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ARQUITECTURA BARROCA ESPAÑOLA

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TEMA 11. EL BARROCO EN ESPAÑA____________________________________________________ 
 
El Barroco Español ocupa los siglos XVII y XVIII, es decir, un largo período en el que en España 
reinan dos dinastías. Los Austrias o Habsburgo durante el siglo XVII (Felipe III, Felipe IV y Carlos II) y 
los Borbones de origen francés durante el siglo XVIII (Felipe V, Fernando VI, Carlos III y Carlos IV). 
 
En este espacio de tiempo España pasó de ser la principal potencia mundial a un país de segunda 
fila. Curiosamente, mientras España vivía en el siglo XVII una lenta decadencia política y económica, se 
producía el Siglo de Oro de las letras y de las artes. Durante el siglo XVIII, en cambio, España comenzó 
una etapa de crecimiento económico y sufrió una decadencia artística, destacando al final del siglo una 
figura excepcional de Goya. 
 
ARQUITECTURA BARROCA ESPAÑOLA.- 
 
Dada la crisis del siglo XVII, en España no se produjeron grandes proyectos arquitectónicos fuera 
de los proyectados por la Corona que centró sus esfuerzos en la nueva capital: Madrid. Madrid se dotó 
de Palacios como el del Retiro (1631) o se realizaron planificaciones urbanas como la de la Plaza 
Mayor. 
 
Madrid fue el principal foco del Barroco Español, sin embargo, también hay que destacar una 
serie de Escuelas Regionales Barrocas como Salamanca, Santiago de Compostela, Zaragoza, Valencia, 
Granada, Sevilla, Murcia, etc. 
 
Una de las características más interesantes de la arquitectura barroca española es que 
frecuentemente recurre a materiales endebles o de poca calidad. En España como en ningún otro lugar, 
la arquitectura se convierte en apariencia de riqueza, al cubrir los materiales humildes (como el ladrillo) 
con elementos ornamentales. 
 
En las iglesias dominan las plantas longitudinales, especialmente la planta jesuítica (no hay, por 
tanto, innovaciones en las plantas) Externamente predominan las fachadas clasicistas, inspiradas en 
Bramante o Herrera. Por contra en su interior se desata el horror vacui con la decoración abigarrada que 
oculta la pobreza de materiales. 
 
En los palacios predominará la herencia de El Escorial y de Herrera. Estructuras macizas, de 
planta cuadrada, con torres en las esquinas terminadas en chapiteles de pizarra. Por la crisis se utilizará 
el ladrillo y la piedra aparecerá en las esquinas y para realzar los vanos (puertas y ventanas). Según 
evolucione el barroco, las puertas principales y sus fachadas se irán recargando de decoración 
 
ARQUITECTURA BARROCA ESPAÑOLA DEL SIGLO XVII. 
 
Fray Alberto de la Madre de Dios (1575-1635).- Curiosamente, a pesar de ser un arquitecto 
barroco, es muy sobrio, muy influenciado por la austeridad escurialense. Su obra más importante es el 
Convento de la Encarnación de Madrid de 1611. Tiende a la verticalidad y los únicos elementos 
decorativos son los escudos con el Toisón de oro y un relieve. Está coronado por un frontón triangular y 
bolas escurialenses. 
Juan Gómez de Mora (1586.1648).- Trabaja en obras de urbanismo público (plazas urbanas) con 
fuerte influencia de El Escorial. Obras importantes: Plaza Mayor (1617) y El Ayuntamiento de 
Madrid (1629), todo ello de recuerdo claramente herreriano. 
 
Juan Gómez de la Mora fue el principal representante de este primer barroco caracterizado por la 
sobriedad decorativa y la limpieza de líneas. El modelo es El Escorial, y así, los nuevos edificios 
barrocos copian algunos elementos de éste como las ventanas rectangulares sin enmarcar, las molduras 
lisas, y sobre todo los chapiteles apiramidados de pizarra. 
 
La evolución decorativa original de España se denomina Arte Churrigueresco. Recibe su nombre 
de los Churriguera, familia de artistas madrileños que se afincan en Salamanca en el siglo XVII. El 
Churrigueresco es un estilo decorativo marcadamente recargado, caracterizado por la utilización 
sistemática de la columna salomónica, el estípite, los frontones curvos y partidos, los cortinajes y la 
imitación de la arquitectura efímera, los escudos recortados, etc. Se inspira en la tradición del horror 
vacui decorativo del Plateresco, e incluso mantiene algunos de sus elementos como la heráldica, las 
fachadas-retablo, etc. 
 
Pedro de Ribera (1681-1742) realizó en Madrid algunos de los principales ejemplos del 
Churrigueresco: los templetes del Puente de Toledo y el Hospicio de San Fernando (1722). Estas 
obras se inspiran claramente en las arquitecturas efímeras muy típicas del Barroco. El Hospicio de san 
Fernando en Madrid presenta una fachada-retablo con una profusa decoración (estípites, cortinajes, 
escudos, oculi, etc.). Con una sensación de horror vacui y de arquitectura orgánica. La compleja 
decoración genera asimismo unos sugerentes efectos de claroscuro. 
 
Alberto de Churriguera (1676-1750) realizó la Plaza Mayor de Salamanca entre 1729-1750. 
Se trata de una plaza de planta cuadrangular como la de Madrid, en ella se destaca asimismo un cuerpo 
como ocurre con la Casa de la Panadería de Madrid, sin embargo, la plaza de Salamanca muestra 
claramente cómo el Estilo Churrigueresco ofrece ahora una decoración mucho más recargada a base de 
frontones curvos y partidos, estípites y vanos enmarcados por molduras mixtilíneas y quebradas. 
 
Narciso Tome. (1690-1742)- El Transparente de la Catedral de Toledo. Se denominó la 
"octava maravilla del mundo". Está situado en la girola del templo. Su hermoso retablo es de ricos 
mármoles y bronces, y está trazado en perspectiva para fingir una profundidad que no existe. Para 
favorecer la perspectiva cala una de las bóvedas de la girola y labra sobre ella una enorme linterna, lo 
que provoca un violentísimo efecto de luz. En la parte superior del retablo la escultura termina 
fundiéndose en un Paraíso de pintura. Sumido en la media sombra del templo gótico, el efecto teatral y 
deslumbrante típicamente barroco del Transparente señala una de las metas alcanzadas por el estilo. 
 
La fachada del Obradoiro de Casas Novoa. Esta fachada se antepone al viejo templo románico y 
que, puede ser, el más grandioso ejemplo de la arquitectura peninsular barroca del S. XVIII. Esta 
fachada está dotada de un movimiento ascendente. 
 
ARQUITECTURA BARROCA DEL SIGLO XVIII 
 
En el siglo XVIII la arquitectura barroca española llega al máximo de la complejidad decorativa, 
por propia evolución nacional y por la influencia del Rococó Francés. 
 
Tras la Guerra de Sucesión (1701-1714), Felipe V de Borbón (francés, nieto de Luis XIV) se 
convierte en el nuevo rey de España. Este rey y sus descendientes traen a España el arte palaciego 
francés y las primeras academias. Felipe V traerá a España la tradición palaciega de Versalles. Esta 
tradición de Versalles se aprecia en los diferentes palacios construídos por Felipe V en los alrededores 
de Madrid: Palacio Real de Madrid, La Granja de San Ildefonso, Palacio de Aranjuez. 
 
El Palacio Real de Madrid o Palacio de Oriente fue construido por iniciativa de Felipe V para 
sustituir al Alcázar de los Austrias (incendiado en 1734). En principio es diseñado por F. Juvara 
(1735), pero su discípulo Sacchetti introduce muchas modificaciones sobre el plan original. Su planta 
recuerda a la del Louvre, pero su alzado se asemeja más a Versalles, lo mismo se puede decir de sus 
jardines. Los jardines de la granja de San Ildefonso también imitan a Versalles aunque a una escala 
menor. La Granja también fue construída a instancias de Felipe V (1721), primero por Teodoro 
Ardemans, y después por F. Juvara. . La decoración de estos palacios sigue los principios del Rococó 
francés. 
 
 
ESCULTURA BARROCA ESPAÑOLA.- 
 
La escultura barroca española tiene las características propias de todo lo barroco. Tal vez una 
característica más acentuada en el barroco español sea su realismo. 
 
La temática queda fijada por quien es casi único cliente: la Iglesia. El menor papel que la escultura 
ocupa en los retablos, viene compensado por la proliferación progresiva de esculturas independientes.Lo que principalmente se realiza es la talla de retablo y sobre todo las de carácter procesional. Las 
procesiones son espectáculos al aire libre, que toda la población las vive y cuyo centro es la imagen 
escultórica. 
 
Los materiales, los de siempre, madera policromada que viene a reforzar el profundo sentido 
realista que no consiste en copiar la realidad, sino en hacer eterno lo efímero. Una novedad es la 
frecuente utilización de postizos (objetos, pelo, cuentas vítreas, etc.). El caso extremo de la utilización 
de postizos son las imágenes de vestir, imágenes realizadas con un armazón de madera en las que sólo 
se tallan la cabeza y las manos, mientras que el resto de la escultura se cubre con un vestido. 
 
La imaginería barroca es naturalista y en ocasiones puede calificarse de hiperrealista, el escultor 
tiene la pretensión de que sus obras parezcan personajes verosímiles y cercanos al espectador que en 
cualquier momento pueden cobrar vida. En ciertos casos el escultor realiza auténticas investigaciones de 
anatomía sobre cadáveres o los efectos de los golpes o heridas para plasmar estos detalles en sus obras. 
Otra característica es la teatralidad, los gestos vehementes y apasionados. El pathos ayuda a dramatizar 
los gestos de las imágenes sagradas e impactar mejor en los sentimientos del espectador. En ciertas 
ocasiones, como en las Inmaculadas hay una pretensión idealista en la representación tanto física como 
psicológica, se trata, como en el Renacimiento, de representar a María como una mujer bella y virtuosa. 
Sin embargo, contrapuesta a ella hay también una estética de lo feo, lo grotesco, a veces precisamente 
contrastando con la belleza y acentuándola. Por último hay que repetir la importancia de los temas 
morbosos y truculentos. 
 
En España encontramos dos escuelas bien definidas: la escuela de Valladolid o escuela castellana 
y la escuela de Sevilla o escuela andaluza Ambas son realistas. 
 
ESCUELA CASTELLANA: EL REALISMO VIOLENTO. 
 
La Escuela Castellana tiene su principal centro en Valladolid y es heredera de los principales 
maestros del Renacimiento: Alonso Berruguete y sobre todo, Juan de Juni, aunque llega a extremos 
abiertamente naturalistas. La Escuela Vallisoletana se caracteriza por una preferencia hacia los temas 
más escabrosos y truculentos de la Pasión realizados con todo tipo de detalles morbosos sin ninguna 
concesión al equilibrio o el buen gusto. 
 
El imaginero más importante de esta escuela es Gregorio Fernández, (1576-1636) que trabaja 
fundamentalmente en Valladolid. Impulsado por el afán naturalista, gusta de recrearse en el modelado 
de sus desnudos, en el pathos extremo de sus rostros, la teatralidad de sus composiciones y en los 
pliegues de los ropajes acartonándolos y creando fuertes contrastes de luz. Una característica de este 
imaginero es la elegancia que imprime a sus personajes, en sus rostros, en sus perfiles, en sus actitudes, 
movimientos… 
 
Con este imaginero se abandona el oro (el estofado) en Castilla para obtener un mayor realismo. 
Así la policromía castellana tendrá menos elegancia plástica que la andaluza. 
 
Las obras más importantes de este autor son: 
 
Cristo yacente de El Pardo. Vemos un Cristo desnudo, de un modelado exquisito, que reclina su 
cabeza hacia la derecha sobre un almohadón, mostrándonos su boca y ojos entreabiertos, interpretados 
con tan vivo realismo que llegan a producir una impresión espeluznante, casi desagradable. Las rodillas 
descarnadas y sangrientas, por las caídas camino del Gólgota, son otra de las características de este 
escultor. 
 
El Cristo yacente es uno de sus temas más repetidos, en el que se hermanan la sensibilidad del 
artista y la de los castellanos de su época. Hay diferentes copias entre las que citaremos la del Museo 
Nacional de Valladolid. 
 
En La Piedad del mismo Museo, el tono del horror ante la muerte decrece y es más la soledad y la 
quietud de la muerte lo que procura interpretar. 
 
Gregorio Fernández es también escultor de retablos y debemos señalar, como uno de los más 
bellos relieves El Bautismo de Jesús 
 
También es el escultor de los enormes pasos de Semana Santa de historias de la Pasión con 
numerosos personajes. Naturalmente, muchos de ellos están tallados en su taller por las manos de sus 
discípulos. 
 
ESCUELA ANDALUZA; EL REALISMO CLASICO.- 
 
La Escuela Andaluza es mucho más “clásica”, en el sentido de que se deja llevar más por el 
equilibrio y la medida y no tanto por la teatralidad y los sentimientos. 
 
El comercio con América hará que existan buenos talleres de escultores en Andalucía. Sevilla y 
Granada serán los centros de la escultura barroca en Andalucía. 
 
Sobresale Juan Martínez Montañés (1568-1649), de gran prestigio. Mantuvo siempre en su obra 
una distinción y mesura clásica, pero al servicio de una innegable realidad. Su talla está muy bien 
modelada y sus grandes paños, bien plegados, dan grandiosidad a la imagen. Se diría que su devoción va 
dirigida más al alma que a los sentidos. Su policromía mate y bien equilibrada dista mucho del 
cromatismo desgarrado castellano. 
 
Cristo de la Clemencia (1603). Es el prototipo andaluz del Cristo crucificado. Sin excesivo 
dramatismo, con poca sangre, y aún vivo, parece mirar a los fieles "quejándose de que por su culpa 
padece”, según el mismo artista escribió. 
 
Logra crear un tipo de la Inmaculada de la Catedral de Sevilla (popularmente conocida por “la 
Cieguita”) que será una de sus más sugestivas obras. Es una Virgen joven, con el manto caído sobre los 
hombros y recogido en una de sus puntas, lo que produce amplios pliegues. La cabeza levemente 
inclinada, una tenue sonrisa, mitad ingenuidad, mitad melancolía, proporcionan a la obra esa 
religiosidad que convence al teólogo y gana la devoción del devoto. Utiliza una policromía de gran 
suntuosidad y elegancia. 
 
Alonso Cano realizó la bellísima Inmaculada de la Catedral de Granada, una figurilla de 
pequeño tamaño. 
 
Pedro de Mena llevó a cabo la famosa Magdalena Penitente que fue copiada repetidamente. 
 
En el siglo XVIII el centro de la imaginería hispana se trasladó a Murcia donde trabajó Francisco 
Salzillo (1707-1783). De origen italiano, Salzillo llevó a cabo una escultura que comparte las 
características generales de la imaginería barroca hispana, aunque tiene un carácter más preciosista y 
estético, influenciado por el estilo Rococó. Entre las obras de Salzillo hay que destacar la impresionante 
colección de pasos procesionales de la catedral de Murcia: La Última Cena, La Oración en el Huerto, 
el Prendimiento, etc. 
 
LA PINTURA: ESCUELAS ESPAÑOLAS 
Junto a la Literatura, la Pintura es posiblemente la aportación más importante y significativa del 
Siglo de Oro Español. El mecenazgo lo ejercerán la Corte de Madrid, las iglesias y conventos, aspecto 
que incidirá en la preferencia por los temas religiosos. 
 
La pintura española del Siglo de Oro muestra muchas relaciones con la Pintura Italiana y la de los 
Países Bajos. Domina la pintura al óleo, sobre lienzo, en formato de pintura de caballete, en ocasiones 
de gran tamaño. La preferencia por los lienzos de gran tamaño es por influencia de la Escuela Veneciana 
del siglo XVI. 
 
La temática más abundante es la religiosa, sin embargo también aparecen ocasionalmente los 
temas mitológicos, la pintura de género, el bodegón, el paisaje y la pintura de Historia. Es muy frecuente 
el retrato, y especialmente los retratos de seres monstruosos o deformes. 
 
Hay que decir que muchos de estos temas (especialmente los religiosos y mitológicos) se tratan 
como si fueran escenas de la vida cotidiana, como si lo personajes fueran gente normal de la calle, 
naturalismo, y a menudo el paisaje o el bodegón conviven con la escena de género, la religiosa o la 
mitológica en la misma obra. A menudo los modelos de la pintura española se caracterizan por su 
deliberada vulgaridad. Mendigos, pordioseros y seres deformes protagonizan con mucha frecuenciaestas obras, clara influencia de Caravaggio. 
 
Domina el color sobre el dibujo, aunque los colores no son brillantes ni estridentes. En ocasiones 
se pinta sin dibujar previamente, de forma rápida mediante manchas de color. 
 
En la composición dominan las líneas diagonales que tienden a crear una composición movida y 
dinámica. Los mejores pintores como Ribera y especialmente Velázquez son maestros de las 
composiciones aparentemente “naturales” o casuales que en realidad están profundamente estudiadas. 
En esto Velázquez se muestra similar a Rembrandt y en su habilidad para que sus composiciones 
parezcan casi “fotográficas”. 
 
En el estudio de la luz predomina el Tenebrismo, es decir, el contraste brutal entre la luz y la 
sombra. Esto ocurre durante la primera mitad del siglo XVII, posteriormente se aclarará la paleta y se 
eliminarán las sombras bruscas tanto en Velázquez como en Ribera. 
 
 En el Barroco Español, y especialmente en Velázquez, domina la Perspectiva Aérea. 
 
 ESCUELAS DE LA PINTURA-BARROCA ESPAÑOLA.- 
 
Podemos dividir la pintura española en escuelas: 
 
ESCUELA VALENCIANA: Muy influida por el tenebrismo italiano gracias a las 
comunicaciones fáciles con Nápoles y Florencia. 
 
FRANCISCO RIBALTA (1565-1628) Muy influido por el tenebrismo italiano y el clasicismo de 
Guido Reni. Su obra más conocida es Cristo abrazando a San Bernardo. 
 
JOSÉ RIBERA (1591-1652).- Aunque es un pintor nacido en Valencia prácticamente toda su 
vida artística la realizó en Nápoles que era un territorio español. En Italia le denominaron "el 
Spagnoletto". Ribera es, en su primera época, uno de los grandes maestros del tenebrismo aunque es un 
gran colorista, sus negros son absolutos en algunas obras que posteriormente se irán aclarando. Prefiere 
las composiciones en diagonal y los escorzos como ejes compositivos y suele utilizar la luz para marcar 
dichas diagonales. Ribera es uno de los pintores más naturalistas del Barroco Español. Tiene preferencia 
por los personajes monstruosos, deformes y hasta cierto punto grotescos, sin embargo los trata con una 
gran humanidad, no pretende hacer burla de ellos, sino despertar en el espectador la piedad y la 
compasión. 
De su poca tenebrista mencionaremos su Crucifixión, Silenio Borracho o la Mujer Barbuda. 
Poco a poco su paleta se irá aclarando y dándonos unos fondos menos tenebrosos. 
 
En el Martirio de San Bartolomé o San Felipe (1639) hay que destacar el aclaramiento del 
fondo, el violento esfuerzo de los sayones que se afanan en levantar el cuerpo o el dramatismo anterior 
al momento de la tortura. Dominan las líneas oblicuas que recorren el cuadro (sogas, brazos...) 
 
Arquímedes (1630): Ribera muestra aquí un tremendo contraste entre la supuesta inteligencia del 
científico de la Antigüedad y el modelo elegido, probablemente un loco o un mendigo, cuya expresión 
está muy conseguida. El Tenebrismo es utilizado aquí para enfatizar el dramatismo de la representación. 
Este mismo contraste aparece en ciertas obras de Velázquez (Menipo, Esopo, etc.). 
 
San Andrés (1630): El cuerpo de un San Andrés viejo cargando su cruz mueve a piedad, sobre 
todo si lo contrastamos con su resignada expresión. El Tenebrismo ayuda a dar tintes dramáticos a la 
escena y el contraste de luces y sombras acentúa las arrugas e imperfecciones del cuerpo. 
 
 
ESCUELA ANDALUZA 
 
Los máximos representantes de la pintura barroca del XVII estaban relacionados, en su mayoría, 
con la ciudad de Sevilla por ser esta ciudad la de mayor población de la Península y concentrar en su 
puerto el comercio con América. Este negocio reclamaba la presencia de mercaderes enriquecidos, que 
ayudaban a crear un animado mercado artístico. Entre los más destacados representantes de esta escuela 
hay que nombrar: 
 
FRANCISCO DE ZURBARÁN (1598-1664).-Tuvo sus mejores clientes en los conventos 
sevillanos y extremeños, sobre todo de dominicos y mercedarios, frailes de hábitos blancos. A pesar de 
haber trabajado en la Corte su horizonte parece que se limita con gusto a los temas monacales. Esta 
elección le separa al mismo tiempo de la pompa que caracterizaba a la pintura sevillana. Queda así 
Zurbarán como un pintor aparte de sus grandes contemporáneos, como un autor de la religiosidad más 
severa y menos retórica, apoyándose en el uso del blanco y prescindiendo de los fondos arquitectónicos. 
Las figuras tienen una gran volumetría, mientras que la composición es excesivamente forzada y poco 
flexible. 
 
Es autor de largas series de lienzos monásticos que constituyen su más conocida especialidad. Es 
el pintor de los monjes blancos: San Hugo en el refectorio es buen ejemplo del gusto del pintor por las 
composiciones reposadas, graves y sencillas. Es destacable su arte para pintar blancas telas de lana que 
con el tiempo se transforman en doradas. Tiene algo de cubismo el volumen que da al plegado de los 
paños. Al menos, es durante el siglo XX, cuando el pintor será revalorizado por la calidad de su obra. 
 
Un género que Zurbarán cultivó con lograda perfección es el de bodegones (naturaleza muerta) en 
los que sabe imponer una sobria ordenación y logra una inimitable inmaterialidad a base de la luz 
blanca. Define un tipo de bodegón diferente a los flamencos o italianos, en los que aparecen multitud de 
viandas, frutas, caza, tremendamente glotones. Los de Zurbarán serán sobrios, simples y con un sentido 
del volumen y de la calidad de lo representado. 
 
BARTOLOMÉ ESTEBAN MURILLO. (1617-1682). Se adaptó al gusto imperante y plasmó 
una religiosidad familiar, tierna, fácil...Su mayor preocupación la constituye el colorido. En su juventud 
se dejó llevar por el tenebrismo. De esta época tenebrista crea obras que reflejan el ambiente de golfillos 
y mendigos de los bajos barrios sevillanos. En éstas no hay ninguna crítica social sino más bien una 
mirada idealizada hacia el mundo de la niñez. 
 
Obra de gran éxito y muy divulgada es su Sagrada Familia del pajarito. Es una pintura llena de 
ternura, intimidad y normalidad familiar; la sagrada familia convertida en una familia sevillana. 
 
Destacan numerosos cuadros religiosos que tienen como protagonistas a niños, como son sus El 
Buen Pastor, San Juan Bautista con el cordero, de colores cálidos y con un marcado aire vaporoso. 
 
Sus Inmaculadas de las que nos legó docenas, despertaban el amor fervoroso del creyente con 
sus formas blandas y ese aire inocente en el juvenil rostro de María y en el juego de los ángeles que 
ascienden a la Virgen. 
 
JUAN VALDÉS LEAL (1622-1682) se encuentra en el extremo opuesto a Murillo, pues sus 
pinturas del Hospital de la Caridad de Sevilla (In ictu oculi y Finis gloriae mundi) representan alegorías 
de la muerte con una truculencia espeluznante. Es un pintor tremendista propio de una época de una 
religiosidad dramática y, un tanto, morbosa. Se recrea en temas con significaciones profundas y 
transcendentes, como la muerte, la fugacidad de la vida, la vanidad del triunfo, plasmados con una 
pincelada vibrante que juega con los contrastes lumínicos 
 
ESCUELA MADRILEÑA: DIEGO DE SILVA VELÁZQUEZ.-( 1599-1660) 
 
SU VIDA.- Nace en Sevilla en 1599. Pronto entra en diferentes talleres sevillanos de pintura. A 
los doce años lo encontramos con el maestro Pacheco, que no es un gran pintor, pero sí un hombre culto 
que se da cuenta enseguida de lo que tiene delante y que respetó profundamente la personalidad del 
genio. Casó a su hija con Velázquez. 
 
En 1622, por influencia de Pacheco, el Conde-Duque de Olivares lo presenta en la Corte 
madrileña y su pintura entusiasma a Felipe IV que lo hará definitivamente su pintor de Cámara. Tenía el 
cargo de aposentador real, es decir, quien debía decorar las estancias de los diferentes palacios de la 
monarquía española. Por ello tendrá que viajar para comprar cuadros, entrevistarse con grandes pintores 
y, evidentemente, esto enriqueció su visión de la pintura. Se entrevistó con Rubens de quien aceptó 
consejos.En 1629 viaja por primera vez a Italia (Venecia, Vaticano, en Nápoles conoce a Ribera). En 
1649 hace su segundo viaje a Italia. Debe comprar cuadros y estatuas para Felipe IV y retrata al propio 
Papa Inocencio X. 
 
Este trabajo de aposentador real le quitaba mucho tiempo para poder pintar. En 1658, el Rey le 
ennoblece al concederle la Orden de Santiago. En 1660 debe ir en su cargo de aposentador real a la Isla 
de los Faisanes, en el río Bidasoa, donde se iba a firmar la Paz de los Pirineos entre Luis XIV y Felipe 
IV. Enferma por las brumas norteñas, regresando a Madrid, donde fallece a los pocos días. 
 
SU ARTE.- Ningún pintor ha contemplado la naturaleza y la ha interpretado con su admirable 
serenidad. Velázquez no gusta de contemplar la vida desde ese ángulo trágico ni espectacular, ni tan 
extremadamente realista a que nos tienen acostumbrados los pintores del Barroco. En este sentido es 
poco español y andaluz. Cuando trata un tema mitológico, prescinde de su contenido espectacular, y 
nos lo narra con un lenguaje que todos puedan entender. Tiene un fino sentido naturalista sin 
estridencias y convierte sus cuadros en espejos portentosos donde el pintor se limita a reflejar la escena 
de la realidad. 
 
Sus composiciones son muy complicadas en la época de juventud, pero en su edad madura hay 
una naturalidad que nos hace pensar en la realidad misma sorprendida por el pintor. 
 
Sus primeras obras están dentro del tenebrismo, pero hacia 1630 comprende que el tenebrismo no 
es sino una primera etapa en el gran problema de la luz. La luz no sólo ilumina los objetos sino que nos 
permite ver el aire interpuesto entre ellos. En suma, se da cuenta de lo que llamamos perspectiva aérea y 
se lanza decididamente a su conquista. Al abandonar el tenebrismo aclara su paleta. En sus viajes a 
Italia conoce la escuela veneciana y asimila los colores fríos y plateados de Veronés, Tintoretto y el 
Greco. 
 
También cambia su factura (forma de aplicar la pintura). En su primera época la aplicará de una 
manera lisa, de grosor uniforme. A partir de 1630 esa pasta de color se va desentendiendo del anterior 
sentido escultórico y piensa en el color mismo vivificado por la luz y en el efecto que, visto a distancia, 
produce en nuestra retina. Esto culmina en Las Meninas y en el paisaje de la Villa Médicis, donde se 
expresa por medio de una serie de pinceladas que, vistas de cerca, resultan inconexas, pero 
contempladas a la debida distancia nos ofrecen la más cumplida apariencia de la realidad. Es casi 
impresionista. 
 
De un dibujo casi escultórico pasa a la ejecución “alla prima”, sin dibujo previo y creando formas 
a base de manchas (precedente de la técnica impresionista). A veces mezcla ambas técnicas para crear 
efectos. De un gran interés por la nitidez y la plasmación de las calidades de los objetos (bodegones) se 
pasa a la necesidad de plasmar los efectos atmosféricos y la perspectiva aérea, es decir, a “pintar el 
aire”. 
 
Los personajes populares, vulgares e incluso feos son protagonistas de muchas de sus obras, del 
mismo modo que los personajes aristocráticos, bellos e idealizados, sin embargo, los primeros están 
tratados siempre con una gran humanidad, sin sombra de burla. 
 
La temática de Velázquez es muy variada (religiosa, retrato, bodegón, paisaje, erótico, mitología, 
alegoría, pintura histórica, etc.). Esta variedad, extraña en la pintura española del siglo XVII es posible 
gracias a la posición especial de Velázquez como pintor de corte. 
 
OBRAS DE JUVENTUD (1617-1623).- Es la época de sus bodegones, de composiciones muy 
sencillas, con dos o tres personajes de medio cuerpo en torno a una mesa. La luz en estos lienzos es 
violenta, típicamente tenebrista, el dibujo nítido casi escultórico, el colorido oscuro, los rostros y manos 
bronceados. 
Vieja friendo huevos (1618): Esta escena de género encubre un elaborado bodegón en el que el 
pintor demuestra su dominio de las calidades. Las figuras se recortan contra el fondo oscuro nítidamente 
gracias a un foco de luz direccional que viene de la izquierda. 
Aguador de Sevilla (1623): También es una escena de género con un bodegón. Se ha querido ver 
en esta obra una alegoría de las tres edades del hombre. El personaje del fondo está desdibujado lo que 
muestra el temprano interés de Velázquez por la perspectiva aérea. 
Adoración de los Magos ( 1619): En esta obra tenebrista el pintor mezcla el tema religioso con el 
retrato, pues utiliza como modelos a sí mismo, a su mujer, su hija y su suegro Pacheco. La familia del 
pintor está unificada y resaltada por una diagonal de luz compositiva. 
Jesús en Casa de Marta y María (1620): Nuevamente nos encontramos con un tratamiento 
equívoco del tema religioso, a la manera manierista, pues Cristo, Marta y María, el presunto tema 
principal, se sitúa en una ventana de perspectiva, mientras que el primer plano lo ocupa una escena de 
género y un bodegón. 
 
PRIMERA ETAPA MADRILEÑA (1623-1629).Cuando llega a Madrid se convierte en 
retratista de la Corte. De esos retratos, el más antiguo, más tenebrista, es el del Infante don Carlos 
(1624) Tiene naturalidad, elegancia sin afectación, nobleza de expresión, gravedad. En el Felipe IV 
(1626), posterior, las sombras del tenebrismo casi desaparecen. Este período se cierra con El triunfo de 
Baco o los borrachos (1626), en que el tema mitológico es interpretado en ese plano esencialmente 
humano. La iluminación es todavía de violento claroscuro y los rostros de los adoradores de Baco no 
son nada heroicos; son rostros típicos del barroco. Además el pintor juega con el espectador mediante 
un artificio, pues dos de los borrachos nos miran desde el cuadro como si nosotros les hubiéramos 
sorprendido. La captación del instante fugaz es uno de los elementos más destacables de esta obra. 
 
OBRAS DE MADUREZ (1629-1649).- El contacto con Rubens y su primer viaje a Italia (1629) 
contribuyen poderosamente a su transformación. 
De esta época son La fragua de Vulcano (1630) y La túnica de José. El tenebrismo ha 
desaparecido y la precisión de la forma comienza a ceder ante el interés por la perspectiva aérea y por la 
técnica impresionista. Representa el momento en que Apolo descubre a Vulcano la infidelidad de su 
esposa. Velázquez, manteniéndose en ese plano de buen gusto, tan elegante, lo centra en el efecto que la 
noticia produce en el marido burlado. 
 
En este período se le encarga una serie de grandes cuadros con las gestas de los ejércitos españoles 
que decorarían el Salón de los Reinos del Buen Retiro. Fue un encargo del Conde-Duque para halagar la 
vanidad del monarca. 
 
De estos cuadros se debe destacar La rendición de Breda (1635). Representa el momento en que 
Justino de Nassau se rinde ante Ambrosio de Spínola. La elegancia propia de Velázquez hace que el 
español esté con un gesto afable y caballeroso ante el vencido, como elogiando su valor. Para la 
composición de la parte derecha, parece que se inspiró en el Expolio de El Greco. Esa masa de 
personajes es alzada por las lanzas que ascienden y que compensan visualmente la carencia de esos 
personajes en la zona izquierda. 
 
También para ese palacio eran los cuadros ecuestres de Felipe IV,(1636) representa al monarca 
sobre el caballo en corveta (el caballo apoyado en sus patas traseras) actitud que gustaba a los barrocos, 
el de Baltasar Carlos (1636) en un violento escorzo, de la reina Margarita de Austria o el del Conde-
Duque de Olivares(1634) Las tintas plateadas, malvas, grises y azulados de los paisajes de todos estos 
cuadros, y la maestría de la perspectiva aérea en los fondos declaran el gran avance del pintor. 
 
A esta misma época pertenecen los, espléndidos retratos de Felipe IV (1634), el infante don 
Fernando (1636), Baltasar Carlos (1636), todos con atuendos de cazadores dándole ocasión para 
regalarnos hermosos paisajes del Guadarrama y para revelarnos sus excepcionales dotes de pintor de 
perros. 
 
Es la época de losbufones: El niño de Vallecas (1636), Calabacilla (1632), Sebastián Morra 
(1643) de menor tamaño y los presenta sentados, tratando de darles dignidad. 
 
SEGUNDO VIAJE A ITALIA (1649-1651). En 1649 viaja a Italia donde permanece hasta 1651. 
Viaja a Venecia, Milán, Florencia y Nápoles donde conoce a Ribera. Obras de esta época son: La 
Venus del espejo (1648) originalísima composición de uno de los pocos desnudos femeninos del 
Barroco español y el retrato de Inocencio X (1650) con gran estudio psicológico del personaje. 
No podemos terminar sin mencionar lo pintado tras su segundo viaje a Italia, los paisajes de Villa 
Médicis (1649), cuya técnica lo convierte en uno de los prototipos del impresionismo del XIX. 
 
ULTIMO PERIODO MADRILEÑO (1651-1660) 
 
En 1656 pinta Las Meninas. Es el retrato de la infanta Margarita atendida por sus meninas Dª 
Agustina Sarmiento, que le ofrece de rodillas una bebida y de Dª Isabel de Velasco. Completan el grupo, 
en segundo término, Dª Marcela de Ulloa y un guardadamas, y los enanos Maribárbola y Pertusato. Al 
fondo, en la puerta aparece José Nieto, mientras en el espejo se ve a Felipe IV y a Dª Mariana que están 
posando para el pintor en el lugar que está el espectador. Pinta lo que está fuera del cuadro. También 
decir que en sus Las Hilanderas o el mito de Aracne (1657), de tema mitológico, la perspectiva 
conseguida es tan importante como en las propias Meninas. Consigue que exista aire entre los diferentes 
personajes y las diversas profundidades. 
 
La Escuela Madrileña tuvo muchos representantes en la segunda mitad del siglo XVII. El más 
grande, sin lugar a dudas fue CLAUDIO COELLO (1642-1693). Éste fue pintor de Corte de Carlos II, 
y entre sus obras tenemos que destacar la Adoración de la Sagrada Forma de El Escorial.

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