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HISTORIA GENERAL DE BOLIVIA Alcides Arguedas OBRA CUSTODIADA POR EL ARCHIVO Y BIBLIOTECA NACIONALES DE BOLIVIA HISTORIA GENERAL DE BOLIVIA LA FUNDACION DE LA REPÚBLICA CAPITULO I Chuquisaca y su Universidad a principios del siglo XIX.- Vida social y distribución gremial de la urbe.- Goyeneche y su doble rol.- Revolución del 25 de Mayo.- Propaganda de la revolución. La noticia del cautiverio del rey español por los franceses llegó a Chuquisaca el 17 de Septiembre de 1808, y pocos fueron los altos funcionarios de la corona que se inclinasen a dar entero crédito a tan estupendo anuncio que les parecía fuera del orden natural de-las cosas; pero cuando posteriores documentos oficiales vinieron a confirmar lo ya sabido, creyeron los súbditos del rey que el andamiaje institucional del Estado se venía abajo carcomido por el tiempo y las nuevas ideas, y, los naturales americanos, que esa era la coyuntura ofrecida por el lógico y humano encadenamiento de los hechos para sacudir la cadena de opresión que durante tres siglos habían arrastrado. Chuquisaca en aquellos tiempos era uno de los centros más intelectuales del Continente hispanoamericano y su Universidad de San Xavier, célebre en los países del contorno, ejercía poderosa atracción en los estudiantes de Lima, Cuzco, Córdova o Buenos Aires de donde iban a cursar humanidades acogiéndose al seno de las familias acaudaladas, como pupilos, y donde aprendían a discutir en todos los tonos y sobre todos los temas, porque la ocupación favorita de estudiantes y doctores era engolfarse en apasionadas disquisiciones sobre temas políticos de preferencia y con los argumentos que les suministraban los libros de Montesquieu, Raynal, D'Agneseau y otros, devorados a ocultas de los profesores. Era, puede decirse, un laboratorio de ideas libertarias dados los tiempos y la clase de hombres dominantes. Como ciudad, Chuquisaca, valía poco, sin duda, porque era una ciudad de corte netamente español, desprovista de recursos, pero apacible, de clima deliciosamente templado y de contornos ricos en campos abundosos y de linda vegetación. Las gentes de la urbe estaban distribuidas en clases perfectamente caracterizadas y distribuidas por gremios. Había la de los religiosos, funcionarios públicos, acaudalados mineros o terratenientes y la de los universitarios. El pueblo propiamente dicho, es decir, la masa criolla, apenas contaba en esta principal distribución, y sus andanzas, menesteres y preocupaciones sólo interesaban a los ARCHIVO Y BIBLIOTECA NACIONALES DE BOLIVIA 2 demagogos sentimentales o a los magistrados diligentes y previso- res, que apenas eran una excepción. La tarea favorita de todas estas gentes, era, como se tiene dicho, la discusión y el chisme en sus más variadas tonalidades, hasta la calumnia oculta que empaña la honra y hace correr en veces la sangre; pero la vida misma era por lo general apacible, monótona y transcurría lentamente para todos, vacía y siempre igual. No había periódicos; tampoco teatros. Se vivía en santa ignorancia de lo que pasaba más allá de las lindes del terruño y sólo preocupaban las noticias relacionadas con nuestro Señor el Rey y su familia, de quienes no se tenía queja alguna. Figúrese, pues, en una sociedad así constituida y entre gentes de tan plácido vivir, el estupor y la consternación que causarían las tan grandes noticias del cautiverio del monarca español y de su prisión en tierras de Francia. Hubo rogativas en los templos, procesiones en las calles para las que se sacaron a lucir el retrato de Fernando VII. También hubo juramentos públicos de fidelidad al monarca destronado. Esto, se entiende, entre los funcionarios de alta categoría y los señores de rango y título; más no así en el gremio de los doctores y universitarios donde en el nuevo estado de cosas de España hallaron ocasión propicia para, como de costumbre, entregarse a la discusión que los condujo a ver esos asuntos con un criterio nuevo y apropiado a las circunstancias. Este nuevo criterio se resolvía así en las discusiones: todo poder, para ser legítimo, tiene que emanar del pueblo. Había sido destruido el cetro de los reyes españoles por la fuerza de las cosas; luego era llegado el momento de que el pueblo asumiese su verdadero rol para organizarse. Y en tanto que los doctores, en secretos conciliábulos, le daban mil y mil vueltas a la proposición, el arzobispo Moxó, señor de rancia cepa, se agitaba en otra clase de andanzas y promovía una colecta entre los frailes y clérigos de su dependencia provocando en ellos general movimiento de protesta con la medida y aumentando la irritación que sentía contra él por su rigidez y severidad ejemplares, y sus gustos refinados y aristocráticos, tan distantes de los suyos prosaicos hasta la misma vulgaridad. Es que realmente rondaba la pobreza por aquel tiempo en el clero altoperuano, pues las malas cosechas eran periódicas, se había descuidado un tanto el laboreo de las minas, y esto, unido a su vida licenciosa y a su afán de acumular reservas, lo ponía en condiciones de no poder acatar los deseos del mitrado. HISTORIA GENERAL DE BOLIVIA 3 Moxó se sintió herido con el poco éxito de sus gestiones. Entonces, achacando a tacañería la resistencia de sus subordinados de quienes tenía muy mal concepto por lo silencioso de su vida privada, concibió el propósito de hacer observar rígidamente las instrucciones que antes impartiera y por las cuales obligaba a los curas a rendir un examen de Suficiencia ante un tribunal especial que, no obstante su misión de poner valla y medida a la competencia del postulante, estaba secretamente instruido para que revelase al arzobispo “sobre la vida y costumbres de los individuos". Impunemente no se toman empero medidas de la índole que tienden a restringir el libre ejercicio de las profesiones lucrativas. Y los curas se coaligaron contra el arzobispo y esta coaligación sirvió de fuertes apoyo a la causa de la independencia, pues, muchos de los curas y frailes que abrazaron con ardor de fanáticos esa causa, mas que por puro amor de ella, fue por odio al estricto, orgulloso y culto Moxó, de chillona voz, elegantes maneras y bolsa repleta y de ancha boca. Menos de dos meses después, el 11 de noviembre, llegó a Chuquisaca don José Manuel Goyeneche, americano de nacimiento, y de quien se dijo que era portador de un pliego de instrucciones que le había dado la Junta de Sevilla que funcionaba como supremo poder en España, aunque todos ignoraban que en su afán de medrar con la honra y su deseo de adquirir honores, riquezas y prestigio, también venía como personero de doña Carlota, princesa del Brasil y reina del Portugal, con quien, al pasar por el Brasil donde se encontraba con su esposo y conspirando contra él, había tenido una larga conferencia en la que se comprometió a sostener sus aspiraciones a las posesiones españolas, jugando así el doble rol de traidor y falaz con que lo pinta la Historia para escarmiento de los de su laya. Goyeneche fue recibido con grandes manifestaciones de consideración y al punto entró en conferencias secretas con el arzobispo Moxó, el presidente de la Audiencia, don Ramón García Pizarro, directo descendiente del conquistador y a los cuales logró ganar a la causa de doña Carlota, no sucediendo lo mismo con el presidente de la Academia Carolina, Boeto, quien, al enterarse de la doble misión del triste personaje y descubrir su falacia, tuvo una actitud con él y frases de dura condenación. Hízose patente la discordia y al punto también los doctores y universitarios, que ya fraguaban planes dé vasta trascendencia, echaron a correr el rumor de que el arzobispo y el presidente tenían concertado entregar a los portugueses esas posesiones castellanas, rumores que se acentuaron a la partida de Goyeneche que se fue el ARCHIVO Y BIBLIOTECA NACIONALES DE BOLIVIA 4 17 con dirección a La Paz, y ante los cualeshubieran de hacerse pesar muy de veras los dos personajes en haber escuchado a Goyeneche, pues no era mucho su coraje y jamás querían verse mezclados en trances de pelea. La voz de los descontentos descendió a la plebe llevada por los agitadores, que eran unos cuantos jóvenes y doctores de buenas familias entre los que sobresalían los hermanos Zudáñez, el argentino don Bernardo Monteagudo, don Joaquín Lemoine, los Mercado, Carvajal, Prudencio y otros de igual categoría e igualmente inspirados por las nuevas ideas de la gran revolución, que iban encendiendo formidables hogueras en todos los puntos del mundo descubierto por Colón. La fama de Monteagudo, el más vistoso de todos, provenía ya no únicamente de su talento nutrido y su labia gallarda, sino, sobre todo, de su bodega o tenducho que tenía establecida en el mercado y donde se hacían por lo general las reuniones de los amigos revolucionarios; y si hogaño se ve que la tienda, pulpería o bodega lleva a los escaños del municipio y aún a las curules de la cámara, antaño daba lustre y dinero, pues era la tienda, como es aún hoy en ciertas localidades y al estilo provincial de España, centro de salados caramillos y de honesto esparcimiento. Pizarro, arrepentido de su conducta y viendo que se iba explotando maravillosamente el arma en contra suya, quiso cortar por lo sano y el 25 de mayo dio orden para que se pusiese en prisión a los revoltosos, y, muy particularmente, a los hermanos Zudáñez, sin disputa los más emprendedores de todos. Uno de ellos fue cogido cerrada la noche, una noche que parecía prolongación del atardecer porque la luna llena derramaba tan vivos fulgores que a su claror se podía leer sin fatiga un libro, como acontece esas noches invernales de la meseta andina, de cielo maravillosamente limpio, transparente y sereno. Zudáñez se dejó prender; pero al ir en pos de sus conductores se puso a dar grandes gritos alborotando las calles desiertas y promoviendo con sus voces remolinos de plebe secretamente movida por los amigos del prisionero. Muchos se subieron a las torres de las iglesias y echaron a vuelo las campanas; otros encendieron fogatas en las calles y los balcones de las casas se llenaron de curiosos y alegres muchachas y de alborotadores niños a los que el insólito ruido de los bronces y el claror vivo de las fogatas llenaron de febril alegría. Pizarro, que no preveía tan grande alharaca, dispuso que sus pocos soldados disparasen descargas de fusilería y un cañonazo aunque HISTORIA GENERAL DE BOLIVIA 5 sin apuntar a la gente y con el solo fin de infundir pavor en los alzados; pero éstos no se dejaron amedrentar y armándose de piedras, palos y algún sarroso fusil, atacaron la Audiencia y cogieron preso al Presidente Gobernador no obstante de que el manso caba- llero había dado orden, amedrentado por el laberinto y el furor del populacho, de poner, en inmediata libertad al detenido. Salió Pizarro de la famosa Audiencia, escoltado por el pueblo, y fue conducido preso a los salones de la Universidad. Eran las doce de la noche y a esa hora se abría une nueva era para el pueblo sometido y destruido por otro Pizarro, aunque no de venturas; y el anciano prisionero, impresionado por la gravedad de la hora, frente a los hechos precursores, decía con solerme melancolía: "Con un Pizarro comenzó la dominación de España; con otro Pizarro principia la separación". Al día siguiente, y creyendo los revolucionarios que su misión estaba concluida en Chuquisaca, emprendieron camino de propaganda a las demás ciudades de la Audiencia, yendo a la Paz los doctores Michel y Mercado, a Cochabamba Pulido y Alcérreca, y Monteagudo a Potosí. ARCHIVO Y BIBLIOTECA NACIONALES DE BOLIVIA 6 CAPITULO II La Paz y la revolución del 16 de julio-de 1809.- Proclama de la junta Tuitiva.- Traición de Murillo.- Su muerte heroica.- Revolución de Cochabamba.- En el Alto Perú nace la idea de la emancipación absoluta.- Segunda expedición argentina- Los grandes caudillos. – Tercera expedición argentina.- Batalla de Sipesipe.- La Serna se hace cargo del ejército realista. Muy otra fue la revolución de la Paz y no tuvo de pronto epílogo de romance, porque la sangre corrió a torrentes y en el patíbulo rodaron las cabezas de los caudillos, brutalmente sacrificados por Goyeneche. También en La Paz ardía el deseo de la emancipación acaso más agudo que en Chuquisaca, pero por otras causas. La dialéctica chuquisaqueña no tenía ambiente, ni las discusiones académicas echaban raíces en medio no porque fuese herméticamente cerrado a las especulaciones intelectuales, sino porque el carácter de las gentes pedía otra clase de ejercicios para el desarrollo de su actividad, pues eran gentes de carácter hosco y necesitaban mandones de temple duro, distintos a los que exigía la docta y pulida Charcas. E iban soldados endurecidos en recias campañas, ba- chilleres aventureros y díscolos, vagabundos buscavidas ávidos de lucro y nada escrupulosos para alcanzar su deseo. Y-el topar con gente brava y decidida hízose lujo de valor y hombría el extremar las medidas de rigor, originándose así una lucha de siglos, de que ya estaban hartos los andinos. El comisionado Michel promovió algunas juntas secretas reuniendo a los que ya se señalaban como jefes del movimiento libertario, y la última se efectuó la noche del 15 de Julio en casa de don Pedro Domingo Murillo donde se tomaron varios acuerdos para asegurar el éxito de la revuelta que iba a verificarse al día siguiente durante las fiestas tradicionalmente consagradas a la Virgen del Carmen, pa- trona de la ciudad. La imagen de la Virgen fue sacada en procesión hacia el atardecer. Iba precedida por las comparsas de danzantes indios que no cesaban de soplar sus instrumentos tristes, y caminaba bajo la lluvia de flores y papel picado que las doncellas posesionadas de sus balcones arrojaban con fervor sobre la santa imagen que iba tomando descanso a los pies de los arcos de plata colgados de trecho en trecho, a lo largo de las calles. Concluida la procesión la tropa ganó su alojamiento de la plaza y después de rezar de- HISTORIA GENERAL DE BOLIVIA 7 votamente el rosario se retiró parte de ella al cuartel para gozar de la hora de libertad que se la daba, hasta las siete, yendo a gastar sus, cuartos en los juegos de azar permitidos en esos días por las autoridades. A esa hora salieron los conjurados de una tienda situada en la esquina de la Merced y atendida por Mariano Graneros, alias el Challatejheta, entre los que se encontraban Murillo, Sagárnaga, Monje, Catacora, lanza y el cura Medina, el más corajudo de todos y el de, más firmes convicciones políticas, y se encaminaron al cuartel vigilado en esos momentos por una compañía de veteranos, ganada a la revolución. Sorprendieron al centinela y cogiendo las armas de la guardia rindieron en breve a los pocos soldados que no se hallaban comprometidos, dando luego la señal de alarma tocando arrebato las campanas de la catedral. El Gobernador Dávila intentó sofocar la revuelta, pero fue cogido prisionero y encerrado en el cuartel. Inmediatamente se reunió cabildo abierto a petición del pueblo, el que, por medio e iniciativa de sus representantes los doctores Gregorio lanza, Juan Bautista Sagárnaga y Basilio Catacora hizo destituir a las autoridades, abrogar las alcabalas, quemar las cédulas de los deudores al fisco y dictar otras medidas de carácter económico, concluyendo la reunión con la declaratoria del Acta de la Independencia donde los conjurados "declaran y juran defender con su sangre y fortuna la independencia de la Patria". El 24 de Julio se organizó la Junta Tuitiva con quince vocales y se nombró presidente a don Pedro Domingo Murillo que era un mestizo versado en el manejo de las leyes aunque sin título de abogado, audaz, animoso, parco de palabras, mujeriego y que venía señalándose por su granamor a la independencia y sus arteros y, atrevidos manejos de propagandista, pues era él quien hacía circular los escritos anónimo que con profusión entonces corrían, y por lo que en 1805 se había visto envuelto en un proceso de sedición, y del que hubo de salir ileso porque tuvo la audacia de sindicar como a sus cómplices a las principales autoridades de la localidad. Era, pues, un hombre listo, emprendedor, servicial con los suyos y comedidos, cualidades que le habían dado gran ascendiente entre las clases populares y que, ahora se hicieron valer como méritos para darle la jefatura política y militar de la provincia y el llamativo título de Presidente de la Junta Tuitiva. anteponiéndose a militares de mérito y grande prestigio como don Juan Pedro Indaburo, a doctores ilustres como el animoso presbítero don José Antonio Medina, el enérgico don Gregorio lanza, el sufrido doctor Catacora v otros muchos, todos notables y descollantes en la ciudad. ARCHIVO Y BIBLIOTECA NACIONALES DE BOLIVIA 8 El primer paso que dio la Junta Tuitiva fue anunciar a Chuquisaca el movimiento que acababa de operarse en la Paz y en dirigir engañosamente, un oficio al virrey de lima protestando adhesión al monarca destronado; oficio tácitamente desmentido por la proclama que en seguida se lanzó al pueblo y en la que renegando de haber guardado "un silencio bastante parecido a la estupidez" ante la política opresora del conquistador, anunciaba haber llegado la hora de sacudir la odiosa dominación. "Ya es tiempo, decía, de organizar un sistema nuevo de gobierno fundado en los intereses de nuestra Patria altamente deprimida por la bastarda política de Madrid. Ya es tiempo, en fin, de levantar el estandarte de la libertad en estas desgraciadas colonias, adquiridas sin el menor título y conservadas con la mayor injusticia y tiranía". Lanzado el reto con tan singular audacia, Murillo se preocupó exclusivamente de reunir tropas, y alistarlas, pues a poco se supo que el virrey de Lima, alarmado por los sucesos, había encomendado al brigadier don José Manuel Goyeneche, a la sazón presidente del Cuzco, para develar todo movimiento que tuviese por fin ahogar la libertad de los pueblos. Goyeneche se dio prisa en concentrar sus tropas dispersas en Puno, Arequipa y el Cuzco reuniendo en poco tiempo un formidable ejército de 5,000 hombres con el que se puso en campaña sobre la ciudad subversiva. Estos preparativos se conocieron allí a tiempo, y desde esa hora comenzó a decaer visiblemente el entusiasmo revolucionario de algunos jefes, muchos de los cuales, ante la inminencia del peligro, se hicieron pesar de haber mezclado en esos negocios, abrigando el propósito de retrotraer las cosas al punto en que se encontraban antes del 15 de julio, distinguiéndose Murillo en sus manejos para anular el entusiasmo por la independencia. Acaso no tenía bastante fe en la causa que había abrazado y esperaba diferir para coyuntura más favorable la hora de la emancipación. Entretanto se aproximaban las tropas de Goyeneche a La Paz y al saberlo se disolvió la Junta Tuitiva el 30 de septiembre, por renuncia de la mayor parte de sus miembros, y Murillo, por la voluntad de todos, quedó solo al frente de los negocios públicos y de la guerra y frente a la rivalidad y al odio de Indaburo. Y entonces, alucinado qui- zás por quien sabe qué clase de intenciones, acaso miedoso de haber tenido la audacia de revelarse, escribió el 1º de octubre una carta a Goyeneche "ofreciéndole, cuenta el mismo caudillo en su indagatoria, su persona y milicias, y que le comunicase sus órdenes para verificarlas al momento." HISTORIA GENERAL DE BOLIVIA 9 Esta carta cayó en poder del jefe de la vanguardia revolucionaria, Capitán Rodríguez, quien se apresuró a hacer un viaje a La Paz desde el pueblo de Tiahuanacu donde se encontraba. Llegado a la ciudad hizo prender a Murillo y ordenó que se le encerrase en el cuartel con dos centinelas de vista. Indaburo quedó como jefe de las tropas, parte de las cuales no deseando, permanecer a órdenes de Indaburo acaso porque dudase de su fidelidad a la causa independiente, salió ese mismo día a acantonarse en los altos de Chacaltaya a órdenes de dos oficiales, el gallego Castro y el capitán Rodríguez. Inmediatamente Indaburo se ocupó de recolectar gente aceptando en sus filas a los partidarios de la reacción y luego, cuando se sintió fuerte, hizo prender a los principales revolucionarios que permanecían en la ciudad y dispuso que, cargados de grillos, fuesen custodiados en el mismo cuartel donde permanecía Murillo, y con la intención de hacer un escarmiento con ellos para cuyo efecto dispuso que se levantasen algunas horcas en la plaza principal. La primera víctima fue el capitán Rodríguez, contra el que Indaburo sentía un odio implacable. Lo hizo arcabucear en el patio del cuartel y pender luego en la horca; pero Indaburo no tuvo tiempo para realizar la totalidad de sus siniestros planes porque anoticiadas las tropas de Chacaltaya de la prisión de sus jefes, descendieron a la ciudad y atacando el cuartel dieron sanguinaria muerte a Indaburo, soltaron a los presos con excepción de Murillo contra el que pretendieron ensañarse acusándole de ser él el causante de tantos males y por "haberse convenido con los europeos para decapitar a los patriotas". Hubo saqueo, en las propiedades de los realistas, y los abusos de la plebe ebria unida a la soldadesca desbordada, sólo concluyeron cuando se supo, el 20 de octubre, que las tropas, de Goyeneche se aproximaban a la ciudad. Entonces huyeron los revolucionarios llevando consigo a Murillo "con una platina en un pie" para desbandarse en Chacaltaya con dirección a las vegas de Yungas; con excepción de unos cuantos soldados y unas pocas pobres mu- jeres del pueblo que al mando del español Juan Antonio Figueroa, de recio temple y alma heroica, cometieron la locura de presentar combate a los 5,000 hombres del brigadier Goyeneche que luego hubo de vanagloriarse en sus partes de haber sostenido furiosa batalla por causa del rey... Goyeneche hizo su entrada triunfal a La Paz el 25 de octubre. El 26 comenzaron las persecuciones a los caudillos de la revolución contra los que se sentía profundamente enconado, y en particular ARCHIVO Y BIBLIOTECA NACIONALES DE BOLIVIA 10 contra Murillo, no obstante las pruebas que tenía de su infidelidad a la causa independiente. Muchos fueron cogidos con las armas en la mano, o se presentaron voluntariamente para tratar de explicar su conducta mostrándose arrepentidos de sus actos; otros, como los cabecillas Lanza y Castro, fueron degollados en los Yungas, y sus cabezas se expusieron por largo tiempo a la vera de los caminos. Murillo fue cogido en Zongo, y aunque en su indagatoria se presentó tímido, apocado y felón, supo ganarse la inmortalidad muriendo como el más puro de los héroes pues alzándose en el tablado del suplicio dijo con acento profético: "¡No apagarán la tea que he encendido...!" Y murió. Casi al mismo tiempo que el virrey de Lima encomendaba a Goyeneche la misión de matar la revolución en el Alto Perú, el de Buenos Aires nombraba presidente de la Audiencia de Charcas a don Vicente Nieto, quien hizo prender a los Oidores de la Real Audiencia, sindicados como los principales promotores de los acontecimientos relatados, y los que se habían apresurado en poner en libertad a Pizarro y a rodearle de mil solicitudes deseando sin duda borrar con sus obsequios el recuerdo de su actitud subversiva. Pero ya las ideas de emancipación flotaban en el ambiente y al año cabal de los sucesos de Chuquisaca, Buenos Aires consumaba su gran revolución deponiendo a las autoridades peninsulares y sustituyéndolas con elementos netamente criollos, los que tomaron por su cuenta la tarea de fomentar el espíritu revoltoso altoperuano mediante una misión militar encomendada a don Juan José Castelli y a los generales Balcarce y Días Vélez.El virrey de Lima, sabedor de estos planes, resolvió auxiliar con tropas al presidente Nieto y reasumir el mando de las provincias altoperuanas segregadas desde hacía poco para formar el virreinato del Plata, encomendando a Goyeneche la obra de proseguir su campaña en favor del rey. Fue en este momento particularmente angustioso para la causa americana, “cuando, al decir de un jefe realista, don Mariano Torrente, un terrible golpe, la insurrección de Cochabamba, hizo variar totalmente la escena política" pues las tropas de Goyeneche que durante siete meses se habían estado adiestrando y disciplinando en el Desaguadero, tuvieron que desatender al ejército auxiliar argentino para ir a combatir las heroicas huestes levantadas por los patriotas cochabambinos don Francisco Ribero, don Estevan Arce y el alférez Guzmán Quitón que el 14 de septiembre de 1810 se habían alzado contra el gobernador José Gonzáles Prada HISTORIA GENERAL DE BOLIVIA 11 proclamándola independencia de las provincias altoperuanas a ejemplo de los patriotas de Chuquisaca y La Paz, Oruro, la ciudad de Pagador, secundó valientemente la actitud de Cochabamba tomando hasta el mismo Cabildo parte en el movimiento, y esta actitud fue sostenida por el apoyo de tropas con que inmediatamente acudió Cochabamba, y las cuales, unidas a las de Oruro, batieron en singular y denodado combate en los, campos de Aroma a las realistas enviadas de La Paz por el Gobernador Ramírez, el 14 de noviembre de 1810. A la noticia de esta primera victoria independiente el general argentino Balcarce apresuraba su marcha a los territorios del Alto Perú, enviando desde Cotagaita una nota de intimidación a Nieto hacia fines de octubre de ese año y la que fue respondida arrogantemente por el jefe realista. Entonces atacó Balcarce en los campos de Suipacha infligiendo el 7 de noviembre una seria derrota al jefe realista; lo tomó preso y lo condujo a Potosí de donde había fugado el gobernador Córdova, porque Potosí se había levantado a su vez en favor de la causa americana con un entusiasmo acaso excesivo por los abusos de las plebes enardecidas con la noticia del triunfo de Suipacha. El movimiento independiente tomó proporciones incontenibles, pues fue secundado primeramente por Chuquisaca el 13 de octubre y el 16 de noviembre por La Paz, adhiriéndose ambas localidades, al gobierno de Buenos Aires y desconociendo al de Lima. Castelli fue recibido en Potosí con grandes manifestaciones de entusiasmo; pero su fanatismo político le hizo cometer acciones de inútil crueldad porque ordenó se fusilasen como a traidores al gobernador Sanz y a los generales Nieto y Córdova, que se habían negado a jurar obediencia a la Junta de Buenos Aires, disponiendo, además, que los dineros de las cajas reales de Potosí fuesen a su- marse a los fondos de la revolución con daño del movimiento administrativo de la localidad. Luego pasó por Chuquisaca a incrementar sus fondos y de allí se dirigió a La Paz, ciudad en la que hizo su entrada en uno de los días consagrados a las ceremonias de la Semana Santa dando a los fieles la impresión de un hombre desprovisto de sentimientos religiosos, y, por tanto, dejado de la mano de Dios. Entretanto Goyeneche seguía alistando sus tropas al otro lado del Desaguadero con la intención de atacar al jefe argentino no bien se le presentase una favorable coyuntura; pero como este había presentado ciertas bases de transacción al virrey de Lima, convinieron ambos jefes en firmar un armisticio de cuarenta días ARCHIVO Y BIBLIOTECA NACIONALES DE BOLIVIA 12 ocupando sus tropas las localidades en que se encontraban, es decir, los realistas la margen derecha del Desaguadero, y los patriotas, los pueblos de Laja y Tiahuanacu, distantes cosa de cuarenta kilómetros de la frontera. Este convenio era regular sólo en apariencia porque ninguno de los jefes tenía la resolución de cumplirlo, ya que ambos eran falaces y se afanaban por seducir con promesas a sus tropas ganándolas a su causa y abrigando el propósito de romper con lo pactado así que se presentase el momento oportuno; cosa que, como más diligente y menos escrupuloso lo hizo Goyeneche la mañana del 20 de junio de 1811 destruyendo completamente con sus tropas las desprevenidas de Castelli. El jefe argentino, acobardado, huyó hasta Buenos Aires, y sólo el general Díaz Vélez pudo replegarse a Potosí a la cabeza de sus tropas dispersas que alcanzaban apenas a ochocientos hombres. De Potosí se dirigió a Cochabamba donde latía el espíritu revolucionario, y lo hizo así por escapar del ambiente de Potosí que con los excesos de Castelli se había tornado hostil a las tropas auxiliares. Únicamente quedó Pueyrredón con el encargo de centralizar las tropas dispersas á raíz de la derrota, y las cuales, desmoralizadas ya por la falta de recursos y la poca fe en sus jefes, pretendieron conseguir de la ciudad y sus habitantes lo que habían menester presentándose arbitrarias y despóticas; pero sus abusos sólo sirvieron para exasperar la paciencia de los potosinos que levantándose en masa el 5 de agosto defendieron el resto de sus caudales que pretendían llevarse los argentinos asesinando a los soldados, sin miramientos, y haciendo una cruel carnicería en sus filas. Goyeneche, al conocer el movimiento de repliegue de Díaz Vélez y la actitud subversiva de Cochabamba, se dirigió primero. a La Paz donde entró por segunda vez como vencedor, y de allí a Cochabamba, por Oruro, derrotando completamente en Sipesipe a las fuerzas patriotas y presentándose en Cochabamba animado de un alto espíritu de tolerancia acaso para borrar la huella de horror que dejara el año 10 persiguiendo y castigando a los revolucionarios de la Paz. Fue tan insinuante la política que supo desplegar en esta ocasión, que logró quebrantar la oposición vio- lenta de los caudillos patriotas, y hacer aceptar a Ribero el título de Gobernador y las funciones de tal que supo ejercer en nombre de la corona de España. Esta su misión del pueblo cochabambino en particular y de todo el Alto Perú en general, era : sólo aparente y así lo veía el virrey de Lima, pues no se le ocultaba que la odiosidad entre las dos ramas de HISTORIA GENERAL DE BOLIVIA 13 la raza autóctona, era violenta e irreductible, y quiso de una vez humillar y vencer por, siempre ese espíritu levantismo y hosco de los altoperuanos y ordenó que el cacique Pumakcahua del Cuzco, reforzado por el de Chincheros, Choquehuanca, fuesen en apoyo de Goyeneche con sus tropas, las cuales, sedientas de odio y angurriosos de bienes, cometieron crímenes y abusos tan grandes, robando, talando, incendiando, que sembraron por, siempre en el Alto Perú el odio al invasor del otro lado del Desaguadero. Estos abusos, hechos a nombre de una causa repudiada ya por los pueblos, ocasionaron una nueva insurrección en, la Indómita Cochabamba que deponiendo al Gobernador Ribero creó una, junta de gobierno compuesta de varios miembros, los cuales, obrando aisladamente y sin concierto, no hicieron otra cosa, con su actitud, que debilitar él entusiasmo revolucionario del pueblo, pues se pusieron a atacar ya, no únicamente a los enemigos de la causa, si- no que su acción se convirtió en un flagelo de las poblaciones vecinas, del comercio y del movimiento mercantil casi paralizado hasta el punto de que hasta el mismo correo tenía que trasladarse custodiado con un fuerte destacamento de hombres armados. Irritado Goyeneche con estos abusos concibió el propósito de escarmentar con rudeza el espíritu insubordinado de ese pueblo y sus caudillos, y con este objeto llamó en su ayuda a mas, oficial de instintos feroces, rapaz con exceso, sin escrúpulos de ningún género, ambicioso y angurrioso, y luego de proclamar a sus tropas autorizándolas para obrar como les viniese en antojo, dejó de preocuparse por, el instante con la idea de invadir las provincias argentinas, y se encaminó a los valles de Cochabamballevando a su vanguardia al feroz mas cuyos actos de terror, sólo sirvieron para fortalecer en los habitantes de la región su instintivo anhelo de libertad. El 27 de mayo hizo Goyeneche su entrada en la urbe levantisca después de haber rechazado con desdén la comisión de sacerdotes que le salió al encuentro para pedirle garantías por las vidas y haciendas de los moradores; y sin mas dejó sembrado el terror en todos los pueblos de su paso, Goyeneche hizo destrozos en la ciudad e instituyó un tribunal militar que condenó a muerte a los principales caudillos cuyas cabezas se clavaron en picas y se expusieron a la orilla de los caminos públicos. Después de ejercer tan crueles venganzas y teniendo aviso de que en la frontera se prepara otro ejército invasor, se puso en camino al sur del territorio y envió a la Argentina a su primo Tristán con un ejército de seis mil hombres y el que fue derrotado por Belgrado el 24 ARCHIVO Y BIBLIOTECA NACIONALES DE BOLIVIA 14 de septiembre de 1812 en Tucumán, y poco después, el 17 de febrero, en Salta. Goyeneche, cansado de la lucha, pidió su retiro y fue reemplazado por el general Joaquín Pezuela, y éste tuvo que retirarse buscando posiciones estratégicas ante el avance del general Belgrano que a la cabeza del segundo ejército argentino llevaba la misión de fomentar el espíritu de revuelta en el Alto Perú. Iba con el propósito de borrar con su conducta las huellas de odio y resentimiento dejados por el primer ejército argentino de Castelli, y sus equitables medidas de administración lograron en parte su objeto porque supo rodearse de honrados colaboradores y poner a la cabeza de los pueblos hombres patriotas y desinteresados como Warnes, Arenales y otros. El encuentro de los dos ejércitos tuvo lugar el 1° de octubre de 1813 en la llanura de Vilcapugio, saliendo vencedores en la refriega los soldados de la corona. Belgrano no se dio por perdido y reuniendo sus destrozadas tropas intentó un segundo golpe de plausibles consecuencias; pero otra vez fue vencido el 14 de noviembre en los campos de Ayuma, a algunos kilómetros de Vilcapugio, sobre el mismo llano del yermo. Tan brava fue la defensa de los patriotas que el mismo general Pezuela pudo decir en su parte al virrey: "Los soldados insurgentes parecía que habían echado raíces sobre el suelo que pisaban." Belgrano se refugió en Potosí y el 18 de noviembre se retiró de la ciudad al saber la aproximación de las tropas enemigas, pero antes dispuso que se hiciese volar con cargas de pólvora la casa de moneda, bárbara orden que fue burlada por el patriotismo local de un oficial altoperuano y que unida a los desmanes que cometieron los soldados argentinos en su retirada a las fronteras de su país, acaba- ron por herir de muerte, y ahora definitivamente, el prestigio porteño y la fe en su sentimiento de solidaridad americana. Es desde entonces, y a fuerza de desengaños, que los habitantes del Alto Perú concibieron el propósito de luchar solos por su independencia haciendo frente al núcleo de los ejércitos realistas allí arraigados, pues si por un lado fueron víctimas de la rapacidad porteña, por otro hubieron de sufrir angustiosamente una política de venganzas y persecuciones ejercitadas con tesón por los peninsulares, igualmente animados por la pasión de la rapiña. Este deseo y el alejamiento de Pezuela que seguía en pos del vencido ejército argentino, favorecieron el levantamiento general de los caudillos altoperuanos, José Miguel Lanza en los valles de Ayopaya, Ramón Rojas en Tarija, José Vicente Camargo en Cinti, Manuel Ascencio Padilla en Laguna, José Ignacio de Zárate en HISTORIA GENERAL DE BOLIVIA 15 Porco, Miguel Betanzos en Puna, Warnes en Santa Cruz de la Sierra y otros menos célebres aunque no menos animosos, se levantaron en distintas partes del inmenso territorio al solo impulso de su entusiasmo guerrero y de su amor a las instituciones libres, sin contar con el apoyo dé nadie, sin recibir de ningún lado contingente de armas, pobres en toda clase de bienes, y muchas veces hasta sin reunir las cualidades morales que exige el comando de las turbas; y lucharon todos con pasión, ansiosamente ya no sólo por conseguir el goce de una libertad que muchos confundían fácilmente con el libertinaje sin freno, sino por conservar la hacienda y el honor de la familia o aumentar el patrimonio de esta con las ocasiones que brinda un período cualquiera de luchas sin merced y hasta sin nobleza. Pezuela se vio precisado a dedicar todas sus tropas en la persecución de los guerrilleros; pero la audacia de éstos no conocía límites y obligó a las tropas reales a desplegar una energía y una constancia verdaderamente admirables. Sentían esas tropas que el ambiente les era hostil en extremo; por todas partes veían levantarse obstáculos y, sin embargo, permanecían obstinadas en la lucha, sin desfallecer y antes abrigando una especie de loca angurria por conseguir dinero y derramar sangre. Ardió, pues, la guerra en el Alto Perú, con extraordinaria violencia. Quienes aumentaban furioso combustible a la hoguera de odios eran los mismos sacerdotes y las mujeres de toda clase y condición: la inseguridad era patente y no había más remedio que lanzarse a la lucha, sean cuales fuesen sus resultados. Es en este estado que emprendió campaña sobre el territorio del Alto Perú el tercer ejército auxiliar argentino comandado por el general Rondeau y cuya vanguardia'-estaba al mando del teniente coronel don Martín Güemes, hombre de un patriotismo ardiente y fanático, grosero- de palabra, audaz como ninguno y con muy elevado concepto del honor y de la dignidad humanas. Este ejército, fuerte de 4,000 hombres, se movió a principios de abril desde Jujuy con destino al Alto Perú entrando a Potosí el 9 de mayo; pero su marcha fue un modelo de desorganización y mala conducta. Cuatro meses permaneció en Potosí el ejército porteño inactivo para afirmar su disciplina, pero demasiado diligente para proveerse del dinero que necesitaba no ya solo a costa de sus enemigos de la causa sino con daño de los intereses de los mismos patriotas a los que se impuso fuertes contribuciones; mas al fin hubo de abandonar sus posiciones y sacudir su poltronería para provocar a combate a su ARCHIVO Y BIBLIOTECA NACIONALES DE BOLIVIA 16 adversario que por su excelente servicio de espías estaba al tanto de su plan de campaña y conocía la des moralización de sus tropas. El 29 de noviembre se encontraron ambos ejércitos en Villoma y se dio la segunda batalla de Sipesipe en la que el ejército porteño, casi sin combatir, fue completamente derrotado, dejando mil hombres fuera de combate y casi todo su bagaje militar. Al conocer los caudillos altoperuanos el desbaratamiento definitivo del tercer ejército auxiliar argentino y saber que ya nada debían esperar del vencedor, volvieron a ponerse a la cabeza de sus huestes para emprender la heroica cruzada de las republiquetas, "nombre que se dio, vulgarmente, -dice el general Paz,- a esas reuniones espontáneas de hombres mal disciplinados y peor dirigidos, sin armas, sin reglas y sin táctica." Pezuela decidió acabar con todas ellas destacando en persecución de los caudillos a sus capitanes más esforzados. Despachó a Cinti, en persecución de Camargo, al coronel Centeno cuyo escuadrón de caballería compuesto de 400 hombres estaba armando del mayor Andrés Santa Cruz, y en Cotagaita supo la muerte del caudillo Padilla y la noticia le llenó de alborozo porque la tenacidad y bravura del heroico varón distrajeron por mucho tiempo y agotaron la resistencia de sus tropas. Camargo fue cogido por sorpresa la noche del 2 de abril y muerto por manos del mismo Centeno y pocos días después, en otro lugar del enorme escenario, era sacrificado con saña el cura Muñecas, acaso el más ilustrado y decidido de todos los guerrilleros altoperuanos. Sacrificados así estos caudillos, los demás que con igual coraje yabnegación se batían en otros puntos del territorio, se hicieron la promesa de no dar tregua ni cuartel al enemigo, pues ya que un día u otro estaban condenados a seguir la suerte nefasta de sus camaradas muertos, preferible era pagar cara la vida y no dejar punto de reposo al invasor ni dejarle holgar con la riqueza acumulada en trescientos años de ruda labor en las entrañas de la tierra. Y recrudeció por tanto la lucha que necesariamente debía resolverse de pronto con el triunfo de las armas reales, como que en poco tiempo fueron sacrificados muchos de los principales caudillos, comenzando por Warnes en Santa Cruz. En mayo de ese año de 1816 marchó Pezuela a Lima para sustituir a Abascal en el virreinato, y en su lugar vino el general La Serna acompañado de un brillante estado mayor. La Serna era un militar de ideas liberales, de carácter generoso y desprendido, justiciero y recto. Como tal quiso desde un comienzo imprimir un nuevo rumbo a la guerra dándole un carácter más HISTORIA GENERAL DE BOLIVIA 17 científico y conforme a las enseñanzas que recibiera en las filas del ejército de su país y en medio de la guerra sustentada contra Napoleón; pero todos sus propósitos fallaron en la guerra que llevó al norte de las provincias argentinas de las que tuvo que retirarse al cabo de algunos meses de campaña derrotado por las montoneras de gauchos, cruelmente hostilizado por la población civil y habiendo perdido casi toda su dotación de guerra. La humanitaria y atolondrada conducta de La Serna en esta campaña fue acerbamente motejada por la camarilla del virrey Pezuela opuesta en ideas políticas a las del caballeroso español y por el mismo Pezuela que tantas huellas de desolación y lágrimas dejara en el Alto Perú. Se criticaron su clemencia, sus métodos de hacer la guerra y hasta su honestidad funcionaria; pero La Serna que desde atrás venía viendo que la guerra tocaba a su fin por el odio incolmable y exasperado de los naturales hacia el peninsular; convencido de que los acontecimientos se encadenaban todos en favor de la causa por la libertad; viendo, sobre todo, que era unánime en el Continente las esperanzas de liberación alimentadas ahora con vigor por los simultáneos triunfos de Bolívar en el norte y de San Martín en Chile, enfermo, desengañado, melancólico, presentó su renuncia al rey y dejó el mando de las tropas realistas al jefe del es- tado mayor, el brigadier don José Canterac, quien, a su vez, las puso, por orden, en manos del general don Juan Ramírez, que ya anteriormente había hecho la campaña en esas regiones del Alto Perú. ARCHIVO Y BIBLIOTECA NACIONALES DE BOLIVIA 18 CAPITULO III Se afirma en el Alto Perú la idea de la independencia.- Revolución de Hoyos en Potosí.- Sucesos del Perú en 1820. - La guerra intestina en las filas reales.- Batalla de Junín.- Batalla de Ayacucho.- Sucre recibe instrucciones de pasar al Alto Perú.- Manejos de Olañeta en favor de la independencia altoperuana.- Decreto de Sucre de 9 de febrero de 1825 constitutivo de la nacionalidad.- Descontento y reparos de Bolívar. - Decreto del Gobierno de Buenos Aires reconociendo al Alto Perú la facultad de constituirse en conformidad a sus intereses.- Bolívar lanza su decreto limitatorio de 16 de mayo. - La Asamblea constituyente de 1825.- Bolívar en el Alto Perú.- Promete, al fin, consentir en la formación de la nacionalidad.- Cumple su promesa y envía su proyecto de Constitución para el nuevo estado de Bolivia. Corría el año de 1820, glorioso para las armas patriotas. El 28 de julio había entrado San Martín en Lima después de su formidable y terrible campaña andina para proclamar la independencia del Perú, y en noviembre capturaba Lord Cochrane en el Callao, "los más fuertes barcos de la España". Al evacuar los realistas la famosa ciudad de los Reyes, su ejército había desconocido la autoridad de Pezuela, sustituyéndolo por el general La Serna y daba síntomas de marchar a su disolución. Todos estos acontecimientos influyeron para orientar poderosamente el espíritu público del Alto Perú, hacia horizontes de más vastas perspectivas, concibiendo la aristocracia pensante del país la idea, pronto general, de constituir un organismo aparte e independiente de las influencias de los organismos que hasta entonces habían englobado la región núcleo del imperio incásico. Las ideas políticas se habían depurado del candor casi místico con que se presentaban a la imaginación refrenada por una educación sin principios, y ya se conocían, con alguna exactitud, las corrientes de ideas que predominaban en el mundo merced a la difusión de la prensa argentina, y las clases populares comenzaban, a comprender la injusticia de las diferenciaciones sociales, que se pretendía resolver en diferencias de castas. Con semejante disposición de espíritu fácil le fue al coronel Hoyos sublevar la guarnición de Potosí y proclamar la independencia del Alto Perú en enero de 1822 poniendo preso a don José Estévez que en ausencia del gobernador había quedado en su lugar; pero el movimiento fue prestamente sofocado en San Roque por don Rafael Moroto que acudió a Potosí con las guarniciones de Tupiza, Oruro y HISTORIA GENERAL DE BOLIVIA 19 Cochabamba. Hoyos pagó con la vida su intento de libertad y fueron ejecutados más de veinte patriotas entre jefes, oficiales y civiles, y enviados otros al destierro y al laboreo forzoso che las minas en los socavones de la ciudad. Por este tiempo estaba ya consumada la revolución del Perú y había llegado a Lima el general don Antonio José de Sucre en misión especial acreditada por el libertador Bolívar. Gobernaba el país el general Riva Agüero, quien, anheloso de auxiliar los esfuerzos de los altoperuanos, envió a don Andrés Santa Cruz, convertido ya a la, causa de los independientes, a la cabeza dé un respetable número de fuerzas; pero Sucre, que entonces actuaba sólo como diplomático y no quería tener ingerencia directa en otros negocios y conocía, de paso, las dotes militares de Santa Cruz, no pudo menos de criticar la medida como lo hicieron todos los que rodeaban al gobierno, pues se decía que Santa Cruz, altoperuano de nacimiento, más que con un objetivo militar, iba a esas regiones con el fin de apoderarse de las provincias del Alto Perú y segregarlas del Perú y Buenos Aires, formando un Estado separado", cual escribía Sucre a Bolívar. Nada queda de la expedición de Santa Cruz que autorice a dar como un hecho la efectividad de este rumor; pero sí se vieron plenamente confirmados los temores de Sucre, porque Santa Cruz, sin dar ninguna batalla decisiva y sólo al saber que el virrey La Serna había tocado las fronteras del Alto Perú, emprendió una precipitada retirada que; más tenía trazas de vergonzosa huída, perdiendo en ruta la casi totalidad de sus 7,000 hombres. Durante esta campaña había concedido el general La Serna muchas distinciones a sus principales colaboradores, y este fue uno de los motivos determinantes para que varios jefes ya descontentos por su actuación y la amplitud de su criterio político, diesen paso a su resentimiento declarándose rebeldes para seguir prestando su colaboración a La Serna. Olañeta inició la lucha civil declarándose partidario del absolutismo, y el virrey hubo de verse obligado a abrir campaña contra el general rebelde en momentos de verdadera crisis para la causa de la corona porque para entonces se había retirado del Perú el general San Martín, desencantado de los hombres y de la política, cediendo el campo al Libertador Bolívar que al finalizar este año de 1823 se preocupaba activamente de organizar su ejército para las batallas de libertad. La lucha entre los jefes realistas fue tenaz y mortífera. Quiso primero el virrey ensayar las medidas de conciliación proponiendo ciertas bases de transacción a Olañeta; pero este general, ambicioso y obstinado, se propuso confiar a las armas la razónde su actitud e ARCHIVO Y BIBLIOTECA NACIONALES DE BOLIVIA 20 hizo la campaña admirable de valor y energía y en la que el ejército real hubo de perder ya no sólo la cohesión de su disciplina, sino apreciables unidades y un excesivo desgaste de fuerzas e iniciativas. Al fin, después de largos meses, de campaña por todos los yermos, valles y vegas del Alto Perú, gigantesco teatro de las estupendas hazañas de este ejército anarquizado, el virrey la Serna hubo de interrumpir la persecución de su general rebelde para prestar toda su atención al ejército del Libertador que al mediar el año de 1824 contaba con unos 10,000 soldados perfectamente disciplinados y que se pusieron en movimiento no bien parecía haberse atenuado el encono de la lucha fratricida. Salióle al encuentro el ejército realista comandado por Canterac el 1º de agosto, y fue derrotado el 6 en las llanuras de Junín en memorable y formidable encuentro y de las que Canterac tuvo que retirarse con asombrosa presteza porque en sólo dos días de marcha ganó 160 kilómetros andando por las faldas hoscas de la cordillera andina. Bolívar apenas pudo seguir la huella de sus pasos y por razones políticas dejó su ejército en las orillas del río Apurímac encomendando al general Sucre la misión de perseguir al adversario, y, si es posible, de librar a la suerte de las armas la conclusión de esa campaña comenzada con tan singular éxito bajo la inspiración de su genio militar. Sucre no anduvo corto en cumplir sus instrucciones y se puso en movimiento antes de que el general La Serna tuviese tiempo de reorganizar el deshecho ejército de Canterac y de recibir los contingentes de Olañeta, al fin sometido frente al desastre de las armas reales, ofreciera enviarle del Alto Perú. Verificóse el encuentro de ambos adversarios el 8 de diciembre en las llanuras de Ayacucho, limitadas por las altas cumbres de la cordillera y la batalla fue terriblemente ruda, pues combatieron los ejércitos con la suprema bravura de la desesperación porque comprendían que de esa acción dependía el éxito de sus empeños; pero otra vez más les fue adversa la suerte a los españoles porque la derrota se produjo hacia el atardecer y fue "completa y absoluta", según reza el parte oficial. Estaba concluida la dominación española en América después de trescientos años de esterilidad política y económica y ahora comenzaría otra, también secante, no más ilustrada y sin historia en los anales del mundo. El vencedor de Ayacucho, que en la hora de esta batalla última y definitiva estaba en la fuerza de la edad y rendía apasionado culto a una mujer garrida de la alta sociedad quiteña, creyó concluida su HISTORIA GENERAL DE BOLIVIA 21 misión militar y dio por rotos sus compromisos con la causa de la independencia; pero otros eran los propósitos de su superior. Bolívar proyectaba algo trascendental y pensaba realizarlo con la co- laboración de su hábil general y entrañable amigo, quien, cual si presintiera los propósitos del jefe y las angustias que llegarían a producirle, le dirigió una carta el 23 de ese mismo mes, desde Andahuaylas, pidiéndole instrucciones para proceder en la campaña contra el rebelde Olañeta que, permanecía irreductible con sus tropas en el Alto Perú, decidido a realizar lo que no había podido hacer La Serna, es decir, vencer al enemigo o fatigarlo por lo menos presentándole incesante campaña en esa jurisdicción que ya no dependía del Perú. Bolívar, desatendiendo dar instrucciones concretas sobre los puntos expresamente consultados, se limitó a ordenarle que prosiguiera viaje al Cuzco y entrase a los territorios del Alto Perú, pasando el río Desaguadero, que era límite entre los virreinatos del Río de la Plata y el Perú. Sucre, siempre sumiso y condescendiente, siguió viaje y lle- gó en los primeros días de diciembre a la ciudad de piedra de los incas; más el 25 instóle por carta a Bolívar estableciese las normas a las que debía sujetarse impartiéndole sus órdenes no en su calidad de Dictador del Perú sino como libertador de Colombia y añadiendo en estilo jocoso que se daría de baja el día en que "por falta de aclaración bastante" esas órdenes se prestasen a confusión. Tampoco llegaron las aclaraciones. Entonces Sucre se puso en marcha hacia el punto señalado por el Libertador, no sin antes escribir de Puno los temores que le asaltaban para cumplir la misión confiada a su talento político y militar. En Puno recibió Sucre una delegación altoperuana dirigida por don Casimiro Olañeta, sobrino del general realista. Don Casimiro se había pasado a la causa de los patriotas después de haber revelado casi todos los planes del general a los revolucionarios jugando así un rol preponderante aunque algo ingrato en los acontecimientos, y por él supo ahora Sucre el estado de ánimo de aquella región, inclinada con unanimidad a la independencia absoluta. El viaje de Puno a La Paz siguiendo la orilla del lago Titicaca lo hizo Sucre en compañía de Olañeta con quien sostuvo largas pláticas tratando de enterarse debidamente de las corrientes políticas del Alto Perú. Olañeta era entonces un mozo casi de la misma edad que Sucre, simpático de continente, de palabra insinuante y vistosa, y fácil le fue fortalecer y acaso sugerir en el ánimo de Sucre la idea de fomentar el espíritu de independencia reinante en el Alto Perú, mostrándole que el sólo medio de realizar cumplidamente los fines ARCHIVO Y BIBLIOTECA NACIONALES DE BOLIVIA 22 de la revolución emancipadora era dejar a los pueblos en libertad de fijar y decidir de sus propios destinos. Sucre, que tenía ideas fijas en la materia y conocía el pensamiento secreto del Libertador, acorde con el suyo, no vaciló un momento en publicar, dos días después de la llegada a La Paz, su célebre decreto de 9 de febrero en que, reconociendo en los pueblos el derecho de constituirse según su propia voluntad, convocaba la reunión de un congreso encargado de fijar la suerte posterior de las cuatro provincias altoperuanas. Malísimo efecto produjo en el ánimo de Bolívar la noticia de este inconsulto decreto, no obstante de que para darlo. Sucre había tenido presente los dictados de su conciencia y los conceptos emitidos por el Libertador en dos de sus cartas dirigidas al Gran Mariscal de Ayacucho: "La suerte de esas provincias será el resultado de la deliberación de ellas mismas, y de un convenio entre los congresos del Perú y el que se forme en el Río de la Plata". La carta que con fecha 21 de febrero escribió a Sucre reprobando su decreto de 9 de febrero, muestra su propósito, revelado después, de crear grandes organismos sociales que llevasen en sí los elementos suficientes de organización y estabilidad política y no pequeños núcleos donde forzosamente, por falta de ambiente, habrían de arrai- gar con pena las instituciones libres y ser ricos más bien en una floración de caudillos personalistas y bajamente ambiciosos. Ante la desaprobación categórica de su jefe, Sucre, profundamente herido en su amor propio de creador, concibió el propósito de ir dejando a otros el mando de las tropas libertadoras del Alto Perú y así, categóricamente, se lo comunicó por carta; pero su, resolución fue tomada en falso: Hombre por entero subordinado a la voluntad avasalladora e implacable de Bolívar, era incapaz de llevar a cabo cualquier proyecto que pudiese contrariar los planes del Libertador, quien le insinuó empeñosamente que continuara en el Alto Perú donde, le hacía ver, pondría en práctica sus proyectos. Además, urgía acabar de una vez con el jefe realista Olañeta, que abandonando Potosí, ciudad elegida para su cuartel general, a las vencedoras tropas del Gran Mariscal de Ayacucho, acababa de rechazar la capitulación que le ofreciera Sucre y era preciso dar fin con él. Y a esto se estaba disponiendo Sucre, cuando el 3 de abril le llegó la noticia de la muerte de Olañeta, parte de cuyas tropas se había defeccionado al mando delcoronel Medinaceli siendo batida la otra el 2 en el río de Tumusla. HISTORIA GENERAL DE BOLIVIA 23 Con esta acción concluyó en el Alto Perú la guerra de la independencia iniciada el año 9 en Chuquisaca y La Paz, respectivamente, con cierto candor ideológico y cuando el poder peninsular, todavía intangible, fuerte por su prestigio histórico disponía de todos sus recursos acumulados en esa parte SID del Continente donde tan sólo se contaba con la fuerza de las ideas germinadas en ese laboratorio de energías de la universidad de Chuquisaca, y en la cual guerra, si bien no hubo caudillos verdaderamente heroicos por su valor y sus virtudes o su genio militar, hubo en cambio el sacrificio callado de la masa anónima y su indomable voluntad de vivir autónoma y fijando su propio destino. De Potosí se trasladó Sucre a Chuquisaca con el propósito de entregarse a la administración de esos pueblos que ya los daba por definitivamente libres, porque días después de la muerte de Olañeta había recibido una comunicación oficial del delegado argentino don Juan Antonio Arenales y un pliego con un decreto del gobierno de Buenos Aires en que autorizaba a su delegado pactar un acuerdo con el jefe realista Olañeta, para que éste dejase libres las provincias de su jurisdicción, "sobre la base de que éstas, dice el decreto, han de quedar en la más completa libertad para que acuerden lo que más convenga a sus intereses y gobierno". Enorme fue la satisfacción de Sucre al conocer el texto de este decreto que venía a secundar sus propósitos contenidos en el suyo constitutivo de 9 de febrero y así se lo escribió en carta alborozada al Libertador; pero su alegría no duró mucho porque en respuesta Bolívar le envió otro fechado el 16 de mayo en que aceptando en principio la idea de reunir un congreso deliberante como una concesión a los avances de Sucre, sometía las deliberaciones de ese cuerpo ya no a la voluntad del congreso argentino, de que dependía, sino a la del Perú, convocado para una fecha posterior. Y como este acto entrañaba en suma una reprobación de la política de Sucre debía herir en lo vivo el amor propio de su creador, no quiso que fuesen tantos sus efectos que le hiciesen romper su amistad con Sucre y se apresuraba a explicar las razones por las que había lanzado ese decreto contra sus deseos y su voluntad, y que no eran otros que "por no dejar mal puesta la conducta de usted, por complacer al Alto Perú y por poner a cubierto mi reputación de amante de la Soberanía Nacional y a las instituciones más libres, es decir, en el fondo, consentía Bolívar que se echasen las bases de una nueva nacionalidad, no precisamente por respeto a la libre disposición de los pueblos, como a su afán de no mostrarles a éstos la ligereza con que había procedido su segundo. ARCHIVO Y BIBLIOTECA NACIONALES DE BOLIVIA 24 Sucre, lastimado profundamente por las limitaciones del Libertador, creyó prudente aplazar por el momento la publicación de ese decreto; pero "comunicó en reserva su tenor a un grupo de los más influyentes diputados", entre quienes comenzaron a circular pareceres contradictorios, pues muchos manifestaron su intención de no concurrir al congreso para no verse expuestos a jugar un rol político sin ninguna finalidad ni alcance alguno; otros opinaron porque no se reuniese la asamblea convocada sino después que los congresos de Lima y Buenos Aires hiciesen conocer su resolución respecto de la independencia altoperuana, y aun no faltaron quienes aconsejasen sostener por la fuerza el derecho de deliberar por propia cuenta. Entretanto llegaba el día de la instalación de la asamblea y era grande la expectación de los diputados reunidos en Chuquisaca por saber cómo habría de resolverse por fin el conflicto planteado por el Libertador; pero Sucre que conocía el carácter de Bolívar y su sed inagotable de renombre, no tuvo reparos en aconsejar a sus amigos que empleasen todos los medios posibles para ganar la voluntad del Libertador, única manera de poder conseguir algo en beneficio de sus aspiraciones. Luego, y deseando, según las instrucciones de su jefe, dejar en completa libertad a la asamblea en sus deliberaciones, salió de Chuquisaca el 2 de julio rumbo a Cochabamba, y luego a La Paz para salir de allí en encuentro de su jefe, ya en viaje sobre Alto Perú. La asamblea se reunió el 10 de julio de 1825. Eran 48 representantes, en su mayoría doctores de la Universidad de Chuquisaca y, por tal, peritos en el arte de hilvanar discursos de frase sonora y atrayente. Los debates fueron por tanto nutridos y vistosos por la abundancia verbal de los Olañeta; Serrano, Urcullo, Gutiérrez, Medinaceli, Velarde y otros miembros culminantes de esa primera asamblea, entre los que se revelaron algunos estadistas previsores y discretos, siendo los más meros fraseadores vanidosos y rimbombantes sin otro fin que producir fuegos de artificio y conquistarse pasajera popularidad. Los debates públicos, y, de preferencia, los acuerdos de los pasillos, giraron en torno a la idea de que era imprescindible, necesario y de toda urgencia conseguir que el, Libertador rompiese su decreto de 16 de mayo, condición primera y aun sola para entrar a tomar acuerdos trascendentales que respondiesen al anhelo del país. Para alcanzar ese resultado era preciso ceñirse al consejo del Gran Mariscal, venciendo con honores la resistencia del Libertador. HISTORIA GENERAL DE BOLIVIA 25 Resolviese, en consecuencia, enviar una comisión a su alcance la cual llevaría, para mayor seguridad de éxito, el pliego del reconocimiento formal de la independencia del Alto Perú, el que fue fechado el 6 de agosto como homenaje a la batalla de Junín y -en prueba de sumisión a Bolívar, héroe de aquella jornada. Antes había la asamblea dispuesto otra medida de rendido acto: le envió el 19 de julio un pliego comunicándole su instalación y en el cual se le decía que la asamblea "se acoge a la mano protectora del Padre común del Perú, del Salvador de los pueblos, del Hijo primogénito del Nuevo Mundo, del Inmortal Bolívar... Con V. E. lo haremos todo: todo lo seremos con su ayuda". La legación presidida por el tribuno Olañeta llegó a La Paz, donde ya se encontraba el Libertador, en los primeros días de septiembre y el 5 fue admitida a una audiencia privada. Hasta hoy se desconocen los detalles auténticos de la entrevista, pues lo que de ella se sabe emana del informe de la misma legación dado a la asamblea por Olañeta, quien, naturalmente, hubo de omitir ciertos detalles conocidos hasta ahora sólo por la tradición oral y depresivos hasta cierto punto para el país, la asamblea y, sobre todo, la legación. Del informe oral de Olañeta se colige que el Libertador, sin tomar a lo serio los honores y homenajes votados por la asamblea, dijo no creerse suficientemente autorizado por el congreso del Perú para declarar la independencia de las provincias sometidas a su jurisdicción y cuyo ejemplo pudiera ser contagioso para otras que con el mismo título pudieran alegar derechos a su independencia, "si la sola deliberación de un pueblo, -palabras del relato de Olañeta,- bastara para erigirlo en soberanía sin el re- conocimiento de los Estados vecinos”. Opuestos semejantes reparos a las solicitudes de la asamblea, que eran varias, según se ve en el pliego de instrucciones entregado a Olañeta, sólo se reservó la tarea de redactar el código político, del nuevo Estado, acaso porque allí se le presentaría la coyuntura de exteriorizar sus puntos de vista políticos y los ideales que anhelaba para los nuevos Estados.. La asamblea, desfavorablemente impresionada por los informes de la legación, se disolvió el 6 de octubre no sin antes haber proclamado solemnemente y en documento memorable la independencia del nuevo Estado, al que se llamó Bolívar como sometimiento y homenaje al Libertador, y de haber echado las bases de la nueva nacionalidad con leyes secundarias, lanzandoa, la par por el mundo la resolución de quedar desligada de los otros países de los que antes formara parte. ARCHIVO Y BIBLIOTECA NACIONALES DE BOLIVIA 26 El 20 de septiembre salió Bolívar de La Paz, y ocho días después llegaba a Potosí, la legendaria villa, en la cumbre de cuyo cerro había prometido enarbolar la bandera de los libres, allá en sus sueños de adolescente. Suntuoso en extremo fue el recibimiento dula mágica ciudad y muy digno de la fama del héroe. Las fiestas preparadas por el vecindario y el prefecto Miller duraron siete días consecutivos y hubo verdadero derroche de caudales, buen humor, suma elegancia y gracia sin fin en las mujeres. De Potosí pasó Bolívar a Chuquisaca, donde entró el 4 de noviembre y la ciudad universitaria no anduvo menos diligente en festejar al Libertador. Y estos agasajos, el fervor apasionado de las masas, el cabal conocimiento del país y de las gentes, su amor instintivo de lo equitable, fueron modificando gradualmente los sentimientos del Libertador en sentido favorable a las aspiraciones de los altoperuanos, empujándole a trabajar con el ardimiento que acostumbraba dando decretos y disposiciones sobre toda materia, afanándose por arreglar los asuntos de la administración, preocupándose de las finanzas públicas y de la instrucción popular, y mostrando en fin, su anhelo de corresponder con actos de previsión y utilidad los homenajes de un pueblo rendido a sus plantas y por el que ya sentía ese afecto entrañable que fatalmente despierta lo que se rinde, apega y es débil. El 1º de enero de 1826, víspera de su viaje al Perú, lanzó el Libertador su memorable proclama a los bolivianos en que aseguraba irse con pena, pero con la firme convicción de trabajar por su patria adoptiva, a la que, según su promesa, ofreció enviarle una constitución "la más liberal del mundo". "El 25 de mayo próximo será el día en que Bolivia sea. Yo os lo prometo", -dijo, y fue fiel a su pa- labra. Hombre de escrúpulos exagerados en ciertas circunstancias, previsor y prudente, al fin vio que merecían ser libres quienes por el espacio de quince años habían sufrido y penado con ejemplar abnegación y coraje insuperado por romper el duro yugo peninsular; acaso vio también, dado el empeño de peruanos y argentinos por inclinar de su lado la decisión de Charcas, que el desmesurado crecimiento de cualquiera de los nuevos países sería una amenaza constante para la seguridad de los demás y engendraría el instinto de las supremacías peligrosas, y convino recién en la necesidad de crear un nuevo organismo que se interpusiese entre los ya formados y viniese a guardar el necesario equilibrio en esa vasta y rica porción del Continente. HISTORIA GENERAL DE BOLIVIA 27 Y consintió, recién, en que Bolivia sea. Y como en todo lo que proyectaba sabía poner fe y entusiasmo, ese entusiasmo generoso, desbordante y espontáneo en su temperamento de meridional, la creación de Bolivia fue para él un motivo no ya de gratitud, como generalmente se piensa y dice, arrancado por los homenajes recibidos, cosa que sería vanidad y pueril egoísmo, sino de orgullo de gran caudillo y de previsión sana de estadista, orgullo y previsión de una obra que la sabe imperecedera, el sostener, pedir, disponer, ordenar que el nuevo país no encontrase obstáculos en ninguna parte y emprendiese los primeros pasos de vida libre, con facilidad y sin tropiezos. Para alcanzar su propósito puso de lado del pueblo que diera como pedestal a su nombre el granito firme de sus montañas, su actividad desconcertante, su voluntad de hierro, y, sobre todo, su amor invulnerable a la libertad y a la gloria. Pero no toda su fe. Bolívar veía a distancia y más lejos que todos los hombres juntos de su tiempo y hasta del pueblo que quiso nacer a su sombra y bajo su amparo. La lucha sostenida entre él y los pueblos, después de Junín y Ayacucho, fue la de las ideas grandes, encarnadas en el hombre y los intereses inmediatos representados en las colectividades. El anhelaba plasmar algo durablemente sólido con base de población rica y culta, tierra feraz y vasta, instituciones propias arrancadas de las necesidades inmediatas y urgentes del estado social mismo; y si Bolívar quizás se engañó o los pueblos tuvieron razón, aun no parece llegada la hora de decirlo en estos momentos en que el mundo martirizado por la guerra anda más revuelto que nunca en su economía, leyes, costumbres, preocupaciones y manera de vivir. Lo que sí puede ya saberse con la experiencia de casi un siglo, es que ese pueblo de su nombre enclavado en el corazón frondoso de la América meridional, alejado del mar por entonces invencibles obstáculos telúricos, con escasa y aun ínfima población instruida y capaz, absolutamente ignorante de las condiciones de vida de, los grandes pueblos de civilización occidental, lleno de tribus bárbaras y salvajes, sólo podía desarrollarse con amplitud en un todo armónico que él imaginaba en sus sueños de estadista y de político, pero que ya los acontecimientos o la ceguera de los hombres no le dejaron realizar. Para llegar al corazón de ese pueblo había tenido que atravesar regiones de infinita desolación: por un lado el desierto arenoso, inclemente de la costa; por otro la alta e infecunda meseta del yermo, entonces, y aun hoy, las solas vías posibles del mar. Y bien veía que ese pueblo, al querer constituirse dentro los límites de la Audiencia ARCHIVO Y BIBLIOTECA NACIONALES DE BOLIVIA 28 de Charcas, extensísima como territorio, sin duda, pero indigente, como los otros países, en población hábil no obstante la Universidad Mayor de San Xavier, que los otros países no tenían, falto de caminos, sin ninguna industria establecida, pobre de medios y de recursos, era una creación artificial como los demás Estados, algunos de los cuales presentaba peores condiciones, un organismo endeble destinado a vegetar obscuro e ignorado si no alcanzaba a entrar en dominio de una faja de territorio que lo llevase a su mar y a su costa, es decir, al territorio de Arica. Y quiso prevenir el mal con mirada zahorí de estadista; pero su intento fue desbaratado por las interesadas coaliciones que echaron por tierra sus planes... Y fue vencido Bolívar, el vidente, y quedó Bolivia, por gracia de uno de sus hijos y contra los deseos del Libertador, metido entre inaccesibles montañas, ahogándose... Bolívar salió de Chuquisaca el 10 de enero y luego de visitar rápidamente el distrito de Cochabamba se dirigió por el Desaguadero a Tacna donde llegó veinte días después, el 30. Tacna en aquellos tiempos era, y sigue siendo, una minúscula aldehuela metida en lo hondo de una quebrada vecina al mar y en medio de huertos que rompen con el color espléndido de su follaje el gris monótono de los desiertos de arena que circundan ese valle angosto y lo encajonan y oprimen dentro sus deleznables murallas de arena calcinada. Su puerto es Arica creado exclusivamente para servir las necesidades del Alto Perú y exportar los metales preciosos extraídos de las minas de Potosí, y, los habitantes de una y otra localidad sólo vivían, según el testimonio, de un soldado de la independencia, William Bennet Stevenson, corroborado por muchos de sus contemporáneos, del comercio y del transporte de las mercaderías al interior del Alto Perú, porque Arica, era entonces y es hoy con más precisión que nunca, según dicho viajero, "la llave de las provincias del Alto Perú". De consiguiente, la fortuna de esos pobladores estaba íntimamente vinculada a la prosperidad de la nueva nación y ello lo conocían mejor que nadie, y de ahí que no bien asomara el Libertador a la ciudad de Tacna el 30 de enero de 1826, se apresuraron en presentarle una solicitud encabezada por los miembros de la municipalidad, en que en atención "a las relaciones de subsistencia y de, comercio que haya entre los individuos de la república Bolívar, y los de esta provincia" pedían "se sirva tener enconsideración los votos de un pueblo patriota, que decididamente quiere pertenecer a la república Bolívar". El 10 de febrero hizo su entrada el Libertador en Lima, y desde el primer momento se puso a trabajar ardientemente en favor del país HISTORIA GENERAL DE BOLIVIA 29 que había adoptado su nombre consiguiendo todos los objetivos que perseguía. Cuando el Gran Mariscal de Ayacucho recibió en Chuquisaca el pliego en que el Libertador le anunciaba el reconocimiento de la independencia del nuevo Estado por el Perú, Sucre lanzó una ardorosa proclama a los bolivianos: “... El Libertador, el padre de vuestra patria, ha satisfecho su promesa: el 18 de mayo ha sido reconocida por el Perú como una nación libre, independiente y soberana, y el inmortal Bolívar felicita a su hija, a la tierra. querida de su corazón, el 25 de mayo... " En esta fecha se reunió el Congreso de 1826, y al punto los diputados entraron a discutir el proyecto de Constitución enviado por el Libertador junto con el acta de reconocimiento peruano. La discusión del proyecto boliviano duró seis meses y al fin fue aprobado casi en su totalidad siendo las siguientes sus disposiciones más peculiares: gobierno unitario, popular y representativo; poder público ejercido por el cuerpo electoral, el ejecutivo, legislativo y judi- cial; cámara de diputados, tribunos y censores; presidencia vitalicia y la religión católica reconocida como religión del Estado. ARCHIVO Y BIBLIOTECA NACIONALES DE BOLIVIA 30 CAPITULO IV Territorio de la nueva nación.- Su distribución étnica.- Carácter del indio.- Selección inversa de la raza.- La desigual lucha entre el conquistador y el esclavo.- Caracteres de la casta mestiza.- El cholo.- Su inferioridad respecto al tipo superior de civilización.- La historia de Bolivia está formada por el cholo y de allí su incoherencia.- Insignificancia de la raza blanca.- Población de 1831.- El problema racial según Antelo.- El país desconocido. La Audiencia de Charcas se componía de las cuatro provincias de La Paz, Potosí, Cochabamba y Chuquisaca, subdivididas cada una en distritos y subdelegaciones y formando todas juntas una extensión de 1.330,450 kilómetros o sea los territorios de la Gran Bretaña, Francia y España reunidos; pero como población ninguna alcanzaba a tener ni un habitante por kilómetro cuadrado, ya que apenas se calculaba menos de un millón de habitantes, indios domesticados los más, sin domesticar y salvajes en muchos puntos, y era esta raza, o es, mejor, la masa de la Nación, sucediéndole en importancia la mestiza o cruzada, y viniendo al último la blanca genuina o europea, que en relación a las otras casi no tenía significación numérica aunque en el hecho, por sus condiciones de superioridad moral y de ilustración, era la que dominaba y dirigía constituyendo hasta cierto punto una aristocracia de nacimiento y sin representación real dentro el sistema democrático. Tomadas las cuatro provincias bajo su aspecto telúrico, componían tres regiones perfectamente caracterizadas entre sí por el relieve del suelo, la distribución orográfica y hasta su orientación respecto del nudo central de los Andes: la interandina, encerrada entre dos altas cordilleras, constituye la meseta boliviana o sea la puna que en algunos puntos se eleva hasta 3.824 metros sobre el nivel del mar y donde arraigan los Andes en sus más elevadas cumbres como el Illampu, el Ilimani, el Sajama y otros. El clima es frío e inclemente y casi nula la vegetación. El aspecto es uniforme y descolorido. Algunos cerros ennegrecidos rompen la monotonía del llano y son cerros rocosos y secos donde medra un pasto menudo, la paja, que sirve de alimento a las tropas de corderos, llamas, alpacas y vicuñas. En las partes hondas se; cultivan patatas, ocas, quinua, y aún trigo en las cabeceras de los valles; pero su principal riqueza la constituyen los metales que yacen en sus entrañas y que comprenden casi toda la variedad del reino mineral y en tal abundancia que los geólogos han dado en decir que la meseta HISTORIA GENERAL DE BOLIVIA 31 andina de esta región, única por su aspecto v su altura, es "una meseta de plata con pies de oro" Ese aspecto uniforme y en que la nota de color predominante es el gris, se interrumpe en el Norte por la depresión del lago Titicaca, uno de los más grandes del mundo. Este lago se alimenta con el deshielo de las altas cumbres nevadas de la cordillera y desagua por el río Desaguadero yendo a alimentar a su vez el lago Poopó, ochenta leguas más al Sud y ofrece, pródigo, el cambiante espectáculo de sus panoramas inigualados de belleza, de sus riberas pobladas por espesos eneales ricos en fauna lacustre. La segunda región orientada hacia los llanos del Brasil, es decir, la amazónica, ofrece el imponente contraste de altas montañas y extensos llanos. La zona montañosa está surcada en las vertientes del macizo andino, por valles profundos y quiebras de gran extensión y sólo la Suiza en sus más enmarañados montes, puede dar una idea cabal de ella. La zona de los llanos se distingue principalmente por su sistema fluvial, pues tiene ríos anchos, hondos, de corriente tranquila como el Beni, el Mamoré, el Madre de Dios y otros de fácil navegación, e infinidad de otros menores, también navegables pero desconocidos los más y nada explotados, abundantísimos en pesca y todos poblados en sus orillas por una inmensa variedad de tribus bárbaras, entonces casi del todo ignoradas y hoy apenas en estado de domesticidad. La flora y la fauna son extraordinariamente ricas, pues allí huelgan todas las bestias de la América tropical, y se extrae la goma, se cultiva el café, la coca, la vainilla, la caña de azúcar, la vid y todos los frutos conocidos en las regiones templadas y calurosas. La tercera región, la del Plata, se parece a la anterior, con la diferencia de que no son tan elevadas sus cordilleras ni tan hondos y quebrados sus valles. Predominan en ella las llanuras cubiertas de bosque y pasto; y en algunas de sus estribaciones se levantan macizos metalíferos, tales como el cerro de Potosí, legendario. La distribución étnica de estas tres regiones en su variedad indígena ofrece una marcada diferenciación porque si en la andina se hallan las razas que formaron el imperio Incásico del Tahuantinsuyo, en los lindes extremos o en las selvas de las otras dos, lejos de las urbes, vegetan tribus bárbaras alejadas de todo contacto civilizador. Estas tribus habitan las márgenes de los ríos Madera. Mamoré y Madre de Dios, o las del Pilcomayo, por la parte Sud. Viven ofreciendo todas las características de los seres primitivos y en pleno contacto con la naturaleza, sin nociones de deberes políticos o sociales. diferenciándose apenas de ciertos animales a los que las necesidades de la defensa y propia conservación les obliga a unirse ARCHIVO Y BIBLIOTECA NACIONALES DE BOLIVIA 32 en rebaños y ponerse bajo la protección del más fuerte y del más experimentado. Unas tribus viven de la caza en los bosques vírgenes; otras de la pesca; algunas trabajan rústicamente el suelo y cultivan maíz, plátano o bananas, caña de azúcar y ciertas raíces harinosas como la yuca. Estas son las más adaptables a ciertos refinamientos que delatan un grado más alto de cultura o una más grande sensibilidad física y estética, pues viven en chozas construidas con ramajes, usan largos camisones de algodón que ellos mismos tejen y tiñen de colores llamativos con el sumo colorante de ciertas hierbas sólo por ellas conocidas, fabrican canoas con los troncos de árboles incorruptibles en él agua y que en veces llegan a medir hasta diez metros en largo. Las hay pintorescas en sus costumbres y modales, o gallardas en su contextura como la de los Araonas hábilmente descrita por un geógrafo moderno. "No tienen, -dice,- más cementerio que su misma casa. Sus carpas son de madera. El tronco
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