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Manipuladores,_psicología_de_la_influencia_tóxica_Tobeña

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Manipuladores
Psicología de la influencia tóxica
Adolf Tobeña
2
Primera edición en esta colección: marzo de 2019
© Adolf Tobeña, 2019
© de la presente edición: Plataforma Editorial, 2019
Plataforma Editorial
c/ Muntaner, 269, entlo. 1ª – 08021 Barcelona
Tel.: (+34) 93 494 79 99 – Fax: (+34) 93 419 23 14
www.plataformaeditorial.com
info@plataformaeditorial.com
ISBN: 978-84-17622-28-2
Diseño de portada:
Ariadna Oliver
Realización de cubierta y fotocomposición:
Grafime
Reservados todos los derechos. Quedan rigurosamente prohibidas, sin la autorización escrita de los
titulares del copyright, bajo las sanciones establecidas en las leyes, la reproducción total o parcial de
esta obra por cualquier medio o procedimiento, comprendidos la reprografía y el tratamiento
informático, y la distribución de ejemplares de ella mediante alquiler o préstamo públicos. Si necesita
fotocopiar o reproducir algún fragmento de esta obra, diríjase al editor o a CEDRO
(www.cedro.org).
3
Índice
Preámbulo
4
1. Comediantes en acción: Silvio Berlusconi, Donald Trump y sus réplicas
cotidianas
Plan del ensayo
5
2. Psicobiología del maquiavelismo
El carácter maquiavélico
Neurocircuitería del maquiavelismo
La flexibilidad y el oportunismo maquiavélicos
6
3. Cerebros mendaces
Neurorregistro de la mentira
Detección eficiente
Criaturas mentirosas y manipuladoras
Dilemas sociales para el engaño
Mentiras estratégicas: circuitería adicional
Tipos de mentiras y diferencias individuales en mendacidad
Psicopatía y honestidad
7
4. La «tríada oscura» y el tacticismo lesivo
Tres arietes de la perfidia
El ingenio emotivo avieso
Mosaico de tácticas manipuladoras
Manipulación en los envites jerárquicos
Competición laboral/profesional y «tríada oscura»
Versatilidad maquiavélica
Trepadores en entornos empresariales
Paradojas de la manipulación: vertientes provechosas
8
5. Seductores y aduladores
Primeras impresiones, atractivo y seducción
Persuasión convincente
El efecto propagador
Arrastre pasional fatal
9
6. Simuladores e impostores
Enfermos imaginarios
Impostores excepcionales
10
7. La persuasión en el mercado global
Manipulación psicológica online, a gran escala
Algoritmos manipuladores, fake news y política
El arrastre manipulador de la prédica y el porte
Un artista celtibérico
11
8. Antídotos contra la manipulación abusiva
Inducción estimulatoria de honestidad
Heredabilidad y aprendizaje de la deshonestidad
12
9. Conclusión
Agradecimientos
Bibliografía
13
Preámbulo
La manipulación es un acompañante inevitable en los entornos domésticos o
profesionales donde hay que moverse día tras día. No tiene escapatoria, en realidad: el
trasiego de señales en cualquier interacción social conlleva ingredientes maquinadores.
Desde el intercambio de miradas en una fugaz incitación seductora hasta las
simulaciones, las imposturas y las estafas más elaboradas y onerosas que son capaces de
vehicular los embaucadores aviesos, hay un mundo inacabable de tácticas y veredas para
influir, confundir o engañar a los demás. Eso que en la interacción dual resulta obvio,
por cotidiano, se convierte en borroso cuando las destrezas enredadoras se aplican a
grupos reducidos o a grandes colectivos, porque no queda más remedio que transitar, sin
cesar, por flujos manipuladores que irrumpen por todos lados.
Por eso hay tanto talento y tanta pericia dedicada a ello, a través de múltiples cauces
de influencia incitadora y persuasora. El genio manipulador es inabarcable, aunque
conviene detectar a los ejemplares pérfidos masculinos y femeninos que rondan más
cerca, claro está. Los itinerarios vitales suelen proporcionar un extenso surtido de
experiencias para aprender a guarecerse de las maniobras más obvias. Costaría poco
reunir un mosaico de vivencias con colegas, conocidos y allegados que compondrían un
cumplido panorama: quien más quien menos ha tenido que sortear a los quejicas, los
embusteros, los aduladores, los difamadores, los trepas, los aprovechados, los
maldicientes, los fabuladores, los deslenguados, los envidiosos, los intrigantes y otros
bestiarios que se dedican, con fruición, a la manipulación lesiva más habitual.
Los trances con ese paisanaje tan abundante suelen ser, por regla general,
metabolizables, aunque de vez en cuando se alberga la sensación de estar ante un artista
mayor. Ante un verdadero virtuoso en las mañas de la comedia de gran estilo con
intenciones dañinas. Este ensayo es una incursión a los rasgos primordiales que definen a
esos manipuladores con un enorme potencial tóxico. He focalizado la diana en tres
vectores que la psicología de las últimas décadas ha dado en denominar «el terceto
14
oscuro»: el maquiavelismo, el narcisismo y la psicopatía. El meollo de las artes
manipuladoras más incisivas y corrosivas vendría dado por las combinaciones de
atributos que acarrean esos tres estilos del temperamento: el cinismo, la doblez y el
oportunismo ventajista de los maquiavélicos, el insaciable apetito de medro vanidoso de
los narcisos y el desapego esencial y la frialdad amoral de los psicópatas componen un
cóctel inquietante. Hay más que eso, por descontado, en la frondosa selva de la
manipulación social, pero en esos rasgos se han dado avances firmes en la exploración
psicobiológica y neurocientífica. A ellos me remito, porque suelen ser los que dejan un
poso perdurable en el territorio muy impreciso, todavía, de la exploración objetiva de los
caracteres y las maneras de conducirse de los humanos.
Además de esa incursión desbrozadora de los rasgos que distinguen a los
manipuladores y manipuladoras más peligrosos, el ensayo se adentra en algunas de las
sendas de la manipulación engatusadora, a gran escala, que han generado mayor
preocupación en los últimos tiempos. Las que aprovechan los canales de influencia
masiva que proporcionan las redes y las plataformas de comunicación digital. En ese
ámbito ha comenzado también a acumularse conocimiento firme y de él pueden
extraerse avisos útiles para navegantes.
15
1.
Comediantes en acción: Silvio Berlusconi, Donald Trump y
sus réplicas cotidianas
«The most effective way to get someone to do something you want them to do is to make
them think it’s something they wanted to do themselves.»*
DALE CARNEGIE30
El sinuoso y concurridísimo arte de la manipulación ajena consiste en obtener lo que se
desea, simplemente porque se desea, usando como palancas a quienes nos rodean y
procurando evitar que el prójimo se interponga en el propio camino. La destreza en esas
mañas reside en alcanzar objetivos individuales valiéndose de los demás y sin reparar en
obstáculos, prevenciones o procedimientos para conseguirlo. Si se orilla el temor a que
las maniobras queden al descubierto y los sentimientos de vergüenza, culpa o
remordimiento destacan, asimismo, por su ausencia, no hay freno o escrúpulo alguno
que impida manejar las emociones, las motivaciones y los intereses ajenos para ponerlos
al exclusivo servicio de las metas propias. El dominio más refinado de las aptitudes
manipuladoras consiste en conseguir que los otros se desvivan por culminar lo que uno
desea mientras andan convencidos de que lo hacen para satisfacer sus anhelos y
objetivos particulares.
Las tácticas manipuladoras son inacabables y están presentes en todos los ámbitos de
la interacción social: desde la esfera amical y familiar hasta las estratagemas y las tretas
del cortejo amoroso, por no hablar de los fingimientos, los disimulos y las dobleces en el
trato ordinario con vecinos y conocidos o en las negociaciones y transacciones que se
dan en la gran mayoría de los entornos laborales y profesionales. Las maniobras
sugestionadoras y embaucadoras anidan, por otro lado, en el meollo de todas las formas
de proselitismo y en la gran mayoría de las técnicas publicitarias y comerciales, al
16
tiempo que nutren, de un modo decisivo, las iniciativas comunicativas o de influencia
propagandística sobre las que cabalgan los idearios políticos y religiosos. Es decir, los
cócteles más o menoselaborados de esperanzas, creencias y fórmulas doctrinales para
encauzar la vida individual y la comunal. Todo eso que acostumbran a vender los que
aspiran a situarse y a perpetuarse, si es posible, en las poltronas más vistosas y
codiciadas del poder social.
Las manipulaciones más o menos descaradas en las distancias cortas están a la orden
del día en toda suerte de interacciones de la vida cotidiana. Los pícaros, los
aprovechados, los desaprensivos y los caraduras revolotean, a menudo, en cualquier
circunstancia, y de ahí que haya que andar siempre con los radares vigilantes a punto.
Pero, junto a los frecuentes episodios de picaresca desvergonzada en el ámbito
doméstico o el profesional, los ventanales que se abren a los grandes escenarios sociales
dan acceso a desempeños de gran ambición y alcance en las artes manipuladoras.
La política es el terreno adobado, por antonomasia, para los ardides, las argucias y las
tretas de quienes tienen por objetivo prioritario medrar a costa ajena. En la esfera política
internacional hemos podido degustar, en las últimas décadas, la actuación de dos
enormes virtuosos de la manipulación colectiva: el Cavaliere Berlusconi en Europa y
Mr. Trump, en Norteamérica. Su talento portentoso en esas habilidades los coloca en una
cima del elenco occidental de predicadores de excepción. Se han detallado, en
numerosas ocasiones, los paralelismos que lucen ese par de prominentes caraduras:
magnates con una envergadura física, una presencia y una locuacidad apabullantes,
metidos luego a mandamases supremos en sus países, con unas indisimulables
querencias por el escándalo y unas excelentes aptitudes para los shows de
entretenimiento televisivo, además de vínculos de todo tipo con tramas paralegales y
mafiosas. Se suele obviar, sin embargo, el rasgo temperamental más singular que los
distingue: son dos consumados comediantes. Una pareja de actorazos de espléndido
nivel, con un desparpajo, unas tablas y una capacidad para el embuste flagrante, el
descoque irreverente y el transformismo desatado absolutamente fenomenales (figura 0).
17
Figura 0. El dúo de estrellas del liderazgo manipulador contemporáneo. (Dibujo de Berlusconi obtenido de
<http://lasnoticiasdibujadas.blogspot.com/2013/11/berlusconi-expulsado-del-parlamento.html>)
Berlusconi consiguió que la sinuosa e intrincada política italiana gravitara tozudamente
en torno a su figura a lo largo de tres décadas, y protagonizó durante varios períodos el
papel de indiscutible prima donna y ejerció, casi siempre, una influencia destacadísima
en su país y en Europa entera. Una influencia basada, sobre todo, en su inmensa
capacidad para convertir la acción política en un espectáculo permanente. En una
comedia con ribetes de serial inagotable para ir amenizando el discurrir de la vida
doméstica de los transalpinos y del resto de los europeos mediante una sabia
combinación de ingredientes que incluía las imprescindibles gotas de glamour, la
perspicacia del pícaro, la prepotencia del negociante tramposo y la inquietante frialdad
del «capo» justiciero. Personalismo, matonismo y espectáculo grueso con la cordialidad
altanera como divisa.54,130 Un estilo que abrió, además, sendas florecientes para el
cultivo de populismos de muy diverso signo y maneras. Desde los que lucen aires
arrabaleros, descamisados e informales hasta los más atildados y cursis, aunque
compiten todos ellos en desvergüenza.20 Los tenemos que soportar, desde hace unos
años, en todos los rincones de Europa, España incluida.
Durante décadas, Donald Trump representó prácticamente lo mismo que Berlusconi,
en la vida y los quehaceres cotidianos de muchos millones de norteamericanos, aunque
su ámbito de influencia se ceñía a los peldaños más encumbrados del poder económico y
mediático en los Estados Unidos. Era un referente social ineludible, desde hacía décadas,
hasta el punto de haberse convertido en un personaje frecuente en Los Simpson. Su
irrupción en política devino un vendaval que supuso una sorpresa mayúscula para todo el
mundo, con sus presuntos correligionarios entre los más desorientados y perplejos. Pero
18
fue capaz de alzarse con una victoria apabullante, en las primarias republicanas,
eliminando todos los obstáculos y derribando los sucesivos diques de resistencia que le
fueron interponiendo. En la contienda final contra la bregada, correosa y preparadísima
candidata demócrata, Hillary Clinton, desarmó todos los pronósticos y se hizo con la
presidencia de los Estados Unidos. Desde finales de 2016 está ejerciendo funciones de
mandamás global, con un estilo desbocado, chulesco e insolente, sin remilgo o
inhibición alguna al lanzar sus embustes apoteósicos y sus prejuicios supremacistas,
dominando el espectáculo y acaparando todos los focos en los escenarios más rutilantes
de la política internacional.67,165
Decía que la cualidad que los distingue, por encima de cualquier otra, es la de ser
espléndidos comediantes. Es decir, dominadores de todas las suertes donde conviene
servirse de la simulación, el camuflaje, el enredo, los ardides, los bulos y la maquinación
constante y sin reservas. Eso, claro está, tiene todo tipo de réplicas más o menos sutiles y
más o menos frecuentes en la domesticidad de la vida cotidiana, tanto en la esfera
pública como en la privada. Los resortes y las modalidades de la picaresca cognitiva al
servicio del medro y la ganancia propia, sin reparo del perjuicio o el daño ajeno, son
variadísimos y encuentran territorios particularmente propicios en todos los ámbitos de
la competición profesional, sin excepción. En psicología y neurobiología, todo ello nos
remite, en primera instancia, al estudio del maquiavelismo.
Estoy usando el término «picaresca cognitiva» con total deliberación, porque no me
voy a ocupar de las formas más obvias, tórpidas y perniciosas de la manipulación. El
chantaje, la extorsión, el soborno, la tortura, los abusos coercitivos sistemáticos o el
acoso y la marginación cruel van a aparecer muy poco, o casi nada, en estas páginas. Eso
pertenece al ámbito de la criminalidad más seria y no me voy a meter en esos predios. La
picaresca cotidiana de los sinvergüenzas y pispas de todo pelaje, la que permite subsistir
a múltiples formas de pillería más o menos delictiva y chapucera o la que anda detrás de
no pocas formas de entretenimiento engatusador tampoco voy a desmenuzarla. Los
rateros, los estafadores, los embaucadores, los trileros, los trapisondistas y los jugadores
ventajistas, por un lado, y los magos, los adivinos, los visionarios, los gurús esotéricos y
los sanadores parlanchines y fuleros, por otro, tampoco estarán en este escaparate.
Mi objetivo es otro. Me adentraré en los resortes neurocognitivos de las tácticas
manipuladoras lesivas que ya han sido desbrozados por la investigación psicológica, con
el propósito de ofrecer un panorama de lo que se ha avanzado en el terreno, bastante
19
virgen, de las sinuosidades del ingenio malicioso. Es decir, de las aptitudes para influir y
aprovecharse del prójimo con intenciones perjudiciales.
Debo precisar, de entrada, que, a pesar de la merecida infamia que suelen arrastrar la
mayoría de las tácticas manipuladoras y engañosas, hay también manipulación con
intenciones y resultados benefactores. Recuérdese que, desde el escenario o a través de
toda suerte de pantallas, los grandes actores conducen a los espectadores por tortuosas (o
gozosas) sendas emotivas usando técnicas persuasivas. Y algo parecido hacen los
maestros y los líderes inspiradores cuando consiguen avivar la curiosidad, el entusiasmo
y el empeño fructíferos en sus discípulos o acólitos. Convendría distinguir o establecer
lindes tentativos, al menos, entre la manipulación tóxica y la benigna.
En cualquier caso, la diana primordial del ensayo es el esbozo de retratos robot de los
manipuladores abusivos: es decir, de esa gente que se sirve de embustes, trampas y
argucias perjudiciales como divisa para andar por el mundo y relacionarse con los
demás, prescindiendo de cualquier otro modomenos parasitario de conducirse. En otras
palabras, de los que siempre tienen prestas las maniobras para influir de manera
saboteadora y dañina.
20
Plan del ensayo
El recorrido se inicia con la descripción del carácter maquiavélico porque es un eje
mayor en el entramado de propensiones para la manipulación social perniciosa. La
biología del comportamiento y la psicología de la personalidad han confluido, por vías
diferentes, en el maquiavelismo como el atributo que mejor condensa las destrezas
manipuladoras y engañosas. De la descripción de ese rasgo del carácter pasaré al
desbroce de los intentos de identificar sustratos cerebrales para la ideación oportunista y
el comportamiento torticero. Eso me llevará directamente a una incursión en la
neurobiología de la mentira, por dos motivos: 1) las diferentes modalidades del engaño
están en el meollo mismo de la manipulación lesiva, y 2) hay una fértil acumulación de
hallazgos sobre los sistemas cerebrales dedicados a los embustes y los bulos que me
vendrán de perillas.
De ahí saltaré a los progresos en la descripción psicométrica de los componentes de la
tríada oscura, es decir, de los tres rasgos o arietes primordiales que confluyen en los
temperamentos maliciosos por antonomasia: la psicopatía y el narcisismo, además del
maquiavelismo. Eso me permitirá explorar el extenso mosaico de las tácticas torticeras y
adentrarme en la versatilidad y las complejidades de la manipulación lesiva y también de
la benéfica. Me ocuparé luego de ámbitos concretos de la manipulación más cotidiana: la
seducción y la persuasión, por un lado, y la simulación y la impostura, por otro. En esas
incursiones no solo abordaré las interacciones domésticas y las publicitarias, sino que me
serviré, recurriendo a diversas viñetas, de casos excepcionales en las aptitudes más
destacadas para embaucar.
El siguiente estadio me llevará hasta las tácticas de manipulación colectiva, a gran
escala, que la irrupción de la comunicación digital y las redes sociales han propiciado.
Compararé los hallazgos que se han obtenido en ese ingente ámbito de la influencia
social con las inigualables habilidades de persuasión y arrastre que los grandes
predicadores siguen atesorando (y aprovechando, claro). Ahí también echaré mano de
personajes muy conocidos. La parte final del libro estará dedicada a discutir posibles
contrafuertes contra la manipulación abusiva y a una recapitulación del territorio
transitado, así como a sugerir frentes de avance en el intrincado ámbito de la psicología
de los temperamentos humanos.
21
El libro puede leerse de principio a fin, de forma convencional, pero admite
incursiones en cada uno de los capítulos, por separado, sin que el provecho se resienta.
Es más, quizás ocurra que, entrando por alguno de los apartados, se acreciente el interés
por la exploración pausada y al completo del recorrido.
22
2.
Psicobiología del maquiavelismo*
23
El carácter maquiavélico
«No digáis jamás las verdaderas razones que os impulsan a hacer algo, salvo cuando sea
útil revelarlas.»
(Ítem de los test psicológicos de maquiavelismo.)
«Divide y vencerás.»
FILIPO DE MACEDONIA, JULIO CÉSAR
El maquiavelismo es la tendencia a manipular, a engatusar, a traicionar y a servirse, sin
escrúpulos o prevenciones, de los demás. A manejarlos y explotarlos en función de los
propios intereses. A extraer ventajas o ganancias aprovechando los anhelos, los deseos y
los temores del personal. Es una habilidad crucial para conseguir posiciones favorables
en cualquier cuita y para medrar, con provecho consignable, en la vida. Los tres
componentes esenciales del maquiavelismo como rasgo del carácter son: el uso
sistemático del engaño en la interacción social, una visión descarnadamente cínica sobre
la naturaleza humana (suelen ver a los demás como gente poco fiable y fácilmente
corruptible) y un completo menosprecio por la moralidad y las normas convencionales.15
Los biólogos interesados en el surgimiento de las sutilezas y los vericuetos de la
mente humana han otorgado una importancia decisiva al maquiavelismo.163 Lo
consideran uno de los rasgos definitorios de la inteligencia social: un resorte o habilidad
indispensable para manejarse en la vida comunitaria y el ariete crucial, quizás, para
explicar la formidable expansión del cerebro que se dio en la línea de primates de la que
procedemos.49 Hay muchos otros atributos del carácter que intervienen, no obstante, en
las aptitudes para las interacciones sociales fructíferas de todo tipo. La cordialidad, la
simpatía, la seducción, el carisma, la discreción, la emulación o la capacidad de adivinar
las intenciones y los deseos ajenos constituyen un apreciable ramillete de ellos. El
maquiavelismo, sin embargo, no es ajeno a usarlos cuando conviene.
Parece ser que el propio Maquiavelo no practicó, con la constancia esperable, los
preceptos de su influyente y conocidísimo breviario. Concibió El príncipe108 como un
manual de instrucciones para el gobernante cínico y eficaz. Insistió, sobre todo, en la
necesidad de obviar trabas como la lealtad, el compromiso, la generosidad, la confianza,
la benignidad y la clemencia en el trato con los súbditos y los subordinados, aunque en
24
sus cometidos como alto funcionario florentino mostró gran lealtad hacia su ciudad y no
consiguió escalar en política. Para guiar los modos y las decisiones del gobernante
perspicaz, Maquiavelo enfatizó la necesidad de combinar el señuelo de la afabilidad y la
disposición a ayudar, junto a la desconfianza sistemática, el engaño, la traición y la
manipulación desacomplejada de los demás.
En los test que miden esa modalidad del carácter y del ingenio prima la noción de
«manipular en beneficio propio y a costa de los intereses ajenos». Las aptitudes
manipuladoras, por consiguiente, están en el meollo de las medidas psicométricas del
maquiavelismo. Se trata de escalas formadas por ítems como el que encabeza esta
sección y que permiten distinguir entre individuos dotados para el maquiavelismo (high
machs) y los poco dotados (low machs). Las versiones más utilizadas provienen de los
estudios pioneros de Christie y Geis,36 que enfocaron su aproximación al maquiavelismo
partiendo de cuatro asunciones básicas: 1) ausencia de afecto o compromiso en las
relaciones interpersonales: para los maquiavélicos, los demás son tan solo medios para
alcanzar fines; 2) ausencia de preocupaciones por las normas morales y por las
convenciones sociales: tienen una concepción fríamente manipuladora de las
interacciones con el prójimo, sin restricciones debidas a principios o reglas; 3) ausencia
de psicopatología: cultivan una visión estrictamente racional de las interacciones y las
transacciones sociales, sin distorsiones o falsas expectativas; y 4) ausencia de
convicciones ideológicas: su objetivo es alcanzar metas plausibles en el presente, sin
consideración alguna por los propósitos o los anhelos de largo alcance. La tabla I recoge
los ítems que forman parte de la escala clásica MACH-IV, de maquiavelismo.
El grueso de los datos acumulados a lo largo de medio siglo indica que no existe un
vínculo estrecho entre la agudeza cognitiva y el maquiavelismo: ni en las notas globales
de CI en los test de inteligencia más usados ni en las medidas específicas de agudeza
mental (expansión de dígitos, rotación de figuras, atención selectiva, velocidad de
procesamiento), se obtienen indicios de que los high machs destaquen en ninguna de
esas tareas. Para intentar explicar esa divergencia se arguye que, quizás, las aptitudes
sociales de tipo maquiavélico contribuyeron al surgimiento de las aptitudes cognitivas en
los primeros homínidos, aunque posteriormente los dispositivos cerebrales dedicados al
procesamiento simbólico se diferenciaron tanto de los que modulan las habilidades de
relación social que ya no es posible detectar las interconexiones.49,74,163
25
TABLA I. Ítems de la escala clásica MACH-IV de maquiavelismo*
1. Jamás digáis las verdaderas razones que os impulsan a hacer algo, salvo cuandosea útil hacerlo así. T
2. La mejor manera de lidiar con los demás es decirles lo que quieren oír. T
3. Hay que actuar cuando se está seguro que es moralmente correcto (R). T
4. La mayoría de la gente es básicamente buena y honesta (R). V
5. Hay que dar por sentado que todo el mundo tiene flaquezas que salen a relucir a la menor
oportunidad.
V
6. La honestidad es siempre la mejor divisa (R). T
7. No hay excusa que valga para mentir a los demás (R). T
8. En general, la gente evita trabajar duro a no ser que se la fuerce. V
9. Por regla general, es mejor ser humilde y honesto que altanero y deshonesto (R). M
10. Al pedir un favor a alguien, es mejor explicar las verdaderas razones que las más convenientes (R). T
11. La mayoría de los que progresan en la vida tienen una trayectoria moral limpia de faltas (R). V
12. Los que confían siempre en los demás se están buscando problemas. T
13. La mayor diferencia entre los delincuentes y el resto de la gente es que los primeros son
suficientemente estúpidos para ser atrapados.
V
14. La mayoría de la gente es valiente (R). V
15. Es bueno adular y congraciarse con los superiores. T
16. Es perfectamente posible ser bueno y honesto en toda circunstancia (R). T
17. Se equivocan quienes postulan que nace un incauto cada minuto (R). V
18. Es difícil salir adelante en la vida sin tomar atajos o saltarse normas. V
19. Quienes sufren una dolencia incurable deberían disponer de la elección de morir sin sentir dolor. M
20. La mayoría de la gente olvida antes cuándo murieron sus padres que las pérdidas de patrimonio. V
* T = tácticas; V = opiniones; M = principios morales; R = puntúa el reverso o el negativo de la frase (de 36). Hay
versiones de MACH-IV que han sido utilizadas con provecho en muestras españolas (40).
La mayoría de los hallazgos42,144 tampoco han detectado vínculos firmes entre el
maquiavelismo y el éxito social global (medido por estatus o por renta disponible).
26
Aunque los maquiavélicos anhelan alcanzar cotas encumbradas de poder, estatus o
riqueza y ven a los demás como amenazas o escollos para alcanzar sus objetivos, cuando
se miden los rendimientos globales no aparecen ventajas sustanciales. De todos modos,
los high machs progresan en ámbitos profesionales abiertos y muy competitivos.
Abundan, por ejemplo, entre los comerciales, los agentes de bolsa y los políticos. Son
mucho menos frecuentes, en cambio, entre los directivos de las grandes corporaciones,
los altos funcionarios o los técnicos superiores. Parece, por tanto, que hay distintas
combinaciones del ingenio y el desempeño profesional que resultan premiadas en las
sociedades actuales y que debe tenerse en cuenta el contexto para afinar en las
concomitancias entre la agudeza mental, las aptitudes de relación y el éxito social. La
combinación óptima se daría, por supuesto, en individuos que reunieran un CI destacado
(agudeza y rapidez mental), un maquiavelismo alto y habilidades empático-afables
también sobresalientes.
Para acotar mejor la esencia del maquiavelismo se han montado simulaciones
«cercanas a la realidad» que han proporcionado resultados sugerentes. Así, por ejemplo,
si se presentan oportunidades claras de birlar dinero de una caja común, los high machs
tienden a sustraer más que los low machs, siempre y cuando el encargado o supervisor de
la tarea sea una persona confiada. En cambio, ante un supervisor vigilante y desconfiado,
los maquiavélicos no se distinguen de los low machs, ni en la tentación ni en los hurtos
efectuados.
Por otro lado, los high machs mienten mucho mejor: es muy difícil distinguirlos de la
gente sincera cuando se proponen burlar o engatusar. A los low machs, en cambio, se los
atrapa con gran facilidad cuando pretenden vehicular un engaño. El talento singular para
mentir de los high machs se explica porque manejan mucho mejor la modulación de la
voz, los movimientos faciales y las indicaciones de la mirada cuando procuran burlar a
los demás. De todos modos, cuando se usan métodos sofisticados de detección de
mentiras, y se miden diversos parámetros fisiológicos, además de la expresión verbal y
gestual, se atrapa a los high machs con idéntica facilidad que a los low machs. Esa
penetración de los métodos de detección de mentiras permite plantearse preguntas como:
¿los individuos que destacan por su excelencia maquiavélica usan, al mentir, los mismos
recursos neurales que los demás?, ¿hay gente con un cerebro más proclive a engañar,
confundir y traicionar?160,161
27
Los varones tienden a obtener puntuaciones globales algo superiores a las mujeres en
los test de maquiavelismo, aunque lo que distingue de veras a los dos sexos es el estilo
manipulador. Los hombres usan con mayor frecuencia las tácticas directas y a corto
plazo (amenaza, menosprecio y ninguneo). Por el contrario, las mujeres prefieren las
tácticas a largo plazo (manejan mejor los rumores y las insidias, simulan con más
efectividad afectos insinceros y saben aprovechar mucho mejor las flaquezas y las
aprensiones con que circulan muchos incautos). En los ambientes de empresa muy
competitivos (donde ya se ha pasado por un filtraje exigente), parece ser que no hay
diferencias entre los tiburones masculinos y los femeninos. Todos los datos indican, por
otra parte, que los hombres atenúan el maquiavelismo ante sus colegas varones, respecto
del que aplican a sus interacciones con las mujeres. De forma paralela, las mujeres usan
muchas más tácticas maquiavélicas con el sexo opuesto que con el propio. El
maquiavelismo se atenúa, asimismo, por los vínculos de sintonía y cohesión
intragrupales, mientras que aumenta notoriamente en los litigios intergrupales. Eso
puede guardar algún nexo con la constancia que saben mostrar los maquiavélicos para
adular y ganarse el aprecio de los que están situados en niveles superiores de influencia
jerárquica.
Todos esos resultados42,144 indican que el maquiavelismo es un rasgo psicológico que
modula de un modo relevante las relaciones humanas, en cualquier ámbito, y que puede
medirse de manera bastante aproximada y fiable. Emerge en la encrucijada entre la
conducta prosocial y las tendencias parasitarias y explotadoras. Los individuos dotados
para el maquiavelismo disponen de ventajas en la competición social, aunque también
hay inconvenientes: el más obvio es toparse con la sanción punitiva o la retribución
vengativa cuando resultan desenmascarados a causa de sus imprudencias o fallos
estentóreos.
28
Neurocircuitería del maquiavelismo
Los ingredientes tácticos inherentes al maquiavelismo –la intención de burlar, el cálculo
oportunista, el disimulo y el camuflaje eficaz de las agendas soterradas– permitían
anticipar que algunas partes del cerebro deberían estar implicadas, de modo preferente,
en darles salida. Todos esos procesos cognitivos requieren operaciones neurales que se
suelen sustanciar, sobre todo, en las zonas más anteriores y laterales de la corteza
prefrontal del cerebro, y de ahí que se hubiera avanzado que podrían desempeñar un rol
relevante en el talento maquiavélico.*
Lesionados cerebrales. Un estudio efectuado con más de un centenar de veteranos
norteamericanos de la guerra del Vietnam pudo confirmar que el papel de aquellas
regiones cerebrales es decisivo. Esos antiguos soldados, con o sin lesiones neurales
traumáticas sufridas en acciones bélicas, participaban en un vasto estudio de seguimiento
para ponderar la evolución de su estado de salud. Todos ellos fueron sometidos a
baterías neuropsicológicas muy completas, así como a exploraciones diagnósticas, a lo
largo de toda una semana, en el período 2008-2012, en los hospitales militares de
Bethesda, cerca de Washington D. C. Se obtuvieron, de ese modo, los perfiles de 129
veteranos con heridas de guerra en el cerebro y de otros 37 veteranos sin ningún tipo de
lesión neural, para comparar sus resultados. Todos ellos, lesionados y controles sanos,
eran varones y se procuró que estuvieran igualados, al máximo, en diversas medidas de
inteligencia general y de funcionescognitivas, así como en índices de sufrimiento o en
las secuelas psicológicas que pudieran arrastrar.
Con los veteranos lesionados se formaron subgrupos en función de que la pérdida
neural estuviera localizada en regiones prefrontales del hemisferio cerebral izquierdo o el
derecho, así como otro subgrupo con pérdidas encefálicas en regiones posteriores del
cerebro, en el lóbulo parietal, para disponer de otro control de comparación más estricto.
Solo fueron incluidos, en los contrastes, los lesionados cuya pérdida neural superara el
quince por ciento de tejido cerebral en cada una de esas grandes regiones, según las
medidas efectuadas a partir de las imágenes de resonancia magnética. En la figura 1
puede observarse que son las regiones prefrontales dorsolaterales del hemisferio
izquierdo las únicas que conducen a unos índices globales de maquiavelismo
29
aumentados. En ningún otro de los subgrupos se encuentra variación alguna en ese rasgo
al compararlos con los controles sanos. Además, los análisis mostraron que lo que se
modifica al alza son las opiniones o intenciones de corte maquiavélico y no así la
tendencia a usar tácticas de ese cariz.
Figura 1. Lesiones cerebrales y maquiavelismo. A: Veteranos de guerra con extensas lesiones en la corteza
prefrontal dorsolateral, en el hemisferio izquierdo del cerebro (LdPFC), mostraron puntajes aumentados de
maquiavelismo, al compararlos con otros lesionados de guerra (PC) y veteranos sanos (HC) Eso no ocurrió en
Hemisferio Derecho (RdPFC). B: Los índices sobre las opiniones maquiavélicas reproducen el resultado con el
global de la escala. C: En cambio, esas diferencias desaparecieron al efectuar los contrastes en relación con las
tácticas maquiavélicas. Los errores en las barras al 95 % CI; significación estadística** p <0,01; * p <0,05; ns: p
>0,05. (Adaptada de 38).
Esas variaciones no pudieron adjudicarse, en modo alguno, a diferencias en habilidades
empáticas o de sintonía emotiva, puesto que no se encontraron nexos de esos rasgos con
los cambios observados en el maquiavelismo. Tales hallazgos ilustran, por tanto, que los
veteranos de guerra con extensas lesiones prefrontales en su cerebro izquierdo circulan
por la vida con una perspectiva decididamente maquiavélica sobre las relaciones
humanas, aunque eso no los lleve a actuar o a preferir opciones acordes con su visión.
30
Los resultados subrayan que la corteza prefrontal izquierda es decisiva en el
maquiavelismo, a pesar de que las opiniones y las tácticas torticeras no vayan
necesariamente de la mano. Es decir, la insensibilidad, la mendacidad y el cinismo
típicos del maquiavelismo no tienen por qué verse reflejados en las conductas concretas
que, a menudo, requieren cautela y cálculo.
Ahí van ejemplos de frases que conformaban ítems puntuables, en esas medidas, para
sondear la presencia de «perspectivas» o «tácticas» maquiavélicas que ya vimos (p. 28)
en la escala MACH-IV:
Perspectivas
«La mayor diferencia entre los delincuentes y el resto de la gente es que los
primeros son lo bastante estúpidos como para que los atrapen.»
«En general, nadie trabaja duro a no ser que se vea forzado a hacerlo.»
«La mayoría de la gente es amable y bondadosa» (negativa).
«Es mejor pensar que la mayoría del personal tiene alguna tacha o flaqueza que
saldrá a la luz a la menor oportunidad.»
«Es muy difícil salir adelante en la vida sin tomar atajos o saltarse normas.»
«Los que circulan por la vida con la confianza como bandera están buscándose
problemas.»
Tácticas
«Al pedir un favor a alguien, es mejor explicar las verdaderas razones que las que
resulten más convenientes» (negativa).
«La honestidad es siempre la mejor divisa» (negativa).
«No hay excusa que valga para mentir a los demás» (negativa).
«En general, es mejor mostrarse humilde y honesto que desenvuelto y mendaz»
(negativa).
Estos resultados son importantes porque apuntan a una vinculación causal entre el
maquiavelismo y las condiciones de trabajo de la corteza prefrontal en el hemisferio
izquierdo del cerebro. Cuando se sufren pérdidas de tejido neural en ese territorio
particular, afloran con fuerza las actitudes maquiavélicas, y no ocurre así, en cambio, en
carencias neurales equivalentes en áreas del hemisferio derecho o en lesiones de zonas
extensas del cerebro posterior. Para que aparezca, por tanto, la propensión manipuladora
31
y torticera hay que contar con el rol de diversos nodos y circuitos de la corteza prefrontal
izquierda.
Algunos estudios anteriores ya habían señalado hacia esos territorios como posibles
mediadores de las propensiones maquiavélicas. En un incipiente trabajo holandés,153
llevado a cabo con 37 vendedores sanos, con una experiencia profesional dilatada y
divididos entre los high machs y los low machs por sus puntajes en la escala clásica para
medir ese rasgo, se les convenció para que se sometieran a una exploración cerebral en
una sesión de resonancia magnética estructural (MRI). Se encontraron diferencias en el
volumen de sustancia gris cerebral en zonas de la corteza prefrontal y orbitofrontal en
ambos hemisferios, además de en diversos lugares de la corteza insular, el hipocampo, el
caudado y el putamen (figura 8, p. 51). Esas diferencias zonales siempre implicaron que
los high machs aventajaban a los low machs en la proporción de sustancia gris, aunque
no hubo diferencias de volumen globales entre los cerebros de unos y otros en ninguna
de las medidas.
Neuroimagen en juegos económicos. Mucho más ilustrativos fueron los hallazgos de
estudios que se centraron en medir la actividad o trabajo neural, llevando a cabo
registros de resonancia magnética funcional (fMRI). Así, mientras diversos sujetos
alemanes participaban en juegos de interacción económica con dinero real en el
laboratorio, se iba escaneando su actividad cerebral en fMRI.139 Eran transacciones de
tirada única entre perfectos desconocidos, en las que podían repartirse una cantidad
monetaria abonada por la institución en cada decisión.
En la condición de base, sin sanciones punitivas, esa transacción reproducía el «juego
del dictador», en el que el ofertante decide libremente la cantidad de dinero que va a
transferir a un colega desconocido. En la condición de castigo, sin embargo, el recipiente
podía sancionar al ofertante y detraerle puntos (equivalentes a cantidades monetarias) en
función de la oferta recibida, en un diseño asimilable al «juego del ultimátum». La figura
2 recoge las transferencias monetarias promedio, de los ofertantes a los recipientes
(distintos, en cada tirada) a lo largo de veinticuatro transacciones. Los montantes
ofrecidos se aproximaron a la norma (implícita) del reparto equitativo del regalo en la
condición de castigo, y se alejaron de ella en la condición de control, sin sanciones. Lo
cual indica que la amenaza de castigo resultó creíble y efectiva.
32
Figura 2. Promedios de las transferencias monetarias efectuadas por los ofertantes en dos condiciones del
«juego del dictador». Con sanciones punitivas y sin sanciones (control). Las transferencias espontáneas, sin
castigo, estaban por debajo del 20 %, mientras que en la situación de castigo se aproximaron a la norma del
reparto ecuánime del 50 % del regalo, lo cual indica que la amenaza de sanción funcionó. (Adaptada de 139).
Los puntajes altos en maquiavelismo se acompañaron de menores transferencias
monetarias en la situación sin sanciones: se obtuvo una asociación negativa del 0,47
entre el montante ofrecido y los índices de maquiavelismo (rangos de 0 a 1). Es decir,
cuanto mayor el maquiavelismo, menores eran los montantes ofrecidos. Y también
fueron los maquiavélicos quienes cambiaron de forma más acusada cuando se pasaba a
la situación con sanciones. Acabaron siendo, al final, los que ganaron más dinero, puesto
que ofertaron menores cantidades en las tiradas sin castigo y eludieron al máximo las
sanciones cuando las había. La relación entre las ganancias totales y el maquiavelismo
fue positiva, en conjunto, con una magnitud del 0,48. En la situaciónde castigo, los high
machs llegaron a ganar un 41 % más de dinero real que los low machs.
La señal de actividad neural, en las medidas fMRI, fue mucho mayor en los ensayos
en los que había posibilidad de toparse con una sanción punitiva que en las transacciones
sin castigo, y eso ocurría en todas las regiones de la corteza prefrontal: la dorsolateral, la
ventrolateral y la orbitofrontal, en ambos hemisferios cerebrales (véase figura 8, p. 51).
33
En lugares distintivos de todas ellas se detectó un incremento de trabajo neural ante las
decisiones más comprometidas, lo cual era perfectamente esperable. Ahora bien, cuando
se intentó discernir hasta qué punto ese aumento de funcionalidad neural se asociaba con
los puntajes de maquiavelismo, únicamente en la corteza orbitofrontal del hemisferio
izquierdo apareció una vinculación firme con ese parámetro. Por consiguiente, se detectó
una singularidad en la corteza orbitofrontal que guardaba relación con la propensión
maquiavélica. En la figura 3 puede observarse el lugar del cerebro donde eso ocurría y la
concordancia entre los incrementos de transferencias monetarias y el maquiavelismo en
relación con el aumento de trabajo neural en esa zona.
Son hallazgos que ilustran la mediación neural de la versatilidad táctica ante una
posible sanción social, en una circunstancia –la de repartirse un premio, en metálico,
entre dos jugadores– donde se espera que prevalga la ecuanimidad, es decir, la
propensión al trato justo. El experimento era, en realidad, algo más complicado e incluía
también transacciones en las que la sanción no venía del contendiente, sino de un
algoritmo; las diferencias no fueron entonces tan evidentes.
34
Figura 3. Superposición anatómica en la corteza orbitofrontal izquierda entre el incremento de actividad
neural en transacciones con sanción punitiva y los puntajes de maquiavelismo. La correlación más potente
con el puntaje de maquiavelismo (-0,71), se dio en las coordenadas cerebrales (-32, 44, -8). A. Cortes sagitales y
coronales de esa región de la corteza orbitofrontal: en negro aparecen los vóxeles donde se apreció un mayor
incremento de trabajo neural en las transacciones con sanción; en gris, los que se vinculaban más con el
maquiavelismo. En la parte inferior (B, C) aparecen las correlaciones entre la actividad neural en esas zonas
orbitofrontales izquierdas (en las coordenadas cerebrales -34, 48, -10) con B: las diferencias en transferencias
monetaria, y C: el maquiavelismo. (Adaptada de 139). LeftOLPFC = Corteza Orbitofrontal Izquierda.
Tiene interés también el hecho de que se pudiera aislar ese efecto de modulación del
maquiavelismo táctico asociado a los cometidos de la corteza orbitofrontal, puesto que
otros resultados ya habían puesto de manifiesto la existencia de un nexo potente entre el
trabajo en esas regiones neurales (y en otras, como la corteza insular anterior) con el
procesamiento de avisos o amenazas ante diferentes tipos de castigo social. Además, en
un estudio bostoniano efectuado con una pequeña muestra de gente normativa se
encontró una vinculación positiva entre el volumen de la zona más lateral de la corteza
orbitofrontal izquierda y los puntajes en la escala estándar de maquiavelismo.12
Estimulación cerebral focal. En el laboratorio de neuroeconomía que capitanea Ernst
Fehr, en Zúrich, fueron pioneros en usar técnicas de estimulación no invasiva del cerebro
para localizar las zonas mediadoras de las propensiones a observar o saltarse las normas
sociales. El paso a ese procedimiento de intervención focal era preceptivo: una vez
delimitada la participación de diversos nodos de la corteza prefrontal en aquellas
decisiones, poder acentuar o silenciar su trabajo mediante pulsos dirigidos y selectivos
era el eslabón siguiente. Un estudio efectuado con 63 mujeres que intervinieron en
variantes de los juegos del dictador-ultimátum, similares a los indicados más arriba,
inauguró esas incursiones. La figura 4 recoge las condiciones de esos juegos.129
35
Figura 4. Juego económico en el que se mide el ajuste a la norma de ecuanimidad. Las jugadoras recibían, en
cada ronda, 25 unidades monetarias (UM) y todas las UM acumuladas, al final, se intercambiaban por dinero en
metálico. La jugadora A recibía 100 UM adicionales que podía compartir con la B transfiriendo cantidades X en
múltiplos de 10 UM. Había dos tipos de rondas que se alternaban al azar. A) Rondas basales: las transferencias X
eran implementadas tal cual, y se medía así el ajuste espontáneo a la norma. B) Rondas con sanción: la jugadora
B podía aceptar la transferencia (en negrita) o usar una cantidad Y de UM (en gris) para sancionar a la jugadora A.
Ese castigo podía variar, en enteros, entre 0 y 25 UM, lo que reducía la ganancia de A en 5 x Y UM. Las
jugadoras A eran conscientes de esa posibilidad de punición. Por consiguiente, cualquier incremento del montante
transferido por encima de las cantidades basales indicaba el cumplimiento de normas inducida por castigo.
(Adaptada de 129).
Dirigieron la estimulación eléctrica transcraneal hacia algunos lugares de la corteza
prefrontal dorsolateral del hemisferio derecho, porque ahí se habían dado los mayores
incrementos de actividad neural, acompañando a las variaciones tácticas más acusadas
en situaciones de juego con castigo. Al aplicar esos pulsos con estimulación anódica, se
incrementa la excitabilidad de la zona neuronal que los recibe, mientras que, si se aplica
estimulación catódica, se reduce esa excitabilidad. En la figura 5 puede apreciarse que
los pulsos focales e inocuos de estimulación eléctrica transcraneal afectaron de manera
diferente el comportamiento económico de las participantes.
36
Figura 5. La estimulación eléctrica transcraneal (ETC) en la corteza prefrontal dorsolateral, del hemisferio
derecho cambia las transferencias dinerarias voluntarias. A: ante amenaza de castigos. Diferencias en
transferencias monetarias (UM) en las rondas con castigo respecto de las rondas sin castigo. Cuanto mayores los
valores, mayor ajuste hacia la norma del reparto equitativo de un regalo. B. En situación libre, sin castigo.
Transferencias medias durante las rondas basales. * P<0,05. (Adaptada de 129).
En la circunstancia de juego con sanción social, el incremento de trabajo neural en esa
zona, inducido por los pulsos anódicos, condujo a mayores transferencias monetarias,
con unos montantes que se acercaron al reparto equitativo, mientras que la reducción
inducida de la actividad neural produjo el efecto contrario. En cambio, en condiciones
sin sanciones se obtuvo un efecto inverso: la amplificación del trabajo neural redujo la
propensión a la ecuanimidad y su atenuación la incrementó. Por consiguiente, la
amplificación de las tareas neurales, en ese lugar, optimizaba el desempeño social
normativo en circunstancias con sanciones, mientras que lo disminuía en la conducta
espontánea y sin peligro de sanciones. Son resultados que sugieren la posibilidad de
incrementos o atenuaciones de los comportamientos normativos en función de una
regulación neural muy selectiva y que reproducen, por cierto, el tacticismo
maquiavélico. En un estudio ulterior con cincuenta mujeres adicionales se reprodujeron
los mismos resultados y mostraron, además, que esos hallazgos son mucho más potentes
cuando la amenaza de castigo procede de un contendiente humano que de un algoritmo.
37
Es decir, que los cambios de comportamiento inducidos dependen de que la amenaza de
castigo sea genuinamente social.
Neuroimagen en transacciones económicas iterativas. Las actitudes y las tácticas
maquiavélicas acarrean, no obstante, ingredientes que van más allá de la perspicacia para
detectar y evaluar las amenazas de sanciones y la habilidad para sortearlas. Ingredientes
que requieren, todos ellos, una modulación neural discernible. Un equipo de
neurocientíficos húngaros capitaneados por Tamás Bereczkei ha dados pasos para
mapear eso. En un primer estudio17 constataron peculiaridades en las regiones neurales
dedicadas al controlcognitivo de salidas cuando se hacía participar a los sujetos en
«juegos de confianza inversora». En ese tipo de juego económico, dos desconocidos, a
quienes se asigna al azar el papel de «inversor» y de «emprendedor», interaccionan
transfiriendo cantidades, de modo que se pone a prueba su confianza y reciprocidad en el
manejo de transacciones monetarias. El primer jugador, el «inversor», debe asumir el
riesgo de transferir una porción del montante que ha recibido para jugar con la esperanza
de que el «emprendedor» respetará la confianza en que se basa el juego y retornará una
cantidad ajustada a las ganancias obtenidas. Se han usado múltiples versiones de ese
juego, aunque de ordinario los participantes reciben instrucciones de que las
transferencias «inversoras» serán premiadas por el mercado (véase figura 6) y que las
decisiones de ambos jugadores son libres para disponer de las cantidades que tienen al
empezar y después de cada tirada.
Los participantes en ese estudio, en particular, recibieron mil forintos húngaros (cinco
dólares, aproximadamente) como cantidad inicial para jugar, como «inversores» o
«emprendedores», mientras se les practicaba un escaneo fMRI. Los montantes
transferidos en la inversión eran triplicados por el mercado y el «emprendedor» tenía la
oportunidad de devolver el total, una parte o nada de lo obtenido. Desde una perspectiva
racional, el «inversor» arriesgaba mucho y la decisión esperable era transferir pequeñas
cantidades para mitigar riesgos. Por su parte, el «emprendedor» salía beneficiado cuanto
menos dinero retornara, y acumulaba así ganancias en su casillero. Los participantes
fueron 27 jóvenes (la mitad de cada sexo), seleccionados por puntuar en índices
extremos, como high mach y low mach, extraídos de una bolsa de centenares de sujetos a
quienes se había suministrado un cuestionario estándar de maquiavelismo.
38
Figura 6. «Juego de la confianza inversora». En este ejemplo los dos jugadores parten de una cantidad inicial de
12 unidades monetarias (convertibles luego en dinero, al finalizar el juego). El «inversor» tiene esas 12 unidades y
cuatro opciones distintas para transferir al «emprendedor». Desde el inicio ambos saben que, si hay transferencia
sustantiva de capital, el mercado triplicará la inversión. El «emprendedor», por su parte, dispone entonces de total
libertad para retornar cualquier cantidad entre 0 y 48 unidades (las 12 iniciales más las 36 resultantes de las
ganancias si la transferencia fue de 12: la de la derecha, en la figura). Es obvio que un retorno «justo» o
«equitativo» (24 unidades, la mitad de lo obtenido en esa tirada) supone una ganancia neta del 100 % para los dos
jugadores. Hay versiones de tirada única o de tiradas repetidas del juego. (Adaptada de 60).
Los resultados indicaron que los high machs transfirieron menos dinero, tanto al jugar
como inversores como al hacerlo como emprendedores, y acabaron, gracias a ello,
acumulando mayor capital (dos mil forintos, de media, véase figura 7) al finalizar el
juego. Se jugó con dinero real y el cómputo final obtenido servía de pago por participar.
Todo tiende a indicar, por tanto, que la estrategia maquiavélica deviene fructífera cuando
no hay sanciones y está garantizado el anonimato, como era el caso.
Cuando se comparó la actividad global fMRI durante las decisiones en el juego
respecto de una tarea sencilla que requería ajustar un cursor en la pantalla, apretando uno
de los botones para indicar las transferencias de dinero, se constató que los high machs
ponían en marcha más actividad neural que los low machs en múltiples zonas del cerebro
dedicadas a las inferencias cognitivas. Los high machs acentuaron el trabajo neural en el
tálamo, el cingulado anterior y la corteza prefrontal cuando actuaban como «inversores».
Al hacerlo como «emprendedores», ese incremento del trabajo neural era más acusado
39
en la ínsula anterior y en lugares de la circunvolución frontal inferior (figura 8, p. 51).
Los autores concluían que los maquiavélicos mostraban indicios de tener primado un
sistema neurocognitivo dedicado a aprovechar las oportunidades de explotar a los demás
a costa de una mayor dedicación neural en zonas dedicadas a la evaluación de riesgos, de
conflictos y de posibles recompensas.
Figura 7. Resultados en el «Juego de la confianza inversora» de los high machs, comparados con los low
machs. Ganancias totales al finalizar (gráfico de la izquierda); transferencias efectuadas como «inversores»
(arriba); retornos efectuados como «emprendedores» (abajo). (Adaptada de 17).
Repitieron esa aproximación en un estudio ulterior,18 con una muestra parecida de
estudiantes de la Universidad de Pécs, en Hungría, y con un diseño similar. La única
variación consistía en que todos los participantes en el juego, además de adoptar el papel
de «inversor» o de «emprendedor» en sucesivas rondas al azar, pasaban por dos
condiciones: en una de ellas las ofertas o los retornos eran equitativos (fair) y en la otra
no lo eran (unfair). En el recuento final, los high machs volvieron a obtener más
ganancias dinerarias, tanto al actuar como «inversores» como en sus turnos de
«emprendedores». Ello se debió, de nuevo, a que los maquiavélicos ofrecieron menos y
explotaron mejor a los contendientes fair (ecuánimes), y vulneraron la reciprocidad con
40
retornos muy pobres. Las comparaciones globales en fMRI entre las condiciones fair y
unfair respecto de la tarea de control proporcionaron un amplio abanico de activaciones
cerebrales, en ambos hemisferios, indicativas de un mayor esfuerzo en procesamiento
cognitivo en las jugadas fair. Los high machs se distinguieron con claridad de los low
machs por una acentuación del trabajo neural en zonas de la corteza prefrontal
dorsolateral y de la circunvolución frontal inferior, lo cual sugiere un mayor
requerimiento o costo neural derivado, quizás, de los intentos de atenuar o suprimir los
automatismos de reciprocidad ante la perseverancia de los contendientes justos o
ecuánimes.126
Son resultados que contribuyen a robustecer el rol de diversos territorios de la corteza
prefrontal en la elaboración y la plasmación efectiva de las tácticas maquiavélicas. Según
esos hallazgos, la evaluación y la flexibilidad cognitiva necesarias para aprovecharse de
la ingenuidad de los interlocutores ecuánimes requiere un trabajo neural discernible que
se manifiesta, sobre todo, en algunos lugares de la corteza prefrontal dorsolateral y de la
circunvolución frontal inferior, en el hemisferio izquierdo en particular.
Conviene recordar que en el estudio con los veteranos de guerra del Vietnam38 era la
carencia de tejido neural sano en esas mismas zonas lo que promovía el maquiavelismo
acentuado. Aquí, por el contrario, y del mismo modo que ocurría en los estudios con
estimulación eléctrica zonal del cerebro, es su actividad incrementada lo que propicia su
aparición en estudiantes sanos. Puede parecer contradictorio, pero téngase en cuenta que
los hallazgos con los soldados lesionados se referían a las actitudes u opiniones
maquiavélicas y no a las tácticas concretas llevadas a cabo. Y eso último es lo que se
mide en los juegos económicos. En ese detalle diferenciador residen los engarces para
esos resultados y otros muchos que apuntan de manera firme a la implicación de diversas
zonas de la corteza prefrontal del cerebro en la propensión al maquiavelismo. No hay
nada extraño en ello, por otro lado, ya que son las regiones cerebrales dedicadas a
estimar el valor de las distintas opciones plausibles y a ponderar y tomar decisiones. Es
decir, a enjuiciar las posibilidades de maximizar ganancias y eludir pérdidas.121,126,151
41
Figura 8. Localización, en el cerebro humano, de las principales regiones implicadas en las tácticas
maquiavélicas y en las habilidades para mentir, según los escaneos de resonancia magnética y los métodos
de estimulación transcraneal que han ido apareciendo en el texto. A. Cara medial del cerebro. vMPFC: corteza
prefrontal ventromedial; pMPFC: corteza prefrontalposteromedial; B. Cara lateral izquierda del cerebro: DLPFC:
corteza prefrontal dorsolateral; IFG: circunvolución frontal inferior; LTPJ: encrucijada temporoparietal. C. cara
derecha del cerebro: DLPFC: corteza prefrontal dorsolateral; RTPJ: encrucijada temporoparietal. (Adaptada de
131).
42
La flexibilidad y el oportunismo maquiavélicos
Todos esos hallazgos neurales vinculados a la tendencia manipuladora y explotadora que
caracteriza al maquiavelismo apuntan en una misma dirección: los territorios cerebrales
que dan curso a esa manera de deliberar e interactuar con los demás son los que están
más implicados en la ponderación, el contraste y la elección eficiente entre distintas
opciones plausibles. Es decir, las rutinas esenciales de la agudeza cognitiva, el verdadero
meollo de la inteligencia al servicio de la perspicacia y el éxito social. Pero vimos, al
inicio, que no hay ninguna asociación firme entre el maquiavelismo, se mida como se
mida, y las notas que se obtienen en los test de CI. Eso ha podido constatarse en multitud
de estudios15,122 y constituye una desafiante paradoja.
Los intentos de superarla se han dirigido hacia dos frentes diferentes. Por una parte, se
propuso que las ventajas del maquiavelismo derivarían de la habilidad optimizada para
leer las intenciones y las emociones de los demás. Es decir, que el maquiavelismo
debería conferir una clara superioridad en las tareas de mentalización o de sintonía
empática. Esa senda indagatoria no ha ofrecido datos sustantivos. No hay tal
superioridad en esas tareas: los maquiavélicos no destacan ni en las pruebas que miden la
comprensión de las rutinas mentales ajenas ni tampoco en ninguno de los aspectos o
destrezas afectivas de eso que suele denominarse «inteligencia emocional».15
El segundo frente mantiene que las habilidades maquiavélicas se asientan sobre unos
rasgos cognitivos que no suelen formar parte del abanico de aptitudes y destrezas que
exploran los test de CI, y de ahí la discordancia entre ambos tipos de ingenio. En ese
hiato o zona diferencial entre competencias cognitivas distintivas hay diversos rasgos
que distinguen a los maquiavélicos, y todos ellos están relacionados con la flexibilidad
táctica y la visión estratégica.
La larga serie de estudios que ha liderado Tamás Bereczkei, en Hungría, son la fuente
más fructífera de hallazgos. A base de desmenuzar e ir comparando la conducta de los
high machs respecto de los low machs en juegos económicos como los explicados antes,
pudieron constatar que los high machs: 1) monitorizan de un modo más sistemático y
exhaustivo los pasos que sus contrincantes van adoptando en las diferentes jugadas; 2)
focalizan sus decisiones de cara a obtener máximos rendimientos, sin tener en cuenta los
sentimientos ajenos o los propios; 3) son mucho más sensibles al grado de recompensa
43
que acarrea cada jugada y ajustan mejor el riesgo que asumen en cada decisión; 4)
muestran una mayor habilidad para detectar a las víctimas susceptibles de ser explotadas
reiteradamente; 5) inhiben mucho mejor la tentación automática de proceder con
retornos fair (justos) ante los ofrecimientos o tratos de ese cariz.
Por consiguiente, los maquiavélicos dan muestras de actuar con un oportunismo
acentuado (flexibilidad táctica) y con una estrategia firmemente dirigida a obtener el
máximo de ganancias individuales, en términos monetarios (lo más corriente en esos
juegos). Pero también se esmeran, con denuedo, en incrementar la reputación o el estatus
cuando las contiendas de laboratorio dirimen gradaciones en ese terreno.15,16,21,41 Una
vez acotados los dispositivos neurales al servicio del tacticismo y el oportunismo
maquiavélicos, hay que ocuparse del engaño.
44
3.
Cerebros mendaces*
«–¿Jura usted decir la verdad, solo la verdad y nada más que la verdad?
–No me haga reír, por favor.»
JOHN BANVILLE (1989), The Book of Evidence, Londres: Secker and
Warburg
Dejé dicho, al principio, que un componente ineludible del maquiavelismo es el uso
sistemático del engaño en el día a día. La insinceridad, el embuste, la ocultación, el
enredo, el bulo, el camuflaje, el infundio, la farsa, la simulación o las mentiras flagrantes
constituyen herramientas de uso cotidiano para los manipuladores aviesos. En esos
individuos constituyen instrumentos imprescindibles para circular por la vida. Ahora
bien, para moverse de ese modo por los escenarios sociales se necesita talento natural y,
sobre todo, una dedicación constante y una vigilancia sin fallos ni resquicios para evitar
ser atrapado y desenmascarado con facilidad.
Debe funcionar así porque, a pesar de la enorme familiaridad de todo el mundo con la
mentira (véase p. 70), su uso reiterado y pertinaz, en cualquier circunstancia o ambiente,
no es en absoluto la regla. Los humanos tienen habilidades destacadas para mentir,
burlar y confundir, aunque en sus contactos cotidianos suelen predominar los
intercambios basados en la veracidad antes que los sustanciados en falsedades.44,90,103
De otro modo, se vendría abajo el prodigioso universo de la cooperación en todas las
facetas y ámbitos de la vida.126
Precisamente por esa razón, porque la cooperación en cualquier interacción de índole
personal o profesional requiere de un grado de previsibilidad y veracidad
imprescindibles, la honestidad se asume por defecto. Los que usan el engaño como
divisa permanente disponen, gracias a eso, de una ventaja nada banal. De ahí que quepa
45
preguntarse acerca del origen de las tácticas engañosas. Por ejemplo: ¿las habilidades
para mentir precedieron al lenguaje o fue necesaria la flexibilidad del habla para que
surgiera la mendacidad?
En el devenir evolutivo, el engaño tuvo orígenes seguramente mucho más remotos que
el lenguaje, porque hay muchos animales que no consta que emitan palabra alguna y que
saben mentir con disimulo y elegancia. No me refiero, con ello, a mentiras triviales. Hay
aves, por ejemplo, que se dedican a destruir los huevos en nidos ajenos y a sustituirlos
por los propios, camuflados, para ahorrarse así el engorro de empollar y alimentar a crías
exigentes. En los mamíferos sociales no son infrecuentes, a su vez, las emisiones de
falsas alarmas que anuncian la proximidad de un predador inexistente, que obedecen, tan
solo, al deseo de monopolizar un festín alimentario sin estorbos. En monos y primates se
ha detectado, incluso, una vinculación robusta entre la asiduidad con que se utilizan las
tácticas mendaces y el volumen de la neocorteza cerebral. De manera que cuanto mayor
es la magnitud de esa envoltura reciente de la glándula cerebral, mayor es también la
frecuencia de las mentiras para confundir y burlar a los demás.28,49
Por tanto, en los animales con habilidades para sacar partido de la candidez ajena hay
que tener siempre presentes las tácticas saboteadoras. El arte de confundir y burlar
mediante engaños alcanzó, sin embargo, un potencial imbatible con el lenguaje, hasta el
punto de que las modalidades del camuflaje, la simulación y la ocultación humanas no
son solo inagotables, sino que algunas de ellas forman una parte indispensable de las
buenas costumbres.
Los neurocientíficos se han dedicado, en los últimos años, a intentar discernir los
recursos cerebrales que requiere el arte de mentir con solvencia.57,63,133,138 Esas
pesquisas eran territorio exclusivo de los criminólogos y los servicios de información
que se ayudan con detectores poligráficos, así como de los especialistas en selección de
personal.112,159 Era un ámbito inhóspito para las incursiones científicas «serias» porque
arrastraba un doble estigma. El primero, de tonos progresistas algo periclitados, nacía de
la aprensión ante el recorte de libertades: ¿cómo tolerar la intrusión en la intimidad más
recóndita de detectives pertrechados con sondas, cables y aparatos de registro? El
segundo era más folclórico: el abuso desaforado por parte de los shows de telebasura de
los métodos para atrapar «la verdad» y «la mentira» acabó por exiliarlos al limbo del
desprestigio.
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A pesarde ello, muchos neurocientíficos y psicólogos experimentales han continuado
utilizando el detector de mentiras sin desdoro alguno. António Damásio, por ejemplo, el
celebrado neurólogo y ensayista portugués que lidera no pocos ámbitos de las pesquisas
cerebrales, desde sus laboratorios en los Estados Unidos, recurre a él con frecuencia. Lo
hace su equipo y también otros muchos colegas porque es una tecnología utilísima para
discernir señales de sobresalto o desasosiego emotivo, tanto si a los sujetos les apetece
confesarlo como si no. Los datos más solventes indican, además, que, si se combina la
detección de indicios comportamentales con los registros poligráficos y sondas más
directas de exploración del cerebro, se incrementa considerablemente la eficiencia en la
captura de engaños.57,112,132,133
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Neurorregistro de la mentira
Otro insigne investigador que decidió adentrarse en las complejidades de la detección de
mentiras fue Gerald Edelman, Premio Nobel de Medicina en 1972 por sus trabajos sobre
los mecanismos moleculares de la memoria del sistema inmune, pero más conocido por
sus incursiones en neurociencia, que lo condujeron a lidiar con los sustratos neurales de
la conciencia. Edelman detectó que las tareas utilizadas en los estudios sobre los
dispositivos neurales implicados en la ideación mentirosa no permitían el engaño
espontáneo. En las rutinas durante los escaneos de neuroimagen fMRI los sujetos eran
impelidos a mentir o a ser veraces en función de instrucciones dirigidas. Esto es una
limitación importante para hurgar, con provecho, en una táctica tan ligada a la
flexibilidad mental. Edelman procuró eliminar ese inconveniente diseñando una tarea
que diera espontaneidad a los sujetos para decidir, por sí mismos, si mentían o eran
veraces en cada decisión. La figura 9 ilustra los pasos esenciales de esa situación, que
requería optar entre «declarar» o «no declarar» pertenencias en una aduana fronteriza
imaginada.
Las instrucciones incluían normas distintas en función de los objetos que pasar por la
aduana. Las maletas debían declararse siempre y las armas, en cambio, jamás. El error de
mostrarlas tenía un coste superior (10 $) a la multa por no hacerlo (7 $), tal como refleja
la figura 9. Esas dos circunstancias constituían el control inexcusable de veracidad o
falsedad. La elección libre estaba en los ensayos en que tocaba pasar collares o licores
por la aduana. Ahí los sujetos tenían plena autonomía para optar por declarar o por hacer
contrabando ocultando el objeto. Se les había explicado que la opción de declarar
implicaba pagar impuestos (columna $ y), mientras que la de ocultar, engañando, podía
suponer sanciones (columna $ n). No tenían, sin embargo, pista alguna sobre la
estrategia óptima que consistía en ocultar siempre los collares y las armas y declarar
siempre, asimismo, el whisky y las maletas. Los sujetos recibían, eso sí, un aviso inicial
de que decir siempre la verdad o mentir, con idéntica tozudez, podía conducirles a
pérdidas rápidas de dinero. Los que al final de la sesión tenían una cantidad inferior a los
20 $ en su cuenta recibían esa compensación por participar.
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Figura 9. Tarea de decisión de declarar ante una aduana. Los sujetos partían de una asignación de 100 $ que
podía verse minorada en función de sus decisiones en la aduana. Cada ensayo (paso por la aduana) se iniciaba con
un punto de fijación visual en el centro de la pantalla (2,5 s), seguido por la presentación (2 s) de uno de los cuatro
posibles objetos que pasar por la aduana indicados en la figura, con unos valores monetarios diferentes, así como
impuestos (columna $ y) y multas (columna $ n) también distintos. Después de la presentación del objeto había
una demora de 5 s y, cuando aparecía la frase «¿ALGO QUE DECLARAR?» (2 s), los sujetos debían responder
«SÍ» o «NO» y la respuesta se registraba en el computador que regía la secuencia. Comenzaba entonces otro
período de demora de 5 segundos. Si la respuesta había sido afirmativa, aparecía en la pantalla una caja
registradora (2 s) para indicar que se aplicaba el recargo impositivo fijado de antemano (columna $ y). Si la
respuesta había sido negativa, podía aparecer en color ROJO el aviso: «Stop» (2 s P = 0,66 de las veces), con la
multa correspondiente (columna $ n), o la señal en verde: «Go» (2 s P = 0,33 de las veces), sin cargo alguno. Se
daba entonces información visual de la pérdida monetaria incurrida y del monto total de dinero que quedaba. El
dinero que conseguían retener al final era el que se llevaban a casa en compensación por participar (20 $ como
mínimo, porque los que quedaron por debajo de esa cantidad recibían eso). La duración de cada ensayo era de
20,5 s y la sesión, en total, tenía 10 bloques de 7 ensayos, cada uno, con pequeños descansos entre ellos.
(Adaptada de 132).
Edelman usó la magnetoelectroencefalografía (MEG), en lugar de fMRI, para conseguir
una mejor resolución temporal de los cambios cerebrales asociados a mentir. A los 20
sujetos (14 varones y 6 mujeres jóvenes) se les ajustaban unos casquetes craneales con
múltiples sensores para captar, a distancia, las oscilaciones eléctricas de la corteza
cerebral. Portaban, además, electrodos en los dedos de la mano para obtener medidas
SCR (la conductancia electrodermal: el parámetro típico del detector de mentiras) y
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electrodos adicionales para registrar el ritmo cardíaco, el parpadeo, la respiración y la
tensión muscular. Los resultados que distinguieron mejor entre mentiras y verdades,
tanto en el engaño espontáneo como en el inducido, correspondían a la banda alfa (8-12
Hz) de los potenciales corticales. Los sujetos mostraron una menor densidad de ritmo
alfa cuando mentían que cuando daban una respuesta veraz, sobre todo en regiones
posteriores de la corteza (parietales y occipitales). Ese fue el hallazgo crucial: el esfuerzo
mental de engañar comportaba un decremento sustancial en la proporción de ondas alfa
que genera la corteza cerebral.
Los resultados eran concordantes en diversos puntos de la geografía de la corteza
cerebral y emergían tanto al urdir la mentira (período predecisorio) como al esperar su
resultado («post», figura 9). Al comparar la potencia predictiva de esos cambios alfa
corticales con las variaciones en la conductancia electrodermal, constataron un
incremento de precisión que oscilaba entre el 13,1 y el 20,5 %. Los resultados más
halagüeños se obtuvieron con las mentiras espontáneas, con una detección correcta del
78,35 % al comprobar los resultados del engaño y del 73,9 % mientras se urdía la
mentira. Se obtuvieron estimaciones de precisión detectora para cada participante en las
medidas MEG y SCR. Eran datos estupendos, en conjunto, por dos motivos: 1)
confirmaban hallazgos anteriores de neuroimagen fMRI63,138 que ya habían detectado
que mentir implica un trabajo neural añadido en diversas regiones del cerebro; 2)
suponían una detección eficiente de las mentiras, ensayo a ensayo y en cada individuo,
que es lo que interesa en ese cometido. Las zonas del cerebro que tienen trabajo añadido
cuando se miente (en comparación con las rutinas automatizadas de circular, en ge-
neral, con la verdad) son las encargadas de monitorizar el conflicto entre la información
certera ocultada y la inexacta que se pretende vehicular para salvaguardar la consistencia
del mensaje y evitar deslices.19
La combinación de ambos métodos de exploración –la neuroimagen y los registros
electrofisiológicos centrales– auguraba un futuro halagüeño para la detección de
engaños, porque se interroga directamente al órgano que elabora los bulos, el cerebro, y
esas medidas no se fundamentan tan solo en «marcadores» corporales acompañantes.
Aunque debe consignarse que los indicios de falsedad que proporcionan esas señales
corporales concomitantes (las modulaciones vocales reveladoras, el enlentecimiento del
habla, la pobre gestualidad enfatizadora, los microgestos faciales o los parámetros
fisiológicos del polígrafo) no son en absoluto despreciables.50,112,133
50Tampoco era irrelevante, por cierto, la situación de disyuntiva ante una aduana,
porque ponía a los individuos en la tesitura de procurarse una ganancia económica
modesta, pero incontestable. Los estudios sobre emisión de mentiras en escaneos
fMRI57,63 solían basarse en situaciones artificiosas y con poco o nada en juego:
embustes al identificar las cartas señaladas de una baraja, aciertos y fallos en operaciones
aritméticas sencillas o detalles de episodios biográficos que los investigadores estaban en
situación de averiguar. Cabía concluir, por tanto, que las pesquisas para dilucidar las
propiedades y los usos de la mentira en envites relevantes de la vida –el apetito de
enriquecerse, de medrar o de ascender de rango jerárquico, por ejemplo–, podían ponerse
en marcha.
La «tarea Greene-Paxton». Joshua Greene,68 al intentar discernir los sustratos neurales
de la tentación para incurrir en acciones deshonestas mediante escaneos fMRI, dio con
un procedimiento sencillo y directo para detectar mentiras espontáneas. Colocó a sus
sujetos ante la posibilidad de ganar o perder dinero real si conseguían acertar de qué lado
caía una moneda que un algoritmo informático iba lanzando al aire, al azar, en la
pantalla que aparecía en el visor. Los participantes debían registrar por anticipado su
predicción (cara o cruz), clicando un botón de respuesta concreto para cada pronóstico y,
al desvelarse el resultado, se añadían o descontaban los dólares que estaban en juego en
cada tirada (entre 3 y 7 $).
El procedimiento implicaba múltiples repeticiones a lo largo de muchas tiradas y el
montante final era lo que se llevaban los participantes al bolsillo, como emolumento por
colaborar (con un máximo posible de 75 $). En algunos ensayos, sin embargo, la
secuencia ofrecía la posibilidad de clicar los botones de repuesta al azar y los sujetos
debían consignar verbalmente su acierto o fallo después de conocer el resultado. Surgía
ahí, por tanto, una oportunidad flagrante para mentir e ir acumulando ganancias, aunque
los pronósticos hubieran sido erróneos.
Los resultados permitieron dividir a los sujetos en diferentes tipos. Un 40 % de
individuos honestos: los que indicaron un porcentaje de aciertos por debajo del 52 % en
esas tiradas con pronóstico previo «no registrable»; otro grupo, de tamaño similar, de
individuos claramente deshonestos, que pretendían haber acertado por encima del 70 %
en esas tiradas con tentación obvia para estafar, y, finalmente, un grupo más reducido
(15 %) de individuos con una honestidad ambigua, que se asignaban porcentajes entre el
51
52 % y el 70 % de aciertos en ese tipo de tiradas. La media de supuestos aciertos que
alcanzaron los deshonestos sistemáticos se situó, en realidad, en un espectacular 82 % en
esos ensayos con posibilidad de trampa, y unos cuantos superaron incluso un
escandaloso 90 % de presuntos aciertos.
En cuanto al trabajo neural, las medidas fMRI indicaron, de nuevo, en esa sencilla
tarea, que las decisiones de mentir eran las que tendían a acentuar el esfuerzo en diversas
regiones del cerebro que se ocupan del «control cognitivo de salidas». En los individuos
honestos no se apreció ningún incremento de señal fMRI cuando se enfrentaron a
decisiones que conllevaban la tentación de estafar. Actuaron, en apariencia, con
automatismos que no se traducían en un esfuerzo neural adicional al dirimir la
posibilidad de obtener ganancias fraudulentas.
En los deshonestos, en cambio, hubo un incremento de actividad en las regiones
neurales de la ponderación de salidas –en varias zonas de la corteza prefrontal y del
cingulado anterior, en particular–, tanto al actuar deshonestamente (al asignarse aciertos
que no les correspondían) como al frenar la tentación de obrar así, y perder ganancias
plausibles. En esa tesitura, la de dejar pasar oportunidades para estafar, sin mácula, no
solo se acentuó el esfuerzo neural, sino que los deshonestos tardaron mucho más en
emitir las respuestas. Además, los niveles de actividad en esas regiones neurales
especializadas en tareas de control cognitivo presentaron vinculaciones positivas y
potentes con los grados de deshonestidad.
Thomas Baumgartner12 planteó un juego de confianza inversora parecido al reseñado
en la figura 6 (pág. 47), en el que los sujetos podían defraudar cantidades que les habían
sido confiadas por un inversor. Mediante mapeos electroencefalográficos constató que la
región que explicaba mejor la propensión estafadora era la corteza insular anterior. Los
que acostumbran a tenerla en modo silencioso estafaban con calma y fruición, mientras
que los que mostraban actividad acentuada en esa región tendían a obviar el fraude ante
las tentaciones favorables. Eso supone añadir zonas cerebrales vinculadas al
procesamiento emotivo en la propensión a engañar, además de las dedicadas a la
ponderación de opciones y al control vigilante de las decisiones (véase figura 8, p. 51).
52
Detección eficiente
El inconveniente, no obstante, de esos procedimientos ciertamente más atractivos para
detectar veracidad y falsedad es que no permiten el diagnóstico individual, sujeto tras
sujeto y ensayo tras ensayo, con lo cual su uso en psicología forense resulta
problemático. Son métodos más directos para atrapar inclinaciones a actuar con
honestidad o deshonestidad, eso sí, pero sin posibilidad de aplicarlos para desvelar
engaños concretos con relevancia clínica o legal.
Ello nos retrotrae a los desvelos tecnológicos para dar con procedimientos eficaces
para detectar mentiras.57,112 Las dificultades comienzan porque la mentira no es una
categoría simple y unívoca, sino todo lo contrario. Hay embustes que persiguen el
fraude, la estafa, la desgracia o la ruina ajena, pero los hay, como todo el mundo sabe,
que se emiten para ahorrar disgustos, pesares o inconvenientes a los demás. Los
primeros arrastran consecuencias gravosas mientras que los segundas acostumbran a
tener menos repercusión. Hay mentiras, además, que requieren urdir aserciones o relatos
falsos de manera bastante elaborada y existen, en cambio, engaños que dependen de la
mera omisión de información crucial. Cada una de esas modalidades debe cursar, por
definición, con sustratos neurales diferenciables, con veredas específicas en los circuitos
cerebrales dedicados al control eficiente de las salidas, a la recuperación y al contraste de
recuerdos o al procesamiento emotivo.
En la detección poligráfica de mentiras, las diferentes tareas que proponen los test de
detección tienen mucha importancia. En los procedimientos a base de «test de preguntas
control», los sujetos reciben tres tipos diferentes de preguntas: cuestiones relevantes, es
decir, las directamente referidas al material engañoso o sospechoso que se intenta
desvelar; cuestiones control, es decir, preguntas que por su contenido son capaces de
generar inquietud o desasosiego en cualquier persona, y preguntas triviales o
irrelevantes, referidas a información anodina, como el lugar y el año de nacimiento o la
escuela donde se cursó la primaria. Responder de manera veraz a las preguntas
relevantes suele evocar menos activación fisiológica que las reacciones ante las de
control, mientras que la emisión de falsedades debería acompañarse, por el contrario, de
una reactividad superior a la evocada por las desasosegantes preguntas de control.
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Por otro lado, los procedimientos para intentar extraer información oculta, la que los
sospechosos deciden guardar bajo llave, usan otros recursos para desvelarla. Se los
denomina «test de conocimiento culpable» y ofrecen a los sujetos un muestrario de
respuestas correctas e incorrectas ante preguntas sobre hechos o circunstancias que solo
quien ha perpetrado un delito conoce. De modo que quienes responden de manera veraz
deberían presentar una reactividad fisiológica bastante equiparable ante todas esas
opciones, mientras que los mentirosos deberían reaccionar de forma más acusada ante
las opciones que solo ellos saben que son correctas.
La tabla II ofrece un resumen de la eficacia de

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