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Br�tania �<1-(11 ARQUITECTURA Y CONDICION POSMODERNA Demetri Porphyrios D e las muchas preocupaciones que defi nen los valores culturales de la arqui tectura posmoderna hoy en día, me gustaría señalar aquéllas que encierran la esencia de su condición posmoderna. En primer lugar, se concede gran importancia a la fragmentación, a la disgregación de los siste mas estilísticos y composicionales que existie ron desde sus primeros años, incluidas las últi mas vanguardias. Las edificaciones se descom ponen, se hacen añicos o son atacadas por cuer pos extraños hasta que se desintegran. Se con cede gran importancia, por lo tanto, a la exigen te sintaxis que descentraliza tanto la composi ción como la iconografía. La segunda preocupación de la arquitectura posmoderna guarda relación con el uso del co mentario irónico y la parodia. El arquitecto pos moderno ha dejado de ser el celebrante del or den humano o tecnológico, y en su lugar intenta conseguir una imagen compensadora en el mundo de la parodia, la burla o la nostalgia. Cuando se aplica a la arquitectura, la parodia puede acarrear exageración, distorsión, pasti che, etc. En tercer lugar, se concede gran importancia a la fantasmagoría a expensas de la calidad de los materiales o la importancia del significado. La arquitectura ( que tradicionalmente ha sido el «arte de edificar» -baukunst- proviniendo su autoridad de la razón tectónica) en su versión posmoderna elimina los vestigios de su produc ción y se transforma en un mero cobertizo deco rado. Mediante la ilusión de la fantasmagoría, el arquitecto posmoderno se entierra en las volup tuosas superficies de los estilos históricos y las últimas vanguardias, como si quisiese asegurar se de su existencia. Por último, la arquitectura posmoderna está marcada por la ausencia del ámbito público. Cuestiones relacionadas con la disyuntiva públi co/privado y con el significado del término res publica se silencian porque se consideran ana crónicas e irrelevantes en un mundo dominado por los medios de comunicación. El ámbito pú blico -y por extensión la ciudad- está desacre ditado. Cualquier continuidad de vida, de tradi ción, de historia, de cultura y de razón práctica está minada por los mercados de la industria y los bienes raíces que, en nombre del Espíritu de la Epoca, conquistan al cliente y al arquitecto. Estas preocupaciones por la fragmentación, la parodia, la fantasmagoría y la ausencia del ámbi- 58 to público convergen bajo el techo común de la ideología posmoderna del pluralismo. Bajo el pretexto de tolerancia democrática, relativismo y cultura conciliadora, la ideología posmoderna del pluralismo se presenta como el único medio por el cual se puede recuperar una filosofía del individuo, y por lo tanto la libertad. Pero una vez que la tradición y la cultura ya no son esti muladas por una fuerza ética, se desintegran en imágenes vacías y espurias. Con respecto al artículo de Kenneth Framp ton, me gustaría pensar que el regionalismo pueda hoy jugar un papel crítico, siempre que salvaguarde la asimilación de la tradición a tra vés de las estrategias del pluralismo. Esto signi fica que el arquitecto debe situarse en una posi ción desde la que entienda el proceso social, económico y técnico que garantiza la autentici dad de una cultura regional. A menos que se ob serve una vigilancia continua, la cultura re gional queda rápidamente reducida a la e fantasmagoría del homme sauvage y la tradición converge con el barbarismo. (Traducción: Beatriz Campón y Sylvia Menéndez) i
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