de una parafernalia ceremonial que abarca numerosos objetos de fabricación casera (amuletos, cordones, túnicas y coronas de plumas, entre otras) y comercial (velas, collares, esencias, oraciones, estampas, inciensos, estatuillas para el panteón, copas y puñales, entre otros), que podrían considerarse bienes culturales tangibles de origen popular y estrechamente unidos a las prácticas rituales del culto. Existe también un conjunto de bienes muebles producidos por los intelectuales y los artistas que han nutrido la tradición. Aquí se encuentran las obras pictóricas de Pedro Centeno Vallenilla, Ender Cepeda y Oswaldo Vigas, y la estatuaria de Alejandro Colina. (Barreto, 1998; Bracho, 2004; Colina, 2002; Manara, 1995). El Monumento Natural “Cerro María Lionza” es un patrimonio natural que constituye el principal centro de peregrinación nacional para los creyentes y adeptos de este culto durante todo el año, ya sea en los días en que se conmemoran diferentes santorales cristianos como: el día de San Juan, San José, la Virgen de Coromoto, la Virgen del Carmen, San Benito, San Judas Tadeo, San Antonio y la Virgen de la Candelaria, o en aquellos donde no se celebran festividades católicas como son el 24 de Junio, el 24 de Julio, el 12 de 0ctubre, el 4 de diciembre y el 17 de Diciembre (Barreto, 2001; Bracho, 2004). Sin embargo, la consideración como patrimonio natural para este Monumento Natural, deberá contemplar, de forma muy estricta y clara, los términos que precisan la profunda intervención humana en las áreas que conforman todo el conjunto de espacios sagrados donde se venera a la deidad y sus acompañantes (deidades que conforman las diferentes cortes presentes en los panteones). De acuerdo a lo establecido por la Guía Operativa para la interpretación de la Convención del Patrimonio Mundial y las diferentes convenciones sobre la protección del patrimonio cultural y natural (citadas en UNESCO, 1972, 2000 y Barreto 2004), la “Montaña de Sorte”, reúne las condiciones de paisaje cultural asociativo, pues conforma un espacio donde la riqueza natural está estrechamente vinculada y simbolizada por una tradición religiosa y cultural viva. Sobre este particular, la Ley de Defensa Patrimonial, también apoya la patrimonización de aquellos bienes de interés cultural que, en función de sus valores tradicionales, históricos, artísticos y arquitectónicos, así como de sus características naturales o ambientales, ameriten tal declaratoria (art 6, ordinal 5 y 12; artículos: 14, 24, 31). Como apoyo a lo anteriormente establecido, se encuentran las consideraciones del Ejecutivo Nacional que permitieron la declaratoria del Cerro María Lionza como Monumento Natural (Decreto 234, 1960). El patrimonio arqueológico asociado al culto a María Lionza sobrepasa el perímetro del Monumento Natural. Entre los espacios sagrados utilizados con fines ceremoniales se incluye un número significativo de sitios arqueológicos dentro y fuera del estado Yaracuy. Desde los años setenta (70), algunos investigadores como Miguel Ángel Perera (citado por Barreto, 2001) y Gil (1996), han reportado la existencia de espacios rituales utilizados activamente por creyentes y seguidores de María Lionza, fundamentalmente cuevas y abrigos rocosos que poseen evidencias arqueológicas significativas, tales como son los restos de osamentas y cerámicas. Los trabajos realizados por los investigadores anteriormente mencionados hacen notar que estos sitios se ubican en los estados Yaracuy, Portuguesa, Falcón, Aragua, Guárico, y Miranda, tal como lo sustenta Barreto (1998). Cuando se analizan las compilaciones realizadas por los diversos estudiosos del mito, se encuentran referencias de los grupos étnicos prehispánicos de gran ascendencia en la región central, como los Jirajaras y a puntos arqueológicos como el Lago de Tacarigua, donde se han encontrado una gran variedad de estatuillas femeninas muy parecidas a la “Venus de Tacarigua”, lo cual amerita ser protegido tal como lo propone la Ley de Protección y Defensa del Patrimonio Cultural en sus artículos: 6, ordinales 2,5,6, 8 y 13 (1993), por presentar un valor histórico y arqueológico que posee una significación para la memoria colectiva. Esto debe ser conocido por todos los ciudadanos, para que puedan valorar el presente y mejorar el futuro, punto de partida para los educadores ambientales. A MANERA DE CONCLUSION El culto a María Lionza es el movimiento espiritual más popular de Venezuela y se caracteriza por ser autóctono. En él, se mezclan el espiritismo con diversos sentimientos del pueblo: la fe, la humildad, la buena voluntad, la devoción, la esperanza y la solidaridad, entre muchos otros. Por esta razón, María Lionza configura un escenario socio cultural del saber popular, levantado desde un colectivo contiguo a la cultura dominante de la época, pero que se caracterizó y caracteriza por poseer un gran número de valores, que le han permitido conformar su permeabilidady gran capacidad evolutiva, para adaptarse a los cambios que se suscitan constantemente. María Lionza posee una dimensión híbrida, mixta y móvil, sincrética de este sistema formal e informal de lo mágico religioso, tan excepcional de la cultura venezolana, razón para establecer que María Lionza no tiene inicio, ni tiene fin. En los múltiples y elocuentes relatos sobre el origen de esta deidad venezolana, conocida como la “reina” de Sorte y la “madrecita” de los cultores y creyentes, se suceden e integran las culturas, tradiciones, creencias y ritos de las religiones amerindígenas, africanas, afroamericanas y católica, en un sistema de doctrinas en eterna elaboración y transformación, pero que es la expresión de muchos elementos que conforman la identidad del venezolano y del crecimiento valorativo del espacio ocupado por la diosa de origen aborigen y mágico. La representación de María Lionza siempre está vinculada a los elementos de la naturaleza y a las etapas históricas por la que atraviesa el país, lo cual permitiría ser utilizada en los programas educativos ambientales que se desarrollen para promover la conservación del Monumento Natural Cerro María Lionza, donde sus visitantes le brindan culto. María Lionza es un fenómeno social y religioso que expresa un conjunto de creencias, adoptando siempre una forma social, unida a otras dimensiones económicas, políticas y culturales. REFERENCIAS. 1. Antolínez, G. (1939). Un mito arcaico en Yaracuy. Guarura,1(2), 4-5. 2. Antolínez, G. (1944). El Mito de María Lionza. Ideas Venezolanas,3(3), 12-15. 3. Antolínez, G. (1945, mayo 6). La Hermosa Doncella de los Nivar. El Universal, p. 13–16. 4. Antolínez, G (1995). Los Ciclos de los Dioses. San Felipe: Ediciones La Oruga Luminosa. 5. Barreto, D (1987). María Lionza: Mito e Historia, Trabajo presentado para optar a la categoría de Asistente. 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Esta acepción apunta que -en las sociedades tradicionales cuando un candidato a la iniciación en los saberes ancestrales de la comunidad pasaba por un proceso iniciático, para incorporarse a la vida adulta en el grupo, etnia, clan o tribu-, el silencio ante la revelación de los secretos dada a este en los ritos de iniciación por los ancianos, sacerdotes o chamanes, era una condición de muy estricta y rigurosa observancia. Dichos rituales arcaicos favorecían el tránsito del estado de ignorancia e inmadurez a la edad espiritual del adulto, permitiéndole al iniciado su completa incorporación en la comunidad. La palabra mythos ofrece, en el uso proporcionado por los griegos, una diversidad de significaciones tales como palabra, discurso, conversación, proverbio, narración, cuento, relato… En La Ilíada y La Odisea este vocablo da entender, entre otras cosas, que se trata de una alocución, arenga o sermón de un anciano venerable en la que se exalta el ánimo de los guerreros mediante la remembranza de las virtudes, hazañas y proezas de los antiguos héroes o semidioses. Homero también emplea el término mithoisi para señalar que alguien tenía destacadas y sobresalientes habilidades verbales, refiriéndose, claro está, a los habladores facundos y elocuentes, en contraposición a los hacedores de obras. En tal sentido el Profesor Cristóbal Acevedo en su libro Mito y conocimiento (1993), señala que el término mito es afín, ya desde Homero, a la retórica y a la elocuencia, en lo concerniente al, saber usar las justas palabras en el momento preciso, el empleo astuto de las diversas modalidades del discurso y la capacidad de utilizar un repertorio de historias precedentes que conceden al orador la autoridad de un pretérito consagrado; es decir, el que sabe utilizar en sus parlamentos la autorizada riqueza de las tradiciones mediante la evocación narrativa de los sucesos memorables del pasado (Acevedo, 1993:40) Platón, por su parte, circunscribe el término y sus múltiples significados en el campo de la poíesis- o hacer creativo-; o, más aún, lo clasifica como un género poiético, cuyo material está constituido por relatos en torno a los dioses, semidioses, héroes y seres que habitan en el inframundo, tal como lo señala el Profesor Bernardo E. Flores en su libro Tras la huella del mito (Flores, 2002:43-44) Ahora bien, el mito es un relato anónimo, por cuanto carece de un sujeto autorial; lo cual indica que se trata un texto oral, iconográfico y gestual surgido en el seno de la comunidad que lo produce, siendo narrado generación tras generación a todo lo largo del trayecto histórico, social y cultural de la misma. En tal sentido, el mito surge y adquiere su paradójica naturaleza en el contexto existencial de las comunidades, constituyéndose asimismo en el más propio transcurrir vital y dinamizador de una comunidad. Ya Gilberto Antolínez indicaba con toda propiedad que, en la formulación de todo mito, lo que está en juego es, nada menos que el destino del ser humano, y que el mito como ámbito originario del inconciente colectivo es, como este, la zona más profunda del ser, donde duermen los arquetipos eternos, o sea, esas formas mentales preñadas de pavorosa emotividad, con su misterioso poder obsesionante, mántico y noético. El mito, vendría a ser, entonces, un complejo conjunto de símbolos constelados de sentidos, en sí mismos entidades autárquicas, inexorables ante el probable destino que puedan desencadenar por su presencia en el sujeto sometido a su tremebundo poder fertilizante. Los símbolos presentes en los mitos son verdaderos cosmos, que viven para nosotros y se desgajan de pronto de la Conciencia Universal para marcarnos un Sendero que nunca sospechamos. Antolínez (2006) 2.- María Lionza: un mito viviente del Yaracuy Quizás, para la gente que como yo creció y fue educada en este hermoso valle de San Cristóbal, al cobijo de las verdes colinas del Táchira y del suave soplo de las brisas del Torbes en las noches y mañanas neblinosas y frescas, o en las caliginosas tardes estivales, el mito de María Lionza resulta una referencia exótica y lejana; a pesar de haber surgido a una distancia relativamente cercana, e incluso, a pesar de haberse extendido en las representaciones, ideas, creencias y prácticas mágico-religiosas de un importante sector del pueblo venezolano. Digo quizás, porque, como en mi caso particular, antes de interesarme por las tradiciones americanas de raigambre aborigen, fui catequizado en los dogmas universales de la religión cristiana. Probablemente muchos de ustedes -al igual que yo lo hacía antes de trasladarme a ejercer la docencia en la Universidad del Yaracuy- vean a María Lionza y lo concerniente a sus ritos, como algo ajeno y extraño. O tal vez, como algo enigmático, misterioso y pintoresco. O, quizá aun, como algo negativo y desdeñable… Mi intención, sin embargo, y pese a la percepción a priori que alguien en este auditorio pudiese tener, no es la de hacer una apologética proselitista de la Diosa yaracuyana o de su culto; ni menos aún inducirles sagazmente, mediante estrategias y tácticas retórico-discursivas a su veneración devota; por cuanto me guía en esta disertación el interés estrictamente académico de compartir con ustedes mis reflexiones acerca del estudio del mito, el cual he venido haciendo desde hace siete años. Y hago esta salvedad, pues resulta siempre apropiado y pertinente aclarar ante un auditorio conformado en su mayoría por estudiantes universitarios que el estudio de un mito no conduce forzosamente a la práctica de los ritos entretejidos a su alrededor. El mito de María Lionza es, como la ha indicado con insistencia el poeta Santos López, “un mito vivo”. No se trata aquí del estudio de un relato fosilizado, aunque toda consideración de índole académica tenga, en cierto modo, una vocación taxidermista, ciertamente inevitable. Y como es bien sabido, con esta antigua técnica se procura preservar con apariencia de vida a los cadáveres. Sin embargo, procuraré en todo lo posible no diseccionar el mito del modo acostumbrado por los abordajes sistémicos, sino más al modo de un recuento de los símbolos y arquetipos configuradores de su trama. Del mito de María Lionza ustedes pueden conseguir varias versiones, todas diferentes y hasta muy disímiles, como es natural en este tipo de relatos. Sin embargo todas ellas preservan algunos aspectos en común. Entre ellas es de ineludible importancia la que narra Gilberto Antolínez, por ser un yaracuyano que dedicó toda su vida a descifrar los códigos simbólicos de sus matrices culturales indígenas, africanas e hispánicas. Antolínez relata que durante una fiesta de fin de la cosecha los indígenas Jirajara-Nívar, antiguos pobladores del centro-occidente venezolano, recibieron de su Gran Piache la siguiente premonición fatídica: nacerá del linaje de caciques una niña de ojos verdes como las aguas de la laguna sagrada y el día que ella llegue a contemplar su rostro sobrevendrá una catástrofe para el pueblo, pues será destruido por una terrible inundación… La pavura se apoderó de todo el pueblo. Siempre que ocurría un nacimientoen la aldea los piaches y los caciques constataban que no fuese una niña de ojos verdes, pues temían el fatídico cumplimiento del augurio. Con el correr del tiempo nada de lo predicho por aquel anciano se había cumplido. Transcurridos muchos años y un poco antes de la llegada de los españoles, el cacique y su pueblo ya casi habían olvidado la siniestra profecía… Pero, un día, la esposa del cacique dio a luz a una hermosa niña de cabellos negros como la noche más oscura, y de fulgurantes ojos verdes como las esplendorosas aguas de la laguna. Para evitar el cumplimiento del fatal designio, encerraron a la indiecita en una choza, bajo la custodia de veintidós guerreros que serían sus guardianes permanentes, debido a que algunos en la tribu querían sacrificar a la recién nacida, a lo que el jefe se opuso, siendo esta la causa de disensión en su pueblo… Sin embargo, un día, cuando la niña hubo llegado a la edad núbil, la enorme serpiente que habitaba en la laguna y a la que sacrificaban una doncella anualmente, con el vaho sutil de su resuello, provocó un sueño profundo en todos los guardianes… Percatada la joven princesa de esto, no lo pensó dos veces para salir a tientas de su encierro, dirigiendo sus pasos titubeantes hacia la laguna sagrada. Impulsada por el mágico hechizo irresistible y atrayente de sus aguas fue a sentarse en sus soleadas orillas… un extraño silencio se produjo en todo el lugar cuando la princesa estuvo frente aquél enorme espejo líquido formado por aquellas quietas y misteriosas aguas… sus bellos ojos verdes permanecieron mirando absortos un par de abismos profundos por donde se asomaba el Misterio del Otro Mundo, de los Dioses subterráneos y de los Muertos que se abrían desde el agua ante su aterrorizada vista, y, para su inenarrable asombro, se iban convirtiendo, lentamente, en dos extraños, oscuros e insondables remolinos que perturbaban, cada vez con la más escalofriante y pavorosa intensidad, la serena paz de aquellas aguas… Se trataba de la enorme serpiente anaconda, Dueño del Agua que, enterada de la presencia de la muchacha en sus dominios, emergía desde las entrañas más recónditas de aquella enigmática laguna, alzando su temible cabeza frente al rostro atónito que la contemplaba subyugado por su poderosa influencia; pues no debemos olvidar que fue este monstruo el que atrajo a la joven princesa indígena hasta allí, después de inducir el sueño a sus veintidós guardianes… Luego de dar un grito que se oyó hasta en los últimos confines de la Sierra de Nívar, la joven se sumerge en el agua… La temible y fatal profecía llegaba así a su más perfecto e inexorable cumplimiento: la serpiente súbitamente se fue hinchando hasta alcanzar mil veces su tamaño ante los ojos atónitos de los veintidós guardianes que al oír el grito de la joven corrieron presurosos a buscarla.. y cuando ya el agigantamiento de la temible anaconda tocó el límite de la tensión que la elástica y flexible piel de una serpiente, por muy enorme que esta sea, pueda resistir, estalló… la onda expansiva que produjo aquel descomunal estallido la serpiente, así como el sinuoso y agitado batir de su cola en las aguas, hizo que una ola de incalculable inmensidad se alzara con el más tétrico furor alcanzado entonces por las aguas, arrasando el poblado de los Nívar, con la más terrible inundación que la memoria de los habitantes de esas tierras del centro-occidente venezolano haya podido recordar. La serpiente exánime quedó tendida con la cola en Sorte, cerca de Chivacoa y la horrible cabeza en Tacarigua donde hoy se encuentra el altar mayor de la catedral de Valencia. 3.- Interpretación simbólica del mito Como lo ha destacado Mircea Eliade en su hoy clásico Tratado de historia de las religiones, mujer-agua-serpiente-tierra-luna constituyen matrices simbólicas subyacentes en todos los mitos que proceden de antiguas sociedades matriarcales. Gilberto Antolínez, por su parte, en su estudio del mito de María Lionza señala estas constantes simbólicas de lo femenino para dilucidar el sentido oculto en el relato re-creado en la presente versión. Lo femenino aparece aquí como una forma de representación simbólica de la naturaleza en el pensamiento mágico-religioso venezolano. Según las formas del pensamiento mítico el universo se halla regido por un conjunto de fuerzas o energías pertenecientes al orden de lo sagrado, y de acuerdo a ese orden existen y coexisten todas las cosas (seres humanos, plantas, animales y minerales, así como todos los cuerpos celestes) en relación a la polaridad, principio o fundamento femenino/masculino de la naturaleza. Si bien, el mito surge en un contexto claramente determinado y configura la base sobre la que se fundamenta la cultura de la comunidad que lo produce, conformando su identidad y diferenciación frente a otras sociedades y culturas, el relato precedente no es más sino la expresión de un imaginario primitivo y arcaico común a toda la humanidad. Diríamos, siguiendo a Carl Gustav Jung, que se trata de una narración reveladora de nuestro inconsciente colectivo, sin importar su procedencia geográfica, histórica o sociocultural, por tratarse de algo concerniente al ámbito psíquico nocturno de nuestra especie. En efecto, una interpretación del mito de María Lionza, orientada según esta perspectiva, nos permite apreciar el trasfondo nocturno del psiquismo humano plasmado en forma de relato como el que aquí estamos descifrando. La doncella indígena sería una representación simbólica del ánima humana, del ámbito femenino de nuestra alma más profunda, más prístina y originaria sin importar si nuestro sexo es masculino o femenino; pues, desde tiempos inmemoriales, la humanidad intuyó la poderosa influencia de lo femenino en sí misma y en la naturaleza. La presencia e influencia de lo femenino fue comprendida a través de narraciones fabulosas como la que estamos descifrando hoy a partir de sus símbolos. Como lo ha señalado el filósofo francés Michel Focucault en su obra Las palabras y las cosas, la episteme o paradigma del pensar premoderno está regido y signado por la analogía, y la misma constituye el imperio del sentido de la realidad configurado a partir de lo mito-simbólico. El pensamiento mágico-religioso es, en consecuencia, el dominio por excelencia del fabuloso reino de la analogía, en el cual el mito es su territorio más propio. Según ese paradigma epistémico, existe una interrelación de todos los fenómenos de la naturaleza asociados en el pensamiento premoderno por una serie variada de semejanzas que los vinculan a todos entre sí. La analogía es, así, fundamento epistémico del mito y del símbolo, pues se trata de una cosmovisión comprensiva del ser y de lo real. En el Mito de María Lionza podemos apreciar cómo el ámbito femenino del ser y de la realidad se revelan como imágenes del mundo natural y del ser humano. Lo femenino de la naturaleza es comprendido como lo que de semejante hay en ella respecto a la mujer y viceversa, de acuerdo con las creencias, imágenes y representaciones que respecto a esto se hacían los pueblos aborígenes del centro-occidente venezolano, al igual que otros pueblos en otros rincones del planeta. Así, en el relato que ustedes acaban de leer, la mujer y la naturaleza son vistas como entes saturados de sentido. La mujer y la naturaleza debido a su carácter sagrado, esto es, debido a ser consideradas como algo venerable y terrible al mismo tiempo, ofrecen, en la cosmovisión aborigen, unas connotaciones ambiguas, paradójicas y contradictorias, como les es propio al mito y al símbolo. La naturaleza, como la mujer, puede ser portadora de las más horrendas calamidades, pero también puede ejercer las más propicias y benéficas influencias. Es aquí donde el símbolo de lo femenino reúne el sentido más paradójico, ambiguo y contradictorio. Aunque, en realidad este es el modo de ser que hace del símbolo lo que él es. Entre los aborígenesjirajara-nívar al igual que otros pueblos y culturas del mundo, el género, así como sus roles correspondientes, está determinado por una marcada diferenciación, en lo que podríamos denominar como la construcción cultural de los sujetos masculino y femenino. En lo que respecta al género femenino se le adjudicaban cualidades tales como pasividad, receptividad, estabilidad, fecundidad, en tanto que al masculino se le atribuían cualidades como dinamismo, ímpetu, movilidad e impulso fertilizador. El espacio de desenvolvimiento de dichas cualidades para la mujer era el ámbito familiar, íntimo y doméstico o en, la naturaleza, los ríos, fuentes y bosques, mientras para el hombre era el afuera donde ejercía sus funciones de cazador, guerrero o cacique, pero también asociados a la misma naturaleza aunque en su expresión masculina. En el mito podemos ver ciertos rasgos de esta división primitiva derivada de las condicionantes genéricas masculino- femenina: un hombre es quien anuncia el nacimiento de una niña que traerá la desgracia al pueblo; cuando ella nace es confinada en una choza bajo la custodia de veintidós guerreros; su padre, el Cacique de la tribu Nívar no permitió su sacrificio en los días cercanos a su nacimiento. Legada a la adolescencia es atraída por la anaconda de la laguna sagrada donde la doncella desaparece al arrojarse al fondo las aguas. Sin embargo, en la lectura del mito resulta para nosotros algo muy curioso e inquietante el temor que tenían los hombres del advenimiento de alguien, quien además de ostentar el sexo femenino también portara la fatídica señal de unos hermosos ojos verdes, como la piel de la serpiente de las aguas. Aquellos ojos verdes constituían el símbolo de algo cuyo poder e influencia resultaban de una condición sobrenatural, la cual le otorgaba a su poseedora unos poderes de procedencia sagrada que, como ya indicamos, era algo considerado digno de reverencia al tiempo que despertaba un gran pavor. No se trataba del advenimiento de una hija más en el clan del cacique de los Nívar. Antes bien, se trataba del nacimiento de una doncella indígena que por provenir de un linaje divino como el de su padre debía recibir un trato, por demás, especial desde el mismo instante de su nacimiento. Tanto más si se trataba de un ser dotado de cualidades excepcionales y, por ende, numinosas, como era su caso particular. En todos los mitos referidos al advenimiento de un ser divino, las señales de su nacimiento, así como las extrañas circunstancias en que este ocurre son siempre elementos significadores de su procedencia y actuación sagrada. En el mito de María Lionza encontramos esa señal en el signo inconfundible de sus verdes ojos, en el tabú que prescribía el no ver jamás su propia imagen reflejada en ninguna superficie pulida o brillante o espejeante, y en el confinamiento al que es sometida, por todo ello, en la choza bajo la custodia de los veintidós guerreros. Como lo señala Antolínez (2006) partiendo de sus lecturas de La rama dorada de James George Frazer, en muchas culturas está prohibido contemplarse a sí mismo en un espejo, por cuanto es de común creencia que cuando la imagen de una persona se refleja, la superficie donde esto ocurre, en realidad lo que está es absorbiéndole la sustancia vital. Así, el objeto o lugar donde se produce el reflejo tiene como uno de sus principales atributos el ser un umbral, un lugar limítrofe entre el aquí y el más allá, una puerta de entrada al mundo de los muertos, de la procreación y de las sementeras. Una entrada al inframundo; es decir, un acceso a lo más recóndito de nuestra propia psiquis. En el mito de María Lionza estudiado aquí desde la perspectiva simbólica encontramos que laguna es ese espacio limítrofe entre el mundo de los vivos y de los muertos, constituyéndose en un umbral poderoso custodiado por el Genio de las Aguas, la serpiente anaconda que lo habita. La laguna como la serpiente son símbolos de la sacralidad femenina de la naturaleza. La laguna representa el líquido amniótico formado en el interior de la placenta que alberga los más misteriosos poderes de la procreación, el nacimiento y la muerte; en tanto que la serpiente representa específicamente la energía sexual tanto del hombre como de la mujer que al mismo tiempo puede perpetuar la existencia, y, no obstante, debido a su enorme poder puede resultar funesta y devastadora. La laguna representa, igualmente, el ámbito donde se gestan y cobran vida todas las gamas de emociones, sentimientos, pasiones y afectos que somos capaces de experimentar íntimamente y de exteriorizar en el trato diario con nuestros congéneres. En tanto que la serpiente sería ese ámbito más oscuro, violento e irracional que se encuentra en las profundidades del inconciente individual y colectivo, y que al ser excitado puede sublimarse como una elevada y sutil energía creadora, o estallar como la terrible vorágine avasallante y mortífera de una fuerza completamente destructora. Las aguas son también la imagen primordial o arquetípica de La Madre Cósmica, de cuyo seno procede todo lo que existe. Por ello constituyen una fuente de vida, un centro de regeneración y un ámbito de purificación. La serpiente, además, representa en el plano simbólico la perpetuidad, el movimiento, la transformación, la regeneración, la muerte y el renacimiento por la vía del sexo. Veamos lo que indica respecto al carácter simbólico serpentino de María Lionza el propio Gilberto Antolínez (2006: 94): La creación ‘popular’ de Venezuela: ‘María Lionza’. ¡El más perturbador símbolo que yo haya vivido en mi vida; la más silvante y astuta serpiente que se haya arrastrado en las bodegas ínferas de los orgullosos palacios masculinos; el sulfúreo fuego tríplice: Madre de la Concupiscencia, Madre de la Penitencia, Madre del Perdón! La ‘Ella’ tentadora, ascética e insensible a la vez, humana, sacerdotal e isiaca en una pieza, y que se eternifica a sí misma bañándose en el fuego plutónico y lustral de la entraña terrestre y que, si usa ese fuego para su individual fruición, retrocede a la forma de Bestia Original: la Estrella que cayó, pero que busca ser Estrella Matutina en una palabra: nuestro prototipo femenino de Venus-Luzbel-Lucifer! No hay yaracuyano, -y yo también lo soy (dice Antolínez)-, que no tiemble ante esa figura que en nuestros pagos se siente palpitar en cada recodo, en la sombra sexual de todo boscaje, en el susurro de cada manantial. Nuestra Kundry ardiente fulminada por tendencias antagónicas, urgida de aspiraciones seráficas y abatida por imprevistas claudicaciones: la misteriosa diosa Kundalini tres veces y media arrollada en el hueso sacral, que así como produce la liberación espiritual, puede conducir a la más nauseabunda posesión. La tierra constituye el símbolo por antonomasia de la fecundidad y la regeneración. Es el vientre o matriz originaria de donde todo sale y a donde vuelve, es el ámbito de la manifestación: útero y sepultura. Cumple la función de madre nutricia pues es dadora de vida y de los frutos que sustentan la vida. Las entrañas de la tierra representadas en grutas y cavernas constituyen el espacio donde la naturaleza alberga todo tipo de tesoros y riquezas. La luna por ser la luminaria de la noche en casi todas las culturas ha sido asociada con la periodicidad del nacimiento, la muerte y el renacimiento; y, en general con todos los procesos temporales de la existencia. Es también, como la tierra, el recipiente o matriz cósmica para la manifestación de la energía. Las fases de la luna indican asimismo las influencias positivas o negativas que ella ejerce sobre las mareas, así como sobre las distintas formas de vida animal y vegetal y sobre el psiquismo humano. La ovulación y la menstruación están asociadas, generalmente, a los 29 días que duran las lunaciones en sus 4 fases de luna nueva, cuarto creciente, luna llena y cuarto menguante, con unaduración de siete días aproximadamente para cada una de las fases. Simboliza el mundo de las emociones, los sentimientos y los afectos. La luna está asociada a la magia, la hechicería y diversas prácticas adivinatorias o nigrománticas. Otro cuerpo celeste que forma parte de la matriz simbólica estudiada aquí es el planeta Venus cuyas connotaciones se encuentran presentes en el mito de María Lionza, tal como lo indica Antolínez. La belleza seductora, la fuerza de unión, la armonía de los contrarios, la atracción erótico-sexual que puede ser tanto devoradora y destructiva como creadora y constructiva, son asimismo atributos simbólicos de la Diosa yaracuyana, nuestra Venus Criolla, quien es un ser ambiguo, con idéntica capacidad tanto para el bien como para el mal. Sus funciones principales son las de Dueña de la Selva y Guardiana de las Riquezas Naturales: es madre de lo orgánico y lo inorgánico, de la fauna, del bosque y de los metales. Habita en los bosques y selvas, en los remansos de los ríos, en las lagunas encantadas, en los pozos azules que forman los arroyos y fuentes o en las cavernas naturales de las rocas. Peina sus cabellos con un peine de oro, y cabalga desnuda sobre los lomos de un tapir o danto. Su reino es subterráneo y está formado por siete cuevas o Ciudades Encantadas, donde recibe a los cazadores de su agrado y los hace reposar sobre asientos que resultan ser anacondas o tragavenados arrolladas sobre sí mismas durante su letargo. (Antolínez, 2006) Tiene a su servicio una innumerable corte de Don Juanes, gnomos, sátiros, duendes y hadas, así como de espíritus humanos que han sido subyugados por sus lascivos encantos o se le han vendido a cambio de honores y riquezas y la obedecen en todo lo que les ordene. Todos están igualmente bajo las órdenes de la Reina Guillermina, quien es su dama de cámara y anunciadora de sus visitantes. (Antolínez, 2006). María Lionza De Wikipedia, la enciclopedia libre María Lionza (Yara, Guaichía) es la figura central del Espiritismo Marialioncero (Culto autóctono venezolano a Maria Lionza). Similar a la Santería en Cuba, el Candomblé o Santo Daime en Brasil, es una mezcla entre el catolicismo y las creencias de los pueblos aborígenes de Venezuela y africanos, el culto a María Lionza, no es más que la adoración de la divinidad de una mujer llamada María Lionza, similar a la imagen de la Virgen María. Es considerada la religión autóctona de Venezuela, no obstante, la mayoría de los venezolanos (80% aprox.) son Católicos. María Lionza o Yara, la reina del amor Es reverenciada como diosa de la naturaleza, del amor, de la paz, de la fortuna y de la armonía. Su imagen representa una organización religiosa horizontal, cambiante, que llega a todos los estratos de la sociedad. Es la Reina y máximo escalón de las cortes espirituales venezolanas, por tanto considerada la máxima autoridad espiritual, después de la Santísima Trinidad y la Virgen María Madre de Jesús. María Lionza viene a encarnar en América al igual a la diosa Venus, la diosa de la paz, el amor, la armonía, siempre relacionada con la magia del agua, perfumes, bosques, montañas. Misterio Universal de la feminidad y el amor. El escultor Alejandro Colina la inmortalizó para el mundo como una mujer desnuda de musculatura atlética, sobre un danto (tapir macho, adorado por tribus indígenas), y con las manos extendidas en las que sostiene un hueso de pelvis femenina (símbolo de la fertilidad) en sus pies el danto aplasta a unas serpientes, símbolos de envidia y egoísmo. Es durante el gobierno de Marcos Pérez Jiménez que se levantó la escultura con la imagen de "Maria Leonza" sobre una danta en Caracas. Está en la Autopista del Este, justo al lado de la Universidad Central de Venezuela. Estatua ubicada en la autopista Francisco Fajardo, sentido este-oeste Origen Se cree que Yara (nombre comúnmente impuesto a esta deidad aborigen) como era conocida antes de la llegada de los españoles, sería el producto de la fusión de varias culturas nómadas provenientes de Brasil, del occidente venezolano, e incluso de Colombia, que emigraron en algún momento a las tierras del estado venezolano Yaracuy. Comúnmente se le suele representar como una mujer fornida montada sobre una danta o sentada sobre rollos de serpientes, y que gobernaba un fabuloso reino en las aguas subterráneas de aquellos montes y montañas. Considerada "La Reina" de la naturaleza, su trono está acompañado de todo tipo de animales autóctonos como tortugas y boas constrictor. Cien años después de la llegada de Cristóbal Colón, los indios Jira Jara y los negros cimarrones compartían el culto a la deidad en la capitanía de Venezuela. La batalla entre el Negro Miguel y Diego de Losada hizo mucho más fuerte la creencia en esta diosa y su culto. Se suele oír que hubo intentos en difuminar un culto para ese entonces “Pagano”, y que la iglesia bautizó a Yara con un nombre católico: “Santa María de la Onza de la Talavera del Prado de Nívar”, hecho que aún está en duda para antropólogos e investigadores. La capacidad de esta diosa para adaptarse a cualquier situación política, social o cultural, es lo que ha potenciado su carácter de "Reina Madre" de la naturaleza, icono de la identidad venezolana. Es hoy, uno de los símbolos del sincretismo religioso y social más importante que ha ocurrido en Venezuela. Es un culto pagano, tolerante, y practicado en todos los estratos de la sociedad venezolana. http://es.wikipedia.org/wiki/Archivo:EstatuaMaria_lionza.jpg http://es.wikipedia.org/wiki/Archivo:EstatuaMaria_lionza.jpg Cada 12 de octubre hay una peregrinación de creyentes "marialionceros" de todas partes de Venezuela y del Caribe que van a rendirle culto en la montaña de Sorte en el estado Yaracuy. Es en Quibayo, como es conocido el lugar de la resistencia indígena, donde se reúnen a realizar el "Baile de la Candela" (las Brasas), el momento social más importante del culto. Raza y religión Es madre de la raza mestiza –aborigen con español- haciendo olvidar en el mestizaje todo orgullo por un lado y el maltrato nativo por el otro logrando la unión y romance de dos mundos. La cultura venezolana a la igual que la de América latina esta formado por la unión de negros, indios y blancos españoles. Ella es el centro de la triología de máxima jerarquía en las cortes espirituales venezolanas formada conformada por el Gran Cacique Guaicaipuro -Cacique de Los Caracas y otras tribus que se opuso férreamente a los españoles-, María Lionza y el Negro Felipe –Gran Luchador durante las guerras de Independencia de Venezuela- . El culto alcanza su día máximo de celebración el 12 de octubre –día de la Resistencia Indígena- Sus representantes espirituales, las tres potencias, el culto y la celebración se extiende a lo largo y ancho del territorio venezolano e incluso internacionalmente, especialmente en Colombia y en todos aquellos países donde existen colonias venezolanas. Otra fecha a destacar es la Semana Santa, donde las peregrinaciones alcanzan su punto máximo. Las celebraciones del "12 de octubre" incluyen desde las más modestas ofrendas como flores y velas, rezos e inciensos, hechas en cualquiera de los hogares donde habiten venezolanos, hasta la embajada de espíritu a través de médiums en cualquier lugar del país y especialmente en Sorte donde asisten grandes peregrinaciones incluyendo del exterior para presenciar los bailes en candela y las perforaciones de los cuerpos de los médiums, los cuales al salir del trance no muestran secuelas de lo experimentado, eso se hace para demostrar que en realidad están espíritus de luz en sus cuerpos. Influencias del culto • Influencias Indígenas: predominan los elementos provenientes de las religiones indígenas. Esto queda en evidencia en gran parte del vocabulario y los elementos usados, tales como el tabaco; además de gran parte de sus rituales, los cuales incluyen la adoración de la naturaleza.
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