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Manipuladores Psicología de la influencia tóxica Adolf Tobeña 2 Primera edición en esta colección: marzo de 2019 © Adolf Tobeña, 2019 © de la presente edición: Plataforma Editorial, 2019 Plataforma Editorial c/ Muntaner, 269, entlo. 1ª – 08021 Barcelona Tel.: (+34) 93 494 79 99 – Fax: (+34) 93 419 23 14 www.plataformaeditorial.com info@plataformaeditorial.com ISBN: 978-84-17622-28-2 Diseño de portada: Ariadna Oliver Realización de cubierta y fotocomposición: Grafime Reservados todos los derechos. Quedan rigurosamente prohibidas, sin la autorización escrita de los titulares del copyright, bajo las sanciones establecidas en las leyes, la reproducción total o parcial de esta obra por cualquier medio o procedimiento, comprendidos la reprografía y el tratamiento informático, y la distribución de ejemplares de ella mediante alquiler o préstamo públicos. Si necesita fotocopiar o reproducir algún fragmento de esta obra, diríjase al editor o a CEDRO (www.cedro.org). 3 Índice Preámbulo 4 1. Comediantes en acción: Silvio Berlusconi, Donald Trump y sus réplicas cotidianas Plan del ensayo 5 2. Psicobiología del maquiavelismo El carácter maquiavélico Neurocircuitería del maquiavelismo La flexibilidad y el oportunismo maquiavélicos 6 3. Cerebros mendaces Neurorregistro de la mentira Detección eficiente Criaturas mentirosas y manipuladoras Dilemas sociales para el engaño Mentiras estratégicas: circuitería adicional Tipos de mentiras y diferencias individuales en mendacidad Psicopatía y honestidad 7 4. La «tríada oscura» y el tacticismo lesivo Tres arietes de la perfidia El ingenio emotivo avieso Mosaico de tácticas manipuladoras Manipulación en los envites jerárquicos Competición laboral/profesional y «tríada oscura» Versatilidad maquiavélica Trepadores en entornos empresariales Paradojas de la manipulación: vertientes provechosas 8 5. Seductores y aduladores Primeras impresiones, atractivo y seducción Persuasión convincente El efecto propagador Arrastre pasional fatal 9 6. Simuladores e impostores Enfermos imaginarios Impostores excepcionales 10 7. La persuasión en el mercado global Manipulación psicológica online, a gran escala Algoritmos manipuladores, fake news y política El arrastre manipulador de la prédica y el porte Un artista celtibérico 11 8. Antídotos contra la manipulación abusiva Inducción estimulatoria de honestidad Heredabilidad y aprendizaje de la deshonestidad 12 9. Conclusión Agradecimientos Bibliografía 13 Preámbulo La manipulación es un acompañante inevitable en los entornos domésticos o profesionales donde hay que moverse día tras día. No tiene escapatoria, en realidad: el trasiego de señales en cualquier interacción social conlleva ingredientes maquinadores. Desde el intercambio de miradas en una fugaz incitación seductora hasta las simulaciones, las imposturas y las estafas más elaboradas y onerosas que son capaces de vehicular los embaucadores aviesos, hay un mundo inacabable de tácticas y veredas para influir, confundir o engañar a los demás. Eso que en la interacción dual resulta obvio, por cotidiano, se convierte en borroso cuando las destrezas enredadoras se aplican a grupos reducidos o a grandes colectivos, porque no queda más remedio que transitar, sin cesar, por flujos manipuladores que irrumpen por todos lados. Por eso hay tanto talento y tanta pericia dedicada a ello, a través de múltiples cauces de influencia incitadora y persuasora. El genio manipulador es inabarcable, aunque conviene detectar a los ejemplares pérfidos masculinos y femeninos que rondan más cerca, claro está. Los itinerarios vitales suelen proporcionar un extenso surtido de experiencias para aprender a guarecerse de las maniobras más obvias. Costaría poco reunir un mosaico de vivencias con colegas, conocidos y allegados que compondrían un cumplido panorama: quien más quien menos ha tenido que sortear a los quejicas, los embusteros, los aduladores, los difamadores, los trepas, los aprovechados, los maldicientes, los fabuladores, los deslenguados, los envidiosos, los intrigantes y otros bestiarios que se dedican, con fruición, a la manipulación lesiva más habitual. Los trances con ese paisanaje tan abundante suelen ser, por regla general, metabolizables, aunque de vez en cuando se alberga la sensación de estar ante un artista mayor. Ante un verdadero virtuoso en las mañas de la comedia de gran estilo con intenciones dañinas. Este ensayo es una incursión a los rasgos primordiales que definen a esos manipuladores con un enorme potencial tóxico. He focalizado la diana en tres vectores que la psicología de las últimas décadas ha dado en denominar «el terceto 14 oscuro»: el maquiavelismo, el narcisismo y la psicopatía. El meollo de las artes manipuladoras más incisivas y corrosivas vendría dado por las combinaciones de atributos que acarrean esos tres estilos del temperamento: el cinismo, la doblez y el oportunismo ventajista de los maquiavélicos, el insaciable apetito de medro vanidoso de los narcisos y el desapego esencial y la frialdad amoral de los psicópatas componen un cóctel inquietante. Hay más que eso, por descontado, en la frondosa selva de la manipulación social, pero en esos rasgos se han dado avances firmes en la exploración psicobiológica y neurocientífica. A ellos me remito, porque suelen ser los que dejan un poso perdurable en el territorio muy impreciso, todavía, de la exploración objetiva de los caracteres y las maneras de conducirse de los humanos. Además de esa incursión desbrozadora de los rasgos que distinguen a los manipuladores y manipuladoras más peligrosos, el ensayo se adentra en algunas de las sendas de la manipulación engatusadora, a gran escala, que han generado mayor preocupación en los últimos tiempos. Las que aprovechan los canales de influencia masiva que proporcionan las redes y las plataformas de comunicación digital. En ese ámbito ha comenzado también a acumularse conocimiento firme y de él pueden extraerse avisos útiles para navegantes. 15 1. Comediantes en acción: Silvio Berlusconi, Donald Trump y sus réplicas cotidianas «The most effective way to get someone to do something you want them to do is to make them think it’s something they wanted to do themselves.»* DALE CARNEGIE30 El sinuoso y concurridísimo arte de la manipulación ajena consiste en obtener lo que se desea, simplemente porque se desea, usando como palancas a quienes nos rodean y procurando evitar que el prójimo se interponga en el propio camino. La destreza en esas mañas reside en alcanzar objetivos individuales valiéndose de los demás y sin reparar en obstáculos, prevenciones o procedimientos para conseguirlo. Si se orilla el temor a que las maniobras queden al descubierto y los sentimientos de vergüenza, culpa o remordimiento destacan, asimismo, por su ausencia, no hay freno o escrúpulo alguno que impida manejar las emociones, las motivaciones y los intereses ajenos para ponerlos al exclusivo servicio de las metas propias. El dominio más refinado de las aptitudes manipuladoras consiste en conseguir que los otros se desvivan por culminar lo que uno desea mientras andan convencidos de que lo hacen para satisfacer sus anhelos y objetivos particulares. Las tácticas manipuladoras son inacabables y están presentes en todos los ámbitos de la interacción social: desde la esfera amical y familiar hasta las estratagemas y las tretas del cortejo amoroso, por no hablar de los fingimientos, los disimulos y las dobleces en el trato ordinario con vecinos y conocidos o en las negociaciones y transacciones que se dan en la gran mayoría de los entornos laborales y profesionales. Las maniobras sugestionadoras y embaucadoras anidan, por otro lado, en el meollo de todas las formas de proselitismo y en la gran mayoría de las técnicas publicitarias y comerciales, al 16 tiempo que nutren, de un modo decisivo, las iniciativas comunicativas o de influencia propagandística sobre las que cabalgan los idearios políticos y religiosos. Es decir, los cócteles más o menoselaborados de esperanzas, creencias y fórmulas doctrinales para encauzar la vida individual y la comunal. Todo eso que acostumbran a vender los que aspiran a situarse y a perpetuarse, si es posible, en las poltronas más vistosas y codiciadas del poder social. Las manipulaciones más o menos descaradas en las distancias cortas están a la orden del día en toda suerte de interacciones de la vida cotidiana. Los pícaros, los aprovechados, los desaprensivos y los caraduras revolotean, a menudo, en cualquier circunstancia, y de ahí que haya que andar siempre con los radares vigilantes a punto. Pero, junto a los frecuentes episodios de picaresca desvergonzada en el ámbito doméstico o el profesional, los ventanales que se abren a los grandes escenarios sociales dan acceso a desempeños de gran ambición y alcance en las artes manipuladoras. La política es el terreno adobado, por antonomasia, para los ardides, las argucias y las tretas de quienes tienen por objetivo prioritario medrar a costa ajena. En la esfera política internacional hemos podido degustar, en las últimas décadas, la actuación de dos enormes virtuosos de la manipulación colectiva: el Cavaliere Berlusconi en Europa y Mr. Trump, en Norteamérica. Su talento portentoso en esas habilidades los coloca en una cima del elenco occidental de predicadores de excepción. Se han detallado, en numerosas ocasiones, los paralelismos que lucen ese par de prominentes caraduras: magnates con una envergadura física, una presencia y una locuacidad apabullantes, metidos luego a mandamases supremos en sus países, con unas indisimulables querencias por el escándalo y unas excelentes aptitudes para los shows de entretenimiento televisivo, además de vínculos de todo tipo con tramas paralegales y mafiosas. Se suele obviar, sin embargo, el rasgo temperamental más singular que los distingue: son dos consumados comediantes. Una pareja de actorazos de espléndido nivel, con un desparpajo, unas tablas y una capacidad para el embuste flagrante, el descoque irreverente y el transformismo desatado absolutamente fenomenales (figura 0). 17 Figura 0. El dúo de estrellas del liderazgo manipulador contemporáneo. (Dibujo de Berlusconi obtenido de <http://lasnoticiasdibujadas.blogspot.com/2013/11/berlusconi-expulsado-del-parlamento.html>) Berlusconi consiguió que la sinuosa e intrincada política italiana gravitara tozudamente en torno a su figura a lo largo de tres décadas, y protagonizó durante varios períodos el papel de indiscutible prima donna y ejerció, casi siempre, una influencia destacadísima en su país y en Europa entera. Una influencia basada, sobre todo, en su inmensa capacidad para convertir la acción política en un espectáculo permanente. En una comedia con ribetes de serial inagotable para ir amenizando el discurrir de la vida doméstica de los transalpinos y del resto de los europeos mediante una sabia combinación de ingredientes que incluía las imprescindibles gotas de glamour, la perspicacia del pícaro, la prepotencia del negociante tramposo y la inquietante frialdad del «capo» justiciero. Personalismo, matonismo y espectáculo grueso con la cordialidad altanera como divisa.54,130 Un estilo que abrió, además, sendas florecientes para el cultivo de populismos de muy diverso signo y maneras. Desde los que lucen aires arrabaleros, descamisados e informales hasta los más atildados y cursis, aunque compiten todos ellos en desvergüenza.20 Los tenemos que soportar, desde hace unos años, en todos los rincones de Europa, España incluida. Durante décadas, Donald Trump representó prácticamente lo mismo que Berlusconi, en la vida y los quehaceres cotidianos de muchos millones de norteamericanos, aunque su ámbito de influencia se ceñía a los peldaños más encumbrados del poder económico y mediático en los Estados Unidos. Era un referente social ineludible, desde hacía décadas, hasta el punto de haberse convertido en un personaje frecuente en Los Simpson. Su irrupción en política devino un vendaval que supuso una sorpresa mayúscula para todo el mundo, con sus presuntos correligionarios entre los más desorientados y perplejos. Pero 18 fue capaz de alzarse con una victoria apabullante, en las primarias republicanas, eliminando todos los obstáculos y derribando los sucesivos diques de resistencia que le fueron interponiendo. En la contienda final contra la bregada, correosa y preparadísima candidata demócrata, Hillary Clinton, desarmó todos los pronósticos y se hizo con la presidencia de los Estados Unidos. Desde finales de 2016 está ejerciendo funciones de mandamás global, con un estilo desbocado, chulesco e insolente, sin remilgo o inhibición alguna al lanzar sus embustes apoteósicos y sus prejuicios supremacistas, dominando el espectáculo y acaparando todos los focos en los escenarios más rutilantes de la política internacional.67,165 Decía que la cualidad que los distingue, por encima de cualquier otra, es la de ser espléndidos comediantes. Es decir, dominadores de todas las suertes donde conviene servirse de la simulación, el camuflaje, el enredo, los ardides, los bulos y la maquinación constante y sin reservas. Eso, claro está, tiene todo tipo de réplicas más o menos sutiles y más o menos frecuentes en la domesticidad de la vida cotidiana, tanto en la esfera pública como en la privada. Los resortes y las modalidades de la picaresca cognitiva al servicio del medro y la ganancia propia, sin reparo del perjuicio o el daño ajeno, son variadísimos y encuentran territorios particularmente propicios en todos los ámbitos de la competición profesional, sin excepción. En psicología y neurobiología, todo ello nos remite, en primera instancia, al estudio del maquiavelismo. Estoy usando el término «picaresca cognitiva» con total deliberación, porque no me voy a ocupar de las formas más obvias, tórpidas y perniciosas de la manipulación. El chantaje, la extorsión, el soborno, la tortura, los abusos coercitivos sistemáticos o el acoso y la marginación cruel van a aparecer muy poco, o casi nada, en estas páginas. Eso pertenece al ámbito de la criminalidad más seria y no me voy a meter en esos predios. La picaresca cotidiana de los sinvergüenzas y pispas de todo pelaje, la que permite subsistir a múltiples formas de pillería más o menos delictiva y chapucera o la que anda detrás de no pocas formas de entretenimiento engatusador tampoco voy a desmenuzarla. Los rateros, los estafadores, los embaucadores, los trileros, los trapisondistas y los jugadores ventajistas, por un lado, y los magos, los adivinos, los visionarios, los gurús esotéricos y los sanadores parlanchines y fuleros, por otro, tampoco estarán en este escaparate. Mi objetivo es otro. Me adentraré en los resortes neurocognitivos de las tácticas manipuladoras lesivas que ya han sido desbrozados por la investigación psicológica, con el propósito de ofrecer un panorama de lo que se ha avanzado en el terreno, bastante 19 virgen, de las sinuosidades del ingenio malicioso. Es decir, de las aptitudes para influir y aprovecharse del prójimo con intenciones perjudiciales. Debo precisar, de entrada, que, a pesar de la merecida infamia que suelen arrastrar la mayoría de las tácticas manipuladoras y engañosas, hay también manipulación con intenciones y resultados benefactores. Recuérdese que, desde el escenario o a través de toda suerte de pantallas, los grandes actores conducen a los espectadores por tortuosas (o gozosas) sendas emotivas usando técnicas persuasivas. Y algo parecido hacen los maestros y los líderes inspiradores cuando consiguen avivar la curiosidad, el entusiasmo y el empeño fructíferos en sus discípulos o acólitos. Convendría distinguir o establecer lindes tentativos, al menos, entre la manipulación tóxica y la benigna. En cualquier caso, la diana primordial del ensayo es el esbozo de retratos robot de los manipuladores abusivos: es decir, de esa gente que se sirve de embustes, trampas y argucias perjudiciales como divisa para andar por el mundo y relacionarse con los demás, prescindiendo de cualquier otro modomenos parasitario de conducirse. En otras palabras, de los que siempre tienen prestas las maniobras para influir de manera saboteadora y dañina. 20 Plan del ensayo El recorrido se inicia con la descripción del carácter maquiavélico porque es un eje mayor en el entramado de propensiones para la manipulación social perniciosa. La biología del comportamiento y la psicología de la personalidad han confluido, por vías diferentes, en el maquiavelismo como el atributo que mejor condensa las destrezas manipuladoras y engañosas. De la descripción de ese rasgo del carácter pasaré al desbroce de los intentos de identificar sustratos cerebrales para la ideación oportunista y el comportamiento torticero. Eso me llevará directamente a una incursión en la neurobiología de la mentira, por dos motivos: 1) las diferentes modalidades del engaño están en el meollo mismo de la manipulación lesiva, y 2) hay una fértil acumulación de hallazgos sobre los sistemas cerebrales dedicados a los embustes y los bulos que me vendrán de perillas. De ahí saltaré a los progresos en la descripción psicométrica de los componentes de la tríada oscura, es decir, de los tres rasgos o arietes primordiales que confluyen en los temperamentos maliciosos por antonomasia: la psicopatía y el narcisismo, además del maquiavelismo. Eso me permitirá explorar el extenso mosaico de las tácticas torticeras y adentrarme en la versatilidad y las complejidades de la manipulación lesiva y también de la benéfica. Me ocuparé luego de ámbitos concretos de la manipulación más cotidiana: la seducción y la persuasión, por un lado, y la simulación y la impostura, por otro. En esas incursiones no solo abordaré las interacciones domésticas y las publicitarias, sino que me serviré, recurriendo a diversas viñetas, de casos excepcionales en las aptitudes más destacadas para embaucar. El siguiente estadio me llevará hasta las tácticas de manipulación colectiva, a gran escala, que la irrupción de la comunicación digital y las redes sociales han propiciado. Compararé los hallazgos que se han obtenido en ese ingente ámbito de la influencia social con las inigualables habilidades de persuasión y arrastre que los grandes predicadores siguen atesorando (y aprovechando, claro). Ahí también echaré mano de personajes muy conocidos. La parte final del libro estará dedicada a discutir posibles contrafuertes contra la manipulación abusiva y a una recapitulación del territorio transitado, así como a sugerir frentes de avance en el intrincado ámbito de la psicología de los temperamentos humanos. 21 El libro puede leerse de principio a fin, de forma convencional, pero admite incursiones en cada uno de los capítulos, por separado, sin que el provecho se resienta. Es más, quizás ocurra que, entrando por alguno de los apartados, se acreciente el interés por la exploración pausada y al completo del recorrido. 22 2. Psicobiología del maquiavelismo* 23 El carácter maquiavélico «No digáis jamás las verdaderas razones que os impulsan a hacer algo, salvo cuando sea útil revelarlas.» (Ítem de los test psicológicos de maquiavelismo.) «Divide y vencerás.» FILIPO DE MACEDONIA, JULIO CÉSAR El maquiavelismo es la tendencia a manipular, a engatusar, a traicionar y a servirse, sin escrúpulos o prevenciones, de los demás. A manejarlos y explotarlos en función de los propios intereses. A extraer ventajas o ganancias aprovechando los anhelos, los deseos y los temores del personal. Es una habilidad crucial para conseguir posiciones favorables en cualquier cuita y para medrar, con provecho consignable, en la vida. Los tres componentes esenciales del maquiavelismo como rasgo del carácter son: el uso sistemático del engaño en la interacción social, una visión descarnadamente cínica sobre la naturaleza humana (suelen ver a los demás como gente poco fiable y fácilmente corruptible) y un completo menosprecio por la moralidad y las normas convencionales.15 Los biólogos interesados en el surgimiento de las sutilezas y los vericuetos de la mente humana han otorgado una importancia decisiva al maquiavelismo.163 Lo consideran uno de los rasgos definitorios de la inteligencia social: un resorte o habilidad indispensable para manejarse en la vida comunitaria y el ariete crucial, quizás, para explicar la formidable expansión del cerebro que se dio en la línea de primates de la que procedemos.49 Hay muchos otros atributos del carácter que intervienen, no obstante, en las aptitudes para las interacciones sociales fructíferas de todo tipo. La cordialidad, la simpatía, la seducción, el carisma, la discreción, la emulación o la capacidad de adivinar las intenciones y los deseos ajenos constituyen un apreciable ramillete de ellos. El maquiavelismo, sin embargo, no es ajeno a usarlos cuando conviene. Parece ser que el propio Maquiavelo no practicó, con la constancia esperable, los preceptos de su influyente y conocidísimo breviario. Concibió El príncipe108 como un manual de instrucciones para el gobernante cínico y eficaz. Insistió, sobre todo, en la necesidad de obviar trabas como la lealtad, el compromiso, la generosidad, la confianza, la benignidad y la clemencia en el trato con los súbditos y los subordinados, aunque en 24 sus cometidos como alto funcionario florentino mostró gran lealtad hacia su ciudad y no consiguió escalar en política. Para guiar los modos y las decisiones del gobernante perspicaz, Maquiavelo enfatizó la necesidad de combinar el señuelo de la afabilidad y la disposición a ayudar, junto a la desconfianza sistemática, el engaño, la traición y la manipulación desacomplejada de los demás. En los test que miden esa modalidad del carácter y del ingenio prima la noción de «manipular en beneficio propio y a costa de los intereses ajenos». Las aptitudes manipuladoras, por consiguiente, están en el meollo de las medidas psicométricas del maquiavelismo. Se trata de escalas formadas por ítems como el que encabeza esta sección y que permiten distinguir entre individuos dotados para el maquiavelismo (high machs) y los poco dotados (low machs). Las versiones más utilizadas provienen de los estudios pioneros de Christie y Geis,36 que enfocaron su aproximación al maquiavelismo partiendo de cuatro asunciones básicas: 1) ausencia de afecto o compromiso en las relaciones interpersonales: para los maquiavélicos, los demás son tan solo medios para alcanzar fines; 2) ausencia de preocupaciones por las normas morales y por las convenciones sociales: tienen una concepción fríamente manipuladora de las interacciones con el prójimo, sin restricciones debidas a principios o reglas; 3) ausencia de psicopatología: cultivan una visión estrictamente racional de las interacciones y las transacciones sociales, sin distorsiones o falsas expectativas; y 4) ausencia de convicciones ideológicas: su objetivo es alcanzar metas plausibles en el presente, sin consideración alguna por los propósitos o los anhelos de largo alcance. La tabla I recoge los ítems que forman parte de la escala clásica MACH-IV, de maquiavelismo. El grueso de los datos acumulados a lo largo de medio siglo indica que no existe un vínculo estrecho entre la agudeza cognitiva y el maquiavelismo: ni en las notas globales de CI en los test de inteligencia más usados ni en las medidas específicas de agudeza mental (expansión de dígitos, rotación de figuras, atención selectiva, velocidad de procesamiento), se obtienen indicios de que los high machs destaquen en ninguna de esas tareas. Para intentar explicar esa divergencia se arguye que, quizás, las aptitudes sociales de tipo maquiavélico contribuyeron al surgimiento de las aptitudes cognitivas en los primeros homínidos, aunque posteriormente los dispositivos cerebrales dedicados al procesamiento simbólico se diferenciaron tanto de los que modulan las habilidades de relación social que ya no es posible detectar las interconexiones.49,74,163 25 TABLA I. Ítems de la escala clásica MACH-IV de maquiavelismo* 1. Jamás digáis las verdaderas razones que os impulsan a hacer algo, salvo cuandosea útil hacerlo así. T 2. La mejor manera de lidiar con los demás es decirles lo que quieren oír. T 3. Hay que actuar cuando se está seguro que es moralmente correcto (R). T 4. La mayoría de la gente es básicamente buena y honesta (R). V 5. Hay que dar por sentado que todo el mundo tiene flaquezas que salen a relucir a la menor oportunidad. V 6. La honestidad es siempre la mejor divisa (R). T 7. No hay excusa que valga para mentir a los demás (R). T 8. En general, la gente evita trabajar duro a no ser que se la fuerce. V 9. Por regla general, es mejor ser humilde y honesto que altanero y deshonesto (R). M 10. Al pedir un favor a alguien, es mejor explicar las verdaderas razones que las más convenientes (R). T 11. La mayoría de los que progresan en la vida tienen una trayectoria moral limpia de faltas (R). V 12. Los que confían siempre en los demás se están buscando problemas. T 13. La mayor diferencia entre los delincuentes y el resto de la gente es que los primeros son suficientemente estúpidos para ser atrapados. V 14. La mayoría de la gente es valiente (R). V 15. Es bueno adular y congraciarse con los superiores. T 16. Es perfectamente posible ser bueno y honesto en toda circunstancia (R). T 17. Se equivocan quienes postulan que nace un incauto cada minuto (R). V 18. Es difícil salir adelante en la vida sin tomar atajos o saltarse normas. V 19. Quienes sufren una dolencia incurable deberían disponer de la elección de morir sin sentir dolor. M 20. La mayoría de la gente olvida antes cuándo murieron sus padres que las pérdidas de patrimonio. V * T = tácticas; V = opiniones; M = principios morales; R = puntúa el reverso o el negativo de la frase (de 36). Hay versiones de MACH-IV que han sido utilizadas con provecho en muestras españolas (40). La mayoría de los hallazgos42,144 tampoco han detectado vínculos firmes entre el maquiavelismo y el éxito social global (medido por estatus o por renta disponible). 26 Aunque los maquiavélicos anhelan alcanzar cotas encumbradas de poder, estatus o riqueza y ven a los demás como amenazas o escollos para alcanzar sus objetivos, cuando se miden los rendimientos globales no aparecen ventajas sustanciales. De todos modos, los high machs progresan en ámbitos profesionales abiertos y muy competitivos. Abundan, por ejemplo, entre los comerciales, los agentes de bolsa y los políticos. Son mucho menos frecuentes, en cambio, entre los directivos de las grandes corporaciones, los altos funcionarios o los técnicos superiores. Parece, por tanto, que hay distintas combinaciones del ingenio y el desempeño profesional que resultan premiadas en las sociedades actuales y que debe tenerse en cuenta el contexto para afinar en las concomitancias entre la agudeza mental, las aptitudes de relación y el éxito social. La combinación óptima se daría, por supuesto, en individuos que reunieran un CI destacado (agudeza y rapidez mental), un maquiavelismo alto y habilidades empático-afables también sobresalientes. Para acotar mejor la esencia del maquiavelismo se han montado simulaciones «cercanas a la realidad» que han proporcionado resultados sugerentes. Así, por ejemplo, si se presentan oportunidades claras de birlar dinero de una caja común, los high machs tienden a sustraer más que los low machs, siempre y cuando el encargado o supervisor de la tarea sea una persona confiada. En cambio, ante un supervisor vigilante y desconfiado, los maquiavélicos no se distinguen de los low machs, ni en la tentación ni en los hurtos efectuados. Por otro lado, los high machs mienten mucho mejor: es muy difícil distinguirlos de la gente sincera cuando se proponen burlar o engatusar. A los low machs, en cambio, se los atrapa con gran facilidad cuando pretenden vehicular un engaño. El talento singular para mentir de los high machs se explica porque manejan mucho mejor la modulación de la voz, los movimientos faciales y las indicaciones de la mirada cuando procuran burlar a los demás. De todos modos, cuando se usan métodos sofisticados de detección de mentiras, y se miden diversos parámetros fisiológicos, además de la expresión verbal y gestual, se atrapa a los high machs con idéntica facilidad que a los low machs. Esa penetración de los métodos de detección de mentiras permite plantearse preguntas como: ¿los individuos que destacan por su excelencia maquiavélica usan, al mentir, los mismos recursos neurales que los demás?, ¿hay gente con un cerebro más proclive a engañar, confundir y traicionar?160,161 27 Los varones tienden a obtener puntuaciones globales algo superiores a las mujeres en los test de maquiavelismo, aunque lo que distingue de veras a los dos sexos es el estilo manipulador. Los hombres usan con mayor frecuencia las tácticas directas y a corto plazo (amenaza, menosprecio y ninguneo). Por el contrario, las mujeres prefieren las tácticas a largo plazo (manejan mejor los rumores y las insidias, simulan con más efectividad afectos insinceros y saben aprovechar mucho mejor las flaquezas y las aprensiones con que circulan muchos incautos). En los ambientes de empresa muy competitivos (donde ya se ha pasado por un filtraje exigente), parece ser que no hay diferencias entre los tiburones masculinos y los femeninos. Todos los datos indican, por otra parte, que los hombres atenúan el maquiavelismo ante sus colegas varones, respecto del que aplican a sus interacciones con las mujeres. De forma paralela, las mujeres usan muchas más tácticas maquiavélicas con el sexo opuesto que con el propio. El maquiavelismo se atenúa, asimismo, por los vínculos de sintonía y cohesión intragrupales, mientras que aumenta notoriamente en los litigios intergrupales. Eso puede guardar algún nexo con la constancia que saben mostrar los maquiavélicos para adular y ganarse el aprecio de los que están situados en niveles superiores de influencia jerárquica. Todos esos resultados42,144 indican que el maquiavelismo es un rasgo psicológico que modula de un modo relevante las relaciones humanas, en cualquier ámbito, y que puede medirse de manera bastante aproximada y fiable. Emerge en la encrucijada entre la conducta prosocial y las tendencias parasitarias y explotadoras. Los individuos dotados para el maquiavelismo disponen de ventajas en la competición social, aunque también hay inconvenientes: el más obvio es toparse con la sanción punitiva o la retribución vengativa cuando resultan desenmascarados a causa de sus imprudencias o fallos estentóreos. 28 Neurocircuitería del maquiavelismo Los ingredientes tácticos inherentes al maquiavelismo –la intención de burlar, el cálculo oportunista, el disimulo y el camuflaje eficaz de las agendas soterradas– permitían anticipar que algunas partes del cerebro deberían estar implicadas, de modo preferente, en darles salida. Todos esos procesos cognitivos requieren operaciones neurales que se suelen sustanciar, sobre todo, en las zonas más anteriores y laterales de la corteza prefrontal del cerebro, y de ahí que se hubiera avanzado que podrían desempeñar un rol relevante en el talento maquiavélico.* Lesionados cerebrales. Un estudio efectuado con más de un centenar de veteranos norteamericanos de la guerra del Vietnam pudo confirmar que el papel de aquellas regiones cerebrales es decisivo. Esos antiguos soldados, con o sin lesiones neurales traumáticas sufridas en acciones bélicas, participaban en un vasto estudio de seguimiento para ponderar la evolución de su estado de salud. Todos ellos fueron sometidos a baterías neuropsicológicas muy completas, así como a exploraciones diagnósticas, a lo largo de toda una semana, en el período 2008-2012, en los hospitales militares de Bethesda, cerca de Washington D. C. Se obtuvieron, de ese modo, los perfiles de 129 veteranos con heridas de guerra en el cerebro y de otros 37 veteranos sin ningún tipo de lesión neural, para comparar sus resultados. Todos ellos, lesionados y controles sanos, eran varones y se procuró que estuvieran igualados, al máximo, en diversas medidas de inteligencia general y de funcionescognitivas, así como en índices de sufrimiento o en las secuelas psicológicas que pudieran arrastrar. Con los veteranos lesionados se formaron subgrupos en función de que la pérdida neural estuviera localizada en regiones prefrontales del hemisferio cerebral izquierdo o el derecho, así como otro subgrupo con pérdidas encefálicas en regiones posteriores del cerebro, en el lóbulo parietal, para disponer de otro control de comparación más estricto. Solo fueron incluidos, en los contrastes, los lesionados cuya pérdida neural superara el quince por ciento de tejido cerebral en cada una de esas grandes regiones, según las medidas efectuadas a partir de las imágenes de resonancia magnética. En la figura 1 puede observarse que son las regiones prefrontales dorsolaterales del hemisferio izquierdo las únicas que conducen a unos índices globales de maquiavelismo 29 aumentados. En ningún otro de los subgrupos se encuentra variación alguna en ese rasgo al compararlos con los controles sanos. Además, los análisis mostraron que lo que se modifica al alza son las opiniones o intenciones de corte maquiavélico y no así la tendencia a usar tácticas de ese cariz. Figura 1. Lesiones cerebrales y maquiavelismo. A: Veteranos de guerra con extensas lesiones en la corteza prefrontal dorsolateral, en el hemisferio izquierdo del cerebro (LdPFC), mostraron puntajes aumentados de maquiavelismo, al compararlos con otros lesionados de guerra (PC) y veteranos sanos (HC) Eso no ocurrió en Hemisferio Derecho (RdPFC). B: Los índices sobre las opiniones maquiavélicas reproducen el resultado con el global de la escala. C: En cambio, esas diferencias desaparecieron al efectuar los contrastes en relación con las tácticas maquiavélicas. Los errores en las barras al 95 % CI; significación estadística** p <0,01; * p <0,05; ns: p >0,05. (Adaptada de 38). Esas variaciones no pudieron adjudicarse, en modo alguno, a diferencias en habilidades empáticas o de sintonía emotiva, puesto que no se encontraron nexos de esos rasgos con los cambios observados en el maquiavelismo. Tales hallazgos ilustran, por tanto, que los veteranos de guerra con extensas lesiones prefrontales en su cerebro izquierdo circulan por la vida con una perspectiva decididamente maquiavélica sobre las relaciones humanas, aunque eso no los lleve a actuar o a preferir opciones acordes con su visión. 30 Los resultados subrayan que la corteza prefrontal izquierda es decisiva en el maquiavelismo, a pesar de que las opiniones y las tácticas torticeras no vayan necesariamente de la mano. Es decir, la insensibilidad, la mendacidad y el cinismo típicos del maquiavelismo no tienen por qué verse reflejados en las conductas concretas que, a menudo, requieren cautela y cálculo. Ahí van ejemplos de frases que conformaban ítems puntuables, en esas medidas, para sondear la presencia de «perspectivas» o «tácticas» maquiavélicas que ya vimos (p. 28) en la escala MACH-IV: Perspectivas «La mayor diferencia entre los delincuentes y el resto de la gente es que los primeros son lo bastante estúpidos como para que los atrapen.» «En general, nadie trabaja duro a no ser que se vea forzado a hacerlo.» «La mayoría de la gente es amable y bondadosa» (negativa). «Es mejor pensar que la mayoría del personal tiene alguna tacha o flaqueza que saldrá a la luz a la menor oportunidad.» «Es muy difícil salir adelante en la vida sin tomar atajos o saltarse normas.» «Los que circulan por la vida con la confianza como bandera están buscándose problemas.» Tácticas «Al pedir un favor a alguien, es mejor explicar las verdaderas razones que las que resulten más convenientes» (negativa). «La honestidad es siempre la mejor divisa» (negativa). «No hay excusa que valga para mentir a los demás» (negativa). «En general, es mejor mostrarse humilde y honesto que desenvuelto y mendaz» (negativa). Estos resultados son importantes porque apuntan a una vinculación causal entre el maquiavelismo y las condiciones de trabajo de la corteza prefrontal en el hemisferio izquierdo del cerebro. Cuando se sufren pérdidas de tejido neural en ese territorio particular, afloran con fuerza las actitudes maquiavélicas, y no ocurre así, en cambio, en carencias neurales equivalentes en áreas del hemisferio derecho o en lesiones de zonas extensas del cerebro posterior. Para que aparezca, por tanto, la propensión manipuladora 31 y torticera hay que contar con el rol de diversos nodos y circuitos de la corteza prefrontal izquierda. Algunos estudios anteriores ya habían señalado hacia esos territorios como posibles mediadores de las propensiones maquiavélicas. En un incipiente trabajo holandés,153 llevado a cabo con 37 vendedores sanos, con una experiencia profesional dilatada y divididos entre los high machs y los low machs por sus puntajes en la escala clásica para medir ese rasgo, se les convenció para que se sometieran a una exploración cerebral en una sesión de resonancia magnética estructural (MRI). Se encontraron diferencias en el volumen de sustancia gris cerebral en zonas de la corteza prefrontal y orbitofrontal en ambos hemisferios, además de en diversos lugares de la corteza insular, el hipocampo, el caudado y el putamen (figura 8, p. 51). Esas diferencias zonales siempre implicaron que los high machs aventajaban a los low machs en la proporción de sustancia gris, aunque no hubo diferencias de volumen globales entre los cerebros de unos y otros en ninguna de las medidas. Neuroimagen en juegos económicos. Mucho más ilustrativos fueron los hallazgos de estudios que se centraron en medir la actividad o trabajo neural, llevando a cabo registros de resonancia magnética funcional (fMRI). Así, mientras diversos sujetos alemanes participaban en juegos de interacción económica con dinero real en el laboratorio, se iba escaneando su actividad cerebral en fMRI.139 Eran transacciones de tirada única entre perfectos desconocidos, en las que podían repartirse una cantidad monetaria abonada por la institución en cada decisión. En la condición de base, sin sanciones punitivas, esa transacción reproducía el «juego del dictador», en el que el ofertante decide libremente la cantidad de dinero que va a transferir a un colega desconocido. En la condición de castigo, sin embargo, el recipiente podía sancionar al ofertante y detraerle puntos (equivalentes a cantidades monetarias) en función de la oferta recibida, en un diseño asimilable al «juego del ultimátum». La figura 2 recoge las transferencias monetarias promedio, de los ofertantes a los recipientes (distintos, en cada tirada) a lo largo de veinticuatro transacciones. Los montantes ofrecidos se aproximaron a la norma (implícita) del reparto equitativo del regalo en la condición de castigo, y se alejaron de ella en la condición de control, sin sanciones. Lo cual indica que la amenaza de castigo resultó creíble y efectiva. 32 Figura 2. Promedios de las transferencias monetarias efectuadas por los ofertantes en dos condiciones del «juego del dictador». Con sanciones punitivas y sin sanciones (control). Las transferencias espontáneas, sin castigo, estaban por debajo del 20 %, mientras que en la situación de castigo se aproximaron a la norma del reparto ecuánime del 50 % del regalo, lo cual indica que la amenaza de sanción funcionó. (Adaptada de 139). Los puntajes altos en maquiavelismo se acompañaron de menores transferencias monetarias en la situación sin sanciones: se obtuvo una asociación negativa del 0,47 entre el montante ofrecido y los índices de maquiavelismo (rangos de 0 a 1). Es decir, cuanto mayor el maquiavelismo, menores eran los montantes ofrecidos. Y también fueron los maquiavélicos quienes cambiaron de forma más acusada cuando se pasaba a la situación con sanciones. Acabaron siendo, al final, los que ganaron más dinero, puesto que ofertaron menores cantidades en las tiradas sin castigo y eludieron al máximo las sanciones cuando las había. La relación entre las ganancias totales y el maquiavelismo fue positiva, en conjunto, con una magnitud del 0,48. En la situaciónde castigo, los high machs llegaron a ganar un 41 % más de dinero real que los low machs. La señal de actividad neural, en las medidas fMRI, fue mucho mayor en los ensayos en los que había posibilidad de toparse con una sanción punitiva que en las transacciones sin castigo, y eso ocurría en todas las regiones de la corteza prefrontal: la dorsolateral, la ventrolateral y la orbitofrontal, en ambos hemisferios cerebrales (véase figura 8, p. 51). 33 En lugares distintivos de todas ellas se detectó un incremento de trabajo neural ante las decisiones más comprometidas, lo cual era perfectamente esperable. Ahora bien, cuando se intentó discernir hasta qué punto ese aumento de funcionalidad neural se asociaba con los puntajes de maquiavelismo, únicamente en la corteza orbitofrontal del hemisferio izquierdo apareció una vinculación firme con ese parámetro. Por consiguiente, se detectó una singularidad en la corteza orbitofrontal que guardaba relación con la propensión maquiavélica. En la figura 3 puede observarse el lugar del cerebro donde eso ocurría y la concordancia entre los incrementos de transferencias monetarias y el maquiavelismo en relación con el aumento de trabajo neural en esa zona. Son hallazgos que ilustran la mediación neural de la versatilidad táctica ante una posible sanción social, en una circunstancia –la de repartirse un premio, en metálico, entre dos jugadores– donde se espera que prevalga la ecuanimidad, es decir, la propensión al trato justo. El experimento era, en realidad, algo más complicado e incluía también transacciones en las que la sanción no venía del contendiente, sino de un algoritmo; las diferencias no fueron entonces tan evidentes. 34 Figura 3. Superposición anatómica en la corteza orbitofrontal izquierda entre el incremento de actividad neural en transacciones con sanción punitiva y los puntajes de maquiavelismo. La correlación más potente con el puntaje de maquiavelismo (-0,71), se dio en las coordenadas cerebrales (-32, 44, -8). A. Cortes sagitales y coronales de esa región de la corteza orbitofrontal: en negro aparecen los vóxeles donde se apreció un mayor incremento de trabajo neural en las transacciones con sanción; en gris, los que se vinculaban más con el maquiavelismo. En la parte inferior (B, C) aparecen las correlaciones entre la actividad neural en esas zonas orbitofrontales izquierdas (en las coordenadas cerebrales -34, 48, -10) con B: las diferencias en transferencias monetaria, y C: el maquiavelismo. (Adaptada de 139). LeftOLPFC = Corteza Orbitofrontal Izquierda. Tiene interés también el hecho de que se pudiera aislar ese efecto de modulación del maquiavelismo táctico asociado a los cometidos de la corteza orbitofrontal, puesto que otros resultados ya habían puesto de manifiesto la existencia de un nexo potente entre el trabajo en esas regiones neurales (y en otras, como la corteza insular anterior) con el procesamiento de avisos o amenazas ante diferentes tipos de castigo social. Además, en un estudio bostoniano efectuado con una pequeña muestra de gente normativa se encontró una vinculación positiva entre el volumen de la zona más lateral de la corteza orbitofrontal izquierda y los puntajes en la escala estándar de maquiavelismo.12 Estimulación cerebral focal. En el laboratorio de neuroeconomía que capitanea Ernst Fehr, en Zúrich, fueron pioneros en usar técnicas de estimulación no invasiva del cerebro para localizar las zonas mediadoras de las propensiones a observar o saltarse las normas sociales. El paso a ese procedimiento de intervención focal era preceptivo: una vez delimitada la participación de diversos nodos de la corteza prefrontal en aquellas decisiones, poder acentuar o silenciar su trabajo mediante pulsos dirigidos y selectivos era el eslabón siguiente. Un estudio efectuado con 63 mujeres que intervinieron en variantes de los juegos del dictador-ultimátum, similares a los indicados más arriba, inauguró esas incursiones. La figura 4 recoge las condiciones de esos juegos.129 35 Figura 4. Juego económico en el que se mide el ajuste a la norma de ecuanimidad. Las jugadoras recibían, en cada ronda, 25 unidades monetarias (UM) y todas las UM acumuladas, al final, se intercambiaban por dinero en metálico. La jugadora A recibía 100 UM adicionales que podía compartir con la B transfiriendo cantidades X en múltiplos de 10 UM. Había dos tipos de rondas que se alternaban al azar. A) Rondas basales: las transferencias X eran implementadas tal cual, y se medía así el ajuste espontáneo a la norma. B) Rondas con sanción: la jugadora B podía aceptar la transferencia (en negrita) o usar una cantidad Y de UM (en gris) para sancionar a la jugadora A. Ese castigo podía variar, en enteros, entre 0 y 25 UM, lo que reducía la ganancia de A en 5 x Y UM. Las jugadoras A eran conscientes de esa posibilidad de punición. Por consiguiente, cualquier incremento del montante transferido por encima de las cantidades basales indicaba el cumplimiento de normas inducida por castigo. (Adaptada de 129). Dirigieron la estimulación eléctrica transcraneal hacia algunos lugares de la corteza prefrontal dorsolateral del hemisferio derecho, porque ahí se habían dado los mayores incrementos de actividad neural, acompañando a las variaciones tácticas más acusadas en situaciones de juego con castigo. Al aplicar esos pulsos con estimulación anódica, se incrementa la excitabilidad de la zona neuronal que los recibe, mientras que, si se aplica estimulación catódica, se reduce esa excitabilidad. En la figura 5 puede apreciarse que los pulsos focales e inocuos de estimulación eléctrica transcraneal afectaron de manera diferente el comportamiento económico de las participantes. 36 Figura 5. La estimulación eléctrica transcraneal (ETC) en la corteza prefrontal dorsolateral, del hemisferio derecho cambia las transferencias dinerarias voluntarias. A: ante amenaza de castigos. Diferencias en transferencias monetarias (UM) en las rondas con castigo respecto de las rondas sin castigo. Cuanto mayores los valores, mayor ajuste hacia la norma del reparto equitativo de un regalo. B. En situación libre, sin castigo. Transferencias medias durante las rondas basales. * P<0,05. (Adaptada de 129). En la circunstancia de juego con sanción social, el incremento de trabajo neural en esa zona, inducido por los pulsos anódicos, condujo a mayores transferencias monetarias, con unos montantes que se acercaron al reparto equitativo, mientras que la reducción inducida de la actividad neural produjo el efecto contrario. En cambio, en condiciones sin sanciones se obtuvo un efecto inverso: la amplificación del trabajo neural redujo la propensión a la ecuanimidad y su atenuación la incrementó. Por consiguiente, la amplificación de las tareas neurales, en ese lugar, optimizaba el desempeño social normativo en circunstancias con sanciones, mientras que lo disminuía en la conducta espontánea y sin peligro de sanciones. Son resultados que sugieren la posibilidad de incrementos o atenuaciones de los comportamientos normativos en función de una regulación neural muy selectiva y que reproducen, por cierto, el tacticismo maquiavélico. En un estudio ulterior con cincuenta mujeres adicionales se reprodujeron los mismos resultados y mostraron, además, que esos hallazgos son mucho más potentes cuando la amenaza de castigo procede de un contendiente humano que de un algoritmo. 37 Es decir, que los cambios de comportamiento inducidos dependen de que la amenaza de castigo sea genuinamente social. Neuroimagen en transacciones económicas iterativas. Las actitudes y las tácticas maquiavélicas acarrean, no obstante, ingredientes que van más allá de la perspicacia para detectar y evaluar las amenazas de sanciones y la habilidad para sortearlas. Ingredientes que requieren, todos ellos, una modulación neural discernible. Un equipo de neurocientíficos húngaros capitaneados por Tamás Bereczkei ha dados pasos para mapear eso. En un primer estudio17 constataron peculiaridades en las regiones neurales dedicadas al controlcognitivo de salidas cuando se hacía participar a los sujetos en «juegos de confianza inversora». En ese tipo de juego económico, dos desconocidos, a quienes se asigna al azar el papel de «inversor» y de «emprendedor», interaccionan transfiriendo cantidades, de modo que se pone a prueba su confianza y reciprocidad en el manejo de transacciones monetarias. El primer jugador, el «inversor», debe asumir el riesgo de transferir una porción del montante que ha recibido para jugar con la esperanza de que el «emprendedor» respetará la confianza en que se basa el juego y retornará una cantidad ajustada a las ganancias obtenidas. Se han usado múltiples versiones de ese juego, aunque de ordinario los participantes reciben instrucciones de que las transferencias «inversoras» serán premiadas por el mercado (véase figura 6) y que las decisiones de ambos jugadores son libres para disponer de las cantidades que tienen al empezar y después de cada tirada. Los participantes en ese estudio, en particular, recibieron mil forintos húngaros (cinco dólares, aproximadamente) como cantidad inicial para jugar, como «inversores» o «emprendedores», mientras se les practicaba un escaneo fMRI. Los montantes transferidos en la inversión eran triplicados por el mercado y el «emprendedor» tenía la oportunidad de devolver el total, una parte o nada de lo obtenido. Desde una perspectiva racional, el «inversor» arriesgaba mucho y la decisión esperable era transferir pequeñas cantidades para mitigar riesgos. Por su parte, el «emprendedor» salía beneficiado cuanto menos dinero retornara, y acumulaba así ganancias en su casillero. Los participantes fueron 27 jóvenes (la mitad de cada sexo), seleccionados por puntuar en índices extremos, como high mach y low mach, extraídos de una bolsa de centenares de sujetos a quienes se había suministrado un cuestionario estándar de maquiavelismo. 38 Figura 6. «Juego de la confianza inversora». En este ejemplo los dos jugadores parten de una cantidad inicial de 12 unidades monetarias (convertibles luego en dinero, al finalizar el juego). El «inversor» tiene esas 12 unidades y cuatro opciones distintas para transferir al «emprendedor». Desde el inicio ambos saben que, si hay transferencia sustantiva de capital, el mercado triplicará la inversión. El «emprendedor», por su parte, dispone entonces de total libertad para retornar cualquier cantidad entre 0 y 48 unidades (las 12 iniciales más las 36 resultantes de las ganancias si la transferencia fue de 12: la de la derecha, en la figura). Es obvio que un retorno «justo» o «equitativo» (24 unidades, la mitad de lo obtenido en esa tirada) supone una ganancia neta del 100 % para los dos jugadores. Hay versiones de tirada única o de tiradas repetidas del juego. (Adaptada de 60). Los resultados indicaron que los high machs transfirieron menos dinero, tanto al jugar como inversores como al hacerlo como emprendedores, y acabaron, gracias a ello, acumulando mayor capital (dos mil forintos, de media, véase figura 7) al finalizar el juego. Se jugó con dinero real y el cómputo final obtenido servía de pago por participar. Todo tiende a indicar, por tanto, que la estrategia maquiavélica deviene fructífera cuando no hay sanciones y está garantizado el anonimato, como era el caso. Cuando se comparó la actividad global fMRI durante las decisiones en el juego respecto de una tarea sencilla que requería ajustar un cursor en la pantalla, apretando uno de los botones para indicar las transferencias de dinero, se constató que los high machs ponían en marcha más actividad neural que los low machs en múltiples zonas del cerebro dedicadas a las inferencias cognitivas. Los high machs acentuaron el trabajo neural en el tálamo, el cingulado anterior y la corteza prefrontal cuando actuaban como «inversores». Al hacerlo como «emprendedores», ese incremento del trabajo neural era más acusado 39 en la ínsula anterior y en lugares de la circunvolución frontal inferior (figura 8, p. 51). Los autores concluían que los maquiavélicos mostraban indicios de tener primado un sistema neurocognitivo dedicado a aprovechar las oportunidades de explotar a los demás a costa de una mayor dedicación neural en zonas dedicadas a la evaluación de riesgos, de conflictos y de posibles recompensas. Figura 7. Resultados en el «Juego de la confianza inversora» de los high machs, comparados con los low machs. Ganancias totales al finalizar (gráfico de la izquierda); transferencias efectuadas como «inversores» (arriba); retornos efectuados como «emprendedores» (abajo). (Adaptada de 17). Repitieron esa aproximación en un estudio ulterior,18 con una muestra parecida de estudiantes de la Universidad de Pécs, en Hungría, y con un diseño similar. La única variación consistía en que todos los participantes en el juego, además de adoptar el papel de «inversor» o de «emprendedor» en sucesivas rondas al azar, pasaban por dos condiciones: en una de ellas las ofertas o los retornos eran equitativos (fair) y en la otra no lo eran (unfair). En el recuento final, los high machs volvieron a obtener más ganancias dinerarias, tanto al actuar como «inversores» como en sus turnos de «emprendedores». Ello se debió, de nuevo, a que los maquiavélicos ofrecieron menos y explotaron mejor a los contendientes fair (ecuánimes), y vulneraron la reciprocidad con 40 retornos muy pobres. Las comparaciones globales en fMRI entre las condiciones fair y unfair respecto de la tarea de control proporcionaron un amplio abanico de activaciones cerebrales, en ambos hemisferios, indicativas de un mayor esfuerzo en procesamiento cognitivo en las jugadas fair. Los high machs se distinguieron con claridad de los low machs por una acentuación del trabajo neural en zonas de la corteza prefrontal dorsolateral y de la circunvolución frontal inferior, lo cual sugiere un mayor requerimiento o costo neural derivado, quizás, de los intentos de atenuar o suprimir los automatismos de reciprocidad ante la perseverancia de los contendientes justos o ecuánimes.126 Son resultados que contribuyen a robustecer el rol de diversos territorios de la corteza prefrontal en la elaboración y la plasmación efectiva de las tácticas maquiavélicas. Según esos hallazgos, la evaluación y la flexibilidad cognitiva necesarias para aprovecharse de la ingenuidad de los interlocutores ecuánimes requiere un trabajo neural discernible que se manifiesta, sobre todo, en algunos lugares de la corteza prefrontal dorsolateral y de la circunvolución frontal inferior, en el hemisferio izquierdo en particular. Conviene recordar que en el estudio con los veteranos de guerra del Vietnam38 era la carencia de tejido neural sano en esas mismas zonas lo que promovía el maquiavelismo acentuado. Aquí, por el contrario, y del mismo modo que ocurría en los estudios con estimulación eléctrica zonal del cerebro, es su actividad incrementada lo que propicia su aparición en estudiantes sanos. Puede parecer contradictorio, pero téngase en cuenta que los hallazgos con los soldados lesionados se referían a las actitudes u opiniones maquiavélicas y no a las tácticas concretas llevadas a cabo. Y eso último es lo que se mide en los juegos económicos. En ese detalle diferenciador residen los engarces para esos resultados y otros muchos que apuntan de manera firme a la implicación de diversas zonas de la corteza prefrontal del cerebro en la propensión al maquiavelismo. No hay nada extraño en ello, por otro lado, ya que son las regiones cerebrales dedicadas a estimar el valor de las distintas opciones plausibles y a ponderar y tomar decisiones. Es decir, a enjuiciar las posibilidades de maximizar ganancias y eludir pérdidas.121,126,151 41 Figura 8. Localización, en el cerebro humano, de las principales regiones implicadas en las tácticas maquiavélicas y en las habilidades para mentir, según los escaneos de resonancia magnética y los métodos de estimulación transcraneal que han ido apareciendo en el texto. A. Cara medial del cerebro. vMPFC: corteza prefrontal ventromedial; pMPFC: corteza prefrontalposteromedial; B. Cara lateral izquierda del cerebro: DLPFC: corteza prefrontal dorsolateral; IFG: circunvolución frontal inferior; LTPJ: encrucijada temporoparietal. C. cara derecha del cerebro: DLPFC: corteza prefrontal dorsolateral; RTPJ: encrucijada temporoparietal. (Adaptada de 131). 42 La flexibilidad y el oportunismo maquiavélicos Todos esos hallazgos neurales vinculados a la tendencia manipuladora y explotadora que caracteriza al maquiavelismo apuntan en una misma dirección: los territorios cerebrales que dan curso a esa manera de deliberar e interactuar con los demás son los que están más implicados en la ponderación, el contraste y la elección eficiente entre distintas opciones plausibles. Es decir, las rutinas esenciales de la agudeza cognitiva, el verdadero meollo de la inteligencia al servicio de la perspicacia y el éxito social. Pero vimos, al inicio, que no hay ninguna asociación firme entre el maquiavelismo, se mida como se mida, y las notas que se obtienen en los test de CI. Eso ha podido constatarse en multitud de estudios15,122 y constituye una desafiante paradoja. Los intentos de superarla se han dirigido hacia dos frentes diferentes. Por una parte, se propuso que las ventajas del maquiavelismo derivarían de la habilidad optimizada para leer las intenciones y las emociones de los demás. Es decir, que el maquiavelismo debería conferir una clara superioridad en las tareas de mentalización o de sintonía empática. Esa senda indagatoria no ha ofrecido datos sustantivos. No hay tal superioridad en esas tareas: los maquiavélicos no destacan ni en las pruebas que miden la comprensión de las rutinas mentales ajenas ni tampoco en ninguno de los aspectos o destrezas afectivas de eso que suele denominarse «inteligencia emocional».15 El segundo frente mantiene que las habilidades maquiavélicas se asientan sobre unos rasgos cognitivos que no suelen formar parte del abanico de aptitudes y destrezas que exploran los test de CI, y de ahí la discordancia entre ambos tipos de ingenio. En ese hiato o zona diferencial entre competencias cognitivas distintivas hay diversos rasgos que distinguen a los maquiavélicos, y todos ellos están relacionados con la flexibilidad táctica y la visión estratégica. La larga serie de estudios que ha liderado Tamás Bereczkei, en Hungría, son la fuente más fructífera de hallazgos. A base de desmenuzar e ir comparando la conducta de los high machs respecto de los low machs en juegos económicos como los explicados antes, pudieron constatar que los high machs: 1) monitorizan de un modo más sistemático y exhaustivo los pasos que sus contrincantes van adoptando en las diferentes jugadas; 2) focalizan sus decisiones de cara a obtener máximos rendimientos, sin tener en cuenta los sentimientos ajenos o los propios; 3) son mucho más sensibles al grado de recompensa 43 que acarrea cada jugada y ajustan mejor el riesgo que asumen en cada decisión; 4) muestran una mayor habilidad para detectar a las víctimas susceptibles de ser explotadas reiteradamente; 5) inhiben mucho mejor la tentación automática de proceder con retornos fair (justos) ante los ofrecimientos o tratos de ese cariz. Por consiguiente, los maquiavélicos dan muestras de actuar con un oportunismo acentuado (flexibilidad táctica) y con una estrategia firmemente dirigida a obtener el máximo de ganancias individuales, en términos monetarios (lo más corriente en esos juegos). Pero también se esmeran, con denuedo, en incrementar la reputación o el estatus cuando las contiendas de laboratorio dirimen gradaciones en ese terreno.15,16,21,41 Una vez acotados los dispositivos neurales al servicio del tacticismo y el oportunismo maquiavélicos, hay que ocuparse del engaño. 44 3. Cerebros mendaces* «–¿Jura usted decir la verdad, solo la verdad y nada más que la verdad? –No me haga reír, por favor.» JOHN BANVILLE (1989), The Book of Evidence, Londres: Secker and Warburg Dejé dicho, al principio, que un componente ineludible del maquiavelismo es el uso sistemático del engaño en el día a día. La insinceridad, el embuste, la ocultación, el enredo, el bulo, el camuflaje, el infundio, la farsa, la simulación o las mentiras flagrantes constituyen herramientas de uso cotidiano para los manipuladores aviesos. En esos individuos constituyen instrumentos imprescindibles para circular por la vida. Ahora bien, para moverse de ese modo por los escenarios sociales se necesita talento natural y, sobre todo, una dedicación constante y una vigilancia sin fallos ni resquicios para evitar ser atrapado y desenmascarado con facilidad. Debe funcionar así porque, a pesar de la enorme familiaridad de todo el mundo con la mentira (véase p. 70), su uso reiterado y pertinaz, en cualquier circunstancia o ambiente, no es en absoluto la regla. Los humanos tienen habilidades destacadas para mentir, burlar y confundir, aunque en sus contactos cotidianos suelen predominar los intercambios basados en la veracidad antes que los sustanciados en falsedades.44,90,103 De otro modo, se vendría abajo el prodigioso universo de la cooperación en todas las facetas y ámbitos de la vida.126 Precisamente por esa razón, porque la cooperación en cualquier interacción de índole personal o profesional requiere de un grado de previsibilidad y veracidad imprescindibles, la honestidad se asume por defecto. Los que usan el engaño como divisa permanente disponen, gracias a eso, de una ventaja nada banal. De ahí que quepa 45 preguntarse acerca del origen de las tácticas engañosas. Por ejemplo: ¿las habilidades para mentir precedieron al lenguaje o fue necesaria la flexibilidad del habla para que surgiera la mendacidad? En el devenir evolutivo, el engaño tuvo orígenes seguramente mucho más remotos que el lenguaje, porque hay muchos animales que no consta que emitan palabra alguna y que saben mentir con disimulo y elegancia. No me refiero, con ello, a mentiras triviales. Hay aves, por ejemplo, que se dedican a destruir los huevos en nidos ajenos y a sustituirlos por los propios, camuflados, para ahorrarse así el engorro de empollar y alimentar a crías exigentes. En los mamíferos sociales no son infrecuentes, a su vez, las emisiones de falsas alarmas que anuncian la proximidad de un predador inexistente, que obedecen, tan solo, al deseo de monopolizar un festín alimentario sin estorbos. En monos y primates se ha detectado, incluso, una vinculación robusta entre la asiduidad con que se utilizan las tácticas mendaces y el volumen de la neocorteza cerebral. De manera que cuanto mayor es la magnitud de esa envoltura reciente de la glándula cerebral, mayor es también la frecuencia de las mentiras para confundir y burlar a los demás.28,49 Por tanto, en los animales con habilidades para sacar partido de la candidez ajena hay que tener siempre presentes las tácticas saboteadoras. El arte de confundir y burlar mediante engaños alcanzó, sin embargo, un potencial imbatible con el lenguaje, hasta el punto de que las modalidades del camuflaje, la simulación y la ocultación humanas no son solo inagotables, sino que algunas de ellas forman una parte indispensable de las buenas costumbres. Los neurocientíficos se han dedicado, en los últimos años, a intentar discernir los recursos cerebrales que requiere el arte de mentir con solvencia.57,63,133,138 Esas pesquisas eran territorio exclusivo de los criminólogos y los servicios de información que se ayudan con detectores poligráficos, así como de los especialistas en selección de personal.112,159 Era un ámbito inhóspito para las incursiones científicas «serias» porque arrastraba un doble estigma. El primero, de tonos progresistas algo periclitados, nacía de la aprensión ante el recorte de libertades: ¿cómo tolerar la intrusión en la intimidad más recóndita de detectives pertrechados con sondas, cables y aparatos de registro? El segundo era más folclórico: el abuso desaforado por parte de los shows de telebasura de los métodos para atrapar «la verdad» y «la mentira» acabó por exiliarlos al limbo del desprestigio. 46 A pesarde ello, muchos neurocientíficos y psicólogos experimentales han continuado utilizando el detector de mentiras sin desdoro alguno. António Damásio, por ejemplo, el celebrado neurólogo y ensayista portugués que lidera no pocos ámbitos de las pesquisas cerebrales, desde sus laboratorios en los Estados Unidos, recurre a él con frecuencia. Lo hace su equipo y también otros muchos colegas porque es una tecnología utilísima para discernir señales de sobresalto o desasosiego emotivo, tanto si a los sujetos les apetece confesarlo como si no. Los datos más solventes indican, además, que, si se combina la detección de indicios comportamentales con los registros poligráficos y sondas más directas de exploración del cerebro, se incrementa considerablemente la eficiencia en la captura de engaños.57,112,132,133 47 Neurorregistro de la mentira Otro insigne investigador que decidió adentrarse en las complejidades de la detección de mentiras fue Gerald Edelman, Premio Nobel de Medicina en 1972 por sus trabajos sobre los mecanismos moleculares de la memoria del sistema inmune, pero más conocido por sus incursiones en neurociencia, que lo condujeron a lidiar con los sustratos neurales de la conciencia. Edelman detectó que las tareas utilizadas en los estudios sobre los dispositivos neurales implicados en la ideación mentirosa no permitían el engaño espontáneo. En las rutinas durante los escaneos de neuroimagen fMRI los sujetos eran impelidos a mentir o a ser veraces en función de instrucciones dirigidas. Esto es una limitación importante para hurgar, con provecho, en una táctica tan ligada a la flexibilidad mental. Edelman procuró eliminar ese inconveniente diseñando una tarea que diera espontaneidad a los sujetos para decidir, por sí mismos, si mentían o eran veraces en cada decisión. La figura 9 ilustra los pasos esenciales de esa situación, que requería optar entre «declarar» o «no declarar» pertenencias en una aduana fronteriza imaginada. Las instrucciones incluían normas distintas en función de los objetos que pasar por la aduana. Las maletas debían declararse siempre y las armas, en cambio, jamás. El error de mostrarlas tenía un coste superior (10 $) a la multa por no hacerlo (7 $), tal como refleja la figura 9. Esas dos circunstancias constituían el control inexcusable de veracidad o falsedad. La elección libre estaba en los ensayos en que tocaba pasar collares o licores por la aduana. Ahí los sujetos tenían plena autonomía para optar por declarar o por hacer contrabando ocultando el objeto. Se les había explicado que la opción de declarar implicaba pagar impuestos (columna $ y), mientras que la de ocultar, engañando, podía suponer sanciones (columna $ n). No tenían, sin embargo, pista alguna sobre la estrategia óptima que consistía en ocultar siempre los collares y las armas y declarar siempre, asimismo, el whisky y las maletas. Los sujetos recibían, eso sí, un aviso inicial de que decir siempre la verdad o mentir, con idéntica tozudez, podía conducirles a pérdidas rápidas de dinero. Los que al final de la sesión tenían una cantidad inferior a los 20 $ en su cuenta recibían esa compensación por participar. 48 Figura 9. Tarea de decisión de declarar ante una aduana. Los sujetos partían de una asignación de 100 $ que podía verse minorada en función de sus decisiones en la aduana. Cada ensayo (paso por la aduana) se iniciaba con un punto de fijación visual en el centro de la pantalla (2,5 s), seguido por la presentación (2 s) de uno de los cuatro posibles objetos que pasar por la aduana indicados en la figura, con unos valores monetarios diferentes, así como impuestos (columna $ y) y multas (columna $ n) también distintos. Después de la presentación del objeto había una demora de 5 s y, cuando aparecía la frase «¿ALGO QUE DECLARAR?» (2 s), los sujetos debían responder «SÍ» o «NO» y la respuesta se registraba en el computador que regía la secuencia. Comenzaba entonces otro período de demora de 5 segundos. Si la respuesta había sido afirmativa, aparecía en la pantalla una caja registradora (2 s) para indicar que se aplicaba el recargo impositivo fijado de antemano (columna $ y). Si la respuesta había sido negativa, podía aparecer en color ROJO el aviso: «Stop» (2 s P = 0,66 de las veces), con la multa correspondiente (columna $ n), o la señal en verde: «Go» (2 s P = 0,33 de las veces), sin cargo alguno. Se daba entonces información visual de la pérdida monetaria incurrida y del monto total de dinero que quedaba. El dinero que conseguían retener al final era el que se llevaban a casa en compensación por participar (20 $ como mínimo, porque los que quedaron por debajo de esa cantidad recibían eso). La duración de cada ensayo era de 20,5 s y la sesión, en total, tenía 10 bloques de 7 ensayos, cada uno, con pequeños descansos entre ellos. (Adaptada de 132). Edelman usó la magnetoelectroencefalografía (MEG), en lugar de fMRI, para conseguir una mejor resolución temporal de los cambios cerebrales asociados a mentir. A los 20 sujetos (14 varones y 6 mujeres jóvenes) se les ajustaban unos casquetes craneales con múltiples sensores para captar, a distancia, las oscilaciones eléctricas de la corteza cerebral. Portaban, además, electrodos en los dedos de la mano para obtener medidas SCR (la conductancia electrodermal: el parámetro típico del detector de mentiras) y 49 electrodos adicionales para registrar el ritmo cardíaco, el parpadeo, la respiración y la tensión muscular. Los resultados que distinguieron mejor entre mentiras y verdades, tanto en el engaño espontáneo como en el inducido, correspondían a la banda alfa (8-12 Hz) de los potenciales corticales. Los sujetos mostraron una menor densidad de ritmo alfa cuando mentían que cuando daban una respuesta veraz, sobre todo en regiones posteriores de la corteza (parietales y occipitales). Ese fue el hallazgo crucial: el esfuerzo mental de engañar comportaba un decremento sustancial en la proporción de ondas alfa que genera la corteza cerebral. Los resultados eran concordantes en diversos puntos de la geografía de la corteza cerebral y emergían tanto al urdir la mentira (período predecisorio) como al esperar su resultado («post», figura 9). Al comparar la potencia predictiva de esos cambios alfa corticales con las variaciones en la conductancia electrodermal, constataron un incremento de precisión que oscilaba entre el 13,1 y el 20,5 %. Los resultados más halagüeños se obtuvieron con las mentiras espontáneas, con una detección correcta del 78,35 % al comprobar los resultados del engaño y del 73,9 % mientras se urdía la mentira. Se obtuvieron estimaciones de precisión detectora para cada participante en las medidas MEG y SCR. Eran datos estupendos, en conjunto, por dos motivos: 1) confirmaban hallazgos anteriores de neuroimagen fMRI63,138 que ya habían detectado que mentir implica un trabajo neural añadido en diversas regiones del cerebro; 2) suponían una detección eficiente de las mentiras, ensayo a ensayo y en cada individuo, que es lo que interesa en ese cometido. Las zonas del cerebro que tienen trabajo añadido cuando se miente (en comparación con las rutinas automatizadas de circular, en ge- neral, con la verdad) son las encargadas de monitorizar el conflicto entre la información certera ocultada y la inexacta que se pretende vehicular para salvaguardar la consistencia del mensaje y evitar deslices.19 La combinación de ambos métodos de exploración –la neuroimagen y los registros electrofisiológicos centrales– auguraba un futuro halagüeño para la detección de engaños, porque se interroga directamente al órgano que elabora los bulos, el cerebro, y esas medidas no se fundamentan tan solo en «marcadores» corporales acompañantes. Aunque debe consignarse que los indicios de falsedad que proporcionan esas señales corporales concomitantes (las modulaciones vocales reveladoras, el enlentecimiento del habla, la pobre gestualidad enfatizadora, los microgestos faciales o los parámetros fisiológicos del polígrafo) no son en absoluto despreciables.50,112,133 50Tampoco era irrelevante, por cierto, la situación de disyuntiva ante una aduana, porque ponía a los individuos en la tesitura de procurarse una ganancia económica modesta, pero incontestable. Los estudios sobre emisión de mentiras en escaneos fMRI57,63 solían basarse en situaciones artificiosas y con poco o nada en juego: embustes al identificar las cartas señaladas de una baraja, aciertos y fallos en operaciones aritméticas sencillas o detalles de episodios biográficos que los investigadores estaban en situación de averiguar. Cabía concluir, por tanto, que las pesquisas para dilucidar las propiedades y los usos de la mentira en envites relevantes de la vida –el apetito de enriquecerse, de medrar o de ascender de rango jerárquico, por ejemplo–, podían ponerse en marcha. La «tarea Greene-Paxton». Joshua Greene,68 al intentar discernir los sustratos neurales de la tentación para incurrir en acciones deshonestas mediante escaneos fMRI, dio con un procedimiento sencillo y directo para detectar mentiras espontáneas. Colocó a sus sujetos ante la posibilidad de ganar o perder dinero real si conseguían acertar de qué lado caía una moneda que un algoritmo informático iba lanzando al aire, al azar, en la pantalla que aparecía en el visor. Los participantes debían registrar por anticipado su predicción (cara o cruz), clicando un botón de respuesta concreto para cada pronóstico y, al desvelarse el resultado, se añadían o descontaban los dólares que estaban en juego en cada tirada (entre 3 y 7 $). El procedimiento implicaba múltiples repeticiones a lo largo de muchas tiradas y el montante final era lo que se llevaban los participantes al bolsillo, como emolumento por colaborar (con un máximo posible de 75 $). En algunos ensayos, sin embargo, la secuencia ofrecía la posibilidad de clicar los botones de repuesta al azar y los sujetos debían consignar verbalmente su acierto o fallo después de conocer el resultado. Surgía ahí, por tanto, una oportunidad flagrante para mentir e ir acumulando ganancias, aunque los pronósticos hubieran sido erróneos. Los resultados permitieron dividir a los sujetos en diferentes tipos. Un 40 % de individuos honestos: los que indicaron un porcentaje de aciertos por debajo del 52 % en esas tiradas con pronóstico previo «no registrable»; otro grupo, de tamaño similar, de individuos claramente deshonestos, que pretendían haber acertado por encima del 70 % en esas tiradas con tentación obvia para estafar, y, finalmente, un grupo más reducido (15 %) de individuos con una honestidad ambigua, que se asignaban porcentajes entre el 51 52 % y el 70 % de aciertos en ese tipo de tiradas. La media de supuestos aciertos que alcanzaron los deshonestos sistemáticos se situó, en realidad, en un espectacular 82 % en esos ensayos con posibilidad de trampa, y unos cuantos superaron incluso un escandaloso 90 % de presuntos aciertos. En cuanto al trabajo neural, las medidas fMRI indicaron, de nuevo, en esa sencilla tarea, que las decisiones de mentir eran las que tendían a acentuar el esfuerzo en diversas regiones del cerebro que se ocupan del «control cognitivo de salidas». En los individuos honestos no se apreció ningún incremento de señal fMRI cuando se enfrentaron a decisiones que conllevaban la tentación de estafar. Actuaron, en apariencia, con automatismos que no se traducían en un esfuerzo neural adicional al dirimir la posibilidad de obtener ganancias fraudulentas. En los deshonestos, en cambio, hubo un incremento de actividad en las regiones neurales de la ponderación de salidas –en varias zonas de la corteza prefrontal y del cingulado anterior, en particular–, tanto al actuar deshonestamente (al asignarse aciertos que no les correspondían) como al frenar la tentación de obrar así, y perder ganancias plausibles. En esa tesitura, la de dejar pasar oportunidades para estafar, sin mácula, no solo se acentuó el esfuerzo neural, sino que los deshonestos tardaron mucho más en emitir las respuestas. Además, los niveles de actividad en esas regiones neurales especializadas en tareas de control cognitivo presentaron vinculaciones positivas y potentes con los grados de deshonestidad. Thomas Baumgartner12 planteó un juego de confianza inversora parecido al reseñado en la figura 6 (pág. 47), en el que los sujetos podían defraudar cantidades que les habían sido confiadas por un inversor. Mediante mapeos electroencefalográficos constató que la región que explicaba mejor la propensión estafadora era la corteza insular anterior. Los que acostumbran a tenerla en modo silencioso estafaban con calma y fruición, mientras que los que mostraban actividad acentuada en esa región tendían a obviar el fraude ante las tentaciones favorables. Eso supone añadir zonas cerebrales vinculadas al procesamiento emotivo en la propensión a engañar, además de las dedicadas a la ponderación de opciones y al control vigilante de las decisiones (véase figura 8, p. 51). 52 Detección eficiente El inconveniente, no obstante, de esos procedimientos ciertamente más atractivos para detectar veracidad y falsedad es que no permiten el diagnóstico individual, sujeto tras sujeto y ensayo tras ensayo, con lo cual su uso en psicología forense resulta problemático. Son métodos más directos para atrapar inclinaciones a actuar con honestidad o deshonestidad, eso sí, pero sin posibilidad de aplicarlos para desvelar engaños concretos con relevancia clínica o legal. Ello nos retrotrae a los desvelos tecnológicos para dar con procedimientos eficaces para detectar mentiras.57,112 Las dificultades comienzan porque la mentira no es una categoría simple y unívoca, sino todo lo contrario. Hay embustes que persiguen el fraude, la estafa, la desgracia o la ruina ajena, pero los hay, como todo el mundo sabe, que se emiten para ahorrar disgustos, pesares o inconvenientes a los demás. Los primeros arrastran consecuencias gravosas mientras que los segundas acostumbran a tener menos repercusión. Hay mentiras, además, que requieren urdir aserciones o relatos falsos de manera bastante elaborada y existen, en cambio, engaños que dependen de la mera omisión de información crucial. Cada una de esas modalidades debe cursar, por definición, con sustratos neurales diferenciables, con veredas específicas en los circuitos cerebrales dedicados al control eficiente de las salidas, a la recuperación y al contraste de recuerdos o al procesamiento emotivo. En la detección poligráfica de mentiras, las diferentes tareas que proponen los test de detección tienen mucha importancia. En los procedimientos a base de «test de preguntas control», los sujetos reciben tres tipos diferentes de preguntas: cuestiones relevantes, es decir, las directamente referidas al material engañoso o sospechoso que se intenta desvelar; cuestiones control, es decir, preguntas que por su contenido son capaces de generar inquietud o desasosiego en cualquier persona, y preguntas triviales o irrelevantes, referidas a información anodina, como el lugar y el año de nacimiento o la escuela donde se cursó la primaria. Responder de manera veraz a las preguntas relevantes suele evocar menos activación fisiológica que las reacciones ante las de control, mientras que la emisión de falsedades debería acompañarse, por el contrario, de una reactividad superior a la evocada por las desasosegantes preguntas de control. 53 Por otro lado, los procedimientos para intentar extraer información oculta, la que los sospechosos deciden guardar bajo llave, usan otros recursos para desvelarla. Se los denomina «test de conocimiento culpable» y ofrecen a los sujetos un muestrario de respuestas correctas e incorrectas ante preguntas sobre hechos o circunstancias que solo quien ha perpetrado un delito conoce. De modo que quienes responden de manera veraz deberían presentar una reactividad fisiológica bastante equiparable ante todas esas opciones, mientras que los mentirosos deberían reaccionar de forma más acusada ante las opciones que solo ellos saben que son correctas. La tabla II ofrece un resumen de la eficacia de
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